Después de pasar horas intentando encontrar la casa, al fin salías a tu destino. Sí, era una casa pero no era como cualquier otra, detrás de ella podías divisar el mar. Verás, esta construcción se encontraba en la cima de una montaña, por qué aunque no lo notabas ibas subiendo y subiendo mientras atravesabas los frondosos árboles que la ocultaban.
Se encontraba allí casi desafiando la gravedad, era una hermosa casa de altas ventanas rectangulares, estaba hecha de un material como el mármol, era blanco y parecía duro como el diamante pero a leguas se notaba no era algo de este mundo. Llegué hasta la entrada de ese hogar, tenía miedo de entrar porque quizás sólo se mantenía en pie y no caía hacia atrás, hacia el fondo del barranco y contra las olas del mar, que se podían escuchar a los lejos, era probable que no cayera porque tenía el peso justo, ya el suelo bajo ella se había acostumbrado y por eso no cedía, ¿pero qué pasaría si yo entraba? ¿Y si caía a una muerta segura? Fue entonces cuando la puerta se abrió, mientras yo me encontraba allí frente al portal sopesando mis opciones.
—¡Hola! —me saludó con alegría la menuda figura de una persona, me tomó un momento reconocer que a pesar de su baja estatura no se trataba de un infante, era un hombre con algunas canas ya visible en su cabellera enrulada y corta—. ¿Qué tal? —dijo aun con una sonrisa.
—Hola —dije al final, recordando mis modales—, ¿qué es este lugar? —lo cuestioné.
—¿Quieres pasar? —me ofreció con un gesto de la mano y apartándose a un lado, lo dudé seriamente. No lo conocía, no sabía que había dentro, bien podía haber una docena de opciones aterradores esperando detrás de esa puerta, el hombrecillo seguía mirándome con amabilidad y no quise ser maleducado, por ello con un soberano esfuerzo y pidiendo a todos los espíritus del universo que me guiarán, di un paso adelante, la casa rugió por un segundo y casi me devolví corriendo pero al calmarme noté que nada se movía y cuando miré hacia abajo noté que lo que había sonado era el peso de mis botas montañeras sobre el piso, que estaba hecho de una madera oscura y brillante. Con más confianza, di un paso más y al notar que mi corazón latía con más tranquilidad y mi instinto se había calmado, me interné en la casa detrás de la arboleda con más serenidad.
Escuché la puerta cerrarse detrás de mí y por poco di un respingo. « ¿Qué te pasa?» me regañé, «Sólo ha sido la puerta».
—¿Has subido por la arboleda? —me interrogó el hombre, yo asentí mirando alrededor, me encontraba en lo que solo podía ser la sala de la casa, un mueble frente a un ventanal, al otro lado se divisaba una pequeña cocina y enfrente se abría un pasillo hasta el fondo de la casa, al final del mismo se hallaba una ventana igual de rectangular que el resto y desde allí se podía ver el amplio paisaje que se extendía detrás de la casa. El mar, el cielo, y los pájaros que pasan de cuando en cuando frente al ventanal.
—¿Vive solo? —pregunté mientras me indicaba que lo siguiera, entrando en lo que definitivamente era una cocina.
—No —replicó mi anfitrión moviéndose con agilidad por el pequeño espacio, yo me senté sin más esperando a que él hablara primero, nuevamente—. Mi nombre es: Jacobo —se presentó.
—Un placer —respondí—, soy Julio.
—Encantado de conocerte, dime… —empezó mientras se volteaba con una tetera en mano, ya caliente, aun no sé cómo lo logró en tan poco tiempo—. ¿Te gustaría escuchar una historia interesante?
Sin saber que responder a tan repentina interrogante, lo pensé un momento. No tenía idea quién era aquella persona, podía parecer todo lo amable que quería pero como seres pensantes siempre hemos sido desconfiados, aunque ya estaba dentro del hogar, bien podía envenenarme a la primera de cambio o podría haber muerto si alguien se hubiese ocultado en alguna de las 3 puertas que vi en el pasillo. Pensando que en verdad no tenía más opción, y que mi instinto y condenada curiosidad me habían llevado a: primero, adentrarme en un bosque sin saber a dónde iba a dar y, segundo, ya estaba dentro del hogar de esta persona o ser de quien no sabía absolutamente nada.
—Está bien —contesté al fin, Jacobo sonrió una vez más sirviendo el té o lo que asumí era té en sendas tazas, parecidas a un tazón para sopa. La infusión tenía un cierto olor dulzón y un color rojizo, dando un sorbo comprobé que no tenía mal sabor y me relajé en mi asiento, contemplando al dueño del hogar con interés.
—Hace más de 2 siglos, mis padres construyeron esta cabaña —comenzó el hombrecillo sentándose junto a mí en una de las 3 sillas que rodeaban la mesa, y con aquella declaración rectificaba mis sospechas de que aquel ser no era totalmente humano y no era casualidad que su hogar desafiará la gravedad, en cierto sentido, pero guardé silencio esperando sus siguientes palabras con avidez—. Yo aún no pisaba la tierra que caminamos pero ellos una vez llegaron a este tramo del planeta, decidieron establecerse cerca del mar porque así lo demandaba la naturaleza de mi madre, verás ella era un ser que debía su gracia y existencia al océano…
—¿Cómo una sirena? —interrumpí sin darme cuenta. El me miró un momento analizando mis palabras.
—Así la verían algunos pero en realidad era una ninfa, las sirenas no existen es solo un mito —casi rió él. No vi necesidad de mencionar que las ninfas también eran consideradas mitos, a mí no se me hacía extraño escuchar sobre esto debido a que siempre había creído que en el mundo no podían existir sólo los humanos, no con la cantidad de relatos sobre otros seres que iban pasando de generación en generación, y después de todo era así como yo había llegado hasta ese lugar detrás de la arboleda.
—Por favor, continúe —pedí a Jacobo.
—Sí, por supuesto —dijo él recostándose en su silla—. Bien, mi madre era una ninfa acuática, increíblemente hermosa y por ello mi padre se enamoró de ella desde el primer momento que la vio pero no todos piensan lo mismo de criaturas como ella, y luego de un tiempo se vieron en la necesidad de moverse por la tierra en busca de un lugar más próspero para vivir, un lugar donde no fueran juzgados… —hizo una pausa con una expresión pensativa, como si estuviera ordenando sus ideas—. Mi padre es un Willi, ¿sabes lo que son?
—Me temó que no —confesé.
—Es natural, no muchos han escuchados de ellos. Son eslavos. Y ahora nos encontramos muy lejos de su origen.
Los Willi son criaturas del bosque, espíritus del bosque. Cómo entenderás, no podían ir a cualquier lugar. Y por su condición de Oceánide, mi madre no podía estar demasiado tiempo lejos del mar. Y mi padre, no podía vivir alejado de los bosques, ah pero ahora ves las complicaciones de su relación, ¿o no? —dijo él mirándome fijamente con sus ojos color azul claro, tan claro como el cielo.
—Entiendo el dilema —respondí bebiendo algo más de té—. ¿Es así como llegaron aquí?
—Llegaron hasta la playa que queda bajando por las escaleras en el lado este de éste edificio —explicó, escaleras qué admito no noté cuando llegué hasta la casa en la cima—. Desde allí estudiaron el terreno y pasado algunos días, mi padre comenzó a languidecer, debido a que no había muchos árboles a su alrededor, si acaso alguna que otra palmera. Y por primera vez dejó a mi madre sola desde que se habían conocido. La hizo esperar en una cueva que solo puede ser visible cuando baja la marea. Ella ya estaba esperando a su primer hijo y por eso, la obligó a esperar a que él explorara el terreno en búsqueda de otro terreno donde asentarse.
Entonces, llegó hasta esta cima después de caminar por un par de días, al final decidió que no había un lugar mejor y así creó la arboleda que has atravesado —mi cara debió demostrar mi sorpresa porque Jacobo rió por lo bajo.
—¿La creó? —repetí un poco anonadado.
—Así es —reconoció él—. Es muy común entre los Willi, él necesitaba un lugar donde poder sobrevivir y su ser le exigía dos cosas. ¿Adivinas cuáles son?
—Un lugar donde sobrevivir —respondí sin pensarlo dos veces, el asintió lentamente esperando que siguiera. Lo analicé un momento, imaginando la situación—. Y un sitio seguro para su nueva familia, al tiempo que hacía feliz a su compañera —adiviné.
—Eso es correcto —Jacobo parecía alegrarse con mis conclusiones como si le gustará que estuviera al corriente de lo que podía y no podía ser, cómo si no esperaba menos de mí.
Me sentí feliz y sin saber cómo ni por qué estaba a gusto con Jacobo. Resultaba fácil imaginar todo lo que él relataba. No parecía un cuento fantasioso, eran hechos reales. Y me había elegido para contármelo o así lo pensé en ese momento, en realidad no sabía cuáles eran sus razones para decirme todo aquello; era cierto, que desde tiempos inmemorables existían historias y fabulas sobre seres que no encajaban entre los humanos y que solo algunos lograban verlos pero nadie podía comprobar aquello, y eventualmente habían acabado por concluir que eran solo leyendas y nada más. Cuentos que se le decían a los niños para dormir.
—Por todas esas razones, Dragan, mi padre —reinició Jacobo—, se plantó en el sitio escudriñando cada centímetro… y poco a poco, sintió que la tierra donde estaba reaccionaba a él, sabía que le daba permiso para construir allí su nuevo hogar. Que las fuerzas a su alrededor lo ayudarían a ocultar a su esposa, a proteger su joven familia.
Es común, para un Willi poder crear o dar vida a la tierra a su alrededor cuando es necesario; sin embargo, no es un don que puedan hacer reaccionar cuando quieran. Es algo que llevan dormitando dentro de ellos.
—Es como un instinto de supervivencia —ofrecí.
—Exactamente —concordó él—. Supervivencia. No podía dejar morir a mi madre, ni al bebé que llevaba ella.
—Qué no eras tú —adiviné.
—No, no era yo. Era mi hermana pero eso es una historia para otro momento —contó—, ahora llegamos a ese maravilloso instante en que se creó la arboleda… y esta cabaña.
—¿Y cómo lo hizo? —pregunté interesado.
—Comenzó con la primera línea que habrá sido la última para ti, que venías de afuera. Ven —indicó levantándose de repente y un segundo luego se encontraba junto a la puerta, abriéndola—. Te mostraré el primero —me dijo saliendo, no necesitaba esperar por mí estaba seguro que lo seguiría, ya que así somos… curiosos por naturaleza. Queremos saber el motivo de las cosas, todo el tiempo.
—¿Es aquí? —Jacobo se había parado junto a un gran árbol de raíces robustas y que estaba en lo que asumí era el comienzo, de la que había llamado él, hace unos instantes, la primera línea.
—Este es —pareció perdido por un momento con la mirada clavada en las altas ramas del árbol, no sabía a qué especie pertenecía, no en aquel momento. Luego aprendí uno y cada uno de ellos pero eso es para otro momento.
—Mi padre sembró este árbol hace muchos años y míralo no más, ya es adulto y se alza por encima de los demás con orgullo, palpitando de vida. ¿Puedes sentirlo, Julio? —me cuestionó de pronto, me sorprendió un poco al mencionar mi nombre y lo miré despegando la vista del tronco que él acariciaba ausentemente.
—¿Sentir qué? —quise saber.
—La vida de este árbol —contestó como si fuera obvio, yo observé el árbol nuevamente, intentando entender lo que me preguntaba—. No es algo que puedes ver, es algo que sientes en tu interior.
—¿Pero no deberían sentirlo sólo los espíritus del bosque?
—Todos pueden llegar a sentirlo, aunque no sepan lo que es. ¿Me permites? —me pidió estirando una de sus manos, yo extendí la mía y él tomó mi mano derecha para luego colocarla sobre el tronco que había estado tocando—. Cierra tus ojos —seguí su consejo, a pesar de que en algo en mí se rebeló un poco al gesto, ya que me dejaba vulnerable delante de quien seguía siendo un completo extraño para mí, sin importar lo que me estuviera diciendo. De igual forma, me reprimí a mí mismo internamente y conseguí calmarme un poco—. Respira —instruyó—. Siente el viento en tu cara, respira el aire limpio del ambiente, un aire que jamás encontrarás en una ciudad repleta de edificios sofocándote por todos lados —enseguida supe a qué se refería y pude recibir de mi entorno la tranquilidad que este emanaba y aun así…
—Pero no sintió lo que dices del árbol —confesé casi con pesar.
—Muy extraño —murmuró Jacobo, se alejó hacia la casa y yo lo seguí dedicándole una segunda mirada al gran árbol que dejábamos atrás—. Espera aquí —me detuvo en la entrada a la cabaña, extrañado enseguida me paré frente al portal, el hombrecillo se internó en la casa y debido a que había dejado la puerta de par en par, supuse volvería en cualquier momento.
Pero… estaba equivocado y pasaron muchas horas hasta que volví a ver su menuda forma emergiendo de una de las puertas misteriosas, o no tanto. Me parecía eran habitaciones privadas pero como no las había visto por dentro, bien podían ser cualquier otra cosa.
—¡Julio! —dijo casi con sorpresa Jacobo cuando me vio en la entrada.
«¿Se había olvidado de mí?» me pregunté desconcertado. Eso parecía a juzgar por su expresión—. Pasa, muchacho. Ya es hora de la cena.
2: Los Instintos Terrenales—¿Te habías olvidado que me encontraba afuera? —no pude evitar preguntarle una vez estuve sentado en mi asiento en la mesa de la cocina, mientras mi anfitrión se movía rápidamente por el reducido espacio detrás del mesón que dividía el lugar donde cocinaba y aquel donde comía—. ¿Fue así? —insté cuando no obtuve respuesta.
—¿Cómo podrías si quiera pensar eso? —me cuestionó y me pareció oír un tono de ofensa en su voz.
—Es lo que me pareció —respondí con sinceridad.
—No pensé esperarías… afuera —agregó.
—Fue lo que me pediste —repliqué molesto—. Creo que sería mejor, si yo… —dije haciendo ademán de levantarme pero en un segundo Jacobo se encontraba frente a mí.
—No puedes irte —su tono era calmado, no era una orden ni una petición… era como si estuviera diciéndome que el tiempo estaba algo templado y tal vez lloviera. Lo miré un poco desconcertado al tiempo que volvía a retomar mi asiento, sin saber muy bien por qué mientras él me observaba, asintió con una sonrisa y volvió a la cocina.
Me quedé en el sitio sin poder decir ni una sola palabra, y todo el rato que estuve allí con la mente casi en blanco, Jacobo estuvo moviéndose por la cocina, yendo a la nevera sacando ingredientes como si nada. Me llegaba el olor de la comida pero no lo procesaba. Luego comencé a preguntarme una y otra vez «¿Qué está pasando? Es posible que mis instintos al llegar aquí… ¿acaso eran correctos?»
Hasta el momento el pequeño hombre que me había abierto las puertas de su hogar, no parecía ofensivo ni nada por el estilo. Entonces, ¿por qué no podía moverme? Por qué me había quedado sentado, pensando, mientras él se pavoneaba alegremente como si nada hubiese pasado, ¿por qué?
—Ya está listo —anunció una vez más delante de mí, viré mi vista hacia él con lentitud y noté que esperaba algún tipo de respuesta de mí.
—Que bien —pude decir forzadamente. No entendía mi irracional arrebato de miedo, no había nada que me estuviera atacando o amenazando y aun así… no encontraba la forma de salir de la situación en la que me encontraba—. ¿Puedo usar el baño? —inquirí.
—Por supuesto —respondió con una sonrisa amistosa o que en apariencia lo parecía—. Por aquí —me guió hasta el pasillo que a la luz del atardecer daba la impresión de ser aún más largo de lo que me había parecido cuando llegué horas antes… Cuando se me ocurrió cruzar el lumbral de aquella casa en la cima detrás de la arboleda. Jacobo abrió la primera puerta a nuestra izquierda, y a pesar de todo lo que encontré adentro era un baño como cualquier otro, aunque al igual que el resto de la casa desafiaba todo lógica y parecía ser más grande de lo que debería—. Esperaré en la cocina para que cenemos —me informó volteándose, no respondí simplemente entré al baño cerrando la puerta tras de mí con rapidez; si antes tenía dudas de que por dentro estaba sufriendo un batalla entre la razón y el instinto, lo que vi al mirar al espejo lo pudo haber confirmado, reprimí un grito ahogado… mis ojos me devolvían una mirada de puro terror y estaba pálido como la leche, respiré hondo varias veces intentando calmar el miedo casi irracional que se había adueñado de mi ser.
Es como cuando piensas que hay algo entre las sombras pero estás seguro que en realidad no hay nada allí, aunque tu mente te seguí jugando una mala pasada y empiezas a oír ruidos que no existen o creer que ves algo moviéndose, así me sentía en ese momento. Como si en cualquier instante algo saltaría de algún rincón y me atacaría. Y todo era culpa de esa hermosa y aterradora casa, en el risco de una montaña con el mar a solo unos metros de distancia, y también era por el hombrecillo que no paraba de sonreír y actuar como si no pudiera estar más feliz de tenerme ahí entre sus zarpas. «Bien.» pensé obligándome a ver mi reflejo una vez más en el enorme espejo enfrente de mí «Mantén la calma, Julio. No vas a morir aquí ni nada por el estilo.» Pasé varios minutos repitiéndome cosas parecidas, hasta que me convencí a mí mismo que si salía de aquellas paredes no me pasaría nada, nadie me mataría o algo peor.
—¿Qué cenaremos? —pregunté no sé cuánto tiempo después entrando de nuevo en la cocina-comedor.
—Hígado —contestó amablemente. Igual podía haber dicho corazón y de todos modos no me habría sorprendido. No me atreví a preguntar de qué era el hígado ni de dónde lo había sacado.
—Me habías dicho que no vives solo… —empecé mientras comía el manjar delante de mí, si he de ser sincero el muy condenado sabía cocinar sin importar de donde hubiera salido lo que estaba en mi plato—. Pero no he visto a nadie por acá —continué, Jacobo se encogió de hombros—. ¿No vienen o viene mucho? —insistí.
—Igual no los verías —me dijo sin siquiera levantar el rostro. Por supuesto con eso no me decía nada en concreto, significaba eso, ¿qué se ocultarían de mí? ¿Qué esperarían que no estuviera para entrar en la cabaña, o tal vez que no eran humanos y podían decidir o no mostrarse ante nosotros? Esa me parecía la opción más lógica y no hice más preguntas al respecto… de momento.
—Quiero que hablemos de tus instintos terrenales —anunció una vez habíamos terminado de cenar y los platos y demás se encontraban perfectamente limpios y ordenados en uno de los estantes de la diminuta cocina—. ¿Sabes a qué me refiero?
—Me temo que no —repliqué mientras me sentaba en uno de los muebles de la sala. No veía opciones de irme de aquel lugar bajo ningún concepto, por lo que luego de razonar rápidamente (mientras lavamos los cubiertos) supuse que estaba a salvo, por los momentos, ya que si la persona con la que me encontraba quisiera matarme o algo mucho peor, entonces lo habría hecho hace mucho… o quizás solo esperaba el instante indicado, de cualquier forma aún estaba con vida y podía maquinar, al tiempo que conversábamos, como podría escapar en mitad de la noche o cuando se me presentara la primera oportunidad.
El seguía mirándome con aquellos inquietantes ojos color cielo, que hasta hace unas horas me habían parecido extrañamente interesantes.
—Creo saber porque no has sentido la vitalidad del árbol —asentí lentamente indicándole que estaba atento a sus palabras, y en realidad intentando captar su significado… ya lo he dicho, la curiosidad es algo fuerte en nosotros—. Yo puedo hacerlo por qué desde que era un infante me han dicho que es lo significa, y cuál es la diferencia entre escuchar el viento moviendo las ramas de un árbol, a qué es la vida de un árbol.
Es algo parecido a cuando sientes el palpitar de un corazón. Estoy seguro, que si sabes a qué me refiero con ello.
Hizo una pausa esperando que dijera algo—; sí, creo saber lo que intentas decirme de relacionar dos vidas, te has explicado bien —fue lo único que se me ocurrió decirle pero al parecer era lo que esperaba porque acto seguido se recostó en el sillón complacido.
—Pues bien… —continuó—, ahora voy a lo del instinto. Creo que no has sentido la vitalidad del Apamate debido a que estás aferrado a la tierra —lo miré un tanto confundido, ¿cómo no habría de estar aferrado a la tierra? Sería como no querer vivir, ¿no? Así lo expresé pero Jacobo solo se rió con ganas por un rato—. No, Julio. No es así —me dijo al fin—, a lo que me refiero es a que estas concentrado y empeñado en que solo sientes aquello que puedes ver, no estas utilizando tu otros sentidos, al menos no en sincronía.
—Sigo sin comprender —me atreví a decir.
—Si ya no pudieras ver… —y de pronto todo se oscureció, me levanté de un salto con el corazón latiéndome a mil por hora.
—¿Qué ha pasado? ¿Nos hemos quedado sin luz? —aunque hasta ese momento no me había fijado de dónde provenía la claridad del hogar.
—No —contestó en tono pausado—. Siéntate e intenta relajarte —sonaba como una orden pero no lo había dicho con esa intención, o al menos eso pensé. Tomé asiento nuevamente, intentando respirar con normalidad… forzándome a calmarme como me había dicho—. En realidad todo está igual, yo te puedo ver claramente…
—¿Cómo…? ¡Me has quitado la visión! —exclamé molesto.
—Para nada —respondió aun en ese tono lento y concienzudo que en realidad comenzaba a alterar hasta el último nervio de mi cuerpo.
—Entonces… ¿Cómo es que no puedo ver mi mamo frente a mis ojos? —exigí sin importarme ya que se molestara o no.
—Piensa… —sugirió él—. Si yo te puedo ver debe haber una razón para ello, ¿no? —no sabía porque estaba intentando explicarme aquello pero hice un esfuerzo por analizar sus palabras.
Decía que no me había quitado la visión… bueno… entonces, debía ser que al pronunciar esas palabras…. “si ya no pudieras ver” algo se había activado en mi cerebro, por supuesto él tenía que ver con ello, alguna especie de magia o lo que fuera… los instintos, había dicho.
Pasé sabría el cosmos cuanto tiempo en ese estado. Pensando. Analizando. Intentando encontrar una solución a mi dilema.
—Si no pudiéramos ver. Usaríamos el resto de nuestros sentidos —dije en voz alta y casi pude ver como el hombrecillo frente a mí asentía, aunque seguía sin poder ver nada más que la condenada oscuridad—. Pero no es eso a lo que te refieres —continué.
—Así es… —admitió Jacobo en voz baja.
—En apariencia… para mis instintos terrenales… no puedo ver y eso sería un trauma y por eso has podido hacerme creer que ya no está ahí, ese sentido en el que tanto confiamos. Cuando en realidad es un estado mental.
—Muy bien —pero noté que había algo más que quería que admitiera.
—Por qué, aunque confiamos y utilizamos desmesuradamente los sentidos que nos fueron dados… la verdad es que eso no es todo, debido a que el mundo, la naturaleza no posee esto… funciona de forma distinta. Es una energía que estamos lejos de comprender, podríamos percibirla o entender hasta cierto punto como actúa pero solo podemos sentirla en nuestro ser, en nuestro fuero interno hasta un nivel superficial. Al menos es así para los seres corrientes como nosotros.
—Julio —miré hacia el sonido de su voz, notando un segundo más tarde que al fin podía verlo o jamás había dejado de hacerlo porque todo estaba en mi imaginación—. Los seres humanos son extremadamente sugestionables. Los seres del bosque y otras razas que no son completamente terrenales, pueden hacerlos pensar cualquier cosa y estos ni siquiera se dan cuenta —eso me pareció algo ofensivo pero decidí no vociferar mis sentimientos—. Mañana, después que las palabras que me acabas de decir se hayan fundamentado dentro de ti… que las analices mientras duermes, probaremos de nuevo a ver si puedes sentir la vitalidad del primer árbol de la arboleda.
Claro, eso si quieres hacerlo. Porque también podría ser que deseas regresar a tu casa, luego de esto. Y no te lo tendría en cuenta —agregó él. Me ofrecía la opción de irme, si así lo deseaba pero por más que había querido irme hacía una hora, ahora solo quería descubrir que más me podría explicar el enigmático hombrecillo de ojos cielo.
Siempre tenemos que saber que más ahí, no sabemos lo que es la conformidad.
Debí tomar mi oportunidad cuando la tuve en frente…
3: Como llegue aqui...?Cómo llegué aquí…?
A la mañana siguiente, luego de pasar una noche casi en vela no sólo porque me encontraba en la punta de una montaña de la cual se podía desprender aunque fuera una pequeña roca y eso traería consigo, una avalancha donde caería la casa donde me encontraba al igual que yo, llevándome a una muerte segura de la que sin duda no podría escapar aunque que quisiera. Pero esas no eran mis razones para no dormir, al contrario lo que me preocupaba se encontraba dentro de la cabaña conmigo, a unos pasos de mí en unas de las habitaciones, que no conocía por dentro, se encontraba el personaje que se hacía llamar Jacobo y decía ser hijo de una Ninfa de Agua y un Willis, un ser del bosque. ¿Y había salido él como resultado?
Estuve analizando cosas por el estilo toda la noche, y también cómo había llegado hasta aquel lugar.
*
—Julio, ¿Julio me estas escuchando? —preguntaba mi hermana con exasperación.
—Claro que te estoy escuchando, Alicia —respondí con una sonrisa burlona—, ¿cómo esperas que crea que hay una mítica arboleda en la cual encuentras las respuestas a todas tus inquietudes? ¿Qué sentido tiene eso? —le exigí mientras comía el trozo de torta que me había servido.
—No me creas… —comenzó irritada—, pero es lo que he escuchado, me han dicho que muchos van allí…
—Y no regresan —terminé con voz sombría y un movimiento de mi mano indicando misterio.
—Si no te lo vas a tomar en serio, no te cuento nada —protestó ella cruzándose de brazos.
—Está bien, escucharé con total seriedad —le dije serenándome.
—Gracias —replicó a media voz—. Esto no es algo que un infante me comentó mientras me decía sobre lo que hizo en la escuela, en realidad pasó —el tono de seriedad que tomó entonces ella, me hizo tomarme un momento para considerar la posibilidad de que aquello que la había sorprendido tanto, era algo más que una simple historia de fantasía—; fue Francia, quien vino con el relato… admito que en principio tuve una reacción como la tuya y aunque no he visitado el lugar, creo que hay cierta verdad en lo que dijo.
Alguien, no sé quién por qué no me lo contó, le explicó que: “en lo alto de la montaña existe un lugar donde puedes ir y ver el mundo a tus pies, contemplar desde lo más alto como se despliega tu vida y si llegas hasta ese maravilloso espacio podrás encontrar aquello que siempre has estado buscando, ella estuvo allí y me confió que en realidad existe todo lo que le describieron, exactamente como se lo contaron… y que es cierto que puedes conseguir lo que siempre has estado buscando sin importar que tan inalcanzable pienses que puede parecer en estos momento, allá en la montaña al final de una pequeña arboleda, luego del camino de Los 3 es donde por fin hallarás las respuestas.”
—¿Y cuáles fueron sus respuestas? —pregunté en voz baja, Alicia me miró un largo rato.
—Cómo mantenerse joven por siempre… —contestó con cara seria. Por un largo minuto me miró y luego se echó a reír a carcajadas—. Debiste ver tu cara —me dijo entre pequeños ataques de risa—. De verdad te creíste todo lo que te acabo de contar —volvió a reír y por alguna razón inexplicable no me causó risa la situación, hasta el punto que me levanté y caminé por la estancia sin comentar media palabra.
Luego de insultarla por jugarme esa mala pasada, me fui… ella me confesó que en verdad había una arboleda al final de los 3 (Los 3 era una formación de árboles enormes que se encontraban justo al final de los caminos del pueblo) pero que sólo era un pequeño bosque y nada más, también me dijo que no podía creer que yo no había escuchado antes esa historia, a pesar de los años que teníamos viviendo en la zona. Y aunque Alicia me dijo todo aquello, aun así hubo algo en mí que despertó… por qué esos dos lugares existían, yo los había visto centenares de veces pero no les había dado más importancia de la necesaria y sin embargo, en ese instante, me entraron unas ganas inexplicables de ir al sitio y explorarlo. Quería saber que había después de los árboles, era probable que terminaran en un barranco y se viera la ciudad a lo lejos o tal vez cuando llegabas al final, resultaba que se curvaba hacia la parte este y era posible contemplar el mar desde ese lugar. De cualquier forma, me había entrado una gran curiosidad hacia la arboleda que existía en aquel pueblo. Y usualmente, seguía mis instintos por más absurdos que podían parecerle a muchos.
Fue así, que un par de días después me encontraba frente a Los 3 y pude notar como los arboles crecían enormes y fuertes formando una especie de triángulo. Estuve un largo rato allí, observándolos… intentando descifrar si había algo más, algún significado oculto a la forma en que habían crecido, o por qué los habían sembrado justo en ese lugar porque no me cabían dudas de qué, en realidad alguien los había dispuesto ahí de esa forma… esa persona había plantado las semillas o pequeños retoños de los árboles frente a los que me encontraba pero, ¿con qué propósito?
Comencé el sutil ascenso por la arboleda, aquel ascenso del que no me fijé sino hasta que estuve en la cima de la montaña.
Mientras caminaba entre los árboles podía sentir el aire limpio y escuchar el corretear de pequeños animales a mí alrededor, no sé cuánto tiempo caminé pero calculo fueron más de un par de horas. Para cuando ya podía visualizar que se empezaban a abrir los troncos en frente de mí, estaba cansado y las provisiones de frutos secos para alimentarme, y el agua para hidratarme ya estaban por acabar. Era algo que me sorprendía debido a que juraba no había consumido tanto y estaba seguro había llevado lo suficiente para que me durara para el viaje de regreso. Aunque eso no tenía importancia porque frente a mí se abrían los árboles, y al otro lado estaba la cabaña en la cima.
*
Todo esto es lo que pensé en relatarle a Jacobo cuándo llegará la mañana, aunque cuando los primeros rayos del sol empezaron a entrar por la ventana mi historia no me parecía algo tan interesante que contar, y en su lugar relaté al pequeño hombre, una parte de lo que había ensayado en mi mente… lo que me había comentado mi hermana y que de repente me habían entrado esas ganas irreversibles de llegar a aquel lugar.
—Son los instintos internos, los que te han traído aquí —me dijo mientras desayunábamos.
—¿Qué son esos? —quise saber.
—Es parecido a la curiosidad —intentó explicarme—, pero mucho más intenso y dominante, hasta el punto que no te fijas que los estas siguiendo sino hasta que te encuentras en un lugar completamente extraño para ti…
—Pero yo si sabía adónde quería ir y estaba consciente de que era un deseo casi irracional lo que me atraía hasta aquí —lo interrumpí sin poder evitarlo.
—Sí, tienes razón ¿y sabes por qué es eso? —me cuestionó limpiando la mesa, sin dejarme que lo ayudará.
—¿Por qué estoy consciente de esas cosas pero aun así las hago? —el asintió—. Quizás se debe a que no me paró a pensar, aunque debería hacerlo.
—Sí y no —replicó Jacobo con suavidad—. La mayoría de los seres humanos y espirituales, en ocasiones. Piensan demasiado, y por ello pasan la mitad de su vida pensando al tiempo que a su alrededor suceden cosas increíbles que no notan por pararse demasiado tiempo a cuestionar sus razones e intentar tener constantemente una respuesta a todo, aunque en ocasiones solo deban ir y dejar que el instinto interno los guíe, tal como haces tú.
Intenté seguir su lógica, analizando sus palabras por un largo rato mientras el terminaba de lavar y secar los platos y cubiertos. Me senté allí… pensando… mirando por la ventana hasta que me percaté de que Jacobo estaba sentado a mi lado sin decir media palabra con una taza de té entre las manos, no había querido interrumpirme lo cual me hizo preguntarme una vez, cuáles eran las intenciones de aquel personaje.
—¿Por qué me dices todo esto? —inquirí con sinceridad.
—Por qué quiero ayudarte —contestó él tomando un sorbo de su tazón, el cual era casi más grande que una de sus manos. «Ayudarme» analicé, ¿pero en qué? Sin necesidad de preguntarle sabía que era algo que no me diría, era algo característico de Jacobo… le gustaba dejarme a la deriva. Tal vez había pasado un insignificante día pero sentía que ya podía analizar mejor sus vagas contestaciones.
—La forma en como llegaste aquí —dijo después de un rato—, es algo que muchos humanos no comprenderían. Pensarían incluso que es algo absurdo y que si creías no era una buena idea en algún nivel de tu consciencia, entonces era mejor que no lo hicieras.
—Así es… desde que estoy aquí he tenido pensamientos similares todo el rato —confesé, empezaba a importarme cada vez menos que el supiera lo que en verdad me pasaba por la cabeza supongo que era porque sentía que Jacobo ya lo sabía, no podía leer mi mente pero había algo en él… claro no era humano pero incluso más allá de ello.
—Existen muchos razones por las que no te sientes del todo cómodo en este lugar —soltó sin preámbulos—, no es solo porque no sepas quien soy o de donde he salido, o así algo de lo que te he dicho desde que llegaste aquí es verdad. Es por tus instintos internos y también por los terrenales… por el miedo a lo desconocido que lleva a los humanos a cerrarse al mundo en muchos sentidos.
—Cómo no querer hacer un deporte extremo...
—Exacto… es porque no saben el resultado y eso es como ponerles una gran pared enfrente… o una venda en los ojos. Como si estuvieran privados de un sentido que no aprecian hasta que se les priva y es ahí cuando sucumben al pánico, cuando sucede ese cierre inconsciente y dejan pasar su vida entre los dedos sin más. Sin darse cuenta, que eso desconocido iba a liberarlos y dejarlos ser más perceptivos, que era muy probable que un espíritu del bosque o el mar, deseaba con fervor guiarlos a ser ese algo más… que había visto en esa persona un resquicio del instinto interno, quizás mostrarle como explotar ese lado de su ser pero no se dejaron y siguen con su vida pensando, ¿y si…?
—Comprendo —murmuré y en verdad lo hacía. Pero a pesar de que entendía perfectamente lo que me quería decir, seguía sin confiar en sus motivos porque ese “Ayudarte”, en realidad no me decía nada.
—Volvamos al árbol principal —dijo levantándose con ligereza.
Lo seguí afuera nuevamente, tenía pocas opciones en el momento y una de las más sensatas era ir con la corriente.
—Cierra los ojos —pidió cuando estuvimos al lado del gran tronco—, coloca tu mano sobre la corteza. Respira —me instruyó—. Es algo más en el aire, está en el ambiente. Respira de nuevo —hice tal como me indicaba—. ¿Qué tal ahora? ¿Lo sientes? —abrí los ojos con sorpresa mirando al frente, al espacio que se abría detrás de Jacobo—. ¿Y bien?
—Sí —contesté en voz baja sin moverme del sitio, sin mirarlo. Estaba ahí, algo que se colaba desde el árbol que tocaba hasta la punta de mis dedos y subía por mi brazo como un millar de minúsculas particulas… moviéndose con delicadeza, no era una sensación desagradable… se movió con lentitud por mi cuerpo hasta la punta de los pies para subir nuevamente, y era como si lo viera en mi mente, moviéndose… esa energía me llenaba y al mismo tiempo no, simplemente estaba ahí en el ambiente y yo podía sentirlo como un ser viviente—. Esto es sorprendente —murmuré.
—Esta es una de las razones por las que has llegado hasta aquí. No todos lo hacen —confesó Jacobo separándome con delicadeza del árbol y moviéndome lejos del lugar hasta el otro extremo—. No todos —repitió.
4: La energia que emanaLa Energía que Emana
—¿Qué quieres decir con una de las razones? —le pregunté mientras me arrastraba hasta el otro lado de la arboleda.
—Ahora aquí —dijo sin si quiera pretender que estaba pensando mi interrogante. Jacobo se detuvo frente a otro árbol parecido al que acabamos de dejar atrás—. ¿Sientes este? —repetí el mismo procesé, cerrando los ojos, concentrándome y respirando lentamente hasta que volví a sentir dentro mí aquel torrente de energía o lo que fuera que me recorría entero, y que a pesar de eso no lo hacía. Era como si en verdad podía ver con los ojos cerrados aquella fuerza que era la vida de esos árboles a mí alrededor—. ¿Y bien? —instó el hombrecillo junto a mí.
—Sí, puedo sentirlo igual que el otro —contesté retirando mi mano con cierto pesar.
—En tan solo un día —exclamó con gozo.
—¿El qué?
—Apenas llegaste aquí ayer —me dijo—. Y ya has comprendido esto —continuó señalando los árboles—. Su vida.
—¿Otros han llegado hasta aquí?
—¿Cómo crees que supiste de este lugar? —replicó agarrando camino—. Ven —me llamó cuando ya iba llegando a la cabaña.
Una vez dentro del lugar, nos dirigimos directamente a la pequeña sala, tampoco era como si existieran muchos sitios donde “estar” en la cabaña. Con algo de sorpresa pude notar lo cómodo que me iba sintiendo dentro de aquellas paredes, ya no sentía (demasiado) como si cualquier pequeño movimiento fuese a mandarme a mi muerte barranco abajo, terminando en el mar… entre las olas… haciendo que mi hermana se preguntará qué habría sido de mí. Pero esas no eran mis preocupaciones en aquel momento, no, lo que quería era saber que había pasado con aquellos que supuestamente también habían estado en aquel sitio.
—¿Sabes? —Jacobo retomó la conversación—. ¿Cómo has llegado aquí?
—Por supuesto, caminé desde el pasaje al principio de la arboleda —respondí algo confundido, presentía no era eso a lo que se refería—. Mi hermana me contó sobre un recinto que se encontraba acá —expliqué.
—¿Y lo que has visto es cómo lo que ella describió?
—Sí… —comencé a decir pero callé de inmediato considerando lo que me preguntaba. ¿Era cómo había dicho Alicia? Sí, estaba al final de la arboleda. Y era cierto que existía un sitio, un hogar pero aun no tenía las respuestas al universo o algo parecido. O bien, a aquello que estaba buscando—. No es del todo como me lo describió —contesté al fin.
—Te han dicho que encontrarías todas las respuestas —no era una pregunta y lo miré esperando que elaborará—. Pero dime, Julio, ¿Cuáles son las preguntas? —cuestionó y sonreí un poco ante eso… tenía razón, ¿Cuáles eran?
—Esa es una excelente pregunta —consentí.
Estuvimos un largo rato en silencio, yo miraba por la ventana mientras que él meditaba o algo parecido, sentado con las manos cruzadas sobre el pecho y la cabeza algo gacha. Y si no hubiera estado observando su postura tal vez habría visto la figura que pasó por fuera del hogar, un momento allí y luego desapareciendo sin causar siquiera un mínimo sonido.
Mi anfitrión levantó la cabeza lentamente unos segundos antes de que la puerta se abriera de par en par. Una figura alta y esbelta cruzó delicadamente el umbral, en contraste a la forma en que casi había arrancado la puerta con la fuerza con la que la había abierto.
—¿Qué significa esto? —exigió mirándome. Su voz era cantarina, era una mujer que me llegaba apenas a la barbilla con cabellos finos como un hilo de un color marrón como el tronco de un árbol y piel blanca como el papel y juvenil, sorprendentemente para mí, ahora, era una mujer normal sólo que poseía una belleza infinita, jamás había visto a nadie como ella. Y mi cara debió denotar algo de ello porque me miró con una media sonrisa y luego se plantó frente a Jacobo, exigiendo una respuesta con su mera presencia.
—¿De qué hablas? —fue la respuesta de él.
—¿Acaso no es obvio?
—No.
—¿Cuántas veces he de decirte que no aceptes humanos aquí? —a pesar de lo que decía, su voz no sonaba molesta era como si fuera incapaz de alcanzar ese tono que el resto de nosotros emplea al tratar de hacer entender a otros, lo enardecidos que nos encontramos, pero ella… ella hablaba calmadamente como si la conversación que tenían era sobre el clima o lo que cenarían aquella noche. Y aún cuando se trataba de mí de quien hablaban, no era capaz de sentirme ofendido ni afectado por el hecho de que ella no me quisiera en la cabaña.
—Realmente, Doreen —comenzó sin moverse de su asiento—. Siempre con tanta hostilidad. Madre no aprobaría tus cambios de humor y tu desagrado de los seres humanos.
—No tengo nada en contra de ellos —seguía hablando como si yo no pudiera escucharla—, a parte de su clara ignorancia hacia las cosas que son sagradas o como se han ido acostumbrando a ir por el mundo construyendo sus horribles ciudades, llenas de metal y humo con apenas destellos de vida dentro de ellas, y no felices con eso van destruyendo hábitats de seres que han estado en este mundo incluso antes de que ellos fueran siquiera un pensamiento.
—Es por ello que estamos aquí —replicó Jacobo—, para enseñarles —Doreen emitió un sonido parecido a un resoplo y se cruzó de brazos frente al hombrecillo, su delicado cabello moviéndose detrás de ella como una capa.
—He venido porque he sentido una presencia extraña —contó su hermana.
—Gracias por honrarme con tu maravillosa figura pero como ya has notado, es sólo Julio. Julio —me llamó—, esta es mi hermana Doreen, guardiana del mar de allá abajo.
—Un placer… —la ninfa levantó una mano haciéndome callar sin voltearse un milímetro.
—¿Ya le has contado todo?
—No, todo…
Doreen hizo un gesto de exasperación con la mano—; sólo quienes somos y quienes son nuestros padres, veo que he llegado tarde entonces.
—¿Puedo saber cuál es el problema con que me haya contado? —aparentemente me estaba faltando el oxígeno en el cerebro, por qué no había otra razón para que se me ocurriera articular media palabra en aquel momento, sabiendo la opinión de Doreen. Ambos me dirigieron una rápida mirada y luego continuaron con su competencia de, ¿Quién podía mirar ceñudamente por más tiempo al otro?
Decidí tomar asiento junto a la ventana que daba al mar y esperar que resolvieran sus inconvenientes sin intervención alguna de mi parte.
—¿Hasta cuándo continuarán estos experimentos, Jacobo? —demandó la voz dulzona de la mujer al cabo de un rato de silencio.
—Hasta probar lo que nuestro padre creía —le respondió con tono de fastidio, como si ya hubiera expresado palabras semejantes—. Ya ves que todo ha ido bien con este último —agregó. Si hablaban de mí, era algo de qué preocuparse… quería decir con ello, que los demás que habían pasado por ahí, ¿habían muerto? No quería pensar que ese era el caso, en realidad había empezado a pensar que mi vida no se encontraba en peligro en aquel lugar, aun cuando me encontraba en la cima de una montaña, en una estructura que podía irse cuesta abajo en cualquier momento. Pero había aprendido en poco tiempo a aceptar todo aquello; si llegaba a suceder y era mi fin, tendría que culparme sólo a mí por no irme cuando tuve la oportunidad.
Desde el momento en que decidí quedarme en aquella extraña cabaña, que se iba llenado de extraños personajes a cada momento, había aceptado cualquier destino que me esperara más adelante. Luego de un rato, Doreen se sentó frente a su hermano. Era tan extraño pensar que eran familia, eran tan diferentes.
—¿Por qué has venido aquí? —preguntó repentinamente la mujer, girándose hacia mí—. ¿Y bien? —me apremió.
—Quería saber si en realidad había algo detrás de la arboleda —esa vez sin duda, Doreen resopló con fastidio.
—Siempre es lo mismo. En verdad los humanos no aprenden de sus antepasados.
—¿De qué hablas? —mi curiosidad siempre un paso delante de mí—. No hay antecedentes de nada como esto, de que alguien haya llegado hasta aquí o un lugar parecido.
—A eso me refiero —chasqueó ella—, no ‘aprenden’ de sus antecesores, prefieren guardarse las cosas y no compartir los conocimientos adquiridos, para que otros no cometan los mismos errores. Creen que si pretenden que no ha sucedido entonces se olvidará con el tiempo, sin tomarse el tiempo para pensar que en un futuro no muy lejano, es probable que los hechos se repitan y nuevamente vuelva a comenzar el círculo. Alguien más llega aquí, regresa y no cuenta nada debido a que desea olvidar lo acontecido.
Después de analizar sus palabras un momento, asentí lentamente porque tenía toda la razón. Era tal cual como nos describía.
—¿Tengo razón? —cuestionó tranquilamente.
—Sí.
—Es lo que siempre te digo —comentó fijando su atención en Jacobo.
—Tantas cosas que dices…
—Esto no es algo para tomarse a la ligera —lo interrumpió levantando ligeramente la voz.
—No lo hago —manifestó con un ademán de calma de su mano.
—Pareciera que sí —murmuró Doreen. En aquel momento noté que discutían como únicamente dos hermanos podían hacerlo, replicándose a cuanta pequeña cosa dijera el otro. Me hizo recordar a las discusiones que en ocasiones mantenía con Alicia, siempre terminábamos riendo al fin, algo que no parecía fuera a suceder en esta situación—. Tengo que recordarte constantemente, que los humanos no recolectan y analizan la información que se le da. No procesan —sí, me sentí algo ofendido en ese momento pero nuevamente tenía razón, Doreen parecía comprender a los humanos mejor que nosotros mismos.
—Julio es diferente —me defendió Jacobo.
—Ya has dicho eso antes —replicó su hermana, haciendo que mi pequeño orgullo se disipara.
—Él entiende la energía que emanan —Doreen pensó un momento, lo cual me hizo pensar tal vez si debía estar orgulloso de mi mismo.
—Los otros también —dijo pausadamente.
—Sí pero no tan rápido.
—No lo conseguirás, Jacobo. Debes aceptarlo —sentenció después de unos segundos de silencio.
—Lo probaré, ya verás —la desafió levantándose de repente—. Acompáñame —dijo mirándome, me puse en pie sin pensarlo y lo seguí mientras me guiaba por el único pasillo existente en la cabaña, se detuvo frente a la puerta al final.
—No lo hagas, Jacobo —advirtió Doreen desde la punta del pasillo—, padre tenía razones diferentes a las tuyas, cuando estudiaba el comportamiento humano y lo sabes.
—Aquí —me relató ignorando por completo las palabras de su hermana mayor—. En este recinto —continuó señalando la puerta frente a la que nos encontrábamos—. Hay respuestas… pero como estábamos comentando temprano, ¿Cuáles son las preguntas? ¿Qué es lo que quieres saber, Julio? —cuestionó. Y hasta ese momento no sabía, no podía contestarle porque en realidad no tenía idea, aun así abrió la puerta… no salieron luces extrañas ni sonidos aterrorizantes, desde donde me encontraba no podía notar gran cosa del interior, cuando notó que no entraba rápidamente me invitó a entrar con un gesto de la mano y avance.
5: Detras de la PuertaDetrás de la Puerta
Justo cuando puse un pie dentro del recinto y la puerta detrás de mí se cerró, admito que tuve un pequeño ataque de pánico o algo parecido; mi mente me hizo ver cosas que no había, y también escogió ese momento para recordarme todas las películas de terror que había visto cuando era joven.
¿Una esquina oscura y lúgubre? Sí, definitivamente de ahí podía arrastrarse algún ser extraño e irreconocible.
¿Una ventana por la cual no podía ver el exterior porque mi posición no me lo permitía? Por supuesto no debía pararme de espaldas a ella o alguna fuerza sobrehumana podría romper el vidrio y arrastrarme hacia el abismo.
Mi cerebro fue categorizando cada uno de los eventos que podrían traer mi muerte, de forma sistemática… se podría abrir una fosa profunda en el medio de la habitación y tragarme… podrían caerme miles de objetos afilados desde el techo… podría salir de algún lugar escondido un asesino pagado y acabar con mi vida. Cada una de las opciones más improbable que la otra y hasta que no cerré los ojos por un instante, respire profundo y me obligué a calmarme, no dejé de imaginar los diferentes escenarios.
Una vez pude tranquilizar a mi agitado corazón y conversarlo de que nadie iba a hacernos nada, fue que pude notar mi entorno con claridad. ¿Y que había? Una mesa redonda en el medio de la habitación, era algo vieja y de metal, parecía estar clavada al suelo. Por la única ventana entraban pequeños destellos de luz provenientes de la luna. La pared al fondo estaba en tinieblas, no habría sabido que color era aunque me pusiera a detallarla, solo era un espacio negro en el fondo.
—Cuando quieras, Julio —escuché una voz decir detrás de mí, posiblemente era Jacobo pero en realidad no pude discernir su origen, el chillido en mis oídos debido al silencio era más fuerte. ¿Ahora qué? Me pregunté.
Se suponía me encontraba en aquel lugar porque debía o más bien tenía la oportunidad de preguntar lo que quisiera, cualquier interrogante en mi vida sería contestada pero… ¿cómo saber si era real? Algo sencillo, quizás.
Me acerqué a la mesa pero no observé nada distinto estando cerca de la misma que ya no supiera mientras la analizaba desde la puerta, respiré profundo intentando concentrarme y fue cuando noté que había una especie de presencia a mí alrededor, esperando mi próximo movimiento.
—¿Cuál es mi nombre? —confieso fue algo estúpido pero quería saber a qué me atenía, y por suerte hice la pregunta más sencilla porque casi de inmediato se iluminó la superficie de la mesa y por un instante pensé que aparecería un holograma frente a mis ojos pero el armazón de metal delante de mí era más una especie de pantalla o algún aparato tecnológico del cual no tenía conocimiento.
Julio Palacios Verde
Es lo que podía leer en el centro de la mesa, «bien» recuerdo haber pensado. Existía la posibilidad de quien fuera estuviera transmitiendo mensajes a través del artefacto frente a mí, podría haber investigado sobre mí.
—Ok —suspiré mirando la estructura metálica delante de mis ojos, intentando no pensar en cómo era posible que llegarán los mensajes y se vieran en su superficie, cuando no veía por ningún lado ningún tipo de antena u otro elemento de conexión inalámbrica. «¿Qué quiero saber en realidad?» me pregunté, si era cierto que estaba allí porque por alguna razón el hombrecillo llamado Jacobo creía que yo tenía un no sé qué, que me separaba del resto de la humanidad. O al menos eso es lo que había entendido.
Llegó a mí luego de un nuevo empujón invisible, por la voz que provenía de algún sitio en la habitación donde me encontraba, diciéndome que podía preguntar lo que quisiera. “El conocimiento es poder”, no recuerdo exactamente de donde conocía ese dicho pero en el momento me pareció completamente cierto y apropiado. Aunque Doreen había dicho que los seres humanos tienden a olvidar a aquellos que les causa algún tipo de desconcierto o que no comprenden del todo, lo que si buscan constantemente son respuestas, es decir, conocimiento. A pesar de que muchas no nos gusta las respuestas que conseguimos. Y si el conocimiento es poder, y yo tenía la oportunidad de saber… ¿qué podía preguntar?
¿Cómo terminar las guerras?
¿La forma más fácil de conseguir la paz mundial?
No, porque eso era obra del hombre y como seres pensantes no debíamos esperar que una solución cayera del cielo, intentar dejar atrás las diferencias y las ganas de dominar, era una excelente respuesta a esos problemas y ya yo lo sabía. ¿Cuál iba a ser el punto de expresar una interrogante que tenía una solución? Ninguno.
No, lo que había detrás de la puerta era por encima de la humanidad. De eso estaba 100% seguro. Por ello no pude contener mi instinto y antes de que fuera consciente de lo que decía, ya las palabras se encontraban flotando en el aire.
—¿Existen seres no humanos? —no era muy específico y en cierto modo ya había aceptado que no solo había humanos en la tierra.
Sí
Sólo esas dos letras en la superficie plateada de la mesa, me lo tenía bien merecido por preguntar algo tan ambiguo.
—¿Saldré vivo de esta cabaña?
Sí
Bueno al menos sabía que viviría para contarlo. Por unos momentos estuve de pie junto a la extraña máquina de respuestas sobrenaturales o lo que fuera que se encontraba de mí, pensando que no sabía qué preguntar.
Estaba consciente desde que había puesto un pie después de la arboleda, que todo lo que encontraba a mi paso luego de esa maraña de árboles era un mundo diferente al que conocía, comenzando y terminando por la bendita cabaña donde me hallaba y todo lo que la misma representaba. Y Jacobo… y su familia… y aquello que había dicho su hermana sobre su padre y lo que el mismo estudiaba sobre los humanos, todo era un poco confuso para mí. Pero podía dejar de serlo, recuerdo haber pensado mirando a la mesa de metal nuevamente.
Puedo obtener respuestas a muchas interrogantes en el mundo, cosas que nadie más sabe y que los científicos, religiosos y demás siempre han intentado resolver y no han sabido dar a las personas soluciones claras, o respuestas directas… siempre hay algo más que trabaja sobre nosotros pero yo me encontraba en un sitio que desafiaba todo lo que nos habían hecho creer durante años, desde que el mundo era mundo.
¿Y cuáles son las preguntas más repetidas durante la historia humana? ¿Qué nos gustaría saber a todos?
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