Capítulo 1

Turquesa Dalton trabajaba en una de las peluquerías del barrio, una de las más conocidas por la propia clientela que se había formado en la zona, en donde las señoras mayores y no tan mayores, se pasaban horas chusmeando mientras eran atendidas por las demás chicas como por Turquesa.

La joven era esteticista, pero formaba también a los chicos y a las chicas que querían ser esteticistas y maquilladores en un futuro no muy lejano. Turquesa estaba metida de lleno en explicarles la paleta de colores violáceos y en cómo debían ponerse la sombra en los párpados cuando uno de los alumnos sin saber cómo, se le prendió fuego la peluca con la que estaba practicando el maquillaje a su maniquí.

—¿Has estado fumando?

—No, para nada.

—¡Cálmense todos! ¡Qué alguien traiga un extinguidor! ¡Rápido, rápido! —les gritó y una de las chicas hizo lo que le había pedido.

Pero desafortunadamente en vez de ser agua, era un aerosol potentemente inflamable. Se prendieron todas las pelucas a raíz del spray que había echado una de sus alumnas y de inmediato se activó la alarma contra incendios.

—¡Que no cunda el pánico, por favor! ¡Cálmense todos y salgan tranquilos! —les gritaba mientras tomaba su bolso del escritorio—, ¡dejen de gritar y salgan! ¡Por favor se los suplico! —les dijo y todos salieron de la sala apestada a humo—, ¡iré a sacar las jaulas de los animales!

Todos salieron al exterior de la sala, apestados a quemado, Turquesa había salvado a los pobres animales que estaban dentro de sus jaulas encerrados. La noticia salió en los periódicos por haber salvado la vida de sus alumnos y la de los animales que se encontraban en las jaulas, pero lamentablemente ella terminó perdiendo su trabajo por haber incendiado la sala. Aunque la culpa la había tenido uno de sus alumnos con su cigarrillo prendido, a pesar de que le había negado el no haber fumado absolutamente ninguno.

Turquesa vivía con sus padres, su mamá era la persona que más le llenaba la cabeza con decirle cuándo sería el día en que encontraré a alguien y se fuera de la casa.

—¿Cuándo será el día en que encuentres a alguien para ti Turquesa?

—Lo encontraré el día en que sienta mariposas en el estómago mamá.

—Tú aspiras siempre para algo más elevado que tú Turquesa, el problema es que no existen los cuentos de hadas cariño, y nunca han existido, solamente existen en la ficción.

—No me eches a perder la ilusión que todavía tengo en encontrar a alguien que valga la pena mamá, por favor te lo pido.

—No digas pamplinas nena, tienes ya veintiséis años cumplidos Turquesa, el tiempo pasa y no querrás quedarte para vestir Santos.

—Entonces tú mamá no estés siempre refrescándome la memoria siempre con lo mismo, ¿quieres? A veces no me gusta que me digas esas cosas y me haces sentir sumamente mal, lo entiendes, ¿verdad mamá?

—Sí Turquesa, lo entiendo de veras, pero tú debes entender también que no queremos que te quedes sola, y deberías de inmediato establecerte, y formar una familia, así no tendré que tomar pastillas para los nervios.

—No es que no quiera establecerme y formar una familia, es que quiero encontrar un hombre que se ponga menos joyas que yo, y sabes perfectamente que a todos los hombres que les he echado el ojo resultaban ser gays.

—De acuerdo cariño lo reconozco, pero lo que quiero es que no te tardes un siglo para encontrar a ese hombre que tú idealizas Turquesa, te lo imaginas demasiado y no siempre llega como tú lo quieres.

—Será mejor que vaya a buscar un empleo nuevo, al rato vuelvo —le dijo saludando a su padre y a su madre, tomó el bolso y salió de la casa con el bolso en el hombro derecho.

Antes que seguir escuchando a su madre, era mejor salir a buscar un nuevo trabajo de lo que sabía hacer mejor, maquillar y peinar a las personas. Ya estaba bueno por unos días eso de haber salido en todos los periódicos de la zona por haber salvado a los animales de la sala quemada hacia dos días atrás y era momento de conseguir otro empleo después de haber sido despedida de donde solía trabajar.

2: Capítulo 2
Capítulo 2

Alguien con un auto demasiado sospechoso la estaba siguiendo desde hacía minutos anteriores, le daba miedo ser atacada por alguien, pero cuanto más rápido caminaba, más aceleraba el auto aquel sujeto. Cruzó la calle y el auto se estacionó de forma indebida contra el cordón de la vereda y un tipo de complexión fornida y rellena se bajó de la parte derecha trasera y caminó detrás de ella.

—¡Quieto y no avance más! —le gritó mientras le rociaba un aerosol de espuma para el cabello en todo su rostro.

—Señorita, discúlpeme usted por haberla asustado —le respondió amablemente.

—Hombre, por favor, ¿cómo quiere que reaccione si me estaba persiguiendo como un loco? No lo conozco en lo absoluto y si es usted alguien que necesita que pague los impuestos, pues déjeme decirle que todavía no he encontrado un trabajo como para querer pagar lo que todavía tengo atrasado desde hace un par de meses.

—No señorita, no he venido a hablarle sobre eso y ni tampoco soy un cobrador de impuestos atrasados.

—Entonces, ¿quién es usted y por qué me estaba persiguiendo de aquella manera señor?

—Perdón por no haberme presentado antes, mí nombre es Fred Turner, y la estaba buscando precisamente a usted.

—¿A mí?

—Así es.

—¿Y para qué me estaba buscando?

—Verá, mí jefe quiere contratarla, ha visto lo que ha hecho con las personas y los animales que ha salvado y le gustaría tenerla consigo.

—¿Y qué tiene que ver con que haya ayudado a salvarlos?

—Pues al señor le gustan las personas con principios como los suyos, es más, quiere que sus hijos aprendan las cosas del occidente, la modernidad más precisamente hablando, quiere educarlos con las costumbres de aquí, por eso es que me ha pedido que venga hasta aquí para poder contratarla.

—Oh, sí ya lo creo que sí, mire, no estoy para bromas, será mejor que vuelva a su auto y a mí me deja tranquila, necesito conseguir un empleo nuevo y usted al retenerme aquí hablando me hace perder parte de mí tiempo.

—Espere señorita, por favor se lo suplico, mire, mí jefe es europeo, y quiere fervientemente que sus hijos aprendan la cultura de su país, quiere que estén a la moda en cuanto a cotidianidades de su país, las cosas que se acostumbran aquí, los modales, la cultura, ¿me entiende, no?

—Pues digamos que sí.

—El señor es muy respetado en su país, y es muy importante también, por eso quiere que sus hijos tengan la mejor educación y por eso mismo usted es la persona indicada para ese puesto de trabajo.

—Señor, con todo respeto, yo no lo conozco a usted y usted no me conoce a mí, tengo que conseguirme un empleo nuevo si no, no podré mantener a mis padres ni siquiera a mí misma, así qué, con su permiso, debería buscarse a otra persona más eficiente para ese puesto de trabajo del que usted me está hablando.

—Su señoría le pagará cincuenta mil dólares —le dijo y se dio vuelta para mirarlo a sus ojos.

—¿Libre de impuestos?

—Libre de impuestos, la quiere durante seis meses allí para instruir a sus queridos hijos.

—Y dígame, el lugar, ¿cómo es?

—Oh, pues el lugar es muy bonito, como la vieja Alemania, muy pintoresco por cierto.

—¿Y de cuál lugar estaríamos hablando?

—Su nombre verdadero es Land Nordrhein Westfalen.

—¿Perdón?

—Muy complicado de pronunciarlo de seguro, ¿verdad? —le preguntó riéndose.

—Pues ya lo creo que sí.

—No se preocupe usted, con el tiempo se acostumbrará a pronunciarlo como se debe.

—Pues yo todavía no le he dado una respuesta, si me espera unos días pues le daré la respuesta que ansía.

—Verá, no dispongo de tanto tiempo como me gustaría tenerlo, el señor quiere que a más tardar pasado mañana esté con la persona correcta para sus hijos.

—Pero yo no puedo decirle una respuesta ahora, debo pensarlo demasiado bien, ¿me entiende o no me entiende?

—Claro que sí la entiendo, pero es indispensable que mi jefe tenga una profesora con sus hijos, eso es lo que más quiere su señoría.

—¿Dónde podría llamarlo para decirle lo que he decidido hacer?

—Aquí tiene una tarjeta personal con el número del hotel en donde me estoy hospedando, solo tiene que llamar a ese número que usted ve, y preguntar por el señor Turner y de inmediato me la comunicarán conmigo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, hasta entonces señor Turner.

—Hasta pronto señorita —le respondió y ella caminó de retorno a la casa de sus padres.

3: Capítulo 3
Capítulo 3

Entró a la casa, dejó el bolso en el perchero junto con el abrigo que se había sacado también y entró a la cocina, en donde estaba su madre.

—¿Has conseguido algo linda?

—Pues no lo sé en verdad mamá.

—¿A qué te refieres Turquesa?

—Me refiero a qué… he estado hablando con un señor que me ha ofrecido un puesto de trabajo como esteticista.

—Eso es grandioso.

—Eso creo, el problema es que el puesto de trabajo queda bastante lejos.

—¿Dónde?

—Alemania.

—¡¿Qué!?

—Sí, bueno, pues, verás, todavía no le he dado una respuesta, pero yo sí quiero ese puesto de trabajo.

—Tienes que conseguir un nuevo trabajo, sí, pero no precisamente en Alemania Turquesa, tienes veintiséis años.

—Mamá, ¿no crees que debo independizarme de una buena vez y por todas? Este sería un gran paso en mí vida.

—Sí, pero, ¿Alemania?

—Mamá, manejo bastante bien el inglés.

—Hablan alemán en Alemania Turquesa, reacciona.

—El señor que me ha hablado, habla bastante bien el inglés, aunque el pobre intentaba a fuerzas decirme alguna que otra palabra en español, pero bueno, me ha dicho que su señoría quiere que le dé clases a sus queridos hijos, y yo quiero ese puesto de trabajo mamá, quién sabe y en un futuro no muy lejano pueda instalarme bien y abrir un salón de belleza y sabes perfectamente que ese es mí mayor sueño.

—Lo sé bien eso Turquesa, pero Alemania es demasiado lejos tanto para ti como para nosotros, piénsalo bien querida.

—Tengo menos de dos días para poder pensarlo mamá.

—Y por más que te lleve la contra tú querrás irte de todas maneras, ¿verdad?

—Sabes que sí, quiero ese trabajo y es mí oportunidad para obtenerlo.

—Tú siempre soñadora como tu padre, nunca cambiarás, nunca has sido realista Turquesa, y por eso nunca has tenido absolutamente nada, el día de mañana te darás cuenta de lo que te estoy queriendo decir.

—¿Acaso no quieres verme formada como una esteticista profesional? Si iría allí tendría muy buena carta de recomendación, ¿no lo crees así?

—Ay pues claro que sí, pero entiéndeme tú a mí también, no te irías a ninguna Provincia, si no, a otro país que queda a miles de kilómetros del nuestro.

—No me iré a vivir allí, serán solamente seis meses, y pasarán muy rápidos los meses que me quedaré allí, ya verás que sí mamá, aparte éste señor me ha dicho que es muy parecido a la vieja Alemania el pueblito dónde viven.

—Hace años atrás en la vieja Alemania cayó el muro de Berlín Turquesa.

—Estamos en la actualidad ahora mamá y no está precisamente cerca de Berlín el pueblito.

—Pues entonces, ¿en dónde se encuentra exactamente ese pueblito?

—Me ha dicho que se llama Land Nordrhein Westfalen.

—¿Land qué?

—Land Nordrhein Westfalen.

—¿No crees que es un estado y no un pueblito?

—Pues no lo sé, por eso también es que quiero ir a conocerlo.

—Sabes bien que no quiero que salgas del país.

—Me pagará cincuenta mil dólares por los seis meses que me quedaré allí para instruir a sus hijos.

—Cincuenta mil dólares se juntan en años, ¿y él se ofrece a pagarte toda esa cantidad de dinero en solo seis meses nada más?

—Así es mamá, por lo que si tú te opones a mí decisión yo me iré igual.

—Lo sé, eres como tu papá, siempre decidida a todo, a pesar del fiasco que podrías llevarte Turquesa, en fin, creo que la decisión ya la has tomado cuando has venido para aquí, ¿verdad?

—Verdad —le contestó sonriéndole—, creo que será mejor que lo llame de inmediato.

—Como tú más lo prefieras hija —le dijo y la joven subió a su habitación.

Se encerró en la misma y marcó el número del hotel para poder hablar con el señor Turner. De inmediato la comunicaron con él.

—Señor Turner, soy la señorita Dalton.

—¿La señorita Dalton ha dicho?

—Sí, la persona con la que ha hablado hace casi media hora atrás.

—Oh sí, sí señorita.

—No me había presentado antes, mí nombre es Turquesa.

—Encantado de saber su verdadero nombre señorita Dalton.

—Lo mismo digo señor Turner —le expresó sinceramente sonriéndole en el habla.

—¿Ya ha decidido lo que hará?

—Así es, por ese motivo lo he llamado.

—¿Y qué ha decidido?

—Acepto trabajar para su señoría, si él quiere mis servicios, pues iré con usted para atender a sus queridos hijos —le respondió contenta en el habla y él sonrió a través de la línea telefónica.

—Me parece perfecto señorita Turquesa, mañana mismo iré con un chofer a buscarla y nos podremos ir.

—De acuerdo, nos veremos mañana entonces, ¿le parece bien alrededor de las cinco de la tarde en punto que pase por la casa de mis padres?

—Sí, no hay ningún problema, la veré mañana por la tarde, hasta entonces.

—Hasta mañana —le dijo, dándole a continuación la dirección, y luego cortó la llamada.

Le pidió ayuda a su mamá para que la ayudara a empacar todas sus cosas y todo lo necesario, se iría por seis meses al exterior y prácticamente se iba a llevar todo lo necesario, lo cuál eso abarcaba todo para la joven. A la mañana siguiente, se vistió algo formal para causarle una buena impresión, porque no quería que a la primera vista le pegara una patada en el trasero y la mandara de vuelta a Argentina.

Se puso un vestido corto sin mangas, de color gris con un cinturón fucsia y los zapatos fucsias también, accesorios haciendo juego y una cartera al tono.

Terminó de prepararse y tocaron el timbre, bajó las escaleras hacia la sala principal y abrió la puerta.

—¿Ya tiene todo listo señorita Turquesa?

—Claro que sí señor Turner, ahora le daré las maletas.

—De acuerdo —le respondió y ella le acercó las maletas.

—Tome, aquí tiene, como me quedaré seis meses necesitaré todas éstas cosas —le decía mientras le pasaba las valijas y los neceseres a él, y él a dos hombres más que lo acompañaban.

—Señorita, ¿no cree que son demasiadas las cosas que se llevará a Land Nordrhein Westfalen?

—No señor Turner, no lo creo así, verá, necesito todas éstas cosas, son indispensables para los seis meses que me quedaré allí con ustedes.

—Pues está bien.

Saludó a sus padres, con un beso en una de sus mejillas y un fuertísimo abrazo y se despidió de ellos. Salió de la casa de los padres escoltada por los dos hombres, por el señor Turner, y entraron al auto negro con vidrios polarizados, la muchacha fue la primera en entrar porque le abrió la puerta uno de los escoltas.

Emprendieron el camino hacia el aeropuerto y después de que llegaran, bajaron sus maletas, salieron de aquel auto, y se subieron a un jet privado. Como siempre ella primero, ayudada por uno de sus hombres.

Se acomodaron en un asiento, el uno frente al otro y luego de cerrar la puerta del jet privado, el piloto carreteó el pequeño, para despegar.

Entró a la casa, dejó el bolso en el perchero junto con el abrigo que se había sacado también y entró a la cocina, en donde estaba su madre.

—¿Has conseguido algo linda?

—Pues no lo sé en verdad mamá.

—¿A qué te refieres Turquesa?

—Me refiero a qué… he estado hablando con un señor que me ha ofrecido un puesto de trabajo como esteticista.

—Eso es grandioso.

—Eso creo, el problema es que el puesto de trabajo queda bastante lejos.

—¿Dónde?

—Alemania.

—¡¿Qué!?

—Sí, bueno, pues, verás, todavía no le he dado una respuesta, pero yo sí quiero ese puesto de trabajo.

—Tienes que conseguir un nuevo trabajo, sí, pero no precisamente en Alemania Turquesa, tienes veintiséis años.

—Mamá, ¿no crees que debo independizarme de una buena vez y por todas? Este sería un gran paso en mí vida.

—Sí, pero, ¿Alemania?

—Mamá, manejo bastante bien el inglés.

—Hablan alemán en Alemania Turquesa, reacciona.

—El señor que me ha hablado, habla bastante bien el inglés, aunque el pobre intentaba a fuerzas decirme alguna que otra palabra en español, pero bueno, me ha dicho que su señoría quiere que le dé clases a sus queridos hijos, y yo quiero ese puesto de trabajo mamá, quién sabe y en un futuro no muy lejano pueda instalarme bien y abrir un salón de belleza y sabes perfectamente que ese es mí mayor sueño.

—Lo sé bien eso Turquesa, pero Alemania es demasiado lejos tanto para ti como para nosotros, piénsalo bien querida.

—Tengo menos de dos días para poder pensarlo mamá.

—Y por más que te lleve la contra tú querrás irte de todas maneras, ¿verdad?

—Sabes que sí, quiero ese trabajo y es mí oportunidad para obtenerlo.

—Tú siempre soñadora como tu padre, nunca cambiarás, nunca has sido realista Turquesa, y por eso nunca has tenido absolutamente nada, el día de mañana te darás cuenta de lo que te estoy queriendo decir.

—¿Acaso no quieres verme formada como una esteticista profesional? Si iría allí tendría muy buena carta de recomendación, ¿no lo crees así?

—Ay pues claro que sí, pero entiéndeme tú a mí también, no te irías a ninguna Provincia, si no, a otro país que queda a miles de kilómetros del nuestro.

—No me iré a vivir allí, serán solamente seis meses, y pasarán muy rápidos los meses que me quedaré allí, ya verás que sí mamá, aparte éste señor me ha dicho que es muy parecido a la vieja Alemania el pueblito dónde viven.

—Hace años atrás en la vieja Alemania cayó el muro de Berlín Turquesa.

—Estamos en la actualidad ahora mamá y no está precisamente cerca de Berlín el pueblito.

—Pues entonces, ¿en dónde se encuentra exactamente ese pueblito?

—Me ha dicho que se llama Land Nordrhein Westfalen.

—¿Land qué?

—Land Nordrhein Westfalen.

—¿No crees que es un estado y no un pueblito?

—Pues no lo sé, por eso también es que quiero ir a conocerlo.

—Sabes bien que no quiero que salgas del país.

—Me pagará cincuenta mil dólares por los seis meses que me quedaré allí para instruir a sus hijos.

—Cincuenta mil dólares se juntan en años, ¿y él se ofrece a pagarte toda esa cantidad de dinero en solo seis meses nada más?

—Así es mamá, por lo que si tú te opones a mí decisión yo me iré igual.

—Lo sé, eres como tu papá, siempre decidida a todo, a pesar del fiasco que podrías llevarte Turquesa, en fin, creo que la decisión ya la has tomado cuando has venido para aquí, ¿verdad?

—Verdad —le contestó sonriéndole—, creo que será mejor que lo llame de inmediato.

—Como tú más lo prefieras hija —le dijo y la joven subió a su habitación.

Se encerró en la misma y marcó el número del hotel para poder hablar con el señor Turner. De inmediato la comunicaron con él.

—Señor Turner, soy la señorita Dalton.

—¿La señorita Dalton ha dicho?

—Sí, la persona con la que ha hablado hace casi media hora atrás.

—Oh sí, sí señorita.

—No me había presentado antes, mí nombre es Turquesa.

—Encantado de saber su verdadero nombre señorita Dalton.

—Lo mismo digo señor Turner —le expresó sinceramente sonriéndole en el habla.

—¿Ya ha decidido lo que hará?

—Así es, por ese motivo lo he llamado.

—¿Y qué ha decidido?

—Acepto trabajar para su señoría, si él quiere mis servicios, pues iré con usted para atender a sus queridos hijos —le respondió contenta en el habla y él sonrió a través de la línea telefónica.

—Me parece perfecto señorita Turquesa, mañana mismo iré con un chofer a buscarla y nos podremos ir.

—De acuerdo, nos veremos mañana entonces, ¿le parece bien alrededor de las cinco de la tarde en punto que pase por la casa de mis padres?

—Sí, no hay ningún problema, la veré mañana por la tarde, hasta entonces.

—Hasta mañana —le dijo, dándole a continuación la dirección, y luego cortó la llamada.

Le pidió ayuda a su mamá para que la ayudara a empacar todas sus cosas y todo lo necesario, se iría por seis meses al exterior y prácticamente se iba a llevar todo lo necesario, lo cuál eso abarcaba todo para la joven. A la mañana siguiente, se vistió algo formal para causarle una buena impresión, porque no quería que a la primera vista le pegara una patada en el trasero y la mandara de vuelta a Argentina.

Se puso un vestido corto sin mangas, de color gris con un cinturón fucsia y los zapatos fucsias también, accesorios haciendo juego y una cartera al tono.

Terminó de prepararse y tocaron el timbre, bajó las escaleras hacia la sala principal y abrió la puerta.

—¿Ya tiene todo listo señorita Turquesa?

—Claro que sí señor Turner, ahora le daré las maletas.

—De acuerdo —le respondió y ella le acercó las maletas.

—Tome, aquí tiene, como me quedaré seis meses necesitaré todas éstas cosas —le decía mientras le pasaba las valijas y los neceseres a él, y él a dos hombres más que lo acompañaban.

—Señorita, ¿no cree que son demasiadas las cosas que se llevará a Land Nordrhein Westfalen?

—No señor Turner, no lo creo así, verá, necesito todas éstas cosas, son indispensables para los seis meses que me quedaré allí con ustedes.

—Pues está bien.

Saludó a sus padres, con un beso en una de sus mejillas y un fuertísimo abrazo y se despidió de ellos. Salió de la casa de los padres escoltada por los dos hombres, por el señor Turner, y entraron al auto negro con vidrios polarizados, la muchacha fue la primera en entrar porque le abrió la puerta uno de los escoltas.

Emprendieron el camino hacia el aeropuerto y después de que llegaran, bajaron sus maletas, salieron de aquel auto, y se subieron a un jet privado. Como siempre ella primero, ayudada por uno de sus hombres.

Se acomodaron en un asiento, el uno frente al otro y luego de cerrar la puerta del jet privado, el piloto carreteó el pequeño, para despegar.Entró a la casa, dejó el bolso en el perchero junto con el abrigo que se había sacado también y entró a la cocina, en donde estaba su madre.

—¿Has conseguido algo linda?

—Pues no lo sé en verdad mamá.

—¿A qué te refieres Turquesa?

—Me refiero a qué… he estado hablando con un señor que me ha ofrecido un puesto de trabajo como esteticista.

—Eso es grandioso.

—Eso creo, el problema es que el puesto de trabajo queda bastante lejos.

—¿Dónde?

—Alemania.

—¡¿Qué!?

—Sí, bueno, pues, verás, todavía no le he dado una respuesta, pero yo sí quiero ese puesto de trabajo.

—Tienes que conseguir un nuevo trabajo, sí, pero no precisamente en Alemania Turquesa, tienes veintiséis años.

—Mamá, ¿no crees que debo independizarme de una buena vez y por todas? Este sería un gran paso en mí vida.

—Sí, pero, ¿Alemania?

—Mamá, manejo bastante bien el inglés.

—Hablan alemán en Alemania Turquesa, reacciona.

—El señor que me ha hablado, habla bastante bien el inglés, aunque el pobre intentaba a fuerzas decirme alguna que otra palabra en español, pero bueno, me ha dicho que su señoría quiere que le dé clases a sus queridos hijos, y yo quiero ese puesto de trabajo mamá, quién sabe y en un futuro no muy lejano pueda instalarme bien y abrir un salón de belleza y sabes perfectamente que ese es mí mayor sueño.

—Lo sé bien eso Turquesa, pero Alemania es demasiado lejos tanto para ti como para nosotros, piénsalo bien querida.

—Tengo menos de dos días para poder pensarlo mamá.

—Y por más que te lleve la contra tú querrás irte de todas maneras, ¿verdad?

—Sabes que sí, quiero ese trabajo y es mí oportunidad para obtenerlo.

—Tú siempre soñadora como tu padre, nunca cambiarás, nunca has sido realista Turquesa, y por eso nunca has tenido absolutamente nada, el día de mañana te darás cuenta de lo que te estoy queriendo decir.

—¿Acaso no quieres verme formada como una esteticista profesional? Si iría allí tendría muy buena carta de recomendación, ¿no lo crees así?

—Ay pues claro que sí, pero entiéndeme tú a mí también, no te irías a ninguna Provincia, si no, a otro país que queda a miles de kilómetros del nuestro.

—No me iré a vivir allí, serán solamente seis meses, y pasarán muy rápidos los meses que me quedaré allí, ya verás que sí mamá, aparte éste señor me ha dicho que es muy parecido a la vieja Alemania el pueblito dónde viven.

—Hace años atrás en la vieja Alemania cayó el muro de Berlín Turquesa.

—Estamos en la actualidad ahora mamá y no está precisamente cerca de Berlín el pueblito.

—Pues entonces, ¿en dónde se encuentra exactamente ese pueblito?

—Me ha dicho que se llama Land Nordrhein Westfalen.

—¿Land qué?

—Land Nordrhein Westfalen.

—¿No crees que es un estado y no un pueblito?

—Pues no lo sé, por eso también es que quiero ir a conocerlo.

—Sabes bien que no quiero que salgas del país.

—Me pagará cincuenta mil dólares por los seis meses que me quedaré allí para instruir a sus hijos.

—Cincuenta mil dólares se juntan en años, ¿y él se ofrece a pagarte toda esa cantidad de dinero en solo seis meses nada más?

—Así es mamá, por lo que si tú te opones a mí decisión yo me iré igual.

—Lo sé, eres como tu papá, siempre decidida a todo, a pesar del fiasco que podrías llevarte Turquesa, en fin, creo que la decisión ya la has tomado cuando has venido para aquí, ¿verdad?

—Verdad —le contestó sonriéndole—, creo que será mejor que lo llame de inmediato.

—Como tú más lo prefieras hija —le dijo y la joven subió a su habitación.

Se encerró en la misma y marcó el número del hotel para poder hablar con el señor Turner. De inmediato la comunicaron con él.

—Señor Turner, soy la señorita Dalton.

—¿La señorita Dalton ha dicho?

—Sí, la persona con la que ha hablado hace casi media hora atrás.

—Oh sí, sí señorita.

—No me había presentado antes, mí nombre es Turquesa.

—Encantado de saber su verdadero nombre señorita Dalton.

—Lo mismo digo señor Turner —le expresó sinceramente sonriéndole en el habla.

—¿Ya ha decidido lo que hará?

—Así es, por ese motivo lo he llamado.

—¿Y qué ha decidido?

—Acepto trabajar para su señoría, si él quiere mis servicios, pues iré con usted para atender a sus queridos hijos —le respondió contenta en el habla y él sonrió a través de la línea telefónica.

—Me parece perfecto señorita Turquesa, mañana mismo iré con un chofer a buscarla y nos podremos ir.

—De acuerdo, nos veremos mañana entonces, ¿le parece bien alrededor de las cinco de la tarde en punto que pase por la casa de mis padres?

—Sí, no hay ningún problema, la veré mañana por la tarde, hasta entonces.

—Hasta mañana —le dijo, dándole a continuación la dirección, y luego cortó la llamada.

Le pidió ayuda a su mamá para que la ayudara a empacar todas sus cosas y todo lo necesario, se iría por seis meses al exterior y prácticamente se iba a llevar todo lo necesario, lo cuál eso abarcaba todo para la joven. A la mañana siguiente, se vistió algo formal para causarle una buena impresión, porque no quería que a la primera vista le pegara una patada en el trasero y la mandara de vuelta a Argentina.

Se puso un vestido corto sin mangas, de color gris con un cinturón fucsia y los zapatos fucsias también, accesorios haciendo juego y una cartera al tono.

Terminó de prepararse y tocaron el timbre, bajó las escaleras hacia la sala principal y abrió la puerta.

—¿Ya tiene todo listo señorita Turquesa?

—Claro que sí señor Turner, ahora le daré las maletas.

—De acuerdo —le respondió y ella le acercó las maletas.

—Tome, aquí tiene, como me quedaré seis meses necesitaré todas éstas cosas —le decía mientras le pasaba las valijas y los neceseres a él, y él a dos hombres más que lo acompañaban.

—Señorita, ¿no cree que son demasiadas las cosas que se llevará a Land Nordrhein Westfalen?

—No señor Turner, no lo creo así, verá, necesito todas éstas cosas, son indispensables para los seis meses que me quedaré allí con ustedes.

—Pues está bien.

Saludó a sus padres, con un beso en una de sus mejillas y un fuertísimo abrazo y se despidió de ellos. Salió de la casa de los padres escoltada por los dos hombres, por el señor Turner, y entraron al auto negro con vidrios polarizados, la muchacha fue la primera en entrar porque le abrió la puerta uno de los escoltas.

Emprendieron el camino hacia el aeropuerto y después de que llegaran, bajaron sus maletas, salieron de aquel auto, y se subieron a un jet privado. Como siempre ella primero, ayudada por uno de sus hombres.

Se acomodaron en un asiento, el uno frente al otro y luego de cerrar la puerta del jet privado, el piloto carreteó el pequeño, para despegar.

4: Capítulo 4
Capítulo 4

—¿Primera vez que viaja en avión?

—Sí y estoy bastante nerviosa.

—Y no es para menos señorita, verá que allí se sentirá muy cómoda y podrá disponer de todo lo que necesite usted.

—¿Y cómo es dónde vive usted señor?

—Muy bonito y muy pintoresco por cierto, ya verá que le gustará muchísimo.

—Seguro que sí —le expresó sinceramente sonriéndole y él correspondió también.

Le ofrecieron té y unas masitas dulces, tomó solamente una de todas y una taza de té mientras ya estaban volando.

Por unas quince horas volaron, hasta aterrizar en aeropuerto alemán.

Minutos posteriores se subieron al auto que los esperaba.

—Todo lo que necesite de materiales para las clases solo tendrá que dejármelo saber y listo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo señor Turner.

—Lo que necesite, papeles, lápices, lapiceras, y esas cosas.

—Oh bueno, aparte de eso, necesitaría, pues, usted sabe, cabezas de plástico, algodones, pinceles profesionales, frascos de gel, mousse, espuma para afeitar, ciertos maquillajes de una excelente marca renombrada internacionalmente.

—Señorita Dalton, ¿qué es usted exactamente?

—Pues ya sabe, soy esteticista y maquilladora profesional.

—¡¿Qué?! ¡¿Cómo es que no es una profesora de ciencias señorita Dalton?!

—No señor Turner, no lo soy, y temo que terminé la secundaria con todas las materias arañando el aprobado, verá, soy maquilladora profesional nada más y me dedico a esa profesión y al peinado y el corte de cabellos.

—¡Qué he hecho! ¡¿Qué he hecho?! ¡Su señoría me matará! ¡Me matará! —gritó desesperado abanicándose con unas hojas que reposaban en sus manos.

—Tranquilo —le respondió lo más calmada y serena posible—, no lo matará su señoría si ninguno de los dos le dice la verdad, nadie tiene porqué saber que en verdad no soy una profesora de ciencias, primero tendría que decirme las edades de sus hijos.

—Su señoría tiene tres pequeños, el más grande tiene solamente siete años, luego cinco años y un año apenas cumplido.

—Pues entonces, solamente el de siete sería el único que aprendería algo, el que le sigue de cinco podría estar yendo al jardín de infantes y el más pequeñito es prácticamente un bebé que se debería quedar en la casa con su propio padre.

—¿Jardín de infantes? ¿Qué es eso señorita Dalton?

—¿Acaso no sabe lo que es un jardín de infantes señor Turner?

—Claro que no, los hijos de su señoría no asisten a escuelas, se instruyen con una profesora aplicada y obediente.

—El problema es que yo no soy precisamente esa profesora aplicada y obediente.

—Haremos lo que me ha acabado de decir con anterioridad, mantendremos en secreto el que no es verdaderamente una profesora de ciencias si no más bien una cosmetóloga profesional con orientación a corte y peinado de cabellos también.

—Así es señor, ahora bien, respire tranquilo y pausadamente, verá cómo se tranquilizará y se normalizará su respiración al instante, eso es, siga así y verá que muy pronto se calmará y se tranquilizará por entero.

Al llegar a aquel palacio antiguo, salió del auto apenas le abrió un hombre uniformado, quedó estupefacta al contemplar aquella mansión antigua del siglo XV, siguió al señor Turner a su espalda y entraron a lo que sería el patio descubierto de la entrada principal después del enorme portón antiguo de hierro forjado y madera. El piso del patio al aire libre era con adoquines viejos en un grisáceo deslucido y mohoso. La fachada de aquel gigantesco palacio tenía en algunas partes enredaderas en un verde llamativo seco con algunas diminutas flores en amarillo y otras en un suave fucsia.

—¿Quién es? —le preguntó mirando hacia la imponente y alta estatua de piedra que yacía a un costado del patio principal al aire libre.

—Su señoría, el Príncipe Dominik Rosenauer.

—¡¿Príncipe?! —le preguntó asombrada y sorprendida a la misma vez.

—Así es señorita Dalton, su señoría es el Príncipe de Rosen, es Príncipe del pueblo Rosen, y como tal cargo representa al estado de Land Nordrhein Westfalen, y a toda Alemania por ser la categoría más alta en la nobleza.

—Me da risa saber que todavía existen este tipo de rangos en una modernidad que ya supera cualquier cosa que una persona pueda saber y pueda ver.

—Gran parte de Alemania ha quedado en el tiempo, y todo esto que ve no ha sido la excepción.

—No, claro que no, ya veo que no ha sido la excepción, pero debo reconocer que es una maravilla éste lugar.

—Muchísimas gracias por el halago señorita Dalton.

—De nada señor Turner.

—Sígame que le indicaré su nueva alcoba.

—De acuerdo.

Entraron al interior del castillo y los recibió otro señor.

—Señor Melton le presento a la señorita Dalton, señorita Dalton le presento al señor Melton, la mano derecha del Príncipe Dominik Rosenauer.

—Espero que le sea de su agrado su estadía aquí, cualquier cosa que necesite hágalo saber.

—Sí, de hecho…

—Pero a él —le respondió seco y seriamente señalando al señor Turner—, con su permiso, tengo cosas que he dejado pendientes, hasta pronto señorita Dalton.

—Encantado de haberlo conocido señor Melton —le expresó sincera y amablemente pero él ya se había dado media vuelta y seguido con su camino.

—Espero que sea de su gran agrado la alcoba que le hemos dispuesto señorita Dalton, como bien ha visto y bien se ha percatado, su señoría es un hombre por demás ocupado, y no tiene tiempo para sus pequeños hijos como lo quisiera.

—¿Es demasiado fuera de lugar, si le pregunto por su esposa, por la madre de sus hijos?

—Su señoría es viudo, y sobre ese tema en particular no se habla, su señoría no quiere que se ande hablando y preguntando sobre su esposa.

—Lo siento, me imagino por lo que han debido pasar.

—Pues en fin, dentro de una hora tendrá su audiencia con su señoría.

—¡¿En una hora?! ¡¿Nada más?! Y me supongo que quiere que le cause una buena impresión, pues entonces, salga de aquí señor Turner, así puedo cambiarme tranquila —le dijo y lo hizo salir de la habitación cerrando ella la doble puerta.

Una hora después, se había preparado absolutamente todo para su audiencia con el Príncipe de Rosen.

—¿Y bien? ¿Dónde está? —les preguntó a todos los presentes bien uniformados y ninguno de ellos le respondió—, ¿hemos montado todo esto para nada?

—Ehm… su señoría, me temo que todavía se está preparando en su respectiva alcoba —le respondió apenado el señor Turner.

—¡¿Dónde está la institutriz?!

—Todavía no ha bajado su alteza.

—¡Esto es el colmo! —gritó malhumorado y dio media vuelta para volver a caminar hacia el interior del castillo.

Por otro lado, Turquesa estaba sentada frente a la cómoda y mirándose en un espejo mientras se delineaba uno de los ojos por dentro. Se encontraba con camisón, y ruleros y la tomó por sorpresa el hecho de ver que se abría la doble y enorme puerta de la alcoba y entraba el Príncipe de Rosen.

—¡Oh! —emitió alterada por tener que verla en las pintas que estaba en aquel preciso instante—, su alteza, usted disculpe —le expresaba sinceramente mientras se colocaba un saquito de mangas largas y se cubría el pecho—, perdón por la tardanza, es qué, la habitación es demasiado oscura y verá no se ve muy bien a la hora de maquillarme, pero bueno, soy una educadora, y como tal no se tendría porqué preocupar por el aspecto y por cómo luce una educadora, así qué, lo único que podría decirle es que me disculpe por haber tardado demasiado, más de una hora —le decía todo aquello mientras era observada por sus ojos que la inspeccionaban de arriba abajo de manera reprobadora y para rematarla al hecho de que la miraba de aquella forma, andaba rondando a su alrededor.

—¡Nunca la han hecho callar! —le gritó poniéndose frente a ella.

—Usted disculpe su alteza —le respondió apenada—, ahora mismo estoy callada —le expresó avergonzada y agachando apenas la cabeza.

—Señorita Dalton, le daré una pequeñísima oportunidad solo porque es nueva aquí, y no sabe absolutamente nada del lugar y de las costumbres, será la institutriz de mis tres pequeños y queridos hijos, estará con ellos en todo momento, quiero que aprendan cosas de su país, quiero que interactúen con otras culturas, ya que ellos están en un mundo más avanzado que el mío, y quiero que se integren a su cultura y todo lo demás, ¿ha comprendido?

—Sí, Su Alteza —le contestó atenta y le hizo una reverencia soltándosele un mechón de pelo de uno de los ruleros que tenía puestos en su cabeza.

5: Capítulo 5
Capítulo 5

A la mañana siguiente, mientras ella estaba durmiendo plácidamente en la cama, un bajo ruido la despertó. Abrió los ojos y allí estaba frente a la joven, una pequeña niña de un año apenas cumplido, que la miraba con unos enormes e intensos ojos azules, con su cabellera dorada en dos colitas a los costados de su pequeña cabeza, regordeta, y con un bonito vestido rosa pálido, pero no estaba sola, había dos niños más a los pies de la cama que la miraban atentamente. Uno era de complexión casi esbelta, de pelo rubio oscuro y ojos miel y el más pequeño que el anterior, de complexión rellenita y de pelo rubio con sus ojos azules al igual que su pequeña hermana. Los tres eran bellísimos por donde los miraras. Y su parentesco con el padre no cabían dudas que eran sus propios hijos.

—Oh, wow, regla número uno niños, nunca sorprendan a una latina, ¿comprenden niños? Oh, ya veo, no hablan inglés.

—Buenos días, mí nombre es Alexander, él es mí hermano del medio Ethan.

—Buenos días, ¿y tú cómo te llamas cariño?

—Su nombre es Misha, solo balbucea, bienvenida a nuestro humilde castillo, señorita Dalton.

—Veo que ya les han informado de mí.

—No se parece en nada a la anterior institutriz, era fea y le faltaban dientes, y su aliento era como si algo se le hubiera muerto tirándose pedos en su boca —le dijo el niño mayor.

—Nunca hemos conocido a una latina —le contestó el otro pequeño.

—¿Nunca?

—No, nunca, y por eso papá nos ha explicado que debemos aprender su cultura y sus costumbres —le expresó sinceramente Alexander.

—Señorita Dalton, ¿la veremos en el desayuno junto con nosotros? —le preguntó Ethan.

—Por supuesto, es la comida más importante del día.

Los niños salieron de su alcoba, pero la que se había quedado con ella, había sido Misha, la beba de tan solo un añito de edad.

—No me molesta en lo absoluto.

—Pero deberé sacarla de aquí, si no papá se molestará con nosotros.

—Si tú no le cuentas, yo tampoco se lo contaré Alexander.

—Entonces quiere decir qué, ¿asumirá toda la responsabilidad de Misha si se queda aquí con usted señorita Dalton?

—Así es, tú no te preocupes por eso.

—De acuerdo entonces, hasta el desayuno señorita —le respondió y se fue cerrando la doble puerta para dejarlas solas a su pequeña hermana y a ella.

Hizo lo más rápido que pudo en darse una ducha y vestirse por entero y maquillarse en el proceso también, terminó poniéndose los accesorios y perfume y luego salió de la alcoba con la niña en sus brazos.

Llegó al salón en donde se serviría el desayuno y se sentó en la cabecera de espaldas a la puerta de entrada del salón, la niña en los brazos de Turquesa, y sus dos hijos a los costados de la mesa.

—Díganme, ¿qué es esto? —les preguntó mirando extrañada aquel desayuno tan peculiar.

—Es morcilla con crema cuajada, es riquísimo.

—Se ve… delicioso —les respondió tragando saliva y viendo el plato dudosamente, pero les sonrió en señal de aprobar el contenido alimenticio.

Apenas entró su padre, los niños y ella también imitando a los demás, se levantó de la silla en donde estaba sentada y le dieron los buenos días.

—Buenos días niños, señorita Dalton.

—Buenos días papá.

—Buenos días su alteza, ¿no desayunará con nosotros?

—No tengo tiempo, odio el periódico suyo señorita Dalton.

—Nunca ha sido mío su alteza —le respondió sonriéndole.

—Es el único que llega aquí y no me gusta en lo absoluto —le respondió malhumorado y gruñendo como un perro.

—Pues no lo lea, o bien, tiene dinero, bien puede encargárselo a alguien para que se lo traiga cada semana.

—Los periódicos salen todos los días.

—No estoy interiorizada en los periódicos su alteza, ¿en verdad no se quedará a desayunar con sus hijos?

—No, no tengo tiempo señorita Dalton —le volvió a responder y ella volvió a sentarse.

Apenas caminó hacia ellos, la joven les estaba comentando algo a los niños.

—Mí papá siempre desayunaba conmigo, y cuando se sentía lleno de tanto comer se llevaba su remera hacia arriba dejando su enorme barriga al aire y seguía desayunando —les expresó sinceramente y él la miró y la escuchaba atentamente.

Lo miró de reojo, se levantó nuevamente de la silla en donde estaba sentada y le volvió a sonreír sin mostrarle sus dientes blancos.

—Eran unos bonitos momentos en donde los pasaba con mí papá, claro que sí, ¿usted lo quiere intentar?

—Claro que no señorita Dalton —le respondió secamente y gruñó.

Continuó gruñendo unas veces más hasta que se volvió a dar vuelta y caminó hacia la cabecera de la mesa, para sentarse en su silla y extender el periódico.

—Me sentaré a desayunar con ustedes, pero no les hablaré —les dijo mientras continuaba leyendo su periódico.

—¿Sabe su alteza? Me encantará ser la profesora de sus niños, estoy encantada de poder enseñarles todo lo que tengo para ellos —le dijo pero él no la había escuchado.

—¿Qué ha dicho? —le preguntó a su mayordomo que le servía el desayuno en bandeja.

—Oh, no se preocupe su alteza, si no nos escucha, nosotros iremos hacia usted, no se moleste en venir hacia nosotros.

—¿Qué hace señorita Dalton? —le preguntó volviendo a gruñir y casi levantándose de su silla.

—Oh, no su alteza, quédese sentado, sus niños y yo iremos hacia usted, vamos niños, su padre quiere conversar con todos ustedes, así qué, levantemos todo y vayamos más cerca de él —les dio las instrucciones y le obedecieron—, ¿sabe su alteza? Hoy he sido despertada de una manera poco habitual, me encontré con sus niños sobre mí cama.

—¡¿Qué?! ¡¿Cómo es eso posible?! ¿¡Alexander, Ethan, Misha!? ¡Saben perfectamente bien que tienen prohibido entrar a la recámara y subirse en las camas de ninguna, absolutamente de ninguna alcoba!

—Oh no, su majestad, no lo han hecho, he dicho si se hubieran subido a mí cama, hipotéticamente hablando, claro está, pero eso habría sido muy inapropiado —le respondió y luego sorbió un poco de su café con leche y crema.

Sostenía a la niña con su brazo izquierdo, y la sintió temblar como una hoja en su regazo cuando su padre los gritó a los tres por habérsele escapado de los labios aquella declaración que afortunadamente la pudo arreglar de inmediato. Pero que aún así, éste, gruñó como un perro rabioso estando al límite siempre y sin saber en qué momento del día o en qué momento de la noche iría a lanzar su mordiscón.

Los tres niños le tenían pavor a su padre, pero la que estaba peor era Misha, la pequeña beba que tenía en sus brazos.

Luego del desayuno, fue su primera clase de aprendizaje.

Estaban dentro del aula, Turquesa terminó de escribir su nombre completo en el pizarrón y los dos niños se sorprendieron por el nombre de la joven mujer.

6: Capítulo 6
Capítulo 6

—¿Tu nombre es Turquesa?

—Así es.

—¿Cómo el verdadero color turquesa?

—Sí —les contestó sonriéndoles y ellos le sonrieron también.

—Nunca lo hemos escuchado.

—Pues porque no es común aquí en su país.

—No, claro que no —le respondió Alexander.

—Y bien… lo más lógico sería preguntarles qué han hecho con la anterior profesora, ¿no?

—Literatura, leíamos historia.

—Interesante, pues veamos que hay en la biblioteca, bien, aquí, Alexander, lee el párrafo de la página cincuenta, por favor.

—Sí señorita Dalton.

El niño leía y Turquesa no podía creer que estuvieran leyendo historia antigua, solamente tenían siete y cinco años.

—Esperen niños, ¿por qué tienen que leer éstas cosas?

—Papá quiere que las leamos para aprender desde muy pequeños toda la historia, desde la antigua hasta la moderna.

—Esto atrofia las mentes, son demasiado pequeños para poder retener tantos nombres, tantas cosas y tantos sucesos desde la historia antigua hasta la actual, deberían estar jugando y no estar entre tantos libros.

—¿Jugar? —le preguntó Alexander extrañado.

—¿Qué es jugar? —le preguntó Ethan, el pequeño de cinco años.

—Es cuando se integran con niños de sus edades y juegan a juegos de mesa, juegos que implique estar al aire libre.

—Papá prefiere que estemos leyendo en vez de perder el tiempo en hacer esas cosas que está diciendo señorita Dalton —le respondió Alexander.

—¿Nunca los dejó jugar con otros niños?

—No, papá nunca nos dejó jugar con otros niños —le expresó sinceramente Ethan.

—Cállate Ethan —le dijo Alexander.

—No le grites a tu hermano así Alexander, déjalo, ¿tienen miedo de su padre, verdad? —les preguntó, se quedaron callados pero antes de que alguno de los dos le contestara entró al aula el señor Turner, ya que estaba escuchando desde hacia tiempo atrás, sin que ellos se percataran.

—¡Hora del almuerzo! —les gritó y los niños salieron del aula y el señor Turner le habló—, ¿qué está haciendo señorita Dalton?

—Les estoy abriendo los ojos, no pueden leer esas cosas, ni siquiera yo las entiendo y ellos muchísimo menos las entenderán.

—Eso es lo que quiere su padre, el Príncipe de Rosen, no puede decirles a los niños que deberían estar jugando en vez de leer libros de historia y de otras materias.

—Mire señor Turner, esos niños deberían estar jugando al aire libre y no leyendo libros de historia antigua y historia actual, no es sano para sus mentes todavía.

—¿Y qué propone hacer?

—Por el momento pretender que les enseño los libros de toda clase de historia, y luego jugar con ellos, enseñarles a jugar verdaderamente un juego o varios de ellos, total, a la larga su propio padre ni siquiera les preguntará qué cuerno hacen con la institutriz, está muy metido en sus asuntos como para estar perdiendo el tiempo con sus pequeños hijos.

—No quiero decírselo a su señoría, pero me hace estar obligado de decírselo.

—Pues dígaselo hombre, no me atemorizan los gritos y el malhumor de su señoría, pero a sus tres hijos sí les da pavor estar cerca de su propio padre.

—De acuerdo, yo no tengo ningún problema.

—Bien entonces —le respondió y salió del aula para encaminarse hacia el despacho de su señoría.

7: Capítulo 7
Capítulo 7

Apenas Turquesa salió del aula, y se encaminaba hacia el salón del almuerzo, su gritó de malhumor que aconteció con el nombre y apellido de la joven hizo que diera media vuelta y caminara hacia su despacho.

—Veo que encontró mí despacho muy rápido señorita Dalton.

—Su grito me indicó donde se encontraba usted su alteza.

—Entre y cierre la puerta señorita Dalton —le indicó y ella le obedeció—, siéntese en ese taburete y quédese calladita hasta que termine aquí, no le pondrá en sus cabezas ideas estúpidas de jugar a joegos y salir al aire libre y jugar con otros niños señorita Dalton, solamente usted debe enseñarles lo que una educadora hace, enseñarle historia antigua, historia moderna, sus culturas, sus costumbres, del bienestar, cuidado y protección me encargo solamente yo de eso —le dijo mientras practicaba esgrima con uno de sus empleados.

—Mire usted, sepa muy bien que haciéndoles leer todos esos libros, les atrofiará la mente, ¡no es para nada sano! —le gritó molesta yendo hacia donde él estaba y frenó la practica con su oponente—, deténgase un poco usted, ¿¡no ve que el pobre hombre ya no puede más!? Está cansado.

—¡El siguiente! —gritó y se puso en posición otro empleado más en el lugar donde estaba su anterior oponente—, señorita Dalton, usted aquí no acotará absolutamente nada, yo soy el único que imparte las órdenes aquí, es mí territorio como tal y usted no me impondrá absolutamente nada de lo que debo hacer o lo que debo dejar de hacer.

—No le veo el problema con que jueguen al aire libre, no son sus soldaditos que tienen que obedecerle apenas usted abre la boca, que solamente la usa para gruñir y para gritar a sus pequeños hijos y a cualquier persona que se le plante de frente a usted, no estamos más en el siglo XV.

—Las costumbres que hay aquí no se cambiarán en lo absoluto, y mis hijos seguirán esas costumbres siempre, sin siquiera quebrantarlas.

—Pues entonces, dígame usted su alteza, ¿para qué le pidió al señor Turner que me mandara a buscar si no quiere que sus hijos sepan e incorporen costumbres de mí país? No le veo el porqué y no le veo la gracia del asunto.

—¡Salgan todos de aquí ahora mismo! —les gritó malhumorado y gruñéndoles de tal manera que parecía que las venas de su cuello estarían a punto de reventarse—, ¡usted no Turquesa Dalton! —le gritó y ella volvió hacia atrás con media vuelta para enfrentarlo nuevamente.

—¿Acaso ya no me ha dicho absolutamente todo su alteza?

—No todo señorita Dalton, mis hijos aprenderán su cultura y sus costumbres, pero usted no les impondrá qué deben y qué no deben hacer, para eso tienen a un padre que deberán obedecer a rajatabla.

—Tienen un padre sí, pero no un padre dominante y represor, gruñe y grita pero no muerde, es como un perro, es puro alarde, perro que ladra no muerde así dice el dicho y usted su alteza es igual que un perro que ladra pero que nunca muerde, ¿alguna vez pasó horas con sus hijos?

—Para eso estaban las niñeras.

—O sea qué, tuvo a sus hijos por tenerlos, por decir que es un padre, pero no es un padre con todas las letras, no pasa tiempo con sus hijos, no sabe lo que en realidad quieren, no sabe absolutamente nada de sus propios hijos, solamente se preocupa de su protección, de su bienestar y después de ahí más nada, ¿no?

—Mis hijos saben perfectamente lo que quiero que hagan ellos, no deben decepcionarme y deben obedecerme en todas las cosas que les diga.

—¿Decepcionarlo a usted su alteza? ¡Solamente tienen siete, cinco y un año de edad!

—¡No me grite usted a mí señorita Dalton!

—¡Y usted tampoco a mí su alteza! ¡Seré mujer, pero usted no tiene ningún derecho en gritarme como lo hace! ¡Y ni muchísimo menos a sus pequeños hijos! ¡Misha tiembla como una hoja cuando usted la grita! ¡Con gritos no se educa a tres niños!

—¿Acaso su padre no le gritaba?

—No, nunca lo ha hecho y me educó muy bien sin gritos, lo mismo que mí madre, no hubo gritos por ninguna de las dos partes hacia mí, y me eduqué por ellos excelentemente su alteza, ya ve, que en base a gritos usted no obtiene absolutamente nada, así qué, fíjese bien lo que hará con sus hijos —le respondió y se dio vuelta dejándolo con su palabra en la boca y salió de su despacho abriendo y cerrando la puerta alta y enorme abruptamente de un fuertísimo golpe.

8: Capítulo 8
Capítulo 8

Dos meses y cuatro días después, había tocado su día libre y aprovechó en salir a conocer los alrededores del castillo, pero lo que no sabía era que Misha, la pequeña la estaba siguiendo, hasta que su padre la vio.

—¡Misha! ¡¿Qué pretendes hacer con seguir a tu institutriz?! —le gritó y ésta se quedó petrificada en el medio del pasillo mirándolo atónita a sus ojos—, ¡ni se te ocurra seguirla porque lo lamentarás Misha! ¡No me desobedezcas pequeña! —le volvió a gritar malhumorado y gruñéndola.

—¡Basta! —le gritó Turquesa a él viendo cómo le gritaba al límite de que la niña se hiciera pis encima—, ¿¡no se da cuenta de lo que le está haciendo o qué!?

—¡Usted no se meta en asuntos de familia Turquesa Dalton!

—¡Pues entonces, fíjese cómo trata a su propia hija su alteza! Si la niña quiere venir conmigo, yo no tengo ningún problema con que venga conmigo.

—La niña no saldrá del castillo y se acabó, y tú vuelves a tu alcoba pequeñita.

—Pues entonces, yo tampoco saldré a conocer los alrededores del castillo, ven cariño, vamos a cambiarte tu ropita —le dijo tiernamente y la levantó en sus brazos.

La pequeñita comenzó a llorar contra su pecho sin que la viera su propio padre, ya que le dio la espalda a él.

Turquesa entró a la alcoba de la niña y se dedicó a volverla a vestir con otra ropa, luego de haberla lavado perfectamente. Una vez que la tenía ya lista, quiso que se sentara en el borde de su camita del lado de los pies, y ella trepó para sentarse a su lado.

—Una niña tan bonita como tú no debe comerse de esa manera las uñas cariño —le dijo suavemente besándole sus manitos, sus deditos, y sus uñitas.

—¿Puedo pasar? —preguntó su padre y la niña automáticamente se tensó.

—Tranquila —le respondió a la niña mientras le acariciaba su pequeña espalda—, iré a tirar el pañal de la niña —dijo y la niña la sujetó de su blusa con una de sus manitos—, Misha, quédate tranquila —le dijo acariciándole una de sus mejillas.

—Si te hace sentir más tranquila Misha, la señorita Dalton se puede quedar —le contestó y la niña aflojó el agarre de la blusa—, ¿me perdonas Princesita? —le preguntó y Turquesa se sorprendió de haberle escuchado aquello.

—Sí papi.

—¿Me das un beso y un abrazo?

—Sí papi —le respondió suavecito y lo abrazó con sus bracitos alrededor de su cuello aunque no llegaba a abrazarlo del todo, y luego posó sus dos manitos en las mejillas de su padre y le dio un beso en su mejilla.

—Ahora que ya me has perdonado, volveré a mis labores como siempre y como todos los días.

—Papi, quiero que te quedes conmigo un ratito para que juguemos.

—Pequeñita sabes perfectamente que no puedo quedarme contigo a jugar, es más, a ustedes les está prohibido jugar —le respondió y a la niña le tembló la barbilla a tal punto de comenzar a llorar—, no quiero que comiences a llorar nena —le dijo y la joven carraspeó.

—Creo yo que si pasa un poco de tiempo con su hija jugando no le hará daño alguno, es más, a veces el trabajo puede esperar y bien se puede dedicar bastante tiempo todos los días de sus pequeños hijos su alteza.

—Los trabajos que yo tengo, no son nada iguales comparados con su trabajo, así qué, no debería acotar absolutamente nada señorita Dalton.

—Perdóneme usted su alteza, pero creo yo que se está perdiendo los mejores años de sus edades, son muy pequeños todavía y pasan bastante rápidos los años.

—Señorita Dalton, le recomiendo que no acote más nada por favor se lo pido —le respondió irguiéndose completamente cuán alto y fornido era, y salió de la alcoba de su pequeña hija.

La niña corrió hacia ella y se aferró a sus piernas llorando desconsoladamente. Se puso de rodillas frente a ella y la abrazó fuertemente contra su pecho y ella siguió llorando amarga y desconsoladamente.

—Ya deja de llorar Misha, tu papá te quiere mucho, lo que pasa es qué, tiene muchísimo trabajo y no puede atenderte como él más quisiera.

—Papito no me quiere, papito nunca me quiso y nunca me querrá mí papito —le expresó sincera y tristemente, y entraron Alexander y Ethan a la alcoba de su pequeña hermana.

—¿Qué tienes Misha? —le preguntó su hermano mayor—, ¿por qué llora Misha de esa manera señorita Dalton? —le preguntó y ella le contó lo que había pasado.

—Su hermanita quiso jugar con su padre pero éste se negó, les está prohibido jugar.

—Nunca supimos lo que es el jugar —le contestó Ethan sinceramente mientras la miraba a sus ojos detenidamente.

—Es muy obvio que su padre los protege y los cuida por su bienestar, para que no les pase absolutamente nada.

—Usted podría hablar con él, ¿podría hacer eso?

—Pues…

—Por favor, se lo suplicamos señorita Dalton —le pidió por favor Alexander.

—¿Alexander, tú pidiéndome eso? No te lo puedo creer.

—Nunca hemos salido a jugar al aire libre, nunca hemos jugado porque no sabemos lo que es el jugar, y usted ha llegado aquí a enseñarnos nuevas ideas, nuevos pensamientos, nuevas cosas que un niño y que una niña puede hacer, y no solamente leer los libros de historia, que es imposible no suplicárselo.

—Pues… ninguno de los cuatro tiene intenciones de decírselo, ¿o me estoy equivocando niños? —les preguntó y ellos le sonrieron enormemente y ella les sonrió enormemente a ellos también.

La abrazaron los tres por su cuello y ella los abrazó a los tres por sus cinturas y por sus espaldas. Les dio un par de besos a cada uno en sus mejillas y los cuatro rieron de manera cómplice.

Salieron de la recámara de la niña y caminaron hacia la sala de estudios. Entraron al aula y les indicó que buscaran varias cosas para llevarlas al jardín trasero que tenía el castillo antiguo del siglo XV.

9: Capítulo 9
Capítulo 9

Esa tarde aunque era su día libre sin estar con los tres niños, optó por hacerla recreativa y muy didáctica. Cultural y con una tradición Argentina que rayaba lo insólito para ellos tres.

Puso todo dentro de una canasta de mimbre y posteriormente de salir del aula de clases, caminaron sigilosamente hacia la puerta de salida del castillo. La abrió para ellos y los hizo salir primeros y luego ella, cerrando la enorme y alta doble puerta a sus espaldas.

Fueron hacia el jardín trasero y dispusieron absolutamente todo con ayuda de los tres niños.

Habían pasado casi dos horas excelentes, riéndose, jugando y divirtiéndose y de todas las cosas que habían hecho, se había enterado su padre, ya que los estaba viendo desde el enorme ventanal de su despacho.

—Desde que su propia madre se ha ido, nunca los he visto sonreír y reírse como ahora mismo Turner, los veo felices y contentos, lo que me molesta es… nada, absolutamente nada, le impongo algo a la señorita Dalton y ella me lleva como siempre la contra, siempre se sale con la suya, desde que ha llegado a éste castillo, los tres niños por igual le han tomado un enorme cariño a su institutriz, Alexander ha dejado de ser tan serio, Ethan ha dejado de ser tímido y Misha ha dejado de estar triste, dime Turner, ¿qué debo hacer?

—¿Con respecto a qué su alteza?

—Con respecto a Turquesa Dalton.

—Pues, si usted me permite, con todo el respeto que se merece de mí parte, sus hijos están excelentemente cuidados por la señorita Dalton, es atenta, cariñosa, protectora y amorosa con sus hijos su alteza, y les enseña las cosas, aunque a pesar de que usted no lo vio para nada bien, dejaron los libros de historia y de toda clase de libros para dedicarse a aprender de diferente manera y sobre ciertas cosas en general que solamente niños de sus edades deberían saber, y ya ve perfectamente que han ido de maravillas.

—A la señorita Dalton le quedan solamente cuatro meses más aquí como institutriz de mis pequeños hijos, luego de que se vaya, ¿qué harán Turner? No quiero que se encariñen demasiado con ella.

<<No quiero encariñarme demasiado con ella yo tampoco>>

—Pues… si a usted le parece bien, luego de que pasen los seis meses, bien podría ofrecerle más tiempo aquí.

—Por más que quisiera Turner —le expresó sinceramente y éste lo miró con una de sus cejas arqueadas y deduciendo ciertas cosas que le estaban pasando a su jefe al mando—, bueno, es decir, ella tiene su propia vida en Argentina, tiene sus costumbres y su propia cultura, ¿qué tendría de bonito todo esto para ella? Es decir… pues… ella es una mujer moderna y yo soy un hombre antiguo, tiene todas sus cosas allí, ofreciéndole más meses aquí cuidando de mis pequeños hijos es como si le estaría quitando prácticamente todo, de seguro debe de tener un hombre que la está esperando allí, obviamente a sus padres, y…

—Y usted no quiere que se vaya su alteza, ¿verdad?

—No quiero que se vaya porque sé cómo se pondrían mis niños.

—¿Y usted su alteza?

—¿Yo qué Turner?

—¿Usted cómo se sentiría si la señorita Dalton se fuera?

—No tengo nada de tiempo en pensar esas tonterías Turner, tengo asuntos muchísimo más importantes que tratar, que el pensar lo que me has acabado de preguntar —le dijo y el señor Melton, su mano derecha en los negocios, apareció en la puerta de su despacho.

—Su alteza, temo que hay problemas con los obreros.

—¿Qué ha pasado ahora Melton?

—Los obreros quieren un aumento de sueldo y si no se los da, harán huelgas.

—¡Lo que me faltaba! —gritó malhumorado, furioso y gruñendo como todo un perro cabreado y rabioso y golpeando sus puños contra su escritorio.

—¿Qué piensa hacer su señoría? —le preguntó Melton.

—Déjamelo pensar por unos días Melton, luego te avisaré, muchas gracias por hacérmelo saber, puedes retirarte.

—Sí su alteza, antes que me olvide, ¿la señorita Dalton tiene permiso para sacar a sus hijos fuera del castillo?

—¿Por qué haces esa clase de pregunta Melton? —le preguntó él mirándolo de reojo con sus manos detrás de su espalda sujetas entre sí y mirando hacia el ventanal enorme que daba al jardín trasero del castillo, en dónde se encontraban sus hijos y Turquesa.

—Pues, porque usted no quiere que sus hijos salgan del castillo, y la señorita Dalton debería tener muchísimo más cuidado con quiénes traba amistades y con quiénes entabla conversaciones junto con sus hijos, su alteza.

—Melton, la señorita Dalton sabe perfectamente lo que hace, por algo quiero que ella se ocupe de mis hijos, ¿no le parece así a usted señor Melton? Así qué, le aconsejo que deje ese asunto de lado y se ocupe de otros asuntos que son mucho más importantes aquí.

—Sí su alteza, discúlpeme usted señor, con su permiso me retiraré de su despacho.

—Pase Melton.

—¿Por qué esa actitud hacia el señor Melton, su alteza? —le preguntó el señor Turner.

—Porque no me gusta que cuestione lo que yo decido e imparto aquí dentro y fuera del castillo —le respondió sinceramente y el señor Turner sonrió abiertamente de saber que se estaba dando cuenta de quién era en verdad el señor Melton.

Fuera del castillo, el ama de llaves se acercó a la joven para avisarle que tenía una llamada.

—Señorita Dalton.

—¿Sí señora Shepherson?

—Tiene una llamada de larga distancia.

—Muchísimas gracias señora.

—Para servirle señorita —le dijo y ella atendió la llamada.

—¿Diga?

—Turquesa, ¡qué alegría hablar contigo nuevamente mí niña preciosa!

—¡Hola mamá! —le contestó contenta de escuchar su voz y sonrió abiertamente, mientras que los tres niños estaban atentos a su conversación con su madre.

—¿Cómo has estado cariño?

—Muy bien, ¿y ustedes?

—Muy bien también, oye, tengo una gran noticia para darte, ¿te acuerdas de la rubia teñida que estaba en la lotería?

—Sí.

—Pues, ¿qué crees? La despidieron, y no quieren a ninguna otra chica excepto a ti Turquesa, ¡es grandioso eso! Así qué, ya no tienes porqué trabajar más allí, empaca todas tus cosas y vuelve aquí que ya tienes el trabajo que querías asegurado Turquesa.

—Mamá, espera, no es tan fácil, tengo trabajo todavía que hacer aquí, no puedo irme de un momento para el otro, y tú lo sabes bien eso mamá.

—Pero cariño… Tu papá y yo te extrañamos muchísimo también.

—Esperen cuatro meses más, por favor se los pido, les suplico que me esperen cuatro meses más y volveré con ustedes.

—Está bien Turquesita, de acuerdo cariño, te esperaremos cuatro meses más, solo espero que pasen muy pronto porque la espera se hace extremadamente larga, te mandamos un besote enorme cariñito.

—Muchísimas gracias mamá, un besote enorme para cada uno de ustedes dos también, nos veremos muy pronto, hasta luego —le respondió y ambas cortaron la llamada.

—Señorita Dalton, ¿se encuentra bien? —le preguntó Alexander.

—¿Qué? Oh, sí, me encuentro bien Alexander.

—Pues, no se nota señorita Dalton.

—No te preocupes Alexander, ya se me pasará, es algo pasajero.

Antes de que alguno de ellos tres o la muchacha les volviera a hablar, los llamó una de las sirvientas para que tomaran sus meriendas.

Turquesa entró detrás de ellos para acompañarlos hacia el salón de la merienda y los dejó allí.

—Señorita Dalton, ¿no nos acompañará en la merienda con nosotros?

—Necesito unos minutitos a solas niños, perdónenme por favor, enseguida vuelvo con ustedes.

—Mientras que la señorita Dalton no está, yo puedo acompañarlos en sus meriendas, ¿puedo? —les preguntó su papá y ellos tres le contestaron al unísono que sí, muy contentos y por demás felices con sus enormes sonrisas a flor de piel.

—En unos momentos vuelvo, discúlpenme por favor —les emitió y se dio media vuelta dándoles la espalda para caminar hacia su alcoba.

—¿Alguno de ustedes sabe qué le pasa a la señorita Dalton?

—No papá, pero su madre al parecer le ha dicho algo sobre un trabajo.

—¿Por qué las señoritas bien como la señorita Dalton deben trabajar papá? —le preguntó queriendo saber Ethan, su hijo del medio.

—Algunas mujeres deben trabajar para mantener a una familia Ethan, la señorita Dalton viene de un país muy diferente al nuestro pequeñito.

—No quiero que se vaya papi —le respondió sinceramente Misha mientras lo miraba a sus penetrantes ojos—, es muy buena conmigo, y la siento como una mamá para mí —le expresó sinceramente su pequeña hija a su padre con los ojos abnegados en lágrimas.

—Misha, Alexander y Ethan, ¿quieren a la señorita? ¿La quieren muchísimo, verdad?

—Sí papi.

—¿Por qué ahora nos prestas atención papá? —le preguntó directo y sin rodeos Alexander, su hijo mayor.

—No soy ningún estúpido niños, me he dado cuenta a simple vista, la manera en cómo ustedes tres han cambiado, progresaron de una manera que hasta yo mismo me quedé perplejo, y todo gracias a la señorita Dalton, eso quiere decir que es una excelente profesora, y es una perfecta institutriz para ustedes tres niños, quiero lo mejor para ustedes, ¿lo comprenden, verdad?

—Verdad, lo comprendemos perfectamente papi —le respondió Alexander—, ¿y tú crees que es buena la señorita Dalton?

—Estoy segurísimo que sí Alex.

—No me refiero a su trabajo que desempeña sobre nosotros, si no, más bien, cómo persona que es ella para ti papi.

—¿Qué me estás queriendo decir Alexander? —le preguntó arqueando su ceja izquierda de forma interrogativa e intrigante, pero que a la misma vez deducía de lo que le estaba queriendo decir su primogénito—, Alexander, hijo, no tengo tiempo ni siquiera para preocuparme por cosas que necesito y qué quiero, tengo demasiado trabajo como para pensar en lo que me estás preguntando.

—Es extraño verte aquí sentado junto a nosotros papá —le dijo Ethan.

—¿Verdad que sí, no? —les preguntó y por primera vez les sonrió a sus pequeños hijos.

—La señorita Dalton se está tardando muchísimo, ¿no les parece así? —preguntó Ethan.

—¿Quién quiere ir a ver el porqué tarda tanto? —les preguntó a sus hijos y los tres se bajaron de sus sillas en dónde estaban sentados hacia instantes atrás y fueron corriendo hacia la alcoba.

Mientras tanto que él quedaba a solas, Melton aprovechó en acercarse a la sala y hablar con el Príncipe.

—Su alteza, los obreros comenzarán una huelga por no darles el aumento que todos están pidiendo —le expresó su mano derecha.

—Ahora no tengo tiempo Melton.

—Pero su señoría, debemos hacer algo, no puede dejar que los obreros hagan lo que tienen pensado hacer.

—Melton, ¡ahora no puedo! ¡Más tarde puede que sí, pero ahora mismo no quiero saber nada de los asuntos que me conciernen! ¿Está claro? —le respondió fulminándolo con la mirada.

—Sí su alteza, con su permiso.

—Propio, vaya tranquilo —le respondió y él se quedó pensativo, sentado a la cabecera de la mesa completamente sólo como un ermitaño.

10: Capítulo 10
Capítulo 10

Por otro lado, los niños golpearon a la puerta de su alcoba.

—Un momento por favor —dijo secando sus lágrimas—, niños, ¿qué pasa? —les preguntó abriendo la puerta y encontrándoselos de frente a su rostro.

—Estamos muy preocupados por usted señorita Dalton, ¿se encuentra bien?

—Sí Ethan, muchísimas gracias por interesarse en mí niños, ya estoy mejor, ha sido el llamado de mí mamá lo que me ha tenido de ésta manera, pero ya estoy mucho mejor —les respondió sonriéndoles enormemente al igual que ellos le sonrieron a ella.

—Nuestra madre, aunque ha sido muy fría con nosotros, a veces la extrañamos —le expresó sinceramente Alexander en nombre de sus dos hermanos más pequeños y en su nombre también.

—Yo… no me acuerdo de mamá —le respondió la niña.

—Tú eras demasiado chiquitita Misha —le dijo Alexander—, por eso es que no te acuerdas de ella.

—¿Se irá señorita Dalton? —le preguntó Ethan.

—Si bien, mí mamá me ha dado la noticia de que tengo ya un trabajo en el país dónde he vivido desde siempre, hasta que no terminen mis meses aquí con ustedes, no me iré de aquí —les expresó sinceramente y ellos tres la abrazaron fuertemente por sus piernas y muslos, aunque Alexander la abrazó por la cintura—, ¿han tomado la merienda ya?

—Así es señorita —le dijo Alexander.

—¿Sabe que papá nos acompañó en la merienda junto con nosotros? —le preguntó Misha mirándola profundamente a los ojos y sonriéndole.

—No, no lo sabía.

—Y todo gracias a usted señorita Dalton.

—¿Y por qué todo gracias a mí Misha?

—Pues porque está cambiando con nosotros y de eso nos damos muy cuenta —le dijo sonriéndole enormemente y con un brillo extremadamente especial en sus hermosos y enormes ojos azules.

—Yo no le he hecho absolutamente nada a su padre niños, quizás se esté dando cuenta de que es tiempo de fijarse un poquito más en ustedes, pero es muy obvio que los ama con todo su corazón y con toda su alma pequeñitos.

—Pero ahora lo está demostrando con nosotros —le dijo Ethan que la abrazaba al igual que los demás fervientemente por sus muslos.

Turquesa intentó calmar a los tres, pero su padre, el Príncipe de Rosen, los vio abrazados a los cuatro y carraspeó brevemente.

—Lo siento muchísimo su alteza.

—Es la profesora de mis hijos, no hay ningún problema con que los abrace de esa manera señorita Dalton.

—De acuerdo su alteza, muchísimas gracias.

—De nada, he venido para preguntarle cómo se encontraba usted.

—Mucho mejor, muchas gracias.

—No hay de qué.

—Iré a dar una vuelta por ahí, ustedes mientras tanto vayan a leer un poco, ¿de acuerdo niños?

—De acuerdo señorita Dalton.

—Aún así, les he dejado arriba de sus escritorios en sus alcobas, algunos ejercicios de matemáticas para ustedes dos niños, y para ti Misha un libro para colorear —le respondió y ella sonrió enormemente viendo cómo le brillaban sus expresivos y azules ojos.

—¿Y para nosotros no hay nada? —le preguntó sin poder esperarse aquello que le preguntó Alexander.

—Ustedes ya son un poquito grandes, pero aún así, dentro del cuaderno de clases tienen un libro para cada uno para colorear también.

Los tres se fueron corriendo cada uno a sus alcobas, y ella aprovechó en caminar a solas por el parque que se encontraba fuera del castillo, pero que seguía siendo propiedad del Príncipe de Rosen.

—¿Señorita Dalton?

—Su alteza.

—Detesto que me llame su alteza, me gustaría que me llame por mí primer nombre, Dominik, ¿puede ser eso posible?

—Si lo llamara dominik, como bien usted me lo pide, su alteza, dejará de tener un cierto respeto a su título de nobles.

—Yo quiero que usted me llame por mí nombre, hace bastante que está aquí.

—Si yo lo llamara por su nombre, usted tendría que llamarme por mí nombre de pila también.

—De acuerdo, no le veo el problema del porqué no nos podríamos llamar por nuestros nombres.

—Su cargo es el problema.

—¿Mi cargo? Ya veo… ¿Le intimida mí cargo señorita Dalton?

—En lo absoluto, solo digo que no está bien que nos tuteemos su alteza.

—Pues yo la tutearé a usted.

—Usted puede hacer lo que más le convenga su alteza, yo seguiré tratándolo de usted como corresponde —le terminó respondiendo y uno de los trabajadores del pueblo pasó cerca de ellos y le habló al Príncipe.

—Hola, buenas tardes señorita Dalton, buenas tardes su alteza.

—Hola, buenas tardes para usted también señor Flynn, ¿cómo se encuentra de su dolor de espalda? —le preguntó ella con amabilidad.

—Muchísimo mejor, gracias señorita Dalton, con permiso su majestad —le dijo y el señor siguió con su trabajo, alejándose de ambos.

—¿Quién es? —le preguntó desconcertado el Príncipe.

—¿Acaso no sabe quién es?

—¿Debería saberlo acaso?

—Es el señor Flynn, el señor que recoge la paja de su establo todas las mañanas, la selecciona y luego las ata para apilarlas en un rincón de la caballeriza.

—No lo sabía.

—¿Acaso nunca usted ha ido a visitar a sus trabajadores? Bueno, pues, es obvio que no, si ni siquiera se preocupa por sus hijos.

—Tiene toda la razón, pero mis asuntos están por encima de todo.

—¿Asuntos de qué? Sus hijos son lo primordial que debería de tener un padre, lo demás pasa a un segundo plano, no tienen a su madre con ellos, usted, su alteza es al único que tienen con ellos, y no los deja que se acerquen a usted solo por miedo.

—Tienen abuelos también.

—¿Y dónde están?

—En sus cosas, atienden asuntos muchísimo más importantes.

—¿Ni siquiera su abuela puede venir a visitarlos?

—Ella tiene sus cosas también.

—Me alegra saber que mí madre es una simple ama de casa sin preocupaciones y sin asuntos que atender.

—¿Por qué lo dice?

—Pues, porque una mujer debería quedarse a cuidar a los hijos, preocuparse en visitar a sus nietos y amar a su esposo y acompañarlo a cualquier lado que él vaya y no atender asuntos que bien los podría atender su propio marido y obviamente dejarlos para un segundo nivel si es que no son demasiado importantes claro está.

—Quiero que les enseñe a mis hijos su idioma —le dijo cambiándole de tema abruptamente.

—Son demasiado pequeños para que aprendan todavía.

—Alexander y Ethan ya tienen edad suficiente como para aprender a entender otro idioma, Misha podría saber palabras sueltas.

—En menos de cuatro meses vuelvo a Argentina, aprender otro idioma lleva años.

—No lleva tanto si usted se empeña y si mis hijos aprenden muy rápido.

—De acuerdo, si usted lo quiere, así se hará.

—Me parece perfecto, estamos cerca de la fábrica que tengo, ¿siquiera conocerla? —le preguntó volviendo a cambiar de tema.

—De acuerdo, Su Alteza.

Se dirigieron hacia allí, mientras que a una distancia prudencial se encontraba vigilándolos Melton, junto con un grupo de cinco uniformados del castillo.

Los veía a través de largavistas hacia dónde se estaban encaminando.

—¿Qué pretende hacer Su Alteza llevando a ésta mujer allí?

—No lo sé para nada señor Melton —le respondió uno de los uniformados.

—Ésta mujer será la ruina de los negocios del Príncipe de Rosen.

—¿A qué iremos a la fábrica Su Alteza? —le preguntó curiosamente.

—A visitar a mis trabajadores y a decirles que tendrán el aumento que me han pedido desde hace más de cinco meses.

—Me parece muy bien su alteza, si quiere un pueblo feliz y próspero debe hacer lo que le piden que haga y sobre todo lo que le dicte su corazón y no dejarse llevar por otras personas.

—¿A qué se refiere usted señorita Dalton?

—No soy quién para decirle tales palabras, pero el señor Melton no es muy de mí agrado.

Y ni muchísimo menos del mío —pensó el Príncipe.

—¿Por qué lo dice señorita Dalton?

—No lo sé, simplemente no me agrada su manera de ser —le terminó de decir ella, y él le habló de otra cosa.

—Bienvenida a mi fábrica, señorita Dalton —le dijo y dos hombres abrieron los portones de hierro para que pudieran entrar al interior de la fábrica.

Todos, tanto hombres como mujeres se habían quedado sorprendidos por ver al Príncipe de Rosen. Él los saludaba con la mano y ambos sexos le hacían lo mismo. Lo subieron una especie de canasta de acero y lo levantaron para que todos pudieran mirarlo y escucharlo cuando debería hablarles.

—Buenas tardes a todos.

—Buenas tardes —le respondieron los demás.

—Les he venido a comunicar que tendrán lo que estuvieron pidiéndome desde hace cinco meses atrás, ya he firmado la petición para que tengan el aumento que todos ustedes se merecen y habrá muchas menos horas de trabajo, las cosas cambiaran aquí a partir de ahora —les terminó de decir y todos lo ovacionaron, con aplausos, con gritos y con silbidos también.

Lo bajaron de dónde se encontraba, habló un poco con sus trabajadores. Volvió a saludarlos para despedirse de ellos, y salieron los dos de la fábrica.

Al volver al castillo, los recibió el señor Melton.

—Su Alteza me estaba preguntando qué era lo que estaba haciendo en su fábrica.

—¿Acaso me está siguiendo? No te pases de listo conmigo Melton, no me gusta para nada que me estés persiguiendo.

—Solo lo sigo por su seguridad y por protegerlo su alteza de ciertas personas que tiene como compañía —le expresó, y clavó los ojos en Turquesa.

—Si tiene algo que decirme, hágamelo saber de frente y no esté insinuando ciertas cosas señor Melton —le respondió molesta con su ceja izquierda arqueada y con altanería.

—Era hora ya que alguien del sexo opuesto te ponga los puntos —le dijo riéndose enormemente el Príncipe—, cuidado que cuando se lo propone muerde.

—Ya veremos quién de los dos muerde, el que muerde último, muerde mejor —le dijo con sarcasmo—, su alteza me dirá a qué ha ido allí.

—¿Acaso todo te tengo que decir?

—Soy su mano derecha.

—Eres mí mano derecha, sí, pero no eres mí padre Melton.

Turquesa y Dominik entraron al castillo, y ella trató de que Melton ni siquiera la viera, porque no quería tener un altercado con aquel hombre. Le ponía los pelos de punta y no le agradaba en lo absoluto.

11: Capítulo 11
Capítulo 11

Una semana más tarde, la joven se había vestido como casi siempre, con una falda corta verde, y un top haciendo juego, zapatos verdes también, y accesorios en conjunto.

Estaba dando la clase cuando el padre de los niños, los visitó en el aula de clases.

—Buenas tardes niños.

—Buenas tardes papá —le respondieron sus hijos.

—Buenas tardes Su Alteza.

—He venido a observar la clase, ¿puedo?

—Sí, por supuesto, ¿gusta sentarse? —le preguntó corriéndole una silla pero él se sentó en la silla que ocupaba la joven, detrás del escritorio.

—¿Qué es esto? —preguntó viendo una caja con fideos crudos—, ¿qué clase de materia es?

—Artesanías y por supuesto creatividad, tienen que ser muy creativos a la hora de armar y diseñar cada cosa que uno de los niños quiera, ya sea desde formas hasta líneas, cuadrados, y demás cosas.

—¿Y luego con esto, qué hacen? ¿Qué función cumple?

—Es un porta pañuelos, luego se pinta de los colores que uno quiere, con pincel, agua y acrílicos de colores vivos y fuertes, pero eso se puede adaptar a cualquier otra cosa —le dijo hablando muy entretenidamente que ella no se había dado cuenta que se sentó en el posa brazo de la silla en donde él estaba sentado también y miró su trasero voluptuoso y redondo que se le formaba con la falda ajustada bien al cuerpo.

Antes de volver a hablar él, carraspeó y ella comprendió lo que había estado haciendo, y de inmediato se levantó. Se irguió y caminó hacia los niños.

—¿Aquello, qué es? —le preguntó señalando lo que estaba detrás de los niños.

—Oh, ¿eso?

—Sí, eso.

—Experimentos químicos —le dijo, porque veía varios colores de tintura en las pelucas de las cabezas de los maniquíes.

—Interesante… ¿Y eso que parece una cabeza de césped?

—¿Eso? En realidad es césped, venga que le mostraré —le dijo y tanto él como los tres niños se acercaron hacia ella para ver lo que les iba a mostrar—, hay que regar los céspedes de cada uno, así día tras día crecen muchísimo y hasta puede que salgan florcitas de colores.

—¿Le ha puesto semillas de flores? —le preguntó Alexander.

—Claro que sí Alexander, sus céspedes tienen que ser tan bonitos como el jardín de su castillo —le respondió sonriéndole y él le sonrió también.

—¿Le enseña agricultura y jardinería a mis hijos varones señorita Dalton? Eso lo veo demasiado contradictorio para el sexo masculino.

—No sea tan cerrado de mente su alteza, que les enseñe esto no quiere decir que tendrán ciertas inclinaciones muy poco masculinas, si eso es a lo que le tiene miedo, en mí país hay hombres que son agricultores y jardineros y son lo más masculino que hay, aparte aprenden mucho viendo y colaborando en hacer sus propios céspedes, si no, vea al señor Flynn.

—¿Y la niña?

—La niña participa también, tiene su propio césped.

—¿No tiene miedo de que se coma las semillas, o el pasto mismo?

—No, claro que no, la cuido muy bien como para que se lleve algo de eso a su boquita, aparte la vigilo en todo momento su alteza.

—De acuerdo —le contestó y se volvió a quedar calladito.

—¿Quiere hacer un césped usted también su majestad? Verá cuán divertido es.

—No, gracias, prefiero ocupar mí tiempo en cosas más productivas.

—¿Cómo por ejemplo qué cosas más productivas?

—No son de su incumbencia señorita Dalton —le respondió y le gruñó.

—No le queda bien eso de gruñir tanto, ¿lo sabía usted?

—¿Y por qué no? ¿Tiene miedo de que me vaya contra usted?

—Claro que no, simplemente se lo digo porque no le causa buena impresión con sus hijos.

—¿Y usted qué sabe al respecto?

—Yo no sé absolutamente nada, solo sé que mí padre nunca me estaba gruñendo como una bestia y a usted le sale a la perfección gruñir, sobretodo gruñirle y gritarle a sus hijos, el día de mañana no se lamente si después lo insultan.

—Es la primera vez que alguien me dice esas palabras.

—Pues ya era hora de que alguien se las diga.

—La diferencia está en que tenemos diferentes culturas y costumbres, señorita Dalton, no puede usted comparar un pueblo antiguo que quiere progresar y actualizarse con su país que es moderno, y los padres crían de muchas maneras a cada uno de sus hijos, así qué, no me gusta que me plantee o que me recomiende la forma en cómo debo criar a mis propios hijos.

—Da la casualidad de que yo soy la institutriz de sus tres hijos su majestad, por lo tanto, están solamente bajo mí cuidado —le contestó arqueando la ceja y mirándolo de manera altanera y soberbia, por lo que él solamente le gruñó feamente antes de irse del aula de clases.

12: Capítulo 12
Capítulo 12

Se fue de la de sala de clases, para encaminarse a su despacho, el refugio más cómodo y verdadero que tenía él en aquellos momentos. Pero lo único que hacia era ir y venir de un lado hacia el otro como un caballo desbocado, por haberlo hecho callar nuevamente, como casi siempre se lo hacia ella a él.

—¡Algún día mataré a la señorita Dalton! —gritó enfurecido, tirando dardos hacia el tablero que tenía colgado sobre la pared.

—¿Su Majestad?

—¿Sí Turner?

—¿Algún problema Su Majestad?

—El problema es la señorita Dalton, Turner, ese mismo es el problema.

—¿Y por qué?

—Odio que me dejen con la palabra en mí boca, ¡lo odio! —gritó embravecido volviendo a tirar otro dardo que dio justamente en el centro del tablero circular.

—Debe entender usted también que es atenta con sus pequeños hijos, y que además algo de ehm… digamos… razón tiene la señorita Dalton.

—¡¿Tú también Turner?! ¿Estoy viendo un complot en mí contra o qué?

—Es solamente mí mera opinión al respecto Su Alteza, eso es todo, debería hacerle un poco más de caso a la señorita, y pasar más tiempo con sus hijos.

—¿Eso crees tú Turner? ¿Crees que pasando más tiempo con mis hijos me cambiará el humor de perros que siempre tengo?

—Aparte de eso, también le cambiará el humor ver a la señorita Dalton también, ¿no lo cree usted eso mismo Su Alteza? —le preguntó de manera indirecta aquella pícara pregunta hacia su jefe.

—¿A qué te estás refiriendo con eso tú, Turner?

—Solo digo que el rostro de la señorita Dalton es… digamos qué… bello, ¿quizá?

—Es bellísima la señorita Dalton, Turner —le respondió sinceramente, en su pensamiento, pero se dio cuenta muy tarde, que aquel pensamiento había sido dicho en voz muy alta como para que lo escuchara su asistente también—, lo siento Turner, no debí decirlo en voz alta.

—No se apene Su Alteza, no debe apenarse, y ni muchísimo menos disculparse por tener aquellos pensamientos hacia la señorita.

—Sí solamente la dama en cuestión se daría cuenta del poder que ejerce sobre mí, y en mí, todo sería diferente, muy diferente en verdad —le dijo apoyándose sobre su escritorio antiguo, y macizo y mientras se pasaba una de sus manos por su rostro.

Por la tardecita, ella se cambió de ropa, poniéndose un par de jeans ajustados al cuerpo, camisa, y sandalias de plataforma.

Para llevar a sus hijos al jardín trasero para que jugaran, y mientras cuidaba a los niños, y ver que no se lastimarán, ella aprovechó en tomarse unos merecidos mates, y por detrás sintió la presencia de alguien.

Se dio vuelta, y allí mismo estaba él.

—Hola.

—Hola —le contestó siguiendo en la suya.

—¿Tiene un minuto para mí? —le preguntó modesto y respetuosamente hacia su persona.

—Por supuesto, dígame.

—Hace un rato atrás, dentro de la sala de clases, creo que los dos nos hemos excedido, sobre todo yo señorita Dalton.

—Escúcheme, yo también he sido la culpable en este asunto, soy extranjera, y hay veces en que no me mido con las palabras, a veces, o la mayoría de ellas, mí lengua puede más que mí mente en querer pensarlo antes de decirlo para no causar daño alguno a nadie, no todos se acostumbran a mí.

—Le aseguro yo a usted que su persona es agradable, usted es muy agradable al trato, salvo por algunas pequeñeces insignificantes, como la de hace unos minutos atrás que tuvimos nosotros dos.

—¿Y ahora? ¿En qué quedamos nosotros dos?

—¿Amigos? —le preguntó extendiéndole su mano.

—Amigos —le dijo sonriéndole y estrechando su mano con la suya, y sonriéndole enormemente y alegremente.

—Se le hace un hoyuelo en su mejilla derecha.

—¿En serio? —le preguntó incrédula.

—Sí, en serio.

—Nunca me percaté de aquello.

—Lo tiene, y le queda precioso.

—Muchas… gracias Su Alteza.

—De nada señorita.

—¿Quiere probar? —le preguntó ofreciéndole un mate.

—No, gracias.

—¿Está seguro usted?

—Sí, muy seguro estoy.

—Bueno, más para mí —le dijo y siguió en gracia tomando el mate que se había servido con anterioridad.

Dominik la miraba como tomaba, y ella lo miraba de reojo. Ella se reía por dentro, hasta que se sirvió otro más, y le extendió su brazo hacia él sosteniendo en la mano aquel mate caliente.

—Tome y pruébelo, no se arrepentirá Su Majestad.

— ¿Es necesario que me llame por mí cargo, señorita Dalton?

—Sí, es necesario, no me siento cómoda llamándolo por su nombre de pila.

—¿Por qué se siente incómoda usted?

—Porque yo a usted le debo respeto.

—Y yo me considero solamente un hombre.

—Obviamente, lo es Su Alteza, usted es un hombre.

—¿Le agrado? —le preguntó tomando en sus manos el mate ofrecido por ella.

—¿Por qué la pregunta? —le preguntó ella sin poder mirarlo a los ojos.

Pero antes de contestarle algo él, Alexander los interrumpió.

—Papá has venido.

—Hola hijo, ¿cómo la están pasando?

—Muy bien papi.

—Me alegra muchísimo saber eso.

—Me pone muy contento que estés aquí junto con nosotros papá —le dijo su hijo sonriéndole de oreja a oreja.

—Y yo quiero que sigan así como hasta ahora Alex —le contestó sosteniéndole su barbilla al niño mayor.

—¿Le ha gustado el mate, Su Alteza?

—¿Qué? ¿Esto se llama m… m… aaaaaaa…?

—Te… mate, así se llama M-A-T-E, mate.

—Es rico, muy rico.

—Le dije que no se iba a arrepentir en lo más mínimo.

—¿Y todos comparten el mismo sorbete de acero?

—Así es.

—¿También con extraños?

—No, solamente con conocidos, amigos, y amigas, familiares, parejas.

—¿Qué otras cosas más comparten los conocidos? —le preguntó de tal manera que ella sintió su pregunta en doble sentido e intimidatoria.

—Comparten los paseos, las charlas, las cenas, las comidas en general, una taza de café, unos ricos mates como lo está tomando ahora.

—¿Y la cama?

—¿Qué?

—¿La cama la comparten también?

—¿Es mi mera impresión o usted me está haciendo las preguntas en doble sentido, Su Alteza? —le preguntó y él simplemente se rió a carcajadas—, ya me parecía muy raro todas estas preguntas hacia mí.

—Discúlpeme, señorita Dalton, pero en verdad me fue imposible hacerle aquellas preguntas en doble sentido, en verdad, usted misma se debe dar muy cuenta lo que ejerce en mí como el hombre que soy.

—En verdad no sé lo que yo ejerzo en usted, y me encantaría que quedara ahí, por el bien de todos nosotros.

13: Capítulo 13
Capítulo 13

Una semana posterior, el Príncipe mandó a llamar a Turquesa a través del señor Turner, fue hacia su encuentro, entró a su despacho, y él le hace una pregunta poco habitual. Ella quedó perpleja, ya que jamás se la había esperado. Estaban solos, y fue por tal motivo que él se decidió en pronunciar aquella pregunta.

—Señorita, ¿le gustaría ir a una ópera ésta misma noche?

—Ehm… eh… yo… no creo que… —le intentaba decir más que asombrada.

—Por favor —le dijo en súplica mirándola plenamente a sus ojos.

—Está bien, pero aún así, no creo que la ropa que uso quedará apropiada para la ocasión.

—Sobre eso no se haga ningún problema en lo absoluto, mandaré ahora mismo al señor Turner a comprar un vestido, ¿qué talla tiene?

—¿Qué talla tengo? Tengo talla dos.

—Perfecto, Turner —pronunció él, y su asistente volvió a entrar al despacho—, ve a la mejor tienda de vestidos y compra uno de noche, talla dos, cualquier color y el más hermoso que tú creas.

—De acuerdo su señoría, me supongo que no debería preguntarle para quién es el vestido, ¿verdad? —le dijo, y el señor miró a la joven.

—Verdad, nos vemos luego hombre.

—Nos vemos muy pronto su señoría.

Su asistente salió de la oficina de su jefe, y el Príncipe volvió a dirigirse a ella.

—No puedo pagarle un vestido tan caro, a no ser que me acepte lo que me descontará del sueldo que me corresponderá.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué no podrías aceptar algo así de mí parte?

—Porque no me gusta deberle nada a nadie, y ni muchísimo menos a un Príncipe.

—Me debieron tantas cosas en mí propia vida, que comprarte un simple y bonito vestido de noche para ti, no me significa absolutamente nada monetariamente hablando, si no, más bien, me significa todo si lo aceptas de mí parte Turquesa.

—Yo… no sé qué decir.

—Di que lo aceptas.

—De acuerdo, se lo aceptaré Su Alteza.

—Me alegra muchísimo saber eso señorita Dalton.

—Si no tiene más nada para decirme, me gustaría retirarme.

—No, no tengo más nada para decirle, puede retirarse, a las diez de la noche me gustaría que esté totalmente lista para mí.

—Está bien su alteza.

Una vez que Turquesa salió del despacho de él, Dominik se encargó de llamar a su mano derecha, el señor Melton.

—¿Me llamaba su señoría?

—Sí Melton, dile a Jack que prepare mí auto para ésta noche.

—¿Puedo saber el porqué su señoría?

—¿Acaso yo te pregunto lo que haces y lo que dejas de hacer? Saldré y eso es todo lo que te diré.

—Perdóneme su alteza, enseguida se lo comunicaré a Jack —le respondió y salió de su despacho.

Por la noche, alrededor de las ocho y media de la noche, estaban cenando su padre, sus hijos y ella.

—Ésta noche la señorita Dalton y yo saldremos a ver una ópera.

—Está bien papá —le respondió Alexander.

—Se quedará con ustedes el señor Turner, aún así, nos llevará ver la obra unas dos horas o quizás tres horas como mucho, ¿de acuerdo?

—De acuerdo papá —le contestó Ethan.

—Yo quiero que la señorita Dalton me cuente un cuento antes de ir a dormir.

—La señorita Dalton tiene que cambiarse de ropa y no creo que pueda contarte ese cuento que quieres Misha.

—Puedo, sí Misha, puedo contarte el cuento que quieras.

—Recuerde que a las diez en punto de la noche debe usted estar lista.

—Unos minutos tarde con que lleguemos no pasará absolutamente nada su alteza —le contestó y él se quedó calladito.

—Touché, señorita Dalton —le dijo riéndose.

—Ya lo creo que sí su alteza, ya lo creo que sí —le respondió riéndose ella también a la par de él.

—¿Su Alteza?

—¿Sí, Melton?

—Perdone usted que lo moleste, pero me acabo de enterar que ha desistido de que sus trabajadores hagan la huelga.

—Así es Melton, ¿y qué con eso?

—Pues, es que usted había decidido en no darles el aumento.

—Tú lo has dicho bien Melton, había decidido, tiempo muy pasado ya, ahora les di el aumento de su sueldo, ¿algún problema tienes con eso?

—No su señoría, para nada, pero es que, ¿no ve que se aprovecharán de usted y de su generosidad? Si les da un aumento trabajarán muchísimo menos.

—Esa es la cuestión Melton, aumento de sueldo y menos horas de trabajo, hacen demasiado como para que estén trabajando horas extras, ¿no te parece así?

—Pero su alteza… no debería.

—Pero nada, debería hacer y no hacer tantas cosas que ni tú ni nadie me tendrían que estar sugiriéndome y pidiéndome, ahora retírate por favor.

—De acuerdo, buen provecho, con su permiso.

—Pase Melton.

Tiempo más tarde, Turquesa, llevó a los niños a sus alcobas y los ayudó a desvestirse y a meterlos dentro de la cama. Y una vez que estuvo dentro de la habitación de Misha y terminó por ponerle su camisoncito y meterla dentro de la cama, tomó en sus manos el cuento que ella había elegido y se dispuso a leérselo.

Cuando Turquesa estuvo por la tercera hoja del libro, miró a la pequeñita que ya se había quedado profunda y plácidamente dormida. Cerró el libro, lo llevó otra vez a la biblioteca y luego le dio un beso en su mejilla.

Salió de su alcoba apagando la luz principal. Y le cerró la puerta.

Minutos después ya estaba cambiándose de ropa, para ponerse el vestido que había comprado el señor Turner, con el dinero de su jefe.

Terminaba de ponerse un arreglo de flores doradas en el costado derecho de su cabello, cuando el reloj marcó las diez en punto de la noche.

Era precioso el vestido por dónde lo mirara. Amarillo y negro.

Turquesa, salió de su habitación y se encaminó hacia el pasillo para ir directamente a la sala, pero el señor Melton la vio y le dirigió ciertas palabras poco caballeras.

—Así qué, es con usted con quién saldrá el Príncipe de Rosen, creí por un momento que saldría con alguien de su rango y no con una simple y falsa profesora de ciencias.

—Por favor señor Melton, no sea tan irrespetuoso, yo nunca le he faltado el respeto.

—Si no quiere que su alteza sepa su pequeño secreto, se irá por las buenas de aquí.

—¿A qué se refiere?

—Usted me estorba aquí, siempre está cerca de él, y yo no puedo hacer mí trabajo como bien me corresponde hacerlo, se mete demasiado en asuntos que ni siquiera tiene idea de cuáles son, ni siquiera es una profesora de ciencias y muchísimo menos podría dirigir o acotar algo con respecto a los asuntos que debería hacer el Príncipe de Rosen.

—¿Cómo sabe que no soy una verdadera profesora de ciencias, señor Melton?

—Averiguando se sabe demasiado de ciertas personas como usted señorita Dalton, es una simple y aburrida esteticista, es solamente una trabajadora más, y le conviene muchísimo irse a más tardar en menos de dos semanas de aquí si no quiere ver la casa de sus padres ardiendo en fuego —le dijo cínicamente y ella levantó su mano para pegarle fuertemente una cachetada, pero él se lo impidió—, ni se le ocurra golpearme, de lo contrario, su alteza sabrá su sucia y vil mentira que a todo el mundo le hizo creer, que es en verdad una digna profesora de ciencias —le dijo mientras mantenía doblado su brazo detrás de la espalda y apretándole fuertemente la muñeca.

—Me lastima, suélteme por favor.

—O se va de aquí o se lo cuento al Príncipe y la casa de sus padres termina calcinada, está advertida —le terminó diciendo y la soltó haciéndola caer al piso.

Todo aquello había sido visto por el señor Turner que estaba a escondidas, detrás de una enorme y gruesa columna. De inmediato fue corriendo hacia la alcoba de su majestad.

Tocó a su puerta, apenas se recuperó de la corrida y normalizó su respiración.

—Pase, está abierto.

—Su Señoría, perdóneme que lo moleste.

—Turner, ¿qué pasa? ¿La señorita Dalton ya está lista?

—Sí Su Alteza, pero en parte he venido porque quiero hablarle de ella, es decir, debe saber algo que es de suma importancia que lo sepa.

—Habla Turner, ahora mismo hazlo.

—Verá, el señor Melton ha amenazada a la señorita Dalton.

—¡¿Qué?! —le preguntó abriendo enormemente sus hermosos ojos azules.

—Como lo ha escuchado Su Alteza, verá, la señorita Dalton, usted deberá disculparme, ha sido un error terrible que yo mismo lo he cometido, pero la señorita no es una profesora de ciencias, en realidad es una esteticista y peinadora profesional.

—¿Ese es el gran problema Turner? Quiero saber lo otro.

—Su Alteza, ¿no está molesto conmigo por saber que le he dicho la verdad sobre la señorita Dalton?

—Si quieres saber algo Turner, lo intuía, hasta creo que lo he sabido desde el día en que pisé el aula y vi todas aquellas cabezas con cosas raras sobre sus cabellos, si todas las esteticistas del mundo serían tan dedicadas en la educación de mis hijos pondría un instituto de belleza en todas las partes del mundo, solo espero que ella se decida en decírmelo antes de que se vaya de aquí, ahora dime lo otro Turner.

—El señor Melton ha amenazado a la señorita Dalton, si no le dice a usted la verdad de que obviamente en realidad no es una profesora de ciencias, terminará por mandarla de vuelta a ella a su país de origen, de lo contrario le prenderá fuego a la casa de sus padres.

—¿Cómo lo supo eso?

—Le dijo que averiguó muchísimas cosas de ella, le dijo también que ella estorba en los planes que él tiene con respecto a usted y sus negocios.

—Eso lo sé también Turner, los negocios que me hace llevar a cabo me irritan y no son del todo honestos, es más, descubrí qué, ciertos papeles no los he firmado nunca yo, la firma que aparecen en esos papeles no es la mía.

—Siempre supe que era inteligente Su Alteza —le respondió sonriéndole ampliamente el señor Turner.

—Y yo siempre supe que tú irías a serme fiel en todo momento.

—Muchísimas gracias, Su Alteza, pero, ¿puedo preguntarle algo personal?

—¿Qué me quieres preguntar, Turner?

—Pues es obvio, ¿no le parece, Su Alteza? —le preguntó y él se rió a carcajadas.

—Sí, Turner, me gusta la señorita Dalton y estoy enamorado de ella.

—Eso es formidable, Su Alteza.

—Eso creo, nunca me he sentido de ésta manera, y me agrada, me agrada enormemente.

—Es muy bueno saber eso, yo nunca lo he visto así tampoco.

—Pues en fin, ya son mucho más de las diez en punto de la noche, de seguro que ya estará esperándome abajo en la sala principal.

—Con su permiso me retiraré.

—De acuerdo, vaya nomas Turner.

14: Capítulo 14
Capítulo 14

Turquesa se quedó por más de diez minutos esperándolo en la sala principal, se frotaba la muñeca que la sentía dolorida todavía y solamente esperaba que por ningún motivo se le pusiera morada. Melton le había hecho doler enormemente cuando se la apretó más de la cuenta. Y no necesitaba ser humillada de esa manera por él. Pero si le diría la verdad al Príncipe de Rosen eso implicaría un desprecio más y el peor de todos, la odiaría para siempre y sus tres hijos la odiarían también al igual que él, pero por el otro lado, sí no le contaba toda la verdad de quién era verdaderamente, la casa de sus padres junto con ellos dentro irían a ser prendidos fuego y hombres como el señor Melton hacían las cosas que se proponían de verdad.

—¿Señorita Dalton? ¿Ya está lista?

—Sí Su Alteza —le respondió dándose vuelta para mirarlo.

—Estás bellísima Turquesa —le dijo pasando de la formalidad al tuteo en un solo segundo.

—Muchísimas gracias Su Alteza.

—De nada Turquesa, ¿podemos irnos ya?

—Sí, cuando usted quiera.

—Vayámonos entonces.

—De acuerdo, su auto es hermoso —le dijo cuando llegaron al frente del castillo.

—Muchas gracias Turquesa, permíteme —le dijo acercándose a la puerta del acompañante y abriéndola—, sube.

—Gracias.

—De nada —le respondió y ella entró al auto.

Faltaban unos diez minutos para que la ópera empezara. El lugar estaba atestado de gente y algún que otro fotógrafo, estacionó el auto en el cordón de la acera en donde se encontraba el teatro principal de aquella ciudad, le entregó las llaves al encargado para que lo estacionara en su debido lugar y sin preverlo, él la toma de su mano.

—Buenas noches.

—Buenas noches Su Alteza.

—¿Está listo el palco?

—Sí Su Majestad, por aquí por favor, hace años que no ha venido por aquí, y siempre su palco está intacto.

—Es verdad, señor Willfred, pero ya he vuelto como la primera vez que pisé éste teatro.

—Eso espero Su Majestad, que disfruten de la ópera.

—Muchísimas gracias señor —le respondieron al mismo tiempo El Príncipe y ella.

—De nada, con su permiso, me retiraré.

La ópera había dado comienzo, pero lo que menos hacia el Príncipe de Rosen era mirar hacia delante.

—¿Ocurre algo Su Majestad?

—¿Podrías dejar de llamarme Su Alteza, Su Majestad o cuánta palabra de cargo se te viene a tu mente Turquesa?

—Por más que quiera no puedo Su Alteza, y perdería todo respeto hacia usted.

—Te aseguro yo Turquesa que hubo varias personas que me faltaron el respeto sin importarles el cargo que tengo encima, y tú con que me llames Dominik lo no harías en lo absoluto.

—Me será muy extraño tener que llamarte por tu nombre, pero lo haré… Dominik.

—Bien, así me gusta.

—¿Me ibas a decir algo?

—Sí, te quiero agradecer la manera en cómo tratas a mis hijos, ni siquiera la propia madre los trató con tanto amor y con tanto cariño como los tratas tú a ellos.

—Son muy tiernos y muy bonitos, están muy bien educados.

—Tienen a una profesora de ciencias excepcional y que encima de todo es amable y cariñosa con mis hijos, eso para mí es palabra de honor.

—Se hacen querer fácilmente tus pequeños, Dominik.

—Lo sé, son muy buenos, no tienen maldad alguna y lo mejor de todo es que te quieren muchísimo.

—Y yo los quiero muchísimo a ellos también.

—Eso es muy bueno saberlo.

—¿Por qué lo dices?

—Porque así no voy a tener que buscar otra profesora, no me gusta estar cambiándole educadoras a mis hijos, no es bueno y ni tampoco es muy sano que digamos.

—No, claro que no lo es, pero luego de que me vaya tú deberás volver a buscar otra profesora que sepa todas las materias.

—Bien podría chantajearte, ¿o no?

—¿A qué te refieres?

—Te daré más dinero si te quedas seis meses más.

—No puedo, mí trabajo terminará muy pronto y debo volver con mis padres.

—Puedes traerlos aquí si quieres, pueden venir como si estarían de vacaciones, el castillo es demasiado grande.

—Dominik, mi padre es un trabajador que tiene una pequeña papelera y mí madre es una ama de casa, no pueden costearse un pasaje de avión cada uno y muchísimo menos podría traerlos a tu castillo.

—¿Por qué no Turquesa?

—Porque no está bien eso, no puedo hacer eso, solamente soy la profesora de tus hijos.

Terminaron de hablar, dejándole muy bien claro lo que pensaba y lo que ella pensaba con respecto a todas las cosas que él le había comentado y sobre todo, lo que le había dicho. La ópera dio por finalizada y ellos se levantaron para salir del palco en dónde se encontraban.

Dominik corrió la cortina para salir de allí y se encontró con la presencia de una hermosa mujer.

—Buenas noches, Dominik, ¿qué raro verte por aquí?

—Buenas noches, Loretta.

—¿Y ella es…?

—Una muy buena amiga, si nos disculpas, debemos irnos —le respondió serio y secamente y la tomó de la mano para salir juntos del teatro.

La muchedumbre se multiplicó por miles y miles de personas, al saber que estaba a pocos minutos de salir del teatro su amado y querido Príncipe de Rosen.

Los de seguridad bloqueaban a la gente para que no se balancearan sobre el Príncipe, y Turquesa tomó la cola del vestido para que no fuera pisada y cayera al suelo alfombrado. Había fotógrafos, que les sacaban fotos, ella agachaba la cabeza porque no quería ser vista por millones de personas ni de su pueblo y ni siquiera fuera de su país. Y ni muchísimo menos quería sentirse cómoda con la simple idea de ser alguien en la vida personal del Príncipe de Rosen.

Había muchos niños y muchas niñas, él los saludaba a todos los presentes que lo habían venido a ver, y de paso le entregaban algunas flores como un regalo de saber que lo querían por cómo era él con su querido pueblo.

Ambos pudieron llegar hasta el auto, él le abrió la puerta del acompañante y ella entró agradecida, él cerró la puerta, y entró del lado del conductor. Encendió el motor de su auto y se fueron de allí.

—Perdón por no avisarte que iría a haber fotógrafos.

—No te preocupes, tu pueblo te quiere muchísimo.

—Así es, ¿has visto la mujer que saludé?

—Sí.

—Ella iba a ser mí segunda esposa.

—¿No quisieron tus padres?

—No quise yo, mí madre peleó conmigo hasta el cansancio por imponerme y obligarme a que me casara con ella.

—Es muy hermosa.

—Lo que tiene de hermosa le quepa muy poco con lo maquiavélica que es.

—No lo parece.

—Si la miras muy bien a sus ojos, verás lo que en verdad yo te estoy diciendo.

—Pero, ¿acaso sus matrimonios no son arreglados?

—El mío ha sido por conveniencia, sí, pero ya no quiero volver a casarme por conveniencia, la madre de mis hijos nunca me amó y luego de dar a luz a Misha optó por suicidarse.

—Es una broma, ¿verdad?

—Es la realidad Turquesa, luego de que naciera Misha, se negó a amamantarla, y a darle los cuidados que la beba necesitaba, nunca quiso volver a pasar por otro embarazo más, si se molestó con los dos primeros, fue muchísimo peor cuando se enteró de que estaba embarazada de un tercer bebé, la niña cree que su madre la amaba, ¿cómo le digo a una pequeñita de tan solo un año de edad que su madre nunca la quiso tener y ni mucho menos nunca la amó? A Alexander y a Ethan les prohibí que hablaran del asunto y no quiero por nada del mundo que mí hija se entere y sepa que su madre nunca la quiso.

—Pero tú en parte eras una bestia con ella y con tus otros dos hijos, Dominik, y no lo puedes negar eso en lo absoluto.

—Y no te lo negaré Turquesa, pero mejor quiero que cambiemos de tema, ¿puede ser?

—Claro que sí, ¿sabes? Hay algo que debo decirte.

—Dímelo con toda la confianza del mundo.

Y yo sobrepasé tu plena confianza, Dominik —reflexionó Turquesa.

—En menos de dos semanas me vuelvo a Argentina.

—Espera… ¿qué has dicho? ¿Cómo es que te vuelves para Argentina?

—Así es, prácticamente mí trabajo ya casi ha finalizado aquí con tus niños, y yo debo volver a mí país.

—¿Por qué te quieres volver antes de que termine tu contrato?

—Porque extraño a mis padres, Dominik.

—Mira, escúchame bien lo que te diré, si te vas del castillo antes de las dos semanas que te quedan de trabajo con mis niños, te aseguro que no verás ni un solo centavo de todo el dinero que te debería pagar.

—No puedes hacerme eso.

—Te aseguro que puedo hacer cualquier cosa, lo que me propongo lo hago, muevo un solo dedo y cualquier persona está para acatar mis órdenes.

—¿Me estás amenazando?

—No, te estoy advirtiendo que si te vas antes de que tú termines el trabajo no verás el dinero.

—De acuerdo, me quedaré hasta que se terminen las menos de dos semanas que me quedan aquí para terminar de enseñarles a tus hijos mí idioma y varias cosas más.

—Me parece perfecto.

Media hora después, llegaron al castillo. Dejó aparcado su auto en la entrada y se bajaron del auto. Entraron al interior de la sala y cada uno se fue a sus aposentos luego de subir las escaleras.

—Muchas gracias por la invitación, la ópera ha sido encantadora.

—No tienes que agradecerme absolutamente nada Turquesa, solo quise compartir contigo lo que me suele gustar.

—Y te lo agradezco mucho, buenas noches, Dominik.

—Buenas noches, Turquesa.

15: Capítulo 15
Capítulo 15

Dos noches después, Dominik encontró a Turquesa dentro de la cocina hurgando los muebles para encontrar pan.

—No creí que te iría a despertar, perdóname —le dijo ella apenada por encontrarla en la cocina como una ladrona.

—No estaba durmiendo, suelo caminar por el castillo durante las noches cuando todo el mundo suele dormirse.

—¿Y por qué?

—Pues porque hace rato que no puedo dormirme por las noches, la mayoría de las noches me la paso en vela, prácticamente todas las noches hasta la madrugada, luego me vence el sueño y duermo unas pocas horas nada más.

—Eso no es sano.

—No, claro que no lo es, pero no puedo hacer absolutamente nada al respecto.

—Quizás con el tiempo se te pasará —le respondió ella y tomó con las dos manos una enorme y pesada fuente con su tapa, ambas cosas eran de plata y le costó horrores poder levantarla como quería.

—Déjame que te ayude —le dijo levantándola con tanta facilidad que le impresionó sobremanera.

—Muchas gracias —le respondió y ella se frotó la muñeca que tenía todavía morada.

—De nada, ¿qué te ha pasado? —le preguntó sosteniendo la muñeca lastimada.

—Me he caído hace dos días atrás, apoyé todo mí peso en la muñeca y se lastimó.

—¿Estás muy segura que en verdad te pasó eso?

—Sí, muy segura —le respondió abruptamente.

Turquesa no podía decirle la verdad y ni mucho menos que desde hacia dos días atrás el señor Melton la estaba acosando con el secreto que la estaba condenando.

—Tienes la muñeca algo hinchada, ven que te pongo una compresa congelada —le dijo y fue hasta el congelador para sacar una compresa de gel y la envolvió en un trapo fino para luego acercarse hasta ella.Tomó la muñeca lastimada y apoyó delicadamente el trapo con la compresa.

—Duele horrores.

—Me lo imagino, ¿quieres que llame a un médico para que te vea tu muñeca?

—Oh no, de seguro que no es nada, simplemente debe de ser el peso que tuvo que soportar mí pobre muñeca con mí cuerpo como para que la sienta de ésta manera, no te preocupes por mí Nickolas.

—¿Por qué nunca te has casado Turquesa? Eres muy joven todavía o eso es lo que aparentas.

—No creas que soy tan joven, tengo ya veintiséis años.

—Eso es ser joven, sigues siendo joven, no entiendo el porqué nunca te has casado.

—Todavía no ha llegado el hombre adecuado para mí y no quiero casarme con el primero que se me cruce en mí camino, el día que me case, me casaré por amor.

—En algo estamos de acuerdo, yo también el día que me case, me casaré solamente por amor.

—Me estaba por preparar un sándwich, ¿quieres que te haga uno? —le preguntó amable evitando aquel tema en particular.

—No, muchas gracias, no tengo hambre.

—De nada, cómo quieras.

—Si te pones compresas congeladas se te bajará la hinchazón.

—De acuerdo, muchas gracias por la recomendación —le contestó amablemente y comenzó a prepararse el sándwich.

—Me estás tentando, se ve suculento.

—Prueba —le dijo sacando un pedazo de su sándwich ya hecho por ella y acercándoselo a él hacia sus labios.

—No, gracias, mejor cómetelo tú.

—Oh vamos, hay mucho para los dos, toma, pruébalo, vamos bebito, chu chu —le dijo riéndose y él se rió a la par de ella y aceptó que le diera en su boca el pedazo que le había sacado del sándwich.

Turquesa introdujo el pedazo que le había quitado al sándwich en la boca del Príncipe con sus dedos, y de inmediato sintió un cosquilleo extraño pero precioso, que comenzó en su mano y terminó en todo su cuerpo. Sus labios eran suaves y sensuales, nunca se había fijado en ellos hasta ahora. Era la primera vez que prestaba toda la atención a sus labios, Dominik era sensual, sexual, atractivo, y demasiado masculino era el hombre que tenía frente a ella, y la estaba poniendo nerviosa, porque mientras él masticaba el sándwich, a ella la estaba comiendo con la mirada, o eso estaba creyendo la joven.

—Espera… tienes mayonesa en tus dedos —le contestó él.

—No importa, ahora mismo me limpiaré mis dedos con un trapo de cocina.

—No, déjame limpiárlos por ti —le expresó sinceramente y pasó su lengua por la yema de sus dedos que estaban untadas con mayonesa.

—¿Podrías devolverme mí mano, por favor? —le preguntó desconcertada por la osadía que le había hecho hacia escasos segundos atrás.

—Oh, sí, lo siento, será mejor que trate de dormir aunque sea un poco, pondré la fuente nuevamente dentro del refrigerador —le dijo y así lo hizo—, buenas noches, Turquesa.

—Buenas noches, Dominik.

Cuando la muchacha terminó su sándwich, acomodó todas las cosas y apagó la luz. Fue hacia el pasillo para ir a su alcoba pero una luz en la habitación de la niña le llamó la atención y fue a ver si necesitaba algo la pequeña.

Se llevó una sorpresa al comprobar que Dominik, su papá, estaba sentado en el borde de la cama de la niña y la tenía en sus fuertes brazos meciéndola. Aquella escena la había enternecido y decidió darse media vuelta y seguir su camino hacia la alcoba.

Ese hombre grandote que gruñía era en realidad un hombre grandote pero sensible y con sentimientos y con un grandísimo corazón que amaba profundamente a sus tres hijos.

16: Capítulo 16
Capítulo 16

A la mañana siguiente, Turquesa se vistió con un jeans de color violeta con una remera a rayas al tono, botas beige, accesorios haciendo juego y maquillada casi naturalmente.

Tomó algunos libros y un cuaderno y salió de su recámara. Pero se encontró con la desagradable presencia del señor Melton.

—¿Cuándo piensa decirle a Su Alteza sobre su mentira, señorita Dalton? Si no, sabe muy bien qué les pasará a sus padres.

—Haré solamente lo que me pida El Príncipe de Rosen y no usted.

—No tire tanto de la cuerda porque puede romperse cuánto antes.

—No me asustan sus amenazas.

—Yo creo que sí le asustan mis amenazas y mucho lo hacen, y creo también que le importan más sus padres que todo el dinero que Su Alteza podría darle por el supuesto trabajo de estar enseñándoles a los tres hijos de él.

—Si cree que por ser mujer soy débil se equivoca enormemente señor Melton, soy mujer, sí, pero tengo agallas que muy pocos hombres las tienen.

—Usted, señorita Dalton no es más que una mujer fácil que con sus atuendos atrevidos viene a calentarle la sangre a Su Señoría y le hace bloquear su mente con ciertas cositas —le contestó soberbiamente y cínicamente y ella le dio una fuertísima cachetada dándole vuelta su rostro.

—¡Más le vale que se lave esa sucia boca con agua, jabón y lavandina señor Melton! ¡Ni usted ni nadie me insultan de esa manera! —le gritó enfurecida y este sin previo aviso por su parte le pega una fuerte cachetada en su mejilla.

—¡Y usted se olvida que soy la mano derecha de Su Señoría y quiera o no, yo mismo puedo llenarle tanto la cabeza que hasta podría y puedo manejarlo a mí propio antojo, solamente es un títere, no sabe hacer las cosas por su propia cuenta, siempre necesita de alguien más para tomar las decisiones que debería de tomar un Príncipe.

—De todo esto que me está diciendo usted, se enterará El Príncipe de Rosen, señor Melton, se lo aseguro yo —le dijo molesta y se encaminó hacia el despacho de Su Alteza.

—Usted no hará absolutamente nada al respecto, de lo contrario me veré obligado a decirle de su mentira señorita Dalton.

—¡Pues ya no me importa, cuénteselo! —le respondió molesta y se fue de allí.

—De acuerdo, sus deseos son órdenes para mí —le dijo maquiavélicamente.

Antes de que el señor Melton hiciera lo que le había dicho, preferió ser Turquesa quién le dijera todo al Príncipe de Rosen. Dejó los libros y los cuadernos sobre el escritorio del aula de clases, y se dirigió directamente hacia el despacho de Su Alteza.

—Dominik, ¿puedo hablar unos minutos contigo?

—Sí, claro que sí, pasa y cierra la puerta.

—Hay algo que debes saber.

—Siéntate y explícame bien lo que tienes para decirme —le dijo y así lo hizo, le obedeció sentándose frente a él.

—No sé cómo empezar, pero solo espero que pueda entenderme, Su Alteza —le expresó volviendo a la formalidad en un segundo.

—Cálmate y ve desde el principio.

—Verá, cuando el señor Turner me fue a buscar a Buenos Aires, creyó que yo era una profesora de ciencias, pero cuando llegamos a suelo alemán y nos faltaban pocos kilómetros para llegar a su castillo, se dio cuenta de ese error, el asunto es que yo le pedí que no le dijera nada a usted y que pretendiera de que yo en verdad era una profesora de ciencias, la verdad es que no soy una profesora de ciencias, si no más bien soy una esteticista y una peinadora profesional, soy una profesional, sí, pero no del tipo que enseña a niños, sé que debía decírselo mucho antes, pero callé por miedo nada más, el señor Turner no ha tenido la culpa de absolutamente nada aquí, yo soy la única culpable nada más, si quiere hoy mismo me voy de su palacio, solo he venido a comunicarle mí verdad porque si no lo hacia yo, el señor Melton lo haría muchísimo antes y no quise que se enterara de otra persona excepto por mí, con su permiso, Su Majestad —le respondió, se levantó de la silla y se dio media vuelta para irse de su despacho.

17: Capítulo 17
Capítulo 17

Tres días después, se encontró con el señor Turner.

—Ay señorita Dalton, a usted la estaba buscando.

—Sí, señor Turner, ¿qué necesita de mí?

—El Príncipe de Rosen necesita de suma importancia hablar con usted, ¿tiene unos momentos para él?

—Sí, claro que sí señor Turner, ¿sabe algo? Hace tres días atrás le he dicho a Su Alteza quién era yo realmente.

—Ha hecho bien señorita Dalton, ha hecho muy bien, ahora si me acompaña le estaré muy agradecido.

—Sí, por supuesto —le contestó y caminó detrás de él hasta llegar a la oficina del Príncipe de Rosen.

—Su Majestad, aquí está la señorita Dalton.

—Pues bien, ya estamos todos reunidos aquí, seré muy claro, preciso y conciso para todos ustedes, para que usted señorita Dalton lo sepa mejor y más claro, sorprendí hace unos minutos atrás al señor Melton falsificando mí firma de ciertos papeles que ni por casualidad yo decidiría esos asuntos para llevarlos a cabo, el señor Melton a partir de ahora deja de ser mí mano derecha, y le hice una carta de renuncia, solo tiene que firmarla.

—Usted pretende que firmaré, cuando sepa lo que en verdad es la señorita Dalton, Su Majestad, verá cómo enseguida volverá a ponerme en el puesto que siempre me ha correspondido.

—Y a ver… dígame, ¿cuál es esa verdad de la que me tengo que enterar?

—La señorita Dalton no es más que una simplona esteticista y peinadora profesional.

—Qué gran problema Melton.

—¿Acaso no se da cuenta que sus hijos están bajo el cuidado de una simple mujer y no de una educadora profesional?

—Sí, Melton, me doy cuenta de eso y no le veo el gran problema de que la señorita Dalton sea una esteticista y una peinadora profesional, es más, le diré algo Melton, si todas las esteticistas serían tan pacientes y tan impetuosas en enseñarles de esa manera a los niños, pondría un salón de belleza en cada recóndita parte de cada país, ha llegado muy tarde Melton, la señorita Dalton ya me ha contado su historia, y usted renuncia ahora mismo —le contestó abruptamente abriendo el papel que tenía en sus manos y se lo puso frente a su rostro—, ahora, firme —le gritó poniendo aquel papel con todas sus fuerzas sobre el escritorio frente al sujeto junto con un bolígrafo que lo dejó de forma abrupta sobre el papel.

El señor Melton a regañadientes tuvo que firmar ante la mirada matadora de su jefe y una vez que terminó de firmarlo, Su Majestad le volvió a hablar.

—Perfecto, ahora bien, no crea que se irá de aquí tan fácilmente.

—Dudo mucho que le dure todo esto Su Señoría, recuerde perfectamente que gracias a mí toda una antigua generación estuvo siempre en la cúspide de La Realeza.

—Pues es tiempo de cambiar ciertos trapos que no me sirven para nada, y ni mucho menos personas traicioneras como usted señor Melton, le hablo no solamente de la falsificación de todas mis firmas si no también de un par de engaños que mí ex esposa me hizo con usted —le respondió enfurecido y lleno de rabia y este se quedó mucho más perplejo del asombro—, ¿qué se creía Melton? ¿Qué nunca lo supe? Las paredes oyen y se callan, pero yo vi y escuché y también me callé hasta ahora, ¡guardias! ¡Llévense al señor! ¡Ya saben bien qué deben hacer con él! —les gritó y de inmediato el señor Melton fue llevado por los guardias de Su Alteza hacia la prisión, la cuál se encontraba en los sótanos del castillo—, ya que estamos los tres, señor Turner, a partir de ahora mismo será mí mano derecha en todos los asuntos que me conciernen.

—Su Alteza, con todo el respecto que usted se merece, no creo ser capaz de dirigir el puesto que usted me está ofreciendo.

—Lo único que tiene que hacer es seguir haciendo lo mismo que estaba haciendo hasta ahora Turner, con un poco más de cosas, y con una pequeña diferencia más, tendrá aumento de sueldo.

—Se lo agradezco muchísimo Su Alteza, pero…

—Pero nada Turner, por favor, quiero que usted sea mí mano derecha, siempre me ha sido fiel hasta estando yo encabronado con cualquier persona y hasta algunas veces con usted.

—De acuerdo, le agradezco mucho la oferta de trabajo que me ha dado, no lo defraudaré en lo absoluto Su Majestad.

—Ya lo sé perfectamente que no me defraudarás Turner, nunca me defraudarás —le respondió sonriéndole abiertamente y él correspondió a su sonrisa tambiéna, ahora quiero que me dejes unos minutos a solas con la señorita Dalton.

—De acuerdo jefe, si necesita algo, solo tiene que dejármelo saber.

—Sí, así es Turner —le dijo y este se fue de su oficina cerrando la puerta detrás de él—, siéntate Turquesa y no quiero que vuelvas a tratarme de usted, por favor te lo suplico.

—Espera… ¿por qué nunca me has echado de tu castillo, Dominik?

—Porque no por eso te iba a echar, no eres una educadora pero sabes muchísimas cosas que ni siquiera una profesora con sus títulos y con sus diplomas podría darle una excelente enseñanza y un excelente aprendizaje a mis hijos, ahora ya ningún otro te hará daño, ni a ti ni siquiera a tus padres Turquesa, supe lo que intentaba hacer el desgraciado de Melton, supe todo, absolutamente todo, primero porque intuía algo de lo que realmente eras como profesional y segundo porque Turner me mantenía al tanto de todas las cosas que estaban pasando dentro de mí palacio.

—Cambiando de tema, ¿puedo decirte algo?

—Lo que quieras, Turquesa.

—¿Por qué nunca te has quitado ese prominente candado? Es decir, se nota que hace semanas no te has afeitado, ¿no te gustaría quitártelo?

—¿Acaso no me veo tan atractivo para ti? —le preguntó arqueando su ceja derecha y de manera seductora.

—¿Perdón? Solo digo que te verías más joven sin esa pequeña barba, nada más.

—De acuerdo, soy todo tuyo —le expresó sinceramente y riéndose a carcajadas.

18: Capítulo 18
Capítulo 18

Tal parecía que le encantaba al Príncipe de Rosen aquellas insinuaciones de él hacia ella, pero Turquesa ni por casualidad se doblegaba ante su presencia y ante él.

—Ven conmigo entonces —le dijo tomándolo de su mano y salieron de su oficina para luego entrar a la alcoba que usaba ella—, pasa y siéntate en aquella silla.

—De acuerdo —le acotó y así lo hizo.

—Relájate, si no quieres que te corte tu preciado cuellito —le respondió riéndose y él rió a la par suya también—, tu vida personal no me incumbe en lo absoluto, pero, ¿puedo preguntarte algo?

—Dímelo con toda la confianza del mundo Turquesa.

—¿Por qué nunca lo has echado de tu palacio al señor Melton? ¿Por qué debías aguantarte toda esa humillación por su parte, Dominik?

—Porque nunca tuve la oportunidad y porque no quise que mis hijos sufrieran, lo único que me tiene tranquilo es que mis tres hijos son verdaderamente mis propios hijos.

—¿Y dejaste de lado tu felicidad solamente porque decidiste callarte?

—Dejé de lado el sufrimiento que irían a tener mis hijos si sus padres se divorciaban, aunque se supone que los Príncipes no sienten nada.

—Eso es una estupidez más grande que tu palacio entero, Dominik, principalmente El Príncipe es un hombre y principalmente La Princesa es una mujer, tienen sentimientos y nadie, ninguna persona tiene y debe cuestionar las decisiones que toman ellos mismos, sí yo sería una Princesa… Haría las cosas que se me plazcan… Y principalmente tomaría mis propias decisiones que vendrían del corazón y no las cosas que me diga mí cabeza o los demás que tendría a mí alrededor —le decía mientras terminaba de afeitarle su barbilla por entera.

—¿Te gustaría ser una Princesa, Turquesa?

—Para serlo tendría que tener primordialmente un título de nobleza.

—No exactamente es así —le respondió pero ella le esquivó su respuesta de una manera que ni la joven misma se lo había creído.

—Ya estás listo, ahora sí, te ves muchísimo más joven de lo que eres, si quieres puedes mirarte en el espejo.

—Vaya, vaya, no está nada mal eh.

—No, para nada está mal, ven, te pondré una colonia para después del afeitado —le contestó y él se inclinó para que quedara su cara a la altura de sus manos alzadas para pasarle aquella colonia muy masculina después de afeitar—, es para que no se te irrite la piel.

—De acuerdo, perfecto, tú sabes perfectamente de esto, así qué, para mí está mucho más que bien, antes que se me olvide, este sábado pretendo hacer una fiesta de bienvenida a mis padres, pero el problema es qué, yo soy nulo para esas cosas, y como eres mujer creí que tú sabrías de esas cosas en particular y en especial, y quiero que me ayudes a organizar toda la fiesta.

Y al día siguiente, por la tarde me iré de aquí —pensó Turquesa.

—No tengo idea sobre esas cosas, Dominik.

—Por favor, hazlo… solamente por mí hazlo.

—De acuerdo, está bien, lo haré, organizaré la fiesta de bienvenida para tus queridos padres, Dominik.

—Gracias, muchas gracias Turquesa —le dijo sujetando su mano con sus manos y le besó suave y dulcemente el dorso de la mano.

—De nada, Dominik, por una parte lo hago porque sé cuánto quieres a tus propios padres y por otra parte lo hago por todo lo que has hecho por mí.

—No tienes que agradecerme absolutamente nada de eso Turquesa.

19: Capítulo 19
Capítulo 19

En dos días, Turquesa había planeado y organizado todo, con la ayuda del señor Turner y con la ayuda de los hijos del Príncipe de Rosen. Esa misma tarde del segundo día, decidió cambiarse de blusa, para ponerse en vez de la que tenía de mangas largas, una blusa de mangas cortas, estaba por ya quitarse la blusa cuando se da vuelta y ve la espalda desnuda del Príncipe. Lo bueno era que ella estaba detrás de un biombo y él de espaldas a la joven, casi pega un grito del asombro de ver su parte trasera al aire, tuvo que llevarse las manos a la boca para no gritar de la sorpresa que le embargaba. No sabía sí era porque estaba anonadada de haberlo visto desnudo o por el simple hecho de saber que al fin y al cabo ese corpulento hombre ni siquiera tenía una mísera vergüenza de ventilarse desnudo dentro de una habitación.

Se acostó boca abajo sobre una camilla y Turquesa apenas terminó de abrochar el último botón de la blusa, salió detrás del biombo.

—Dimitri, ¿eres tú? —le preguntó.

—Sí —le respondió con toda la voz ronca y masculina de la que le había sido posible aparentar.

—Comienza a hacerme esos masajes de los cuáles solamente tú sabes hacer Dimitri.

—Sí —le dijo acercándose a él.

Le tapó con una toalla, su trasero al aire, sin siquiera tocarlo, y le hizo unos sutiles masajes en los hombros y dio media vuelta para irse de allí.

—¡Dimitri! ¡Vamos hombre, hazlos muchísimo más fuertes los masajes! —le gritó furioso.

—De acuerdo —le volvió a responder con una voz ronca, tratando de parecer lo más masculina posible.

—Conoces a Turquesa Dalton, ¿verdad?

—Sí.

—Desde que la he conocido siempre me estuvo irritando y esa voz tan aniñada que tiene saturaba mí cabeza —le decía y ella le pellizcó su hombro izquierdo—, ¡ouch! Dimitri ten muchísimo más cuidado hombre.

—Perdóneme usted, ¿me decía?

—Ah sí, le estaba contando sobre Turquesa Dalton, como le decía, desde que la vi por primera vez me pareció excepcional y encantadora, nunca antes me había pasado algo así, me siento renovado y vivaz, y siento mariposas en la boca de mí estómago cada vez que la miro a sus ojos, y cada vez que me habla hago unos tremendos esfuerzos por no mirarle sus labios y no darle un beso, su toque me electriza, su toque me vuelve loco, me gusta, me gusta muchísimo ella y estoy perdidamente y profundamente enamorado de Turquesa Dalton —terminó por decirle todo aquello, y ella salió corriendo de aquella sala de masajes, lo único que escuchó Nickolas fue, la puerta cerrarse—, ¿Dimitri? —le preguntó, levantó la mitad de su torso y comprobó que no estaba absolutamente nadie con él en aquellos momentos.

Turquesa volvió a su alcoba y se tiró sobre la cama. Alguien dio unos golpecitos a la puerta y le dijo que pasara al interior de la recámara.

—Señorita Dalton, ¿mire lo que tengo para usted? Para que se lo ponga el sábado por la noche en la fiesta de bienvenida de Los Reyes.

—Es precioso el vestido.

—¿Y mire lo demás que tengo para usted? Para que se los estrene junto con el precioso vestido que Su Alteza ha mandado a comprar.

—Son realmente preciosos, todo es precioso, muchísimas gracias señor Turner —le dijo y se levantó del borde de la cama.

—De nada, señorita Dalton, ¿ocurre algo?

—El Príncipe de Rosen está enamorado de mí.

—Era muy obvio eso señorita, desde que la ha visto por primera vez Su Majestad, algo en él cambió rotundamente, yo creo que encontró la horma de su zapato.

—Ay señor Turner, nunca quise que me pasara esto, nunca quise enamorarme yo de él, pero me fue imposible, dígame, ¿por qué tuve que encontrar al hombre indicado a miles de kilómetros de distancia? ¿Por qué tuve que encontrar al hombre correcto aquí y que encima de todo es un Príncipe?

—No se aflija por eso, señorita Dalton.

—El día siguiente a la fiesta, me vuelvo a Buenos Aires, y tengo unas ganas tremendas de quedarme, ¿qué haré señor Turner? Dígame, ¿qué haré? Sé perfectamente que debo volver, mis padres están allí, pero tampoco quiero abandonar a los tres niños y ni muchísimo menos a Dominik.

—A Su Señoría no le hará ninguna gracia tampoco que usted se vaya de aquí.

—Si todo fuera diferente… ¿quiénes son señor Turner? —le preguntó mirando por la ventana que daba al patio principal y habiendo cambiado de tema repentinamente.

—Los Reyes, los padres del Príncipe de Rosen, señorita Dalton.

—¿Tan pronto? ¿Acaso no llegarían el mismo sábado?

—Pues al parecer se adelantaron unos pocos días, iré a avisarle a Su Alteza de la llegada de sus padres, con su permiso señorita.

—Vaya tranquilo señor Turner —le respondió y él cerró la puerta de la alcoba.

—Ya los he visto llegar Turner —le acabó de decir Dominik apenas lo vio caminar por el pasillo—, dile a la señorita Dalton que se presente en la sala principal ella también, no, mejor no le digas nada, eso díselos a mis hijos, que se preparen para recibir a sus abuelos, de lo demás que te había dicho antes, me encargaré personalmente yo.

—De acuerdo jefe —le respondió y ambos se rieron mutuamente.

—Está abierto —le dijo y Dominik se asomó por la puerta que había abierto—, ¿necesitas algo?

—¿Ya estás empacando?

—No quiero olvidarme de nada, así qué, prefiero hacerlo de a poco, aunque falten ya solamente tres días para que me vaya de aquí.

—Sí, es lo más lógico, he venido a decirte que quiero que te presentes abajo en la sala principal junto a todos los demás, para recibir a mis padres, ¿puede ser, Turquesa?

—Sí, claro que sí, Dominik.

—De acuerdo, entonces, nos veremos abajo, hasta luego, Turquesa —le expresó sinceramente y salió de la alcoba.

20: Capítulo 20
Capítulo 20

Turquesa decidió que para causar una muy buena impresión era preferible ponerse algo más serio como por ejemplo un traje, muy formal. Pero cuando abrió el clóset y comenzó a buscar uno de estos, se dijo a sí misma, ¿qué pretendía estar haciendo? No se iba a quedar allí, y ni tampoco se casaría con Dominik. No tenía porqué agradarle a los padres del Príncipe de Rosen en lo absoluto, sin embargo, quería caerles bien, sobre todo a la madre del Príncipe.

Una vez que se hubo cambiado por completo, salió de la habitación, cerró la puerta a sus espaldas y bajó la escalera principal. Los padres de Dominik entraron a la sala principal y sus nietos fueron corriendo a saludarlos luego de no haberlos visto desde hacía muchísimos meses atrás.

—Mamá, papá, les presento a la institutriz de sus nietos, la señorita Dalton.

—Encantada de conocerlos Sus majestades —les dijo haciéndoles una formal reverencia ante ellos.

—Señorita Dalton, le presento a mis padres y a los abuelos de mis hijos, Los Reyes Rosenauer.

—Es demasiada joven para ser una institutriz —comentó su madre.

—¿Has podido mantener tus manos quietas, hijo? —le preguntó pícaramente su padre riéndose y a ella se le tiñeron de un rosa mucho más rosado las mejillas ante tal comentario de su padre.

—Con todo el respeto que usted se merece de mi parte, Su Señoría, pero me ofende sobremanera —le respondió seria sin darle vueltas al asunto.

—Me gusta mucho que la institutriz de mis nietos tenga agallas y se le plante a cualquiera, sin importar que sea de La Realeza o no —dijo su papá.

—Me eres muy conocida chiquilla, oh, ya sé quién eres, has salido en la revista del pueblo, la noche de la ópera —le comentó su mamá—, lo que no termino de comprender es, ¿cómo es posible que una educadora salga a ver una ópera con El Príncipe de Rosen? Comprendes lo que te estoy queriendo decir, ¿verdad jovencita?

—Sí, Su Alteza.

—Muy bien, entonces, procura que eso no vuelva a suceder jovencita.

—Mamá… la señorita Dalton sabe perfectamente lo que está haciendo, así qué, te recomiendo que no acotes nada al respecto —le contestó muy molesto.

—Solo se lo digo por su bien, sabes muy bien cómo son las personas, se lo digo para que luego no diga que no le he advertido de todas las cosas que le podrían llegar a decir por mezclarse contigo.

—Su Alteza, el domingo por la tarde me iré de vuelta a mi país, no pretendo causar absolutamente ningún problema al respecto.

—Pues me alegra saber de que por fin te vas chiquilla.

—No comiences, Claire —le dijo molesto su marido.

—¿Has visto últimamente a Loretta, cariño? —le preguntó mirando detenidamente a su hijo a los ojos cambiando de tema rotundamente y sin darle importancia a lo que le había dicho anteriormente su esposo.

—¿Debería verla o saber algo de ella, mamá?

—Es que me ha dicho que ha ido a la ópera también, y me dijo que te ha visto allí mismo también.

—¿Y qué con que me haya visto allí mismo, mamá?

—Pues le comenté que éste sábado nos ibas a realizar una fiesta de bienvenida a tu padre y a mí y la he invitado.

—Oh, qué casualidad, no me ha quedado ninguna otra tarjeta de invitación mamá, lo siento muchísimo por ti.

—Pues, ella no necesita ninguna tarjeta de invitación, Loretta es encantadora y muy refinada.

—Y muy metida y estúpida y escrupulosa.

—Esa Princesa es perfecta para ti, cariño.

—No me jodas la paciencia mamá, tú quieres que te haga muchísimo esa fiesta de bienvenida para ti y para mí papá, ¿verdad?

—Oh, claro que sí lindo.

—Pues entonces, ¡no me jodas más con eso si no quieres que te la cancele! —le gritó malhumorado y allí comprendí que había vuelto aquel hombre que gruñía como un perro rabioso—, ¿me has escuchado perfectamente bien mamá?

—Sí, Dominik, te he escuchado perfectamente bien hijo, solo te aconsejo lo mejor, quiero verte inmensamente feliz.

Turquesa vio que la situación se estaba poniendo cada vez muchísimo más tensa y decidió llevar con ella a los niños.

—Los niños se irán con Turner, usted se queda aquí mismo señorita Dalton.

—De acuerdo Su Alteza —le dijo seria y Turner se llevó a sus tres hijos de la sala principal.

—Si quieres verme feliz pues no te metas en donde no te he llamado mamá, no quiero volver a terminar de igual manera como lo fue mí primer matrimonio haciéndote caso a ti mamá, solamente a ti madre, no quiero volver a terminar infeliz y por sobre todas las cosas cornudo madre, ¡cornudo! —le gritó ésta última palabra y se fue de allí para subir las escaleras.

—¡¿Y tú qué me ves jovencita?! —le gritó malhumorada y fulminándola con su mirada.

—No me gustas, pero para nada cuando se te sube por demás a tu cabeza la corona de Reina, Claire —le respondió su marido abruptamente mientras la sujetaba por su brazo.

—¡No me fastidies tú también, Luke! ¡Shepherson! —le gritó a su sirvienta.

—Su Señoría, ¡qué alegría me da volver a verla! —le dijo amablemente y con una enorme sonrisa en sus labios.

—Sí, sí, bueno, dile a alguno de los sirvientes que esté disponible para llevar nuestras maletas a la alcoba principal, ¿de acuerdo?

—Sí, Su Alteza, enseguida se las llevarán, con su permiso.

—Propio.

Aquella tarde, pasó bastante rápido para convertirse por la noche y durante la cena, en una verdadera pesadilla. Fue un tremendo caos aquella cena familiar.

—No estaba enterada de que las institutrices compartían la cena en la mesa principal junto con La Realeza —espetó tirando aquella frase lastimera y dañina y todos se hicieron los que no la habían escuchado rotundamente—, jovencita.

—¿Sí, Su Alteza?

—¿Cada cuánto comes caviar?

—Mis padres y yo no acostumbramos a comer caviar.

—Eso me temía, pero ahora que mí hijo te dará un buen sueldo luego de que te vayas, podrás degustar éste manjar.

—Sinceramente hay muchos más frutos de mar más ricos que éste en particular —le respondió sinceramente y tanto su marido como Dominik comenzaron a reírse por lo que habían acabado de escuchar de sus labios.

—Deberías saber perfectamente bien jovencita, que las empleadas como tú tienen prohibido faltarles el respeto a nosotros, La Realeza.

—Mamá ya deja de fastidiar, ¿quieres? Quiero terminar de cenar tranquilo y sin alterarme contigo y he pasado estos seis meses relajado, calmado y tranquilo sin tener que escuchar tus gritos y palabras hirientes a cualquiera que esté dentro de mi palacio.

21: Capítulo 21
Capítulo 21

El viernes llegó el diseñador que le había recomendado a Dominik para que le hiciera un traje a él y a sus dos hijos. Le había recomendado que se hiciera un esmoquin, con pajarita incluida, tanto para él como para Alex y Ethan. Le había dicho que se le vería perfecto un esmoquin de color negro con camisa blanca, faja negra y pajarita negra también, lo mismo tenían que usar sus dos hijos. Era la última prueba de los trajes y Turquesa estaba inspeccionando cómo se le veía el esmoquin.

—Tiene demasiadas hombreras el saco del esmoquin —les comentó y fue directamente a tocar aquel hombro—, ¿es tu hombro? —le preguntó muy desconcertada y asombrada.

—Así es Turquesa, es mí hombro el que estás tocando y masajeando, acabo de caer en la cuenta —le dijo acertando—, ya comprendo, por la manera en cómo me masajeas el hombro debo decir que tú eras Dimitri, ¿verdad? —le dijo arqueando su ceja derecha y poniendo su sonrisa de costado.

—Ehm… el esmoquin le ha quedado perfecto señor Polanski, pero creo que yo me iré, debo terminar de hacer varias cosas más que me han quedado pendientes, con su permiso Su Alteza —le dijo haciéndole una reverencia frente a él y salió de allí completamente.

El sábado había llegado y con él una enorme tristeza le embargaba por dentro a la joven, al día siguiente se iría de allí y nunca más volvería a ver a Dominik y a sus tres pequeños hijos. Vistió a la pequeña con un bonito vestido de color lila con rosa, y le hizo una cola de caballo alta con una cinta de satén de flores grande para que se vea bien la pequeña dama. Sus dos hermanos se vistieron con ayuda de su propio padre y luego, ella llevó a la niña consigo para que se pudiera vestir apropiadamente para la fiesta que les había organizado a los padres de Dominik, Los Reyes de Rosen.

El Príncipe de Rosen le había elegido un vestido de Princesa de acuerdo a cómo en realidad se llamaba, turquesa. Los zapatos eran al tono, y con complementos acorde al color del vestido, una corona, una gargantilla fina, un par de aros largos y un anillo. Ella se maquilló naturalmente, con sus uñas de color turquesa metalizado como casi siempre y se perfumó bonitamente.

—Señorita Dalton, se ve muy hermosa con ese vestido, cuando sea grande quiero uno igualito al suyo, le diré a papi que me compre uno igual como el que tiene usted puesto señorita Dalton.

—Estoy segurísima que tu papi cuando seas grande te comprará uno igual al que yo tengo ahora puesto y otros muchísimo más bonitos que éste mismo Princesita.

—Señorita, ¿puedo preguntarle algo?

—Sí Misha, lo que quieras pequeña.

—¿Usted quiere muchísimo a mi papi?

—¿Por qué me preguntas eso, Misha?

—Pues porque papito sí la quiere muchísimo a usted señorita, cuando la mira tiene brillitos en sus lindos ojitos azules, papi ha cambiado mucho desde que usted ha llegado aquí, todos gracias a usted hemos cambiado, nuestra forma de ser, nuestro carácter y por sobre todas las cosas nuestra personalidad.

—Misha… —le respondió y no pudo articular ni una sola palabra más, si lo hacia cometería el error de quebrarse frente a la niña de Dominik y no lo quería en lo absoluto aquello.

Simplemente la abrazó y la niña la abrazó por su cuello, porque estaba arrodillada delante de ella.

Luego de aquello, salieron de la habitación, y ella fue a encontrarse con sus dos hermanos, y Turquesa se fue directamente hacia el patio que estaba al aire libre, el cuál había organizado la fiesta de bienvenida. Se quedó en el rellano de la gran escalinata y comenzó a bajar uno por uno cada escalón ante la mirada atenta de Dominik, siempre sosteniéndose la falda del vestido y subiéndola por la delantera para poder bajar cómodamente las escaleras.

—Turquesa… te ves… te ves bella, bellísima.

—Muchas gracias, tú te ves muy bien también Dominik.

—De nada, y muchas gracias a ti también por el cumplido, Turquesa.

—De nada.

—¿Me concedes ésta pieza Princesa Turquesa?

—¿Sin música bailaremos?

—No nos hace falta ninguna música para saber perfectamente que tú y yo vamos al compás de una melodía que ninguna otra persona la podría interpretar excepto tú y yo, vamos, baila conmigo Princesa.

—Está bien, le acepto el baile, Su Alteza —le respondió sonriendo y él correspondió a su sonrisa también.

La tomó de su mano izquierda sujetándola hasta caminar al centro del patio que estaba al aire libre y enseguida la abrazó por su cintura y mano. De fondo, sonó una melodía a violines y piano. Y ellos iban al compás de aquella hermosa melodía.

—Ha quedado todo fabuloso, te lo agradezco muchísimo Turquesa.

—Me alegra saber que todo te ha gustado mucho, Dominik, y no me tienes que agradecer absolutamente nada, fue un placer haber organizado ésta fiesta de bienvenida para tus padres —le expresó sinceramente regalándole una de sus sonrisas y él se la correspondió con otra enorme y hermosa.

Sus tres hijos los estaban mirando desde el descanso de la escalinata y hablaban entre ellos.

—No quiero que se vaya —comentó en su idioma de niña de un añito de edad, pero aún así entendible, Misha.

—No eres la única que no quiere que se vaya, Misha —le contestó Ethan.

—Solamente tenemos que conformarnos con que pudo haber venido a quedarse por seis meses con nosotros, aquí en el castillo, ha sido todo muy lindo, lo único que nos queda por saber es que Loretta será nuestra nueva mamá —comentó Alexander.

—No me gusta ella para nuestro papi —dijo Misha.

—Esa calculadora, fría y engreída Princesa no la quiero como nueva madre, y ni tampoco para esposa de papi —contestó Ethan.

—Quiero que Turquesa sea mí mami —respondió Misha y dejó a sus dos hermanos mayores callados por su sinceridad en su confesión.

—Dominik… tus hijos —le dijo y éste se dio vuelta para mirarlos.

—Se ven hermosos.

—Sí… tus muchachitos están como todo unos hombrecitos y tu beba está preciosa —le expresó sinceramente y se soltó de su abrazo.

—Bajen con cuidado —les advirtió su padre y estos bajaron.

—¿Te gusta mí vestido papi?

—Estás hermosa, mi beba preciosa —le dijo sincerándose con ella y la tomó de su cintura para alzarla y darle una vuelta entera en sus brazos alzados.

La fiesta dio comienzo después de dos horas más, los padres de él, se veían muy felices y muy contentos por haber visto a todos sus familiares, conocidos, allegados, colegas, socios y amigos íntimos, en aquella fiesta. Pero mientras su madre y Loretta charlaban animadamente, Dominik y Turquesa volvían a bailar juntos.

—¿Quién es la del vestido turquesa que se la pasó casi toda la noche bailando con Dominik? —le preguntó Loretta un tanto molesta.

—La institutriz de mis nietos.

—¿La golfa que Dominik llevó a la ópera aquella noche? —le preguntó sorprendida.

—Exactamente, la misma golfa, no quiero que se junte con ella, Loretta, tienes que hacer todo lo posible para que mi hijo Dominik se fije en ti Loretta, si es posible métete hasta por sus ojos, y hasta en su mismísima cama.

—Claire, no me será tan fácil hacer que Dominik se fije en mí.

—Pero no es imposible, si quieres a mi hijo contigo, entonces, haz todo lo que te estoy diciendo, eres la única que quiero para Dominik.

—De acuerdo, así lo haré Claire, así lo haré futura suegra —le respondió y ambas intercambiaron una sonrisa perversa y maquiavélica.

—Loretta se ve hermosa —le comentó la joven a Dominik, mientras la miraba disimuladamente.

—Tiene un par de cositas hechas y algunas que otras partes retocadas.

—No me lo creo.

—Se afinó la nariz, solía tenerla con una curvatura en el tabique, se puso siliconas en sus pechos, se hizo un retoque en su barbilla y su color de ojos no son los verdaderos.

—¿Las Princesas pueden hacerse ese tipo de cosas?

—Sí, si ellas lo quieren sí, ella lo quiso así, su papito le dio esos gustos de niña caprichosa.

—Por la manera en cómo me dices esas cosas, es como si a ella la odiaras.

—No me cae bien.

—Dicen que del odio al amor hay un solo paso.

—Y dicen también que existe el amor a primera vista cuando lo ves.

—Saliste un Príncipe romántico —le expresó sinceramente riéndose de él y de su comentario poco común en él y en su carácter por sobre todas las cosas.

—No es para que te lo tomes a risa Turquesa, te estoy diciendo la pura verdad.

—No me lo puedes estar diciendo en serio Dominik, ¿verdad que no?

—Verdad que sí Turquesa.

—¿Por qué? No puedes...

—¿No puedo qué? ¿Acaso está prohibido enamorarse de ti, Turquesa? ¿Acaso está prohibido que yo me haya enamorado de ti?

—No es momento ni lugar para hablar de eso Dominik, no aquí.

—Vayamos a otro lugar, por favor.

—No, no se vería bien que yo me vaya contigo, quedaría muy mal si ven todos que El Príncipe se va con su empleada, es inapropiado y a mí me daría muchísima vergüenza Dominik.

—La fiesta está abarrotada de gente, nadie se daría cuenta que tú y yo no estamos.

—Pero tu madre sí se daría cuenta, y no me gustaría que pensara lo peor de mí, aunque ya de por sí me odia y la comprendo.

—¿Y tú me comprendes a mí también Turquesa?

—Sí, claro que sí te comprendo, pero no puede ser posible eso que quieres Dominik.

Siguieron bailando hasta que su madre quiso bailar con su hijo y ella se fue con Misha que la estaba cuidando el señor Turner.

—¿Por qué bailas tanto con la jovencita esa Dominik?

—Por el agradecimiento que le tengo, por haber estado a cargo de mis tres hijos durante estos seis meses que han pasado ya madre.

—¿Has visto a Loretta? ¿Has visto lo preciosa que está con ese vestido escotado y entallado a su cuerpo?

—Tú y ella van por el mismo camino de lo cínico madre, la vi pero no me ha llamado pero para nada la atención Loretta, solo a ti te gusta —le dijo seco y serio.

—La fiesta para nuestra bienvenida todo el mundo, incluso tu papá y yo la estamos comentando, ha quedado excepcional, los arreglos florales, las vajillas de plata y oro, la mantelería, todo, absolutamente todo es magnífico.

—No me lo agradezcas a mí mamá, yo sinceramente no he hecho nada de todo lo que estás viendo y de todo lo que están viendo los presentes, debes agradecérselo todo esto a Turquesa.

—¿Turquesa? ¿Quién es Turquesa? ¿La organizadora de fiestas que has contratado cariño?

—No mamá, Turquesa se llama la señorita Dalton.

—¿Esa jovencita ha hecho todo esto? —se lo preguntó sorprendida y quedándose con la boca abierta del asombro.

—Así es.

—¿Y si por esas casualidades arruinaba la organización, o algo, o prácticamente todo? ¿Cómo es posible que le hayas dejado que organice toda una fiesta de este estilo si ni siquiera es una más de La Realeza, Dominik?

—Y tú, ¿cómo puedes ser tan jodida madre?

—¡No me faltes el respeto, Dominik! ¡No te lo permitiré eso en lo absoluto! —le gritó molesta y seria.

—Mira… no quiero discutir contigo, será mejor que salga unos momentos de aquí.

Dominik salió al jardín trasero y no se esperaba para nada que Loretta se le fuera a su encuentro.

—Loretta, eres tú.

—¿Esperabas a alguien más a parte de mí, Dominik?

—Verdaderamente sí, a ti no te esperaba en lo absoluto, ¿qué quieres?

—Nickolas, yo sé que no te caigo bien, pero si me darías una oportunidad verías que no soy la mujer que crees que soy, siempre he estado enamorada de ti.

—Vaya, vaya, vaya… qué declaración más sorprendente que me has acabado de hacer Loretta, ahórrate las palabritas cursis, estamos bastante grandecitos como para yo creerme ese cuentito —le dijo sarcástico y burlonamente.

—Dominik… no quiero que me tengas desprecio.

—Loretta… te pido por favor y encarecidamente que te alejes de mí, no quiero saber nada contigo mujer, no me interesas como mujer para mí, ¿de acuerdo?

—Está bien, como tú más lo quieras —le dijo cabizbaja y se dio media vuelta para volver a la fiesta.

Lo dejó tranquilo y pensativo, y Turquesa se fue con la niña a bailar un poco con ella a la pista de baile.

—¿Sabes dónde está mí papi? —le preguntó la pequeña.

—No, ¿y tú?

—Yo sí, y te lo diré —le dijo riéndose pícaramente.

—¿Y dónde está tu papi?

—En el jardín trasero —le contestó sonriéndole y acariciando sus mejillas con sus manos de forma muy tierna—, vamos, ¿quieres?

—¿Tú quieres ir nena?

—Yo sí, pero tú quieres ir más que yo, ¿no es así, Turquesa?

—Eres demasiado pícara para tener solamente un añito de edad hermosa —le respondió sonriendo y le dio un beso enorme y sonoro en su mejilla redonda y gordita.

—¡Loretta, ya vete de aquí! —gritó pensando que Turquesa era ella y se dio vuelta para ver quién era la persona que se estaba acercando hacia él.

—Perdón, volveremos en otro momento.

—No, no… por favor, Loretta, ha venido hasta hace unos instantes y la mandé prácticamente a la mierda.

—Me da risa que hayas dicho una palabra tan fea Dominik, pero de veras si quieres volvemos en otro momento.

—¿Cómo crees? No, quédense.

—Tu hija quería saber dónde estabas y te quería ver.

—Mentira, Turquesa quería verte en realidad —le respondió sinceramente riéndose y estirando sus bracitos y sus manitos hacia él para que la tomara en sus fuertes y masculinos brazos.

—Eres una flor de mentirosa pequeña.

—Es muy verdad lo que le he acabado de decir a mi papi, Turquesa.

—No seas así conmigo —le dijo y ella sencillamente se le reía y escondía su pequeño rostro en el costado del cuello de su papi.

—¿Qué te pasa mi chiquitita?

—Nada papi, te quiero mucho, mucho, muchísimo.

—Y yo te quiero mucho, mucho, muchísimo también —le dijo y él comenzó a hacerle cosquillas con su boca sobre todo su cuello, pechito y panza mientras la tenía en sus brazos y en sus manos.

Su hija se reía a carcajadas y se le ponían sus mejillas coloradas de la risa.

—Ay no papá… basta papi —le decía mientras seguía riendo a carcajadas.

—¿Bailamos los tres? —les preguntó Dominik.

—Bailamos los cinco mejor —le dijo Alexander a su padre y tanto él como Ethan y ellos tres se tomaron de las manos e hicieron una ronda.

Giraban al compás de la música melódica que se escuchaba desde el patio principal que estaba al aire libre y luego de aquello cada uno de ellos le dio una vuelta al que tenía a su lado. Los niños gritaban de lo felices que se sentían en aquel preciso momento, pero la voz de la madre de Dominik los hizo callar al instante.

—¿¡Qué son esos gritos!? —preguntó molesta yendo a su encuentro.

—Ay mamá, no es nada, los niños están gritando.

—Procura que no vuelvan a gritar de esa manera porque espantaran a nuestros invitados —le respondió molesta y seria y por detrás estaba Loretta sonriendo abierta y cínicamente.

—¡¿Y tú de qué sonríes?! —le preguntó enojado y molesto Alexander a Loretta.

—Jovencito, no me gusta que un mocoso como tú me esté gritando de esa manera —le contestó asquerosamente mal Loretta y éste le sacó la lengua—, ¡no te atrevas! —le gritó furiosa y fue directo a su cara para pegarle una cachetada en su mejilla, pero Turquesa se atrevió a poner su rostro por él.

Todos y todas se quedaron callados del asombro. Alexander se quedó estupefacto al comprobar que su institutriz había bloqueado la cachetada de Loretta que iba directamente a su rostro con el suyo.

—Golpea fuerte, Princesa Loretta —le expresó sinceramente levantándose del piso ya que de la cachetada que había propinado tan fuerte la hizo caer al suelo.

—Si éste mocoso insolente no me hubiera sacado la lengua no se llegaría a nada parecido a esto, pero se notó muy bien que en estos seis meses que han pasado no los pudo educar bien, usted no es más qué una…

—Loretta, te vas de aquí —le dijo Dominik secamente.

—¿Me echas?

—Sí, te echo porque en realidad ésta fiesta no era para que vinieras tú.

—Tu madre me había invitado.

—¡Pero yo te echo y se acabó! ¡Fuera de aquí, largo! ¡La próxima vez que intentes golpear a mis hijos te corto las dos manos! —le gritó furiosamente y rabiado.

—No me subestimes querido —le expresó sinceramente teniendo la cabeza bien alta como toda una Princesa soberbia y al darse media vuelta se fue de allí.

—Y tú Alexander no le vuelvas a sacar la lengua a nadie más, ¿me has oído bien jovencito?

—Sí papi, lo siento —le respondió con su cabeza agachada y estando muy triste.

—Será mejor que te vayas a tu país cuánto antes jovencita, porque eres la perdición de ésta familia, las educadoras no son tan frescas como tú —le dijo Claire, pero cuando quiso seguirle dando aquel sermón, su hijo intervino en la conversación.

—¿Quieres que te eche yo también de aquí madre? Si no lo quieres, pues entonces mantén tu boca bien cerrada, Turquesa no necesita que la humillen de esa manera tan cruel, ni Loretta ni tú, por seis meses ella estuvo con mis hijos, es decir, con tus nietos, tú también hubieras podido venir a visitarlos, pero tus reuniones de tesitos con tus queridas amigas te tenían muy ocupada, ¿verdad? —le dijo sarcásticamente y muy molesto—, pues ahora no acotes absolutamente nada de qué tendría que haber hecho Turquesa para cuidar y enseñar a mis hijos.

—Será mejor que me vaya de aquí, buenas noches —les respondió ella y se dio media vuelta para salir de allí e irse directamente adentro del castillo, para luego llegar a la alcoba que solía usar.

Apenas cerró la puerta de la alcoba detrás de su espalda, recargó la misma contra la puerta cerrada y se largó a llorar. Tiempo más tarde, se desvistió, se puso el pijama, se desmaquilló, se desarmó el peinado que estaba a lo alto de manera muy desprolija, se quitó los accesorios y la corona, y todo lo que había llevado puesto, desde la corona hasta los zapatos los volvió a poner dentro de sus respectivas cajas y los aros, la gargantilla, el anillo y la corona dentro de su específico cofre. Se metió dentro de la cama, se tapó hasta el cuello, y casi ni pudo dormir por el resto de la noche.

22: Capítulo 22
Capítulo 22

A la mañana siguiente, Turquesa se levantó, arregló la cama y se dio una ducha bien caliente. Se secó, se vistió y se maquilló casi naturalmente, se peinó dejándose el cabello suelto pero bien armado, se colocó algunos accesorios y luego se perfumó.

—Buenos días —les dijo y se sentó en una silla junto con los niños en la mesa del desayuno.

—Buenos días —le respondieron todos menos Claire.

Desayunaron, y la joven se retiró antes para seguir guardando y acomodando algunas otras cosas más que le faltaban poner dentro de las maletas que se había traído consigo.

—Buen provecho.

—Gracias.

Ocho horas después, ya habiendo almorzado también, preparó el bolso de mano y un bolso que era su neceser y ambas cosas las tomó con las dos manos, pero antes de que saliera de la alcoba, el señor Turner golpeó la puerta y le dijo que pasara.

—Señorita Dalton, aquí tiene la suma de dinero que Su Majestad le había dicho que le pagaría —le dijo entregándole un sobre blanco.

—Señor Turner, no quiero el dinero, no lo aceptaré.

—Señorita Dalton, es el sueldo que le ha correspondido por todos estos seis meses, si Su Alteza se entera que no lo ha aceptado se molestará conmigo.

—Usted no le dirá nada, se lo dirá cuando apenas yo esté volando de nuevo a Buenos Aires.

—¿Por qué?

—¿Por qué cree usted? Guárdelo y dígaselo una vez que yo me vaya de aquí, por favor, se lo suplico.

—De acuerdo, cómo usted más lo quiera señorita Dalton.

—Muchísimas gracias por todo, y por sobre todas las cosas por haberme seguido el juego de mantener la mentira de ser una profesora de ciencias —le dijo sonriéndole y él le regaló una enorme sonrisa.

—Señorita Dalton.

—Sí Alexander.

—Esto es para usted, lo hemos hecho entre los tres, espero que siempre nos recuerde.

—Nunca los olvidaré niños, pórtense muy bien y sean muy buenos y por sobre todas las cosas les deseo muchísima felicidad a cada uno de ustedes.

Les terminó de decir todas aquellas bonitas palabras y los tres la abrazaron. Y Misha comenzó a llorar.

—Turquesa no quiero que te vayas.

—Misha no puedo quedarme aquí, y tú lo sabes bien eso.

—¿Quién me contará los cuentos antes de dormirme? ¿Quién me vestirá? ¿Quién me jugará?

—Cariñito, tienes a tu papi que te adora a ti y a tus dos hermanos también, y tienes unos abuelos que son maravillosos con los tres, él puede contarte los cuentos que quieras cuando te vas a dormir, y tu abuela puede vestirte y jugar contigo.

—Pero no es lo mismo.

—Linda… no puedo hacer nada sobre eso —le dijo acariciándole su cabello.

—Turquesa.

—Sí Nickolas.

—Esto es para ti, es un pequeño regalo para que nos recuerdes.

—Te lo agradezco muchísimo, pero no puedo aceptar un presente como éste Nickolas.

—Acéptalo, aunque sea por los niños.

—¿No sabía que podían chantajear Los Príncipes a las demás personas?

—Y yo te había dicho que Los Príncipes pueden hacer lo que más les plazca hacer y decir.

—De acuerdo, lo aceptaré, muchísimas gracias, de veras son muy hermosos.

—Combinan casi con tu nombre, no son turquesas pero tienen un color parecido —le dijo y todos se quedaron en silencio.

—Creo qué es tiempo de irme —les dijo y saludó con un beso en sus mejillas a cada uno de ellos, hasta llegar a Dominik—, muchísimas gracias por todo Su Alteza —le contestó sinceramente mirándolo a sus ojos azules como el mismo mar azul profundo.

—Turquesa… yo… —le respondió pero ella lo calló.

—No compliques más las cosas, y deja todo cómo está, será lo mejor para todos, para ti y para mí también —le expresó sinceramente y le dio un dulce beso en su mejilla.

Salió de allí con lágrimas en los ojos, saludó a los padres de Dominik, pero su madre no quiso que la saludara, lo había comprendido, estaba feliz de que por fin Turquesa se fuera del castillo y que saliera para siempre de la vida privada de su hijo. Dos escoltas uniformados la acompañaron hasta el auto, en el cuál se subió en el asiento trasero para llevarla rumbo al hangar dónde estaba ya listo y preparado el avión privado. Miró hacia atrás y vio las puertas ya cerradas del castillo.

Y el cuento de hadas se acabó —pensó Turquesa.

—Qué tranquilidad que hay aquí ahora, por fin —comentó Claire.

—No seas tan cruel y cínica Claire, nuestros nietos no están alegres de saber que se les fue su institutriz de vuelta a su país —le respondió su esposo Luke.

—Pronto, muy pronto se olvidarán de ella, y nuestro querido hijo Dominik se olvidará para siempre de ella también, podrá casarse con Loretta y todo el mundo estará feliz nuevamente.

—Estás loca mujer, ¿lo sabías eso? Estás loca, Dom no quiere a Loretta.

—Pues la querrá igual más adelante.

En pocos minutos llegaron al hangar, bajó del auto una vez que le abrieron la puerta, y de inmediato subió a su jet privado apenas terminaron de subir sus maletas y los baúles que había traído junto consigo. Se abrochó el cinturón de seguridad y el avión despegó al instante. Dentro del castillo, el señor Turner le comentó algo a Dominik.

—Puesto que ya de seguro está viajando la señorita Dalton hacia su país, debo informarle Su Majestad que la señorita ha rechazado el sueldo que le entregó en un sobre blanco.

—¿¡Qué!? ¿Por qué lo ha rechazado? —le preguntó desconcertado y sorprendido a la misma vez.

—Pues yo creo que usted mismo lo sabe el porqué Su Majestad.

—¿Papá, no crees que la señorita Dalton lo haya hecho porque quiere volvernos a ver? —le preguntó ansioso Ethan.

—No Ethan, la señorita Dalton, es decir, Turquesa no lo ha aceptado el dinero porque se encariñó muchísimo con ustedes.

—Y contigo también papi —le contestó sinceramente Alexander y su padre de inmediato y sin preverlo se ruborizó por entero.

—Te pusiste todo colorado, papi —le dijo Ethan.

—En verdad te gusta Turquesa —le respondió Misha.

—La señorita es muy bonita, pero hay cosas que no se pueden cambiar hijos.

23: Capítulo 23
Capítulo 23

Una semana después de haber llegado de Alemania, Turquesa comenzó a trabajar en el programa del cuál al principio no la habían tomado, y del cuál su mamá la había llamado por teléfono cuando aún estaba en Alemania, o sea qué, tenía el trabajo asegurado.

El trabajo era muy bueno, y le daba la posibilidad de presentarse en los desfiles para maquillar y peinar a las modelos de la pasarela de ese momento. Pero su mente seguía en Rosen, en los tres pequeños niños y por sobre todas las cosas en el Príncipe de Rosen. Era una total locura, lo sabía, pero le era imposible e inevitable no pensar todo el tiempo, las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana en él.

Su mejor amiga y ella estaban sentadas en un café, al aire libre, cuando Roberta, le habló.

—Turquesa.

—Sí, Roberta, ¿qué pasa?

—¿A ti qué te pasa?

—¿A mí? Nada, ¿por qué me lo preguntas?

—Desde que llegaste que estás como ida, ¿te pasa algo?

—No, nada.

—Ah, ya sé lo que te pasa, El Príncipe de Rosen, ¿verdad?

—Algo así.

—Te enamoraste de él, ¿no es así?

—Sí.

—Ay Turquesa, ¿te molesta si te cuento algo con respecto al sexo opuesto?

—Al contrario, Robertita, me será muy bueno saber que te estás viendo con alguien.

—En realidad no estoy saliendo con esa persona, si no más bien, me chateo con él.

—¿Y cómo lo has conocido?

—¿Te acuerdas que te conté que mí hermano está estudiando en Italia, la carrera de ingeniería?

—Sí, me acuerdo que algo me habías contado de eso.

—Bueno, pues, creyendo que estaba chateando con mí hermano, resultó ser que me había equivocado de persona, su compañero de habitación se metió en su cuenta porque necesitaba ver ciertas cosas también, luego me dijo que era su amigo y que le estaba usando su cuenta para corroborar unas cosas que necesitaba saber, a partir de allí me pasó su mail para que lo agregara.

—Y tú ni corta ni perezosa lo agregaste, ¿verdad?

—Verdad —le dijo riéndose y tapándose su boca con su mano.

—¿Y es italiano?

—No, es alemán.

—¿Alemán?

—No empieces a sacar conjeturas que existen un montón de alemanes.

—Ay lo sé Rober, pero es qué, no puedo dejar de pensar en él, me hechizó, pero cuéntame más de tu señorito alemán, ¿cómo se llama?

—Se llama Preston, y estudia lo mismo que mí hermano.

—¡Qué bien! ¿Y su edad?

—Tiene veintitrés años.

—Como tú, ¿te gusta?

—Sí.

—¿Acaso ya se vieron?

—Obvio que sí, por cámara, ¿y tú con ese Príncipe de Rosen ha pasado algo?

—¿A qué te refieres?

—Pues, ¿te llegaste a acostar con él?

—¡Ni siquiera nos dimos un beso Roberta! Solamente fui a trabajar allá.

—Pero ni siquiera el dinero le has aceptado.

—No pude, no quería su dinero.

—Lo querías a él, ¿verdad?

—Sí, es verdad, lo quería a él, ¿se piensan conocer en persona?

—Pues sí, hace ya cinco meses que nos estamos hablando.

—Bien rápido todo, me parece perfecto, ¿y cuándo piensan conocerse en persona?

—Dentro de dos semanas.

—¿Y en dónde?

—Me dijo que estaría de vacaciones por lo que es seguro que mí hermano vendrá también, así qué, bien podríamos salir los cuatro, ¿no te parece Turquesa?

—Roberta, sabes bien que tu hermano no me gusta.

—¿Pero ni siquiera cómo amigos pueden salir? Yo no me quiero quedar tan sola con su amigo, si bien hemos chateado desde hace cinco meses atrás no lo conozco en persona verdaderamente cómo es.

—De acuerdo, tienes toda la razón, lo haré por ti, porque te quiero un montón, lo haré.

—Muchísimas gracias, sabía que podía contar siempre contigo —le dijo muy contenta, sonriéndole y abrazándola por su cuello.

—¿Este fin de semana te presentarás junto conmigo para el desfile de las nuevas tinturas? —le preguntó Turquesa, luego de sorber su moccaccino.

—Claro que sí, sabes que nunca te dejaría sola.

—Los tonos que se vienen nuevos son espectaculares, ¿cuál prefieres que te haga?

—El rojo fuego que me has mostrado antes de ayer.

—De acuerdo, es el número dos punto cero seis.

—Sí, exactamente ese mismo es.

24: Capítulo 24
Capítulo 24

El sábado con Roberta llegamos al hotel dónde se iría a hacer el desfile. Para el evento me había puesto un vestido corto negro con un hombro descubierto, zapatos amarillos, cartera amarilla, maquillada al tono, aros dorados con tres rosas pequeñitas, y un brazalete dorado.

Al llegar allí, debíamos de acomodarnos nuestras cosas y por último esperar un poco más para que llegaran las demás modelos, los invitados al desfile y comenzar con el evento en cuestión.

Tiempo posterior, después de más de cinco horas dentro del desfile de tinturas y tonos nuevos, dio por culminado el evento, Roberta había quedado divina, su nuevo color de pelo era radiante y tenía un efecto de un rojo fuego nacarado, aparte de haberla teñido la maquillé y pasó por la pasarela para hacer ver a todos los presentes el cambio de look que había tenido en menos de dos horas.

El desfile había terminado y nosotras estábamos muy contestas y muy felices por haber tenido aquello gran y maravillosa experiencia.

Por otra parte, en Rosen, Alemania, era de día allí y uno de los hijos de Dominik, se encontraba triste.

Había entrado a la alcoba del niño y empezó a conversar junto con él.

—Ethan, ¿qué tienes hijo?

—Extraño a Turquesa papi.

—Hijo, Turquesa ha sido muy buena contigo y con tus demás hermanos, pero su trabajo aquí ya ha finalizado hace casi ya un mes, no puedes seguir pensando en ella y no puedes quedarte aquí encerrado casi la mayor parte del día sin salir a jugar con tus hermanos o mismo con tu abuelo.

—Te casarás con Loretta, ¿verdad?

—¿¡Qué!?

—Te casarás con ella, ¿no es así?

—¿De dónde has sacado semejante disparate, Ethan?

—Escuché a la abuela decírselo a Misha, cuando ella se puso a llorar por extrañar también a Turquesa.

—No me casaré con Loretta, ¿por qué tendría o debería casarme con una mujer que no quiere a mis hijos?

—La única que siempre nos ha querido desde que llegó aquí ha sido Turquesa, a nosotros nos gusta ella para ti papi.

—Con que esas teníamos, ¿verdad Ethan?

—Verdad, muy verdad —le respondió riéndose y luego sonriéndole abiertamente y su padre le sonrió.

—Creo que llegó la hora de que le diga a tu abuela algo con respecto a no decir barbaridades sobre con quién me iré a casar.

—¿Te casarás con Turquesa papi?

—No lo sé eso todavía Ethan —le dijo mientras salían de la recámara del niño y Nickolas cerraba la puerta detrás de ellos.

Fueron directamente a la sala donde se encontraba la abuela de sus hijos, leyendo una revista de modas.

—¿Puedo hablar contigo un segundo?

—¿Qué quieres Dominik?

—Solo quiero decirte algo.

—Dímelo.

—No me gusta que le llenes la cabeza a mis hijos, tienen un padre, o sea yo, y no permito que nadie, absolutamente nadie le diga ciertas cosas que perjudiquen su bienestar y su mente, así qué, madre, deja de joder con decirle tanto a Misha como a cualquiera de mis otros dos hijos que me casaré con Loretta, porque no lo haré, no me casaré con ella en lo absoluto.

—¿Acaso piensas quedarte así para siempre?

—No, claro que no, pero yo decidiré con quién casarme, yo decidiré quién será mí esposa la cuál querrá a mis hijos y la cuál me amará a mí.

—¿No estarás pensando por esas remotas casualidades en ir a buscar a esa jovencita, no?

—Y sí la voy a buscar, ¿cuál sería tu problema madre? ¿O acaso no te gusta la competencia y por eso tienes miedo de que la llegue a querer más a ella que a ti? —le preguntó sarcástico y cínicamente con una sonrisa de costado.

—Esa jovencita no me gusta nada para ti Dominik, es solamente una mujer x en un punto cualquiera, no me jodas tú a mí hijo, porque podría llegar a destronarte de la corona de Alemania.

—Y tú madre no estás en ninguna condición de obligarme a casar con quién tú quieras, yo sé perfectamente lo que tengo que hacer, no necesito de ti para tomar mis propias decisiones.

—¡Dominik! ¡ Dominik ven aquí! —le gritó pero éste se fue tomando la mano de su hijo Ethan con una de las suyas.

25: Capítulo 25
Capítulo 25

Una semana después, Dominik estaba desayunando con sus hijos, cuando él mismo le pregunta algo a Misha, su pequeña hija de ya casi dos años de edad.

—Misha.

—¿Sí papi?

—En una semana ya cumples dos añitos, ¿qué quisieras para tu cumpleaños?

—Volver a ver a Turquesa.

—¿Eso quieres realmente?

—Sí papi, eso quiero realmente.

—¿Acaso tú no la quieres volver a ver? —le preguntó Alexander, picándolo.

—Sí, yo también la quiero volver a ver.

—¿Y cuándo nos iremos? —le preguntó Ethan, sonriéndole abiertamente y muy contento.

—¿Quieren ir ustedes para allá?

—Sí, mucho —le dijo Alexander.

—¿Y cuándo iremos? —le volvió a repetir Ethan.

—No lo sé eso todavía niños.

—Podríamos irnos mañana, ¿no? —le sugirió el mayor de los hermanos.

—Tengo muchas cosas para hacer primero y no sé si ella tendrá tiempo para nosotros cuatro.

—Ella es muy buena, sabrá que venimos a visitarla y a festejar el cumpleaños de Misha —le dijo el mediano de los hermanos.

Unas cuatro horas después, se comunicó por un chat con su hermano menor.

—Hola hermanito querido, ¿cómo estás? Supe que papá y mamá están de visita allí, ¿cómo están ellos y mis queridos sobrinos?

—Yo estoy bien, tus padres están bien también, tu madre me está volviendo loco, y tus sobrinos están bien también.

—Por la manera en cómo me escribes el “tu madre”, la cosa no pinta para nada bien.

—No, no pinta para nada bien, tu madre me está jodiendo demasiado y si me sigue jodiendo de esa manera, soy capaz de irme a vivir a otro país junto con mis hijos.

—¿Qué pasó entonces?

—Me quiere casar con Loretta, pero yo estoy enamorado de otra mujer.

—¿De quién? Si puedo saberlo, claro está.

—Sí, claro que sí, era la institutriz de mis tres hijos.

—¿Te enamoraste de una plebeya?

—Sí, ¿y qué?

—No, nada, sí te soy sincero, a mí tampoco me importa si me enamoro de una plebeya, creo que el amor es así, y no importa cuánto dinero o poder tengas, a la hora de amar no importa absolutamente nada —le escribió su hermano menor por el chat.

—Es mí parecer, ¿o tú estás medio enamorado también?

—No es que esté medio enamorado, estoy completa y perdidamente enamorado Nick.

—¿Y de quién?

—Otra plebeya.

—¿Su nombre?

—Roberta.

—¿Roberta? Rarísimo es su nombre.

—Sí, pero es muy bonita.

—No lo dudo hermanito, conociéndote como te conozco, sé perfectamente que será demasiado bonita, ¿pero cómo la has conocido?

—Es la hermana de mí compañero de cuarto de La Universidad de aquí de Italia.

—¿Es italiana? ¿Vive allí también?

—No, no es italiana, es argentina, y no vive aquí, ella vive en Argentina.

—¿De Argentina? —le preguntó Dominik asombrado.

—Sí, ¿por qué?

—Porque Turquesa es de Argentina también.

—Pero acuérdate bien hermano que Argentina tiene muchas provincias, puede que esa chica Turquesa no sea de Buenos Aires.

—Turquesa es de Buenos Aires también.

—Roberta lo es también.

—Léeme algo, como sé que vendrás en estos días para aquí, necesito decirte algo.

—Sobre eso quería hablarte yo también Dom.

—¿Qué me quieres decir?

—No voy a poder ir a Alemania, me voy pasado mañana a Argentina, iré a conocer a Roberta, ya acordamos vernos en persona.

—¿Te irás a Argentina? Entonces, ¿la cosa va en serio?

—Pues no lo sé todavía, yo creo que sí, a parte su hermano irá también para allá, así qué, también es bueno, porque no estaré solo para manejarme en un país que ni siquiera conozco.

—¿Pasado mañana te irás? Porque no lo hacemos de ésta manera, tu sobrina quiere visitar a Turquesa como regalo de su cumpleaños.

—¿La niña te pide o el padre la quiere ver en verdad?

—No seas así, todos los que estamos aquí la queremos ver, excepto ya sabes, tu madre, lo que te digo es que, ¿por qué no se vienen ustedes dos para acá y de aquí nos vamos en mí jet privado para Buenos Aires?

—Eso se lo tendría que comentar a Eugenio, no creo que quiera hacer eso, se sentirá obligado a pagar el pasaje de avión.

—Dile que lo tome como un favor de futuro cuñado de tu parte.

—De acuerdo, pero, ¿cuándo nos veríamos?

—Vénganse mañana, les mandaré mí avión.

—De acuerdo, mañana nos vemos entonces.

Dos horas después, por la noche, en Buenos Aires, Turquesa se despertaba de su plácido sueño de amor gracias al sonido del teléfono. Atendió con la voz adormilada.

—¿Diga?

—Turquesa.

—¿Qué ha pasado Roberta? ¿Sabes la hora que es, verdad? Mañana hay que levantarse temprano por si se te ha olvidado.

—No me importa, creo que ahora hasta pasado mañana no voy a poder dormir más, mí hermano llega a Buenos Aires pasado mañana a la tarde.

—¿Y qué con eso?

—Viene Preston también.

—¿No era que recién éste fin de semana se irían a conocer en persona?

—Sí, pero adelantó varios días su vuelo, a parte llegan en un avión privado, ¿vendrás, no?

—No puedo, si quieres los paso a buscar, antes no puedo estar, tengo reunión con los asesores de imagen para la campaña de la chica que has conocido y quieren que esté presente para que me digan cómo quieren que su ropa se combine con mi maquillaje.

—De acuerdo, sí, me lo había olvidado, pero nos vendrás a buscar, ¿verdad?

—Claro que sí Rober, a ese chico no me lo pierdo para darle el visto bueno —le respondió y ambas se rieron a carcajadas.

—Bueno, ahora sí, te dejo dormir tranquila, después cuando nos veamos te digo todo, y el horario en que tendrías que venir a buscarnos, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, buenas noches.

—Muchas gracias, y buenas noches para ti también, Rober.

Cortaron las llamadas, y Turquesa volvió a dormirse apenas apoyó la cabeza sobre su almohada.

26: Capítulo 26
Capítulo 26

Dos días después, en el castillo, la madre de Dominik había gritado a todo fervor el que tanto su hijo mayor como sus nietos irían a hacer un viaje al extranjero con motivo del cumpleaños de Misha que en unos días más cumplía dos años.

A todo esto, Eugenio ya estaba para ese mismo día, dentro del castillo junto con su compañero de cuarto en la Universidad de Ingeniería Industrial de Italia.

—¿¡Cómo es eso que la niña no pasará su cumpleaños aquí, Dominik!? —le preguntó gritando su madre.

—Primero que nada, no espantes al invitado de tu hijo menor, y segundo, la niña quiere hacer un viaje, y lo que me piden mis hijos se los concedo.

—¿Y hacia dónde piensas llevarla?

—Eso es una sorpresa que ni tú ni nadie sabrá —le contestó molesto, puesto que apenas ellos dos habían llegado, Dominik les pidió por favor que no comentaran nada sobre el viaje que irían a hacer con destino a Buenos Aires.

—¿Y ellos irán con ustedes cuatro también?

—No, a ellos mañana los dejaré en otro país ya que tienen un Congreso y nosotros cuatro nos iremos al viaje sorpresa de Misha.

—No comprendo, ¿cómo es que una niña que cumple recién tan solo dos años, quiera un viaje sorpresa y recuerde luego el viaje que ha hecho? —le cuestionó su propia madre.

—No te tengo porqué darte ninguna explicación madre, estoy bastante grandecito como para volver a preguntarte qué cosas debo hacer y qué cosas no debo hacer, en todo caso eso se lo preguntaré a mí padre y no a ti en realidad.

La había cortado abruptamente, dejándola allí parada en el medio del salón de invitados con la palabra en su boca, y él fue directamente a su alcoba para seguir empacando sus ropas y todo lo necesario para mañana.

Un nuevo día había comenzado y con éste la felicidad de Roberta, y quizás la felicidad de Turquesa también.

Su amiga ya estaba esperando el vuelo que venía de Alemania, ya que el día anterior Eugenio se comunicó con su hermana para avisarle que llegarían desde el país natal de su compañero de habitación.

—¡Eugenio! —le gritó su hermana al verlo ya caminar por la salida de los pasajeros.

—¡Roberta! —le gritó él también al verla tan bonita como siempre se lo hacía saber en cada gesto fraternal y en cada palabra hermosa que le decía a su pequeña y adorada hermana.

Ambos se abrazaron, pero alguien por detrás carraspeó.

—¿Puedo conocer a tu hermana, amigo? —le preguntó Preston.

—Sí, por supuesto.

—¿Preston? —le preguntó ella con una sonrisa enorme en sus rosados y carnosos labios.

—Así es, encantado en conocerte Roberta, eres más hermosa en persona que por cámara Web y por foto.

—Muchísimas gracias, lo mismo digo de ti.

—De nada y muchísimas gracias a ti también por el cumplido.

—De nada también.

—Te presento a mí hermano mayor, Dominik, y ellos son mis sobrinos.

—Encantada en conocerlos.

—Gracias e igualmente.

—Qué extraño, tengo a mi mejor amiga que de seguro ya ha llegado, para venir a buscarnos que conoció a un hombre llamado Dominik también.

—¿Su nombre es Turquesa? —le preguntó sin poder contenerse Alexander.

—Sí, ¿por qué? —les preguntó mucho más que extrañada nuevamente.

—Pues, porque ella nos cuidó y nos enseñó cosas durante seis meses atrás —le respondió Ethan.

—Qué fantasioso tu sobrinito, Preston.

—Me parece que no está diciendo ninguna fantasía, Roberta —le expresó sinceramente Dominik.

Turquesa los esperó fuera del auto, y caminó hacia la acera de la entrada principal del aeropuerto.

Una sola persona le resultaba desconocida, pero los demás, y sobre todo los tres niños y Dominik le resultaban extremadamente familiares.

—¡Turquesa! —le gritaron los tres niños al unísono y fueron corriendo hacia su encuentro.

—¿¡Qué hacen aquí niños!? —les preguntó sorprendida y feliz de volver a verlos nuevamente.

—Vinimos a visitarte, no sabíamos que el tío Preston conocía a tu mejor amiga —le respondió Alexander.

—Y ni yo tampoco lo sabía eso Alex.

—Hola Turquesa, nos volvemos a ver.

—Hola Nickolas, ¿cómo has estado?

—Bien, ¿y tú?

—Bien también, nunca pensé que vendrían a visitarme, nunca supiste en dónde yo vivía.

—Turner me dio tu dirección de casa, si no te encontraba aquí, estaba dispuesto a ir hasta tu casa con mis hijos, lo demás surgió creo yo, por pura coincidencia, resultó ser que mi hermano menor comparte cuarto con el hermano mayor de tu mejor amiga.

—Vaya coincidencia.

—¿No te alegras de volver a vernos?

—Sí, claro que sí, estaba esperando éste momento, pero no sé qué decirte ni qué hacerte.

—Pues comienza por darme un fuerte abrazo y un beso —le dijo y ella le hizo lo que le había pedido, excepto el beso que se lo dio en su mejilla.

—No sabes lo que te he extrañado Turquesa —le expresó sinceramente acariciando su cabello.

—Y yo a ti también, Dominik.

—La niña quiso venir a verte, los niños también y yo quería verte y muchísimo Turquesa, debemos hablar.

—¿De qué, Dominik?

—Tú sabes perfectamente de qué Turquesa, de nosotros.

—No hay nosotros Dominik y aquí no es lugar para hablar de esas cosas en particular y en especial.

—Pronto habrá un nosotros.

—Somos muy, demasiado diferentes, Dominik.

—Somos perfectos el uno para el otro —le respondió sinceramente mirándola penetrantemente a los ojos y Preston carraspeó.

—Si la sueltas puede que la conozca yo también hermano.

—Lo siento muchísimo hermanito, Preston, te presento a Turquesa o mejor dicho, a la señorita Dalton, la institutriz y educadora de mis hijos.

—Encantado en conocerte Turquesa, eres muy hermosa.

—Muchísimas gracias Preston, lo mismo digo de ti, eres muy parecido a tu hermano.

—Muchas gracias, pero yo tengo más carisma, simpatía y hombría que él, no se lo digas, porque se pone muy rabioso y comienza a gruñir como un perro, típico en una bestia como lo es él —dijo riéndose y Dominik le apretó con sus dedos pulgar e índice de la mano su nuca y todos se rieron.

—¿Qué les parece si nos vamos para el departamento?

—Creo que primero tendríamos que reservar dos habitaciones de hotel —sugirió Dominik.

—¿Prefieren un hotel lujoso, o más o menos moderado?

—Creo que uno más o menos moderado sería lo ideal —contestó Preston.

—Nosotros queremos ir a la casa de Turquesa —contestó Ethan.

—Iremos al hotel niños —les dijo su papá.

—Yo no vivo sola niños, si tendría lugar con gusto vendrían conmigo, si no, podríamos hacer esto, vamos a reservar las habitaciones en el hotel, y luego de eso, si quieren, se vienen conmigo a mi casa.

—¡Ay sí! ¡Eso sería grandioso! —expresó eufóricamente Ethan aplaudiendo de lo más feliz y de lo más contento.

Los ayudaron a subir sus maletas al baúl del auto, y subieron todos dentro del coche. Recorrieron diferentes hoteles y cuando vieron uno más o menos moderado, Turquesa se bajó y preguntó si tenía habitaciones disponibles, una cuádruple y una single. Salió del hotel sin noticias, siguieron preguntando por varios hoteles más, pero seguían sin tener dos habitaciones disponibles, y ni muchísimo menos de la manera en cómo las querían Dominik y su hermano, Preston.

—¿Qué haremos con ellos, Turquesa?

—No lo sé, seguiremos recorriendo hasta encontrarles un hotel.

—Ya son más de las seis de la tarde, es muy obvio que están cansados y tienen hambre, no podemos seguir recorriendo más hoteles, y ni muchísimo menos ya cuando está oscureciendo tan rápido, Turquesa.

—Ay Roberta, me desesperas a veces, y dime, ¿dónde piensas que se hospedarán por tiempo indeterminado? A ver, dímelo sabelotodo.

—Pues mi hermano y Preston pueden quedarse en mi departamento, y Dominik y sus hijos contigo.

—No vivo sola Roberta —le respondió sarcástica y burlándose de ella y de sus comentarios absurdos.

—Lo sé, pero estoy segura que a tus papás no les molestará que estén cuatro personas más.

—Sabes perfectamente cómo se pone mi madre al respecto, no le había hecho ninguna gracia cuando yo me fui seis meses allá, ahora muchísimo menos le causará gracia el tenerlos a ellos, justamente a ellos cuatro dentro de su casa.

—Siempre le buscas el pelo al huevo Turquesa, déjate de joder por una vez en tu vida, y que todo te resbale.

—Luego yo soy la que me tengo que aguantar a mi madre que me esté regañando Roberta.

—Ni que cometieras un delito de tener en la casa de tus padres a un hombre con sus tres hijos.

—Ese hombre y sus tres hijos no son personas comunes y corrientes.

—Pues para mí lo son.

—Para mí también, pero no creo que estén acostumbrados a acomodarse en una casa normal, son de castillo, no de casa pequeña.

—Como sea, no hay hoteles disponibles, y los únicos lugares con espacio los tenemos nosotras dos, o es eso o no es nada.

—A veces, solo a veces eres insoportable Roberta.

—Quiero tener a Preston cerca de mí, ¿acaso tú no quieres tener a su hermano mayor cerca de ti, Turquesa?

—Sí, pero sé bien que no lo puedo tener.

—¿Por qué no?

—Mira, será mejor que te hable de eso más adelante y cuando estemos más calmadas, ¿de acuerdo? No es momento para hablarte de eso.

—De acuerdo, mejor vayamos adentro del auto —le sugirió Roberta.

—Son casi las siete de la tarde ya, está bastante oscuro y ya recorrimos todos los hoteles que más o menos son buenos, y los mejores también, no hay nada disponible, lo mejor será que se vengan a nuestras casas.

—Eugenio vive conmigo y se podría quedar Preston también —dijo su mejor amiga.

—Dominik y los niños podrían quedarse en mi casa —les sugerió Turquesa y los tres niños aplaudieron y dijeron que sí.

—No nos podemos quedar en tu casa, Turquesa.

—Pueden quedarse, no hay tanto espacio pero si nos acomodamos bien, podemos entrar fácilmente siete personas, confía en mí, sé lo que hago.

—No es eso, los niños y yo nos podemos ubicar en cualquier lugar, eso no nos importa, la cuestión aquí es que un hombre no se vería bien dentro de la casa de una soltera.

—No estoy sola, no vivo sola, vivo con mis papás, y tú tampoco estás solo, y los tiempos cambiaron, todo se modernizó a pesar de tus costumbres.

—Ya lo creo que sí, pero yo sigo viéndolo muy mal, te quitaremos la privacidad.

—He vivido dónde tú estabas también con tus hijos, y no me ha molestado a pesar de que tu lugar es demasiado espacioso, así qué, no me molesta que ustedes cuatro vengan a quedarse en la casa de mis papás junto con ellos y conmigo.

—De acuerdo, Turquesa.

27: Capítulo 27
Capítulo 27

Una hora y media después, se les habían hecho las ocho y media de la noche ya. Llegaron a la casa de sus papás, estacionó el auto sobre la vereda. Bajaron los cinco, y les ayudó a sacar sus maletas y caminaron hacia la puerta principal, ella sacó las llaves de la cartera y metió la llave correcta en la cerradura.

Los hizo pasar al interior y su madre apareció en el umbral de la puerta de la cocina.

—Mamá, te presento a Dominik, y a sus hijos, Alexander, Ethan y Misha —les dijo—, Dominik, niños les presento a Perla, mi mamá.

—Encantada en conocerlos.

—Lo mismo decimos nosotros señora —le respondió Dominik muy amable y muy caballero.

—Ellos han venido de Rosen, y se quedarán por un tiempo con nosotros aquí.

—De acuerdo, no habrá ningún problema en que se queden.

—¿Papá no ha llegado todavía?

—No, todavía sigue en la papelera, seguiré con la cena.

—De acuerdo, mamá —le dijo viendo cómo se iba hacia dentro de la cocina otra vez—, sobre acomodarnos, tú y tus hijos pueden ocupar mi habitación.

—¿Y tú dónde piensas dormir?

—Tú por eso no te preocupes, Dominik.

—Me preocupo, de veras que sí lo hago porque no me gusta que una mujer me ofrezca su habitación para que nosotros descansemos cómodamente, ¿dónde piensas dormir Turquesa?

—Aquí, en el living.

—Prefiero dormir yo aquí en el sillón largo.

—¿Estás loco? No, tú y tus hijos dormirán en mi habitación, no tiene lujos pero es muy cómoda.

—Insisto, yo dormiré aquí en el sillón largo, mis hijos pueden dormir contigo, en tu recámara, no le quitaré el lugar a la dueña de la habitación, ya bastante es con que nos hospedemos aquí por un tiempo.

—De acuerdo, tú ganas, duerme aquí, y tus hijos y yo dormiremos en mi habitación.

—Me parece perfecto eso.

—Vamos arriba, así acomodan sus cosas.

Un rato después, Turquesa bajó a la cocina para prepararles algo.

—¿Cuánto piensan quedarse?

—No lo sé mamá, ¿por qué me lo preguntas?

—Porque no nos alcanza el presupuesto para tantas personas, Turquesa.

—Sabes perfectamente que yo también aporto aquí dentro, y nos alcanza y sobra algo bastante grande como para darles hospedaje y para darles de comer a ellos también.

—¿Tú sabías que venían?

—No mamá, si no, era muy obvio que te lo hubiera dicho desde el primer día en que supiera la noticia, resulta ser que el compañero de cuarto de Eugenio, es el hermano menor de Dominik.

—¿Qué? No te estoy entendiendo nada Turquesa, sé más clara por favor te lo pido.

—¿Qué quieres que te diga mamá? El amigo de Eugenio, es el hermano de Dominik, su hermano y él estudian juntos ingeniería industrial en La Universidad de Roma, da la casualidad que mi mejor amiga Roberta está de novia con Preston, el hermano menor de Dominik.

—Ya comprendo, ahora sí que comprendo absolutamente todo, y dime, Eugenio, ¿cómo está?

—Pues al parecer está bien mamá.

—Ese chico es ideal para ti, Turquesa.

—Ese chico es un imbécil —dijo por lo bajo.

—¿Qué has dicho?

—Nada mamá.

—Creí haberte escuchado decir algo, como te decía, ese chico Eugenio es ideal para ti, deberías verlo más seguido.

—Eugenio nunca me ha gustado mamá, que sea la mejor amiga de su hermana, no quiere decir que deba salir con él, nunca me atrajo, ni antes ni muchísimo menos ahora.

—Es un muy buen partido para ti.

—Solamente a ti te gusta como yerno mamá y a mí no me mueve ni un solo pelo.

—¿Quién te gusta entonces, Turquesa? —le preguntó mirándola detenidamente a los ojos, y se dio cuenta de quién estaba enamorada—, ese partido es imposible.

—Lo sé perfectamente mamá, no hacia falta que me lo dijeras tú.

—¿Desde cuándo lo estás?

—Desde el primer momento en que lo conocí.

—¿Qué has hecho, Turquesa? De un principio te había dicho que no fueras, y mira cómo has terminado.

—Sé muy bien las cosas importantes que están en juego aquí, sé muy bien también las cosas que pierdo, y sé bien que desde el día en que lo conocí no soy la misma Turquesa que una vez fui, es gracioso, siempre me has dicho cuándo será el día en que conozca a alguien, Turquesa conoce a alguien, y forma una familia, si no, mis nervios se alterarán más de la cuenta, pero nunca pensé que me iría a enamorar de un hombre que vive en Alemania y que encima de todo es Príncipe.

—¿Qué piensas hacer?

—¿Qué pienso hacer? No pienso hacer absolutamente nada, él y sus hijos después de un tiempo volverán a su país natal, y yo seguiré aquí, seguramente se volverá a casar con la mujer que su madre quiere para él y yo me olvidaré de él.

—Es lo mejor, que él se case con la mujer que quiere su madre para él y que tú te quedes aquí.

—Sí, mamá.

Minutos después, llegó a casa su padre, las saludó y subió las escaleras hacia su habitación para darse una ducha caliente luego de un largo día de trabajo, pero apenas llegó al pasillo, se encontró con uno de los pequeños.

—Hola, me llamo Ethan, ¿y tú?

—Hola, yo me llamo Ricardo, ¿y tú quién eres pequeñito?

—Soy el hijo de Dominik.

—¿Y quién es Dominik?

— Dominik es El Príncipe de Rosen —le dijo el niño y Dominik salía de la habitación de Turquesa.

—Usted debe ser el padre de Turquesa, soy Dominik, encantado de conocerlo, señor Dalton —le dijo amable y caballero, extendiéndole su mano.

—Encantado de conocerlo a usted también señor… —le respondió aceptando su mano para estrecharla contra la suya.

—Rosenauer, soy de apellido Rosenauer, pero puede llamarme Dominik, señor Dalton.

—Entonces usted puede llamarme Ricardo también, y nada de usted, hombre.

—De acuerdo, Ricardo —le contestó riéndose—, creo que ya mi hijo se ha presentado por sí solo, espero que no te haya molestado.

—No, para nada, al contrario, es un encanto de niño —dijo sonriéndole al niño—, bienvenidos a mi humilde casa, espero que se sientan muy cómodos estando aquí dentro.

—Sí Ricardo, muchísimas gracias por la bienvenida.

—No hay de qué, ahora si me disculpan, necesito darme una ducha de agua bien caliente.

—Sí, pasa por favor, no te quitamos más tu tiempo, ¿hacia dónde pensabas ir Ethan?

—Abajo, a ver a Turquesa.

—Turquesa está hablando con su mamá, y tú sabes bien que no quiero que bajes solo las escaleras, puedes caerte por ellas y lastimarte muy feo hijo.

—Lo siento, papi.

—No lo sientas, pequeño, pero solo avísame cuándo quieres bajar alguna escalera, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, papá.

—Ve con los demás, en unos minutos regreso con ustedes —le contestó a su hijo mediano, y él se fue hacia las escaleras para bajarlas e ir hacia la cocina.

—¿Recuerdas cuando te dije sobre las mariposas en el estómago?

—Así es.

—Con él, con Dominik sentí las mariposas en la boca de mi estómago, y él las sintió también conmigo.

—Turquesa, hija, no compliques más las cosas.

—Lo sé, pero me será muy difícil el no pensar en él —le respondió y se quedó al instante callada porque Dominik se había presentado en la cocina.

—Turquesa, ¿tendrías un poco de leche para los niños?

—Sí, Dominik, luego me supongo que cenarán con nosotros, ¿no?

—Sí, claro que sí.

—Cenaremos guiso, espero que les guste.

—No hay ningún problema señora, cenaremos lo que se haga en la cocina, no somos pretenciosos.

—Perfecto entonces.

—Dominik, aquí tienes la leche caliente para los niños, ¿le pones cacao o vainilla?

—Nunca les puse esas dos cosas.

—Si te doy mi opinión, la leche con el cacao es muy rica, pero fría lo es muchísimo más y sin azúcar, en cambio la leche caliente con vainilla queda riquísima.

—Confío en ti, tú me los has cuidado por seis meses, así qué, confío en ti, Turquesa.

—De acuerdo, Dominik, entonces les pondré vainilla, toma, llévales las tazas.

—Muchísimas gracias.

—De nada.

—No me gusta la manera que tiene de mirarte.

—¿A qué te refieres mamá?

—Tú sabes perfectamente a qué me estoy refiriendo nena, le gustas muchísimo, y eso se nota.

—Parece que no me has escuchado cuando te dije que él siente las mismas mariposas en la boca de su estómago como yo las siento de igual manera por él.

—Te había escuchado anteriormente, pero se quedará solamente en eso, en sentir mariposas en la boca de tu estómago, Turquesa, no quiero que sufras hija, y no quiero de ninguna manera que te vayas de este país, cariño.

—Lo entiendo, mamá —le respondió por última vez sin presionarla y sin insistirle más.

Una semana más tarde, mientras ella se estaba preparando el desayuno, Nickolas se había despertado y levantado. Subió hacia su recámara, ya que hacia una semana atrás le había dicho que podía usar el baño que estaba dentro de la habitación.

Casi treinta minutos después, entró a la cocina.

—Buenos días.

—Buenos días, no te escuché levantarte.

—Soy silencioso.

—Ya lo creo que lo seas Dominik, lo eras allá, es obvio que aquí eres silencioso también.

—Tú y yo tenemos una charla pendiente.

—Tú y yo no tenemos ninguna charla pendiente Dominik, no compliques las cosas, acepté que se quedaran aquí en la casa de mis papás junto con ellos y junto conmigo, para que vean ustedes cómo son nuestras costumbres, nuestra cultura y cómo nos tratamos entre nosotros, todo lo que sentimos el uno por el otro debemos dejarlo de lado, nos lastimaremos y yo no quiero sufrir.

—¿Por qué crees o piensas que sufrirás, Turquesa?

—Porque sí, Dominik, tú eres un Príncipe y yo soy solamente una común y una corriente plebeya de clase media.

—¿Eso te preocupa?

—Obvio que sí.

—Me das risa, Turquesa, ¿qué es lo que te preocupa, en verdad? Si el problema es mi madre…

—La mía es el problema también, Dominik.

—¿Por qué me lo estás diciendo? Tu madre es muy agradable.

—Sí, sé perfectamente que ella es muy agradable, pero debo mantener a mis papás, no los puedo dejar solos, no puedo mezclarme contigo tampoco, lo único que quiero es hacer mi sueño realidad, tener mi propio salón de belleza, tener algo normal propio, con clientas normales, comunes y corrientes también.

—Te amo carajo, te estoy diciendo o intentando decirte que te amo y tú me dices todo esto, estoy pensando que te estás burlando de mí, Turquesa.

—No me estoy burlando de ti, te estoy diciendo la verdad, esto es la realidad Dominik, tú vives dentro del cuento de hadas soñado, y yo vivo la realidad.

Su mamá sin querer, pero a la misma vez queriendo escuchar la conversación, volvió a entrar a su propia alcoba matrimonial, para hablarle a su esposo.

28: Capítulo 28
Capítulo 28

—Ricardo.

—¿Qué pasa, Perla?

— Dominik le declaró su amor a nuestra hija.

—¿Y qué es lo que te preocupa Perla? Era lo que siempre quisiste para nuestra hija.

—Sí, Ricardo, lo quería, pero no que se le declarara un Príncipe, no quiero que se la lleve de aquí.

—Me haces creer que no quieres que tu hija sea feliz.

—Ay Ricardo, claro que quiero que sea feliz, pero no quiero que Dominik la aleje de nosotros.

—Si no era Dominik, hubiera sido otro hombre, Perla, entiende esto, Turquesa es una esteticista y cosmetóloga, tarde o temprano comenzará a hacerse conocida, renombrada y famosa, y tarde o temprano podría haber conocido a otro hombre extranjero también, el hombre es muy atento y es muy caballero con nuestra hija, debo reconocerlo, y eso es lo que quiero para ella, que sea amable, atento, caballero, trabajador y que le de todo el amor que nuestra hija se merece, Perla, eso es lo que quiero yo para ella, no me importa de donde y ni tampoco me importa quién sea o qué clase de rango tenga en su país, lo único que quiero para nuestra hija es eso, toda la felicidad del mundo, y todo el amor del mundo que siempre se ha merecido.

—Ay Ricardo, ¿qué haremos?

—No podemos hacer absolutamente nada Perla, si quieres que nuestra hija sea feliz, entonces deja que haga su propia vida con el hombre que ella quiere verdaderamente.

—De acuerdo, por más que no me guste, tendré que hacer un esfuerzo por intentar que Turquesa sea inmensamente feliz.

—Sí mujer, debes hacer eso, aparte, si te lo pones a pensar, Turquesa puede ir y venir cuántas veces quiera para acá a visitarnos, Dominik tiene su propio jet privado, y es muy obvio que cuando nuestra hija quiera podrá venir a visitarnos.

—No creo que pueda mucho, si comienza a tener obligaciones como una Princesa, y menos si algún día llega a quedar embarazada —le respondió Perla, su querida esposa.

Mientras tanto, abajo, los dos seguían charlando o bien discutiendo sobre los planteos absurdos que le decía Dominik.

—Yo quiero que vivas dentro del cuento de hadas soñado junto conmigo, Turquesa.

—No estoy sola, y debo quedarme con mis padres, y te agradecería encarecidamente que cambiemos de tema, por favor, te lo suplico Dominik.

—¿Y de qué me quieres hablar?

—Sé que mañana es el cumpleaños de Misha, ¿piensas darle algo?

—El regalo se lo he dado por adelantado y ha sido el querer volver a verte, la niña me pidió volver a verte, y todo lo que me piden mis hijos, yo se los concedo.

—Me parece perfecto, son tus hijos y debes darles todo lo que te piden, pero, ¿piensas hacerle alguna fiesta de cumpleaños o algo por el estilo?

—Pues no lo sé, ¿qué me recomiendas que le haga?

—Pues no sé lo que le gusta a la niña.

—Eso sí que no te lo creo, sabes bien que a la niña le gustan todas las cosas que te suelen gustar a ti, cada cosa que te veía puesta allí, Misha se quedaba fascinada contemplándola.

—De acuerdo, hay un lugar que es muy rosa, es la cafetería de Barbie.

—¿Dónde queda ese lugar?

—En el centro, en Capital Federal.

—¿Hay que reservar el lugar?

—Yo creo que sí.

—¿Puedes llamar ahora?

—No tengo el número de teléfono, pero si quieres podemos ir una escapadita a ver si nos pueden reservar el salón de té para una mini fiesta de cumpleaños, tus hijos pueden quedarse con mis papás, claro si es que no tienes ningún problema con respecto a eso.

—No, para nada.

—Buenos días —respondió su madre.

—Buenos días mamá, ¿cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Bien también.

—Buenos días señora.

—Buenos días, Dominik, y para ti soy Perla, nada de usted, me haces sentir muy mayor y no lo soy tanto.

—De acuerdo, Perla —respondió sonriéndole y ella correspondió a su sonrisa de igual manera que la suya, amable y transparente.

—Mamá, ¿podría pedirte un favor?

—Dime, Turquesa.

—¿Podrías quedarte con los niños por dos horas como mucho? Dominik y yo tenemos que ir a reservar un lugar si es que hay lugar disponible para mañana por la tarde, es el cumpleaños de Misha mañana.

—¿Y en dónde piensan hacérselo?

—En la cafetería de Barbie, si es que no está todo ocupado ya, esperemos de que no lo esté.

—Ustedes váyanse, yo me quedo con los niños, igual Ricardo hasta dentro de dos horas no se levanta tampoco, así qué, ustedes no se preocupen, y váyanse tranquilos.

—Está bien, nos vamos entonces.

Para esa ocasión, se había puesto un jeans, una remera de mangas largas, un par de botas cortas, accesorios y una cartera.

—Estás muy, muy linda, Turquesa.

—Muchísimas gracias, Dominik.

—De nada.

—¿Hola? —preguntó contestando la llamada.

—Hola Turquesa, ¿cómo estás?

—Hola Roberta, bien, ¿y tú?

—Bien también Turquesa, ¿qué hacías?

—Estoy yendo con Dominik hacia el centro a ver un salón.

—¿¡No me digas que te propuso casamiento!?

—¡¿Estás loca, Roberta?! ¡Claro que no! Estamos yendo a la cafetería de Barbie, en el centro, mañana es el cumpleaños número dos de Misha, y vamos a ver si hay disponibilidad para reservar el salón de té por la tarde.

—Oh, eso es genial.

—Así es, ¿necesitas algo?

—Solo te llamaba para preguntarte, ¿qué harás hoy?

—Pues no lo sé, ¿por qué me lo preguntas?

—Pensé que podríamos llevarlos a algún Shopping.

—¿No crees que es muy arriesgado llevarlos a un Shopping?

—Aquí nadie los conoce, estarán muy seguros.

—Yo no estoy muy segura de eso, Roberta y tampoco quiero tener problemas con sus padres.

—Sí, sí, te entiendo perfectamente Turquesa, pero estos chicos deben conocer algo de lo nuestro.

—Pásamela.

—Quiere hablarte Dominik.

—De acuerdo, pásamelo.

—Hola Roberta, ¿cómo estás?

—Hola Dominik, muy bien, ¿y tú?

—Muy bien también, ¿qué le estabas diciendo a tu mejor amiga?

—Pues le estaba diciendo de ir más tarde al Shopping para que ustedes más que ninguna otra persona lo conozcan.

—Conocemos muchos Shoppings, a mí en particular, la idea no me fascina, prefiero ir a la ópera.

—¿A la ópera? —le preguntó incrédula Roberta a través de la línea del teléfono móvil.

—Sí, a la ópera, ¿aquí no hay teatros?

—Sí, de haber hay, pero no sé si estén dando óperas.

—Sería cuestión de averiguarlo, ¿no te parece así, Roberta?

—Sí, Nickolas, me parece así.

—Hagamos un trato, si tú me consigues dos entradas para una ópera que estén dando en la ciudad, nosotros vamos a conocer el lugar que se te ocurra y de paso te ayudo con mi hermano menor.

—Eso último ya lo tengo todo resuelto.

—¿Ah, sí? ¿Y qué tienes todo resuelto?

—¿Te ha dicho tu hermano menor que quiere comprometerse conmigo, Dominik?

—Sí, supe por su boca que quiere hacer eso, y me parece perfecto que ya sea hora de que asiente su cabeza, se está por recibir de ingeniero industrial, y es grandioso que ya piense en casarse.

Turquesa estacionó su auto en uno de los cordones que vio libres, y le quitó el teléfono a Dominik, éste por su reacción se rió a carcajadas y la joven se lo llevó de inmediato a la oreja y le habló a Roberta.

—¡¿Qué has hecho qué?! —le gritó en forma de pregunta a su mejor amiga a través de la línea telefónica.

—Acepté comprometerme con Preston.

—Te has vuelto loca.

—Sí, me he vuelto loca, pero me he vuelto loca de amor, Turquesa, estoy enamorada de Preston.

—Solamente recién ha pasado una semana de que lo viste, Roberta.

—¿Y qué con eso? Tú hace más de seis meses que lo conoces a Dominik, y todavía estás que no te decides por él.

—No comiences a decirme esas cosas, Roberta.

—¿Y por qué no? Tienes casi veintiséis años de edad ya, ¿cuándo corno piensas casarte?

—No me cambies de tema, te estoy preguntando yo a ti, ¿por qué tan rápido te has decidido a comprometerte con Preston?

—Porque lo amo, porque él me ama a mí y porque quiero formar una familia.

—¿Tú te acuerdas perfectamente quiénes son en verdad?

—Sí, claro que sí lo recuerdo, ¿y con eso qué, Turquesa?

—Nada Roberta, nada, absolutamente nada.

—Siento que no estás contenta y feliz por mí.

—Y lo estoy Rober, lo estoy de veras linda, en fin, te dejaré, consíguele ese par de entradas a la ópera a Dominik y luego dime cuánto te han salido las entradas, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Ah, y felicitaciones amiga.

—Muchísimas gracias.

—De nada, Roberta —le dijo y cortó su llamado—, tu hermano menor y mi mejor amiga piensan comprometerse —le dijo pero no vio que Dom estaba hablando con su asistente.

—Lo cuál me parece sumamente excelente, sí Turner, ¿qué pasa? ¿¡Qué!? ¿Cuándo? ¿En dónde están? De acuerdo, los veré allí luego de ir con Turquesa a otro lugar, hasta luego Turner.

Casi una hora posterior a que hicieran todo lo debido para alquilar el salón de té de la cafetería de Barbie, en la cuál la joven se lo quiso pagar como regalo de cumpleaños, llegaron al hotel.

—¡Qué alegría volver a verte hijo querido! Pero no me ha gustado que te hayas venido hasta aquí, ¿precisamente a éste país tuviste que venir?

—No me gusta que me controles, eso lo detesto en una mujer, y fue un regalo de cumpleaños adelantado para mi hija, madre.

—¿Quién te ha traído?

—Turquesa.

—¿Otra vez esa jovencita, Dominik? ¿Cuántas veces te tendré que decir que es solamente una plebeya? No la quiero para ti.

—Turquesa, entra, te presentaré a mi prima —le contestó Dominik sin hacerle demasiado caso a su madre.

—Buenos días sus majestades.

—Buenos días Turquesa —le contestó amablemente su padre.

—Turquesa, te presento a Antoniette, mi prima, An te presento a Turquesa.

—Encantada de conocerla Princesa.

—Igualmente digo yo —le respondió con una genuína sonrisa.

—Antoniette, ella fue la educadora de tus sobrinos.

—Genial —dijo sonriéndole—, me gusta muchísimo tu remera de mangas largas.

—Muchas gracias señorita.

—Llámame por mi nombre.

—De acuerdo, está bien por mí también —le contestó sonriéndole y ella correspondió a su sonrisa también.

—En realidad Turquesa, es esteticista y maquilladora profesional.

—¿Y cómo es que fue la institutriz de mis sobrinos? —le preguntó a su primo.

—Fue un pequeño error de mi parte —comentó Turner.

—Que espero no se vuelva a repetir señor Turner, de lo contrario yo misma lo despido del puesto de trabajo en dónde desde hace meses Dominik lo puso, por culpa suya, mi hijo tuvo la pena de conocer a ésta chiquilla.

—La pena madre, la tienes solamente tú, Turquesa no te ha hecho nada para que le digas todas esas cosas feas, no es una profesora de ninguna materia, pero a mi criterio los seis meses que mis hijos estuvieron a cargo de ella los ha cuidado y enseñado muy bien, excelentemente lo ha hecho, y no tengo ninguna objeción contra ella, si no todo lo contrario, y si no te gusta, ya sabes bien lo que tienes que hacer —le respondió brusco, serio y molesto Dominik—, se me olvidaba, mañana a las cuatro y media de la tarde, tenemos la fiesta de cumpleaños de Misha, es obvio que tienes que venir.

—¿Y me supongo que tendré que estar en la misma mesa que ésta mujer que tienes a tu lado, verdad?

—Verdad, y si no quieres que te conteste mal, mantén tu boca bien cerrada.

—Le he dicho a Loretta que estaríamos aquí, de seguro llegará mañana por la mañana.

—¿Con invitación de quién? ¿O por motivo de qué?

—Con mi invitación y con motivo del cumpleaños de su futura hijastra.

—Esa golfa de Loretta no es bienvenida en la fiesta de mi hija, es más, ni siquiera lo sueñes en que me casaré con ella, madre, no les daré a mis tres hijos una bruja por madrastra y yo no quiero ser el esposo de una bruja tampoco.

—La única golfa que hay es la que…

—Ni se te ocurra decir algo más, porque yo mismo te doy un buen golpe, madre.

—¿Por qué no dejas de molestar tía? —le preguntó Antoniette.

—Sabes bien que a veces jodes y muchísimo lo haces, Loretta no es bien recibida ni por Dominik y ni muchísimo menos por mí, no la soporto yo tampoco y sabes bien que la raza Rosenbauer siempre gana en cuestión de salirse con la suya —le respondió su sobrina.

—Es más, mañana mismo se enterará de una noticia muy buena, excelente diría yo —le dijo a su prima pero para que la escuchara su madre y su padre también—, en fin… mañana por la tarde los pasaremos a buscar, estén listos a las tres y media de la tarde en punto, y antes de que se me olvide, les voy diciendo que la fiesta de su cumpleaños es temática, ambientada en Alicia en el País de Las Maravillas, así qué, si no quieren vestirse con colores claros, deben ponerse algo arriba de sus cabezas, algún sombrero o algún fascinador, ¿de acuerdo? Perfecto entonces, nos veremos mañana por la tarde, hasta pronto entonces.

—¿Dónde te estás quedando?

—¿Dónde crees tú, madre?

La había dejado con la palabra en la boca y desconcertada. Pero su madre se merecía eso y muchísimas cosas más que su hijo no se atrevía a decirle por respeto hacia ella. Aquel día pasó luego de lo más tranquilo.

29: Capítulo 29
Capítulo 29

Por la mañana siguiente, Turquesa se levantó bastante temprano, quería hacerle la torta de cumpleaños a Misha y se puso de lleno en hacérsela.

Cuatro horas después, tenía la torta bien lista y para guardarla dentro de la heladera. Pero antes, se levantó Nickolas, cómo casi siempre lo hacía él, bien temprano.

—¡Wow! ¡Es fabulosa!

—Ni creas que los personajes los hice yo, los compré en un cotillón, lo único hecho por mí fueron los bizcochuelos, el relleno, los forros de las dos tortas y lo que iba de decoración de la misma, lo demás fue comprado, me doy maña pero no para tanto Dominik y muchísimas gracias por la palabra fabulosa.

—De nada, de veras que te quedó increíble, cuando Misha lo vea se quedará encantada con el pastel.

—Eso espero yo también, Dominik.

—Su primer cumpleaños, tuvo un pastel de cumpleaños, pero esto es grandioso, de veras que amará todo lo que le tienes preparado a mi hija, te agradezco infinitamente todo lo que estás haciendo por mis hijos y por mí también, Turquesa.

—No es nada Dominik, los aprecio muchísimo, de veras te lo digo.

—Y no tengo ninguna duda de que así lo sea, lo único que quisiera en estos momentos es que cuando me vaya de aquí, tú te vengas conmigo para Alemania.

—No puedo y tú lo sabes mejor que ninguno otro, Dominik.

—Tus padres pueden venir también.

—No puedo privarlos de dejar todo lo que tienen aquí y tú sabes perfectamente lo que yo en verdad quiero para mí, así qué, no quiero que vuelvas a tocar éste tema otra vez, por favor te lo suplico encarecidamente.

—Después de la fiesta de cumpleaños de Misha, y después de que vayamos a la ópera al siguiente día pretendo irme de aquí, nos hemos quedado demasiado en la casa de tus padres y no queremos estorbar por muchísimo más tiempo del que ya lo estorbamos.

—¿Cuándo piensas irte de aquí?

—Si Roberta me consigue las dos entradas a la ópera para mañana, el lunes nos iremos de aquí.

—Eso sería pasado mañana, ¿verdad?

—Verdad, eso sería pasado mañana, Turquesa, ¿tú quieres que me case con Loretta?

—¿Qué clase de pregunta es esa Dominik? Yo no estoy en ninguna condición de decirte absolutamente nada con respecto a eso que me has acabado de preguntar.

—¿Quieres que me case con ella, sí o no Turquesa?

—Puedes hacer lo que más te plazca, Dominik.

—¿Quieres que me case con ella sí o no?

—Que yo lo quiera o no, no cambiará en nada eso.

—Mi madre no está en condiciones de pedirme absolutamente nada, aquí la única mujer que decide sobre mí eres tú, Turquesa.

—¿Por qué tendría o debería hacerte eso?

—Porque tú sabes bien lo que yo siento por ti.

—No.

—¿No qué?

—No quiero que te cases con Loretta, nunca pretendí enamorarme de ti.

—Y ni muchísimo menos yo Turquesa, pero el encanto que tienes me hechizó.

—Tú sientes lo mismo que yo siento cuando te miro a tus hermosos ojos o cuando estás cerca de mí, sientes mariposas en la boca de tu estómago, así como yo las siento de igual manera y con la misma intensidad.

—Así es Princesa, así es.

—Quiero ir a comprar unas cosas para la fiesta de cumpleaños, ¿me quisieras acompañar?

—Sí, por supuesto, ¿qué piensas comprar?

—Flores.

—¿Para qué?

—Para ponerlas en la cabeza de Misha, en la de mi mamá y en la mía.

—¿Comprarás fascinadores?

—Sí.

Tiempo posterior, la joven compró los fascinadores, a Misha le había comprado rosas de color fucsia tipo peinetitas, y tanto a su mamá como a ella eligió fascinadores que se prendían con una hebilla en el cabello. Su prima, llamó a Dominik a su teléfono móvil preguntándole a él si Turquesa conocía un negocio dónde se vendieran fascinadores y sombreros. Él directamente le pasó con ella.

—Hola, Turquesa.

—Hola, Antoniette.

—Yo quería saber si conoces alguna tienda en dónde se vendan fascinadores y sombreros.

—Yo estoy en un local que venden ese tipo de cosas.

—¿Sería de mucha molestia comprarnos para mi tía y para mí?

—No, para nada, ¿quisieran algún color y modelo en especial?

—No, no pretendemos complicarte tanto en que nos elijas los accesorios, ya con saber que los comprarás por nosotras que no sabemos absolutamente nada de tu país, nos alcanza y nos sobra, de veras te lo digo.

—De acuerdo, por la tarde se los daré para que se los pongan en la fiesta.

—De acuerdo, nos parece excelente eso, nos vemos luego en la tarde y desde ya muchísimas gracias por tomarte el trabajo de comprarlos por nosotras.

—De nada, nos vemos a la tarde —le respondió y cortaron la llamada y luego le entregó su teléfono móvil a Dominik.

30: Capítulo 30
Capítulo 30

Alrededor de las tres de la tarde, Turquesa vistió a la niña de Dominik. Le puso el vestido que le había comprado, y las hebillas de rosas fucsias que le había comprado también. La niña estaba encantadísima de saber que tenía flores en su cabello. Y por sobre todas las cosas, que tenía un precioso vestido con vuelo, el cuál andaba constantemente dando giros, con capas de tul debajo de la falda.

—Turquesa, ¿te pondrás un vestido tú también?

—Sí, bonita —le dijo sonriéndole, y la niña correspondió a su sonrisa.

—Qué divertido será mi cumpleaños.

—Seguro que sí linda, será muy divertido —le respondió dándole un beso en su mejilla.

—Iré con papi.

—De acuerdo, pero te acompañaré abajo.

—Está bien, Turque.

La joven acompañó a la niña para que bajara de su mano las escaleras, y se la llevó a Dominik que estaba mirando un partido de béisbol internacional.

Mientras tanto, Turquesa volvió a subir las escaleras, y volvió a adentrarse en su habitación, se dio una ducha bien rápido, y luego de todo aquello, se secó, se puso la ropa interior nueva, y luego se dispuso a vestirse, terminando por maquillarse casi naturalmente, se colocó los accesorios, y el fascinador para la fiesta de cumpleaños.

Apenas terminó, entró Dominik a su habitación, y la vio de espaldas a él. Se había quedado anonadado, por la manera en cómo se le ajustaba el vestido al cuerpo, produciéndole curvas que muy pocas veces se las hizo notar cuando estaba en su palacio.

—Estás… estás bellísima, Turquesa —le dijo, y ella automáticamente se dio vuelta para enfrentarlo.

—Muchas gracias, Dominik.

—De nada, ¿puedo usar la ducha?

—Claro que sí, no tienes porqué preguntármelo.

—De acuerdo entonces, ¿sabes? Me siento como si seríamos una pareja de enamorados recién casados —le dijo mientras sacaba de su amplia maleta, una camisa de color celeste claro, y un pantalón de vestir azul marino profundo, y un bóxer de color azul oscuro también.

Bóxer que ni siquiera tuvo la vergüenza y la delicadeza de ocultarlo frente a sus ojos. Ni siquiera por respeto hacia la joven.

—Deberías de ocultar tu bóxer.

—¿Por qué? ¿Acaso te da pudor?

—Pues algo, más bien, me da un poco de vergüenza, saber que lo ventilas frente a mis ojos, Dominik.

—Pues, acostúmbrate.

—¿A qué debo de acostumbrarme?

—Deberás acostumbrarte a mí, y a mis encantos, y a mis faltas de vergüenza.

—¿Y por qué? ¿Piensas vivir aquí?

—No, simplemente te lo digo para que vayas haciéndote a la idea de que muy, pero muy pronto serás…

—Ni se te ocurra decírmelo.

—Te lo diré igual, Turquesa, pronto, muy pronto serás mi esposa, mi legítima esposa y mujer, eso tenlo por seguro.

—No me hagas reír, Dominik, ¿quieres? —le dijo riéndose a carcajadas un tanto nerviosa, y con su vello a flor de piel por aquellas sutiles y francas palabras de él hacia ella.

Él fue a ducharse, y ella se quedó pensativa mirando a la ventana de su habitación. Unos segundos luego, entró Perla, luego de tocar a la puerta y ella le dijo que pasara.

—Turquesa, ya estamos todos listos para irnos.

—Está bien, mamá, Dominik tiene que terminar de ducharse y de vestirse.

—De acuerdo —le dijo y se miraron sin decirse nada, hasta que la joven le habló nuevamente.

—¿Puedo preguntarte, más bien, decirte algo?

—Claro que sí, linda —le dijo sonriéndole, y ella correspondió a la sonrisa.

—¿Qué me dirías si, lo que siento por Dominik, no lo puedo evitar?

—Te diría que lo dejaras fluir, Turquesa.

—¿Cómo?

—Así es Turquesa, déjalo fluir, no puedo negarte que me entristece y demasiado lo hace el saber y ver la manera en cómo te mira ese hombre extranjero, me entristece que te vayas de aquí algún día hacia Alemania, pero si te soy sincera hija, sin querer escuché la conversación, más bien, la declaración de Dominik hacia ti el otro día por la mañana, y se la conté a tu papá, y él me hizo comprender que yo estaba equivocada.

—¿Equivocada en qué o por qué?

—Equivocada porque aquí o allí serás feliz igual, podrás ir y venir cuantas veces lo quieras así, para vernos, y tarde o temprano tú igual si seguirías con el maquillaje profesional, serías reconocida y tendrías fama, y conocerías un hombre extranjero también, y te llevaría junto con él de todas maneras, Turquesa.

—Ay mamá, las de cosas que papá te hace entender, y te dice sobre mí, no tienen límites, pero aún así, es verdad mamá, nunca, jamás me he sentido así por un hombre.

—Y es hermosa esa sensación, es precioso ese sentimiento.

—Siento mariposas en el estómago.

—Ambos las sienten el uno por el otro, ¿verdad, Turquesa?

—Verdad mamá.

—Pues entonces, sigue adelante, y no mires a los costados, y ni mucho menos atrás hija —le dijo sonriéndole y la joven correspondió a su sonrisa enorme también.

—Muchas gracias mamá, por todo lo que me has dicho recién, y por saber que aceptas al hombre que verdaderamente amo —le respondió abrazándola por su cintura y ella la abrazó por su cuello.

—De nada, cariño mío.

31: Capítulo 31
Capítulo 31

Una hora y cuarto después, ya estaban dentro de la fiesta de cumpleaños. Y a la misma se le agregó Loretta, la cuál estaba sentada a la cabecera de la mesa en dónde todos los presentes estaban sentados merendando también.

—Esto es de medio pelo para abajo, en Rosen, Alemania no se sirven estas cosas ni por casualidad —acotó Loretta, y Turquesa clavó sus ojos en los suyos de mala manera.

—Nadie te ha invitado Loretta, solamente lo ha hecho mi madre —le contestó Dominik.

—Aún así, todo esto es demasiado vulgar para nosotros, La Realeza Alemana.

—No me hagas reír, Loretta, queda demasiado ridículo tu comentario aquí dentro —volvió a decirle—, fíjate bien cómo te están mirando todos los de aquí dentro, por favor te lo pido, ¿quieres?

—Solo unos pocos saben quiénes son en verdad todos ustedes —le dijo Turquesa a Loretta.

—Quién lo iba a decir que iría a compartir la mesa de la merienda junto con la ex institutriz de mis futuros hijastros.

—Y quién me lo iba a decir, que mi familia, la familia de Turquesa, ella misma, y yo tendríamos que compartir la mesa de la merienda con el personaje malvado de La Bella Durmiente, alias Maléfica —le dijo Dominik, y la joven se rió por lo bajo, tapándose la boca con su mano—, y te quisiera aclarar algo más, Loretta, no serán tus futuros hijastros, eso sí que ni lo deberías de pensar y de acotar.

—Me ofendes, Dominik, no me gusta que me digas esas cosas.

—Es lo único bonito que te puedo decirte a ti, Loretta —le respondió amablemente pero aún así serio, frío y secamente.

La fiesta de cumpleaños de Misha, siguió bastante entretenida, aunque con ciertas palabras hirientes por parte de la madre de Dominik, y por parte de Loretta.

Mientras que los demás charlaban amenamente dentro del salón, Dominik se acercó a Turquesa, ya que estaba con la cumpleañera y con sus otros dos hijos.

—Hola.

—Hola, Dominik —le dijo sonriéndole, y él correspondió a su sonrisa también.

—¿Todo bien?

—Sí, todo bien, ¿y tú?

—Sí, también todo bien, perdón por Loretta.

—No te preocupes Dominik, tú no tienes la culpa de que tu madre haya invitado a Loretta.

—Lo sé, sé que no tienes ningún problema con eso, pero aún así, sé que cada persona que se agrega es un gasto más, así qué, solamente me lo dices y la persona agregada la pago yo.

—Ni se te ocurra, Dominik, ya te dije de un principio que yo le regalaba la fiesta de cumpleaños a tu hija, se lo merece y mucho.

—De acuerdo, está bien, pero no es justo.

—Casi nada es justo.

—¿A qué te refieres con eso, Turquesa?

—A nada, Dominik.

—Si me lo dices, es porque es algo importante, ¿verdad?

—Mmm… sí y no.

—Explícame.

—Es justo en parte, es injusto por otra parte, pero para serte sincera, tengo mucho miedo.

—Ya creo entenderte de lo que me estás queriendo decir, Turquesa.

—A ver, a ver, vamos a sacarles un par de fotos —les dijo Perla, entrando en el lugar dónde a la niña la estaban disfrazando y maquillando.

—Ay mamá, ¿justo ahora quieres sacarnos un par de fotos? —le preguntó apenada, y avergonzada poniéndose por completo colorada.

—Yo creo que es lo más justo, ¿no te parece así, Dominik? —le preguntó sin pelos en su lengua, y bien directa.

—Yo creo que tu mamá tiene toda la razón, ¿nos sacamos ese par de fotos?

—De acuerdo, Dominik.

Se ubicaron para la foto juntos, y su mamá volvió a hablarle.

—Ay pero Turquesa, acércate un poco más a él, no te morderá en lo absoluto hija mía —le dijo señalándole con sus propios ojos a Dominik y sonriéndole para que lo terminara por abrazar por su cintura.

—¿Así mamá? ¿O más apretada me quieres contra él? —le preguntó algo pícara.

—Así está mejor que la anterior, a ver chicos sonrían a la cámara —les dijo y ambos sonrieron enormemente, y muy felices.

La primera foto era él abrazándola por los hombros, aunque pasó su brazo por su cuello, y posó su mano también, por el hombro también. El roce de sus dedos hizo que sintiera una descarga eléctrica por todo su cuerpo, poniéndole al instante el vello de sus brazos de punta, y sintiendo la boca de su estómago anhelante y llena de mariposas revoloteando. Y ella abrazándolo por su cintura.

Y la segunda foto era con la niña en sus brazos, en el medio de ellos. Sonriendo a la cámara los tres.

Y hubo una tercer foto que les sacó Perla, junto a él, sus tres hijos, y Turquesa. Felices, contentos, y por demás alegres los cinco.

Pero la felicidad se vino abajo, cuando su hijo menor y la mejor amiga de la joven Turquesa, anunciaron su compromiso.

32: Capítulo 32
Capítulo 32

—Familia, muy pronto Roberta y yo nos casaremos —les dijo feliz y contento Preston a sus padres, hermano y prima.

—¿¡Qué!? —preguntó exasperada y alteradísima por demás Claire, su madre, mientras se levantaba de la silla en dónde estaba sentada desde el momento en que había llegado al salón de la cafetería.

—No te lo repetiré otra vez mamá, me caso con Roberta, y se acabó.

—Ni siquiera la has terminado de conocer y tú te mezclas con esta gente, hijo.

—Te equivocas madre, la conozco hace varios meses atrás.

—No puedes meter en la familia a personas como Roberta.

—¿Ah sí? Mira tú, ¿y quién lo dice que no puedo meter a personas como Roberta en la familia madre? Solamente tú no quieres, y te jodes si no te gusta o si no la quieres para mí, me importa un comino.

—¿Qué no te das cuenta que si te casas con Roberta, su mejor amiga vendrá siempre que tenga la oportunidad para ver a tu hermano mayor? Son dos putas que quieres meter en nuestra familia Rosenauer.

—Muchísimo cuidado en como hablas de ellas madre, no te lo voy a permitir —le espetó asquerosamente su hijo mayor.

—¡No comiences con tus palabras, Claire! —le gritó furioso su marido sujetándola de su brazo, mientras la fulminaba con su mirada.

—Tú no te metas Luke —le dijo enojada, y zafándose de su agarre tan brutal.

—Me meteré todo lo que quiera Claire, no puedes andar pavoneándote de esa manera frente a los demás, y teniendo tus aires de mandona, de sofisticada, y de Reina, cuando aquí solamente eres una simple, sencilla y corriente mujer extranjera.

—Es imposible que te cases con ella, no la quiero y menos querré a su mejor amiga, ustedes dos se volvieron locos por ver demasiada piel al descubierto con estas dos rameras.

—¡Ay tía, yo también uso esa clase de ropa! —le gritó Antoniette revoleando sus ojos ante tal desesperación.

—Es diferente.

—Es lo mismo, tía —le volvió a decir ella.

—Como sea, no quiero que Preston se case con… Roberta, aunque el único que me tiene preocupada es Dominik, si te casas con Loretta, hijo mío, en un mes y medio te asumo como El Rey de Alemania.

—No me interesa la corona alemana madre, sabes perfectamente lo que en verdad me interesa.

—Pues entonces, te destronaré si eso es lo que estás buscando —le contestó de manera cínica y frívola.

—Por lo que me importa —le dijo encogiéndose de hombros.

—¿Acaso estás dispuesto a correr ese principal riesgo por esa mujer?

—Claro que sí madre, correré ese riesgo y muchos más con tal de que al final Turquesa se quede conmigo, y con ningún otro hombre más que conmigo —le respondió a ella para que lo entendiera perfectamente, y aquellas palabras eran dirigidas también a Eugenio, el hermano mayor de la mejor amiga de su amada.

Dominik sabía perfectamente que el hermano mayor de Roberta estaba detrás de ella, y por ningún motivo él se le despegaba.

Horas más tarde, la fiesta de cumpleaños de Misha culminó, y cada uno se fue a sus casas.

—¿Tú no vendrás conmigo al hotel, Dominik? —le preguntó acercándose y poniéndose frente a sus ojos, Loretta.

—No, Loretta, y ni en el último de los casos iría contigo a dónde te estás hospedando.

—¿Pues entonces, en dónde te estás hospedando con tus hijos?

—¿Dónde lo crees tú, Loretta? A parte, no es de tu incumbencia en dónde nos estamos hospedando mis hijos y yo, así qué, ya te puedes ir yendo al hotel en dónde estás tú hospedada.

Loretta se fue de allí de mala manera, con sus modales de Princesa altanera, embustera y arpía. Y sus padres, se fueron también, aunque al parecer Luke no tenía muchas ganas de irse, pero por insistencia de su esposa Claire, tuvo que hacerle caso e irse junto con ella.

Él sí los había saludado, pero su esposa solamente les dijo un hasta luego, y se fue directamente hacia la entrada del salón, para esperarlo a que terminara de saludar a todos. Luego de todo aquello, Dominik le preguntó algo a Roberta.

—¿Me has conseguido lo que te había pedido, Roberta?

—Sí, Dominik, mañana por la mañana tengo que ir a retirarlas.

—¿Para qué día sacaste?

—Para mañana por la noche.

—Perfecto entonces, ¿pero a qué hora es?

—Alrededor de las diez de la noche en punto, ni un minuto más, y ni un minuto menos.

—De acuerdo entonces, te debo una, Roberta.

—Justamente de eso quería hablarte, de deberme una, Dominik.

—¿Qué quieres que te conceda cuñadita? —le preguntó riéndose a carcajadas, por la manera en cómo se lo dijo Roberta.

—Quiero que nuestra luna de miel sea en París.

—¡Roberta! —le gritó Turquesa asombrada ante tal descaro por parte de su mejor amiga.

—Tranquila, Turquesa, no te preocupes por eso —le dijo tranquilizándola, Dominik, mientras la miraba penetrantemente a los ojos.

—Pues yo me tranquilizo, pero fue demasiado descarada Roberta en cuestión de haberte pedido que su luna de miel sea en París.

—París es la ciudad de los enamorados, y yo quiero estar ahí en mi luna de miel junto con Preston —dijo riéndose a carcajadas.

—Se supone que irás con tu marido y no sola, Roberta.

—De acuerdo, les regalaré su luna de miel en París, ¿algo más que quisieran de mí?

—No, nada más querido cuñado —le dijo sonriéndole enormemente, y él correspondió a su sonrisa también.

—¿Y ya tienen la fecha exacta para el compromiso?

—Así es.

—¿Y cuándo será?

—Dentro de una semana.

—¿Tan pronto ya? —les preguntó asombrada.

—Así es Turque, tan pronto —le dijo Roberta.

—Pues… felicitaciones entonces.

—Muchas gracias nena, ¿y me supongo que vendrás, verdad?

—De nada Roberta, eso espero, ir.

—Nada de eso Turquesa, vendrás sí o sí.

—De acuerdo, pero, ¿no piensas hacer la fiesta aquí en Argentina?

—Acordamos con Preston en hacer seis fiestas.

—¿Perdón? —la miró incrédula a sus ojos.

—Es verdad, seis fiestas, tres aquí y tres allá, hay gente que no podrá viajar y familiares que tampoco lo podrán hacer.

—Vaya, es… es… muy impresionante todo eso que me has acabado de decir, Roberta.

—Es genial.

—Ya lo creo que sí Rober.

Aquel día pasó bastante rápido, y cuando llegaron a la casa, los niños subieron a la habitación de ella, y sus padres entraron a la cocina, su madre prepararó la cena, y su padre la ayudó también.

Luego de todo aquello, casi una hora después, Turquesa, ayudó a bajar las escaleras a los hijos de Dominik, para que cenaran tranquilos en la cocina.

Y ella se encargó de ir a ver en dónde se encontraba Dominik. Pero apenas se dio vuelta hacia el costado suyo, lo vio recostado sobre el sillón largo, en el cuál solía dormirse desde el día en que había llegado. Se acercó hacia él, y se puso de cuclillas frente a él.

—Dominik… Dom… despierta.

—¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasa, Turquesa?

—Ya está la cena servida, ¿vienes a cenar, Dominik?

—Sí, ahora mismo voy, me he quedado dormido, y eso que, hace muchos meses no puedo dormir bien, mejor dicho, no puedo dormirme durante las noches.

—Pues ahora lo has hecho.

—Yo creo que eres tú.

—Ay no exageres, dices cualquier frase y cualquier cosa para ponerme sonrojada por demás.

—¿Y surte efecto?

—Ay, Dominik, no seas tonto, vamos a cenar, ¿quieres?

—Ya voy, ya voy, espera.

—¿Qué quieres?

—Mañana vamos a la ópera, ¿verdad?

—Ay sí, mañana iremos a esa ópera que tanto quieres ir tú.

—¿Acaso no te gusta?

—Sí, sabes perfectamente que sí me gusta, me gusta mucho porque…

—¿Por qué te gusta mucho, Turquesa?

—Porque estoy contigo, Dominik.

—Lo mismo digo preciosa, jamás he disfrutado tanto las óperas como cuando las comparto contigo.

—Dominik… yo…

—¿Qué me quieres decir? —le preguntó corriendo un mechón de su flechillo hacia detrás de su oreja.

—¿Vendrán a cenar chicos? —les preguntó Perla desde el umbral de la puerta de la cocina para ver qué era lo que estaban haciendo.

—¿Qué? —le preguntó asustada, como si en verdad habría hecho algo malo con Dominik.

—Les pregunté si venían a cenar o no —les dijo riéndose entre dientes.

—Ah, sí, sí, ya vamos mamá.

—Muy bien entonces, los esperamos.

—De acuerdo.

—¿Qué me ibas a decir, Turquesa?

—Nada, Dominik, se nos enfriará la comida, vamos a cenar mejor.

—¿Entonces mañana por la noche tenemos una cita?

—¿Una cita? Creí que te iría a acompañar a ver una ópera y nada más.

—Oh no, Turquesa, lo que tendremos mañana por la noche será una cita bien puesta, y bien hecha querida mía.

—¿Querida tuya?

—Por supuesto, que lo serás, ¿serás mi querida?

—Tenía entendido que así se las llamaban a las meretrices.

—Oh no, no me malinterpretes, querida mía, quiere decir que muy pronto serás mi futura esposa y mujer, Turquesa.

—Eso está por verse, Dominik.

—Persevera y triunfarás, así dice el refrán, ¿verdad?

—Sí, pero no tiene nada que ver con esto mismo Dominik, y tú lo sabes mejor que ningún otro hombre.

33: Capítulo 33
Capítulo 33

Entrada la noche del domingo, la joven se dispuso a prepararse para ir con Dominik a la ópera.

El teatro de la ciudad principal, era demasiado elegante, puesto que casi debías vestirte de gala para poder acceder a la obra que había en escena, más precisamente una ópera en éste caso.

Y solo esperaba que el vestido tan sencillo y largo estuviera a la altura de aquel recinto tan antiguo, y formidable.

Unos pequeños toques a la puerta de su habitación la sacaron de sus pensamientos, y fue a abrir.

—¡Sorpresa! —le gritaron Antoniette y Roberta.

—¿Qué hacen aquí? —les preguntó de lo más incrédula.

—Hemos venido a ayudar a vestirte.

—Estaba a punto de hacer exactamente eso mismo, chicas.

—Pues entonces, manos a la obra —le comunicó Roberta a Turquesa.

—Esperen, ¿no las entiendo? ¿Qué intentan hacerme?

—Debemos arreglarte para la ópera, Turquesa —le dijo su amiga.

—Estaba a punto de ponerme el vestido largo —les dijo señalándolo sobre la cama.

—Pamplinas querida, hay que ir espectacular futura prima —le respondió, sonriéndole abiertamente—. Mi primo te está esperando abajo en la sala en esmoquin —le dijo.

—¿Se ha puesto un esmoquin? —le preguntó incrédula abriendo los ojos desmesuradamente.

—Así es, y tú debes estar acorde a su traje —le volvió a decir.

—¿Acaso ese vestido no va bien para la ocasión tan especial, Roberta? —le preguntó haciendo énfasis en aquel vestido largo y sencillo de satén.

—Sí, pero lo podrías dejar para otra ocasión especial, Turque —le dijo sin más preámbulos, y sin pelos en su afilada lengua.

—Cuando se te pone una idea en tu cabeza, es difícil que doblegues, Roberta.

—Así es, ya me conoces perfectamente bien Turquesita bella —le respondió riéndose a carcajadas y Antoniette, quitaba un vestido en violeta fuerte dentro de la caja que habían traído.

—Es precioso —expresó sinceramente mientras se acercaba a aquel vestido pomposo para tocarlo con sus manos.

—Es casi un sueño hecho realidad —acotó Roberta.

—Es un sueño hecho realidad, Roberta —le afirmó su amiga.

—Si te ha gustado, pues, puedes quedártelo, es tuyo, Turquesa —le dijo Antoniette.

—No, es demasiado bello para mí, de seguro es tuyo —le expresó mientras acariciaba el vestido.

—No lo es, Turquesa, mi primo lo ha comprado especialmente para ti —le dijo.

—¿Tu primo, para mí? —le preguntó incrédula aún.

—Así es, Turque, dijo que le gustaba el color y que te asentaría perfectamente, digno de una futura Princesa —le comentó Antoniette.

—Es realmente precioso, todo él.

—¿Quién de los dos? ¿El vestido o Dominik? —le preguntó Antoniette, y ella se puso absolutamente colorada.

—Bueno, pues, los dos por igual.

—Me lo suponía —le respondió la prima de Dominik.

—Vamos a ayudarte a vestir, porque dentro de media hora y un poco más deben de estar en la ópera —le dijo Roberta.

Terminaron de vestirla, y realmente se sentía como la Princesa del cuento de hadas. Aquel vestido violeta, era formidable. Desde los accesorios violetas hasta las hebillas del pelo que le colocaron las dos eran violetas también, pero un poco más claras que el resto de todo lo que llevaba puesto encima.

Roberta, la maquilló naturalmente, pero intensificó los colores de las sombras sobre sus párpados para darle un toque nocturno.

Le pintaron las uñas de los pies y de las manos, y le colocaron en cada uña el esmalte secante rápido para que no tuviera percances a lo largo de la noche.

El vestido en su cintura tenía un cinturón de satén a juego del mismo color, para que acentuara muchísimo más la fina cintura que tenía.

Y el escote del vestido era pronunciado, en corte corazón, y bastante escotado, bien para que se le vieran la separación de sus pechos, los cuáles, estaban bastante apretados, y levantados.

Y la parte de la falda, era escalonada. Una capa fina tras otra, como la falda de una bailarina de flamenco.

Las sandalias eran del mismo color del vestido, y con un pequeño moño en el tobillo por detrás, la cartera era igual, de satén, y con una tirita para que la llevara en una de sus muñecas si no quería sostenerla en una de las dos manos.

Y las hebillas, se las colocaron estratégicamente bien, para mantener su cabello, mitad suelto, y mitad recogido, con aquellas mismas hebillas en forma de moños también.

—Turquesa, ¿estás lista ya? —le preguntó Dominik, golpeando la puerta, y asomando su cabeza a través del umbral.

—Creo que nosotras nos iremos, vamos —acotó su amiga.

—Hasta pronto, y disfruten de la velada —le dijo saludándola con un beso en la mejilla, Antoniette mientras le sonreía, sonrisa que Turquesa le correspondió.

—Muchísimas gracias, Antoniette.

—De nada, Turquesa.

Roberta, la saludó, ambas saludaron a Dominik también, y se fueron cerrando por último la puerta.

—Cuando… cuando quieras nos podemos ir, Dominik.

—Pronto nos iremos, no me he equivocado en lo absoluto al respecto, lo único que te falta es la corona.

—Eres un exagerado, ¿lo sabías acaso? —le contestó riéndose a carcajadas.

—Varias veces me lo has dicho ya, Turquesa —le dijo acercándose sigilosamente hacia ella, y la manera en cómo lo hacía la estaba poniendo cada vez más nerviosa.

—Como sea, ¿vamos ya?

—De acuerdo, vámonos ya —le dijo.

Turquesa, pasó delante de él, pero cuando la tomó por su muñeca, y la atrajo hacia él, de inmediato la tomó por su cintura, y con su otra mano libre, la colocó en la nuca de la joven y la besó.

Turquesa, estrujó las mangas de su saco del esmoquin, señal de haberse puesto nerviosa al instante, y su respiración se aceleró, causando mariposas en la boca de su estómago nuevamente.

Su boca era abrasadora y caliente, y acrecentó el beso como había querido. Se separó de ella, solo porque debían ser puntuales para llegar al teatro.

—Desde el primer instante en que te vi, te quise comer la boca, Turquesa —le dijo a escasos milímetros de sus labios, sintiendo su aliento caliente y embriagador.

—Será mejor que vayamos abajo, no quiero que… —le estaba por terminar de decir, pero alguien ya había abierto la puerta de la habitación—, mamá… —le dijo y de inmediato se separó de Dominik.

—Creo que la noticia de que están aquí ustedes se ha desparramado bastante pronto, hay periodistas y fotógrafos en la puerta de nuestra casa.

—Pues prepárense tú y Ricardo, Perla, muy pronto esto será verdadero.

—¿A qué te refieres, Dominik? —le preguntó sin entenderlo, Perla.

—A que su hija pronto pertenecerá a La Realeza.

—Un beso no significado nada que deba de pertenecer muy pronto a La Realeza, Dominik —le dijo la joven mujer.

—¿Ah no? ¿No te ha significado nada el beso que he acabado de darte, Turquesa? Entonces, explícame el porqué siento mariposas en la boca de mi estómago cada vez que te tengo cerca, y muchísimas más las he sentido cuando te besé —le respondió al respecto, y ella simplemente se ruborizó por entera.

—Creo que no me cabe la menor duda que esto en verdad va en serio —acotó su madre—, ambos sienten las mariposas revolotear en la boca de sus estómagos, los dos se sienten atraídos el uno por el otro, y yo por más que esté de acuerdo en esto que ustedes dos sienten, aunque no del todo estoy contenta, no puedo oponerme entre ustedes, no puedo estar en contra de ustedes dos, chicos.

—Mamá, no tienes porqué ponerte así, pronto Dominik se irá, y yo seguiré estando aquí, junto con ustedes dos.

—Ya lo hablamos con anterioridad, Turquesa, ¿vas a seguir negándolo? ¿Vas a negar a Dominik para quedarte con nosotros, hija? Yo no quiero eso para ti.

—No quiero negarlo, pero tú me habías dicho que…

—Olvida lo que alguna vez te he dicho yo a ti, quiero verte feliz y contenta, y no me importa con quién y en dónde lo seas, ya te lo dije hace ya un día atrás, pero parece ser que en realidad no me has comprendido en lo absoluto.

—Escucha lo que te está diciendo tu madre, Turquesa —le dijo Dominik tomándola de su mano.

—De acuerdo, mamá —le dijo y acto seguido se soltó de la mano entrelazada de Dominik, para ir corriendo hacia ella, y abrazarla por su cuello—, gracias, muchas gracias, mamá.

—De nada, hija —le dijo mirándola a los ojos, y viendo en los mismos, lágrimas contenidas—, ni se te ocurra llorar, Turquesa, no quiero que se te corra el precioso maquillaje que tienes puesto, hija.

—Ay mamá, las cosas que me dices —le dijo riéndose y haciendo pucheros contenidos para no largarse a llorar.

—Vamos, que los están esperando ya, y encima de todo, es casi la hora que se deben de ir, y cuanto antes mejor.

La muchacha, se secó las lágrimas rezagadas en los ojos y se acercó a Dominik.

—Tienes rouge —le dijo riéndose sutilmente y se lo quitó con los dedos.

—¿Ya está?

—Sí, ya está, creo que yo volveré a pintar mis labios nuevamente.

—De acuerdo, te espero, así nos vamos ya.

—Muy bien entonces, Dominik —le dijo y aprovechó en maquillarse sus labios—, listo.

—Perfecto entonces, nos podemos ir ya, ¿no?

—Sí, Nickolas, ahora sí nos podemos ir —le contestó riéndose sutilmente y él se rió a la par suya también, junto con Perla, que se reía a carcajadas por la escena que estaba presenciando frente a sus ojos.

Bajaron las escaleras luego de salir de la habitación. Los niños se la quedaron viendo atónitos.

—Me encanta tu vestido, Turque —le dijo la niña con su tierna y dulce voz.

—Muchas gracias, Misha.

—De nada, Turquesa.

—Hay periodistas y fotógrafos —le comentó su prima a Dominik.

—No hay ningún problema, creo yo, que Turquesa está dispuesta a salir sin miedos a ellos, ¿qué me dices?

—Creo que… creo que no es momento para entrevistas, no creo que sea conve… —quiso terminar de decirle, pero él ya estaba sujetándola de la mano y abriendo la puerta principal de la casa de sus padres.

—Hasta pronto, familia —le dijo Dominik a los demás, y los demás le respondieron lo mismo.

—Hasta luego —les dijo ella, nerviosa al ver toda aquella gente amontonada en la entrada de la casa.

Ellos salieron, luego de que Dominik cerrada la puerta principal de la casa de sus futuros suegros.

Y allí, les dio la entrevista y quiso sacarse algunas fotos para los paparazzi también.

Todos aquellos, eran extranjeros, puesto que ella no era ni siquiera conocida en el ámbito del maquillaje profesional, era obvio, que él, sí en el ámbito Real.

Aunque algún que otro periodista y fotógrafo, sí había de su país natal.

—Les agradezco enormemente que hayan venido hasta aquí para entrevistarme y sacarme fotos, pero la verdad es que estamos llegando tarde a una ópera.

—¿Es verdad que está saliendo con la señorita que fue una vez la institutriz de sus pequeños hijos, Su Alteza?

—Fue la… —intentó decirles, pero cuando apenas él la miró a los ojos, comprendió que debía de callar y decir una pequeña mentira—, es verdad, mejor dicho, tengo intenciones de salir con la ex institutriz de mis hijos.

—¿Por qué su institutriz y no La Princesa Loretta?

—Si saben cómo es verdaderamente La Princesa Loretta, pues entonces, ni siquiera tendrían que haberme preguntado eso mismo caballeros, y señoritas, amo la cultura de la señorita Dalton, y la amo a ella también —les dijo mientras la miraba a los ojos penetrantemente.

—¿Entonces eso quiere decir que muy pronto la presentara ante todo el pueblo alemán?

—Eso espero señor, en fin, señoras y señores, debemos irnos, si no, llegaremos muy tarde al teatro, buenas noches.

—Buenas noches, Su Majestad —le respondieron al unísono los demás.

Bajaron los escalones de la casa y condujo hacia el auto, a Turquesa.

—¿Has traído tu auto, Dominik?

—Así es, Turquesa —le dijo abriendo la puerta del acompañante—, sube.

—Gracias —le dijo entrando al habitáculo.

—De nada —le dijo riéndose sutilmente y luego de aquello, cerró la puerta.

Él, se subió al lugar del conductor, cerró la puerta, encendió el motor de su auto deportivo, y marcharon rumbo al centro de la ciudad, hacia el teatro principal del país.

34: Capítulo 34
Capítulo 34

—Debo darte las gracias por haberme comprado el vestido.

—De nada, pero no tienes porqué agradecérmelo, Turquesa, lo he comprado con mucho cariño para ti, preciosa.

—¿Es verdad?

—¿Qué cosa es verdad?

—¿Es verdad que… es verdad lo que les has dicho sobre mí?

—¿A cuál parte te refieres acaso? —le preguntó arqueando su ceja.

—A bueno, pues a… a eso que les has dicho tú —le dijo sin poder decírselo.

—¿Por qué no me lo dices, Turque? —le preguntó riéndose casi a carcajadas por la manera en cómo le estaba dando vueltas.

—No… no estoy acostumbrada a esa clase de declaraciones, y ni muchísimo menos en público.

—¿Acaso Eugenio no se te ha declarado ya?

—No, nunca me ha dicho que me amaba, siempre ha querido salir conmigo, y saber de sus labios que yo le gusto, en cambio tú, sí me has dicho que me amas.

—¿Tienes intenciones de tener algo con Eugenio?

—Eugenio ni siquiera me gusta, Dominik.

—Pero anhela fervientemente tu amor y tu atención, Turquesa.

—Tarde o temprano se enamorará de otra mujer, estoy muy segura de eso, Eugenio no me ama, me ve como algo bonito para él, pero ni siquiera sabe si nos caemos bien o no.

—Pues espero que no tenga tantas intenciones contigo, porque yo estoy primero.

—No me hagas reír Dominik, por más que estemos sintiendo algo entre nosotros, nuestras clases sociales no son iguales, si no, demasiado diferentes.

—No estamos más en el siglo XV cuando se hacían los matrimonios por conveniencia y sin que los jóvenes acotaran algo semejante al tema de ellos mismos, estamos aquí mismo, en la actualidad, y tú y yo podemos hacer lo que queramos hacer entre nosotros, sin que los demás se metan en el medio nuestro y por más que los demás o algunos de nuestros parientes estén en nuestra contra, no dejaré de amarte, Turquesa.

—Te gusta muchísimo insistirme, ¿verdad, Dominik?

—Muy verdad bella.

Llegaron a la entrada del teatro principal de la ciudad de Buenos Aires, y él la ayudó a bajarse de su auto apenas lo estacionó cerca del cordón de la vereda del recinto.

Había fotógrafos y periodistas, dispuestos a tener alguna primicia de ellos.

—¿Se comprometerá con la señorita? —preguntó uno de ellos.

—¿Se casará con ella por segunda vez, Su Alteza? —preguntó una periodista extranjera.

—Por el momento no hemos hablado del tema señores y señoritas, por lo tanto, cuando todo sea hablado entre los dos, serán los primeros en saber la hermosa noticia.

—Se rumorea que la Princesa Loretta quiere casarse con usted, ¿es eso verdad?

—Sí, es verdad, pero no tengo ojos más que para la mujer que tengo a mi lado, si son tan amables, debemos entrar para ver la ópera.

Se sacaron algunas fotos antes de entrar al establecimiento, y luego de todo aquello, les dieron las gracias.

—De veras que eres loco, Dominik, no puedes ya adelantar algo que ni sabes si en verdad se concretará.

—Oh, sí Turquesa, te aseguro yo mismo que se concretará todo lo que les he dicho a los demás.

—No puedo ni comprometerme ni casarme contigo Dominik, que nos hayamos besado no significa nada en lo absoluto.

—No te burles de mí, Turquesa.

—No lo hago en lo absoluto, Dominik, te estoy diciendo solamente la verdad, eso es todo.

—Tus padres lo aceptaron, mi prima y hermano te adoran, mis hijos por igual, mi padre te respeta.

—Y tu madre no puede ni verme, Dominik.

—A mí, mi madre no me interesa en lo más mínimo, Turquesa, puede aceptarlo como no, lo único principal, primordial e importante que a mis hijos y que a mí nos interesa es que te quedes con nosotros cuatro.

—Qué persistente eres, Dominik.

—La raza alemana es muy persistente cuando quiere obtener algo a cambio, nuestro linaje es demasiado persistente en llevar a cabo nuestro objetivo, bella.

Se ubicaron en el palco principal, y cuando se acomodaron, entró otra persona más para instalarse en el mismo lugar que el de ellos.

—Buenas noches, Dominik —le dijo Loretta.

—¿Qué haces tú aquí, Loretta?

—Ya me ves, he venido a presenciar la ópera yo también junto a ti, Dominik, así qué, se supone que éste palco principal es para personas importantes, con títulos nobiliarios, y no para una plebeya inmunda como tú, Turquesa.

—Si has venido a joder pues entonces será mejor que te vayas ahora mismo de aquí, Loretta —le respondió levantándose de la silla, y enfrentándola cabreado, furioso, y rabioso, mientras la mataba con su mirada.

—¿Acaso tu madre no te ha dicho que venía aquí a acompañarte?

—Me debía de suponer que la metida de mi madre siempre quiere meterte a ti en el medio de algo que yo hago cada vez que a mí se me pega la gana hacerlo, ven Turquesa, vayámonos de aquí ahora mismo —le dijo extendiéndole su mano, y ella se levantó de la silla también.

—Acaba de comenzar la obra.

—No importa, la veremos en otra ocasión, no compartiré el palco principal con ésta mequetrefe.

—No seas grosero conmigo, Dominik.

—Seré grosero contigo todas las veces que quiera, Loretta, contigo tengo éste jodido humor de perros, así qué, como sé perfectamente que tú no te irás de aquí, pues entonces, Turquesa y yo nos vamos inmediatamente.

—Ay Dominik, la ópera estará solamente ésta noche, y yo quería verla —le contestó la joven.

—¿Qué es lo que más prefieres, quedarte y seguir siendo insultada por ella o venir conmigo?

—Lo siento, Dominik, perdóname, ¿sí?

—No tengo nada que perdonarte, Turquesa, pero Loretta me pone de muy mal humor y me saca de mis casillas.

—Solías estar así los primeros meses en que yo estuve en tu palacio.

—Lo sé bien, bella, pero ya ves que no soy más así con las personas que amo —le dijo besando el dorso de su mano—, aparte, esa ópera la dan cada dos por tres en la ciudad principal de Rosen, y ya varias veces la he visto.

—¿En serio? Roberta entonces no sabía que ya la has visto.

—No te preocupes, no importa, es una de mis favoritas, y si esa obra estaría debutando todos los fines de semana en la ciudad de Rosen, pues todos los fines de semana me la iría a ver encantado.

—¿Y ahora qué haremos? —le preguntó intrigadísima—, estamos vestidos de etiqueta, no se me ocurre ningún lugar hacia donde ir, no soy de salir, salvo muy poquísimas veces, y no sé de algún lugar en donde nos aceptarían de ésta manera.

—Yo averigüé a través del señor Turner que sí hay lugares que nos pueden recibir en éstas fachas, Turquesa.

—¿Ah sí?

—Sí.

—¿Y en dónde es ese lugar?

—Muy cerca de aquí.

—¿Y qué haremos ahí, Dominik?

—Pues, tenía pensado ir a cenar allí, ¿te parece bien eso, Turquesa?

—Cualquier cosa que hagas estará bien para mí, Dominik —dijo sonriéndole, y él correspondió a su sonrisa.

Fueron a cenar, y ella desbordaba felicidad y alegría por todas partes. Amaba al hombre que tenía frente a sus ojos, pero como lo amaba lo debía dejar ir a su país y dejar que se casara con otra mujer de su alcurnia.

—¿En qué piensas, Turquesa?

—¿Qué?

—Te noto distraída, ¿quieres irte?

—No, en lo absoluto.

—¿Pues entonces, quieres contarme en qué piensas, preciosa?

—Estaba pensando en la boda de mi mejor amiga con tu hermano Preston —le mintió.

—Ya veo, ¿qué hay con eso, Turquesa?

—Por un lado creo que es increíble y por el otro lado es demasiado apurado todo, absolutamente todo lo es.

—Dicen que los romances fugaces son los que duran para siempre, y eso mismo nos incumbe a nosotros.

—No debí abrir la boca, Dominik, tú ya estás al acecho de decirme cualquier cosa con respecto a nosotros dos.

—Ven, vamos a bailar —le dijo levantándola de la silla en donde estaba sentada.

Caminaron hacia el centro de la pista de baile, escuchando los primeros acordes de un bonito vals y comenzaron a bailar.

—Vamos a practicar este lento —le dijo Dominik riéndose sutilmente entre dientes.

—Muy gracioso tú.

A la mitad de aquel lento tan hermoso, Dominik le habló sin dejar de mirarla a los ojos.

—Te amo, Turquesa.

—Y sabes perfectamente que yo te amo a ti también, Dominik.

—Pero aún así no estás dispuesta a querer estar conmigo, ¿verdad?

—No puedo aceptarte.

—¿No puedes o no quieres?

—No puedo, y tú lo sabes.

Aquella velada tan maravillosa culminó, con un paseo por la costanera pasada la medianoche en dónde casi nadie estaba caminando por allí.

Estaban tomados de las manos, Dominik, lo quería así. Y la joven no le puso objeción alguna al respecto. Al contrario, le encantaba por demás.

—A pesar del inconveniente del teatro, la he pasado muy bien contigo, Dominik.

—Y yo también contigo, Turquesa, ya mañana nos iremos a nuestro país.

—Lo sé, me lo habías dicho, pero no pensé que iría a durar tan poco todo esto.

—Lo bueno siempre termina muy rápido, solo espero que nos volvamos a ver.

—Acuérdate que tu hermano y mi mejor amiga quieren hacer doble boda, por lo tanto nos veremos nuevamente.

—No quisiera irme.

—Debes irte, Dominik.

El Príncipe, no pudo contenerse por más tiempo, y terminó sujetando a su bella compañía de los brazos, y posteriormente, le dio un profundo beso en sus labios.

Le robó el aliento y mucho más que eso. Pasó automáticamente sus brazos y manos alrededor de su cuello, y tocó su nuca y parte del cabello también.

—Creo que debemos volver, Dominik, es demasiado tarde ya, y yo debo de ir a trabajar por la mañana, muy temprano.

—De acuerdo, Turquesa, vámonos ya entonces —le dijo a escasos centímetros de sus labios, y entrelazó la mano de la joven como siempre, para volver a su auto deportivo.

35: Capítulo 35
Capítulo 35

Por la mañana siguiente, la despedida de Dominik y sus hijos, fue verdaderamente triste.

Ella se abrazó a Dominik, no quería soltarlo más.

—Te extrañaré enormemente, Turquesa.

—Nos volveremos a ver muy pronto, ya verás que sí —le dijo mirándolo a sus ojos y no pudo evitar que una lágrima cayera por su mejilla.

—No quiero que llores —le dijo sujetando el rostro de la joven entre sus manos para que lo mirara atentamente a sus intensos y penetrantes ojos azules.

—Perdóname, no lo puedo evitar, Dominik.

Y allí mismo, frente a los padres de ella, frente a su hermano, a su mejor amiga, y frente a sus hijos, la besó.

El padre de Turquesa, carraspeó, y Dominik se separó de ella.

—Creo que no debiste besarme delante de todos.

—¿Por qué no, Turquesa?

—No queda bien delante de mis padres y delante de tus hijos, Dominik.

—Eso es absurdo, saben perfectamente que estamos enamorados, y sobre eso, Turquesa Amatista Esmeralda Dalton no lo puedes negar en lo absoluto.

—Bueno, como sea, no queda bien y punto, Dominik.

—No quiero discutir contigo minutos antes que vuelva a mi país.

—Parecen un matrimonio de la manera en cómo se ponen a discutir —acotó Preston.

Al cabo de aquello, todos los presentes, incluyendo a ambos, empezaron a reír a carcajadas.

Media hora después, ellos cuatro se fueron. Preston, se quedó en Buenos Aires para iniciar los preparativos de su importante boda con Roberta, y luego de casarse en Buenos Aires, se irían a Rosen, para seguir con su segunda boda real.

Una semana y media después, en dónde Roberta y ella estaban almorzando en un lindo restaurante de comida italiana, le comenta algo sobre su boda.

—Quiero que seas mi dama de honor, Turquesa —le había expresado sinceramente.

—Estás bien loca, Roberta.

—No tengo hermanas, y yo quiero que seas mi dama de honor principal, ya lo hemos hablado con Preston y él está de acuerdo con que lo seas, además, su hermano mayor será su padrino principal también —le dijo metiéndose un bocado de comida a su boca.

—Por esas casualidades, tú no estarás embarazada, ¿no?

—¿Estás loca, Turquesa? Con Preston todavía no hemos tenido relaciones sexuales, yo no quise y él me ha respetado esa decisión.

—Me parece perfecta esa decisión que has tomado y por sobre todas las cosas que Preston te la haya respetado, es extraño, es hombre y tú y yo sabemos perfectamente cómo son.

—Sí, sabemos bien cómo son en verdad, pero Preston es un Príncipe, y como tal, respeta todo lo de una mujer, por lo tanto me respeta a mí como su futura esposa.

—Tú sabes que yo no puedo ser lo que quieres que sea para tu boda con Preston, Roberta, su madre me odia, y no faltará momento y lugar para que me joda con sus palabritas hirientes y déspotas hacia mí.

—Si vienes, se la tendrá que aguantar, le guste o no, tú eres mi mejor amiga, y serás mi dama de honor principal.

—De acuerdo, pero no me hagas poner con Dominik, te lo pido por favor, no quiero caminar por el pasillo de La Iglesia cuando termines de casarte con su hermano.

—No seas tan tonta, Turquesa, te conozco bien como para saber que harás todo lo contrario a eso que has acabado de decirme. Estará su pueblo presente ante tal acontecimiento, y ellos te adoran por lo que me habías contado.

—Sí, lo sé, pero su madre me odia, y la entiendo, su hijo mayor se debe casar con una verdadera Princesa, y no con una plebeya, tiene que tener herederos de la nobleza y no mestizos.

—Su madre te odia, puede ser que sí, pero tienes el apoyo incondicional de muchas personas más, tienes a tu lado a sus hijos, que eso, es lo más importante, tienes a su prima, que no siempre suelen ser buenas con una misma, y tienes a tu favor a su padre, y prácticamente, todos los que viven en el castillo te quieren, hasta los trabajadores de él, te quieren y mucho, no puedes acobardarte con una madre odiosa por saber que su hijo mayor quiere desposar a una plebeya.

—Tú no lo entiendes, Roberta… —le contestó y cuando quiso seguir hablándole sobre aquel tema, su amiga la interrumpió.

—La que no lo entiende eres tú, Turquesa, dentro de dos semanas se celebra mi boda con el hombre que amo, debes ser mi dama de honor principal, en ambas bodas, te lo aviso desde ya, Turquesa, y dentro de una semana posterior a mi boda de aquí, me voy para Alemania, el avión de mi cuñado Dominik, vendrá a buscar a mis padres, a mi hermano y a mí, y tus padres, sobre todo tu madre, te dio la vía libre para que estuvieras con Dominik, si es que tú lo deseabas, así qué, si yo me voy, tú vendrás con todos los demás, es más, tus padres están invitados a mi casamiento por supuesto también, tus padres están ansiosos de poder presenciar, y ser mis invitados de honor a mi casamiento real, así qué, o vienes con nosotros y eres la dama de honor principal mía, o yo, Roberta Emma Ponce, no te hablo nunca más, dejarás de ser mi mejor amiga, porque simplemente no me gustan las amigas que no se juegan por su mejor amiga.

—Tú eres una de las que sabe mejor que nadie que amo profundamente a Dominik, pero no quiero ser tratada mal y ni tampoco quiero que me humillen ni su madre ni muchísimo menos Loretta.

—Bonita, nadie dijo que iría a ser fácil, si verdaderamente lo quieres, afrontarás cualquier cosa que esas dos mujeres arpías te harán para ponerte en contra de Dominik, ¿vendrás entonces para Alemania junto con todos los demás?

—Está bien, Roberta, iré con ustedes.

—No sabes la alegría inmensa que me ha dado tu noticia, soy muy feliz, y recuerda siempre que el amor todo lo puede, Turque, el amor siempre triunfará por más que a ti te pongan millones de piedras en tu vida junto con Dominik, el amor incondicional siempre triunfa, y siempre lo hará.

36: Capítulo 36
Capítulo 36

A la mañana siguiente, se vistió bastante formal, iba a ir con Roberta a la prueba del vestido de novia, y a la prueba del vestido del registro civil también, y por si eso fuera poco a la prueba de vestido de compromiso.

Turquesa decidió ponerse unas calzas, una falda negra y un top sin un hombro. Una chaqueta negra, un par de botas cortas y de taco alto negras, un bolso negro y accesorios en plateado y maquillada con colores al tono.

—Tú también debes ver tres vestidos.

—¿Tres? ¿Por qué tres vestidos debo ver yo también, Roberta?

—Tú estarás en mis tres fiestas, por lo tanto te elegirás tres vestidos también, y ni hablar de cuando vayamos a Rosen.

—No quiero elegirme los vestidos, Roberta.

—Te callas y harás lo que yo te diga, Turquesa.

—Cuando te pones densa me jodes.

—Ay sí, cómo no —le contestó riéndose a carcajadas y ella luego se rio también.

Varios minutos de estar revolviendo los percheros en busca de algo que le gustara, dio a parar a la sección de vestidos cortos.

—¿Qué te parece éste para el civil?

—Me encanta el diseño y el color sobretodo, te queda precioso el color turquesa.

—Me acuerdo, me lo iré a probar, ¿y para el compromiso, qué clase de vestido tienes pensado que me ponga?

—El que quieras, aquí igual, el compromiso será informal, así qué de corto serán los vestidos, pero en Rosen, el compromiso será totalmente formal.

—Me lo debía de suponer.

—Oh, me olvidé de decirte, hoy por la noche, tenemos cena con la familia.

—De acuerdo, ¿a qué hora y en dónde?

—A las nueve en punto de la noche, en el restaurante Arte de Mafia.

—¿El que está en Palermo Soho?

—Sí, ese mismo.

—¿Y a tus padres y a los míos les gusta ese ambiente?

—Ay Turquesa, tiene muy buena comida, los platos son excelentes, y quedarán mucho más que satisfechos con los platos.

—Pues, sí tú lo dices.

—Bueno, pues apúrate que quiero verte puesto el vestido.

—Ya voy —le dijo casi corriendo hacia uno de los probadores que estaba vacío.

—Ay amiga mía, no sabes la sorpresa que te espera ésta misma noche en la cena familiar —dijo sonriendo para sus adentros y muy contenta y feliz por su amiga.

Tiempo más tarde de probarse aquel vestido de color turquesa y un pequeño sombrero del mismo color, pero metalizado. Turquesa, optó por comprarse ambas cosas.

—¿Zapatos y cartera no te comprarás?

—Tengo ambas cosas guardadas, que nunca las usé.

—Perfecto entonces, ahora ve a buscarte algún hermoso vestido para la fiesta de mi compromiso.

—Está bien, Roberta.

La joven le mostró el vestido y luego le mostró también las sandalias y la cartera a juego, y tiempo posterior, le mostró el vestido largo y los zapatos a juego también para su casamiento en Buenos Aires.

Por la noche, Turquesa, se vistió de diferente manera, optando por un vaquero de color verde agua, con musculosa marrón claro, y saco verde hoja. Botas color piel, y cartera de mano verde hoja también. Como complemento, una boina del color de las botas, accesorios al tono, y se maquilló muy natural, se peinó, dejando el cabello suelto, y se perfumó también.

Bajó las escaleras hacia la sala de estar en donde la estaban esperando sus padres ya. Y luego de aquello, se fueron hacia el restaurante.

Unos cuarenta y cinco minutos después, llegaron, su padre estacionó, apagó el motor de su auto. Y los tres bajaron del mismo. Cerró las puertas y activó la alarma del coche.

La muchacha caminó a la par de sus padres, y cuando llegaron a la entrada, ella fue a preguntar si habían hecho alguna reserva a nombre de su mejor amiga. Y efectivamente así era. Entraron los tres en el recinto, un chico los guió hacia dónde estaban, Turquesa, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.

—Es imposible —susurró, pero la escuchó Dominik.

—Yo creo que no lo es en lo absoluto Princesa.

—Así me dice Dominik, princesa me suele llamar —le dijo a su madre.

—Y te queda muy bonito ese adjetivo, cariño.

—Tenía muchas ganas de verlo, mamá.

—Lo sé, querida —le dijo sonriéndole y ella correspondió a su sonrisa.

Directamente, Turquesa fue a su encuentro y casi se le tira encima. En aquel preciso instante y momento ni siquiera le importó un comino la madre de él.

—Es increíble esto, me alegro muchísimo verte de nuevo.

—A mí también me da mucho gusto volver a verte, preciosa.

Luego, ella saludó a todos los demás en la mesa. Y entre sus hijos y él, la sentaron para luego pedir la cena y comer en familia. A pesar de las malas caras de Claire, la joven mujer, no dejó que le arruinara la cena y mucho menos la alegría que tenía de volver a verlos a todos.

La noche había estado bien bonita, y luego cada uno de ellos, volvió a sus respectivos lugares.

37: Capítulo 37
Capítulo 37

La semana del compromiso, civil y boda de su mejor amiga, había sido de preparativos, fiesta y alegría. Y el día de la boda en Buenos Aires, no había sido la excepción. Faltaba una hora para abordar el avión para viajar a Alemania, y madre e hija, mientras empacaban las cosas, charlaban.

Si bien eran aceptados los vaqueros, era preferible que Turquesa se pusiera algo más recatado para no quedar tan mal como todas las demás mujeres que irían a estar en esos días por el castillo.

—¿Por qué tan formal, Turquesa? —le preguntó su madre.

—Prefiero esto, creo que un vaquero se vería algo mal.

—Lo vería mal tu futura suegra, ¿no, cariño?

—Mamá, Dominik no será mi marido, y yo seguiré quedándome con ustedes.

—Vamos Turquesita, nos conocemos muy bien tú y yo, amas profundamente a Dominik y él te ama profundamente a ti también, ustedes deben estar juntos.

—Tú… tú no quieres que esté con Dominik y ni tampoco quieres que me vaya del país.

—Al contrario, quiero que seas inmensamente feliz. Ya te lo dije antes también.

—¿Lo dices en serio mamá?

—Claro que sí, te amo, eres mi hija y quiero verte alegre y muy feliz, así qué por mi parte, tienen el camino libre para estar juntos.

—Yo creí que no estabas de acuerdo con eso.

—Pues no lo estaba, pero tu papá me ha hecho recapacitar. La noche de la ópera te lo dejé claro.

—¿Qué te ha dicho?

—Cosas que me han hecho ver las cosas de otra perspectiva, no importa en qué país estés, siempre que seas feliz, eso me hace estar feliz a mí también, tú has cambiado muchísimo desde que has vuelto de Rosen, ese hombre te embrujó, enamorándote.

—Tengo que decirte que nos llevábamos muy bien allí, Dominik era reacio a relacionarse con sus hijos, gruñía y gritaba, y siempre estaba de malhumor.

—La bella ha domado a la bestia en él.

—Puede que sí, pero si me relaciono amorosamente con él, deberé cambiar y ser de otra manera, tendré que pensar de otra manera, tendré que vestirme de diferente forma también y hacer todo lo que nunca he hecho.

— Dominik es un muy buen hombre, creo que es un excelente hombre y si se lo cuentas, te entenderá, ya verás que sí, Turquesa.

Una hora después, los vinieron a buscar. Metieron las maletas dentro del baúl del auto y ellos se metieron dentro del auto, en el asiento trasero.

—Esto parece una limusina —comentó su papá.

—Parece, pero no lo es papá.

—Preston nos estará esperando en el hangar —les comentó Roberta.

—De acuerdo, ¿ha venido también…? —le preguntó curiosa Turquesa.

—¿Quién?

—Tú sabes quién Roberta, no te hagas la tonta.

—Oh, ya veo, ¿tú, Dominik?

—No es mío, ¿ha venido o no?

—No, se ha quedado con sus hijos.

—Es un alivio.

—¿Por qué lo dices?

—Tú sabes porqué te lo estoy diciendo.

—No, la verdad es que no lo sé.

—Es mejor que lo vea directamente el día que te casas —le comentó la joven.

—¿Por qué? ¿Para darle el gusto a su madre? No te preocupes, unos meses más y la tienes comiendo de tu mano como una perrita faldera.

—Dudo mucho que pase eso.

—No seas tan tonta, Turquesa, ya verás que muy pronto ella estará detrás de ti para que le aceptes su perdón por haberte tratado mal y por haber dudado por un segundo de ti.

—Prefiero mantener las cosas como están hasta el día de hoy.

—¿Y dejar que Dominik se case con esa estúpida de Loretta? Sí que estás mal de la cabeza.

—No quiero sufrir.

—Lo lamento muchísimo por ti, pero si quieres tener al hombre que amas, deberás sufrir.

—Eres mala, Roberta.

—No, no soy mala, soy realista, muy realista porque quiero que tú también seas inmensamente feliz con el hombre que verdaderamente amas, Turquesa, y tu verdadero hombre es Nickolas.

La conversación derivó a otra muy diferente, llegaron al hangar donde ya estaba todo dispuesto para que el jet privado despegara. Se bajaron, sacaron las maletas del baúl, subieron las escaleras y entraron al jet privado de Dominik. Los recibió Preston, muy contento de volver a verlos y luego de preguntarle dónde podían dejar las maletas, Turquesa se adentró más y tres pequeños la sorprendieron.

—¡Sorpresa! —le gritaron los tres.

—Cuando supieron que vendría a buscarte ni siquiera se lo pensaron dos veces —le expresó sinceramente Preston.

—No lo dudo ni por un segundo que así fue, pero debo decirte que tus sobrinos no deben depender de mí.

—¿Quién dice que no deben depender de ti, Turquesa?

—Yo lo digo, Preston, no pueden esperar a que yo vaya a visitarlos siempre, ni que esté con ellos siempre, pronto tendrán una figura materna y deberán olvidarme.

—La única figura materna que creo yo, querrán tener es a ti.

—Pero no pueden tenerme.

—¿Y por qué no? Yo me casaré con una mujer común, la cuál amo profundamente, y mi hermano, te ama profundamente, a no ser que tú no lo ames con la misma intensidad con la que él te ama a ti.

—Solo seis meses me ha conocido, en solamente seis meses no llegas a conocer a una persona.

—Te aseguro yo, que sí la llegas a conocer.

—Si un matrimonio no se llega a conocer nunca, menos se llega a conocer del todo una pareja de novios.

—Puede que tengas razón, pero no la tienes del todo.

El jet privado despegó de la pista de aterrizaje, y luego se desabrocharon los cinturones de seguridad. Los niños se encontraban en una punta del jet privado y Turquesa caminó para acercarse a ellos.

—¿No nos quieres más, Turquesa? —le preguntó Ethan.

—No es eso Ethan, al contrario, los quiero a los tres por igual, nunca imaginé que tendría que cuidar y enseñar a tres maravillosos niños.

—¿Entonces por qué le has dicho a nuestro tío lo que hemos escuchado que le decías a él?

—Hay cosas que ustedes no deben saber, las cuáles no comprenden todavía.

—Somos pequeños, pero no tontos Turquesa —le respondió de manera muy directa Alexander, mirándola penetrantemente a sus ojos.

—Yo… Yo no puedo estar en sus vidas niños.

—¿Por qué no, Turquesa? —le preguntó Alexander.

—Porque tenemos muchas cosas diferentes. Ustedes, su papá y yo, principalmente las tradiciones, las costumbres y el estilo de vida que tenemos los dos también.

—Pero eso no es ningún problema, Turque —le dijo Ethan como buen entendedor.

—Otra de las cosas, es que su abuela no me quiere en la vida de su papá.

—La abuela cuando sepa y comprenda lo buena que eres te querrá y muchísimo lo hará, no te preocupes por eso —le expresó sinceramente Alexander.

—Ojala fuera tan fácil eso.

—Ya verás que sí, sobre las tradiciones, las costumbres y el estilo de vida de los dos, eso no es el gran problema tampoco, papá es bueno escuchando, sabe comprender perfectamente y verás que no te obligará a hacer cosas que no quieres hacer, o cosas que tú no quieras dejar de lado, Turquesa.

—Lo que no están comprendiendo ustedes, es que su papá es un Príncipe que pronto se convertirá en un Rey, y yo soy solamente una mujer común y corriente.

—Pero el tío se casará con una mujer común y corriente también, no le veo el problema a eso —dijo Ethan.

Ethan le había cerrado la boca con lo que le había comentado y no pudo darle ninguna otra respuesta, más que callarse la boca rotundamente.

Pero Misha, la pequeña hija de Dominik, le habló, sacándola de su ensimismamiento.

—¿Sabes algo? Papi ha mandado a llamar al mejor diseñador de modas para que haga tu vestido de dama de honor.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué ha mandado a llamar al mejor diseñador de modas?

—Porque es obvio que quiere verte como su Princesa, Turquesa —le acotó Alexander.

—Luego hablaré con su papi, sobre el vestido en particular.

—¿Tú no quieres ser La Princesa de nuestro papi? —le preguntó Ethan sin darle ninguna vuelta al asunto.

—Sí, Turquesa, dile a los niños la verdad sobre eso, solamente quieren escuchar la pura verdad sobre la pregunta que te ha hecho Ethan —comentó su mejor amiga.

—¿Acaso estoy frente a un estrado de justicia?

—Pues, más o menos sí —le respondió Roberta—, ¿y bien?

—¿Y bien, qué?

—Los niños están esperando tu respuesta.

—Bueno… pues… pues mi respuesta a su pregunta es sí, me gustaría ser La Princesa de su papá, me encantaría serlo, pero…

—Yo sabía que lo querías, yo sabía que querías muchísimo a nuestro papito —le expresó sinceramente, echándose en sus brazos, y llorando Misha.

Ella no supo qué más decirles, simplemente se quedó callada a pesar de que tenía muchísimas cosas más para decirles, pero al mirar a Roberta, ésta le dijo que se callara la boca y que no acotara absolutamente nada.

Por la noche mientras todos dormían. Roberta y ella, se quedaron conversando un poco más.

—¿No puedes dormir, Turquesa?

—No.

—Me lo imaginaba, dentro de unas horas más volverás a verlo, yo también quiero que aceptes a Dominik.

—Pero yo no quiero ser humillada, pisoteada e insultada, no necesito pasar por eso.

—¿Qué es lo que no te das cuenta? Puedes pasar por eso estando o no dentro de La Realeza.

—¿Y qué es lo que tú no entiendes, Roberta? Yo misma la escuché decirle a Dominik que Preston no le importaba, no le interesaba con quién se casaba, el único que le importaba que se casara bien y con una verdadera Princesa era Dominik, porque él, es el primero que irá al trono para asumir como El Rey de Alemania, ¿ahora sí entiendes el porqué no puedo tener una relación amorosa con él?

—No lo puedo creer, sin embargo me parece una estupidez que pienses de esa manera, Turquesa.

—Pues, para ti parece que sí lo es, pero para mí no lo es en lo absoluto, porque aquí se está jugando el futuro de Dominik como Rey de Alemania.

Turquesa, preferió irse a dormir y dejar toda esa conversación como estaba. Por la mañana posterior, se despertó y decidió asearse dentro de aquel baño, y cambiarse de ropa.

38: Capítulo 38
Capítulo 38

Horas más tarde, llegaron al castillo, y tanto su padre como su madre, quedaron impactados por todo lo que tenía el entorno del castillo y el palacio también.

—¡Bienvenidos a mi hogar! —les dijo muy contento y feliz de volver a verlos.

—Muchísimas gracias, Dominik —le respondieron Perla y Ricardo.

—Gracias por la nueva bienvenida, su majestad —le respondió seria, la joven.

—Entre los dos se acabaron las formalidades y las reverencias tuyas hacia mí —le expresó sinceramente mirándola penetrantemente a los ojos y se calló—, pasen, por favor, no se queden afuera sin pasar dentro —les dijo abriendo más la puerta de su palacio—, tú y yo debemos hablar, luego, ésta vez sí que no te me escaparás.

—Hasta dónde yo sabía, en mi casa hemos aclarado todo y nos hemos dicho absolutamente todo, Dominik.

—Pues estás muy equivocada, jovencita.

—Dudo que así lo sea —le dijo y él se rió a carcajadas.

—Me gusta, no sabes cómo me gusta cuando me llevas la contra como solías hacerlo cuando te he conocido hace ya ocho meses atrás —le dijo, sonriendo de costado de una forma socarrona y desafiante.

—Pues ten muchísimo cuidado porque con ésta —le respondió, señalándose la lengua con el dedo índice—, puedo llegar a matarte.

—¡Turquesa! —le gritó Antoniette, apenas la vio, fue corriendo para abrazarla fuertemente—. ¡Qué alegría volver a verte, Turquesa! —le dijo con una enorme sonrisa—, ¡lo pasaremos en grande estos días! ¡Ya verás que sí! —le repitió la prima de Dominik.

—¡Antoniette, suéltala ya! —les gritó enfurecida su tía.

—¡Basta con gritar, mamá! —le gritó Dominik.

—¡Tú te callas! —le gritó.

—¡Tú no me vas a callar, aquí es donde vivo! —le dijo, gritando un tono más alto.

—¡¿Qué haces aquí?! —le gritó malhumorada y furiosa, sin darle importancia a su hijo.

—He venido a la boda de mi mejor amiga.

—No eres bienvenida aquí.

—¡Madre, mis hijos y yo vivimos aquí, tú, no! ¡La única que estorba aquí, eres tú, si no te gusta lo que te estoy diciendo, te invito a marcharte, ahora si te quieres quedar hasta el día después de la boda de tu hijo menor con su prometida, pues entonces, te quedas callada y te aguantas todo, yo invito a quién se me da la gana, por algo todo esto es mío, lo tengo como propio, así qué, Turquesa, volverás a ocupar la alcoba que una vez te fue asignada y tus padres pueden ocupar el aposento que está contiguo a tu alcoba.

—Dominik… No quiero causar ningún contratiempo, no me gustan las discusiones y ni mucho menos las peleas entre la familia, prefiero que nos vayamos a un hotel.

—Tú haces lo que yo te estoy diciendo, te instalas en la alcoba que solías usar, tú me diste alojamiento en tu casa, lo menos que puedo hacer yo es alojarte en mi hogar también, a ti y a tus padres.

—De acuerdo —le contestó y tomó las maletas.

—Deja que te ayudemos.

—No es nada, puedo llevarlas.

—Ay no seas tonta Turquesa, nos encanta que estés aquí —le dijo Antoniette.

Los días no estaban pasando para nada bien, la madre de Dominik era un fastidio, y en la mesa, cada vez que compartían las comidas, era una araña, venenosa como pocas.

La noche antes del casamiento, el príncipe quiso cenar con Turquesa, ella no estaba del todo convencida, no cuando la madre de él, siempre esperaba el momento oportuno para meter su aguijón. La única que la convenció de ir, fue su madre.

—Creí por un instante que no te presentarías a la cena en el jardín trasero.

—Mi madre me convenció.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué debió convencerte otra persona, Turquesa?

—Porque no quiero que tu madre me siga humillando de esa manera, no lo necesito y no lo quiero tampoco, ni mi familia y yo menos.

—¿Te hubiera gustado que yo sea un hombre común y corriente?

—Por una parte sí.

—¿Y por la otra parte?

—Y por la otra parte, no puedes cambiar lo que ya eres desde que has nacido.

—¿Qué soy para ti?

—Un hombre, como cualquier otro.

—¿De veras? ¿Estás cien por ciento segura de lo que me has acabado de decir?

—Sí, ¿por qué me lo estás preguntando?

—Porque tengo pensado dejar el trono

—¿Cómo es eso? —le preguntó incrédula.

—Lo que me has acabado de escuchar, Turquesa, dejaré el trono, mi madre se ha empecinado en querer casarme con Loretta y tú sabes perfectamente que no la amo.

—Pero deberás casarte con ella, tus hijos son demasiado pequeños todavía, y necesitan una madre, y tú necesitas a alguien que te vuelva a dar un heredero.

—Necesito a alguien que me haga feliz, no otra insensata que… —frenó sus palabras y cambió de tema—, ¿podemos cenar tranquilos?

—Sí, de acuerdo, ¿por qué estás tan decidido a dejar el trono? No lo puedes dejar, no está bien eso que haces.

—Siento el mismo sentimiento que tú sientes por mí, si no puedo tenerte, entonces renunciaré a la corona.

—No puedes hacerlo por el simple hecho de sentir algo por mí.

—¿Entonces? ¿Qué quieres que haga, Turquesa? —le preguntó, mirándola penetrantemente a sus ojos.

—Pues no lo sé eso, pero no puedes renunciar a la corona por algo como esto, estás loco si haces eso.

—¿Me crees tan estúpido de cometer por segunda vez el mismo error?

—Dominik, no compliques más las cosas, déjalas como están.

—Si tú no quieres que renuncie a la corona, entonces deberás hacer algo por mí.

—¿Algo como qué?

—Como casarte conmigo.

—No puedes pedirme eso.

—O es eso, o renunciar a la corona.

—¿Qué es lo que no entiendes, Dominik? No puedo ser parte de tu vida.

—No me importa el rango que tengas, no me importa que seas una plebeya, quiero ser feliz y lo quiero intentar contigo, tú sabes bien el primer desastroso matrimonio que he tenido, no quiero volverlo a pasar con Loretta.

—No pertenezco a éste lugar, no pertenezco a esta realeza y no quiero sufrir y ni mucho menos ser despreciada y pisoteada por terceros, y tú tampoco sabes cómo será nuestro matrimonio, no sabes nada de eso, no sabes si será desastroso o no lo será, soy una chica de clase media sin lujos, la relación entre ese rango y el que tú tienes es abismal, y tú sabes mejor que ningún otro hombre las de habladurías que se diseminarán alrededor nuestro.

—Ese no es un problema, mi ex esposa me había engañado de la peor manera, mi madre me la presentó, pensé y creí que era tal cuál se presentaba frente a mí, pero me había equivocado, nunca me había amado, lo único que ella quería era el poder que le podía otorgar y el rango de ser La Princesa de Rosen.

—¿Y qué te hace pensar que eso no es lo que yo verdaderamente busco, Dominik? Estamos peor, porque tu primera esposa sí era una Princesa, pero yo soy solamente Turquesa Dalton, una simple y común plebeya.

—Te he conocido por seis meses enteros, me bastan y sobran para darme cuenta la clase de mujer que eres, Turquesa.

—Tenemos estilos de vida muy diferentes.

—¿Quién dijo diferentes? ¿A qué te refieres con diferentes?

—El estilo de vida, yo no estoy acostumbrada a los eventos del tamaño a los que ustedes suelen presentarse.

—Con el tiempo te acostumbraras, ya veras que sí, Turquesa.

—No tengo intenciones de casarme contigo, Dominik.

—O te casas conmigo o yo renuncio a la corona.

—Me da risa lo que me estás diciendo —se lo dijo, riéndose.

—A mí no me causa ninguna risa, ¿o te casas conmigo o hago lo que te he dicho anteriormente?

—¿Qué quieres que te diga?

—Quiero que me des una respuesta.

—No hago las cosas a las apuradas.

—Necesito y quiero una respuesta muy pronto.

—No tengo la mente puesta en lo que me estás preguntando, estoy muy metida con la boda de mi mejor amiga.

—Trata de pensar sobre eso, es más, ve y trata de pensar sobre lo que te diré a continuación, si yo le comunico a mis padres que renuncio a la corona y decido irme contigo, mi madre se pondrá peor, en cambio si te casas conmigo, no le gustará, se enfurecerá, pero es peor que si renuncio.

—Eres un testarudo, tú no me estás entendiendo nada.

—La que no me entiende aquí eres tú, quiero una respuesta el día siguiente a la boda.

Estaban por terminar cada uno su postre, cuando escucharon voces femeninas que procedían de la parte de la entrada principal del castillo.

—¿Qué haces cenando a solas con ésta desgraciada? —le preguntó su madre y ella se levantó de la silla.

—Buenas noches, señora.

—¿Qué haces con ella a solas y encima cenando, Dominik?

—No seas mal educada y dile buenas noches a ella también, madre.

—¿Te he preguntado que éstas haciendo con ella, Dominik?

—Estamos cenando, ¿o acaso no lo estás viendo? ¿Qué quieres ahora? ¿Y por qué traes a Loretta a esta hora?

—Nos encontramos en la fiesta que hizo una de mis mejores amigas, tú ya sabes —le dijo su madre—, es Frida una de mis mejores amigas, y la invité a tomarse una copa, suponiendo que se la tomaría contigo, ya que estabas solo aquí, no creí que estuvieras cenando con ésta fulana.

—¡Su nombre es Turquesa y miles de veces te he repetido que la respetes y la llames por su nombre y no con cualquier otra palabra, madre! —le gritó malhumorado y matándola con su mirada—, Loretta, puedes irte por donde has venido, porque es muy obvio que ya conoces la salida a la perfección —le respondió cínicamente con una sonrisa socarrona de costado.

—Es mejor que yo me vaya a dormir.

—Tú, te quedas aquí, las que se van ahora mismo son mi madre y por supuesto Loretta, que obviamente no tiene nada que hacer aquí.

—¿En vez de echarme a mí, por qué no la echas a ella que bastante tiempo ha estado aquí?, lo cuál no te aporta nada aquí, solamente mala imagen para ti, que eres un Príncipe, El Príncipe de Rosen —le escupió Loretta con respecto a ella.

—Por la simple razón que ella sí me agrada como persona y por sobre todas las cosas como mujer, en cambio tú, a mí no me despiertas nada más que asco, te detesto y ese sentimiento hacia ti, jamás cambiará.

—De veras Dominik, me voy a dormir, será lo mejor para todos nosotros.

—La única cosa buena que podrías hacer y que sería lo mejor para todos nosotros es irte de regreso a tu país —le dijo Loretta y Claire sonrió de manera triunfadora por su futura nuera.

—¿¡Y a ti quién te dio opinión!? ¡Te vas, pero ahora mismo de aquí! ¡Te vas ya, Loretta! —le gritó enfurecido—, ¡te vas por tu propia cuenta o te saco yo a patadas de aquí!

Loretta, de mala gana debió irse y su madre estuvo a punto de golpear a Turquesa, por la simple razón de preferir, su hijo, a la joven y no a su querida futura nuera.

—Si te atreves a golpearla, yo mismo te echo del castillo, madre, te aseguro que te lo hago.

—¿Acaso no te das cuenta, la manera en cómo te envuelve en su telaraña? ¿Acaso no te das cuenta la clase de mujer, arrastrada y trepadora que es o qué, Dominik?

—¡No me jodas, mamá! ¡Me estás agotando la poca paciencia que me está quedando contigo y te suplico, te exijo que no me jodas más! ¡Ni a mí, ni mucho menos a Turquesa! —le gritó enojadísimo, matándola con sus ojos en los ojos de su madre.

—Algún día me darás la razón y será demasiado tarde, hijo.

—Lo dudo muchísimo mamá, lo dudo muchísimo eso madre.

Su madre se fue de allí y ellos volvieron a quedarse completamente solos en la terraza del jardín trasero.

Horas más tarde, llegaron al castillo, y tanto su padre como su madre, quedaron impactados por todo lo que tenía el entorno del castillo y el palacio también.

—¡Bienvenidos a mi hogar! —les dijo muy contento y feliz de volver a verlos.

—Muchísimas gracias, Dominik —le respondieron Perla y Ricardo.

—Gracias por la nueva bienvenida, su majestad —le respondió seria, la joven.

—Entre los dos se acabaron las formalidades y las reverencias tuyas hacia mí —le expresó sinceramente mirándola penetrantemente a los ojos y se calló—, pasen, por favor, no se queden afuera sin pasar dentro —les dijo abriendo más la puerta de su palacio—, tú y yo debemos hablar, luego, ésta vez sí que no te me escaparás.

—Hasta dónde yo sabía, en mi casa hemos aclarado todo y nos hemos dicho absolutamente todo, Dominik.

—Pues estás muy equivocada, jovencita.

—Dudo que así lo sea —le dijo y él se rió a carcajadas.

—Me gusta, no sabes cómo me gusta cuando me llevas la contra como solías hacerlo cuando te he conocido hace ya ocho meses atrás —le dijo, sonriendo de costado de una forma socarrona y desafiante.

—Pues ten muchísimo cuidado porque con ésta —le respondió, señalándose la lengua con el dedo índice—, puedo llegar a matarte.

—¡Turquesa! —le gritó Antoniette, apenas la vio, fue corriendo para abrazarla fuertemente—. ¡Qué alegría volver a verte, Turquesa! —le dijo con una enorme sonrisa—, ¡lo pasaremos en grande estos días! ¡Ya verás que sí! —le repitió la prima de Dominik.

—¡Antoniette, suéltala ya! —les gritó enfurecida su tía.

—¡Basta con gritar, mamá! —le gritó Dominik.

—¡Tú te callas! —le gritó.

—¡Tú no me vas a callar, aquí es donde vivo! —le dijo, gritando un tono más alto.

—¡¿Qué haces aquí?! —le gritó malhumorada y furiosa, sin darle importancia a su hijo.

—He venido a la boda de mi mejor amiga.

—No eres bienvenida aquí.

—¡Madre, mis hijos y yo vivimos aquí, tú, no! ¡La única que estorba aquí, eres tú, si no te gusta lo que te estoy diciendo, te invito a marcharte, ahora si te quieres quedar hasta el día después de la boda de tu hijo menor con su prometida, pues entonces, te quedas callada y te aguantas todo, yo invito a quién se me da la gana, por algo todo esto es mío, lo tengo como propio, así qué, Turquesa, volverás a ocupar la alcoba que una vez te fue asignada y tus padres pueden ocupar el aposento que está contiguo a tu alcoba.

—Dominik… No quiero causar ningún contratiempo, no me gustan las discusiones y ni mucho menos las peleas entre la familia, prefiero que nos vayamos a un hotel.

—Tú haces lo que yo te estoy diciendo, te instalas en la alcoba que solías usar, tú me diste alojamiento en tu casa, lo menos que puedo hacer yo es alojarte en mi hogar también, a ti y a tus padres.

—De acuerdo —le contestó y tomó las maletas.

—Deja que te ayudemos.

—No es nada, puedo llevarlas.

—Ay no seas tonta Turquesa, nos encanta que estés aquí —le dijo Antoniette.

Los días no estaban pasando para nada bien, la madre de Dominik era un fastidio, y en la mesa, cada vez que compartían las comidas, era una araña, venenosa como pocas.

La noche antes del casamiento, el príncipe quiso cenar con Turquesa, ella no estaba del todo convencida, no cuando la madre de él, siempre esperaba el momento oportuno para meter su aguijón. La única que la convenció de ir, fue su madre.

—Creí por un instante que no te presentarías a la cena en el jardín trasero.

—Mi madre me convenció.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué debió convencerte otra persona, Turquesa?

—Porque no quiero que tu madre me siga humillando de esa manera, no lo necesito y no lo quiero tampoco, ni mi familia y yo menos.

—¿Te hubiera gustado que yo sea un hombre común y corriente?

—Por una parte sí.

—¿Y por la otra parte?

—Y por la otra parte, no puedes cambiar lo que ya eres desde que has nacido.

—¿Qué soy para ti?

—Un hombre, como cualquier otro.

—¿De veras? ¿Estás cien por ciento segura de lo que me has acabado de decir?

—Sí, ¿por qué me lo estás preguntando?

—Porque tengo pensado dejar el trono

—¿Cómo es eso? —le preguntó incrédula.

—Lo que me has acabado de escuchar, Turquesa, dejaré el trono, mi madre se ha empecinado en querer casarme con Loretta y tú sabes perfectamente que no la amo.

—Pero deberás casarte con ella, tus hijos son demasiado pequeños todavía, y necesitan una madre, y tú necesitas a alguien que te vuelva a dar un heredero.

—Necesito a alguien que me haga feliz, no otra insensata que… —frenó sus palabras y cambió de tema—, ¿podemos cenar tranquilos?

—Sí, de acuerdo, ¿por qué estás tan decidido a dejar el trono? No lo puedes dejar, no está bien eso que haces.

—Siento el mismo sentimiento que tú sientes por mí, si no puedo tenerte, entonces renunciaré a la corona.

—No puedes hacerlo por el simple hecho de sentir algo por mí.

—¿Entonces? ¿Qué quieres que haga, Turquesa? —le preguntó, mirándola penetrantemente a sus ojos.

—Pues no lo sé eso, pero no puedes renunciar a la corona por algo como esto, estás loco si haces eso.

—¿Me crees tan estúpido de cometer por segunda vez el mismo error?

—Dominik, no compliques más las cosas, déjalas como están.

—Si tú no quieres que renuncie a la corona, entonces deberás hacer algo por mí.

—¿Algo como qué?

—Como casarte conmigo.

—No puedes pedirme eso.

—O es eso, o renunciar a la corona.

—¿Qué es lo que no entiendes, Dominik? No puedo ser parte de tu vida.

—No me importa el rango que tengas, no me importa que seas una plebeya, quiero ser feliz y lo quiero intentar contigo, tú sabes bien el primer desastroso matrimonio que he tenido, no quiero volverlo a pasar con Loretta.

—No pertenezco a éste lugar, no pertenezco a esta realeza y no quiero sufrir y ni mucho menos ser despreciada y pisoteada por terceros, y tú tampoco sabes cómo será nuestro matrimonio, no sabes nada de eso, no sabes si será desastroso o no lo será, soy una chica de clase media sin lujos, la relación entre ese rango y el que tú tienes es abismal, y tú sabes mejor que ningún otro hombre las de habladurías que se diseminarán alrededor nuestro.

—Ese no es un problema, mi ex esposa me había engañado de la peor manera, mi madre me la presentó, pensé y creí que era tal cuál se presentaba frente a mí, pero me había equivocado, nunca me había amado, lo único que ella quería era el poder que le podía otorgar y el rango de ser La Princesa de Rosen.

—¿Y qué te hace pensar que eso no es lo que yo verdaderamente busco, Dominik? Estamos peor, porque tu primera esposa sí era una Princesa, pero yo soy solamente Turquesa Dalton, una simple y común plebeya.

—Te he conocido por seis meses enteros, me bastan y sobran para darme cuenta la clase de mujer que eres, Turquesa.

—Tenemos estilos de vida muy diferentes.

—¿Quién dijo diferentes? ¿A qué te refieres con diferentes?

—El estilo de vida, yo no estoy acostumbrada a los eventos del tamaño a los que ustedes suelen presentarse.

—Con el tiempo te acostumbraras, ya veras que sí, Turquesa.

—No tengo intenciones de casarme contigo, Dominik.

—O te casas conmigo o yo renuncio a la corona.

—Me da risa lo que me estás diciendo —se lo dijo, riéndose.

—A mí no me causa ninguna risa, ¿o te casas conmigo o hago lo que te he dicho anteriormente?

—¿Qué quieres que te diga?

—Quiero que me des una respuesta.

—No hago las cosas a las apuradas.

—Necesito y quiero una respuesta muy pronto.

—No tengo la mente puesta en lo que me estás preguntando, estoy muy metida con la boda de mi mejor amiga.

—Trata de pensar sobre eso, es más, ve y trata de pensar sobre lo que te diré a continuación, si yo le comunico a mis padres que renuncio a la corona y decido irme contigo, mi madre se pondrá peor, en cambio si te casas conmigo, no le gustará, se enfurecerá, pero es peor que si renuncio.

—Eres un testarudo, tú no me estás entendiendo nada.

—La que no me entiende aquí eres tú, quiero una respuesta el día siguiente a la boda.

Estaban por terminar cada uno su postre, cuando escucharon voces femeninas que procedían de la parte de la entrada principal del castillo.

—¿Qué haces cenando a solas con ésta desgraciada? —le preguntó su madre y ella se levantó de la silla.

—Buenas noches, señora.

—¿Qué haces con ella a solas y encima cenando, Dominik?

—No seas mal educada y dile buenas noches a ella también, madre.

—¿Te he preguntado que éstas haciendo con ella, Dominik?

—Estamos cenando, ¿o acaso no lo estás viendo? ¿Qué quieres ahora? ¿Y por qué traes a Loretta a esta hora?

—Nos encontramos en la fiesta que hizo una de mis mejores amigas, tú ya sabes —le dijo su madre—, es Frida una de mis mejores amigas, y la invité a tomarse una copa, suponiendo que se la tomaría contigo, ya que estabas solo aquí, no creí que estuvieras cenando con ésta fulana.

—¡Su nombre es Turquesa y miles de veces te he repetido que la respetes y la llames por su nombre y no con cualquier otra palabra, madre! —le gritó malhumorado y matándola con su mirada—, Loretta, puedes irte por donde has venido, porque es muy obvio que ya conoces la salida a la perfección —le respondió cínicamente con una sonrisa socarrona de costado.

—Es mejor que yo me vaya a dormir.

—Tú, te quedas aquí, las que se van ahora mismo son mi madre y por supuesto Loretta, que obviamente no tiene nada que hacer aquí.

—¿En vez de echarme a mí, por qué no la echas a ella que bastante tiempo ha estado aquí?, lo cuál no te aporta nada aquí, solamente mala imagen para ti, que eres un Príncipe, El Príncipe de Rosen —le escupió Loretta con respecto a ella.

—Por la simple razón que ella sí me agrada como persona y por sobre todas las cosas como mujer, en cambio tú, a mí no me despiertas nada más que asco, te detesto y ese sentimiento hacia ti, jamás cambiará.

—De veras Dominik, me voy a dormir, será lo mejor para todos nosotros.

—La única cosa buena que podrías hacer y que sería lo mejor para todos nosotros es irte de regreso a tu país —le dijo Loretta y Claire sonrió de manera triunfadora por su futura nuera.

—¿¡Y a ti quién te dio opinión!? ¡Te vas, pero ahora mismo de aquí! ¡Te vas ya, Loretta! —le gritó enfurecido—, ¡te vas por tu propia cuenta o te saco yo a patadas de aquí!

Loretta, de mala gana debió irse y su madre estuvo a punto de golpear a Turquesa, por la simple razón de preferir, su hijo, a la joven y no a su querida futura nuera.

—Si te atreves a golpearla, yo mismo te echo del castillo, madre, te aseguro que te lo hago.

—¿Acaso no te das cuenta, la manera en cómo te envuelve en su telaraña? ¿Acaso no te das cuenta la clase de mujer, arrastrada y trepadora que es o qué, Dominik?

—¡No me jodas, mamá! ¡Me estás agotando la poca paciencia que me está quedando contigo y te suplico, te exijo que no me jodas más! ¡Ni a mí, ni mucho menos a Turquesa! —le gritó enojadísimo, matándola con sus ojos en los ojos de su madre.

—Algún día me darás la razón y será demasiado tarde, hijo.

—Lo dudo muchísimo mamá, lo dudo muchísimo eso madre.

Su madre se fue de allí y ellos volvieron a quedarse completamente solos en la terraza del jardín trasero.

39: Capítulo 39
Capítulo 39

Dominik y Turquesa, volvieron a sentarse y mientras terminaban de comer el postre, ella le habló.

—Acabas de presenciar lo que yo no quiero pasar, eso era a lo que me estaba refiriendo, Dominik.

—Has sido mi responsabilidad a partir del momento en que te he conocido, no me pidas que deje de protegerte y de defenderte, yo no tengo ninguna intención en casarme con Loretta, y tú y yo sabemos bien lo que sentimos el uno por el otro.

—¿Qué quieres de mi realmente?

—Te quiero a ti, solo a ti, Turquesa.

—¿Tú entiendes que soy solamente una chica de barrio común y corriente, con una clase social media trabajadora, que soy solamente una esteticista?

—Si a mí eso no me afecta en lo absoluto, a ti tampoco te tendría que afectar.

—Son demasiadas cosas las que debería dejar atrás.

—¿Por qué?

—Porque es muy obvio eso, no puedo volver a trabajar de lo que siempre me dio de comer, ¿o sí puedo seguir trabajando?

—No, no puedes volver a trabajar.

—Me lo suponía, era muy factible.

—Así qué, ya sabes perfectamente las opciones que te había dado al respecto, o te quedas conmigo y nos casamos o yo renuncio al trono.

—Esas no son opciones, esas opciones son como ponerme entre la espada y la pared.

—Pues sí.

—Lo dices de una manera tan tranquila que me da hasta miedo.

—No tendrías, no deberías tenerme miedo a mí tampoco.

—A ti no te tengo miedo.

—¿Y entonces?

—Y entonces, estoy confundida.

—Piénsalo bien, porque de tu respuesta depende tu felicidad, Turquesa.

—Qué aliciente que me das, Dominik.

—Ya estás viendo cuán entusiasmado estoy.

—Sí, ya lo creo que lo estás Dominik, en fin, será mejor que me vaya a dormir, supongo que ya debe ser demasiado tarde y mañana tengo que levantarme muy temprano, la novia quiere que le haga ciertas pruebas de maquillajes.

—Me parece perfecto eso, y no tengo duda alguna que la dama de honor se verá tan bonita o más bonita que la novia también.

—La novia debe verse bonita, y no la dama de honor.

—Pero a mí la que me trae loco de amor es la dama de honor.

—Dominik, yo te agradezco las bonitas palabras que me dices, pero, no sé si me quedaré contigo, me atan muchísimas cosas en Buenos Aires.

—¿Acaso tienes un hijo allí?

—No, claro que no.

—¿Entonces, cuál es el gran problema?

—Mis padres, es decir, ellos viven allí, no tenemos tanto dinero como para que estén yendo y viniendo cada vez que se les antoje visitarme.

—¿Ese es el gran problema? Sabes perfectamente que cuándo quieres mi jet privado está a tu disposición también, Turquesa.

—Eres muy amable, Dominik, pero no puedo abusar de tu hospitalidad de esa manera.

—Si no quisiera que me lo usaras para las cosas que tú quieres, directamente, ni siquiera me atrevía a abrir la boca para ofrecértelo.

—De acuerdo, te lo agradezco de todo corazón, eres muy amable y es muy gentil de tu parte ofrecerme tu jet privado.

—Si te ofrezco y aceptas mi jet privado para los viajes que quieras tú hacer y que tus padres quieran hacer, yo quiero algo a cambio de mi ofrecimiento.

—Sabía que algo me ibas a pedir.

—No pido las cosas sin recibir nada a cambio, no cuando me gusta la mujer que tengo frente a mis ojos.

—Muy modesto de tu parte por ser un Príncipe, ¿qué quieres?

—Que aceptes que te despose.

—Quiero pensarlo primero.

—Está bien —le respondió luego de un profundo suspiro de tristeza.

—Ahora sí, me iré a dormir —le dijo, levantándose de la silla—, buenas noches y hasta mañana.

—Buenas noches, Turquesa, que duermas bien.

—Igualmente, Dominik —le expresó sinceramente y entró a la sala principal para luego subir las escaleras e irse a la alcoba.

A la mañana siguiente, luego del desayuno, Roberta y Turquesa se encerraron en la alcoba de la última, para comenzar con las pruebas de maquillaje.

—¿Cómo te sientes que ya dentro de una semana más, serás La Princesa de Rosen?

—Con los nervios a flor de piel, todavía no me lo puedo creer, y más cuando todos aquí son muy buenos conmigo.

—A excepción de la madre de Dominik y Preston.

—Sí, a excepción de ella.

—Así es, en fin, dime, ¿qué te parecen estos? Mírate en el espejo y dime cuál de los dos te gusta.

—El izquierdo, me gusta muchísimo.

—Me lo imaginaba, porque a mí también me gustó más, te queda muy bien en la piel la gama de colores, aún así te seguiré probando algunos otros más, ¿te parece?

—Sí —le respondió su amiga.

—Anoche…

—¿Sí…?

—Anoche tuve una cena en la terraza del jardín trasero.

—Eso es maravilloso, Turque —le dijo contenta y feliz por ella.

—Eso creo… me… me pidió que me casara con él.

—¡Es maravilloso! ¿Me supongo que le has dicho que sí, verdad?

—¿Estás loca? No, no me casaré con él, aunque no lo sé todavía.

—Estás loca de remate si no te casas con él, es el hombre perfecto para ti, y te lo digo porque sé perfectamente que tú estás enamorada de él, como él lo está de ti, acéptalo, acepta casarte con él, lo harás inmensamente feliz, tesoro, tú lo quieres y él te quiere a ti, a ti no te importa que sea un Príncipe y a él no le importa en lo absoluto que tú seas una esteticista profesional.

—Debería dejar todo por cuánto soñé.

—¿Y te parece muy poco pasar de unos minutos a otros de esteticista a Princesa? Olvídate de los sueños que tienes por cumplir, Turquesa, Dominik te está ofreciendo ser su Princesa por medio del matrimonio legal, no desaproveches ésta oportunidad que él mismo te está dando.

—¿Crees que ser una Princesa es fácil? ¿Sabes las cosas que implican serlo? Primero y principal tener un título de noblés, y segundo por supuesto, ser aceptada por la madre del novio.

—Aceptación o no de ella, si el hombre te quiere como su esposa, su madre se la tendrá que aguantar.

—El problema aquí es uno muy grande, Dominik es el heredero a la corona de Alemania y su madre hará todo lo posible para que su primogénito se case con quién ella decida.

—Dominik no es ningún estúpido y sabe perfectamente cómo trabaja la mente maquiavélica de su madre, así qué, por eso despreocúpate.

—No me hagas reír, Roberta, su madre es mala y jamás cambiará.

—¿Y a ti con eso qué? Dominik y los demás están de tu parte, él hace y deshace lo que se le venga en gana aquí, porque éste es el hogar dónde vive con sus tres hijos, ¿o acaso en algún momento te demostró algo que te hizo ver que está a favor de su madre?

—Pues no, en ningún momento vi algo como lo que me acabas de preguntar, y sin ir más lejos, anoche mientras comíamos nuestro postre llegaron su madre y Loretta.

—¿Loretta? ¿A qué ha venido aquí?

—Su madre pensó que su hijo estaría solo y le dijo a Loretta que la acompañara al castillo para que se bebiera una copa de vino junto con Dominik, el tiro le salió por la culata.

—Ya lo creo que de esa manera le ha salido, eso es genial.

—Lo peor del caso es que Dominik me defendió con uñas y dientes frente a Loretta y frente a su madre también.

—¡Eso es magnífico, Turque! Entonces, no se habla más del tema, deberías casarte con él.

—Me advirtió que pensara muy bien lo que le iría a responder, porque de mí dependía su decisión.

—¿Decisión de qué?

—De seguir con el reinado o renunciar a la corona.

—¿Cómo es eso? —le preguntó desconcertada, su mejor amiga.

—Claro, si lo acepto, seguirá el reinado, pero si no lo acepto, renunciará a la corona por mí, para ser un hombre común y corriente y vivir en dónde nosotros dos lo queramos, para construir una vida juntos, él, sus tres hijos y yo.

—No puede hacer eso.

—Es lo mismo que yo le había dicho, pero no entra en razón.

—Tú no entras en razón, Turquesa, te casas con él y se acabó todo el gran problema, a veces no te entiendo, eres mi mejor amiga, esto es mucho mejor que el sueño que tienes como meta por cumplir.

—Pienso irme de aquí  con mis padres apenas tú y Preston se casen, nos iremos al próximo día, no nos quedaremos ningún otro día más, tanto Dominik como las otras dos mujeres lo supieron anoche también.

—Tú estás bien loca mujer, Dominik dejará plantado a un país entero solo porque tú no lo aceptaste como esposo, tarde o temprano a la madre de él se le acabará su jueguito y arderá Troya aquí dentro.

—No sé qué haré, Roberta, están mis padres también.

—Tú me has dicho que tu mamá está de acuerdo en que tengas algo con Dominik, ¿por qué ahora te quieres echar atrás?

—No conozco del todo a su madre y no quiero más problemas con ella de los que ya tengo por no haberle caído bien como persona.

—Dominik, siempre te defenderá de los ataques de su madre contra a ti, Turquesa, sus hijos, su prima y nosotros estaremos siempre de tu lado, apoyándote y defendiéndote —le expresó sinceramente y alguien tocó con tres golpecitos la puerta de la alcoba.

—Adelante.

—Ustedes discúlpenme, señoritas —les expresó sinceramente el señor Turner.

—No se preocupe, señor Turner, ¿necesita algo?

—Vengo a dejarle unas cajas, señorita Dalton.

—¿Por qué?

—Su Majestad quiere que lo acompañe a una carrera hípica.

—Sí, por favor, Turquesa, ven con nosotros, yo iré con Preston, y tú bien podrías ir junto con Dominik, podrías acompañarlo, ¿verdad?

—No puedo hacer eso y tú lo sabes perfectamente, Roberta.

—Su Alteza, vendrá a obligarla a acompañarlo si usted no lo confirma por su propia voluntad.

—De acuerdo, iré con ustedes.

—¡Perfecto! —le gritó Roberta contenta por saber aquella noticia y saltó de la silla—, ya iré a cambiarme de ropa para irnos cuánto antes al hipódromo.

—Todavía no he terminado de hacerte las pruebas.

—No importa, el del ojo izquierdo que me has probado, es perfecto para mi boda, así qué, ese mismo quiero que me hagas.

—De acuerdo, ¿y para el compromiso?

—El mismo día me maquillarás.

—¿Sin antes hacerte ninguna prueba de maquillajes?

—Así es, sin antes hacerme una prueba de maquillaje, eres profesional y no necesitas practicar más ya.

—Los estilos y los maquillajes siempre se renuevan y yo siempre tengo que perfeccionarme con los maquillajes y con los peinados.

—Está bien eso, pero confío plenamente en ti, Turquesita.

—Está bien, Rober, señor Turner.

—¿Sí, señorita Dalton?

—Comuníquele a Su Majestad que lo acompañaré al Derby.

—Perfecto, con su permiso.

—Propio.

40: Capítulo 40
Capítulo 40

Turquesa decidió maquillarse muy tranquilamente, y luego de hacerlo, abrió las cajas que estaban apoyadas sobre un escritorio.

Dominik, no se andaba con vueltas, le había comprado un vestido de verano corto, del diseñador Valentino, amarillo a lunares blancos, con una manga caída y la otra se mantenía sujeta al hombro derecho. Una capelina al tono, zapatos del mismo color, guantes cortos blancos, una chaqueta combinada al tono y una cartera de mano haciendo juego también.

La joven nunca había ido a un Derby, y estaba muy ansiosa por ir, aunque sí sabía de qué se trataba, jamás había presenciado uno.

Terminó de ponerse perfume y una vez que se puso la chaqueta, salió de la alcoba en dónde siempre dormía.

Fue a la habitación donde dormían sus padres y golpeó a la puerta, le abrió su padre.

—Vaya, qué bonita señorita que tengo frente a mis ojos, ¿a qué se debe tu grata visita, jovencita?

—¿Mamá está contigo, papá?

—Sí, cariño, ¿qué ha pasado?

—Nada —le respondió sinceramente entrando a la alcoba y su padre cerró la puerta—, solo he venido a comentarles que dentro de un rato me voy con Dominik a una carrera de caballos, Roberta y Preston irán también y Dominik me pidió por intermedio del señor Turner que lo acompañara.

—Me parece perfecto —le dijo su madre.

—¿De veras, mamá? —se lo preguntó muy sorprendida.

—Sí, Turquesa, ya te he dicho en nuestra casa que puedes tener algo con Dominik, es un hombre maravilloso y te ama inmensamente, parece ser que todavía no me lo crees, si tú eres inmensamente feliz, nosotros también lo seremos, lo único que queremos es que tú seas feliz con el hombre que realmente amas, no importa en qué lugar del mundo, por una parte, nos da tristeza un poco, pero por la otra, nos ponemos muy felices de saber que por fin un hombre como Dominik te quiera y te ame profundamente.

—Diciéndome eso me haces sentir más tranquila mamá, necesitaba que me lo volvieras a repetir porque sinceramente estaba muy confundida.

—¿Por qué?

—Porque anoche Dominik de una manera no muy convencional, me ha pedido que me casara con él, y sinceramente no sé lo que debo hacer.

—Haz lo que te dicte tu propio corazón.

—Pero ustedes parece que no les ha agradado la noticia.

—Sí que nos ha agradado, pero nosotros estamos como tú también, Turquesa, desconcertados por la manera en cómo te lo ha pedido —le dijo su padre.

—Yo creí que te lo iría a proponer de una forma muchísimo más romántica, es decir, Dominik es un verdadero Príncipe, de carne y huesos, pensé por un momento que te iría a proponer matrimonio como en un cuento de hadas.

—Los cuentos de hadas no existen, mamá.

—Ya me lo suponía.

—Dominik me dio dos opciones, o me caso con él o renuncia a la corona de Alemania, el problema es que, su madre es demasiado mala.

—Si Dominik en verdad te ama como te lo estuvo demostrando desde que lo he conocido personalmente, pues no tienes de qué temerle a la arpía venenosa que tiene por madre.

—Pero… —le contestó y alguien golpeó a la puerta interrumpiendo la conversación.

—¿Quién es? —preguntó Ricardo.

—Soy Roberta —le respondió y su padre le abrió la puerta de la alcoba—, supuse que Turquesa estaría aquí, ya nos debemos ir.

—Sí, en fin, me voy —les dijo saludándolos con un beso en cada una de sus mejillas y ellos le correspondieron el beso en la mejilla de su hija.

—Diviértete muchísimo —le dijo la madre.

—Lo haré, mamá —le expresó sinceramente, sonriéndole y ella correspondió a su sonrisa de la misma manera.

Turquesa, salió de la alcoba luego de darles un beso y Roberta le habló otra vez.

—Nos están esperando abajo, en la sala.

—Está bien.

—Oye, me encanta tu vestido, es muy hermoso.

—Muchísimas gracias, me lo compró, Dominik.

—De nada, es un hombre con un muy buen gusto cuando se trata de querer vestir a su futura esposa —le dijo bromeando—, aunque a mi parecer, más que vestirte, el hombre quiere desnudarte, ¿ya lo sabes, verdad? La manera en cómo te come con su mirada no es algo que se pueda pasar por alto para los demás a su alrededor.

—Basta, Roberta.

—¿Por qué? Solo te he dicho la pura verdad, tienen algo eléctrico entre ustedes dos.

—Dominik era demasiado diferente cuando apenas lo conocí, era muy frío, distante, con hielo en sus venas y gruñía todo el tiempo, siempre contestaba mal y lo que quizás le gustaba era que yo no me quedaba ni un segundo callada y le terminaba contestando.

—Te lo vuelvo a repetir, tú y él tienen algo electrificante, los polos opuestos se atraen, y si piensas irte a Argentina como una cobarde dejo de ser tu amiga, y te aseguro que te lo hago, Turquesa.

—Está bien, Roberta, no te enfades de esa manera conmigo, ya te he entendido.

Bajaron las escaleras que daban a la sala principal, ambos hermanos silbaron hacia las chicas y ambas se rieron.

—¡Qué bonito tu vestido, Turque! —le gritó la niña, encantadísima.

—Muchísimas gracias, bonita.

—De nada, y el tuyo también me gusta muchísimo, tía Rober —le dijo la niña para que no se sintiera mal.

—No te preocupes, Misha, sé que te gustó más el de tu adorada, Turquesa que el mío, pero… si me das un besito me pondré muy contenta —le dijo sonriéndole y la niña se tiró en sus brazos y le dio aquel beso tierno y dulce—, eres una interesada, chiquilla traviesa —le dijo haciéndole cosquillas en su pancita y la niña se retorcía de las carcajadas que su tía le estaba produciendo.

—Bonito vestido el que tienes puesto, jovencita.

—Muchas gracias, señora.

—Y demasiado caro, por cierto, lo he visto hace un par de días atrás en la calle principal, donde las personas con un alto poder adquisitivo suelen comprar, oh sí, ya lo recuerdo —le dijo con burla—, lo he visto en el escaparate del diseñador Valentino, por lo que sale ese vestido, no creo que lo hayas pagado de tu misero bolsillo.

—¡Madre, basta! Vayámonos cuanto antes de aquí, Misha pórtate bien, y dile a tus hermanos más grandes que lo hagan también, ¿de acuerdo pequeñita?

—De acuerdo, papito lindo —le respondió sinceramente y muy dulce, dándole un beso en sus labios, beso que correspondió de la misma manera su padre.

—¿Por qué no quieres escuchar el precio del vestido? Es lo más lógico, así cuando tengas dinero podrás comprártelo con tu propio dinero y no con el dinero ajeno de un Príncipe, el vestido que estás usando vale muchísimo más, que todo el miserable sueldo, que de seguro ganas en ese programita de televisión maquillando y peinando a las personas de allí, estoy al tanto de tu mugrosa vida, jovencita, sé que tu padre es un simple papelero y tu madre una ama de casa con los nervios alterados, bonita familia de locos —le dijo sarcástica y burlonamente riéndose maquiavélicamente—, tu padre es solamente eso, tu madre es un cero a la izquierda y tú, bueno, pues si veo a tus padres, es obvio de la manera en cómo has salido, salta a simple vista.

—Si vamos al caso, tú también eres una simple ama de casa, madre, la diferencia esta en que la madre de Turquesa, cocina, limpia la casa, ordena las cosas, hace las compras y se vale por sí misma, en cambio tú, no sabes cocinar, no sabes limpiar, no sabes ordenar, no haces las compras y debes llamar a otras personas para que ellas lo hagan por ti, porque tienes miedo de romperte una puta uña, su trabajo es digno y ejemplar, en cambio el tuyo, deja muchísimo que desear, te lo advierto, no te metas con sus padres.

—¿Y si no, qué harás, Dominik?

—Me ganarás como un hijo vengativo, madre, y te aseguro que te lo haré pagar de la peor manera que me sea posible —le respondió sinceramente y demasiado perverso, y cerró la puerta principal a sus espaldas.

41: Capítulo 41
Capítulo 41

El casamiento de Roberta, había sido muy formal y bastante divertido. Durante los días en los que sus padres y Turquesa se habían quedado allí, jamás habían faltado las palabras fuera de contexto por parte de la madre de Dominik, y los malos tratos también. Ricardo y Perla, habían vuelto a Argentina, y su hija se había quedado a pasar unos días más, con la estrenada esposa de Preston, hasta que ambos se fueran de luna de miel. Lo peor que había colmado el vaso, había sido la gota gorda que derramó Claire, en contra de la joven. Amenazándola con hacer algo en contra de sus padres, si no se iba de allí, ese mismo día, no sin antes escribir una carta, la cuál dictaba Claire para que Turquesa escribiera cada mentira que salía de la boca de aquella mujer. Asustada y con lágrimas en los ojos, la joven no tuvo más opción que sentarse y escribir.

—Espero que nunca se arrepienta, señora. Creo que no quiere ver feliz a su hijo.

—Lo será con Loretta.

—Loretta no ama a su hijo, y usted lo sabe bien.

—Prefiero eso, antes que verlo casado con una fulana común y corriente.

—Ya veo que solo se guía por las apariencias.

—¿En qué clase de mundo vives? La Realeza siempre se guía por apariencias, no lo dudes ni un segundo. No te quiero en la vida de mi hijo, eso está más que claro. Y por eso, escribes esa carta, ¿verdad? —le contestó de manera cínica—. Termina de escribir lo que te digo, empacas tus cosas y te largas de aquí. El jet privado ya te está esperando en el hangar.

Turquesa se dio media vuelta y terminó por escribir el último renglón del párrafo. Las palabras, cada frase y el contexto, eran de una mujer sin amor por el hombre que verdaderamente amaba. Y sabía bien que Dominik, iba a tragarse cada palabra de aquella carta. Porque su madre era convincente y muy malvada.

Hacia ya tiempo atrás que la muchacha había vuelto de Rosen, y con su ida estaba muy segura que se había ganado el desprecio absoluto de Dominik, y de sus hijos, y había un enfriamento en la amistad incondicional que ella tenía con Roberta. Su prima, había quedado afectada por la sorpresiva carta también. La vida de Dominik, había cambiado drásticamente, la traición o la supuesta traición de Turquesa hacia él, lo volvió mucho más frío y soberbio que nunca. Ella se había ido sin siquiera despedirse de él, solamente dejándole una simple carta. Dominik, además de volverse frío como un témpano, se volcó al alcohol también.

Dentro de su oficina, Turner le trajo unos papeles que debía firmarlos.

—Su majestad, debe firmarme éstos papeles que no pueden esperar

—De acuerdo —le dijo, firmando a las apuradas los papeles—, ahora vete, quiero estar solo.

—¿Piensa seguir bebiendo? Sus hijos lo necesitan.

—Y yo necesito estar solo, Turner, vete antes que te insulte.

—De acuerdo, su majestad.

—Gracias, cierra bien la puerta cuando salgas de aquí —le respondió y volvió a girar su silla giratoria para mirar por el ventanal que daba al jardín trasero, con un vaso de whisky puro en sus manos.

Dentro de una de las recámaras principales, los recién casados conversaban sobre lo sucedido con Turquesa y la manera en cómo le había afectado al Príncipe.

—Preston, no quiero irme ahora de luna de miel.

—¿Por qué no, Roberta?

—Tú sabes perfectamente el porqué, algo aquí dentro me huele muy mal, y Turquesa no es de esas chicas que se van sin despedirse, es más, hasta donde yo lo sabía, Turquesa quería casarse con tu hermano.

—¿Me lo estás diciendo en serio, Rober?

—Pues claro que sí, nunca te mentiría en nada, eso tenlo por seguro, por eso es que algo aquí no me cuadra en lo absoluto, y estoy muy segura que tiene algo que ver tu madre, y perdóname que te lo diga de ésta manera, pero tu madre es obvio que odia a mi mejor amiga, y hay otro pequeño detalle.

—¿Cuál? —le preguntó muy desconcertado.

—Turquesa sí ama verdaderamente a tu hermano, por eso debes ayudarme a que se reencuentren y que todo este enorme lío se aclare cuanto antes, nuestros sobrinos no pueden volver a tener un padre despreocupado y tu hermano ni por casualidad tiene que seguir consumiendo alcohol, es horrible la mala imagen que está dando, escucho cosas muy feas a mis espaldas y no quiero que se arruine la vida por una mentira semejante, mi cuñado y mi mejor amiga se merecen estar juntos, merecen ser felices, ¿me ayudarás sí o no, Preston?

—Haría cualquier cosa por ti, Roberta, de eso que no te quede ninguna duda preciosa —le dijo dándole un tierno beso en sus labios, el cuál ella se lo correspondió también.

Dos días después, la niña del Príncipe, entró a su despacho para verlo, y este último la recibió de muy mal carácter.

—¿Qué haces aquí, chiquilla? Vete de aquí, Misha.

—Papi, ¿por qué estás así?

—Porque tu adorada Turquesa me dejó y ni siquiera se despidió de ustedes y ni mucho menos de mí, eso te pasa y les pasa por encariñarse tanto con una mujer que ni siquiera vale la pena, no vale ni un mísero centavo —le dijo seco, sujetándola de los brazos.

—Papi, Ethan, Alexander y yo, queremos a Turquesa, la queremos aquí de vuelta.

—¡Pues no la van a tener más aquí! ¡A partir de hoy las cosas cambiarán! ¡Sácate de esa cabecita la ansiedad de volverla a ver, porque no conseguirás nada con eso! ¡Nos dejó, nos abandonó, es más, ni siquiera era tu madre como para que le tengas tanto cariño! Y ahora, ¡vete de aquí! ¡No quiero verte! —le gritó pero la niña seguía empecinada en quedarse con él.

—Papi, por favor, ni mis hermanos y ni yo, queremos verte así.

—¿¡Y ustedes qué saben cómo me siento o cómo me ven!? —le volvió a gritar exasperado de tantas preguntas que le hacía.

—¡No te tengo más miedo! —le gritó desafiándolo y poniendo sus brazos en forma de jarrón con sus manitos apoyadas sobre su cintura.

—¡Deberías de temerme! ¡Sigo siendo tu padre te guste o no!

—Queremos al papá que una vez lo fue cuando estaba Turquesa.

—¡Turquesa no vendrá más! ¡Nos ha engañado a todos con su cara de niña buena y bonita! ¡Y no quiero volver a escuchar su nombre en éste hogar! ¡¿Lo has entendido perfectamente bien, niñita?!

—Sí, papá —le dijo ella, un poco asustada por sus reacciones.

—Comunícale lo mismo a tus hermanos, y vete de aquí.

42: Capítulo 42
Capítulo 42

Una semana después, en una cena familiar la desfachatez de la madre de los príncipes, no se había esperado, tal fue el caso que comenzó a criticar a la mejor amiga de Roberta y como tenía algunas copas de más encima, Roberta aprovechó en preguntarle varias cosas.

—Antes de hablar mal de mi mejor amiga, debería lavarse la boca con lavandina, señora, que sea la madre de mi marido, usted no tiene ningún derecho en insultarla como lo está haciendo, y tú, Dominik, cuñado querido, no seas tan imbécil en quedarte callado y en no contestarle a tu querida madre, ¿dónde ha quedado el macho defensor de Turquesa?

—Te pido por favor que ni se te ocurra nombrármela más a tu amiga, y tu, Preston, calla la boca de tu mujer, porque es una cotorra de la manera en cómo habla.

—¡La cotorra aquí es tu madre, estúpido! —le gritó furiosa—, ¿por qué te crees que ahora no aparece Loretta?

—Tienes una muy linda boquita para una Princesa —le dijo Dominik de manera burlona—, ahora sí debo decirte Preston, que son mejores las verdaderas princesas, no hablan, callan cuando se lo pides y te obedecen en todo, en absolutamente todo lo que les digas, en cambio las plebeyas hechas Princesas son una basura con piernas, te lo digo por experiencia, hermano.

—Eres un desgraciado, Dominik, agradéceme que me caes bien todavía y que tomo tus palabras como lo que en verdad ahora sí eres, un borracho, pregúntale ahora que tu madre está un tanto alcoholizada lo que ha pasado en verdad.

—¿Con respecto a qué o con respecto a quién?

—No te hagas el idiota conmigo, tú sabes bien a lo que me estoy refiriendo, Turquesa no es de hacer esa clase de cosas, no se iría sin despedirse de ti, es más, ella misma me había dicho que aceptaba casarse contigo, algo le habrán dicho para que se fuera sin siquiera darte una explicación coherente, solamente una ridícula carta te dejó —le dijo todo aquello mirando a su suegra con llamas de odio en sus ojos.

—Gracias a mí, tú estás ahora en una posición de poder, jovencita, no me provoques porque puedes terminar como Turquesa —acotó Claire.

—¿Eso quiere decir que admite haberla obligado a escribir esa carta que leyó Dominik?

—No metas palabras en mi boca que yo nunca he dicho.

—Pero admite que le ha hecho algo, eso está más que claro, señora.

—¿Dónde tienes metida a Turquesa? —le preguntó su marido—, ¡Contéstame, Claire! —le gritó malhumorado, golpeando con fuerza la mesa en donde estaban comiendo.

—Está por ahí.

—¿Por ahí dónde, Claire?

—Por ahí, Luke.

—No puede tener a mi mejor amiga raptada, señora, ¡eso es un delito!

—Está donde se ha merecido estar desde siempre, y nunca permitiré que la cochina de tu amiguita se mezcle con mi hijo mayor, futuro Rey de Alemania.

—Entonces era verdad lo que una vez me dijo Turquesa, su hijo menor no le importaba un comino con quién se casaba, y Turquesa se lo escuchó decírselo a ella de su propia boca, señora, solamente quiere que su hijo mayor se case con una de su alcurnia porque no quiere que ninguna plebeya ocupe el trono de Reina, sería muy lamentable eso para usted, ¿verdad? Siendo usted una verdadera Reina, que la presida una común y corriente plebeya sería lo más terrible que pudiera haber existido, ¿verdad, Claire? Y tú, pedazo de energúmeno, a ver si te despabilas y comienzas a buscarla —se lo dijo a Dominik.

Dominik se fue arriba, y Claire como le dolía la cabeza por tanto alcohol encima, se disculpó y se levantó de la silla.

—Si Dominik no se atreve a buscarla, la iré a buscar yo misma —dijo Roberta.

—Será como encontrar una aguja en un pajar, así qué, mantente al margen de todo esto, si no quieres desaparecer tú también de aquí —le respondió seria y secamente sin mirarla a sus ojos y subió las escaleras lentamente sujetándose de la baranda.

—Más te vale que a mí me digas dónde la tienes metida a Turquesa porque te aseguro que te arrepentirás, madre.

—La carta que te ha escrito, te debería alcanzar y sobrar, Dominik, no es una mujer digna de ti, no te llega ni a la planta de tus pies, ¿qué es lo que no me estás comprendiendo?

—¿Dónde tienes a Turquesa? —le volvió a preguntar él a su madre.

—Mañana vendrá Loretta a reemplazarla, verás cómo te olvidarás de aquella mujer y comenzarás una nueva vida con ella, cariño —le dijo intentando acariciar su mejilla, pero su hijo mayor se alejó de ella.

—¿Dónde tienes metida a Turquesa, madre? —le preguntó y como no le respondió, la sujetó fuertemente de sus dos brazos—, te recomiendo que me digas por las buenas donde está, si no quieres que por las malas yo ventile aquella aventura que has tenido con un plebeyo.

—¿De qué me estás hablando, querido hijo?

—Nada de querido hijo para ti madre, y no te hagas la tonta conmigo, que sabes bien de lo que te estoy hablando, te vi a ti besándote con otro hombre que no era precisamente mi padre, tendrías que haber sido mucho más disimulada si querías sentir los labios de otro hombre contra los tuyos, así qué, si no quieres que mi padre se entere y que los demás también se enteren de que en verdad has sido o sigues siendo una adultera, te aconsejo que me digas donde tienes escondida a Turquesa —le respondió fulminándola con sus fríos ojos como el más puro témpano mientras le apretaba fuertemente sus brazos.

—En el bosque.

—El bosque es demasiado grande.

—Cerca de la laguna, está la casa del leñador Kirby.

—¿A él se la has dejado?

—Sí, me estás lastimando hijo, ya suéltame.

—Debería romperte los dos brazos, ésta vez sí que te has ganado un hijo, pero un hijo vengativo —le expresó sinceramente con un dejo de maldad en cada una de sus palabras.

43: Capítulo 43
Capítulo 43

Bajó las escaleras a toda prisa y sin decirles nada a ninguno de ellos, salió a toda marcha con uno de los caballos de raza a todo galope.

Dentro de la cabaña, estaba Turquesa, despertándose como cada ocho horas lo intentaba hacer. Pero siempre, el leñador para tenerla dormida y sin levantar sospechas, le aplicaba una inyección nuevamente.

—Déjeme ir, por favor, se lo suplico.

—No, tengo muchísimas razones para retenerte aquí a escondidas, cuando la señora me de la grata noticia de lo que tiene planeado, podrás irte de aquí, te dejaré libre y deberás volver a tu país.

—No quiero seguir durmiendo más.

—Esto te mantendrá callada y sin chistar —le respondió aplicándole la inyección para volverla a dormir.

Fuera de la cabaña, Dominik había prácticamente llegado al lugar donde le había dicho su madre, se bajó del caballo y lo puso detrás de la cabaña para no dejarse ver por el leñador. Intentó mirar el interior de la cabaña, a través de la ventana, pero la tela de la cortina le bloqueaba la clara visión del lugar, y en dónde Turquesa podría estar escondida.

Esperó a que Kirby apagara las luces y cuando hubo esperado aquello, Dominik hizo lo que debía de hacer.

Encendió un poco de fuego, que pronto comenzó a consumirse todo lo que encontraba por su camino, y el leñador salió corriendo para poder apagar el fuego que había empezado de repente. Allí mismo, entró El Príncipe a la cabaña, buscando a la joven a oscuras.

—¡¿Quién anda ahí?!

—Devuélvame lo que es mío, Kirby.

—Su Alteza —le dijo el hombre tragando con dificultad al verlo allí.

—Así es, déme de vuelta a la chica que tiene aquí, ya lo sé todo.

—No la sacará de aquí tan fácil, Su Majestad.

—Kirby, tiene dos opciones: la señorita que tiene raptada aquí o le hago saber a todo el país que usted es cómplice de mi madre, La Reina de Rosen, y no creo que quiera dejar de trabajar por una complicidad semejante.

—La señora Reina, me dará bastante dinero por retenerla aquí.

—Y El Príncipe, te dará el doble y hasta el cuádruple por llevármela de aquí.

—No hay trato.

—De acuerdo, entonces vamos a pelear.

—¿Usted peleará? Ni siquiera puede levantar un mísero tronco, pero si en verdad quiere salir de la pelea golpeado brutalmente, entonces vamos a pelear.

—Perfecto, veremos luego lo que tienes para decirme, Kirby.

Pelearon por más de una hora, Dominik había recibido varios golpes, pero el que estaba muchísimo peor era el leñador. Un último golpe propinado por Dominik a Kirby, lo dejó aturdido y cayó al suelo abruptamente.

—Puedo ser un Príncipe para muchos del país que rijo, pero te salió mal el plan de que yo en verdad no supiera defenderme con mis puños, pedazo de estiércol, ¿Turquesa, me escuchas? —le preguntó, pero ella no le respondió.

Encendió una luz y la encontró acostada sobre la cama, dormida por el efecto de la droga. Desató los nudos de la gruesa soga que estaban atados fuertemente en sus tobillos y en sus muñecas y luego, la cargó en sus fuertes brazos, estrechándola contra su enorme y duro pecho.

—¿Qué te han hecho, Turquesa? —le preguntó en vano, y luego salió de la cabaña cargándola en sus brazos.

Caminó con ella en sus brazos seguido por el caballo de pura sangre que tenía la correa del caballo amarrada a su muñeca izquierda. Cada paso que él daba, su caballo lo seguía como un igual más.

Casi dos horas posteriores, dejó el caballo en la caballeriza y entró junto con Turquesa por la puerta principal del castillo.

Roberta del salto que había pegado al levantarse de su silla, la hizo volcar y fue corriendo al encuentro de su amiga. La prima de los hermanos, Preston y su padre estaban un poco alejados, pero atentos a la situación.

—¿Dónde estaba? —preguntó Roberta muy preocupada.

—En la cabaña del leñador Kirby, tenía razón mi madre.

—¿Quién es ese?

—El leñador del pueblo.

—¿Qué le han hecho? —le volvió a inquirir la amiga de Turquesa.

—No lo sé, Roberta, llamaré al médico de la familia para que la revise como tiene que ser.

—Más te vale, porque si le llega a pasar algo, la culpa la tendrá tu madre —le respondió seria y molesta, matándolo con su mirada.

—La llevaré a la alcoba.

—Estás hecho un desastre hermano —le respondió Antoniette.

—¿Cómo crees que saqué de la cabaña a Turquesa, Antoniette?

Dominik, subió las escaleras con ella en sus brazos y tiempo más tarde la depositó sobre la cama de dos plazas, habitación en la cuál, Turquesa ocupó hacia meses atrás.

Roberta y Antoniette, ayudaron a la joven a quitarle la ropa y la bañaron. Mientras que los tres hombres se quedaron en el pasillo de las habitaciones.

—Esto no está dando para más, o haces algo con nuestra madre o soy yo el que lo hace —le dijo molesto Dominik a su propio padre.

—Podría sugerirle que comenzara a ir a un psicólogo —le dijo Luke.

—No querrá, ya sabemos bien como se pondría si le sugieres que visite un psicólogo —le contestó el hijo mayor.

—Entonces, ¿qué recomiendas? —le preguntó su padre.

—Que la alejes por el momento de Turquesa, mejor dicho, aquí ya no se puede quedar por más tiempo, a parte, se suponía que se irían a quedar solamente un par de meses y nada más, y ya vamos por el tercer mes o más que se están quedando aquí —le acotó Dominik.

—Ya pasaron cuatro meses, tú estuviste borracho, así qué, ni siquiera te importó la noción del tiempo.

—No, la verdad es que no me han importado, en fin, piénsalo papá, puedes sugerirle también que se vayan de viaje, la cuestión aquí, es que no quiera verla cerca de Turquesa, ¿sí me comprendes, verdad?

—Sí, claro que sí, hijo, cuenta conmigo para eso y para cualquier otra cosa.

—Te lo agradezco.

Dentro del despacho de Dominik, éste, marcó a larga distancia, a los padres de Turquesa, para avisarles que su jet privado, iría a recogerlos para ver a su hija. Más tarde, apenas cortó la llamada con ellos, llamó al médico personal de la familia. Y pidió a dos guardias reales que custodiaran la puerta de la alcoba de la muchacha, prohibiendo dejar entrar a su madre.

Poco tiempo después, llegó el médico y entró a la alcoba para revisarla, al lado del hombre, se encontraba El Príncipe.

Debió de ponerle suero, por la deshidratación que presentaba y le dijo a Dominik, que Turquesa debía descansar.

Posteriormente, salieron de la habitación y Roberta se acercó a ambos.

—¿Cómo la ha visto, doctor?

—Está estable, le suministré suero, llegó demasiado deshidratada. Pero con respecto a lo que le aplicaban, por la manera en cómo tiene las ojeras y su piel, eso es producto del láudano.

—¿Láudano? En nuestro país eso no existe o por lo menos nunca lo he escuchado nombrar, siempre supe que es muy antiguo.

—Pero aquí sí, Roberta —le comentó su cuñado—, todavía hay medicamentos y cosas que siguen estando a pesar de la modernidad en la que vivímos.

—Es increíble, ¿y para qué sirve?

—Para calmar dolores y para dormir a las personas.

—En este caso, intentaba dormirla cada vez que el efecto del láudano se le iba —les dijo el médico—, tiene los dos brazos con moretones, producto de los pinchazos, sus tobillos y sus muñecas presentan signos de tortura.

—Cuando la encontré tenía atadas muy fuerte las sogas en sus extremidades —expresó, Dominik.

—No soy quién para hablar, y ni tampoco me debería meter en éste asunto, pero me he dado cuenta que la mujer que está allí dentro de la alcoba reposando, es para usted, algo más que una simple amiga, mi recomendación es alejar a su madre de aquí, si decide que se quede aquí aquella jovencita, entonces, deberá irse su madre de aquí o si no, deje ir a esa jovencita de vuelta a su país —le expresó sinceramente el médico de la familia.

—Muchas gracias por el consejo, la decisión ya la he tomado, mi madre se va de aquí.

—Y se va también Turquesa.

—¿Qué has dicho? —le preguntó a Roberta.

—Lo que has acabado de escuchar, Turquesa se va también, la conozco como la palma de mi mano, y es la hermana que nunca he podido tener, así qué, estoy segura que se irá de aquí, después de lo que le ha hecho tu madre, es mucho más que obvio que se irá.

—¿Por qué se tendría que ir de aquí?

—Porque no puedes obligarla a que se quede contigo cuando aquí no está segura y menos si sigue estando tu madre, y en parte, yo tengo la culpa de haberla convencido para que se decidiera en tener algo contigo.

—Yo no sabía que a mi madre se le iba a ocurrir la descabellada idea de mantenerla oculta.

—Tu madre, desde hace rato, quiere casarte con Loretta, ata cabos, Dominik, es mucho más preferible que tú mismo te des cuenta, antes que yo te lo diga a ti, ¿no te parece así? En fin, será mejor que vaya a ver cómo se encuentra.

44: Capítulo 44
Capítulo 44

Turquesa, estuvo un día entero, en la cama, sin despertarse, por la mañana, llegaron los padres de la joven, exigiendo ver a su hija.

—¡Dominik! ¿¡Dónde está mi hija!?

—Tranquila señora, los llevaré con ella.

—Creí que las cartas que me estaba mandando, eran de ella, me daba a entender que se pensaba quedar varias semanas aquí, junto con ustedes.

—Perla, hay algo que debes saber, tú y tu marido, asumo la responsabilidad de lo que le ha pasado a Turquesa, yo en parte tengo la culpa de haberle dicho que se quedara unos días más aquí, pero las cosas no sucedieron como yo las esperaba, mi madre obligó a Turquesa a escribir una carta para que llegara a mis manos, y así fue, pero lo que nunca le creí capaz de hacer, era de pagarle a alguien para que mantuviera cautiva a su hija.

—Tu madre es una amenaza para Turquesa.

—Y lo sé perfectamente, Perla, ayer mismo mi padre le pidió a su esposa que se fueran de aquí.

—Pero es muy obvio que no se querrá ir, no cuando todavía está aquí Turquesa, Dominik.

—No sé qué decirte Perla, vengan por aquí —les emitió y los llevó hacia donde ella estaba descansando—, mientras ustedes se quedan con ella, yo iré a atender unos asuntos.

—De acuerdo, ve tranquilo —le dijo el padre de la joven.

Sus padres se quedaron con ella, esperando a que despertara del sueño, solo media hora más, tardó en despertar, pero lo hizo desorientada y mareada.

—¿Dónde estoy?

—Tranquila, cariño, papá y mamá están aquí junto a ti, Turquesa.

—Mi cabeza me da vueltas, no recuerdo nada.

—Hace semanas que estuviste quién sabe dónde —le dijo su madre.

—Lo último que recuerdo es que escribí una carta obligada por Claire, luego entré en el auto para volver a Buenos Aires, y después que interceptaron el camino hacia el hangar, luego se bajaron varios hombres encapuchados y que fui a parar a una cabaña malolienta junto con un leñador que le decían Kirby.

—¿Intentaste verles las caras a esos sujetos? —le preguntó su padre.

—No, solo que se vestían de negro y eran muy profesionales.

—¿Qué piensas hacer al respecto, Turquesa? —le preguntó su madre.

—Quiero irme de aquí cuánto antes.

—¿Estás segura, hija?

—Sí, mamá, estoy insegura aquí, se supone que este palacio es inquebrantable, pero una persona que vive aquí es la causante de las cosas que me están pasando y no quiero ser la discordia de ésta familia y ni mucho menos arriesgaré mi vida por amar a un hombre, ¿qué es lo que me pusieron? —les preguntó mirando su brazo.

—Supongo que debe ser suero o alguna sustancia como son las sales para hidratarte nuevamente, estás demasiado flaca —le dijo y se levantó del borde de la cama del lado en dónde ella estaba durmiendo y se acercó al sachet de plástico para leerlo—, es suero, Turquesa.

Por otra parte, Dominik, discutió con su madre dentro de su despacho porque su hijo, la echó del castillo. No quería verla hasta nuevo aviso por él mismo. Ella se fue de mala manera de su despacho y sin obtener nada de su hijo a cambio, tuvo que empacar sus cosas y volver junto con su esposo, de vuelta a su propio palacio. Por la tarde, Dominik, aprovechó en visitarla para saber cómo se encontraba.

—¿Turquesa? ¿Estás durmiendo?

—No, Dominik.

—Pensé que lo estabas, ¿cómo te encuentras?

—Creo que bien, te agradezco lo que has hecho por mí.

—¿Sobre qué o por qué me lo agradeces?

—Por todo lo que has hecho por mí hasta ahora, es decir, el irme a buscar y el proporcionarme el médico personal de tu familia.

—Es lo menos que podría hacer por ti, Turquesa, quiero preguntarte algo.

—Dime.

—¿Es verdad lo que me dijo Roberta?

—¿Sobre qué, Dominik? —le preguntó mirándolo detenidamente a sus ojos, y él no le quitó la vista de encima tampoco.

—Que me ibas a decir que aceptabas casarte conmigo.

—Eso ya no viene al caso.

—¿Por qué no?

—Porque apenas tu médico me dé de alta, estoy decidida en irme de aquí.

—Hace unas horas atrás he echado a mi madre del castillo —le respondió sinceramente y ella se lo quedó mirando sorprendida.

—No debiste haber hecho eso, no está bien, tu madre nunca me querrá y tú te mereces una verdadera princesa, y yo no estoy dispuesta a soportarle bajezas como todas las que me ha estado haciendo desde que me ha conocido, por eso, deberías casarte con Lo...

—Ni se te ocurra nombrármela, Turquesa, te lo suplico, mi madre me ha estado atosigando todos los días y todas las noches en nombrarla, y ya no lo soporto más.

—Pero es la verdad, Dominik, por más que tú y yo sentimos lo mismo el uno por el otro, no voy a permitir que me siga humillando como me lo ha estado haciendo, y por más que tú y yo nos queramos, tu madre siempre estará en el medio de nosotros para hacer todo lo posible con ponerte en mi contra y en hacerme algún daño.

—Puede que tengas toda la razón.

—Puede no, tengo toda la razón del mundo para afirmarte lo que estoy diciéndote ahora mismo.

Sin hacerle ningún caso a la joven, él se acercó mucho más a ella, se inclinó y acto seguido, cuando su boca estuvo a escasos de la de Turquesa, ella dio vuelta su rostro, pero aunque hizo aquello, todo fue en vano, ya que él posó su mano sobre la mejilla de la muchacha y de aquella manera, terminó por posar sus labios sobre los de carnosos de ella.

Era la primera vez en muchos meses que Turquesa, volvía a sentir su boca contra la suya, cálida, suave y sedosa contra sus labios suaves y rosados.

Sintió otra vez la boca de su estómago llena de mariposas que revoloteaban, pero el hechizo que estaban percibiendo el uno por el otro, se rompió apenas entró la madre de Turquesa.

—Dominik, tus hijos te están buscando.

—Ya voy, Perla.

—Vete de aquí —le expresó la joven, sinceramente.

—De acuerdo, Turquesa —le dijo, se levantó del borde de la cama y se fue de la alcoba.

—Me afirmas que quieres irte cuánto antes de aquí y cuando entro, te veo besándote con Dominik, ¿qué estás buscando, Turquesa?

—Dominik me besó, yo le dije que no quería besarlo.

—Le hubieras corrido la cara.

—Y lo hice, pero cuando posó su mano en mi mejilla no pude esquivarlo más, y no iba a moverme más de la cuenta cuando tengo mi mano izquierda con el suero.

—Lo hubieras alejado con tu otra mano, Turquesa.

—No, ¿por qué habría de hacer eso, mamá? Quise que me besara a pesar de habérselo negado, quise sentir sus labios contra los míos, lo quiero, mamá, no sabes cuánto lo quiero para mí —le expresó sinceramente y su madre, sin decirle más nada, le terminó dando una fuerte cachetada dándole vuelta su rostro.

—Perdóname, hija —le respondió llevando sus manos a los labios de lo asombrada que había quedado al darse cuenta que le había dado una fuerte cachetada—, de veras, perdóname por haberte cacheteada —le dijo sinceramente y salió de la alcoba.

45: Capítulo 45
Capítulo 45

Tres días después, llegó por Dominik, un enorme ramo de flores, a la alcoba.

—¿Y ese ramo?

—Te lo ha hecho mi pueblo para ti.

—¿Por qué?

—Supieron que estabas todavía aquí y no sintiéndote del todo bien, así qué, el señor Flynn lo acercó al castillo en nombre de todo el pueblo y de él mismo también.

—Es hermoso y muy grande, dale las gracias de mi parte a tu pueblo, Dominik y diles que no tenían porqué regalarme tan bonito ramo de flores.

—Le diré todo eso de tu parte, te han tomado mucho cariño desde la primera vez que has llegado aquí, eres sencilla, simple, íntegra y muy buena, y es por demás sabido que mi pueblo te haya tomado mucho cariño, te muestras ante ellos tal cuál tú eres y eso te hace única e irrepetible, irreemplazable te hace, Turquesa, lo entiendes eso, ¿verdad?

—Sí, lo entiendo perfectamente eso, Dominik, comienzo a tener un poco de sueño y quisiera dormir un poco más, a parte, estoy un poco cansada —le dijo ella, e intentó esquivar la conversación y echarlo del dormitorio de manera sutil, sin que se diera cuenta.

—Está bien, descansa y duerme tranquila.

—Gracias.

—Nos vemos más tarde.

Dominik y sus hijos iban a visitarla a menudo, al igual que los padres de ella, su prima, su hermano y Roberta. Los días pasaron, y el mismo día en que el médico le había dado el alta, ella decidió irse a Buenos Aires.

Apenas Turquesa terminó de ajustarse el cinturón del abrigo, la puerta de la alcoba se abrió de par en par.

Ella se dio la vuelta porque no sabía quién era, pero no era otro más que Dominik, con una mirada ensombrecida y furiosa que estaba a punto de asesinar a alguien.

—¿Necesitas algo, Dominik?

—¿Es verdad lo que me ha dicho tu mamá, Turquesa?

—¿Sobre qué?

—¿Que se van hoy mismo de aquí?

—Así es, por eso, quiero pedirte un último favor, si podrías poner a nuestra disposición tu jet privado para volver a Buenos Aires.

—No tiene combustible y si lo tendría tampoco te dejaría ir de aquí.

—No puedes retenerme contra mi voluntad.

—Las reglas las pongo yo, así qué, yo decido cuándo te vas de aquí, porque puede que no te deje ir jamás de aquí.

—Sí tú no me dejas salir de aquí, se lo diré a mi mejor amiga, tengo influencia sobre ella y puede hacer que su esposo prepare el jet privado para nosotros y no tú, Dominik.

—¿Acaso no ha significado nada para ti aquel beso que te he dado hace ya una semana y algo más atrás, Turquesa? —le preguntó, gritándole desesperadamente y en casi una súplica.

—No, no ha significado absolutamente nada para mí aquel beso que me has dado.

—Pues entonces, avísale eso a tus ojos y no me mientas más.

—No te estoy mintiendo Dominik, es la verdad, no he sentido nada cuando me habías besado.

—Entonces, atrévete a decirlo mirándome a los ojos y no me estés dando la espalda.

—No me lo hagas más difícil de lo que ya me está costando, te lo pido por favor.

—¡Mírame a los ojos y dime que no has sentido absolutamente nada cuando te había besado, dime que no te ha significado absolutamente nada ese beso que te he dado, Turquesa! ¡Mírame y dímelo! —le gritó dándola vuelta, mientras la sujetaba de su brazo izquierdo, para que lo mirara a sus bellos y penetrantes ojos azules como el mismísimo mediterráneo.

—No… no te… no puedo, Dominik, no puedo.

—¿No puedes qué? ¿No puedes decírmelo o no puedes dejarme?

—No puedo decirte que no me ha significado nada aquel beso, porque realmente ha sido hermoso, pero no puedo quedarme y lo sabes perfectamente eso, así qué, es mejor que me vaya de aquí cuanto antes, porque odio las despedidas.

—Si las odiarías no te estarías yendo.

—Tengo una vida allí, que no puedo dejar, y tú estarás bien con Loretta.

—Estaré bien jodido, Turquesa.

—Tú no lo sabes en verdad eso, pero si no es con Loretta, ojala que encuentres a una mujer que te valore por el hombre íntegro y bueno que eres y no por las cosas materiales que tienes a tu nombre.

Turquesa tomó su bolso junto con la maleta, y salió de allí, sus padres y ella saludaron a todos los presentes y mientras que sus padres y ella viajaban hacia el hangar privado de Dominik, se comunicó por teléfono con sus encargados para ordenarles que le pusieran combustible a su jet privado.

Quince días después de haber llegado a Buenos Aires, el trabajo que Turquesa tenía en la lotería por ser la maquilladora y peinadora profesional de los conductores del programa, lo había perdido, la causa fue el haberse ausentado y no haber podido tener una explicación coherente de todas las cosas que le habían pasado, ya que ella había pedido por lo menos, dos semanas adelantadas de vacaciones y nunca volvió a presentarse al trabajo.

Y la joven, realmente necesitaba un trabajo, así qué, volvió a la peluquería de dónde había salido antes de que le pasara todo aquello con el Príncipe de Alemania.

—¡Turquesa! ¡Qué gran alegría volver a verte, pequeña! —le gritó muy contenta y feliz una de las clientas más antiguas que tenía Marta, la dueña de la peluquería.

—La alegría es mía también de volver a verla, señora Ágata, ¿cómo ha estado?

—Muy bien, ¿y tú? ¿Cómo te ha ido allí?

—Bien…

—Ese bien, es nostálgico, ¿por qué?

—Cosas que pasan y de las cuáles me tengo que olvidar aunque me duelan y aunque me cuesten.

—¿Cuándo has llegado?

—Hace quince días atrás, Ágata.

—¿Y por qué no has venido aquí?

—Estuve un poquito triste.

—Esa carita tan bonita, nunca debería de estar triste, ¿allí te han tratado bien y cómo te lo merecías?

—No me he podido quejar.

—¿Y entonces? Oh, ya me estoy dando cuenta, te has enamorado perdidamente de él, ¿verdad?

—Verdad, Ágata.

—¿Es el hombre que ha salido en la revista extranjera contigo? —volvió a preguntarle—. Ya sabes cómo soy, veo las revistas pero mi vista no está clara con los textos —le dijo con un poco de risa la señora.

—¿Cuándo? —le preguntó la joven.

—No lo sé, solo sé que tú tenías puesto un vestido amarillo con negro.

—Esa noche quiso que lo acompañara a una ópera, nunca he salido con él de manera formal, no he tenido con él una relación amorosa, solamente fui allí para enseñar y educar a sus tres hijos.

—¿Entonces, qué pasó en verdad? ¿Ese tonto no se ha enamorado de esa cara tan bonita y dulce que tienes, Turquesa? —le preguntó la señora mayor.

—El enamoramiento ha sido mutuo, Ágata, las circunstancias no son del todo favorables, solo sé que me ha robado el corazón.

—Oh Turquesa, estás completamente enamorada de él, ¿por qué no pueden estar juntos?

—Porque su madre no acepta a una plebeya de clase media para su hijo.

—¿Entonces, él que es?

—Él es un Príncipe, Ágata, un Príncipe hecho y derecho.

—Ahora los tiempos han cambiado, ya no es más que los Príncipes y Princesas se deben de casar con alguien del mismo rango de nobleza que ellos, ahora hace años atrás que se casan con quién se les da la reverenda gana casarse.

—Hágaselo saber eso a su madre, Ágata.

—Yo siempre te he dicho que tú no eras para éstas cosas, aunque las hagas muy bien y a la perfección, tú estabas para otras cosas, y siempre te lo he dicho como te estoy diciendo todo esto ahora mismo, porque siempre te he considerado una nieta más, querida Turquesa.

—Y se lo agradezco muchísimo, Ágata, de veras que sí se lo agradezco de todo corazón —le respondió, sonriéndole y la mujer mayor le correspondió la sonrisa también.

—Entre nosotras, ¿sabes que la nueva chica que ha contratado Marta, es un desastre?

—Ágata, no digas esas cosas.

—Pero es la verdad —le contestó Ágata, y Marta se acercó a ellas.

—Ven conmigo, Turquesa —le contestó la dueña de la peluquería.

—Sí, Marta —le expresó apenas le habló y caminó detrás de ella para ir a la sala en donde solían desayunar y merendar todos los días, excepto los lunes.

—Cómo bien te has dado cuenta, ya he contrato a otra chica.

—Sí, lo sé, me lo ha acabado de decir Ágata, sé que me habías echado, pero realmente necesito el trabajo Marta.

—Tú te has ido a aquel programa de televisión, tendrías que seguir estando allí.

—Resulta ser que me han despedido de allí también.

—Te eché porque provocaste un incendio.

—Yo no lo provoqué, uno de mis alumnos estaba fumando, cuando le había dejado bien en claro que estaba prohibido fumar en horas de clase, así qué, te convino echarme por más que yo te estaba diciendo la verdad de lo que había pasado esa noche.

—Y luego me arrepentí, porque el alumno que provocó el incendio, luego de días, me lo confesó —le dijo Marta.

—Pero era demasiado tarde, porque obtuve un empleo muy diferente al que estaba acostumbrada, y en realidad no obtuve ni siquiera la cuarta parte de lo que me correspondía.

—¿Habías hecho mal tu trabajo?

—No, al contrario, el único error mío fue el haberme enamorado perdidamente del hombre que me había dado el trabajo de enseñar y educar a sus tres hijos.

—El trabajo y los sentimientos, no van bien de la mano.

—Ya lo sé y ya he aprendido la lección, no pude aceptar nada de lo que me correspondía por el trabajo empleado en su hogar, no podía aceptarlo, cuando me había encariñado con sus hijos y sobre todo con él, por eso necesito que me vuelvas a contratar Marta.

—No puedo, no puedo pagar dos salarios.

—Puedo trabajar cuatro o cinco horas, por favor Marta, lo necesito.

—La chica nueva ya ha firmado un contrato conmigo, y hasta que no se cumplan los meses que le corresponden quedarse, no la puedo despedir, lo siento Turquesa, pero no te daré el trabajo otra vez.

—Lo entiendo, Marta, muchas gracias de todas maneras, hasta luego.

Turquesa salió de allí cerrando la puerta detrás de ella, no sin antes saludar a la señora Ágata.

—Marta —la llamó Ágata—, ¿por qué no le has dado de vuelta su trabajo? La chica nueva que tienes es una inepta, y tanto tú, las demás, como yo también de eso, nos damos muy cuenta.

—Veremos luego si la vuelvo a contratar, Ágata.

—Ojala que sí, porque las esposas envidiosas de la parte de mi marido y mis amigas también, siempre quisieron saber quién era la persona que me hacía los peinados y los maquillajes tan sofisticados y bonitos cuando iba a las reuniones y a las fiestas de ellos.

—Lo que sí sé, Ágata, es que, Turquesa no se ha olvidado todavía de aquel hombre.

—Jamás se lo podrá olvidar, Marta, eso te lo aseguro yo, que soy una vieja con muchos años encima, y porque tengo más experiencia en la vida.

—Claro que sí, Ágata.

Cinco días después, mientras Turuqesa desayunaba junto con sus papás, alguien llamó a la casa y atendió Perla.

—Buenos días, Perla, ¿cómo estás?

—Buenos días, Marta, muy bien, ¿y tú?

—Muy bien también, ¿se encuentra Turquesa?

—Sí, ya te la paso, hasta pronto y un beso.

—Hasta pronto, y gracias, otro beso para ti y para tu marido Ricardo también.

—Gracias, serán dados Marta, quiere hablar contigo, Turquesa.

—De acuerdo, —tomó el tubo del teléfono y le habló—, hola Marta.

—Hola Turquesa, ¿cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Muy bien, necesito que vengas, por favor, la chica nueva es un desastre, y por más que le haya explicado miles de veces cómo deben hacerse todas las cosas que tiene que aprender, no me entiende, y ya está desde que te he echado de mi peluquería, por favor Turquesa, vuelve, te necesito y muchísimo.

—¿Cuándo quieres que vuelva a trabajar para ti?

—Si es posible, hoy mismo.

—¿A qué hora quieres?

—¿A las diez en punto de la mañana, te parece bien?

—Sí, claro que sí, Marta, a las diez en punto, estaré nuevamente en tu peluquería, nos vemos, hasta luego.

—Nos vemos, hasta pronto, y muchas gracias, querida.

—De nada Marta.

Turquesa terminó de desayunar junto con sus papás y luego se fue a vestir, ya que tenía todavía el pijama.

Era un día precioso de primavera, y decidió ponerse un short, una remera, un saquito, y accesorios y zapatos en combinación con todo lo que tenía puesto.

Saludó a sus papás, y se fue caminando hacia la peluquería, mientras iba comiendo unas galletas con chispas de chocolate. La joven, llegó al salón de belleza, poco más de las diez y cinco.

46: Capítulo 46
Capítulo 46

Turquesa llegó unos minutos más tarde al salón de belleza.

—Perdón por la tardanza.

—No te preocupes, todavía no abriré, a las diez y media lo haré —le contestó Marta.

—Está bien entonces, ¿puedo proponerte algo?

—¿Qué quisieras proponerme?

—No quiero que eches a la chica nueva.

—Hoy pensaba echarla.

—No lo hagas, deja que yo la prepare, le daré la mitad de mi sueldo si me la dejas para que le enseñe todo lo que sé, tanto de peinado como de maquillajes.

—Te la dejo si solamente le enseñas peinado, maquillaje te quiero solamente a ti, eres fabulosa en el maquillaje y en el peinado también, pero si te la quieres dejar para ti, por mí no hay ningún problema.

—De acuerdo, le enseñaré solamente peinado.

—Pero quédate con el salario que te daré, yo le daré como principiante la mitad de tu sueldo.

—¿No era que no podías pagar dos salarios, Marta?

—Bueno, pues sí, no los dos iguales, pero con un sueldo a la mitad con la principiante sí puedo tener dos chicas.

La chica nueva llegó y Turquesa le habló.

—Hola, buenos días, ¿cómo te llamas?

—Hola, buenos días, me llamo Camila.

—Encantada en conocerte, mi nombre es Turquesa.

—Sí, te vi el otro día aquí, todas las clientas me dicen que eres fabulosa con los pinceles y los productos de maquillaje y con los peinados.

—Se hace lo que se puede —le respondió riéndose y ella le sonrió amablemente.

—Ojala pudiera ser igual a ti.

—Cada una tiene lo suyo, así qué, si quieres aprender las cosas que hago, me tendrás que prestar mucha atención. ¿Qué te gustaría aprender?

—¿Tú me enseñarás todo lo que sabes? —le preguntó entusiasmada por demás—, me encantaría ambas cosas, pero como sé que no soy rápida ni nada por el estilo, prefiero peinado, creo que me defenderé un poco mejor que el maquillaje, si me llego a equivocar lo puedo solucionar, en cambio el maquillaje sé que lleva su tiempo y es más lento el proceso.

—Sí, es más complejo el maquillaje, pero si quieres aprender peinado, tienes que hacerme caso en todo lo que te diga, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, es genial que me enseñes, pensé que era torpe, porque me doy cuenta que soy muy dura de entender, y hace bastante que Marta me contrató, pero me pongo nerviosa.

—Lo sé, yo estaba igual que tú cuando empecé, pero Marta es muy paciente y te sabe comprender, a parte, es genial también, porque por el otro lado, tendrás tu propio dinero, y eso es fabuloso.

—Tu salario será la mitad de lo que gana Turquesa, ella quiso eso, y deposito toda mi confianza en ti para que salgas buena de todo lo que te enseñará Turquesa —le dijo Marta a Camila.

—Es lo que más quiero —le dijo a Marta—, que me enseñe, y es buenísimo que tenga la mitad de lo que gana Turquesa —le terminó por decir.

—Es buena la paga, por lo menos para una sola persona, y sobre todo, el trabajo es respetable y digno, y a parte, me encanta lo que hago. Es bueno que ambas nos complementemos, tú harás peinados y yo maquillajes, me gusta la idea —le contestó Turquesa a la joven.

—Eso es fabuloso, estoy muy contenta con el trabajo, y siempre fueron muy amables conmigo.

—Y no lo dudo que así es, y que así será siempre Camila —le contestó sinceramente Turquesa, sonriéndole, y ella le sonrió con amabilidad también.

Por otra parte, a miles de kilómetros de distancia. Dentro del despacho de Dominik, el señor Turner estaba hablando con Su Majestad.

—¿La has encontrado Turner?

—Sí, Su Alteza, volvió a trabajar en la peluquería de dónde la había encontrado.

—¿Qué pasó con su trabajo más nuevo?

—Los del programa de televisión de la lotería la han despedido por incumplimiento de no presentarse el día que debía volver a Buenos Aires, Su Majestad.

—La culpable de eso es solamente mi madre, Turner.

—Eso es lo que creo yo también, Su Alteza.

—Prepárame todo para mañana, mis hijos y yo nos vamos otra vez para Argentina.

—¿Puedo preguntar a qué irá?

—¿A qué crees tú que iré?

—¿A buscar a su futura Princesa?

—Estás en lo cierto, Turner, has dicho lo correcto.

—¿Reservo en algún hotel?

—Sí, claro, Turner.

—Muy bien, enseguida me comunicaré con los hoteles de Buenos Aires.

—Hay un pequeño detalle, tú no sabes el idioma, así qué, deberás decírselo a Roberta.

—De acuerdo, Su Majestad, enseguida se lo comunicaré y me facilitará todo.

Unos dos días después, llamó a la casa de los padres de la joven, en donde Perla, atendió el teléfono.

—¿Hola?

—Hola, ¿Perla?

—Sí, habla ella, ¿quién habla ahí?

—Dominik.

—Me lo debía de suponer, con la manera en cómo intentas hablar castellano, ¿qué quieres?

—Ver a tu hija.

—Ella no está.

—¿Me dirás en dónde está?

—No lo creo jovencito.

—¿Jovencito?

—Bueno, es un decir, porque en realidad no eres ningún jovencito, más bien, ya estás hecho todo un hombre hecho y derecho, Dominik.

—Sí, bueno, no quiero extender demasiado más la conversación telefónica, quiero saber dónde está Turquesa.

—En su trabajo.

—¿Me lo dirás?

—Dominik, las cosas no fueron del todo bien entre ella y tú, tu madre odia a mi hija, y no permitiré que la vuelva a tratar mal, y cada vez que tiene la oportunidad de insultarla, o de denigrarla como mujer.

—Perla, jamás he estaba a favor de mi madre, siempre he defendido con mis uñas y dientes a tu hija, debes creerme.

—Te creo, Dominik, pero tengo mucho miedo por ella.

—Perla, debes de saber bien, que tu hija estando conmigo, nunca será pisoteada, denigrada, insultada, y maltratada, yo protejo y cuido a las personas que amo verdaderamente —le respondió con sinceridad el Príncipe, y ante aquellas palabras, convenció a Perla para darle la dirección.

—Anota la dirección.

—Gracias, futura suegra.

—Sí, bueno, más te vale que hagas valer cada una de las palabras que me has confesado, porque si no es así, te pesará, no te mandaría a matar, pero sí te haría la vida miserable futuro yerno, Dominik.

—Me encanta como nos estamos entendiendo tú y yo —le dijo riéndose mientras terminaba de anotar la dirección de la peluquería en donde Turquesa estaba trabajando, y el nombre del salón de belleza.

Un día y medio después, Dominik se presentó en el salón de belleza con el uniforme real, había tomado por sorpresa a Turquesa ya que estaba enseñando a Camila en la parte trasera de la peluquería. Tanto Marta como Ágata quedaron sorprendidas al verlo entrar solo, mientras que dos guardias estaban en la entrada. Marta, actuando de manera tranquila y normal, como un cliente más.

—Hola, buenos días. ¿En qué puedo serle de ayuda? —le preguntó, aunque ya sabía bien quién era él.

—Hola, buenos días, quisiera hablar con Turquesa —le dijo él, con mucha amabilidad.

Turquesa al escuchar la voz de aquel hombre, se asomó un poco, aunque no quería ser vista por Dominik.

Marta caminó hacia la parte trasera para hablar con la joven Turquesa.

—Te buscan.

—Dile que no me encuentro.

—No seas arisca. Habla con él, si vino hasta aquí, es por algo.

—No sabes todo lo que tuve que pasar por culpa de su madre.

—Eso es pasado, habla con él, por favor.

—Está bien, lo haré, pero cinco minutos y se acabó. Si se excede más de cinco minutos, lo echo de aquí.

—Haz lo que quieras —le dijo Marta.

Turquesa salió de la sala y se quedó frente a él.

—Hola, Turquesa, qué alegría verte. Veo que estás muy bien, y me alegro mucho. Antes que me digas algo, o me insultes, que es posible que lo tenga bien merecido, quiero que recuerdes todo lo que vivimos juntos —le dijo esas palabras, y a continuación, se apoyó en una sola rodilla frente a ella, y abrió una pequeña caja para mostrarle a Turquesa un hermoso anillo de compromiso.

47: Capítulo 47
Capítulo 47

Turquesa miró la caja abierta con atención, mientras que las clientas alrededor y Marta, estiraron sus cabezas para observar el precioso anillo de compromiso que estaba dentro de la caja de terciopelo.

—¿No le dirás nada a este joven hombre? —le preguntó Ágata curiosa.

—Sí, tengo algo para decirle, vete de aquí.

—¿Me echas de aquí? Entiendo que no han sido buenas las semanas que pasaron, pero yo no tengo la culpa de tener una madre así.

—En serio, Dominik, vete de aquí y desposa a Loretta.

—No me interesa Loretta y tú lo sabes bien. Quiero casarme contigo.

—Si tendría tu edad y estaría soltera, lo aceptaría sin dar vueltas —comentó Ágata.

—Quiero que te vayas, estás incomodando a las clientas, por favor.

—Nosotras no estamos incómodas por presenciar algo tan lindo como una propuesta de matrimonio —acotó una de las mujeres sentadas.

—¿En serio me rechazarás? —le preguntó él con tristeza en los ojos.

—Sí, en serio.

—¿Ni siquiera por mis hijos me puedes aceptar?

—No metas a tus hijos en esto, Dominik.

—Lo sé, perdón, pero sabes bien que yo te amo —le dijo a Turquesa, y todas las mujeres suspiraron enamoradizas.

—Deja de hacer el ridículo, y vuelve a tu reino. No quiero terminar discutiendo contigo, vete de aquí, y olvídame —le dijo, se dio media vuelta y volvió a entrar a la sala trasera.

—¿A qué hora sale de trabajar? —le preguntó Dominik a Marta.

—A las seis de la tarde.

—Muchas gracias —le dijo, y se retiró del salón de belleza.

Durante todo el día, las mujeres del salón le dieron su opinión al respecto de lo sucedido. Algunas estaban de acuerdo en que lo echara y la mayoría quería que lo aceptara. Pero Turquesa y su orgullo no pudieron ceder ante tal propuesta.

Cuando su horario laboral terminó, ella salió de la peluquería, caminando hacia su casa. Dos uniformados caminaron frente a ella para hablarle, pero ella se dio media vuelta y se encontró con otros dos uniformados también.

—El Príncipe de Rosen desea hablar con usted —le dijo uno de los hombres.

—Si es tan hombre, ¿por qué no sale él a hablar conmigo?

—Sabe bien que no podemos permitir eso, señorita Dalton —le contestó otro de ellos.

—Tendrá que acompañarnos —le respondió el primero que antes le había hablado.

La joven, fue escoltada por los cuatros hombres hacia el auto negro con vidrios polarizados. Uno de ellos, le abrió la puerta trasera, y sin decir nada, tuvo que entrar, encontrándose nuevamente con Dominik.

—¿Era necesario todo este circo? Me incomodan verlos —le dijo ella, mirando a los cuatro hombres posicionados estratégicamente en cada esquina del auto.

—Deberás acostumbrarte. Esa es la manera en cómo suelo viajar cuando lo tengo que hacer solo, aunque algunas veces la custodia se multiplica.

—No sé por qué quieres seguir hablando conmigo, ya te he dado una respuesta, y seguirá siendo no.

—¿No crees que es una decisión apresurada?

—¿Apresurada dices? Tu madre me mandó a capturar y a tenerme encerrada en esa cabaña mugrienta quién sabe por cuánto tiempo —le gritó sin importarle nada—. Agradezco que me hayas salvado, pero creo que lo nuestro o lo que pudo llegar a ser, ya terminó. Creo que hay que dar vuelta la página del libro, y que cada uno siga su camino por separado.

—Podría darte lo que fuera si te casaras conmigo, hasta tu padre podría dejar de trabajar.

—Es posible que sí, pero no mido a las personas por esa clase de cosas y lo sabes bien.

—Si no lo sabría bien, no hubiera dejado nunca que les enseñaras a mis hijos las cosas que sabes hacer, y ni tampoco hubiera dejado que te acercaras tanto a mí.

—Creo que esto es una despedida. Por el bien de los dos, tiene que serlo.

—No puedo decirte adiós, Turquesa, y lo sabes bien.

—Recuerda los lindos momentos en que pasamos juntos, no te tengo rencor.

—¿Qué sientes por mí, entonces? —le preguntó él mirándola a los ojos.

—Aunque te siga amando, lo nuestro no puede ser.

—¿Me amas y me rechazas?

—Sí. No estoy preparada para tu clase de vida, y mucho menos para las bajezas de tu madre, no tengo derecho a ser tratada así.

—A mi madre la eché del castillo luego de encontrarte en la cabaña y lo hice porque en verdad me importas y sobre todo, te amo.

—Pero lo nuestro no puede continuar, lo siento, Dominik —le dijo ella—, deja que me vaya con una buena imagen de ti, no quiero terminar discutiendo contigo —le volvió a decir y él asintió con la cabeza.

Antes que Turquesa abriera la puerta, él se acercó a ella, posó una de sus manos en la mejilla de la joven, y le dio un beso en sus labios, la muchacha se lo correspondió también.

Una vez que abrió la puerta, salió del asiento trasero, y desde aquel día nunca más lo volvió a ver.

48: Capítulo 48
Capítulo 48

Seis meses y medio después, en el mes de septiembre, el cumpleaños de Dominik se acercaba, y consigo uno de los bailes más nombrados por su país.

Roberta, no podía dejar que la oportunidad de que su mejor amiga estuviera allí pasara por alto, así que, ideando un pequeño plan con su marido, acuerdan traer a Turquesa al baile del cumpleañero.

—No podemos no decirle nada al respecto, Roberta —le dijo Preston.

—Estoy segura que si lo sabe, no querrá venir.

—Aún cuando le digas otra cosa, sabrá que el baile se hará en el castillo, Turquesa no es ninguna tonta y sabe bien que este mes es el cumpleaños de Dominik.

—¿Crees que aceptará venir, aunque sea para visitarme a mí? —le preguntó Roberta con dudas.

—Te dirá que tú podrías ir para allá, y sabes bien que lo puedes hacer.

—Ese no es el punto.

—Lo sé, pero no sé qué más decirte. Intenta llamarla, y te sacarás de dudas.

—Cuando todos la vean entrar, la primera que querrá matarla será mi madre.

—No si convencemos a tu hermano de hacer un baile de máscaras.

—¿Piensas que Dominik accederá a realizar un baile de máscaras? —le interrogó y escucharon pasos que se aproximaban cada vez más.

—¿Qué haces ustedes dos en silencio? Es raro verlos sin una conversación —les dijo Dominik.

—Estábamos discutiendo sobre tu cumpleaños —le dijo su hermano.

—¿Qué hay con él?

—¿Ya has decidido hacer algo? —le preguntó Preston.

—No, no tengo idea de lo que haré, no tengo ganas de hacer nada, no quiero divertirme.

—¿No crees que seis meses y días ya es demasiado tiempo para estar triste y sin ganas de hacer algo? —le preguntó su cuñada.

—¿Por qué me dices eso, Roberta? Creí que querías a tu mejor amiga, y diciéndome esto es como si la estarías traicionando.

—Si lo de ustedes no pudo ser, pues, no me puedo meter más. Ustedes sabrán las razones por las cuáles terminaron así.

—Rechazó mi propuesta de matrimonio, no estoy feliz con eso, y no creo que sea buena idea festejar mi cumpleaños.

—Que te haya rechazado, no significa que debas negarte a tener una fiesta de cumpleaños —le contestó su hermano—, pasaron más de seis meses, eso es mucho tiempo para que no tengas ganas de festejar. Diría que lo hagas, nadie te dirá nada, al contrario, el pueblo sabrá que a pesar de las circunstancias, estás feliz y manteniéndote firme en querer gobernar el país.

—¿Qué te parece un baile de máscaras? Nunca he ido a uno, y me encantaría asistir. ¿Qué dices? —le inquirió su cuñada.

—¿Piensas organizármela tú?

—Si quieres, lo haré. ¿Qué dices? —le preguntó Roberta.

—De acuerdo, organiza la fiesta, será un baile de máscaras entonces —le dijo con una sonrisa.

—Gracias, cuñado. Eres el mejor —le respondió, levantándose del largo sillón, acercándose a él, poniéndose en puntas de pie y dándole un sonoro beso en una de sus mejillas.

—Cuando quieres, soy el mejor, ¿verdad?

—Cuando no trataste del todo bien a mi mejor amiga aquella vez, no lo fuiste. Pero eso ya quedó en el pasado, ahora hay que mirar el presente y hacia el futuro, y estoy segurísima que el tuyo será encantador —le expresó con sinceridad y le regaló una hermosa sonrisa.

Roberta y Preston, pronto volvieron a quedarse a solas, y cuando se miraron a los ojos, se sonrieron por el plan que llevarían a cabo para que Dominik y Turquesa volvieran a estar juntos.

Dos días posteriores, su amiga llamó a Buenos Aires, atendió de inmediato Turquesa.

—Qué bueno que te encuentro, Turque.

—¿Roberta? —le preguntó sorprendida.

—Sí, la misma. Te extraño mucho, ¿y tú?

—Yo también.

—¿Y por qué no vienes a visitarme? Oh, cierto, está Dominik aquí y no quieres cruzarte con él.

—Tú puedes venir acá también, no creo que Preston te prohiba los viajes relámpagos.

—No, pero es muy lindo si tú vienes para acá. Tenemos que ponernos al día, como en los viejos tiempos y de paso, invitarte a un baile de máscaras.

—¿A qué se debe el honor?

—Primero: porque eres mi mejor amiga, y segundo: tú sabes bien qué se festeja este mes en el castillo.

—Te lo agradezco pero no iré.

—Lo lamento por ti, pero ya estás en la lista de invitados.

—¿Haz puesto mi nombre?

—No, pero uno bastante raro, estarás bajo el nombre de Amaranta.

—¿¡Qué!? —le preguntó de manera sorpresiva.

—Y te vestirás con un vestido color lavanda.

—Ni lo sueñes.

—¿Lo quieres ver o no?

—¿No dijiste que tenía que verte a ti?

—Esa es la excusa, ¿no te intriga cómo está o cómo luce? Pasaron más de seis meses desde la última vez que se vieron, Turquesa.

—Si voy, todo volverá a ser como antes, su madre se pondrá furiosa cuando me vea allí.

—Es un baile de máscaras, dudo mucho que sepa quién eres. ¿Qué dices? ¿Vienes o no? Si quieres saberlo, Dominik ha cambiado mucho desde la última vez que tú y él se vieron en Buenos Aires. Eso, ¿no te da curiosidad?

—Ay, Roberta. Sabes bien que sí. Pero, ¿qué puedo hacer?

—Venir y demostrarle a su madre que estás dispuesta a todo para estar con su hijo y ser feliz con él y sus hijos también.

—¿Y los niños, cómo están?

—Siguen hablando de ti. A pesar de todo el tiempo que pasó, lo siguen haciendo.

—Los extraño mucho, a los cuatro.

—¿Y a mí, no?

—Tú sabes bien que a ti te extraño también, pero sabes lo que siento por los tres niños y por el padre de ellos también.

—Pues entonces, solo tienes que venir y listo —le dijo Roberta.

—No es fácil, tendría que pedir días en la peluquería y pagarme un pasaje de avión carísimo —le respondió Turquesa.

—Por el pasaje despreocúpate, el avión privado corre por cuenta de Preston, para que no levante ninguna sospecha, yo iré en el mismo, por si Dominik llega a preguntar para qué se usará. Aún así, Preston le dirá alguna mentirita.

—De acuerdo, lo acepto. ¿Cuándo piensan hacer el baile de máscaras?

—Éste mismo fin de semana. Te pasaremos a buscar el viernes para que el sábado estés instalada en una de las habitaciones más alejadas sin que tengas miedo de ser descubierta.

—Lo tienes todo calculado, ¿verdad?

—Así es, vaya... —le dijo y luego pensó—, tendrían que llamarme la princesa calculadora —le respondió con risa y su amiga rió con ella también.

—Sería un adjetivo excepcional, te iría de maravillas ese apodo —le expresó entre risas su mejor amiga.

—Bueno, volviendo a lo que nos concierne, el jueves alrededor de las siete de la mañana saldremos de aquí, supongo que llegaremos a Buenos Aires entre las nueve y las diez de la noche, de ahí te pasamos a buscar con el auto, y posterior a eso, volvemos a despegar en una hora más o menos desde el momento en que te vamos a buscar, calculamos que el viernes entre la una y las dos de la tarde estaremos en Rosen. ¿Alguna pregunta?

—Por eso no tengo problema, ahora dime, ¿y el vestido? Al ser un baile de máscaras, estoy segurísima que es de largo.

—Así es, y por el vestido no te preocupes, de eso me encargaré yo también.

—¿Te encargarás tú también? No me digas que el baile lo organizas tú.

—Sí, mi cuñado me dejó organizarle todo el baile y yo fui la que le sugirió hacer una mascarada.

—Mira tú. Bueno, entonces el viernes sé que me pasarán a buscar.

—¿No estás contenta de volver a verlo?

—Los nervios me comen por dentro, Roberta. Después de más de seis meses lo vuelvo a ver, y pensar que ya estaba todo olvidado, nuevamente nuestras vidas se juntan.

—Eso es lo más lindo del amor. Que a pesar de la distancia enorme que tuvieron, Dominik y tú se vuelven a ver.

—Lo sé, y eso es algo inexplicable.

—Solo espero que si él se entera de quién eres, no lo rechaces otra vez.

—¿Ni siquiera estoy allí y ya me regañas?

—Solo lo hago para que recuerdes que todavía amas a ese hombre, como él te ama a ti también.

—Lo tendré en cuenta. Nos vemos pronto.

—Recapacita y piénsalo bien. No niegues la posibilidad de ser feliz con el hombre que amas. Nos vemos muy pronto, Turquesa. Saludos a tus padres.

—Gracias, mándale saludos a Preston.

Las amigas terminaron cortando el teléfono, y ambas por su parte, volvieron a retomar lo que habían dejado de hacer.

Luego de armar una pequeña maleta y ser recogida por su amiga y marido en la puerta de su casa, emprendieron el viaje nuevamente a Rosen, en donde luego de casi quince horas más tarde, llegaron al castillo y Turquesa fue introducida al palacio a través de la puerta de servicio y subir unas escaleras traseras hacia el ala oeste en donde casi nadie rondaba por aquel sector.

Roberta le consiguió varias cosas, entre ellas, comida, y bebida.

—Instálate como corresponde, enseguida te traeré el vestido, cuando lo veas te quedarás subyugada de lo precioso que es, y estoy más que segura que te quedará fabuloso.

—Gracias por todo, Roberta.

—No es nada, para eso están las amigas, te adoro y sabes que haría lo que fuera por ti, sobre todo, si se trata de tu amor —le contestó sonriéndole, y Turquesa le sonrió también.

Ambas se abrazaron como hacía meses no lo habían hecho, y Turquesa terminó llorando en sus brazos.

—No sabes lo feliz que estoy de poder verlo de nuevo —le dijo con lágrimas en los ojos.

—Ya lo sé, cariño. Por eso quise hacer el baile, para que ambos se reencontraran —le contestó acariciando sus mejillas—. Pero vamos, hay que prepararte toda, tienes que quedar como una verdadera princesa. Su princesa —le respondió y ambas se sonrieron.

A la hora acordada para el baile, Turquesa quedó completamente encantadora con el vestido que le había elegido su mejor amiga, el peinado y el maquillaje. Habían quedado solamente las dos, solo para que Roberta le calmara los nervios de su mejor amiga.

49: Capítulo 49
Capítulo 49

Le apretó las manos en señal de comprensión y para tranquilizarla también.

—Debes tranquilizarte, Turquesa, pronto lo verás, y tienes que estar muy tranquila.

—Lo sé, pero después de seis meses y más, volveré a verlo. Es imposible de creer. No puedo hacerlo, no puedo salir.

—Ni se te ocurra esconderte, porque te pegaré una cachetada, has venido al baile de máscaras, y nadie te reconocerá con la máscara que llevas puesta. Ni siquiera Dominik.

—No quiero esconderme, pero no quiero recibir una mala mirada o feas palabras de él.

—No creo que Dom sea capaz de decirte algo desagradable, te ama, siempre te amó, aun cuando lo hayas rechazado. Y cuando pasen los minutos y las horas, sabrá quién eres realmente, y cuando se dé cuenta podrás ser feliz, podrán ser felices, ya lo verás, Turquesa —le dijo su amiga con una gran sonrisa en sus labios.

—Después de lo que le he hecho en Buenos Aires, no creo que quiera recibirme con un beso y un abrazo, al contrario, creo que me odiará.

—Dominik ha cambiado muchísimo, y no es el mismo de antes. Cuando sepa verdaderamente quién eres, sabrá él solo que has llegado por algo más que su cumpleaños.

—¿Tú crees que sí?

—Claro que sí. Él no es ningún tonto, y sabrá bien a qué has venido también. Ahora bien, respira hondo —le contestó y Turquesa así lo hizo—. Y solo espera pocos minutos para salir del dormitorio. El baile comenzará en cualquier momento, solo debes entrar a través de la terraza que conecta al salón principal.

—De acuerdo, pero ya vete, porque me estás poniendo mucho más nerviosa de lo que ya estoy.

—Está bien, nos vemos adentro.

Roberta salió de la recámara, y caminó hacia el salón principal. Unos pocos minutos posteriores, la joven salió con sigilo del cuarto que Roberta le había dado, y cerró la puerta con cuidado, pero el único que la estaba esperando a mitad de camino fue Turner, quién la sorprendió al ponerse en el medio de su paso.

—Así quería agarrarla —le respondió Turner.

—Señor Turner, ¿cómo... cómo lo supo? —le preguntó asombradísima la joven.

—No fue tan difícil. Los días anteriores, me di cuenta que Roberta estaba demasiado nerviosa, y cuando le pasa eso, es porque está tramando algo y no me equivoqué.

—¿Me delatará? —le volvió a inquirir.

—Claro que no, la aprecio demasiado como para delatarla, seguiremos con la farsa. Como en un principio cuando llegó por vez primera aquí —le contestó con una sonrisa divertida.

—Muchas gracias, señor Turner.

—No hay de qué, solo ésta vez, asegúrese de retenerlo y no permita que la Princesa Loretta se lo robe, él siempre ha sido de usted, señorita Dalton. El hombre que está festejando su cumpleaños la ama de verdad, no permita que nadie se interponga entre ustedes, puede que su madre no esté conforme con la decisión de su hijo, pero tarde o temprano se dará cuenta que usted tiene muchos más valores que Loretta, que es Princesa.

—Muchas gracias, señor Turner.

—No me agradezco nada, solo atrápelo, señorita. ¿Cómo piensa entrar al salón?

—Por la terraza que conecta el lugar.

—Perfecto, la acompañaré.

Turquesa y Turner, caminaron hacia el pasillo que conectaba la terraza del salón principal para banquetes. Y mientras ellos caminaban y charlaban como en los viejos tiempos, dentro del salón, la muchedumbre se produjo un silencio, en el cuál todos voltearon a ver la persona que hacía su entrada en el baile, la mujer llevaba un vestido turquesa, y una máscara del mismo color.

—¿Es Turquesa? —le preguntó Preston a Roberta.

—No, es la estúpida de Loretta, si quieres saberlo, Turquesa está vestida con otro color, está preciosa.

—¿Entonces, vino?

—Así es, y quiere darle una linda sorpresa a tu hermano mayor.

—¿Pero, dónde está?

—Pronto lo sabrás Preston, no seas impaciente.

El matrimonio quedó hablando, y la mujer se acercó a Dominik con soltura y confianza.

—Hola Dominik, muy feliz cumpleaños —le respondió con una sonrisa.

—Gracias Loretta, no sabía que estarías en mi fiesta de cumpleaños —le contestó él sin devolverle la sonrisa.

—¿Pensabas que sería tu Turquesita, verdad? Digo, por el color del vestido, te ha llamado la atención y por tu cara es muy obvio que pensabas que sería ella, pero ha sido todo lo contrario, Dominik —le respondió lo más sarcásticamente posible.

—¿A qué has venido, Loretta? No tengo ánimos para aguantarte.

—Tu madre me ha invitado, y no pude decirle que no —le dijo ella con una sonrisa socarrona de costado.

—Cuándo no mi madre metiéndose en dónde no la llaman —le terminó de decir, y desvió la mirada hacia otra dirección.

Cerca de la terraza, yacía una joven solitaria con un hermoso vestido lavanda, Dominik clavó sus ojos en aquella joven mujer y la miró con detalle. Recordó al instante la manera en cómo después de días, Turquesa le había dicho sus dos nombres que le seguían al primero:

—¿Tienes más nombres? —le preguntó él.

—Sí, me llamo Turquesa Amatista Esmeralda.

—Tienes nombres de piedras preciosas.

—Así es.

Le había terminado de responder ella, con una enorme y bonita sonrisa, la cuál él se la correspondió también.

Dominik hizo a un lado a Loretta para caminar hacia la joven que le había llamado la atención y le hacía recordar un poco a Turquesa. La joven se sorprendió cuando lo vio frente a ella, tan alto como lo recordaba y tragó saliva con dificultad.

—No te vi entrar. ¿Cómo te llamas? —le preguntó él.

—He llegado hace unos momentos, no me ha visto entrar porque no me gusta llamar la atención.

—Te aseguro que a mí me llamaste la atención, ¿cómo te llamas? —volvió a insistir.

—Amaranta, Su Alteza, antes que se me olvide, muy feliz cumpleaños.

—Muchas gracias Amaranta, baila conmigo, por favor —le pidió, extendiendo su mano.

—¿Usted lo cree?

—Tienes que bailar conmigo, es mi cumpleaños.

—¿Qué dirá la mujer con la que estaba hablando?

—Por Loretta ni te preocupes, no me interesa la mujer, ¿bailas conmigo?

—Sí —le expresó sinceramente y le ofreció su mano para tomarla, y caminar hacia la pista de baile.

Alrededor de ellos se encontraban Roberta y Preston, el cuál éste último estaba intrigado por saber quién era la persona con la que bailaba su hermano.

—¿Quién es la que baila con Dominik? —le preguntó a su esposa.

—Turquesa, te dije que se veía muy preciosa.

—Sí, pero yo no me puedo quejar en lo absoluto —le dijo él abrazándola por detrás.

—Si te quejas es de lleno, Preston.

—¿Quién es esa mujer que baila con Dominik? —preguntó Loretta a Claire.

—No lo sé Loretta, y me encantaría saberlo.

—Me dijiste que estaba solo, Claire, y me has hecho poner éste estúpido vestido con este mugriento color porque me decías que se iba a impactar al verme, bonita manera de haberse impactado por mí tiene tu hijo, me dejo como una imbécil en medio de la multitud para irse con esa fulana —le gritó furiosa en la cara.

Por otro lado, ellos seguían bailando al son de la suave y lenta melodía de violines y el piano, y de paso Dominik quería saber muchas cosas de la joven con la que estaba bailando.

—Eres muy bonita.

—Muchas gracias, Su Alteza —le dijo sin quitar sus ojos de los de él.

—No hay de qué, Amaranta —le expresó sinceramente y se acercó a su rostro para quedarse a escasos centímetros de sus labios.

—¿Qué se supone que está haciendo, Su Majestad? —le preguntó con su corazón desbocado al intentar besarla frente a todos sus invitados.

—¿O debería llamarte Turquesa? —le preguntó y ella abrió los ojos.

—¿Cómo… cómo lo supiste?

—Conozco todos tus modales y muecas, te conozco completamente, Turquesa, la manera que tienes de pararte, tus ademanes, la forma en que tienes de acomodarte algo por si se te corrió, todo te conozco, y no puedes negar que así es verdaderamente.

—Si llegas a besarme aquí, se armará un escándalo, y yo no quiero ser la causante del problema otra vez.

—Te respeto como mujer que eres, no te besaré frente a todos los presentes sabiendo que ninguno te conoce, no pretendo que te consideren algo que sé perfectamente no eres.

Turquesa y Dominik continuaban bailando mientras que Antoniette se acercaba al joven matrimonio.

—¿Quién es? —preguntó Antoniette.

—Tu futura prima —le respondió Roberta.

—¿Acaso es Turquesa? —preguntó desconcertada.

—Así es —le dijo Preston.

—¿Pero, cómo ha llegado hasta aquí? Nadie lo supo hasta ahora —volvió a decir Antoniette.

—Ella misma se pagó el pasaje, llegó ésta mañana, la mantuve encerrada dentro de una de las habitaciones del ala oeste, dónde nadie llega hasta allí —le respondió Roberta.

—Eres fantástica, prima.

—Gracias —le contestó—, Preston se enteró hace unos instantes y tú, recién, los niños no lo saben todavía, y Loretta está que echa humo de sus orejas por saber que ni le prestó atención Dominik, el pequeño problema será su madre, cuando se entere que es ninguna otra más que Turquesa la de debajo de aquel antifaz.

—A mamita no le conviene armar un escándalo del tamaño de la torre Eiffel —emitió sinceramente Preston.

—Y a Loretta no le conviene hacer semejante escándalo tampoco —expresó Antoniette.

Dominik la llevó hacia la doble puerta de vidrios repartidos, para salir de aquella muchedumbre, al compás de la música, para salir a la terraza que daba al jardín trasero, dónde nadie los podía molestar, si querían hablar tranquilamente.

50: Capítulo 50
Capítulo 50

Ambos quedaron en silencio, escuchando algunos grillos cantar en el jardín, y algún que otro búho ulular por uno de los árboles. Pero fue ella, quién habló antes que él.

—Sé que no tengo justificación alguna en volver aquí, y solo espero que algún día me perdones —le dijo ella, pero él le preguntó otra cosa.

—¿Cuándo has llegado?

—Ésta mañana.

—¿En dónde estuviste hospedada?

—Aquí mismo, en una de las habitaciones del ala oeste, Roberta me llevó hasta allí porque me dijo que ninguno de ustedes iba para esa zona, sobre todo tú.

—¿Has venido con el jet privado?

—No, hubiera levantado muchas sospechas.

—¿Y entonces?

—Y entonces, yo misma me pagué el pasaje para venir aquí, debo decirte que nunca me imaginé que sería tan caro el pasaje.

—Alemania de por sí ya es muy cara.

—Me lo suponía eso ya, mi regalo lo tienes junto con todos los demás regalos.

—Gracias, no tenías porqué regalarme nada, mi regalo para mí eres simplemente tú, Turquesa.

—Me halagas de veras con lo que me has acabado de decir, Dominik.

—Es que eres demasiado hermosa como para no decirte eso, a parte yo lo siento así —le dijo él.

—¿Pero no me perdonarás, verdad? Sé que es horrible que te haya rechazado cuando en Buenos Aires me habías pedido matrimonio, pero por lo menos perdóname y me iré, quiero estar muy bien contigo —le contestó ella.

—Te perdonaré con una sola condición.

—¿Cuál es esa condición?

—Que te cases conmigo. ¿Aceptas ser mi legítima esposa y mi Princesa?

—Sabes que no puedo hacer eso, Dominik.

—Sí que puedes, y lo sabes mejor que ninguna otra mujer, tienes derechos y puedes casarte conmigo, si me quieres, y si verdaderamente me amas como dices amarme, entonces aceptarás casarte conmigo, y lo que estoy queriendo decirte es simplemente un ultimátum.

—No puedes hacerme esto.

—Claro que sí te lo puedo hacer, Turquesa, quiero una respuesta ahora mismo, el tiempo corre, y todavía sigo esperando una respuesta de tus labios —le respondió él y ella luego de mirarlo por unos instantes, le contestó.

—Sí, acepto casarme contigo —le expresó con sinceridad.

—Me haces el hombre más feliz de la tierra —le comentó él, besándola con ternura.

—Solo espero hacerte feliz, Dominik, porque verdaderamente no sé nada sobre ser Princesa.

—Turquesa… Tusha mía.

—¿Tusha? Nunca me has llamado de esa manera, es muy bonito cuando sale de tu boca.

—Siempre he esperado el momento justo para llamarte de esa manera como has acabado de escucharla de mi boca.

La nueva pareja que se había formado en la terraza del jardín trasero, volvió a fundirse en un apasionado beso.

—Creo que es momento para anunciar el compromiso.

—No quiero que arruines tu fiesta de cumpleaños.

—Si crees que eso arruinará mi cumpleaños, estás muy equivocada. Vamos adentro.

Turquesa y Dominik entraron al salón, y él tomó una copa de champaña y la golpeó con una cuchara para que los invitados le prestaran atención.

—Buenas noches a todos, espero que se estén diviertiendo. El motivo de mis palabras es para anunciar una hermosa noticia, la mujer que creí haber perdido hace meses atrás, ésta noche ha aceptado casarse conmigo —les emitió a los demás y tomó la mano de Turquesa para luego besársela—. Conozcan a la futura princesa de Rosen, señorita Dalton, si es tan amable de quitarse el antifaz para que la conozcan —le dijo a la joven, ella se lo quitó y luego le dió un beso frente a todos los invitados.

Tanto la madre de él como Loretta quedaron boquiabiertas ante tal desfachatez por parte de Dominik y otro tanto más, por parte de ella. Claire mantuvo una línea en sus labios sin expresión mientras que Loretta apretaba sus dientes y apretaba los puños a los costados de su cuerpo.

Roberta, Antoniette y los tres hijos del príncipe, fueron a abrazar a la joven, quién los recibió con los brazos abiertos y muy contenta.

Los invitados al baile de máscaras, aplaudieron ante la buena noticia, y uno a uno se acercó a felicitar al príncipe y a su pareja.

Luego de ser felicitados, la nueva pareja bailó un vals, y pronto conversaron con los invitados y la manera en cómo se habían conocido, ya que no todos sabían quién era ella.

Su mejor amiga la alejó un momento de los presentes, y charló con ella a solas.

—¿Cómo te sientes que pronto serás su esposa?

—No lo sé, estoy tranquila, pero por dentro estoy un poco nerviosa.

—Es normal, yo pasé por lo mismo. La sensación es extraña, sobre todo, sabiendo que pronto pasarás a ser de la realeza, pero lo mejor es que nuestros hombres no son estirados, si no que parecen chicos de barrio, y eso es lo me gusta de Preston. A pesar de tener un título de nobleza, parece un hombre común y corriente.

—Lo bueno de todo, es que son encantadores y buenos hombres —le respondió Turquesa.

—Tu suegra está morada de la rabia, en cualquier momento se atraganta con su propio veneno —le dijo y Roberta se rió, pero la joven se mantuvo seria.

—No es linda la manera en cómo te expresas de ella, Roberta. Puede que no me guste su madre, pero al fin de cuentas, sigue siendo su madre. Que me haya hecho miles de cosas y muy feas, no quiere decir que yo la tenga que tratar mal o peor, no la trataré así porque no soy como ella, la seguiré tratando con respeto por ser la madre de mi futuro marido.

—Eres demasiado buena, después de todas las cosas que te ha hecho, tú quieres tratarla bien.

—No me vale de nada que yo le pague con la misma moneda, quiero que las cosas marchen más que bien dentro de la familia, no quiero crear más discordia y creo que la primera que crea la discordia y las maldades es Loretta, no es de la familia, pero Claire la considera como tal —le comentó Turquesa a su mejor amiga—. Yo creo que Loretta solo se muestra agradable ante Claire para sacar provecho. Tú que estás siempre aquí, ¿no has visto nada raro?

—Que yo sepa no —le dijo, y comenzó a recordar algo que había escuchado hacía semanas atrás—. Pero ahora que me preguntas, hace unas semanas atrás, en el té de las cuatro, había varias mujeres, incluyendo Loretta y Claire, Loretta estaba hablando con la hija de Lilian, Emma, ¿la recuerdas?

—Sí, me acuerdo de ella, solo una vez la vi, y no me agradó —le respondió Turquesa.

—La cuestión es que en el medio de la charla que mantuvieron, escuché a Loretta decirle a Emma que Claire era una vieja insoportable y que no veía la hora de casarse con Dominik para echarla del castillo.

—Eso que me has contado, en algún momento se lo tendré que decir a Claire, aunque no me crea.

—Será muy difícil convencer de eso a tu futura suegra.

Las dos amigas cambiaron de tema al instante para comenzar a hablar sobre los preparativos de la pronta boda entre ella y el príncipe.

51: Capítulo 51
Capítulo 51

No fue durante el baile sino luego de éste, en el cuál Claire arrinconó a Turquesa en uno de los pasillos del castillo, de manera amenazante.

—Si piensas por un segundo que ya te has salido con la tuya, estás muy equivocada, no me conoces todavía, puede que Dominik te haya ido a rescatar aquella vez, pero ten por seguro que te haré la vida imposible a partir del día en que contraigas matrimonio con mi hijo.

—En vez de decirme éstas cosas, ¿por qué no se pone al tanto de las barbaridades que dice su predilecta candidata para su hijo, de usted?

—No tienes ningún derecho en armar cizañas en torno a alguien que es una verdadera mujer.

—Si cree que armo cizañas, comience a escuchar bien lo que ella dice de usted a sus espaldas cuando tiene la oportunidad de hablar con alguien más. Aunque usted sea muy mala conmigo, la respeto por el simple hecho de ser la madre de Dominik, porque a mí no me gustaría que él le falte el respeto a la mía.

—Te conviene no insultarme ni faltarme el respeto, porque sabes bien que puedo hundirte.

—No le tengo miedo, solo le aviso que Loretta no es lo que usted piensa que es.

—Déjate de infamias, sabes bien que no te creeré.

—Eso ya lo sabía bien, señora. No me quiere, y por eso mismo no me cree, solo espero que jamás se arrepienta —le dijo ella, y se dió media vuelta para continuar su camino hacia la alcoba que Roberta le había dado.

La joven entró a la recámara y dió un salto cuando vió una silueta en la oscuridad.

—No te asustes, soy yo —le dijo Dominik.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó ella un poco molesta—, no tendrías que estar aquí dentro, no está bien.

—He escuchado el altercado entre tú y mi madre.

—¿Qué quieres saber sobre eso?

—Loretta habla mal de mi madre a sus espaldas —le confirmó.

—Sí —le respondió ella—. Pero ya sabes que tu madre no me cree.

—Tú tranquila, tarde o temprano se dará cuenta que se equivocó muy feo contigo, que siempre la malvada ha sido Loretta y no tú. ¿Y bien? ¿Piensas quedarte una semana?

—Pronto tengo que volver, Marta sabe que estoy aquí, pero tengo que cumplir un horario laboral, Dominik.

—Pensé que te quedabas más días, por lo menos tres días más, para comenzar a preparar nuestro casamiento.

—Tenemos tiempo para eso, Dominik, ni siquiera fijamos fecha aún.

—¿Te gustaría fijarla ahora?

—Si tú quieres, sí.

—A mí me gustaría para dentro de unos meses. No quiero esperar hasta el año que viene —le contestó él y ella lo miró sorprendida luego de encender la luz principal de la alcoba.

—¿Tan pronto?

—¿No crees que esperé demasiado tiempo por ti?

—Sí, tienes razón, ¿cuándo quieres entonces?

—Me gustaría dentro de tres meses, en ese tiempo podemos preparar con tranquilidad las bodas.

—¿Las bodas? —le preguntó ella asombrada.

—Sí, las bodas de aquí y las bodas de tu país. Una vez, creo recordar que habíamos dicho que sería ideal realizar un compromiso, y luego, un civil y boda en tu país, y un civil y boda aquí.

—¿En serio? No creo recordar que habíamos dicho tal cosa, pero si quieres eso, está bien por mí también. No veo mala la idea de realizar esos acontecimientos.

—¿Quieres que empecemos por ésta noche a preparar todo? —le preguntó él.

—¿No crees que necesitas descansar? Si quieres que me quede tres días más, entonces vas a tener que avisarle tú a Marta que me ausentaré en el trabajo.

—¿Acaso me haces responsable de faltar al trabajo? —le inquirió con una sonrisa en sus labios.

—Así es —le contestó ella y lo abrazó por su cuello para luego darle un beso en sus labios.

—De acuerdo, se lo diré mañana a la mañana —le respondió él, regresándole el beso—. Descansa, Tusha, lo necesitas más que yo.

—Gracias, buenas noches, Dominik.

—Buenas noches.

El hombre, pronto se retiró de la alcoba de su futura prometida y ella aprovechó en poner el antifaz sobre el tocador, comenzar a desmaquillarse y luego desvestirse para ponerse el camisón y acostarse.

A la mañana siguiente, Turquesa se desveló por los primeros rayos de sol que se filtraban por la antigua cortina de satén. Se estiró y salió de la cama, entró al cuarto de baño para darse una ducha y luego de aquello, comenzó a vestirse. Un pantalón, una blusa, calzado y maquillada muy natural. Salió del cuarto posterior a armar la cama, y caminó hacia el comedor donde seguramente ya estaban desayunando.

—Buenos días.

—Buenos días —le respondieron los demás.

La joven fue hacia los niños para saludarlos y luego a Dominik. Segundos más tarde, saludó al resto de la familia y ella se sentó frente a su pareja.

—¿Y tus padres? —le preguntó a Dominik.

—Se han ido anoche mismo.

—Pensé que se quedarían a dormir y unos días más también.

—No, no quisieron quedarse, a parte nuestro padre tiene asuntos pendientes.

—Está bien —le dijo ella comenzando a comer una tostada con manteca y mermelada de rosa mosqueta—. ¿Y Antoniette?

—Ella desayunó más temprano que nosotros y retornó con sus padres y hermanos —le contestó Preston.

—De acuerdo.

—¿Qué tienen pensado hacer hoy? —les preguntó Roberta.

—No tenemos idea, pero habíamos hablado anoche sobre comenzar a preparar nuestro casamiento —le respondió Dominik.

—Podríamos hacer eso y dar un paseo con los niños, ¿no? —le sugirió Turquesa a él.

—Sí, me gusta la idea —le dijo sonriendo—. ¿Ustedes qué tienen pensado hacer?

—Con Roberta habíamos pensado visitar algunos amigos, y luego estamos invitados a tomar el té, en la casa de los Reynolds.

—Sí, ahora me acuerdo que tenían esa reunión.

—Sí, dos horas tendré que quedarme sentado, a Roberta le encantan esas cosas, pero yo no soy de quedarme quieto.

—Ya lo sé, Preston. Eres un inquieto, y por eso me gusta que aceptemos esa clase de invitaciones, para que comiences a comportarte como un hombrecito —le dijo su esposa acariciando su pelo de manera burlona mientras sus sobrinos se reían al verlos.

El timbre del castillo retumbó en el ambiente, y el mayordomo a cargo recibió a la persona que estaba en la entrada. El primero, se acercó a Dominik y al inclinarse en su oído le habló.

—¿Te la ha dado? —le preguntó.

—Aquí tiene, Su Alteza —le respondió y le puso la revista sobre la mesa.

Turquesa clavó enseguida los ojos en la tapa de la revista y casi se ahogó con el café con leche. Dejó la taza sobre el plato, y tomó al vuelo la revista en sus manos. Leyó el título y no pudo abrir apenas su boca.

Se avecinan campanas de boda para el príncipe y la institutriz.

—Dile que enseguida irá —le respondió, y Turquesa lo miró.

—Muy bien, con su permiso, Su Majestad —le dijo luego de darle una pequeña reverencia.

—¿Nos sacaron fotos en tu fiesta de cumpleaños? —le preguntó asombrada.

—Era de esperarse, Turquesa. Alguien tiene algo para ti en la puerta del castillo.

—¿Tengo que ir?

—Sí, tienes que ir.

Ella, se levantó del sillón individual con posabrazos, y caminó hacia la puerta de entrada.

—Buen día, señorita Dalton.

—Buenos días, señora Terton, me alegra mucho volver a verla —le dijo, dándole un fuerte abrazo.

—A mí también me alegra verla, señorita Dalton —le contestó, regresándole el abrazo con una sonrisa—, esto es para usted —le expresó, entregando en las manos de Turquesa un precioso ramo de flores silvestres—. De parte de nuestra familia, sabemos que pronto se comprometerá con nuestro príncipe, y estamos muy felices por tan maravillosa noticia.

—Me alegra mucho saber que están felices por tal noticia. Anoche mismo me ha pedido matrimonio —le respondió con una sonrisa en sus labios—, las flores son preciosas, muchas gracias —le dijo y volvió a abrazarla por sus hombros.

—Es un pequeño detalle para darle la bienvenida a nuestro país por definitiva y por saber que le ha cambiado la vida a nuestro príncipe.

—Espero hacerlo feliz.

—Él ya se ve muy feliz, señorita. Estamos seguros que será una encantadora princesa.

—Gracias por su halago, señora Terton.

—No le quito más su tiempo, señorita. Solo he venido a entregarle el ramo y felicitarla.

—Se lo agradezco mucho, señora, espero verla pronto nuevamente, salúdeme a su familia —le contestó ella volviéndola a abrazar y a darle un beso en una de sus mejillas.

La mujer se retiró del castillo, y ella entró de nuevo. Roberta y Preston se aprontaron para visitar a sus amigos, y Turquesa y Dominik comenzaron a organizar los preparativos de su inminente boda, mientras que los niños jugaban entre ellos.

52: Capítulo 52
Capítulo 52

Turquesa había decidido quedarse una semana entera junto con Dominik y sus hijos. Era lo correcto, más si tenía que comenzar a ser parte de aquella familia, y por tal motivo Marta le había dado no una, sino dos semanas libres.

Dominik se quedó leyendo unas cartas, mientras ella intentaba armar la lista de los invitados, ambos estaban en la sala de estar, él sentado en uno de los sofás y ella sentada en un fino almohadón sobre el piso mientras escribía sobre la mesa baja.

—¿Te gustaría acompañarme a una reunión oficial?

—¿De qué se trata?

—Es protocolar, y debo asistir. Es en Italia.

—¿Por qué quieres llevarme?

—Se supone que pronto serás mi esposa. Solo quiero que me acompañes.

—Está bien, lo haré. ¿Cuándo es?

—En dos días.

—Vaya, no creí que fuera tan pronto, pero intentaré ser lo más correcta posible.

—¿Por qué quieres intentar ser alguien que verdaderamente no eres, Turquesa?

—Solo quiero hacerte quedar bien.

—No necesitas hacerme quedar bien. Eres una gran mujer, por eso me enamoré de ti, no porque seas refinada o tengas clase alta.

—Lo sé, y me gusta que seas así conmigo, me gusta mucho que me hayas elegido solo por lo que soy y no por lo que carezco, creo que si te hubieras fijado en las pocas cosas que poseo, definitivamente, no habrías posado tus ojos en mí.

—Loretta, posee todo lo que tú dices carecer, incluso es bella, pero le faltan algunas cosas que tú, sí posees, la honestidad, y la bondad y esas cosas son impagables para una persona.

Turquesa se levantó del almohadón, y fue a abrazar a su prometido, para darle luego un beso en su mejilla y luego él la besó en sus labios.

—¿Has hecho la lista ya?

—En eso estoy. ¿Quieres verla?

—De acuerdo —le dijo él y ella se la entregó—. ¿Solo setenta personas?

—No tengo mucha familia. Por mi parte, la lista ya está hecha, no sé a quiénes piensas invitar tú, pero supongo que la mayoría serán de la realeza.

—Sí, y de otros cargos también.

—Sí, me lo supuse. En fin, iré a ver a los niños, está demasiado silencioso el ambiente como para quedarme tranquila.

—¿Por qué lo dices?

—Porque cuando estaban a mi cargo, y estaban silenciosos, los encontraba haciendo desastres.

—Será mejor ir a verlos. No quiero que terminen lastimados.

—Eso será lo de menos, preocúpate si intentan tirar abajo el castillo. Son tres terremotos.

Dominik fue corriendo hacia la sala de juegos de sus hijos, y la joven lo siguió detrás a las corridas también. Ambos llegaron al salón, al mismo tiempo, y al abrir la puerta se encontraron con Fred atado a una silla, mientras Alexander ejercía de sargento y Ethan era su mano derecha, Misha intentaba ser una dama de sociedad.

—¿A quién representa el señor Turner, niños?

—Al impostor que se ha burlado de todos en Alemania.

—Te dije que tramaban algo, tanto silencio era sospechoso —le dijo en voz baja Turquesa a Dominik.

—Sigan amordazando a Turner, niños —les dijo riéndose mientras que Turner abría los ojos con asombro queriendo soltarse de las sogas.

—No puedo creer que les hayas dicho tal cosa a tus hijos, sabiendo que tienen de esa manera al pobre de Fred.

—A Fred le gustan esas cosas, siempre se lo han hecho, jamás se quejó, es más, creo que le encanta que jueguen con él de lo contrario me lo haría saber —le contestó y cambió rotundamente de tema—. Ahora que estamos a solas, podemos hacer otras cosas, ¿no te parece?

—¿A qué cosas te refieres, Dominik?

—Podemos caminar por el jardín —le sugirió sin darle más detalles al respecto.

—Está bien. Es una buena idea.

La pareja salió pronto del castillo, desde la puerta trasera que conducía al inmenso y frondoso jardín que poseía el lugar. Caminaron por la grava, hasta que se introdujeron en el pasto, en donde Turquesa se quitó los zapatos, los sujetó de una de sus manos mientras que con la otra, iba sujeta a Dominik. Algunos de sus empleados del jardín y los establos los saludaron, y ellos le regresaron los saludos también.

Dominik había cambiado enormemente desde la última vez que había recorrido los alrededores del castillo, y eso había sido en su época de adolescente, porque cuando estuvo casado la primera vez, no se aparecía por aquellos lugares, y cuando comenzó a conocer un poco más a la institutriz de sus hijos, fue un vuelco importante en la vida personal de él y tanto sus empleados dentro y fuera del castillo, como el pueblo mismo, sabían bien quién era la causante de aquel importante cambio, la mujer latina que había llegado para educar a sus hijos y de la cuál terminó perdidamente enamorado.

—Jamás pensé volver a enamorarme y mucho menos que el amor tocara a mi puerta sin que yo lo quisiera. He tenido un matrimonio desastroso la primera vez, pero sé que seré muy feliz en éste segundo.

—Era comprensible que después de tanto que has pasado, terminaras por refugiarte. Sin embargo, ha sido muy hermoso que le hayas dado una nueva oportunidad al amor. En mi caso, es la primera vez —le confesó, y con aquellas mismas palabras, se delató a sí misma.

—¿Es tu primera relación amorosa? Jamás me lo has dicho.

—Te lo he insinuado varias veces, tú no me escuchaste.

—¿Eso quiere decir que no has tenido nada? —le preguntó con suma intriga Dominik.

—No seas tan curioso. Te debes quedar con la intriga. Por lo menos que la intriga te dure tres meses —le dijo ella riéndose a carcajadas.

—¿Debo esperarte tres meses para estar en la intimidad contigo?

—No creí que quisieras acostarte aún conmigo —le expresó ella con asombro.

—Que sea un Príncipe no quiere decir que sea de madera. Siento yo también, Turquesa. Soy un hombre ante todo, y tengo mis necesidades, que no te las hayas dicho nunca, no quiere decir que no las tenga.

—¿Cómo has hecho para soportar tanto tiempo?

—Mucho antes de conocerte, solo me dedicaba al trabajo, no salía casi nunca del despacho, eso ya lo sabes bien. Pero desde que pusiste un pie en el castillo, varios sentimientos afloraron, sentimientos que creí no tener, entre ellos, las ganas de enamorarme y de amar. Pero si esperé tanto por ti, tres meses no serán nada.

—¿Estás seguro? —le preguntó ella mirándolo a los ojos atentamente.

—Sí, estoy seguro.

La joven pareja, recorrió el extenso jardín tomados de la mano mientras charlaban por más de dos horas, para luego retornar dentro del castillo, y poder merendar con los niños.

Por la noche, cuando todos se fueron a dormir, Turquesa, decidió que era tiempo en avanzar aunque sea un poco más en su relación con Dominik, y con decisión, salió de la alcoba en donde se había instalado luego del baile de máscaras, y cerró la puerta a sus espaldas. Caminó con las pantuflas en forma de frutillas y el camisón largo, hacia la recámara del Príncipe. Antes de entrar, respiró hondo, y bajó el picaporte del dormitorio para adentrarse en él y la oscuridad que la había recibido.

Esperó unos instantes a que se acostumbrara a la penumbra, y pronto vió que la ventana daba la claridad de la luna que iluminaba apenas la habitación del hombre. Caminó con sigilo hacia la amplia cama, y se puso frente a él, tapando la luz natural del satélite. Dominik se removió en la cama y ella aprovechó aquel movimiento de él, para tocar uno de sus hombros. Él abrió los ojos con asombro, y parpadeó varias veces para enfocar la vista y reconocer a la persona que estaba frente a sus ojos.

—¿Tusha, qué haces aquí?

—¿Puedo dormir contigo? —le preguntó, y Dominik terminó por desvelarse ante aquella pregunta.

—¿Por qué quieres dormir conmigo?

—Porque supongo que es bueno para nuestra relación amorosa, nunca hemos intentado dormir juntos, y pensé que sería ideal hacerlo ahora. Pero si piensas que no es lo debido por tus hijos, lo entenderé. Ésta noche, me ha salido lo atrevida —le dijo riéndose por lo bajo.

Segundos pasaron en los cuáles Dominik se quedó mirándola con atención, hasta que corrió las sábanas y el cobertor, para invitar a su prometida a compartir la cama con él. Turquesa, se descalzó, y subió a la cama para luego ser arropada por él.

—La sensación es muy extraña, pero la encuentro muy agradable también.

Dominik ni siquiera le respondió, solo la besó de manera pausada, para luego acrecentar el beso a medida que pasaba el tiempo. La joven se dejó llevar también, hasta que lo frenó de repente.

—Dominik, aguarda. No quiero que esto termine con las ropas fuera.

—Lo sé y perdóname, eres preciosa y te tengo cerca, y encima aquí dentro y no puedo evitarlo.

—Lo sé todo eso y no tienes que pedirme perdón por algo que es sumamente natural. Eres demasiado caballero incluso en ésta situación.

—Es lo que intento ser conmigo, todo un caballero, ahora, es mejor dormir.

Dominik abrazó por detrás a Turquesa y ella entrelazó su mano con la suya que estaba en la cintura de la joven mujer. Ambos quedaron dormidos al instante, y para Dominik era algo relativamente nuevo volver a dormir con tranquilidad.

53: Capítulo 53
Capítulo 53

El día había amanecido nuboso y con humedad, era algo típico en Rosen en aquel mes del año, y fue por la claridad de la temprana mañana que Turquesa se despertó, recordando la noche pasada. Si bien no había pasado nada, haber dormido en la cama del príncipe era algo extraño pero agradable al fin de cuentas. Pronto iba a ser su marido y al pensar aquello, se le dibujó una sonrisa en su rostro.

Lo vió dormir con tranquilidad a su lado, y prefirió dejarlo dormir antes que molestarlo. Salió de la cama con lentitud, y caminó hacia la puerta una vez que se calzó las pantuflas. Cuando cerró la puerta para volver a su cuarto, alguien la sorprendió en el pasillo.

—Buenos días, Turquesa —le dijo Preston algo divertido al verla.

—Preston —le contestó un poco incómoda con la situación.

—¿Por qué te pones así? Ya estamos todos grandes para dar vueltas. No veo lo malo en que hayas salido del cuarto de mi hermano.

—Yo... no es lo que tú piensas, no ha pasado nada.

—Yo no he dicho nada de eso.

—Pero sé que lo piensas.

—Tampoco, ambos son adultos, y dentro de tres meses se casan, no hay nada que decir.

—Bueno, por lo menos me has descubierto tú, y no alguno de sus hijos, eso sí que sería más incómodo.

—Creo que sus hijos se están acostumbrando a tener una nueva madre.

—No tengo intenciones de reemplazarla.

—No, ya lo sé. Pero si los niños quieren que seas su madre, tendrás que serlo.

—Claro que sí, lo seré. Pero solo si me lo piden.

—Y lo harán, estoy bien seguro que te pedirán que seas la madre de ellos. En fin, iré a desayunar, ¿bajas?

—Sí, pronto. Y buenos días para ti también.

Turquesa enseguida se metió dentro de la alcoba para no ser vista por nadie más, era terrible que ya la hubiera visto su cuñado, y no se quería imaginar lo que habría sido si alguno de los niños la descubría saliendo de la recámara de su padre. Apenas cerró la puerta detrás de ella, se dirigió al cuarto de baño en donde se ducharía lo más rápido posible para ir a desayunar, y mientras caminaba hacia el baño, olía el cuello de su camisón que desprendía el aroma masculino del perfume de Dominik.

Minutos luego de ducharse y salir del toilette con una bata de toalla, la joven se elige ropa interior y una vestimenta. Pronto bajó al comedor cuando se vió al espejo de cuerpo entero, y saludó a los demás que estaban a punto de desayunar.

—¿Cómo te fue anoche? —le preguntó su mejor amiga pícaramente, y ella le clavó la vista.

—Dormí muy bien —le respondió sin darle más detalles.

—Preston me puso al tanto de todo.

—No ha pasado nada, y si habría pasado algo, no te lo estaría ventilando. Sé cómo eres con esas cosas. Yo jamás te pregunté cómo la pasaste cuando Preston y tú pasaron la noche de bodas —le contestó, y Roberta casi se atraganta con un pedazo de scon.

—Qué directa eres.

—Es la verdad —le dijo bebiendo un sorbo de café con leche y crema, y vió de refilón a Dominik bajar las escaleras.

—Buenos días, hermano. ¿Cómo la pasaste anoche? Los gritos se han escuchado desde nuestra habitación —le expresó con burla y risa.

—No seas idiota, Preston —le dijo Turquesa, tirándole un pedazo de tostada a su cara.

—Muy gracioso, Preston. Buen día a todos —les dijo, y luego se acercó a Turquesa, para darle un beso en sus labios, el cuál la joven se lo correspondió de buena gana.

—¿Los niños no se han levantado? —le preguntó a su prometido.

—No, aún no. Es muy temprano todavía para ellos.

—La verdad es que para cualquiera es muy temprano —le dijo ella riéndose—, jamás me levanté tan temprano.

—Te debes acostumbrar, Tusha.

—No tengo tantas responsabilidades como las tienes tú, Dominik.

—Tienes que acompañarme a varios lugares, eso es el protocolo de aquí, y sin excepciones tienes que acompañarme.

—No me quejo porque tenga que acompañarte, me quejo del horario tan temprano para desayunar. ¿No puedo dormir aunque sea una hora más? Las ocho de la mañana es temprano para mí —le dijo quejosamente y él terminó por reírse a carcajadas.

—De acuerdo, Tusha, tú ganas, levántate a las nueve para desayunar.

—Gracias, Dom —le contestó ella, levantándose de la silla y abrazándolo por su cuello y dándole un beso en una de sus mejillas.

—No hay de qué, cariño. Hoy vendrá gente a almorzar, ¿verdad, Preston?

—Sí, Dominik. Confirmaron para hoy a la una.

—Perfecto, entonces. Eso me da tiempo a terminar varias cosas que he dejado pendientes.

Luego del desayuno, Roberta y Preston se retiraron del salón para pasear por el jardín trasero, mientras que Turquesa y Dominik estaban sentados en el sillón, él hojeando el periódico, y ella leyendo una revista de modas. Los niños, hacía poco tiempo que habían terminado de desayunar y estaban teniendo una hora de lectura con el señor Turner, quién se ofreció encantado para dejar libre a Turquesa y se ocupara de los preparativos de las bodas.

—¿Crees que lo que tengo puesto estará bien para el almuerzo?

—¿Desde cuándo me preguntas sobre lo que llevas puesto?

—Desde que acepté casarme contigo.

—No voy a prohibirte que uses alguna ropa.

—Solo lo pregunto, porque no quiero avergonzarte.

—Eres extravagante para vestirte, pero así te he conocido, y así quiero que seas —le dijo, y se acercó mucho más a ella—. Oye —le dijo, y ella lo miró nuevamente a los ojos—, anoche he dormido muy bien, como hacía largo tiempo no lo hacía —le expresó sinceramente, y acarició sus brazos desnudos para luego oler y besar su cuello.

—Me alegra mucho saber eso, Dominik —le respondió ella, inclinando su cabeza, y apoyándola contra la suya también.

La pareja de enamorados quedó en silencio completamente, solo escuchaban la respiración del otro, y allí mismo fue donde el príncipe se comportó un poco más osado que antes. Llevó las manos a la cintura de la joven mujer, y de a poco fue subiendo, hasta llegar debajo del busto de ella. La respiración de Dominik se aceleró y la de Turquesa se entrecortó. Ambos sabían bien que no era ni el momento ni mucho menos el lugar para aquella clase de cosas, y Dominik decidió bajar las manos con lentitud hacia la falda de su prometida para poder acariciar un poco los muslos de ella.

—Dominik, ¿no crees que tendrías que quitar las manos?

—Deja que me deleite un rato más contigo y con tu aroma, hace más de dos años que no tengo contacto físico con una mujer, prácticamente soy un virgen —le emitió con risa y ella le dió una palmadita en uno de sus brazos.

—Creo que ya no eres más la bestia que desde un principio conocí.

—Ahora que eres mi prometida, comenzarás a conocer un poco más al Dominik apasionado.

—El Dominik correcto, jamás me habría dicho esas palabras que acabo de escuchar.

—Acostúmbrate a eso entonces —le dijo, y él posó una de sus manos en la mejilla de la joven, y al darle vuelta la cara para que lo mirara, la besa.

El beso cada vez se iba acrecentando un poco más, Dominik era apasionado y dulce, y Turquesa creía derretirse en sus brazos y con ese beso. El hombre guió sus manos hacia el contorno femenino para estrecharla entre sus brazos, y ella le pasó los brazos alrededor del cuello masculino. El beso fue profundizado por Dominik, quien la sujetó por la nuca para tener más acceso a su boca. La joven mujer, ante aquella situación, intentó frenarlo.

—Dom, ¿no crees que estamos llevando las cosas a una situación más intensa? Es decir, tus hijos podrían venir en cualquier momento, y no me gustaría que nos vieran en una situación semejante, sobre todo yo aún siento vergüenza por saber que soy tu prometida.

—¿Sientes vergüenza de ser mi prometida? —le preguntó asombrado.

—No es eso, es decir... sé que tus hijos han tomado muy bien el que sea tu futura esposa, pero todavía me cuesta un poco tener que darte besos frente a los demás.

—Lo entiendo, pero tú debes saber también, que te creí espontánea y directa, sin ser tan protocolar, por eso mismo me enamoré de ti también, porque no eres estructurada y no te importa el qué dirán luego. He vivido muchos años una vida estructurada, por la madre de mis hijos, porque era princesa también, era una noble, y desde el día en que contraje matrimonio con ella, toda mi vida fue estructurada, planeada por así decirlo. Siempre había una agenda social que debíamos cumplir a rajatabla, pero ella no era de las esposas dedicadas que acompañaban a sus maridos a esos eventos sociales. Ella prefería quedarse en el castillo, o pasar el tiempo en otro sitio, alejada de sus hijos y de mí. Después de años de matrimonio, caí en la cuenta que es posible que jamás estuve enamorado de mi esposa, creo que fue más una apariencia de matrimonio feliz y ejemplar que otra cosa, ya sabes bien que ella no quería tener hijos, y la gota que colmó el vaso fue haberse enterado que estaba embarazada de Misha, intentó por todos los medios no llevar el embarazo, pero le exigí que debía hacerlo, Emma era fría y soberbia, alguien a quien no podías molestar o hacerle bromas, incluso me culpó por haberla embarazo por tercera vez, y por tal motivo creo que se desquitó con pagarme aquello mediante los engaños con Melton, si lo pienso ahora, creo que toda mi vida de casado fui engañado.

—Dom, no tienes porqué volver a recordar esas situaciones. No te hacen nada bien —le dijo ella, sujetando una de sus manos entre las suyas.

—Lo sé, pero quería que lo supieras con más detalles —le contestó sonriéndole, y volviéndola a besar en los labios.

—¿Quieres hacer algo de las bodas, o prefieres hacer tus asuntos? Nos queda tiempo hasta la una de la tarde.

—Hagamos algo de las bodas.

—De acuerdo.

La pareja de enamorados, volvió a preparar la organización de las bodas, mientras las dos horas se pasaban volando. Un rato antes de la una, ellos guardaron sus cosas dentro de la carpeta donde tenían todo acomodado, y esperaron para recibir a dos miembros de la embajada Alemania, junto con sus esposas. A la hora acordada, las cuatro personas se hicieron presentes, y Dominik les presentó a su prometida. Los hombres fueron muy amables con ella, pero las dos mujeres, una de ellas un poco más grande que Turquesa y la otra entrada en el cuarto siglo, no la miraban con agrado y mucho menos con amabilidad, ni siquiera fingían ser amables con ella, a pesar de que la joven intentaba hablarles. Eso era lo que realmente temía, ser tratada mal por personas que no eran de su mismo entorno, y comprendió que iba a ser bastante difícil caerles bien a todo el mundo del ambiente de Dominik. El pueblo al parecer la quería y mucho, pero el mundo en el que su prometido se manejaba no veía con buenos ojos que una simple esteticista, o mejor dicho, la institutriz de sus hijos, ocupara el lugar de una verdadera Princesa.

Cuatro horas habían pasado desde que las dos parejas se habían ido del castillo, luego de tomar el té. Turquesa quedó agotada, tan solo de haberlas visto y saber que jamás iban a congeniar, se tiró en el largo sillón poniendo uno de los almohadones sobre su rostro.

—¿Qué tienes? —le preguntó él.

—Nada —le respondió ella.

—¿No te gustaría elegir un vestido para pasado mañana?

—Quizá lo haga mañana.

—Estoy muy seguro que cualquier diseñador querría hacerte un vestido.

—¿Quién podría realizarlo? ¿Cómo podría conseguirlo?

—Conozco a muchos de ellos.

—Te lo agradezco mucho, Dominik, pero prefiero que lo elijas tú.

—¿Por qué quieres que lo elija yo?, sabes bien que puedes elegirlo tú.

—Los vestidos que me has elegido las dos ocasiones anteriores, fueron muy bonitos, estoy segura que si me eliges éste otro, será bonito también.

—Ya comprendo —le contestó entrecerrando sus ojos mientras la miraba con atención.

—¿Qué comprendes?

—Las mujeres que han venido aquí, no te han mirado con buenos ojos —le respondió y ella se puso nerviosa—. Me di cuenta de eso, Turquesa, no hace falta que lo ocultes de mí.

—No quiero avergonzarte.

—Si no les has caído bien, es problema de ellas, y no tuyo, Tusha. Lo único que quiero es que tú te sientas cómoda conmigo, porque yo sí lo estoy, desde que comencé a conocerte que empecé a sentirme muy cómodo contigo. Si a esas mujeres no les has caído bien, pues allá ellas, la gente de alcurnia, la mayoría se comporta así, no te tiene por qué extrañar eso.

—Eres un encanto conmigo, Dominik —le respondió, tomándolo de las manos y dándole un beso en sus labios.

—¿Cuándo te gustaría realizar nuestro compromiso?

—Creí que con haber anunciado que era tu prometida la noche de tu cumpleaños, bastaba.

—Dijimos que íbamos a organizar una fiesta de compromiso también.

—Sí, lo recuerdo. Pero tampoco quería que te pusieras en gastos.

—Para ti, es tu primera boda, para mí, es la segunda, y prefiero que tengas una fiesta de compromiso, quiero poder darte todo lo que te mereces, Turquesa.

—Gracias, Dominik.

Después de un rato, sus hijos llegaron a donde ellos estaban, y pasaron todo el rato con ellos, para luego de unas horas cenar en familia, y luego, acostarse, ésta vez, cada uno en su propio dormitorio, ya que Turquesa no quería volver a pasar por la incomodidad de la mañana, al ser descubierta por Preston.

Dos días posteriores, luego de una mañana algo ajetreada por los preparativos del compromiso, y las bodas, y una tarde igual que la pareja la repartió pasando varias horas con los niños, la muchacha llegó a la alcoba alrededor de las seis de la tarde, para comenzar a prepararse para la reunión oficial, lo que jamás le había contado Dominik a ella, era que aquella reunión, era un evento privado, en donde él tenía intenciones de presentar en sociedad a su prometida.

Turquesa apenas entró al dormitorio, la esperaban tres personas desconocidas para ella, y detrás de ella, entró Dominik también.

—Tusha, te presento a las tres mejores personas que existen en su profesión. Ivo es estilista, Ruth es maquilladora, y Gwyneth es asesora de imagen, por lo que trajo consigo, varios modelos de vestidos y accesorios para que te los pruebes, señores, les presento a Turquesa, mi prometida.

—Encantada de conocerlos —le dijo ella muy amable y con una sonrisa.

—Gracias, en nombre de los tres, es un honor al fin conocerla —le emitió Ivo.

—Creí que iba a ser una simple reunión oficial.

—Y lo es, no te preocupes, Turquesa. Deja que te preparen, en cualquier momento me estaré dando una vuelta por aquí nuevamente, para buscarte e irnos.

—Está bien. Me dejaré hacer por los expertos —le dijo ella sonriéndole, y sin vergüenza, le dió un beso en los labios.

Dominik se sorprendió un poco, pero le regresó el beso. Una vez que él se retiró del cuarto, ella giró sobre sus talones para mirarlos y decirles:

—Muy bien, soy toda de ustedes —les dijo con una amplia sonrisa, mientras se acercaba a ellos.

54: Capítulo 54
Capítulo 54

Apenas Turquesa se acercó a los tres, fue Gwyneth quien le habló primero.

—Tengo entendido que te gustan los colores, y como tienes que acompañar al Príncipe, te sugiero algún vestido entallado al cuerpo, por lo que veo a simple vista, tienes unas lindas curvas y estoy segura que algún vestido de los que te he traído, te quedará perfecto para la ocasión tan especial —le dijo sonriéndole, sonrisa que la joven le correspondió también.

—Me ha llamado la atención éste vestido —le dijo ella, señalándolo desde el perchero móvil.

—Es uno de mis favoritos también. Creo que te quedará muy bien, el degradé de colores acentuarán muy bien tu color de piel, cabello y ojos.

—Entonces me pondré ese vestido. Gracias.

—Al contrario, gracias a ti.

Luego de minutos, la sentaron frente al tocador, y mientras Ivo le realizaba un peinado de moda, Ruth la maquillaba y Gwyneth quitaba el vestido de la percha, y seleccionaba tres pares de zapatos y accesorios para que la muchacha los eligiera.

Cuando terminaron de arreglarla, la asesora de imagen se quedó a solas con ella para ayudar a vestirla como correspondía. Turquesa se veía increíble, y ella al mirarse al espejo, casi no se reconocía, eso la hizo sentir aún más nerviosa que antes. Aquello no se comparaba a la noche de Ópera en la cual acompañó al Príncipe. Aquella noche iba a ser el acontecimiento que iba a marcar un antes y un después en su vida de plebeya, y tragó saliva con dificultad por eso.

Dominik entró al dormitorio, no sin antes golpear a la puerta y ella decirle que pasara. El hombre la contempló cautivado por su belleza y femineidad.

—Estás bellísima, Turquesa.

—Gracias, Dominik. Me encanta cómo te luce el uniforme real.

—Antes que se me olvide, necesito que te pongas algo más, verás, la reunión oficial es un acontecimiento que dará que hablar, sobre todo ésta noche, será la primera aparición en público que tendrás como mi prometida, y futura Princesa y para que eso suceda, tienes que usar una pequeña corona que te colocará Ivo.

—No pensé que tendría que usar una corona.

—No siempre tendrás que usarla, pero por ésta noche, sí. Conocerás por vez primera, el ambiente en el que me manejo, y todos tienen que saber quién eres.

—¿Tu hermano y mi amiga, irán con nosotros?

—No, Tusha. Siendo el primer hijo, me corresponde a mí, ir a esos eventos sociales.

—Creo que entraré a la boca del lobo —le contestó riéndose y diciendo la frase de manera graciosa.

—¿Por qué tienes miedo?

—Porque jamás me enfrenté a una realeza completa, ni codearme con gente importante.

—Sé tú misma, es lo único que puedo decirte.

—No me ayudas en nada diciéndome eso.

—Lo sé, pero no tienes por qué tener miedo. No tendrías que tenerlo, sabiendo que te enfrentaste a la bestia cuando pusiste por primera vez un pie en éste castillo. No tienes que estrechar una amistad, no tienes que aparentar ser alguien, sé tú misma y deja que todo fluya, solo serán varias horas, luego volveremos aquí.

—Está bien, lo entiendo. Seré yo misma.

Dominik tomó la mano de Turquesa y juntos salieron de la recámara. Por lo que le respectaba a Turquesa, no iba a ser nada fácil ser ella misma aquella noche, y mucho menos frente a miles de desconocidos. No era lo que había esperado, y creyó desmayarse cuando caminaban hacia la entrada del castillo para entrar al auto. Se le había cerrado el estómago de los nervios, y procuró calmarse, respirando profundamente.

De todo aquello, lo que más le preocupaba era la imagen que podrían tener de ella, sabiendo bien que dos mujeres, días atrás no la habían aprobado como la prometida del Príncipe. Sobre todo, la mujer que se llamaba Theresa, la que tenía un par de años más que ella, y la cuál miraba a Dominik con atención y demasiado interés sin importarle mucho que en la mesa se encontraba su marido también.

El chofer los llevó al lugar donde se realizaría el evento, y Turquesa decidió que debía actuar con soltura pero con formalidad también. Pronto iría a ser la esposa de un Príncipe y como tal debía dar los pasos correctamente.

Una vez que el auto se detuvo en la entrada principal del establecimiento, Dominik fue el primero en salir del auto, para saludar a las personas que estaban esperando por su llegada, dió la vuelta por la parte trasera, para abrirle la puerta a su prometida, y extendiendo una de sus manos, la ayudó a bajar del auto. A los costados del camino que debían transitar, había vallas, con una multitud de personas. A simple vista, el pueblo la quería, pero dentro de aquel recinto, dudaba mucho que a la mayoría de los invitados les cayera bien la joven mujer. Antes de entrar, la pareja se tomó su tiempo en saludar a los demás, algo que Dominik no solía hacer, y sabía bien que Turquesa era la responsable de aquel cambio en él. Los saludos no duraron mucho tiempo, y debieron entrar al lugar.

Respira —se dijo a sí misma segundos antes de entrar.

Los ojos de todos los invitados se posaron en ellos, y Turquesa sintió que se la comían viva, tragó saliva, y se aferró más al brazo de Dominik, éste giró la cabeza para mirarla con atención, sonrió cuando la vió con la frente en alto, y le acarició la mano sobre su brazo en señal de apoyo.

La reunión se estaba llevando a cabo de manera tranquila, y un poco aburrida, pero solo esperaba que con el tiempo se acostumbrara a aquellos eventos sociales, en los cuáles debía acompañar a Dominik, aunque no le gustaran mucho, y solo lo hacía porque estaba perdidamente enamorada de aquel hombre.

En la cena, frente a ellos se les sentó una de las parejas que había ido al almuerzo en el castillo, teniendo frente a ella, a Theresa una vez más. Dominik había presentado a Turquesa como su prometida y futura esposa, y eso selló aún más la forma en que debían mirar y tratar a la joven, porque Dominik no iba a permitir que la hicieran sentir inferior a ellos.

Luego de la cena, Theresa se le acercó a Turquesa, solo para molestarla un poquito más.

—¿Qué se siente ser parte de la Realeza, Torpeza? —le preguntó, cambiando deliberadamente su nombre, lo cuál a la joven le extrañó.

—Mi nombre es Turquesa, y no siento nada al respecto. ¿Tendría que sentir algo?

—Eres una plebeya, el cambio es drástico, muy diferente a lo que estabas acostumbrada. La anterior esposa de Dominik, era perfecta, muy fina y elegante. Supongo que ya lo sabías eso, y que era noble también.

—Sí, lo sabía —le respondió quedándose sin palabras.

—Emma era una verdadera Princesa —le contestó, y cuando Dominik, quién estaba a pocos centímetros de allí, charlando con otra persona, escuchó que le decía Theresa a su prometida, se excusó con el hombre frente a él, y fue enseguida hacia las dos mujeres.

—La próxima vez que te escuche su nombre, me veré obligado a echarte públicamente del recinto, no se habla más de mi anterior esposa, Theresa. No seas desubicada, y respeta a la que pronto será tu Princesa —le respondió entre dientes, y con seriedad absoluta.

Tanto Turquesa como Theresa, se quedaron pasmadas al escucharlo hablar, Theresa porque jamás se habría esperado semejante situación vergonzosa, y su prometida porque había conocido todos sus estados, pero jamás el de aquella noche, destilaba frialdad, seriedad y rabia.

—Deberías estar pidiéndole disculpas.

—No tiene que hacer eso. No ha pasado nada —le dijo Turquesa, mirándolo a los ojos con asombro.

—Insisto. Que te lo pida con una reverencia —volvió a dirigirse a la mujer y la joven abrió los ojos con más estupefacción.

—Te pido disculpas —le terminó de decir, luego de hacer una pequeña reverencia.

—Te las acepto —le dijo Turquesa, la cuál quedó aún más sorprendida que antes.

La joven mujer, había quedado muy desconcertada con todo lo sucedido, y solo esperaba que la noche diera por finalizada. Dominik al ver de esa manera a su prometida, decidió que lo mejor era retirarse, ya habían pasado varias horas, y era momento de irse, sobre todo, porque no quería que Turquesa se sintiera más incómoda de lo normal. Lo que le había hecho Theresa, era una burla y un insulto también, y sabía bien que debía hacer algo al respecto.

55: Capítulo 55
Capítulo 55

Luego de la reunión, Dominik y Turquesa llegaron al castillo, y antes de ir a dormir, se dieron un beso.

—Hasta mañana —le dijo él.

—Hasta mañana, buenas noches.

—Igualmente, baja a desayunar a las nueve si quieres —le contestó él con una sonrisa.

—De acuerdo, pero con una condición.

—Dime.

—Que tú me acompañes también.

—Está bien, Tusha, sobre lo que ha pasado ésta noche con Theresa, te...

—No tienes que disculparte, tú no tienes la culpa, nadie la tiene, a todas las personas no puedo caerles bien y por eso no tengo que sentirme afectada.

—Pero pronto serás mi esposa, tienen que aceptarte.

—Dom, no puedo aceptar eso, ya es mucho que tú te hayas enamorado de mí para que quieras casarte conmigo, eso es suficiente para mí. No puedo agradar a todos.

—Pero quiero que vean lo buena que eres, y lo gran mujer y compañera que eres conmigo.

—Con saber que tú y tus hijos me ven así, es más que suficiente.

—De acuerdo, lo entiendo. Descansa —le contestó y le dio un beso en su frente y luego en sus labios.

—Antes que se me olvide, te agradezco mucho lo que has hecho hoy con las personas que me asesoraron para el vestido y demás.

—No ha sido nada, Tusha. Ahora sí, descansa.

—¿Tú no subirás?

—Luego lo haré, tengo que hacer unas cosas antes de irme a dormir.

—Está bien, hasta mañana entonces —le emitió ella y le dio un beso en su boca.

Turquesa se aprontó para irse a dormir, y Dominik aparte de completar algunos papeles y formularios, llamó a varias personas para reunirse el día de mañana por la tarde.

El siguiente día, fue algo rutinario, ella y él compartieron el desayuno con los niños, mientras que su mejor amiga y el esposo se prepararon para un almuerzo a varios kilómetros de distancia desde el castillo. Turquesa vio algo nervioso a su prometido luego del almuerzo, y no sabía el por qué.

—¿Ocurre algo, Dom?

—No, nada, Tusha —le dijo sonriéndole y apoyando una de sus manos sobre la de la joven.

—Te noto algo nervioso, me gustaría saber el por qué.

—Nada que tenga importancia —le contestó intentando dejarla tranquila.

—Bueno, en ese caso, iré con los niños.

—De acuerdo, luego nos vemos —le expresó luego de darse un beso.

Media hora había pasado en la cuál Turquesa se quedó con los niños en la sala de clases, mientras que Dominik hacía minutos que estaba dando una pequeña conferencia de prensa dentro de su despacho.

Fred se acercó a la sala de clases para hablar con Turquesa.

—¿No quiere escuchar las palabras del Príncipe?

—¿Cuáles palabras?

—Las que están transmitiendo por televisión en estos momentos, pero puede escucharlas desde su despacho, es la primera vez que da una conferencia de prensa, debería ir a verla —le dijo con una sonrisa en sus labios.

—Está bien, pero estaba leyéndoles un cuento a los niños.

—Yo se los sigo leyendo, por eso no hay problema.

—Bueno, muchas gracias, señor Turner.

—Vaya tranquila, señorita Dalton.

Turquesa caminó hacia la oficina de su prometido en donde dos escoltas uniformados la dejaron pasar, uno de ellos le abrió la puerta, y luego la cerró sin producir ningún ruído. Ella, se quedó en un rincón para que ni siquiera él la viera que estaba allí escuchándolo.

La conferencia había comenzado hacía minutos atrás y la joven escuchó con atención las demás palabras que vinieron a continuación.

—Por tal motivo me vi obligado a realizar una conferencia, no soy de hacer éstas cosas, salvo para casos oficiales, el pueblo me conoce bien, y los demás también, no hago pública mi vida privada, pero tocaron un tema que raya lo irrespetuoso, tanto para mí como para mi futura esposa, sobre todo, para ella, que se hable de mi anterior esposa frente a ella, es desubicado, deje bien en claro que nadie tendría que hablar de ese tema, pero veo que a veces suelen faltar a mis palabras, lo que haya pasado en el pasado, ocurrió en el pasado, ahora me avoco al presente y al futuro también, mis hijos están felices de saber que pronto me casaré, y están aún más felices de saber que me casaré con la persona que siempre ha cuidado de ellos en todo momento. Ya todos saben quién es ella, no necesito repetirlo, y tampoco quiero faltas de respeto sobre ella, nadie la conoce en verdad, y para hablar mal de una persona siempre todos están dispuestos, y para que tengan la posibilidad de conocerla mejor, éste sábado realizaré una reunión por el festejo de mi compromiso con ella, oficialmente, están invitados al castillo. Sin más que decirles, los espero pronto.

El Príncipe había terminado la frase con un saludo de mano ante las cámaras, y pronto estaban desarmando los aparatos. Dominik permaneció unos momentos en el sillón y luego se levantó cuán alto y fornido era, antes de ser vista, Turquesa prefirió salir del despacho, y volver a la sala de clases.

—Fred, necesito hablar con usted —le dijo ella, abriendo la puerta y el hombre salió del salón.

—Dígame.

—¿Tiene idea de lo que ha hecho el Príncipe? Se rebajó ante los demás, se rebajó por mí.

—Que haya querido dar una conferencia de prensa para ubicarla en el lugar que le corresponde, no significa que se haya rebajado, significa que ama a la mujer con la que contraerá matrimonio. La ha defendido, señorita Dalton, y no veo lo malo de eso.

—No tenía por qué hacer eso, no tiene que hacer nada de eso por mí.

—El Príncipe lo ha visto necesario, y lo apoyo. A él no le importa si fue o no la esposa de uno de los embajadores de aquí, quién la insultó, la defenderá de cualquier persona.

Dominik apenas salió de su oficina, la divisó junto con Fred muy cerca de ahí.

—Aquí te encuentro, Tusha —le dijo casi corriendo hacia ella—. Señoras y señores, conozcan a la mujer que me cambió la vida, Turquesa Dalton —les contestó y acto seguido, la besa frente a los demás.

Turquesa se había quedado sorprendida ante semejante muestra de amor, y se sintió un poco cohibida frente a las personas desconocidas para ella. Pronto, les sacaron algunas fotos abrazados, y tomados de la mano, y luego con amabilidad se retiraron del castillo, no sin antes beber y comer algo que la señora Shepherson les había ofrecido por pedido de Dominik.

—¿Por qué la hiciste? —le preguntó ella a él.

—Creo que Fred ya te aclaró la duda.

—Sí, me la aclaró pero no lo veo del todo bien.

—Te amo y no tienes por qué hacerte esos planteos. ¿Organizarás la reunión del sábado, no?

—¿Piensas hacerla en serio?

—Claro que sí. Es nuestro compromiso, y luego de eso, se viene la boda en Buenos Aires. Tres meses pasan volando.

—Tenemos que ver fecha para la Iglesia de mi país.

—Lo sé, porque aquí no hará falta. Tenemos una capilla.

—De acuerdo —le dijo, y luego miró a los niños a través de la puerta del salón de clases—, creo que tus hijos me ayudarán a organizar la reunión del sábado —le comentó y abrió la puerta—, niños, ¿me ayudan para preparar una fiesta?

—¡Sí! —gritaron los tres al unísono.

Los niños y ella se fueron hacia la sala principal en donde pronto se sentaron y comenzaron a preparar la reunión.

Por otro lado, Dominik y Fred se quedaron hablando en el pasillo.

—Me gustaría que luego de casarme con ella, mis hijos le digan mamá.

—No puede obligarlos. Si alguna vez quieren llamarla así, están en todo su derecho, pero si no, no tiene que obligarlos a hacer algo que no sienten.

—Lo sé, Turner.

El mayordomo se hizo presente frente a ambos hombres.

—Su madre está al teléfono, Su Majestad, y pide hablar con usted inmediatamente.

—La atenderé cuando lo crea conveniente.

—¿La hará esperar?

—Sí, la haré esperar.

—Muy bien, con su permiso —le dijo y luego le dio una reverencia.

—¿Hará esperar a su madre?

—Se lo merece y sé bien para que llama.

—Es mejor que la atienda, no querrá que se aparezca por aquí.

—Me importa poco lo que haga.

Unas horas después, Claire apareció en la tranquilidad del castillo, y no le importó mucho gritar frente a sus nietos tampoco.

—Se acabó la tranquilidad —acotó su hijo.

—¿Se puede saber qué fue lo que acabé de escuchar y ver hace unas horas atrás? ¿El que respetemos a tu prometida? ¿En serio, Dom? ¿Tenemos que respetar a tu prometida, nosotros, La Realeza? Esto parece un circo, en vez de algo serio.

—Tú y tu prepotencia parece un circo, madre. Ya sabes bien que éste sábado haré la reunión del compromiso, y aunque no quieras, tendrás que venir, por obligación, porque no querrás que hablen mal de ti, ¿o sí?

—Estás tan diferente que te desconozco.

—Siempre he sido así, tú no intentaste ver más allá de todo.

—Ni siquiera mis nietos vienen a visitarme, creo que sé quién es la persona que influencia aquí —le dijo a su hijo y miró a Turquesa.

—Ni se te ocurra decir algo más, madre. Turquesa no ha influenciado en nada.

—Cuando queríamos que vinieras, estabas con tus amigas tomando el té, y decías que tenías cosas importantes que hacer —le contestó Alexander.

Claire no soportó la declaración de su primer nieto y le dio una cachetada. El padre del niño se levantó del sillón lleno de ira, y se acercó enseguida a su hijo.

—Eres mala abuela, ninguno va a quererte —le respondió él, sobándose la mejilla y conteniendo el llanto—, ni siquiera nosotros.

—Te vas, ahora —fue lo único que le dijo Dominik.

Claire ante el asombro y la incomodidad de la situación, tuvo que retirarse del castillo. Había ido solo para armar discordia entre la pareja, y lo único que obtuvo fue una advertencia por uno de sus nietos. Y aunque le costaba creerlo, tenía toda la razón, nadie la iba a querer si seguía de aquella manera, pero odiaba a Turquesa, y estaba dispuesta a todo con tal de poner a un costado y para siempre a la prometida y futura esposa de su hijo mayor.

56: Capítulo 56
Capítulo 56

El sábado por la tarde, se había terminado de organizar todo para aquella noche, y tanto Dominik como Turquesa y los demás fueron a sus alcobas para aprontarse. La joven una vez más, tuvo la atención de los tres especialistas en moda, maquillaje y estilismo y se dejó hacer por los tres a cargo.

Dentro de una de las alcobas, fue Dominik quién recibió a los padres de su prometida.

—Gracias por la invitación —le dijo Ricardo.

—No tienes que agradecérmelo, son los padres de mi futura esposa, tienen derecho a estar aquí. Espero que disfruten de la velada, no será una fiesta, pero sí una reunión que espero deje sus frutos.

—¿Por qué lo dices? —le preguntó su suegra.

—Porque hace unos días atrás, tuve que realizar una conferencia de prensa, algo que jamás he hecho en mi vida, salvo para cosas oficiales. Era mi deber hacerla, para que entiendan de una buena vez y por todas, que Turquesa merece el mismo respeto que yo. Les guste o no, lo deberán hacer, sobre todo, las esposas y prometidas del círculo en el que me manejo.

—Tu madre es la primera que tendría que respetar a mi hija —le respondió.

—Perla, ubícate —le contestó su marido mirándola con asombro.

—No te preocupes, Ricardo. No pasa nada, es lo menos que se merece mi madre, sí, debe respetarla, pero mi madre es un caso aparte. Y se dará cuenta tarde, de todo el daño que ha hecho.

—Por lo menos no te pones en contra de mi hija.

—No tengo motivos para ponerme en su contra, ella me ha dado meses de felicidad, una felicidad que creí perdida. Amo a su hija, y se merece todo esto que le está pasando —le expresó con sinceridad, y luego le besó las manos a su suegra.

—Creo que será mejor vestirnos, no querrás que nuestra hija sospeche, ¿o sí?

—No, claro que no. Hasta luego.

Dominik se retiró de la recámara de los padres de su prometida, para entrar a la suya y vestirse ya. Se iría a poner uno de los uniformes de gala, pero no el oficial. Solo esperaba que los invitados al compromiso se hicieran presentes y estaba seguro que una de ellas iba a ser Loretta.

Dentro de la habitación de Turquesa, la estaban preparando las mismas personas que hacía semanas atrás la habían vestido, asesorado y demás. Varios minutos después, la joven quedó preparada y lista, pero su futuro marido fue el que se hizo presente en la alcoba para entregarle algo más que debía usar aquella noche.

—¿Qué ha pasado, Dominik? —le preguntó ella al verlo a su lado frente al tocador.

—Nada, solo he venido a entregarte algo.

—¿Qué tienes que entregarme? —le volvió a preguntar.

—Esto —le respondió, abriendo frente a ella un pequeño cofre antiguo, yaciendo dentro una preciosa pero pequeña corona.

A la joven, se le erizó la piel y los vellos de sus brazos, automáticamente se levantaron.

—¿Es necesario portarla?

—¿Te gusta?

—Es preciosa.

—Me alegro, debes usarla para ésta noche. A partir de hoy serás oficialmente mi prometida a pesar de haberte puesto el anillo, pero en la reunión de hoy, todos los invitados te conocerán.

—Creo que ya me conocen cuando te acompañé a aquella reunión de la semana pasada.

—Sí, una parte de ellos te conoce, ahora, lo harán todos. La corona tiene solamente diamantes, puesto que me pareció la más apropiada para lo de hoy y sobre todo, junto con el hermoso vestido que llevas puesto.

—Gracias. Me alegro mucho que te guste.

—Estás bellísima, y hay otra sorpresa más.

—¿Me la dirás?

—No será sorpresa al decírtela.

—Tienes razón —le dijo ella, y se dispuso cómodamente en el sillón individual frente al tocador, para ser atendida por el estilista para que le colocara la fina corona.

—Cuando estés lista, sal de la recámara —le respondió y le dió un beso en su frente.

—De acuerdo, nos vemos luego.

Una vez que la muchacha estuvo lista, les agradeció nuevamente a los tres por prepararla, y salió de la habitación, allí en el pasillo le esperaba la hermosa sorpresa.

Turquesa al verlos, fue corriendo hacia ellos, abrazándolos por el cuello a ambos, en un cariñoso abrazo.

—Estás preciosa, hija —le dijo su padre, orgulloso y sonriente.

—Gracias, papá. Qué hermosa sorpresa, intuía que vendrían, pero no lo sabía con certeza —les dijo ella, con una enorme sonrisa en su rostro.

—Dominik nos llamó hace unos días atrás, mejor dicho, hace como una semana atrás, para avisarnos que debíamos asistir a la reunión del compromiso, y que su jet privado estaría pasándonos a buscar pronto —le contestó su madre, mirándola de arriba abajo—, estás hecha toda una Princesa, cariño. Esa corona es preciosa.

—Muchas gracias, mamá —le dijo su hija, con una sonrisa en los labios.

Dominik se acercó a ellos tres, para poder hablar un poco más con los padres de su futura esposa.

—Me alegro mucho que estén acompañando en éste momento tan importante a Turquesa.

—Nosotros te agradecemos por permitirnos estar aquí, en nombre de Perla y mío, te decimos gracias por tu hospitalidad y por querer a nuestra hija —le dijo Ricardo a su yerno.

—Esas cosas no se agradecen, Ricardo. Gracias por haber dejado viajar de un principio a su hija, sobre todo, a un país lejano, extraño y desconocido para ella. Gracias a ustedes, tuve la dicha de haberla conocido en persona. De saber todo de ella, y amo todo de ella, desde sus defectos hasta sus virtudes —les dijo a los padres de Turquesa, y luego besó la mano de su prometida—. La corona perteneció a mi abuela paterna, creí conveniente que usaras esa corona y no la de mi abuela materna, tú sabes.

—Sí, lo entiendo bien, Dominik. No te preocupes por eso. Es bellísima y espero portarla con valentía.

—Serás estupenda. En fin, creo que será mejor bajar a la sala principal para comenzar a recibir a los invitados.

Los cuatro bajaron al salón principal en donde los recibieron con alegría y emoción, los hijos de Dominik, la mejor amiga de Turquesa, su marido, Antoniette, y el padre de los Príncipes, menos Claire, que aún seguía reticente y molesta por todo lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Media hora tarde, llegaron los invitados, creyendo la pareja que nadie iría a ir, terminaron por presentarse todos los invitados a los cuáles les llegó la tarjeta de invitación, y entre los invitados, acudió Loretta, quien se puso muy cerca de Claire, para charlar y quizá, hurdir líos.

57: Capítulo 57
Capítulo 57

Transcurridas las horas, los invitados estaban muy contentos y satisfechos de haber conocido a la prometida del Príncipe, sobre todo, los hombres estaban encantados con ella.

—Odio la manera en cómo la están tratando los hombres, como si fuera en verdad de la Realeza —le comentó Loretta a Claire.

—Es solo un rostro bonito, más nada. No tiene ninguna cosa buena después, no tiene riqueza ni tampoco posee un título nobiliario. Así qué, no te preocupes, se olvidarán fácilmente de ella, por más que pronto será la esposa de mi hijo, tratarán con él no con ella, Turquesa no puede ser la influencia de nadie —le dijo Claire a Loretta.

—Y algunas mujeres, parece que no les importa que sea una plebeya —volvió a comentar Loretta.

—Algunas no les importa, pero eso es lo de menos. Lo importante aquí, es que no tiene manera de influenciar a mi hijo.

—¿Ah sí? ¿Y por qué no? ¿Acaso tienes algo en mente?

—Lo que toda madre debería de hacer antes que su hijo se case con una vulgar y sencilla esteticista, hacer que la prometida firme un contrato pre-nupcial.

—¿Crees que lo firmará?

—Estoy segura que sí.

Claire y Loretta hablaron con más relajo que antes, hasta que Loretta se disculpó con ella y fue a charlar con una conocida que había encontrado en la reunión.

Las conversaciones entre la aristocracia comenzaban a dispersarse y a hablar entre todos, hasta que llegó a oídos de Claire un rumor bastante poco agradable. Su predilecta Loretta, estaba hablando muy mal de ella con una amiga. Claire se fue acercando cada vez más hacia la mujer para poder escuchar con mucha más atención aquellas palabras. El escándalo se hizo presente al instante, cuando la madre de Dominik sujetó del brazo a Loretta y la dió vuelta para enfrentarla. Sin decirle nada, le propinó una fuerte cachetada, dándole vuelta la cara.

Loretta quedó boquiabierta, mientras se sostenía la mejilla afectada.

—Creo que lo menos es que te vayas, eres demasiado desubicada en estar hablando mal de mí, mientras estoy presente, ¿no te parece así, Loretta? —le preguntó con una ceja arqueada, Claire.

—Claire, yo...

—¡Ni te atrevas a decirme algo, insensata! —le gritó frente a todos los invitados, y tanto Dominik como Turquesa se acercaron a ellas—. Creo que deberías irte, será lo mejor, por que podría sacarte de aquí de los pelos. Eres una atrevida, hablas mal de mí sin ningún pudor, creí que eras sensata y más astuta. Si no hubieras abierto tanto la boca en comentar cosas de mí a los demás, podrías haber sido la Reina de Alemania, te serví todo en bandeja, y encima estás hablando mal de mí, te vendría bien un azote, para que dejes de hablar barbaridades de mí, no tienes ningún derecho en decir esas cosas —le respondió muy ardida.

—Madre, no es momento para ésta clase de discusiones.

—Es el momento ideal para que saques de aquí a Loretta. Por mal hablada y desubicada, con ésta mujer no tengo más nada de qué hablar —le dijo mirándola de arriba abajo y se dió media vuelta para seguir su camino.

—Creo que ya has escuchado a mi madre, Loretta, así qué, será mejor que te vayas de aquí, le doy la razón, por que en verdad has hecho eso, hablaste muy mal de ella a sus espaldas, me lo contó Turquesa, y sabes bien que eso es como una traición. A parte, nadie te ha invitado al compromiso.

—Tu madre lo ha hecho —le dijo, sin darse por aludida.

—Con mi madre acabas de dejar de ser su amiga, dudo mucho que aún quiera que sigas aquí. Y por las buenas, te recomiendo irte, de lo contrario, me veré obligado a recurrir a los guardias reales, y no creo que quieras armar más escenas vergonzosas, ¿o sí?

—Repudio a tu futura esposa, espero que jamás sean felices —les dijo, dirigiéndose a ambos y dando media vuelta, se retiró del castillo.

Todos los presentes habían quedado sorprendidos con las últimas palabras de Loretta, sabían muy bien que era temperamental, pero jamás se habrían esperado semejantes palabras dichas por una verdadera Princesa. Dominik le hizo una seña a uno de los guardias, y entre dos de ellos, tomaron a la mujer por sus brazos y la sacaron del salón.

El Príncipe se había quedado demasiado molesto por semejante situación incómoda y vergonzosa, y estaba muy furioso.

—Si alguien más insulta a mi futura esposa, serán escoltados a la entrada por mis guardias como se la llevaron a Loretta. Organicé la fiesta con el motivo principal de mi compromiso con ella, pero sobre todo, lo hice también, para que puedan comenzar a conocerla mejor, no hay nada que ocultar, se muestra ante ustedes tal cuál es ella, no hay motivos para insultarla o tratarla mal —les gritó a todos los invitados para que de una buena vez y por todas lo comprendieran.

Uno de los invitados, lo aplaudió por defender de aquella manera a su prometida, y a continuación les siguieron todos los demás. El pequeño escándalo fue olvidado, y decidieron sentarse a cenar. Claire durante toda la velada se mantuvo un poco alejada de todos, sobre todo, del futuro matrimonio. La madre de los Príncipes, aún no podía creer lo que le había hecho Loretta, quizá se lo habría hecho desde siempre y ella, tan empecinada que estaba en querer unir a su hijo mayor con ella, nunca lo había visto. Y la única que le había dicho la verdad, era Turquesa, la joven esteticista que odiaba con todo su ser, por unirse con Dominik, Príncipe heredero a la corona, y eso era algo que Claire tenía que lidiar, por que todavía no soportaba a la futura esposa de su hijo.

La reunión, había estado alegre, bastante divertida y con mucha comida. De a poco los presentes, se fueron retirando del castillo, y quedaron los padres de Dominik y de Turquesa, Preston y Roberta y los niños, junto con Turner.

La joven Turquesa, les deseó buenas noches a todos, y subió las escaleras hacia la alcoba donde tenía instalas todas sus pertenencias, y mientras caminaba por el pasillo, supo que Claire un poco había cambiado, quizá su carácter o su forma de ser, pero de la manera en cómo la había visto ella, luego de haberse enterado lo que decía Loretta de ella a sus espaldas, sabía bien que su futura suegra dejó entrever un pequeño atisbo de cambio en su manera de ser, y solo esperaba que a partir de esa noche, no fuera tan mala con ella.

58: Capítulo 58
Capítulo 58

El siguiente día, por la mañana, todos se despertaron temprano, y Turquesa fue una de ellas también. Luego de vestirse adecuadamente, por que sabía bien que los padres de Dominik iban a estar presentes, salió de la habitación.

Los encontró a todos en el jardín trasero, bajo un hermoso árbol de camelias. Saludó primero a su prometido y luego a los demás, y creyendo que Claire iría a esquivar su saludo, se sorprendieron los presentes y ella también cuando se lo devolvió.

Todos desayunaron con tranquilidad, hasta que Turquesa ni supo cómo, quedaron su futura suegra y ella a solas.

—Necesito hablar contigo —le dijo sin nada previo.

—¿De qué quiere hablarme, señora? —le preguntó Turquesa, mirándola con atención.

—De todo lo que ha pasado desde que ambas nos conocimos.

—No le tengo rencor.

—Supongo que no, aunque tendrías que tenerlo. He sido demasiado malvada contigo, sobre todo, la última vez, cuando hice que te tuviera en cautivero, Kirby.

—No la odio. Lo que no entiendo es, ¿por qué me está hablando ahora?

—Ya sabes porqué te hablo ahora.

—Por lo que sucedió anoche con Loretta.

—Así es.

—¿Qué la hizo cambiar de opinión?

—La persona que me decía la verdad sobre ella. Y esa persona, eras tú. No quería creerte, por que eras diferente, eres diferente a las jóvenes que conozco.

—Lo sé, no tengo un título nobiliario, no soy ni siquiera de la Realeza. Pero aún así, a su hijo lo amo. Puedo que no me crea nada de lo que le estoy diciendo, pero no busco su dinero.

—Ya lo sé, Turquesa. Ya comprendí que no estás a su lado por interés, si lo habrías estado no estarías tan cerca de sus hijos de buena manera, si no, que lo harías por obligación, y eso no veo en ti. Mi nieto más grande me hizo recapacitar también, me dijo que era mala, y que si no cambiaba, nadie terminaría queriéndome, supongo que tiene razón, y por eso empecé a ver las cosas de diferente perspectiva. Desde el momento en que supe que Dominik y tú estaban teniendo una relación no profesional, comenzaron mis especulaciones, mis celos por saber que estaba contigo, no quería ver que mi hijo en verdad había encontrado a una mujer que verdaderamente lo quería, y que no estaba por sus poseciones.

—Dominik, me comentó en su momento, muy poco de su matrimonio anterior. Tampoco yo quise averiguar mucho, creo que esa parte no me corresponde saber. Solo por respeto a su anterior esposa. Solo me contó que no se llevaba bien con ella, y que era bastante distante y fría, con él y con los niños.

—Fue así como te dijo, en realidad, fui yo quién le insistió a él que la conociera, era una Princesa, y de muy buena familia, yo tuve la culpa que terminaran casados. Dominik no quería saber nada con ella, por que la joven no se mostraba atenta con él, pero aún así, a sus espaldas, traté con los padres de ella, para que mi hijo y su hija, terminaran casados. Dominik no lo tomó nada bien, pero el asunto ya estaba hecho, y no podía retractarse y plantar a la novia. Así qué, asumió la responsabilidad de lo que yo había hecho detrás suyo y luego con el tiempo, llegaron los niños, el engaño de Emma, y su suicidio. Ahora, tiene una segunda oportunidad, en la cuál yo no tuve absolutamente nada que ver, y me alegro por ello.

—¿Se alegra? —le preguntó con asombro, la joven.

—Aunque todavía no me creas, ahora sí lo estoy, por que veo cómo está mi hijo y mis nietos. Al fin, pude ver que son felices, cosa que antes no quería ver lo mal que estaban.

—Me alegro mucho que lo haya visto. Sobre todo, me alegro por usted, por que ahora prefiere la felicidad de su hijo y sus nietos.

 —Espero que algún día llegues a perdonarme, y que nos podamos llevar bien.

 —Ya le he dicho que no le guardo rencor, he llegado a la conclusión que las cosas que me ha hecho han sido por que se sintió amenazada, por saber que una mujer plebeya ocupe un rango importante en la vida de su hijo y sobre todo, ser Princesa. Creo que si alguien entraría a la familia y sé que no tiene ningún título ni nada, haría exactamente lo mismo, solo para cerciorarme que no es ninguna aprovechada y lo mismo sería en el caso del hombre, a veces los hombres también suelen ser los aprovechados al ver a una mujer como una gran mina de oro.

—Sí, lo sé. Y creo que es peor cuando tienes una hija, por que termina encegueciéndose por amor —le dijo Claire.

—Es posible, pero una mujer se da cuenta cuándo un hombre la quiere de verdad —le contestó Turquesa.

—En eso tienes toda la razón —le respondió Claire—. Creo que la mujer tendría que ser demasiado tonta para no darse cuenta de eso, salvo que esté demasiado enamorada...

—Y sí sepa que solamente la quiere por su dinero y se calla por miedo a quedar sola y saber que quizá ningún otro hombre la quiera de verdad. Con los hombres pasa lo mismo —le expresó Turquesa y la mujer asintió con su cabeza.

—Te doy toda la razón.

Dentro del castillo, los demás estaban mirando a través del ventanal con total asombro.

—No se escuchan gritos, ni nada, me está dando miedo —comentó Dominik.

—Creo que tu madre se dió cuenta la clase de mujer con la que te vas a casar y me alegro mucho por ella, por ambas.

—Ya era momento que dejara de lado los prejuicios y las habladurías —acotó Roberta.

En el jardín, ambas mujeres se levantaron, y la más grande le habló a la más chica.

—¿Te molesta si me das un abrazo para saber que me has perdonado?

—Señora, no tengo por qué perdonarla, entendí sus actitudes, ya todo pasó. Creo que tiene que mirar hacia delante, y dejar que su hijo sea feliz.

—Gracias, sé bien que es muy feliz contigo, y los niños lo son también.

Ambas se dieron el abrazo como señal de reconciliación, y posterior a eso, caminaron juntas hacia el castillo. Cuando Turquesa abrió la puerta e hizo pasar primero a Claire, todos se quedaron mirándolas con suma atención.

—No nos miren así, Turquesa y yo hemos llegado a una reconciliación. Creo que a partir de ahora, todo estará muy bien entre nosotras —les dijo con una sonrisa en sus labios, y mirando a su futura nuera.

—Eres tú, madre —le preguntó acercándose a ella y tocándole la frente.

—No tengo fiebre, Dominik —le contestó su madre con una risa en sus labios.

—Solo lo pregunto, por que te veo distinta, es como si de la noche a la mañana fueras otra persona.

—Soy la misma, solo recapacité. La equivocada fui solamente yo, por pensar mal de ella y de su mejor amiga, por que no quería que dos plebeyas se mezclaran con nosotros, pero las maneras en cómo transcurrieron las cosas, las veces en que la vi aquí, y cómo actuó con los demás, y conmigo también, me hicieron dar cuenta que tiene actitudes que carece Loretta, y muchas cosas más.

—Me alegro mucho que lo veas de esa manera, al fin te diste cuenta la clase de personas que son Turquesa y Roberta —le expresó su hijo mayor—, necesito hablar contigo, pero a solas —le volvió a decir a su madre.

—De acuerdo.

Madre e hijo caminaron hacia el despacho de él, y una vez que la hizo pasar primero a ella, y cerró la puerta, le habló:

—Solo espero que esto que nos has dicho no haya sido otro de tus grandes números que sueles montar para llamar la atención, aunque, mi instinto me dice que quizás sea por que no quieres que mi padre se entere sobre ese pequeño desliz que has cometido hace tiempo atrás.

—Nada de eso, no es ningún número montado y no es tampoco por no querer que se sepa eso, tu padre tiene todo el derecho del mundo en saber eso que pasó.

—¿Piensas contárselo?

—Sí, es lo que corresponde.

—Puede que te pida el divorcio.

—Correré ese riesgo, no tengo nada que perder. Lo único que podría pasar si me pide el divorcio, es ser destronada, y eso, tarde o temprano lo tengo que hacer. Cederle el trono al hijo más grande.

Dominik vió por vez primera en los ojos de su madre, determinación y sinceridad.

59: Capítulo 59
Capítulo 59

A partir de aquel día, Claire comenzó a ser una persona distinta, tan diferente que hasta toda su familia y la propia Turquesa se asombraban a cada instante. Dos meses y medio, habían pasado desde la reconciliación de la madre de Dominik y su futura esposa, y antes de la boda de su hijo mayor, Claire decidió hablar a solas con Luke para comentarle el pequeño secreto que estaba escondiendo, y el cuál, Dominik, sabía también.

Los padres de los príncipes por largo rato estuvieron dentro de la oficina de Dominik, hablando sobre la falta que había hecho a escondidas Claire.

Turquesa era la única que no sabía nada de todo aquello, y le preguntó a su futuro marido.

—No entiendo nada, hace más de media hora que están encerrados allí, ¿qué sucede, Dom?

—Cuando ninguno de nosotros sabía dónde te encontrabas, salvo mi madre. Le exigí a solas que me dijera dónde te encontrabas, y como ella no quería decírmelo, la chantajeé diciéndole que si ella no me decía dónde estabas tú, sacaría a la luz el secreto que tenía escondido ella, la vi besándose con otro hombre, y no era precisamente un noble, sino, un plebeyo. En estos momentos ella le está confesando eso mismo que te acabo de contar, Turquesa.

—Creo que tu madre es valiente en contarle eso a su marido, y creo que también es lo ideal. Si la pareja está bien, no tendrían porqué haber secretos entre ellos.

—Lo mismo opino yo también, y mientras que todos están en otra cosa, ¿por qué no vamos con los niños a caminar por el jardín?

—De acuerdo, les avisaré a los niños —le dijo Turquesa, y caminó hacia las escaleras para entrar al cuarto de juegos de los hijos de Dominik.

Antes de llegar a la sala de juegos, vió salir del despacho de Dominik, a un Luke muy furioso y ver a Claire demasiado dolida por la manera en cómo se iba su marido.

Creyó que lo más conveniente era no ir a dar ese paseo, e intentar hablar con su suegra si ella quería hablar.

—¿Quieres hablar? —le preguntó ella a la mujer.

—¿Por qué querrías saberlo?

—Creo que te hará bien contárselo a alguien más, para que puedas desahogarte mejor también.

—Pasa entonces —le dijo su suegra, dejándola pasar y cerrando la puerta.

Claire le contó lo sucedido a Turquesa, sin que la joven le dijera que ya sabía la verdad, solo dejó que la mujer se desahogara como quisiera, porque creía que así se compondría.

Dominik le pidió a Roberta que fuera a buscar a su pareja, ya que hacía tiempo no había vuelto con los niños.

Roberta las encontró en la oficina, charlando y riéndose.

—Dominik te está buscando, Turquesa.

—En un rato voy, Claire necesitaba quitarse un peso de encima.

—Está bien, entonces le diré que enseguida bajas con los niños.

—Roberta, ¿estás molesta conmigo? —le preguntó Claire.

—¿Por qué tendría que estar molesta con usted?

—Es lo que me parece a mí. Incluso no me tuteas.

—Solo no la tuteo porque se merece respeto de mi parte.

—Después de las cosas que hice, no me merezco ningún respeto. Así que, deberías tutearme tú también, estoy arrepentida de las cosas que les he hecho.

—Ya pasó, Claire —le insistió Turquesa.

—Todo esto es mi culpa. El engaño hacia Luke solo fue porque en su momento él no me prestaba demasiada atención, y de la nada sucedió, jamás pasó algo más entre aquel hombre y yo, ni siquiera lo volví a ver más.

—Es bueno que lo hayas sacado, estás más aliviada, y a partir del momento en que te sinceraste conmigo, las cosas cambiaron, Claire —le dijo Turquesa—. No estás más sola, nos tienes a nosotras dos también —le comentó, mirando a su amiga, para que le dijera algo también.

—Es verdad lo que dice Turquesa, no estás más sola, Claire. Nos tienes a nosotras, y a toda tu familia también —le contestó, apretando una de sus manos en señal de apoyo.

—Solo espero que Luke esté para los casamientos de su hijo, sino, sería terrible.

—Vendrá, no te preocupes por eso ahora, todavía faltan varios días de todas maneras, primero debemos casarnos en Buenos Aires, y si tú quieres, puedes no ir a la boda, sé que la boda de su país es más importante que la de donde yo provengo.

—Nada de eso, Turquesa. Iremos, aunque tenga que llevar a rastras a Luke, aunque sé que irá por su hijo.

—De acuerdo, aún así, en estos días tengo que volver, me he quedado demasiado tiempo aquí, iba a pasar solo dos semanas para la fiesta de compromiso y volvería a Buenos Aires, pero terminé quedándome más de lo debido, y tengo que avisarle a mi jefa que cederé el puesto a la chica nueva que estoy preparando —le comentó la joven.

—Haz lo que tengas que hacer, Turquesa —le expresó Claire—, pronto nos volveremos a ver.

—Sí, pero primero tengo que ultimar los detalles de la boda en mi país.

—Está bien. Me parece lo más correcto.

Con el correr de los días, Dominik y Turquesa terminaron de ultimar todos los detalles de ambas bodas, y aunque ellos se casaban, los padres de los Príncipes seguían sin dirigirse la palabra, Luke fue el afectado por el engaño que le había hecho Claire, y Turquesa estaba dispuesta a hablar con él si era necesario.

El día de la boda por civil en Buenos Aires, arrivaron con el jet privado de Dominik, la familia Rosenauer, se alojó en uno de los mejores hoteles de la ciudad, en donde cada pareja se instaló en una suite, y Antoniette en otra, para ella sola.

Turquesa había vuelto hacía más de una semana atrás para hablar con Marta, preparar bien a la nueva chica, y estar con sus padres también.

Unas horas antes, la pareja que estaba pronto a contraer nupcias, se encontró dentro de la suite donde él y sus hijos estaban instalados.

—Me llamaste al teléfono móvil, y no me dijiste nada más, que solo querías que nos encontráramos aquí.

—Lo sé, tenía que haberte dado una buena explicación, solo quiero que llames a tu padre.

—¿Para qué? —le preguntó frunciendo el ceño.

—Porque pienso hacerle entender que lo que pasó con tu madre, fue algo pasajero.

—¿Perdonarías un engaño?

—Fue solo un beso, cuando tu padre no le prestaba la atención adecuada a tu madre, eso fue todo. Jamás volvió a ver a aquel hombre, Dominik. Así que, creo yo, que no le dió suma importancia a esa situación, diferente habría sido si colocaba ese beso en una parte importante de su vida.

—¿Por qué tienes el poder de hacerme ceder en todo, Turquesa?

—Creo que puedo hacer eso, porque me amas —le respondió sonriéndole.

—Sí, te amo, si no, no me estaría por casar contigo dentro de pocas horas. Llamaré a mi padre, y le diré que venga a la habitación.

—Gracias.

Luke no se hizo esperar por mucho tiempo, ya que a los pocos segundos estaba dentro de la suite que ocupaban los niños y su hijo mayor.

—¿Qué pasa, Dom? —le preguntó curioso e intrigado por demás.

—Papá, tienes que perdonarme, pero ésta vez no seré yo quién te hable, sino, Turquesa.

—Creo saber de qué se trata, y para ahorrarte las palabras, prefiero no hablar del tema.

—Luke, sé que no tengo porqué meterme pero es por el bien de la familia, de tu familia —le emitió la joven.

—¿Por el bien de la familia? Dejamos de ser una familia desde el momento en que Claire se empecinó contigo, Turquesa.

—Es posible, pero no está todo perdido. En realidad, nada está perdido. No puedes hablar así, ¿te contó Claire del porqué del beso con aquel hombre? —le preguntó con más ahinco a su suegro.

—No, y no me interesa, se besó con otro hombre, y eso para mí es un engaño, de todas formas.

—Se besó con ese hombre porque tú no le prestabas atención. Ese fue el motivo por el cuál se dió el beso con él, jamás volvió a verlo, y para ella fue algo pasajero, porque en el fondo supo que había hecho mal en no detenerlo, y dejar que la besara. Luke, hace años que están casados, no puedes echar por la borda todo lo que construyeron juntos, formaron una hermosa familia, no puedes guiarte por un beso, sé que ha estado en falta contigo, pero vi su porqué del beso, y la comprendí.

—Lo que no entiendo es, ¿por qué jamás me dijo que no le prestaba atención?

—Quizá en su momento te lo dijo, y tú nunca la escuchaste.

Luke comprendió lo que le quería decir su nuera, y pronto la estaba abrazando en señal de agradecimiento.

—Gracias, Turquesa, has llegado para traer tranquilidad y alegría a la familia, bienvenida seas. Dominik se lleva una mujer increíble —le respondió besando sus manos.

—No tienes que agradecerme nada, Luke. Me alegro que creas que traje alegría y tranquilidad a tu familia, es lo menos que puedo hacer, luego de tantas cosas que viví con tu hijo y tus nietos —le contestó, sonriéndole y luego miró a su futuro marido para sonreírle a él también.

Dominik, le regaló una enorme sonrisa, y luego le dió un beso en su frente.

El padre del Príncipe se retiró de la suite para ir a la que ocupaba con su esposa, para charlar con ella, limar las asperezas que aún quedaban en su matrimonio, y quizá comenzar de cero nuevamente, luego de aquella confesión por parte de Claire hacia él. Los novios, quedaron a solas, ya que los hijos de Dominik, estaban con su prima Antoniette, volviéndola un poquito loca dentro de la habitación.

—Ahora, creo que me iré. Solo vine hasta aquí para hablar con tu padre, nos veremos dentro de dos horas en el registro civil.

—De acuerdo, Turquesa. Pídele a Fred que te escolte hacia el auto de la familia, y te irás a tu casa con el chofer, por favor, ¿sí?

—Está bien, cariño. Nos vemos pronto —le dijo dándole un beso en sus labios, y él se lo correspondió.

Turquesa se retiró del hotel bajo la custodia de Turner, quién la dejó irse con el chofer y dos guardaespaldas de la familia, hacia su casa.

Entre la ducha que tomó, el vestirse con un bonito vestido, un par de zapatos, un sencillo pero lindo aplique en el pelo, maquillada muy natural, y un pequeño ramo de flores naturales que su madre le había comprado, se habían pasado casi dos horas, desde que había vuelto del hotel.

60: Capítulo 60
Capítulo 60

Pocos minutos luego, la novia y sus padres, salieron de la casa, en donde los esperaba uno de los autos que había traído consigo Dominik para la boda por civil, a pesar de que la misma iría a ser muy sencilla, y prácticamente en secreto.

El auto que llevó a la novia hasta el registro civil, llegó casi tan puntual como el auto del novio y fue en aquel momento en donde la joven, se le mezclaron nervios y felicidad, porque a partir de aquel momento, iba a vivir una vida diferente a la anterior, y sobre todo, en un país que casi ni conocía, y tener un rango del que jamás se había imaginado.

Ambos bajaron del auto, y el resto de la familia los acompañó dentro del recinto.

No pasó ni siquiera media hora en donde el juez de paz los declaró marido y mujer. Dominik le dió un beso a la novia, el cuál ella correspondió de buena gana, y sus familiares aplaudieron para luego felicitarlos.

—Me has destrozado, Turquesa, siempre me has gustado, y había pensado que en algún momento tú y yo tendríamos algo más que una amistad —le contestó Eugenio, teniéndola alejada de los demás.

—Sabes bien que jamás te vi como el hombre para mí, Eugenio, siempre has sido el hermano de mi mejor amiga, más nada. Y diciéndome esto ahora, creo que fue algo desubicado de tu parte —le dijo ella.

Roberta, quién se dió cuenta de la embarazosa situación en la que se encontraba su mejor amiga, fue a su rescate.

—Eugenio, deja de molestar a Turquesa, sé tus intenciones, y creo que siempre te ha dejado en claro lo que eres tú para ella. Tienes que felicitarla, no decirle ésta clase de cosas.

—No puedo felicitarla cuando se ha casado con otro hombre.

—Lo siento, pero tú has creado algo que jamás sucedió entre nosotros, Eugenio. Siempre te he visto como el hermano de mi amiga.

Eugenio ante aquellas palabras, salió de la sala sin volver a dirigirle la palabra a la joven.

—Déjalo, cuando se le mete algo en la cabeza, ni siquiera yo se lo puedo sacar. Es preferible que vayas con tu esposo, así todos nos vamos a festejar —le dijo su amiga, con una enorme sonrisa y abrazándola.

—Tienes razón.

Cuando Turquesa llegó al lado de Dominik, éste último le habló.

—¿Qué intentaba decirte, Eugenio?

—Nada que tenga importancia.

—Turquesa, dime.

—Bueno, solo me dijo que se había quedado destrozado porque terminé casándome contigo, ya sabes que Eugenio siempre me ha visto como su tipo de mujer.

—Sí, lo sé, pero por él no tienes de qué preocuparte, pronto se le pasará.

—Eugenio es demasiado testaduro, como para entrar en razón —le respondió ella.

—Puede ser, pero no es tu problema, cariño. ¿Te he dicho que estás hermosa?

—No, no me lo has dicho, y gracias —le dijo ella con una enorme sonrisa.

Todos salieron de la sala, y los novios junto con los niños entraron en un auto diferente al resto de los familiares, pronto los llevarían a la casa de la novia, donde se realizaría una muy pequeña recepción con familiares de ella, y clientas de la peluquería y la dueña de la misma también.

La reunión había durado hasta la noche, en donde pasaron ratos muy agradables, sobre todo, Turquesa pasó un día muy agradable junto con su suegra, quién estaba de lo más amable y simpática con ella. Y la joven, suponía que no era para menos, ya que gracias a ella, supo la clase de mujer que era Loretta, y que no era sincera con la madre de Dominik.

Por la noche, los invitados se retiraron, y los familiares de Dominik, él y los niños también, solo quedaron en la casa, los padres de la joven y ella. El padre de Turquesa se retiró a dormir, y quedaron a solas ambas mujeres.

Su madre la abrazó muy fuerte contra ella, y no pudo evitar llorar.

—Estoy muy feliz y contenta por ti, cariño —le dijo su madre, mirándola a los ojos, y acariciando sus mejillas.

—Lo sé, mamá, sé que estás así por mí —le respondió su hija, sonriéndole.

—En pocos días te casarás por civil en Alemania, y ya pasarás a ser de la Realeza, todavía no me lo creo.

—Ni yo tampoco, mamá. Pero eso es lo de menos, lo que me gusta es que su madre se ha vuelto muy atenta y linda conmigo, y eso en parte me da tranquilidad, porque no será más la arpía que conocí una vez.

—Te entiendo, y me parece perfecto que esa mujer haya cambiado. Se dió cuenta tarde, pero se dió cuenta al fin, que no eras una interesada y ni buscabas que Dominik y sus hijos se alejaran de ella. Ahora, ve a dormir, que en estos días estarás demasiado ajetreada como para poder descansar.

La joven, saludó a su madre y fue directo hacia las escaleras para luego subirlas, era verdad, aquella semana y la siguiente iban a ser demasiado ajetreadas como para poder descansar como correspondía.

Los siguientes días fueron de mucha organización en el castillo, ya que parte de la familia de Turquesa, y sus padres, volaron hacia Alemania para ver cómo contraía matrimonio por civil a su querida Turquesa, y la joven sabía muy bien que en aquel reino las cosas se hacían de diferente manera, todo más formal y protocolar.

El jueves era el día en que se casarían por civil en Rosen, y mientras todos estaban vistiéndose entre charlas y risas en sus respectivas alcobas, Luke y Claire lo hacían en silencio.

—Luke, sé que he actuado muy mal, con eso del engaño y por cómo me comporté los últimos meses con la familia y sobre todo con Turquesa, pero ya has visto que he cambiado, y para bien, y no quiero que estemos así.

—Tú misma te buscaste que estemos así —le dijo él, de reojo mientras se acomodaba la corbata frente al espejo de cuerpo entero.

—Lo sé, y me arrepiento tanto de todo lo que hice que todavía no entiendo cómo es posible que Turquesa no me haya demostrado un atisbo de odio hacia mí.

—Ya ves que no todas las mujeres que se le acercaron a tu hijo han sido malvadas, o aprovechadas. Turquesa es diferente del resto de esas mujeres, y por algo la eligió nuestro hijo. Sobre todo, porque no es indiferente con nuestros nietos. En cambio, Loretta, iba a alejar a los niños de su padre, de eso estaba completamente seguro. Ya con solo verla, sabes la clase de mujer que es. Y tú, una vez más, ibas a entrometerte en la vida privada de Dominik, para que se casara por segunda vez con alguien que tú solamente querías.

—Lo entiendo, y desde que supe que Loretta no era como creí que era, estoy contenta y feliz de saber que por fin Dominik encontró la felicidad.

—Ya era hora, Claire.

—Pero yo quiero y necesito que me perdones, Luke.

—No es fácil, me engañaste con otro hombre.

—Solamente me di un beso con él, nada más, no volví a saber más nada de él después de aquello, y lo hice cuando tú no me prestabas atención.

Luke a pesar de haber escuchado con atención cada palabra que su esposa le decía, no le respondió, simplemente, siguió con lo que estaba terminando de hacer, que era, vestirse.

Pronto Dominik salió del cuarto, y todos los demás lo estaban esperando, los padres de él bajaron también, por último, los padres de la joven y la novia.

Los niños y la nueva pareja casada, fueron con uno de los autos del reino hacia el registro civil, y los demás, con diferentes autos.

Entre que llegaron al lugar luego de ser recibidos por gran parte del pueblo de Rosen, y se casaron por civil, pasaron poco más de dos horas. Y luego de aquello, los invitados comenzaron a presentarse en el castillo. La reunión tan formal había estado muy agradable, y tanto la familia de ella como la de él, y la parte protocolar del Príncipe, la habían pasado muy bien, tanto, que todos hablaron entre todos.

Luke tocó a Claire del brazo, para hablarle casi al oído.

—Vamos a la terraza.

Él se levantó primero de la silla, y luego ella, para caminar a la par hacia la terraza, ante la mirada atenta de Dominik.

—¿Qué pasa, Dom? —le preguntó Turquesa.

—Nada —le dijo sonriéndole—, mis padres han ido a la terraza, seguramente para hablar.

—Me parece bien, tienen que hablar, lo necesitan —le respondió ella, tomándolo de la mano, y él se la besó.

Fuera, en la terraza, los padres del novio, se mantenían callados.

—¿Por qué me has sacado de la recepción? —le preguntó Claire, intrigada.

—Porque quiero que hablamos.

—Dime, ¿qué quieres que te diga, o qué quieres decirme?

—Lo que has hecho anteriormente, no me ha gustado para nada, pero entiendo también que fue en el tiempo en que yo no te prestaba atención y no te tenía en cuenta para ninguna cosa. Quizás por eso, necesitabas el cariño de alguien más, o sentirte por una vez que alguien te prestaba atención. Y me arrepiento de no haberlo hecho en su momento.

—Ya todo pasó, Luke. Yo he tenido la culpa también, porque no tenía por qué dejar que aquel hombre me diera el beso.

—Los dos hemos cometido errores, tú por eso, y yo por no tenerte en cuenta en su momento.

Luke sin que su esposa le dijera algo más, la besó y ella correspondió el beso también.

—Solo espero que me perdones.

—Estás perdonada desde el día en que me fuiste sincera. Pero actué como lo hice, solo para que te dieras cuenta del error.

—Lo sé, y gracias —le dijo, volviéndolo a besar.

Claire y Luke se quedaron abrazados, compartiendo el hermoso atardecer que comenzaba a iniciarse en el horizonte del jardín trasero del castillo.

61: Capítulo 61
Capítulo 61

Una semana posterior del casamiento por civil en Alemania, Turquesa y Dominik, junto con sus familias, viajaron a Buenos Aires, para casarse por Iglesia.

La boda, había sido sencilla, emotiva y muy tradicional. Y la boda en Rosen, fue bastante formal y como siempre, siguiendo el protocolo.

Luego de la fiesta real, los novios entraron al cuarto del Príncipe, para desvestirse y ponerse ropa de cama. La mañana siguiente, iba a ser demasiado movida, un desayuno con toda la familia, y luego un almuerzo con una pareja amiga de Dominik, más luego, el día siguiente, viajarían para su luna de miel.

La pareja de recién casados, bajó a la sala a desayunar con sus familiares, y pronto charlaron de todo lo acontecido el día anterior. No obstante, Dominik, se retiró de la sala, para poder concretar el almuerzo de aquel día, almuerzo que lo acompañaría Turquesa a partir de hoy.

Alrededor de las once de la mañana, la pareja se fue del castillo con rumbo a la mansión de la pareja amiga de Dominik, donde mantendrían un almuerzo informal, para darle la bienvenida a la nueva integrante de la familia Rosenauer.

Luego del almuerzo, en donde a Turquesa la trataron muy bien, sin hacerla sentir fuera de lugar, e incómoda, se despidieron de aquella pareja, para retomar el camino hacia el castillo.

Una vez dentro del auto, Dominik le habló sobre la luna de miel que Turquesa no sabía.

—Iba a ser una pequeña sorpresa, pero prefiero que la sepas y te guardes lo que a ti más te guste.

—¿Qué sorpresa es? —le preguntó intrigada la joven.

—Nuestra luna de miel.

—Creí que no iríamos por el momento.

—¿Eso creíste?

—Sí, porque sé que tienes muchas cosas por hacer, y en estos momentos supuse que no convendría tener una luna de miel.

—Pues la tendremos igual —le dijo él, dándole un beso en sus labios.

—Me alegra saber que tendremos una pequeña luna de miel. Me gusta compartir contigo las cosas —le dijo ella sonriéndole.

—Iremos una semana a Costa Azul, y quince días nos instalaremos en la cabaña que tengo en los Alpes Suizos.

—¿No crees que los niños se sentirán alejados de nosotros? No quiero que se sientan así.

—No te preocupes por ellos. Serán solamente veinte días que no estaremos con ellos, ni siquiera un mes les dejaremos solos, igualmente, están mi hermano, tu mejor amiga, Fred y mis padres, y si los tuyos quieren, pueden quedarse mientras nosotros dos no estemos en el castillo.

—No creo que quieran, y a parte, no me siento cómoda que mis padres se queden mientras el dueño de la casa no está.

—Tu madre y la mía, al parecer se están llevando bastante bien, no tienes de qué preocuparte, Tusha.

—Está bien, Dom. Se lo comentaré a mis padres apenas lleguemos.

—Eso quiero. Que se lo comentes, no me molesta que se queden en el castillo, ya te lo he dicho miles de veces.

—Lo sé.

—Y a parte, mis hijos se llevan muy bien con tus padres.

—Lo sé también eso.

Dominik abrazó por los hombros a su esposa, y se dieron un dulce beso de amor. Apenas llegaron al castillo, él ayudó a bajar a Turquesa del asiento trasero y luego cerró la puerta. Ambos entraron al castillo, y antes de preparar sus cosas, decidieron merendar con los demás, mientras que en la conversación, les avisaron que se iban de luna de miel al día siguiente, y les insistieron a los padres de la joven que se quedaran, Claire fue una de las primeras personas en insistir que se quedaran junto con ellos.

Los padres de Turquesa después de decidirse, aceptaron quedarse, y en parte, su hija se quedó más tranquila también.

Posterior a la merienda, Turquesa se retiró a empacar las cosas junto con su madre, Misha, Roberta y Claire, y Dominik entró a su recámara para preparar las maletas con sus hijos varones. El padre de Turquesa y Luke, se quedaron en la sala charlando junto con el señor Turner también.

Para antes de la cena, la pareja ya tenía todo listo para el viaje de mañana, luego de cenar, todos fueron a dormirse, para estar despejados por la mañana, en donde los recién casados, saldrían de viaje hacia su luna de miel.

Alrededor de las nueve de la mañana, después de un desayuno bastante temprano, Turquesa y Dominik, saludaron a la familia entera, para pronto adentrarse en el auto, en la parte trasera, donde dos escoltas, los acompañarían hacia el hangar del jet privado del Príncipe, en donde tomarían el vuelo con rumbo a Costa Azul.

—¿Nerviosa?

—Un poco —le contestó ella, mientras él sujetaba ambas manos de la joven.

—Espero que te guste.

—Estoy segura de que sí me gustará —le respondió sonriéndole.

Pronto entraron al pequeño avión, pero con las mejores comodidades. Les dieron la bienvenida, mientras subían los equipajes de ambos, y en pocos minutos, el avión despegó.

—Si quieres recostarte un poco, puedes hacerlo.

—No tengo sueño, prefiero estar así contigo —le dijo ella, abrazando uno de sus brazos y apoyando su cabeza sobre el hombro masculino.

—Lo logramos, Tusha —le dijo él, mirándola penetrantemente a los ojos.

—Sí —le respondió ella con una enorme sonrisa—, después de todas las cosas por las que hemos pasado, al fin estamos juntos —le contestó, y luego, suspiró de felicidad.

Unas pocas horas después, les sirvieron el almuerzo, y mientras lo hacían, charlaban y miraban las nubes por el ojo de buey.

—En cualquier momento, estaremos llegando a suelo francés —le avisó su marido.

—De acuerdo, ¿cómo es Francia?

—Cuando la veas, te enamorarás.

—¿De la manera en como me enamoré de ti? —le preguntó ella con picardía.

—Más o menos así —le dijo él con una enorme sonrisa.

La pareja estaba besándose cuando fueron interrumpidos por el comisario de abordo.

—Usted disculpe, Su Majestad, pero vengo a informarles que en pocos minutos estaremos aterrizando en Cannes.

—Muchas gracias.

—Para servirle —le dijo, y les hizo una reverencia para luego retirarse.

—¿Dónde iremos a Costa Azul? ¿Es hotel o nos instalaremos en otro lugar?

—Es un hotel a las afueras de la ciudad, sé que te encantará, Tusha. Quiero que sea una sorpresa para ti cuando lo veas.

La joven quedó intrigada a partir de aquellas palabras dichas por su marido, y durante todo lo que duró el aterrizaje, y el viaje en auto hacia el hotel, quedó mucho más que intrigada, y sobre todo, nerviosa.

62: Capítulo 62
Capítulo 62

Los recién casados, llegaron a los pocos minutos al hotel de la Costa Azul, el lugar era espléndido y maravilloso. Turquesa se había quedado sorprendida al ver aquel establecimiento.

La pareja comienza a tener su soñada luna de miel, para olvidarse por unos días de todo lo que tienen a su alrededor y disfrutar de aquel viaje que dejará a ambos satisfechos y felices.

La primera vez de Turquesa, había sido única e inolvidable, estaba más que segura que jamás borraría de su mente lo que había vivido con él, aquella misma noche del primer día que habían llegado a Francia.

Cuando su estadía terminó en Francia, se trasladaron a Los Alpes Suizos, allí Turquesa, vió con sus propios ojos caer la nieve, y el paisaje era tan pintoresco que ella quedó maravillada al ver cabañas sobre las montañas con sus techos cubiertos de nieve y sus chimeneas humear. Todo el tiempo que duró la luna de miel, nadie había llamado a las habitaciones de los hoteles en donde se habían hospedado, solamente era Dominik quién llamaba al castillo para saber cómo se encontraban sus hijos, y de paso hablar con los demás y Turquesa hablaba con sus padres y algunas veces con Roberta y los niños también.

Posterior a la luna de miel, volvieron al castillo luego de haber tenido un perfecto viaje de enamorados. Dominik volvió a sus asuntos sociales, y Turquesa cuidaba a los niños.

Tres meses después, en un almuerzo entre Roberta y su amiga, la primera, le comenta a Turquesa, que su hermano iría a pasar unas pequeñas vacaciones en el castillo.

—¿Crees que Dominik se molestará? —le preguntó Roberta.

—No lo creo, pero conociendo bien a Eugenio, sé que intentará algo.

—Le prohibí que te dijera algo.

—Sabes bien cómo es Eugenio, que hará lo que sea para decirme algo.

—Él sabe bien que si se insinúa contigo, yo misma lo echo de aquí.

—De acuerdo, igualmente, tendrás que comentárselo a Dom. Sabes bien que no soporta a Eugenio, y yo tampoco, lo siento Roberta, pero es la verdad.

—Lo sé. Sé que no lo aguantas mucho, y a pesar de eso, no te quejas frente a mí en saber que está en el mismo techo que tú.

—Es tu hermano, que a Dom y a mí no nos agrade, no quiere decir que no lo tratemos del todo.

—Gracias, luego se lo diré a tu marido.

—Está bien. ¿Y cuándo llegaría?

—Tiene pensado venir pasado mañana.

—De acuerdo.

Unas horas después, Dominik entra al cuarto principal, donde encuentra a Turquesa peinando a Misha.

—¿Ya sabes que Eugenio viene pasado mañana?

—Sí, me lo dijo hoy, en el almuerzo, Roberta. No quería decírtelo, porque sabía que quizá tú no ibas a aceptar que pasara sus vacaciones aquí.

—La verdad es que no quiero que pase aquí sus vacaciones. Sabes bien que no me gusta como te mira.

—Lo sé, pero es su hermano.

—Y es mi castillo.

—Tienes toda la razón, pero no hubiera quedado bien que le negarás eso a tu cuñada.

—Acepto que tus padres vengan cuando se les plazca, son mis suegros, y me llevo de maravillas con ambos, ¿pero aceptar que venga el hermano de mi cuñada, que ni siquiera me representa algo?

—Por favor, Dominik, no seas así. Serán solo unos días, hazlo por Roberta, a ninguno de los dos nos gusta Eugenio, sobre todo, de la manera en cómo se comportó el día que nos casamos por civil, pero solo estará pocos días aquí, y luego se irá.

—Está bien, lo haré.

—Gracias —le dijo Turquesa abrazándolo por su cuello, mientras ella se ponía en puntas de pie.

Dos días después, Eugenio se presentó en el castillo para comenzar sus mini vacaciones, y solo esperaba Turquesa, que el hermano de su mejor amiga no intentara hacer o decir nada fuera de lugar.

Aquel mismo día, Antoniette llegó al castillo también. Solo para quedarse pocos días, a Turquesa le encantaba que estuviera la prima de su marido, porque así, Eugenio no tendría manera alguna de intentar estar a solas con ella.

Cuando el hermano de Roberta miró con detenimiento a los ojos a Antoniette, Turquesa, quien vió la escena, supo que aquella joven mujer, le había arrancado un suspiro a Eugenio, y si Roberta y ella le daban un empujoncito a ambos, estaba segura que pronto habría otro casamiento en puerta. Pero de pensarlo, a realizarlo había un trecho demasiado grande, ya que habría que saber la opinión de la prima de Dominik, si le había parecido agradable el hermano de Roberta.

Ni siquiera había finalizado la semana cuando Eugenio en una oportunidad, se las ingenió para quedar a solas con Turquesa, quien se encontraba en el jardín trasero.

—Eugenio, si vienes a insistirme con tus cosas, es mejor que te vayas de aquí, sabes bien que no quiero que me digas siempre lo mismo. Estoy casada y muy feliz con Dominik.

—No he venido a decirte nada con respecto a lo que siento por ti, ya sé que eres muy feliz en tu matrimonio, ya me resigné.

—¿Entonces? —le preguntó Turquesa, muy curiosa.

—Dime algo, la prima de tu marido, ¿tiene una relación con alguien, o está sola?

—Ya veo... ¿por qué me lo preguntas? ¿No sería bueno preguntárselo a ella directamente?

—No me atrevo.

—¿Por qué no? Conmigo siempre me fuíste de frente, ¿ahora eres un gallito?

—No soy un gallito, pero tengo miedo que me rechace.

—Antoniette, no está con nadie, y hasta donde sé, no tiene a ninguno en vista, así qué, bien podrías comenzar a acercarte a ella, y hablarle. Sé bien que tus encantos los desplegaste conmigo, a pesar de yo haberte rechazado reiteradas veces.

—Sí, me acuerdo —le dijo sonriendo—, solo espero que me disculpes por la manera que tuve en decirte esas cosas cuando te casaste por civil con Dominik.

—No te preocupes, ya todo está olvidado, solo resultabas ser un pesado, pero ahora que veo que tienes intenciones de saber más cosas sobre la prima de mi marido, me quedo más tranquila.

—¿Me das un abrazo? —le inquirió Eugenio.

—Sí, te lo doy, solo porque me fuíste sincero —le respondió ella.

Apenas el hermano de Roberta y Turquesa, se abrazaron, Dominik se hizo presente, ya que había visto la escena desde el ventanal de su despacho.

—¿Qué se supone que estás haciendo con mi esposa? —le preguntó seriamente.

—Dominik, no he intentado hacerle nada. Solo le pedí un abrazo —le contestó sorprendido, Eugenio.

—¿Y tú, Turquesa? Me dijiste que no tenías nada con él, incluso me dijiste que no lo amabas, ¿y ahora veo cómo se abrazan? ¡Exijo una explicación! —les gritó a ambos.

Turquesa, que no soportaba los gritos, y mucho menos que vinieron de su marido, le dió vuelta la cara de una cachetada.

—¡A mí no me gritas así, Dominik! —le gritó—. Eugenio te explicó bien lo que hacía conmigo, si quieres saber el por qué del abrazo, pues te lo diré. Él está interesado en tu prima, solo se acercó a mí para aclararme eso, se resignó en querer algo conmigo, y comprendió que estoy muy feliz con mi matrimonio, aclarado eso, me preguntó si Antoniette, salía con alguien.

—¿Y piensas ayudarlo? ¿Crees que Antoniette se fije en él?

—No digas algo de lo que luego, puede que te arrepientas. ¿Y tú, por qué te fijaste en mí?

—Me fijé en ti porque eres una excelente mujer, y me amas, y amas a mis hijos, porque estoy enamorado de ti por completo, y porque me haces el hombre más feliz del universo.

—Entonces, me alegro, porque yo también estoy enamorada de ti profundamente. Y no tendrías porqué comportarte así como un adolescente celoso. Eugenio no me gusta, jamás me gustó.

—Gracias por la sinceridad —le respondió él entre risas.

—Te callas —le dijo Turquesa a Eugenio.

—Sí, mamá —le contestó de manera graciosa.

—Volviendo al tema, ¿comprendiste Dominik?

—Sí, te comprendí. Entonces, ¿Eugenio quiere saber más cosas sobre mi prima?

—Así es —fue él quién respondió por Turquesa.

—Si quieres saber más cosas, tendrías que acercarte más a ella. Si en verdad te interesa para algo más que una amistad, y tienes serias intenciones, ni mi familia, ni sus padres y menos yo me opondré a que te acerques a ella. La quiero como a una hermana, y no me gustaría que la ilusiones para nada. Solo te digo esto por si ella quiere salir contigo también.

—Sí, lo sé. Y te lo agradezco mucho, Dominik —le dijo, extendiendo su mano.

Dominik miró la mano extendida de Eugenio y luego entrecerró los ojos para mirarlo fijamente, segundos más tarde, estrechó la mano con la suya.

—Y pensar que eras mi rival —le dijo Dominik.

—Todavía estoy a tiempo —contestó el hermano de Roberta.

—Ni se te ocurra —le respondió Turquesa exageradamente a Eugenio con los ojos bien abiertos.

Los tres terminaron riéndose a carcajadas en el jardín trasero, mientras que de a poco, cada integrante de la familia iba acercándose a ellos. Los primeros fueron sus hijos, y luego, Preston con Roberta, y posterior, Antoniette, quien se había quedado casi alejada de los demás, ya que no quería molestar.

Turquesa, con disimulo, codeó a Eugenio para que fuera cerca de la joven y pudiera hablarle. Así lo hizo, y se puso a su lado.

—¿Por qué no te integras a los demás?

—Están en familia, no quiero interrumpir.

—Yo tendría que decir lo mismo también —le contestó él.

La muchacha, lo miró sorprendida, porque en parte, él tenía razón también. Antoniette era la primera vez que miraba atentamente a Eugenio, las veces anteriores, lo había mirado como al hombre que gustaba de Turquesa, y por tal motivo, había decidido no estar en el medio.

—De curiosa, he visto como tú y Turquesa se abrazaban y Dominik salió como una bestia hacia ustedes.

—No te preocupes, ya todo se aclaró. Entre Turquesa y yo jamás ha pasado algo amoroso, ella siempre me ha visto como a un hermano, a pesar de que yo no la veía así. Hoy terminé resignándome por ella, porque comprendí que ama mucho a Dominik, y ambos tienen un increíble matrimonio.

—Ya veo que lo has entendido, ya era hora, Eugenio.

—Sí, lo sé —le dijo él con una sonrisa.

Antoniette, aprovechó el momento para invitarlo a caminar.

—Ya que ellos están en lo suyo, ¿quieres ir a caminar por el jardín? ¿Lo conoces?

—No, no lo conozco, sería ideal recorrerlo.

—Vamos entonces. Te gustará mucho —le comentó la joven, abrazando de inmediato el brazo del hombre que tenía a su lado.

Ambos, siguieron el sendero de piedras que formaba un bonito dibujo sobre el césped, para dejar tranquilos a los demás, y quizá para estar a solas y poder conocerse mejor.

—Qué rapida es Antoniette —comentó Roberta.

—Tu hermano no se queda atrás, Roberta —le dijo Turquesa.

—Creo que pronto tendremos un casamiento en puerta —respondió Preston.

Los tres niños, se pusieron delante de sus padres, para que ambos los abrazaran.

—Si será como el de ustedes, y como el que tengo yo con Turquesa, entonces, bienvenido sea —les acotó a los demás, mientras abrazaba por detrás a su esposa, ambos se miraron con amor, y él pronto la besó con total amor y devoción.

63: Epílogo
Epílogo

Dos meses más tarde, luego de la boda de Antoniette y Eugenio, el castillo se preparaba para el anuncio del año. Era un viernes por la tarde, cuando la pareja miraba un programa de noticias y una noticia de último momento los sorprendió.

―¿Mi madre? ¿Qué hace dando un discurso? No es propio en ella.

―Escuchemos para saber lo que dice ―le dijo Turquesa.

En solo cinco minutos la joven pareja se enteró de que en tan solo un mes, los padres de Dominik abdicarían el trono.

―¿Tan pronto? ―inquirió nuevamente la joven.

―Era de esperarse, lo han dicho varias veces ya. Quieren retirarse y poder descansar por un buen tiempo lejos de la prensa. Tenían planeado un viaje alrededor del mundo, algo que prácticamente en sus años de reinado dificilmente pudieron hacer como quisieron.

―Es bueno que puedan planear un viaje.

Ambos quedaron mirando el noticiero, y pronto llegaron los niños luego de un picnic con sus tíos.

La tarde se pasó bastante rápida y en la cena con sus hijos, les hablaron sobre la nueva noticia.

Misha y Ethan no entedían muy bien de lo que estaba pasando a su alrededor, pero sí Alexander y los felicitó.

Desde el momento en que supieron la noticia hasta una semana antes de la coronación, tuvieron eventos y reuniones.

El fin de semana anterior a la coronación, se realizó una fiesta de gala de despedida de los reyes de Rosen.

Turquesa se encontraba dentro de la recámara, preparándose con los asistentes de siempre para luego salir del castillo e ir junto con Dominik y sus hijos hacia el teatro de la capital, donde se encontraba un piso para eventos de la realeza.

La joven había elegido un vestido color rosa claro, muy sencillo pero bonito, sin mangas pero con breteles anchos y entallado al cuerpo, zapatos de encaje, un par de aros, y una cartera de mano del mismo color del vestido, que terminaba por completar el atuendo la corona de oro, brillantes y gemas fucsias.

Una vez que la maquillaron y ella se puso perfume, salió del cuarto con rumbo hacia la sala principal en donde la estaba esperando su marido.

―Estás preciosa Tusha.

―Muchas gracias Dom ―le dijo ella sonriéndole.

Los niños la elogiaron también, y pronto los cinco salieron del castillo para ser llevados al establecimiento con un antiguo Rolls Royce.

Turquesa, no sabía si decirle en aquel momento dentro del auto o esperar después de la cena de gala, lo que sabía desde hacía más de una semana atrás. Solo quería estar bien segura, para no dar falsas alarmas, pero ya no podía contenerse más, y lo dijo.

―Estoy embarazada.

Fue lo único que se escuchó dentro del habitáculo, y los cuatro clavaron sus ojos sobre ella. Dominik no podía articular palabra, y fue Alexander quien se echó al regazo de ella abrazádola por el cuello.

―Éramos una familia antes, pero ahora lo seremos más ―le dijo sonriéndole a su nueva madre y ella no pudo contener las lágrimas.

―No puedo creerlo, ¿de verdad? ―le preguntó su marido con una cálida sonrisa en sus labios.

―Sí, es verdad.

―Estoy muy feliz por ésta nueva noticia, Tusha ―le dijo besándole la frente y luego le dio un beso en la boca.

―Me alegro que lo estés.

Los otros dos niños cuando entendieron la noticia, gritaron de felicidad, y rompieron los tímpanos del chofer que los conducía hacia el teatro.

―Felicidades a ambos ―les respondió Turner.

―Gracias ―le contestaron ambos a la misma vez.

―¿Quieres que se lo digamos a tus padres hoy? ―le preguntó ella.

―Sería una buena idea para su despedida.

―De acuerdo, entonces les diremos la buena noticia.

Muy pronto llegaron al teatro, dándoles la bienvenida una aglomeración importante de prensa. Los guardaespaldas que viajaban en una camioneta, se bajaron para luego custodiar a las seis personas que bajaban del auto. Sobre todo, a los niños y a Turquesa.

Apenas terminaron de saludar, hablar y sacarse fotos, entraron al teatro donde se dirigieron de inmediato al piso del evento.

Allí se encontraban sus padres, y la familia y Dominik antes de anunciarles la noticia a ellos, le habló a Turquesa:

―¿Pongo en altavoz a tus padres también?

―¿Los llamarás? ―le preguntó ella sorprendida.

―Sí, sería bueno que todos lo sepan al mismo tiempo.

―Gracias por siempre pensar en mis padres ―le dijo sonriéndole.

―Eres mi adoración, Tusha, siempre lo haré.

Una vez Perla atendió el teléfono, Ricardo estaba atento a la noticia también, así como los padres del príncipe y su familia.

―Vamos a tener un bebé ―anunciaron ambos al unísono.

Enseguida se escuchó un golpe a través del teléfono y a Ricardo llamando a su esposa.

―Creo que tu madre se desmayó ―comentó Ricardo.

―¿Ella está bien? ―preguntó preocupada su hija.

―Sí, se está despertando aunque creo que solo se le aflojaron las piernas de la sorpresa.

Los padres de ambos y la familia de él, los felicitaron con gran alegría en sus rostros y voces.

―Habrá un heredero o heredera más en la familia, qué alegría tengo ―dijo Claire abrazando a su nuera―. Es la mejor cena de gala de despedida que pudimos haber tenido ―le contestó mirándola a los ojos y sosteniéndola de los brazos.

―Me alegro que así sea, Claire ―le respondió con alegría también y le sonrió.

Turquesa terminó de hablar con sus padres, y luego comenzaron a recibir a los invitados.

La cena de gala había sido emotiva, perfecta y con alegrías, ya que también se había dado la noticia del embarazo de la princesa de ojos turquesa.

Así la había nombrado el pueblo, porque el color de ojos no se sabía cómo era, a veces celeste y otras tantas veces turquesa como su nombre, y por cariño a ella, decidieron nombrarla de aquella manera.

Una semana después, más precisamente un lunes, en el mes de octubre, donde todavía era otoño, se estaban terminando los últimos detalles para el evento del año. La coronación de los nuevos jóvenes reyes.

Era Turquesa quien estaba muy nerviosa, y ni siquiera con litros de té de tilo, se podía calmar. No era para menos, aquel día iba a ser reina de Rosen, algo que jamás había imaginado posible.

Los lugares donde iban a aparecer, ya estaban decorados y listos para el público y los representantes de diversos países. El traspaso de coronas iba a darse lugar en la Catedral de Rosen, donde los príncipes y los antecesores de Dominik se habían casado también.

Turquesa iba a vestir de rosa, y algunos detalles en verde. Ella misma lo había decidido como representación para el pueblo, ya que Rosen se distinguía por sus rosas de color rosado.

Una simple capa sin capucha hasta el piso en verde, y un semi recogido, con un conjunto de suntuosas joyas, completaban el atuendo de la futura reina.

La joven salió de la alcoba apenas quedó lista por sus asistentes, quien la acompañaron en todo momento. Eran las nueve de la mañana, y desde temprano el castillo respiraba una atmósfera de felicidad. La prensa a las ocho en punto, se hizo presente y los príncipes los saludaban desde las ventanas en donde de vez en cuando se encontraban.

Una carroza en nácar los esperaba frente al castillo para llevar a los dos y a sus hijos a la Catedral donde serían coronados a las diez de la mañana y a la una de la tarde se realizaría un almuerzo de celebración para los nuevos reyes de Rosen en el castillo.

Pronto salieron del castillo y los primeros que subieron a la carroza fueron sus hijos, con ayuda de sus padres, luego ellos saludaron a la prensa para dejar que les sacaran algunas fotos y minutos después entraron, para ser llevados a la Catedral.

Diez y media de la mañana, llegaron al establecimiento luego de saludar a las personas que estaban esperando desde temprano por ellos.

Dominik ayudó a Turquesa a descender de la carroza, dándole sostén y mirándola a los ojos.

―Tienes las manos heladas ―le dijo besando sus manos.

―Estoy muy nerviosa.

―Luego de todo esto, dejarás de estarlo.

―Qué gracioso tú ―le contestó y ambos se rieron.

Los niños entraron a la Catedral con Roberta, la cual había salido de allí para recibirlos. El pueblo gritaba de felicidad y ambos se giraron para saludar con la mano.

―¿Preparada?

―No... ―le dijo y las altas puertas de la Catedral se abrieron de par en par para recibir a los futuros reyes.

Todos estaban allí presentes, desde los padres de él y ella, hasta grandes figuras públicas que habían desfilado desde hacía una hora atrás ya.

El príncipe la tomó de la mano levantándola un poco, y desfilaron hacia el interior de la Catedral hasta el altar en donde se encontraban los tronos.

Entre los discursos que hubo por parte de los padres de Dominik y el himno de ambos países. Se dió paso a la coronación de los jóvenes.

Luke colocó la banda a su hijo, mientras que Claire desabrochaba la capa que la joven llevaba, y posterior le colocó la banda también. La banda de él era de color rosado con una línea gruesa en los bordes de la misma de color verde, mientras que la de Turquesa era a la inversa, de color verde y los bordes de color rosado. Su padre le puso la corona y la capa, y Claire la corona y nuevamente la capa.

―Tranquila, lo estás haciendo bien, Turquesa ―le dijo en un susurro su suegra mientras le acariaba las mejillas.

―¿Se vale llorar?

―Una reina no llora.

―No puedo aguantar.

Claire le quitó las lágrimas que sin esperar, corrieron por sus mejillas. Uno de los voceros, apenas fueron envestidos los nuevos reyes, gritó:

―¡El rey y la reina han sido envestidos! ―vitoreó.

―¡Hurra! ¡Hurra! ―gritaron los presentes.

Los nuevos reyes, eran modernos y aunque existía el protocolo de hacer todo correctamente, Dominik ayudó a Turquesa a bajar del trono, y saludaron a los presentes, los primeros fueron los padres de ella y posterior a demás familiares, y figuras públicas.

Una vez que saludaron a los invitados, los nuevos reyes salieron hacia el balcón de la Catedral, para saludar al pueblo, y con un beso frente a todos, selló el profundo amor que sentía por su esposa.

―Te amo ―le dijo ella, sorprendida por aquel beso.

―Te amo yo más, reina mía ―le contestó con una sonrisa mientras la miraba a los ojos.