Broken promise

En los territorios del norte, donde la Unión Imber dominaba, un joven leía uno de los tantísimos libros dispuestos en la biblioteca situada en el interior del recinto del gobernador.

 

Sus ojos se movían de palabra en palabra a una velocidad asombrosa, pasando página segundos después de terminar la anterior. Sin embargo, no era de extrañar, pues, pese a su juventud, ya había devorado la mitad de ellos. Algunos, incluso leídos por tercera o cuarta vez.

Además, su objetivo era aprender todo lo que le fuese posible a fin de conseguir algún día su objetivo: ser el gobernador de la unión.

 

Con ello en mente, últimamente, el joven Alder se había aficionado a los libros de estrategia militar. De hecho, estaba tan inmerso en uno de ellos que no notó la presencia de otro joven cuando éste entró en la sala.

 

El recién llegado era de alta estatura, pelirrojo y complexión delgada, aunque no por ello daba sensación de debilidad.

-¿Otra vez leyendo? Se te van a cansar los ojos si sólo haces eso –dijo, observándole con curiosidad.

-En ese caso me pondré gafas –respondió Alder, sin apartar la mirada del libro.

-Bueno, luego no te quejes si ocurre de verdad.

 

Dicho esto, se sentó frente a Alder, cruzó los brazos encima de la mesa y puso su cabeza sobre éstos.

-Hay que reconocer que se está tranquilo aquí –comentó.

-Lo estaba, hasta que has aparecido –cerrando el libro, Alder suspiró y posó su mirada sobre el joven pelirrojo-. ¿Querías algo, Yorus?

-El gobernador me ha pedido que te llame. Dice que quiere verte.

-¿Te ha dicho por qué?

Yorus levantó la cabeza y la movió en señal de negación.

-Parecía importante, así que quizás quiera encomendarte alguna tarea. Diría que te tiene en alta estima.

-Mm... me pregunto si realmente es así. Es cierto que he estado ganando algunos puntos últimamente, pero no soy el único candidato y los demás no son precisamente unos inútiles.

 

Así es como funcionaba el sistema de sucesión en la unión. Aquellos que tenían como objetivo el gobierno, se presentaban como candidatos. De entre ellos, uno sería elegido personalmente por el gobernador en funciones. Sin embargo, todos tendrían que superar una serie de tareas que iban desde exámenes hasta gestiones encomendadas por el propio gobernador. Aquellos que fallasen un sólo examen o una sola gestión, serían eliminados al instante. No había segundas oportunidades.

 

Era un proceso que duraba varios años, durante los cuales, los candidatos tenían acceso casi completamente libre al recinto del gobernador e incluso podían residir allí si así lo deseaban, aunque el gobernador siempre iba acompañado de asesores, que actuaban de manera imparcial para evitar trampas o favoritismos.

 

Cuanto mejores los resultados obtenidos en las tareas y exámenes realizados, mayores posibilidades de ganarse la confianza del gobernador y, por tanto, mayor número de tareas encomendadas.

 

En la actualidad, además de él, quedaban otros tres candidatos. El resto, o habían fallado alguna de las pruebas o no habían podido soportar la presión y el estrés que conllevaba.

 

Que él llevase cierta ventaja sobre los demás no quitaba que un fallo lo tirase todo por la borda, y la diferencia de resultados entre él y los demás era poca, por lo que no podía dormirse en los laureles y mucho menos pensar que iba a recibir un trato de favor en cuanto a dificultad de la tarea.

 

-En fin, será mejor que me vaya –declaró Alder, con expresión cansada y cierta preocupación-. Me pregunto que me pedirá esta vez.

-Seguro que lo superas, no le des muchas vueltas.

-Me gustaría ser tan despreocupado como tú, Yorus.

El chico de nombre Yorus, al que había conocido en el interior del recinto, dónde residían ambos, podría decirse que ya tenía la vida decidida, aunque ello no significaba que fuese fácil. En su caso, procedía de una familia que se había encargado de salvaguardar la seguridad del gobernador desde hacía más de 100 años.

Cada generación era entrenada duramente en el combate cuerpo a cuerpo y el manejo de armas.

Alder había tenido la oportunidad de ver alguno de esos entrenamientos, y daba gracias de no pertenecer a esa estirpe, de lo contrario, dado su físico, no muy hecho al ejercicio, habría terminado en el hospital el primer día.

 

Así pues, sin entretenerse más, el joven recorrió el conjunto de pasillos que le llevaron a los aposentos del gobernador.

-¿Puedo entrar? –preguntó antes de abrir la puerta.

-Adelante, Alder. Te estaba esperando –contestó una voz grave desde el otro lado.

 

Al pasar, el joven observó a un hombre que debía de superar los 50 años; barba y pelo canos, algo regordete y expresión seria aunque no por ello amenazante. De hecho, desprendía un aura de respeto y confianza.

Éste se hallaba sentado sobre un sillón tapizado con tela azul marino y patas de madera maciza y barnizada. Cerca de él, y siguiendo una línea diagonal, se podía observar otro sillón vacío y fabricado de la misma manera, esperando a que Alder lo utilizase.

 

Al mismo tiempo, de pie, al lado del hombre, se encontraba otro alto y musculoso, que portaba una curiosa arma compuesta por una vara metálica en cuyos extremos se observaban sendos bloques del mismo material, iguales a los utilizados en martillos de ataque. De hecho, el chico había escuchado denominar a esa arma como “Doble martillo” o algo parecido.

 

En un lateral de la sala, también pudo ver a un hombre y una mujer, de edad probablemente cercana a la del hombre cincuentón, vistiendo una túnica de color marrón oscuro y una libreta y bolígrafo en sus manos. Se trataba de los asesores del gobernador.

 

-Siéntate, Alder –dijo el que estaba sentado sobre el sillón, que no era otro que el propio gobernador, mientras señalaba con un ademán de su mano el sitio vacío.

 

El chico se limitó a asentir y caminó, sin prisa, hacia su sitio.

-¿Para qué tarea me habéis llamado esta vez? –preguntó. Sin bien era cierto que estaba bastante acostumbrado a tratar con el gobernador, prefería mantener un trato mínimamente formal con él.

-Jeje, directo al grano por lo que veo –rió el hombre-. Los “Spheres” han traído un nuevo cargamento de Radiar, pero, junto con dicho cargamento, han conseguido nuevas armas. Gradios quiere negociar por ellas en su representación, así que necesitaré que te encargues de gestionarlo.

-¿Han dicho de qué armas se trata?

-No han dado detalles. Dicen que prefieren reservárselos para las negociaciones.

-Ya veo, quieren tener un as en la manga, ¿eh?

 

Tal y como lo veía Alder, había tenido suerte con esa tarea. El joven tenía buena relación con el bajo mundo (aunque se debiese principalmente a su amistad con cierta persona), por lo que lo tendría más fácil a la hora de negociar. No obstante, últimamente se habían dado algunos problemas. Al parecer, algunos “Spheres” e informantes se habían levantado en contra de la relación entre el gobierno y la clandestinidad. Frases como “No somos sus criados” o “Podríamos vender los cargamentos a mejor precio” actuaban como eslóganes con la intención de ganar números a sus filas. Por suerte, sus intentos de revolución habían sido ignorados por la mayoría. Pese a ello, no se podía bajar la guardia, más teniendo en cuenta que no se conocía la identidad del líder.

 

-Sé que las cosas están un poco tensas ahora mismo, por lo que mandaré contigo a alguien para que te proteja. –dijo el gobernador.

-¿Puedo elegir yo? –preguntó Alder.

El hombre desvió la mirada hacia los asesores.

-Siempre y cuando no sea ninguno de sus principales guardaespaldas, no hay problema –contestó la mujer.

-Ya has oído. Tienes una semana.

 

-¿Y a mí por qué me has traído? –preguntó Yorus mientras seguía los pasos del candidato a gobernador por las calles del territorio de la unión.

-Porque necesitaba un guardaespaldas, pregunté si podía elegir y te elegí a ti. Eres hábil y de confianza, así que pensé que serías la mejor opción para mí.

-Viniendo de ti, no estoy seguro si es un halago.

-No lo es, pero tampoco estoy siendo irónico.

 

Finalmente, llegaron hasta un callejón sin salida. Entonces, Alder sacó una llave y la introdujo en una trampilla, levantándola poco después y bajando unas escaleras.

 

Una vez abajo, apretó un interruptor, iluminándose una serie de bombillas a lo largo de un pasadizo subterráneo.

 

Éste había sido anteriormente un túnel de alcantarillado, sin embargo había sido remodelado debido a su constante uso por parte del bajo mundo para llevar a cabo sus negocios.

 

Así pues, los dos caminaron en línea recta hasta que llegaron frente a una puerta doble mecanizada. Para abrirla, Alder tuvo que introducir de nuevo la llave en un panel adyacente. De esa forma, los dos bloques de cemento que constituían la entrada, se hicieron a un lado, dejando paso a una ancha cámara que servía de almacén.

 

Allí existían numerosos pasadizos anclados a las paredes que servían de conexión con otros túneles. Una barandilla metálica impedía la caída, y escaleras como las que habían utilizado para bajar desde el callejón llevaban al centro, donde se acumulaba una gran cantidad de cajas. Por supuesto, también había montacargas para el transporte de peso desde los pasadizos hasta el área central.

 

Numerosos hombres y mujeres se encontraban trabajando allí en el momento en que entraron. Tan ocupados como estaban, ni siquiera notaron la presencia de los dos chicos mientras éstos se dirigían al área de abajo.

-Vaya, mira quién ha venido –dijo una voz detrás de ellos. Lo que provocó un resoplido por parte de Alder.

 

Al girarse, apareció, caminando hacia ellos, una chica de su misma edad con el pelo castaño y largo, mirada traviesa y brazos cruzados.

-Hola, Anna.

-¿Me echabas de menos, Alder?

-Algo así... –contestó vagamente- He venido a ver a tu padre. ¿Sabes dónde está?

-Ha salido un momento, pero no tardará en volver. Si no os importa esperar...

-Bueno, no tengo muchas opciones ahora mismo, así que eso haré. ¿Cómo van las cosas por aquí?

-Como puedes ver, hay bastante trabajo. Últimamente los “Spheres” están teniendo bastante suerte con los cargamentos, y ya sabes que el negocio de la información nunca descansa.

-¿Alguna noticia interesante? –preguntó el joven.

-Gratis, no.

-Oh, vamos. Nos conocemos desde pequeños, ¿de verdad no puedes contarme nada?

-Nos dedicamos a esto, Alder. Si diésemos información gratis, nuestro negocio se iría al traste.

-Ah... como quieras entonces... –dijo el candidato a gobernador mientras se encogía de hombros.

-Bueno... ya que me lo suplicas haré una excepción.

-¿Cuándo me has oído suplicar?

-Por lo que me he enterado...

-Y me ha ignorado...

-...en el imperio ha vuelto a haber otro robo de Radiar.

-¡¿Otro?! –se sorprendió Alder-. ¿Se sabe quien ha sido?

-No. Dicen que iban enmascarados, por lo que no saben su procedencia. Hay sospechas de que podrían ser soldados del propio imperio, ya que, al día siguiente, desaparecieron varias personas de sus filas.

-Mm... podrían ser espías de otra potencia –comentó Yorus.

-¿Huh? ¿Quién es él? –preguntó de repente Anna, quien acababa de darse cuenta de la presencia del guardaespaldas.

-Ah, este es mi guardaespaldas personal, Yorus. Creo que te he hablado alguna vez de él.

-Ah, sí, el cabeza de chorlito –dijo la chica.

-¡¿Es así como me llamas a mis espaldas?! –se quejó el chico pelirrojo.

-Para nada. Es algo que se acaba de inventar para ponernos a uno en contra del otro –dijo Alder, calmadamente, como si ya estuviese acostumbrado a ese tipo de artimañas por parte de su amiga.

-¡Eh! ¡¿A qué ha venido eso?! –esta vez, Yorus dirigió su enfado a la chica.

-Me gusta manipular a los demás –Anna lamió levemente el dedo índice de su mano derecha, como queriendo hacer énfasis en la maldad de sus actos.

-Da miedo... –indicó el guardaespaldas, con la mirada fija en Alder a la vez que la señalaba.

-No hace falta que me lo jures... –dijo Alder.

-¡Hombre, Alder! ¡Sabía que te enviarían a ti!

 

Una potente voz provocó que ambos se girasen, descubriendo a un hombre de unos cuarenta, grande y de aspecto fuerte. Tenía el pelo largo, desordenado y de color castaño, con alguna que otra cana. Una bandana cubría su frente y una chaqueta vaquera, dejaba ver parte de su torso. Pese a su edad y aspecto, el hombre desprendía cierta jovialidad, lo que también le daba carisma a la hora de tratar con los demás.

-Me alegro de verte, Gradios –se sinceró el candidato a gobernador, con una media sonrisa- Así que ya me esperabas, ¿eh?

-¡Por supuesto! –Gradios golpeó con fuerza la espalda del joven para después agarrarle del hombro, acción que le salvó de caer al suelo- ¡Tratándose de nosotros, dudaba que el viejo Hammer enviase a cualquiera! ¡Él sabe la buena relación que tienes con nosotros!

-Se supone que debe ser imparcial. Si me ha enviado a mí ha sido porque, por ahora, soy el que va ganando.

-¡¿Estás seguro?! ¡Créeme, ese hombre sabe cómo engañar hasta a sus propios asesores! ¡Jajajaja!

 

Gradios. Actual líder del bajo mundo y 5 años siéndolo. La costumbre para elegir al líder era mediante la celebración de un torneo cada dos años. Por lo general, cada uno de los candidatos debía enviar a uno o más combatientes a luchar en su representación, siendo tres el máximo. No obstante, puesto que dicha regla se había hecho pensando en que ninguno se atrevería a luchar por sí mismo (teniendo en cuenta que estaba permitido matar a tu oponente), se podría decir que no iba contra ella el que alguien participase en su propia representación. Y ése era el caso de Gradios, quien había ganado los dos torneos que llevaba con su propio puño. Quizás el único desde que dicho torneo llevaba celebrándose.

 

Debido a esto, no era de extrañar que la espalda de Alder sufriese cada vez que sentía el manotazo del líder. Su fuerza era algo a temer, por lo que el joven podía estar contento de tenerlo como aliado.

-¡¿Y para cuándo la boda entre Anna y tú?! –preguntó alegremente Gradios.

-No creo que llegue a celebrarse tal cosa... –declaró Alder con una sonrisa irónica.

Anna, por su parte, se llevó una mano a la frente.

-Preferiría suicidarme antes que casarme con este imbécil.

-Oye, ¿no crees que eso es pasarse? –replicó Alder.

-¡Jajaja! ¡Vamos! ¡Con lo bien que os habéis llevado siempre! ¡De pequeños erais inseparables! ¡Se os veía jugando día sí, día también!

-Supongo que durante esos tiempos estábamos menos ocupados –dijo Alder.

-¡Por cierto, ¿quién es este joven?! –preguntó al notar la presencia de Yorus.

-Es Yorus. Mi guardaespaldas.

-¡Ah! ¡Debes de ser el hijo de Erus! ¡Hammer ha venido algunas veces con él! ¡Pero, ¿para qué necesitas un guardaespaldas?!

-El gobernador lo ha considerado necesario dado el problema de la revolución.

-¡¿Revolución?! ¡Eso está más que controlado! ¡Mientras yo esté aquí no pasará nada! ¡Jajaja!

-Tengo más miedo de ti que de los revolucionarios... –murmuró Alder mientras sentía como le costaba respirar por los constantes golpes de Gradios-. En cualquier caso, ya que has vuelto, me gustaría que fuésemos al grano. Ya sabes. Ver la mercancía y todo eso. El gobernador me dijo que habíais conseguido armas.

-¡Sí! ¡Por supuesto! ¡Ven conmigo, te las enseñaré!

 

Dicho esto, el hombre les hizo una señal para que le siguiesen. El cargamento en el que se encontraban las armas estaba un poco más alejado de aquél situado en el centro del almacén, el cual Alder supuso que se trataría del Radiar.

 

Cuando llegaron frente a las cajas, éstas se encontraban abiertas, y el material dispuesto en varias filas de manera que pudiese observarse mejor.

-¡Adelante! ¡Tómate el tiempo que necesites! –dijo Gradios.

 

Asintiendo, Alder dio un paso al frente y comenzó a repasar una por una las armas.

 

Había de toda clase: de corta, media y larga distancia. Desde que el Radiar existía, el tipo de arma no hacía la diferencia en un combate, sino quién la manejase. Algunas de ellas parecían más desgastadas que otras.

-¿Dónde las obtuvisteis?

-¡Por lo que sé, fueron recogidos en territorio del imperio! –dijo Gradios.

 

El chico se acercó para ver más de cerca una de ellas. Se trataba de una alabarda que disponía de un extraño mecanismo sobre el que había escrito una letra: Zx2.

Poco después se dio cuenta de que había otras que tenían un mecanismo parecido. Algunas de ellas con las letras R o Zx3.

 

Tras haberlas analizado, el joven se dio la vuelta y se dirigió a Gradios.

-Veo que algunas de las armas están oxidadas y desgastadas. Probablemente se rompan a los pocos días de ser utilizadas por lo que dudo que sean de interés para el gobierno. No obstante, algunas de ellas poseen propulsión. Motores Z y R. Y entre ellas, las hay que se encuentran en muy buen estado.

-¡Je, sabía que tenías buen ojo! ¡Algunos de los “Spheres” me pedían que intentase colarte las que están en mal estado, pero ya me imaginaba que, si te enviaban a ti, sería inútil! ¡Siendo así, ¿de cuánto estaríamos hablando por las que tienen motores de propulsión?!

-Diría que unos 5 ámbares y una sala en el área 23.

 

Aunque en muchas poblaciones se utilizaba el trueque, quizás considerado como sistema de comercio mundial, ya que el dinero había dejado de tener valor como consecuencia del alargamiento de la guerra; en las áreas principales de los territorios del norte también se había establecido un sistema monetario. Dichas áreas se enumeraban según su distancia con respecto al recinto del gobernador, siendo la 1 aquélla donde se encontraba éste.

 

El sistema monetario consistía en monedas de cobre. Cada 100 monedas de cobre podían ser sustituidas por un ámbar, una piedra brillante tallada en el recinto del gobierno. Asimismo, 10 ámbares podían ser sustituidos por un papel o billete.

 

-¡No compensa! ¡Ten en cuenta que luego tiene que haber una repartición entre el resto de grupos! ¡Mi contraoferta es de 10 ámbares y 2 salas situadas entre el área 40 y el área 5!

-7 ámbares y la misma sala que te he ofrecido antes.

-¡8 y 2 salas!

-7 ámbares, 50 monedas de cobre y una sala. Con esto considero que ya tendrías suficiente para repartir con los demás grupos. Si subo más tendría que retirar la sala, y ya sabes lo que podría facilitar vuestro negocio disponer de un establecimiento legal.

Gradios se cruzó de brazos y cerró los ojos. Por su expresión, estaba claro que meditaba seriamente la propuesta del joven.

-Mm... De acuerdo ¡Supongo que es un trato justo! –declaró el hombre, estrechando la mano de Alder mientras éste sonreía satisfecho.

-Bien. Firmaremos el “contrato” del acuerdo, informaré al gobernador de la cantidad que os tiene que dar y te daré la llave de la sala.

-¡Je, así que ya sabías que terminaría aceptando una sola sala, ¿eh?! –sonrió el líder del bajo mundo al observar cómo Alder sacaba el susodicho objeto.

-Una simple casualidad –contestó el chico, devolviendo el gesto.

 

Una vez cerradas las negociaciones, Gradios propuso celebrarlo con una pequeña fiesta. Nada excesivo, bebida y algo de comer. Aunque Alder sabía bien que, si se dejaba llevar, podía acabar haciendo cosas de las que se arrepentiría más tarde.

-Toma, llévale esto al gobernador –le dijo a Yorus mientras le entregaba el acuerdo firmado.

-¿Qué estás diciendo? Se supone que debo protegerte. No pienso dejarte solo.

-El trato ya está cerrado. Mientras no tengan este papel, incluso si se produce una revuelta no se impedirá la negociación.

-¡Ese no es el caso! ¡Si alguien va a por ti podría haber problemas! –exclamó Yorus, intentando, pese a ello, que sólo Alder le escuchase.

-Lo sé. Por eso tendrás que volver enseguida o el plan no funcionará.

El joven pelirrojo frunció el ceño, sin entender bien a qué se refería.

-Voy a hacer de cebo. Al quedarme aquí sin protección, me haré la presa fácil para que me capturen y exponer así a los revolucionarios.

-¿Y qué te dice que picarán?

-Es una apuesta. Dadas las circunstancias, un candidato a sucesión en el gobierno sin guardaespaldas y en mitad de una fiesta donde puede emborracharse; es una oportunidad puesta en bandeja.

-Aun así...

-Tranquilo. No me harán nada. No les interesa matarme si quieren negociar. Además, no eres al único al que le contaré esto.

Yorus le miró fijamente, con una mueca en la boca que mostraba su disconformidad con aquella idea. No obstante, cogió el papel y la llave de entrada y se dispuso a marcharse.

-Más te vale no morir –respondió.

 

-Así que dejas que tu amigo se marche –Anna se acercó a él. Sujetaba un vaso con ambas manos, del que bebía pequeños sorbos intermitentemente- ¿Qué estás tramando?

-Je. Sabía que no podría escondértelo.

-¿Bromeas? –se sorprendió la chica, aunque su tono pronto tomó un rumbo más encaminado hacia la arrogancia- Que lo intentes siquiera ya me parece una estupidez.

-Lo suponía –sentenció Alder, encogiéndose de hombros.

 

-Suena a suicidio, pero puede funcionar –dijo Anna una vez le hubo contado lo que planeaba- ¿Se lo has contado a mi padre?

-Eso quería hasta que has aparecido tú.

-No me culpes por tu falta de previsión.

-Ya... –resopló el candidato a gobernador, encaminándose hacia donde Gradios se encontraba conversando con otro hombre. Éste debía de ser de la misma edad que él. También de aspecto fuerte, pero más reservado y callado. Al contrario que el líder del bajo mundo, tenía el pelo corto y una marca en el hombro que simbolizaba a su grupo de “Spheres”. Debía de sentirse muy orgulloso de él.

-Hola, Ithrep –dijo Alder al situarse junto a ellos.

-¿Cómo estás, Alder? Gradios me estaba contando cómo han ido las negociaciones. Sigo pensando que cede demasiado rápido –comentó sonriente a lo que el otro respondió dándole una alegre palmada en la espalda.

 

A Ithrep también lo conocía desde hacía tiempo, aunque no tanto como Gradios y Anna. Lo recordaba más hablador, pero hacía unos cuatro años que lo había notado cambiado con respecto a cómo trataba con los demás fuera de su grupo.

-Han sido unas negociaciones bastante llevaderas –comentó el joven-. Espero que en el futuro sigan siendo así.

-¡Oh! ¡Este chico apunta maneras! ¡Ya confías en que serás el gobernador! –gritó Gradios antes de tomar un largo sorbo de su jarra.

-Prácticamente se podría decir que ya lo soy –exageró el candidato a gobernador, intentando hacerse oír entre la gente-. En cualquier caso, Gradios, me gustaría hablar contigo a solas.

-¡Por supuesto, chico! ¡Disculpa, Ithrep!

-Sin problema...

 

-Mm... ¡No puedo creer lo loco que estás! ¡Por eso has mandado de vuelta a Yorus! –exclamó el hombre después de que Alder le contase el plan.

-Es sólo una medida temporal.

-¡Me gusta! ¡Te ayudaré en lo que necesites!

-Gracias. De hecho, me gustaría preguntarte algo... ¿has notado últimamente algún comportamiento extraño en Ithrep?

-¡¿A qué te refieres con comportamiento extraño?!

-Te lo diré sin rodeos. Sospecho que está implicado en la revolución. De hecho, pienso que podría ser el instigador de éstas.

-¡¿Ithrep?! ¡No! ¡Imposible! ¡Confío en él! ¡Es un buen tío! ¡Un buen compañero!

-Ya veo. Si tú lo dices te creeré –contestó Alder, escondiendo su desconfianza- En fin, sólo era eso. Volvamos, o los demás se lo acabarán todo.

 

La fiesta sucedió sin percances. Fueron muchos los que se emborracharon, entre ellos, Gradios. De hecho, este último quizás el que más.

 

Por su parte, Alder fingió que le dolía la cabeza para alejarse de allí, hacia un lugar en el que pudiese echarse a dormir la mona. Aunque todo era una excusa para estar solo.

 

Entonces, notó la presencia de varias personas siguiéndole, por lo que decidió detenerse.

-Si me queréis para algo, os ahorraré tiempo. Aquí me tenéis –dijo extendiendo los brazos a modo de invitación.

 

Asomándose desde detrás de paredes y cajas de material almacenado, aparecieron entre 4 y 5 hombres. Todos ellos iban con la cara tapada de forma que no pudiese identificarlos, aunque por su actitud, podía decir que algunos, probablemente más veteranos, desconfiaban de la disposición por parte del candidato a gobernador.

-Me gusta que no opongas resistencia –dijo uno de ellos, el más cercano.

-No quisiera terminar con golpes por todo el cuerpo –respondió mientras los observaba de arriba abajo, inspeccionando más detalles que pudiese revelar su procedencia, y encontrando en el proceso una marca, igual que la que tenía Ithrep, en el hombro de uno de ellos.

 

De repente, una figura se lanzó contra el atacante que se disponía a apresarle, sorprendiéndolo y placándolo contra el suelo. A éste le siguieron otros, quienes no contaron con el efecto sorpresa del primero y recibieron el contraataque de los hombres, enzarzándose en una pelea.

 

Alder, sorprendido por la repentina batalla que acababa de empezar, se zafó y corrió a resguardarse en un lugar seguro.

-De nada –dijo una voz detrás de él.

 

Al darse la vuelta, se topó con Anna, quien le devolvió la mirada, cruzada de brazos y con expresión de indiferencia.

-¿Has llamado a los de tu grupo para protegerme?

-Todavía no te he escuchado agradecérmelo.

-No deberías haberlo hecho. Si me hubiesen capturado, podrían haberme llevado con su líder.

-Si cogemos aunque sea a uno de ellos, podremos torturarle hasta sacarle esa información.

-Pero te arriesgas a peleas innecesarias como ésta.

-Eres demasiado ingenuo. Como si fuesen a llevarte ante el líder sin asegurarse de que no abrieses la boca.

-Estaba todo pensado.

-Por supuesto...

 

El chico suspiró, viéndose incapaz de llegar a una conclusión. En ese momento, una sombra apareció detrás de la chica.

-¡Cuidado! –exclamó él, cogiéndole la mano y arrastrándola consigo antes de que unos fuertes brazos la capturasen. Acto seguido, los dos jóvenes comenzaron a correr. Cuando quisieron darse cuenta, otro hombre además del que acababa de aparecer, le pisaba los talones.

-¡Parece que había más escondidos! –obvió Alder, sin dejar de agarrar la mano de Anna mientras corrían por el almacén.

 

Sin embargo, atento como estaba a sus perseguidores, no se dio cuenta de que delante de él acababa de saltar un tercero, noqueándolo e intentando hacer lo mismo con la chica, quien logró esquivarle y golpearle en las partes bajas. Por desgracia, esto permitió a sus perseguidores acortar distancias y atraparla.

 

Cuando Alder despertó, se encontraba en una sala casi a oscuras, salvo por la luz que entraba por una rendija situada en la puerta. Está estaba tapada por un cristal traslúcido que impedía ver bien el exterior, pero que al menos le permitía visualizar el sitio en el que se encontraba: una cámara exenta de muebles u otros materiales, con paredes y techo de piedra y puerta de metal reforzado. En un tiempo anterior, quizás hubiese sido utilizada como almacén de alimentos, ya que la temperatura dentro parecía la ideal para aquellos que fuesen a consumirse en breve, no obstante, en ese momento servía de jaula para él y la chica que tenía al lado.

-¿Cómo estás? –preguntó ella- Te han dado un buen golpe.

-Bien... –respondió él, un poco sorprendido por aquel repentino interés por su salud. Supuso que incluso una chica como ella tenía momentos en los que se preocupaba por su amigo de la infancia-. Lo siento. Ha sido culpa mía. Debería haber previsto que esconderían refuerzos por si había una pelea...

Ella se quedó en silencio. Tenía las piernas encogidas y apoyaba la barbilla sobre las rodillas, rodeando éstas con ambos brazos. No podía ver bien su expresión pero parecía, ¿molesta?

-No, no es culpa tuya. Es mía.

-¿Eh?

-Los que nos persiguieron durante la pelea eran parte de los hombres que traje conmigo.

-¿De tu grupo?

La joven asintió.

-Esperaron a que bajase la guardia para capturarnos a ambos.

-Mm... esto puede complicar un poco las cosas. Si parte de los revolucionarios están dentro de vuestro grupo, el resto podrían perder la confianza en tu padre como líder –Alder se acarició el mentón, meditando sobre ese hecho.

-Pareces bastante tranquilo.

-Je. Más bien, es algo a lo que tengo que acostumbrarme si quiero ser gobernador.

-Mm...

-¿Ocurre algo?

-No, nada –contestó Anna secamente.

-Vamos. Te conozco desde que éramos niños. Sé de lo que eres capaz, pero también que cuando hay problemas tiendes a darles demasiadas vueltas...

La joven no contestó, por lo que Alder decidió no indagar, levantándose para buscar alguna forma de salir de allí.

-Nuca te lo he preguntado antes pero... ¿por qué decidiste hacerte candidato a gobernador?

 

Al oír aquella pregunta, el chico se detuvo en pie durante unos instantes, mirándola de reojo, con una mano en la cintura, la otra en la nuca y expresión seria.

-¿Recuerdas cuando nos conocimos? Por entonces no era precisamente una persona agraciada. Los territorios del norte, por lo general, han conseguido mantener una mejor estabilidad económica que la del resto de potencias, pero aun así, no todo el mundo es capaz de adaptarse. De lo contrario, no existiríais vosotros, ni se mantendría en secreto vuestra ayuda del resto de ciudadanos.

El caso es que yo me encontraba un poco en medio de todo ello. Sin ser capaz de adaptarme al funcionamiento de la ciudad ni tampoco de realizar trabajos como los vuestros.

Intentando sobrevivir, terminé metiéndome en un lío, y ahí fue cuando me salvaste. A saber si seguiría vivo de no haber sido por tu padre y por ti –el joven rió irónicamente al recordar ese momento-. A partir de entonces se formó mi relación con el bajo mundo, y me di cuenta de que había un lugar mucho más oscuro de lo que había sido mi vida hasta entonces. Un lugar donde para sobrevivir, se robaba, asesinaba y vendía al prójimo. Y pese a ello, erais capaces de seguir adelante como si fuese lo normal. En ese momento pensé que debía existir algo mejor. Un mundo en el que no fuese obligatorio ver aquello como algo normal para seguir vivo. Me propuse acabar con la guerra y mejorar este planeta.

-¿Quieres que nos quedemos sin trabajo? –preguntó ella. Aunque sabía que lo preguntaba en broma, el tono con el que lo dijo le provocó un pequeño escalofrío.

-No estoy diciendo eso. Simplemente, estoy seguro de que se puede vivir sin necesidad de perjudicar a los demás. Tan sólo se necesita cambiar la situación.

-¿Y cómo dirías que se puede hacer algo así?

-Probablemente, lo mejor sería unificar a las potencias bajo un mismo estandarte. El problema es que hacerlo sin recurrir a la violencia es una tarea muy complicada. Pero bueno, tengo tiempo para pensar en ello más detenidamente. A todo esto, ¿por qué me haces esta pregunta?

 

En lugar de contestar, Anna desvió la mirada, todavía en la misma posición en la que había estado al principio.

-Yo... no tengo tan claro que pueda ser una buena líder...

-¿Bromeas? Eres más decidida que yo, y tienes más capacidad de liderazgo.

-Pero eso no significa que tome buenas decisiones. Ya has visto lo que ha ocurrido –explicó mientras señalaba el interior de la sala con uno de sus dedos índice.

-“Tomar buenas decisiones” no es algo que todos los líderes puedan hacer. De hecho, en tu lugar probablemente me hubiese ocurrido lo mismo. Lo que caracteriza a un líder, al menos en mi opinión, es saber tratar con las consecuencias de sus propias decisiones, sean las que sean. Una vez apuestas, puedes ganar o perder, lo que hagas después es lo que más importa. De todas formas, no las tenía todas conmigo. Me refiero a sobre que quisieses ser líder del bajo mundo.

-Yo también quiero ayudar a mi gente y cambiar las cosas.

-En ese caso, ¿qué te parece si hacemos una promesa?

-¿Una promesa? –preguntó Anna.

El chico se sentó frente a ella, cruzado de piernas y con la mano tendida al frente, esperando ser correspondido.

-Un día yo seré el gobernador de la unión y tú la líder del bajo mundo. Entonces, los dos trabajaremos juntos para que este mundo sea mejor.

Ella observó la expresión de su amigo, quien sonreía con confianza, así como la mano que éste le tendía.

-¿Crees que te dará la confianza suficiente para ser una gran líder? –pregunto Alder.

-Sí –respondió ella, estrechando su mano-. Pero ni se te ocurra incumplirla.

 

En ese momento, el candidato a gobernador se quedó sin palabras. Una sincera sonrisa, bella como una flor en un día soleado, se dibujó en el rostro de Anna, deslumbrándole tan fuertemente que no tuvo más remedio que apartar la mirada para que no descubriese el rubor de sus mejillas, agradeciendo que la oscuridad ayudase en ello. Aunque podría haber sido delatado de todos modos por el fuerte latir de su corazón.

 

-¿Eh? –ella movió la cabeza, confusa, e intentando saber que le ocurría a su amigo, quien carraspeó y se apartó, volviendo a sus investigaciones.

-Bu-bueno, me pregunto cómo saldremos de aquí...

 

El ruido de gritos, fuera de aquella sala, le interrumpió. No sabía quienes eran pero, según lo que se escuchaba, parecían estar siendo atacados. Entonces, las voces cesaron y fueron sustituidas por un silencio momentáneo, al que le siguieron pisadas en dirección a la puerta de su habitación.

 

Alder se preparó para defenderse, aunque sabía que de poco podía servir dada su nula experiencia en combate.

-¿Alder? –preguntó un joven al otro lado.

-¿Yorus?

-¡Menos mal que te he encontrado! ¡Pensaba que tendría que preguntar en todas las puertas hasta dar contigo! –exclamó alegremente.

-¿Cómo has encontrado este sitio? –preguntó Alder.

-Gradios e Ithrep me hablaron sobre la posibilidad de que estuvieseis aquí.

-¿Ithrep? –Alder se mostró confuso al escuchar el nombre de quien creía haber instado la revuelta.

-Están buscando en otro sitio. Será mejor que nos reunamos con ellos.

-Alguna idea para abrir la puerta.

-Apartaos. Yo me encargo –avisó Yorus, tras lo que Alder hizo un gesto a Anna para situarse junto a la pared lateral a la entrada.

 

En ese momento, se escuchó un fuerte golpe y la puerta metálica salió despedida hasta chocar contra la pared rocosa que había enfrente. El joven pelirrojo asomó la cabeza y les indico con la mano que le siguiesen.

-¡Vamos!

Anna miró a Alder.

-¿Siempre ha sido así de bruto?

-Al menos desde que le conozco...

 

Por lo que pudo ver, continuaban en el subterráneo. En una especie de mazmorra de corredores anchos y del mismo material que la sala de la que acababan de escapar.

 

Más de aquellos hombres que los habían capturado les pisaban los talones, encargándose Yorus de aquellos que venía por el frente, quienes volaban cual confeti tras recibir el ataque del arma del guardaespaldas.

 

Notando como el camino subía ligeramente, llegaron hasta el almacén donde habían sido capturados. Allí los esperaban Gradios e Ithrep, quienes se encontraban frente a otro hombre que, acompañado de más, había acorralado a ambos.

-No puedo creer que aceptes una situación como esta, Ithrep.

-Lo que sé es que está no es la manera de solucionar las cosas, Brem.

 

Al escuchar ese nombre, Alder cayó en la cuenta de quién se trataba. Era el segundo al mando en el grupo de “Spheres” que lideraba Ithrep. Eso explicaba por qué algunos de sus perseguidores eran de dicho grupo. Además, la situación confirmaba que aquello no tenía relación alguna con el último.

-Debes respetar las leyes del bajo mundo –continuó Ithrep.

-Es por respetar esas leyes que el gobierno hace lo que quiere con nosotros. Lo que nos pagan por nuestros servicios no compensa la vida que nos jugamos en nuestro trabajo. Y encima nos esconden del resto de ciudadanos como si fuésemos una plaga –replicó Brem.

-Es cierto que nos mantienen en secreto, pero eso no es un problema para nosotros, ni mucho menos. ¿O acaso crees que los ciudadanos nos darían la bienvenida con los brazos abiertos si se enterasen? Probablemente impedirían nuestro negocio con el gobierno. Se acabaría todo, Brem –explicó Gradios.

-O podríamos hacer negocio con ellos. Es este mundo, en mitad del caos de la guerra, el que nos ha dado nuestro método de subsistencia. ¿Acaso crees que los habitantes de la unión son diferentes al gobierno o a los soldados? Ellos también querrán recurrir al Radiar y las armas. Se dejarán llevar por la avaricia y la ambición.

-¡Tonterías! ¡¿Sabes lo peligrosas que son esas suposiciones?! ¡¿Acaso serías capaz de destruir la estabilidad en los territorios del norte sólo para ganar más dinero?! ¡¿Crees que eso no nos pondría en peligro también a nosotros?!

 

Aquello se había convertido en una discusión por la mejor manera de llevar los negocios en el bajo mundo. Y desde el punto de vista de Alder, los ideales de Brem eran temibles. Si la situación seguía complicándose demasiado no tendría más remedio que informar a Hammer, aunque eso significase perder su posición.

 

Fue entonces cuando Anna dio un paso hacia delante, llamando la atención de los líderes y Brem, quienes se sorprendieron al ver a los tres jóvenes allí. Uno de ellos, Yorus, manteniendo a raya a sus perseguidores.

-Dices que el negocio mejoraría con el caos. Dime una cosa, ¿qué crees que haría la gente una vez obtuviese el Radiar y el poder que proporcionar éste?

-¿Qué quieres decir? –preguntó Brem- Probablemente daría lugar a más conflictos y, como consecuencia, a más venta de Radiar.

-¿En serio? ¿Crees que una vez obtenido el poder no aprovecharían su superioridad para robar el resto del Radiar? Al fin y al cabo, para ellos nos convertiríamos en una presa fácil incapaz de defendernos contra ellos. Por no hablar de la discriminación y prejuicios que ya tienen contra nosotros. Dime, ¿de verdad crees que el caos en la unión no nos perjudicaría?

-E-en ese caso, tan sólo tendríamos que hacer negocio con otras potencias –propuso Brem.

-¿Con quién? ¿Con el imperio, quienes poseen la mayor cantidad de Radiar y personas haciendo uso de él? Su forma de negociar es incluso peor que la de la unión. ¿Entonces con quien? ¿Con la facción? Probablemente al principio nos recibirían con los brazos abiertos, pero son desconfiados y no disponen de muchos recursos. Lo que quiere decir que las negociaciones serían difíciles y no podemos esperar ningún tipo de hospitalidad como la que recibimos aquí, donde disponemos de cobijo, almacenes y establecimientos –dijo Anna-. Es aquí donde nos ofrecen mayor libertad para llevar nuestro negocio.

-¿Y cómo puedo fiarme de lo que dices? ¡Sólo eres una cría! –replicó Brem.

-Puede. Pero también soy una informante, ¿recuerdas? Y me entero de cosas que tú no. Además, si de verdad nuestro acuerdo con el gobierno es tan malo como dices, ¿por qué se ha mantenido durante tanto tiempo? ¿No sólo estás desafiando el liderazgo actual sino también todos los anteriores?

-...

 

Alder pudo ver cómo el hombre se había quedado sin saber qué decir, pero también se imaginaba qué pasaría después. Al fin y al cabo, hay personas que son extremadamente predecibles.

-¡No importa! ¡Haré las cosas a mi manera! ¡Me encargaré de llevar al bajo mundo a la gloria que se merece! –exclamó Brem, dando la señal para que sus compañeros atacasen.

 

Era de esperar que aquellas personas que hablaban de la avaricia de los demás, fuesen los más cercanos a ella. “Cree el ladrón que todos son de su misma condición”. Un dicho que definía bien aquella situación. No importaban los argumentos racionales que les ofrecieses, terminarían recurriendo a la violencia para salirse con la suya. No obstante, el discurso de Anna no sólo había logrado consolidar la confianza en el sistema de los que ya creían en él sino hacer dudar a los revolucionarios de si estaban haciendo lo correcto. Y fue esto lo que permitió que Gradios, Ithrep y Yorus los cogiesen con la guardia baja, reduciendo a buena parte de los oponentes. Por no hablar de que el tiempo ganado con aquel discurso había servido para la llegada de refuerzos.

 

Poco tiempo después, el grupo de revolucionarios, liderado por Brem, cayó.

 

Días más tarde, se aprobó por mayoría que éste fuese desterrado de los territorios del norte así como aquellos que le habían apoyado. Todo se solucionó y las negociaciones pudieron continuar como hasta entonces.

 

-Pensé que habías sido tú quien había instigado la revuelta. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Lo siento –se disculpó Alder ante Ithrep.

-Es cierto que no estoy de acuerdo con muchas cosas, pero no sería capaz de utilizar la violencia para incumplir las reglas. En nuestra sociedad existe una manera de decidir al líder, y si Gradios lo es actualmente es porque sus ideales son más fuertes que los míos, nada más y nada menos –dijo Ithrep con seriedad, a lo que Alder agachó la cabeza en señal de respeto, antes de despedirse de él.

 

-¿Ya te marchas? –preguntó Gradios, acercándose a Alder y Yorus quienes se dirigían a la salida.

-Ya he terminado de confirmar el transporte de la carga y me he asegurado de que el pago os haya llegado. Por hoy no tengo nada más que hacer –comentó el joven.

-¡Me alegro de que haya salido todo bien! ¡Esto sumará puntos para tu candidatura, ¿no?!

-Sí, aunque le debo una a Anna. Si no hubiese sido por ella, la situación podría haberse complicado y se habría necesitado la intervención del gobernador. Aparte del caos que se habría formado, eso habría puesto fin a mi carrera.

-¡Jajaja!

-No le habrás dicho nada al gobernador, ¿verdad?

-¡¿Qué fue mi hija quien te salvó el culo?! ¡Tranquilo, mis labios están sellados! –rió el hombretón mientras le daba una palmada en la espalda- ¡Aunque ya te lo dije! ¡Ese hombre es mucho más avispado de lo que crees!

-Mm... –se quejó Alder, preocupado por su comentario.

-¡Buena suerte! ¡Y espero volver a verte!

-Lo mismo digo.

-¡Ah! ¡Lo olvidaba! –exclamó el líder del bajo mundo antes de irse-. ¡Anna quería hablar contigo! ¡Creo que te está esperando en la entrada! ¡No la hagas esperar! ¡Jejejeje!

 

Tal y como le había dicho, la chica le esperaba allí, con los brazos cruzados y expresión de indiferencia. Al verle, se incorporó ligeramente.

-Antes de que digas nada... –interrumpió Alder- Quería darte las gracias. Si no hubiese sido por ti... bueno... no sé lo que podría haber llegado a suceder...

-No hay de qué. Aunque no he venido para restregarte mi éxito en la cara... –respondió ella. Tal y como lo había dicho, daba la sensación de que sí era su intención-. He venido para decirte que te prepares. Porque cuando seas gobernador no voy a dejarte en paz hasta que no hagas caso de mis peticiones. Y más te vale trabajar para que a los del bajo mundo no les falte de nada.

-Ugh... –Alder realizó una mueca de desagrado-. Me alegra que hayas recuperado la seguridad en ti misma, pero ¿no crees que necesitarás algo más que eso? Al fin y al cabo, primero tienes que ganar el torneo por el liderazgo.

-Oh... no te preocupes por ello. Estoy segura de que encontraré a los más fuertes para que luchen por mí.

-¿Ah, sí?

-Sin duda...

El candidato a gobernador, sonrió.

-En ese caso, no te preocupes, estaré preparado –contestó antes de marcharse.

-¡Eh, Alder! –la chica le devolvió la sonrisa- Cambiaremos el mundo...

 

Años después, Alder, como gobernador de la unión, se enfrentaba a una situación muy complicada. La aparición de aquella bestia y la destrucción de los edificios justo sobre el subterráneo en el que se estaba desarrollando el torneo para decidir al líder clandestino, habían dado lugar al caos, descubriendo además que el bajo mundo tenía instalaciones en sus territorios. Debido a ello, tendría que mover hilos para calmar y engañar a la población, a fin de desviar la mirada de la relación entre la clandestinidad y el gobierno. Además no tendría más remedio que tomar algunas represalias contra los primeros.

 

Aun con este hecho, había algo más que lo tenía en vilo. Motivo por el que había enviado a Yorus para que lo confirmase. Y ese algo era la noticia de la muerte de todos los líderes clandestinos que había en la actualidad. Si la noticia era cierta, significaba que ella también...

-¡Alder! –exclamó Yorus, irrumpiendo en la sala de golpe.

-¡¿Cómo está?!

Al ver la expresión de su guardaespaldas, el gobernador no necesitó saber más. De repente, sintió como si el mundo se hubiese detenido. Como si le hubiesen arrancado algo muy importante de sus entrañas. Podía escuchar su propia respiración, acelerándose cada vez más. Sin embargo, una parte de su mente le recordó que tenía que seguir adelante. Si no, no podría solucionar la situación que ahora tenía entre manos. Si no, no podría corresponder su fuerza y su voluntad. Prometieron cambiar el mundo, y si debía seguir solo, lo haría. Por ella, por su gente.

-Hay algo más –continuó Yorus, aun sabiendo que el estado de su amigo no era el mejor-. Una chica llamada Marie quiere hablar contigo. Se ha presentado como voluntaria para ayudar con lo sucedido. He preguntado en el bajo mundo y parece ser que es la persona que tiene todas las papeletas de convertirse en la próxima líder del bajo mundo.

-¿La próxima líder?

-Así es. Al haber muerto el resto de líderes, el bajo mundo necesitará cuanto antes a alguien para poner orden, por lo que se hará una votación, en sustitución al tradicional torneo. Debido a su fuerza y el respeto que tienen por ella, probablemente se convierta dentro de poco en la siguiente líder. También me han informado de que era consejera de uno de los líderes y participó como juez del torneo.

 

Alder frunció el ceño. Justo después de la muerte de los líderes aparecía una chica a la que pretendían votar como a la próxima. Es más, había venido expresamente para ofrecerse voluntaria en ayudar al gobernador.

 

De repente, a Alder se le dibujó una sonrisa. No porque se sintiese contento de recibir ayuda, sino porque su instinto le pedía a gritos que no se fiase de ella. Pues puede que fuese la clave de lo ocurrido en el bajo mundo.

-¿Qué le digo?

-Dile que pase. Me gustaría conocerla –contestó el hombre.

 

“Llegaré al final de todo esto, Anna. Cumpliré nuestra promesa.”, pensó antes de que Marie entrase por la puerta.

2: The lone driver
The lone driver

-¡Vier! ¡Vier, despierta!

 

El joven llamado Vier, se encontraba acostado sobre el césped artificial que había junto a uno de los parques de Yohei Gakko. De piel ligeramente morena y pelo corto del mismo color, no habría destacado mucho de no ser por su gran altura: unos dos metros aproximadamente.

 

Al escuchar la voz que le llamaba, abrió uno de sus ojos, casi cerrándolo de nuevo por el contraste de luz.

-¡Nos acaban de llamar para una misión! ¡Arriba, dormilón!

 

Una vez su visión se hubo ajustado al entorno, el rostro invertido de una chica se hizo visible. Tenía el pelo rubio, liso hasta los hombros, ojos verdes y rasgos finos. Su piel era considerablemente pálida. No a pocos les hubiese dado la impresión de que tenía alguna enfermedad.

 

En ese momento se encontraba haciendo pucheros con las mejillas, probablemente intentando mostrar su enfado, aunque el joven sabía que eso era algo difícil en ella.

-¿Una misión? ¿Ahora? –se quejó, levantando una ceja, sus manos se encontraba debajo de su cabeza y una de las piernas cruzada sobre la rodilla de la otra. Era la imagen de la pereza.

-Sí. Freude y Jeianne nos están esperando. ¡Así que vamos! –haciendo un gran esfuerzo, la chica intentó arrastrarle, pero no consiguió moverlo ni un centímetro-. ¿Se puede saber cuanto pesas?

-Hace tiempo que no lo miro, pero probablemente más de cien kilos. ¿Por qué?

-No... por nada... –respondió ella, decidiendo rendirse y apoyando su nuca sobre su hombro para recuperar un poco el aliento.

-¿Estás cómoda? –preguntó Vier.

-Sí...

-Sabes que así sólo vas a retrasarme más, ¿verdad?

-Deja que descanse un poco y ahora vamos.

 

Finalmente, se encaminaron hacia el centro de trabajo, donde se les asignaban las misiones a los miembros de Yohei Gakko.

-Mm... –Vier se desperezó mientras tanto, llevándose la mano a la boca para tapar un gran bostezo.

-Sé que no hace mucho de la última misión, pero no deberías tomarte las cosas con tanta calma.

-Me conviene estar lo más despierto posible para la acción. Al fin y al cabo, yo soy el que conduce, y no creo que queráis acabar estrellados contra una roca.

-Cuanto más duermas, más sueño tendrás.

-¿En serio? Yo creía que funcionaba al revés.

-Dormir mucho también es malo.

-Bah, no te preocupes tanto, Aqua.

-Claro que me preocupo. Llevamos dos años siendo compañeros de equipo, ¿cómo no me voy a preocupar?

 

Vier la miró en silencio y suspiró. Acto seguido puso una mano sobre su cabeza.

-Vale. Lo que tú digas.

 

Al cabo de un rato, llegaron al centro, donde sus otros dos compañeros les estaban esperando.

 

El chico se llamaba Freude, pelo rizado y castaño hasta el cuello, cejas ligeramente pobladas y ojos verde oscuro. Era de altura considerablemente menor que la de Vier, algo no muy difícil; de complexión media y musculatura ligeramente marcada. Solía ser el más sociable del grupo y el que mantenía arriba los ánimos.

 

En cuanto a la chica, Jeianne, era la líder del grupo. Normalmente serena, inteligente y carismática. Una de las mejores de su promoción. De cabello entre castaño y rubio, largo y recogido en una coleta, ojos pequeños e iris azul marino, delgada y, al igual que Freude, de musculatura ligeramente marcada. Al llegar Vier y Aqua, no dudó en mostrarse molesta por su tardanza.

-Llegáis a tardar un poco más y os hubiese puesto a hacer flexiones.

-Tampoco hubiese sido para tanto –contestó Vier, despreocupadamente.

-Puede que para ti no, pero seguro que no te hubiese gustado que Aqua pagase por ti.

-Repito: tampoco hubiese sido para tanto.

-¡Hey! –se quejó Aqua.

-Vamos, vamos, chicos. Tengamos la fiesta en paz. Lo importante es que ya estamos todos aquí. Venga, nos están esperando.

 

Así pues, se situaron frente a una mesa detrás de la que se encontraba una mujer tecleando algo en un monitor.

Al levantar la vista y darse cuenta de su existencia, cogió algo de uno de sus cajones, lo miró para asegurarse bien y lo dejó encima de la mesa.

-Se ha conseguido información sobre una organización que está negociando con el imperio para venderles Radiar. Vuestra misión será eliminar a dicha organización y traer el Radiar hasta aquí. En los documentos tenéis los detalles sobre lugares que suelen frecuentar, número de miembros, etc.

-Mm... –Jeianne observó rápidamente las hojas que les habían sido entregadas- Parecen muchos, ¿no sería mejor realizarla entre varios grupos?

-Por desgracia, actualmente no existen otros grupos disponibles. Y si esperamos demasiado, las negociaciones finalizarán. No os obligaremos a coger la misión, pero ya os imagináis cuales serán las consecuencias si se deja pasar.

-No importa. Lo haremos. Al fin y al cabo, no hay ningún usuario de Radiar entre ellos –concluyó la chica.

-De acuerdo. Una vez os hayáis preparado. Coged un vehículo y notificad vuestra salida.

 

-¿Y bien? ¿Qué crees que deberíamos llevar, Jeianne? –preguntó Vier.

-Pues habrá que ir a por provisiones, teniendo en cuenta que tardaremos casi una semana en llegar a su zona de acción. Por lo demás, preparad en vuestros teletransportadores las armas que vayáis a necesitar.

-Paso. Ese chisme me molesta. Prefiero ir a puño limpio –declaró Vier.

-Como quieras –continuó Jeianne-. Por desgracia, no todos somos unos brutos como tú. En fin, la idea es marcharnos lo antes posible. Será recomendable que también reservemos un vehículo.

-¿Para qué? Nos han dicho que no hay más equipos disponibles.

-Pero nada nos asegura que uno o varios de ellos vuelvan hoy y les encomienden otra misión. Y luego no quiero quejas del tipo “a este vehículo le falla el freno” o “¿quién es el idiota que le ha cambiado las ruedas?” –dijo la líder mientras miraba fijamente a Vier.

-¿Tenía razón o no? –se encogió de hombros el joven mientras a Freude y Aqua se les escapaba la risa.

-¡A callar! –tras un largo suspiro, Jeianne prosiguió- Freude y yo iremos a por las provisiones. Aqua y tú encargaos de reservar el vehículo. Así, si pasa algo, será cosa tuya.

-Sí, mamá.

 

-¿De qué te ríes? –preguntó Vier a su compañera mientras se dirigían al garaje: un área subterránea donde se encontraban y recibían mantenimiento todos los vehículos utilizados para las misiones. Puesto que había un gran número y no siempre se utilizaban, por lo general, no existía problema a la hora de hacerse con uno, sin embargo, los conductores más expertos siempre se llevaban los que mejor se adaptaban a su estilo. Algo con lo que Vier era bastante exigente.

-¡Has cambiado! –comentó Aqua, alegremente.

-¿Cambiado?

-Sí. Antes mantenías las distancias con nosotros. Apenas hablabas o discutías. Ahora no te cortas en decir lo que piensas.

 

El chico se mantuvo en silencio. Era cierto que cuando empezó a trabajar con ellos, apenas daba su opinión o participaba en sus conversaciones. Al fin y al cabo, no eran los primeros con los que formaba equipo. Había estado en más, pero no había logrado encajar en ninguno.

 

Cuando entró en ése, pensó que acabaría como los demás, así que dejó de esforzarse en intentar formar lazos. ¿De que iba a servir?

Pero, puede que Aqua tuviese razón y que con el tiempo hubiese bajado la guardia.

-Me pregunto por qué –dijo en voz alta.

-Eso es porque nos ves como tus amigos –indicó ella.

-Amigos... No. Ésa es una palabra con demasiado peso.

-Lo que pasa es que no quieres admitirlo.

-Ya. Lo que tú digas...

 

Finalmente llegaron al garaje. Allí, divisaron a un chico arreglando el motor de uno de los vehículos. Éste llevaba el pelo alborotado y tanto ropa como piel, sucios.

 

El sonido de los pasos de ellos dos le hizo darse cuenta de su presencia.

-¡Hola, Vier! –saludó animadamente-. ¡¿Te vas de viaje?!

-Hola, J.D. ¿Sabes si queda alguno de los buenos que pueda reservar para mañana?

-Buenos, lo que se dice buenos, diría que no quedan. La mayoría los cogieron hace un par de semanas. Sin embargo, hay un par decentes en el emplazamiento nº 2.

-Volvamos –sugirió Vier a Aqua, dando media vuelta. Las manos de la chica se agarraron a uno de sus brazos.

-¡Oh, vamos! ¡No seas así! –suplicó ella.

-Ya le has oído. No queda ninguno de los buenos. Si voy a tener que conformarme con uno mediocre, prefiero que vayamos a pata.

-¡A pie vamos a tardar mucho! ¡Por favor, Vier!

-Ah... De acuerdo, veremos que hay –accediendo, se encaminaron hacia el emplazamiento nº 2, uno de los tantos en los que se dividía aquel garaje y permitía moverse por él de manera más sencilla.

 

-Mm... Este motor es demasiado antiguo. ¿Y desde cuando hace que no le cambian las ruedas?

-¿En serio tienes que revisarlos tanto? –preguntó Aqua, quien no entendía la diferencia entre uno y otro. Para ella, todos eran iguales.

-El revisarlos tanto o no, puede marcar la diferencia entre que nos deje o no tirados en mitad de los yermos. Eso y que me permita acelerar a fondo.

-La segunda parte me la creo más que la primera –dijo ella con una sonrisa irónica.

-En fin, este valdrá –siguiendo con su tema, Vier eligió uno- Ve a hablar con J.D. y dile que queremos reservar el nº 22302.

-A la orden.

 

Una vez hubieron terminado, se reunieron de nuevo con sus otros dos compañeros, quienes traían las provisiones, las cuales fueron cargadas en el vehículo que habían reservado.

-Bueno, pues ya tenemos lo más importante –dijo Jeianne espolsándose las manos-. Como siempre, los objetos personales que os llevéis deben ser reducidos al mínimo y más necesarios. Nada de cargamento que pueda influir negativamente en la misión y retrasarnos de alguna forma. ¿Queda claro?

-Sí –respondieron los demás.

-Si es así, nos reuniremos mañana a las 6:00 en este mismo lugar para comenzar el viaje. Descansad bien hasta entonces.

 

Aquella noche un recuerdo vino a la mente de Vier mientras dormía. En él, se encontraba frente a sus compañeros actuales, justo en el momento en que se conocieron. Su forma de actuar era reservada. Más que nada por la fama que le había dado el escaso tiempo que había pasado con otros grupos. Incluido el primero en el que estuvo, y que fue formado con sus supuestos amigos de la escuela.

 

Si no conseguía adaptarse a alguno de ellos, le tocaría realizar misiones en solitario. Aunque, dado el número de fracasos que había tenido, francamente ya le daba igual.

 

Basándose en eso, esperaba que sus nuevos compañeros lo tratasen con frialdad. Por lo menos, le quedaba el consuelo de que no se trataba de un equipo cuyo miembro faltante hubiese muerto en combate. Lo que hubiese supuesto abandonarlo en menos de una semana, debido a la incomodidad que ello provocaría.

 

Cual fue su sorpresa cuando una de las chicas que tenía delante se acercó a él y le tendió la mano. Parecía débil y enfermiza. Le hacía preguntarse cómo alguien así podría haber llegado siquiera a graduarse. Sin embargo, la sonrisa que le mostró no era falsa, no intentaba fingir buena educación para acabar con aquella situación de inmediato. Daba la sensación de que en verdad quería trabajar con él.

De hecho, aquella iniciativa dio lugar a que los otros dos la siguiesen y se presentasen.

 

No. Los humanos no son así. Incluso si todo empieza bien, al final las relaciones acabarán por deteriorarse y se separará de ellos. Lo mejor es no estrechar lazos, no hacer amigos. No querer a nadie. Alguien como él había nacido para estar solo...

 

A la mañana siguiente, el equipo volvió a reunirse junto al vehículo reservado. Tras unas pequeñas comprobaciones, se montaron en él y Vier arrancó el motor, emprendiendo el viaje por un túnel del garaje subterráneo que desembocaba en una de las salidas de Yohei Gakko.

-No aceleres a lo loco –avisó Jeianne, en el asiento del copiloto. Freude y Aqua ocupaban los asientos traseros.

-Ya sabes como soy. Además, si queremos llegar antes, tendremos que ir rápido.

-Sí pero, a ser posible, me gustaría llegar viva.

-Somos guerreros armados. Podremos aguantar un par de golpes.

Aqua, Freude y Jeianne se miraron llenos de preocupación.

 

Entonces, el vehículo se detuvo frente una puerta, que se abrió automáticamente, mostrando un paisaje poco alentador.

Las nubes dominaban el cielo. No se divisaban árboles ni plantas, salvo algún que otro matojo. De vez en cuando, un rayo de luz alumbraba la tierra careciente de vida y montañas y rocas que luchaban contra el viento para no acabar erosionadas y convertidas en arena.

-Allá vamos –dijo Vier antes de pisar a fondo el acelerador.

 

El viaje duró más o menos lo que habían previsto, cosa que alegró bastante a Jeianne. Justo cuando se encontraban a un par de kilómetros de una de las zonas frecuentadas por su objetivo, la líder sacó un mapa y se lo enseñó a los demás.

 

Éste pese a estar hecho a mano, había sido bien dibujado, probablemente por algún otro miembro o equipo de Yohei Gakko. En él, se podían observar algunos pequeños pueblos y agrupamiento de casas que todavía no pertenecían al imperio, aunque la mitad de ellos figuraban como abandonados por sus habitantes, por lo que actualmente serían sólo ruinas sin nadie viviendo en ellas. Pese a ello, una de esas ruinas formaba parte de las zonas utilizadas por la organización como refugio. Otras de ellas era uno de los pueblos habitados.

 

-A ver. Según los datos que tenemos, hay mayores probabilidades de que se encuentren en las ruinas deshabitadas. Al parecer, su estancia en el otro pueblo es para abastecerse de provisiones y otros recursos, ya que éste se encuentra cerca de un pequeño oasis –explicó Jeianne.

-¿Sabe el pueblo sobre ellos? –preguntó Freude.

-No han notado nada sospechoso al respecto, por lo que podemos asumir que ni les están prestando ayuda ni tampoco están siendo extorsionados –respondió la líder.

-Es decir, que han intentado pasar desapercibidos por todos los medios y pese a ellos les hemos cazado. O ellos no han sido muy competentes o los de Yohei Gakko lo son demasiado –comentó Vier.

-Quiero pensar que las dos cosas –añadió Jeianne.

-¿Entonces qué hacemos? –preguntó Aqua.

-Lo mejor será arriesgarnos e ir a por las ruinas. Dividirnos no sería muy sabio dado su gran número. Además dudo que si fuésemos al pueblo habitado encontrásemos a muchos de ellos. Seguramente sólo envíen a unos pocos para el abastecimiento. En base a esto, apostaremos por la opción con mayores probabilidades –dijo Jeianne-. Tenemos el lugar donde están instalados: una construcción que antes servía como ayuntamiento. Es de las que mejor conservada está. Lo malo es que no sabemos dónde esconden el Radiar. Ni siquiera si está ahí dentro o en otro sitio. Sugiero que capturemos a uno de ellos y le obliguemos a decirnos dónde lo tienen almacenado. Una vez aseguremos el Radiar, los mataremos. Habrá que actuar con sigilo.

-¿No sería mejor irrumpir ahí y cargárselos a todos? –aconsejó Vier.

-¡¿Estás loco?! Bueno, no sé de que me sorprendo –la líder del grupo dejó escapar un suspiro-. No sabemos de lo que son capaces de hacer estando acorralados. Es posible que utilicen el Radiar para atacarnos, lo que mandaría nuestro objetivo al garete.

-Pues los matamos igualmente. ¿Dónde está el inconveniente?

-En fin –prosiguió la chica, ignorando a su compañero-, que tanto para descubrir donde guardan el Radiar como para matarlos habrá que actuar sin que se den cuenta. ¿Queda claro?

-¡Sí! –contestaron todos al unísono.

-¿Queda claro? –volvió a preguntar, esta vez mirando directamente a Vier.

-Que sí, que sí. Ni siquiera tú me oirás venir.

-Muy bien. En marcha.

 

Tras la reunión estratégica, volvieron a montarse en el vehículo y se acercaron un poco más a las ruinas. Después, dejaron el coche a una distancia prudencial que les permitiese tenerlo cerca en caso de emergencia y al mismo tiempo no llamar demasiado la atención.

 

Una vez fuera del vehículo, Vier se dirigió a la parte de atrás del mismo y activó un mecanismo que dio lugar a la aparición de una plataforma plana y metálica, la cual se extendió desde la parte baja del parachoques trasero hasta alcanzar una forma rectangular de unos ocho metros de largo y cuatro de ancho. Cuando hubo alcanzado esa extensión, cuatro paredes, correspondientes a los cuatro lados del polígono, se alzaron hasta alcanzar otros cuatro metros de altura. Acto seguido, se acercó al maletero y sacó dos ruedas que encajó fácilmente en la parte de atrás de la base, dando así lugar a un remolque.

-¿Crees que cabrá aquí todo el cargamento? –preguntó Vier.

-Si no es así, habrá que esconder lo que sobre en un lugar seguro y grabar sus coordenadas en el teletransportador para hacerlo aparecer una vez estemos allí –dijo Jeianne.

-Ya os lo dije, un trasto inútil.

-¡No le pidas imposibles! ¡El teletransportador necesita analizar la materia para guardar su estructura antes de teletransportarla! ¡De lo contrario intentaría trasladar toda materia que se encuentre en las coordenadas en las que se encuentra el objeto, lo que produciría un error!

-Pues por lo menos podríais haber analizado las raciones y así no tendríamos que haberlas llevado como cargamento.

-Para teletransportar algo, la materia se descompone y vuelve a tomar forma en el espacio indicado por el usuario. Al volver a formarse, nunca presenta exactamente la misma composición, sino que presenta un deterioro, motivo por el que es recomendable no hacerlo con materia orgánica como la comida si no quieres que te sepa a rayos o incluso pierda su valor nutritivo.

-Ésa es la misma mecánica por la que no se puede realizar teletransportaciones en seres vivos. Los matarías –añadió Aqua.

-De acuerdo, no se hable más –sentenció Vier levantando las manos.

 

Ya dentro del pueblo, decidieron moverse por pequeñas calles, cubriéndose con el cemento que formaba las ya deterioradas casas.

 

Al igual que el ayuntamiento, había otras que se encontraban en buen estado, teniendo en cuenta la situación general que había causado su abandono.

-¿Desde cuando llevará este sitio así? –preguntó Aqua entre susurros. Por encima de una de las paredes casi derruidas, llegó a divisar lo que parecía un salón con una mesa de madera carcomida en el centro y un jarrón medio roto sobre ella; una coqueta enfrente de ésta, al lado de un espejo falto de cristal; y una estantería que en otra época había tenido más estantes que los dos que se observaban.

-Diría que desde hace bastante. Sus habitantes probablemente se marcharon para buscar hogar en alguna de las potencias. Al fin y al cabo, no es raro que estos pueblos terminen en mitad de algún conflicto sin comerlo ni beberlo –indicó Freude.

-Es horrible –expresó Aqua, tristemente.

-Es el día a día –contestó su compañero.

 

-Ya hemos llegado –indicó la líder del equipo.

Desde su posición, vislumbraron una construcción de cemento y ladrillo, con algunos vestigios de cerámica. Se erigía formando dos pisos, cubiertos por un techo que había sido destruido en un 25% aproximadamente, y lo suficientemente espacioso como para haber servido, en su tiempo, para reuniones entre sus habitantes.

 

-No hay nadie junto a la entrada –dijo Aqua.

-¿Creéis que nos han visto venir y se han escondido para tendernos una emboscada? –preguntó Freude.

-No. Me he asegurado de ello. No nos han visto entrar en el pueblo –aseguró Jeianne.

-¿Entonces? –cuestionó Vier.

 

-Es posible que no hayan dejado vigilancia en las afueras para evitar ser descubiertos –sugirió Jeianne.

-Entrar por la puerta principal sería muy arriesgado. ¿Viene alguna otra entrada en la información que nos dieron? –preguntó Freude.

-Nada –negó la líder-, por lo que la mejor idea que se me ocurre es probar por arriba.

-¿No crees que ellos ya habrán pensado en eso? –preguntó Vier.

-Sí, pero desde ahí al menos tendremos una visión de los que hay dentro. Y ante cualquier trampa, Freude se encargará de desarmarla.

-Contad conmigo –dijo Freude.

 

Finalizada la conversación, decidieron dar un rodeo al ayuntamiento, manteniendo la distancia mientras continuaban escondidos tras las casas cercanas.

 

Vigilando que no hubiese personas a su paso, salieron de su escondite y corrieron sigilosamente hasta situarse cerca de la pared trasera de la edificación, desde la que saltaron al techo. Sus habilidades como guerreros armados de Yohei Gakko, le permitieron alcanzar su objetivo sin problemas, aterrizando mediante una voltereta para intentar minimizar el ruido.

 

Desde su nueva posición, pudieron observar varias habitaciones. Algunas de ellas debían de haber sido utilizadas como despachos, dado los escritorios de madera roída y vieja y las estanterías llenas de polvo y hojas amarillentas. También había un aseo con váteres y lavabos medio rotos, y lo que, dedujeron, en su tiempo había sido una sala de reuniones, con algunas sillas escampadas por el suelo y un panel, en otra época, blanco, utilizado para proyecciones. Todas las habitaciones daban a un pasillo que formaba un cuadrado entorno a un hueco desde el que se podía ver el piso de abajo. Anteriormente, una barandilla había servido para evitar caerse a dicho piso, pero ésta había desaparecido. Por lo menos, hasta donde podían ver.

 

Había un par de hombres en la zona del pasillo que les era visible. Uno estaba sentado junto a la pared y bostezaba de vez en cuando. El otro, caminaba y se paraba a tiempos irregulares, manteniéndose vigilante. Ambos llevaban rifles de asalto en sus manos.

-Si alguno de ellos entra en una de las habitaciones, puedo noquearlo sin que se den cuentas –murmuró Aqua.

-Mm... Para eso necesitaríamos o que vaya por voluntad propia o atraerlo hasta allí –dijo Jeianne.

-¿Y si lanzamos algo que haga ruido en una de las habitaciones? –sugirió Freude.

-De esa forma atraeríamos a más de uno –dijo Vier-. Pero, se me ha ocurrido algo que podríamos intentar, dada la puntería de Aqua...

 

Se estaba hartando. Mientras él vigilaba que nadie entrase, su compañero cabeceaba junto a la pared. ¿Qué pensaba hacer si alguien atacaba a la organización en ese momento?

-¡Oye, ¿es que vas a pasarte ahí todo el día?! –le preguntó.

-Tranquilízate, tío. No va a venir nadie. E incluso si viniesen, somos muchos aquí. Podríamos con ellos.

-¡Deja de confiarte tanto!

-Ah, eres un pesado.

 

Molesto, se incorporó, levantando las manos para calmar a su compañero, en señal de que iba a volver al trabajo, y se espolsó la chaqueta que llevaba, llena del polvo.

 

Negando con la cabeza, el primero de los dos continuó con su quehacer cuando, de repente, un pequeño objeto golpeó su cuello por la parte trasera.

 

Llevándose la mano a la zona afectada, dio media vuelta. La sensación había sido como la de una piedrecita, algo minúsculo pero lanzada con la suficiente fuerza como para escocerle.

-¡Eh! ¡¿Me has tirado algo?! –preguntó, dirigiéndose a su vago compañero.

-¡¿De qué hablas?! ¡Oye, mira, ya estoy de pie! ¡No te inventes cosas para echarme marrones encima!

Aunque no muy convencido, decidió dejarlo estar, sin embargo, al girarse de nuevo, notó otro golpe de igual envergadura.

 

-¡En serio...! –cuando se disponía a regañar a su compañero, se dio cuenta de que éste se encontraba en un ángulo que hacía imposible que le hubiese acertado justo detrás del cuello. De hecho, puede que estuviese loco, pero tenía la sensación de que la piedra se la habían lanzado desde uno de los despachos.

 

Así pues, levantando su arma, se dirigió a la habitación. Despacio y con desconfianza. Espero unos segundos antes de entrar e irrumpió de golpe, apuntando a su alrededor.

 

Nada. No veía nada que le llamase la atención. ¿Se lo había imaginado? Si era así, odiaría tener que disculparse. Menos mal que no había dicho nada. De lo contrario, habría quedado en ridículo.

 

Volvió a acariciarse la zona afectada y, encogiéndose de hombros, se dispuso a salir de allí cuando algo oscureció su visión y le inmovilizó. Intentó gritar, pero una mano le tapó la boca. Instantes después, sus pies había dejado de tocar el suelo. Al parecer, su secuestrador lo llevaba a otro lugar saltando de un sitio a otro.

 

-¡Bueno, ya está! –dijo Jeianne, quitándole la bolsa con la que le habían cubierto la cabeza, no sin antes atarlo de pies y manos.

-¡Socorro! ¡Ayudadme! –fue lo primero que gritó el soldado cuando le hubieron liberado la boca.

-Lo siento. Nos hemos asegurado de estar lo suficientemente lejos como para que nadie te escuche –declaró Vier- Por cierto, buen trabajo, Jeianne y Aqua.

Ambas asintieron con sonrisas orgullosas, la segunda sonrojándose ligeramente. Tras esto, la primera se dirigió al hombre secuestrado.

-Bueno, vayamos al grano. Sabemos que tenéis un cargamento de Radiar. Queremos que nos digas donde está. Te prometemos que, si lo haces, te dejaremos vivir.

-¡¿Quiénes sois?! ¡¿Sois del imperio?! ¡Malditos traidores, queréis quitarnos el material y no pagar por él! ¡Es eso, ¿verdad?! –exclamó el hombre.

-Parece que no confiáis mucho en vuestros propios clientes –bromeó Freude.

-Dejémonos de rollos de identidades. Responde a su pregunta o empiezo a romper huesos –amenazó Vier.

-¡No tienes pelotas!

-¡Oh! ¡¿Quieres apostar?! –desafió Vier, quien se situó detrás de él y, sin miramientos, fracturo uno de sus dedos.

-¡Aaaaah! –gritó de dolor el hombre, tratando de mover sus piernas, sin éxito.

-¡¿Quieres que siga?! ¡¿Eh?! ¡Dinos donde está el Radiar! –exclamó Vier, obteniendo el silencio como respuesta.

 

Otro crujido se escuchó poco después, seguido del grito de dolor del soldado, quien acababa de perder otro de sus dedos.

-¡Recuerda que tienes 18 dedos más si contamos los de los pies! ¡Desde ahí, continuaremos hacia arriba, si sabes a lo que me refiero...!

-¡Vale! ¡Vale! ¡Os lo diré! ¡Pero no sigas, por favor! –suplicó el hombre.

-Te escucho –dijo Jeianne.

-El Radiar se encuentra en un almacén debajo del primer piso del ayuntamiento.

-Eso es muy vago. Necesitamos más información –ordenó la líder.

-¡Pero...! –en el momento en que intentó replicar, sintió cómo Vier cogía otro de sus dedos- ¡Vale! ¡De acuerdo! El acceso al sótano está en el segundo despacho a la izquierda, nada más entrar por la puerta principal. Justo debajo de un sillón con el respaldo roto.

 

Después de revelar la posición, miró a los dos secuestradores que tenía delante: Freude y Jeianne; comprobando sus expresiones para cerciorarse de si estaban satisfechos con su respuesta. Aunque, sin duda alguna, quién más miedo le generaba era el chico situado detrás de él, esperando cualquier paso en falso para dejarle sin dedos.

-Bien, ya tenemos el lugar, pero seguimos con el problema de cómo entrar pasando desapercibidos –comentó Jeianne-. Lo único que se me ocurre es que creemos un pequeño túnel para llegar por debajo.

-¿Y cómo sugieres que...? –empezó a decir Vier, pero se vio interrumpido cuando los ojos de la chica se posaron en él- ¡No, no, no! –negó con rotundidad.

-Eres el único con la fuerza bruta suficiente como para hacer algo así en poco tiempo. E incluso sin herramientas.

-¡Estoy harto de ser la mano de obra!

-Es eso o entrar y matarlos a todos.

-Pues lo de matarlos no estaría mal.

-Sabes que lo he dicho por decir

-¡Pues ahórratelo entonces!

-¡Vamos, chicos! ¡Calmaos! –Freude intentó apaciguar un poco la discusión entre Jeianne y Vier.

-Vamos, Vier, sabes que los planes de Jeianne suelen salir bien. Haz lo que dice, por favor –pidió Aqua.

Tras un largo suspiro, Vier aceptó.

-¡Pero no pienso ser quine cargue con éste! –replicó, señalando al secuestrado.

-¡Espera! ¡¿No vais a soltarme?! –se sorprendió el aludido.

-¿Eres idiota? –preguntó Jeianne- No sabemos si nos has mentido. Además, quizás tengas algún uso como rehén. Aunque, por lo que he visto antes, no parece que os llevéis muy bien entre vosotros.

-¡No! ¡Soltad...! –sus gritos fueron interrumpidos por Vier, quien introdujo algo en su boca, para después volver a introducir su cabeza en la bolsa.

 

Tiempo más tarde, el grupo de cinco se encontraba cerca de la pared izquierda del ayuntamiento.

-Si empezamos más o menos por aquí, y seguimos en línea recta, deberíamos llegar hasta el sótano. Siempre y cuando no nos haya mentido –explicó Jeianne.

-Ugh, qué pereza... –se quejó Vier, acercándose a la zona señalada por la chica.

-Menos quejarse y más trabajar –respondió ella.

-¡Si, señor! –se burló el chico, realizando un saludo militar con el que hizo reír a Aqua.

 

Así pues, clavando los dedos en tierra como si se tratase de plastilina, empezó a apartar bloque de tierra tras bloque de tierra hasta que, a los pocos minutos, ya había cavado un hoyo lo suficientemente grande como para que cupiesen los cinco.

 

Una vez abajo, continuó excavando en línea recta, dibujando un camino recto, corto e irregular, hasta que chocó contra un material algo más duró que la tierra.

-Parece que es aquí –les dijo a los demás.

-Muy bien. ¿Freude?

-¡Enseguida!

 

Siguiendo las órdenes de Jeianne, el chico hizo aparecer, mediante el teletransportador, un aparato con el que pretendía abrir un hueco en la pared del sótano. Éste utilizaba un láser de plasma. Lo suficientemente fuerte como para cortar limpiamente el hormigón y dejar un espacio por el que pudiese pasar una persona.

 

De esta forma, el grupo fue entrando uno tras otro al interior de habitación, ahora más iluminada por la luz del día que atravesaba el reciente agujero, no sin que antes Freude comprobase la existencia de alguna trampa, pues su especialidad se basaba en la inutilización y puesta de éstas.

 

A primera vista, pudieron vislumbrar una serie de cajas cerradas, acumuladas en los laterales del sótano. Después de que Aqua alumbrase más la cámara gracias a una linterna que acababa de teletransportar, el número de éstas que fueron capaces de ver se incrementó, ocupando como dos tercios de aquel almacén.

-Tienes que estar bromeando, Vamos a tardar un buen rato en llevar todo esto hasta el vehículo –se quejó Vier.

-Por el momento, las esconderemos dentro de una de las casas más cercanas. Después de acabar con todos, ya veremos cómo nos lo montamos –indicó Jeianne.

 

En base a ello, los cuatro comenzaron a trabajar. Las cajas no es que fuesen muy pesadas. Y el hecho de tener en el equipo a alguien como Vier ayudaba bastante a agilizar el proceso. Por supuesto, el miembro al que habían secuestrado fue dejado previamente en un rincón de la habitación, donde poco podía hacer además de sus vanos intentos por desatarse.

 

Pese a todo, les iba a llevar bastante tiempo sacar el Radiar, y existía la posibilidad de que el resto de la organización apareciese durante el proceso. De hecho, precisamente, fue esto último lo que ocurrió.

 

Justo cuando apenas quedaban un par de cajas por esconder, llevadas por Vier. La puerta de la entrada se movió ligeramente.

 

Por supuesto, habían sido lo suficientemente cuidadosos como para bloquear la puerta, pero eso no iba a evitar que se diesen cuenta de que algo no iba bien.

-¡Corre, Vier! –exclamó Aqua.

-¡Voy!

 

Vier se dirigió hacia el hueco, donde ya le esperaban el resto de sus compañeros. Una vez fuera, Jeianne le dio una orden a Freude.

-¡Ahora! ¡Hazlo!

 

Apretando el botón de un mecanismo que tenía en la mano, el chico provocó una explosión en el sótano justo cuando los otros miembros consiguieron forzar la puerta. La onda expansiva y el fuego se propagaron lo suficiente como destruir el techo y llegar hasta las zonas del primer y segundo piso que se encontraban justo arriba.

 

El motivo de ello había sido que, mientras recogían el Radiar, Freude había dispuesto explosivos en varias partes de la habitación. Ello no causaría una explosión muy grande, pero teniendo en cuenta  lo viejo que estaba el edificio, los daños serían mayores.

 

Debido a esto, los miembros de la organización más alejados del foco, se vieron obligados a salir fuera. Sin embargo, allí les esperaba Aqua, quien, a una distancia prudencial, y con su rifle en posición, comenzó a disparar conforme asomaron sus cabezas, dándoles muerte. Y es que si algo caracterizaba a la chica, era su increíble precisión. De hecho, era eso lo que había permitido que una simple piedra rebotase en ángulos difícilmente imaginables, logrando hacerle pensar al hombre que habían capturado que alguien se la había lanzado desde el despacho.

 

Hubieron algunos que lograron escapar de los disparos utilizando a sus propios camaradas como escudos, no obstante, fueron fácilmente eliminados por las dos espadas de Jeianne, cuya velocidad, además de haber conseguido retirar al hombre secuestrado sin que nadie se diese cuenta, le permitió escabullirse entre sus adversarios, quienes murieron sin conocer a su asesina.

 

La batalla no duró mucho. Cada miembro de la organización fue derrotado con apenas dificultades, dejando una montaña de cadáveres que Aqua miró con tristeza mientras bajaba su arma.

-Esta es la parte que menos me gusta. No termino de acostumbrarme –se sinceró la joven, al tiempo que una mano se posaba sobre su hombro.

-Piensa que, si no fuese por nosotros, muchas más personas morirían –dijo la voz de Vier, a su lado-. Puede que algún día, nadie tenga que volver a matar.

-Eso espero –contestó Aqua.

-Venga, chicos, hora de llevar las cajas al vehículo y volver a casa –dijo Jeianne, dando unas palmadas.

-Estoy deseando descansar, por fin –dijo Vier.

-¡Si tú apenas has luchado! –se quejó la líder del grupo.

-¡¿Se te olvida quien ha hecho el agujero y ha cargado con la mayoría de las cajas?!

Y con esta animada discusión, los cuatro se encaminaron hacia las afueras del pueblo llevando parte del cargamento.

 

Fue cuando llegaron al lugar donde debía de estar el vehículo que se dieron cuenta de que había desaparecido.

 

La situación hizo sonar todas sus alarmas internas, reuniéndose espalda con espalda mientras vigilaban su alrededor. En el suelo habían quedado las cajas de Radiar, cuya prioridad había pasado a un segundo plano.

 

No hubo mucho tiempo para reagruparse, pues una bala apareció desde detrás de una de las rocas cercanas, dirigiéndose a Jeianne. Ella no pudo verlo ya que se encontraba en su punto ciego, pero, por suerte, Freude sí, abalanzándose sobre la chica justo en el último segundo para evitar el impacto. A su vez, Vier reaccionó golpeando el suelo, provocando que un muro de tierra se levantase frente a los dos caídos, tratando así de proporcionarles cobertura.

 

Por otro lado, numerosos hombres hicieron acto de presencia desde varios puntos cercanos, formando un círculo con el equipo en el centro. Algunos llevaban armas blancas, y otros, armas de fuego. Aqua comenzó a dispararles, pero sus balas no consiguieron dar en el blanco. Que sus enemigos tuviesen los suficientes reflejos como para esquivar sus ataques sólo podía significar una cosa.

-¡Son usuarios de Radiar! –advirtió Aqua.

-¡¿Qué?! ¡¿No se suponía que no había ningún usuario de Radiar entre ellos?! –se sorprendió Vier mientras intentaba cubrirse de los disparos. Al mismo tiempo, Jeianne y Freude se levantaban y atacaban a los más avanzados.

-¡No lo entiendo! ¡En la información que nos dieron ponía eso! –exclamó la líder del grupo, consiguiendo deshacerse de uno de ellos y chocando armas contra otro.

-¡¿De verdad creíais que no teníamos ningún as en la manga?! –una voz respondió a sus preguntas. Se trataba de un hombre de treinta y pocos, pelo moreno y alborotado, bastante corpulento y con ropajes sucios y algo rotos. Por la sensación que transmitía, debía de tener un puesto alto dentro de la organización-. ¡Malditas ratas! ¡Os coláis en nuestro territorio! ¡Destruís nuestro asentamiento! ¡Nos robáis! ¡Y encima pretenderéis que no haya consecuencias!

 

Sus compañeros corroboraron sus palabras con gritos de ira.

-¡Lo primero será capturarlos vivos! ¡Luego recogeremos todo el Radiar que nos han robado, y por último, los torturaremos hasta la muerte! –gritó el hombre.

 

Mientras tanto, Vier golpeó a uno de ellos, estampando su cabeza contra el suelo. Acto seguido esquivo el disparo de otro e introdujo su mano derecha en el suelo, levantando un trozo de tierra, del tamaño de una cabeza humana, con el que golpeó su estómago.

 

Fue en ese momento, cuando una especie de fantasma apareció ante él. Era casi transparente, distinguiéndose únicamente la tenue silueta de una persona sin rostro.

 

Aunque no le atacó, su presencia provocó que alzase la guardia contra él, lo que fue aprovechado por otros miembros de la organización para atacarle desde otras localizaciones, pillándole desprevenido y recibiendo varios cortes en sus extremidades.

-¡Maldita sea! –se quejó Vier, retrocediendo, a la vez que contraatacaba y se reunía con Jeianne.

-¡Deben de haber venido del otro pueblo! ¡El que está habitado! ¡Pero no encuentro explicación a cómo nos han descubierto! –exclamó la joven mientras se deshacía de otro de ellos.

-¡Creo que lo acabo de descubrir! ¡Uno de ellos es un nigromante! ¡Debió de invocar algún espíritu que vigilase la zona y éste le informó de lo que estaba pasando! –explicó Vier, levantando de nuevo otro muro de tierra, ligeramente más pequeño que el anterior, para protegerse.

-¡Son demasiados! ¡Tenemos que escapar! –exclamó Aqua.

-¡¿Y qué hacemos con el Radiar?! –preguntó Vier.

-¡No nos queda más remedio que abandonarlo! ¡Una vez fuera de su alcance ya pensaremos en alguna estrategia para recuperarlo, pero por ahora, lo mejor será huir! –respondió Jeianne.

 

Pese a no estar de acuerdo, Vier no tuvo más remedio que hacerles caso.

-¡Yo me encargo de la retirada! –dijo Freude mientras hacía aparecer dos bombas de humo y las lanzaba a cada lado del grupo.

 

Un manto de un color gris intenso se extendió rápidamente por el campo de batalla. Evidentemente, esto no sólo afectaba a la visión del enemigo sino también a la suya propia. Por suerte, Freude estaba acostumbrado a ello y sabía perfectamente que camino tomar para que los cuatro escaparan sin problemas. O así habría sido normalmente.

 

-¡Por aquí! –guió el chico a sus compañeros, llegando hasta una zona más despejada. Fue entonces cuando se encontró de frente con el hombre de pelo alborotado de antes, quien sujetaba una pistola con la que apuntaba a la frente de Freude.

-¡¿De verdad pensabais que podríais despistarme?! –dijo justo antes de apretar el gatillo, de manera que la bala atravesó el cráneo del joven.

 

El momento fue vivido a cámara lenta por el resto del equipo. El cuerpo sin vida de Freude cayendo de espaldas a tierra. Todavía podía observarse su expresión de sorpresa ante la inesperada aparición.

 

El shock se apoderó de ellos durante unos instantes, tras los que hubo diversas reacciones. En el caso de Aqua, su arma se le escapó de las manos, temblorosas al igual que todo su cuerpo. Jeianne, por su parte, se lanzó de rodilla al suelo, junto al cadáver, gritando su nombre como si esperase alguna respuesta.

-¡¡Freude!!

 

Vier dirigió la vista hacia el asesino, logrando vislumbrar la figura fantasmal de antes situada justo a su lado.

 

Así era como habían sabido por donde iban a intentar escapar. Esa cosa debía de haberles informado de ello.

 

Reaccionando con una ira creciente que no esperaba de sí mismo, se abalanzó sobre el hombre de pelo alborotado, quien desplazó su arma hasta él, realizando un segundo disparo. Sin embargo, Vier apenas sintió el dolor de la bala al penetrar su abdomen, continuando con su avance y asestando un puñetazo en la mejilla izquierda de su adversario, noqueándolo instantáneamente.

-¡Salgamos de aquí! ¡Rápido! –girándose hacia sus compañeras, descubrió que ninguna de ellas tenía la menor intención de huir, pues seguían en la misma posición, sin siquiera escucharle.

 

Al oír los pasos y gritos del resto de la organización, y sabiendo que la pantalla de humo no duraría mucho más, Vier las rodeó con sendos brazos y escapó de allí.

 

No pasó mucho tiempo hasta que llegaron a un escondite formado por un pequeño hundimiento del terreno. Una suerte cráter de paredes escarpadas y lisas que presentaba un saliente en uno de sus bordes, el cual utilizó para ocultarse de quien intentase buscarles desde arriba.

 

Allí, dejó en el suelo a las dos, apoyándose después en la pared de piedra y levantando la cabeza para mirar si le habían seguido. Por el momento, estaban a salvo.

 

Por desgracia, no podía decir que su situación fuese buena. Sus compañeras seguían sin reaccionar, sentadas en el suelo en silencio, todavía sin aceptar la muerte de Freude. La escena sólo provocó una mayor ira en Vier.

-¡¿Es que no os dais cuenta del lío en el que estamos?! ¡Reaccionad de una vez! –les regañó Vier- ¡Somos guerreros! ¡Cada vez que hacemos una misión nos exponemos a morir! ¡Si nos rendimos ahora, todo lo que hemos conseguido! ¡Todo lo que hemos vivido con él! ¡¿De qué servirá?!

 

Tras coger algo de aire, esperó ver algún cambio en ellas, pero continuaron sin articular palabra.

 

¿Y si era él quien no estaba actuando como debía? Fue lo que pensó.

 

Amigos. Esa era la palabra que había utilizado Aqua para definir cómo les consideraba. Una palabra que simbolizaba unos lazos que, para Vier, resultaban demasiado estrechos. Puede que, después de todo, el motivo por el que había sabido mantener la compostura fuese precisamente que no lograba verlos como tal.

-Tienes razón –la voz de Jeianne interrumpió sus cavilaciones, levantándose posteriormente del suelo ante la atenta mirada de los otros dos-. Desde el principio hemos sabido a lo que nos enfrentábamos. En cada misión. Si nos rendimos ahora, la muerte de Freude no habrá significado nada –tras esto le tendió la mano a Aqua, quien la aceptó, al principio con cierta incertidumbre, pero que luego, ya en pie, apretó fuertemente, cambiando su expresión a una más decidida- ¡Volvamos a casa!

-Pero, ¿cómo vamos a hacerlo? No tenemos vehículo –replicó Vier.

 

En ese momento, se escuchó el ruido de las ruedas sobre tierra, junto con los gritos de varios hombres. Cuando el chico levantó de nuevo el cuello para observar lo que ocurría, divisó a varios vehículos acercarse al cráter y detenerse cerca de él.

-¿Nos han seguido? –preguntó Aqua.

-Por sus movimientos diría que no saben que estamos aquí, pero es cuestión de tiempo que nos encuentren –indicó Vier.

-Entonces lo mejor será salir del cráter –propuso Jeianne.

-Pero nosotros nos movemos a pie. Nos alcanzarán enseguida –discutió Aqua.

-No si le robamos uno –continuó Jeianne-. Escuchadme bien. Mientras yo les distraigo haciendo de cebo, quiero que vosotros robéis uno de sus vehículos.

-¡¿Qué?! ¡No! ¡Ni en broma! ¡Te matarán! –se quejó Aqua.

-Yo seré quien lo haga –propuso Vier.

-¡No! –le interrumpió la líder- Con mi velocidad, soy quien tiene más posibilidades de entretenerlos el suficiente tiempo como para que lo logréis.

-¡¿Y qué pasará contigo?! –preguntó Aqua.

-Ese será tu trabajo –dijo mientras golpeaba con el puño el hombro de Vier-. Cuando consigas ese vehículo ven a por mí. Os estaré esperando.

 

El chico la miró fijamente a los ojos, comprendiendo al instante lo que su mirada le quería decir. Intentó hablar, pero no pudo. Simplemente, asintió.

-Pongámonos en marcha. Yo saldré primero e iré por la derecha. Una vez se hayan centrado en mí, dad un rodeo por el borde del cráter e id por la izquierda. Una vez os hayáis hecho con el vehículo, reuniros conmigo cerca del saliente, entonces, escaparemos los tres –explicó Jeianne.

-De acuerdo –contestaron los demás.

 

Siguiendo el plan, Aqua y Vier esperaron hasta que la líder hubiese llamado la atención del enemigo. Algo que pudieron saber gracias sus gritos de alerta.

 

Entonces, salieron de su escondite y se dirigieron al vehículo más cercano, cuyos integrantes eran cinco en total.

 

Dos de ellos fueron eliminados rápidamente por los disparos de Aqua, pero los tres restantes contraatacaron, obligándoles a ponerse a cubierto. Desde su posición, Vier, les lanzó una roca que, aunque no dio en el blanco, supuso una distracción, permitiéndole desplazase hasta ellos y placar a dos, echándolos fuera del vehículo. El que quedó, golpeó fuertemente al joven en la mejilla, haciéndole retroceder ligeramente. Al parecer, también era un usuario especializado en la fuerza bruta, por lo que supo plantarle cara a Vier, transformándose aquello en un intercambio de puñetazos.

 

Mientras tanto, Aqua intentó dispararle. A esa distancia, incluso con el movimiento, sería capaz de acertar, sobre todo teniendo en cuenta que lo ocupado que estaba en ese momento. El problema, fue que los dos que habían sido sacados fuera del vehículo, volvieron a levantarse, por lo que tuvo que cambiar de objetivo para cubrirle las espaldas a su compañero.

 

Finalmente, Vier logró asestar un rodillazo en el abdomen de su adversario, quien arqueó la columna hacia delante, momento que aprovechó para cargarlo sobre su hombro, como un saco, y lanzarlo contra sus dos compañeros, quienes cayeron bajo su peso.

-¡Deprisa! ¡Vamos! –apremió Vier, haciéndole señales a Aqua, que corrió hasta situarse en el asiento del copiloto.

 

Una vez dentro del vehículo, el chico lo arrancó, atrayendo la atención de más enemigos, sin embargo eso no le impidió conducir hasta donde se encontraba su otra compañera, situada en mitad de una muchedumbre de personas enfurecidas que alzaban su arma contra ella. Ni siquiera le habían permitido llegar hasta el punto de reunión.

 

Realizando un derrape, logró llevarse por delante a algunos de ellos, de manera que Jeianne tuviese camino para llegar hasta ellos. Entonces, y gracias en gran parte a que Aqua ayudó a eliminar a los que intentaron cerrarle el paso, la líder del equipo alcanzó la mano de su amiga.

-¡Arranca! –exclamó Aqua, momento en el que Vier pisó el acelerador, alejándose de allí entre los disparos y gritos de los demás, quienes se dirigieron a sus vehículos dispuestos a perseguirles.

 

A la velocidad a la que iban, no tardaron mucho en perderlos de vista.

-¡Lo hemos conseguido! –celebró Aqua, levantando los brazos en señal de victoria. Vier se mantuvo en silencio- ¡Se han complicado un poco las cosas, pero al final ha salido bien, ¿eh, Jeianne?!

 

No se escuchó ninguna respuesta.

 

-¿Jeianne? –la voz de Aqua fue disminuyendo- ¿Jeianne? ¡Jeianne! ¡¡Jeianne!! –exclamó mientras sus palabras se quebraban- ¡Despierta! ¡¡Jeianne, despierta, por favor!! ¡Dime algo!

 

Vier recordó la expresión de la líder antes de separarse. Era la de alguien que conocía sus bajas probabilidades de supervivencia. Aun así, no se permitió dejarla atrás. Pese a verla entre los muchos enemigos que cargaban contra ella, tuvo esperanza, pero esa esperanza no fue suficiente.

 

Mientras escuchaba los sollozos de Aqua, golpeó el volante, llevado de su propio sentimiento de impotencia. Fue entonces cuando algo le hizo girar bruscamente, provocando que volcasen y saliesen despedidos contra el terreno árido.

 

Con algo de dificultad y sintiendo dolor en varias partes de su cuerpo, se levantó hasta poner a cuatro patas. Después, miró al frente y vislumbró lo que había provocado su volcamiento.

 

Delante de ellos se encontraba otro vehículo, igual que el que habían robado.

-No es posible. No pueden habernos alcanzado –murmuró Vier.

Su sorpresa fue aún mayor cuando de él sólo bajó una persona. O quizás eso no fuese del todo acertado. Ya que a su lado aparecieron varios fantasmas como los que había visto antes.

 

Se trataba de un joven de edad cercana a la suya, rapado al cero, con una cicatriz en su mejilla derecha y expresión propia de un loco.

-Os he estado observando todo este tiempo. Sabía que vendríais por aquí. Por eso decidí separarme del resto y esperaros –dijo mientras se lamía los labios, como si saborease una comida a punto de ser degustada. Eso, en combinación con su voz aguda y trastornada, asqueó a Vier.

 

Poniéndose en pie, observó a su alrededor, esperando ver a Aqua, pero lo único que había era el vehículo volcado. ¿Acaso había quedado atrapada debajo de éste? Si era así, debía darse prisa en ir a ayudarla.

 

-Te veo preocupado –dijo su oponente, masajeándose las manos-. No deberías. Tu amiguita irá después. Prefiero disfrutar las presas de una en una.

-Estás como una cabra –respondió Vier.

-¿Lo estoy? Sí, es posible. Cualquiera lo estaría pasándose toda su vida solo, con la única compañía de fantasmas –indicó mientras señalaba a sus laterales con nerviosismo-. Lo peor de todo es que son muy silenciosos, ¿sabes? Estar con ellos es incluso peor que la soledad. ¡Jajajajaja! –de repente rió con fuerza, casi desencajándosele la mandíbula- Dime, ¿tú también conoces la soledad?

 

El joven no respondió, limitándose a buscar una oportunidad para atacarle. No obstante, no estaba seguro de lo que eran capaces esos fantasmas, por lo que no quería arriesgarse. Por otro lado, cuanto más tiempo esperaba, más se impacientaba por el estado de Aqua.

-¿No contestas? ¿Cómo era el dicho? Mm... –se mantuvo pensativo durante un tiempo- ¡Ah, sí! Quien calla otorga.

-Cierra el pico. Si hubiese estado solo habría acabado como tú. Como un demente.

-¡Oh! Puede que todavía no te haya llegado el momento, pero la sigues experimentando, ¿verdad? Esa sensación de que no encajas. De que eres diferente a los demás. De que nunca tendrás amigos.

-¡Cállate! –Vier apretó los dientes y se lanzó a por él, golpeándole en la mejilla mediante un puñetazo. O eso creía, ya que en el momento en que sus nudillos tomaron contacto con su piel, éste desapareció. Igual que un fantasma.

 

De repente, el mundo a su alrededor se volvió borroso y las figuras de Freude y Jeianne aparecieron a cada lado, acercándose a él con expresiones aterradoras, llorando sangre y hablando con voz distorsionada.

-¡Nunca nos consideraste tus amigos, ¿verdad, Vier?! –gritó Freude.

-¡Ni siquiera te importó que muriésemos! –continuó Jeianne.

-¡Dejadme en paz!

Como había hecho con ese loco, les atacó, sin embargo ellos también se esfumaron, apareciendo de nuevo en otro lugar y continuando con su acoso.

-¡Eres un egocéntrico!

-¡Estarás solo el resto de tu vida!

-¡Nadie te quiere!

-¡Escoria!

-¡¡Callaos!!

 

Cuando se disponía a realizar otro ataque, sintió cómo alguien le abrazaba desde detrás y cómo poco después se escuchaba el sonido de un arma blanca incrustándose en la carne. Entonces, el mundo se aclaró.

-Me asusté cuando me levanté y no te vi. Pensé que te había perdido a ti también.

Era la voz de Aqua.

 

Al darse la vuelta, descubrió a la chica rodeando su toso con sus brazos. Había un cuchillo clavado en su espalda, donde se encontraba su corazón, y cogiendo éste, se encontraba el chico trastornado.

-¡Maldita seas! ¡No me gusta que me interrumpan! –gritó el loco mientras profundizaba la herida mediante un corte hacia abajo y provocaba chillidos de dolor por parte de la joven.

 

Reaccionando lo más rápido que le permitió su estado emocional, Vier se giró sobre sí mismo, logrando que a su adversario se le escapase el cuchillo de las manos y que tuviese que retroceder para evitar cualquier posible contraataque.

 

Tras esto, cogió en brazos a Aqua, quien todavía tenía los ojos rojos por haber llorado la muerte de Jeianne.

-¿Por qué lo has hecho? –preguntó Vier.

-Cuando desperté... No estabas... Me asusté mucho... Entonces te vi... Estabas solo... Gritabas... Parecías... Angustiado... –notó cómo le costaba respirar. Probablemente, con el movimiento del cuchillo, también había perforado un pulmón. Incluso con la capacidad regenerativa que proporcionaba el Radiar, las perspectivas no eran buenas- No encontraba... Mi arma... Así que fui... Directamente... a ayudarte...

-Eso no es lo que te he preguntado. Te he preguntado que por qué me ayudaste.

La chica se sorprendió un poco al principio, pero luego sonrió.

-¿No es... obvio...? Porque eres... mi amigo... –contestó mientras levantaba una mano y la posaba sobre su mejilla. Vier la agarró y apretó fuertemente.

 

“Eso es porque nos ves como tus amigos”, fueron las palabras que recordó de ella.

-Sí. Tenías razón –dijo mientras notaba cómo la chica dejaba de respirar y su cuerpo se volvía inerte.

-¡Agh! ¡Quería reservármela para el final! ¡Por su culpa no he podido disfrutar su muerte como hubiese querido!

-No te preocupes –dijo Vier mientras depositaba el cuerpo de su amiga con sumo cuidado en el suelo-. No vas a disfrutar de ninguna más.

-¡Oh! ¡Jajajaja!

-Tus fantasmas no tienen ningún poder ofensivo. Lo único que haces es provocar y desorientar a tus enemigos para matarlos por la espalda. Una técnica muy cobarde.

 -¿Y qué? Cuando estás solo tienes que sobrevivir como puedas. En este mundo de mierda. O matas o te matan.

-Tienes razón. Este mundo es una mierda. Pero me da igual que mates para sobrevivir o porque te apetece. El caso, es que has matado a mi amiga.

 

Nada más terminar la frase, Vier se lanzó en un ataque frontal hacia su enemigo, quien desapareció de nuevo, volviendo a aparecer aquel mundo borroso, y creándose una nueva visión en la que se mostraron los cadáveres andantes de Freude, Jeianne y Aqua.

-¡Nos abandonaste! –exclamó Freude.

-¡Por tu culpa estoy muerta! –continuó Jeianne.

-¡Estás solo! –gritó Aqua, a lo que el chico sonrió.

-Sí. Ahora si lo estoy –murmuró.

 

De repente, se dio la vuelta y agarró algo donde parecía no haber nada. El mundo a su alrededor recuperó su forma, haciendo acto de presencia, frente a él, la figura del loco.

-Una vez conoces el truco. Es muy predecible.

 

Quitándole el cuchillo de un manotazo, lo envió al suelo de un solo puñetazo. Acto seguido, se puso de rodillas encima de él y comenzó a golpearle una vez detrás de otra. Sin darle espacio para hablar ni para suplicar.

 

Las salpicaduras de sangre se extendieron por toda la superficie cercana, mientras la cara de su enemigo cada vez se parecía menos a la de un ser humano, de lo desfigurada que estaba. Incluso después de que muriese, Vier siguió golpeándole hasta cansarse.

 

Una vez hubo terminado, se sentó. Sus manos rojas por la sangre. Mirando hacia la nada y sin nada en particular en mente.

 

Después de un buen rato así, se dirigió hacia el cuerpo de Aqua y lo levantó con el mismo cuidado con el que lo había dejado. Posteriormente, se dirigió hacia el vehículo, pero entonces vio que a éste se le habían pinchado dos de sus ruedas, y que no había ningún recambio.

 

Así pues, comenzó a caminar. Sin rumbo. Sin saber lo que iba a hacer con el cadáver, pero anduvo y anduvo durante horas.

 

Llegado a ese punto, no sentía nada. Ni dolor. Ni desesperación. Ni tristeza. Tan solo caminaba. Quizás con la esperanza de que la muerte le llegase a él también.

 

Entonces, ocurrió algo inesperado. Comenzó a sentirse extraño. Como si estuviese dejando de ser él mismo. Una voz le habló en el interior de su cabeza.

-¡Ayúdame! ¡Tienes que salvar este planeta! ¡Tenemos que salvarlo! ¡Juntos!

-¿Quién eres? –preguntó, pero se trataba de una conversación unilateral. Aunque le hablaban a él. Nadie le escuchaba.

-¡Juntos extinguiremos a la humanidad!

 

Sentía que esa voz era especial. Que tenía que ayudarla. Sacrificarlo todo por la mujer que habitaba en su cabeza. Aunque dejase de importarle todo lo demás.

 

-¡No! ¡No quiero que dejen de importarme! –exclamó mientras los recuerdos de sus amigos pasaron por su cabeza- ¡No quiero que dejen de tener significado para mí!

 

Pero sus palabras de poco servían, pues lo que ella le pedía era más importante. Porque en el fondo sabía que quería ayudarla, y esos sentimientos fueron a más hasta que finalmente ocuparon toda su mente. En ese momento, dejó de ser él mismo para ser otra versión de sí mismo.

 

Observando el cadáver entre sus brazos, lo volvió a dejar en el suelo y, sin mirar atrás, se marchó.

 

Se encontraba algo confuso, pues no sabía exactamente qué tenía que hacer o por donde debía empezar. Fue entonces cuando vio a una mujer acercándose a él. Iba sola y abrigada. Lo único que alcanzó a vislumbrar fue su expresión. Sonriente.

 

Una vez frente a él comenzó a hablarle.

-Hola. Eh... No estoy muy segura de por dónde empezar. Es la primera vez que hablo con uno de vosotros. De hecho, eres el primero así que... Jejeje...

El joven frunció el ceño. Al ver su reacción, la mujer carraspeó.

-Verás, formo parte del proyecto Gaia, y mi objetivo es el mismo que el tuyo. Yo también quiero salvar el planeta. Para ello, necesitamos que nos ayudes. Tu fuerza es importantísima para lograr nuestro objetivo. ¿Te parece bien?

 

La mujer mantuvo su sonrisa y extendió su mano, esperando a que se la estrechase. Él la observó extrañado, pero no parecía que estuviese mintiendo, así que, si su objetivo era el mismo, no tenía motivos para no acompañarla.

-Sin problemas –contestó él de manera seca, mientras estrechaba su mano.

-¡Uf! ¡Qué alivio! ¡Sé que Detz me dijo que todo iría bien, pero tenía miedo de que me rechazases! ¡Entonces, vamos!

 

Los dos caminaron hacia un vehículo donde ya los estaba esperando el conductor. Ella subió en el asiento del copiloto y él detrás.

-¡Ah! ¡Por cierto! ¿Cómo te llamas? Tendré que dirigirme a ti de alguna forma que no sea “tú” o “el de ahí” –bromeó la mujer.

El chico miró al volante del vehículo mientras recordaba el que había sido su nombre hasta entonces. Aquel por el que le habían llamado todos los de su grupo cuando formaba parte de éste. Pero ya no era esa persona. Ni lo sería nunca más. Ahora, su nombre era otro.

-Me llamo Quattuor.