Prólogo

Esmeralda Claymore nunca se hubiera imaginado que el ambicioso de su marido llegara a apostarla en una partida de póker en Las Vegas.

La joven está casada con un vividor compulsivo, de eso se había dado cuenta la primera vez que apostó veinte mil dólares y fue por más, quizás se había casado tan joven por el sólo hecho de saber cómo era en verdad la vida de casada, y también para irse de la casa de sus padres.

Tiene edad suficiente como para arreglárselas sola, cuenta con tan solo veinte años, pero aún así estaba algo chica para dar aquel paso tan grande que le cambió la vida por completo y sin darse cuenta ella misma se tendió su propia trampa.
Sus padres le cedieron gran parte de su fortuna, aunque igual ellos le dan dinero extra, es de aquellas “niñas ricas” que no les importa gastarse el dinero que tiene. Su marido es el que se da los grandes gustos, a pesar de no poseer ni siquiera diez céntimos, para él derrochar dinero era su mayor satisfacción, hasta la noche en que el destino de su esposa cambió definitivamente.

Caleb Callaghan es un hombre de negocios, un accionista. Uno de los mejores en su profesión, y soltero. Sin apuros de casarse. Pero gracias al azar, se verá envuelto en un juego de póker que acepta sin saber casi hasta el final lo que obtendrá por premio.

Los caminos de Esmeralda y Caleb se verán entremezclados, ninguno de los dos quiere al otro, o eso es lo que se dicen en su propia cara, pero cuando el amor comience a absorverse por los poros de Caleb, nada ni nadie impedirá que la joven Esmeralda se aparte de él. 

2: Capítulo 1
Capítulo 1

Los Ángeles, California

―Esta noche iremos a uno de los casinos más importantes de Las Vegas ―le contestó acomodándose su moño del esmoquin su marido.
―Está bien, entonces, ¿no me piensas llevar a cenar como me habías dicho? ―le preguntó confundida.
―No, cenaremos en el casino ―le dijo serio.
―Está bien, como tú digas ―le respondió colocándose los aretes de diamantes.
―¿Estás lista? ―le preguntó mirándola con el vestido de raso negro largo, hasta los tobillos, ajustado al cuerpo, y escote recto.
―Sí, ¿pero con qué piensas que iremos? ―le preguntó sin calcular la distancia de estados.
―¿Eres estúpida o qué tienes en la cabeza Esmeralda?, iremos en tu jet privado ―le dijo gritando.
―No lo soy, ni me hago como para que me hayas dicho eso, sólo que no sé muy bien eso de las distancias de un estado a otro ―le contestó sarcástica.
―Entonces cierra la boca. Que lo único que sabes hacer bien son firmar cheques ―le respondió hipócrita.
―El dinero no es mío, tú bien sabes que puedo hablar con mí padre y decirle que te reboten todas las tarjetas de crédito que tienes gracias a mí padre y a mí ―le contestó de la misma manera que él.
―Haz lo que quieras, igual al final sé que no lo harás, no tienes agallas para hacer tal cosa, eres demasiado cobarde. Todavía sigues siendo la nena de papá, y eso tú misma lo sabes muy bien, cada vez que discutíamos y seguimos discutiendo te vas a la casa de tus padres y lloras como una niña malcriada. Y eso es lo que no soporto en una mujer ―le contestó despectivo.
―Nadie te dijo que te tenías que casar conmigo. Tú aceptaste ―le respondió sin afectarle.
―Bueno, apúrate en ponerte el abrigo ―le dijo alterado.
―Ok, no me apures ―le dijo desconcertada.
―Soy tu marido y cuando te digo que te apures, ¡lo tienes que hacer idiota!
―¡Deja de insultarme! Tendremos que ir en auto hasta donde está el jet ―le contestó furiosa.
―Ok, entonces, ¡¿qué esperas?! ¡Vamos! ―le dijo tomándola del brazo fuertemente y saliendo de la mansión para ir rumbo al auto.

 

Una vez llegados allí, bajaron para que uno de los pilotos los lleve hacia Las Vegas.


Las Vegas-Nevada

Llegaron a Las Vegas en cuarenta minutos, cuarenta minutos que le parecieron una eternidad, el jet privado aterrizó en uno de los casinos más lujosos de la ciudad, bajaron a la planta inferior donde fueron a cenar. Transcurriendo la noche mientras que conversaba con algunas mujeres de diferentes situaciones, su marido se acerca hacia una de las mesas de póker y se sienta. Alguien se acerca a él preguntándole algo.

―¿Está ocupado el asiento? ―le preguntó amable.
―No, si quieres juega conmigo, sólo nosotros dos.
―Me parece bien. Dinero apostaremos, ¿verdad?
―Sí. ¿Por cuánto? ―le preguntó sacando la chequera.
―Cincuenta mil dólares, ¿te parece?
―Perfecto ―le contestó haciendo el cheque por esa suma.
 

Aquella cantidad se había ido de un sólo soplido, y su marido iba por más, los cien mil dólares que había apostado se le fueron también y al verse desesperado por no ganar, se le ocurre una brillante idea.

―¿Ves aquella rubia que tiene el vestido negro? ―le dijo señalándola.
―Sí ―le respondió intrigado.
―Si ganas, te la quedas ―le contestó sin importarle.
―¿Perdón?, ¿pero quién es?
―Mi mujer, si ganas es toda tuya.
―¿No te arrepentirás después?
―No, no lo haré, no me importa.
―¿Me dices que no tienes más dinero y quieres apostar a tu propia mujer? ―le preguntó asombrado aunque en sus pensamientos le encantaba la idea.
―Así es, no tengo más dinero conmigo y ella es lo que apostaré.
―Ok, como tú digas, mira que una vez que me lo dices no hay vuelta atrás, no me gusta que me pidan lo que una vez me apostaron.
―No te preocupes, no la pediré de vuelta.
―Me parece bien, entonces, ¿comenzamos? ―le preguntó serio.
―Claro, ¿empiezas tú primero?
―Como quieras.
 

Empezó el juego y una vez más ganó su rival, ella iba a ser mujer de otro hombre sin que Esmeralda lo supiera.
 

―Ahora sí, quiero mí premio.

 

Su marido se acercó a ella para avisarle.

—¿Podrías venir conmigo un minuto? ―le preguntó tranquilo.
—Sí, ¿qué pasó? ―le preguntó intrigada.
—Nada, sólo ven conmigo.

Se acercaron hacia un hombre que se la quedó mirando con atención. Esmeralda, comenzó a sospechar que algo no iba del todo bien. Aquel hombre era un misterio para ella, jamás lo había visto en su vida, y peor aún cuando su marido ni siquiera se lo presentaba. Solamente, se mantenía callado, y cuando su esposo mantenía la boca cerrada, era señal de haber hecho algo sucio a sus espaldas.

3: Capítulo 2
Capítulo 2

—Ahora le perteneces a él —le contestó sin titubear.
—¿Cómo que le pertenezco? —le preguntó confundida.
—Tu marido sin tener más dinero encima te aposto a mí y gané.
—¡Eres un cretino! —le contestó furiosa y cacheteándolo.
—Lo sé, y lo siento —le dijo apenado.
—¡¿Ahora lo sientes imbécil?! Cuando estabas apostándome no lo pensaste dos veces siquiera, no? Sabía que eras un vividor compulsivo pero nunca te creí capaz de hacerme algo como lo que hiciste ahora. Para mí ya no existes más, se acabó todo —le respondió sacada de quicio y le dio una patada en sus partes íntimas—. ¡Y usted ni se me acerque! —le gritó pero él lo hizo más fuerte que ella.
—Te guste o no vendrás conmigo —le dijo tomándola por el brazo.
—¡Suélteme! —le contestaba soltándose de él, pero era mucho más fuerte.
—Cállate —le dijo en casi un grito y se quedó muda—. Ahora iremos hacia la salida y nos iremos de aquí —le contestó al oído.
—Si no me queda de otra, qué remedio queda.
—Bien lo dijiste, ninguno. Te vendrás conmigo.
 

Salieron y fueron hacia la limosina que los estaba esperando, la apoyó contra ésta para intentar robarle un beso.

 

—Dame un beso —le decía acercando su boca a la suya.
—¡Está loco!, no le daré ninguno, ¡suélteme! —le decía forcejeando para que no la besara.
—Sólo uno, no pido ni uno más ni uno menos —le seguía diciendo intentando besarla.
—¡Dije que no!, ¿no entiende cuando es NO? —le gritó exasperada.
—Nadie me dice nunca no —le terminó de decir y puso su mano en su maxilar e hizo que lo viera a los ojos para luego plantarle un beso.

 

La besó, pero luego lo apartó de ella y le dio una cachetada, pero esta fue a parar a su labio que comenzó a sangrar, Esmeralda lo miraba furiosa y con respiración agitada, él se pasó la mano por el lado sangrante al sentir que algo le caía y notó sangre en sus dedos. Sintió mucho coraje al ver que le había hecho eso por lo que una vez más la besó, pero ésta vez mordiendo su labio inferior.

 

—¡Es un imbécil! —le gritó y al quererle pegar una cachetada le toma el brazo con su mano.
—Estamos a mano cariño, así que ahora sube a la limosina —le dijo yendo hacia el otro lado para abrir la puerta y entrar.

 

Se quedó parada como una bonita estatua fuera de la limosina, haciendo oídos sordos a lo que le decía. Él seguía diciéndole que se subiera, pero ella menos caso le hacía, hasta que abrió la puerta de su lado y tomándole la muñeca, de un tirón la metió dentro de ésta.

 

—¿Eres sorda o qué?
—No lo soy, sólo que no quería subirme a la limosina de un estúpido como usted. Sabe qué, si quiere le puedo dar dinero a cambio de mí, el dinero lo vale más que yo —le dijo suplicándole.
—No me interesa el dinero, no quiero que me des tú dinero, el premio fuíste tú y no quieras cambiarte por papel verde. Aunque me supliques no te dejaré ir, así que ve acostumbrándote a tu nueva mansión —le dijo acercándose para darle un beso en el cuello, lo que ella lo empuja hacia donde estaba.
—Ni se le ocurra volver a posar sus labios en mi piel —le contestó enojada.
—No seas tan agresiva conmigo, me ofendes.
—¿Lo ofendo?, ¡usted se lo busco!
—No me gusta que me traten de usted, no soy tan viejo.
—Lo siento, no lo voy a tutear.
—Preferiría que sí me tutearas.
—Yo diría que no. Prefiero no tener nada más que habla entre usted y yo.
—Como tú quieras, igual te diré mi nombre por si algún día quieres tutearme, me llamo Caleb.
—Ok —le dijo seca y volvió a posar la vista hacia la ventanilla de la limosina.
—Richard, podemos irnos cuando quieras.
—Muy bien señor.
 

 

Llegaron a la residencia, y él trató de ayudarla a bajar de la limosina, pero la joven se negó a que lo hiciera.

 

—No me ayude por lástima, puedo sola —le contestó de mala manera.
—No lo hago porque me causes lástima, ¡siempre soy así con las mujeres! —le contestó gritándole, a esta altura él se estaba poniendo alterado.
—Pues búsquese a otra mujer —le respondió pasando frente a él y caminando hacia la gran entrada.
—Eso no será posible, la única mujer que será atendida como yo quiera serás tú —le contestó tomándola del brazo y conduciéndola hacia la puerta de su residencia.
 

 

Hizo que subiera las escaleras con él, aunque forcejeaba con soltarse de él, Caleb la sostenía fuerte del brazo, hasta que llegaron a una de las tantas puertas que tenía la planta alta. La abrió y la hizo pasar empujándola, ya que ella tenía sus pies muy firmes sin intenciones de entrar a aquella habitación.

 

—¡Entra!, no tengo toda la noche —le respondió haciéndola quedar en medio de la habitación—. Desde ahora en adelante ésta será tu recámara, buenas noches —le dijo y cerró la puerta con llave.

 

Corrió hacia la puerta golpeándola para que la dejara salir.

 

—¡Déjeme salir!, ¡no soy su prisionera!, ¡quiero que me abra la puerta! —le gritaba desesperada.
—Ya me perteneces para siempre, ¡duerme y deja dormir! —le contestó cerrando una de las puertas.
—No me importa si no lo hago dormir, ¡quiero salir de aquí! —le gritaba furiosa mientras seguía golpeando la puerta.
—Está bien, como tú quieras, grita toda la noche si quieres, nadie te escuchará excepto yo —le gritó y volvió a cerrar la puerta de su habitación.
—Ok, ¡como usted quiera! —le gritó.

 

Luego de una hora de estar gritando, su desesperación la llevó a pegar un grito y se dio por vencida, se acercó a la cama y se acostó sin taparse y quedarse en un costado de ésta acurrucada.

 

Por el mediodía, comenzó a sentir unos dedos rozar sus mejillas y correr los mechones de cabello de aquel joven rostro, al abrir sus ojos sacó la mano de su cara.

 

—Buenos días, ¿cómo amaneciste? —le preguntó con su sonrisa de amabilidad.
—Los buenos días serán para usted. No pretenderá que duerma bien aquí.
—No me agradezcas tanto querida —le contestó sarcástico.
—A usted no le agradecería nada —le respondió de la misma manera.
—No estes tan segura de eso cariño. Si vieras estos papeles me agradecerías —le dijo mostrándoselos.
—¿Agradecerle? Lo dudo —le contestó seria y quitándole los papeles de su mano—. ¡¿Qué significa esto?! —preguntó desconcertada.
—Tu marido o mejor dicho tu ex marido presentó los papeles del divorcio.
—¡Ese infeliz no me hará esto! —contestó enojada, levantándose de la cama y dirigiéndose hacia la mesa, tomó el tubo del teléfono y marcó el número de su ex marido.

 

“¡El teléfono! ¡¿Por qué no se me había ocurrido antes?!, ¡así podré pedir ayuda para que me rescaten!”

 

—¡¿Qué crees que estás haciendo imbécil?! —le contestó apenas escuchó su voz del otro lado de la línea.
—¿Divorciándome? —le dijo normal.
—¡Ya lo leí eso!, encima quieres divorciarte de mí, ¿me pides un veinticinco porciento de mí dinero? —le preguntó furiosa.
—Sí, quiero eso, es lo que me corresponde.
—¿Y qué?, ¿piensas que te lo daré?, ¿¡no me creas tan estúpida!? —le respondió enojada.
—Esmeralda, aclaremos algo, a decir verdad nunca te amé, y menos te toqué.
—Pero, ¿y las dos veces que amanecí sin ropa en la cama? —le preguntó en voz baja y apenada.
—Lo siento Esmeralda por esas dos veces que te hice creer que lo habíamos hecho cuando lo único que hice fue darte cuando brindábamos pastillas para dormir en tu copa —le dijo algo apenado pero no más que ella.
—Sí, está bien. Creí que por lo menos tendrías algo de dignidad y te ahorrabas las palabras para decirme toda la verdad y no hacerme quedar como una estúpida —le contestó algo nerviosa.
—Sabes como soy, que te digo todo así que no me reproches nada y es mejor que me des el dinero, mira podríamos hacer algo, para enmendar mi error de haberte apostado que te parece si tú me das esa cantidad de dinero, desaparezco de tu vida y de paso hablo con Caleb y lo convenzo de que te deje libre —le dijo lo más tranquilo.
—Bueno, ¿harías eso por mí? —le preguntó incrédula.
—Sí, al fin y al cabo eras mi mujer.
—Sí, gracias por tu amabilidad —le respondió algo sarcástica.
—De nada. En unos minutos estaré ahí.
—Está bien —le dijo y colgó.
—¿Ahora no me agradecerás? —le preguntó dándose vuelta para verla.
—¡No! Me ha dicho que vendrá en unos minutos para acá, por lo que necesito bajar para hablar con él —le pidió lo más amable posible.
—¿Y tú crees que yo te dejaré salir? —le preguntó riéndose.
—Es lo lógico, ¡que me deje salir para ir a hablar con él!
—Ni lo sueñes cariño.
—¡Pero necesito hablar con él! —le gritó.
—¡Lo haré yo! Ya te aclaré varias veces que ahora me perteneces, ¡eres mía! ¡Quieras o no! —le contestó sarcástico.
—Ya te aclaré varias veces que ahora me perteneces, ¡eres mía!, ¡quieras o no! —le contestó imitando su voz. ¡Eres un idiota!
—¡Eres un idiota! —le dijo burlándose de ella.

 

Apenas terminó de decirle eso, cerró con llave la puerta y ella tiró un adorno hacia la puerta. Se quedó sentada en el borde de la cama sin saber qué hacer, se asomó hacia la ventana y vio que su ex marido llegaba a la casa. ¿Qué le estaría diciendo Caleb?, eso es lo que se estaba preguntando.

 

Por otro lado abajo...

 

—Vengo a hablar con Esmeralda.
—Ella no se encuentra.
—Pero, ¿cómo?, me dijo que iba a estar.
—Pero ahora salió, lo que me dijo es que le iba a dar el dinero si desaparecía de su vida completamente.
—Es lo que haré, irme para siempre. Pero a lo que vine también es a conversar contigo sobre la apuesta que le había propuesto la noche anterior, y decirle que si por favor podríamos arreglar esto dejándola libre a ella y dándole algo a cambio, ya sea acciones, bienes o dinero —le dijo algo serio.
—No quiero ni bienes, ni acciones ni menos dinero. No puedes venirme a decir esto, sabiendo que lo que se regala no se devuelve. La quiero a ella, ese fue mi premio y si eso es todo ya puedes irte, buenas tardes —le dijo hipócrita retirándose.
—¡Por fin llega! ¿Qué tanto le ha dicho?
—Sólo le dije que le dabas el divorcio con el porcentaje. Ah, se me olvidaba, había venido también para hablarme sobre la apuesta, y como no quería darle más vueltas al asunto le pedí que se fuera.
—¿¡Que hizo qué!? ¡¿Qué tiene en la cabeza?! —le contestó enojada.
—Shhh —le dijo acercándose a ella—. Fue una deuda de juego y tú fuiste mi pago, por lo tanto me perteneces y no puedes hacer nada contra eso.
—¡Es un estúpido! —le contestó gritándole e intentándole dar una cachetada, pero él le tomó el brazo y la arrinconó contra la pared.
—Tú no me levantarás la mano más y me obedecerás —le decía mientras se acercaba peligrosamente hacia su rostro con tono imperativo y con coraje.


Sentía su aliento en su boca y sin darse cuenta, le roba un beso salvaje.

4: Capítulo 3
Capítulo 3

—Sé que en este momento por tu mente está la idea de cachetearme y gritarme pero eso no lo harás más. Ésta noche iremos a una fiesta, así que tú vendrás conmigo —le dijo clavando sus ojos en los suyos.

 

No pronunciaba palabra hacia él, sólo lo miraba a los ojos con furia.

 

—Dame un beso —le dijo buscando su boca—. Me tienes que obedecer —le contestó para apoyar sus labios en los suyos y besarlos pero ella no los movía, al contrario se resistía—. ¡Vamos mueve la boca! —le decía entre besos—. Está bien, como quieras —le dijo soltándola y yéndose hacia la puerta para luego cerrarla con llave.

 

Ésta vez no gritó ni hizo nada para que la dejara salir, sabía que tarde o temprano se le ocurriría algo para escaparse. El encierro la desesperaba, se volvía loca en esta habitación. Revisaba los cajones, el closet, el baño, todo pero nada le entretenía. Su única opción era la cama y allí fue. Las horas pasaron y ella seguía durmiendo, hasta que alguien abrió la puerta y se despertó.

 

—Buenas noches, el señor me pidió que le entregara estas cosas para que las use ésta misma noche.
—Gracias, ¿podría decirme qué hora es? —le preguntó refregándose los ojos.
—Las ocho de la noche señorita.
—Gracias.
—De nada. Con su permiso —le dijo y se retiró.
 

Vio las cosas sobre la silla y volvió a apoyar su cabeza en la almohada, no tenía pensado ir a esa estúpida fiesta sólo porque a él se le antojaba. No iba a obedecerlo, de eso estaba segura. Un cuarto de hora después alguien más entró a la habitación.

 

—Creí que estabas lista —le dijo acercándose a la cama, pero al verlo apróximarse se levantó de ésta.
—Nunca le di una respuesta así que no pienso ir con usted —le contestó cruzada de brazos mirándolo desafiante.
—Irás igual aunque no quieras. Así que vístete y no tardes tanto —le dijo caminando hacia la puerta.
—Puede esperarme toda la noche si quiere, igual no iré —le respondió antipática.
—Tú vendrás conmigo y se acabó. Como te lo dije bien claro antes me obedecerás —le dijo tomándola del brazo—. ¡Así que te quiero lista en media hora! —le contestó y se fue afuera cerrándole con llave.

 

Tenía que hacerle caso, quizás y ésta podría ser su oportunidad de escaparse sin que él se diera cuenta.

 

Se sacó el vestido que tenía desde ayer a la noche, y se fue a bañar, se preparó la bañera con sales marinas para relajarse, estaba segura que le esperaba una larga noche de sufrimiento junto a aquel hombre. Se tomaría unos diez minutos dentro de ésta y luego se pondría lo que le había comprado. Le quedaban veinte minutos para prepararse toda, así que salió de la bañera, se puse la bata de toalla que colgaba detrás de la puerta y fue hacia la habitación donde comenzó a sacar el corsé y la falda de la caja negra, luego las sandalias y cartera, que la verdad no sé para qué la iba a necesitar ya que no llevaba nada consigo, el maldito celular se lo había dejado en su casa, lo único que traía consigo era un perfume caro. Quizás el frasco le serviría para pegárselo en la cabeza a Caleb y mala idea no era. Se puso la tanga de color vino que hacia conjunto con el sostén. Se colocó la falda de seda color vino con tajo en forma de ‘A’, el tajo empezaba desde los muslos y el largo de ésta por detrás era hasta el piso, luego se colocó el sostén del mismo color y por último el corsé de satén con piedras amatistas y cristales lilas, le seguía a este conjunto las sandalias de taco aguja color vino con apliques de amatistas en ésta. Se dejé el pelo suelto y se acercó a la puerta con la cartera.

 

—¿Ya está conforme? —le preguntó mirándolo seria y arqueando una ceja.
—Sí, veo que te quedó perfecto lo que te mandé a comprar —le decía mientras se mordía el labio inferior y sus ojos en su cuerpo la intimidaban.
—No sé qué es lo que mira tanto —le contestó seria.
—A ti muñeca —le respondió lamiéndose los labios.
—No soy su muñeca. Y déjeme de ver así que me da asco —le dijo antipática.
—Me parece que todo lo que te hago o te digo te cae mal, entonces para que me odies del todo haré algo que se me había olvidado antes —le dijo en tono ofendido pero decidido y entró a la habitación para cortar el cable del teléfono.
—¡Se volvió loco! —le dijo gritándole y tironéandole el esmoquín empujándolo.
—¡Qué te dije! —le dijo poniéndola contra la pared furioso y sosteniéndola de las muñecas.
—La verdad es que no lo recuerdo —le contestó sarcástica y con sonrisita de idiota.
—¡No me colmes la paciencia Esmeralda! —le gritó.


En eso le da un beso forzado, por lo que ella lo empujó y se zafó de él saliendo de la habitación corriendo y bajando las escaleras, su libertad estaba muy cerca, pero cuando abrió la puerta principal dos doberman venían corriendo hacia la joven, por lo que se asustó pegando un grito, y cerró la puerta recargándose en ésta con respiración agitada. 

5: Capítulo 4
Capítulo 4

—Se me olvidó de decirte de mis cachorros —le dijo bajando las escaleras y riendo—. ¿Crees que te será fácil salir de aquí? —le preguntó poniéndose en frente a ella y vio aquellos ojos azules como el mar que la miraban penetrantemente—. Para darte una idea, la residencia está protegida las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año, entonces el mínimo movimiento que hagas para salir las alarmas se activan y en ese momento sabre que tú trataste de escapar.
—Puede que sea un ladrón —le contestó altanera.
—Aquí no ha entrado nunca uno. Es de máxima seguridad esta residencia, así que mejor vamos yendo hacia la limosina que nos está esperando —le dijo ofreciéndole su brazo pero ella caminó de brazos cruzados a la par de él, pero a fuerzas la tomó de la mano.
 

Salieron por la puerta trasera donde los estaba esperando Richard, le abrió la puerta y antes de entrar le dijo algo.

 

—Tú si eres bueno Richard —le dijo sonriendo.
—Gracias señorita —le contestó algo ruborizado.

—De nada —le dijo y entró.

 

Segundos después de haber entrado Caleb, Richard los estaba llevando hacia donde sería la fiesta. Media hora más ya estaban en la entrada de la mansión, los ricos y famosos, los que eran superficiales y se creían las mejores personas del mundo, Esmeralda era rica pero no era nada de lo que eran aquellas personas, sólo ellos se codeaban con la riqueza, en cambio ella hablaba con todo el mundo, no le importaba si eran o no ricas las personas que estaban a su alrededor, eran personas iguales, pero estos eran más antipáticos que sensibles y eso era lo que le incomodaba algunas veces. Lo superficial lo falso y el interés de todo. Y encima que Caleb la atosigaba era peor.

 

—¿Podría esfumarse por unos minutos? Ya que lo tengo que ver todos los días, aunque sea déjeme en paz por un rato.
—No te pongas enojada, tienes que sonreír. Pero te dejaré sola por cinco minutos, ni uno más —le dijo apretándola contra él y susurrándole al oído.

 

Esos cinco minutos que le dio pasaron volando, cuando estaba en la mesa de bocadillos, se le caía la baba por tan sólo probar uno, tomó el más apetecible y Caleb apareció detrás de ella. Cuando se lo estaba por introducir a la boca le habla.

 

—Ni se te ocurra comer —le dijo al oído serio.
—Usted no me lo impedirá.
—Ese será tu castigo por lo que pasó antes en la habitación.
—Por favor no me quite el comer —le decía en tono de suplica pero sin darle vuelta.
—Ni si me lo pides de rodillas te dejaré comer, es eso o hacer el amor conmigo después de la fiesta, tú decides —le dijo casi pegando su boca a su cuello.
—Está bien, ¡quíteme la comida! —le contestó furiosa.

 

Sin decirle nada más, me di vuelta para mirarlo y lo fulminé con la mirada. Dejé el bocadillo sobre la bandeja y me fui de ahí ignorándolo, pero él me sujetó del brazo.

 

—No empieces a armar otro numerito como siempre lo haces, ahora te vas a quedar pegada a mí toda la noche hasta que termine la fiesta, así que sonríe y quédate callada —le contestó sujetándola de la cintura apretándola a él y caminando hacia un grupo de personas mientras que ella miraba a su alrededor por alguna salida.

 

Caleb comenzó a hablar con el grupo de personas y una de ellas le pregunta algo que no se lo esperaba.

 

—Caleb, ¿es tu mujer?
—Sí.
—No, soy su prisionera —dijo entre dientes pero las personas, hasta Caleb escucharon, pero siguieron hablando de otra cosa.

 

En este momento, su cabeza decía ‘que no termine más ésta fiesta’ pero sin darse cuenta se dio por finalizada. Mientras ellos en la limosina, Caleb le estaba dando un sermón del que ella no respondía ni quería escuchar.

 

—¿Sabe lo que parece diciéndome todo esto?, un hombre amargado y gruñón —le dijo y Richard rió—. Ya deje de decirme todas esas estupideces, no quiero escucharlo más.
—Pues me tendrás que escuchar cuantas veces quiera te guste o no.
—Señor ya llegamos.
—Gracias.
—De nada señor.

 

Caleb bajó y le abrió la puerta pero ella no quiso darle la mano.

 

—¿No me daras tu mano? —le preguntó inclinándose para verla.
—Está bien —le contestó sin ganas de pelear—. Buenas noches Richard —le contestó y le dio un beso en la mejilla.
—Buenas noches señorita —le respondió y fue hacia la puerta trasera—. Señor, no soy quien para meterme en su vida, pero sé que usted es inteligente y sabrá la clase de señorita que es la niña que lo acompaña, no se deje engañar por apariencias, sólo se lo digo porque de todas las señoritas que tuvo, la única buena es ella. Eso era todo, gracias por haberme escuchado, que tenga buenas noches usted también señor.
—De nada Richard y usted también que tenga buenas noches —le dijo y entró para ir directo a la habitación donde estaba.
—Lo estaba esperando para que me cerrara la puerta con llave —le dijo levantándose de la silla.
—¿Y si ésta noche no quiero encerrarte? —le dijo cerrando la puerta detrás de sí.
—Será problema suyo, puede que me escape.
—Lo dudo. Puede que los de seguridad escuchen ruídos y te disparen y no me gustaría perderte por algo estúpido que hiciste.
—A usted eso no le interesa.
—Te equivocas, tú no sabes si me interesas en verdad o no.
—Aparentemente usted no está interesado en lo más mínimo en mí, y si así sería, ¡me hubiera dejado comer! —le dijo y le tiró con el zapato.
—¡Casi más me sacas la cabeza! —le dijo tomándola de las muñecas y sacudiéndola.
—¡No me importaba! —le gritó.
—¿Así que no te importaba? —le preguntó sarcástico.
—¡No! —le contestó furiosa.
—Vamos a ver si esto no te importa tampoco —le respondió tomándola de la cintura y casi corriendo la llevó hacia la cama para ponerse encima de ella para luego comenzar a besarla toda.

 

Ella forcejeaba, no quería que la besara ni tampoco que la tocara, se resistía a tener algo con él, besaba su pecho, su cuello, hasta besarla salvajemente. No sabía en qué momento dejó de tratarlo de usted, quizás por el miedo a lo que siguiera luego.

6: Capítulo 5
Capítulo 5

—Caleb —le contestó solloza.
—¿Ahora te dignas a llamarme por mi nombre? —le preguntó mirándola—. ¿Me llamarás desde ahora por mi nombre?
—Sí —le respondió a punto de llorar—. Por favor, ¿podrías salir de encima mío? —le preguntó sin mirarlo a los ojos.
—Sí. Lo siento me deje llevar por el momento.
—Ok. Espero que no se repita —le dijo ya sentada en la cama mirando hacia la nada.
—No pasará —le dijo sacando la llave de su bolsillo del pantalón—. Buenas noches —le contestó abriendo la puerta.
—Buenas noches —le respondió y escuchó como cerraba la puerta.

 

Se acostó para pensar en el plan que iba a llevar a cabo para escaparse, a la mañana siguiente, se levantó y vio el reloj, marcaba las ocho de la mañana, se puso la bata ya que había dormido en ropa interior, y comenzó a tratar de abrir la ventana, cuando la había abierto, ya estaba con un pie afuera, ¡por fin la libertad!, pero todo plan se había acabado cuando abrieron la puerta de la habitación y Caleb la encontró escapando.

 

—¡¡¿¿No te das cuenta que estás en el segundo piso??!! ¡Te caes desde aquí y te matas o te rompes algo! —le dijo acercándose y gritándole.
—¡Prefiero romperme algo antes de seguir aquí!
—¡Tendré que poner rejas! ¿Quieres vivir como en una carcel?, entonces tendrás eso. Porque nunca saldrás de aquí, sólo cuando yo lo ordene —le dijo hipócrita y despectivo.
—Y a todo esto, ¿a qué venías a mí habitación a estas horas de la mañana? —le preguntó cruzada de brazos desafiándolo.
—Ésta es mí habitación, estas en mí residencia.
—No me interesa si es o no tu habitación, al fin y al cabo como tú bien dijiste será mí habitación.
—Claro que será, vivirás aquí dentro te guste o no. Y a lo que venía era a despertarte para que desayunes, así que te ordeno que bajes conmigo a desayunar. De seguro tendrás hambre —le dijo casi riéndose.
—¡Eres un estúpido!, no sé como te puedes reír de eso. Nunca creí que en mí vida pasaría por esta situación de ser apostada por alguien tan frío como lo eres tú hasta tal punto de dejarme sin comer.
—No cariño, no todo lo que ves es frío —le dijo insinuándole.
—¡Eres un cretino! —le contestó a punto de darle vuelta la cara.
—Eso no está bien —le dijo sujetándola el brazo—. Esto está bien —le respondió y posó sus labios en los suyos desesperadamente.
—¡Suéltame! —le decía mientras sentía sus besos.
—Vamos cariño no te resistas tanto, sé que lo quieres igual que lo quiero yo, basta de juegos.
—Yo no juego y no lo quiero —le dijo zafándose de él.
—Eres muy mala actriz.
—No estoy actuando es la verdad.
—No te creo en lo más mínimo. Así que deja de mentirme.
—Piensa lo que quieras.
—Está bien. Bueno volviendo al tema, te ordeno que desayunes conmigo.
—Nadie me da órdenes. Sólo mis padres lo hacían cuando vivía con ellos y como ahora soy independiente no te haré caso.
—Tú me harás caso quieras o no, ya me tienes harto con tus estupideces.
—Si te tengo harta, ¿¡por qué de una vez por todas me dejas libre y terminamos con esta apuesta ridícula que hizo mi ex!?
—Ni sueñes que te dejaré libre. Así que ahora bajarás conmigo a desayunar —le dijo tomándola fuertemente de la mano y le produjo algo de dolor.
—No me aprietes tanto por favor —le dijo con dolor.
—No seas tan blanda.
— ¡Pero me lastimas! —le dijo y le vio la mano.

—Lo siento. No me di cuenta —le dijo viendo su mano.
—Nunca te das cuenta de nada —le contestó entre dientes.
—No empieces —le respondió mirándola de reojo y yendo hacia la puerta.

Salieron de la habitación sosteniéndola de la mano por miedo a que se escape.

— ¡Ay Caleb eres tan amable y bueno conmigo que me dejas ver otros panoramas! ¡Eres un encanto de persona! —le contestó sarcástica.
—No me quieras tanto cariño —le respondió entre dientes.
—No lo hago —le dijo esbozando una leve sonrisa.
—Buenos días señor, buenos días señorita —les dijo acercándoles sus platos con frutas y los vasos con jugo de naranja.
—Buenos días señora —le contestó sonriente y Caleb la miró de reojo mientras leía el periódico.
—Buenos días Margaritte.

— ¿Desean algo más?
—Por mí no se preocupe. El jugo está rico.
—Gracias señorita.
—De nada —le contestó sonriendo.
—Es la primera vez que sonrie de esa manera y me encanta —pensó.
—Señor, ¿usted desea algo más?, ¿señor? —le preguntó mirándolo.
— ¿Eh?, ah no, nada más Margaritte, puede retirarse —le contestó viéndola y volviendo de sus pensamientos.
—Con su permiso, que disfruten del desayuno.
—Gracias Margaritte.
—Gracias.
—De nada.
—Veo que sí tenías hambre —le dijo espiando su plato desde el periódico.
—Veo que eres muy observador —le contestó irónica—. Me iré a mí habitación, ya que no tengo derecho a hacer nada ni menos salir me volveré a dormir, así que espero que disfrutes del sol por mí —le dijo subiendo las escaleras.
—¡Lo haré! —le respondió gritando para que lo escuche—. Pero no duermas tanto que ésta noche tendremos un cóctel.
— ¿Sabes dónde puedes meterte ese cóctel? —le preguntó riéndose.
—Más respeto con tu superior.
— ¿Qué?, ¿mí superior?, no eres mí padre para obligarme a tenerte respeto, así que no me vengas otra vez con el sermón.
— ¡Esmeralda! ¡Ven aquí! ¡Esmeralda! —le gritaba pero ella hacia oídos sordos hasta que subió—. Odio cuando una mujer me deja con la palabra en la boca.
— ¿A mí qué me vienes a decir?, es tu problema el que odies eso no el mío.
—Claro que es tu problema también, tú me dejaste con la palabra en la boca.
— ¿A ver?, yo no te veo ninguna palabra escrita en la boca y por cierto tienes feos labios —le contestó burlándose de él.

— ¡No te burles de mí! —le gritó.
—Ay ya cállate, al final había creído que eras realmente malo, pero me di cuenta que sólo eres un estúpido —le dijo y se paró frente a él para verlo detenidamente a los ojos—. Idiota —le contestó seria y se rió dándose vuelta.
—Si te contesto puede que me descontrole, así que prefiero no hacerlo.
—Vamos, ¿¡por qué no lo haces!?, ¿tienes miedo de que salga tu verdadero carácter?
—No solamente mí carácter sino lo que podría llegar a hacerte —le contestó irónico con media sonrisa.
— ¡Uy qué miedo! —le dijo poniendo sus manos en sus mejillas.
—No quiero asustarte —le dijo sarcástico—. Por lo que me iré, para que no sepas cómo puedo ser en verdad —le dijo yéndose hacia la puerta y cerrándole con llave.
—Ok, ¡vete cobarde! —gritó desde la habitación.


Todo el resto del día se quedó encerrada en la habitación viendo hacia la ventana, eso la estaba aburriendo y dándole sueño por lo que se recostó.

7: Capítulo 6
Capítulo 6

—Señorita perdón que la interrumpa en su siesta pero le vengo a dejar su ropa de ésta noche que el señor me pidió que se la trajera —le decía mientras dejaba la ropa sobre una silla.
—Margaritte no se disculpe, no estaba durmiendo. Gracias por haberme traído la ropa.
—De nada señorita.
—Por favor no me llame señorita, mi nombre es Esmeralda.
—Muy bien, entonces la llamaré Esmeralda.
—Sí, pero con una condición que me tutees, no me gusta la formalidad cuando entre algunas personas no tendría que haber. Así que desde hoy tutéame por favor.
—Está bien Esmeralda, como tú quieras.
—Así me gusta, ¿a qué hora necesita el señor que esté lista? —le preguntó algo irónica por lo que ella rió.
—A las ocho y media de la noche.
—Eso quiere decir que dentro de media hora.
—Así es. Por eso también el señor me pidió que le haga algo en su cabello.

—¿En mi cabello?, ¿y qué tiene mi cabello?
—Nada, sólo que me dijo que te haga un peinado sofisticado ya que los invitados serán personas importantes.
—Pero Caleb no me ha dicho que venían aquí.
—No lo dijo porque no quiere que le digas que no. Así que vamos ve a prepararte y luego te haré ese peinado.
—Está bien. Me iré a bañar —le dijo entrando al baño.
 

Minutos después de haber salido comenzó a vestirse, primero se colocó el conjunto de ropa interior de color verde limón y para esta ocasión se había comprado un vestido de satén color verde limón hasta las rodillas, escote recto y ajustado al cuerpo con un bolerito de la misma tela y color de mangas tres cuarta, y zapatos de taco aguja del mismo color.

 

—¿Lista para peinarte?
—Sí, aunque el pelo suelto me gustaba más.
—Lo siento Esmeralda pero son órdenes del señor que tienes que estar así.
—Lo sé, me pregunto, ¿cuándo no serán órdenes?, creo que nunca. ¿Usted sabe como llegué aquí? —le preguntó mirándola a través del espejo mientras que ella le hacia el peinado.
—Lo único que dijo el señor es que eres alguien muy especial.
—Alguien muy especial que llegó aquí por una apuesta —le contestó y en ese momento entra a la habitación Caleb desesperado.
—¡Esmeralda! —gritó y ellas se dieron vuelta asustadas—. Margaritte, ¿ya has terminado de peinar a la señorita?
—Si, sólo le falta una hebilla señor —le dijo colocándole una hebilla de piedras topacio—. Listo señor.
—Entonces, ¿podrías retirarte que necesito hablar con Esmeralda? —le dijo mientras que a ella la fulminaba con la mirada.
—Claro señor.
—Muchas gracias.
—De nada señor —le respondió y cerró la puerta dejándolos solos.

—¿Me podrías explicar qué era lo que le querías contar?
—¿Cómo?, ¿se te olvidó decirle sobre la apuesta?, ya que ahora soy alguien muy especial le tendrías que haber dicho que eso era lo que me hace así. ¿No te parece? —le contestó de brazos cruzados y con sonrisa burlona.
—Yo le cuento lo que quiero, es la servidumbre, no mí familia.
—Servidumbre o no, es una persona como tú y yo, y es la que te hace todo al parecer aquí, ya que tú ni levantar un plato sabes.
—¿Qué?, ¿y tú sí sabes hacerlo? —le preguntó riéndose.
—Claro. Y eso lo verás pronto. Digamos que puedo ser como tú me quieres hacer ver a las demás personas pero también puedo ser diferente —le dijo dejándolo desconcertado.
—Mejor vayamos para abajo que dentro de unos minutos llegarán los invitados —le respondió tomándola del brazo.
—¡La mano guárdatela!, puedo caminar sola sin tu ayuda.
—Yo te toco cuantas veces quiera, hablando de eso, quisiera que luego del cóctel me mostrarás el conjunto de ropa interior que mandé a comprarte —le dijo con sonrisa pervertida y tomándola por la cintura.

 

Al verlo con esa cara de pervertido, se asustó y sin decirle una palabra le pegó una cachetada que le dio vuelta la cara.

 

—No soy diversión de nadie.
—Diversión de tu marido si lo eras —le dijo tocándose la mejilla y esbozando una sonrisa maliciosa.
 

Una vez más le dio vuelta la cara.

 

—Tú no sabes nada de lo que en verdad pasó entre nosotros —le dijo con los ojos vidriosos y dándose vuelta—. Ve yendo, yo iré en cuanto me calme, aunque pensándolo bien creo que no bajaré.
—Tú bajarás y se acabó, te quiero abajo en diez minutos —le dijo seco y cerró la puerta de un golpe.

 

A ésta altura ya le estaba doliendo la cabeza, no soportaba el mal trato por parte de él, quizás y estaba destinada a tener hombres así en su vida pero ella no quería eso. Se acercó a la cómoda y tomó de allí los aretes de topacio que hacían juego con la hebilla del cabello, se los puso y abrió la puerta para salir de la habitación. Se acercaba lentamente hacia las escaleras, hasta que quedó en el borde del primer escalón y comenzó a bajar, los presentes sintieron su presencia y todos se dieron vuelta para verla, incluyendo a Caleb. Él se acercó a Esmeralda para darle la mano.

 

—Ni se te ocurra decirme nada, quédate callada y sonríe —le dijo entre dientes.
—¿Qué?, ¿tienes miedo que cuente la verdad?, no te preocupes, no soy tan jodida como tú —le contestó susurrando.
—¿Me llamas jodido?
—Sí.
—¿Y por qué?
—Tú mejor que nadie sabes porqué te llamo así.
—Creo que estás alterada, ¿por qué mejor no te tomas una copa así te relajas? —le dijo acercándole una.
—No bebo, tómatela tú.
—Vamos, no seas tan delicada.
—Pues seguiré siendo delicada. Le pediré a Margaritte si me da una Coca-Cola —le contestó yéndose hacia la cocina.
—No pretenderás ir a la cocina, ¿no? —le preguntó serio sujetándola del brazo.
—¿Y por qué no?, ¿es deshonra ir a la cocina? —le preguntó seria.
—No me harás quedar mal delante de mís invitados —le dijo mirándola fijamente a los ojos.
—Lo siento, ésta vez no te obedeceré. Iré a la cocina te guste o no, me importa muy poco lo que piensen y digan tus amigos —le contestó enojada y soltándose de él.

 

Mientras se dirigía hacia la cocina, los invitados la miraban.

 

—Margaritte, ¿tendrías una gaseosa?
—Esmeralda, ¿qué haces aquí?
—Vine a preguntarte si tienes para mí una gaseosa.
—Sí, aquí tienes. Me parece raro que alguien como tú entre aquí.
—Yo no le veo lo malo, siempre entraba a la cocina de la servidumbre de mí madre y nunca me importó.
—Sabes, es curioso, la madre de Caleb era como tú también, digo así tan llena de vida y enérgica, que trataba a todos por igual, el señor era muy pequeño en esos años, y de seguro no se acordará.
—Usted entonces está aquí desde hace años.
—Así es.
—¿Eso irá hacia el salón?
—Sí, son los bocadillos —le dijo poniendo las bandejas sobre la mesa.
—Te ayudaré con las bandejas —le dijo tomando dos.
—Por favor Esmeralda, si el señor te ve que haces el trabajo de la servidumbre se enojará contigo.
—Ese que se muerda la lengua, aparte yo quiero ayudarte y además creo que me divertiré un rato —le dijo causando su risa.


Salió de la cocina con las dos bandejas en las manos, les servía a los invitados y algunos de los que estaban con Caleb murmuraban. Caleb sólo la miraba fulminándola con la mirada.

 

Apenas dejó las bandejas sobre la mesa se acercó a donde estaba Caleb ya que le hizo señas con el dedo para que vaya hacia él.

8: Capítulo 7
Capítulo 7

—¿No te da vergüenza de rebajarte como lo hiciste repartiendo los bocadillos? —le preguntó hipócrita.
—¿Perdón?, ¿y por qué tendría que darme vergüenza ofrecer comida?, a ustedes les tendría que dar vergüenza de no acercarse a la mesa para ir a buscarla.
—Niña pero para eso tenemos a personas que nos atienden bien, como la servidumbre y tú como al parecer eres una niña rica lo tendrías que saber perfectamente.
—Yo eso lo sé perfectamente, pero también sé que no hay que ser tan despreciable como lo es usted y las demás personas de nuestra clase, yo me crié con la hija de una de las sirvientas, y desde niña me enseñaron que no hay que ser egoísta y hipócrita como la mayoría de ustedes lo son, y eso debe ser que sus padres no se lo inculcaron desde pequeña, qué lástima porque podría haber sido más persona de lo que aparenta. Ustedes dicen tener clase pero la verdadera clase empieza por ser buenas personas con los que no son de nuestra clase —le contestó seria sintiendo que todos los demás la miraban.
—Timothy sácame de aquí —le dijo mirándola de arriba abajo con desprecio.
—Sí, Caleb perdónala está algo alterada, y tú niña tienes razón en todo lo que has dicho. Caleb nos vemos el lunes —le dijo extendiéndole la mano.
—Sí, hasta el lunes Timothy —le dijo viendo como se retiraban—. ¿Sabes lo que has causado? —le dijo mirándola.
—No sé, ni me interesa. ¿Te acuerdas cuando te dije que lo verás pronto?, pues eso era a lo que me refería, a servir comida a tus queridos amigos.
 

Así siguió la reunión, los verdaderos amigos de él se quedaron y otros que no soportaron al parecer lo que había dicho se fueron, los que sí quedaban en la residencia comentaron entre ellos, que era un alivio el no tener que compartir el cóctel con la señora que le había digamos ‘insultado’ porque no la soportaban en lo más mínimo. Los amigos se fueron después de unas tres horas y ella se quedó a ayudar a Margaritte con las cosas, luego de eso la saludó para irse a dormir y sentado en uno de los sillones se encontró con Caleb que la esperaba.

 

—Creí que te habías ido a dormir —le dijo pasando por su lado sin mirarlo.
—Te estaba esperando —le dijo levantándose y yendo hacia las escaleras con ella.
—Saca la llave así cuando entro a la habitación, me encierras —le contestó abriendo la puerta—. Ahora sí, puedes hacerlo.
—Está bien, pero antes, ¿no me darás un beso de las buenas noches?
—No, ¡estás loco! ¡Ya ciérrame! —le contestó enojada.
—¡Ok! —le dijo seco y le cerró con llave la puerta.
—Sabes, a veces me alivia saber que tengo la puerta cerrada con llave porque estoy a salvo de ti —le contestó casi riéndose.
—No estés tan segura de eso bebé.

 

Se fue a dormir, y al día siguiente se despertó viendo algo raro. Miró hacia las ventanas y se dio cuenta de que tenían rejas por fuera. Se levantó, se puso la bata y lo esperó.

 

—Hoy no hizo falta despertarte.
—¿¡Qué les pasó a las ventanas!? —le preguntó alterada levantándose.

—Sí, hola yo también estoy bien, gracias. Buen día, podrías decirme, ¿no?
—Me importa un pomo cómo estás. Te pregunté sobre las ventanas.
—Ah, tú quisiste vivir en una cárcel es tu merecido por tratar de escaparte.
—¡No te soporto más!, ¡me quiero ir de aquí! —le dijo gritando.
—Grita, patalea, haz lo que quieras, pero no te irás de aquí. Así que, ¿por qué no comes algo de lo que te traje? —le preguntó acercándole la bandeja con algunas frutas.

 

No le dijo nada y se acercó, eligió un kiwi y antes de metérselo en la boca se lo refregó en su boca a él.

 

—¿Por qué no te lo comes tú? —le decía mientras se lo pasaba por la boca bruscamente, y cuando terminó se restregó las manos por su camisa—. ¿Satisfecho? —le preguntó sarcástica.

 

La miraba fulminándola con la mirada y ella tenía una sonrisa de satisfacción por lo que le había hecho. Sin esperárselo la toma por la nuca y le restriega su boca por su cara mientras que le daba besos hasta terminar en su boca. Desde ese día se había arrepentido de los anteriores, besaba de maravillas y en verdad le encantaba la forma tan salvaje en que lo hacía, desde ese día comenzó a mover sus labios junto a los de él, ya no podía resistirse más, le quemaba por dentro. Pero no se dejó llevar por mucho tiempo ya que apenas reaccionó quiso cachetearlo pero él la sujetó por el brazo.

 

—Ah no, te comes esto —le dijo y le metió en la boca una frutilla para luego irse.
 

Esa tarde le llegó un guardarropa completo que Caleb mandó a comprar para ella. Le compraba ropa y joyas, la tenía como su muñeca, como su trofeo, la llevaba a fiestas y reuniones para mostrarla con él, como si él era su dueño. Una tarde tenía puesto unos shorts de jeans blanco y un top del mismo color con sandalias de plataforma que se ataban a las piernas con cintas de color blanco, se había vestido así para salir, tenía que hacerlo de una manera u otra, ya no aguantaba más estar encerrada desde hacia semanas.

 

—Margaritte me tienes que ayudar. No aguanto más estar aquí encerrada, ya pasaron varias semanas y Caleb no me deja salir a ningún lado y quiero que me cubras por unas horas.
—Pero Esmeralda si descubre que no estás me echará.
—Si descubre que me fui por unas horas, toda mi culpa caerá sobre mí no te preocupes por eso, confía en mí. ¿Me harías eso?
—Está bien.
—¡Ay gracias! —le contestó abrazándola y dándole un beso.
—De nada, dentro de dos horas el señor vuelve.
—Está bien no te preocupes en una hora y media estoy aquí.
—Bueno, ¡cuídate!
—Lo haré.
 

Por fin salió de allí por la puerta trasera, se colocó unos lentes de sol que había comprado Caleb, ¡y corrió hacia la calle!. Recorrió tiendas, caminó, disfrutó, pero a la vuelta le esperaba una gran sorpresa. Como había dicho llegó media hora antes que él, pero no fue así, apenas abrió la puerta trasera despacio se lo encontró frente a ella.

 

—¿No volvías en dos horas? —le preguntó algo nerviosa.
—¿Y tú no se suponía que te tenías que quedar encerrada? —le contestó serio mirándola fijamente a los ojos.

—Supusiste mal —le respondió con sonrisa burlona.
—¡Ahora mismo me explicarás todo! —le contestó gritándole y tomándola del brazo fuertemente para subir con ella las escaleras y llevarla a su habitación.
—¿Se puede saber para qué me trajiste a tu habitación? —le preguntó poniendo una mano a uno de los costados de las caderas.
—Aquí el que hará las preguntas seré yo, así que me dirás quién te dio permiso para salir cuando aclaré que nadie te tendría que dejar salir.
—¿Qué y no me pude escapar?, tengo tácticas —le contestó riéndose.
—No te hagas la inocente conmigo, ¿¡dime quién te dio permiso!? —le volvió a gritar.

 

Se estaba poniendo furioso y eso la asustaba, hasta que le tuvo que decir quién había sido.

 

—Margaritte, pero yo fui la que le pidió irse, yo le pedí por favor que me dejará salir, ya no aguanto el encierro, me estoy volviendo loca —le dijo enojada.
—Ya estás loca Esmeralda —le dijo riéndose.
—Y bueno, no todos somos como tú —le dijo sincera.

 

Se dio vuelta para abrir la puerta e irse hacia su habitación pero él la detuvo.

 

—¿A dónde crees que vas y con autorización de quién piensas salir de aquí? —le dijo acercándose hacia ella.
—No, ¡si siempre dije que tienes mal humor y todo te importa poco!, con o sin tú autorización me iré de aquí —le contestó seca y burlona abriendo la puerta, pero él se la cerró con la mano fuertemente—. ¿No me dejarás ir? —le preguntó viéndolo a los ojos.
—No —le respondió besándola deseosamente.
—¡Suéltame! —le decía forcejeando para soltarse de él.
—Vamos, no te pongas así, un poco de goce no te vendría mal —le dijo mirándola a los ojos lujuriosamente.
—Eres un loco —le contestó algo asustada.
—Diríamos que sí —le dijo riéndose.
—Ni pienses que conmigo obtendrás algo.
—Oh vamos, no seas tan santa porque sé que por dentro se esconde una gatita.
—¿No entiendes que no quiero nada contigo?, no quiero hacerlo. ¿Sabes como se llama cuando una persona no quiere y la otra sí y la obligan?, violación, y a menores no puedes hacerle eso. Y sí intentas hacerlo te denunciaré y no pienso dos veces las cosas.
—¡Luego veremos si te atreves a hacerlo y por más menor que seas yo te lo haré igual y se acabó! —le dijo ya teniendo su boca en la suya y ella forcejeaba, pero cuando sintió sus manos en su trasero para levantarla y enredar sus piernas en su cintura lo abrazó.

 

Con ella en sus brazos la llevó hacia la cama, dónde la recostó pero ella se quiso escapar, lo que él la volvió a tomar por la cintura y la sentó sobre ésta, trataba de sacarle el top y sus manos juguetonas acariciaban su vientre y sus senos por lo que ella se sentía asqueada hasta tal punto de comenzar a golpearlo o intentar golpearlo.

 

—¡¿Te podrías relajar y calmar?! —le preguntó tomándola fuertemente de las muñecas y colocándoselas sobre la cama.
 

Luego de decirle eso, le comenzó a besar el cuello subiendo hacia sus labios, los cuales ella de principio se resistía pero después tuvo que abrir la boca para que profundizara el beso, sus besos eran muy salvajes y eso la encendía más, de su boca bajó directo a su pecho, para luego posar sus manos en el top y sacárselo por completo, situó su boca entre medio de sus pechos que estaban cubiertos por el sostén de encaje blanco, dándole besos y así recorrió el contorno de éste produciéndole escalofríos de placer. Sacó las sandalias desatándolas mientras la veía a los ojos y ella nerviosa por lo que iría a pasar, así sin decirle nada desprendió el cierre de su short y comenzó a sacárselo apresuradamente, teniéndola como él quería en su cama, le sacó su camisa y luego sus jeans con demasiado apuro, él puso sus manos a los costados de su tanga de encaje blanco y la quitó desesperadamente, así lo hizo con su sostén que casi más rompe el enganche que tenía por delante. Segundos después le sacó su bóxer. Se acostó sobre ella y Esmeralda lo abrazó, ya tenía sus piernas alrededor de su cintura por lo que instantes más le hizo el amor dejándole sentir su excitación por ella. Se besaron, ella suspiró y él se excitaba cada vez más, lo único que sentía de él eran sus caricias, su manera de tocarla y cómo le hacía el amor.

 

—Ahora creo que ya se te fue la excitación que tú también tenías, ¿no? —le preguntó riéndose y acercándose hacia ella.
—¡Eres un estúpido! —le contestó alterada y con voz quebrada empujándolo y tapándose con la sábana para salir corriendo de su habitación, pero a mitad de camino se enredó con la sábana y cayó de bruces contra el piso, pero al escuchar su risa más furiosa salió de ahí golpeando la puerta haciéndola por poco giratoria.

 

Cuando Caleb bajó la vista para acostarse se dio cuenta de porqué había reaccionado de esa manera. Por otro lado ella se estaba poniendo el camisón de seda color lila para irse a dormir. ¿En verdad lo había disfrutado?, ¿cómo no disfrutarlo cuando se lo había hecho un hombre como él?, pero dadas las circunstancias no le tenía que demostrar nada.
 

Ya por la mañana siguiente, Caleb entra a la recámara para despertarla.

9: Capítulo 8
Capítulo 8

—¿Me podrías decir dónde metiste mí sábana? —le preguntó jalándola del brazo.
—¿¡Qué quieres!? —le dijo enojada por como la había despertado.
—Mi sábana, ¿dónde está?
—Arriba de la silla —le dijo señalándola—. Ahora sí, déjame dormir, estoy cansada y tengo sueño —le contestó tapándose otra vez.
—¿Por qué no me dices la verdad del porqué estás cansada? —le dijo acercándose hacia el borde de la cama.
—¿Por qué mejor no te largas? —le contestó tirándole con uno de los almohadones y le dio en su cara.
—Porque no quiero, quisiera saber del porqué lo estás.
—Pierdes el tiempo, no te lo diré, igual y creo que ya tú mismo tienes la respuesta sobre la sábana del colchón.
—Sí, claro que lo vi. Pero, ¿por qué no me dijiste que fui algo salvaje contigo mientras te lo hacia?
—¡Ay Caleb eres un idiota! No entiendes nada de lo que te estoy tratando de decir —le dijo y se dio vuelta del otro lado.
—¿Qué?...¿no me digas que?...¿no me digas que eras...? —le decía pero no terminaba nunca la frase por lo que la desesperaba.
—¡Sí Caleb! ¡Era virgen! —le gritó furiosa y luego cerró la puerta de un golpe.

 

Se levantó por la tardecita y directo entró al baño a darse un relajante baño de burbujas, casi más se quedó dormida, pero al abrir los ojos se encontró con él y su mirada azul en ella.

 

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo se te ocurre entrar aquí? —le preguntó desconcertada.
—Te aclaro algo, tú ya eres mía completamente y ahora puedo entrar a cualquier lado en donde estés tú. Así que corre las piernas para que entre, o mejor ábrelas así te sientas sobre mí, ¿no te parece? —le dijo riéndose y entrando.
—¡Eres un imbécil! —le contestó tirándole la esponja en la cara.
—Mira lo que me hacia falta, ¿no me bañarías? —le preguntó pícaro y extendiéndole la esponja para que la tome.

—Hazlo tú, para eso tienes manos. Aparte estás interrumpiendo mí privacidad, cosa que yo no te hago eso.
—Pero como aquí yo soy el dueño de todo, puedo interrumpirte sin que tú digas nada. Así que vamos, ¡báñame! —le dijo ya poniendo su espalda contra su pecho y recargando su cuerpo en ella.
—¿Nunca nadie te dijo que eres un fastidio? —le preguntó untando la esponja con jabón.
—No —le dijo tocando sus piernas por debajo del agua.
—Pues yo soy la primer persona que te lo dice y deja de tocar mis piernas —le contestó empujándolo hacia delante para enjabonarle la espalda.
—Ok, si reaccionas así cuando te hago algo más vale no intentarlo luego —le decía riéndose.
—Bien lo dijiste tú, más te vale que no lo intentes luego —le respondió pasando la esponja por su pecho—. ¡Ya suelta mis piernas! —le decía mientras forcejeaba y salpicaba hacia fuera.
—Está bien —le contestó yéndose hacia el otro lado de la bañera—. Ahora tú ven aquí —le dijo señalando con el dedo índice a donde se tenía que poner.
—Estás mal de la cabeza si piensas que iré ahí.

—Tú harás lo que yo diga —le respondió y la tomó por las piernas desprevenida haciendo que se sumergiera en la bañera y al sentarse se dio cuenta que estaba sentada sobre sus piernas y quedó frente a él a escasos centímetros de su boca—. Ahora sí me gusta el rumbo que está tomando esto, te tengo como quiero —le dijo con sonrisa pícara y comenzando a besar su cuello aunque ella se resistía y forcejeaba para que la soltara.
 

Quería besarla pero ella lo esquivaba.

 

—Ya, no seas tan indiferente conmigo y bésame que sé que te desesperas por darme uno —le dijo a los ojos y sosteniéndola de la nuca para que no se soltara.

 

Con ese rostro cerca de ella y su boca ya sobre la suya, no podía poner resistencia por lo que se dejó llevar. Primero se dieron un pico y luego besos que la dejaban sin respiración, más él se los daba a ella pero Esmeralda correspondía a ellos con la misma intensidad que él se los daba a la joven. Los besos fueron el comienzo del siguiente paso que él le hizo dar, el de tomarla por la cintura y levantarla para luego hacerla bajar y comenzar a hacerle el amor. Se sostenía de sus hombros y cuello y él era el que llevaba su ritmo, ella sólo suspiraba y su respiración era agitada como la de él, enredaba sus manos en su cabello y lo besaba con ansias al igual que él la besaba a ella, tocaba sus pechos y se desesperaba por besarlos, lo que ella lo dejó hacer, con la misma lentitud en que lo estaban haciendo, se besaban también. Las caricias y los besos iban siendo cada vez más intensos, al igual que hacían el amor. Luego de normalizar sus respiraciones y de tener unos minutos de mimos y caricias por parte de él hacia ella, todo, absolutamente todo volvió a ser como antes.

 

—Ya puedes irte —le dijo quedándose unos minutos más en la bañera mientras lo veía a él que se secaba y salía del baño con una toalla en su cintura.
 

Así eran la mayoría de las noches y amaneceres, cada vez le era más dificil resistirse a él. Parecía que en verdad eran una feliz pareja, pero la cruel realidad era otra, para él todo era simplemente atracción física y nada más. Una noche se despertó con sudor, estaba casi empapada así que tenía ganas de darse un chapuzón, desde hacia días atrás le había dejado la puerta sin llave, para qué no sabía, sólo que en éstas circunstancias no se iba a quedar dentro de la habitación así que salió con la bata de toalla y por debajo tenía puesta una bikini bastante ajustada de color turquesa con algunas piedras alrededor de cada triángulo de la parte de arriba y alrededor del triángulo delantero de la parte de abajo. Caleb al escuchar su zambullida se despierta sobresaltado y ve desde la ventana que Esmeralda está en la piscina. Él tenía, al parecer, ganas de nadar también o de ir a molestarla como siempre lo hacia.

 

—¡Casi más me matas del susto! —le dijo pegándole en el brazo al verlo frente a ella sin sentirlo.
—Uy, ni que fuera tan feo —le dijo sarcástico—. Te pregunto yo a ti, ¿qué haces aquí a ésta hora de la noche?
—Yo vine a nadar un poco, ¿tú que haces aquí?, ¿no se supone que estás durmiendo?
—Se suponía, pero me despertaste apenas escuché que te zambulliste.
—Siento despertar al amo de la casa —le contestó irónica.
—No seas tan cruel conmigo —le respondió arrinconándola contra uno de los esquineros de la piscina.
—No lo soy, es la pura verdad, así que como dicen que la verdad duele, pues lo siento —le contestó haciéndole puchero.
—Me lastimas cuando eres así tan mala conmigo, me haces sentir mal hasta pienso que soy malo contigo —le dijo ofendido.
—No, tú no eres malo conmigo, sólo me tienes como tu muñeca y tu objeto —le dijo acercándose algo enojada.

—Yo no te tengo como mi muñeca, ni menos como un objeto, ¿o crees que aunque te lo haga pienses eso?, me ofendes —le contestó haciendo puchero.
—Claro que me tratas así, tú no lo ves porque eres hombre y piensas que yo tengo que ser tú estúpida muñeca que no dice nada cuando me haces algo, pero, ¿sabes qué?, también tengo sentimientos, nunca me preguntaste siquiera cada vez que terminábamos de hacerlo si me sentía bien o no, nunca te preocupaste por mí, sólo te preocupaste por tí mismo para obtener lo que siempre querías y después a mí que me parta un rayo —le respondió furiosa.
—No te lo pregunté nunca ya que veía cada vez que te lo terminaba de hacer que tenías cara de satisfacción —le dijo casi riéndose.
—¡Ay! ¡Me desesperas! —le dijo e intentó pegarle una cachetada pero él se la detuvo con la mano y la besó descontraladamente—. Eres un maldito imbécil, no piensas en mí, sólo en tu satisfacción, crees que soy de palo y no tengo sentimientos, que soy tu juguete que tomas cuando quieres divertirte y dejas tirado cuando quedas complacido, eres un... —cuando quiso terminar con lo que le estaba diciendo, él la interrumpió.
—¿Y qué demonios quieres que haga?, ¿qué rayos quieres de mí?, ¿que te trate como a la 'muñequita del pastel' como una princesita, casi con pinzas?, ¡lo siento! no soy así, no soy la clase de estúpido que se desvive diciendo estúpidos piropos y demostrando el afecto que no existe, ¡por favor! ¡A quien engañamos! Así que si querías a un principe azul que te rescatara, lo siento por tí, porque no lo tendrás, no existe, sólo me tienes a mí, que soy como soy y no puedo ni creo querer cambiar —le contestó gritándole y con desesperación, a todo esto ella se había quedado callada y algo asustada.
—Ya veo que en lo más mínimo piensas en mí —le dijo saliéndose de ahí pero él no la dejaba—. ¿Me dejarías pasar? —le preguntó sin mirarlo a los ojos.
—¿Tú ves que me estoy moviendo para dejarte el camino libre?, no. Y no lo pienso hacer.
—Y una patada en medio de tus piernas te haría moverte —le contestó enojada dándosela, pero él se la sostuvo y se la colocó sobre su hombro izquierdo—. ¿Qué pretendes hacerme?
—Lo que estás pensando en este preciso momento —le respondió con sonrisa pícara y acercándose para besarla.
—¡Sal de mí vista! Y sácame la pierna de aquella posición, me es incómoda.
—¿Y a la princesita en dónde le gustaría que esté su pierna? —le preguntó sarcástico—. Ah, es verdad aquí, le gustaría, ¿no?, alrededor de mí cintura —le dijo viéndola a los ojos y enredando sus piernas en ésta.
—A veces sin que te lo propongas puedes ser despreciable y asqueroso —le dijo tragando saliva y casi sollozando.
—Vamos, no seas tan drástica, sé que me disfrutas y no lo puedes negar, así que no te hagas la dificil conmigo que no te servirá de nada, porque quieras o no te lo haré igual —le contestó y sin poder decirle más nada, la besó con ansias y Esmeralda correspondió de la misma manera.

 

Le desprendió la parte de arriba y se la sacó tirándola en el medio de la piscina y lo mismo hizo con la parte de abajo, una vez más la hizo suya aunque para él sólo era placer carnal y nada más. Sus respiraciones se agitaban más al ritmo que iban.

 

—Te quiero cariño —le dijo mirándola a los ojos, abrazándola y besándola para que se quede algo confundida, más de lo que estaba.
 

Sus movimientos y caricias las sentía de diferente manera a como fueron las primeras veces que lo hacia con él, hasta sus movimientos y caricias hacia él eran distintas, quizás se estaba acostumbrando a él y como tampoco le quedaba de otra, no era después de todo tan desagradable hacerlo con él. Al fin y al cabo era el único hombre que la había tocado y de ésta manera como se lo hacia él. Minutos luego terminaron su apasionado acto sexual.

 

—¿Ahora se siente bien la princesita? —le preguntó irónico.

 

No le contestó, simplemente le pegó una cachetada.

 

—¡Sal de mí vista! ¡Sigues siendo un imbécil aún así después de que lo hayamos hecho! —le dijo gritándole furiosa y con respiración agitada y fulminándolo con la mirada.
—No seas tan desagradecida conmigo —le respondió casi con risa burlona—. Por lo menos yo sí te toco y demás y no como tu ex que no te hizo nada —le contestó irónico.
—¡Eres un desgraciado!, ya vete de aquí o mejor me iré yo —le dijo con ojos vidriosos y nadando hacia donde se había dejado la bikini para luego salir de la piscina y tapándose con la bata y entrando a la casa.


Terminó de darse una ducha y se puso un camisón color blanco, sin darse cuenta, él estaba viéndola como se iba a dormir, en ese momento quizás le estaba carcomiendo la conciencia, pero era hombre y ellos nunca piensan con la cabeza de arriba. Apenas apoyó su cabeza en la almohada escuchó su puerta cerrarse. Al día siguiente se despertó, y bajó para desayunar, se quedó con el camisón, no se iba a sorprender de que la viera así, la había visto desnuda que era peor, con el camisón no pasaba nada. Así que, apenas bajó el último escalón se dio vuelta hacia la sala, pero él no estaba, estaba preparado el desayuno, pero él no estaba ahí.

10: Capítulo 9
Capítulo 9

—Buen día Esmeralda —le dijo con una sonrisa.
—Buen día Margaritte. ¿Y el señor donde se metió esta vez? —le preguntó burlona.
—Me pidió que le llevara su desayuno al estudio, así que tengo prisa me lo pidió hace diez minutos y recién está listo el café, así que con tu permiso Esmeralda.
—Espera Margaritte, deja que se lo llevo yo el desayuno, pero le haré algo —le dijo mientras sacaba las cosas de la bandeja y se reía.

—Pero niña, ¿qué haces? —le preguntó desconcertada.
—Dándole una lección —le dijo y caminó hacia el estudio el cual le había indicado la dirección Margaritte.
—¿Qué haces tú aquí y no está Margaritte para traerme el desayuno? —le preguntó serio.
—Margaritte tuvo que hacer otras cosas, no está pendiente de ti, así que yo me ofrecí a traértelo —le contestó y le dejó la bandeja sobre su escritorio.
—¿Me puedes explicar qué es esto?, ¿dónde está mí desayuno?
—Sobre la mesa de la sala, está tú desayuno esperándote, así que empieza a mover más esas piernas que tienes para comenzar a prepararte tú mismo el desayuno o por lo menos ir hacia él. Eres bastante grande para que todavía te lo sirvan a cualquier lado que estés. Si tienes hambre de seguro irás por él de lo contrario le diré a Margaritte que no te lo sirva y no me interesa si aquí no soy dueña de nada, ¡tú no me ganarás Caleb! —le contestó saliendo de allí y golpeando la puerta.
 

Sabía que en cinco minutos lo iba a tener sentado en la silla de la sala y desayunando.

 

—El señor se dignó a venir —le dijo tomando un sorbo del jugo.
—Pues sí, tengo hambre.
—Cuando no —le contestó entre dientes.
—Te escuché —le dijo fulminándola con la mirada.
—Uy que miedo. Estoy muy asustada cada vez que me miras así —le respondió irónica—. Ya Caleb, desayuna que hablas de hambre que tienes —le dijo riéndose.
 

Esa tarde casi noche una vez más lo hicieron, pero en el jacuzzi, sus caricias y la manera en que la besaba a veces la confundían, se disfrutaban al máximo pero cuando la magia se acababa todo volvía a ser igual. Así pasaron varias semanas más, hasta que un sábado por la noche llegó pasado de copas.

 

—Esmeralda, cariño —le decía gritando hasta llegar a la puerta de su habitación para abrirla y meterse en ésta—. Oops, la princesita duerme —dijo entre sí y rió.

 

Se desvistió quedándose con su bóxer y entró despacio a la cama sin despertarla.

 

—Cariño llegué —le decía abrazándola contra él.
—¿Qué quieres ahora Caleb? ¡Estás ebrio! Sal de mí cama —le dijo empujándolo.
—No seas malita conmigo, sabes lo que quiero —le dijo besándole el cuello.
—Caleb, no quiero y menos cuando sé que estás ebrio.
—¿Y qué tiene que lo esté?, te ves bellísima con ese camisón —le respondió mirándola a los ojos diferente a las demás veces y ella se quedó sin saber qué decirle.
—Gracias —le contestó tragando saliva y quedándose desconcertada, y sintiendo como su mano izquierda subía por debajo del camisón mientras acariciaba su pierna.
 

Ésta era la primera vez que sentía que la tocaba de diferente forma, tan dulce, tan cariñoso que no lo creía. Deslizó los breteles y bajó el camisón muy despacio para contemplar su cuerpo semi desnudo.

 

—Eres hermosa —le dijo y se inclinó para comenzar a besar su vientre hasta subir a su cuello, sin dejar de darle besos en todo el sendero de su cuerpo.

 

Si unas copas de más podían transformarlo en alguien así, pues estaba dispuesta a emborracharlo todas las veces que él iba a ella. Quitó su tanga con delicadeza y se hizo espacio entre sus piernas para luego hacerle el amor. La besaba desesperado, ansioso, deseoso y extasiado, ella sólo correspondía a aquellos besos una y otra vez con la misma intensidad que los suyos, lo abrazaba más contra ella para aunque sea sentirlo más suyo. Sus manos no dejaban de recorrer su cuerpo y las suyas recorrían su espalda, brazos y cabello.

 

—Princesita te amo, eres todo para mí —le decía entre dulces y tiernos besos.
 

Esas palabras de su boca fueron como música para sus oídos, eran las palabras que tanto quería escuchar de él. Suspiraban de placer, y tiempo más tarde quedaron rendidos. Se quedaron abrazados y poco a poco se fueron quedando dormidos. Al mediodía siguiente, Caleb se despertó primero, quiso estirarse pero algo se lo impedía, Esmeralda estaba abrazada a él. Medio se asustó y sin hacerla despertar, salió de la cama para irse a la suya, luego de dejarla sola. Se despertó después de quince minutos y se estiró, creyendo que él estaba durmiendo al lado suyo, pero no era así. Se levantó de la cama, se bañó y se vistió para bajar, y al verlo de espaldas le dio un beso en el cuello contenta.

 

—Buen día —le contestó feliz.
—Buen día —le dijo seco—. ¿Qué se supone que me hiciste recién?
—Darte un beso en el cuello.
—Sí, ¿y a qué se debe eso?, ¿te volviste loca o qué te tomaste antes de bajar? —le preguntó serio.
—Pues no me tomé nada, sólo te lo di porque anoche te llenaste la boca de decirme cosas hermosas.
—¿Anoche?, no recuerdo que haya ido a tu habitación —le dijo ignorando lo que ella dijo.
—Claro que viniste, hasta te metiste en mí cama y me amaste como no tienes idea y hasta me dijiste que me amabas —le contestó apenada.

—Debía haber estado ebrio, porque para decirte todas esas cosas, tendría que haberlo estado —le respondió sarcástico.
—Lo estabas, pero apenas entraste en calor el alcohol se te evaporó y fuiste el Caleb que conozco, pero diferente a la vez —le dijo algo irritada.
—Lo siento que tengas que decirme todo esto, pero no recuerdo absolutamente nada de lo que te dije o te hice anoche —le dijo volviendo a leer el periódico y dejándola como una estúpida, mientras que en su interior y en su mente recordaba absolutamente todo.


Mientras bebía de su jugo de naranjas, sentía como se le hacia un nudo en la garganta y se le ponían vidriosos los ojos, era estúpido en verdad o se hacia, en ese momento se le había cerrado el estómago, se levantó para tomar las cosas y llevárselas a la cocina a Margaritte.

11: Capítulo 10
Capítulo 10

—¿A dónde vas? —le preguntó viéndola que se alejaba.
—A llevarle las cosas a Margaritte —le respondió con voz quebrada.
 

Estuvo de indiferente con ella todo ese día y toda la noche hasta que cada uno se fue a dormir y él no apareció, esa indiferencia le duró un poco más de un mes. Una mañana iba bajando las escaleras y en el anteúltimo escalón comenzó a marearse y cayó al piso desmayándose, el ruído lo escuchó Caleb, que se levantó apresurado para levantarla y acostarla sobre el sillón.

 

—¿Esmeralda te sientes mejor?
—Sí, ¿qué me pasó?
—Te desmayaste. ¿Puedes levantarte? —le preguntó preocupado.

 

¿Sus oídos escuchaban bien o estaba soñando?, ¿se estaba preocupando por ella o era su imaginación? —pensó Esmeralda.

 

—Sí, eso creo —le dijo levantándose.
 

Ese fue el primer síntoma de algo nuevo. La mayoría de los días sentía náuseas y mareos, Caleb de eso se daba cuenta pero no le decía nada, los días iban pasando y todos estos síntomas eran constantes, la regla le tenía que venir en esos días, pero no lo hizo. Así que dedujo que estaba embarazada y para comprobarlo se hizo el test de embarazo. Justo apenas salió del baño de su habitación, entró Margaritte.

 

—¡Margaritte estoy embarazada! —le dijo contenta.
—¡¡Oh qué alegría!!, ¡un bebé en la casa que bonito!, desde que nació Caleb, hace veintiseis años, que no nace un bebé aquí y de verdad que se extrañaba sentir su vocecita y su llanto. ¿El papá lo sabe?
—Todavía no. Y ese es el problema.
—Vamos Esmeralda, se pondrá contento cuando lo sepa.
—Ojalá.
 

Esa tarde se lo iría a decir, estaba acostada en la cama y sintió que entraba.

 

—¿Te sientes mejor?
—Sí, gracias.
—De nada.
—Caleb, necesito decirte algo —le dijo sonriéndole.
—Dime —le dijo levantándose antes que ella lo hiciera.
—Estoy embarazada —le contestó feliz.
 

Él no le dijo nada, se quedó petrificado, sólo lo vio que se sacaba su chequera y anotaba algo.

 

—Con este dinero abortarás —le dijo serio y poniéndole el papel en su cara.
—¿Cómo puedes decir una cosa así? ¿No te das cuenta de que serás papá te guste o no? —le gritó.
—¿Y tú no te das cuenta de que no pedí que te embarazarás?
—¡Estúpido!, ¡tú viniste a mí y si tú no piensas en ponerte protección no es mí culpa! ¿Sabes qué puedes hacer con ese papel?, ¡haz un rollo y te lo metes por donde ya sabes, o mejor haré algo así! —le contestó furiosa y gritándole mientras rompía el papel en mil pedazos—. ¡Quieras o no, tendré al bebé!, ¡es mío también y aunque tú no lo quieras me importa un bledo!, ¡y sal de mí vista maldito estúpido! ¿Te crees que con dinero arreglas todo?, ¡pues no! ¡Te equivocaste conmigo, pensaste que era la estúpida rubia rica que sólo quiere divertirse, pero perdiste conmigo!, ¡no soy así y no lo seré nunca, tengo sentimientos, de ahora en más me preocuparé para que tenga todo lo que necesite mí bebé y tú si quieres puedes esfumarte! —le dijo enojada cachetéandolo y furiosa empujándolo hacia la puerta y cerrándosela en su cara de un golpe.
 

Habían pasado cuatro meses desde que Caleb se enteró de que iba a ser papá, desde ese día no le habló más, ni tenía intenciones de preguntar si se sentía bien. En verdad él no quería a su propio hijo y le dolía que fuera así con ella y más con su primogénito, en las consultas y los chequeos la acompañaba Margaritte y las llevaba Richard, él sólo le preguntaba a Margaritte o a Richard como iba el embarazo pero no se preocupaba por Esmeralda. Una mañana se levantó y bajó a desayunar, tenía un camisón muy bonito de color rosa bebé de seda con encaje en el pecho, apenas se acercó a la sala, Caleb se la quedó mirando.

 

Se ve encantadora con esa pancita y el camisón —​pensó Caleb.

 

—Esmeralda justo te estaba llevando el desayuno a tu habitación —le dijo apoyando la bandeja sobre la mesa.
—No te preocupes, me siento mejor y quise bajar a desayunar, así no te doy tantas molestias —le contestó sonriéndole.
—No es ninguna molestia, lo hago con gusto.
—Gracias —le dijo sentándose en una de las sillas pero alejada de él.
—De nada.
—Buen día Caleb.
—Buen día, ¿qué te ha pasado que no te sientas casi al lado mío como antes? —le preguntó tomando un sorbo de su café y leyendo el periódico.
—Si tanto te importa acércate tú —le respondió bebiendo un sorbo de jugo de naranjas.
—No, era pura curiosidad, no te sientas tan importante —le contestó sin sacar la vista del periódico y serio.

 

No le dio importancia a su comentario y se sentó frente a él, tomó una tostada untada en mermelada y se la estampó contra su periódico el cuál éste rebotó en la cara de Caleb.

 

—¿Te haces la graciosa ahora?, hace unos meses atrás no te hacías la graciosita —le dijo fulminándola con la mirada.
—Sigues siendo el mismo estúpido —le respondió con los ojos llorosos.
—No te pongas a llorar ahora. Tu llantito no me convence en lo absoluto, así que esas lágrimas conmigo no van —le dijo seco.
—No te das cuenta que estoy sensible, estoy embarazada pedazo de idiota, y a ti te importa muy poco lo que me pase a mí o a tu bebé —le respondió llorando.
—Yo no te ordené que lo tuvieras, mí oferta era que abortarás, así que ahora no me vengas a decir eso. Tú lo quieres tener, así que es cosa tuya —le contestó despectivo.
—¡Claro que es cosa mía!, el día que sea más grande tu hijo, le diré la clase de padre que tiene, así va sabiendo como te tendrá que tratar, ¿a ti te hubiera gustado que tu padre le dijera a tu madre que abortara?, ¿¡a ti te gustaría que te enteraras de que serías abortado porque a tu padre no le agradabas ni estabas en sus planes!? A mí nunca se me cruzó la idea de abortar a tu propio hijo, pero a ti no te importó tampoco lo que yo pensaba, tienes el corazón de piedra, todo lo quieres arreglar con dinero, pero el dinero no hace la felicidad. Eso grábatelo bien en la cabeza —le dijo alterada con voz quebrada y levantándose de la silla para irse, y él se quedó congelado por su reacción.
 

Subía las escaleras con algo de lentitud, teniéndose la panza, creo que le había hecho mal el haber discutido con Caleb ya que el bebé comenzó a patear. Se sentía pésima, triste, muy sensible y por sobre todo sola. Por la tarde le dio su grata visita Caleb.

12: Capítulo 11
Capítulo 11

—Esmeralda no estés tan sentida y sensible, no es contigo la cosa, no te tomes todo apecho, ando algo estresado y con cualquier cosa que dices me sacas de mís casillas, y la mayor parte del tiempo tienes esa peculiaridad.
—Está bien Caleb, te entiendo, ¿tú te estresas?, yo tendría que estar así, sin embargo más que eso estoy triste y me siento sola.
—Si, bueno estoy así porque han bajado mís acciones. Y es por eso que reacciono de esa manera, no quiero pelear contigo siempre. Así que espero que te relajes un poco —le dijo sentándose en la cama.
—Que interesante lo que me cuentas. No sé para qué me cuentas sobre las acciones si no entiendo nada de eso. Caleb, por favor déjame sola —le contestó llorando.
—Vamos Esmeralda no llores —le dijo acariciando su espalda.
 

Estaba en duda si decirlo o no, pero al final se lo dijo.

 

—Ven, acércate.
—¿Qué quieres Caleb? —le preguntó viéndolo a los ojos y sentándose.
—Sólo quiero abrazarte —le dijo y lo hizo, la hizo apoyar su cabeza sobre su pecho y él la abrazó tiernamente.

 

Si se lo proponía podía ser dulce y tierno, pero parecía que sus palabras no le bastaban para darse cuenta de que en verdad le importaba. Tres meses más pasaron, la panza cada vez más se notaba y con ella empezaron los antojos y a crecerle los pechos más de lo que ya tenía. Una madrugada, se levantó con ganas de comer helado, estaba casi desesperada por sentir la crema dentro de su boca, sabía que ni Margaritte ni Richard podían ir a comprarle lo que quería y su única opción era Caleb, no tenía intenciones de despertarlo, pero sus ganas eran más fuertes que lo que le vendría luego de sermón. Fue hacia su habitación y abrió la puerta muy despacio y se acercó a su cama.

 

—Caleb —le dijo tocándole el brazo para que se despertara—. Caleb, despierta.
—¿Qué?, ¿qué te pasó ahora? —le preguntó de mal humor sentándose en la cama.

—Tengo ganas de comer helado.
—¿Y a mí qué me dices? —le preguntó restregándose los ojos.
—Es que eres el único que queda en la casa a la noche, y como ni a Margaritte ni a Richard les puedo decir que me compren helado, pues te lo dije a ti —le contestó serena.
—Ve y cómpratelo tú misma. No me vengas a despertar a la madrugada porque se te antojó comer un maldito helado, te las tendrás que arreglar solas si a cada rato tienes un antojo, yo no estaré a disposición tuya cada vez que pidas algo, así que niña ve a conseguirte el tan rico helado que se te antojó —le dijo dándose vuelta para no verla.
—Gracias por ser tan generoso y amable conmigo Caleb, ahora te dignas a que salga, ahora que estoy embarazada, entonces no te importa que diga que el imbécil del padre me está maltratando, total no te afectará ya que no te hiciste ni te harás cargo en nada —le dijo saliendo de la habitación para irse a la suya a acostarse.

 

Se quedó dormida y a la hora, Esmeralda siente que alguien la llamaba.

 

—Esmeralda, despierta, aquí tienes tu helado.
—¿Me lo compraste? —le preguntó avergonzada.
—Sí, así que puedes quitarte ese antojo y saborearlo —le dijo esbozando una sonrisa.
—Gracias —le dijo casi llorando y se puso una cucharada en la boca.
—De nada, ¿te gusta?
—Sí. Gracias de verdad —le contestó con una sonrisa de satisfacción.

 

Caleb la miraba cómo comía a gusto el helado y como lo saboreaba y se dio cuenta de que quizás quería probarlo él también.

 

—¿No lo quieres probar? —le preguntó ofreciéndole.
—No, gracias.
—Vamos, es rico, pruébalo —le dijo acercándole la cuchara con helado.
—Está bien, lo probaré —le contestó y abrió la boca.
 

Apenas le dio para que probara, sintió al bebé patear.

 

—Ay —dijo tocándose el lugar donde sintió su golpecito.
—¿Te sientes bien cariño? —le preguntó preocupado.
—El bebé pateó, ¿no lo quieres sentir? —le preguntó sonriente.
—No —le dijo dudando.
—Anda, vamos, siéntelo, sé que me desprecias lo noto cada vez que me quiero acercar a ti o te digo algo, pero el bebé no tiene la culpa de nada. Prefiero que a mí me trates como tú quieras y no al bebé que no se merece eso. Por favor Caleb, es sólo apoyar tu mano en mí panza y nada más —le dijo ofreciéndole su mano para luego apoyársela sobre la panza.
—¡El bebé pateó! —le dijo algo contento.
—¡¿Lo sentiste también tú?! —le preguntó contenta.
—Sí —le dijo sonriendo—. Bueno creo que será mejor irme a dormir, mañana tengo que levantarme temprano y sólo me quedan tres horas para dormir —le contestó levantándose de la cama.
—Está bien y gracias otra vez por no dejarme con el antojo —le respondió sonriéndole.
—De nada. Buenas noches cariño —apenas le contestó se acercó a ella para darle un beso en la boca.
—Buenas noches Caleb —le contestó confundida.
 

Estaba de siete meses, solamente le faltaban dos para que el bebé naciera y estaba bastante nerviosa y ansiosa por saber cómo sería. Una tarde que estaba en la habitación reposando un poco los pies, ya que la panza le comenzaba a pesar más de lo normal, entra Margaritte para decirle algo.

 

—Esmeralda, dentro de un rato más volveré a ayudarte para que te vistas, Caleb me pidió que te diga que ésta noche irán a cenar afuera.
—No me siento bien Margaritte, tengo dolor en los pies.
—Vas a ver que luego se te pasarán. Así que dentro de poco vendré otra vez.
—Está bien —le dijo y luego se fue.

 

Se quedó dormida por una hora y sintió que abrían la puerta.

 

—¿Dormías?
—Algo.
—Vine para ayudarte con la ropa, ya es casi la hora.
—Bueno —le respondió levantándose de la cama.
 

Eligió lo que se pondría para esa noche, un vestido rojo de seda sin breteles hasta las rodillas, ajustado en donde terminaban los pechos y acampanado hacia abajo y sandalias del mismo color, unos aretes de rubí en forma de corazón y una cadena de oro con una medalla en forma de corazón de rubí, y su cabello suelto ondulado con una hebilla en forma también de corazón de rubí sujetando el flequillo y haciendo una leve pompa, se puse un saquito del mismo color por si llegaba a refrescar.

 

—Te ves muy bien Esmeralda, ese rojo te asienta bien en tu rostro, y te ves preciosa con esa panza —le dijo abrazándola.
—Gracias Margaritte.
—De nada niña, ahora sí vamos que te ayudaré a bajar —le contestó saliendo hacia fuera para ayudarla con los escalones.

—Margaritte, gracias, puede irse ya —le respondió amable.
—De nada señor. Con su permiso, hasta mañana, que tengan una velada agradable —les dijo sonriendo.
—Gracias.
—Gracias Margaritte —le dijo sonriendo.
—De nada —les dijo y se fue.

 

Caleb abrió la puerta principal y aparecieron sus cachorros.

 

—¿Tendremos que pasar por ahí? —le preguntó asustada.
—Sí, ven, no pasará nada, si tienes miedo ellos lo sienten. Pero trata de relajarte —le contestó tomándole la mano para salir de la casa.

 

Los cachorros la olfatearon y luego se fueron.

13: Capítulo 12
Capítulo 12

—¿Has visto que no te pasó nada? —le respondió mirándola a los ojos algo especial.
—Sí —le dijo y la ayudó a entrar a su Audi TT dorado en el asiento del acompañante.
 

Minutos después estaban llegando al restaurante donde ya había reservado una mesa, era muy bonito y algo romántico, era raro en él algo así para ella. El recepcionista los acompañó a la mesa y se sentaron.

 

—Sólo por ésta noche haré una excepción contigo, puedes pedir lo que quieras del menú.
—Gracias Caleb por ser tan bueno conmigo, a veces no sé como agradecerte todo lo que haces por mí —le contestó sarcástica.

 

No le respondió, sólo la fulminó con la mirada. En medio de la cena, tomó su copa de vino.

 

—Feliz cumpleaños Esmeralda —le dijo sonriéndole.

—Gracias Caleb, creí que no te acordabas —le dijo chocando las copas, la de ella con gaseosa.
—Pues claro que me acordé, por algo te traje aquí, no habrías pensado que te traje aquí para declararme que siento algo por ti cuando no hubo ni hay nada de amor entre nosotros.
—Está bien, no tienes que repetírmelo a cada rato, me acuerdo de las cosas que me dicen y si tengo que decirte algo, te aclaro que tú eras el que venía a mí, no yo a tí.
—Por favor tengamos esta cena en paz. No quiero discutir contigo.
—Está bien. Como tú digas —le contestó y después cenaron tranquilos.

 

La velada fue casi perfecta, salvo por las frasecitas de Caleb que la hacian sentir mal algunas veces. Luego de unos instantes de terminar el postre pidió la cuenta y se retiraron.

 

Llegaron a la casa y apenas la ayudó a bajar del auto se enganchó el taco de la sandalia en el borde del auto de la parte del piso y Caleb la sostuvo quedando a escasos centímetros de sus bocas.

 

—Lo siento, me tropecé con la sandalia. Creo que no debí llevar esta noche esta clase de taco puede que me caiga y me haga daño la panza —le contestó sonriendo.
—Vamos adentro así te ayudo a sacártelas —le dijo abrazándola por los hombros y entrando a la sala, para hacerla sentar en la alfombra que estaba frente al hogar a leña.
—Ay por fin, mis pies me estaban matando, los siento hinchados, pero bueno, creo que me iré a dormir, de seguro se me pasará el dolor —le respondió intentando levantarse.
—Espera un poco más, ahora vuelvo —le dijo y fue a la cocina por dos gaseosas y chocolates.
—¿Tú a la cocina? —le preguntó picándolo.

—Bueno sí, no me quedaba de otra —le contestó justificándose.
—Ok.
—Toma, come los que quieras —le respondió entregándole la caja de bombones.
—Gracias —le contestó sonrojada—. ¿Si me los como todos no te molestará? —le preguntó avergonzada por el antojo que le dio apenas los vio.
—No, estás antojada de nuevo, lo comprendo —le dijo sentándose al lado de ella mientras le daba una copa de gaseosa.
—Gracias otra vez.
—De nada.

 

No sabía qué le había pasado en ese momento y siente que la abraza por los hombros, y le hace apoyar su cabeza en su pecho.

 

—Caleb, ¿te sientes bien? —le preguntó sorprendida sin saber que hacer.
—Sí, sólo por este momento quiero que te quedes así conmigo.
—Está bien, como tú quieras —le respondió sin saber qué más decirle.
—Sí te digo que me des un beso, ¿lo harías? —le preguntó teniendo su rostro entre sus manos y viéndola a los ojos.
—Claro —le dijo y le besó la mejilla, pero él corrió la cara para que su beso se posara en la boca de él.
 

Sus besos comenzaron a subir de intensidad, succionaba el labio inferior de la joven, y a la vez abría más la boca para besarla salvaje y apasionadamente, la dejaba sin aire la forma en que la besaba, lo disfrutaba a pleno, pero sabía que no la amaba y por eso lo detuvo.

 

—Caleb ya déjame por favor —le dijo tratando de soltarse de él y de sus labios.
—¿Qué tienes? —le preguntó intrigado.
—Nada, sólo quiero irme a dormir. No está bien lo que haces y tú mismo deberías saberlo —le contestó mientras se limpiaba alrededor de la boca ya que se le había corrido el brillo labial.
—Lo sé, pero un poco de satisfacción para los dos no nos vendría mal —le respondió con sonrisa pícara.
—Tú siempre piensas en lo mismo.
—Y tú no digas lo contrario porque sé que te ha gustado como te he hecho el amor.
—Hacer el amor y sexo son dos cosas completamente diferentes, y lo que quieres de mí solamente es sexo. Hace un rato atrás tú mismo me lo dijiste, tú no me amas, así que lo que me hiciste durante todo este tiempo sólo fue sexo —le dijo y se levantó como pudo, teniéndose del sillón.
—¿A dónde vas? —le preguntó levantándose también.
—A dormir.
—Espera que te ayudo a subir —le dijo alcanzándola.
—No necesito tu ayuda, puedo arreglármelas sola como lo hice en todos estos meses que pasaron —le contestó seca subiendo el primer escalón.
—No seas tan orgullosa, sé que no puedes subir sin ayuda, así que te guste o no, te ayudaré —le respondió tomándola de la cintura fuertemente y subiendo con él.
 

Terminaron de subir y la acompañó hasta la puerta de su habitación.

 

—Ya puedes irte donde más te guste —le dijo empezando a cerrar la puerta luego de entrar.
—¿No tendrás dificultad para descambiarte y ponerte el camisón? —le preguntó y ella se quedó callada—. Lo suponía, vamos déjame que te ayude a desvestirte —le dijo entrando a la habitación.

 

Le desató el moño que estaba por detrás y luego bajó el cierre del vestido, y quedó semi desnuda frente a él.

 

—Me da vergüenza de ti, de que tengas que verme de ésta manera —le dijo apenada.
—Como si no te he visto desnuda.
—Me viste, pero no así.
—No te sientas avergonzada, mira, para que te sientas algo bien te diré que después de todo sigues siendo atractiva con la panza. ¿Dónde está el camisón?
—Deja que lo busco —le dijo y lo sacó del cajón para dárselo.

 

La ayudó con el camisón, y la condujo hacia la cama para luego taparla con las sábanas y el cubrecama.

 

—Gracias por todo.
—De nada —le dijo sentándose en el borde de la cama.
—Ya puedes irte, ya terminaste con tu trabajo —le contestó dándose vuelta para no verlo.
 

Unos minutos más se volvió a dar vuelta para verlo y se sorprendió con lo que estaba haciendo.

 

—¿Qué haces? —le preguntó asombrada.
—¿No puedo dormir por ésta noche contigo? —le preguntó acercándose a la cama y Esmeralda se quedó sin saber qué contestarle.
—No deberías, pero como tú eres el dueño de todo, yo simplemente creo que tendré que aguantármelas —le contestó mirándolo.
—Creo que no me hicieron falta palabras para decírtelo yo, tú solita bien lo dijiste —le respondió entrando a la cama.

 

Era la primera vez que él sin que Esmeralda se lo dijera dormía con ella. Y eso le agradaba. Por lo menos no se sentiría tan sola aunque sea por esa noche, le pareció muy extraño el hecho de sentir su mano alrededor de su cintura o mejor dicho alrededor de su panza. Le encantaba la sensación de su brazo y mano en su cuerpo, se acercaba cada vez más contra ella hasta tal punto de sentir su respiración en su espalda descubierta, la ponía nerviosa sentirlo tan cerca pero tan lejos a la misma vez. De poco en poco se fueron durmiendo y a la mañana siguiente al darse vuelta no lo sintió al lado suyo. Se levantó, se duchó y bajó a desayunar como los demás días.

14: Capítulo 13
Capítulo 13

—Buen día —le dijo y se sentó frente a él.

—Buen día —le contestó leyendo el periódico.
—¿No tienes otra cosa que hacer?, que siempre estás leyendo el periódico —le preguntó curiosa.
—No, las niñas como tú no saben sobre acciones y todas esas cosas, así que los hombres como yo se ocupan de ver el periódico y de cómo está funcionando ese medio.
—Ay perdón por bajar el coheficiente mental del señor, pensé que no era muy inteligente, pero me hizo dar cuenta de que no es estúpido como lo suele ser siempre conmigo.
—Ya cállate Esmeralda, no empieces a la mañana a discutir que no quiero escuchar tus berrinches de niña caprichosa.
—Anoche no me tratabas así.
—Anoche fue anoche, hoy es hoy.
—Ya me doy cuenta.
 

Cada uno de ellos desayunó sin pronunciar palabra alguna, y los demás días que transcurrieron fueron algo parecidos, Esmeralda ya se estaba acercando al noveno mes y más asustada estaba. El bebé no llegó a finalizar el noveno mes y nació una noche de lluvia. Comenzó a sentir contracciones y presión abajo, y supuso que el bebé estaba por nacer, cada vez eran más seguidas las contracciones, y gritó al sentir una gran contracción. Escuchó los gritos Caleb, que abrió la puerta algo enojado.

 

—¿Qué tienes ahora?, niña ya cállate y déjame dormir.
—Caleb —le contestó pero no pudo decirle más nada.
—¿Qué?, ¿qué te pasó ahora?, ¡háblame! —le preguntó irritado y acercándose a la cama.
—El bebé, está por nacer —le dijo como pudo porque empezaba el trabajo de parto.
—¿Y yo qué quieres que te haga?
—Haz algo, llama a Margaritte por favor, necesito que alguien me lleve al hospital, por favor Caleb, no seas así conmigo, ya es tiempo de que nazca el bebé, no me digas nada más acerca del porque lo quise tener o sobre el maldito aborto que quisiste que me haga —le decía llorando del dolor.
—Está bien, iré a avisarle a Margaritte y luego le diré que llame a Richard para que te lleven al hospital —le respondió saliendo de la habitación.

 

A la media hora de estar con las contracciones y demás, llegaron los dos, para ayudarla a bajar junto con Caleb, tomaron las cosas del bebé y suyas y se fueron, Caleb se quedó en la casa. Contenía el dolor hasta que llegó de inmediato a la sala de partos luego de arrivar en diez minutos al hospital. Estando ahí dentro le había parecido una eternidad pero cuando al hacer el último puje sintió su llanto, se tranquilizó. El médico le dijo que era un varón y luego de eso le dijo el nombre y el apellido que llevaría. La pasaron a una habitación sola para que estuviera solamente con el bebé y las visitas.

 

—Esmeralda, he ido a ver a tu hijo, es precioso.
—Sí Margaritte, es bonito.
—¿Cómo lo has llamado? —le preguntó sentándose al lado de su cama.
—¿Qué crees tú?
—Caleb.
—Sí Margaritte, aunque te parezca mentira, así lo llamé, como su padre. A pesar de todo lo que me hizo pasar cada vez más me fui enamorando de él, y en el momento en que había quedado embarazada, ya estaba profundamente enamorada de él.
—Entonces le has puesto el apellido del padre.
—No, le puse mí apellido, él no lo quiere.
—No digas eso niña, verás cuando lo vea se le enternecerá el corazón.
—A él no le enternece nada, ni se preocupa por nadie.
—Él no es como crees, Caleb te hace ver una cosa que no es nada parecida al verdadero Caleb.
—No me mientas Margaritte, desde que lo conozco que se comporta así y de verdad que no lo soporto.
—Pues te digo que no es así.
—Para qué ponerme más sensible de lo que ya estoy, prefiero evitar ese tema.
—Está bien.
 

Hablaron un rato más y ella se tuvo que ir a la casa para trabajar junto con Richard. Mientras estaba en el hospital todo sería normal y tranquilo pero cuando volviera a la casa no.

 

Margaritte las veces que venía a visitarla le decía que Caleb iba a visitar al bebé, pero nunca se apareció por la habitación en donde ella estaba. Al tercer día de permanecer ahí, le dieron de alta junto al bebé, Richard la fue a buscar y la llevó a la casa, donde la ayudó con las cosas que había llevado. Ese día no lo vio, ni menos los demás días y noches, quizás y el llanto del bebé lo molestaba pero no le importaba, se tenía que aguantar ya que no lo venía a visitar. Solamente Margaritte entraba a la habitación para tenerlo en brazos y darle mimos y caricias.

 

—¿Cómo te sientes? —le preguntó acercándose al bebé para verlo dormir.
—Muy bien, el bebé se porta de maravillas a pesar de que llora algunas veces por las noches, pero lo calmo al levantarlo en brazos y darle de comer.
—Veo que el bebé está gordito, pero tú Esmeralda, ¿estás bien con lo otro?
—Creo que sí, no lo he visto desde que me llevaron al hospital y creo que menos lo veré ahora que sabe que el bebé nació. ¿Le has dicho algo? —le preguntó curiosa.
—No me hizo falta decirle nada, aunque no soy nadie aquí, pero él sólo fue el que me preguntó por tí y por el bebé.
—¿Y qué preguntó?
—Cómo te encontrabas y cómo se encontraba el bebé. Y le dije que estaban bien y aunque él no me lo haya preguntado le dije el nombre del bebé.
—¿Y qué te dijo?
—Nada, sólo se dio media vuelta y se fue.
—Ya me lo imaginaba, a él no le importa nada, no siente nada por nadie.
—No sé Esmeralda, si no siente nada como tú dices, ¿crees que vendría a preguntarme cómo estaban ustedes?
—No —le dijo aunque ella estaba en duda.

 

El bebé empezó a llorar y lo cargó en sus brazos para darle de comer.

 

—Esmeralda te dejo, así le das tranquila la leche al bebé.
—Está bien Margaritte, gracias por todo.
—De nada niña.
 

Mientras que el bebé comía, lo veía y cada día se notaban más sus ojos de color azul como el papá y el poco cabello de color rubio como el de ella, todas sus muecas le encantaban, su sonrisa le fascinaba al igual que la sonrisa de su papá, tenía que aceptar que se había enamorado de él cada día más, a pesar de todo tenían algo que los unía y eso era el bebé.

 

Esos días que pasaron, le mandaba a comprar cosas para el bebé a Margaritte con el dinero de Caleb, no le importaba si se llegaba a enterar, y si lo hacia era su propio hijo el que necesitaba ropa y pañales. Ese día por la tarde llegó Margaritte con varias bolsas de ropa de bebé y pañales.

 

—Esmeralda, aquí te traje todo lo que me pediste y hay algo más —le dijo entregándole las bolsas.
—Sí, dime Margaritte, ¿qué pasa? —le preguntó sin saber.
—Creo que Caleb se enteró de que le compras cosas al bebé con su tarjeta, recién le llegó la factura de la semana pasada y me supongo que vendrá a preguntarte.
—Está bien, que venga a preguntarme, no tengo problema.
—Bueno, te dejo tengo cosas que seguir haciendo.
—Está bien Margaritte, nos vemos luego.
—Claro —le dijo y se fue cerrando la puerta.

 

Al rato llegó Caleb abriendo la puerta y cerrándola de un golpe.

15: Capítulo 14
Capítulo 14

—¿Qué tienes en la cabeza que golpeas así? —le contestó lo más bajo posible para que el bebé no se despertara.
—¿Tú qué tienes en la cabeza que pagas las cosas que necesita ese con mí tarjeta de crédito? —le preguntó enojado.
—¡Ese como lo llamas es tu hijo! Y sí no lo quieres ni verlo ni nada, pues me pareció buena idea comprarle las cosas que le hacen falta con el dinero del padre —le contestó irónica.
—¿Pues quién te dice que no saques de tú dinero para pagarle las cosas?
—Digamos que tú no me dejas, y si me dejarás, haría exactamente lo mismo, comprarle lo que necesita con el dinero del padre. Al fin y al cabo tú fuiste el que me lo hizo.
—¿Y tú lo quisiste tener para dejarme atado a tí, no pequeña estúpida? —le preguntó acercándose a ella para tomarla de la nuca y acercarla a su rostro.
—¿Tú qué crees? —le dijo sarcástica—. Pero quédate tranquilo que tu hijo ya no es más tuyo, ahora es solamente mío, le di mí apellido, así que no te preocupes por nada, ni por él ni por mí, puedes seguir saliendo con cuanta regalada se te cruce en el camino —le dijo soltándose de él.
—¿Y tú qué eres? —le dijo volviendo a acercarse.
—Una pobre estúpida que cayó en tus manos.
—Así es, caíste en mis manos como una muñeca con la que puedo jugar cuantas veces quiera —le respondió abrazándola por la cintura y atrayéndola a él.
—Ésta vez no caeré, si quieres una muñeca ve a la juguetería y cómprate una muñeca inflable, porque de ahora en más no seré tu juguete. Al principio quizás y lo fui para tí, pero ya no más, creí que con el tiempo irías a cambiar pero veo que no lo has hecho en lo más mínimo —le contestó soltándose de él de un empujón.
—¿Y todavía piensas que cambiaré?, estás loca si crees que lo haré por ti —le dijo sarcástico—. Primero me caso con una ramera antes que cambiar porque tú me lo pides —le contestó riéndose.
—¿Y por qué no lo haces maldito estúpido!?, ¡anda, ve a casarte con una y a mí me dejas en paz sin tener que verte la cara cada día!, ¡así sabré que por fin te arranqué de mí corazón! —le respondió alterada sin darse cuenta de lo que le había dicho.
—De verdad, necesitas un psiquiatra —le dijo serio a punto de reirse.
—¡El que necesita uno eres tú!, ¡¿por qué no te largas de aquí y me dejas de hacer sufrir?!
—¿Yo te hago sufrir? —le preguntó irónico.
—¿En todo este tiempo no te diste cuenta?, sí, me haces sufrir no entiendo, ¿¡por qué me sigues dejando aquí si tú no quieres al bebé ni menos a mí!? ¡¿Por qué cuando quedé embarazada no me echaste?!, no entiendo que es lo que sigo esperando aquí si no obtendré nada a cambio, ni siquiera un poco de cariño, sólo sufrimiento y tristeza. ¿Acaso no te has dado cuenta de eso? —le preguntó con los ojos vidriosos y sintiendo que se le hacia un nudo la garganta.
—La verdad no —le dijo serio y seco.

 

Se dio vuelta porque sentía las lágrimas correr por sus mejillas y luego sintió la puerta cerrarse. Cayó de rodillas al piso llorando y él estaba mirándola a través de la cerradura de la puerta, escuchó al bebé llorar y lo fue a buscar, para ese entonces Caleb seguía mirando, se sentó y le dio de comer, él escuchó todo lo que le decía al bebé, hasta escuchó el nombre y se sorprendió por eso, ya que creía que no era verdad lo que le había dicho Margaritte sobre el nombre del bebé.

 

Los días y las noches siguieron pasando, lo más normal posible sin saber de él, pero una noche vio algo que no se lo podría haber imaginado. Comenzó a escuchar ruidos y voces, y al darse vuelta vio una figura que cargaba al bebé. Al principio se sorprendió pero luego lo dejó que estuviera con su hijito, le dio ternura al verlo con el bebé y sonrió, se dio vuelta para dejarlo con su pequeño tranquilo y ella siguió durmiendo. Así le siguieron cuatro noches más en donde venía a verlo y luego se acercaba a donde ella estaba durmiendo, una noche entró cuando Esmerlada estaba dormida y se sorprendió por lo que dijo sin saber que él estaba ahí.

 

—Caleb... te amo —pronunció en el sueño.

 

Se dio vuelta asustado, porque creyó que lo había visto con el bebé en brazos, pero cuando se acercó notó que ella seguía durmiendo. Siguió con su hijo unos minutos más y lo dejó en su moisés tranquilo para que durmiera. A la noche siguiente pasó lo mismo. Entró a la habitación pero cuando se acercó al moisés no lo encontró.

 

—¿Qué buscas Caleb? —le preguntó sin darse vuelta para verlo.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Siento tu presencia. Te pregunté, ¿qué estás buscando?
—Nada.
—Entonces, ¿para qué vienes aquí?, vamos Caleb no seas tan orgulloso, te vi la primer noche que te apareciste para ver al bebé y las demás, pero me callé porque no quería que te vayas, quería que lo vieras y lo sintieras en tus brazos. ¿Lo quieres ver? —le preguntó de reojo.
—Sí —le respondió dándose vuelta para verla de espaldas.
—Entonces tendrás que verlo por el día, porque no te lo dejaré ver más por las noches a escondidas —le contestó viéndolo a los ojos mientras se acercaba al bebé que estaba sobre la cama—. He dicho que lo tendrás que ver durante el día —le dijo abrazando al bebé para que no lo vea.
—No seas así conmigo. Por favor déjamelo ver.
—Soy justa Caleb, tú por el día no lo vienes a ver, porque te da vergüenza tener un hijo y de saber que yo soy la madre. Pero él no tiene la culpa de nada de lo que pasó entre nosotros, prefiero que lo quieras a él y no a mí, soy feliz si eres tierno y cariñoso con tu hijo y no conmigo —le dijo con voz solloza mirándolo penetrantemente a los ojos.
—¿Tú crees que todavía no te quiero? —le preguntó tierno.
—Caleb, no me digas te quiero o algo más bonito cuando no sientes nada por mí.
—Te vuelvo a preguntar, ¿no me crees que te quiero?
—Caleb, no me sigas lastimando de ésta manera, no soporto cuando me preguntas esas cosas cuando tú bien me dices en mí cara que no me quieres, ni me querrás y que sólo fui un juguete para ti.

 

Apenas terminó de decirle esas palabras que se las quería decir desde hacia tiempo atrás, se sintió aliviada, pero sin esperarlo, la besó.

 

—¿Por qué lo has hecho Caleb?

—¿Por qué crees tú que lo hice?
—Para burlarte de mí como siempre lo haz hecho.
—¿Todavía piensas eso?
—Claro que pienso eso, ¿o acaso tendría que pensar otra cosa?
—Podrías pensar que en verdad te amo.
—Tú no me lo dirías en serio. De seguro estás ebrio.
—¿Me has sentido olor a alcohol?, no. Y lo que te digo es la verdad, te amo Esmeralda. ¿Te acuerdas la última vez que estuvimos juntos? ¿Y al día siguiente?
—Cómo no recordarlo, sí me hiciste quedar como una estúpida, todavía lo recuerdo y me averguenzo de habértelo dicho.
—Bueno, para que no estés avergonzada, te digo que yo recuerdo todo perfectamente, hasta recuerdo las palabras que te dije. Y si quieres te las vuelvo a repetir, te amo, eres todo para mí princesita —le respondió besándola apasionadamente sosteniéndola de la nuca y apretándola contra él.
—¿Y mañana qué pasara? Volverás a ser el mismo hombre que conocí por primera vez, el hombre que me grita y me ordena.
—Desde éste momento no volveré a gritarte ni a ordenarte.
—¿De verdad lo dices?
—Claro que sí. Anda, dame un beso.

 

Le dio el beso que pedía y durmió con ella, el bebé estaba en el medio de los dos, y él la abrazó por la cintura. A la mañana siguiente, se estiró y estaba vacio el lugar donde estaba él, se despertó desesperada y vio al bebé dormir en su cuna, creyó que todo lo de anoche había sido un lindo sueño pero al verlo con una bandeja trayendo el desayuno, le sorprendió su actitud y comportamiento de hacer algo ‘tan bajo’ como siempre decía él.

 

—Caleb, ¿qué haces con la bandeja? —le preguntó sorprendida.
—Vengo a traer el desayuno.
—¿Tú?, ¿qué pasó con el Caleb que no entraba a la cocina?
—Aunque no lo creas entré a la cocina, a pedirle a Margaritte que preparara el desayuno para los dos y lo traje.
—Sí, pues ya lo estoy viendo. ¿Y qué?, ¿hoy no leerás el periódico como siempre lo haces? —le preguntó de reojo tomando un sorbo del jugo de naranja.
—Hoy no lo leeré.
—¿Y eso por qué?
—Porque quiero estar más tiempo con mí hijo.
—Me parece bien.
—Es lo que pienso también, estar con mí hijo y contigo.
—Caleb, tu hijo como bien lo dices, tiene mí apellido.
—Pero eso no quita que sea mío también.
—No —le dijo y escuchó al bebé llorar.

 

Se levantó de la cama para tomar en brazos al bebé y darle de comer.

 

—¿Hoy por la tarde qué harás? —le preguntó viéndola.
—Nada, solamente iré a llevar al bebé a su primera revisión del pediátra. ¿Me dejarás salir de la casa aunque sea por hoy?
—Sí. ¿A qué hora tiene cita con el pediátra?
—A las tres de la tarde. A propósito, ¿por qué lo preguntas?
—Simple curiosidad.
—Ah, está bien.

 

Las horas fueron pasando y comenzó a vestir a Caleb, mientras que su padre se ofreció a cuidarlo, ella se dio una ducha y se vistió, se puso un vestido violeta con breteles, hasta la rodilla recto y sandalias del mismo color del vestido, un par de aretes de amatista sin colgante y tomó la cartera y el bolso del bebé.

16: Capítulo 15
Capítulo 15

—Gracias por cuidarlo Caleb, nosotros ya nos vamos, en cuanto terminé su visita volvemos.
—Yo los llevaré.
—¿Perdón? —le contestó sin comprenderlo.
—Que yo los llevo, iré con ustedes a la visita.
—Oh ok. Espero que no te causemos ninguna molestia.
—Al contrario. Dame el bolso así no se te hace pesado.
—Gracias.
—De nada.

 

La ayudó a bajar las escaleras con el bebé en brazos y le abrió la puerta del auto como todo un caballero.

 

—¿Caleb?, ¿te has sentido bien ultimamente? —le preguntó curiosa mientras lo veía de reojo.
—Claro, ¿por qué lo dices?
—No, es que tú me llevas al pediátra del bebé y bueno también nos quieres acompañar, me es algo raro que hayas hecho eso.
—Anoche te dije que iba a cambiar y lo hice.
—Sí, ya lo veo. Has cambiado totalmente y me alegro que así sea —le respondió con una sonrisa la cual él correspondió.
 

Llegaron al consultorio del pediátra y él bajó con ellos, hasta entró para ver lo que decía del bebé, una vez que terminó de revisarlo, les dio cita para dentro de una semana.

 

—El bebé está perfecto. Síguelo manteniendo así Esmeralda que crecerá fuerte y sano.
—Gracias —le dijo levantándolo.
—De nada, bueno los espero la semana que viene. Un gusto en conocerlo señor —le contestó y le estrechó la mano a Caleb.
—El gusto fue mío doctor —le respondió correspondiendo al saludo.
 

Una vez que salieron de ahí, se fueron al auto para ir rumbo a la casa, pero no fue así.

 

—¿Dónde iremos?, el bebé no puede salir todavía a dar paseos.
—No te preocupes, sólo saldremos del auto una vez y volveremos a la casa.
—Está bien. ¿Y podrías decirme a dónde iremos? —le preguntó curiosa.
—Al centro de Las Vegas.
—Ah ok, pero, ¿para qué quieres ir allá? —le volvió a preguntar curiosa.
—Luego lo sabrás.
—Bueno.

 

En unos minutos estaban en Las Vegas y Caleb fue al estacionamiento de un shopping.

 

—¿Me dirás que hacemos en un shopping?
—Iremos a comprarle ropa a Caleb.
—¿Y tú cómo sabes que ese es su nombre? —le preguntó para ver lo que le respondía.
—Te escuché decírselo la última vez que discutimos y creas o no me sorprendió el nombre que le has puesto, porque antes se lo pregunté a Margaritte pero no me creí que serías capaz de ponerle mí nombre.
—¿Y cuál otro querías que le pusiera?, ese iba a ser, te hubiera gustado o no, al fin y al cabo se lo he puesto a propósito —le contestó con una sonrisa de triunfo.
—Creo que después de todo, tú me querías y me quieres de verdad.
—¿Y todavía lo dudas?, claro que te quiero Caleb y no sólo te quiero, te amo —le dijo algo ruborizada.
—Ey mírame —le respondió y la tomó por la nuca para luego besarla ansiosamente, beso que correspondió con las mismas ganas.
—Ya detente, está el bebé —le dijo entre besos.
—Ok —le dijo y luego le hizo cariñitos al bebé.
—Te ves muy lindo de papá —le contestó sonriendo.
—¿Sí? —le preguntó mirándola penetrantemente a los ojos por lo que ella sólo asintió con la cabeza mientras le sonreía—. Bueno, ¿vamos?
—Sí —le contestó y salieron del auto.
 

Entraron al shopping y fueron a las tiendas de bebés, mientras que Caleb tenía en brazos al bebé, Esmeralda elegía la ropa, le compraron varios conjuntos para que se estrene todos los días y mientras que caminaban por el lugar, Caleb detuvó a un hombre que vendía flores, y le regaló una rosa roja.

 

—Toma —le dijo entregándosela.
—¿Para... para mí? —le preguntó tomándola y viéndolo desconcertada.

 

¿Y ahora qué le pasa? —pensó ella.


—Sí —le dijo sonriéndole.
—Gracias —le contestó sonriéndole pero con un signo de interrogación en su cabeza.
—De nada.
 

Pasó su brazo por la cintura de ella mientras caminaban y luego se fueron al estacionamiento para ir a la casa. La verdad que su actitud la desconcertaba y se quedaba asombrada, no podía creer que de un día para el otro, él había cambiado, ya estaba pensando en que quizás le habían cambiado al Caleb de antes y le trajeron otro. Pero no, todo estaba en su lugar, lo único que había pasado era que Caleb no era el Caleb de antes, y eso le agradaba, pero estaba su duda con respecto a que si después de ese día, él sería otra vez el anterior, mañana. Llegaron a la casa y subió a la habitación, donde él la siguió.

 

—Gracias por el paseo y la rosa.
—De nada —le dijo y tomó al bebé en brazos para acostarlo sobre la cama junto a él y jugar.
 

Después de que se cambiara de ropa le preguntó algo.

 

—Caleb, ¿te ha pasado algo ultimamente?, te noto extraño, tienes una actitud que desde hoy me desconcierta.
—No, no me pasa nada y si lo preguntas por cómo te estoy tratando y al bebé, es sólo que lo quiero y te quiero, recapacité aunque me costó y lo que ves es mí verdadero yo.
—Oh, me alegro de que hayas pensado bien las cosas —le contestó sonriéndole y él correspondió al gesto.

 

En ese momento entra Margaritte.

 

—Oh perdón, no sabía que estaba el señor —dijo cerrando la puerta nuevamente.
—No Margaritte ven, entra, si quieres ver al bebé, está con su papá —le dijo levantándose de la cama para saludarla.
—Mmm... pero el señor está aquí.
—Margaritte ven pasa, no muerdo —le dijo casi riendo.
—Está bien —le respondió y se acercó al bebé para verlo—. Ay pero si está muy bonito el bebé.
—De verdad que sí —le contestó sonriendo y Caleb la miró.
—Sí, ¿irán a cenar en la sala?
—Sí Margaritte.
—Entonces en unos minutos la cena estará servida.
—Está bien.

—Con su permiso señor.
—Vaya.
 

Unos minutos después de que Margaritte se retirara, Caleb se levantó de la cama.

 

—¿Vendrás a cenar abajo conmigo?
—¿Contigo? —le preguntó sorprendida.
—Sí, ¿vendrás? —le dijo y le extendió su mano.
—Ok —le contestó y le aceptó su mano.
 

Bajaron los tres y cenaron, esa noche durmió con ella también y a la noche siguiente también, ya practicamente era una constancia, desde la noche en que había cambiado todas las demás dormía con Esmeralda y le encantaba sentirlo cerca de ella y sus manos y brazos alrededor de su cintura. Una tarde, en la cuál sacó al bebé al parque para que tomara un poco de sol en la parte de la piscina, llegó Caleb.

17: Capítulo 16
Capítulo 16

—¿Cómo está el bebé más lindo del mundo? —le dijo y el bebé le sonrió como si lo hubiera entendido—. Necesito hablar contigo —le dijo y se sentó frente a ella.
—Dime —le dijo mirándolo a los ojos.
—Quiero darle mí apellido al bebé.
—¿Estás seguro?, mira que si en verdad no quieres no te obligaré.
—Sí, estoy seguro. Quiero dárselo, el bebé es mí hijo también y quiero que lleve mí apellido.
—Está bien, ¿y cómo harás?
—Se encargarán mis abogados.
—Está bien.
—¿Qué te parece si caminamos un poco los tres por el jardín?
—Ok.

 

Caleb la tomó de la mano y se fueron a caminar por el lugar los tres teniendo al bebé en brazos. Los días fueron pasando y el bebé se hacia cada vez más grande y gordo, era la alegría de la casa tanto para ellos, como para Margaritte y Richard. Una mañana en que se despertó Esmeralda primero, le dieron ganas de darle besos a Caleb en el cuello y pecho.

 

—Buen día, dime si no quieres que te despierte así, no me molestará si me dices que no —le dijo un poco alejada de él.
—Para nada me molesta, al contrario me encanta.
—Bueno, me alegro —le dijo sonriéndole y él hizo lo mismo y luego le dio un beso—. Sabes... he estado pensando en algo, ¿qué te parece si nos... nos casamos? —le preguntó sonriéndole y él borró su sonrisa.
—¿Estás loca o qué? No me voy a casar contigo, una cosa es que quiera darle mí apellido al bebé y otra muy diferente es casarme contigo, y no insistas porque no cambiaré de opinión.
—Pero por algo no quieres casarte y quisiera saberlo.
—No te lo diré.
—¿Por qué?, sí me has dicho que me amas, ¿por qué no confías en mí y me lo dices? —le preguntó mirándolo a los ojos.
—No me pidas una respuesta, porque no te la daré y se acabo. No me casaré contigo y punto final a ésta absurda discusión —le dijo levantándose de la cama.
—¿Qué?, ¿acaso te da vergüenza tenerme como tú mujer o sólo me quieres para lo que te conviene? —le preguntó seria.
—No es eso, ya deja de inventar y no me fastidies más con ese tema —le contestó entrando al baño y cerrando la puerta de un golpe.
—¡Si tan sólo me dijeras el porqué no quieres casarte tal vez te dejaría de molestar con ese tema! —le respondió pegada a la puerta del baño.

—Tal vez y te tendría que coser la boca —le dijo desde el baño riéndose.
—¡Atrévete Caleb Callaghan! —le contestó enojada.
—Ganas me sobran —le dijo.
—Anda, ¡¿quién te lo impide?! —le preguntó desafiándolo.

 

No lo escuchó más y salió del baño viéndolo serio pero sin poder reaccionar la besa desesperado, pero ella lo empuja bruscamente.

 

—No me quieras besar para solucionar lo que estamos discutiendo —le contestó enojada y molesta.
—Sólo tú estás discutiendo lo que no tiene sentido para nada, tú fuíste la de la brillante idea de querer casarte, no la mía —le dijo abriendo la puerta de la habitación para irse a la suya y ella lo siguió.
—¡Para ti no es importante, no tiene sentido, pero para mí sí lo tiene! Quiero una familia, no un ‘novio’ que sé que de un día para el otro puede que cambie de idea y me ponga de patitas a la calle con hijo y todo o sin él —le contestó seria, pero él no entendía.
—Todo lo que ves no es un cuento de hadas cariño, yo no soy el Príncipe y tú no eres la Princesa —le dijo mientras sacaba la ropa de su closet y al darse vuelta sintió que cerraba la puerta de un golpe.
 

Hasta la cena, Esmeralda no bajó para nada, y cuando llegó la hora, lo hizo con el bebé en brazos, se sentó frente a él y comenzó a cenar mientras hacia comer al bebé. Ninguno de los dos hablaba y si él no abría la boca menos lo iba a hacer ella.

 

—¿Qué tienes con esa cara? —le preguntó para tratar de conversar de algo.
—Tú mejor que nadie lo sabrás —le contestó seca.
—Oh vamos, no me digas que sigues enojada por lo de ésta mañana —le dijo casi riendo.
—No, ¡como crees!, ¿yo enojada?, por favor —le respondió irónica.

—Entonces cambia esa cara.
—Si tú cambias de opinión lo haré.
—Yo no cambiaré de opinión ni nada.
—Entonces olvida que cambie ésta cara, hoy has sido muy injusto conmigo.
—¿Injusto por qué?
—Porque no me has dicho la verdad del porqué no te quieres casar conmigo.
—No comiences otra vez.
—Tú dime el porqué y te dejaré de molestar —le dijo introduciendo un pedazo de comida.
—No te lo diré aunque insistas, así que termina de una vez por todas con el estúpido asunto del casamiento —le dijo serio y seco.
—Está bien Caleb, no te hablaré más de esto —le contestó de la misma manera que él y sin decirle más nada, se levantó y subió las escaleras.
 

Desde ese momento no le dirigió la palabra y cuando iba a dormir con ella no lo dejo, le cerró la puerta con llave.

 

—Ey Esmeralda, ábreme la puerta —le dijo golpeándola.
—Ésta noche no dormirás aquí —le contestó del otro lado.
—No seas mala conmigo, no mezcles lo que pasó hace horas con lo de ahora —le decía mientras forcejeaba la manija.
—No me interesa, mí decisión es que hoy no duermas conmigo y se acabo. Ahora soy yo la que da la órden y no tú, así que ve yendo a dormir a tú cama y si te sientes solo puedes apretar la almohada. Buenas noches —le contestó y se alejó de la puerta para irse a dormir.
—Por ésta noche te la dejaré pasar pero en cuanto te vea me las cobraré.
—¡Uy qué miedo! —le contestó desde la cama.
—Lo tendrás cuando tenga la oportunidad de tenerte sola cariño —le respondió sutilmente y un tanto sensual.
—¡Ya vete a dormir y no me molestes más! Despertarás al bebé —le dijo seria y luego escuchó que cerró la puerta de su habitación.

 

A la mañana siguiente, hizo lo que hacia siempre, cambiarle el pañal al bebé, darle de comer, vestirlo y luego se dio una ducha bien rápida ya que el bebé no estaba con nadie y se vistió. Bajó a desayunar y se encontró con Caleb que salía también de su habitación. Era obvio que no le dirigió la palabra.

 

—Buen día —le contestó normal, pero ella lo ignoró—. ¿Has amanecido bien?, ¿cómo estás? —le seguía preguntando pero sólo obtenía silencio de ella—. No seas tan indiferente conmigo, aunque sea dame un beso —le decía pero la joven no le decía nada.


No le respondió en lo absoluto y bajó a desayunar, desde ese día y por dos semanas más no le dirigió la palabra y le era indiferente en todo momento que ella podía serlo con él, aunque le daba pena por él, porque se desesperaba porque le dijera algo o un sí o un no, pero se lo tenía merecido. Un viernes en donde se cumplían dos semanas y un día, Caleb le contó por fin el porqué de su reticencia al matrimonio.

18: Capítulo 17
Capítulo 17

—Esmeralda necesito decirte algo, por favor no me esquives como siempre lo haces, quiero contarte el porqué no quiero casarme —le dijo en suplica y deteniéndola de la mano.
—¿Ahora me vienes a hablar, después de todo lo que hice para que me dierás una respuesta?, pero está bien, habla que te escucho —le dijo algo seria.
—No aquí, ven —le respondió tomándola de la mano para que fuera con él—. Aquí nadie me escuchará, sólo tú.
—¿Y bien?, ¿cuál es el por qué de que no te quieres casar? —le preguntó esperando una respuesta.
—La respuesta de todo esto, es porque antes de conocerte había estado casado.
—¡¿Qué?! —le pregunté asombrada—. Eso no te lo creo Caleb, puedes mentirme en lo que quieras y creerte pero en esto no.
—Es la verdad Esmeralda. No quiero volver a casarme porque cuando lo estuve no me fue del todo bien.
—¿Y tú crees que a mí sí?, a mí tampoco me fue bien en mí anterior matrimonio pero quiero volverme a casar porque sé que ésta vez será para siempre —le dijo apoyando la mejilla contra su hombro y él pasó su brazo por la cintura de la muchacha.
—De verdad que lo siento cariño, pero no lo puedo hacer. Mí ex mujer me dejó marcas que son difíciles de borrar, me casé enamorado pero las cosas no empezaron a funcionar después del año de estar casados, ella cambió y fue cuando me di cuenta de que le tenía que pedir el divorcio y lo que me pidió se lo di —le contestó y luego le dio un beso en la frente.
—Pero si tan sólo cambiaras de parecer no te arrepentirías de haberte casado conmigo —le respondió mirándolo a los ojos pero él se quedó callado.


Esmeralda estuvo mejor con él, aunque no le preguntó más nada sobre el casamiento, sólo estuvieron con el bebé jugando en el jardín. Esa noche lo dejó dormir otra vez en su cama.

 

Al día siguiente, él le tenía preparada una sorpresa. El día pasó muy tranquilo y ya más entrada la noche en donde el bebé se durmió, Caleb la hizo bajar hasta el jardín con él tomándola de la mano.

 

—¿Qué es todo esto? —le preguntó sorprendida.
—Una cena para los dos, hace rato que no te tengo sola como yo quiero y ésta noche aprovechemos aunque sea la cena para estar solos.
—Está bien —le contestó y le corrió la silla para que se sentara y después él se sentó al lado suyo.

 

La cena estaba transcurriendo hermosa, ya a esa altura por las cosas que le hacia Caleb y por los besos y demás, se dio cuenta de que le iba a proponer casamiento. La comida se desvaneció y ella se estaba preguntando si en verdad, se había tragado el anillo o quizás se lo iba a dar después, por lo que le preguntó.

 

—Caleb, ¿me lo tragué o después me lo vas a dar? —le preguntó como una estúpida sin saber que no era nada de lo que se había imaginado.
—¿De qué me hablas? —le preguntó intrigado.
—¿El anillo me lo darás después? —le volvió a preguntar sonriéndole.
—¿Qué anillo y de qué me hablas? —le preguntó más que confundido sin saber de lo que le estaba hablando.
—No, de nada... creo que yo me confundí, creí que... creí que en algún momento de la cena me pedirías matrimonio, pero he sido una estúpida al creer o imaginarme que lo harías, pensé que todo esto era indicio de casamiento —le dijo apenada por haber quedado mal delante de él.
—¿Todavía sigues con la idea de casarte conmigo?... ¿Esmeralda cuántas veces tendré que repetirte que no me casaré otra vez? —le preguntó algo serio e irritado.
—Todas las veces que sean necesarias para hacerte cambiar de opinión.
—Lo siento, pero no me la cambiarás.
—¿Sabes algo Caleb?... eres un cobarde por no arriesgarte una segunda vez en tu vida... lo que hayas pasado en tu anterior matrimonio con no sé quién fuere me importa un bledo, y no haces aunque sea un ‘sacrificio’ si para tí lo es en casarte conmigo, ¿a qué le tienes miedo? ¿A que si llegáramos a casarnos resulte ser como tu ex?, pues te equivocas, no soy ni seré como lo fue ella, yo soy yo y no cambiaré en absoluto, pero veo que eso no te interesa en lo más mínimo, así que me iré a dormir, que descanses Caleb —le contestó algo enojada y yéndose adentro para irse a su habitación.
 

Unos minutos después entró a la recámara y lo vio acercarse a ella.

 

—Caleb, vete de aquí no quiero discutir cuando está el bebé.
—No me eches por favor —le dijo sentándose frente a la joven.
—No te echo, sólo no quiero discutir ahora si vienes a eso, sería mejor que lo hagamos mañana, aunque ya comprendí todo, me costó entenderlo pero al fin lo hice —le contestó forzando una sonrisa.

—¿Tú habías creído que la cena era para proponerte matrimonio? —le preguntó mirándola a los ojos.
—Sí —le respondió avergonzada agachando la cabeza—. Pero no tienes que volverme a decir lo de siempre, ya lo sé —le contestó apenada—. Y bueno, será mejor que te vayas a dormir.
—¿Que me vaya?, ¿qué?, ¿no puedo dormir otra vez aquí? —le preguntó haciéndole ojitos y con sonrisita pícara.
—¿Por qué quieres dormir conmigo?
—Porque te quiero, te amo. Porque quiero tenerte cerca de mí —le dijo acercándose a ella y luego la besó.
 

Enredó sus brazos en su cuello y la tomó por la cintura para abrazarla contra él, comenzó a deslizar su boca por el cuello y el pecho de la joven, no era momento para tener sexo, así que empezó a soltarse de él.

 

—Caleb, ésta noche no.
—¿Por qué? Desde que habías estado embarazada que no estoy contigo como quiero.
—¿Y solamente me quieres para eso? —le preguntó algo dolida.
—Claro que no, sólo que quería estar contigo también para amarte.
—Sí, pero no es el momento ni el lugar adecuado. Y sabes a lo que me refiero.
—Sí, sé a lo que te refieres, pero el bebé está dormido y no entiende nada de lo que hacemos.
—Lo sé, sé que no entiende nada en lo absoluto pero de tan sólo saber que él está en la misma habitación mientras nosotros nos divertimos no me siento muy cómoda que digamos.
—No seas tan mala conmigo, aparte, ¿tú no estás necesitada? —le preguntó normal.
—¡Caleb!, ¡qué cosas dices!
—¿Qué es lo que dije?, ¿acaso dije algo malo?, ¿algo que es mentira?
—Pues no, pero tú preguntándome eso, me pareció algo desconcertante —le dijo mirándolo de reojo.
—Te lo pregunté porque me pareció algo normal en una pareja —le respondió.
—Ok —le contestó levantándose del piso de la habitación para ir a buscar el camisón—. Caleb, ¿qué haces que me estás siguiendo? —le preguntó curiosa.
—Nada, ¿te pondrás el camisón?
—Sí, ¿por qué?, me iré a dormir.
—¿Podrías desvestirte mientras te miro? —le preguntó sentándose en la cama.
—Caleb, ¿qué has tenido ultimamente que no me enteré? —le preguntó asombrada por lo que le había preguntado.
—Necesidad, es la palabra correcta —le respondió con sonrisa pícara.
—Ya lo creo. Pero jódete porque no verás nada.
—Oh vamos, no seas así conmigo —le dijo haciendo puchero.
—¡Ay como eres eh!, siempre me compras con tu carita de pobrecito, está bien, has ganado —le contestó acercándose y se puso frente a él pero de espaldas.
 

Comenzó a levantar la blusa y al instante la dejó caer al piso, así lo hizo primero con los zapatos y luego con el pantalón y se quedó con la ropa interior.

 

—Date vuelta cariño.
—No quiero, te había dicho que sí lo haría pero no te dije cómo, así que lo que ya viste era todo —le contestó entre risas.
—Por favor date vuelta, quiero verte —le dijo ya parándose detrás de ella y comenzando a besar su cuello.

 

No le dijo más nada y se dio vuelta para mirarlo. Apenas la miró por completo, la besó y segundos después, la levantó en sus brazos para llevarla a la cama, y luego la recostó en ésta.

19: Capítulo 18
Capítulo 18

—Menos mal que habías dicho que querías verme como me ponía el camisón —le dijo mientras lo besaba también.
—Puedo decir tantas cosas —le decía riéndose.
 

Esa noche para suerte de ellos el bebé durmió de lo más tranquilo. Esa noche la amó como quería y al fin pudo susurrar su nombre en su oído.

 

—Te quiero Caleb —le dijo mirándolo mientras él la tenía apretada contra su pecho.
—Y yo a ti —le contestó besándola.
 

Así pasaron varios días, cada día se querían más y salían a pasear como una familia felíz, la semana había pasado y con ésta dio inicio al lunes, un lunes quizás diferente para ambos.

 

—¿Se puede? —preguntó tocando a la puerta de la habitación.
—Sí —le contestó mientras vestía al bebé.
—Hoy iremos de compras —le dijo mientras jugaba con su hijo.
—¿Otra vez? —le preguntó desconcertada.
—Sí, ¿por qué no?, hace meses que no vamos otra vez.
—Pero el bebé ya tiene ropa.
—No importa, quiero comprarle más para los próximos meses.
—Bueno, está bien.
 

Minutos después bajaron para irse. Quién iría a decir que en el mismo lugar donde ellos estaban, se encontrarían con la ex esposa de Caleb.

 

—Caleb, qué casualidad encontrarte por aquí —le dijo sonriéndole.
—¿Brenda? ¿Qué haces aquí? —le preguntó intrigado y asombrado.
—Pues paseando, ¿y a ésta niña no me la presentas?, ¿es tu hermana?, como nunca me habías dicho que tendrías una... —le dijo mirándola de arriba abajo.
—No, es mí mujer. Esmeralda, te presento a Brenda mi ex mujer.
—Encantada —le contestó de lo más simpática.
—El gusto es mío, no sabía que Caleb pudiera tener gustos tan... tan sencillos —le dijo.
—Pues sí los tiene. Si nos disculpas tenemos que seguir comprando, gusto en conocerte —le dijo y siguieron caminando.
—Creo que no te agrado para nada, ¿no?
—Digamos que no. Pero ella no me interesa lo que me haya dicho, sólo sé que lo único importante que tengo junto a mí eres tú.
—¿De verdad yo soy lo más importante para tí? —le preguntó asombrado.
—Sí y nuestro bebé —le respondió sonriéndole.

 

En ese momento Caleb la abraza y la besa apasionadamente, recorrieron un poco más las tiendas y luego volvieron a la casa.

 

—Qué bueno que has llegado Esmeralda, el bebé ha estado llorando desde hace media hora y creo que tiene hambre.
—Ok, voy contigo a verlo —le dijo siguiéndola.
 

Segundos después de levantarlo y darle de comer se calmó, un rato más se quedó dormido en sus brazos, por lo que subió las escaleras rumbo a la habitación para dejarlo dormir en su cuna.

 

Días habían pasado desde ese inesperado encuentro con su ex mujer, y entre Caleb y Esmeralda las cosas iban de maravillas, ahora sí, podía decir que era suyo y de nadie más, o eso era lo que ella pensaba. Aquel mismo día, la anterior esposa de Caleb, los fue a visitar a la casa. Y la joven fué a abrir la puerta encontrándose con aquella grata sorpresa.

 

—Yo abro —contestó yendo hacia la puerta de entrada.
—¿Se encuentra Caleb? —le preguntó sin decirle más nada, ni siquiera por falsa amabilidad.
—Sí, pero, ¿me podrías decir para qué lo buscas? —le preguntó tratando de ser amable.
—Necesito hablar algo personal con él.
—Está bien, pasa —le dijo sin poder sacarle más palabras, y entró.

 

Los dejó solos, ya que igual pensó que Caleb le iba a pedir que se fuera, para que ellos hablen tranquilos, creía que confiaba en ella y que no tenía problemas en que se quedara con ellos, pero se dio cuenta que no era así, así que prefirió ir a ver al bebé.

 

Después de una hora de estar Brenda con Caleb hablando sobre eso ‘tan algo personal’ se fue. Mientras estaba amamantando al bebé, Caleb entró al cuarto.

 

—Por fin se ha ido —le dijo sentándose al lado de ella para ver al bebé como bebía la leche.
—Ah —le contestó simulando estar concentrada en el bebé y casi mirándolo de reojo.
—¿Qué tienes? —le preguntó poniendo su mano en la barbilla de la joven para que lo mirara.
—Nada, ¿por qué? —le respondió normal.
—Qué raro, te noto extraña —le contestó sonriendo.
—No amor, no tengo nada.
—¿Cómo me dijiste? —le preguntó asombrado.
—¿Amor? —le dijo mirándolo de reojo y avergonzada.
—Nunca nadie me había dicho esa palabra —le dijo mirándola a los ojos.
—Si te molesta no vuelvo a llamarte así.
—No, al contrario, suena bonito de tu boca cuando me llamas así.
—Bueno, gracias.
—De nada Princesa —le dijo acercándose a ella para besarla dulcemente.
—¿Puedo preguntar qué te ha dicho Brenda? —le preguntó de reojo.
—¿De verdad quieres saberlo?
—Sí.
—Bueno, pues vino a decirme que no estaba muy bien economicamente y me pidió dinero —le dijo mirándola detenidamente.
—Ok, ¿y por qué te me quedas mirando? —le preguntó desconcertada.
—¿No me dirás nada que me pidió dinero?
—¿Qué quieres que te diga?, pues si le diste es problema tuyo, es tú dinero Caleb, no el mío. Tú eres el dueño de regarle dinero o no, así que en eso no puedo decirte nada. Lo que sí se me hace algo extraño, es que haya aparecido en el shopping aquel día, digo, como que no me coincide mucho eso de que haya estado en ese lugar y luego venir a decirte que no tiene un centavo, más aún cuando le diste demasiada cantidad de dinero cuando se separaron.
—Eso mismo le pregunté yo también y me dijo que con ese dinero que le había dado pagó algunas deudas y bueno me dijo también que le sobró algo de allí, pero que no era mucho, y otra vez vino a parar aquí.
—Dirás que vino a sabotearte.
—Quizás. Pero lo único que espero es que no vuelva más, porque con la suma de dinero que le di casi le duraría una eternidad.
—¿De cuánta cantidad me estás hablando?
—De unos cien mil dólares.
—Por ser tu ex mujer le pagas muy bien —le contestó seria sin creerse la cantidad que le había dado.
—¿Y tú ahora qué quieres?, ¿no te alcanza con que me tengas atado a ti? —le dijo algo serio.
—¡No quiero nada Caleb!, sólo te lo dije porque me pareció algo exagerada la suma de dinero, y si de verdad te tengo atado a mí, ¿por qué no te largas?, quizás y todavía sientes algo por ella —le respondió enojada.
—Le di ese dinero así no me molestaba más, no la quiero volver a ver más, no siento nada por ella.
—Entonces no debes sentir nada por mí tampoco, ya que casi siempre repites que te tengo amarrado a mí, al parecer para ti esto es un sacrificio lo que haces, no sé, pareciera como que te atocigas de mí o te sofoco, no lo entiendo, ¿primero me dices que me quieres y me amas y luego me dices que te tengo atado?, desde el día en que me dijiste la verdad y paraste tu teatro que armaste para mí, no te molesté ni te estuve de encima como para que digas eso, ni el bebé te molestó a pesar de que siempre lo callaba por su llanto para que su papá no lo escuchara. Ninguno de los dos te molestó o te jodió hasta tal punto de sacarte de quicio —le contestó enojada y entrando al cuarto de baño para darse un baño.


Apenas entró a la bañera, se le cayeron un par de lágrimas, quizás eran por bronca y rabia que le diga siempre lo mismo, casi siempre le decía en la cara que lo tenía atado a ella, pero a la vez le decía que la amaba, estaba confundida y quería saber en verdad lo que sentía por ella. No tardó ni diez minutos en terminar de bañarse, y salió con la bata de toalla. Vio a Caleb teniendo al bebé en brazos y haciéndole cariñitos, cosa que el cuadro se le hizo de lo más tierno y esbozó una sonrisa.

20: Capítulo 19
Capítulo 19

—Iré a la cocina a traer algo para beber —le dijo abriendo la puerta y él la vio—. ¿Quieres algo? —le preguntó antes de irse.
—No —le contestó y volvió a ponerle atención al bebé.
 

Subió unos segundos después con un vaso de agua, lo dejó sobre la mesa de noche y entró al baño a colocarse el camisón, para luego irse a dormir.

 

—Apaga la luz cuando te vayas a dormir.

 

Un rato después, sintió que entraba a la cama y se acercaba a ella.

 

—Es como me siento, atado a ti —le dijo susurrándoselo y con ternura.
—No me lo repitas tanto Caleb, con una sola vez que me lo hayas dicho me bastaba.
—¿Me dejas terminar? —le preguntó serio y se quedó muda—. Es como me siento en verdad, atado a ti, y es como quiero estarlo, nunca me sueltes —le respondió y la hizo darse vuelta para mirarlo.
—¿En serio lo dices? —le preguntó mirándolo a los ojos preocupada.
—Sí, solo contigo me sentí como me siento ahora, y quiero que esa soga invisible que me tiene atado a ti no se rompa nunca —le contestó acercándose para besarla apasionadamente y ella correspondió a sus besos atrayéndolo más a ella.
—Caleb... te amo —le dijo sujetándolo de sus mejillas.
—Y yo también lo hago —le dijo besándola.
 

Aquella noche fue una de las más románticas que habían tenido, no hacía ninguna falta ambientar el cuarto, porque el amor que entre ellos se profesaban bastaba con poner el ambiente en una atmósfera llena de amor.

 

Se mantuvieron despiertos después de la madrugada. Solamente pudieron dormir muy pocas horas, ya que alrededor de las diez de la mañana, tocaron el timbre y abrió Margaritte.

 

—¿Se encuentra Caleb?
—Me temo que sigue durmiendo.
—¿Podría esperarlo?
—Pues sí, aunque el señor no sé a qué hora se levantará.
—Está bien, usted no se preocupe, lo esperaré igual —le contestó algo hipócrita entrando a la sala y sentándose.
 

Dentro de la habitación, Caleb despertaba a Esmeralda.

 

—Cariño, tocaron el timbre —le dijo algo adormilado aunque escuchando todo.
—¿Y qué pasa?, está Margaritte —le contestó abrazándolo más contra ella.
—Lo sé, pero no te das una idea de quién es.
—No, y ni quiero pensar a ésta hora de la mañana.
—Es Brenda —le respondió tratando de levantarse pero ella se lo impidió.
—¡Ay no!, ¿no me digas que te levantarás? —le preguntó aún con los ojos cerrados.
—Pues sí, entró a la casa aún cuando Margaritte le dijo que estaba durmiendo.
—¿Por qué ahora comenzó a venir?, ¿así era cuando yo no estaba? —le preguntó ya abriendo los ojos y mirándolo.
—No. Nunca apareció.
—¡Entonces ésta mujer te quiere otra vez!
—¡No me quiere!, ¡y yo menos la quiero! —le casi gritó levantándose de la cama y despertando al bebé.

 

La joven se levantó, se puso una bata y fue hacia la cuna para tomar al bebé en brazos, y darle de comer.

 

—Iré a ver qué se le ofrece —le dijo poniéndose frente a ella.
—Haz lo que quieras —le contestó sin mirarlo con voz seria y escuchó que cerró la puerta de un golpe—. Ay Caleb, tu papi es duro de entender que su ex quiere hacer lo imposible por recuperarlo y él no se da cuenta —le decía mientras el bebé tomaba la leche y la miraba con esos hermosos ojos azules.

 

Un buen tiempo después, de haber hablado Caleb con su ex esposa Brenda, él entra nuevamente a la recámara.

 

—¿Y bien?... ¿qué quería la idiota esa? —le preguntó despectiva viéndolo mientras se acercaba.
—Esmeralda no la llames así.
—La nombro como se me antoja, puedo llamarla de varias maneras posibles, pero esa es la más leve que tengo con respecto a ella —le dijo mirándolo fijamente a los ojos seria y sin expresión alguna.
—¡Ay ok!, llámala como tú quieras, me da igual.
—¿Te da igual?, pues creí que no. Como te alteras cuando le digo cualquier cosa menos su nombre —le dijo sarcástica y obviando las palabras—. En fin... ¿a qué vino?
—Mmm... dinero no era.
—Raro que todavía lo mantenga.
—Pues sí.
—Entonces, vino a pedirte más —le respondió segura de que era eso.
—Mmm... no exactamente.
—¿Entonces a qué vino?
—Dijo que se quedó sin dinero y me pidió si podía venirse aquí por un tiempo, hasta que vuelva una amiga de viaje, y después irse a la casa de su amiga una vez que ésta regresara.
—Ya me imagino qué le habrás dicho, ¿y sabes algo?... hasta prefería que le dieras dinero, creo que con eso te he dicho todo Caleb.
—Bueno, pues, ¿qué querías?, ¿que la dejará?, me dio lástima cuando me lo dijo.
—A ti te dio lástima ella cuando te lo dijo, pero no te dio lástima el día en que me empezaste a tratar como un trapo, sin siquiera preguntarme aunque sea una sola vez el cómo estaba o cómo me sentía. Pero no te preocupes, eso ya pasó gracias a Dios. Ahora que creí que todo iba a ser casi perfecto entre tú y yo, me vengo a enterar que tu ex se viene a quedar aquí, por las estupideces que hizo con todo el dinero que le diste. La verdad que no tiene dónde caerse muerta, y bueno, para qué seguirte diciendo, si a simple vista salta lo arrastrada que es. Tal parece que la arrastradita te sigue dominando, porque todavía no te la puedes desprender de ti. Ella es la que bloquea tu pensar y el no querer casarte otra vez.
—¡Y otra vez con lo mismo! —le gritó e hizo llorar al bebé.
—¡Caleb!
—Lo siento —dijo arrodiyándose frente a ella para ver al bebé y acariciarlo para calmarlo—. No es eso, tienes que entenderme que no fui feliz en mí anterior matrimonio, al principio sí, pero luego todo cambio, y no quiero volver a pasar por lo mismo.
—Pero tú también sabes que yo pasé por lo mismo, sin embargo aunque no te conocí como hubiera querido, quiero casarme contigo, volver a ponerme un bonito vestido como el de una Princesa para que solo tú me veas, yo sí quiero ser tu mujer, quiero ser tu Princesa ese día si llegaría, vamos Caleb, casémonos, no te arrepentirás —le dijo posando una de sus manos en una de las mejillas del hombre que amaba.
—¡No me insistas Esmeralda! No entiendo la constante repetición que me haces con respecto al querer casarte conmigo. No le veo la urgencia que tienes en quererte casar. ¿Será que quieres tener parte de todo lo que tengo? —le preguntó hipócrita.
—Eres un desubicado en siquiera pensar y preguntarme eso, ya sabes bien que dinero no me falta. Y si quiero casarme contigo es porque quiero ser parte de ti, y no de tu mugroso dinero y cuanta propiedad tengas. Dices amarme pero tal parece que tú me amas de la manera en que tú quieres, estás vacio por dentro Caleb, tu corazón se ha hecho de piedra al no querer volver a amar, pero a amar de verdad, a amar sin mentiras ni traiciones, porque todavía tienes la idea de que yo soy o comenzaré a ser como Brenda —le contestó decepcionada levantándose de la silla para acercarse a uno de los cajones donde tenía la ropa del bebé para después vestirlo—. Espero que le des el alojamiento en la casa que está retirada de ésta casa, porque no pienso aguantarla dentro de la casa, ni que éste revoloteando como ave de rapiña entre tú y yo.
—¿Y qué te hace pensar que la aceptaré aquí?
—De todo me hace pensar, y no quieras negarlo. Te conozco como si te hubiera parido.
—Pues tuviste a mí hijo —se lo recalcó obviando la posesión.
—Es más mío que tuyo, practicamente yo sola lo cuido.

—Puede que lo cuides siempre, pero acuérdate que lleva mí apellido —le contestó hipócrita.
—Eres un desgraciado Caleb. Primero me ofreciste para que abortara y luego me dices que tiene tu apellido.
—Oh, ya vamos, cambia esa cara.
—¿Y cómo quieres que te mire?, si me estás insinuando que si quieres me lo sacas sin importarte nada. Parece que no me consideras la madre de tu hijo, para ti parece que soy la niñera.
—No pienses eso, si serías la niñera no te estarías acostando conmigo —le dijo intentando darle un beso en la boca.
—Caleb, escúchate lo que me has dicho. ¡Ya sal de aquí! —le contestó enojada.
—¡A veces me hartas! —le gritó y cerró la puerta de un golpe.

21: Capítulo 20
Capítulo 20

Dos semanas después, Brenda ya se había hospedado en la casa que estaba a varios metros de la casa donde vivían ellos, se comportaba amablemente frente a Caleb, pero sabía que tanto tiempo esa linda carita que mostraba iba a desaparecer pronto. Mientras no le tocara lo que Esmeralda quería, estaba todo bien, no se metería, pero en cuanto lo hacia o le insinuaba algo a Caleb le mostraría las uñas.

 

—Hoy tenemos la salida al centro comercial.
—Lo sé.
—Por favor cambia esa cara, no quiero enojarme contigo.
—Yo tampoco quiero enojarme contigo, ni estar peleada, pero también debes entenderme que lo que has hecho no me gustó para nada.
—Lo sé, pero no podía dejarla así.
—Sí Caleb, ya me lo has dicho. Pero ve sabiendo que si veo algo raro no me importará mandarla a donde se merece.
—Está bien. Creo que aunque te insista no cambiarás de opinión.
—¡Pues claro que no! —le contestó seria, pero luego lo abrazó por el cuello tirándosele encima.

 

A Esmerlada ya le era insoportable el tratarla, siempre estaba metida entre ellos, o bien interrumpía cuando estaban juntos en cualquier lugar de la casa o bien se metía en las conversaciones que tenían tanto para opinar, como para darle la razón a Caleb si tenían algún problema y lo discutían. Una tarde, Esmeralda no lo soportó más y explotó frente a ella, para decirle lo que tenía atragantado desde hacía tiempo atrás.

 

—¡Ya deja de meterte en donde nadie te llamo! —le gritó enojada.
—Pues sólo quería ayudar —le contestó haciéndose la ofendida.
—¿Tú?, ¿ayudar? ¿Y desde cuando? Más que ayudar estás complicando las cosas, ¡y eso empezó desde el día en que te quedaste aquí!
—A mí no me culpes por no llevarte bien con tú novio o que fuere que seas tú de él —le dijo algo irónica.
—¿Que no te culpe por discutir con él y no llevarme bien?, desde el día en que te apareciste por su camino que discutimos, ¿y sabes por qué?, porque mujeres como tú arruínan la vida de hombres como él —le respondió desafiándola.
—¿Y qué se supone que yo soy? —le preguntó haciéndole frente.
—Una mujer fácil, que solo se casó con él por su dinero, y mientras tanto meterle los cuernos. Y eso tú lo sabes mejor que nadie, gracias a ti, Caleb no quiere volver a casarse, por el miedo a que yo resulte ser como tú, y siempre se lo repito pero no quiere hacerme caso.
—Pues, entonces será que de verdad serás así luego.
—Estás muy equivocada sobre eso. No soy ni seré como tú, eso tenlo por seguro.
—Uy, qué sinceridad, no te distraigas tanto porque puede que pierdas.
—¿Qué me insinuas?
—Sólo acuérdate de lo que te he dicho, nada más —le dijo amenazándola para luego darse la vuelta e irse.

 

A todo esto, Caleb estaba mirando la escena y el imbécil no se había inmutado para nada.

 

—Gracias por defenderme —le dijo molesta.
—No vi que necesitaras de mí ayuda, tú solita te defendiste muy bien.
—Pero aún así, podrías haberme defendido siquiera. Sabiendo como me estaba tratando, tendrías que haberme defendido.
—Pues lo siento, no quise entrometerme en asuntos de mujeres.
—¡El asunto era sobre ti! ¡Y el casamiento que no quieres tener conmigo! —le gritó desesperada pegándole en el pecho con sus puños cerrados.
—¡Ya basta!, ¡me tienes cansado con decirme siempre lo de la boda, no habrá casamiento, ni nunca lo habrá!, ¡así que no me vuelvas a hablar o emitir una sola palabra sobre la boda! —le gritó furioso sosteniéndola de los brazos.
—¡Eres un cobarde! ¡Por no darte siquiera a ti mismo una segunda oportunidad! —le contestó enojada y soltándose de él, y mientras subía las escaleras se secaba las lágrimas de los ojos.

 

Por un lado Esmeralda estaba con el bebé en la habitación y por el otro Caleb en su estudio, pensando en tantas cosas, y una de ellas era la que siempre se le venía a la mente, el volverse a casar por segunda vez.

 

No me casaré con ella ni aunque me lo pida de rodillas, no quiero volver a pasar por lo mismo, no quiero sufrir nuevamente, no quiero que luego del matrimonio Esmeralda se convierta en una persona como lo es mí ex, la prefiero como es ahora sin estar casados, pero...la siento tan sincera en cada palabra que me dice cuando me habla de que se quiere casar conmigo, que a veces tengo ganas de hacer lo que mí corazón siente y me dice, y no lo que mí mente piensa.

 

Salió del estudio dirigiéndose hacia la pequeña casa que estaba a metros de donde él y la madre de su hijo vivían para aclararle las cosas a su ex mujer y pedirle que se fuera.

 

—Necesito hablar contigo —le dijo entrando y comenzando a hablarle—. Sabes que soy muy directo y claro, y no tengo otra forma de decírtelo así que para que nadie salga desconforme te pido que te vayas. No tengo otra opción, tendrás que buscarte otro lugar, te daré por última vez dinero para que consigas algo y te vayas definitivamente de aquí.
—Haces esto sólo por tu nueva noviecita, ¿no? —le preguntó sarcástica.
—Te equivocas, no lo hago por ella, no soy un dominado como lo era contigo, al contrario, ella es todo lo contrario a ti —le contestó sincero.

—Nunca antes me habías dicho eso —le dijo acercándose peligrosamente hacia él.
—No te lo había dicho, porque antes era un estúpido enamorado contigo, pero me di cuenta de que el estar verdaderamente enamorado no te bloquea la mente como me pasó contigo —le contestó alejándose de ella.

 

Mientras estaban discutiendo, le pidió a Margaritte que cuidara del bebé para ver dónde se había metido Caleb, y no sabía porqué salió directo hacia donde Brenda estaba viviendo, y su instinto le decía que debía ir hacia allá. Escuchó que discutían y al abrir la puerta, ella se le tiró encima para besarlo, lo cual Esmeralda no quiso saber más nada y salió corriendo de allí.

 

—¡Brenda no te quiero ver nunca más en mí vida, para mí tú no existes, así que junta todas tus cosas y lárgate!, y ni creas que te daré el dinero! —le gritó furioso soltándose de ella y haciéndola caer en un sillón para luego salir corriendo detrás de la joven—. Margaritte, ¿has visto a Esmeralda? —le preguntó preocupado y apenado.
—Subió a la habitación.
—Gracias.
—De nada.

 

Subió las escaleras y entró a la habitación.

 

—Esmeralda —le habló acostándose en la cama y recargando su cuerpo en su espalda.
—Caleb, déjame, no quiero que me expliques nada, ya sé que todavía estás enamorado de ella, estúpida de mí siquiera en creerte cuando me decías que estabas enamorado de mí —le contestó triste sin darse vuelta.
—Esmeralda, mí niña, no es lo que piensas, no pasó nada ahí dentro, ella se lanzó sobre mí sin darme tiempo a reaccionar, apenas te fuíste le dije, más bien le exigí que se fuera, así que la eché ya que no se movía de donde estaba, la arrastré hasta la puerta.
—¿La has echado? —le preguntó mirándolo sin creerlo.
—Sí.
—Qué raro.
—¿Por qué?
—¿Acaso no te sigue gustando?, ¿no la sigues amando?
—No, la única niña que me gusta y de la que estoy completamente enamorado eres tú —le dijo ya posando sus labios en los de la joven mujer.
—Yo también estoy enamorada de ti —le respondió correspondiendo al beso apasionadamente.

 

Desde esa tarde no hubo más problemas entre los dos, solo cuidaban del bebé y lo veían crecer, pero nunca se digno a pedirle matrimonio.

22: Capítulo 21
Capítulo 21

Dos años después...


—¿Caleb me dejas arreglarte la corbata? —le decía terminándolo de vestir como todo un pequeño caballero.
—Sí mami. ¿De qué es la fiesta mami? —le preguntó con su pequeña vocecita.
—Tú papi te quiere presentar en sociedad.
—¿Y por qué no nos presenta a los dos?
—Pues porque, tu papi y yo no estamos casados, yo soy sólo tu madre y yo para él soy su novia, algún día cuando seas más grande te explicaré todo, ¿si?
—Sí mami, aún así yo te quiero igual. Los quiero a los dos —le dijo abrazándola por el cuello.
—Yo también mí precioso Caleb. Pero vamos a apurarte que papi te debe estar esperando abajo —le contestó poniéndole su saquito del traje, de color celeste.

 

Una vez que su madre terminó de vestir a su pequeño hijo, éste bajó y ella se quedó en la habitación. Margaritte entró a la recámara apenas vio al niño bajar con cuidado las escaleras y con su ayuda.

 

—Esmeralda, ¿qué haces aquí? —le preguntó entrando con una caja.
—Pues, quedándome aquí encerrada, Caleb quería a su hijo abajo para presentarlo, y que yo sepa él no me dijo nada de que yo debía bajar con el niño.
—Pues te equivocas Esmeralda, el mismo Caleb me pidió que te ayudara a vestirte con algo que él mandó a comprar —le dijo poniendo la caja sobre la cama.
—Pero, ¿por qué no me lo dijo antes? —le preguntó intrigada.
—Pues no sé, sus razones debe tener —le contestó sacando un vestido—. Bueno, a ver, veremos que te podré hacer.

 

En menos de treinta minutos ya estaba completamente vestida, tenía puesto un vestido acorsetado a la cintura y la falda con muchas capas de tul, el color del vestido era un lila pastel claro y los zapatos haciendo juego, la parte del corset tenía flores bordadas con piedras lilas y blancas, y en el cabello, Margaritte le había hecho un recogido elegante con una pequeña corona de diamantes.

 

—Ahora sí, estás lista —le dijo haciéndola levantar de la silla.
—¿Así están vestidas las mujeres que están en el jardín? —le preguntó algo confundida y a la vez sumamente extrañada al hacerla vestir de esa manera.
—Sí, el señor cuando mandó las invitaciones sobre el anuncio de su hijo en la sociedad, pidió que se vistieran elegantes.
—¡Pero esto se pasa de la elegantes! Es más que eso, ¡es una ridiculez! —le contestó casi sarcástica.
—Pues, es lo que pidió para la fiesta de su hijo.
—Sí Margaritte, solo para su hijo, yo después no existo, solo me tiene como su novia, como la madre de su hijo —le respondió triste sentándose en el borde de la cama.
—Oye Esmeralda, no digas eso, tú misma me habías dicho que Caleb sí te amaba de verdad, y que estaba enamorado de ti.
—Sí, eso es verdad, pero siempre una mujer tarde o temprano quiere casarse con la persona que ama. Pero él no lo quiere, porque ya le arruinaron la vida antes.
—Tú no debes pensar eso ahora, solo debes pensar que mostraran a tu hijo, al hijo de ambos en sociedad y por último divertirte.
—Está bien —le dijo levantándose y yendo hacia la puerta—. Me supongo que vendrás con nosotros, ¿no? —le preguntó mirándola.
—Claro que sí, ésta ocasión tan especial no me la perdería por nada.

 

Bajó las escaleras y salió de la casa, rumbo hacia el jardín. No encontraba a nadie de los invitados por la sala, hasta que la vocecita de su hijo, la hizo dar vuelta hacia donde estaba.

 

—Mami, ven, es por aquí —le dijo acercándose a ella y tomándola de la mano.
—Caleb, ¿por qué no vino tu papá a buscarme?
—Es que estaba hablando con alguien que estaba vestido de negro y creo que tenía un librito en su mano.
—¿Un librito? —le preguntó desconcertada y sin caer todavía en todo lo que había planeado a sus espaldas el padre de su hijo.
—¡Oh mira mami!, debemos caminar por aquí —le decía mientras la llevaba por un camino de troncos de madera que iban directo al jardín.

 

Sin pensarlo, su hijo la llevó hasta el camino principal, donde había un altar. Y todos los invitados, incluyendo a Caleb, la miraban.

 

—Toma niña, ahora sí, sé feliz —le dijo sonriéndole y entregándole un ramo mediano de rosas lilas naturales, y margaritas blancas naturales.
—Hijo, ¿qué significa esto?
—Te tendré que llevar hasta donde está papá —le dijo sonriéndole y haciéndola caminar hasta el final del altar.
Siempre le decía y le repetía que nunca se iba a casar con ella, y ahora estaba haciendo lo contrario, se había dado una segunda chance para creer en el amor.
—¿No crees que te acordaste un poco tarde en quererte casar conmigo? —le dijo entre dientes, pero él la escuchó.
—Nunca es tarde para hacer lo correcto —le respondió y le tapó la boca con su declaración.

 

Al finalizar la boda, el cura los declaró marido y mujer. La boda estaba transcurriendo maravillosa. Y era algo que Esmeralda jamás se lo podría haber imaginado. En medio de la fiesta mientras estaban bailando, le comentó algo a Caleb.

 

—¿Tuviste que esperar dos años para darte cuenta? —le dijo mirándolo seria.
—Lo siento. No era eso, es sólo que tenía miedo de que resultaras ser como Brenda, pero me tuve que dar cuenta tarde de que tú no eres así.
—Pues, gracias a Dios te diste cuenta ‘algo’ temprano y no esperaste diez años para casarte nuevamente —le contestó sarcástica—. A propósito, bonita manera que tienes de meter a nuestro hijo en las mentiras que dice su padre.
—Pues, esa era una mentirita con buena causa, cuando se lo dije a escondidas tuya, él quiso participar.
—Que bien —le contestó sarcástica—, sólo tienes que ver como es el tronco para darte cuenta como es la rama.

—¿Qué me insinúas? Te aclaro que parte tuya tiene.
—Dirás poco, porque en todo lo demás salió a ti —le dijo con una sonrisita pícara.

 

Su boda duró varias horas más, y al parecer Caleb lo tenía todo planeado, desde las invitaciones hasta los souvenirs, y todo con ayuda de Margaritte, Richard y su hijo. El pequeño se quedó dormido en brazos de Margaritte.

 

—Margaritte ve a dormir, yo acuesto al niño —le dijo queriéndolo levantar en brazos pero Margaritte la detuvo.
—Tranquila Esmeralda, no te preocupes, lo llevaré a su habitación, al contrario es un agrado el cuidar al niño —le respondió llevándoselo hacia dentro para luego dejarlo recostado en su cuna.
—Nosotros nos iremos a nuestra habitación —le dijo abrazándola por detrás de la cintura.
—¿A cuál?
—A la nuestra, la que antes era mía —le contestó besando uno de los hombros de la joven.
—¿Qué te hace pensar que yo iré a dormir en tu habitación y en tu cama? —le preguntó arqueando una ceja y mirándolo.
—La simple razón por la que ahora eres mí esposa. Ya tantas veces que me lo decías, no podía negarte el casamiento —le contestó algo sarcástico pero con sonrisa de pícaro.
—Así que porque te insistí siempre sólo te casaste conmigo —le dijo decepcionada dándose vuelta y yéndose hacia la sala sin quererlo escuchar—. Si tanto me lo refriegas en la cara, entonces, quiero el divorcio —le dijo seca subiendo las escaleras.
—Jajaja, tú estás loca, ahora no te daré ese gusto. No pienso divorciarme de ti, ya somos marido y mujer y ni lo que dices me separará de ti.
—Bonita manera que tienes de decirme que somos marido y mujer, pasándomelo a cada instante por la cara el hecho de que siempre te dije sobre casarnos. Creí que por lo menos ibas a tener la delicadeza de hacer pasar la noche de bodas en decirme lo que me tenías que decir —le contestó sacándose abruptamente la corona.
—Si tú no me hubieras dicho nada, no te habría dicho nada tampoco. Pero siempre tu lengua es más rápida que tu mente.
—Ja ja ja, habló el señor inteligente —le respondió sarcástica.
—Ay sí, no me quieras esquivar el tema.
—Yo no te esquivo nada, ¡tú me dijiste que me tenías que dar lo que te insistía, tú mismo me has dicho que te casaste conmigo por el sólo hecho de que te lo repetía. Debía afectarte demasiado, hasta tal punto de que para no escucharme más diciéndote eso, te casaste conmigo! —le contestó casi gritándole enfurecida.
—¡Ya cállate!, ¡despertarás a Caleb! —le dijo tapándole la boca con una de sus manos—. Mientras iremos a donde tendremos que dormir siempre —le respondió sosteniéndola de su cintura y saliendo de la habitación para entrar a la suya.
—¡Caleb!, ¡ya suéltame! —le decía pataleando.
—Te soltaré cuando te lleve a la cama —le dijo y la acostó en la cama y seguido él encima de ella sin darle tiempo a separarse de él—. Ahora sí, haremos lo que un hombre y una mujer hacen en su noche de bodas —le dijo bastante excitado y lujurioso al escuchar su voz, y sin más comenzo a besarla desesperado y apasionadamente.
—Como si no sabría qué hacen —le contestó sarcástica sin sentir sus besos.
—Tú bien lo sabes, eres una joven mujer que sólo estuvo con su único hombre, que le enseñó todo —le respondió pícaro y riéndose por el comentario tan cursi que empleaba.
—Caleb, ¿tienes complejo de meloso ahora? No me es gracioso lo que me acabas de decir —le dijo mirándolo seria a los ojos.
—¿Por qué?, ¿qué tiene de malo que te diga que estuviste solo conmigo?, ¿o que te haya dicho que fui tu único hombre?, es la verdad.
—Ay sí, ya lo sé, pero me haces sentir como si en verdad, tuve muchos hombres y sabes que no fue así.
—Ya sé que no, pero si te dije eso, no era para hacerte sentir mal, quería hacerte reír para que cambiaras esa linda carita, por una sonrisa en tus labios, vamos niña, no estemos más peleados, si me casé contigo fue porque me di cuenta, tarde, pero al final me di cuenta de que no eres igual que Brenda ni sé que lo serás, me llenas por completo, me hiciste creer otra vez en el amor, y en volverme a enamorar, es rarísimo todo lo que nos pasó, gracias a una apuesta por el imbécil de tu ex marido, ahora eres completamente mía —le contestó sonriéndole y luego la besó.
—Bonita manera de haberte conocido, pero sé que todo lo que me dices es verdad. Gracias a mí ex marido, tú me salvaste, aunque al principio eras malo conmigo.
—Pero ya no más. ¿Qué tienes?, ¿estás enojada conmigo? —le preguntó poniéndose hacia uno de los costados.
—No —le contestó mirándolo y poniéndose de costado—. Porqué habría de estarlo si al final me quedé contigo y te amansé —le dijo sonriéndole.
—Puede que me hayas amansado en varias cosas, pero dentro de la habitación nunca me podrás amansar —le dijo riéndose pícaramente poniéndose encima de ella.
—Nunca digas nunca —le respondió riéndose también acostándolo sobre la cama y ella encima de él—. Caleb, ¿mira si entra nuestro hijo? —le respondió sintiendo una de sus manos bajando el cierre del vestido.
—Está profundamente dormido como para despertarse y entrar a la habitación, aparte, sabe de que tiene que tocar a la puerta antes de abrir y entrar.
—Si tú lo dices.
—¿Y dime en dónde estábamos?, ah sí, ya recuerdo —le dijo abrazándola y comenzándola a besar toda.

 

No hubo más discusión por parte de los dos, tuvieron su noche de bodas esplendida y maravillosamente bien. Esmeralda quedó embarazada de una niña en la noche de bodas, y años después se mudaron a Tampa.

 

En una cena familiar platicaban con sus hijos ya adolescentes sobre dónde se irían de vacaciones.

 

—¿Y bien... ya tienen pensado en qué lugar irán de vacaciones? —les preguntó a sus hijos.
—Puede ser... yo quiero ir a Las Vegas, extraño esa ciudad. Aparte de que soy muy bueno jugando al póquer —les dijo a sus padres, y Caleb y Esmeralda se miraron.
—¡Pero no tendrás dinero para apostar! —le gritó.
—Entonces, ¡te apostaré a ti! —le gritó y ellos dos casi se atragantan con el comentario de su hijo, Caleb con la bebida y Esmeralda con la comida.
—¡No!, ¡Las Vegas no! —le contestó gritándole a su hijo.