Parte 1

Nimb Hotel, Copenhague, Dinamarca

 

El equipo de fútbol de Estados Unidos, y su entrenador se habían hospedado desde hacía un par de días atrás en el hotel para el partido del sábado por la tarde contra el equipo local. Entre los huéspedes, se encontraba la novia de uno de ellos, Savannah. De estatura media, curvilínea, y muy bonita. El gran defecto que tenía era que no tenía carácter fuerte y le dejaba pasar todas las cosas a su pareja. Lo peor de aquella pareja era que casi siempre discutían. Y no había manera de que él, el machista de su novio, diera el brazo a torcer y acabara con la discusión.

No fue la excepción cuando le armó una escena de celos injustificados a ella, por haber charlado con uno de sus compañeros de equipo.

 

—¡Savannah! —le gritó en medio de la multitud como un poseso por ver a su novia conversar con otro hombre.

—Lo siento, creo que debo irme —le dijo, dándose media vuelta y caminando hacia su novio—, ¿me llamabas Ralph?

—Sí, ¿qué hacías con Vince?

—Charlaba con él.

—Te he dicho miles de veces que no quiero que hables con mis compañeros de equipo.

—No he hecho nada malo, solo hablaba con él.

—Si te encierras en la habitación me harías un gran favor —le contestó, sujetando con fuerza su brazo, mientras la mataba con la mirada.

—¿No crees que exageras?

—¿Desde cuándo me desafías una discusión o comentario? —le respondió con otra pregunta mientras fruncía el ceño y apretaba con más fuerza el brazo de la joven.

—Ralph, ya suéltame, por favor.

—Es mejor que subas y te encierres en el cuarto, yo saldré con algunos compañeros.

 

Savannah no le dijo más nada, solo sintió un tremendo calor subir por sus mejillas, enardeciendo su cara y sintiendo que su garganta se cerraba cada vez un poco más por la incomodidad que estaba padeciendo frente a aquellas personas. Ralph solía ser así, pero jamás lo era en público, aquella había sido la primera vez que la dejaba mal parada. Y prefirió subir al cuarto antes que volver a decirle algo más. Caminó entre los que estaban allí presentes con las miradas atentas sobre ella, entre las personas estaban algunas de las novias, y esposas del equipo, algunos de ellos, y su entrenador. Las mujeres allí presentes hablaban entre cuchicheos y otras se quedaron mirando la patética escena. Era obvio que Savannah no tenía ninguna autoridad sobre su machista y perfecto novio.

Se retiró al cuarto, cerrando la puerta y se derrumbó en llanto cuando se dio cuenta de lo desagradable que había sido aquella estúpida escena de celos. Ralph, su novio, tenía la costumbre de plantearle cosas similares a la escena de recién. Era un completo machista y Savannah no podía contra eso.

Dos horas después de ir y venir, decidió salir de la habitación, solo para ir a cenar algo al restaurante del hotel. Mientras cenaba, el entrenador del equipo entró al restaurante también. La miró, y ella por vergüenza desvió la mirada. Se sentó muy cerca de ella, tanto que hasta podían conversar sin estar en la misma mesa. Ella tomó una rebanada de pan y le untó un poco de mayonesa, llevándose a la boca la mitad de la rodaja.

 

—¿Puedo compartir mí cena contigo?

—Lo siento, pero prefiero que no, no sé a qué hora vendrá Ralph, y no quiero discutir otra vez con él.

—Ralph no piensa venir al hotel hasta la madrugada, ya me lo ha dicho, le contesté que tenía que descansar para entrenar, pero no me ha hecho ningún caso.

—Es una lástima que no quiera venir a descansar, es un gran jugador.

—¿Tú cómo estás? —le preguntó dejando de lado el comentario que ella hizo referente a su novio.

—Bien, gracias.

 

El entrenador prefirió no preguntarle más cosas, porque no quería que se molestara con él. Cenaron los dos a solas, pero muy cerca a la vez ya que sus mesas estaban una al lado de la otra. Savannah apenas terminó de cenar y pagar la cuenta, se levantó de la silla, deseándole buenas noches al entrenador, y se retiró del restaurante. Savannah se quedó dormida en uno de los sillones del cuarto de lujo. Era muy tarde cuando se despertó, miró su reloj pulsera, las agujas marcaban la una de la madrugada ya, y Ralph todavía no había llegado.

Savannah tan preocupada, decidió ponerse un pantalón y musculosa y salió del dormitorio para golpear la puerta contigua.

Golpeó varias veces pero nadie le respondió, dándose media vuelta, se encaminó nuevamente al cuarto, pero alguien la llamó por su nombre.

 

—¿Savannah? —preguntó el entrenador.

—Perdón por haberte despertado.

—No estaba durmiendo, ¿necesitas algo?

—Solamente quería saber si Ralph te llamó. No ha llegado aún y me está preocupando.

—No, a mí no me ha llamado, tendría que llamarte a ti en todo caso, eres su novia.

—No acostumbra a llamarme.

—Entonces hay que esperar.

—Sí, supongo. Gracias igual, hasta mañana y buenas noches.

—¿No quieres charlar?

—Prefiero que no.

—Tu novio no se encuentra y no creo que le digas que has hablado conmigo ¿o sí? —le preguntó y ella le negó con la cabeza sin voltearse—. Savannah, hace años que nos conocemos y no tendrías que tenerle miedo a Ralph.

—No es de tu incumbencia.

—Muy bien, buenas noches entonces —le respondió frunciendo el ceño y entró al cuarto cerrando la puerta.

 

Ella nuevamente entró a la habitación cerrando la puerta y tomó su celular, marcó el número de su pareja y esperó a ser atendida, pero jamás escuchó la voz de su novio. Volvió a marcar, esperó por segunda vez, y al tercer tono atendió una mujer, sin responder, Savannah cortó y tiró el celular sobre la cama individual de mala manera.

Era una tonta si todavía creía que Ralph alguna vez la amó. Se daba cuenta que su novio no era para ella, nunca había sido atento con ella, nunca le había dedicado un buen tiempo a ella, y mucho menos era cariñoso, algo que Savannah estaba dispuesta a darle si se lo pedía.

Decidió meterse dentro de la cama tras la desafortunada llamada que había hecho. Por horas había dado vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Solamente poco más de dos horas pudo caer en los brazos de Morfeo. Se despertó sobre saltada, viendo la cama de al lado armada, era factible que no había vuelto en toda la noche.

Se preparó para desayunar, poniéndose algo cómodo, bajó al restaurante para comer el primer comensal del día.

De inmediato vió al entrenador del equipo desayunando, frunció el ceño cuando lo vió tan tranquilo sin el equipo de fútbol.

Metió dentro de una bandeja las cosas que iba a desayunar y posteriormente se sentó en una de las mesas desocupadas. Acomodando todo en la mesa frente a ella, sintió la presencia de alguien, levantó la vista encontrándose con el nítido azul de los ojos del entrenador.

 

—¿Hoy puedo sentarme?

—¿Por qué quieres sentarte conmigo?

—Quiero hablar, eso es todo.

—De acuerdo, puedes sentarte.

 

Ambos se quedaron en silencio, desayunando y los dos se miraron. Él empezó la conversación.

 

—Ralph no ha ido al entrenamiento y estoy pensando seriamente en reemplazarlo.

—Y yo estoy pensando seriamente en irme de aquí.

—¿Decidiste dejarlo?

—Eso creo.

—¿Crees?

—Estoy confundida, mucho.

—Tienes edad suficiente como para saber lo que quieres ya, pero creo que te entiendo, me pasaría lo mismo.

—Lo sé, pero es muy difícil.

—¿Qué es lo difícil?

—Lo que haré, dejarlo.

—Veo cómo te trata, no me gusta.

—No sé si me lo merezco o no.

—Ninguna persona se merece ser tratada como te trata a ti.

—Supongo que tienes razón —le contestó bebiendo un sorbo de café con leche.

—¿Hacías algo antes de meterte en este mundo? —preguntó con interés.

—Sí, estudiaba periodismo, con inclinación a espectáculos.

—Nada semejante al fútbol.

—No, nada parecido. Conocí a Ralph por casualidad.

—¿Cómo?

—Por intermedio de un grupo de amigos.

—La mayoría de las relaciones comienzan de ese modo.

—¿Y tú? ¿Tienes pareja?

—No, he tenido, pero no soportó esto, mi trabajo.

—Es complicado, ¿no quería acompañarte?

—No.

—Como ves, a mí no me molesta, pero a Ralph no le gusta. Ralph no es de esos chicos que le agrada que estén acompañados por sus parejas o familia.

—Es mejor estar acompañado. Se hace todo más liviano.

 

El novio de Savannah se hizo presente en el restaurante para desayunar. Savannah se levantó de la silla para ir hacia él.

 

—Ralph, ¿dónde te habías metido?

—¿Qué carajo haces hablando con mi entrenador? —le preguntó matándola con la mirada.

—Solo hablo con él, no seas celoso, por favor te lo pido.

—¿Qué no sea celoso me dices? Cada vez que te veo en público, te veo hablar con alguien del sexo opuesto.

—Que hable no quiere decir que haya algo más, y si vamos al caso, anoche te llamé y me atendió una mujer.

—Te he dicho miles de veces que no quiero que me llames al celular.

—Era casi la una de la madrugada, ¿dónde querías que te llamara? Me has tenido muy preocupada toda la noche y tú te viste con otra mujer. Me quedo como una imbécil esperándote y tú ni te dignaste en contestarme o llamarme.

—Sí, he estado con otra mujer, mucho mejor que tú, ni a los talones le llegas, te he dicho que no quería que vinieras, sin embargo lo hiciste —le dijo ardido, y ella le dio una fuerte cachetada, dándole vuelta la cara.

—Me iré de aquí —le dijo muy molesta.

—¿Y dónde piensas ir?

—Tenía una vida antes de conocerte.

—No creo que mejor que la que tienes ahora.

—Ni creas, tú no me das nada.

—Estos lujos no los ves todos los días.

—No me importa, solamente eres un machista, no me mereces, debería haberte dejado desde el primer día que me maltrataste —le dijo delante de muchas personas.

—¿Y crees que diciéndome eso me conmoverás?

—Claro que no, pero era algo que desde hacia tiempo tenía que decirte. Mi peor error fue haberme mezclado contigo. Hasta nunca Ralph.

—Si me dejas te arruino —le dijo sujetándola del brazo.

—No tengo nada para que me saques —le contestó soltándose.

—Esto no es tema para hablarlo aquí. Vayamos a otra parte.

—No quiero ir a ninguna parte contigo.

—Es mejor que vengas.

—Te ha dicho que no quiere ir contigo —le respondió su entrenador.

—Tú no te metas, eres solamente mi entrenador.

—De acuerdo, iré contigo, pero luego me dejas tranquila.

 

Ralph y Savannah salieron del restaurante ante la mirada curiosa de algunos y de rabia del entrenador. Subieron al cuarto de hotel que compartían y la hizo entrar de muy mala manera. Cerró la puerta de un fuerte golpe y comenzó a gritarle ferozmente. Ella se defendió como pudo. Ya nunca más volvería a humillarla y ni mucho menos a golpearla. Ya dejaría de ser Savannah la débil.

 

—¡Tú me escucharás a mí pedazo de energúmeno! —le gritó con furia—. No quiero saber más nada de ti, ni quiero que te acerques. Me cansé de ser la estúpida, me cansé de que me humilles. Y me cansé de ver para otro lado mientras tú te acostabas con otras.

 

La joven tomó sus ropas y todo lo demás, ya estaba decidida a dejarlo.

 

—¿Qué haces?

—Te dejo. Debí dejarte hace mucho tiempo atrás. Estoy mucho mejor sin ti.

—Tú sin mí no eres nadie Savannah.

—No me importa lo que me digas, no cambiaré de parecer.

—Vete entonces, al fin y al cabo eres un estorbo para mí, jamás debí salir contigo. Sabía que eras solo un adornito sin algún interés mío hacia ti, solo te he querido porque en su momento me viniste como anillo al dedo, no eres famosa pero tu cara bonita hizo posible que tenga la popularidad que tengo en estos momentos.

—No creo que te dure mucho.

—Estoy saliendo con otra mujer, mucho más hermosa que tú, yo creo que sí.

—Si eso crees, bueno, pues quién contra ti. Ahora si no te molesta, quiero armar con tranquilidad la maleta.

 

Ralph salió de la habitación mientras que Savannah se quedó armando la valija. Una hora y media después de haberla cerrado con candado, salió y bajó al lobby del hotel para pedir una computadora para poder comprar el pasaje de retorno a su país.

Volvió a encontrarse con el entrenador y Ralph, ambos discutían acaloradamente. Savannah estaba segura que era sobre el reemplazo del que le había hablado anteriormente a ella. Ralph estuvo a punto de golpearle la cara si no fuera por la mano firme y grande de su entrenador que sujetó el puño cerrado.

 

—Ni se te ocurra golpearme Ralph, porque la pagarás.

—Nunca me gustaste para ser nuestro entrenador.

—Por algo me ofrecieron el puesto. Así que, te recomiendo que no hagas nada que perjudique más tu carrera futbolística. Has faltado a casi todos los entrenamientos y para evitar más malos entendidos prefiero ponerte en el banco de suplentes, si no te suspendo hasta que yo mismo lo decida. Como tú más lo quieras Ralph —le dijo con sarcasmo.

 

Por otro lado, Savannah, compraba el pasaje con destino a Minnesota nuevamente.

Ella apenas salió de la sala, caminó hacia los elevadores. Entró a la habitación y le escribió una nota al entrenador, ya que después de todo él había sido el único que quiso en verdad charlar con ella sin nada de por medio.

 

<<Muchas gracias por todo. Hoy mismo vuelvo a mí lugar de residencia. Fue la decisión más correcta que jamás pude haber tomado. Y la he hecho gracias a ti, me abriste los ojos. Te estaré siempre agradecida. Savannah>>

 

Antes de dejársela por debajo de la puerta, la golpeó, pero nadie le abrió.

Esperó el taxi que había pedido con antelación y una vez que llegó, lo tomó metiendo el conductor la valija en el baúl.

Suspiró de alivio cuando se vió sola, yendo hacia el aeropuerto para retomar las riendas de su vida.

2: Parte 2
Parte 2

Un año y medio después...

 

Savannah había terminado de graduarse desde la tercera semana en que había vuelto de Dinamarca, hacía ya un año y medio atrás. Muy pocos meses después le ofrecieron un puesto de trabajo para realizar reportajes en la calle a famosos y desde hacia un tiempo hasta ahora realizaba entrevistas a personas que estaban dispuestas a tomar parte de su tiempo en contestar algunas preguntas.

Aquel día le tocó hacerle la entrevista a un entrenador, algo que jamás había hecho. Tenía la dirección del hotel en donde estaba alojado aquel hombre. La conserjería le dio el número de habitación y ella subió luego de darles las gracias.

Golpeó a la puerta y mientras esperaba a ser atendida se acomodaba el cabello. Cuando la puerta se abrió, ambos quedaron demasiado sorprendidos.

 

—¿Señor Parker? —preguntó más que sorprendida.

—Savannah, ¿qué haces aquí?

—Vengo para la entrevista.

—¿Tú la harás?

—¿Es a usted a quién entrevistaré?

—Pasa Savannah —le dijo abriendo más la puerta.

—Gracias —le contestó entrando.

—Nos conocemos hace mucho como para que me llames de usted.

—Lo sé, es solo por costumbre que lo hago.

—Pues intenta llamarme Duke.

—Lo intentaré —le respondió con una sonrisa.

—¿Has venido sola?

—Sí, es solo una entrevista escrita. Luego la pasaré en limpio y la mandaré a edición.

—He oído hablar mucho de ti ultimamente.

—Estuve bastante ocupada. Tengo mucho trabajo. Quién diría que volvería a verte.

—Lo mismo digo. Siéntate, ¿quieres algo para beber?

—No, gracias. ¿Te parece bien que comencemos la entrevista?

—Pareces apurada.

—No quería sonar así, lo siento.

—Descuida. Solo veo que estás muy cambiada, diferente, decidida, me gusta. Siempre tendrías que haber sido así Sabannah.

—Digamos que desde hace un año y medio atrás he madurado bastante. Después de lo que me ha pasado con Ralph, no he vuelto a querer saber de nadie y eso en parte te lo debo a ti. No me malinterpretes. Me has dejado ver cosas que yo no me estaba dando cuenta.

—Después de leer la nota que me dejaste fui hasta el aeropuerto, pero llegué muy tarde.

—¿Fuiste al aeropuerto? —le preguntó la joven sorprendida.

—Así es. Tu vuelo ya había despegado.

—¿Por qué fuiste?

—Para despedirme de ti, porque creí que jamás volvería a verte.

—Bueno pues, nos volvemos a ver las caras nuevamente —le contestó graciosamente.

—Ya lo creo que sí —le dijo él con gracia también.

—¿Supiste lo que le ha pasado a Ralph? —le preguntó ella.

—Sí, eso le tocaba. Terminar así. Después de todo lo que te ha hecho a ti, se lo merecía.

—Supongo que sí. Pero es horrible saber que está preso por posesión de drogas.

—No es el único que se droga. Muchos jugadores lo son.

—Jamás lo he visto. Por lo menos no lo ha hecho frente a mí.

—En fin. ¿Quieres empezar? —le preguntó clavando sus ojos en los de la joven.

—Sí, claro —le expresó y ella se quitó el abrigo dejándolo sobre el respaldo de una de las sillas.

 

Ella tomó el bolígrafo y el cuaderno de notas, se sentó frente a él y se cruzó de piernas. Él recorrió las piernas de ella con la mirada.

La entrevista estaba pasando ligera y amena. Como se esperaba entre ellos dos.

 

—Es muy lindo lo que haces —respondió ella sobre el nuevo equipo de fútbol para niños que estaba dirigiendo.

—Gracias, después de lo de Dinamarca me dije que era ideal realizar el proyecto, y no me ha ido tan mal. Prefiero lidiar con niños y adolescentes y no con gente que ya maduró desde hace años.

—Ralph era uno de ellos —le contestó sin anotar aquello.

—Sí, fue uno de los peores a lo largo de mi carrera como entrenador.

—Te pido disculpas en su nombre.

—Tú no tienes porqué pedirme disculpas, tú has sido una víctima, eras una víctima de violencia de género, ¿lo sabías?

—Sí, es muy feo darte cuenta de eso. Mis padres jamás lo supieron.

—¿Por qué nunca me pediste ayuda o mismo lo denunciaste?

—Porque no quería hacerle eso, y estando en un país que no conocía me sentía sola y sin poder conseguir ayuda si me decidía a denunciarlo, y estaban mis padres también, no quería que se enteraran.

—Me tenías a mí —le confesó mirándola a los ojos.

—¿Piensas construir un club de deportes en Minnesota? —le preguntó esquivando la respuesta anterior de él.

—Si me lo pides sí. Tengo entendido que allí es donde vives.

—Dime otra respuesta, no puedo redactar eso.

—Ingéniatelas. Al parecer has dejado de tratarme de usted.

—Esto es una entrevista y no un interrogatorio de mi vida privada.

—Es mi oportunidad.

—¿Para qué?

—Tú sabes muy bien para qué Savannah, para confesarte que siempre me gustaste.

—Estás loco.

—Sí, pero por ti.

—No he venido hasta aquí para algo más.

—Y lo sé, pero si estás aquí es por algo, dejando al margen ésta entrevista.

—He venido solo por la entrevista.

—Lo sé, pero, ¿no me dirás más nada con respecto a lo que te acabo de decir?

—No sé qué decirte. No estoy preparada para esto.

—Desde que te he conocido que me has parecido increíble. No eres como las demás mujeres, ni siquiera como mi ex.

—Qué halago. ¿Por qué lo crees así?

—Porque si bien siento que eres frágil, sé también que eres muy fuerte, si no, no habrías hecho nada de todo lo que hiciste hasta el momento.

—¿Podemos continuar con la entrevista? Por favor.

—Sí, de acuerdo.

 

Él terminó por resignarse y ella suspiró de alivio. No era que a ella le desagradaba él, simplemente no estaba preparada para una nueva relación. Y mucho menos con un hombre que le llevaba una década y un par más de años.

La entrevista finalizó una hora y algo más después. Ella juntó todo y se pusó nuevamente el abrigo.

 

—¿Quieres algo para beber o comer ahora?

—No, gracias. Ya debo irme.

—Por favor, me gustaría que charlemos, nos debemos una conversación.

—¿Qué quieres de mí?

—Te quiero a ti, siempre has sido tú, cuando apenas te conocí, me dije a mí mismo que solamente eras la novia de uno de mis jugadores, pero con el tiempo vi la manera en cómo te trataba, era humillante y quería hacer algo, pero tú jamás lo hubieras permitido.

—Ralph era celoso por todo y con todos los que se me acercaban. Con el tiempo fue peor, era cuestión de días o semanas para que comenzara a levantarme la mano.

—Tendrías que haberlo denunciado desde el instante en que te golpeó.

—Por miedo no lo he hecho.

—Quédate a cenar conmigo —la invitó intentando cambiar de tema.

—Te lo agradezco, pero tengo que volver.

 

Duke no sabía cómo retenerla. Era un poco confuso todo, ya que la quería pero temía que ella lo rechazara y terminara espantándola en vez de acercarla más a él.

 

—Espera que te ayudo —le dijo acomodándole el cuello del abrigo por ella.

—Gracias —le contestó ella, sacándole él el cabello de dentro del abrigo y quedaron mirándose a los ojos con fijación.

 

Él se acercó más a ella y terminó por posar sus labios en los de la joven. Ella se sorprendió y no intentó hacer nada con el beso que él le dió. Solo pudo quedarse quieta mientras él seguía besándola.

 

—Lo siento, no pensé que...

—No lo sientas, soy yo la que tiene que disculparse contigo por no corresponderte el beso.

—Por lo menos me he dado cuenta que no quieres nada conmigo.

—Será mejor que me vaya, gracias por la entrevista. Buenas noches —le respondió y abrió la puerta.

—Savannah, perdón por besarte, fue un impulso.

—No te preocupes. No tienes que disculparte por haberme besado. Pero debo irme.

—De acuerdo, espero verte pronto.

—Yo... Es mejor que no. Perdón.

 

Savannah se retiró del cuarto de hotel, ella misma cerró la puerta. Ni hizo diez pasos en los cuáles volvió a girarse y fue directo a golpear la puerta como hacia una hora y media atrás.

 

—¿Qué pasó? —él le preguntó con desconcierto.

—Me he olvidado de darte algo. Te lo debía —le respondió y al ponerse en puntas de pie le dio un beso en la boca.

—¿Qué fue eso?

—Lo que te debía —le contestó sonriéndole.

—Eso ha sido inesperado viniendo de ti.

—Nunca he hecho algo así. Es la primera vez.

 

Se quedaron sin palabras, solo mirándose a los ojos, él dentro y ella en la puerta de la habitación.

Él posó sus manos en las mejillas de ella y ella se las tocó. Se miraron y él volvió a besarla, ésta vez con más entusiasmo y mucha pasión. Una pasión dormida que se despertó desde el instante en que posó sus labios en los de la joven Savannah.

La muchacha enredó brazos y manos alrededor del cuello del hombre, mientras que él la levantaba del suelo por la cintura. Cerró una vez más la puerta, esperando él, que no se volviera a abrirse recién por la mañana del siguiente día. Quería pasar la noche con ella. Y eso iba a ser algo que tendría que emplear, sacando todo su encanto para seducirla. Porque después de todo Savannah, no era de las mujeres fáciles, y Duke sabía perfectamente que le costaría ganarse su confianza y su corazón.

 

—¿Quieres cenar ahora? —le preguntó separándose un poco de ella.

—Me gustaría más ir a la cama —le emitió ella con absoluta sinceridad, y él la miró asombrado—. Lo sé, no me mires así, tú me haces poner atrevida. Y sobre todo haces que sea yo misma.

—Eso último que me has dicho fue muy lindo Savannah.

—En serio lo digo, no sé lo que tienes pero haces que sea la persona que una vez fui antes de conocer a Ralph, desde hace mucho hasta ahora soy la persona que era. Siempre me gustó la persona que era, pero Ralph me hacia sentir inferior. Siempre.

—Jamás ha visto, lo que yo siempre vi en ti. Te quiero Savannah y no me importa si tú misma crees que tienes defectos, los quiero igualmente porque esa eres tú, de otra manera no lo serías.

 

Ella posó sus manos en las mejillas de él, y fue el turno de ella nuevamente para besarlo. A partir de allí mismo, fue una vorágine de ropas despojadas y tiradas al suelo, y de sentimientos escondidos que surgieron en una cama de hotel, con dos personas que se amaron sin límites.

A la madrugada, se despertó y lo miró dormido a su lado. Sonrió recordando lo sucedido durante toda la noche, había sido especial, y con amor, con un amor que jamás había pensado que existía, y menos que querría dárselo un hombre como el que tenía en aquella cama. Pero Savannah tenía miedo, y mucho. Y fue una cobarde. Salió de la cama, se vistió y le dejó una nota sobre la cama.

Unas horas después, él se despertó palpando el lado derecho vacío. Se sentó en la cama, y la llamó en medio de la oscuridad. Nadie le respondió, solo palpó una hoja de papel, encendió la luz del velador de la mesa de noche y tomó la nota en sus manos.

 

<<Te pido perdón por haberme ido de ésta manera. Jamás imaginé algo así como lo que sentí contigo, nunca imaginé poder sentir un sentimiento tan maravilloso como el que me hiciste sentir. Jamás creí que existía un amor tan perfecto como el tuyo hacia mí. Me hiciste comprender que sí existe el verdadero amor, y un gran hombre como tú. Un millón de gracias por ésta preciosa noche, jamás la olvidaré. Con cariño, Savannah.>>

 

Apurado, se colocó el bóxer y el pantalón del pijama y una remera, salió del cuarto de hotel con desespero, y preguntó en conserjería si habían visto a una joven mujer salir.

El conserje le dijo que recién había entrado a su turno correspondiente, por lo tanto no vio a ninguna mujer salir del hotel.

Quince días habían pasado desde aquella noche tan espléndida. Y Duke no podía ubicarla por ninguna parte, había sido como si solo fuera un bonito sueño del que despertó para volver a la cruda realidad.

Savannah había incoincidido en pasar por el lugar en donde se estaba construyendo el club de deportes cerca de su casa, en Minnesota. Y sabía con exactitud que el dueño era Duke. Había pasado por un campo de deportes cercado, allí vio un pequeño grupo de niños jugar a la pelota y a su entrenador diciéndoles con cariño pero seriamente las cosas que estaban haciendo bien y mal. Supo al instante que era él. Los niños la vieron y le avisaron a su entrenador, este último se acercó a ella.

 

—Hola, supuse que estabas aquí, espero que no te haya importado que viniera, estoy a pocas calles de aquí.

—¿Vives por aquí, verdad?

—Sí, a cinco calles. Espero que no te haya molestado haber invadido tu lugar.

—Para nada, si no estás apurada, podemos charlar, solo tendrías que esperarme unos minutos.

—De acuerdo. Te esperaré.

 

Los niños se fueron luego con sus padres, y él tomó sus cosas y se acercó a ella. Se saludaron y sonrieron. Ninguno de los dos habló sobre el tema más importante. Caminaron y hablaron de todo un poco menos de lo primordial.

 

—¿No crees que nos debemos una charla?

—Lo sé, nos debemos una charla, siento haberme ido tan así. Hubiera querido quedarme pero...

—¿Y por qué no lo hiciste?

—Debía pasar a limpio la entrevista.

—¿Por esa estupidez te has ido?

—Es mi trabajo.

—Lo sé muy bien, pero podía haber esperado. Savannah te quiero, ¿acaso no lo entiendes? ¿La noche en que estuvimos juntos no te diste cuenta?

—Sí, por algo te escribí aquellas palabras en el papel.

—Entonces déjame quererte.

—Tengo miedo, no lo pasé para nada bien con Ralph.

—No soy Ralph, en nada. La noche en que te amé fue única, y deberías de saberlo. Y me gustaría que todas las noches seas iguales a la noche que pasamos juntos. Jamás pensé que Ralph nunca te puso una mano encima.

—Ya supiste que no —le dijo y ambos se sentaron en un banco de plaza.

—Savannah te amo, por favor, déjame hacer de tu mundo algo soñado. No soy rico, pero puedo darte comodidades que quisieras.

—Tonto, no te quiero por esas cosas Duke, te quiero porque eres muy bueno conmigo, siempre has sido amable y cariñoso conmigo, bueno, intentabas ser cariñoso aunque yo no lo permitía. Pero sé que siempre estuviste a mi lado, por más que yo no lo hubiera querido.

—No creo que sea ideal pedirte matrimonio por el momento, sé que no querrías y lo veo algo apresurado, pero sí me gustaría que vengas a vivir conmigo. Creo que no hace falta salir juntos, saltamos de un principio esa etapa —le contestó con risa, y ella rió también.

—Sí, lo creo yo también. ¿De veras quieres que vaya a vivir contigo?

—Sí, de veras lo quiero. ¿Qué me dices?

—¿Puedo pensarlo?

—Sí, puedes pensarlo, no te apresuraré, pero tampoco quiero que te desaparezcas como hace quince días atrás y vuelvas a dejarme una nota. Sé que estás muy asustada, pero quiero que confíes en mí.

—De acuerdo, iré a vivir contigo.

—¿Ya lo has pensado? —le preguntó él muy sorprendido.

—Sí, no ha sido tan difícil. Sé que contigo seré feliz. Me lo has demostrado siempre, y mucho más en la noche que pasamos juntos.

—Aquella noche nos marcó para siempre —le expresó sincero él, mientras tomaba la mano de ella y se la besaba—. Debo ir a ducharme, la necesito, de paso, ¿quisieras conocer el departamento?

—Me parece bien, llévame al departamento —le sonrió—. Te amo Duke —le expresó y acercó sus labios a los de él, el cuál le correspondió el beso con cariño y amor también.

 

Él la tomó de la mano, y la levantó del banco de plaza para comenzar a caminar hacia el departamento. Un hogar que Savannah estaba más que segura que sería llenado de amor, cariño y dulzura día a día y noche tras noche, con el amor que se profesaban desde el instante en que sus miradas se encontraron, sus labios se rozaron y sus cuerpos se unieron en uno solo.