Prologo

Hola ¿como estan? Esta será mi primera vez en subir un capítulo en está página. La obra se encuentra subida en otros lados, pero vamos a ver como le va aquí. Ire subiendo los capítulos de acuerdo a si les gusta o no.

Muy bien, antes de dejarles el primer capitulo, les dejale lo más importante en toda obra... EL DECLAME.

Declame: Los personajes que serán nombros en dicha obra, pertenecen a la saga Harry Potter cuya autora es J.K.Rowling y la obra es una adaptación al libro Peligro Tentador de la autora Eileen Wilks. Todos los derechos reservados para sus autoras, yo solamente los tome prestados por diversión.

N/T: Para los fans de la saga Harry Potter, esta obra es un DRAMIONE

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Hermione evitaba observarlo, como si al no mirarlo directamente pudiera pretender que no se sentía atraída por el. Él dio dos pasos y se acerco, parándose tan cerca que sintió como su olor lo envolvía, a pesar de que todo lo demás en ella pareciera rechazarle. El rápido latido de su corazón le aconsejo que hiciera lo que tuviera que hacer lo antes posible.

-De acuerdo, iremos-dijo-pero primero...- se inclino y la beso en sus labios fruncidos.

Esperaba recibir un puñetazo, y no solo por el beso. Ya había decidido dejar que ella se desquitara. Pero no esperaba aterrizar con el trasero en el suelo. Draco la miro sorprendido. Hermione había colocado su pierna detrás de su rodilla y lo había empujado. Cayó al suelo antes de que sus labios pudieran volver a tocar los suyos.

-Nunca des nada por sentado-dijo mientras abría la puerta del coche-Ah, y podrás darme esa explicación en el camino de vuelta- y cerró la puerta con un golpe seco.

2: El Crimen
El Crimen

Viendo que tiene más de 5 visto y un favorito (gracias) les traigo el segundo capítulo. Espero sea de su agrado.

Declame: Los personajes que serán nombros en dicha obra, pertenecen a la saga Harry Potter cuya autora es J.K.Rowling y la obra es una adaptación al libro Peligro Tentador de la autora Eileen Wilks. Todos los derechos reservados para sus autoras, yo solamente los tome prestados por diversión.

Dialogos en negrita y cursiva.

Pensamientos en cursiva.

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No quedaba mucho de la cara. Hermione se quedó lejos, intentando que sus zapatos nuevos no se mancharan en aquel charco de sangre que empezaba a secarse por los bordes, pero que aun seguía pegajoso cerca del cuerpo. Se acordó a si misma que había visto cosas peores cuando trabajaba en el Departamento de Trafico.

Pero no era lo mismo sabiendo que alguien había hecho aquella carnicería a propósito.

La niebla era visible por los focos de la policía y la notaba húmeda contra su rostro. El olor a sangre llegaba intenso a su nariz. El flash del fotógrafo ilumino el lugar en secuencia de dos segundos mientras recogía instantáneas de la escena.

-Hey Mione- dijo el oficial Arthur Weasley tras la cámara. Era un tipo de mejillas coloradas y el pelo rojo tan cortó que parecía la pelusa de la piel de un melocotón.

-¿Si, irlandés?

-Parece que tenias una cita caliente esta noche.

-No, mi gato y yo siempre nos vestimos elegantes para cenar. Crookshanks esta guapísimo con esmoquin.

Weasley se río y se movió para cambiar de ángulo. Hermione se aisló de él, de la policía científica, de los curiosos que se agolpaban tras la valla y de los agentes de uniforme que los mantenían allí.

La sangre derramada atrae a las multitudes como el azúcar derramado atrae a las moscas. Aunque, probablemente, el publico que curioseaba siempre tenia un precio. Sabia como sonaba un tiroteo, y que aspecto tenia una transacción de drogas. Los miembros del público que estiraban el cuello para poder ver un poco de sangre eran probablemente clientes del club nocturno que había en esa misma calle. El Club Infierno atraía a un tipo de clientela muy concreta.

La victima tampoco tenía aspecto de ser de los alrededores. Estaba tirado sobre el cemento. Lo que fuera que le había arrancado la garganta y destrozado su rostro, había dejado intacto su ojo y mejilla derechos.

La tela en la manga derecha estaba hecha trizas hasta por encima de los antebrazos. Tenía tres heridas profundas, probablemente defensivas. El brazo estaba extendido con la palma de la mano hacia arriba y los dedos encogidos, como hacen los niños cuando duermen. La otra mano estaba a cuatro metros, apoyada contra uno de los postes del balancín.

Un parque infantil. Alguien le había arrancado la cara a este tipo en un parque infantil ¡por dios! A Hermione se le cerro la garganta y sintió un dolor que le atravesaba los hombros, aunque había visto la muerte a menudo, ya no le daban ganas de vomitar, pero el remordimiento, el dolor por el desperdicio, nunca habían desaparecido del todo.

La victima no era tan joven como para haber disfrutado del balancín recientemente. Quizás mediaba la veintena. Le calculo un metro setenta de altura y ochenta y un kilo de peso. Había sido fuerte, y probablemente había alardeado de su fuerza. Sin embargo, no le había servido de nada esa noche. Tampoco la pistola del veintidós que aparentemente llevaba con el. Estaba cerca de la mano seccionada, como si en el estertor de la muerte los dedos la hubieran dejado caer al suelo.

-Cuidado, detective, no se vaya a manchar ese precioso vestido.

Hermione siguió examinando el cuerpo. Conocía esa voz, era la voz del hombre que la había puesto al corriente nada más llegar.

-El escenario de un crimen se contamina más a menudo por culpa de los agentes de policía que por culpa de los civiles. ¿Tiene alguna razón para andar por aquí con sus enormes pies, Severus?

-Estoy a tres metros del cuerpo, por Dios.

Ahora si lo miro. El agente Severus Snape era parte de la patrulla que había acudido a la escena del crimen en primer lugar. Hermione no lo había visto nunca antes, pero conocía a los de su clase. El tenia más de cuarenta años, todavía patrullaba las calles y vivía amargado por eso. Ella era mujer, tenia veintiocho años y ya era detective.

A él no le gustaba ella.

-Lo crea o no, se pueden encontrar pruebas a tres metros del cuerpo. Incluso a más. ¿Qué es lo que quiere?

-Venia a decirle que ninguno de esos serviciales ciudadanos que hay detrás de la valla ha visto nada. Estaban de fiesta en el club, salieron todos juntos y vieron las bonitas luces parpadeantes de los coches de policía. Se acercaron para ver que estaba pasando.

-¿Se refiere al Club Infierno?

-Ahí es donde va a tener que buscar a su asesino. En el laboratorio no van a averiguar nada de nada.

-Podría haber otro tipo de pruebas.

Él se río.

-Si, claro. Es posible que haya dejado una tarjeta de visita. O quizás este usted de acuerdo con mi compañero, que cree que lo ha hecho un cachorrito.

Ella miró hacia el hueco en la valla que hacia de entrada y salida, donde el compañero de Severus, intentaba mantener a raya a la multitud junto a otros policías, mientras recogía nombres y direcciones.

-¿Su compañero es novato?

-Si- Severus saco de su bolsillo un mondadientes envuelto en celofán, le quito el papel y se lo metió en la boca- Le he hablado de los cachorritos y de que, normalmente, no le arrancaran la mano a un tipo de un solo mordisco.

Severus no era estúpido, reconoció ella.

-Un hombre que esté en forma puede librarse de un perro. Pero no hay signos de pelea, y esta la pistola...-Que la victima probablemente llevaba encima, aunque era posible que hubiera una tercera persona en la escena. Negó con la cabeza-.La bestia tuvo que ser muy rápida cuando ataco.

-Son rápidos. Seguro que el pobre imbécil ni se dio cuenta de que ya no tenia mano. Pero tuvo buenos reflejos. Intento esconder la cabeza, protegerse el cuello, y ahí es donde perdió parte del rostro. Después, eso le arranco la garganta.

-Vamos, vamos. No debe decir "eso". Tenemos que decir "él", ya sabe, tratarlos como a gente normal. Los mismos derechos ante la ley.

-Conozco la ley.- Miró a Severus. Hacia arriba. Era un hombre alto, probablemente media metro setenta y cinco. Aunque también era cierto que Hermione tenia que levantar la cabeza para mirar a cualquiera a los ojos. Se había convencido de que ya no le molestaba tener que hacerlo.

-Este es su terreno, oficial. ¿Puede identificar a la victima?

-No es del barrio.

-Ya, hasta allí he llegado. Quizás vino por un poco de acción. Drogas, sexo o diversión en el Club Infierno, ligeramente más legal que todo lo demás. Si es un cliente asiduo quizás lo hayan visto por aquí alguna vez.

Él negó con la cabeza. El mondadientes parecía estar pegado a su labio inferior.

-Esto no ha sido una pelea por drogas, ni un jefe castigando a un tipo que no paga. Ni siquiera ha sido un asesinato, la verdad.

Tres años atrás, la Patrulla X se habría encargado de un caso como este. Ahora, era cosa de Homicidio.

-Los tribunales dicen lo contrario.

- Y ya sabemos lo inteligentes que son esos jueces. Ahora resulta que tenemos que tratar a esas bestias como si fueran seres humanos. Esa carnicería que tiene a sus pies prueba que ha sido una gran idea.

-Y los hombres hacen cosas peores a otros hombres. Y a las mujeres. Y la escena tiene que mantenerse intacta.

-Claro, detective- Severus le dedicó una sonrisa burlona, se dio la vuelta, y entonces se paró y se sacó el mondadientes de la boca. Cuando miró a Hermione a los ojos, la burla y la ira ya habían desaparecido-. Un consejo de alguien que estuvo quince años con la Patrulla X. Llámalos como quieras, pero no tome a los lupi por humanos. Son difíciles de herir, son más rápidos y más fuertes que nosotros, y les gusta nuestro sabor.

-No parece que este se haya parado a saborear mucho.

Él se encogió de hombros.

-Algo lo interrumpió. No olvide que legalmente solo son humanos cuando andan sobre dos piernas. Si se encuentra con uno que vaya a cuatro patas, no lo arreste, péguele un tiro. -Tiró el mondadientes al suelo- Y apunte al cerebro.

-Intentaré recordarlo. Y recoja el mondadientes.

-¿Qué?

-El mondadientes. No es parte de la escena del crimen. Recójalo.

El frunció el ceño, se agachó, lo recogió, y se marchó, murmurando algo sobre zorra marimandonas.

-No creo que hayas hecho un amigo- dijo Arthur alegremente.

-Me destroza el corazón que así sea.-Hizo una pausa. El coche que acababa de aparcar detrás de la ambulancia era de la oficina forense. Mejor darse prisa y acabar cuanto antes.

-Pareces que en breve momentos van declarar legalmente muerta la víctima. ¿Has acabado con las fotografías?

-¿Necesitas echarle un vistazo más de cerca?

Las palabras en si era inocuas, el tono de voz era indiferente, pero ella sabía lo que él había querido decir. Arthur había trabajado con ella el suficiente tiempo como para saber que lo que ella necesitaba no era echar un vistazo más de cerca. Aunque él no diría más. No era ilegal ser una empata, pero podía ser complicado. La política oficial del departamento era "no preguntes, no hables de ellos".

No era prejuicio. Los tribunales no aceptaban información que no se pudiera reproducir, y cualquier buen abogado podía destrozar la declaración de un oficial de policía si había trazas de algo paranormal en la investigación. Pero la policía era pragmática. La política no oficial era echar mano de cualquier recurso para coger a los tipos malos, aunque tuvieras que hacerlo a escondidas. Hermione miro a Artur y asintió.

-Adelante- dijo él y se colocó entre ella y la multitud de curiosos tras la vallas, haciendo como que trasteaba con su cámara.

No era lo suficientemente grande como para evitar que nadie se diera cuenta de nada, pero si dificulto que cualquiera pudiera ver lo que Hermione estaba haciendo. Ella se lo agradeció. Se quitó la mochila, se acerco al cadáver y se arrodillo con cuidado para no tropezar con su falda. Agarro la mano del muerto, estaba floja.

Todavía no había rigor mortis. La piel parecía de cera. La mano estaba azul y la cara tenia un tono purpura. Nada de esto era concluyente, pero se podía decir que no llevaba muerto mucho tiempo cuando la central recibió el llamado anónimo a las once y cuatro minutos, la sangre se había deslizado por la palma de la mano y se había secado en una mancha marrón que se partió ligeramente cuando ella movió la mano para que la luz la iluminara mejor. Esa sangre había atrapado a un mechón de pelo moteado. Hermione lo tocó. Era como tocar el hormigón cuando el sol ya se ha puesto y sentir el calor que aún permanece en él. O como el momento después de usar un taladro, cuando el cuerpo aún recuerda las vibraciones.

Pero no era calor o vibraciones lo que sentía. Hermione todavía no había encontrado palabras para describir la sensación de tocar algo que ha estado en contacto con la magia, pero era inconfundible. Una vez había intentado explicárselo a su hermana más joven, Beth, no a su perfecta hermana mayor. Si todo lo que tocaras todo el día, todos los días, fuera suave, al instante en que tocaras algo rugoso lo sabrías. Aunque fuera algo pequeñito, diminuto, como era el caso de esa noche.

No, pensó Hermione soltando la mano con suavidad. Los técnicos del laboratorio no descubrirían nada sobre este asesinato. Por lo menos, no más de lo que ella había descubierto tocando esa fibra de pelo que el asesino había dejado en su victima. Se levantó.

-¿Qué? Es inútil, ¿no?- pregunto Arthur- ¿Pierdo el tiempo recogiendo pruebas?

Hermione le reprendió con la mirada.

-Harás las cosas según el procedimiento.

Él puso los ojos en blanco.

-Sí, claro. Necesito que me digas cómo tengo que hacer mi trabajo.

-Perdona- Exhaló, expulsando sus emociones junto con su aliento, Arthur tenía razón. -La víctima es humana, pero el asesino es un hombre lobo.

-Lupus, querrás decir- Enarcó las cejas- Recibimos una nota sobre eso. Lupi es un plural, lupus en singular.

-También se le puede llamar asesino.-Encogió los hombros, harta de toda esa cháchara políticamente correcta, y miró hacia los curiosos tras la valla.

-Parece que esta noche voy a tener que hacer una visita al Club Infierno.

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Quince minutos después, el ayudante del forense declaró muerta a la víctima y Hermione tenía una identificación positiva: Cedric Diggory, edad 29. La dirección del carné de conducir era 4419 West Thomason, apartamento 33C. Artur estaba comprobándolo en la base de datos de la policía. Hermione fue a conversar con los serviciales ciudadanos.

Había seis personas, cuatro mujeres y dos hombres. La moda predominante para ambos sexo implicaba cuero y perforaciones corporales. Y mucha piel a la vista.

La joven que miraba el carné de conducir vestía unos pantalones de cuero y dos estrechas tiras de cuero cruzaban su pecho: la "X" marca el lugar. Su pelo era rubio donde no era púrpura. Su nombre era Stacy. Su voz era suave y aguda como las niñas pequeñas.

-Sabia que lo había visto antes, pero ya sabe qué pasa con los carné de conducir, nadie se parece a la foto.

-Parece Diggory- dijo un hombre esquelético embutido en un traje de cuero negro que miraba en carné por encima del hombro de Stacy

-¿Cedric?- intervino otra mujer rechoncha con el pelo teñido de negro recogido en docenas de trenzas- Dios mío. Es él. Pobre Cedric.

-¿Conocía a Diggory, señora?-pregunto Hermione.

-Todos los conocemos. Quiero decir... suele andar por el club, a veces- Miró inquieta a Stacy.

-Vamos, hombre- dijo el hombre delgado- No es que fuera un secreto. Si lo van a descubrir de todas maneras.

-¿Sabes lo que te pasa Leo? Que estás celoso. Estás verde de celos.

-¿Celoso yo? Tú si que...

-¡Tú querías que él se sintiera atraído por las personas como tu!

-¿Quién?- pregunto Hermione suavemente.

Todos se callaron, intercambiándose miradas culpables.

Uno de los hombres, Franklin Booth, tiró el cigarrillo que estaba fumando.

- Pobre Cho.

Hermione se volvió hacia él.

-¿Quién es Cho?

-La mujer de Cedric- Suspiro- Está en el club con...

-¡Franklin!- Exclamó Stacy.-¡No puedo creer que vayas a delatarlo! Ya sabes cómo lo tratarás los "polis"

-Cariño, es inútil- dijo dulcemente- Leo tiene razón. Lo descubrirán tarde o temprano. Y quizás tenga coartada. Todos lo hemos visto allí, ¿no?

Un murmullo de alivio recorrió el grupo, con Leo asegurando vehementemente que "el" había estado allí durante horas. Hermione volvió a hablar con Booth.

-¿Cho Diggory está en el Club Infierno es este momento?

-Allí estaba cuando nos fuimos.

-¿Con quién estaba?

El hombre delgado se rió.

-¿Quién pondría a las mujeres así de nerviosas? Incluso a algunos de nosotros también, lo admito- añadió- Quizás debería alegrarnos que los lupi sean religiosamente heterosexuales.

-Me vendría bien tener un nombre- dijo Hermione.

-Draco Malfoy, por supuesto. El príncipe no honra con su presencia en el club de vez en cuando.- Sonrió satisfecho- Aunque últimamente ha estado honrando a Cho mucho más de lo normal.

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Hermione tenia órdenes de llamar al capitán Moody una vez hubiera acabado con los preliminares. Lo hizo de camino al Club Infierno.

El clac clac de los tacones contra el pavimento hizo que se sintiera sola. Culpó de ello a esa extraña niebla tan poco común en una ciudad como San Diego, que flotaba en el aire como un sudor frío. Se alegraba de no llevar gafas, pero ojalá no llevara tacones. Correr con ellos habría sido un infierno.

Aunque también era cierto que se suponía que era su noche libre. Marco el número del capitán.

No podía recodar el último caso que tuvieron de un humano asesinado por un lupus. Por lo menos no había tenido ninguno en San Diego desde que el Tribunal Supremo había equiparado las leyes y los lupi que cometían un delito recibían el mismo castigo que un humano, en vez de una bala.

Moody estaba esperando su llamada. Y ella no le llevó mucho tiempo resumir todo lo ocurrido hasta entonces.

-Después se hablar con los mirones seguí la huella del asesino, que se esfumaron cerca del extremo oeste del parque- De hecho, se había quitado los zapatos y las medias, y sus pies descalzos pudieron seguir el rastro que la magia había dejado al pasar por allí. Sus pies acabaron hechos un asco, pero había merecido la pena-. El rastro terminó en un callejón entre la avenida Humsteas y North Lee.

-¿No pudo seguir adelante?

-No, señor. Creo que ahí es donde cambio, entre dos contenedores de basura.- la magia que había percibido en el sucio pavimento había sido intensa, desconocida, pero bastante característica-. En forma humana no dejan el mismo rastro que cuando son lobos.

-Ya. ¿Ha asegurado la escena del crimen?

-Si, señor. Los de la científica pondrán manos a la obra en cuanto puedan. He dejado a Artur al mando.

-¿Qué diablo significa que lo has dejado al mando? ¿Dónde estás usted?

-Llegando al Club Infierno- dijo, exagerando un poco. Todavía le quedaba una manzana para llegar-. La mujer de la víctima debería estar ahí. Quiero informarle personalmente de lo ocurrido. También tengo que hablar con Draco Malfoy.

Identifico el sonido áspero e intangible como una risa sarcástica porque lo había oído otras veces.

-No pretenderás tomarme el pelo, ¿verdad? No te he sacado de la fiesta de tu hermana para tener a otro al mando.

-Así que, ¿todavía es mi caso?

-Y está al mando. A no ser que crea que es demasiado para usted.

-No, señor, no lo creo. Pero no tengo tanta experiencia como otros detectives.

-Sus, mm, habilidades especiales podrían resultar muy útiles. Y lo último que necesito ahora mismo es a un imbécil lleno de prejuicios haciéndose el duro con el príncipe Nokolai. Sabe cómo tratar a la prensa, y no tenga dudas de que la vamos a tener encima en este caso. Así que es suyo. Pero a no ser que obtenga una confesión de golpe y porrazo, va a necesitar ayuda.

Hermione sorprendida aún, estuvo de acuerdo inmediatamente.

-Le puedo dejar a Ronald o a Dan.

-Ron, es decir, el sargento Ronald.- Los dos eran buenos policías, pero a Dan no se le daba bien trabajar en equipo, sobre todo si el equipo era una mujer joven-.Dígale que le pida a Arthur el instrumental para recoger pruebas y algo de papel. Si los lupi del club colaboran, me llevare sus zapatos al laboratorio. Ron podrá examinar sus ropas.

-El asesino no llevaba ropa cuando le arrancó la garganta a Diggory.

-No señor. No podremos vincularlo a la escena del crimen, pero sí quizás al callejón donde cambio. Cuando llegó allí debía tener encima un montón de sangre de Diggory. Aunque el cambio hubiera limpiado cualquier rastro de sangre de su cuerpo, es imposible que eliminara hasta la última gota que pudo caer al suelo. Quizás pisara esa sangre una vez vestido. O quizás haya cualquier otra cosa de ese callejón con la que podamos vincularlo e incluso puede que algún mechón de pelo haya quedado enganchado en su ropa. Me refiero a pelo de lobo.

-Bien pensado. Merece la pena probar. Sacare a Ronald de la cama y se lo mandaré enseguida. Mientras tanto, tenga cuidado con Malfoy. Avísenos si piensa efectuar algún arresto. De lo contrario, espero verla en mi oficina a las nueve.- Hubo un clic seguido del tono de llamada del teléfono.

Hermione frunció el ceño mientras guardaba el teléfono en un bolsillo de su mochila. Lo suyo no era la falsa modestia. Era una buena policía, una buena detective, pero no era la única en Homicidios. Sí la única empata del departamento, pero el capitán podía haber utilizado su habilidad sin tener que ponerla al mando. Nunca había dirigido una investigación tan importante.

El capitán debió pensar que ella podía dar la talla.

Y Hermione estaba dispuesta a demostrarle que no se había equivocado...

3: El Poder de la Mirada
El Poder de la Mirada

Muy bien, aquí les traigo el siguiente capítulo. Cuando llegue a los 15 vistos, subire el siguiente n.n

DeclameBasa en el libro "Peligro Tentador" de Eileen Wilks, ambientada a los personajes de Harry Potter. Ni el trama, ni la historia me pertenecen, si no a sus respectivas autoras. Yo solamente los combine por diversión. 

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La niebla se había vuelto más densa. El más ligero soplo de viento habría empujado las gotas de agua convirtiendo la humedad en llovizna, pero el aire permaneció quieto. Los pequeños diablitos de neón bailaban en una esquina del cartel, pinchando con sus tridentes las brillantes letras que formaban las palabras "Club Infierno".

-Que idiotez- murmuro Hermione. El cartel era travieso al estilo de los cincuenta, inocente comparado con el barrio en el que se encontraba-. O quizás sea así apropósito.

-¿Perdón?

Hermione miró al agente Peter Pettigrew, compañero de Severus. Era uno diez centímetros más bajo que ella y tenía la voz ronca, aguardentosa, pero sus mejillas regordetas eran de esas que las mujeres mayores disfrutaban pellizcar. Hermione lo había mandado a vigilar la entrada del club hasta su llegada.

-Tiene aparcamiento privado y un guardia de seguridad. Al club debe irle bastante bien. ¿Alguna vez ha estado dentro, agente?

-No, señora.

Hermione sonrió.

-Es usted sureño, ¿verdad?

-No, señora, del oeste de Texas.

-Bueno, creo que eso es el sur.

Él asintió muy serio.

-Es curioso ver cómo la gente que no es de Texas es de esa opinión. Debe ser como los que viven en Los Ángeles, que son de California o de la Costa Oeste. Son de Los Ángeles y punto.

-Comprendo. ¿Qué sabe usted del Club Infierno?

Hizo una mueca de disgusto antes de hablar.

-Es una guarida de hombres lobo. De ellos y sus seguidores.

-No olvide de los turistas aventureros. También les gusta venir por aquí.- Estudió al oficial durante un momento. Teniendo en cuenta el comportamiento abiertamente sexual de los lupi, el club estaba considerado un lugar depravado. Por eso era un sitio muy popular.- Texas era uno de los estados en los que estaba permitido disparar a los lupi antes de preguntar, ¿no?

-Sí, señora. Lo era. Hasta que los tribunales cambiaron las cosas.

-En California nunca estuvo permitido. Así que siempre ha sido una regla legar ser un lupus, siempre y cuando estuvieras registrado.

-Sus Patrullas X los mataban.

-Solo si se negaba de forma violenta a inscribirse en el registro, o un tribunal dictaminaba que eran un peligro inminente.- Al menos esa era la teoría. La ley federal exigía que todos los lupi se registraran, a la fuerza si era necesario, y todos tenían que ser vacunados. Pero la expresión "a la fuerza" cubre un amplio territorio cuando te tienes que enfrentar a una criatura que puede recibir varios disparos sin que se detenga un poco en su determinación de arrancarte la garganta.

Los lupi habían sido particularmente contrarios al proceso de registro.

-Entremos a charlar con los de adentro- dijo Hermione- ¿Le parece bien o voy a tener que pedir ayuda a otro?

Él se lo pensó. Hermione no sabía si escandalizarse por el tiempo que tardo en tomar una decisión o impresionarse por su honestidad. Al final, él asintió.

-Supongo que estamos aquí para hacer que se cumpla la ley, no para decidir lo que está bien o lo que está mal.

-Supongo- Hermione empezó a bajar. La entrada del club estaba bajo el nivel del suelo, lo que era muy apropiado. Escalones anchos y poco profundos llevaban hasta el sótano, donde se encontraron con un túnel cubierto de piedra. Le daba a todo el lugar un bonito aire de mazmorra, aunque la luz azul hacia que Pettigrew pareciera un muerto viviente.

Al final encontraron una puerta metálica pintada de negro a través de la cual se filtraba la música. La abrieron con facilidad.

El olor, el sonido, el color... fue como una bofetada en el rostro. Luces de colores iluminaba una estancia cavernosa llena de mesas, gente, voces y música. El techo era tan alto que se perdía en la oscuridad, la música a todo volumen, olía a humo.

No era tabaco, ni hierba, ni humo de chimenea o de cualquier otra cosa que ella pudiera identificar. Era más una fragancia que humo.

La canción terminó abruptamente. Hermione la identificó tardíamente como Hotel California. Estaba claro que la dirección del local creía firmemente en permanecer fiel a los inicios.

-Bienvenidos al infierno-dijo una voz grave a su izquierda-. Ahora tiene que pagar el precio por cruzar el umbral.

Hermione miro a su izquierda. Un tipo bajito, fornido y con una cabeza enorme estaba sentado en un taburete detrás de una mesa, manejando una antigua caja registradora. Su traje parecía salido directamente de una película en blanco y negro, pero no era eso lo que hacía que lo miraras fijamente. No tenía pelo, apenas se notaban su mentón o sus labios, y su piel era pálida como la de un champiñón. Sus pies eran del tamaño de las manos de Hermione y colgaban sin tocar el suelo.

Ella parpadeo sorprendida.

-¿Hay que pagar entrada?

-Veinte por cabeza.

-Está vez no. Soy la detective Granger- dijo sacando su placa de la mochila y mostrándosela-. ¿Y usted es...?

-Puede llamarme Max.-Dijo mirando la placa con recelo-. ¿Qué es lo que quiere?

-Hablar con algunos de sus clientes. Creo que Cho Diggory y Draco Malfoy están aquí.

-¿Debería importarme?

-Le conviene cooperar. ¿Están aquí?

Él se encogió de hombros.

-Supongo.

-¿Cuánto tiempo lleva aquí el señor Malfoy?

-¿Por qué?

-Porque soy policía y tengo que hacerle algunas preguntas. ¿Ha estado vigilando la puerta toda la noche?

-Desde la nueve.

-¿Y sabe cuándo llegó el señor Malfoy?

-Quizás.

No añadió más. Simplemente miro a Hermione. Tenía una mira desconcertante, no parpadeaba, como los reptiles. Hermione empezó a enfadarse.

-Quizás debería hablar con el dueño o con el gerente.

-No hay gerente, y yo soy el dueño.-Suspiró-. Está bien, está bien. Su pomposa señoría llegó entre las nueve y cuarto, y las nueve y media. Diggory ya estaba aquí.

Nueve y media, hora que ella había calculado como la muerte de Cedric. Pero, claro, ella no era una experta.

-¿Cuántas salidas tiene el local?

-Esta misma y la de incendios, al fondo.-Suspiró pesadamente-. Odio a los polis.

-¿Y debería importarme?

-Sabe, quizás no sea tan estúpida como aparenta.- Habló de un modo pesimista, como si no confiara del todo en esa remota posibilidad-. Y tiene lindas tetas. Me gustan. ¿Quiere follar?

Hermione abrió la boca sorprendida. Sus manos temblaron conteniéndose de no estrangular a aquel ser desagradable.

-¿Y usted quiere pasar las próximas dos semana encerrado en una celda minúscula?

-Eh, solo preguntaba.

-Lléveme con Cho Diggory.

-Está con Malfoy.

-Entonces lléveme con Malfoy.

-¿Acaso no lee los periódicos? Todo el mundo sabe qué aspecto tiene.

-He visto las fotos.- El príncipe del clan Nokolai era una especie de famoso. Aparecía en las columnas y revistas de cotilleo, siempre posando con actrices, modelos, políticos o magnates. Ejercía presión política en Sacramento y Washington a favor de los suyos, y tenía muchos amigos en Hollywood- De todos modos, quiero que me lo señale. Y a Cho Diggory también.

-Está bien, está bien. ¡Tú!- Saltó del taburete al tiempo que le gritaba a un camarero- Encárgate de la puerta.- Miró irritado a Hermione-. Vamos.

A Hermione le empezó a doler el estomago. En unos instantes iba a decirle a Cho Diggory que su marido había sido asesinado. Quizás la mujer estuviera disfrutando un poco de sexo exótico extra marital, pero eso no significaba que fuera a tomarse bien la noticia de la muerte de su marido. La experiencia le había enseñado que el amor adopta muchas formas, y que no todas ellas son obvias o, incluso, saludables.

Al menos esta vez no tendría que tratar a la viuda como a un sospechoso. Cómplice, quizás, pero quien fuera que había matado a Cedric Diggory no había sido su mujer. No existían las mujeres lobo.

Su guía, enano y hosco, se paró para conversar con un par de cliente que querían saber cuándo iba a empezar el espectáculo. Cuándo se pusieron en marcha de nuevo, Hermione le volvió a preguntar por su nombre. Lo necesitaba para el informe.

-¿Es usted sorda o qué? Max.

-¿No tiene apellido?

-Smith.

¿Smith? ¿Aquel engendro lleno de malevolencia se llamaba Max Smith?

Pettigrew se acerco a Hermione y susurro.

-Creo que es un gnomo.

-Demasiado grande. Demasiado mezquino. ¿Y desde cuando los gnomos viven entre humanos?

-Un gnomo loco. Que le da a los esteroides.

Hermione sonrió.

-Puede ser un psicópata. Pero los gnomos no pueden tener propiedades.- Aunque eso iba a cambiar pronto si aprobaban el proyecto de ley sobre el derecho de otras especies a ser ciudadanos.

Aquel sitio estaba atestado de gente. Se abrieron paso a través de un laberinto de mesas pequeñas, ocupadas por personas que no paraban de hablar. Las luces del techo ya no imitaban al arco iris y estaban fijas en un color rosa muy poco infernal. Un rápido vistazo le permitió descubrir que los focos estaban sujetos a un andamio que cubría la parte alta de la estancia.

Velas rojas ardían en la mayoría de las mesas. En medio de la sala había un escenario circular, aunque no había ninguna actuación en ese momento. Llamas de neón subían por las paredes. También había dos escaleras circulares que se perdían en la oscuridad del primer piso.

A través de la multitud que se dispersa. Hermione pudo ver hacia donde los estaban llevando. En el rincón derecho mas alejado del local tres grandes mesas parecían un oasis de tranquilidad en medio de aquel bullicio, separadas de todo los demás. Había cinco hombres sentados en esas mesas... y un montón de mujeres.

Casi todos lo hombres tenían el pelo oscuro. Uno de ellos parecía completamente desnudo, aunque la mesa ocultaba la parte inferior de su cuerpo. Quizá fuera uno de los camareros, que eran todos hombres, jóvenes e iban desnudos de cintura para arriba, en cuantos a las mujeres eran más variadas.

Hermione acababa de salir de la pista de baile cuando dos de las mujeres se levantaron. La más baja parecía hispana, pero era imposible estar segura. La luz rosada era favorecedora, pero no iluminaba demasiado. Tenía el pelo largo hasta pasada la cintura y sus pechos luchaban por salirse del escote de su ajustado vestido rojo. Se inclinó hacia el hombre más cercano a ella, el que estaba sentado en el centro de la mesa.

Él volvió la cabeza. Hermione pudo verle brevemente la cara, antes de que el pelo de la mujer lo cubriera como una cortina, ocultando lo que parecía ser un apasionado beso.

Draco Malfoy. Incluso con esa poca luz era fácil de identificar. Y era fácil de adivinar ya que los cuerpos estaban girados ligeramente hacia él. Las sillas estaban dispuestas de tal manera que todos pudieran verlo. Y era la misma imagen de un elegante libertino, ¿no era cierto? Repantigado cómodamente en su silla, con las piernas relajadas, su camisa negra desabrochada casi hasta el ombligo. Besando a una mujer mientras tenía a otra en sus brazos.

Hermione hizo un gesto despectivo.

-Señor Smith- dijo. Pero él no paro ni hizo gesto alguno que indicara que la había oído. Así que acelero el paso para alcanzarlo y le puso la mano en el hombro para detenerlo.

Y la retiro inmediatamente, asombrada. La vibración había sido tan fuerte, que había atravesado el traje del gnomo. Supuso que algunos gnomos eran seres realmente pervertidos y hostiles, y que no sentían vergüenza de nada...

-¿Qué?- dijo bruscamente dándose la vuelta.

-¿Esa es Cho Diggory?- Resistió la tentación de frotarse la mano y señalo a la mujer que se alejaba de la mesa tras haber besado a Malfoy.

-Sí.

Hermione se giró hacia Pettigrew.

-No la pierda de vista. Probablemente vaya al tocador, pero mejor será que no nos arriesguemos. Si intenta marcharse, la detiene. No le diga por qué, no responda a ninguna pregunta. Tráigamela a mi.

El oficial asintió y se puso en marcha.

-Los hombres de esa mesa, ¿son todos lupi?

-Son todo un espectáculo, ¿a que sí? Aunque la verdad, tampoco yo soy de los que pasan inadvertidos. Quédese y lo vera.- Guiño un ojo.

-Necesito un sitio privado para los interrogatorios.

-No quiero que moleste a mis clientes.

Hermione contemplo a ese pequeño hombre, si es que se lo podía llamar hombre. ¿Los gnomos varones pensaban en ellos mismos como hombres?

-¿Vamos a discutir sobre todas y cada una de mis peticiones?

-Probablemente.- El gnomo se dio la vuelta y se marcho.

Hermione lo siguió, y tuvo la primera oportunidad de ver a Draco Malfoy de cerca.

Genes europeos, pensó al observar los pómulos esculpidos, y la nariz fuerte y ligeramente torcida. Unos dientes perfectos, añadió cuando él sonrió por algo que había dicho el hombre sentado frente a él, cuyos cabellos plateados apenas escondían unos números tatuados que indicaban que estaba registrado. Por no mencionar su pelo. Hermione solía fijarse en el pelo igual que otras personas observaban los hombros o los labios, y el pelo de Malfoy era característico, rubio natural, cosa que sabia no pasaba muy seguido.

Sus cejas, dos líneas oscuras, se arquearon inquisitivamente cuando los vio acercarse. Sus ojos, de un color gris, tropezaron con los ojos de Hermione, y ella dejo de pensar inmediatamente.

... Qué?, pensó un segundo después. ¿Qué diablos ha pasado?

-... La lengua en tu boca- estaba diciendo Max-. Te he conseguido otra mujer, pero esta dice que es detective.- El gnomo añadió algo en un idioma que Hermione no pudo reconocer. Uno de los hombre hecho a reír.

¿Y si había sido un bajón de azúcar? Pero no se había sentido mareada, ni se había desmayado. Tan solo... se había quedado en blanco.

-Ignora a Max- dijo el hombre con torso desnudo-. No tiene que aparentar ser desagradable porque le sale natural.

Hermione lo observó más de cerca. Era delgado, con el pelo alborotado color negro y el rostro más perfecto que ella había visto nunca en un hombre, o en una mujer. Por no mencionar que tenía un cuerpo... del que ella podía ver bastante, aunque la mesa ocultaba gran parte de él.

-Está desnudo.

- No del todo, cariño. Tenga. Todo legal al cien por cien.

Decía mucho a favor de Malfoy que Hermione hubiera reparado en ese adonis semidesnudo en segundo lugar.

-¿Y usted se llama?

-Zabini. Ven, siéntate aquí, amor.- Puso su mano sobre su pierna como so esperara que ella fuera a dejarse caer en su regazo-. Draco no necesita más mujeres.

-¿Y tú sí?- replico Draco. Su voz era agradable y suave, como el chocolate fundido. Hermione notó que no lucía ningún tatuaje de registro-. Aunque sospecho que es un asunto que se puede debatir. ¿Es una visita oficial?

-Tengo que hacerle unas preguntas, señor Malfoy. Soy la detective Granger- dijo mostrando su placa.

Él ni la miró.

-Ayudaré en lo que pueda- murmuró, y sonó como si estuviera haciéndole un favor personal a ella-. Puede llamarme Draco.

No en está vida, pensó Hermione-¿Conoce a Cedric Diggory?

Una de las mujeres empezó a reírse, pero pronto la risa se convirtió en un ataque de tos. Los demás sonrieron.

-Nos conocemos- dijo Draco imperturbable-. Salgo con su mujer, Cho.

-¿Están separados?

-No, son muy felices juntos.

-¿Y ha visto a Cedric Diggory esta noche?

-No.- Las cejas se arquearon. Miró a los demás-. ¿Y ustedes?- a partir de los murmullos y las negaciones de cabeza, Hermione dedujo que nadie había visto a Diggory esa noche. Max afirmo que Cedric ni siquiera había estado en el club.

Draco miró a Hermione.

-¿De qué va esto?

-¿Cuánto tiempo lleva aquí?

Los dedos de Draco repiquetearon sobre la mesa.

-Voy a seguirle el juego un poco más. Después quiero respuestas. He llegado un poco mas tarde de las nueve.

-¿Y no ha salido del club para nada?

-No. Creo que puedo encontrar testigos que lo corroboren, si es necesario.

Tres de las mujeres empezaron a hablar a la vez.

-Un momento- dijo Hermione quitándose la mochila y sacando un cuaderno de notas-. Necesito sus nombres. Usted primero- dijo a la mujer alta y de piel morena que estaba cerca de ella.

La mujer se alarmó.

-¿Es necesario? No quiero que mi nombre salga en los periódicos.

La mujer pelirroja acurrucada contra Draco se rió sarcásticamente.

-Vamos, Bet, siempre dices que no te importa lo que piense tu marido.

-Ex marido a partir de mañana- replico la mujer- y por mi puede irse al infierno. No estoy preocupada por él, es por los socios. No son liberales, precisamente.

-Todos los despachos de abogados son conservadores. Es la naturaleza de la bestia.- La pelirroja se incorporo. Llevaba el pelo muy corto y pendientes de oro colgaban de sus orejas. No vestía de cuero, pero un escaso top blanco mostraba más de la cuenta-. Estoy dispuesta a testificar que Draco lleva aquí desde las nueve y media más o menos, detective Granger.

Pronuncio su apellido con énfasis especial, y eso capto la atención de Hermione.

-¿Y usted es?

-Lavender.- Sonrió ligeramente-. Lavender Brown.

Hermione no lo podía creer.

-No me has reconocido, ¿eh? Bueno, ha pasado mucho tiempo. Imagínate, tu creces y te haces poli.- Rió estrepitosamente-. Y yo me hago puta.

Malfoy dijo algo pero Hermione no le presto atención.

¿Cómo no había reconocido sus ojos? Sus pupilas eran de color ámbar oscuro, como una botella de cerveza iluminada por el sol. Sus cejas eran cortas, al igual que sus pestañas.

Pero había pasado tanto tiempo.... Hermione no había visto esos ojos desde... después de su séptimo cumpleaños. Excepto en alguna que otra pesadilla. Los ojos de Lavender eran exactos a los de su hermana.

-Llevas lentes de contacto.- Comento insustancialmente.

-Cirugía láser, de hecho. Tú no has cambiado nada, aunque has crecido un poquito. Sigues siendo la misma mojigata seria y boba de siempre.

Hermione quería saber si el mundo de Lavender se dividía entre mojigatas y putas. Quería preguntarle sobre sus padres, sobre su hermano. Pero en esos instantes había un cadáver camino al depósito. Tenia que comportarse como la detective Granger, no como Hermione.

-Necesito tu dirección actual.

-Si quieres quedar a comer, cariño, te daré mi número de teléfono. No paso mucho por casa.

-Necesito tu dirección para el informe.

Lavender hizo un gesto de disgusto.

-Solo piensas en el trabajo, ¿eh? Está bien. 22129 de la calle Thornton, apartamento 133.

-Y ahora- intervino Draco- que hemos demostrado que estamos dispuestos a cooperar con la policía, me gustaría saber en que investigación estamos cooperando.

Hermione lo miro a los ojos más nada ocurrió. Idiota. ¿Realmente había creído que algo iba a pasar? Había sido un bajón de azúcar, eso era todo. Le sostuvo la mirada un buen rato, solo para demostrar que podía...y sintió un tirón en el estomago, una ola de deseo. Inconfundible. Exasperante.

-Homicidio- dijo ella, y espero que su rostro permaneciera tan imperturbable como el de él-. Es la investigación de un homicidio.

Todos reaccionaron a la vez. Todos menos Draco. Ni cambio su expresión ni se movió un milímetro. Es más, parecía ejercer un poder tranquilizador que hizo que todos los demás fueran callándose poco a poco. Solo dijo tres palabras.

-¿Quién ha muerto?

-Cedric Diggory.

-¡Dios mío!- grito uno de los hombre.

-Pobre Cho- dijo una mujer. Y Zabini, el adonis semi desnudo, dejo que su alivio trasluciera breve pero intensamente.

Draco miró de pronto más allá de Hermione.

-Espero que sea amable con Cho- dijo mientras se levantaba y rodeaba la mesa.

Ella se dio la vuelta, Cho Diggory volvía.

Lo único que había visto antes, desde lejos, era un pelo magnifico y uno pechos tratándose de salir de un escote. De cerca... Hermione parpadeo, sorprendida.

Según las revistas de cotilleo, Malfoy había salido con las mujeres más bellas del país. Cho no era una de ellas, pero tampoco era fea. Era joven, tenía un poco mas de veinte. T, desde luego, su pelo era precioso, pero de todo lo demás era mas bien normal, más sus ojos eran lo que mejor tenia, grandes, oscuros y luminosos.

Parecía feliz.

-¿Me has echado de menos?- dijo cuando Draco la alcanzó, y pasó un brazo por el cuello de él.

-Hay ahí un oficial de policía que quiere verte- dijo suavemente-. Tiene malas noticias, bebe.

La alegría de Cho desapareció, al igual que el color de su rostro. Hermione se acerco a ella. No había una manera correcta de dar ese tipo de noticias

-Lo siento mucho, señora Diggory. Su marido ha sido asesinado esta noche.

-¿Asesinado?- negó con la cabeza-. No, tiene que estar equivocada. Cedric está en la iglesia. Tiene ensayo. Es cantante, ¿sabe usted? Tiene una voz maravillosa. Él...-Su voz se desmorono-.E...está equivocada.

Hermione explico los hechos con tanta delicadeza como pudo: el lugar y modo de muerte, la identificación gracias al carné de conducir, y lo que quedaba del rostro de la victima. El hecho de que el asesino fuera un lobo.

Un escalofrió recorrió a Cho. Empezó a llora. Hermione miro a Draco brevemente. Cho no se daba cuenta de la ironía del momento, de cómo su amante la estaba consolando por la muerte de su marido.

Draco Malfoy se daba cuenta.

4: El accidente
El accidente

Vaya, gracias a todos los que leyeron los tres primeros capítulos. Así que lo prometido es deuda, aquí les traigo la cuarta parte de Love Danger. Sí llegamos a los 20 o más visto, les estaré trayendo la quinta parte. No olviden agregarme a sus favoritos y tampoco de dejarme su comentario.

Declame: Basa en el libro "Peligro Tentador" de Eileen Wilks, ambientada a los personajes de Harry Potter. Ni el trama, ni la historia me pertenecen, si no a sus respectivas autoras. Yo solamente los combine por diversión.  

~~~~~~

Cuatro horas después, en el Club Infierno no quedaban clientes ni policías. Los diferentes olores aún permanecían en el aire, un conjunto de aromas que Draco era incapaz de identificar cuando estaba en dos patas; alcohol, frutas, humo, sudor, humanidad. Y ese maldito incienso que Max encendía intentando que el local oliera a azufre como el infierno.

Y ella. Se había ido hacía ya una hora, pero su olor permanecía. O quizás si estuviera en su imaginación. Draco suspiro, se sentó en la misma silla en la que había pasado toda la noche, y marco un número que conocía mejor que el suyo propio. Max y Zabini lo habían dejado con algo de intimidad y estaban en la barra tomándose unas copas.

Después de nueve tonos de llamada, una voz femenina medio dormida respondió.

-Más vale que sea importante.

-Luna, tengo que hablar con el rho.

-Le diré que te llame cuando se despierte. Ahora está dormido y ha sido de manera natural, que buena falta le hacía.

-No me has entendido. No quiero hablar con mi padre. Tu lu nuncio quiere hablar con su rho.

Hubo un segundo de silencio.

-Oh, está bien. Le llevare el teléfono, pero si tiene una recaída, te arrancare la piel a tiras.

-Espero que después aun quede piel que me puedas arrancar.

Ella murmuro algo sobre las malditas costumbres de los lupi. Draco oyó sus movimientos, después le llego la voz de su hermano. Theo había vuelto de su retiro en la montaña justo a tiempo para salvar a su padre, y se había quedado para cuidar de él.

Un instante después su padre se puso al teléfono.

-¿Sí?- La voz grave y sonora de Lucius sonaba enérgica a pesar de todo. Aunque también era cierto que todavía conservaba los dos pulmones.

-Han asesinado al marido de una mujer con la que tengo una relación. La policía cree que lo hizo un lupus.

Hubo una pausa larga

-¿No te han arrestado?

-Soy sospechoso, por supuesto. Al igual que cualquier otro lupus que estuviera aquí en ese momento. He prestado toda mi colaboración.- Echo una mirada sarcástica a sus pies desnudos-. Nos han obligado a quitarnos la ropa.

-¿Qué?

-Lo han pedido de una forma respetuosa.-Y había sido muy divertido ver la cara de la detective cuando él había obedecido inmediatamente la orden y había empezado a bajarse los pantalones delante de todo el mundo. La detective lo detuvo, por supuesto... pero una parte de ella deseaba verlo desnudo.

-Me han acompañado al servicio de caballeros, me han colocado encima de una hoja de papel blanca y me han hecho desnudarme ahí. Un sargento ha examinado toda mi ropa cuidadosamente.

-¿Qué buscaban?

-Pruebas supongo. Aunque si el asesino atacó en forma de lobo, no sé qué podrían estar buscando. Pero Granger no es idiota. Estoy seguro de que tiene que haber algo que pueda utilizar para vincularnos a cualquiera de nosotros en el crimen.

-¿Cómo es el detective?

-La detective.- Draco se tomó un momento para ordenar sus pensamientos y dejar de lado cualquier opinión personal-. Inteligente. Decidida. No le gusto, pero aún no ha decidido si soy culpable o no. Creo que mi coartada no cubre el lapso de tiempo en el que fue asesinado Diggory.

-¿Qué coartada?

-Tengo numerosos testigos que pueden corroborar dónde estaba a partir de las nueve y media. Incluso varios humanos, cosa que ayuda bastante. Pero he estado solo toda la tarde, hasta que llegue al club.

-Mmm. Puedo conseguirte testigos fácilmente, pero serian lupi. Ni la policía ni un jurado confiarían en el testimonio de un lupus.

Draco sonrió ligeramente.

-Puede que tengas razón.

Lucius rió.

-Puede. De acuerdo, esto es lo que vas a hacer. Primero averigua si el asesino es realmente un lupus. No sería la primera vez que alguien intenta colgarnos el muerto.

-Se me había ocurrido, sí. He hablado con un periodista que está dispuesto a darme la información que tenga, pero aún no sabe nada. Además, está lo que dijo Zabini.

-Que puede ser verdad o no.

-Tenía razón sobre tu ataque.

-Pero el aviso llegó demasiado tarde, ¿no es así? Si estaba intentando convencerme de su buena fe... cálmate hijo. Puedo oír cómo te irritas a través del teléfono. Ya sé que es tu amigo, y aprecio que hiciera el esfuerzo de avisarnos. Pero no me fío de él. No tiene clan.

-Pero no es un proscrito.

-Un rebelde, por definición, un loco.

Draco no podía añadir nada a eso.

-Sabemos que algo se está tramando.

-Sí, pero no sabemos qué o quiénes lo están tramando.- Lucius sonaba cansado-. Conjeturas, es todo lo que tenemos. Necesito hechos. Quizás la policía averigüe algo. Tengo que estar al tanto de cualquier descubrimiento que hagan, y tú mantente fuera de la cárcel. La solución más sencilla es que seduzcas a esa bonita detective.

Draco sintió que le daban un puñetazo en el estómago. Tardó un segundo en recuperar el aliento, y lo único que pudo decir fue:

-¿Qué te hace pensar que creo que es bonita?

Lucius rió de nuevo con su voz grave y profunda

-Podrás esconder un montón de cosas a la mayoría de la gente. Pero no solo soy tu rho, sino que también soy tu padre. ¿Crees que no sé cuándo te siente atraído por una mujer?

Lucius todavía hizo más preguntas y le dio más instrucciones, pero Draco no tenía puesta su atención en la conversación. Su conciencia le gritaba que le dijera a su padre que no podía seducir a Hermione Granger por una razón, porque ella era... probablemente era... Probablemente, se recordó a sí mismo. No lo sabía con seguridad. Una corazonada no era una prueba irrefutable.

-Atracción aparte -dijo-, ayudaría que pudiera contarle algo sobre nuestras sospechas.

-No le digas nada- replico Lucius-. No te creería. Y te sería más difícil ganarte su confianza.

-Suenas como si Luna te hubiera sacado del sueño demasiado pronto.

-Maldita sea, todos creen que saben más sobre mi cuerpo que yo mismo... Ya voy- le dijo a Luna. Draco podía oír de fondo la voz de la rubia-. Ya sé que tienes un trozo de papel que dice que es cierto. ¿Crees que me impresiona?

Draco pudo imaginarse a Luna de pie, cruzada de brazos, junto a la cama de su paciente. La oyó decir que, efectivamente, ella sabía más sobre su cuerpo que él mismo, y que debería alegrarse por ello, ya que él era un imbécil.

-Creemos que deberías tener en cuenta tus limites- intento calmarlo Draco, preocupado por el tono quejumbroso en la voz de su padre. Su padre no era un hombre que acostumbrara a quejarse-. Además, Luna me da miedo. Antes me ha amenazado.

Esto provocó una carcajada, pero sonó débil.

-No me extraña que le tengas miedo. Condenada tirana... No, no vas a hacer eso- dijo, pero esto último iba dirigido a Luna.

Draco escucho las dos partes de aquella discusión. Luna gano por supuesto. Minutos después, ella se puso al teléfono.

-Lo he vuelto a inducir al sueño. Y esta vez se va a quedar así durante las próximas veinticuatro horas.

Draco se pasó una mano por el pelo.

-Estará confundido cuando salga del sueño. Pero si crees que lo necesita...

-Draco, has visto sus heridas. No hay nada que él no pueda sanar, pero no estará fuera de peligro hasta que consiga cerrar las heridas de esas mordeduras. A no ser que ansíes ocupar el puesto de tu padre...

Draco gruño.

-No seas susceptible. Lo que está claro es que eres el heredero. Si el rho muere, ocupas su lugar. Y muchos saben que no es un puesto que te haga ilusión ocupar.

-Vamos, me estás dando huesos, mucho para morder y nada de carne. ¿Cómo está realmente?

-El dolor es demasiado para él, y ya no alcanza a sanar tan rápidamente como cuando era joven. No quiere ir a un hospital. Ya, no hace falta que me expliques nada. Entiendo sus razones. Pero si no ayuda al proceso de cura de manera artificial, va a tener que pasar mucho tiempo en el sueño.

Draco trago su miedo. No podía comportarse como un niño. No había tiempo para ser un hijo ahora.

-Pues si tiene que ser así, así será.

-No tenía que haberlo sacado del sueño tan pronto- admitió Luna-. Me engaño. Consiguió que sus signos vitales permanecieran estables lo suficiente para que yo... bueno, ya no importa. No te preocupes por eso. Tu padre sanará, y el Consejo puede manejar las cosas.

A Draco le gustaría estar en ese instante en el Hogar del Clan. La tradición le prohibía estar con su padre mientras sanaba, pero no le impedía ir al hogar. Aquello era cosa de su hermano mayor. La autoridad de Theo para vetar al lu nuncio del Hogar del Clan era muy débil en la teoría, pero tenía suficiente fuerza en la práctica. Nadie discutía con él sobre la seguridad del clan. La mayoría de la gente no discutía con Theo, punto.

Al menos sabía que el rho estaba a salvo. Exceptuando un ataque de las fuerzas armadas, nada ni nadie podría llegar hasta su padre estando Theo allí.

-Dale un abrazo a Scorpius de mi parte- dijo-. Estaré en contacto.- Colgó y guardo el móvil en el bolsillo de su chaqueta.

Se quedó sentado unos instantes. Tenía miedo. Por su padre, por su gente, por él mismo. Era el momento más inoportuno para que el liderazgo de los Nokolai se debilitara. Draco se levantó y camino hacia el bar, siguiendo un aroma que lo atrajo inmediatamente.

-¿Mi café está listo?

-No sé cómo puedes beberte esa porquería- dijo Max.

Zabini sonrió y deslizo una taza pro la barra. Contenía un café hecho con granos de la reserva del propio Draco.

-Requiere cierto paladar.- Aunque podía mantener los hombros relajados, controlar la expresión de la cara, su voz y, hasta cierto punto, su olor, no podía controlar los nervios que se retorcían en su estómago-. Este lugar es infernal con todas las luces encendidas- observo, sentándose en un taburete.

Max puso su propia taza, que contenía güisqui irlandés en vez de café, sobre la barra, y escalo al taburete más cercano a Draco.

-Esa es la idea.

-Sí, pero es la clase de infierno de un mañana con resaca. Como un carnaval antes de que caiga la noche, y las luces y la música convierten lo misteriosos en hortera.

-Son las cinco de la maldita mañana. ¿Qué esperabas? De todas maneras, no quiero oír hablar de carnavales. Me recuerda los años que pase en el circo.

-¿Estuviste en el circo?- Ese era Zabini, que seguía al otro lado de la barra. Estaba inquieto, jugueteando con una cosa, luego con otra-. ¿Fue antes de la guerra?

-¿Qué guerra? Los humanos con unos idiotas.- Dijo tomando la mitad del güisqui-. Deja de jugar con los malditos vasos.

Zabini siguió secando el vaso que acababa de agarrar.

-La segunda Guerra Mundial. Esa sobre la que nos mientes siempre.

-Celos.- Max negó con la cabeza tristemente-. Las nuevas generaciones están enfermas de celos. Ya no hay respeto por nada.

Zabini dejo de secar.

-¿Quieres decir que soy un miembro de las nuevas generaciones?

-Todos son jóvenes. Niños, cada uno de ustedes. Yendo de acá para allá como desquiciados, y no se dan cuenta de lo pronto que van a morir. Por ejemplo, la manera en la que idealizan la verdad, decir la verdad, encontrar la verdad.- Rió, sarcásticamente-. ¡Encontrar la verdad! Como si estuviera por ahí tirada en el suelo, esperando que pase alguien para recogerla. Eso es infantil. La gente vive por y para las historias, no para la verdad. Lo que realmente quieren es que alguien les dé todas las respuestas para que no tengan que deducirlas ellos mismo. Admito que pensar cuesta, y lleva tiempo.

-Bueno, ya- dijo Draco, cansado.

Max hizo una pausa y observó a Draco con los ojos entornados.

-¿Cómo está tu padre?

-El rho está sanando. Perdona, no quería darte la impresión de que algo fuera mal.- Hizo un gesto de dolor-. Bueno, que hubiera algo más que fuera mal.

-No estás bien- dijo Zabini, sorprendido.

Draco se tomó unos segundos para pensar que iba a decir. Max y Blaise eran sus amigos. Y en ese preciso momento eran casi colegas, de alguna manera. Pero no pertenecían a los Nokolai.

-Nadie esperaba que actuaran tan rápido. Y yo no esperaba que fuera algo personal.- Pensó en Cho, en sus ojos rojos e hinchados, vacíos de todo menos de dolor-.Quizás debería haberlo imaginado.

-El arrepentimiento es la forma más inútil de culpa- dijo Zabini-. Llega demasiado tarde y nada se puede hacer por remediar lo ocurrido.

-Es su naturaleza, ¿no?- Draco decidió cambiar de tema y hablo formalmente-. El rho te expresa la gratitud de los Nokolai y te ofrece santuarios en el clan por un ciclo lunar.

-Se lo agradezco al rho- dijo. Su voz sonaba despreocupada, pero sus dedos sostenían tensos el vaso que estaba secando-. Ese viejo es un astuto bastardo. Me sorprende que no me haya ofrecido dinero.

-El rho tiene un gran respeto por el dinero, y sabe lo que puede comprar y lo que no. No es su intención insultarte.

Zabini se encogió de hombros y dejo el vaso en el estante.

-Quizás no. Pero estoy tentado de instalarme en el Hogar del Clan por un mes para ver como se le eriza el pelo del lomo.

-Necesitas un guardaespaldas- dijo Max repentinamente-. Sabemos que Lucius es su objetivo. Pero ¿Qué le impedirá que vengan por ti?

-Matar a Cedric no les ha acercado a ese objetivo. No encaja. ¿Por qué arriesgarse a una investigación?

Max se encogió de hombros.

-Quizás sean unos creídos.

-O quizás tengan una razón.- Zabini estaba jugando con las botellas de vino, cambiándolas de sitio, ordenándolas de acuerdo a algún tipo de inspiración desconocida para los demás-. Quizás ese es su plan.

-Pues es una mierda de plan. Intentaron matar a Lucius y fallaron. Ahora han intentado quitar de en medio a Draco, pero no han conseguido inculparlo de todo. Déjalo ya- ordeno Max cuando Zabini movió otra botella-. El barman no va a poder encontrar nada.

-Das por sentado que sabemos cuáles son sus objetivos. Lucius no está muerto, pero estará fuera de juego durante un tiempo. Quizás les sirva igual. Y no sabemos por qué han matado a Diggory, o si conseguiré eludir la cárcel.

-Tú no vas a ir a la cárcel- dijo Max.

-Deja de hacer Pollyanna. No te va el papel. Draco tiene razón. Nuestro enemigos son sutiles, y no podemos permitirnos subestimarlos.

Max resoplo.

-¿Qué pasa? ¿Has estado sintonizando Misión Imposible en tu bola de cristal? Sutil es una forma de decir. En la vida real, cuanto más complicado es el plan, más probabilidades hay de que falle.

-Pero también puede salir bien.- Zabini agarro un encender que había en la barra, lo encendió y observo la llama-. Dicen que se han visto banshees en Texas.

-¿Así que se trata de eso? ¿De señales y malos augurios? El hombre lobo grande y malo se ha meado en los pantalones porque algún imbécil no sabe distinguir entre los vapores del pantano y una banshee. ¡Y en Texas nada menos! - Al parecer, esta era la mejor parte del chiste porque Max se golpeó la rodilla con la mano y casi se cayó del taburete al no poder parar de reír.

Zabini no dijo una sola palabra, pero su rostro se tensó y sus pupilas se encogieron. La llama del encendedor ascendió treinta centímetros y salió disparada hacía Max.

-¡Eh! ¿Te has vuelto loco? ¿Quieres que salte la alarma de incendios? ¿Quieres quemarme el local? Como si me hiciera feliz tener que hablar a los bomberos y a la compañía de seguros de mi querido amigo el hombre lobo que tiene problemas para controlar su ira.

-Zabini-dijo Draco.

Zabini lo miro. En unos instantes, los ojos de su amigo volvieron a la normalidad y el fuego se apagó.

-Yo no me estoy riendo- dijo Draco-. ¿Qué sugieres?

-He consultado los huesos cuando los polis se han ido.

Max lo miro irónico.

-Trucos de adolescentes.

Draco sabía poco sobre adivinación, pero llegado un momento, todo el mundo probaba a consultar los huesos. Como había dicho Max, la mayoría de las veces eran adolescente atraídos por lo prohibido y con muy poco sentido común. Los resultados no eran fiables. O, por lo menos, era lo que siempre había creído.

Pero ¿consultados por un hechicero de le Estirpe? Sus cejas se arquearon.

-¿Y...?

-He preguntado para obtener información sobre tu enemigo. Y he conseguido... esto.- saco un puñado de dados del bolsillo y los dejo caer sobre la barra.

Ojos de serpiente. Todos ellos. Los seis dados tenían un solo punto en cada uno de sus lados.

Hubo un silencio, hasta que Max resoplo.

-¡Jesús!

Draco sentía la boca seca.

-¿Supongo que no habrá posibilidad alguna de que los hayas hecho tú mismo? ¿Por accidente?

-La misma probabilidad que existe de que tú te vayas a convertir en un gatito con la próxima luna llena.

-¿Y otro hechicero?

Zabini negó con un gesto.

-No lo creo.

-Hay algunos hados que podrían hacerlo-dijo Max-. Pero no sabría decir que lo harían. De todas maneras, ¿Quién sabe por qué un hado hace lo que hace?

-O podemos considerar la respuesta más obvia.- Zabini miro a Draco.

-Sí.- Respiro profundamente-. Que uno de los ancianos ha despertado y está haciéndose notar.

5: La Visita
La Visita

Aunque no llegamos a la cantidad de visto que me hubiera gustado, les traigo el 5 capítulo <3

Declame: Basa en el libro "Peligro Tentador" de Eileen Wilks, ambientada a los personajes de Harry Potter. Ni el trama, ni la historia me pertenecen, si no a sus respectivas autoras. Yo solamente los combine por diversión.

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El techo bajo y las rampas retorcidas del aparcamiento subterráneo de la comisaria le daban la impresión a Hermione de estar caminando a través de las entrañas de hormigón de un monstruo. Cuando bajaba con su viejo Toyota por otro intestino de cemento, sonó su teléfono móvil.

Comprobó quien llamaba en la pantalla e hizo un gesto de fastidio, pero contesto de todas maneras.

-Hola, madre. Voy con algo de prisa. Tengo que estar en el despacho del capitán a las nueve.

-¿El despacho del capitán? ¿Estás metida en algún lío?

¿De dónde demonios había sacado su madre esa idea? Tampoco era como si de niña hubiera estado metiéndose en líos. Más bien todo lo contrario.

-Tengo que informarle sobre la investigación. Es una reunión, como las que tiene la gente que tiene un trabaja de verdad.

Silencio mortal al otro lado de la línea. Su madre podría mostrar más reproche a través de un silencio que la mayoría de la gente insultando y pegando gritos.

-Perdona. Necesito dormir.

-Será solo un momento. Ayer por la noche te fuiste sin que me dijeras cuando puedo concretarte una cita para que te pruebes el vestido.

-Ahora mismo no tengo la agenda a mano.

-Pues llámame cuando la tengas. Hermione, la amiga de mi prima es una mujer muy ocupada y nos ha hecho un gran descuento. Tienes que mostrar algo de respeto. Ya te olvidaste de una cita, y hay que hacerle muchos arreglos a tu vestido de dama de honor. Te quedaba horrible.

Hermione quería decirle a su madre que ningún arreglo haría que le quedara bien un vestido color verde vómito, pero prefirió no echar más leña al fuego.

-Te mandare un correo electrónico cuando compruebe mi agenda, ¿de acuerdo? Es más cómodo que tener que llamarte.

A su madre no le gustaba usar el correo electrónico, pero acepto el plan a regañadientes y enseguida se puso a describirle con todo tipo de detalles las novedades de la última crisis nupcial. Su hermana mayor se iba a casar a lo grande, aunque a su madre le costara la vida.

Hermione llego a la plaza de aparcamiento en lo profundo del garaje, concentrada en repasar el informe que había redactado antes de salir de casa.

-Mmm- dijo mientras agarraba la mochila y se aseguraba de cerrar bien la puerta del coche. Justo se dio cuenta de lo que le había contado su madre.

Por lo visto había que cambiar las flores porque la hermana del novio era alérgica a la lavanda.

-Hija ¿Pasa algo?

Se dio cuenta que había hecho algún ruido de sorpresa

-Que cuando mencionaste a la lavanda me he acordado de que esta noche en visto a Lavender Brown.

Su madre proclamo una exclamación de sorpresa.

- ¿Lavender Brown? ¿Por qué querrías verla? ¿Qué está pasando?

-No he dicho que quería verla, si no que la he visto. En relación con un caso. ¿Sabes que fue de los Brown cuando se mudaron?

-Esto no está bien. Creía que habías superado todo eso.

-Y lo he superado. Necesito saberlo por el caso, madre.

-No sé a dónde se fueron. No me acuerdo. Supongo que podría preguntarle a Doris Beaton.- No puso mucho entusiasmo en el ofrecimiento-. Creo que todavía se mantiene en contacto con ellos.

-Te estaría agradecida si lo hicieras.- Hermione pulso el botón del ascensor.

-No entiendo para que quieres saber sobre los Brown.

-Todavía no estoy segura. El trabajo policial sería mucho más fácil si supiéramos de antemano que pistas son importantes. De todas maneras, gracias por ofrecerte a hablar con la señora Beaton. Sé que no te gusta recordar el tema.

-No se trata de mí. Estoy preocupada por ti.

-Lo sé. Y estoy bien.- A Hermione le había parecido que todo aquello tenia tanto que ver con su madre como con ella misma. Aun había muchos cabos sueltos sin atar de lo que había sucedido entonces y no podía resolverlo por mucho que lo intentara-. Ya está aquí el ascensor. Mejor te dejo.

Su madre le recordó que comprobara la agenda y se despidió. Hermione guardo el móvil en la mochila y entro en el minúsculo recinto de metal.

Era un alivio poder concentrarse de nuevo en el caso: hechos y posibilidades. Pistas. Eso era lo que tenía, un montón de pistas confusas, y casi ninguna prueba que le ayudara a elegir un camino a seguir. Había recopilado muchas declaraciones, pero habría en ellas mentiras mezcladas con la verdad, evasivas, omisiones o simple equivocaciones.

Estaba convencida de que la hora de la muerte iba a ser crucial en este caso. Esperaba que el informe preliminar del laboratorio llegara pronto. No es que fuera a descubrir gran cosa, pero podría confirmar que el asesino era miembro de la Estirpe.

La ciencia dependía de que ciertas cosas ocurrieran de una determinada manera sin que fallaran nunca. Por ejemplo, el agua hervía a cien grados a nivel del mar sin importar quien la estuviera hirviendo.

Pero la magia era caprichosa. Cada caso era único. Las células y los fluidos de un miembro de la Estirpe, de cualquier ser inherentemente mágico, actuaban de manera diferente cada vez que eran sometidos a un examen. Era posible identificar al autor de la magia en un rastro fresco, pero en el laboratorio era prácticamente imposible.

El ascensor se detuvo en el primer piso con un ruido seco. Subieron dos personas. Hermione miro la hora en su reloj. Quizá habría sido mejor idea usar las escaleras.

Si el aparcamiento eran las entrañas de la bestia, el ascensor era su sistema circulatorio. De una manera u otra consiguió llegar al tercer piso. Volvió a mirar la hora mientras cruzaba la puerta del departamento de Homicidios. Si se daba prisa, incluso tenía tiempo para tomarse una taza de café.

-Hola dolores- saludo a la regordeta mujer que ocupaba el primer escritorio. Otras tres de las cinco mesas de la oficina estaban ocupadas en esos momentos. Ron no estaba en la suya-. ¿Dónde está Ronald?

-¿Tengo pinta de ser la recepcionista?- Dolores siguió mirando fijamente la pantalla de su ordenador mientras tecleaba-. ¿Por qué todo el mundo cree que soy la maldita recepcionista?

-Son tus encantadores modales. Haces que todo el mundo se sienta bienvenido.- Ron andaría por ahí. Enseguida se enteraría que lo estaba buscando para hablar, antes de reunirse con Moody. Fue directamente a la cafetera.

Dan levanto la mirada del informe que estaba leyendo y aulló como un lobo.

-Por el amor a Dios- dijo la mujer que estaba sentada en la mesa de alado-. Baja el volumen, ¿quieres? Nadie se va a creer que eres un lupus.

T.J. asomo la cabeza por la puerta de su despacho.

-¿Alguien ha visto mi...? Oh, hola Hermione.- Sonrió e intercambio una mirada sospechosa con Dan.

T.J. ya era policía cuando el mundo era joven. Y llevaba de detective casi el mismo tiempo. Tenía el pelo como Santa Claus, gafas de monturas dorada, un rostro con más arrugas y pliegues que un perro de raza basset, y un increíble sentido del humor.

Hermione se preguntó si debería examinar su mesa en busca de bromas escondidas.

-¿Alguien ha visto a Ronald?- pregunto Hermione. La cafetera estaba casi vacía. Siempre estaba casi vacía. Las normas decían que el que se acabara el café tenía que hacer más, por eso todos intentaban dejar siempre algo de líquido en el fondo. Hermione se hecho un poco de ese café denso y oscuro en una taza que decía: "Los ovni existen. Las fuerzas armadas no"

-¿Hablas con nosotros, simples mortales?- pregunto Dan- ¿Deberíamos hacer genuflexión (N.T: reverencia) antes de contestar?

Hermione suspiro divertida.

-Que Dios nos asista. Dan sabe nuevas palabras.

-Solo lo decía porque como ahora alternas con la realeza. El príncipe.- Y volvió a aullar.

-Que alguien le ponga un bozal por favor.- Hermione se encamino a lo que ella le gustaba llamar su despacho. En realidad era un pequeño espacio en una esquina de la oficina, que carecía de puerta o ventana. Pero era un rincón privado y tenía sitio para su mesa, algunos archivadores, una silla para visitas y una planta que luchaba para sobrevivir.

-Sabes Dan- dijo Dolores-. Estoy segura de que no tiene ni idea de lo que significa una genuflexión.

-¿No? Pues estoy seguro que podría hacer una y agacharme hasta el nivel de tu...

-Como se te ocurra hacer eso, te arresto por conducta indecente.

-Ron está vigilando tus dominios- dijo T.J. al pasar junto a Hermione.

Ella se paró.

-Tus ojos brillan. No me gusta cuando tus ojos brillan T.J.

Este negó con la cabeza, resignado.-Tan joven y tan cínica.-Y sonrió-. Espero que te guste nuestro pequeño regalito.

Oh, mierda. Hermione se puso en guardia según se acercaba a su despacho, aunque no se imaginaba que podrían haber tramado. Si Ron estaba allí, podía estar a salvo de bromas tontas, ya que era un polo opuesto a T.J. y Dan.

¿Qué clase de "regalo" le habrían dejado?

Giro en la esquina y lo descubrió.

-Detective Granger- dijo Draco Malfoy mientras se levantaba caballerosamente de la vieja silla de madera a la izquierda de la mesa-. Sus compañeros me han permitido esperarla aquí- Su sonrisa era encantadora-. Aunque creo que me han utilizado.

-Mmm.- fue todo lo que pudo decir Hermione. Otra vez él vestía de negro. Una camisa negra de cuello abierto, con una chaqueta negra y pantalones de vestir. Muy al estilo de Hollywood. La chaqueta tenía aspecto de haber costado tanto como el coche de ella-. Me temo que sí. Pero la broma era para mí.-Era un sutil burla a su vida social inexistente.

-El jefe lo ha mandado a hablar contigo- dijo Ron. Estaba sentado en la mesa, intentando parecer relajado. Tenía la misma edad que Hermione, media unos diez centímetros más y era diez kilos más pesado. Era un hombre tranquilo y metódico. Aunque no se le daba bien parecer relajado.

-Su, eh... alteza quiere ayudarnos con la investigación.

-No soy ninguna alteza. A la prensa le gusta llamarme príncipe, pero también es verdad que le gusta vender revistas y periódicos.

-Ya me había dado cuenta.- Hermione dejo la mochila sobre el escritorio-. Gracia Ron. Puedes decirle a T.J. y a Dan que está se la guardo.

Al principio dudo, como si no supiera si era adecuado dejarla sola con Malfoy. Ella le hizo un gesto mientras abría la mochila. Él acepto la orden y se marchó.

-Nos gusta que los buenos ciudadanos colabores con nosotros- dijo sacando su ordenador portátil-. Pero creo que no sería correcto que nos ayudara en una investigación en la que es usted un sospechoso más.

Draco arqueo las cejas sorprendido.

-Habla usted sin rodeos.

-Sí, pero sonrió cuando lo hago. ¿El jefe Delgado lo ha mandado a mí?

-Así, es. Lo he llamado esta mañana para ofrecerle mi ayuda. Si quiere cazar un lupus, necesita saber cosas sobre ellos y no creo que usted sepa nada. No la estoy criticando. En realidad, hay muy poca información disponible sobre nosotros.

-¿Quiere decir que la película "La bruja de Salem" era todo mentira?- Negó con la cabeza-. Ahora me dirá que Jackie Chan no hace sus escenas de peligro.

Draco río.

-Ahí me ha tomado desprevenido. En realidad si lo hace.

-Volviendo al caso, me sería muy difícil comprobar cualquier información que usted me diera.

-Y, por supuesto, no tiene intención de confiar en mí. Entendido. Pero tengo mucho interés en que este caso se resuelva lo más rápidamente posible. Quiero que se culpe a un lupus, no a todos nosotros. Y no quiero ser ese lupus. Soy inocente, pero usted necesitara pruebas para creer eso.

Hermione estudio a Draco mientras tomaba otro trago del oscuro líquido de su taza. No sería la primera vez que un líder lupus colaboraba con la policía. Si un hombre lobo se volviera loco y no fueran capaces de detenerlo, las repercusiones para todos los lupi serían duras. La gente se volvía histérica con estas cosas. Y estaba el proyecto de ley que estudiaba otorgar la ciudadanía a otras especies, que estaban debatiendo el Congreso. No se podía permitir tener en contra la opinión pública.

Pero la idea de cooperación de los lupi no implicaba necesariamente pruebas o testimonios. Normalmente dejaban un cuerpo en la entrada de la comisaria correspondiente con una nota que decía que el problema había sido solucionado.

Hermione dejo la taza sobre la mesa.

-Ayer por la noche me dijo que no tenía ni idea de quien había matado a Cedric Diggory.

-Y no tengo ni idea.

-Nada de tomarse la justicia por su mano. Un asesinato es un asesinato y se resuelve según las reglas.

-Una idea digna de admiración. Aunque la ley solo considera asesinato cuando nos matan mientras estamos sobre dos patas.- Draco movió las manos mientras temblaba. Eran manos gráciles, con dedos largos como las de un pianista. Resultaba difícil imaginárselas convirtiéndose en garras de lobo-. Pero me temo que no me ha entendido. No le estoy diciendo que vaya a atrapar el asesino por usted. Me ofrezco para informarle de todo lo que necesite sobre la cultura y las costumbres de los lupi.

Aquello era un primer paso para llegar a un acuerdo. En una escala que midiera la franqueza y la capacidad de comunicación, los lupi ocupaban el mismo lugar que la mafia o la CIA.

-Hablare con usted- dio Hermione, conectando el cable de la impresora a su portátil-. Pero tengo una reunión con el capitán en... maldita sea- murmuro al mirar la hora-. Si no le importa esperar en la sala de al lado, el sargento Ronald le traerá una taza de café.

Draco hizo un gesto de disgusto.

-¿Se refiere a eso que hay en su taza?

Hermione sonrió.

-¿Demasiado fuerte para usted?

-¿Se lo da a los sospechosos para que canten?

-Solo funciona con los debiluchos.

Draco negó con la cabeza.

-Creo que estoy metido en un lió, porque acaba de descubrir mi punto débil. Soy un gurmé del café.

No fue lo que dijo, sino como lo dijo. Hermione soltó una carcajada.

-Sabe, no se le da muy bien hacerse el humilde.

-No puedo esperar dominar todas las artes.- Sonrió, y su mirada recorrió a Hermione de arriba abajo. Fue tan breve que no podía considerarse insultante, pero su interés en ella resultaba obvio-. Me da la sensación de que a usted tampoco le va bien la humildad detective.

-Mi abuela afirma que la humildad es la cara de la envidia.- ¿Por qué diablos estaba hablando de su abuela con ese hombre?

Quizás la extraña sensación en su estómago tuviera algo que ver. Y probablemente él se tomaría la respuesta como una victoria, maldita sea. Draco llevaba mucho tiempo ganando juegos de chicos contra chicas. Ella sacudió la cabeza.

-Se lo concedo, es usted muy bueno. Pero creo que paso de jugar.

-Y usted es muy directa. Me gusta.- Draco se acercó y rozo el pelo de Hermione con la punta de sus dedos-. Su pelo huele a manzana.

Hermione lo miro a los ojos e ignoro el latido de placer.

-Está empezando a fastidiarme.

-Prefiere una relación impersonal- dijo Draco dejando caer la mano-. Supongo que es razonable desde su punto de vista. Pero debería saber que no soy muy bueno a la hora de tratar impersonalmente a una mujer que me gusta.

-Otra de esas artes que no domina, entonces. Pero alégrese. Nunca es tarde. Puede empezar a practicar ahora mismo.

Draco sonrió ligeramente.

-Tengo una cita a las diez y media, y usted va a llegar tarde a su reunión. ¿Trabaja los sábados, detective?

-Supongo que está vez me va a tocar. ¿Por qué?

-¿Por qué no quedamos para comer mañana? Exclusivamente negocios. En algún lugar público para que tenga que portarme bien.

Hermione lo había visto en público en el Club Infierno la noche anterior, y no se estaba portando bien, precisamente. ¿Y que si no podía confiar en él? Podía confiar en si misma.

-De acuerdo. ¿Conoce el Bishop's en la Octava?

-Lo encontrare.- Sus ojos sonrieron mientras alargaba su mano para que ella la estrechara-. ¿A la una?

-Muy bien.- Probablemente Draco la estaba retando al ofrecerle su mano, y ella acepto por sus propios motivos, entre ellos, para poder sentir la marca de su magia. La mano de Draco envolvió la suya, grande, caliente y sólida.

Sintió un agujero en el estómago. Su respiración se aceleró, sentía que se le iba la cabeza y que le falta el oxígeno. Los músculos del interior de sus muslos temblaron y su mirada se fijó en la boca de él, en los dientes blancos y perfectos que asomaban entre los labios separados, como la tenía ella. Labios suaves. Hermione deseaba tocar esos labios.

Sus ojos coincidieron con los de él. Se perdió en aquellos ojos grises, en sus pestañas gruesas y la manera en la que los parpados se habían retirado por la sorpresa.

Draco dejó caer su mano. Por unos segundos se miraron el uno al otro. El corazón de Hermione latía con fuerza. Él respiraba rápidamente, y las aletas de su nariz se habían ensanchado.

Dios mío. ¿Qué había hecho? ¿Cómo podía Hermione volver atrás y deshacer aquel gesto?

Draco rompió el silencio.

-No creo que vaya a portarme bien- dijo totalmente serio. Se volvió y salió.