War College 1

-Uaaaaaah…

Kareth se levantó de la cama con un gran bostezo.

-…las siete…

Observó el despertador. Éste le avisaba de que un nuevo día de estudio le aguardaba.

-Bueno… quizás cinco minutos más…

Decidió volver a la cama mientras la luz del Sol comenzaba a iluminar su habitación...

 

Tras haber decidido seguir durmiendo después de que la alarma sonara, le tocó recorrer velozmente los pocos metros que separaban la clase de su propia habitación.

“Maldita sea, siempre me pasa igual…”

 

La gran escuela Yohei Gakko, un lugar de enseñanza de un tamaño parecido al de una ciudad. Restaurantes, tiendas… esta escuela tenía todo lo necesario para que los propios estudiantes pudieran desenvolverse y vivir sin problemas. Sin embargo, las enseñanzas que se impartían allí no eran las habituales, ya que ese lugar se caracterizaba por ser una escuela dedicada al manejo de armas…

-¡He llegado! -gritó al irrumpir en la que era su clase.

-No te preocupes, esta vez has llegado a tiempo -contestó uno de sus compañeros.

-Puff… -el chico suspiró aliviado- Ya creía que iba a ser castigado.

Se encaminó hacia su sitio, dejándose caer en una silla cercana al chico que acababa de hablarle.

-Oye, Remi…

-¿Sí?

-¿Me dejas los deberes para hoy?

-¡Piérdete!

-Venga… sólo por hoy…

-¡Si me los pediste ayer también!

-Pero hoy es especial…

-¡También dijiste lo mismo ayer!

 

Remi era una de las personas que Kareth mejor conocía en Yohei Gakko, además de uno de sus compañeros de clase. Éste solía mostrarse como un chico sencillo, seguro de sí mismo y confiable. Además, tenía buenas habilidades tanto para la teoría como para la práctica.

 

En ese momento el profesor interrumpió su conversación cerrando la puerta de clase tras él.

-Se acabó el parloteo. Comencemos con la clase.

Remi apoyó el codo en la mesa.

-Otra aburrida clase de geografía…

 

En Yohei Gakko se impartían clases de manejo de armas, sin embargo también existían ciertas asignaturas de cultura general. Éstas eran matemáticas, geografía e idiomas, además de algunas más especializadas dentro de la rama teórica, como psicología y anatomía del ser humano o teoría de las armas. Y es que aquí los alumnos eran, por decirlo de alguna forma, preparados para la guerra.

-Bueno, como todos sabéis, en este mundo se está desarrollando la Guerra Eterna. Pues…

 

El joven se sabía de sobra aquel relato. Hace muchos años, un científico llamado Emil Greenard descubrió un nuevo elemento llamado Radiar. Tras varios procesos de investigación, se llegó a la conclusión de que aquel elemento podía mejorar las capacidades de los seres vivos. Como se puede imaginar, las grandes potencias del mundo comenzaron a interesarse por dicho elemento y los intereses por lograr su monopolio desembocaron en lo que pasaría a llamarse la Guerra Eterna, una guerra que lleva en pie durante aproximadamente quinientos años.

 

-…y así son las cosas, ¿lo habéis entendido?

-¡Sí! - contestaron todos con tono cansado.

Kareth miró a sus compañeros. Hace años que se formó una organización “pacifista” que pasó a ser llamada Comhairle. Ésta, de cara a la sociedad, se mostraba como una organización no beligerante, utilizando únicamente medios diplomáticos para llevar a cabo sus fines. Sin embargo, con la pretensión de detener la guerra, Comhairle fundó clandestinamente las tres escuelas existentes en el mundo que se encargan del entrenamiento de guerreros preparados para detener el conflicto.

 

La diplomacia no servía para resolver el problema y estas tres escuelas enseñaban distintas artes (manejo de las armas, manejos de los poderes espirituales y manejo del medio).

 

Por lo que parecía, para crear soldados que pudiesen luchar contra la guerra se necesitaba algo que convirtiera a los alumnos de las escuelas en lo más parecido a soldados de élite. Ni que decir que eso que convertía a los alumnos en seres por encima de lo normal no era otra cosa que el famoso Radiar. De hecho, según como reaccionase en el cuerpo humano en el cual era inyectado, se era destinado a una escuela u a otra.

 

El timbre lo despertó de su ensoñación.

-¿Pero qué...?

-Se han acabado las clases teóricas, Kareth. Ahora tendremos un pequeño descanso y por la tarde tocarán las prácticas.

-Ah, de acuerdo… -el chico se levantó de su asiento, fue entonces cuando se dio cuenta de algo.

-Oh, no…

-¿Qué ocurre? -preguntó Remi.

-He olvidado pillar algo para comer…

Remi se echó las manos a la cabeza.

-Iré un momento a mi habitación, enseguida vuelvo.

 

El joven bajó las escaleras que llevaban al patio y se dirigió a su dormitorio. Al llegar allí, cogió una pequeña bolsa que había preparado el día anterior y se dispuso a marcharse.

-Oh, casi lo olvido.

 

Se acercó a la mesilla donde anteriormente estaba la bolsita. Allí, también se encontraba un colgante dorado que sujetaba una especie de anillo con una pluma incrustada. Pese a que sabía que aquello era importante, no recordaba por qué.

 

Al aplicarse el Radiar a personas, se descubrieron dos efectos secundarios: el primero era que borraba los recuerdos anteriores a la inyección del Radiar, motivo por el cual el joven no sabía nada de su pasado; y el segundo era que este elemento destruía las neuronas poco a poco, causado por la constante emisión de energía que permitía la liberación de las capacidades, por lo que la esperanza de vida del usuario se reducía considerablemente. Pocos superaban los treinta y cinco años de edad. Generalmente, los factores también podían variar según las reacciones que se produjesen.

 

La mayor parte de los usuarios eran huérfanos de la guerra. Personas que no tenían nada que perder y que querían, ante todo, acabar con aquello que les había arrebatado lo que tenían. Kareth se preguntaba si él mismo había sido de uno de ellos…

 

Tras salir del dormitorio, el chico se desplazó hacia un gran patio con una fuente en el centro y una barandilla al final desde la que se podía ver los otros sectores de la escuela, pues la zona en la que se encontraba no era la única en la que se impartían clases.

 

Yohei Gakko estaba dividida en dos áreas: una de ellas era llamada el sector de ocio, donde se situaban las tiendas, parques, etc. y la otra se llamaba sector de enseñanza, que a su vez se dividía en otras cinco zonas, las cuales se hicieron con intención de imponer cierto orden según la edad de los estudiantes.

 

Cada zona constituía una especie de institución propia, y cada una de ellas tenía sus respectivas clases. Algo así como una escuela muy grande dividida en cinco escuelas más pequeñas.

Estas áreas se hallaban conectadas entre sí por pequeños puentes que la gente llamaba Lidhes. Además, el sector de enseñanza estaba construido sobre un gran lago, y un puente de mayor tamaño unía un sector con otro.

 

Mientras Kareth observaba el paisaje, una voz lo llevó fuera de su ensimismamiento.

-Hola, Kareth, ¿qué haces por aquí? ¿No vas a comer nada?

-Ah, hola, Weird.

 

Éste era otro de sus compañeros de clase, más activo y animado, aunque en más de una ocasión, muy hablador.

-Oye, ¿has visto la nueva arma que han traído hoy? Dicen que es una alabarda de propulsión y doble K.

-¿Doble K? Veo que el desarrollo armamentístico sigue su curso.

-Teniendo en cuenta que tenemos que ser entrenados para manejar cualquier tipo de arma, cuanto más tecnológicas sean éstas mucho mejor.

-Lo sé…

 

Dado que estaban en guerra, la tecnología en relación al armamento se había desarrollado notablemente, una alabarda de propulsión suponía un arma cuya fuerza de ataque podía incrementarse con el uso de la presión del aire. K hacía referencia al tipo de motor interno de la alabarda que permitía este proceso, uno de los mejores por cierto, y el que tuviera dos aún lo hacía más temible. Los motores podían ser Z, R o K, ordenados de menor a mayor según su potencia. Era difícil poder ver un arma que poseyera un motor K, ya que generalmente los alumnos, si usaban algún arma con esta maquinaria, solían llevarlas con R.

 

-Bueno, será mejor que aproveche el tiempo, de lo contrario no voy a estar en forma para las clases prácticas.

-Ya nos veremos –se despidió Weird.

 

Así pues, se encaminó a otra parte del patio, sentándose sobre un humilde banco donde decidió comerse lo que había preparado.

 

Abrió lentamente la bolsita y con un tenedor, también previamente dispuesto, se puso a ello. Estaba un poco frío, no era de extrañar teniendo en cuenta que había sido preparado el día anterior, sin embargo, sabía bien.

-Bueno, realmente he comido cosas más frías.

-Seguramente…

-Oh, Remi, estás aquí.

Su amigo apareció frente a él y se sentó a su lado.

-Hoy hace un buen día, ¿verdad? –comentó Remi.

Kareth miró al cielo, éste se encontraba soleado. Con menos nubes de lo normal.

-Quizás sea una buena señal.

-Es posible. Oye, ¿crees que tocará combate en las prácticas?

-¡Lo espero! ¡Suele ser lo más entretenido!

-Y lo más peligroso también… -sonrió Remi.

-No es algo a lo que no estemos acostumbrados, y en cualquier caso, será lo más útil para cuando salgamos de aquí.

-Tienes razón. Bueno, será mejor que nos vayamos.

 

Tras terminar la comida, los dos compañeros se dirigieron a la pista de entrenamiento. Ésta se situaba cerca del patio y también se trataba de una zona al aire libre. En la parte lateral, se podía observar un almacén en el que se encontraban clasificadas las armas que se utilizaban en los entrenamientos y donde se iban acumulando también las nuevas que iban llegando. Una cantidad considerable de alumnos se había reunido en aquella pista, pues era el único momento en el que las clases de esa zona compartían enseñanza.

 

-Oh, esto está repleto, como siempre -comentó Kareth.

-Me pregunto si habrá algún nuevo juguete que probar – dijo Remi.

-Weird me ha hablado de un nuevo tipo de alabarda.

-Ese chico, escucha más rumores que un gato mueve las orejas.

-Pero igual es cierto…

-Habrá que comprobarlo.

 

Al poco de acabar la frase, apareció la entrenadora, una chica joven pero a la vez estricta y de lengua bastante afilada.

-¡Bien, idiotas! ¡Parece que habéis venido preparados para sufrir dolores inimaginables!

-Ya empieza otra vez… -murmuró Remi-, ¿y qué es eso de inimaginables? Ni que fuese la primera vez que lo hacemos…

-¡No quiero ningún flojucho de tres al cuarto entre vosotros, ¿me habéis escuchado?, así que dejaos de tonterías y a trabajar!

 

Los dos chicos suspiraron.

-¡Hoy tengo un nuevo juguete que quizás os guste!

Acto seguido, un arma fue teletransportada frente a ella. No es que fuera una técnica especial, simplemente se trataba de un tipo de tecnología de guerra usada por los estudiantes de aquella escuela para teletransportar armas en medio de la batalla. Un objeto bastante útil.

-Se trata de una nueva alabarda que nos ha llegado. Es de propulsión y doble K, seguro que ya sabéis a lo que me refiero.

Muchos comenzaron a cuchichear entre ellos.

-¿Ves? No ha mentido.

-Ya, bueno, olvidémoslo…

La maestra continuó con su explicación.

-Bien, a continuación os pondréis por parejas y se os repartirá las alabardas. Habrá un tiempo estipulado y ganará quien venza a su contrincante.

 

Los alumnos hicieron lo propio y se pusieron por parejas. Remi y Kareth se quedaron donde estaban. Poco después, cada uno de los miembros de la pareja ya tenía una de las alabardas en la mano.

-Estoooo, Kaya… -dijo Kareth, llamando la atención de la maestra.

-¿Qué quieres, estúpido Kar?

-Uno de nosotros no tiene alabarda. ¿Acaso debemos utilizar un arma diferente? -obviamente, de los dos, Kareth se había quedado sin nada.

Kaya sonrió.

-Es cierto, se me había olvidado comentaros algo. Me temo que no vas a poder coger ningún arma. ¡Ya estáis ajustando vuestros teletransportadores de manera que no vea nada por aquí que no sea estas alabardas!

-¿Quiere decir eso que lucharemos con las manos desnudas?

-Veo que eres rápido pillando las cosas, estúpido Kar.

-Mierda…

 

La maestra se alejó de la zona de combate y se sentó en una pequeña silla junto al almacén de armas.

-Empezamos en quince segundos…

Kareth miró fijamente a Remi.

-Qué suerte has tenido. Te ha tocado lo mejor -la cara del chico daba lástima.

-Nunca se te dio mal el cuerpo a cuerpo, así que no te quejes tanto.

-3… 2… 1… ¡Empezad!

 

Remi atacó de frente a Kareth. Se pedía a los alumnos que combatieran como si estuvieran en medio de una guerra, por lo que el enfrentamiento debía ser lo más cercano a un combate a vida o muerte. Los golpes estaban limitados únicamente a casos como el de cercenar algún miembro del cuerpo, ya que el Radiar no permitía la recuperación de extremidades o cabeza. Tampoco se permitía atravesar de parte a parte zonas vitales, aunque estas sí podían ser dañadas.

 

Pese a la rapidez del movimiento de Remi, éste no consiguió acertar el golpe, ya que Kareth lo esquivó fácilmente haciéndose a un lado, y golpeó a Remi con una patada en el estómago que provocó que fuese lanzado varios metros atrás.

-¡Vamos, Remi! ¡Demuéstrame que puedes hacerlo mejor!

 

El chico se levantó del suelo.

-Ahora verás.

 

Con una velocidad impresionante, y activando el motor de la alabarda, Remi realizó un ataque frontal casi imparable. Kareth no pudo más que poner sus manos frente a él e intentar desviar el golpe. Por suerte o por desgracia, lo único que pudo lograr fue que no acertase ningún punto vital, siendo atravesado su estómago de parte a parte y derramándose sangre por todos lados. Acto seguido, golpeó con el pie a Kareth lanzándolo hacia atrás y devolviéndole así la jugada.

-¿Qué te ha parecido Kareth?

-¡Eh, vosotros! ¡Qué luego hay que limpiar, imbéciles!-exclamó Kaya, refiriéndose a ellos.

 

Kareth se levantó del suelo, chorreando sangre.

-No ha estado mal. Pero esto se acaba aquí -contestó.

Crujiéndose las manos, el chico observó cómo su compañero se preparaba con el arma.

-De poco va a servir chulearte.

Kareth, apoyó su pierna derecha y se impulsó de frente hacia su oponente. La sangre había dejado de caer. Por su parte, Remi realizó un corte circular con el fin de tener más posibilidades de acertarle. Sin embargo, Kareth consiguió agacharse a tiempo, y golpear con la pierna la muñeca de su contrincante, consiguiendo que el arma saliese despedida. Tras esto, combinó con una serie de golpes al cuerpo de su adversario, tirándole contra el suelo mediante una zancadilla. Entonces agarró la alabarda y activó la propulsión para finalizar su ataque.

 

Remi cerró los ojos al ver venir el golpe, pero Kareth decidió fallar a propósito, haciendo que la alabarda quedase clavada en el suelo.

-¡Tiempo, malditos idiotas! ¡Dejadlo ya!

-Mierda, he perdido… -se quejó Remi.

 

-¡Buen trabajo! ¡Nos vemos mañana! ¡Ahora largaos de mi vista!

Los alumnos se fueron de allí contentos de haber terminado otra jornada de trabajo. Ahora llegaba el momento en el que la mayoría cruzaría el gran puente para dirigirse a la zona de ocio y relajarse.

-¡Kareth! ¡Remi! ¡Ayudadme a llevar esto! -exclamó Kaya, señalando numerosas cajas.

Ambos resoplaron.

-¡Venga, mujer! ¡Queremos tomar un descan…!

-¡Si no me ayudáis no tendréis ningún descanso en vuestras miserables vidas!

-¡Sí, señora! -exclamaron los dos al unísono.

 

Tras ayudarla, Remi y Kareth se dispusieron a marcharse.

-¡Eh, esperad!

-¡Más no, por favor! -se quejó Remi.

-¡Que no, idiota! Quería agradeceros la ayuda. Tomad, no creo que vaya a usarlos… -dijo entregándoles dos vales.

-¡Oh! ¡Vales para una cena gratis! ¡¿En serio nos los das?!

-No os acostumbréis…

Ambos sonrieron agradecidos y se marcharon al dormitorio a cambiarse.

 

Tiempo después se encontraban en el otro sector, más allá del gran puente.

-Aaaah… Qué relajante… -comentó Remi desperezándose.

La zona de ocio replicaba con bastante fidelidad los lugares y centros que habría en una ciudad normal y corriente. Las personas que regentaban algunos de los centros eran refugiados de la guerra que habían sido aceptados como trabajadores, pues habían optado a ello en vez de someterse al Radiar, ya fuera por su avanzada edad o por la poca disponibilidad a ofrecerse voluntarios. Al fin y al cabo, los que eran expuestos al Radiar solían ser muy jóvenes.

-Bueno, yo me voy por aquí -dijo Remi señalando hacia la izquierda, a una pequeña calle que se introducía en una zona de entretenimientos variados.

-De acuerdo, ya te veré más tarde.

Tras un choque de manos, los dos amigos se despidieron.

 

Con aire ausente, las manos sobre la nuca y caminar pausado, Kareth llegó hasta un parque en el que unos niños jugaban con la pelota. Aquella vista, junto con la brisa que mecía levemente su pelo, lograron reanimarle.

 

Entonces, se fijó en el juego al que estaban jugando los pequeños, quienes, por sus movimientos rápidos y demasiados ágiles para un humano corriente, estaba claro que pertenecían a la escuela.

 

Se trataba de un juego al que llamaban Onerariam. Básicamente consistía en pasarse la pelota de unos a otros pero ésta tenía que ser golpeada siempre en el aire y de manera acrobática, quien la pateara en el suelo quedaba eliminado, y normalmente existía uno que hacía de árbitro para decidir quien ganaba según la acrobacia que realizaba para golpear la pelota. Podías usar cualquier parte del cuerpo para hacerlo.

 

Kareth se acercó a los niños. Uno de ellos se dio cuenta de que venía y avisó a los demás para que dejaran de jugar.

-¡Kar! -exclamaron varios de ellos. El más cercano se lanzó a la cintura del joven.

-¡Eh! ¡Chicos! ¡¿Cómo estáis?!

-Estábamos jugando a Onerariam.

-Ya veo, ya. ¿Qué tal os ha ido hoy en la escuela?

Uno de los chavales parecía molesto.

-El profesor me ha dicho que todavía soy demasiado pequeño para usar un teletransportador.

-Ja ja, eso es verdad, te dan un teletransportador al superar los doce.

-Yo quiero tener uno como el que tienes tú, Kar.

-No puedes. Tendrás que esperar a tener la edad suficiente -replicó Kar con una sonrisa melancólica.

 

Resultaba triste comprobar cómo aquellos niños habían elegido someterse a la inyección de Radiar. Kareth podía observar el nivel al que había llegado una guerra como la que se estaba llevando a cabo fuera.

-¿Quieres jugar, Kar? -propuso una niña.

-Cl-claro, ¿por qué no? -contestó volviendo de sus pensamientos- Yo haré de árbitro.

 

La tarde se desarrolló entre partida y partida. Kareth siempre disfrutaba jugando con aquellos niños. Eso le ayudaba a distraerse de las prácticas y otros estudios. Lo hacía sentirse partícipe de algo más “cotidiano”. Algo que podría haber hecho cualquier persona normal en el pasado.

 

-¡Oh, Kar!

Al escuchar una voz familiar a su espalda, Kar se giró.

-¡Viejo!

 

Un hombre de unos cuarenta años se acercó a él. Nadie conocía su nombre, tan sólo se sabía que era uno de los pocos guerreros sometidos al Radiar que habían conseguido llegar más allá de los treinta y cinco. Pese a ello, ya se notaban algunas consecuencias en su avanzada edad, como por ejemplo el hecho de que era incapaz de caminar, moviéndose gracias a la ayuda de una silla de ruedas.

-Veo que en este parque hay un gran contraste entre edades –bromeó Kareth.

-No te rías de este pobre viejo.

-Eso de viejo es muy relativo, ¿sabes? Sólo tienes cuarenta años.

-Para nosotros eso es mucho...

-Lo sé.

-Por cierto, ¿te has enterado?

-¿Enterarme? ¿De qué? -dijo Kareth mientras de vez en cuando echaba un vistazo al juego de los pequeños.

-Mañana hará acto de presencia uno de los mandamases de Comhairle.

Kareth se quedó con la boca abierta.

-¿En serio? ¿Un jefazo? Eso es bastante raro, no suelen asomar sus cabezas por aquí muy a menudo. Normalmente llaman a sus renombrados guardaespaldas a revisar el funcionamiento de las escuelas.

-Lo sé, es un gran acontecimiento. Parece que uno de ellos ha decidido ver dicho funcionamiento en persona.

-Qué curioso. Será la primera vez que vea a un miembro de Comhairle tan de cerca.

 

Los miembros de Comhairle tenían un gran poder dentro de la sociedad regida por la guerra. Hasta el punto de tener ciertas inmunidades y ser respetados, sobre todo por los alumnos y habitantes de las escuelas. En el caso de Kareth, pese a lo poco común de la situación, y que él también era un estudiante de Yohei Gakko, aquello únicamente le producía sorpresa.

-De todos modos algunos guardaespaldas se han ido adelantando y hoy varios de ellos ya se encuentran en la escuela.

-Guardaespaldas, ¿eh?

 

Mientras cavilaba sobre esto, Kareth pudo ver cómo la pelota con la que jugaban los niños salía fuertemente despedida hacia una parte del parque donde se encontraba una chica. La pelota iba directamente hacia su cara.

-¡Cuidado! -gritó Kareth.

Sin embargo, no hizo falta. La chica levantó su brazo izquierdo y, con un movimiento simple, cogió la pelota.

-¡Oh! -exclamaron los niños al verlo.

 

Poco después, se acercó a ellos, y en ese momento, Kareth pudo verla más definidamente: se trataba de una joven, en apariencia de la misma edad que él, de pelo largo y azulado que le llegaba hasta la cintura, y rasgos bellos en su rostro pese a la seriedad de sus gestos. Vestía un ropaje sencillo. Desde el punto de vista de un guerrero, se vería como una ropa cómoda y que permitía una gran movilidad.

-Vaya, una belleza por aquí. No es algo que mis ojos estén acostumbrados a ver -comentó el Viejo.

La chica apartó su melena de la cara con un movimiento de la mano y señaló el objeto.

-¿Esta pelota es vuestra? -preguntó con voz que denotaba cierta indiferencia.

2: War College 2
War College 2

Kareth se acercó a la chica.

-Sí, gracias. Y perdona las molestias -comentó mientras se rascaba la nuca.

-No te preocupes -respondió ella.

-No, no, deberíamos haber tenido más cuidado. ¡Pedidle disculpas vosotros también, niños!

-¡Lo sentimos! – exclamaron a coro los pequeños.

-No pasa nada, en serio…

-En cualquier caso, ha sido impresionante. Tienes muy buenos reflejos -indicó el Viejo.

-Gracias.

-Oye, ya sé, ¿te gustaría jugar con nosotros? -propuso uno de los niños.

-Vamos, vamos, no molestéis a la señorita, seguro que tiene cosas que hacer -dijo Kareth.

-Oh, ahora te comportas como todo un caballero, Kar –se burló otro de los pequeños.

-¡¿Qué insinúas?! ¡¿Qué nunca me comporto como tal?!

 

Todos excepto Kar y aquella chica rieron la gracia. El primero porque se encontraba algo avergonzado y la segunda porque parecía no comprender la situación.

-¿A qué estáis jugando? -preguntó la joven, mostrando curiosidad.

-¿No sabes lo que es Onerariam? –preguntó Kareth, algo sorprendido.

-Nunca he jugado.

-Qué raro, normalmente todos los que viven aquí lo conocen –se extrañó el chico-. Da igual, si no sabes jugar yo te enseñare. Me llamo Kareth, un placer –tras esto, extendió su mano. La chica la observó dubitativa, devolviéndole el gesto con precaución.

-Yo soy Sarah.

 

Tras explicarle las reglas del juego, las cuales pareció entender sin problema, Kareth decidió hacer una prueba jugando una partida contra ella.

-Puesto que es la primera vez no iré en serio -declaró el joven.

 

Por su parte, ella asintió, descubriendo poco después que, a su alrededor, los niños los observaban con gran atención.

-Admiran a sus mayores. Por eso suelen emocionarse con este tipo de partidas –explicó el chico al notar cómo desviaba la mirada-. Es agradable, ¿verdad?

La chica no contestó.

-Bueno, para esta partida yo haré de árbitro -se ofreció el Viejo.

-Empecemos pues -dicho esto, Kareth lanzó la pelota al aire y saltó detrás de ésta, girando numerosas veces sobre su propio eje, y golpeando finalmente la pelota con el codo.

 

En un principio, dio la sensación de que la chica no iba a responder a su acción, sin embargo, elevándose con gracilidad, golpeó la pelota con la rodilla a fin de elevarla aún más y, girando su cuerpo hacia atrás, consiguió cogerla con los dos pies. Posteriormente, y todavía en el aire, realizó varia volteretas en la misma dirección hasta casi tocar suelo, logrando llevar la pelota a su mano derecha y golpearla fuertemente hacia Kareth, quien se había sorprendido tanto por su habilidad que fue incapaz de continuar con la partida, perdiendo al instante.

-¡Ganadora, Sarah! -exclamó el Viejo.

Los niños gritaron y animaron a la vencedora.

-Increíble, esto me pasa por arrogante -sonrió Kareth.

Sarah se acercó al chico y le tendió la mano igual que había hecho antes.

-Bien jugado –le correspondió Kareth.

 

Mientras los niños seguían jugando, Sarah y Kareth se sentaron en una parte del parque.

-Eres muy buena, existen pocas personas que me hayan ganado, pero tú, que jugabas por primera vez, lo has hecho sin despeinarte –la halagó Kareth.

-La suerte del principiante

-Eso no ha sido suerte. Tienes grandes habilidades para esto.

Esta vez, Sarah decidió mantenerse en silencio.

-Por cierto, no eres de por aquí, ¿verdad? –preguntó, notando como ella reaccionaba con sorpresa- Alguien a quien no le suene este juego significa que procede del exterior. Al menos suele ser así.

-He llegado aquí esta mañana –confesó.

-¿Eres nueva en la escuela?

-No. Bueno. No exactamente…

-¿Entonces?

Aquella serie de cuestiones comenzaron a incomodarla.

-¡Ah! Perdona. Me ha podido la curiosidad.

-No importa. Puede que hayas escuchado algo. Hoy venían a la escuela algunos de los guardaespaldas de un miembro de Comhairle.

-Ah, sí. Algo he oído –de repente, Kareth pareció caer en la cuenta de algo- ¡Espera! ¡No me digas que eres una de esos guardaespaldas!

Ella asintió.

-¡Increíble! Una chica tan joven y con un cargo tan importante.

Al decir esto, creyó entrever cierta confusión en su expresión, aunque no estaba seguro de si era impresión suya.

-Mmm, ya sé –reaccionó Kareth.

-¿Eh?

-Si aún no conoces este sitio, ¿qué te parecería si te lo enseño yo mismo?

-Pero…

-Tómalo como una compensación por cuando han estado a punto de darte con la pelota.

-Ya te dije que no te preocupases

- Bueno, pues entonces como un premio al ganador.

Sarah no supo que decir.

-No tienes nada que perder –intentó convencerla el chico.

Tras mirarlo fijamente durante un buen rato, todavía reflejando en su rostro los mismos gestos que al conocerla, suspiró

-Está bien –accedió.

 

De esa forma, los dos emprendieron camino por la zona de ocio.

-Lo primero que debo preguntarte es: ¿Cuánto has visto de esta zona?

-Únicamente el parque donde acabamos de estar y el lugar en el que me alojo.

-¿El lugar en el que te alojas?

-Ahí.

Señaló uno de los edificios que más resaltaban de la ciudad, uno de los hoteles en los que descansaban aquéllos que venían de fuera de Yohei Gakko, puesto que los alumnos tenían sus dormitorios dentro de la zona escolar y otros residentes sus propias casas en la zona de ocio. En cualquier caso, el hotel señalado por Sarah era uno de los más caros del allí, por no hablar de que la entrada al recinto estaba adornada y dispuesta para dar una gran bienvenida. Era por este motivo que también se podía observar una gran cantidad de gente acumulada alrededor de numerosos vehículos de carrocería y colores similares, o algunos guardaespaldas apoyados en la entrada.

-Ya veo… -suspiró Kareth- Menudo lujo. Bueno, entonces te llevaré a algunos sitios que conozco.

 

Después de eso, continuaron con su paseo hasta llegar a una pequeña cafetería.

-Buen sitio, ¿eh? Ideal para descansar. Además, hacen un pastel especial que está para chuparse los dedos. Venga, que te invito a algo.

 

Nada más entrar, se sentaron en una pequeña mesa vacía que se encontraba en una de las esquinas del local, un poco apartada del resto de clientes. Enseguida vino una camarera a atenderles.

-¿Qué desean? ¡Oh! ¡Kar!

-¿Qué hay, Nara?

Al ver a su acompañante, la joven llamada Nara, se mostró ligeramente alterada.

-¡¿Eh?! ¡Ah! ¡B-bien! ¡Todo bien! ¡Uy! - reaccionando con nerviosismo se le cayó la libreta en la que apuntaba las peticiones.

-¡L-lo siento! Um, ¿q-quieres lo de siempre?

-Sí –afirmó el chico animadamente.

-De acuerdo –ahora, sus mejillas habían adoptado un ligero tono rojizo- P-por cierto, ¿quién es? –comentó refiriéndose a Sarah.

-Oh, cierto. No os he presentado. Se llama Sarah, una chica que acabo de conocer hace poco y a la que le estoy enseñando Yohei Gakko. Sarah, ella es Nara, una buena amiga mía.

-E-encantada -saludó Nara.

-Lo mismo digo -respondió Sarah.

-Bueno, a ella la invito yo, así que ponle lo que pida -dijo Kareth.

-Vale, ¿qué te pongo entonces?

-A ver...

 

Sin pensárselo dos veces, señaló una página entera de la carta. Nara y Kareth se llevaron una mano a la frente mientras la joven peliazul los miraba confusa.

-¿N-no sería mejor que eligieses sólo una cosa? –sugirió Nara.

-Da igual. Pónselo.

-¿E-estás seguro? –Nara no tenía muy claro la afirmación de su amigo.

- Sí. Eso creo…

 

Tras despedirse de Nara y salir de la cafetería, Kareth observó con tristeza su cartera casi vacía.

-L-lo siento -se disculpó Sarah.

-N-ni lo menciones, al fin y al cabo, he sido yo quien ha aceptado.

 

Hecha la primera parada, Kareth continuó haciendo de guía.

 

Pasaron por varios restaurantes, centros de entretenimiento, pequeñas tiendas y otros lugares en los que pasar el rato, como parques e incluso polideportivos. Finalmente, ambos llegaron a un edificio situado en el centro de aquel sector.

-¿Y esto? -preguntó Sarah.

-¿Eh?

-Ese edificio de allí. Me llamó la atención al llegar.

-Ah, ¿te refieres a ése? Es el centro de control e investigación de la escuela. Es aquí donde se almacenan los datos de los estudiantes, se procesan las armas y el dinero que llega desde Comhairle, se investigan los progresos del Radiar en estudiantes, etc. En resumidas cuentas, es el lugar donde se administra todo lo relacionado con el sector de la escuela, y lo que hace que se mantenga el propósito de la escuela así como su funcionamiento

-Es gigantesco -comentó la chica estirando el cuello, de una forma un tanto graciosa, para tratar de ver la parte más alta.

 

Al cabo de un rato llegaron hasta un puesto de helados.

-Si quieres esta vez invito yo -propuso Sarah.

-¿Tienes dinero?

-Me dieron esto al llegar aquí -la chica le enseñó un sobre donde había un montón de dinero. A Kareth comenzaron a caerle lágrimas de los ojos.

-¿Ocurre algo? -preguntó la joven, inocentemente.

-No, tranquila...

 

Acto seguido, se acercaron al puesto y se plantaron frente al vendedor.

-¿Puedo ayudaros? -preguntó amablemente.

-Yo, nunca he comido uno de estos -confesó la chica, de repente.

-¡¿Qué?! ¡¿Y lo dices ahora?! -exclamó Kareth. Tras un largo suspiro, fue él quien pidió por ella- Uno de éstos, por favor, y lo mismo para mí –dijo mientras señalaba el producto en el cartel que había expuesto junto a la heladería.

 

Una vez tuvieron sendos helados, se sentaron en un banco perteneciente a una pequeña plaza. Desde allí se podían observar varios vehículos desplazarse, no muy numerosos y la mayoría consistiendo en transportes públicos.

-¿Qué te ha parecido la visita? –preguntó Kareth antes de darle un lamido a su helado.

-Es bonito.

-¿Bonito? –el joven no esperaba ese adjetivo.

-Sí. En tiempos de guerra es difícil ver un sitio así. Parques, tiendas, niños jugando, personas hablando unas con otras, tan plácidamente y sin ningún miedo a lo que pueda estar sucediendo fuera…

-¿Has estado en el exterior?

Ella asintió.

-Yo sólo he oído historias o testimonios. Espero que dentro de poco tenga mi primera misión fuera de Yohei Gakko.

-No es un mundo en el que desearías estar…

-Me imagino, pero tomé la decisión de ser uno de los soldados que acabaría con esta guerra, así que lo considero mi deber. Por cierto, ¿cómo es que llegaste a ser guardaespaldas de Comhairle?

-No lo recuerdo.

-Ya veo, Radiar, ¿me equivoco?

Volvió a asentir.

-En fin, es mejor no hablar más sobre te…

 

En ese momento, apareció frente a ellos un pequeño animal de aspecto similar al de un gato, sólo que más grande y con un pequeño cuerno puntiagudo en la cabeza.

-¡Oh! ¡Un fenrir! -exclamó Kareth.

-¿Un fenrir?

-Sí, se podrían considerar uno de los efectos secundarios de la guerra, mutaciones a partir de los seres llamados gatos que surgieron durante el desarrollo de estos quinientos años. Ahora son considerados una especie distinta.

-Nunca había visto uno.

 De hecho se supone que son difíciles de ver ya que prefieren no mantener mucho contacto con el ser humano ¿Qué hace uno aquí?

 

Sarah acercó el helado al animal, el cual, tras olisquearlo un poco, se alejó.

-No creo que eso le guste mucho.

Pese a sus consejos, ella continuó con sus vanos intentos de llamar la atención del animal.

-Y ha optado por ignorarme... –dijo Kareth, llevando su mano hacia el teletransportador en su muñeca y, tras configurarlo, hizo que ante él apareciese una especie de pescado, el cual cogió y acercó al fenrir, que huía de su perseguidora. Cuando el félido observó el alimento, se acercó a éste, tras olerlo, igual que como había hecho con el helado, le dio un pequeño mordisco.

-¿Qué le has dado?

-Pescado. Parece que le gusta más pese a haber sido teletransportado.

-¿Eh?

-Cuando teletransportas comida, ésta suele perder características. Por eso no se recomienda hacerlo. ¿Quieres probar a darle de comer? –preguntó Kareth.

Después de echar un vistazo a cómo el animal devoraba el pescado, Sarah accedió a alimentarle, recibiendo del chico algunos trozos carentes de espinas.

-Si no está recomendado, ¿por qué has teletransportado uno? –preguntó Sarah, mientras probaba a acercarle uno de los trozos al fenrir.

-Nunca se sabe cuando puedes necesitar comida, así que lo guardé en la memoria del teletransportador –contestó él con normalidad.

 

Al salir de la plaza, continuaron un poco más con la travesía, deteniéndose finalmente cerca del hotel en el que ella se alojaba.

-Muchas gracias por esta visita –declaró la joven.

-No hay de qué. Espero volver a verte pronto.

-Yo también. Ha sido divertido, Kareth.

-Jaja, me alegro. Buenas noches.

-Buenas noches -dicho esto, se introdujo en él hotel, mostrando en la entrada la prueba que la identificaba como guardaespaldas.

-Una chica interesante. ¡Oh! ¡Ahora que me acuerdo! ¡Había quedado con Remi para vernos más tarde! ¡Si se me hace tarde, no podré comer gratis en ese restaurante!

 

Lo más rápido que pudo, corrió hacia el establecimiento.

-¡Mierda! ¡Llegaré tarde si no cojo un atajo!

Dicho y hecho, se introdujo en un estrecho callejón de aspecto tétrico y en el que, entre que era de noche y que la luz artificial apenas lo iluminaba, le costaba distinguir el camino.

 

Tras un buen rato corriendo, llegó a un espacio un poco más abierto dentro del mismo callejón, sin embargo tuvo que detenerse cuando su instinto le alertó de un peligro cerca de su posición.

-Vaya, vaya.

-Tenemos aquí a alguien que quiere darnos su dinero.

-O quizás ser nuestro subordinado.

Un grupo de jóvenes salió de entre la oscuridad y le cortó el paso. Otro grupo apareció segundos más tarde detrás de él, impidiéndole la retirada. Por su aspecto de delincuente, y por lo que decían, estaba claro que no tenían muy buenas intenciones.

-Ah… -suspiró Kareth.

-¿Qué te pasa? ¿Te has cagado de miedo? –le preguntó uno de los delincuentes.

 

Lo más bajo de Yohei Gakko. Personas que habían dejado atrás sus ideales y utilizaban las habilidades obtenidas mediante el Radiar para extorsionar o abusar de su poder. No eran muy numerosos, pero los pocos que había solían estar bien organizados.

-No exactamente. -respondió Kareth- Suspiró porque no os conviene meteros conmigo.

-Oh, ¿de verdad crees que puedes contra todos nosotros?

 

A primera vista debían de ser unos cinco o seis. Probablemente, todos ellos usuarios de Radiar.

-No lo creo. Lo sé –declaró Kareth.

 

En ese momento, uno de ellos, dejándose llevar por la provocación, le atacó por la espalda, cortándole la cabeza con una espada.

 

Tras un corto silencio, que para los delincuentes se hizo eterno, la ansiedad y el nerviosismo comenzaron a reflejarse en sus caras.

-¡¿Pero qué has hecho, pedazo de imbécil?! ¡Si lo matamos nos meteremos en problemas!

-¡L-lo he hecho sin pensar!

-¡¿Ya sé que lo has hecho sin pensar?! ¡¿Tú sabes en que lío nos has metido?!

-Tranquilos, tranquilos, no pasa nada…

El cuerpo de Kareth se levantó del suelo para sorpresa y horror de todos, pues éste continuaba sin cabeza, sin embargo, a partir de la musculatura del cuello, comenzaron a regenerarse huesos, músculos y piel, hasta dar forma a una nueva cabeza.

-Agh, que poco me gusta que ocurra esto. Menos mal que no es a menudo.

-¡¡¿Qu-qu-qué diablos eres tú?!!

-Oh, disculpadme -la cabeza que había sido cortada, había desaparecido del suelo dejando sólo manchas de sangre-. Es una suposición, pero ya sabéis que el Radiar puede reaccionar de varias formas en cada individuo. De hecho, es así como se distingue si alguien debe ir a la escuela de manejo de armas, de manejo de poder espiritual o de manejo del medio. Sin embargo, también pueden darse casos extraordinarios. Digamos que en el mío, ha provocado una regeneración sumamente rápida, lo que me permite recuperar sin problemas cualquier miembro perdido. Y eso incluye la cabeza.

-Pero, eso significa…

-Sí, significa que soy inmortal –Kareth se crujió los huesos de las manos-. Y ahora, vais a olvidar lo que habéis visto…

3: War College 3
War College 3

Kareth llegó al restaurante. Junto a la puerta se encontraba Remi, esperando.

-Llegas tarde –se quejó su amigo al verle.

-Lo siento, he estado algo ocupado con una panda de inútiles que me ha asaltado en un callejón.

-Oh, ¿y qué tal están?

-No creo que tarden mucho en encontrarlos -rió Kareth.

-No te habrás pasado de la raya, ¿verdad?

-Claro que no, idiota.

-¡Eh! ¡¿A quien llamas idiota?!

Mientras reían y conversaban, ambos entraron en el establecimiento.

 

Por otro lado, un grupo de personas se presenció en el callejón por donde había pasado Kareth. Habían recibido una llamada avisando sobre una pelea. Cuando llegaron allí, encontraron a unos cinco delincuentes atados de pies y manos y entre ellos, formando un círculo.

-Vaya, vaya. No habéis acabado muy bien, ¿eh? –sonrió uno de los recién llegados mientras observaba sus expresiones, mostrando abatimiento y resignación.

-Seguramente haya sido cosa de Kar. Siendo él, puedo asumir que ha sido en defensa propia -dijo el que parecía ser el líder.

 

Karma, un grupo encargado de mantener el orden en Yohei Gakko, era algo así como la policía de allí. Su líder era muy conocido, además de una de las personas más fuertes en el manejo de las armas. Su nombre era Lethos.

-Lleváoslos a la prisión -ordenó a los otros miembros de Karma.

-¡Si!

 

Al día siguiente, el despertador levantó a Kareth de la cama. Ése sería su último día como estudiante. A partir de entonces, y si todo iba bien, podría empezar a realizar misiones.

 

Como siempre, se preparó para ir a clase y salió de su habitación. Esta vez no iba con retraso, y podía dedicarse a disfrutar del trayecto y de las vistas. A mitad de camino, se encontró con Remi, quien acababa de abandonar su habitación.

-¿Qué tal has dormido? -preguntó Remi, al ver las ojeras de Kareth.

-No me mires con esa cara de estúpido, es obvio que he pasado una mala noche.

-Oh, que raro, normalmente eres como un perezoso, te duermes enseguida y no hay quien te despierte.

-He tenido una pesadilla.

-¿Una pesadilla?

-Sí. En ella me veía a mí mismo siendo perseguido por… bueno… la verdad es que no estoy seguro. Parecían soldados. El caso es que querían matarme.

-Eso suena gracioso, sabiendo de tu “habilidad”.

-¡Cierra el pico! Solo tú y Nara lo sabéis. Si lo dices en voz alta puede que alguien te escuche.

-¿Y todos aquellos a los que les has dado una paliza?

-Ya me he ocupado yo de que no recuerden lo más mínimo -una maliciosa asomó por el rostro de Kareth.

-Das miedo, ¿lo sabías? -comentó Remi, alejándose de él.

-¡Me da igual! ¡Ellos se lo buscaron! En cualquier caso, y volviendo al tema, en esa pesadilla no estaba solo. Llevaba a alguien cogido de la mano.

-¿Quién era?

-No estoy seguro. Creo que era una niña.

-¿Una niña? ¿Qué niña?

-¡¿Y yo qué sé?! El caso es que tenía mucho miedo. Ambos conseguíamos escondernos de aquellos soldados, pero un hombre nos capturaba y, en ese momento, desperté.

-¿Viste la cara de aquel hombre?

-No. Todo estaba borroso.

-Mm…Qué curioso.

-Quizás la rutina ha empezado a afectarme al cerebro.

-Quizás...

Sin embargo, no estaba convencido de que ése fuese el motivo.

 

Al cabo de un rato llegaron a su destino, no obstante éste se encontraba vacío.

-¡Oh! -se sorprendió Remi- ¿No hay nadie en clase?

Kareth observó extrañado la sala vacía. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de lo que pasaba.

-¡Claro! ¡¿Hoy no era cuando venía el de Comhairle?! –exclamó Kareth.

-¡Mierda! ¡Entonces estarán fuera!

-Corriendo no llegaremos a tiempo. Tomemos un atajo.

 

De esa forma, ambos saltaron por las ventanas de la sala, aterrizando en uno de los patios exteriores del sector.

Rodeando dicho patio, se podía observar una barandilla de aspecto anticuado y color blanco, que combinaba con la decoración del resto del recinto. Ésta colindaba con un precipicio desde el que se podía divisar uno de los edificios de la escuela.

 

Saltando la barandilla, aterrizaron en la terraza de dicho edificio. Posteriormente, volvieron a saltar hasta otro cercano y, desde ahí, al suelo. A partir de ese punto, sólo tendrían que recorrer unos pocos metros más para llegar al sitio donde se celebraría la llegada del mandamás de Comhairle.

 

Una vez en el evento, observaron a una multitud dispuesta en los laterales de un espacio central por el que caminaban varias personas de aspecto importante. Tanto estudiantes como civiles habían asistido a la celebración. Una muestra de la popularidad que tenía Comhairle en Yohei Gakko.

 

Kareth y Remi se unieron a los demás. En el espacio que rodeaba la muchedumbre. Se podía ver caminar a alguien de apariencia noble y humilde, que miraba a los asistentes con una alegre sonrisa. Tras él, iban varios guardaespaldas, de entre los cuales Kareth pudo distinguir a una chica de cabello largo y color azulado, situada justo detrás del miembro de Comhairle.

-Oh, así que ahí está -indicó Kareth.

-¿Quién? -preguntó Remi.

-La chica de pelo azul. Ella es con quien estuve ayer.

-¿Aquélla que dijiste que era guardaespaldas?

-¿Acaso no lo estás viendo ahora mismo?

-Supongo…

Los dos se quedaron unos segundos en silencio.

-¿Y ella te gusta? –preguntó Remi.

-¡Tú no te andas con rodeos, ¿no?! –se quejó Kareth.

 

Y así, se dio paso a un discurso realizado por el mandamás. Todos los miembros de los distintos sectores de la escuela se encontraban en una gran sala que tenía cierto parecido con un teatro o salón de actos, pues presentaba numerosas filas de sillas, cada cual un poco más elevada que la anterior, donde se sentaban los alumnos, y un escenario donde iba a producirse la conferencia. Ese lugar solía utilizarse para charlas o en casos especiales en los que hubiese que transmitir algún mensaje importante.

 

Los alumnos se sentaron en sus respectivos lugares y los cargos más importantes de la escuela, junto con el miembro de Comhairle y sus guardaespaldas, en el escenario. Acto seguido, el director de Yohei Gakko, Zhiros Lambert, comenzó a hablar. No era un hombre que se dejara mostrar muy frecuentemente, apenas se le veía por el sector escolar, normalmente para comprobar el buen funcionamiento y solucionar incidentes que requiriesen su intervención.

-Bien, antes de nada, quisiera saludar a todos los presentes. Sé que muchos de vosotros comenzaréis mañana vuestras primeras misiones como guerreros para tratar de detener esta guerra.

Hoy tenemos el honor de recibir a uno de los miembros más importantes de Comhairle, quien supervisará los progresos realizados en esta escuela.

Así pues, gracias a todos por asistir, y dejo la palabra a nuestro invitado.

 

Tras unos aplausos, se hizo a un lado para permitirle el paso al hombre, quien se aclaró la garganta antes de empezar.

-Gracias, Sr. Lambert. Bien, como ya ha dicho vuestro director, pertenezco a Comhairle, a quienes ya conocéis todos como fundadores de este lugar. Sin embargo, pese a lo importante que pueda parecer mi posición, no lo considero así. Hace aproximadamente un siglo que Comhairle decidió entrenar guerreros para detener esta guerra cuyo rumbo se prevé interminable. Necesitábamos un arma para poder hacerlo, y esta no fue otra que el conocido Radiar. Suena irónico, ¿verdad? Detener un conflicto con el elemento que lo provocó -hizo una pequeña pausa antes de continuar-. Es obvio que fundar Yohei Gakko fue un trabajo difícil, pero también ha sido duro el proceso que os ha llevado hasta aquí. Así que, quiero dejar claro que vosotros sois los que de verdad importáis, pues decidisteis luchar, e incluso, después de haber perdido vuestros recuerdos, seguisteis adelante con esa decisión. Por todo ello, os doy las gracias.

Para aquellos que mañana saldrán al exterior y se enfrentarán a sus peligros, deseo que vuestros esfuerzos no sean en vano, y sirvan para que la guerra pueda terminar algún día, de manera que podamos forjar un mundo en el que no vuelva a hacer falta jóvenes valientes como vosotros.

Sin más que añadir, me encargaré personalmente de comprobar no sólo el progreso de este lugar, sino también vuestro estado y todo lo que os concierna a vosotros. Así que no os cortéis en consultarme cualquier duda o pregunta que tengáis. Muchas gracias.

 

Tras otro aplauso por parte de los alumnos, se dio paso a un gesto reverencial por parte de los presentes en el escenario y la disolución de aquella reunión. Además, se informó de que durante la estancia del mandamás en el sector escolar, los guardaespaldas contarían con libertad para desplazarse por todo el recinto.

 

Más tarde, los estudiantes continuaron con las tareas programadas para ese día, dirigiéndose cada miembro a su respectiva zona, que en el caso de Remi y Kareth, era la que habían utilizado para entrenar el día anterior.

-Así que habrá guardaespaldas rondando por aquí. Igual vemos a tu novia –se burló Remi.

Kareth le golpeó en el estómago con el codo, provocando que arquease el cuerpo por el dolor.

-Así aprenderás a no decir tonterías.

 

Después del entrenamiento, Kareth tomó el almuerzo en el mismo patio donde solía sentarse a observar Yohei Gakko.

 

Sentado sobre un banco, se sentía relajado, parecía no haber nada excepto él mismo, y tampoco hubiese ido desencaminado de no ser por la repentina presencia de una joven.

-Así que te ha tocado este sector, ¿eh? –comentó Kareth a la vez que Sarah se acercaba a él.

-Supongo que es el destino -respondió Sarah con un tono que dificultaba saber si estaba bromeando o no

-Ya… -fue lo que se le ocurrió responder al joven.

Entonces, ella se sentó a su lado.

-¿Vienes mucho a este lugar? – preguntó Sarah, acomodando su espalda.

-Todos los días. Me sirve para descansar y, aunque sea por unos instantes, sentirme libre.

-Libre ¿Crees que alguien en este mundo se siente así?

-¿Eh? –aquella pregunta sorprendió a Kareth.

-Atados por una guerra que parece no tener fin. Me pregunto si de verdad hay alguien en este mundo que pueda considerarse a sí mismo libre.

-¿Quién sabe? No es algo que podamos definir a la ligera. Incluso aunque esta guerra acabase, seguiríamos sin poder tener una definición clara, sin contradicciones. Pero, quiero pensar que habrá un momento y un lugar en los que todos nos sentiremos de esa forma. No habrá necesidad de entrenar para detener una guerra o sufrir por la pérdida de un ser querido. Algún día, todos podremos sentarnos en un banco como éste, disfrutar de la brisa y sentir algo a lo que llamaremos “libertad”.

 

Sarah observó a Kareth. Parecía creer firmemente en que la guerra llegaría a su fin. Esa idea logró dibujarle una sonrisa en su rostro.

-¡Oh! Así que puedes sonreír.

-Supongo que me has contagiado algo de tu espíritu.

-¡Me alegro!

 

Los dos continuaron charlando durante un buen rato hasta que terminó el descanso.

-Debo seguir trabajando –declaró Sarah mientras se levantaba.

-Yo también debo ponerme en marcha. He que prepararme para la prueba final.

-Que tengas suerte.

-No la necesitaré -sonrió Kareth.

-Pareces muy seguro de ti mismo.

-¿Vas a hacerme dudar?

-No. De hecho, espero que no lo hagas.

Kareth levantó el pulgar.

-Nos vemos -se despidió Sarah.

 

Al cabo de poco tiempo, llegó al lugar en el que se iba a desarrollar la última prueba. Éste era una plataforma situada en medio del lago. Se podían observar a muchos estudiantes dirigiéndose hacia allí mediante una escalera ascendente.

-¿Qué tal, Kareth? -preguntó una voz a su lado.

Cuando se dio la vuelta, pudo ver la cara de Weird.

-Vaya, ¿tú también vas a hacer la prueba? –preguntó Kareth.

-Por supuesto.

-Pues buena suerte.

-También para ti.

 

Serían más de setenta personas las que había allí reunidas. Apenas pasaron un par de minutos cuando hizo su entrada el director, seguido del miembro de Comhairle.

-Bien -empezó Zhiros-. Yo voy a ser el instructor de esta prueba. Que cada uno elija el arma que mejor maneje, deberá utilizar única y exclusivamente dicha arma.

 

Los estudiantes asintieron y, al instante, arsenales de armas aparecieron como por arte de magia en sus manos. Rifles, garras, espadas, bazookas, hachas, pistolas, todo tipo de armamento de cerca, media y larga distancia.

 

En cuanto a Kareth, éste teletransportó dos espadas con una cadena que las unía. Sabía que aquellas espadas eran armas difíciles de usar. De hecho, ninguno de sus compañeros las había elegido, sin embargo, él se sentía bastante cómodo con ellas.

 

Por otro lado, Remi había optado por dos pistolas de doble cañón. En lo que a Weird respectaba, éste llevaba en sus manos una garra de gran tamaño, la cual dispuso en su mano derecha, lo que le daba un aspecto inquietante.

 

-Ahora que todos habéis elegido vuestras respectivas armas, os explicaré en qué consistirá la prueba: por todo vuestro sector hay escondidas veinte llaves simbólicas. Consiguiendo estas llaves y volviendo al punto de partida, es decir, este lugar, pasaréis. Como todos imaginaréis, siendo veinte llaves, es de suponer que sólo veinte de vosotros logren superarla, no obstante, se deberán formar parejas con el objetivo de conseguir la llave, lo que quiere decir que los seleccionados podrán ascender a cuarenta. Por supuesto, esto se hace con el fin de que demostréis compañerismo y coordinación entre vosotros. Además de ello habrá numerosas cámaras escondidas por todo el recinto, lo que servirá para juzgar vuestras capacidades y habilidades.

 

Tras el murmullo por parte de los alumnos, se hizo el silencio.

-Dicho esto, os pido a todos que os pongáis detrás de la línea -indicó mientras señalaba una gran línea que cruzaba de parte a parte y de manera horizontal la plataforma. Todos obedecieron.

 

-Oye, Kar… -se dispuso a decir Remi.

-Ni lo menciones.

-Vale.

-¡Todos listos! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Comenzad!

 

Una vez dada la orden, una oleada de jóvenes se abalanzó hacia su sector, dispuesta a conseguir las llaves.

 

Kareth y Remi corrieron uno al lado del otro. Cuando llegaron a uno de los patios, no tardaron en verse rodeados por otras parejas.

-Empezamos fuerte -se quejó Remi.

-Sabemos que tenéis fama de ser dos de los mejores en nuestro sector, pero si vamos tantos a por vosotros no os será tan fácil –dijo uno de sus atacantes.

-¿Quién ha dicho que vayamos a luchar contra todos? - respondió Kareth.

-¿Qué? –se sorprendió aquel que había sido respondido.

-Que yo sepa, el objetivo de dicha prueba es conseguir la llave, ¿no? Estamos más interesados en ello que en luchar.

-¡No nos subestimes!

 

Tomando este grito como señal, uno de ellos se lanzó a por Kareth, quien, girando sobre sí mismo, esquivó el golpe, realizando un corte limpio en la espalda del contrario, quien cayó al suelo, malherido.

 

Acto seguido, más de ellos imitaron a su compañero, la mayoría recibiendo varios tiros en brazos y piernas antes si quiera de alcanzarles, gracias a la puntería de Remi, y siendo cortados fácilmente por las espadas de Kareth aquellos pocos que lograban ir más allá.

-¡Vámonos! -propuso Remi al ver que la ofensiva continuaba- ¡Si nos entretenemos demasiado acabaremos sin llave!

 

Kareth asintió y ambos saltaron fuera del círculo que se había formado a su alrededor. Un salto lo suficientemente grande como para entrar por una de las ventanas del edificio donde se impartían clases teóricas, aterrizando en uno de los pasillos. Sabían bien que serían perseguidos, pero debido a que la ventana era más estrecha, el número de personas se reduciría.

-¡¿Estos buscan las llaves o matarnos a los dos?! -preguntó Remi mientras corría detrás de Kareth.

-Intentemos despistarlos -sugirió Kareth, introduciéndose por una puerta que llevaba hasta una de las clases. Por supuesto, Remi le siguió.

 

Cerraron la puerta al instante y esperaron un rato por si acaso entraban. Por suerte, eso no ocurrió.

-Bueno, parece que, por el momento, podemos respirar tranquilos.

-Quizás aquí encontremos algo -apuntó Remi, observando una clase parecida a la suya, puede que un poco más rectangular.

-Todo sea probar...

 

Se dividieron para buscar, mirando debajo de mesas y sillas, dentro de los cajones, detrás de adornos o tablones de anuncios, cerca de las ventanas, etc. sin encontrar ninguna llave o algo que se le pareciese.

-Mm… creo que no ha habido suerte -suspiró Kareth.

-¡Espera, Kar! ¡Mira esto! -exclamó Remi, llamando la atención de su amigo y señalando la pizarra. En ella había algo escrito: “Un haz de luz que simboliza la esperanza es el camino para encontrar lo que se esconde a nuestro alrededor”.

-¿Qué es esto? ¿Un acertijo? ¿Una pista? No nos dijeron nada sobre ello -se quejó Kareth.

-Puede que quisiesen que lo descubriésemos por nosotros mismos. Ya me imaginaba que no sería tan fácil –dijo Remi.

-No nos queda otra que descifrar esto.

-“Un haz de luz que simboliza la esperanza…”, ¿crees que tendrá un significado literal? -preguntó Remi.

-Bueno, estamos a la luz del día, ¿no?

-No sé, me suena demasiado simple.

-A veces lo simple resulta ser la respuesta correcta, pero la rechazamos porque desconfianza.

Kareth se acercó hacia la zona más iluminada de la clase.

-A primera vista no hay nada –dijo el joven.

-Déjame ver.

 

Dejando paso a Remi, éste último disparó con sus pistolas directamente al suelo de la sala. De repente, éste comenzó a agrietarse poco a poco hasta terminar siendo un amasijo de trozos de mármol.

-Sabes que mañana darán clase aquí, ¿verdad? –le advirtió Kareth.

-Pues que lo hubiesen pensado antes de poner acertijos.

 

Tras quitar las piezas de mármol y limpiar el polvo que habían generado, observaron una anilla debajo, la cual abría una pequeña trampilla.

-No sabía que existiese algo así debajo de esta clase –comentó Remi.

 

Entonces, abrió la trampilla, dejando ver una escalerilla que se introducía en la oscuridad y que decidieron utilizar para bajar hasta ella.

 

Una vez abajo, se mostró ante ellos una habitación poco iluminada, desprovista de muebles u objetos de decoración. Estaba totalmente vacía.

-Nada -murmuró Remi, justo antes de que la trampilla se cerrase, iluminándose por completo la habitación, cuyas paredes se blindaron de un material de aspecto bastante duro.

-¡¿Qué diablos ocurre?! –se alteró Remi.

Sin embargo, el suceso no tardó en finalizar, quedándose todo en silencio.

-Diría que hemos quedado atrapados -afirmó Kareth.

 

Echando un vistazo por toda la habitación, con el fin de encontrar una manera de salir, ambos se sentaron, cansados de disparar y cortar sin obtener resultado.

-¿Quién tuvo la idea de buscar lo simple? -se quejó Remi.

-¡Cállate!

 

En ese momento, Kareth estaba cavilando sobre el acertijo de antes. “Un haz de luz que simboliza la esperanza es el camino para encontrar lo que se esconde a nuestro alrededor…”. ¿Qué quería decir con eso?

-Oye, Remi.

-Dime.

-¿Y si con nuestro alrededor no se refería a la clase en concreto sino al sector en general?

-¿Que podría haber por esta zona que hiciese referencia a lo que pone en el acertijo?

-Luz… esperanza…

 

Ambos se quedaron callados durante unos instantes, hasta que Kareth tuvo una idea.

-¡El reloj de sol!

- ¡Qué?!

-¡¿Recuerdas el monumento situado detrás de este edificio?!

-¿Te refieres a ese tío que sujeta en una mano un reloj de sol y en la otra una pistola?

-¡Ese mismo!

-¿Qué ocurre con eso?

-¡Según la explicación que nos dieron sobre el significado de ese monumento, la pistola simbolizaba la lucha, continuar hacia delante sin rendirse, y el reloj…!

-…la esperanza, el paso del tiempo que cura las heridas.

-¡Exacto! ¡Son los símbolos de Yohei Gakko! ¡Seguir luchando sin rendirse y mantener la esperanza a lo largo del tiempo!

-Entonces, ¿una de las llaves se encuentra junto a ese reloj de sol?

-Eso explicaría la luz y la esperanza, pero no estoy seguro de lo del “camino”…

-¿Y si es hacia donde señala la hora? –sugirió Remi.

-Imposible, ésta cambia según avanza el día, además habrá momentos en los que ni siquiera habrá luz para señalarla.

-Cierto.

-En cualquier caso, ya tenemos una referencia. Salgamos de aquí antes de que perdamos esa llave.

-De acuerdo, pero, ¿cómo? –preguntó Remi.

-Mm… tiene que haber alguna forma de salir, alguna debilidad en estas paredes –dijo Kareth, cruzándose de brazos.

-Pero todo está blindado, no hay ningún hueco o resquicio sin cubrir.

 

Pensativo, Kareth observó de nuevo aquellas paredes.

-Si seguimos vivos es porque hay oxígeno, lo que quiere decir que no es totalmente hermético –dijo.

-Lo que quiere decir que hay un punto donde el blindaje no es tan fuerte, puede que incluso más de uno. Pero hemos golpeado toda la habitación y no se ha abierto ningún agujero.

-Bien, centrémonos entonces en el sonido del material. Según como sea la frecuencia, podremos saber si la capa que cubre esa zona es más gruesa o más fina. Cuando hayamos detectado algún punto donde la cantidad de material sea menor, lo atacaremos los dos a la vez. Tú utilizarás el segundo cañón de tus pistolas para debilitar lo máximo posible el material y yo lanzaré mi arma justo al centro de dicho punto. Así, quizás logremos abrir una pequeña grieta. Después de eso, el resto será pan comido.

-Me parece bien –contestó Remi.

-¿Podrás encargarte de ello? -preguntó Kareth.

-Déjamelo a mí

 

Tras esto. Remi empezó a golpear las paredes, escuchando con suma atención el sonido que hacia el material.

 

Mientras tanto, Kareth intentaba oír sonidos procedentes del exterior, por si alguien había llegado al mismo lugar que ellos.

 

Debido a que mediante el Radiar, las capacidades del individuo mejoraban, también era de esperar que lo hiciesen los sentidos.

-Kar, creo que he encontrado algo –informó Remi, tras buen rato golpeando.

-Bien, adelante.

 

Mientras Kareth se preparaba, arma en mano, Remi sacó ambas pistolas y cargó el segundo cañón, situado justo encima del primero.

-Allá voy.

 

Una gran cantidad de energía se concentró en ambas pistolas. Dicha energía era de origen eléctrico, suministrada a partir de una batería en el cargador del arma.

 

Una vez se hubo completado la carga, una potente bala de luz salió disparada, golpeando con gran potencia el punto encontrado por Remi. Justo en el momento del impacto, Kar lanzó su espada con la mayor fuerza que le permitió su brazo, ayudándose de un pequeño giro de la cadena que unía sus espadas.

 

Habiendo logrado que las dos armas impactasen contra la pared, y tras disiparse el humo provocado por la reciente explosión, pudieron observar como una pequeña grieta, generada a partir de la punta del filo de la espada de Kareth, que seguía clavada allí, se abría paso sobre el material.

-¡Conseguido! –exclamaron los dos, chocando sus manos.

 

El siguiente paso fue mucho más sencillo, consistiendo en incrementar el tamaño de la rotura.

 

Después de formar un agujero lo suficientemente grande como para que cupiesen sus cuerpos, lo atravesaron y salieron al exterior, consiguiendo la libertad.

-Buff… lo hemos dejado todo hecho un verdadero asco -comentó Kareth.

-Lo dicho, que no hubiesen puesto acertijos -replicó Remi, haciendo sonreír a su amigo.

-En fin, será mejor que corramos hacia el reloj de sol –sugirió Kareth.

-Estoy de acuerdo.

 

Sin que se dieran cuenta, alguien los observaba...

4: War College 4
War College 4

Por suerte, ambos llegaron donde se encontraba el monumento sin encontrarse con otros estudiantes.

 

Entonces, situándose frente a él, Remi echó un vistazo al reloj de sol, subiéndose posteriormente encima del brazo que lo sujetaba para observarlo más de cerca.

-¿Algo? -preguntó Kareth.

-No, aquí no parece estar…

Kar se mantuvo pensativo durante unos instantes. El camino, la luz, la esperanza… Fue en ese momento cuando se le encendió la bombilla.

-Oye, ¿con qué mano sostiene el reloj de sol? –preguntó a su amigo.

-Si no me equivoco, la derecha.

-¿Si no te equivocas? ¿No distingues la derecha de la izquierda?

-También podrías mirarlo tú –se quejó Remi, algo molesto.

-Como sea. Si es la derecha y el monumento está orientado al norte eso quiere decir que la llave podría situarse en la zona este.

 

Con esta imagen en mente, el chico caminó en dirección a las losas de piedra que cubrían el suelo de la escuela, situadas a la derecha del monumento. Tras observar la alineación entre la mano derecha y dichas losas, descubrió que había una de ellas que se encontraba en un punto bastante conveniente: a la derecha de la estatua y justo debajo del reloj de sol.

-Creo que lo tengo –sonrió triunfante.

 

Así pues, clavó una de sus armas en una de las rendijas laterales de la losa. Al contacto, notó que estaba suelta, por lo que no le costó trabajo levantarla y observar lo que había debajo de ella.

-Remi, la he encontrado.

 

Allí estaba, una pequeña llave dorada y brillante. El objetivo de la prueba.

 

Remi también sonrió.

-Genial. Por fin podremos largarnos de aquí.

-No contéis con ello.

 

Un golpe de origen desconocido lanzó por los aires a Kareth, quien dejó caer la llave, siendo recogida por los autores del ataque.

-¿Quién…? –comenzó a preguntar Kareth recuperando el equilibrio poco antes de aterrizar.

 

Delante de ellos se encontraba Weird, quien levantó en el aire la garra que utilizaba como arma. Su compañera era quien había cogido el preciado objeto.

 

Mientras tanto, Remi se reunió con su amigo, preparándose para una batalla inminente, apuntándoles con sus dos pistolas.

-Así que nos habéis estado siguiendo -señaló Kareth.

-Exactamente –respondió Weird con orgullo- . También es una manera de ganar al fin y al cabo.

-¿Acaso crees que lo tendrás fácil contra nosotros dos? –de nuevo, fue Kareth quien habló.

-No lo creo. Sé de sobra que tú y Remi sois de los más fuertes de Yohei Gakko, pero no he venido solo.

 

En ese momento, la compañera de Weird dio un paso adelante.

-Tara… -susurró Kareth, incómodo.

-Volvemos a vernos, Kar.

Ella era también una de las mejores guerreras de Yohei Gakko. Su nivel, según Kareth, era superior al de Remi. Se trataba de una chica alta y guapa aunque, en opinión de muchos, bastante masculina. Se podía observar en ella una larga melena de color rojizo recogida en una coleta que caía en espiral. Puesto que la característica clave de los guerreros armados era el movimiento, iba bastante ligera de ropa.

-Bueno, entonces os dejo solos, yo me tengo que marchar y entregar el premio. ¡Nos vemos!

 

Con un gesto de la mano, Weird se marchó de allí, camino a la meta.

-¡Remi, síguele! -indicó Kareth, a lo que su amigo asintió, disponiéndose a cumplirlo.

 

Por su parte, Tara intentó detenerlo, sin embargo se topó con Kareth, quien detuvo su avance.

-Tú lucharás contra mí -declaró el chico.

 

Transcurrieron unos segundos durante los cuales Tara y Kareth se mantuvieron de pie, el  uno frente al otro.

-Es una pena que estemos en bandos diferentes, podríamos haber formado un buen equipo –ironizó Tara.

-Lo sé, pero preferí hacer pareja con Remi.

La chica negó con la cabeza.

-Me temo que sufrirás las consecuencias de tu elección –dando por finalizada la conversación, sacó el arma que más solía utilizar: una lanza con dos filos, uno a cada extremo del mango. Esta acción puso a Kareth en guardia.

-No seré yo quien se arrepienta.

 

Mientras tanto, Remi continuaba con su persecución, disparando a su oponente cada vez que encontraba la ocasión. Por desgracia, sus tiros no hacían más que fallar.

-¡Mierda! ¡Maldito bicho escurridizo! –se quejó.

-Jeje, no te será fácil alcanzarme –se burló Weird mientras respondía lanzando los filos de su garra, los cuales se reponían tras cada disparo.

 

El contraataque de Weird tampoco consiguió acertar en su objetivo, pero sí retrasar su avance.

-Agh, como siga así no voy a alcanzarle. Tengo que pensar en algo…

-¡Vamos, Remi! ¡¿Qué te pasa?! ¡Creía que ibas a ser un contrincante mucho más digno, pero parece que lo único que sabes hacer es disparar al azar! -tras decir esto, Weird lanzó de nuevo varios filos, cogiendo a su adversario desprevenido de manera que dos de ellos se clavaron en su hombro.

-¡Ugh! –se quejó Remi, dolorido.

-¡Lo siento, pero no pienso perder más el tiempo! ¡Adiós!

 

De esa forma, la distancia entre él y Remi aumentó, mientras este último, habiéndose detenido sobre una de las terrazas de los edificios escolares, sacaba los filos de su hombro.

-Ah... -suspiró el tirador- No estoy en mi mejor momento.

 

Por otro lado, Kareth continuaba su particular combate contra Tara. Por el momento, lo único que podía hacer era sólo defenderse ante la tormenta de ataques que lanzaba la chica. Si seguía así, terminaría superándole.

-¡¿Qué te pasa?! ¡Sé que puedes hacerlo mejor! -dijo Tara a la vez que uno de sus golpes lograba impactar con mayor fuerza contra las espadas de Kareth, quien salió despedido hacia atrás, golpeándose su espalda contra la pared.

-¡Oh, dios! -prediciendo otro ataque, Kareth escapó justo antes de que la lanza atravesara su cabeza. Como consecuencia, la pared quedó totalmente destrozada-¡¿Acaso quieres matarme?! –aunque sonaba irónico viniendo de sí mismo, entre la subida de adrenalina y que trataba de mantener en secreto su particular caso, ni siquiera tenía tiempo para acordarse.

-Sólo quiero divertirme un poco –se burló la guerrera.

-Pues deberías buscarte otros hobbies.

-Ver esa expresión de terror en tu cara es el mejor de mis hobbies.

-¡¿Quién te ha enseñado a ser así?! -preguntó Kareth, frunciendo el ceño.

-¡Se acabó la charla! ¡Pelea!

-¡Ups!

 

Evadiendo de nuevo ataque, el combate volvió al mismo intercambio de antes, en el que la chica avasallaba al joven con su lanza sin permitir que él pudiese hacer otra cosa aparte de defenderse.

 

“Tengo que encontrar algún punto débil, ¿pero qué?”, pensó el joven. De repente, se le ocurrió una idea que quizás valiera la pena intentar. “Sin embargo para dirigirla hacia allí voy a tener que…”

 

Tras desviar de nuevo el filo de la lanza, su contrincante se detuvo, permitiéndole un pequeño descanso. Claramente, se estaba divirtiendo.

-Te veo agotado, Kar.

-Je, ¿con quien te crees que estás hablando?

-Oh, ¿todavía tienes fuerzas hacerte el chulito?

-Algo así, digamos que ya he descubierto la forma de ganarte.

-Me encantaría verlo –sonrió Tara, burlonamente.

-Adelante, ¿o es que tienes miedo de que sea verdad?

-Eres de lo más irritante –su sonrisa se borró al instante.

-Entonces, desahógate.

 

Sin más dilación, la chica continuó con su embestida, suponiendo que su adversario intentaría defenderse de nuevo. No obstante, se sorprendió al ver que éste recibió el metal en su pecho, pese a no lograr desconcentrarla, ya que, tras sacar el arma de la carne de Kareth, se dispuso a continuar con su ataque.

-¿Esa era tu gran estrategia? ¿Ponerte en peor desventaja? –se extraño la guerrera.

 

Lo que no sabía, es que ya había caído en la trapa de Kareth, quien, tanteando a su espalda con la mano izquierda, mientras se defendía como podía con la derecha, dio con lo que buscaba.

-¿Sabes, Tara? Hay cosas en Yohei Gakko que son intocables. No me digas que te has olvidado de una de las más importantes.

 

Haciéndose a un lado, el guerrero dejó al descubierto el monumento. Había aprovechado el momento en el que su pecho había sido atravesado para dirigir el arma de ella hacia la estatua.

-¡No! -consiguiendo desviarla en el último momento, Tara logró clavar la lanza en el suelo, lo que permitió a Kareth situarse detrás de ella.

-¡Se acabó! -mediante un corte horizontal dirigido a la chica y otro vertical dirigido a la lanza, Kareth logró herir la primera y destruir a la segunda, sentenciando el combate.

 

Mientras tanto, Weird continuaba su camino hacia la meta, sin ningún obstáculo por delante.

-¡Esto ya está ganado! –exclamó triunfante.

 

A considerable distancia de él, Remi cargaba el segundo cañón de sus pistolas.

-Hacía tiempo que no me ponía serio. Espero no haber perdido práctica.

Apuntando al frente, Remi cerró un ojo.

-¿Sabes, Weird? No es que haya llegado a ser conocido por mi velocidad persiguiendo a mis presas, pero eso no significa que se me dé mal cazarlas.

 

Cuando el segundo cañón se hubo cargado al máximo, disparó, recorriendo la bala, en un instantes, el trayecto que le separaba de Weird.

-¿Qué ruido es é...? –al intentar girarse hacia el zumbido que producía el objeto, Weird recibió de lleno el impacto, destruyéndose su arma y dejándole inconsciente en el suelo.

 

Al cabo de un rato, Remi y Kareth se reunieron en la meta, donde el primero ya había depositado la llave en su lugar correspondiente, permitiéndoles superar la prueba. Sonrientes, chocaron sus manos.

-¡Buen trabajo! -exclamaron ambos.

5: War College 5
War College 5

La prueba había terminado. Los participantes continuaron llegando uno tras otro a la meta y tomaron la misma posición desde la que habían partido.

 

Poco después, aparecieron frente a ellos el director y el mandamás de Comhairle.

-Buen trabajo a todos. Dentro de poco saldrán los resultados. Tened en cuenta, aquellos que no hayáis conseguido una llave, que vuestras habilidades serán valoradas mediante las cámaras que os han grabado durante todo el evento, dándoos la posibilidad de aprobar. Asimismo, aunque rara vez ha sucedido, aquellos que hayáis conseguido llaves podréis ser degradados si las grabaciones demuestran que las conseguisteis de maneras poco adecuadas o sin demostrar ninguna capacidad –advirtió el director.

Se produjo un murmullo entre los estudiantes. Algunos mostrándose molestos.

-Descansad un rato hasta entonces.

 

-Parece que incluso habiendo conseguido las llaves podríamos ser eliminados -comentó Remi, sentado en el suelo de la plataforma desde la que habían comenzado la prueba.

-Hombre, yo creo que lo hemos hecho bastante bien, ¿no? Tengo confianza en mis habilidades –declaró Kareth.

-Yo también. Pero, ya sabes, seguramente hayan grabado lo ocurrido en aquella clase. Dejarse atrapar de manera tan simple podría suponer el suspenso.

-No le des más vueltas. Al final, hemos dado con la solución. Y por nuestros propios medios. Además, hemos demostrado que, pese quedar atrapados, podemos apañárnoslas para escapar.

-Mm… Supongo que tienes razón.

 

No pasó mucho tiempo hasta que llegaron los instructores de su sector, acompañados del director, el mandamás de Comhairle y sus guardaespaldas. Kareth pudo ver a Sarah situada a su derecha.

-Muy bien -quien se disponía a dar los resultados era el mandamás-. Los aprobados han sido treinta y cinco personas.

“Menos de cuarenta. Eso significa que ha habido bajas entre aquellos que han conseguido llaves”, pensó Kareth, observando al director. “Menos mal que era algo inusual”, el chico sonrió irónicamente.

 

-Los nombres de los aprobados son los siguientes…

Conforme fueron nombrando a los alumnos, estos dieron saltos de alegría, mostraron signos de alivio, o levantaron el brazo en señal de victoria. Kareth y Remi todavía seguían expectantes, ya que todavía no habían dicho sus nombres.

-Mierda, ¿a que al final suspendemos?

-¡Remi! ¡No seas gafe que te la ganas! –exclamó Kareth.

-…nº 63 Merkah, nº 14 Lana, nº 19 Kareth, nº 32 Remiem…

-¡Sí! -exclamaron Kareth y Remi.

Al escuchar sus gritos, los alumnos más cercanos se giraron hacia ellos.

-Ah, lo siento -se disculpó Kareth, agachando ligeramente la cabeza.

-…nº 70 Weird, nº 44 Tara…

-¡Oh! Parece que ellos dos también lo han conseguido. Puede que su capacidad para el espionaje también haya sido tenida en cuenta –comentó Remi

-Tampoco sabemos lo que han hecho antes de seguirnos. Pero bueno, de Tara no me extraña. Es bastante buena -sentenció Kareth.

 

Una vez se hubo terminado de leer la lista, se pudo observar el contraste de la alegría de aquellos que habían aprobado con la pena y frustración de los que habían suspendido.

-Enhorabuena a los aprobados. A partir de mañana se os podrá empezarán a encomendar misiones, pero esta noche, espero que disfrutéis de la fiesta de graduación. Espero veros por allí –dijo el director.

 

Así pues, llegó la noche. Kareth, Remi y otros muchos estudiantes, se encontraban en el recinto en el que se celebraba la fiesta de graduación, que no era otro que el establecimiento donde trabajaba Nara. Los dos jóvenes se hallaban sentados junto a una de las mesas, al fondo. En ese momento, un chico se acercó y se sentó junto a ellos.

-Y aquí está el tío de la garra -se mofó Remi.

-Vamos, vamos, no estaréis cabreados, ¿verdad? –dijo Weird.

-No exactamente... –Remi lo miró fijamente.

-¡¿Qué quieres decir con eso?!

-Tranquilo, Weird. No estamos enfadados. En la guerra todo vale, y vuestra estrategia fue bastante ingeniosa. No conseguimos darnos cuenta de que nos seguíais.

-Ahora no te pongas a halagarlo –se quejó Remi.

-A estas alturas, no es como que importe mucho. Al fin y al cabo, todos hemos superado la prueba –dijo Kareth.

-Supongo que tienes razón –contestó Remi.

-Por cierto, ¿dónde está Tara? -preguntó Kareth.

-Pues no lo sé. No es que seamos demasiado cercanos. Se unió a mí porque estaba interesada en enfrentarse a ti.

-Ya veo -entonces Kareth observó a una chica alejada de la multitud, cruzada de brazos y apoyada en la pared de la cafetería. En sus manos, sostenía un vaso lleno de algún tipo de refresco-. Si me disculpáis -Kareth se levantó de su asiento.

-¿Vas al baño? -preguntó Remi.

-No, me apetece hablar con viejos rivales.

 

Tras esto, se dirigió hacia donde se encontraba aquella chica.

-¿Qué hay, Tara? –preguntó, alzando la mano en señal de saludo.

-Ah, eres tú -parecía un poco molesta.

-Cualquiera diría que no estás disfrutando mucho de la fiesta, pese a haber conseguido pasar la prueba.

-Mm, ¿a ti qué te importa?

-¿Es porque te he vencido?

La chica desvió la mirada. Claramente, era por eso.

-Era obvio que no lo conseguirías –al escucharle, la chica lo miró con ira contenida-. Está bastante claro que yo soy más fuerte. Rapidez, destreza... te gano en todo. Era imposible que me vencieses.

-¡¿Pero quien te has creído que eres?! –saltó de repente Tara- ¡Prepárate! ¡La próxima que nos veamos te derrotaré y te cerraré la bocaza!

Poniéndose roja, Tara se marchó. Mientras tanto, Kareth la estuvo observando hasta perderla de vista.

-Lo estaré esperando. Siempre es un placer pelear contra ti –murmuró.

 

Cuando se disponía a volver con Remi, se encontró con otra persona conocida.

-K-Kar.

-¡Oh! ¡N-Nara! Eres tú.

En ese momento, no estaba trabajando, ya que se había tomado el día libre, por lo que, en lugar del uniforme de camarera que solía llevar, iba vestida mucho más formal para la ocasión.

-Te queda bastante bien -sonrió el chico.

-G-gracias -ella se ruborizó.

-¿Te invito a algo? -preguntó Kareth.

-¿Eh? ¿Qué?

El chico suspiró. Conocía a Nara desde hacía el mismo tiempo que Remi. Siempre había sido una chica un poco tímida y torpe. Aunque, sobre todo, delante de él.

-Vamos, ven –dijo el chico mientras le pedía que se acercase con un gesto de la mano.

 

Tras comprar un par de bebidas, ambos salieron a un pequeño patio que había en la parte de atrás. Era una de las cosas que el chico apreciaba de esa cafetería, y es que había de todo.

 

Así pues, se sentaron alrededor de una pequeña mesa. Desde ahí, las estrellas podían verse bastante bien.

-¡Uah! –se sorprendió la chica al observar el cielo.

-Increíble, ¿eh? –dijo Kareth.

-No recuerdo haber visto un cielo así en Yohei Gakko.

-¿Y antes de venir aquí?

-Mm… lo cierto es que recuerdo muy poco de lo que ocurrió antes de que me mudara con mi tío –comentó, pensativa-. Pero sí. Tengo uno de cuando vivía con mis padres. Y es el más preciado de todos los que tengo con ellos.

 

Una noche, después de cenar, mi madre dijo que tenía que enseñarme algo. Cogida de su mano, subimos las escaleras hasta llegar a una pequeña trampilla que llevaba a la terraza. Un pequeño rincón construido por mi padre. No era gran cosa, pero lo recuerdo como un lugar que me relajaba mucho

 

Aquel día, el cielo era como el de esta noche. Algo de ensueño. Sentada sobre sus piernas, mi madre me enseñó cada una de las constelaciones. Luego, mi padre se unió a nosotras, y empezó a contarnos maravillosas historias de lejanos planetas y estrellas perdidas. Aquello me encantaba. Creía en esas historias, e imaginaba que estaba en cada una mientras observaba el cielo. Jamás podré olvidar ese día… -de repente, su voz se quebró.

-Fue entonces cuando ocurrió todo, ¿verdad? –preguntó Kareth.

Ella asintió.

-El recuerdo más feliz con mis padres. Y también el más triste –dijo Nara, continuando con su historia-. Me había quedado dormida sobre el regazo de mi madre cuando me despertó el ruido de una explosión.

 

Abrí los ojos y pude ver el rostro de ella, aterrorizada. Sentí como me abrazaba con fuerza. Entonces, mi padre le hizo un gesto que no llegué a entender en ese momento: quería que mi madre y yo huyésemos, dejándole atrás. Ella se negó.

 

No recuerdo exactamente que pasó después. Lo siguiente que me viene a la cabeza es haber dejado mi casa junto a mi madre. Mi hogar estaba en llamas, y ella lloraba. Probablemente, mi padre había muerto entre las llamas.

 

Miré al cielo. Ya no estaba estrellado, sino que había sido totalmente cubierto por el humo de muchas casas ardiendo, un humo que llevaba consigo gritos de muerte y miseria, formando nubes negras a través de las que pude ver aviones de combate y hombres a los que les habían inyectado Radiar. Tantísimas personas pelando entre sí.

 

Los civiles no importaban. Sólo su ambición por conseguir el elemento que les haría más poderosos.

 

Mientras corríamos, se produjo otra explosión muy cerca de nosotras. Las dos salimos despedidas por los aires, pero ella me protegió. Me abrazó y cubrió con su cuerpo, golpeándose fuertemente su espalda contra una pared y casi perdiendo la consciencia. Yo la llamaba desesperadamente, pero estaba como desorientada, y daba la sensación de que apenas me oía.

 

Entonces, me miró fijamente a los ojos, puso su mano sobre mi mejilla y me dijo, casi susurrando, que debía sobrevivir, que escapase de allí yo sola.

 

Grité. Quería quedarme junto a ella. No quería abandonarla, por mucho que me insistiese en que no lo hiciese.

 

Poco después, apareció mi tío. Al principió, intentó reanimarla, pero se dio cuenta de que una tropa de soldados se acercaba a nosotros, por lo que, sin muchas más opciones, intentó cargar con ella. Sin embargo, mi madre se negó. Pese a que mi tío la regañó, ella siguió insistiendo en que la dejase atrás. Y cuando él se disponía a desobedecerla, dijo algo que le hizo callar.

 

Cuando quise darme cuenta, mi tío me había cogido en brazos y se alejaba rápidamente de ella. Llorando, alargué la mano hacia mi madre, mientras aquel grupo de soldados la rodeaba, sin dejarme volver a verla....

 

Kareth escuchó su historia atentamente. Era increíble que la guerra hubiese durado tantísimo tiempo.

 

Destruyó y seguía destruyendo muchos hogares, pequeños pueblos y todo lo que se ponía por medio. Debido a ello, muchas personas intentaban buscar lugares seguros donde empezar de nuevo, generalmente en los que los recursos todavía no se hubiesen utilizado para la batalla y pudiesen aprovecharse. Algunos afortunados conseguían encontrar refugio en Yohei Gakko, pero otros con menos suerte, acababan siendo capturados por uno de los bandos que luchaban en la guerra, probablemente siendo utilizados para trabajos forzados en pos de su causa, o como experimentos con el Radiar.

 

Actualmente, había tres bandos, también llamados las tres potencias mundiales: la Unión Imber, que ocupaba las tierras del norte. Era el más discreto y estratégico de los tres bandos aunque con el poder militar más bajo. Presentaba batalla en momentos puntuales y basaba la mayor parte de su fuerza en defenderse de asedios y robar el Radiar a los otros bandos. Probablemente el espionaje también era uno de sus puntos fuertes.

 

Las tierras del oeste estaban ocupadas por la Facción Nix, cuyo poder militar era impresionante, basado en  maquinaria pesada y tecnología avanzada. Probablemente, su tecnología militar era similar a la de Yohei Gakko del manejo de las armas, sin embargo, necesitaban una gran cantidad de recursos, teniendo que recurrir a sus propios inventos para lograrlos, tras haber gastado gran parte de los más accesibles en su territorio.

 

Por último, el Imperio Salve, que dominaba el este y el sur. El bando que, por el momento, llevaba la ventaja, ya que poseía una gran cantidad de Radiar, y mayor numero de personas que incluir en las filas de su ejército. Aparte de estos tres bandos, estaba Comhairle, en el que se encontraba él…

 

-¿Kareth? ¿Estás bien? -preguntó Nara, algo preocupada al verlo tan callado.

-¿Eh? S-sí, sólo estaba algo distraído ¿Cómo estás tú? Quiero decir. Recordar todo eso debe de haber sido duro –indicó.

Ella sonrió.

-No te preocupes. Ocurrió hace ya mucho tiempo.

 

Su reacción despertó en el joven un sentimiento de tristeza que se hizo visible en su expresión.

-Ahora vivo con vosotros. Con Remi y contigo. Y tengo a mi tío, quien ha cuidado siempre de mí.

-Nara…

-¿Eh? –se extrañó la chica al escuchar la voz ligeramente apagada de su amigo.

-Te prometo que acabaré con esta guerra y crearé un nuevo futuro. Un nuevo mundo –expresó con decisión- Te lo prometo.

 

Se hizo el silencio. Momento en el que Nara cerró los ojos y asintió, poniendo sus manos junto a las de él.

-Confío en ti –dijo sonriente-. Estoy segura de que lo conseguirás, Kar.

-¡Veo que os lo estáis pasando bien sin mí!

 

Ambos se alteraron al escuchar aquella voz, alejándose instintivamente el uno del otro. Desviando la vista hacia el foco, descubrieron a Remi viniendo hacia ellos.

-Ah, Eres tú - dijo Kareth.

-Pareces decepcionado –su amigo frunció el ceño.

-No, es sólo que me has sorprendido.

-Pues te aconsejo que no desvíes la mirada mientras lo dices. Suena a mentirijillas. -contestó Remi rascándose la nuca-. En fin, no importa. Os invito a algo, ¿venís?

-Claro -aceptó Nara-. ¿Kar?

-Ahora iré –dijo, fijando la vista en el tejado de la cafetería.

-De acuerdo, te esperamos dentro. Si tardas mucho me beberé lo tuyo –bromeó Remi.

-¡Ni se te ocurra!

-Eso dependerá de ti.

Entre risas, sus dos amigos se marcharon del patio, dejándole solo.

 

 

-No tengas miedo. Son buenas personas -indicó tras asegurarse de que no había nadie además de él.

Aterrizando en el suelo del patio, la figura de alguien se situó frente a él.

-No quería molestar.

-No lo hubieses hecho.

-Cualquiera lo diría viéndoos a esa chica y a ti.

Kareth se ruborizó un poco. En ese momento, Sarah caminó hacia él y se sentó en la silla que anteriormente había sido ocupada por Nara.

-Buen trabajo –le felicitó ella.

-¿Lo dices por la prueba?

La joven asintió.

-Bah, fue fácil.

-He visto las grabaciones. No me pareció que lo vieses así.

-¡Ugh! ¡Mierda! Yo que quería quedar bien.

-En cualquier caso, tú y tu amigo lo hicisteis bastante bien. Yami parecía interesado en vosotros.

-¿Yami?

-Oh, cierto, es aquel al que vosotros llamáis “mandamás de Comhairle”, o algo parecido.

-Ya veo. Ahora que lo pienso es cierto, nunca pregunté por su nombre. ¿En serio le hemos causado buena impresión?

-Eso parece.

-Qué interesante. Oye, por cierto, ¿qué te trae por aquí?

-Nada, sólo quería felicitarte. Debo volver enseguida con Yami.

-No me digas que te has escaqueado del trabajo sólo para venir hasta aquí.

-Tranquilo, lo tengo todo controlado, soy una profesional. Además, no creo que me digan nada.

Kareth resopló.

-En fin -la chica se levantó de la silla-. Me alegro de verte. Quizás volvamos a hacerlo pronto. Ya sabes, puede que coincidamos en alguna misión.

-Lo esperaré con ganas.

Ella sonrió y saltó hacia el tejado, perdiéndose de vista.

 

La fiesta terminó y sólo quedaron los tres amigos. Remi y Kareth estaban ayudando a Nara a limpiar la cafetería.

-No sé porque tenemos que hacer esto -se quejó Remi.

-Porque estamos ayudando a Nara -contestó Kareth con simpleza, recogiendo algunos vasos de encima de la mesa.

-¿Y ella por qué está trabajando si libra hoy?

-Eso mismo me pregunto yo –esta vez coincidió con su amigo.

-No puedo dejar la cafetería así -intentó defenderse Nara.

-Y nos arrastras a nosotros contigo, ¿eh? -volvió a quejarse Remi.

-L-lo siento… -la joven se tapó la cara con las manos, sollozando.

-¡Debería darte vergüenza! ¡La has hecho llorar! –le regañó Kareth.

-¡No! ¡Espera! ¡Yo no pretendía...! ¡Limpiaré tanto como pueda! –de repente empezó a trabajar más rápido.

-¡Gracias! –quitándose las manos de la cara, la chica mostró un rostro libre de lágrimas. Lo que dejó descolocado a Remi.

-Hay que ver. Tantos años y todavía te dejas engañar por ella –se burló Kareth.

-¡Serás…!

Remi corrió detrás de la chica mientras ella escapaba, riendo y sacándole la lengua para cabrearle aún más. Por su parte, Kareth los observaba con una mano en el estómago, del dolor que le producían sus propias carcajadas.

 

-Bueno. Ya está -el tío de Nara, dueño de la cafetería, cerró el establecimiento-. Gracias por vuestra ayuda, chicos.

-No hay de qué -contestaron los tres amigos al unísono.

-Y Nara. No tenías por qué quedarte a limpiar. Hoy que tenías el día libre para aprovecharlo… -el tío desvió ligeramente la mirada hacia Kareth.

 

Ella pareció entender a lo que se refería, pues, avergonzada, bajó la cabeza y jugueteó con su ropa.

-En fin. Es tarde y tenemos que volver a los dormitorios. Nos vemos mañana, Nara. Hasta la próxima,  Seigari.

-Nos vemos, chicos -contestó el hombre.

Nara hizo una reverencia y un gesto con la mano a modo de despedida. Parecía contenta.

 

-Bueno. Otro día que termina -dijo Remi mientras los dos amigos caminaban rumbo al puente mayor que separaba la zona de ocio de la escuela.

-¿Te das cuenta de que puede que esta sea de las últimas veces que podamos disfrutar de este tipo de paseos? –preguntó Kareth.

-Sí. Pero, la verdad, no estoy nada nervioso con esto de salir al exterior.

-Bueno, técnicamente nosotros ya hemos visto el exterior, ¿no?

-Otra cosa es que nos acordemos…

-Sea lo que sea a lo que nos enfrentemos, debemos seguir adelante, Kar.

-Lo sé. Puedes estar tranquilo, no dejaré que me maten.

-Hombre, para eso me tendrás a mí. Para cubrirte las espaldas.

-Es posible que nos envíen a misiones diferentes. ¿Qué te hace estar tan seguro de que nos tocará juntos?

-Llámalo corazonada. Donde vaya el uno irá el otro. Eso, y que se pueden formar grupos para las misiones -Remi rió.

-Idiota… -sin embargo, lo que dijo le reconfortó.

-Bueno, ¿qué más da ahora eso? Será mejor que estemos preparados para lo que está por llegar.

 

Kareth observó el cielo estrellado. Sabía que su vida iba a cambiar y que los días que había vivido hasta ahora quedarían en el recuerdo, pero, en ese instante, no tenía ni idea de lo que el futuro había reservado para él.

6: War College 6
War College 6

“El chico se situó frente al lugar en el que se encontraba ella. Era una celda vieja y descuidada. Perfecto lugar para un asesino. Kareth la observó melancólicamente. Sentada sobre un banco medio roído se encontraba la chica de pelo azulado. Ella levantó la mirada y la fijó en la suya. Sus ojos estaban cubiertos de lágrimas.

- Kareth…

- ¿Por qué…? ¿Por qué lo hiciste?”

 

El despertador sonó de nuevo como cada mañana, provocando el refunfuño por parte de Kareth. Sin embargo, hoy era un día especial y no iba a sentirse hundido por la alarma de un simple objeto como aquel.

Sin demorarse más de lo necesario, el chico se levantó de la cama y, respirando profundamente el aire de su habitación, se preparó para su primer día como trabajador.

 

Al salir por la puerta de la habitación se encontró con Remi, quien parecía todavía estar todavía medio dormido.

- ¿Una mala noche? - preguntó Kareth mientras cerraba con llave.

- Puff, apenas he podido dormir…

- ¿No dijiste que no estabas nervioso?

- Sé lo que dije, no hace falta que me mires de esa forma.

- En fin, será mejor que vayamos al centro de trabajo.

 

Emprendiendo camino llegaron a su destino. El denominado centro de trabajo era el lugar donde se apuntaban los nombres, identificaciones y se enviaban los expedientes de aquellos que habían empezado a formar parte de las misiones con el fin de buscarles una adecuada para su realización.

 

Las misiones podían basarse tanto en la búsqueda de información sobre los planes de los tres bandos como en la infiltración dentro de uno de ellos para destruirlos poco a poco desde dentro, ya fuera mediante el robo de recursos o asesinato de sus miembros más destacados.

En resumen, en ningún momento se pretendía una guerra directa, sino más bien una degradación de los ejércitos de manera que estos se vieran en malas condiciones para continuar con aquella estupidez. No obstante no era así en todas las escuelas. En las otras dos entidades de Yohei Gakko los alumnos tenían misiones diferentes ya que sus capacidades no eran las mismas que las de los guerreros armados.

 

- Bien, díganme sus nombres completos, por favor.

- Kareth.

- Remiem.

Sin mostrarse extrañada, la mujer tecleó nuestros nombres en el ordenador. Era de esperar, al fin y al cabo nuestros verdaderos nombres habían quedado atrás en el momento en el que decidimos meternos en la escuela, de manera que se nos daban otros. No era difícil observar la falta de apellidos.

- Qué raro te queda lo de Remiem.

- Eso es porque has pillado la costumbre de llamarme Remi.

- Es mucho más corto y más fácil de pronunciar.

- Al igual que Kar.

- Cierto. Vosotros también os habéis acostumbrado a abreviar mi nombre

- Muéstrenme su certificado.

Ambos enseñaron un distintivo que les permitía demostrar el hecho de que ya podían presentarse para las misiones.

- Bien. Pasaos aquí esta tarde y se os será asignado vuestro primer trabajo.

Los dos asintieron y se marcharon de allí.

 

- El mundo exterior…

- Dicen que no es un lugar muy bonito. Que el cielo es aún más oscuro y las tierras son yermas y desérticas…

Kareth y Remi caminaban sobre la acera de la zona de ocio.

- Bueno, aquí dentro el cielo suele verse mejor, ¿no crees? - comentó Kar.

-Sí…pero quizás sea que Yohei Gakko está situada en una de las mejores zonas a las cuales ha llegado una menor cantidad de contaminación producida por la guerra – respondió Remi avistando el cielo.

- Es raro que durante una guerra de quinientos años de duración no se haya contaminado totalmente esta zona…

- Bueno, ten en cuenta que la tecnología ha tenido que ser desarrollada en esta escuela. Puede que eso haya permitido mantener la zona más protegida. Creo que en las otras escuelas no ocurre de la misma forma pero imagino que tendrán sus propios métodos.

- ¿Sabes lo que pasa en las otras Yohei Gakko?

- Suelo informarme de vez en cuando. Pero no se mucho más de lo que sabrás tú.

- Sólo sé que a los de la escuela de manejo del medio son denominados semidioses y que necesitan un mayor control. Ah, y que los de manejo del poder espiritual son llamados nigromantes. Eso es todo lo que te puedo decir.

- Bueno, puedo decirte ha habido altercados en la Yohei Gakko de los semidioses.

- ¿Altercados?

- Sí, al parecer una chica se descontroló y se cargó algunas instalaciones hasta que finalmente lograron volver a controlarla.

- Vaya, eso es peligroso. ¿Acaso los semidioses no se caracterizan por tener un poder inmenso que supera con creces al resto de alumnos de otras escuelas?

- Sí. Es por eso que deben de tener mucho autocontrol, de lo contrario pueden pasar cosas así o incluso mucho peores.

 

Los amigos se dirigieron a la cafetería de Nara. Nunca era mal momento para tomar algo mientras esperaban.

 -Buenas - saludó Kareth sonando tras de sí la campanilla de la puerta, la cual indicaba la entrada de los clientes.

- Bienvenidos - una chica vestida de camarera los saludaba con una agradable sonrisa -. ¿Vais a tomar lo de siempre?

- Sí, por favor.

Acto seguido se sentaron en una mesa que había junto a una pantalla como el de las antiguas televisiones el cual emitía constantemente noticias acontecidas en aquel lugar.

 

Tras muchos años de guerra, objetos como la televisión ya no tenían apenas uso. No cabía decir que se volvió demasiado peligroso el informar sobre los acontecimientos y cosas como series o películas fueron cortadas y dejaron de ser un entretenimiento. Por tanto, aquella pantalla únicamente servía para informar sobre hechos que tenían lugar en Yohei Gakko o información de la situación de la guerra llegada de la mano de algunos de nuestros compañeros.

Como noticia actual podíamos ver la superación por nuestra parte de la prueba además de arrestos realizados por Karma, nuevas tecnologías, predicciones temporales, etc.

- Mira, ponen la lista de los aprobados - indicó Remi señalando a la pantalla.

- Nada que no sepamos, ¿acaso no mirábamos las de los demás cuando todavía éramos estudiantes?

- Jo…me hacía ilusión ver mi nombre ahí…aguafiestas…

- Como quieras, no he dicho nada.

De repente la pantalla cambió para dar lugar a una noticia urgente. Imágenes procedentes del hotel en el cual se hospedaba el mandamás de Comhairle podían verse mientras la voz de un narrador anunciaba lo siguiente:

- Esta madrugada, aproximadamente a las cinco, se ha descubierto el cadáver de uno de los miembros más importantes de Comhairle en la habitación en la cual pasaba la noche…

Los presentes se quedaron mudos ante lo sucedido, dejando que el narrador continuara con la noticia.

- …Karma, organización encargada del orden en Yohei Gakko, junto con los guardaespaldas del señor Yaminari Darker han descubierto a la culpable de tal atrocidad, la cual ha sido arrestada y llevada a la prisión a espera de sentencia.

Kareth se levantó de la mesa, asustando a la pobre Nara que llegaba para servirles los pedidos.

- No puede ser…

En las imágenes se podía observar a los miembros de Karma llevar arrestada a una chica de pelo azulado que no era otra que Sarah, quien, sin oponer resistencia y con la cabeza agachada, se dejaba llevar. El narrador continuaba…

- …Según cuentan los guardaespaldas del señor Darker, escucharon un grito procedente de la habitación en la que se hospedaba. Al llegar al lugar de la escena del crimen, encontraron a la chica atravesando el corazón del hombre. Poco después de hacer esto, simplemente se quedó de pie con la mirada perdida y sin oponer resistencia al arresto. Se sabe que la chica era una de los guardaespaldas del señor Darker, cosa que explicaría por qué…

No necesitaba oír más. Kareth salió corriendo de la cafetería.

- ¡Espera, Kar!

Ignorando la voz de Remi, el chico corrió directamente hacia la prisión.

 

Kareth llegó hasta el edificio donde al parecer Karma ya había hecho su trabajo y había encerrado a la asesina. Fue entonces cuando vio a Lethos.

- ¡Eh!

- ¡Kar! ¡¿Qué estás haciendo aquí?!

- Acabo de ver las noticias…

- Entonces ya te has enterado…es increíble que alguien haya cometido tal atrocidad…

- La chica…

- No te preocupes. Se encuentra en una de las zonas de máxima seguridad...

- No es eso…

- ¿E-entonces?

- Necesito hablar con ella…

Lethos frunció el ceño.

- ¿Qué diablos estás diciendo? ¿Te das cuenta de lo que ha hecho esa chica? ¿Por qué querrías hablar tú con ella?

- …verás…conozco a esa chica y me cuesta asimilar que alguien como ella hay podido hacer algo así…

- Pues ya ves que lo ha hecho. Kar, no necesitas más confirmaciones. Ni tú ni nadie. La chica fue pillada con las manos en la masa. La encontraron atravesando el corazón del señor Darker. En el acto, Kar. No hay más que decir excepto dictar sentencia. E imagino que ya sabes la sentencia que le espera.

Claro que se la imaginaba, probablemente no duraría más de tres días con vida…

Kareth respiró profundamente.

- En cualquier caso, necesito hablar con ella. Sólo para comprender la situación. Por favor, Lethos.

El jefe de Karma miró de soslayo a Kareth. Tras esto se llevó una mano a la frente.

- Bien, supongo que te lo debo por las veces que nos has ayudado…yo mismo te acompañaré a la celda...

 

Siguiendo los pasos de Lethos, Kareth se adentró en los sótanos de la prisión. Sólo había estado dos veces en la prisión pero nunca había bajado hasta allí. No obstante, podía observarse la seguridad de la que se alardeaba: cuatro puertas seguidas de acero reforzado, probablemente resistentes a cualquier elemento, arma, o lo que sea que se pretendiera usar para poder escapar, por no hablar de las cámaras y armas de defensa, todo controlado por el edificio central o centro de control.

 

El jefe de Karma abrió las puertas utilizando una tarjeta especial. Probablemente poca gente además de él tendría algo así.

Después de bajar una serie más de escaleras, llegaron a una zona donde se podían observar celdas en mal estado. El número era bastante reducido, por lo que se podía presuponer que poca gente era encerrada en aquella zona. Seguramente, sólo aquéllos que habían cometido graves delitos como el de ella…

- Siéntete orgullosa, perra. Tienes visita - Lethos la miraba con asco.

El chico se situó frente al lugar en el que ella se encontraba. Era una celda vieja y descuidada. Perfecto lugar para un asesino. Kareth la observó melancólicamente. Sentada sobre un banco medio roído por las termitas se encontraba la chica de pelo azulado. Ella levantó la mirada y la fijó en la suya. Sus ojos estaban cubiertos de lágrimas.

- Kareth…

- ¿Por qué…? ¿Por qué lo hiciste?

7: War College 7
War College 7

Se hizo el silencio en la prisión.

-¡Te ha hecho una pregunta, perra! –gritó Lethos, irritado por la actitud de la chica.

-Lethos, por favor, ¿podrías dejarnos a solas? –pidió Kareth.

-¿Kareth?

El líder de Karma, sorprendido, observó al joven guerrero, quien el devolvió la mirada sin decir nada.

-De acuerdo. No tardes mucho –respondió Lethos, sintiéndose algo intranquilo.

-Descuida.

Así pues, echando un último vistazo atrás, abandonó la sala.

 

-Estás horrible –dijo Kareth, intentando destensar el ambiente.

Ella se mantuvo en silencio, continuando con la cabeza agachada al igual que cuando la habían arrestado.

 

En ese momento, Kareth recordó la primera vez que la vio. Su elegante figura había sido sustituida por una mala imitación.

-Por favor, contéstame. ¿Por qué lo hiciste? –preguntó de nuevo el joven.

Sarah levantó de nuevo la cabeza, sin embargo tardó poco en bajarla. La única diferencia fue que esa vez se atrevió a hablar.

-¿Nunca has tenido una sensación como que todo va muy deprisa a tu alrededor? –preguntó de repente, lo que dejó extrañado al chico.

-No que yo recuerde. ¿Por qué lo preguntas?

-Cuando ocurrió todo, estaba junto a él. Como tantas otras veces, quería saber cómo me había ido el día. Además, parecía que tener algo importante que decirme.

 

¿Por qué iba a querer alguien tan importante dentro de Comhairle como él saber sobre el estado de su guardaespaldas? Es más, acababa de decir “como tantas otras veces”. ¿Significaba que no era la primera vez que se lo preguntaba? ¿Y sólo a ella? ¿Quién era esa chica? Aquella conversación no dejaba de confundir a Kareth, quien siguió escuchando su historia.

-Todo empezó a dar vueltas a mi alrededor, el sonido del ambiente se aceleró, incluso el habla de Yami...

 

Ni siquiera ella misma entendía sus propias palabras, como si no acabara de creérselo.

-Mi cuerpo se movió solo y, sin poder controlarme, cogí el arma que había utilizado para proteger su vida y se la quité. Entonces, todo se calmó, y volví en mí, dándome cuenta de lo que había hecho. Pero mientras trataba de asimilarlo, sentí cómo alguien se abalanzaba sobre mí.

No ofrecí resistencia. Estaba muy asustada. No sé por qué lo hice. Sólo sé que lo he matado con mis propias manos.

 

Mirando sus manos temblorosas, las lágrimas afloraron de sus ojos.

-¡¿Por qué lo hice?! ¡¿Por qué?! –se preguntó mientras se cubría la cara con las manos- ¡¿Por qué está pasando esto?!

 

Su voz se iba quebrando más a cada palabra que añadía, pero eso no fue lo único que molestó a Kareth. Aquellas lágrimas no eran lágrimas de mentira, sino las de alguien que estaba sufriendo. Las lágrimas de alguien que acababa de perder a un ser querido. ¿Era realmente culpable? Fue la pregunta que se hizo mientras se acercaba a los barrotes de la celda.

-Sabes que aunque le digas eso a Karma, no van a ceder, y la justicia de Yohei Gakko tampoco.

-Lo sé…

Por su reacción, supo que se había rendido. Que la culpabilidad se había aferrado a ella como una sanguijuela, igualmente, chupándole la esencia.

-Lo que he hecho es imperdonable, así que aceptaré cualquier castigo –declaró Sarah.

-Qué interesante. Ni siquiera tú misma estás convencida de lo que te impulsó a matarlo, y pese a todo, aceptas tan fácilmente la culpa.

-No importa el porqué, el caso es que le maté. Aunque no entienda lo que pasó, los hechos son claros. Es lo justo.

Kareth chasqueó la lengua en señal de desaprobación.

-¿Q-qué pasa? –preguntó ella.

-Nada, es sólo, no me gusta nada tu actitud.

-…

-Dime una cosa más.

-¿Qué?

La chica lo observó entre curiosa y llorosa.

-¿Qué significaba él para ti?

-…

-Él era alguien importante para ti, ¿verdad? De lo contrario, no te entristecería su muerte. Para todos ha sido un shock, pero para ti parece haber sido muy doloroso.

-Era como un padre para mí. Fue quien estuvo conmigo después de que perdiese la memoria. Me trataba bien, se interesaba por mí, me trataba de manera especial pese a que no teníamos lazos familiares. El hecho de que haya muerto por mi culpa... es desgarrador.

 

Un asesino que lloraba por quien había matado. Era una situación difícil de ver.

-Kareth, se acabó la visita –interrumpió Lethos, entrando de nuevo en la sala.

-Ah, sí. Perdona, Lethos. No me había fijado en el tiempo –dijo Kareth, mirando una vez más a la chica, quien le devolvió el gesto.

-Los asesinos no suelen llorar por sus víctimas. Además, tus ojos... no son los de alguien que mataría sin motivo.

 

Dicho esto, se marchó, seguido del líder de Karma. Hacía poco que había empezado a pensar de esa manera, pero Kareth la sensación de que algo no cuadraba en todo aquello.

 

-Supongo que ya has encontrado lo que buscabas, ¿me equivoco? -preguntó Lethos.

-No te equivocas –respondió Kareth.

-Ella ya no puede hacer nada más que esperar la sentencia que dicte la justicia de Yohei Gakko.

 

Poco a poco, estaban llegando a la salida de los sótanos.

-Dime una cosa, Lethos –dijo Kareth.

-¿Sí?

-Tú siempre has estado a favor de la justicia, ¿verdad?

-Por supuesto. No me habría alistado en Karma de no tener esos ideales.

-¿Entonces si consideraras como justo algo que no lo es, qué harías?

-Es obvio. Haría todo lo posible por que lo injusto se considere justo.

-Dicho así, suena simple –dijo Kareth, sonriendo.

-No creo que lo fuese. Pero si de verdad creyese en ello, eso no me impediría hacerlo. En cualquier caso -el jefe de Karma frunció el ceño-, ¿a que viene esa pregunta?

-Nada. Supongo que sólo quiero entender un poco más este mundo.

-Je, quizás empieces a entenderlo mejor una vez salgas al exterior. Hasta entonces tendrás que conformarte con lo que hayas aprendido aquí. Entonces, te darás cuenta de lo difícil que resulta conseguir lo que uno se propone.

 

Tras despedirse de Lethos, Kareth anduvo distraído hasta toparse con Remi.

-¡Uah! Me has asustado -se quejó Kareth.

-¿Dónde te habías metido? Intenté seguirte, pero cuando quise darme cuenta, habías desaparecido. Llevo buscándote desde entonces. Cuando te fuiste, nos dejaste preocupados…

-Perdón, había algo que debía comprobar.

-¿Y bien?

-Nada claro, en verdad.

Remi suspiró.

-Eres de lo que no hay. En fin, larguémonos. No me gusta estar cerca de la prisión...

 

-Así que se trataba de la bella guardaespaldas, ¿eh? –comentó Remi.

-Eso parece.

-¿Quién lo hubiese dicho? Aunque, la verdad, no sabíamos mucho sobre ella.

Kareth y su compañero habían vuelto a la cafetería, donde discutían lo ocurrido.

-Oye, Kar. ¿Acaso piensas que en verdad ella no haya podido ser la asesina?

-No lo sé…

Remi observó a su amigo, el cual tenía ambas manos unidas debajo de la barbilla y la mirada fijada en una pequeña taza, en ese momento, vacía

-Será mejor que no le des más vueltas, amigo. ¿O es que te gustaba esa chica?

De repente, se escuchó un ruido de una bandeja golpeándose contra el suelo. A Nara acababa de caérsele.

-¡L-lo siento! –se disculpó mientras la recogía.

-¡N-no pienses cosas raras! -exclamó Kareth, alterado.

Remi dibujó una sonrisa traviesa ante la reacción de los dos.

 

-Es hora de irnos –dijo Remi, levantándose de sus asientos.

-Tengo que hacer un par de cosas -señaló Kareth.

-Como quieras. Nos vemos en el centro de trabajo esta tarde.

-Claro.

-Nos vemos, Nara –dijeron casi al unísono, despidiéndose de su amiga.

-Nos vemos –respondió ella, levantando la mano.

 

Tras separarse de Remi, Kareth se dirigió hacia el hotel en el que había tenido lugar el asesinato. Después de todo, investigarlo por sí mismo era la mejor manera de comprobar la historia de ella, aunque no estaba seguro de si encontraría algo. Su plan consistía en entrar en la habitación de Darker y buscar alguna prueba o algo que le aclarase las ideas.

 

Irrumpir por la puerta principal no parecía buena idea, ya que seguía estando custodiada por Karma, seguramente esperando a que fuerzas mayores de la justicia de Yohei Gakko llegaran a la escena del crimen y cerraran el caso. Al fin y al cabo, y si los testigos estaban en lo cierto, ya estaba resuelto.

 

Así pues, decidió introducirse por el callejón que llevaba a la parte trasera del edificio. El piso estaba un poco alto, pero con sus habilidades, conseguiría ascender sin demasiada dificultad hasta la ventana.

 

Habiendo llegado a la parte de atrás, Kareth preparó sus piernas para saltar lo más alto posible. Sus capacidades físicas no tardaron en dar de sí en el momento en que logró alcanzar una de las cornisas, considerablemente grandes, con ambas manos, ayudándose de ellas para subir una pierna y luego la otra. No obstante, acababa de darse cuenta de una cosa: no sabía a qué piso tenía que ir.

“Genial. Debo de ser el mayor idiota de Yohei Gakko”, pensó mientras se golpeaba a sí mismo en la frente.

 

Sin más opción que guiarse por su instinto, entró a una de ellas por la ventana que tenía frente a él.

 

Increíble. Parecía una mansión. Tan espacioso, tan lujoso, se hacía notar la importancia de aquel hotel, por lo que no era de extrañar que allí se hubiese hospedado alguien como Darker.

-Como sea, tendré que comprobar que es la habitación que busco. Espero que no me lleve mucho tiempo –murmuró el chico.

 

Tras esto, comenzó su investigación por cada uno de los rincones de aquel sitio. Baño, dormitorio... hasta una pequeña cocina. Nunca había estado en una habitación así, por lo que le sorprendió bastante la disposición. En cualquier caso, no observó nada a primera vista que pudiese identificarla como la habitación en la que se había producido el asesinato.

 

Suponiendo que Karma no hubiese dejado entrar a nadie, todavía deberían existir rastros del crimen como armas, sangre, etc. Eso es lo que trataba de encontrar, no sólo para confirmar que estaba en la habitación correcta, cuya solución hubiese sido tan simple como preguntarle a Sarah el número, sino también para tener toda la información posible sobre el caso.

-Esta no es –murmuró, aceptando que se había equivocado.

 

En ese momento, la puerta de entrada se abrió, sonando un ligero golpecito procedente de la máquina que daba el permiso.

 

“¡Mierda!”, nervioso, se apresuró a salir por la ventana y cerrarla tras de sí, resguardándose en la cornisa, apoyado sobre el lateral de manera que no fuese visto desde dentro.

 

El huésped de aquella habitación era un hombre alto y delgado. Vestía una chaqueta bien cuidada, camisa y pantalones que cubrían la parte de arriba de dos botas color negro. No alcanzó a ver bien su rostro, debido a que estaba de espaldas, hablando con alguien a través de un aparato comunicador.

 

Como era de esperar, apenas alcanzaba a oír algo debido al ruido ambiental de la calle y la ventana cerrada. Pese a ello, se esforzó por concentrar toda su habilidad auditiva en escuchar lo que decía. Cualquier dato podía ser relevante para el caso.

 

En un principio, nada de lo que escuchó llamó su atención, por lo que llegó a pensar que lo mejor sería marcharse antes de que le descubriese.

-…asesinato…

 

Al escuchar aquella palabra se encendieron todas sus alarmas, acercando su cabeza más a la ventana y logrando ver entonces la cara del hombre, quien se había acercado peligrosamente a donde estaba. Llevaba unas gafas de sol cubriendo sus ojos y una sonrisa chulesca se dibujaba en su rostro, lo que le hizo sentirse irritado. No le gustaba.

 

Decidido ahora a llegar hasta el final, Kareth continuó concentrando todos sus esfuerzos en escuchar lo que decía.

-…claaaaaaro, no hay de qué preocuparse, todo ha salido según lo esperado. No creo que tarden demasiado. Cuando llegue el momento, me encargaré de todo, no le des más vueltas. ¡Oh, vaaaaaamos! ¡Confía en mí! Por supuesto… Espera… -el hombre se giró hacia la ventana, la sonrisa de antes se había borrado de su cara- Me parece que tengo a una rata fisgoneando.

 

“¡¿Qué?!”, asustado, el chico movió la cabeza de un lado a otro. Estaba en una posición donde era imposible verle desde dentro, pues había tenido mucho cuidado en que ninguna parte de su cuerpo fuese visto por el cristal. Además, también había procurado no hacer ningún ruido que lo delatase. Incluso un estudiante de Yohei Gakko lo habría tenido difícil para darse cuenta de que estaba allí, ¿cómo era posible que él le hubiese descubierto?

 

Entonces, ese hombre abrió la ventana y miró a su alrededor, descubriendo que no había nadie sobre la cornisa. Posteriormente, echó un vistazo al callejón, esperando encontrar a alguien sospechoso, pero sólo pudo ver a un numeroso grupo de personas paseando tranquilamente.

 

No muy convencido, cerró la ventana y corrió las cortinas. Fue entonces cuando Kareth, situado sobre la cornisa de la habitación de arriba, pudo respirar tranquilo.

¿Quién era ese hombre? ¿Y de qué estaba hablando?

 

Tras intentarlo con varias habitaciones más, el chico se dio cuenta de que a ese paso no conseguiría encontrar nunca la que quería.

 

Rascándose la cabeza por la frustración, decidió que ya volvería más tarde, una vez conociese el número. Probablemente, la justicia de Yohei Gakko no llegaría hasta mañana, por lo que esa misma noche podría probar suerte otra vez. Por el momento, iría al centro de trabajo a recibir su primera misión.

 

Mientras caminaba, su mente siguió cavilando sobre la identidad de ese huésped.

8: War College 8
War College 8

Kareth llegó adonde lo esperaba su compañero.

-No está mal. Esta vez has sido puntual -le dijo Remi.

-Lo dices como si siempre llegase tarde -se quejó el chico.

-Siempre no, pero gran parte de las veces...

 

Tras aquella pequeña charla, entraron en el centro de trabajo y se acercaron a la misma mesa que aquella mañana, preguntando por la misión que les había tocado. Entonces, la administrativa realizó una serie de gestiones en su ordenador.

-En este caso, podréis realizar la misión en conjunto. Consistirá en infiltraros en una de las avanzadillas de usuarios de Radiar del Imperio Salve y actuar como uno de ellos. Una vez allí estéis en sus territorios, uno de nuestros informantes os dará el resto de detalles.

-Buff… esto nos va a llevar bastante tiempo –dijo Remi.

-Partiréis dentro de tres días –ignorando su comentario, la mujer continuó.

-Tendremos que pedirle a Nara que nos ayude con los preparativos -sentenció Kareth– En cualquier caso, voy a echarla de menos...

-Sí, yo también.

 

Una vez fuera, decidieron dar otro paseo.

-Tengo la sensación de que nuestro primer trabajo va a ser difícil -comentó Remi.

-¿En serio? Yo creo que no. La infiltración no lleva mucho trabajo. Sólo habrá que conocer bien el protocolo que sigan sus tropas e imitarlo –replicó Kareth.

-Oh, entonces supongo que me enseñarás cómo se hace cuando llegue el momento –Remi levantó una ceja

-Por supuesto.

 

Una sonrisa de complicidad se dibujó en sus rostros hasta que Kareth se detuvo en seco, observando una pantalla gran tamaño sujeta a la fachada de uno de los edificios.

-¿Qué ocurre, Kar? -preguntó Remi cayendo en la cuenta de que su compañero se había quedado atrás.

 

Éste no respondió, parecía haberse quedado mudo por el asombro. Con los ojos como platos, observaba el discurso en pantalla del director de Yohei Gakko

-Dime una cosa, Remi.

-¿Sí?

-¿Conoces a ese hombre?

Desviando la vista hacia la pantalla, los ojos del joven se detuvieron en la persona referenciada por su amigo. Tras unos instantes, Remi negó con la cabeza.

-La verdad es que no tengo ni idea, pero debe de ser alguien importante si está con el director.

 

Al lado del director, se situaba ni más ni menos que quien Kareth había visto en el mismo hotel en el que se había hospedado Yami. No era muy difícil de reconocer, sobre todo por sus gafas de sol y esa sonrisa tan desagradable.

-Bien. Pues sin más que añadir, dejo las presentaciones al sucesor del Señor Darker –terminó el director.

 

¡¿Sucesor?!

 

Aquel hombre ocupó el lugar frente al micrófono y, tras levantar las manos, con expresión arrogante, para calmar los aplausos, comenzó a hablar.

-Buenas tardes a todos, queridos ciudadanos de Yohei Gakko. Como todos sabréis, el señor Darker ha sido asesinado esta madrugada por una de sus guardaespaldas. Es una pena que un hombre como él nos haya dejado. Pero la guerra no descansa y, por tanto, Comhairle tampoco puede hacerlo. Habiendo sido su discípulo más destacado durante estos últimos años, él me encomendó la tarea de sucederle si algo horrible llegaba a pasarle, y tened por seguro, que me encargaré de cumplir con sus expectativas...

 

“Qué extraño”, pensó Kareth.

 

-Mis ideales son y siempre serán los mismos que los suyos y que, pese al gran pesar que me supone su pérdida, es todo un orgullo ocupar su lugar con el fin de hacer de este mundo uno mejor.

 

Se escucharon de nuevo aplausos y vítores por parte de los espectadores.

-Parece que cae bien a las masas –comentó Remi.

-No me gusta... –declaró Kareth.

-¿Qué?

-Ese tío… tiene algo que no me gusta…

 

Tal y como había planeado, por la noche, Kareth volvió al hotel. Esta vez se había asegurado de quedarse con el número de la habitación en la que se había hospedado Yami. La tarea no le había resultado muy difícil, puesto que su muerte y su posterior sucesión eran la comidilla de Yohei Gakko, no era de extrañar que se filtrase por algún lado.

 

“Os aseguro que la asesina tendrá su merecido. Yo mismo me encargaré de hablar con la justicia de Yohei Gakko para que la sentencia sea la más acorde…”

 

El chico recordó una y otra vez sus palabras. Probablemente, la pena le sería impuesta al cabo de dos días como máximo. Y teniendo en cuenta la importancia de aquel caso, no tardarían más de veinticuatro horas en llevarla a cabo. Hasta él llegaría a presenciar su muerte antes de marcharse, pues dudaba que la condena fuese otra.

 

Lo primero que hizo al llegar, fue observar la puerta principal. Todavía se había miembros de Karma haciendo guardia junto a ella. Estaba claro que no iban a dejar pasar a nadie.

 

No es que como que le hubiese costado trabajo encargarse de los guardias, pero prefería no llamar la atención. Además, así podría demostrarle a Remi lo bien que se le daba la infiltración.

 

Tras escabullirse por el mismo callejón que por la mañana, Kareth se situó debajo de la hilera vertical de ventanas que daban a las habitaciones del hotel.

 

Realizando un cálculo aproximado de cuánto debería saltar para llegar hasta la que buscaba, el chico encogió las rodillas y se alzó en el aire hasta colgarse de una de las cornisas.

 

“Bien, creo que he dado justo en el clavo”, pensó Kareth mientras miraba hacia abajo para comprobar la altura a la que estaba. Estaba oscuro, pese a la iluminación del resto de calles. De todas formas, la oscuridad no suponía problema para su desarrollada visión.

 

Sin entretenerse más de lo debido, se dispuso a abrir la ventana, sin embargo se encontró conque ésta estaba cerrada a cal y canto, haciéndose imposible abrirla por el método tradicional.

 

Utilizando el teletransportador, Kareth lo configuró para poder obtener uno de los objetos que había dentro de su memoria, y esta no resultó ser otra que una especie de ganzúa/palanca. Entonces, introduciendo el objeto por una de las rendijas laterales de la ventana, le dio un pequeño giro, logrando que la ventana tomara una especie de impulso hacia el lado contrario y consiguiendo abrirla de esa forma.

-Bien, vamos -susurró para sí mismo.

 

La habitación estaba tan oscura como el callejón. Podía ver que todo estaba bastante ordenado: la cama hecha, adornos situados sobre mesas y estanterías, como si nadie los hubiese movido... todo estaba muy tranquilo pese a tratarse de la escena de un crimen.

 

¿Se había vuelto a equivocar? Se preguntó.

 

Mirando a cada lado, recorrió el cuarto, sin encontrar nada destacable. Habría esperado sangre en el suelo o cualquier otra cosa relacionada con el asesinato, aunque se preguntaba si ello le daría respuestas sobre la inocencia de Sarah.

 

Por otro lado, escuchando hablar esa mañana al “sucesor” (no se lo terminaba de creer) de Yami, había pronunciado la palabra “asesinato”, y algo de que él se encargaría de todo… ¿Y si había sido él...? No, no tenía sentido. Todo el mundo había visto cómo Sarah lo había hecho y, aun así, la chica aseguraba que no había sido por propia voluntad. ¿Acaso la habían drogado?

 

Fue en ese momento cuando Kareth se fijó en algo. Un pequeño cofrecito situado sobre una mesita justo frente a la cama. Sin pensárselo mucho, el chico lo abrió, pero en el interior de éste no había nada. Estaba completamente vacío.

 

“Mierda. Creía haber encontrado alguna pista, supongo que fui demasiado optimista”, pensó, disponiéndose a cerrarlo y dejarlo de nuevo en su sitio. Sin embargo, algo volvió a llamar su atención. Desde el fondo del pequeño objeto, parecía sobresalir algo de color blanco. El joven probó a agarrarlo, con sumo cuidado, pues no sabía que podía pasar. Entonces, descubrió un segundo fondo debajo del primero, y en él, un pequeño papel medio roto y doblado, que era lo que tenía entre sus dedos índice y pulgar.

 

Lentamente, y ligeramente sorprendido, el chico desdobló el papel. En su interior había sido escrito una especie de mensaje, pero la mayor parte del texto había desaparecido debido a lo estropeado que estaba, dejándose ver únicamente algunas frases que no parecían decir nada:

“Todo volverá a su cauce. La extinción es el nuevo paso hacia el futuro.”

 

Pese a que Kareth intentaba verle la lógica a aquello, era evidente que no lo tenía. Sin embargo, aquello había incrementado su curiosidad.

“De todas formas, no parece que exista ninguna prueba clave. Quizás sea mejor que me vaya, o puede que alguien termine entrando y me descubra.”

 

Tras echar un último vistazo a la habitación, decidió volver sobre sus pasos. Por si acaso, había decidido guardarse aquella nota. Quizás Sarah supiese algo.

 

Después de cerrar la ventana, Kareth bajó de allí y se marchó.

 

Mientras tanto, en la habitación en la que acababa de estar, una figura sonreía, oculta en la oscuridad.

9: War College 9
War College 9

-Naraaaaaa… -Remi pronunció el nombre de su amiga posando su barbilla sobre la mesa de la cafetería. Ella lo miró desconcertada.

-¿Qu-qué ocurre? -preguntó mientras recogía los platos que habían dejado unos clientes en la mesa de al lado.

-Kareth y yo vamos a necesitar tu ayuda para preparar las provisiones de nuestra primera misión.

-¡Oh! ¡Es cierto! ¡Lo había olvidado! ¿Qué os han dicho?

-Para ser la primera, creo que será difícil y nos llevará su tiempo.

-¿Cuánto?

-Mmm... No estoy seguro, ¿dos o tres años?

Los platos estuvieron a punto de caérsele.

-¿T-tanto?

-¿Qué esperabas?

-B-bueno, n-no lo sé, pero no esperaba que fuera tanto… -de repente, su expresión se volvió triste-. ¿Y cuándo os vais?

-Dentro de un par de días más o menos.

-¡¿Dentro de un par de días?! –la tristeza se convirtió en sorpresa.

-Ah, bueno...

-¡¿Os dais cuenta de que no os voy a ver en mucho tiempo?!

-Tampoco es para tanto...

-¿¡Que no lo es!?

-K-Kar, échame una mano, ¿quieres? A ti se te da mejor calmarla...

 

Sin embargo, su amigo se encontraba ausente en ese momento, tamborileando con los dedos en la madera de la mesa mientras apoyaba su cabeza sobre la palma de su mano derecha.

-Mundo llamando a Kar, ¿sigues vivo? Cambio… -bromeó Remi, agitando su mano frente a su amigo.

-¿Eh? Ah, perdona. Estaba pensando en otra cosa…

-Desde lo de esa chica has estado muy distraído. ¿Qué es lo que pasa? –preguntó el tirador.

-N-nada. Es sólo que…

 

Remi desplazó la vista hacia Nara y luego de nuevo a Kareth. Tras encogerse de hombros, decidió poner en práctica una idea.

-Ya sé. ¿Por qué no salimos los tres hoy?

-¿Salir? ¿Adónde? -preguntaron al unísono.

-A dar una vuelta, cenar, al parque… será una buena forma de hacer que Kar se entretenga con otra cosa y Nara pase tiempo con nosotros antes de que nos vayamos. ¿Qué os parece?

 

Kareth observó fijamente a su amigo. Acto seguido, sonrió.

-Me parece bien.

-¿Y tú, Nara? –preguntó Remi.

-Tengo que trabajar y…

-Eso no es problema -la voz de un hombre mayor que ellos surgió desde detrás de la joven. Se trataba de Seigari, su tío-. Creo que podré ocuparme solo de la cafetería durante un tiempo.

-Pero tío…

-No te preocupes más, Nara. Yo me encargo.

 

Seigari guiñó un ojo en señal de complicidad.

-B-bien, esperad un momento. Voy a cambiarme.

-Claro. Ve, pequeña -después de que Nara se marchase, Seigari y Remi sonrieron a la vez que levantaban el pulgar. Por alguna razón, sus dientes brillaron con fuerza, lo que hizo que Kareth frunciese el ceño.

 

Una vez Nara se hubo cambiado, los tres amigos salieron del establecimiento, despidiéndose del jefe.

-Juventud, divino tesoro –murmuró, girándose poco después para observar su lugar de trabajo- Bien, vamos a ello.

 

-¿Adónde queréis ir primero? -preguntó Remi alegremente.

-Eres tú quien lo ha propuesto -se quejó Kareth.

-Eh, vamos, encima que me preocupo por vuestra opinión.

-¿Qué tal si vamos a Raitz? -propuso Nara.

-Mm, no es mala idea -se interesó Kareth.

 

Raitz era un lugar en Yohei Gakko parecido a lo que sería un centro comercial, sólo que, ya que era el único allí, de un tamaño considerablemente grande.

 

-Este sitio nunca dejará de sorprenderme –dijo Nara.

-Lo que me pregunto es cómo se les ocurrió la idea de construir hasta un pequeño parque de atracciones –añadió Kareth.

Los tres alargaron la cabeza, intentando ver el final del edificio.

-Bien, entremos -sentenció Remi.

 

Nada más poner un pie dentro, se toparon con una multitud de gente. Probablemente, gran parte de Yohei Gakko se había reunido en ese lugar para disfrutar de los diferentes tipos de tiendas y establecimientos de ocio. Sin duda, aquello era posible gracias a la gran influencia de Comhairle.

 

Así pues, los tres anduvieron mirando escaparates sin ningún objetivo en concreto. Sólo por pasar el rato.

-Oh, Remi, ¿te atreverías a ponerte eso? -preguntó Kareth señalando un viejo sombrero con varias flores en la copa.

-Bromeas, ¿verdad?

-No. Pienso que te quedaría bien. ¿Por qué no entramos y te lo pruebas?

-Porque nadie en su sano juicio lo haría.

 

Mientras tanto, Nara observaba con atención el resto de prendas, destellando sus pupilas por la emoción.

 

Sus dos amigos se miraron y suspiraron, encogiéndose de hombros.

-¿Quieres entrar, Nara? -preguntó Kareth.

-¿Eh? N-no hace falta que…

Sin dejarla terminar, el chico la llevó del brazo dentro de la tienda.

-¡¿K-Kar?! ¡He dicho que…!

-No hay más que verte para saberlo. Deja de contenerte y entremos.

Rindiéndose ante los empujones del chico, asintió y se dejó llevar.

 

-Aquí hay demasiadas cosas –indicó Remi.

-Es una de las tiendas más grandes de por aquí. No es de extrañar que tengan de todo –respondió Kareth.

-Agh, creo que me estoy agobiando. Me voy a la zona de exposición. No creo que tarde en volver.

 

La zona de exposición era un área situada dentro del Raitz y que estaba pensada para los estudiantes de Yohei Gakko. Allí se podía encontrar información sobre armas, otras escuelas, actualidad e inclusos simulaciones de batalla en las que los guerreros competían por conseguir la mayor puntuación.

-De acuerdo, Nara y yo te esperaremos aquí –sentenció Kareth.

 

Tras despedirse de Remi, se giró para descubrir que su amiga había desaparecido.

-¿Dónde se habrá metido? –se dijo así mismo mientras desplazaba la vista de un lado a otro.

 

Finalmente, dio con la figura de ella, cuya mirada estaba concentrada en varias camisas y vestidos dispuestos ordenadamente en una estantería. Aquella escena le pareció entrañable, pero al mismo tiempo, no pudo evitar echarse una mano a la cabeza.

 

A Nara le encantaban ese tipo de tiendas, de hecho le gustaban todo tipo de vestimentas, ya fuesen uniformes o ropa informal. Más de una vez les había pedido a Remi y a él probarse nuevas adquisiciones para su tío (o incluso para ellos) y acompañarla cuando requería de otra mano que la ayudase a llevar bolsa.

 

En sí, ninguno de los dos solía poner muchas pegas en hacerlo, pero había veces que incluso les pedía probarse ropa femenina, lo que terminaba en una rotunda negación por parte de ellos o incluso en una huída cunado veían que les empezaba a ganar la discusión.

-¿Vas a comprarte algo? –preguntó Kareth, mostrando cierto temor en su expresión.

-Mm… todo parece muy tentador -no obstante, bajó los hombros y suspiró, decaída-, pero no tengo suficiente dinero.

 

Al escucharla, el joven se acercó a comprobar el precio.

-No me extraña, es bastante cara.

Aquellas palabras desmoralizaron más a la chica, como si hubiesen hurgado en la herida.

-Yo me refería a toda la tienda –contestó ella.

-¡Eso no lo podría comprar nadie!

 

Una de las dependientas les miró, atraída por el ruido. Kareth, avergonzado, bajó la voz.

-No puedes pretender comprar la tienda entera.

-No puedo evitarlo...

Conociéndola, era de esperar.

-Tengo una idea, ¿por qué no te pruebas algo? Te compraré lo que más te guste –propuso el chico. A lo que a ella se le iluminó la mirada.

-SÓLO una cosa -dejó claro Kareth.

 

Una vez su amiga hubo entrado en el vestidor, el joven esperó sobre una de las varias sillas de metal y plástico situadas junto a éste.

-Sé sincero sobre cómo me queda –pidió Nara a través de la cortina. Desde dentro, su voz sonaba más baja de lo normal

-De acuerdo -contestó Kareth, apoyando la barbilla sobre sus manos.

 

Una mano asomó por uno de los laterales de la cortina y, al momento, la chica hizo acto de presencia frente a él, mostrando uno de los modelos elegidos. Esto se fue repitiendo varias veces con otras vestimentas mientras Kareth se limitaba a asentir o negar según le parecía.

-Es curioso lo bien que te sienta la mayoría de lo que te pones –comentó Kareth.

De repente, dentro del vestidor, se escuchó el ruido de algo golpeándose contra el suelo.

-¿E-estás bien? -se preocupó Kareth.

-S-sí, es que me he tropezado –respondió ella nerviosamente.

-¿Y bien? ¿Cuál es el siguiente? –preguntó él.

-Mm... no estoy muy segura de éste. Creo que es la primera vez que me pongo algo así.

 

Poco después, la cortina se corrió hacia un lado, dejando ver a la joven, quien desvió la mirada, con expresión avergonzada.

Por otro lado, Kareth abrió los ojos como platos, llevado por la sorpresa.

-V-vaya –alcanzó a decir el chico.

 

Llevaba puesto un vestido de tirantes de color negro con una pequeña cinta blanca que rodeaba la zona de la cintura, creando un bonito contraste de colores y, al mismo tiempo, resaltando su figura. El vestido, además, se había combinado con una diadema del mismo color, levantando ligeramente su cabello color castaño, el cual se extendía hasta el cuello.

-¿Qu-qué tal estoy? -preguntó la chica jugueteando con los dedos.

-Impresionante -dijo el chico casi sin pensar-. Decidido. Éste.

-¡¿Qué?! ¡¿En serio?! –se alarmó ella.

-¿No te dije que te compraría algo de lo que te probaras?

-Sí, pero no esperaba que lo eligieses tú.

-Ah, lo siento, tienes razón. Dije que te compraría algo que te gustase. Si quieres otra...

-¡No, no, no! –interrumpió Nara, moviendo las manos para detenerle-. Éste está bien. Lo cierto es que a mí también me gusta –dijo mientras se observaba en el espejo de dentro del vestidor.

 

Finalmente, salieron de la tienda. Nara parecía feliz.

-Entonces, ¿te ha gustado el regalo? –preguntó Kareth.

-Sí, porque lo has elegido tú –contestó ella. Al darse cuenta de lo que había dicho, desvió la mirada hacia el lado contrario del que se encontraba el chico.

-M-me alegro –dijo él, ruborizándose-. Cambiando de tema, tenemos que esperar a Remi. Le he dicho que le esperaríamos aquí hasta que volviese, aunque ya ha pasado un buen rato y todavía no ha aparecido.

-Qué raro, no es de los que se toma su tiempo.

-Lo sé, pero sí se entretiene con facilidad si algo les gusta.

 

Al cabo de diez minutos más, esperando en la puerta de aquella tienda, la paciencia de Kareth tocó el límite.

-¡¿Pero cuando piensa venir?! –se quejó.

-T-tampoco es que haya pasado tanto tiempo -intentó tranquilizarlo Nara.

-¡Demasiado! ¡Sobre todo teniendo en cuenta cuándo dijo que se iba!

Ella suspiró.

-¡¿Sabes qué?! ¡A la porra! Vayámonos tú y yo y divirtámonos sin él -propuso Kareth.

-Pero…

-Dentro de poco nos iremos de Yohei Gakko y quizás no volvamos hasta dentro de un par de años o más, que menos que, aunque sea yo solo, pase la tarde contigo.

Meditándolo, durante unos instantes, Nara no supo qué responder.

-Vamos. Será como una cita entre tú y yo.

-¿U-una cita?

-¿Te parece mal?

-P-para nada. Es que me ha sorprendido un poco.

-Entonces vamos.

Tras ver cómo el chico tomaba la delantera, la joven asintió y fue detrás de él.

 

De esa forma, llegaron hasta el parque de atracciones del Raitz.

-Toma -dijo Nara mientras le entregaba a su amigo una pequeña bolsita. Dentro había un surtido de dulces de varios sabores.

-Oh, gracias. No tendrías que haberte molestado.

-Bueno, tómatelo como una compensación por el regalo –contestó, a la vez que levantaba la bolsa con el vestido en su interior.

-No lo he hecho para recibir algo a cambio –replicó Kareth, mostrándose algo incómodo.

-Lo sé, es una forma de hablar. En cualquier caso, no te cortes. Come.

Encogiéndose de hombros, el chico cogió uno y se lo llevó a la boca.

-Mm... no están nada mal. ¿Dónde los has comprado?

-En aquella tienda –dijo Nara mientras señalaba un pequeño establecimiento junto a la entrada al parque de atracciones, con un toldo de rayas blancas y rosadas y bollos de los mismos colores, hechos de cartón y diez veces más grandes que los originales, situados a cada lado, a fin de atraer la atención de los clientes. Además, había un escaparate con una gran cantidad de dulces expuestos-. Muchas veces mi tío ha hecho negocios con ellos para vender algunos de sus dulces en su cafetería. Además, se lleva muy bien con la dueña, así que de vez en cuando nos hace algún descuento –añadió alegremente.

-Eso sí es tirar de contactos .bromeó Kareth.

 

De repente, se fijó en una de las atracciones.

-¿Casa de la risa? No es que el nombre sea muy original.

-¿Significa que hacen chistes o algo ahí dentro? –preguntó Nara.

-Bueno, no se me ocurre otra cosa además de eso. ¿Te apetece entrar?

-B-bueno, puede que sea divertido.

 

Así pues, entraron, apartando las cortinas que cubrían la entrada.

 

Tras atravesar el primer pasillo, el ambiente fue volviéndose más oscuro.

-Qué curioso. Nunca se me habría ocurrido un efecto de luz así para esta atracción –comentó Kareth.

-A mí está empezando a darme mala espina. Creo que deberíamos volver -comentó Nara, quien se puso detrás de Kareth.

-Sólo han apagado unas cuantas luces. No creo que vaya a pasar na…

 

Sin previo aviso, el sonido de una carcajada diabólica resonó por todo el pasillo. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que la luz se había apagado completamente.

-Kar. Esto no me gusta. –susurró, agarrándose a él.

-Hay que reconocer que el efecto de sonido es bueno.

-¡Kar!

-Perdón, perdón. Qué extraño, ¿no se suponía que esto era para hacer reír? Quizás debimos habernos informado antes.

-Qué bien que lo digas ahora que ya hemos entrado –dijo Nara con sarcasmo, algo que sorprendió a Kareth, quien no estaba acostumbrado a ello- ¡Ah! ¡N-no puedo ver la salida! ¡N-no hay forma de volver!

-Entonces habrá que seguir hacia delante.

-¡¿Qué?! ¡No, no, no, no, no! ¡Yo me quedo aquí!

-¿Vas a quedarte aquí sola?

-¡¿Me vas a dejar aquí sola?!

-Nara, si nos quedamos aquí no vamos a salir nunca. Confía en mí, no va a pasar nada.

 

Un poco más tranquilos, continuaron avanzando. En ese momento, dos pequeñas luces rojas con forma de globos oculares aparecieron a distancia media de ellos, provocando que la chica escondiese su cuerpo detrás de su amigo.

-Así no vas a ver nada -comentó Kareth.

-¡Es que no quiero verlo!

-Oh, esa cosa se está acercando.

-¡No, no, no, no, no! ¡Dile que se vaya!

-¡¿Qué crees que soy?! ¡¿Un mago?! No hago desaparecer las cosas así como así. Ah, genial, hay más de ellas y nos han rodeado.

-¡¿Quieres dejar de contármelo?! -la chica cada vez agarraba con más fuerza.

-¡Me estás haciendo daño!

-¡Ah! ¡Lo siento! –dijo Nara, soltándole por un momento.

-No te preocupes, ya se han ido.

-Buff –la chica suspiró, relajando los músculos de su cuerpo y atreviéndose a mirar de nuevo hacia delante. Cual fue su sorpresa al encontrarse de frente con una calavera que movía la mandíbula, rechinando sus dientes.

-¡Aaaaaaaaaaaaaah! –gritó la joven

-¡M-me ahogo! -exclamó Kareth, al sentir su cuerpo siendo aplastado por los brazos de su amiga.

 

Una vez fuera, Kareth se sentó sobre un banco, intentando aspira recuperar el aliento.

-C-casi me matas…

-¡Lo siento, lo siento, lo siento! –se disculpó Nara con lágrimas en los ojos, ambas manos en posición de rezo y una expresión entre asustada y preocupada.

Después de un rato en silencio, Kareth estalló en carcajadas.

-¡Ahora sé por qué se llama la casa de la risa!

-¡No te rías de mí! ¡Yo no le encuentro la gracia! –se quejó la chica.

 

Un par de horas más tarde, ambos salieron de Raitz.

-Aaaah, ha sido refrescante -indicó el chico.

-S-sí -asintió Nara, no muy convencida.

-¡Eh!

 

De repente, escucharon un grito procedente de la entrada de Raitz. La persona que los llamaba no era otro que Remi, quien les saludaba con la mano.

 

En respuesta, Kareth golpeó a su amigo con los nudillos en el centro de su cabeza.

-¡Ay! –se quejó Remi, llevándose las dos manos al foco del dolor.

-¡¿Dónde diablos te habías metido?! –exclamó Kareth.

-Ah, esto... bueno... es que me he entretenido bastante con una cosa, y luego he visto esto y aquello y me he entretenido aún más. Y cuando he querido darme cuenta, pues…

-¡Excusas!

-Lo siento, lo siento, lo siento -se disculpó Remi.

 

Juntos por fin, los tres decidieron ir a un pequeño restaurante que había cerca, con intención de que hubiese cierta intimidad entre ellos. Tras esto, volvieron a la cafetería.

-Oh, ¿te has comprado al final algo, Nara? Creía que no andabas muy bien de dinero -sonrió maliciosamente Remi.

-¡Remi! –gritó ella, en respuesta a su comentario-. No lo he comprado yo. Ha sido Kar. Me lo ha regalado.

-Oh, creía que tú tampoco andabas muy bien de dinero.

-¡Pero no digas eso, idiota! –esta vez, fue Kareth quien gritó.

-¡¿Qué?!

-¡No le hagas caso, Nara! ¡Sólo está bromeando!

-¡No deberías de haberlo comprado!

-Vamos, no te enfades.

Mientras tanto, Remi observaba alegremente aquella escena.

 

Cuando llegaron a la cafetería, vieron que estaba a tope de clientes y que el tío de Nara apenas podía con todo él solo.

-Menos mal que no iba a haber problemas -suspiró ella-. Supongo que tendré que echarle una mano.

-Nosotros tenemos que volver a la escuela. Pese a que ya no somos estudiantes, todavía dormimos en allí.

-Muchas gracias por todo. Me lo he pasado muy bien, en serio. Y gracias por el regalo. Aunque aún sigo enfadada –añadió, entrecerrando los ojos.

-Lo siento –se disculpó Kareth.

-En fin. Lo dejaré pasar. A cambio, más os vale que no olvidarme, por muchos años que paséis fuera.

-Tranquila. Para ello tendrán que lavarnos el cerebro unas veinte veces –respondió Remi, sonriendo.

-O más –sentenció Kareth.

Feliz de escuchar aquella, respuesta, la joven asintió y se marchó.

 

-Ha sido una táctica tuya, ¿verdad? –sugirió Kareth, una vez él y Remi se hubieron quedado solos, mientras volvían al área de la escuela.

-¿El qué? ¿El dejaros a solas? –preguntó Remi inocentemente.

Kareth asintió.

-Bueno… es posible.

-Me lo temía. -dijo Kareth-. No soy tan idiota como para no darme cuenta de lo que ella siente.

-¿Y entonces?

-Quizás sea que tengo miedo.

Tras aquella última frase, la expresión de Remi se volvió más seria.

-Ya sabes que nuestras vidas son cortas, Remi. A diferencia de los humanos normales nuestras esperanzas de vida se reducen considerablemente, y tengo miedo de que sufra por mi culpa.

-Te entiendo. Aunque no puedo recordar por qué, elegimos este camino a pesar de las consecuencias.

-Así es.

-Ella es una chica maravillosa, Kareth.

-Lo sé, por eso me da aún más miedo.

 

Cabizbajo y sin saber bien cómo continuar aquella conversación, Remi decidió cambiar de tema.

-Hay algo de lo que me he enterado en Raitz.

Kareth levantó la cabeza, lleno de curiosidad.

-¿De qué se trata?

-Es sobre esa chica, Sarah. Parece que la ejecución será mañana…

10: War College 10
War College 10

Al escuchar la noticia, Kareth se mantuvo en silencio durante unos instantes.

-Entiendo. Ya me lo veía venir.

Así que ella iba a morir. No podía evitar pensar que algo no encajaba en esa conclusión.

-Kar… -Remi se mostró preocupado ante la actitud de su amigo.

-Remi –le interrumpió Kareth-, una persona debe decidirse por aquello que considera justo, ¿no crees?

-Supongo que eso sería lo correcto.

 

Cabizbajo, el guerrero se detuvo allí mismo, sorprendiendo a Remi, quien hizo lo mismo unos cuantos metros delante de él.

-Voy a hacerlo –afirmó, de repente, Kareth.

-¿El qué?

-Voy a salvarla.

-¡¿Eh?! ¡Espera! ¡¿Estás loco?! ¡¿Sabes lo que estás diciendo?!

¿Qué si sabía lo que estaba diciendo? Por supuesto. Lo sabía muy bien. Pero todo aquello era muy raro. Además, ella estaba llorando.

-Es posible que esté loco. Ni siquiera podría decirse que esté seguro de que sea inocente, pero…

-¡La pillaron justo cuando lo estaba matando! ¡Kar, no puede haber otra explicación! –exclamó Remi.

-¡¿Entonces por qué?! ¡¿Por qué iba a matar a alguien que cuidaba de ella?! ¡¿Por qué iba a llorar por su muerte si no tenía nada que ganar haciéndolo?! Y luego está su sucesor, ¿no te parece todo demasiado conveniente?

Remi se quedó en silencio.

-Sé lo que pasará si lo hago. No soy estúpido. Seguramente al considerarme cómplice de asesinato me tachen de traidor, lo que supondría mi ejecución también, pero mi intuición me dice que no puedo dejar las cosas tal y como están.

 

Sin saber qué decir, Remi suspiró.

-Odio lo impulsivo que puedes llegar a ser a veces –contestó finalmente- Supongo que no tendré más remedio que echarte una mano.

-¡¿Qué estás diciendo?! ¡No puedo meterte a ti también en todo esto! –se quejó Kareth.

-Demasiado tarde, amigo. Además, tampoco puedo dejar que mi compañero de trabajo acabe con alguna lesión antes de que nos vayamos, y puede que incluso exista alguna manera de convencer a los demás de su inocencia.

-Tengo una nota que cogí de la habitación de Yami. Bueno en realidad sólo se leen unas pocas frases pero parecía pertenecer a una carta dirigida a alguien.

-¡¿Entraste en la habitación de Darker?! –exclamó Remi.

-Ya te he dicho que todo esto me parece muy raro, así que quise investigar lo que estaba pasando. Por desgracia, no creo que se pueda confirmar mucho con lo que ponía.

-¿Qué es lo que ponía?

-Era algo así como “Todo volverá a su cauce. La extinción es el nuevo paso hacia el futuro.”

-Tienes razón. No es que nos diga mucho.

-Pensé en llevárselo a Sarah para ver si le encontraba algún significado.

-Espera, déjame verla un momento –propuso Remi.

-Toma.

 

Sacándola de su bolsillo, se la entregó a Remi, quien la estuvo observando detenidamente durante unos segundos. Después de voltearla varias veces, el chico echó mano del teletransportador. Toqueteando un par de botones hizo aparecer una pequeña linterna que proyectaba luz fluorescente, utilizándola sobre el papel. Entonces, una sonrisa de triunfo apareció en su rostro.

-¿Qué ocurre? –preguntó su amigo con curiosidad y acercándose a él para observar lo que veía.

-Como imaginaba. La tinta parecía algo más diluida de lo normal, es un detalle difícil de percibir pero puede significar que hay algo más escrito. No me equivocaba.

-Déjame ver –dijo Kareth mientras le quitaba la hoja de las manos.

-“Debes evitar que el proyecto continúe. Mi muerte está cerca, dentro de poco vendrán a por mí. Por favor, detén los errores que cometí, Sarah.”. Así que este mensaje iba dirigido a ella. ¿Él ya sabía de su muerte?

-Si ese mensaje iba dirigido a Sarah, ¿no sería raro que fuese escrito para alguien que lo iba a matar? –preguntó Remi.

-Sí. Por supuesto que sí. Ahora que recuerdo, ella me dijo que aquella noche Darker quería contarle algo, pero no pudo decírselo antes de su muerte. Seguramente, él no se imaginaba que quien lo mataría sería su propia guardaespaldas –caviló Kareth.

-Exacto, por eso no le dio tiempo a decírselo, pero fue lo suficientemente cauto como para dejar una evidencia que no fuese fácil de descubrir.

-Pero hay algo que todavía no entiendo –interrumpió Kareth.

-¿El qué?

-¿Por qué sólo ha quedado este trozo de la nota? ¿Por qué no está el resto?

-Ni idea. Puede que alguien lo destrozase para que no pudiera leerse o que quedara así tras el asesinato. En cualquier caso, es posible que esta nota la salve.

-Tienes razón. Gracias, Remi.

-No hay de qué.

-Ahora mismo iré a ver a Lethos. Ya que es el líder de Karma, seguro que si le convenzo, podrá hablar con la justicia de Yohei Gakko y evitar la ejecución. O, como mínimo, ganar algo más de tiempo hasta la ejecución.

-Voy contigo –sentenció Remi.

 

Poco tiempo después ya habían llegado a la prisión.

-Tengo que hablar con Lethos. Es importante -informó Kareth a uno de los miembros de Karma, el cual asintió y fue a buscarle. Éste no tardó mucho en aparecer.

-¡Kar, ¿qué te trae por aquí?! Veo que no vienes solo –dijo Lethos.

-Venimos a comentarte algo acerca de la asesina –comenzó a decir Kareth.

-¿Qué ocurre?

-Verás…

-¡Oh! A mí también me gustaría escucharlo.

 

Interrumpiendo su conversación, una persona se situó junto a Lethos. Alguien con quien Kareth preferiría no haberse topado y cuya voz, de por sí, ya le resultaba repugnante. El sucesor de Darker: Rokudo.

-Seguramente ya le conocéis. Os presento al señor Rokudo, sucesor de Darker en Comhairle.

 

Tanto Remi como Kareth asintieron, mientras aquel hombre sonreía despreocupadamente, todavía con sus ya características gafas de sol puestas.

-Así que tenéis información sobre la asesina. ¿De qué se trata?

Los dos amigos se miraron, sin saber si continuar o no.

-¿Pasa algo? –preguntó Rokudo, extrañado (aunque a Kareth le dio la sensación de que se estaba divirtiendo a su costa).

-No... no es nada... –contestó Kareth, tensándose ligeramente.

Tras una rápida observación tanto a los que tenía delante como a su alrededor, el chico continuó con lo que había venido a decir.

-Tengo razones para pensar que ella no es en realidad la asesina.

Lethos se sorprendió ante aquella revelación. Por otro lado, la expresión de Rokudo no se alteró lo más mínimo.

-Ésa es una afirmación bastante importante. Supongo que tendrás pruebas que te apoyen –dijo Rokudo.

-Sólo una. Se trata de esta nota.

 

En ese momento, el chico sacó el papel y se lo entregó a Rokudo y Lethos. Fue el primero de ellos quien la cogió y leyó su contenido.

-No entiendo –dijo el hombre segundos después- ¿Qué significa?

-La encontré en la habitación en la que se hospedaba Darker. En la parte de atrás está escrita la prueba de lo que digo –continuó Kareth.

-¡¿Entraste en la habitación del señor Darker sin el permiso de Karma?! –exclamó Lethos, enfadado.

-¡Tenía dudas sobre ella siendo la asesina! ¡Así que hice lo que consideré necesario para resolverlas! ¡Tú mismo me dijiste que, cuando se cree que algo es injusto, se debe hacer todo lo posible para que sea considerado justo, ¿no es así?!

-¡Pero...! –Lethos intentó replicar, pero fue interrumpido por la mano de Rokudo.

-Tranquilo, Lethos –dijo el hombre, volviendo la mirada hacia Kareth- Te llamas Kareth, ¿cierto?

El joven asintió.

-¿Podrías enseñarme lo que hay escrito en la parte de atrás de esta nota? –fue durante un instante, pero al chico le dio la sensación de que se había puesto un poco nervioso.

-Claro -sin mostrarse muy convencido, el chico le hizo una señal a su amigo.

-Si se enfoca con una luz fluorescente podrás verlo –dijo Remi haciendo la demostración y desvelando el resto del mensaje.

-Entiendo… -Rokudo mantuvo una expresión seria mientras lo leía- ¿Puedo preguntarte en qué lugar de la habitación se encontraba la nota?

 

Al mismo tiempo que realizó aquella pregunta, el hombre miró directamente a los ojos de Kareth, quien no pudo evitar sentirse presionado. Puesto que ya les había contado sobre su entrada en la habitación, no iba a servir de nada mentir en los detalles.

-Estaba dentro de un pequeño cofre. Al abrirlo, observé que tenía un doble fondo y que en él, estaba la nota.

-¿Y como entraste sin que te descubriesen?

-Por la puerta principal. Me hice pasar por un miembro de Karma, al fin y al cabo conozco cómo funciona – mintió. No quería decir que había subido por la parte de atrás, no fuese a relacionarle con aquella “rata fisgona” que estuvo espiándole en su habitación.

-Ya veo. N te preocupes, Lethos. No pasa nada.

-Pero…

-Entiendo lo que le motivó a investigar. Eres amigo de Sarah, ¿no es cierto?

Kareth asintió.

-Sin embargo, me temo que tendrás que aceptar que ella es una asesina.

-¿A-a que te refieres? –preguntó el joven, confuso.

-Este mensaje es claramente falso. La letra no es la de Darker.

-Pero ahí pone que...

-Sé lo que pone, y siento decirte esto, pero habéis caído en la trampa de esa chica. Seguramente, la nota fue escrita por ella misma. Una manera de intentar exculparse. Y por poco le funciona, por lo que he podido observar –explicó Rokudo mientras les miraba. Tras esto, rompió la nota, haciéndola completamente ilegible- Es horrible que haya ocurrido todo esto, y sé que cuesta aceptarlo. A mí también me costó al principio, pero la realidad es así.

 

Conforme escuchaba cada palabra que salía de su boca, el chico tenía que hacer un gran esfuerzo por contener la ira que iba creciendo cada vez más en su interior. Pese a sus palabras, lo único que veía era mentiras. Puro teatro.

-¿Acaso dudas de mí? -comentó el hombre ante su silencio.

¡Por supuesto que dudaba! Es lo que le hubiese gustado gritar, pero eso no mejoraría las cosas.

-N-no… -respondió.

-Me alegro, porque lo que estoy diciendo es la verdad. Bueno, si no tenéis nada más que añadir, tenemos que preparar una ejecución para mañana. Vamos, Lethos.

-Sí –dijo el líder de Karma mientras le seguía. No sin antes echar la vista atrás en dirección a Kareth y Remi, mostrándose decepcionado.

 

Los dos amigos se sentaron sobre las escaleras que llevaban a la entrada de la prisión. Ambos cabizbajos e inmersos en sus pensamientos.

-Parece que, después de todo, no hemos sido capaces de convencer a Lethos -dijo Remi, intentando romper el silencio.

-Como si fuese a creérmelo.

-¿Qué?

-¡Ese tipo...! ¡Obviamente está mintiendo! ¡Estoy seguro de que se lo ha inventado todo!

-Kar…

-¡Remi, plan B! ¡Si las palabras no sirven de nada, tendré que salvarla a la fuerza!

-¿Y qué piensas hacer?

-Mañana es la ejecución, ¿verdad?

-Sí.

-Para hacerlo, tendrán que sacarla de la prisión. La seguridad es máxima dentro, pero fuera se reducirá. Por tanto, si sé jugar bien mis cartas podré conseguirlo.

-Pero, ¿cómo lo harás?

-Provocaré una distracción y en medio de la confusión la secuestraré.

-¿Y si consiguen darse cuenta de tus intenciones?

-Entonces será el momento de ponerse serio. En el peor de los casos usaré mi as en la manga, aunque eso signifique exponerme.

El rostro de Remi reflejaba claras dudas de que aquello fuese a salir bien.

-Ya te he dicho que sé a lo que me enfrento, Remi. Puede que no salga bien. Así que deja que lo haga solo –propuso Kareth, poniéndose en pie.

-¡¿Me tomas el pelo?!

-¿Qué? –la reacción de su amigo le pilló por sorpresa.

-¡Me da igual lo que hagas o hacia donde vayas, no te dejaré solo! ¡Y si no lo conseguimos, no lo conseguiremos juntos! ¡Cuenta conmigo! –exclamó Remi, poniéndose a su altura.

-Pero…

-¡No hay peros que valgan! ¡Si no me dejas ayudarte les contaré a todos lo que planeas!

-¡Eh! ¡Espera! ¡No lo dices en serio!

-¿Quieres ponerme a prueba?

 

Sintiendo que había perdido, Kareth suspiró. Pese a que estaba en contra, no pudo evitar sentirse aliviado.

-Soy yo quien decide si ayudarte o no, Kar. Somos amigos. Haré lo que sea que no puedas hacer tú.

-Supongo que no me queda más remedio.

-Veo que lo has captado –sonrió Remi.

-Decidido. Mañana, cuando vaya a comenzar la ejecución, pondremos en práctica el plan para salvar a Sarah.

-De acuerdo.

 

Mientras tanto, la noche había llegado a Yohei Gakko, una noche que precedía el comienzo de un día lleno de sucesos.

11: War College 11
War College 11

Acostada sobre el frío y oxidado banco, en aquella sucia celda, Sarah intentaba descansar pese a que la culpa y el arrepentimiento la seguían torturando.

 

Incapaz de relajarse, decidió quedarse sentada. No podía pensar en nada más, en su mente sólo había voces que la hacían sentirse la peor escoria de la raza humana, obligándola a recordar, una y otra vez, cómo su espada atravesaba el corazón de la persona a quien había considerado como un padre.

 

Mientras seguía dándole vueltas, sus dedos acariciaron un pequeño anillo con una pluma incrustada en él. Se trataba de un recuerdo anterior a la inyección de Radiar. Sin embargo, al igual que cualquier otro usuario, era incapaz de recordar por qué lo tenía o de dónde lo había sacado, pero tenía la sensación de que era algo importante que debía conservar y que, por suerte, le habían permitido conservar.

 

Se preguntaba cómo estaría la situación en el exterior. Si Kareth se habría marchado de Yohei Gakko para realizar alguna misión o si sus habitantes habrían llorado la muerte de Yami.

 

Perdida en aquel mar de tristeza, se sorprendió un poco cuando escuchó el ruido de pasos acercándose a su celda, pero no tardó en sospechar que se trataba de sus ejecutores.

 

Poco después, aparecieron ante ella cuatro personas pertenecientes a Karma, junto con su líder.

-Llegó la hora. Por la presente autoridad que le corresponde a Karma, seremos los encargados de llevarte hasta el lugar en el que se producirá la ejecución. Levántate, por favor.

 

“Qué formal”, pensó ella, asintiendo y obedeciendo sus órdenes. Pese a su finalidad, se consideraba una especie de evento. Supuso que de ahí venía ese lenguaje, en lugar de tratarla con insultos y gritos. Puede que eso llegase más tarde.

 

Entonces, esperó a que abriesen la puerta y le pusiesen las esposas y grilletes, siendo llevada de los brazos al exterior.

 

Mientras tanto, Kareth observaba la prisión desde uno de los puntos más altos que conocía en Yohei Gakko. Pese al poco tiempo para prepararlo, ya tenía un plan a seguir. Desde allí, divisó a la multitud presente en el lugar de la ejecución. Dada la cantidad, no podía evitar pensar que se había convertido en alguna clase de espectáculo, aunque se alegraba de que los niños no pudiesen verlo. De cualquier forma, él mismo iba a encargarse de evitar que pasase. Con ello en mente, desvió la mirada hacia la zona en la que se encontraba Remi, dispuesto a cubrir su retaguardia.

 

Así pues, llegó el momento en que Sarah salió de prisión. La acompañaban cuatro escoltas además de Lethos, quien iba a la cabeza. No tardaron en situarse frente a la multitud, donde también esperaba Rokudo, para dar comienzo a la ejecución.

 

En un lateral se erigía la justicia de Yohei Gakko. Los grandes mandatarios que habían decidido el día en el que se iba a dar muerte a la chica. Una serie de personas capacitadas (o al menos así se las consideraba) que conocían bien las leyes y el modo de hacerlas cumplir. Aunque, a ojos de Kareth, esta vez se habían equivocado completamente.

 

-Bienvenidos –dijo Rokudo, con voz calmada y acallando a la multitud- Como ya sabéis, hoy nos encontramos aquí con el fin de ejecutar a la asesina de uno de los miembros de alto rango de Comhairle, Yaminari Darker, a quien le fue arrebatada su vida hace aproximadamente dos días, siendo atravesado su corazón por una espada. En base a los hechos, la justicia de Yohei Gakko ha decidido que su sentencia sea la pena de muerte, para lo que utilizará la misma espada con la que ella asesinó a la víctima. Si nadie tiene algo más que añadir, procederemos.

 

“Maldito seas, matarla con esa espada, ¿es que quiere hacerla sufrir más de lo que ya lo ha hecho?”, pensó Kareth, apretando los dientes.

 

Nada más finalizar aquel pequeño discurso, Rokudo dio paso al verdugo que se encargaría de hacer el trabajo. No era el típico individuo corpulento, que se tapaba la cabeza con un saco y blandía una gran hacha como si fuese un palo, tal y como se rumoreaba que se hacía en otras épocas mucho más anteriores. Era una persona bastante normal salvo por el hecho de llevar puesta la máscara de un demonio y vestir con ropajes oscuros ya que, incluso en la cultura actual, el color negro seguía simbolizando la muerte.

 

La vista de Kareth le permitió ver la expresión de Sarah. Tenía los ojos cerrados, como si no quisiese enfrentarse a la muchedumbre enfurecida. Ni siquiera debían de quedarle lágrimas con las que llorar su propia muerte, puesto que se habrían secado al lamentar la de Darker. Si a eso le sumaba el hecho de que ella misma se consideraba culpable, era comprensible que no tuviese fuerzas para sentir pena por ella misma. Aquello le resultaba molesto. ¿De verdad tenía que rendirse tan pronto? Kareth estaba seguro de que la chica no quería morir. Estaba seguro de que, en el fondo, esperaba que todo se solucionase. Quería convencerse de ello.

 

Había llegado el momento de actuar. Echando un último vistazo al lugar de la ejecución, a fin de calcular bien la distancia que debía saltar, se situó en el borde del edificio y encogió las piernas. Acto seguido, sacó algo de su teletransportador y le hizo una señal a Remi, quien preparó su arma.

 

Por otro lado, en la zona de ejecución, dos miembros de Karma obligaron a Sarah a ponerse de rodillas. A su vez, el verdugo alzó la espada, disponiéndose a cumplir con su trabajo. Fue entonces cuando Rokudo preguntó, como era costumbre en estos actos, por la última voluntad de la joven.

- No tengo nada que decir. Acabad con esto de una vez –afirmó mientras su voz se quebraba.

-Como desees -dijo Rokudo, alejándose de allí.

 

La gente estaba expectante. De repente, todo había quedado en silencio. Ni abucheos, ni gritos, ni insultos. Puede que verla aceptar su propia sentencia les hubiese dejado sin palabras. Que fuese la primera vez que observaban un caso como ése. O que, simplemente, la tensión acumulada por lo que estaba a punto de suceder, les hubiese enmudecido.

 

En ese momento, una explosión rompió el silencio, dando lugar a una intensa humareda que lo cubrió todo. Acto seguido, una figura vestida con capa apareció desde arriba y penetró entre el humo, saliendo segundos después a una velocidad pasmosa.

 

Aquella situación provocó el pánico entre la multitud, de manera que la mayoría de los que estaban allí corrieron a buscar refugio para evitar un mal mayor.

 

Cuando por fin se hubo disipado el humo, se pudo observar tanto a los guardias, así como al resto de personas junto a la acusada, en el suelo y tosiendo.

-¡¿Qué ha pasado?! -preguntó Lethos, alterado y confuso.

-¡La chica ha desaparecido! –exclamó uno de los guardias.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo es posible que haya desaparecido delante de nosotros?!

-Me temo que alguien la ha ayudado.

-¡Señor Rokudo! –exclamó Lethos al escuchar las palabras del sucesor de Darker.

 

Levantándose del suelo, Rokudo se espolsó el polvo de la ropa. Su expresión transmitía tranquilidad, como indiferente a lo que acababa de pasar.

-¿Está bien? -preguntó Lethos.

-Sí. Más importante, será mejor que empecéis a buscarla cuanto antes.

-¡S-sí, señor!

 

Dicho esto, Lethos empezó a dar órdenes para que Karma se movilizase. Algunos de sus miembros se encargaron de tranquilizar a los civiles mientras otros se organizaban en patrullas de búsqueda. Rokudo desplazó la vista hacia el edificio en el que anteriormente había estado Kareth. Tras esto, sonrió.

 

Sarah todavía tenía los ojos cerrados. Entre el humo y la confusión, no había tenido tiempo de abrirlos. Sentía que alguien la sujetaba por la cintura y la levantaba por el aire entre salto y salto. Una vez hubo reunido la suficiente, decidió echar un vistazo.

 

La persona que cargaba con ella se había ocultado bajo una capa. Se movía de edificio en edificio, rápidamente.

-¿Q-quien eres? –preguntó.

-Un amigo de la justicia –contestó con simpleza.

-¿A-amigo de la justicia?

-No te preocupes, cuando lleguemos a un lugar seguro te explicaremos todo.

-¿Explicaremos? –aquella conversación sólo estaba consiguiendo confundirlas aún más.

-¡Por aquí! –exclamaron las voces de miembros de Karma que habían logrado dar con ellos.

-¡Mierda! ¡Son mejores de lo que pensaba! Es bueno saber que la seguridad de Yohei Gakko no está llevada por unos debiluchos. Lástima que ahora mismo eso no nos convenga.

En ese instante, un disparo de procedencia desconocida impactó sobre los guardias, quienes salieron despedidos hacia atrás, perdiéndose de vista por el momento.

 

Aprovechando la ocasión, el encapuchado bajó del edificio en que se encontraba y se introdujo por un callejón. Allí lo esperaba otro encapuchado que le hizo señales para que le siguiese.

 

Abriendo una pequeña puerta, los tres entraron en una especie de almacén.

 

-No creo que podamos permanecer mucho tiempo aquí, pero será suficiente para que se despeje un poco el área -informó uno de los encapuchados, cerrando la puerta, no sin antes comprobar que nadie les seguía.

 

El segundo de ellos, quien llevaba a la chica en brazos, la soltó, permitiéndola caminar con sus propios pies.

-¿Quienes sois? -volvió a preguntar, empezando a tomar una actitud desafiante.

Al escuchar su tono, Kareth y Remi se quitaron la capucha.

-Amigos de la justicia -repitió Kareth.

-¡¿K-Kareth?! ¡¿Qué diablos estás haciendo?!

-¿No es obvio? Salvarte la vida.

-Pero, ¡¿os dais cuenta del lío en el que os habéis metido?! ¡Os van a matar!

-Ya conocemos las consecuencias. Llevamos siendo estudiantes aquí desde hace tiempo. Así que conocemos sus leyes.

-¡Pero…!

-No nos importa.

 

Viéndose interrumpida, la chica se quedó en silencio, calmándose un poco.

-Hemos decidido hacer esto por voluntad propia. Así que te sacaremos de aquí e iremos a un lugar donde no puedan alcanzarnos –dijo Kareth.

-Lo primero será buscar un escondrijo mejor que éste –propuso Remi.

-Lo sé, pero ¿dónde?

-¿La cafetería Seigari?

-¡¿Estás loco?! –se enfadó Kareth.

-Sé que es arriesgado, pero allí tienen un sótano donde podemos escondernos, y su casa está bien resguardada. Estaríamos seguros mientras pensamos en una forma de escapar –explicó Remi.

-¡Agh! ¡Maldito seas tú y tus argumentos! –se quejó Kareth mientras se debatía entre hacer caso a su amigo y buscar otras opciones.

-¡Buscad por aquí! -fuera del almacén podía escucharse la voz de los guardias de Karma.

-¡Ya están aquí! -avisó Remi, acercándose a la puerta con su arma alzada.

-No tenéis por qué hacer esto –dijo Sarah.

-A estas alturas ya no hay vuelta atrás. Laméntate cuando salgamos de aquí. ¡Remi!

-¡Dime!

-Cuida de ella. Todavía no saben que somos dos, así que saldré yo primero y los distraeré. Mientras tanto lleva a Sarah hasta la cafetería.

-Entendido.

-¡¿Vas a salir tú solo?! –replicó ella.

-No te preocupes por él. Cuando quiere, sabe apañárselas. Demasiado bien, diría yo –bromeó Remi ante la incredulidad de la joven.

-Estaré bien. No tardaré en reunirme con vosotros.

 

Tras despedirse, Kareth se puso la capucha de su capa sobre la cabeza y salió a la vista de sus perseguidores. Después de un rato, y asegurándose de que la zona estaba despejada, llegó el turno de salir para Sarah y Remi.

 

Corriendo por el sector de ocio, Kareth se dio cuenta de que apenas había civiles o estudiantes, ya que la mayor parte había asistido a la ejecución. Por suerte, aquello evitaba distracciones y facilitaba su movimiento.

 

Puesto que mantenía la vista al frente, no pudo contar bien a sus perseguidores, pero, con un rápido vistazo, llegó a distinguir a cuatro de ellos, aunque quizás hubiese más escondidos. Al fin y al cabo, habían sido entrenados en el mismo sitio que él. No podía bajar la guardia.

 

Como si hubiesen leído sus pensamientos, uno de ellos apareció delante de él. Se trataba de Lethos, quien avanzó rápidamente hacia él y lanzó un ataque directo a su cuello mediante un fino cuchillo. Iba a matar.

Por suerte, Kareth consiguió esquivarlo a tiempo agachándose y realizando una voltereta una voltereta hacia delante para controlar la inercia de su carrera. Sin embargo, aquel movimiento le quitó la capucha, descubriéndolo.

-¡¿Kar?! -se extraño Lethos, dándose la vuelta para encarar al joven.

-Eso me temo -contestó Kareth, con una rodilla apoyada en el suelo.

-¡Así que has sido tú quien ha secuestrado a la asesina!

-Preferiría que lo llamases “salvarle la vida”.

-¡Eso no importa! ¡¿Se puede saber en qué diablos estás pensando?!

-¿No es obvio?

-¡No te creía tan loco como para hacer algo así!

-¿Sabes? Me estoy empezando a cansar de que la gente me considere uno -respondió el chico, levantándose.

-¡No hay otro nombre para alguien que pretende enfrentarse a una ciudad entera por una asesina!

-No, Lethos. Ella no es la asesina.

-¡El señor Rokudo dijo que aquellas pruebas eran falsas! ¡Deja de engañarte, Kar!

-Me pregunto quién es el que está siendo engañado.

-¡¿Qué dices?!

-¡Ese tipo es un farsante, Lethos! ¡Os está mintiendo a todos!

-¡¿Cómo puedes decir algo así?!

-¡¿No te das cuenta?! Siendo el sucesor de Yami, a él era a quien más le convenía su muerte. De hecho, ¿qué motivos iba a tener la asesina para matarlo?

-¡Kareth, ella fue…!

-¡Sé de sobra lo que ocurrió! ¡Y no tengo explicación de cómo llegó a suceder! Al menos, no todavía. Pero, ¿no te das cuenta de que hay algo que no encaja en todo esto?

-Kar...

-Lethos, por favor, escuch…

-¡Ya es suficiente, Kar!

-Pero…

-¡He dicho que es suficiente! –exclamó el líder de Karma, apretando fuertemente la empuñadura de su cuchillo- Los hechos son los hechos. Los motivos que tuviese no me importan. Dime, ¿acaso puedes probar que fue el señor Rokudo quien mató al señor Darker?

Por desgracia, Lethos tenía razón, no podía demostrar nada.

-Lo suponía. Kareth, voy a darte una oportunidad. Si te entregas y me dices ahora mismo dónde está la chica, puedo asegurarte que me ocuparé personalmente de que no se te considere cómplice. De lo contrario, no tendré más remedio que testificar en tu contra. Y ya conoces la pena que impondrán.

 

Ambos se miraron fijamente. Mientras hablaban, el resto de miembros se habían dispuesto a su alrededor, bloqueándole la retirada.

 

Kareth suspiró.

-No pienso pelear contra ti –declaró.

-Gracias por entenderlo, entrégate y…

-¡No me malinterpretes! –interrumpió-. He dicho que no voy a pelear contra ti, pero mi objetivo sigue siendo el mismo. No me voy a detener, Lethos. Ni tú tampoco.

 

Lethos guardó silencio durante unos instantes, mostrándose dubitativo con respecto a lo que acababa de oír.

-Ya veo. Entonces serás capturado y ejecutado al igual que ella –dijo, poniéndose en guardia.

-Siento repetirme, pero no me vas a detener –le desafió Kareth.

-¡A por él! -exclamó el líder de Karma.

 

Dos de los guardias se abalanzaron sobre Kareth, quien se agachó a tiempo para evitar ambos ataques. Acto seguido, apoyó sus dos manos sobre el suelo, y golpeó sus mentones con la planta de los pies. Percibiendo que sus compañeros no se iban a quedar quietos, apretó su teletransportador, haciendo aparecer, delante de él, el arma que ya había usado en la prueba final.

 

Entonces, cogió la cadena que unía las espadas e hizo que girasen a su alrededor como un molino de viento, realizando varios cortes al resto de guardias.

-¡Conmigo no te resultará tan fácil! -gritó Lethos, quien había sacado un segundo cuchillo y avanzaba hasta él dispuesto a acabar con él.

 

De nuevo, Kareth logró evadir su ataque a tiempo, aprovechando el escaso tiempo que había conseguido para cambiar su arma por dos bombas de humo, que utilizó al instante para cegar a sus oponentes.

-¡¿Qué...?! –se quejó Lethos, tapándose los ojos con el brazo y poniéndose a toser por el humo- ¡Otra vez!

-Ya te lo he dicho, no pienso pelear contra ti.

-¡Me da igual dónde te escondas! ¡Te atraparé!

-En ese caso, te estaré esperando –mientras contestaba, la voz de Kareth fue atenuándose más y más hasta desaparecer.

Cuando se hubo disipado el humo, ya no quedaba rastro de él.

 

Por otro lado, Remi y Sarah llegaron al lugar acordado, vigilando que nadie les siguiese.

 

Ni Nara ni su tío habían ido a la ejecución, por lo que ambos se encontraban en la cafetería. Esto, en cierto modo, facilitaría un poco las explicaciones.

 

También era de agradecer que no hubiese clientes ese día.

-¡Perdón! ¡Sentimos interrumpir! –dijo Remi, irrumpiendo con fuerza en el local.

-¡Uaaah! –gritó Nara, asustándose por la repentina entrada de los fugitivos y tropezándose con una de las tantas sillas del establecimiento, cayendo al suelo de rodillas.

-¡¿Remi?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Y quién es esa chica?! -el dueño de la cafetería y estaba detrás de la barra, al parecer, limpiando algunos vasos-. ¡Espera! ¡¿No es ésa la asesina?! ¡¿Qué hace ella en mi cafetería?!

-Em… esto… bueno… Kareth y yo… -intentó explicar el joven, trabándose por las prisas.

-Tranquilo, chico. ¿Quieres tomar algo mientras me lo explicas?

-¡¿Tío?! -preguntó Nara, incrédula.

-Sí… gracias… ¡No, espera! ¡No es momento para esto! –respondió Remi-. Metámonos en la cocina. Allí estaremos más seguros.

 

Tras una rápida explicación, tanto Nara como Seigari fueron informados de la situación.

-Así que la habéis secuestrado y salvado su vida –dijo Seigari.

-Sí, aunque...

-Y ahora os están persiguiendo –interrumpió el hombre.

-Sí…

-Y vosotros creéis en su inocencia.

-S-sí…

 

Remi se sentía algo incómodo por la mirada que le dirigía el dueño de la cafetería.

-Ya sabéis dónde está el sótano. Usadlo para esconderos –dijo Seigari

-¿Qué? –sorpresa fue la reacción que tuvieron los demás.

-¿Hablas en serio? -esta vez fue Remi quien preguntó.

-Tan en serio como que soy el dueño de este sitio. Confío en vosotros, así que ¿por qué iba a negarme a ayudarla yo también? -Seigari desplazó la vista hacia la chica peliazul-. Sarah, ¿verdad? -ella asintió-. ¿Quieres tomar algo? -preguntó con completa normalidad mientras volvía a lo que estaba haciendo.

-¿Por qué?

Todos la miraron.

-¡¿Por qué hacéis esto?! ¡¿No os dais cuenta de que irán a por vosotros?! ¡Soy una asesina! ¡Yo misma acepté mi culpa! ¡Deberíais entregarme y alejaros de mí! –gritó ella, agarrándose el pecho como si le doliese y mostrando cara de desesperación.

-Dudo que sirva de algo insistir -dijo Nara, con cierta nostalgia en su voz-. Conozco a Kar desde hace mucho tiempo. En el momento en que toma una decisión no va a dar su brazo a torcer. Además, si lo hace estoy segura de que es por una buena razón. Si te apetece cualquier cosa, no dudes en pedírnoslo –sentenció, sonriendo.

 

Sarah intentó replicar, pero no le salieron las palabras. Era incapaz de creer que existiese gente como ellos, lo que le hizo que el recuerdo de Yami volviese a su mente.

-Vamos al sótano. Estoy seguro de que Kar llegará enseguida -sentenció Remi.

12: War College 12
War College 12

El sótano que utilizaron para esconderse era un lugar bastante amplio. En él se podían observar todo tipo de alimentos no perecederos almacenados en cajas y un frigorífico con aquellos que necesitaban conservarse en frío. Además, también se podían encontrar utensilios de cocina y otros objetos. Todo ello destinado a reponer aquello que se consumiese o rompiese.

-Este lugar es perfecto como escondite -comentó Remi-. Además de que conecta con vuestra casa –dijo esta vez, refiriéndose a Seigari y Nara.

 

Mientras hablaba, el joven abrió una pequeña compuerta en el techo, apareciendo tras ella un salón.

-Puede venir bien como vía de escape. No les será fácil cubrir ambas salidas.

-Parece que se haya hecho con esa intención –se sorprendió Sarah.

-Seigari siempre ha sido algo pícaro, así que no sería de extrañar. Además, imagino que le servirá en caso de evacuación.

 

Finalmente, y con un largo suspiro, el chico se relajó en uno de los sofás que había en el salón.

-Adelante, ponte cómoda. Aquí estaremos seguros. Cuando llegue Kareth decidiremos qué hacer –propuso Remi, señalando uno de los cojines que conformaban el mueble.

-Sois unas personas extrañas.

-Yo no me considero así. Puede que los demás sean los extraños.  Ya sabes, ¡justicieros!

Sarah rió.

-¿Acaso sois niños?

-En parte, diría que sí. Al fin y al cabo, probablemente seamos más inocentes que quienes viven fuera de Yohei Gakko.

 

En otra parte de la ciudad, Kareth se mantenía oculto de Karma moviéndose entre los callejones. Sus perseguidores parecían haberse multiplicado, y según su experiencia combatiendo contra ellos, eso no quería decir nada bueno. Pese a ello, seguía sin tener intención de echarse atrás. Tenía que reunirse con los demás lo antes posible.

 

Así pues, continuó su camino hasta llegar una calle más ancha y larga, por la que si bien las probabilidades de ser visto eran mayores, no tenía más opción que arriesgarse a pasar si quería llegar hasta su destino.

 

Teniendo eso en cuenta, primero echó un rápido vistazo para comprobar que no había nadie. Tras ello, se atrevió a salir, llegando sin problemas al otro lado de la calle. ¿Cuántas veces más hacer esto? Kareth suspiró, intentando liberar algo de estrés.

 

Después de un largo rato de silencio entre Sarah, Nara y su tío entraron por la puerta principal de su casa.

-Creía que ibais a tardar más -dijo Remi-. ¿Por qué habéis usado la puerta principal?

-Porque el sótano es para casos de emergencia. Mientras no los haya para nosotros, podemos entrar perfectamente por la puerta principal -contestó Seigari.

Por alguna razón, el tío de Nara parecía disfrutar con todo aquello.

 

-¿Qué te parece la casa, Sarah? No es gran cosa, pero imagino que es más acogedora que la celda en la que estabas –dijo Nara con una sonrisa triste.

La chica asintió.

-Gracias -respondió ella, mostrándose inusualmente tímida.

-No tienes por qué ser tan formal -se quejó Seigari.

-Lo siento. Es que después de lo que ha pasado, me resulta extraño recibir buen trato.

El hombre se sintió algo molesto por su actitud, pero decidió dejarlo estar, entendiéndolo como algo normal dada la situación.

-En fin, ¿queréis comer algo? –preguntó.

-Sí, por favor, estoy muerto de hambre, ¿te queda algo de esa salsa tan rica? -preguntó Remi alegremente.

-¡Ah! Creo que no queda, pero podrías hacer un poco, tío, Así Sarah podría probarla. De hecho, cuando la conocí, demostró tener un gran apetito.

-Bueno, siempre me ha gustado probar cosas nuevas –respondió ella con cierto nerviosismo.

-Aunque ahora pareces estar más nerviosa -indicó Nara, recibiendo el silencio de Sarah como contestación- Nunca hay que rendirse ante la muerte. –dijo de repente.

-¿Qué? –se sorprendió Sarah.

-Nunca te rindas ante la muerte. Estoy segura de que no es lo que mereces.

 

Finalmente llegó la noche de aquel ajetreado día. Kareth todavía no había vuelto, sin embargo la única que parecía preocupada por ello era Sarah. Los demás confiaban plenamente en que aparecería por la trampilla en cualquier momento. Tardase lo que tardase.

-Oye, Seigari, ¿te has asegurado de dejarle la cafetería abierta para que pueda entrar? –preguntó Remi.

-No te preocupes, la puerta de atrás está a su disposición –contestó el hombre.

-Entonces bien.

-¿La puerta de atrás? - preguntó Sarah.

-Está bien escondida. A veces la hemos utilizado para entrar sin que nos vean. Ya sabes, en caso de gastásemos alguna broma pesada o simplemente para no molestar al resto de clientes –explicó el joven.

-¡¿Pero cuántas maneras de esconderse hay en este sitio?!

-Y las que quedan por ver –rió Remi.

 

Sarah no daba crédito. Había ido a parar a una guarida secreta con aspecto de casa normal y corriente.

-Oye, Sarah -dijo Nara-. Ahora mismo me iba a meter en el baño. ¿Quieres acompañarme?

-¿Eh? Sí, claro ¿Si no te importa?

-¡Por supuesto que no! -respondió la chica animadamente.

-Oh, eso suena interesante. ¿Puedo unirme? –bromeó Remi

-¡Remi! –se quejó Nara.

-Tranquila, era broma. Bueno –meditó durante unos segundos, mesándose la barbilla-, o quizás no -sonrió maliciosamente una vez se hubieron marchado.

-Hijo, si intentaras algo que no debes, no saldrías vivo de esta casa -indicó Seigari, levantando el cuchillo que estaba utilizando para preparar la cena.

-Eh. Lo he captado –sentenció Remi, con las manos levantadas y cara de preocupación.

 

Una vez en el baño, Sarah pudo sentirse algo más relajada. Hundió la cabeza en el agua para intentar despejarse, sin embargo los recuerdos del momento del asesinato no dejaban de perseguirla.

 

Con ojos tristes, observó sus manos, sintiendo que ya no le pertenecían.

 

Fue ella quien le mató. Con aquellas manos. Una parte de ella seguía diciéndole que lo mejor era morir y, aun así, otra no quería ¿Acaso tenía miedo? ¿Las palabras de Kareth le habían dado esperanza? Él creía en ella, ¿era lo correcto corresponderle y seguir viviendo?

 

Una vez su cabeza emergió a la superficie, una ola de agua mojó su rostro.

-¡Ah! -gritó la chica, ya que estaba fría.

-Pensé que te ayudaría a dejar de pensar -dijo Nara divertida.

Mientras Sarah se encontraba en la bañera, ella se estaba lavando con el agua de la ducha. Poco después, se unió a ella.

-Era alguien muy importante para ti, ¿verdad?

-Sí.

-Lo entiendo. Si algo así le ocurriese a mi tío yo también me sentiría igual. Debe de ser horrible.

Sarah levantó la cabeza y la miró fijamente.

-¿Tú sabes lo que ocurrió? –le preguntó.

-No con mucho detalle. Pero Kar me dijo que tú se lo contaste y que no le parecías en absoluto una persona que pudiese asesinar a alguien.

-Yo...

-Sólo una persona desalmada sería capaz de hacerlo. Y, personalmente, soy incapaz de verte de esa manera -dicho esto la chica la cogió de los hombros-. Mírate en tu interior. Piensa en cómo eres y en lo que puedes hacer. ¿De verdad crees que la única solución es aceptar que tú eres quien lo mató?

-Pero…

-¡Da igual las situación que se diera! ¡No importa que sólo estuvieses tú! ¡Las cosas no siempre son lo que parecen y lo que creemos tan real no es más que una simple ilusión! ¡Aunque tu cuerpo actuase como lo hizo, tu mente no te dio esa orden, ¿verdad?! ¡Entonces, ¿cómo puedes afirmar tan fácilmente que eres la asesina!¡Deja de tomar el camino fácil! ¡Deja de perseguir ilusiones y medita sobre qué es real!

 

Todo se quedó en silencio a excepción del sonido que producían las gotas al salpicar.

-Perdónate a ti misma –dijo finalmente Nara, bajando los brazos y destensando su cuerpo, el cual sintió cómo se debilitaba de repente.

 

Sarah desvió la mirada durante unos instantes. Era como si hubiesen abierto una puerta que no sabía que existiese, o que, aunque lo supiese, no había querido ver. Si en ese momento seguía mirándola, tenía la sensación de que la iba a deslumbrar.

-Tienes razón. Creo que, al menos, debo intentarlo.

-¡Así se habla! -sonrió Nara-. Seguro todo saldrá bien. No te preocupes.

Sarah asintió. Aquella chica había conseguido que se sintiese un poco más liberada.

-Bueno, será mejor que salgamos –dijo Nara

Tan pronto como la chica se levantó la puerta del baño se abrió, entrando Kareth en él.

-Ah… -frente a él, su amiga se encontraba completamente desnuda, provocando una situación increíblemente incómoda en la que ninguno se atrevió a moverse o hablar.

-M-mejor me voy. -dijo Kareth, fingiendo una sonrisa y cerrando la puerta tras de sí.

La joven continuó de pie en la misma posición, como una estatua.

-¿E-estás bien? –preguntó Sarah.

 

Como si toda fuerza hubiese abandonado su cuerpo, sus piernas le fallaron y cayó de rodillas obre la superficie de la bañera, sumergiéndose completamente bajo el agua. Desde arriba, Sarah pudo ver el intenso rubor que coloreaba las mejillas de su amiga.

“¿Por qué él?”, dijo Nara debajo del agua, transformándose sus palabras en pequeñas burbujas que estallaron en la superficie, mientras ella se hacía cada vez más pequeña. Contemplando aquella escena, Sarah, suspiró.

 

-¡¿Se puede saber por qué no me has dicho que el baño está ocupado, idiota descerebrado?! -le gritó Kareth a Remi, el primero igual de colorado que su amiga.

-¡Cálmate! ¡Ha sido un descuido! –intentó defenderse Remi, quien se estaba quedando sin espacio para retroceder.

-¡¿Un descuido?!

-¡Lo siento! ¡Por favor, aparta esas espadas que estoy empezando a asustarme! ¡Y no las acerques tanto a mi entrepierna!

-¡Callaos los dos! -interrumpió Seigari, separándolos y evitando así que Remi perdiese algo bastante importante-. Ha sido un accidente, así que dejadlo ya.

Tras la intervención del hombre, Kareth bajó sus armas y poco a poco se fue tranquilizando.

-En cualquier caso, no me digas que las vistas no han sido buenas -indicó Remi.

-¡Ese no es el tema! –respondieron Seigari y Kareth al unísono.

 

Ya entrada la noche, Seigari y Kareth eran los únicos que quedaban en el salón.

-Siento haberos metido en esto –se disculpó de repente el joven.

-No tienes por qué hacerlo. Tanto ella como vosotros dos sois bienvenidos aquí, y ten por seguro que te ayudaremos siempre que lo necesites. Además, esa chica, Sarah, parece haber hecho buenas migas con mi sobrina.

-¿Tú crees?

Seigari asintió.

-Me preocupaba que Karma pudiera seguirnos hasta aquí. No me perdonaría que, por mi culpa, os encarcelasen u os hiriesen.

-De todas formas, ya no hay vuelta atrás –dijo Seigari.

-Eso no me hace sentir mejor -replicó Kareth, bajando la cabeza.

-¡No, no! No quiero decir que nos incomode. Ya te he dicho que no te preocupes. Además, ya sabes que a este viejo siempre le viene bien algo de juerga para no desgastarse.

-No eres tan mayor –sonrió el chico.

-Oh, yo me hago viejo a una velocidad asombrosa, chico.

Ambos rieron.

-Gracias por todo -dijo Kareth.

-Vete a descansar, mañana, cuando todos estemos en mejor forma, decidiremos qué hacer. Por el momento, estaremos seguros aquí.

-Sí, será lo mejor.

 

Kareth se dirigió a un pequeño dormitorio libre en el que Remi y él habían dormido otras veces. Allí ya le esperaba su compañero, durmiendo profundamente. No parecía nada preocupado por cómo iban a salir todo. Entonces, antes de abrir la puerta, alguien apareció a su lado.

-Ah, eres tú, Kareth -dijo Sarah, quien vestía un camisón, propiedad de Nara.

-Te queda bien –comentó el chico señalando la vestimenta.

-Gracias –un poco sorprendida por el cumplido, se miró sí misma, ruborizándose ligeramente.

-Bueno, si me disculpas. Estoy agotado y me convendría descansar para mañana.

-¡Espera!

-¿Mm?

-Quería agradecerte… -intentó continuar, pero se detuvo a mitad de frase, dubitativa. Tras un segundo de meditación, prosiguió con lo que iba a decir- Quería agradecerte que me hayas salvado. Creía que estaba preparada. Que cuando fuesen a ejecutarme lo aceptaría, sin miedo ni remordimientos.

-Nadie debería rendirse ante la muerte.

-¿Eh?

-¿Qué? –Kareth se extrañó por su reacción.

-No, no es nada. Es sólo que... Nara me dijo algo parecido.

-¿Ah, sí?

-Sí, de hecho se podría decir que ella ha sido la que me ha conseguido que... –se detuvo un momento para pensar en la expresión adecuada- ...cambie de parecer.

Kareth sonrió.

-Esa chica es increíble. En cualquier caso, me alegro de que ahora pienses así. No te preocupes, todo va a salir bien. Conseguiremos escapar.

 

Tras aquella conversación, Sarah se sintió un poco más aliviada. Fue en ese momento, cuando Kareth cayó en la cuenta de lo que había en uno de sus dedos.

-¿Qué es eso? -preguntó el chico señalando su mano.

Ella la levantó y observó el anillo que brillaba en uno de sus dedos.

-¿Esto? Supongo que una especie de recuerdo. Aunque no se de donde procede. Ya lo tenía después de recuperarme de la inyección de Radiar.

-Un anillo con una pluma incrustada –murmuró Kareth, temblando por su descubrimiento.

-¿Es extraño? -pregunta Sarah, un poco confusa.

El chico negó con la cabeza y acto seguido sacó algo de su bolsillo. Se trataba de un colgante cuya cadena se introducía por un anillo igual que el que tenía ella.

Los ojos de la joven se abrieron como platos y ambos se miraron, sin saber qué hacer.

-¿Q-qué quiere decir esto? –preguntó Sarah.

-No lo sé, pero yo también tengo este anillo desde que me recuperé de la inyección.

-S-son idénticos.

-B-bueno, no nos alarmemos. A lo mejor sólo es una coincidencia –dijo él.

-S-sí, seguramente sólo sea eso...

Ambos forzaron una sonrisa, pero ninguno de los dos se mostró muy convencido por sus palabras.

-En fin. Buenas noches, Sarah.

-B-buenas noches.

 

Aquella noche, Kareth no pudo dormir. Estaba muy cansado, pero el último acontecimiento del día le había quitado el sueño. Así pues, incapaz de permanecer acostado por más tiempo, se levantó y se dispuso a salir de la habitación a fin de despejarse un poco.

 

Durante el trayecto, intentó no despertar a Remi, aunque tal y como roncaba, dudaba de que lo hiciese. Aun libre de preocupaciones, se preguntaba si hubiese conciliado el sueño con aquel ruido.

 

Tras atravesar el pasillo, llegó hasta el salón. Seigari ya no se encontraba allí, por lo que estaba solo.

“Mejor. Mucho más tranquilo”, pensó mientras se sentaba en uno de los sofás.

 

Estuvo un buen rato observando su anillo mientras recordaba el momento en que había descubierto el de Sarah. Coincidencia, ¿eh? Aquello era sólo una forma de engañarse a ellos mismos, pero no era momento de tratar ese tema. Quizás lo mejor fuese esperar a que escapasen.

 

-Qué desastre –dijo mientras se llevaba una mano a la cabeza.

-¿El qué es un desastre?

Por un acto reflejo, el chico escondió el colgante en su bolsillo.

-¿Eh?

-¿El qué es un desastre? -repitió Nara, acercándose a él y sentándose a su lado.

-N-nada. Estaba pensando en voz alta. ¿Qué haces aquí? Me has asustado -debido a lo ocurrido en el baño se sentía un poco nervioso al estar a su lado. Además, el camisón que llevaba puesto no ayudaba mucho a limar tensiones.

-No podía dormir -respondió ella, poniéndose igual de tensa de repente. Probablemente, acababa de acordarse de lo mismo-. Pensé que podría despejarme un poco si venía aquí.

 

Kareth también había pensado en lo mismo hasta que la chica irrumpió en la habitación.

-Lo siento- se disculpó él.

Nara se mostró sorprendida.

-Siento lo que… -continuó el joven, sin poder mirarle a la cara- ...lo que ha ocurrido antes.

-¡¿Ah?! ¡¿Eh?! ¡N-n-no debes preocuparte p-p-por eso! Eh… -nerviosa, ella se sonrojó.

-¿Te encuentras bien? –preguntó Kareth.

-¡S-sí! ¡Uaah! -intentando alejarse, la chica cayó del mueble.

-¡Cuidado!

 

Se escuchó un fuerte ruido contra el suelo. Instantes después, tanto Kareth como Nara se encontraban uno encima del otro. Sus miradas se encontraron y el tiempo se detuvo, sin que ninguno diese el primer paso para alejarse.

-K-K…Kar… -la chica rodeó su cuello y entornó los ojos ligeramente-...Y-yo...

 

Él se quedó sin habla. La temperatura de la habitación y de su cuerpo no dejaba de subir, y su mente no respondía, quedándose allí tendido mientras el rostro de Nara se acercaba cada vez más al suyo.

 

Pudo sentir su respiración e incluso los latidos de su corazón, tan cerca como se encontraba de ella. Era como si una parte de sí mismo no quisiese separarse mientras observaba sus rosados labios rozar levemente los suyos, todavía sin llegar a besarle. Una sensación que no deseaba rechazar.

 

Entonces, cuando finalmente estaban a punto de fundirse en uno solo, alguien les interrumpió, provocando una separación rápida.

 

Los dos se llevaron la mano al pecho, donde podían sentir su acelerado corazón.

-Oh, estás aquí. Me he despertado y no te he visto. Me habías preocupado –dijo Remi, rascándose los ojos-. Parece que Nara también está aquí.

-¡S-sí…que cosas! ¡Jajajaja! -Nara rió nerviosamente. Tanto ella como Kareth estaban agitados, ruborizados y, aunque lo escondían bastante bien, decepcionados.

-N-no te preocupes, ahora iré –dijo Kareth.

-Ya, ya. Tómate tu tiempo –contestó Remi, guiñándole un ojo.

“Idiota”, pensó Kareth, respirando profundamente.

-B-bueno, será mejor que me vaya -dijo el chico.

-S-sí. Yo también –contestó ella.

 

Tras despedirse, Kareth se fue directamente a su habitación.

-Menudo día... –murmuró mientras abría la puerta del dormitorio.

13: War College 13
War College 13

A la mañana siguiente, todos se reunieron en el salón para discutir el siguiente movimiento.

-Por el momento, estaremos todos de acuerdo en que no podemos quedarnos aquí para siempre. No sabemos cuánto tardarán en descubrirnos -dijo Seigari.

-Cierto. Anoche tuve tiempo para pensar –comentó Kareth, recordando lo poco que había dormido-, y eso me sirvió para idear una manera de escapar.

-No pudiste dormir, ¿eh? -Remi sonrió maliciosamente.

-Cállate. Como decía, he encontrado una forma de salir de aquí.

-¿Cuál? -preguntó Sarah.

-En el centro de control de Yohei Gakko existe lo que llaman naves de evacuación. Se idearon para casos de alerta roja o peligro inminente, de manera que, sobre todo los civiles, pudiesen abandonar la ciudad mucho más rápidamente que con los vehículos convencionales. Con lo pocos que somos no habría problema en utilizar una.

-¿Pero cómo llegaremos hasta allí? La seguridad será muy alta -preguntó Remi.

-Gracias a Lethos me enteré de que existe un pasadizo que lleva directamente hasta allí. Por si alguna vez lo necesitaba para ayudarles a salvar civiles. Si lo utilizamos, evitaremos la mayor parte de la seguridad –explicó Kareth-. En cualquier caso, habrá que ir con cuidado, ya que probablemente, Lethos lo haya tenido. Dudo que podamos evitar la lucha.

-No te preocupes. Ya me lo imaginaba. –dijo Remi, levantando el brazo y enseñando bíceps.

-Otra cosa. -Kareth miró tanto a Seigari como a Nara-. Me gustaría que no nos acompañaseis.

-¡¿Qué?! –gritaron ambos al unísono.

-No quiero poneros en peligro, e incluso si han llegado a vernos entrar, podéis decir que os forzamos a escondernos. Además, ninguno de vosotros se ha inyectado Radiar. Siento decíroslo así pero, si nos acompañáis, sólo seréis una carga.

-Chico, puede que no sea la persona más cuidadosa, pero para esta misión necesitaréis toda la ayuda que podáis reunir. Incluso si no es de gente con poderes. –dijo Seigari.

-No creo que seáis de mucha ayuda –replicó Kareth.

-Entonces tendré que demostrarte lo contrario.

 

De repente, el hombre se desplazó hasta uno de los armarios y los abrió. Tras esto, quitó las cajas que había dentro, así como un tablón situado sobre uno de los laterales, de donde sacó un revólver.

-¿Un revólver? –preguntó Remi, sorprendido.

-No uno cualquiera. Éste lo he hecho yo mismo –contestó Seigari mientras lo observaba, sonriente.

-No sabía que tenías ese tipo de… aficiones –comentó Kareth, quien reaccionó igual que su amigo.

-Este viejo guarda muchos secretos –el hombre les guiñó un ojo-. Esta maravilla dispara cargas explosivas, por lo que una simple bala puede llevarse a 5 o 6 por en medio. Lo único malo es que no tiene mucha munición. ¿Sigues pensando que sólo voy a ser una carga? –sentenció, cargando el arma.

 

Kareth resopló, rascándose la cabeza.

-Admito que puede sernos útil un arma así, pero...

- Yo también voy –interrumpió Nara, decidida.

-¿Eh?

-He dicho que yo también voy.

-No. Ya me cuesta aceptar que venga Seigari, como para que también lo hagas tú.

-¡Quiero ayudaros! ¡Siempre sois vosotros los que me ayudáis a mí! ¡Es mi turno!

-¡Pero…!

-¡Kar, no quiero quedarme aquí sola sufriendo, si saber si todo saldrá bien! ¡Es posible que nunca vuelva a veros! ¡Si ese así, por lo menos quiero ayudaros!

El chico intentó responder, pero no le salieron las palabras.

-Déjala que venga, chico –dijo Seigari.

 

Nara le observaba con ojos desafiantes, dándole a entender que no se echaría atrás incluso si la obligaba por la fuerza.

-¡Maldita sea! Parece que no puedo contra vosotros –se quejó, rindiéndose ante su cabezonería- Pero no os alejéis de nosotros.

Al escucharle, la chica sonrió, asintiendo.

-No me perdonaría que te pasase algo –declaró Kareth.

-Confío en ti. Sólo quiero que tú hagas lo mismo.

Tras respirar hondo, el joven se levantó.

-Haced los preparativos. En diez minutos, os quiero a todos listos para partir. Vamos a salir de aquí, juntos.

 

Una vez listos, los cinco atravesaron el sótano y volvieron a la cafetería.

-Bien –antes de abrir la puerta, Kareth decidió dedicar unas palabras al grupo-. Esto va a ser una tarea muy difícil. Manteneos alerta y no hagáis nada de lo que podáis arrepentiros. Seigari y Nara, en cuanto lleguemos a la zona de evacuación, os ataremos con cuerdas para hacerles pensar que no tenéis nada que ver con todo esto, ¿estáis de acuerdo?

Los dos asintieron.

-Bien. Poneos las capas.

Tras hacer lo que les pidió. Salieron por la puerta y comenzaron a moverse entre las calles de Yohei Gakko.

 

Mientras tanto, Lethos ya se había posicionado junto a las naves de evacuación. Pensativo, no dejaba de darle vueltas a la idea de que Kareth, aquel que había considerado su amigo, y en cuyo sentido de la justicia confiaba, había decidido rebelarse por salvar a una asesina. ¿Por qué? ¿Por qué alguien como él?

-¿Ocurre algo?

Al oír una voz detrás de él, se giró rápidamente. Rokudo se dirigía hacia él con una sonrisa en la cara.

-Oh, no es nada. Sólo estoy, un poco sorprendido.

-Entiendo...

 

Indagando un poco más en su expresión, pudo ver la duda reflejada en los ojos del líder de Karma.

-No te preocupes, Lethos. Ese chico ha decidido por su cuenta meterse en asuntos que no le conciernen.

-Lo sé, pero aun así, todavía no consigo creérmelo.

-Todo ser humano cae en la oscuridad en algún momento de su vida.

-¿Señor? –se extrañó Lethos ante la frase de Rokudo. Su expresión, escondida entre las gafas de sol, le provocó un escalofrío. Es como si estuviese cabreado.

-Todo hombre es injusto en el fondo –continuó Rokudo- Es por eso que no debes dudar. Debemos defender la justicia y, para ello, debemos castigar a quienes incumplen las leyes.

 

Lethos bajó la cabeza y asintió.

-Sí, señor. No volveré a dudar.

-Bien.

-Por cierto, señor.

-¿Sí?

-¿Está seguro de que vendrán al centro de control?

-Por supuesto. Me imagino que necesitarán una vía de escape. Ya que estas naves son más rápidas que otros vehículos, es fácil saber que recurrirán a ellas. Los esperaremos aquí y entonces los capturaremos.

-Sí, señor.

-Ah, se me olvidaba decirte algo más.

-¿Eh?

-Es sobre Kareth. Vas a necesitar una pequeña ventaja para poder vencerle...

 

Por otro lado, el grupo de Kareth logró escabullirse entre los callejones sin llamar la atención. Finalmente, el chico se detuvo frente al edificio que correspondía al centro de control.

-Será mejor ir por arriba.

-Pero, nosotros no somos capaces de saltar a tanta altura –indicó Nara.

-Eso tiene fácil solución –contestó mientras la agarraba de la cintura.

-¡Uah!

 

Doblando las rodillas, se impulsó hasta llegar a la azotea del edificio.

-¡Vamos! –exclamó Remi tras coger a Seigari y hacer lo mismo. Vigilando la retaguardia, Sarah les siguió.

-¿Estamos todos? –preguntó Kareth, mirando a su alrededor.

La última en llegar hasta la azotea asintió.

-Continuemos.

Saltando entre azotea y azotea, aterrizaron en un edificio contiguo al centro de control. Desde allí, pudieron observar la seguridad que había cerca.

-Buff, tenías razón -susurró Seigari- Parece que nos esperaban.

-Me parece que tendremos que derrotar a unos cuantos para poder entrar. ¡Remi! –ordenó Kareth.

-¡En ello!

 

Había un pequeño grupo de miembros de Karma cubriendo una de las tres entradas que había. Parecían bastante capaces, y se mantenían atentos a cualquier movimiento que les pudiese parecer extraño. Sin embargo, fue demasiado tarde cuando se dieron cuenta de que uno de ellos había caído al suelo, inconsciente.

-¿Qué ocurre? –exclamaron algunos.

Instantes después, varios balazos penetraron en sus hombros y rodillas, dejándoles las extremidades inutilizadas.

 

Quedando únicamente dos de ellos en pie, un par de piernas aterrizaron sobre sus cráneos, terminando el trabajo.

-Buen trabajo –felicitó Kareth a su compañero.

-Como siempre –se chuleó Remi.

 

Golpeando una pequeña compuerta, el grupo entró en el edificio. Al principio, no fueron capaces de ver lo que tenían delante, ya que estaba todo muy oscuro, sin embargo, gracias a su visión mejorada, se acostumbraron fácilmente a ello, vislumbrando el pequeño pasillo que se extendía ante ellos.

 

Kareth y Remi iban delante, guiando a los demás, mientras que Seigari y Nara se situaban en mitad de la formación, cubiertos por Sarah en la retaguardia.

 

Cuando llegaron al final del pasadizo, Kareth hizo una señal para que se detuviesen. Había varios miembros de Karma custodiando la sala a la que acababan de llegar. Una cámara llena de servidores y discos duros donde probablemente se guardaban los registros y otros datos de los habitantes de Yohei Gakko. Por supuesto, también los de los estudiantes.

 

Desde la puerta, contaron unas ocho personas.

-No son muchos, así que creo que podremos deshacernos de ellos sin demasiados problemas. Detrás de uno de ellos se encuentra nuestro objetivo –dijo Kareth, señalando a uno de los miembros de Karma, quien estaba apostado sobre lo que parecía una simple pared, pero que en realidad se trataba de la entrada al pasadizo que tenían que utilizar- Por ahora, tendremos que romper la formación. Nara y Seigari, quiero que vayáis por esas escaleras.

 

Cerca de la entrada, había unas escaleras de metal que llevaban a una pasarela situada a media altura de la sala. Dicha pasarela continuaba paralela a la pared hasta terminar justo donde estaba el soldado frente a su objetivo.

-Nosotros nos encargaremos de distraerles. Vosotros abrid el pasadizo y esperad hasta que lleguemos.

-Entendido. Pero, ¿cómo se abre? –preguntó Seigari.

-Hay un mecanismo justo al lado en el que hay que introducir un código. Éste es 3612–contestó Kareth.

-Si os veis en apuros, siempre puedes usar ese revólver –bromeó Remi.

-Tranquilo. Estoy seguro de que sabrá hacer muy bien su trabajo –añadió Seigari, señalando su arma.

-Vamos –sentenció Kareth.

 

Tanto Remi como Kareth y Sarah, alzaron sus respectivas armas, siendo el arma de Sarah una espada a dos manos. Ésta había sido prestada por uno de ellos, ya que su teletransportador le había sido sustraído al encarcelarla.

-Bonita arma –dijo Remi

-¡Espera a verla en acción! –exclamó Sarah corriendo a enfrentarse a Karma.

 

Nada más verla, los ocho se dispusieron a atacarla con armas de fuego. Algunas eran como las pistolas de Remi, pero aquello no pareció importarle a la joven, quien con movimientos ágiles, realizó varios cortes en los costados de dos de sus atacantes, esquivando al mismo tiempo los disparos del resto.

-¡No está nada mal! –exclamó Remi mientras lograba que sus tiros acertasen en las articulaciones de sus enemigos, cubriendo de esta forma a Nara y Seigari en su recorrido hacia la pasarela.

 

Por su parte, Kareth se defendía con sus dos espadas encadenadas, desviando ataques de armas blancas y aprovechando una apertura en su formación para penetrar en ella e inmovilizarlos con las cadenas, siendo noqueados poco después tras ser lanzados contra la pared.

 

En mitad de la pelea, los tres pudieron observar cómo aparecían más miembros de Karma.

-Esto se está complicando –dijo Kareth.

 

De repente, sonó una alarma en la sala, enviando tras ellos a gran parte de las fuerzas de seguridad.

 

Por otro lado, Seigari y Nara continuaron su camino hacia el objetivo, todavía protegido. En ese momento, Seigari lanzó una de las cargas de su revólver justo al lado del guardián del pasadizo, quien saltó hacia un lado, evitando por los pelos la explosión posterior, pero no la onda expansiva.

-¡Bien! –se alegró Seigari al confirmar el éxito de su disparo.

 

Entonces, ayudándose de Nara, abrió el pasadizo siguiendo las indicaciones que Kareth les había dado.

-¡Chicos! ¡Esto ya está! –avisó Nara.

-¡Nosotros no! –contestó Remi, mientras los tres se defendían de numerosos atacantes que venían por todos lados- ¡Kareth! ¡Yo esto lo contaría como emergencia! ¡Utiliza la “artillería pesada”!

-¡Tengo una idea mejor! ¡Seigari, Lanza otra carga por aquí!

-¡¿Qué?!

-¡Otra carga explosiva! ¡Rápido!

-¡Pero, ¿y si os doy a vosotros?!

-¡No te preocupes! ¡Confiamos en ti!

 

Levantando su revólver, el hombre apuntó al enemigo, procurando que la carga cayese en un lugar lo suficientemente alejado de ellos, pero de forma que les liberase de lo que tenían encima.

 

Una vez consideró asegurado su objetivo, disparó, introduciendo la carga justo en medio de la multitud y consiguiendo la mitad saliese despedida por los aires. De entre la humareda aparecieron los tres jóvenes, empujando a tío y sobrina al interior del pasadizo y cerrando la puerta tras ellos.

 

Finalmente, pudieron tomarse un respiro, pese a que sabían que no duraría mucho.

-Esta zona no la conozco, pero por lo que Lethos me explicó, por aquí iremos a parar otra sala anterior a la de las naves de evacuación. En esa sala sólo existe una compuerta, más visible que ésta y que lleva directamente a nuestro objetivo. No hay pérdida. Sin embargo, seguramente nos estén esperando allí. Estad preparados

Todos asintieron.

-Vamos.

14: War College 14
War College 14

-Oye, Kar, ¿has pensado lo que haremos una vez salgamos de aquí? –preguntó Remi, mientras continuaban su camino hacia la siguiente sala.

-¿A qué te refieres exactamente?

-Ya sabes, una vez abandonemos Yohei Gakko, no habrá forma de volver.

-¡Eso es ridículo! ¡Seguro que algún día volveremos!

-¡¿Qué dices?! ¡Nos perseguirán y nos cortarán la cabeza!

-Bueno…

-No me digas que no habías contemplado esa posibilidad.

-P-por supuesto –tartamudeó, notándose claramente su engaño-, pero no pienso rendirme sólo porque tenga que huir de aquí. Es decir, todo esto demuestra que algo raro está pasando en Yohei Gakko. Asesinatos, ese tal Rokudo... Tengo que descubrir que es lo que está pasando. Además, que ya no vaya a vivir aquí no significa que no quiera seguir luchando contra la guerra.

-Es decir, que piensas seguir trabajando cuando salgas de aquí.

-Por supuesto.

-Tan soñador como siempre.

-¿Qué más te da?

-Cuenta conmigo.

-¿Qué?

-Que cuentes conmigo. Somos amigos, ¿cierto? Hagas lo que hagas, yo haré lo mismo. Y donde vayas, te ayudaré. Al fin y al cabo, compartimos el mismo objetivo.

-Gracias, Remi –dijo Kareth, con una extraña sensación de alivio en su interior- ¡No habrá nada que nos detenga! ¡Conseguiremos cambiar este mundo!

-¡Así se habla! –contestó Remi chocando manos con su amigo.

-Hey, no os olvidéis de nosotros –dijo Seigari, ofendido por quedarse al margen.

-¿Todavía quieres ayudarnos incluso después de salir de aquí? –preguntó Kareth.

-Por supuesto. La duda ofende.

-No te sobreesfuerces, tío. Te va a subir la tensión. –comentó Nara, a lo que los demás rieron.

 

Por s parte, Sarah permaneció pensativa. Tenía un mal presentimiento. Aunque más que por el hecho de dónde se dirigían, era por Rokudo.

 

Cuando era discípulo de Yami, emitía un aura misteriosa, como un libro cerrado y sellado, sin permitirla leer sus movimientos ni prever sus actos.

 

Además, esa no era su única preocupación. Desde hacía un rato le estaba dando vueltas a lo ocurrido la noche anterior en relación a su anillo y el de Kareth.

 

Quizás fuese su imaginación y no significase nada, pero las probabilidades de algo así se reducían conforme más pensaba en ello.

-¿Ocurre algo, Sarah?

-¡Ah!

Al ver el rostro de Kareth tan cerca, se asustó, ruborizándose ligeramente.

-No, simplemente estaba distraída.

-Mm, creía que ya estaba todo hablado en cuanto a culpables y...

-¡No es eso! Es que... no estoy muy segura de que esto vaya a salir bien –dijo, bajando la cabeza-. Tengo un mal presentimiento y…

 

De repente, Kareth golpeó la frente de la joven con uno de sus dedos.

-¡¿Ah?! ¡¿A qué ha venido eso?! –se quejó ella.

-Considéralo una forma de despejarte. No merece la pena darle más vueltas. Hemos llegado hasta aquí y ya no hay forma de volver atrás. Lo único que podemos hacer es seguir adelante y no pensar en que no lo conseguiremos.

-Pero…

-No hay peros que valgan. Lucharemos hasta el final y saldremos de aquí. Por eso estamos aquí. Cuando escapemos, llegaremos a la verdad de todo esto y haremos que te absuelvan. Todo irá bien, te lo aseguro.

-Tienes mucha confianza.

-Debe ser que tanta adrenalina me ha vuelto un poco loco.

-Idiota –dijo Sarah, sonriendo.

-¡O-oye!

-Gracias por estos golpes de atención. No sé cómo lo hacéis, pero encontráis la manera de animarme.

-Para que veas. Nara no es la única que sabe dar consejo –respondió él, orgulloso.

-Supongo que sí.

-En fin, ya habrá tiempo de más consejos cuando tengamos tiempo –sentenció el joven ante el asentimiento de ella.

 

Finalmente, llegaron hasta su objetivo. Tras abrir una puerta, allí se encontraba el lugar del que había hablado Lethos. Una sala grande, aparentemente hecha para entrenar y actualmente vacía.

 

Tras echar un vistazo a su alrededor, los cinco entraron en ella, cerrándose la puerta detrás de ellos sin hacer apenas ruido. Fue entonces cuando repararon en otra puerta igual que la anterior situada justo enfrente de ellos.

-Me parece que hemos tenido suerte –dijo Kareth.

-¡Espera! ¡Mira! –exclamó Sarah.

 

Al grito de la chica, la puerta situada delante se abrió, dando paso a dos personas ya conocidas por Kareth y Remi, sólo que, esta vez, las circunstancias que les llevaban a estar allí eran completamente distintas.

-¡Weird! ¡Tara! –se sorprendió Remi, mostrando signos de sorpresa al verles.

-Oh, así que tú también estabas metido en esto, Remi –indicó Weird-. Mejor, así podré tener mi revancha contra ti.

-¡¿Qué estáis haciendo aquí?! –preguntó Kareth, mostrándose tenso.

-¿Qué qué estamos haciendo nosotros aquí? No creo que ésa sea la pregunta adecuada. ¿Qué hacéis vosotros aquí? Sería más acorde. ¿Cómo es posible que hayáis caído tan bajo como para ayudar a una asesina? –preguntó Tara.

-¡No sabéis nada! ¡Ella no lo hizo! –contestó Kareth.

-Lo siento, pero es difícil creeros habiendo testigos de cuando mató a su víctima. Incluso ella misma admitió haber utilizado esa espada.

-Sé que es difícil de creer, pero es cierto. De hecho, os mostraría pruebas si pudiese pero…

-Pero no las tienes, ¿verdad? Qué conveniente –dijo Tara, con sonrisa arrogante.

-Digo la verdad. Ella no es la asesina.

-Basta de tonterías. Me sorprende que alguien que fue capaz de vencerme haya traicionado a Yohei Gakko y a Comhairle. Sinceramente, esperaba más de ti –la expresión de la chica fue cambiando hasta convertirse en una de ira.

-¿Qué hacen ellos dos aquí? –dijo Weird mientras señalaba tanto a Seigari y a Nara.

“Mierda”, pensó Kareth. Tanto Tara como Weird conocían a Seigari y Nara y sabían de su relación con ellos. Aquello podía ser un problema si querían que no los tomasen por cómplices.

-Yo les obligué a venir –intervino Sarah dando un paso adelante-. Nos los encontramos mientras huíamos y los secuestré como rehenes.

-Sarah… -murmuró Nara, con tristeza, por la mentira que había dicho para encubrirles.

“Ya soy una asesina a sus ojos. Que me desprecien un poco más no cambiará nada. Y si así consigo protegerles, estaré más que orgullosa de hacerlo”, pensó Sarah, pese al dolor que sentía en el pecho por la sensación de soledad que le provocaba.

 

-Además de asesina, cobarde. Me das asco –declaró Tara, sin tapujos, mientras su adversaria se mantenía firme, aguantando sus insultos.

-¡Estamos con ellos! –exclamó la voz de Nara.

-¡¿Qué?! –se le escapó a Sarah, girando la cabeza hacia la chica.

-¡Nosotros les hemos ayudado a escapar! –reiterando su parte de culpa, Nara no mostró ningún miedo ante Weird y Tara. Sabía de sobra que acababa de hacer una locura, ya que, después de aquella declaración, ninguno de los dos podría vivir en Yohei Gakko. No obstante, no podía permitir que Sarah cargase con todo. No la dejaría sola en un momento así.

-¡No le hagáis caso! ¡Fui yo quien les obligó! –insistió Sarah, en un intento desesperado por cambiar la situación.

-¡Basta! ¡No me importan las consecuencias, no permitiré que te degrades de esa manera por defendernos! ¡¿No crees que ya has sufrido bastante?!

Lágrimas cayeron por las mejillas de Nara, quien apretó los puños por la frustración.

-Nara… -intentó decir Kareth.

-¡No pienso echarme atrás! ¡Dije que os ayudaría y eso pienso hacer incluso si significa convertirme en una fugitiva! –declaró, gritando con todas sus fuerzas.

 

En ese instante, se hizo el silencio en toda la sala. No duro mucho, pues Seigari comenzó a reírse fuertemente, apoyando una de sus manos sobre su vientre, como si este le doliese. Aquello no hizo más que confundir al resto.

-¡Ésa es mi sobrina! ¡Es como ella dice! ¡Hemos decidido unirnos a ellos! ¡Si tenéis algún problema con estos chicos también lo tendréis con nosotros! –dijo el hombre, cargando su revólver.

 

Por su parte, Tara suspiró. Sin entender cómo alguien sería capaz de perder la cabeza de aquella manera.

-Sin duda esto es más sorprendente que Kareth se haya aliado con la asesina. En fin, si lo que queréis es morir, no dudaré en haceros pagar a todos por vuestros crímenes.

-A mí hay algo que me sorprende aún más –interrumpió Remi.

-¿Eh? –se extrañó Tara.

-Hablo de vosotros. No me puedo creer que hayáis sido manipulados sin haberos molestado en conocer bien la situación. Vosotros sí que me decepcionáis. Creía que vuestra fuerza serviría para algo más.

-Tsk… -Tara chasqueó la lengua con desagrado- ¿Estás diciendo que somos los malos? Qué valor. Mereces que te despedace aquí mismo.

-¿Y por qué no lo intentas? –dijo Remi, sonriendo a la vez que levantaba sus armas.

-Je, ¡Prepárate!

 

Con un chasquido de sus dedos, la chica dio la señal para que numerosos miembros de Karma, que habían estado escondidos detrás de la puerta, entrasen.

-El señor Rokudo nos ha ordenado deteneros. Expresamente a nosotros. Y eso que no somos miembros de Karma. Es un gran honor. Y por supuesto, cumpliremos con sus expectativas.

-Son muchos –confirmó Sarah-. Y luego soy yo la cobarde...

-¡Cállate!

 

Tras ese grito, Tara se lanzó contra la chica blandiendo la misma lanza que había utilizado durante la prueba, siendo detenida por dos espadas encadenadas.

-Yo seré tu adversario –dijo Kareth, desviando el arma y golpeando a la chica en el costado, empujándola hacia uno de los laterales de la sala.

-¡Nara! ¡Seigari! ¡Sarah! ¡Seguid vosotros! ¡Remi y yo nos encargaremos de Weird y Tara!

-¡Como si fuese a permitirlo! –exclamó Weird, disponiéndose a impedirles el paso. Sin embargo, una bala de luz se interpuso en su camino, haciéndole retroceder.

-Kar ha dicho que me encargue de ti –dijo Remi.

-En realidad, no ha sido exactamente así, pero más o menos –añadió Kareth mientras intentaba mantener a raya a su contrincante. Por otro lado, los miembros de Karma habían comenzado a rodearles.

-¡Que comience el espectáculo! –sentenció Remi.

 

Por su parte, Sarah se encargaba de proteger como podía a Nara y Seigari. Situada a escasa distancia de ellos dos, realizó un corte horizontal al enemigo que tenía frente a ella, consiguiendo librarse de él y aprovechando la inercia del ataque para hacer retroceder a un pequeño grupo que se acercaba desde varios ángulos.

-¡Rápido! ¡Tenemos que llegar hasta esa puerta! ¡Desde allí, tendremos algo de ventaja!

-¡Déjamelo a mí! –exclamó Seigari.

 

De esta manera, disparó una de las cargas de su revólver, logrando una explosión que hizo saltar por los aires a algunos de sus enemigos, despejando un poco el camino.

-¡Maldita sea! ¡Sólo me queda una carga! –se quejó el hombre.

-¡No te preocupes, con eso será suficiente! –respondió Sarah.

 

Cargando hacia delante, con el filo de su espada apuntando hacia el frente, la chica peliazul se deshizo de otro atacante, golpeó de una patada la cabeza de un segundo y saltó sobre otros tres, cortándolos en línea con un movimiento limpio de su espada. Así, aumentó el espacio creado por Seigari, penetrando los tres por él en dirección a su objetivo.

 

-Aquí estamos de nuevo, Kar –dijo Tara, frente a frente con el chico. Caminando de lado a lado con su lanza en mano mientras vigilaba cada uno de sus movimientos.

-Eso parece… -respondió él, quien no sólo tenía que preocuparse de ella, sino también de los otros que había a su alrededor.

-¿Quién iba a decir que íbamos a pasar tan rápido de la práctica a la realidad?

-En realidad, yo lo sospechaba.

Su respuesta la silenció.

-Dada tu rivalidad hacia mí, estaba claro que algún día nos veríamos las caras de esta forma –dijo el joven.

-Ja. Pensaba que, pese a nuestras diferencias, compartíamos los mismos ideales. Que tú querías acabar con la guerra. Te juzgué mal.

-Es gracioso.

-¿El qué?

-Que digas que me juzgaste mal, cuando eso es precisamente lo que estás haciendo ahora.

-Y sigues con lo mismo.

-Mi manera de ver las cosas nunca ha cambiado, Tara. El día del asesinato, esa chica perdió a su familia. Tendrías que haber visto sus lágrimas. Puedo asegurarte que jamás lo habría hecho por propia voluntad. Algo, o alguien, tuvo que obligarla.

 

La chica miró de reojo a Sarah, quien continuaba manteniendo a raya al enemigo.

-Demuéstramelo entonces –respondió de repente, sorprendiendo al chico.

-¿Qué?

-Si de verdad es inocente, demuéstramelo en combate.

-¿Cómo voy a demostrártelo así?

-Sí ella es como dices. Si confías plenamente en esa chica. Muéstrame tu determinación derrotándome en un combate

-¿No hay otra solución?

-Así es como hacemos las cosas entre nosotros.

Kareth sonrió.

-De acuerdo, pero más te vale que cumplas con tu promesa.

 

-La situación se está poniendo difícil para esos tres. Esa chica no aguantará mucho más contra tantos –comentó Weird.

-Entonces sólo tendré que pasar por encima de ti y ayudarles –contestó Remi.

-No sé como puedes seguir a alguien como Kareth. Debes de estar loco.

-Es posible –dijo Remi, encogiéndose de hombros-. En realidad, al principio no creía en ella, ¿sabes? Le dije a Kareth que era mejor no meterse en líos. Dejarlo estar. Pero ese chico... es demasiado persistente. Se preocupó por ella hasta el punto de que si no hacía algo, jamás se lo perdonaría.

-¿Y por qué le seguiste, sabiendo donde se metía?

-Esa es una pregunta realmente estúpida. Confío en él. Es una persona impulsiva, sí. Quizás haya momentos en los que no piense las cosas con claridad, tampoco es que yo sea la persona más sensata –mientras hablaba, Remi se rascó la nuca-. Pero le conozco desde hace tiempo, y sé de sobra que cuando decide luchar por algo, es por una buena razón –tras esto, se mantuvo en silencio durante unos segundos, durante los cuales, dirigió una mirada hacia su amigo-. Es complicado. No puedo decir siquiera que sea racional, pero confío en él y lo seguiré donde vaya.

-Sin duda formáis un gran equipo –dijo Weird-. No me extraña que nos ganaseis durante la prueba.

-Gracias por el halago.

-Aun así, no puedo dejarte pasar.

-No puedo decir que lo entienda, pero es tu trabajo, ¿no?

-Sí, y puedo asegurarte que voy a hacerlo bien.

-Por supuesto. Yo también.

15: War College 15
War College 15

Tras desviar un ataque frontal de su oponente, cuya lanza perforó el suelo, Kareth contraatacó dirigiendo una de sus espadas al costado de la chica. No obstante, de poco sirvió, pues sirviéndose de su arma como pértiga, su adversaria saltó por encima de él, buscando esta vez su espalda, lo que dio lugar a un giro rápido por su parte y al ruido metálico producido por el choque de sus armas.

 

Estaba preocupado. Pese a que Sarah era una gran guerrera, los miembros de Karma no se quedaban atrás, y estaba enfrentándose sola a una multitud de ellos. Además, las cargas del revólver de Seigari parecían haberse terminado, lo que la dejaba como única capacitada para defenderlos.

-¡Sí de verdad son importantes para ti, yo que tú me daría prisa! –dijo Tara.

Aun así, él tampoco lo tenía fácil, pues estaban igualados en combate.

 

Tratando de pensar en su siguiente movimiento, Kareth dio un salto hacia atrás, guardando un poco las distancias.

-¡¿Qué pasa?! ¡¿Vas a huir?! –se burló su adversaria.

 

Sólo se le ocurría una forma rápida de vencerla, pero para ello tendría que recurrir a algo que se había prometido no utilizar, ya no sólo por mantenerlo en secreto, también porque cuando combatía sin preocuparse de sus heridas tendía desvincularse de su alrededor llegando a ignorar la integridad tanto de enemigos como de aliados.

 

Ensimismado como estaba, se vio sorprendido por un nuevo ataque de Tara, defendiéndose de éste en el último momento, sin embargo no pudo hacer lo mismo con un segundo, hiriéndolo en la barbilla.

“Buena estrategia”, pensó, concluyendo que uno había sido una distracción para encajarle el otro.

 

Por desgracia, la embestida de la chica no acababa ahí, ya que, aprovechando la ventaja que había conseguido sobre él, continuó enlazando ataque tras ataque hasta acorralarlo contra la pared.

-¡Mierda! –se quejó Kareth, quien quedó desarmado y con la lanza de su contrincante apuntándole al cuello

-Me temo que el combate ha terminado –declaró Tara, orgullosa de su victoria.

 

Era evidente que no se encontraba en la mejor situación. Sus dudas le habían hecho perder la concentración en el combate, metiéndole de lleno en apuros.

 

Desde allí, pudo observar a sus amigos, concretamente a Sarah, a quien ya comenzaban a flaquearle las fuerzas. ¿A cuántos se habría enfrentado ya?

 

Aquella imagen le incentivó para tomar una decisión, cerrando los ojos y respirando hondo durante unos instantes antes de dirigirse a Tara.

-No tendré más remedio que tomármelo serio –murmuró.

-¿Eh? –sin entender  bien a qué se refería, la chica inclinó la cabeza, confusa. Entonces, Kareth apretó el botón de su teletransportador e hizo aparecer un cuchillo de caza.

 

Por otro lado, Remi seguía combatiendo, llevando ventaja sobre su oponente. Pese a que Weird era bastante hábil con su arma, la puntería de Remi lo desestabilizaba.

 

De repente, Weird se detuvo en mitad del combate.

-¡¿Qué?! ¡¿Ya te has cansado?! –se burló Remi, provocando un suspiro por parte de Weird.

-Veo que así no voy a llegar a ninguna parte. Así que te enseñaré algo interesante.

Entonces su arma emitió un extraño sonido, cambiando algunas piezas por otras pero, básicamente, tomando el mismo diseño que antes.

-No veo mucha diferencia –dijo Remi,

-¿Tú crees? –con esta pregunta, Weird disparó los filos de su garra hacia Remi, pasando por su lado a escasos centímetros

-¡Eso ya lo hacía antes! –se quejó Remi, irritado con su adversario.

 

Para su sorpresa, Weird desplazó su extremidad hacia un lado, movimiento con el que hizo que los se dirigiesen a la pierna de Remi.

-¡Agh! –gritó el chico, apoyando una rodilla en el suelo al sentir un dolor punzante en su gemelo. Al mirar hacia atrás, vio los filos clavados en éste- Así que ahora vez los manejas tú.

-¡Exacto! Quizás hubiese sido buena idea usarlo antes, pero, ya sabes, “no es bueno mostrar todas tus cartas”.

 

Haciendo acopio de fuerza de voluntad, Remi volvió a ponerse en pie.

-Esto se ha puesto interesante –dijo el chico.

Tras esto, disparó a Weird, quien utilizó su garra para cubrirse de las balas, repitiendo el mismo movimiento que antes. Esta vez, su adversario ya conocía la versatilidad de sus filos, lo que hizo que se mantuviese vigilante una vez los hubo esquivado.

-¡No volveré a caer en el mismo truco! –mientras apuntaba con su arma a los filos recién disparados, sintió cómo otros atravesaban su estómago- ¡Gaaaaah! –el impacto le hizo caer de nuevo al suelo, encogido sobre sí mismo.

-¡¿Creías que no lo tenía todo pensado?! ¡Puedo manejar más de una carga! –exclamó Weird, sonriente.

-¡Ugh! ¡Mierda! –se quejó Remi al tiempo que sangre comenzó a fluir por sus labios- Eres un tramposo...

-Yo prefiero llamarlo “estrategia”. Y ahora, el golpe de gracia –dijo mientras extendía su brazo.

 

Mientras observaba la mano de su contrincante, la mente de Remi intentó pensar en una manera de salvarse. No quería perder. No así. Sabía que todavía quedaba esperanza. Que podía darle la vuelta al combate. Pero el dolor no le dejaba pensar con claridad. ¿Qué podía hacer?

 

Fue en ese momento cuando se le ocurrió algo que quizás funcionase.

 

Cargando el cañón de sus armas, apuntó hacia abajo y esperó hasta que Weird disparase. Justo cuando éste lo hubo hecho, apretó el gatillo, elevándose ligeramente en el aire por la fuerza del retroceso, con el apoyo de su pierna sana. Entonces, desde el aire, disparó una ráfaga que golpeó las articulaciones de Weird.

-¡Aaah! –éste cayó al suelo, de rodillas, misma posición que adoptó Remi tras aterrizar, incapaz de mantener el equilibrio.

-Admito no me lo esperaba –dijo Weird.

-Gracias –contestó Remi.

-Esto no ha terminado, Remi

-Lo sé, pero la próxima vez, mi tiro irá a la cabeza. Entonces sí será el fin.

-¡Remi! ¡Sal de aquí!

 

De repente, la voz de Kareth le interrumpió. Al mirar en su dirección, observó el cuchillo que su amigo sujetaba.

-¡Ah! ¡Podrías haber avisado antes! –exclamó Remi, dando un paso atrás.

-¿Qué es lo que…? –intentó preguntar Tara.

En ese momento, Kareth avanzó hacia su lanza permitiendo que su cuello fuese atravesado de parte a parte.

 

Aquello sorprendió a Tara, a la vez que la asustó, incapaz de apartar la vista mientras su adversario continuaba con aquel acto macabro. Finalmente, no pudo soportarlo más, y decidió soltar su arma, alejándose de él.

-¡¿Q-qué significa esto?! –un sudor frió recurrió el cuerpo de Tara, quien no podía creer cómo Kareth no había muerto ante semejante herida.

 

Mientras tanto, el joven sacó la lanza de su cuello y la tiró al suelo.

-Es complicado de explicar –dijo una vez se hubo cerrado el boquete en su garganta-. Allá voy.

 

Nada más acabar la frase, se desplazó a gran velocidad hacia Tara, quien teletransportó la lanza de nuevo a sus manos y ensartó su corazón. Sin embargo, esto no tuvo ninguna consecuencia en él, quien continuó con su embestida, acuchillando su estómago y parte del pecho.

-¡Aaaah! –se quejó Tara, perdiendo el equilibrio y cayendo hacia atrás.

Ignorándola, Kareth se dirigió esta vez hacia Weird y Remi.

 

El último de los dos, habiendo recibido el aviso de su amigo, corrió hacia Sarah, ayudándola a quitarse de encima a algunos miembros de Karma y haciéndole señas con la mano para que le siguiese.

-¡Rápido! ¡Larguémonos de aquí!

-¡¿Qué ocurre!? –preguntó Sarah, mirando a su alrededor por si aparecían más enemigos.

-¡Ahora mismo es mejor no meterse en el camino de Kareth! ¡Aprovechemos para escapar! ¡Él se encargará del resto!

-¡¿Cómo que se encargará del resto?! –gritó ella, confusa.

 

Haciendo caso omiso a sus preguntas, Remi arrastró a los otros tres hacia el otro lado de la puerta, disparando contra todo oponente que se cruzaba a su paso. Una vez fuera de la sala, logró cerrar la entrada antes de que los persiguiesen.

-R-Remi… -intentó decir Nara entre jadeos. Se encontraba boca abajo en el suelo, ya que con las prisas, había acabado tropezando- Casi nos matas.

-Lo siento –se disculpó el chico, sentándose a su lado.

-¿Qué ocurre con Kareth? –volvió a preguntar Sarah, desconcertada y en la misma posición que su amiga.

-Imagino que si no lo sabes, es porque no te ha contado nada. Parece ser que el Radiar evolucionó de una manera distinta en Kareth. Por eso, tiene una regeneración fuera de lo normal. De hecho, lo hace inmortal ante cualquier herida física. Incluso si le cortas la cabeza, sigue vivito y coleando.

-¿Eh? –fue lo único que pudo responder ella, frunciendo el ceño.

-Se que es difícil de creer, pero lo he visto con mis propios ojos. Es muy real.

-Entiendo –aun así, una parte de ella seguía sin estar muy convencida. Sólo podía creer en las palabras de Remi, pues no había visto el momento en que el cuello de su amigo fue atravesado por la lanza, regenerándose al instante- Pero, ¿qué relación tiene eso con que debamos alejaros de él?

-Digamos que, cuando deja de preocuparse por su estado, va a por todas, sin pararse demasiado a observar lo que se ponga por delante de él. Diferenciar entre aliados y enemigos se vuelve un poco difícil en ese momento.

-¿Y por qué guarda en secreto esa habilidad?

-Porque no sólo prefiere recurrir a ella en caso de que no haya más remedio sino que, si lo mostrase en público, llamaría demasiado la atención.

 

Agarrando a Weird del cuello, Kareth le acuchilló varias veces en el abdomen, empujándolo contra la pared, dejándolo inconsciente y lleno de sangre. Tras esto, se dirigió hacia los miembros de Karma que quedaban, quienes le dispararon a la vez que intentaban alejarse de él, con el miedo en sus miradas. Pero de poco servían las balas. Pese a que estómago, corazón y pulmones fuesen atravesados, e incluso su cabeza se llenase de agujeros, estos se regeneraban rápidamente, permitiéndole avanzar, imparable, con cuchillo en mano.

 

Uno tras otro, sus enemigos fueron derrotados. La sangre salpicó suelo y paredes en una horrorosa escena propia de una masacre.

 

Cuando no quedó nadie en pie, Kareth se detuvo unos instantes en mitad de la sala, buscando una nueva presa a la que acuchillar. Había intentado controlarse lo máximo posible, pero con ello sólo había logrado minimizar los daños un poco. Seguramente, hubiese matado a varios de ellos. Fue ese pensamiento el que le hizo volver en sí.

-Y este es uno de los motivos por el que prefiero utilizarlo como último recurso –murmuró.

 

De repente, escuchó a alguien respirar con dificultad. Se trataba de Tara, quien se hallaba sentada en el suelo. Su espalda, apoyada sobre una de las paredes de la habitación.

 

Sin prensárselo. Se acercó a ella y la cogió en brazos.

-¿Cómo estás? –preguntó.

-¿Tú qué crees, idiota? –haciendo una larga pausa para poder respirar. Probablemente le había perforado un pulmón. Incluso si los guerreros de aquella Yohei Gakko tenían una capacidad física y regeneración fuera de lo normal, algo así no dejaba indiferente a nadie. Y, por supuesto, al menos en lo que respectaba a la regeneración, ésta no podía compararse a la de Kareth.

-Lo siento, hubiese preferido no llegar a esto.

-Un poco tarde, ¿no crees? –respondió Tara, regañándole con la mirada- En cualquier caso, parece que tendré que darte la razón. Si has tenido que llegar a estos extremos para demostrarme tu determinación, tendré que aceptar que no es una asesina –la joven sonrió, quedándose en silencio durante uno segundos- Sigue adelante. Tus amigos te están esperando.

-¿Estarás bien? –preguntó Kareth.

-No es momento para preocuparte por mí. Si te hubiese capturado, habrías muerto, idiota.

-Lo sé, pero odio que las cosas tengan que acabar de esta forma.

-Tú lo has dicho. Puede que fuese inevitable. Al fin y al cabo, somos rivales, ¿no?

Al escuchar sus palabras, Kareth dejó escapar una mueca de dolor. Puede que hasta hace un momento la hubiese visto como una enemiga, pero no dejaba de ser alguien con quien había compartido enseñanza durante años.

-Márchate ya. Ya sabes que soy bastante dura. Podré soportarlo.

 

Asintiendo, el joven la colocó suavemente en el suelo y, tras echarle un último vistazo a Weird, quien seguía inconsciente, abrió la puerta y se marchó.

 

Por otro lado, los demás continuaron por el pasadizo hasta llegar a la siguiente sala. Según les había dicho Kareth, allí se encontraban las naves de evacuación.

 

Realizando un gesto a los demás para que se apartaran, Remi abrió la puerta de una patada, dejando al descubierto una amplísima cámara con multitud de pequeños ascensores o elevadores frente a ellos. Todos cubiertos de un cristal de aspecto bastante resistente, y que supusieron se trataban de las naves.

 

A su izquierda, había un gran ventanal desde el que podía verse Yohei Gakko. ¿Habían estado subiendo mientras recorrían los pasadizos? Si era así, ninguno se había dado cuenta

-Lo hemos conseguido –dijo Remi, observando las naves.

-Primero, tendremos que comprobar como funcionan estas cosas –añadió Sarah.

-Cierto. Debe de haber un panel de control en alguna parte –dijo Remi.

-Lo hay, pero no para traidores como vosotros.

 

Todos se giraron hacia el lugar del que procedía aquella voz, perteneciente a Lethos, quien apareció ante ellos desde detrás de uno de los pilares del edificio.

 

Al verle, no tardaron en levantar la guardia. Preparando sus armas, incluso si la de Seigari estaba descargada.

-Menuda bienvenida –rió el líder de Karma.

-¡¿Qué esperabas?! ¡¿Una condecoración?! –preguntó Remi.

-Qué raro que no esté Kar con vosotros –se extrañó Lethos, buscándole entre el grupo.

-Tranquilo. No tardará en llegar.

-Eso me alegra. Cuando lo haga, sólo espero que os encuentre sanos y salvos... –dijo mientras teletransportaba un cuchillo, parecido al que había utilizado Kareth, sólo que éste poseía una extraña luz verdosa rodeando el filo.

 

Sin mediar más palabra, el líder de Karma se situó en un visto y no visto frente a Remi, quien, sorprendido, no fue capaz de esquivar el codazo que su enemigo le propinó en el pecho, dejándolo casi sin respiración. Reaccionando en ese instante, Sarah intentó atacarle por el lateral con su espada, pero fue esquivada fácilmente, siendo golpeada en el costado por una patada que la lanzó contra el suelo.

 

Tras esto, Seigari fue el siguiente en actuar, intentando golpearle por la espalda. Sin embargo, Lethos lo detuvo con su mano, agarrándole de la muñeca y retorciéndosela hasta dislocarle la extremidad.

-¡Gaaaaaah! –Seigari gritó de dolor.

-¡Tío! –Nara corrió hacia él, dispuesta a ayudarle, pero Lethos se interpuso en su camino, cuchillo alzado, preparándose para hacerle un corte. Por suerte, los disparos de Remi lo evitaron, logrando que se alejase de ellos.

 

Habiéndose refugiado del ataque de Remi, el líder de Karma observó a sus contrincantes. Su expresión era la viva imagen de la arrogancia. Como si estuviese tratando con insectos muy por debajo de su nivel. Pudiendo aplastarles cuando le apeteciese.

-Me parece increíble que hayáis sido capaces de llegar hasta aquí. Ni siquiera he tenido que usar mi arma para dejaros por los suelos –se burló.

-¡Juegas sucio! ¡¿Contra cuántos crees que hemos tenido que pelear antes de llegar aquí?!

-Eso me da igual. Yo no os he obligado a venir. Vosotros solitos os habéis metido en este lío, traidores.

-¡Traidores esto! ¡Traidores lo otro! ¡Tú es que no te enteras! –exclamó Remi, quien había perdido la paciencia.

-Pobre idiota. Tranquilo, yo te liberaré de tu estupidez. Y detrás de ti, irá el resto.

 

Tras aquellas palabras, Lethos avanzó hacia Remi, dispuesto a cortarle la cabeza, cuando un par de espadas se interpusieron en su camino.

-Ya era hora, Kar. Te estaba esperando –sonrió Lethos.

El chico miró fijamente a su adversario.

-Lamento haberte hecho esperar –contestó, desviando su arma hacia un lado.

16: War College 16
War College 16

Seigari abrió los ojos al escuchar un fuerte choque metálico. Había llegado a desmayarse debido al dolor. Una vez su visión se volvió más clara, el rostro de su sobrina apareció frente a él. Ella lo sostenía entre sus brazos mientras le llamaba.

-¡Tío! ¡Tío! ¡Menos mal que te has despertado! ¡Estaba muy preocupada!

 

Desviando la vista hacia su brazo dolorido, descubrió que éste se encontraba inmóvil e incluso vendado. Una barra de metal había sido puesta a modo de férula, probablemente temiendo que además de la dislocación se hubiese fracturado algún hueso. Dolía. Dolía terriblemente.

-¿Q-qué ocurre? –preguntó, un poco aturdido.

-Kar y Lethos están luchando –respondió ella.

 

Muy cerca de allí, Lethos y Kareth se enfrentaban en un duelo a muerte. Fue el primero de ellos quien prosiguió el combate, golpeando al segundo en el estómago, logrando empujarlo hacia atrás y tratando después de clavarle su cuchillo. Por suerte, Kareth consiguió desviarlo con una de sus espadas, poniendo algo de distancia entre ambos, para contraatacar con un corte vertical que finalizó en un nuevo choque de armas.

-Lástima. Creía que ya te tenía –dijo Lethos.

-¿Y qué más? –respondió Kareth.

 

Tras aquel pequeño intercambio de palabras, Lethos volvió a la carga, rompiendo el bloqueo y buscando el costado de Kareth, quien interpuso una de sus espadas entre el filo del cuchillo y su piel. Para su desgracia, ese era el objetivo del líder de Karma, quien cambió la dirección de su arma hacia la pierna de su adversario, infligiéndole un corte en la rodilla.

-¡Agh! –se quejó Kareth, saltando hacia atrás. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su herida no se estaba regenerando

-No se regenerará –dijo Lethos, para sorpresa de su adversario- Es un arma especial que me ha dado el señor Rokudo.

-¿Un arma especial? ¿De qué…?

- El señor Rokudo me lo contó todo. Acerca de tu “inmortalidad”.

 

Una sensación de miedo y agobio se apoderó de Kareth. ¿Cómo sabía Rokudo lo de su regeneración?

-Por lo que me explicó, este cuchillo anula las habilidades que proporciona el Radiar por lo que esa herida no se regenerará. De la misma forma, si te corto la cabeza, morirás –sentenció Lethos, dibujándose una malvada sonrisa en su rostro.

 

Viéndose en problemas, Kareth apretó los dientes.

-¿Cómo sabe él lo de mi regeneración?

-Eso no es de tu incumbencia. Tampoco de la mía.

-¡Estás siendo irracional!

-¡¿Acaso tú eres mejor?! ¡Pensaba que confiabas en mí, Kareth! ¿¡Cómo quieres que te crea si no eres capaz de contarme algo así!? He actuado bien, de haberte hecho caso, habría sido engañado.

-¡Lethos, por favor, recapacita de una vez!

-Se acabó. Voy a matarte aquí y ahora. Cumpliré con mi deber. Tengo permiso para ello. Así que no me lo pongas más difícil y al menos ten el honor de aceptar tu muerte.

 

Dicho esto, se lanzó de frente contra Kareth, quien esquivó el filo del cuchillo, dirigido hacia su corazón.

-¡Espera!

-¡Cállate!

 

Kareth continuó evadiendo los ataques de su contrincante, que no le dejaba ni un segundo para respirar. Entre la multitud de ataques, hubo uno que no consiguió ser bloqueado, dirigiéndose directamente hacia su esternón.

-¡Kar! –gritó Nara.

 

Fue en ese momento cuando una bala golpeó el filo del cuchillo, evitando una herida fatal.

-¡Remi! –exclamó Kareth con alivio.

Desde la distancia, su amigo se encontraba con una pistola en sus manos, haciendo alarde de su puntería.

-¡Cobarde! ¡Tener que depender de los demás! –se quejó Lethos.

-¡Como si fueses quién para hablar! –replicó Remi.

 

Aprovechando aquel pequeño lapso de tiempo, Kareth respiró profundamente.

-¡No importa! ¡Puedo con todos vosotros!

-Tranquilo, Remi no volverá a interferir –dijo Kareth, tranquilamente, mientras dirigía la vista hacia su amigo. Éste comprendió el mensaje y decidió dejar su arma a un lado.

 

Por otro lado, Sarah, aprovechando el tiempo que le había proporcionado el combate entre Kareth y Lethos, buscó, junto a las naves, el panel de control necesario para activarlas y escapar de allí.

-¡Remi! –exclamó, intentando que sólo la escuchase el joven- ¡Ven! ¡Creo que lo he encontrado!

 

Asintiendo, y tras vigilar que Lethos no le veía, corrió hasta donde se encontraba la chica. Sin embargo, el líder de Karma, superó sus expectativas.

-¡Como si fuese a dejaros! –exclamó Lethos, pretendiendo ir tras ellos.

-¡Tu contrincante soy yo! –declaró Kareth, deteniendo su avance.

-Buen trabajo –comentó Remi una vez junto a la máquina, investigándolo de arriba abajo.

-¿Sabes como funciona? –preguntó Sarah.

-Ni idea. ¿Y tú?

-Lo siento –contestó ella, negando con la cabeza.

-No tenemos tiempo. En cualquier momento podrían llegar refuerzos. Tendremos que probar al azar.

-Espera, chico.

La voz de Seigari se escuchó a sus espaldas.

-¡¿Qué haces aquí?! ¡No deberías moverte! –le regañó Remi.

-Creo que sé cómo funciona –interrumpió el hombre, quien caminaba con la ayuda de su sobrina.

-¿Cómo?

-Hace tiempo, antes de venir aquí, vi unos controles parecidos. Dejadme echarle un vistazo.

 

Apartándose a un lado, le dejaron ponerse frente a los numerosos botones y medidores que componían el aparato.

 

El hombre se mantuvo pensativo durante un buen rato, como si estuviese jugando al ajedrez o resolviendo un complicado puzzle.

-Creo que no me será muy complicado, sin embargo, alguien tendrá que quedarse junto al panel de control. Al parecer, no existe ningún tipo de cierre automático una vez introducidos en la nave.

-¿Qué insinúas? –preguntó Remi, aunque, por el sudor frió que descendía por sus mejillas, ya conocía la respuesta.

-Que uno de nosotros tendrá que quedarse aquí.

 

Aquello fue como una jarra de agua fría. Un golpe bajo que dejó a los allí presentes sin palabras.

-No os preocupéis. Yo lo haré –declaró el hombre.

-¡¿Qué?! ¡¿Bromeas?! ¡No puedes quedarte aquí! ¡Te matarán! –replicó Remi.

-Soy el más viejo del grupo. Me parece lo más correcto. Además, sabré apañármelas.

-¡Deja de fingir! ¡Tienes un brazo dislocado! ¡Puede que fracturado! ¡No te quedan cargas en el revólver! ¡¿Cómo piensas salir de esta?! ¡Además, ¿qué hay de Nara?! ¡¿Vas a dejarla sola?!

-Mientras Nara esté con vosotros, todo irá bien. Además, ella ya no me necesita para cuidar de sí misma.

-Tío…

 

Al ver aquella discusión, Sarah no pudo evitar morderse el labio inferior.

-Debería hacerlo yo. No puedo dejar que muráis –propuso ella.

-¡Entonces no tendrá sentido haberte salvado la vida! ¡No! ¡Debe de haber alguna forma de que todos salgamos de ésta! –declaró Remi.

-Pero, ¿cuál? –preguntó Nara.

-Quizás pueda activar el cierre desde lejos.

-No estarás hablando de utilizar tu pistola, ¿verdad?

-¿Alguna idea mejor? –replicó Remi, sintiéndose algo presionado.

-Mm… es posible funcione -dijo de repente Sarah-, pero es muy arriesgado, tenemos que contar con que la máquina no se rompa con el disparo y responda como nosotros queremos. Además, el que dispare tendrá muy poco tiempo para entrar en la nave.

 

En ese momento, Remi levantó su arma y sonrió.

-¡O salimos todos o morimos todos! ¡Déjame intentarlo, trabajo mejor bajo presión!

-De acuerdo. Intentémoslo –dijo Seigari, tras un largo suspiro. Tras esto, comenzó a pulsar botones sirviéndose de su brazo sano.

 

Mientras tanto, el combate entre Lethos y Kareth permanecía igualado. Tal y como le había ocurrido con Tara, el guerrero era incapaz de asestar el golpe de gracia. No. De hecho era peor, ya que no disponía de la ventaja que su capacidad regenerativa le había otorgado contra ella.

 

En uno de sus intercambios de golpes, Lethos consiguió alcanzar su abdomen.

-¡Agh! –gritó Kareth, a la vez que un golpe en la zona de los tobillos le hacía caer al suelo.

-¡Se acabó! –exclamó Lethos, disponiéndose a acabar con él.

 

En un último intento de salvar su vida, Kareth interpuso sus espadas entre el cuchillo y su cabeza, convirtiéndose el combate en un forcejeo en el que tenía todas las de perder.

 

La presión que ejercía Lethos, ayudado del peso de su propio cuerpo, por no hablar de la incesante pérdida de sangre de Kareth, a partir de la herida de su abdomen, provocaba el avance lento pero seguro del arma del líder de Karma.

-Siempre te guardaré en mi memoria como un buen amigo, Kar. Pese a tu traición y todas tus mentiras –dijo Lethos, acercando cada vez más su rostro al de su enemigo.

Casi sin fuerzas para seguir aguantando, Kareth observó de reojo el ventanal situado detrás de él.

-Adiós.

-Sí, Lethos. Adiós.

-¡¿Qué?!

 

Poniendo toda la fuerza que le quedaba en sus piernas, Kareth dio una voltereta hacia atrás, lleva a su contrincante hacia delante, y aprovechando el giro para apoyar las plantas de sus pies sobre el estómago de Lethos, empujándolo con todas sus fuerza hacia el cristal.

 

Éste se rompió en múltiples pedazos por el impacto, precipitándose al vacío el cuerpo de Lethos. El ruido de sus gritos fue lo último que se escuchó de él.

 

Por otro lado, el resto del grupo consiguió abrir una de las naves.

-¡Kareth! –exclamó Nara, corriendo hacia su amigo, quien continuaba sangrando, sin poder mover ni un músculo- ¡Dios mío!

-N-no te preocupes –dijo con un hilo de voz-, sigo vivo ¿Acaso crees qu-que te dejaría sola? Eso no fue lo que t-te prometí…

Ella lo abrazó mientras lágrimas caían sobre el pecho de él.

-Idiota.

 

Al apartarse de él, posó una mano sobre su mejilla.

-Kareth, yo… -intentó decir.

-No hace falta que digas nada –interrumpió él.

 

La joven desvió la mirada. Sabía que sus sentimientos eran como un libro abierto, así que no se sorprendió de que Kareth ya lo supiese.

-Pero no creo que funcione. Ya sabes que nuestra esperanza de vida es más pequeña que la de las personas normales. Si estamos juntos, sólo te traeré sufrimiento. Es por eso que...

-¡¿De qué estás hablando?! –le interrumpió Nara, sorprendiendo al joven- ¿¡Eres idiota!? ¡¿Crees que con eso estás siendo considerado?!

-Pero...

-¡¿Crees que no conozco los riesgo?! ¡Por supuesto que sí! ¡Es sólo que no me importan! ¡Incluso si sólo vives un par de años, sé que serán los mejores de mi vida! ¡Entérate! ¡Te quiero! ¡Quiero estar a tu lado cuanto tiempo puedas darme! ¡Pero no vuelvas a decidir por ti mismo lo que es mejor para mí! –habiéndose quedado sin aliento, se detuvo unos segundos para coger aire- ¡Eso es... tan egoísta...!

-Nara… -Kareth no supo qué decir ante aquella declaración. Siempre había pensado que estaba haciendo lo mejor para ella, pero ahora se daba cuenta de lo estúpido que había sido al dar por hecho sus sentimientos.

 

Tras unos instantes durante los cuales se estuvieron mirando el uno al otro, Kareth sonrió.

-Parece que soy un completo insensible. Lo siento.

Ella negó con la cabeza.

-Estás vivo. Ahora mismo es lo único que importa.

-Últimamente. Creo que te he hecho muchas promesas, pero una más no creo que haga daño –bromeó el chico- Cuando salgamos de aquí, permíteme corresponderte como es debido. Prometo estar a tu lado hasta que la muerte nos separe.

-No vale echarse atrás... -respondió ella.

-Y así fue como nació una nueva historia de amor –dijo Remi alegremente, rodeando a ambos con sus brazos.

-Remi... tú...

-No tienes buen aspecto amigo.

-Saldré de ésta. Por la cuenta que me trae –dijo mientras miraba a Nara.

-¡Eh! ¡Eso no tiene gracia! –se quejó ella.

-En cualquier caso, será mejor que nos vayamos. No es que tengamos todo el tiempo del mundo, ¿sabéis? –apremió Remi a la vez que ayudaba a su amiga a levantar a Kareth.

 

Una vez junto a la nave, Kareth fue el primero en ser introducido.

-Bien. Uno menos. Id entrando los demás, yo seré el último –dijo Remi.

-¿Estás bien? –le preguntó Sarah al entrar dentro de la nave.

-Más o menos –respondió Kareth- ¿Por qué Remi tiene que ser el último?

-Oh, no te preocupes, lo hace para poder activar el cierre y sacarnos de aquí. Parece que tiene bastante confianza en sí mismo.

-Jejeje. Sí, siempre ha sido esa clase de persona –rió Kareth.

Seigari se acercó a Remi.

-¿Seguro que podrás hacerlo, chico? –preguntó Seigari.

-Me duele que lo preguntes.

-Je. A partir de aquí dependemos de ti.

 

Ayudado por Nara, Seigari se disponía a entrar en la nave cuando, de repente, algo golpeó el panel de control, cerrándose la puerta al instante, con únicamente Kareth y Sarah en el interior de la nave.

-¡¿Qué?! –exclamó Remi, giran la cabeza hacia el panel.

-Parece que he llegado a tiempo para la función.

 

Ante la atónita mirada de algunos y el miedo de otros, Rokudo hizo acto de presencia.

17: War College 17
War College 17

El panel de mandos que controlaba las naves había sido golpeado por Rokudo, observándose pequeñas descargas eléctricas entre los pedazos de hierro y cables que sobresalían. Pese a todo, aún parecía usable.

 

Por otro lado, aquel era el menor de sus problemas, dado que el propio perpetrador de aquel acto, se encontraba delante de ellos, con sus gafas de sol y su desagradable sonrisa.

-¿Qué haces tú aquí? – preguntó Kareth, haciendo esfuerzos para ver bien lo que ocurría a través del cristal.

-¿Qué hago aquí? ¿No es obvio? Sabía que derrotarías a ese idiota. De hecho, me habrías decepcionado de no haberlo hecho –dijo, encogiéndose de hombros- Así que he venido a terminar el trabajo.

-¿Pretendes enfrentarte a nosotros tú sólo? –preguntó Remi, incrédulo.

-¿Ves a alguien más? –se burló Rokudo, mirando a su alrededor con fingida sorpresa.

-Pero…

-“Los miembros de Comhairle son personas normales”, ¿no es así? –interrumpió Rokudo- Qué ilusos.

-Sabía que no estaba equivocado. Tú fuiste quien mató a Darker. –le acusó Kareth.

-No me digas ¿Tan evidente era? –ironizó Rokudo, parecía que nunca hubiese pretendido esconderlo-. Así es. Yo le maté. E hice que la culparan por ello –continuó, señalando a Sarah- Incluso el que viniese aquí estaba dentro de mis planes. ¿Quién crees que dejó aquella nota allí, Kareth?

 

El chico recordó entonces la nota de Darker.

-Entonces, ¿tú la escribiste?

-No exactamente. Verás, Darker ya se veía venir que iban a matarlo, pero no sabía ni quién, ni cómo, ni cuando –incluso su manera de contar con los dedos provocaba irritación- Intentó utilizar el viaje a Yohei Gakko como una forma de resguardarse y ganar tiempo, y así, informar a aquellos de confianza de lo que sabía sobre quienes intentaban matarlo. Una de esas personas resultó ser esa chica y parece ser que escribió la nota por si no lograba decírselo él mismo en persona. Muy precavido. Por suerte para mí, encontré esa nota y la usé a mi favor, aunque no esperaba que hubiese ocultado otro mensaje. Muy listo. Aun así, supe hacer uso de mi posición para engañar a ese idiota de Karma y hacer pensar a todos que estabais locos.

-¿Y para qué querrías tú que descubriese la nota? –continuó interrogando Kareth.

-Nada en especial. Tan sólo que hicieses lo mismo que has estado haciendo hasta ahora. Es decir, que intentases rescatar a la chica y vinieses a este sitio ¡Y lo has hecho! ¡Buen trabajo! –exclamó con alegría fingida, aplaudiendo.

-¿Por qué? ¿Con qué propósito?

-Para probarte y mejorarte.

-¿Qué? –Kareth no podía dar crédito a lo que acababa de decir- No lo entiendo.

-Ya lo entenderás. Ahora que he visto lo bueno que puedes llegar a ser, tan sólo tengo que “convencerte” para que me prestes tu ayuda.

-¿Eres idiota? ¡Ni aunque fueses la última persona en este planeta!

-Nunca dije que te lo pediría amablemente.

-¿Todo era para capturarme a mí?

-¡Oh, no! Era por más que eso. Por ejemplo, también me venía bien matar a Darker y ejercer influencia como miembro de Comhairle. Con esto he matado dos pájaros de un tiro.

-¡Bastardo! ¡Pienso cortarte esa sucia cabeza! –gritó Sarah, golpeando fuertemente el cristal con sus puños mientras derramaba lágrimas de rabia.

-Oh, la gatita se enfada. Vamos, fue divertido. Ver su sangre caer entre tus dedos y tu espada. Matarlo con tus propias manos –pese a que las gafas de sol cubrían sus ojos, los gestos de su boca, hacían notar que estaba poniendo una expresión triste. Claramente, burlándose de ella.

-¡Cállate! – exclamó Sarah, sacando su arma, y golpeando el cristal para intentar romperlo, sin éxito. Al contrario que el del ventanal por el que había caído Lethos, éste estaba mucho más reforzado. A ello había que añadirle que la fuerza de Sarah se había visto considerablemente mermada debido al cansancio.

-Ver ante ti como la vida de una persona tan querida se desvanece –continuó Rokudo, poniendo un tono de voz dramático.

-¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! –gritó ella, dejando caer su arma y tapándose los oído para intentar alejar su voz.

-Vamos, ¿dónde ha quedado tu sentido del humor, señora A-S-E-S-I-N-A?

-¡Nooooooooooooo! –un lamento desgarrador surgió de la garganta de Sarah, con un tono agudo impensable hasta ese momento en ella, seguido de sollozos e inicios de un ataque de ansiedad.

-¡Eres lo peor! -exclamó Remi, su expresión desencajada por la ira.

-¡Por favor, tantos halagos me van a sacar los colores! –por su lado, el disfrute de Rokudo no hacía más que aumentar.

-¡¿Qué es lo que pretendes Rokudo?! ¡¿Para qué quieres capturarme?! ¡¿Para qué quieres entrar en Comhairle?!

-Todo a su debido tiempo, Kareth. Digamos que hay un proyecto entre manos, y tú perteneces a ese proyecto.

-¿Un proyecto? -Kareth recordó la nota de Darker, en ella le decía a Sarah que detuviese el proyecto, ¿se refería a eso?

-¿Qué clase de proyecto? –preguntó el chico.

-El proyecto Gaia.

-¿Proyecto Gaia?

-Cuando dicho proyecto se convierta en realidad, todos vamos a ser muy felices.

-¿De qué estás hablando?

-Hay cosas que están mejor muertas –Rokudo sonrió. Sólo el renacimiento puede traernos la paz.

-¡Habla claro! ¡Maldita sea!

-Como he dicho, ya lo entenderás -Rokudo se quitó las gafas dejando ver unos ojos pequeños y entrecerrados, de aspecto malicioso y astuto-. Ah, por cierto. Ya es hora de que dejéis de llamarme Rokudo. Me aburre ese nombre, y ya conocéis la verdad. Mi verdadero nombre es Unum. Y ahora, los que no sois Kareth, hacedme el favor de morir.

-¡Tú si que estás muerto! –declaró Remi, levantando sus dos pistolas.

-No pasarás de donde estás –añadió Seigari.

-¡Remi! ¡Seigari! –exclamó Kareth.

-Déjanos esto a nosotros, Kar. No dejaremos que se acerque a ti.

-En fin. Que esas sean vuestras últimas palabras...

 

De repente, justo debajo de ellos, parte del suelo se extendió hacía arriba formando una figura cónica muy delgada, parecida al filo de una lanza, atravesando el corazón de Seigari.

-¡Agh! –al recibir el impacto, el hombre escupió sangre, quedándose totalmente inmóvil.

-¡¡Tío!!

 

Su sobrina gritó horrorizada mientras Seigari, una vez la figura volvió a su lugar de origen, caía al suelo, todavía sin asimilar lo que acababa de pasar.

-Nara... –logró decir con un hilo de voz- Lo siento...

-¡¡Tío, no!!

-Demasiado fácil -añadió Unum, con tono de aburrimiento.

 

Al instante, una mayor cantidad de esos filos surgieron del mismo lugar, penetrando el cuerpo del hombre por cada uno de sus órganos y tejidos, dejándolo en un estado irreconocible, y formándose un pequeño charco con su sangre.

 

Tras contemplar aquella escena, Nara cayó de rodillas al suelo. Sus ojos desorbitados y su expresión desencajada. El silencio se adueñó de todo, hasta el punto de que lo ocurrido no parecía real. Como sacado de un mal sueño. Sus cerebros eran incapaces de procesarlo.

 

Fue entonces cuando el lamento de Nara rompió con aquella pesadilla y la hizo realidad.

-¡¡AAAAAAAAAAH!!

 

Fue estremecedor. El sonido de la melancolía. De una persona que había perdido a la única familia que le quedaba y que había cuidado de ella hasta entonces, como sin de su hija se tratase. Y, por supuesto, el causante de aquel dolor, no iba a dejar pasar su oportunidad de mancillar su recuerdo.

-Ups, espero no haberme pasado –dijo Unum, llevándose una mano a la boca, en un gesto con el que pretendía humillarles aún más.

-¡¡Cabrón!! –dejándose llevar por sus sentimientos, Remi no pudo mantener la compostura y se lanzó contra él.

 

En respuesta, Unum contraatacó con más de aquellas extensiones cónicas, algo para lo que el chico ya estaba preparado, y supo esquivar hábilmente. Sin embargo, cuando se disponía a dispararle, descubrió que su enemigo ya no estaba ahí.

-¡Remi! ¡Detrás de ti! –le avisó Kareth.

 

Reaccionando demasiado tarde, Remi no pudo evitar que la mano de su adversario le agarrase de la cabeza y lo alzase como una marioneta.

 

Cualquier resistencia fue fútil dado que sus armas le fueron arrebatadas y lanzadas fuera de su alcance.

-¡Remi! –volvió a gritar Kareth sintiendo dolor por las heridas de su combate contra Lethos.

-¿Qué os parece si os doy unas clases de química? Pese a los cambios en la atmósfera, sigue habiendo un gran porcentaje de nitrógeno en su composición. ¿Qué pasaría si utilizase ese nitrógeno, lo transformase en estado líquido y lo utilizase contra cualquier ser vivo?

 

La expresión de Remi se transformó en una de sorpresa, a la vez que intentaba liberarse de su agresor.

-¡Exacto! ¡Parece que lo has adivinado! –continuó Unum mientras concentraba un fluido a varios centímetros de la palma de su mano.

-¡No! ¡Espera! ¡Por fav...! –intentó gritar Kareth, deteniéndose a mitad debido a la falta de fuerzas.

-¡Kar! –gritó Remi, intentando girar la cabeza hacia él- ¡No dejes que te capture!

-¡Remi!

 

Cuando el líquido hizo contacto con su cuerpo, éste se congeló casi al instante, entre gestos y chillidos de dolor, quedando como resultado una estatua criogenizada, inerte y fría.

-Ha sido menos divertido de lo que esperaba –dijo Unum, lanzando a Remi por el ventanal roto.

-Remi –murmuró Kareth, observando a quien una vez fue su amigo perdiéndose de vista en la caída.

 

Mientras tanto, y siguiendo con su particular caza, el miembro de Comhairle avanzó hasta Nara.

-¡No! ¡Para! ¡Déjala en paz! ¡Por favor! ¡Maldita sea! –Kareth intentó levantarse para romper el cristal, pero fue inútil. Su herida, todavía abierta, le impedía llegar siquiera llegar hasta su objetivo- ¡Nara! ¡Huye!

 

Por su parte, Sarah, la única que quizás pudiese haber hecho algo, se encontraba prácticamente hecha un ovillo. En un estado mental casi peor que las heridas física de él.

 

“¡¿Por qué tiene que pasar esto?!”, pensó el joven, apretando los dientes, impotente ante la idea del asesinato de Nara.

 

Al mismo tiempo, la joven levantó la cabeza, lentamente, observando al asesino de sus seres queridos, sin apenas fuerzas para levantarse y huir.

-¿Algunas últimas palabras, chica? –preguntó Unum, el único divirtiéndose con aquella situación, y a quien le pareció oportuno alargar unos segundos más la existencia de su próxima víctima.

 

Pero ésta se hallaba en estado de shock. Mirando a su alrededor u no viendo nada. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que pasar esto?

 

Habían creído que su lucha tendría un final feliz. Que mientras hiciesen lo correcto serían recompensados con la victoria. Pero todo había sido un sueño. Un intento vano. Una forma de eludir la cruda realidad.

 

Ya no quedaba esperanza.

 

A su lado, descubrió una de las pistolas de Remi. Por alguna razón, las imágenes de él y de Kareth aparecieron en su mente. Entonces, como una muerta en vida, cogió el arma y apuntó con ella a Unum. Sus manos temblaban.

-¿Planeas enfrentarte a mí? –preguntó Unum, sonriendo.

 

En ese instante, una lágrima descendió sobre su mejilla, y sin saber cómo, obtuvo fuerzas para responder.

-No –susurró.

-¿Mm? –se extrañó el miembro de Comhairle.

-Yo salvaré a Kareth –continuó ella.

-¿Estás delirando? ¿Qué piensas hacer? Estás sola y ni siquiera puedes tenerte en pie –se burló Unum.

-¡Nara! ¡No digas tonterías! ¡Escapa! ¡Corre! –gritó Kareth.

-No, no lo haré.

-¡Nara!

-Kar… -dijo, giró la cabeza para mirar al chico- Te quiero.

 

Tras esto, cambió la dirección en la que apuntaba su pistola y disparó al panel de control de la nave, activando así el despegue de la misma.

-¡No! –exclamó Unum, cuya arrogancia había jugado en su contra

-¡No! –mientras el cuerpo de la chica se iba haciendo más y más pequeño en la distancia, Kareth continuó gritando su nombre- ¡Nara! ¡Nara!

 

De esa forma, ambos desaparecieron, yéndose en la nave de evacuación.

 

Instantáneamente, Unum noqueó a la chica, tras lo cual observó la nave alejándose de Yohei Gakko, a demasiada distancia como para alcanzarles incluso con sus habilidades.

-Parece que la he subestimado –dijo con expresión seria, antes de volver a ponerse sus gafas de sol.

 

Entonces, se dispuso a rematarla, cuando, sin previo aviso, alguien apareció detrás de él.

-Vaya, ¿qué haces aquí, Duobus?

Una chica de pelo rubio y corto hasta el cuello, dio un paso hacia él.

-Me han enviado para comprobar cómo llevas tu trabajo, Unum.

-Bien, como cabía esperar.

-Entonces, ¿dónde está el chico? –preguntó ella, mirando a su alrededor.

-Ha habido ciertas... complicaciones.

-No creo que esto le guste mucho a él, Unum –pese a que aquella frase podría haberse tomado como una regañina, el tono indiferente de voz de la chica le quitaba cualquier significado.

-Bah, cállate, ya me encargaré de eso.

-¿Y ella? –preguntó Duobus, señalando a Nara.

-Parece que es alguien importante para Kareth. Iba a matarla.

 

Bajando la mirada, Duobus estuvo meditando algo durante unos instantes.

-Mm, quizás podría servirnos –dijo, llevándose una mano a la barbilla.

-¿A qué te refieres? –preguntó Unum.

-Has dicho que es importante para Kareth, ¿cierto? Podríamos usarla para atraerle hasta nosotros.

-Ah, no es mala idea. Aunque nada divertida.

-Lo que a ti te divierta, me trae sin cuidado. Además, podría servirnos de experimento.

-¿Vas a usarla a ella? –preguntó Unum, frunciendo el ceño.

-Necesitaremos a alguien a quien transferirla. Ya sabes. Un contenedor.

-Pero, ¿crees que este cuerpo lo aguantará?

-Es por eso que digo que es un experimento.

-Entiendo. Llévatela.

 

Tras esto, se hizo a un lado para dejar que su compañera recogiese el cuerpo de Nara y la cargase sobre sus hombros.

-Yo me quedaré aquí. Tengo que hacer una llamada –dijo Unum, a lo que Duobus asintió, marchándose tal y como había venido.

 

Tras apretar un par de botones en su aparato comunicador, éste sonó un par de veces hasta que alguien lo descolgó.

-¿Sí? ¿Quién es? –una voz aguda contestó al otro lado.

-Hola.

-¡Ah! ¡Unum! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás? ¿Qué tal va todo?

-¿Está Detz por ahí?

-¡Ah! ¡Qué maleducado! ¿¡Es que no quieres hablar conmigo!? ¡Vamos! ¡Unum!

-No tengo tiempo para juegos. Hazme el favor de ponerme con él.

-¡Vaaale! ¡Antipático!

 

Pasó un corto periodo de tiempo hasta que otra persona tomó el relevo.

-¿Sí?

-Detz. Soy Unum.

-Unum. Ya veo. Dime, ¿tienes al chico?

-No he conseguido capturarlo.

-Creí haberte dejado claro que no quería fallos.

-Tranquilo. Duobus ha tenido una idea genial para atraparle.

-Pues espero que funcione. En cualquier caso, continúa en tu posición y ocúpate de convencer a Comhairle de entrar en guerra abierta. Ah, y si vuelves a toparte con él, no vuelvas a dejarle escapar. Este proyecto requiere un 100% de éxito.

-Claro, dalo por hecho –dijo Unum, sonriente.

-¿Algo más?

-Sí, una cosa más. Seguramente Darker haya informado a más gente sobre el proyecto Gaia, sugiero buscar a esa gente y eliminarla. No creo que convenga que se extienda.

-Inicia una investigación. Aprovéchate de la influencia que tienes ahora.

-De acuerdo.

-Sí podemos reunir a todos los descendientes de Gaia estaremos un paso más cerca de nuestro objetivo.

Así pues, la llamada finalizó, provocando un suspiro por parte de Unum. Después de mirar quedarse mirando el aparato durante un tiempo, se marchó de la sala.

 

En otro lugar del planeta. Una tierra árida se extendía más allá del horizonte. Ni una sola planta, animal o signo de vida. Lo único que se divisaba eran los restos de una especie de nave utilizada para evacuar personas.

 

Dentro de ella, se encontraban dos personas inconscientes. A primera vista, sus heridas físicas podían tratarse fácilmente. Más difíciles de olvidar serían aquellas que afectaban sus mentes.

 

Paso un tiempo hasta que una persona se acercó a ellos. Llevaba una capa algo roída a su espalda, sin que revelase su identidad.

 

Tras observar el estado de los dos jóvenes en el interior de la nave, se alejó corriendo de allí para, más tarde, volver con un compañero. Entre los dos cargaron a esas personas y se marcharon de allí.

 

Mucho más alejado de aquella zona, un hombre encapuchado aparcó su moto en las afueras de un pueblo. Haciéndose servir de una gran roca cercana, escondió su vehículo e inició su camino hacia allí.

 

En sus manos llevaba una foto, en ella se podía observar el rostro de una persona sonriendo a la cámara.

 

De esa forma, se situó frente a la entrada, respiró profundamente y continuó.

18: The demigoddess and the necromancer 1
The demigoddess and the necromancer 1

Sue se dispuso a descansar tras un duro trabajo. Llevaba varios días sin parar, siguiendo las órdenes de ese estúpido hombre que se hacía llamar líder. Sedientos, hambrientos, cansados, mugrientos... todos ellos trabajando sin descanso para conseguirle todo lo que pidiese. Y al final, a ellos, a los que se esforzaban día a día, tan sólo les quedaban las migajas. Pero aquella era la única manera de sobrevivir que conocía, que había conocido desde pequeña.

 

Sucesivas batallas habían deteriorado el mundo en el que vivía, por lo que su pueblo no era una excepción a la pobreza y el sufrimiento a la que había llevado la guerra, quedando sometidos por aquellos con mayor poder, que se aprovechaban de las necesidades de la gente para crear su pequeño paraíso.

 

Era demencial. Estaba cansada de siempre lo mismo. Pero, por más que intentaba convencer a los suyos de rebelarse contra aquella opresión, ninguno tenía el valor suficiente para hacerla frente. Por otro lado, escapar sólo supondría un destino aún peor.

 

Con esto en mente, suspiró. No le quedaba mucho para terminar el descanso y coger de nuevo su herramienta para ponerse a cavar, buscando algún rastro de agua que aprovechar o algún terreno fértil en el que poder cultivar.

 

Al mirar a su alrededor, se fijó en él. Acababa de llegar al pueblo. Un personaje algo extraño que vestía una capa con la que ocultaba su rostro.

 

Nada más llegar, les enseñó una foto donde se podía ver la imagen de un hombre. Alguien a quien estaba buscando. Al no obtener respuesta por su parte, pidió quedarse allí un tiempo, antes de continuar su viaje.

-No perderé la esperanza de encontrarlo –dijo. Así que cogió una herramienta y se puso a trabajar al igual que todos.

 

Aunque no hablaba mucho, no parecía mala persona, pero, pora alguna razón, le rodeaba un halo de misterio.

 

Finalmente, se dio la señal del cambio de turno y de nuevo, tuvo que volver al trabajo. Le dolían las manos y las piernas se le encorvaban de vez en cuando, debido al peso del cansancio. Pero no podía permitirse parar.

 

-Ya estoy en casa –dijo Sue al entrar-. Si es que a esto se le puede llamar casa.

 

Su hogar, al igual que el del resto de pueblerinos, estaba hecho de escombros y otros materiales viejos que un día pertenecieron a una próspera ciudad. Por desgracia, aquello era lo único que pudieron construir sus abuelos. Y la única herencia que les quedó de ellos.

-¿Qué tal te ha ido? –preguntó una mujer de aspecto joven y muy parecida a ella.

-Igual que siempre mamá. Un asco –se quejó Sue, desviando la mirada. Había días en los que la sonrisa de su madre conseguía relajarla. Pero, en ese momento, no estaba de humor.

-No te preocupes. Creo que nos queda algo de las sobras de ayer –intentó animarla la mujer, pues sabía distinguir muy bien cuando su hija estaba contenta y cuando no. Incluso cuando trataba de ocultarlo.

-Mamá, eso debe de estar ya podrido. Será mejor que lo tires –respondió ella.

 

Las leyes de subsistencia del pueblo se regían de la siguiente manera: los pueblerinos trabajaban sin descanso con el fin de buscar alimentos u otras cosas de valor. La mayor parte de éstas eran entregadas al líder, y lo que sobraba se lo quedaban quienes lo habían encontrado. Si no encontrabas nada, muy probablemente terminarías muriendo de hambre y/o deshidratación. Todo dependía de tu buena racha, y últimamente, su familia no la tenía.

 

Sue era hija única. Vivía con su padre y su madre, sólo que esta última estaba demasiado débil como para dedicarse a la excavación. Había veces que ni siquiera podía encargarse de las tareas del hogar, necesitando de su ayuda o la de su padre. Algo que la hacía sentirse muy inútil pese a que intentase camuflarlo con aquella sonrisa que siempre les apoyaba. Uno de los motivos que hacía que Sue siguiese aguantando todo aquello.

-¿Y papá? -preguntó

-Creo que ahora vendrá. Quizás él haya tenido más suerte –dijo su madre mientras tiraba las sobras, que emitía un hedor putrefacto.

 

Su padre era un hombre trabajador y con una gran responsabilidad a sus espaldas. Al igual que su madre, siempre intentaba que no decayesen sus ánimos, haciendo lo que podía con lo poco que tenía. Era de él de quien había sacado sus ideales de rebelión.

 

Después de un tiempo, llegó él. Por desgracia, tampoco había conseguido nada.

-Vaya día –dijo el padre de Sue, sentándose sobre una pequeña tabla de madera que pretendía ser una silla-. Pude conseguir alimento pero me lo quitaron todo. Decían que era para una fiesta especial del líder.

-¡Malditos sean! –exclamó Sue.

-Vamos, vamos, Sue. No deberías decir esas cosas.

-Pero eso es lo que son y lo sabes.

-Sí, pero insultarles no ayudará a que nuestra vida mejore. De hecho, probablemente sea al contrario.

Al escucharle decir aquello, la joven permaneció en silencio, algo desilusionada.

-Me parece que tendremos que pasar hambre esta noche. En fin, quizás mañana podamos conseguir algo –les tranquilizó su madre.

-Si los del pueblo tuviese la valentía para enfrentarse al líder, estoy segura de que todo acabaría –dijo Sue.

-Estoy de acuerdo –continuó su padre-. Pero, empiezo a pensar que no importa cuantas veces lo intentes, no lo entenderán.

-¡Pero papá, no podemos rendirnos! ¡Puede que lo consigamos sin pensamos otra forma de hacerlo!

-No lo sé, Sue. No lo sé.

 

Sorprendida, observó el rostro de su padre. Parecía tan cansado. Cansado de que nada cambiase pese a intentarlo tantas veces. Era como si estuviese aceptando su derrota.

 

Sin poder contemplar aquella escena durante más tiempo, salió corriendo de allí.

-¡Sue! –gritó su madre, disponiéndose a ir tras ella.

-Déjala, querida.

-Pero...

-Tiene todo el derecho del mundo a estar enfadada –sentenció el padre, tristemente.

 

¿Por qué? ¿Por qué no terminaba ya aquella locura? ¿Por qué tenían que dejarse someter?

 

Corriendo con todas sus fuerzas, sin rumbo fijo, no se fijo en uno de los secuaces al servicio del líder, chocando contra él y cayendo ambos al suelo.

-Ah, l-lo siento –se disculpó Sue, si saber todavía de quien se trataba.

-¡Maldita sea, ¿se puede saber que haces, niñata?! ¡Mira por donde vas! ¡¿Es que la escoria como tú sólo sabe coger una pala y cavar?! ¡Apártate de mi vista antes de que decida matarte!

-¡¿P-pero de qué vas?! ¡Ya me he disculpado! –replicó ella, sin poder aguantarse más las ganas.

-¡¿Pero qué...?! ¡¿Te atreves a contestarme?!

El soldado la miró como si fuese un insecto. Fue entonces cuando Sue se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

-¡Quizás debería usarte de ejemplo para enseñarles al resto lo que pasa cuando te rebelas contra nosotros!

 

Dicho esto, cogió a la chica del cuello y la levantó del suelo. Mientras notaba cómo se ahogaba, ella golpeó sus brazos, intentando que la soltase, pero por desgracia, el hombre tenía más fuerza que ella.

-¡Vamos! ¡Vuelve a contestarme! –gritó el hombre con una sonrisa en su rostro y sintiéndose superior ante ella.

 

Aunque mirase a los de su alrededor, suplicando por ayuda, nadie movía un dedo, sólo observaban, con miedo, cómo pataleaba y luchaba por respirar.

 

Tristeza y rabia se unieron al que creía iba a ser su último pensamiento: la imagen de sus padres.

 

De repente, algo golpeó al hombre, lo suficientemente fuerte como para que la soltase.

 

Por su parte, la joven cayó de culo contra el suelo, tosiendo fuertemente mientras se acariciaba la garganta, emitiendo pequeños pitidos al tomar aire.

 

Al levantar la mirada, pudo ver a su agresor girándose enfadado hacia la figura de un encapuchado que Sue reconoció como el recién llegado.

-¡¿Has sido tú quien me ha golpeado?! –preguntó el soldado, mostrando desprecio y arrogancia en su voz.

 

Por su parte, el encapuchado se mantuvo en silencio.

-¡Te estoy hablando a ti, imbécil! –continuó mientras se acercaba a él, quien seguía sin moverse de su sitio.

-¡¿Qué te pasa?! ¡¿Pensabas que no iba a darme cuenta y ahora estás cagado de miedo o qué?! ¡¿Eh?! ¡¿Eh?!

- ¿Te importaría apartarte? No es que me importe el olor a muerto, pero el tuyo supera mis límites –dijo el encapuchado dejando sin palabras al hombre

 

El comentario, por otro lado, provocó una carcajada en Sue, seguida de la de otros pueblerinos. Evidentemente, todos sabían las consecuencias que les podía traer, pero, quizás por la tensión acumulada por la situación, ninguno fue capaz de evitarlo.

 

Por supuesto, aquello no hizo más que aumentar la ira del hombre.

-¡Te voy a matar! –exclamó a la vez que sacaba su espada, junto a su cintura, y se disponía a cortarle la cabeza.

 

Sin embargo, el encapuchado esquivó su movimiento sin demasiado esfuerzo, dejando que su adversario continuase con sus vanos intentos de clavar el filo de su arma en su cuerpo.

-¡Estate quieto! –dijo, tratando de embestirle, y acabando en el suelo, cubierto de tierra, debido a la zancadilla que le acababa de poner, cosa que dio lugar a más carcajadas- ¡Mierda! –levantándose del suelo, intentó atacarle de nuevo. Esta vez, con un movimiento rápido, el encapuchado logró robarle el arma, apuntándole al cuello con ella.

-E-e-espera... –suplicó asustado.

-Qué curioso. Ya no pareces tan arrogante –respondió el encapuchado.

-Y-yo...

-Lárgate de aquí ¡Ahora!

-¡S-sí!

 

Corriendo como alma que lleva el diablo, e incluso tropezándose a mitad de camino, el hombre desapareció de su vista.

-Ni siquiera ha esperado a que le devolviese el arma –comentó el encapuchado, encogiéndose de hombros y lanzando la espada al suelo.

 

Una vez esfumado el peligro, los pueblerinos aplaudieron. Por su parte, el encapuchado se acercó a Sue y le tendió su mano para ayudarla a levantarse.

-G-gracias –dijo ella, sintiendo en ese momento un dolor agudo en su trasero.

-No hay de qué. Será mejor que vuelvas con tu familia. No es buena idea estar aquí después de lo ocurrido.

-C-claro –asintió la chica.

-¡Vamos! ¡Señores! ¡Se acabó el espectáculo! ¡Gracias por los aplausos pero será mejor que vuelvan a sus casas! –sugirió el encapuchado mientras hacia gestos con las manos para que se marchasen- En fin, un placer, pequeña –dijo, disponiéndose, él también a abandonar aquel sitio.

-¡E-espera! –exclamó Sue-. ¡¿Cómo te...?! –el rugido de sus tripas interrumpió la pregunta, haciéndola sentir avergonzada.

-¿Tienes hambre?

-Un poco –contestó ella casi en un susurro.

-Ven conmigo, te daré algo de comer.

 

 

Asintiendo, la joven fue detrás de él hasta llegar a sus aposentos.

 

El lugar en el que se refugiaba estaba formado por una tela sujeta por varias varas metálicas, tomando la apariencia de una tienda de campaña. Dentro había varias hierbas de distintos colores, una caja vieja y un pañuelo anudado que tapaba algunos bultos.

 

Ya dentro de su hogar, el encapuchado se sentó sobre la caja y cogió el pañuelo, desanudándolo y descubriendo lo que había dentro. Entonces, la chica pudo observar algunas verduras, hortalizas y algo de agua en un pequeño bote.

-¿De dónde has sacado todo eso? –preguntó ella, sorprendida.

-Tengo mis métodos.

 

Tras esto, compartió su comida con ella, quien la observó con algo de reparo.

-No tengas miedo. No está envenenada.

Tras probar un poco, los ojos de Sue se iluminaron, comenzando a devorarla con avidez.

-Come con calma. Te vas a atragantar.

-E-es que hacía un día que no comía nada. ¡Está muy bueno!

-Por supuesto que lo está.

 

De repente, Sue dejó de comer. Observando el alimento en sus manos, sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¿Qué ocurre? –preguntó el encapuchado.

-Últimamente es difícil encontrar algo de terreno en el que cultivar. Los alimentos y el agua comienzan a escasear, y encima el líder nos quita parte de lo que conseguimos, a veces dejándonos sin nada. A este paso, será un milagro que sobrevivamos.

-Pero ese tal líder también lo pasará mal si os morís de hambre y no trabajáis para él –comentó el encapuchado.

-He intentado convencer a los demás de que debemos rebelarnos contra él, pero tienen miedo. A este paso, cuando ya no quede nada, nos robará las pocas reservas que tengamos y se marchará a otro sitio a buscar otra gente a la que explotar.

-Incluso si ese líder no estuviese este pueblo está condenado, ¿eh?

 

No era fácil de admitir, pero no podía ser de otra forma. La guerra había dejado la tierra prácticamente inhabitable. Sólo en algunos lugares podía existir un abastecimiento ilimitado.

-Desde luego, es una situación complicada –observó el encapuchado.

Sue se mantuvo cabizbaja mientras se secaba las lágrimas con sus muñecas.

-Aún así todavía hay solución.

-¿Eh? –se sorprendió Sue al escucharle, levantando la vista hacia él.

-Si logras convencer al resto de que luche, deberías de poder echar a ese líder de aquí. Entonces podréis centraros en buscar alimento y agua sólo para vosotros.

-P-pero, ellos...

-No. Si tú misma te pones peros, no conseguirás nada. Debes demostrarles el valor de luchar todos juntos. Yo te ayudaré.

-¿T-tú?

Él asintió.

-¿Qu-quien eres?

-Mi nombre es Kai -entonces se quitó la capucha, dejando ver el rostro de un apuesto joven de unos veinticinco años- ¿Y el tuyo?

-Yo me llamo Sue.

-Sue, ¿qué edad tienes?

-Catorce.

-Suficiente para levantar las armas y enfrentarse a ellos. Hagamos realidad tus deseos, Sue.

19: The demigoddess and the necromancer 2
The demigoddess and the necromancer 2

-Señor, acaba de llegar uno de los nuestros con nuevas del pueblo.

 

Desde su trono, uno de aspecto bastante pobre comparado con su ambición, un hombre de gran musculatura y con una cicatriz que cruzaba de arriba abajo su ojo izquierdo observó con desgana a quien acababa de irrumpir en sus aposentos.

-Dile que pase –contestó secamente.

 

Su secuaz realizó una patosa reverencia, propia de una comedia, y dejó pasar a su compañero.

-¡Señor!

-Habla. ¿Qué ha ocurrido? –inquirió, sin andarse con rodeos.

-Verá, es que... ha-hay un hombre y una niña, señor, en el pueblo... se han encarado contra mí...

-¿Y? Los habrás matado, supongo. ¿O acaso los has traído aquí para que lo torture?

-Ve-verá, señor. En realidad, el hombre m-me ha quitado el arma y m-me ha amenazado con ella –dijo el secuaz, con voz temblorosa.

 

Durante unos instantes, toda la sala se quedó en silencio, generando un ambiente bastante tenso.

-¡¡Eres un inútil!! –exclamó de repente el líder. El soldado cayó al suelo de culo, asustado- ¡No sabríais ni matar a perro herido!

-¡L-l-lo siento, señor!

-¡Menos disculpas! ¡La próxima vez que vengas a decirme algo así, te corto el cuello! ¡¿Queda claro?!

-¡S-sí, señor!

-¡Lárgate de mi vista!

 

Casi sin esperar a que terminase de dar la orden, el secuaz salió de la sala.

-¡Tú! –exclamó el líder, señalando al compañero del que acababa de huir.

-¿S-sí, señor? –respondió éste, poniéndose firme.

-Envía un grupo para allá. Alguien que se enfrenta a los míos también se enfrenta a mí. Y eso no lo puedo permitir.

 

Sentado sobre su caja, Kai se dedicó a observó a Sue mientras descansaba sobre sus propias manos. Tras su conversación, se había quedado dormida, probablemente debido al cansancio acumulado por el trabajo.

-Parece que tendré que quedarme en este pueblo más tiempo de lo que quería. Espero que me perdones, May.

 

Una figura fantasmal apareció frente a él. Era la figura de una chica de cabellos largos y ondulados, y ojos tiernos y amables. Al igual que un fantasma, su piel era pálida, translúcida, y sus piernas, difíciles de distinguir a simple vista.

 

Desde su posición, sonreía, aceptando las disculpas de Kai, quien le devolvió el gesto.

 

A la mañana siguiente, Sue estiró los brazos al levantarse. Aunque se sentía menos cansada, le dolía un poco la espalda, ya que no había dormido en un lugar precisamente cómodo. Por otro lado, en su hogar tampoco disponía de colchón así que estaba acostumbrada.

 

Al mirar a su alrededor, descubrió que Kai se había marchado, por lo que decidió salir de aquel refugio y dirigirse a su casa.

 

Nada había cambiado. Como cualquier otro día, los pueblerinos seguían trabajando la tierra, preocupados por cosechar comida y encontrar algo de valor.

 

Al poner un pie en casa, alguien la abrazó con fuerza, casi lanzándola contra el suelo.

-¡Sue! ¡Menos mal que has vuelto! –exclamó su madre, apretándola con fuerza contra sí- ¡Escuché que habías tenido problemas con un soldado! –al despegarse de ella, descubrió que había estado llorando.

-Es cierto, pero no te preocupes, un chico llamado Kai me salvó –dijo Sue, intentando quitarle leña al asunto.

-¡¿Qué no me preocupes?! –la mujer levantó la voz y, con expresión de ira, la cogió de uno de sus mofletes y estiró con fuerza pese a los gritos de dolor de su hija- ¡¿Tú sabes lo mal que lo he pasado?! ¡No sabía dónde estabas! ¡Y no volvías a casa! ¡Estaba preocupadísima por si te podía haber pasado algo! ¡No vuelvas a hacerme esto, por favor!

 

Acto seguido, volvió a abrazarla, dejando a su hija con la mejilla roja y un sentimiento de culpa que se reflejó en su rostro

-Lo siento. Todo está bien. Ya estoy de vuelta –intentó tranquilizarla mientras acariciaba suavemente su pelo.

 

-¿Qué has querido decir antes con que un chico te ayudó? –una vez más calmadas, madre e hija se sentaron sobre dos rudimentarias sillas y conversaron sobre lo ocurrido.

-Sí, un chico llamado Kai. Cuando me vio en peligro se enfrentó a ese soldado y lo humilló delante de todo el pueblo. La verdad es que fue muy guay –contó Sue, alegremente.

-Ahora que lo pienso, es cierto que la gente del pueblo habló sobre un hombre encapuchado. ¿Es él de quien hablas? –preguntó la mujer, asintiendo su hija en respuesta.

-Entonces tendré que ir a agradecérselo. ¿Dónde vive?

-Si esperas un minuto, iré a buscarlo. No se dónde habrá ido, pero no creo que esté muy lejos.

-¡Espera! –trató de detenerla su madre.

-¡Vuelvo enseguida! –contestó ella, haciendo caso omiso.

-¡Sue! –antes de que pudiese levantarse, ya se había marchado- ¡Esta chica me va a volver loca!

 

A paso ligero, la joven recorrió los senderos que atravesaban el pueblo, buscando entre los demás la figura de Kai.

 

“¿Dónde se habrá metido?”, pensó mientras movía su cabeza de un lado a otro.

 

Fue en ese momento cuando descubrió, situado a pocos metros delante de ella, un grupo de soldados que, sin ningún miramiento, caminaban por el pueblo deteniéndose a hablar con algunos de los pueblerinos, quienes negaban contundentemente, llevándose algún golpe o amenaza como recompensa. Parecían estar siendo interrogados.

 

“Probablemente, el líder ya se haya enterado de lo ocurrido ayer. Tendré que esconderme”, pensó mientras se disponía a dar media vuelta.

-¡Vaya, vaya! ¡Pero mira a quién tenemos aquí!

Cortándole la retirada, apareció el hombre al que Kai había humillado el día anterior.

-¿Sabes lo mal que lo he pasado por tu culpa? –continuó mientras se acercaba lentamente a ella, con intención de cogerla- ¡Vas a pagarlo muy caro! ¡Ven aquí!

 

Acto seguido, se abalanzó sobre ella, quien consiguió zafarse y comenzó a correr hacia un lugar seguro.

 

Por suerte para ella, conocía bastante bien el pueblo, por lo que no tardó en despistar a su perseguidor, quien había avisado a sus compañeros y ahora corrían todos detrás de ella. Aun así, su insistencia no le permitía descansar. Un paso en falso y acabaría en sus manos.

-Si no encuentro rápido un refugio, me atraparán –se dijo a sí misma, sin parar de correr.

 

En ese momento, divisó una choza donde cobijarse. Al entrar, descubrió a una pareja y a sus dos hijos, quienes se asustaron al verla entrar tan apurada.

-¡¿Sue?! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué ocurre?! –preguntó la mujer. Debido a bajo número de habitantes, era normal conocerse entre todos. Era uno de los motivos por los que no se aseguraban las entradas. El otro era la escasez de algo de valor en su interior.

-¡Por favor, necesito que me ayudéis! ¡Me persiguen los secuaces del líder! –pidió Sue.

-¡¿Qué?!

-¡Dejad que me esconda aquí hasta que se vayan!

-¡N-no podemos hacer eso! ¡Si nos relacionan contigo, también irán a por nosotros!

-¡Por favor!

-¡Lo siento! ¡Márchate! ¡Deprisa! –exclamó el hombre.

 

Ante aquella respuesta, la chica no supo qué hacer, permaneciendo inmóvil.

-¡Si no te vas por las buenas tendré que echarte por las malas! ¡Márchate! ¡No quiero hacerte daño!

 

Finalmente, reaccionó y salió de allí, encontrándose poco después rodeada por sus perseguidores.

 

No había nada que hacer. Tan sólo maldecir la cobardía de su pueblo.

-¿Acaso pensabas que podías escapar de nosotros? –se burló el hombre de antes, intentando agarrarla de nuevo.

 

Pese a sus esfuerzos, esta vez él fue más rápido, logrando atraparla de la cintura antes de que escapase.

-¡No, no! Otra vez no.

-¡Suéltame! –gritó la chica, revolviéndose sin éxito, pese a golpear fuertemente los costados de su captor.

-¡Oh, cállate! –exclamó él, dejándola inconsciente mediante un golpe seco en su cuello.

 

Mientras tanto, a una distancia prudencial, Kai observaba la situación.

-Ya la han capturado. Bien, ahora llega el momento de ver de lo que es capaz este pueblo.

 

-¡¿Habéis dejado que se la lleven?! –gritó el padre de Sue a la pareja en cuya casa se había refugiado la joven.

-¡No teníamos opción! ¡Si no, habrían destruido nuestra casa! –se defendió el marido.

-¡¿Qué habrían destruido tu casa?! ¡¿De verdad crees que lo habría permitido?! ¡¿De verdad crees que no te habría ayudado a construir una nueva?! ¡Incluso habría dado la vida por tus hijos si hubiese sido necesario! –continuó enfurecido el padre de Sue, zarandeando al hombre, a quien tenía cogido de sus roídas vestimentas.

-¡Eso es mentira!

-¡¿Mentira?! ¡Por supuesto! ¡¿Cómo no iba a ser mentira si es lo que habríais hechos todos?! –esta vez se dirigió al resto de pueblerino que observaban la discusión. Algunos con curiosidad y otros confusos por no saber que bando apoyar, pero en cualquiera de los casos, procurando no meterse- ¡¿Es que no os dais cuenta?! –continuó, liberando al hombre de su agarre- ¡Si no somos capaces de enfrentarnos a ellos, sufriremos bajo su yugo para toda la eternidad!

-¡¿Y qué sugieres que hagamos?! –se quejó uno de los pueblerinos.

-¡Ellos van armados y nosotros no tenemos nada! ¡Nada! –le apoyó otro. Aunque ambos dieron un paso atrás en cuanto el padre de Sue se les encaró.

-¡Nos tenemos a nosotros! ¡Somos más que ellos! ¡Si confiamos los unos en los otros, con el valor suficiente, conseguiremos derrotarlos!

-¡Es más fácil decirlo que hacerlo! ¡¿Te das cuenta de que podemos morir?!

-¡¿Entonces vais a dejar que una adolescente muera para salvaros vosotros?!

 

Ante aquella pregunta, todos se quedaron en silencio.

-Sois decepcionantes –dijo una voz situada detrás de ellos.

 

Al girarse, descubrieron la figura de un joven encapuchado, apoyado sobre la pared de una de las chozas.

-¡¿Quién eres?! –preguntó el padre de Sue, desconcertado.

-Digamos que... un conocido de tu hija.

-¡Un momento! ¡Ya me acuerdo! ¡Llegó al pueblo hace unos días buscando a alguien! –exclamó de repente uno de los pueblerinos.

-Así es. Aunque ahora mismo eso da igual. Además, quien busco no está aquí.

-Entonces, ¡¿por qué sigues aquí?!

-Al principio, mi único motivo recoger algunas provisiones antes de marcharme. Sin embargo, parece que me he topado con algunos problemillas.

 

Al no obtener respuesta por su parte, Kai se les acercó.

-¡Esto no tiene nada que ver contigo! –dijo otro de los pueblerinos.

-Lo sé. Sé que quizás sea el menos indicado para hablar pero, francamente, me cuesta soportar ver lo cobardes que sois.

-¡Oye!

-¡No te lo tengas tan creído!

-Por favor, esa niña tiene diez veces más valor que todos vosotros juntos –se burló Kai- ¿Sabéis? Ella me dijo que intentó convenceros de luchar. Varias veces. Convenceros de rebelaros contra esa persona a la que llamáis “líder”. Me pregunto, ¿cómo es posible que esa chica sea capaz de algo así y vosotros, adultos, no tengáis valor ni siquiera para salvarla? –el desdén en las palabras del chico hizo aumentar la rabia en el interior de ellos, pero ninguno se atrevió a llevarle la contraria- En cuanto a ti –Kai señaló al padre de la chica– Tú eres su padre, ¿verdad?

 

Sorprendido porque de repente se refiriese a él, éste asintió.

-Ella me contó que tú le mostraste esos ideales. Pero te rendiste.

Sin saber qué decir, el hombre se limitó a observar a Kai. Sabía que tenía razón. Que, al final, aunque culpase a los demás, era tan culpable como ellos.

-Te diré una cosa: rendirse no es una opción, pues sólo significa quedarse estancado en un punto en el que no existe futuro. Un camino que no lleva a nada. Seguir intentándolo pese a que no haya esperanza. Creer en uno mismo. Ahora es el momento de demostrar que no hay que rendirse. Tú y todos. Decidme, ¿no lucháis porque tenéis miedo a morir? ¿Acaso no veis que si no hacéis nada moriréis igualmente? De hecho será incluso peor. Porque ni siquiera habréis aprovechado la oportunidad defenderos. Sabéis de sobra que la comida y el agua escasean, que apenas quedan recursos y, aun así, en vez de usarlos para alimentar a vuestras familias, dais de comer a un dictador. ¿Dónde veis vida en ello?

 

Poco a poco, se fue escuchando un murmullo entre los pueblerinos.

-Pensad en si de verdad merece la pena actuar como lo estáis haciendo. Es evidente que esa niña tiene razón, y deberíais aprender de ella.

 

Una vez hubo terminado de hablar, el padre de Sue dio un paso adelante.

-Por mi parte, todo queda dicho. Yo voy a salvar a mi hija. Me da igual tanto si me acompañáis como si no. No pienso vivir más esta mentira, mucho menos dejar que ella pague por nuestra culpa. Chico...

-Kai. Mi nombre es Kai –interrumpió el joven al ver que el hombre se dirigía a él.

-Kai. Gracias por recordarme quien fui –dijo antes de marcharse. Unos metros más adelante, le esperaba su mujer- Es mejor que no me sigas. En tu estado, deberías descansar.

-También es mi hija. No voy a echarme atrás.

 

Sabiendo que dijese lo que dijese, no la iba a hacer cambiar de opinión, se limitó a asentir y continuar con su camino.

-¡Esperad! – una voz los detuvo. Se trataba del hombre que había echado a Sue de su casa-. Dejad que vaya con vosotros. Yo... si le pasase algo. No voy a poder quitármelo de la cabeza. Sé que suena egoísta, pero...

-Haz lo que quieras –contestó secamente el padre.

 

Poco después, el número de personas que decidió hacer lo mismo fue en aumento, hasta que, poco a poco, todo el pueblo recorría el sendero que les llevaba a los aposentos del líder.

 

-Dale pescado a alguien y tendrá alimento por un día, dale una caña y lo tendrá por muchos años. Los pueblerinos necesitaban aprender eso, y ahora les ha llegado la hora de cambiar –sonriendo, Kai también se marchó.

20: The demigoddess and the necromancer 3
The demigoddess and the necromancer 3

Sue despertó. Se encontraba en el interior de una celda. Al principio, se sintió un poco desorientada, pero poco a poco, fue recordando lo ocurrido.

 

Dadas las circunstancias, todo apuntaba a que habían decidido esperar hasta el momento ideal para mostrarles a los demás cómo se trata a quienes predican ideales de libertad. Supuso que la humillarían, torturaría y ejecutarían públicamente.

 

Lágrimas cayeron sobre sus mejillas. No podía evitar pensar en lo sucedido con el hombre de antes, quien, incapaz de enfrentarse a sus opresores, la había dejado sola.

 

“Supongo que este es el final. Quizás debería haberme rendido”, pensó, sintiéndose de repente muy cansada.

 

-¡Oye, tú! -mientras tanto, en los aposentos del líder, éste llamaba a uno de sus secuaces- Haz los preparativos para el castigo a la chica. Esos pueblerinos van a aprender de primera mano lo que significa enfrentarse a mí. Ah, y reserva un lugar especial para sus padres. Quiero que lo disfruten –ordenó con una sonrisa macabra mientras su súbdito asentía y se disponía a llevarlo a cabo.

 

(Varias horas antes)

 

“-¡Señor! ¡He traído a la chica! –exclamó su súbdito, anteriormente humillado por Kai, mientras entraba triunfante por la puerta. Sólo que esta vez traía como trofeo a Sue.

-Oh, parece que no sois tan inútiles como pensaba –se burló el líder

-Suéltame... –logró decir la chica pese a que se encontraba mareada.

-¿Eh? Creía que la había noqueado. Tendré que volver a dormirla...

-¡Espera! –le detuvo el líder, levantándose de su sitio y acercándose a él.

 

La chica no estaba muy segura de lo que ocurría a su alrededor. Su visión estaba borrosa y las voces de sus captores se escuchaban ligeramente distorsionadas. Pese a ello, podía entender lo que decían.

-Así que tú eres la que les ha estado causando tantos problemas a mis súbditos, ¿eh? No pareces gran cosa, la verdad –dijo mientras la escudriñaba de arriba abajo-, pero he de reconocer que tienes valor. Lo pasaré en grande contigo. Sin embargo, antes me gustaría hacerte un par de  preguntas. Dime, ¿dónde está el chico que iba contigo?

Sus palabras sorprendieron a la joven. ¿Se refería a Kai?

-N-no lo sé...

-Sabes que no está bien mentirme, ¿verdad?

-No es mentira... no lo sé...

-Vaya... que decepción.

 

Sin previo aviso, el hombre golpeó la mejilla de Sue, tan fuerte que el súbdito que la llevaba a cuestas casi pierde el equilibrio.

 

La joven no sintió dolor, pero la sensación de mareo se volvió más fuerte y escuchó un fuerte pitido en sus oídos. Además, pudo observarse un hilo de sangre a partir de la comisura de sus labios.

-Lo siento,  no es la respuesta que esperaba oír –dijo el líder-. Aunque, por el momento, te perdonaré tu pequeña mentira. Ya buscaremos al otro más tarde. En cuanto a ti, nos servirás para demostrarle al pueblo lo que ocurre con los rebeldes –sentenció mientras se volvía a su sitio. De repente, cayó en la cuenta de algo, girándose en dirección a la chica- Casi lo olvido, tenía otra pregunta que hacerte. Dime, ¿te ha hecho caso alguien?

 

Debido al estado en el que se encontraba, no llegó a entender la pregunta pero, aunque lo hubiese hecho, tampoco habría contestado. Sólo se estaba burlando de ella por su incapacidad al no lograr convencer al pueblo de rebelarse

 

-Lo imaginaba. Por más que lo intentes no te servirá de nada. El poder lo es todo e este mundo, y ese poder se consigue mediante el miedo. Ellos tienen demasiado miedo como para rebelarse. Qué pena, ¿verdad? Los fuertes sobreviven y los débiles mueren. Así es la guerra –tras esto, realizó un gesto con la cabeza, en señal de que la llevasen a una celda.”

 

(En la actualidad)

 

- Así es chica –se dijo a sí mismo el líder, tras recordar lo ocurrido-. No queda esperanza para vosotros.

 

Mientras tanto, frente a la puerta del emplazamiento en el que se cobijaban el líder y sus secuaces, se hallaban los habitantes del pueblo. Un cierta distancia de ellos, todavía sin saber de su posición, había algunos de esos secuaces apostados cerca de la entrada, vigilándola.

 

Comandando el grupo de rebeldes se encontraba el padre de Sue.

-Bien, tenemos que pensar en alguna manera de entrar –dijo el hombre, quien, de vez en cuando, echaba un vistazo a los guardianes de la puerta, por cualquier movimiento sospechoso que pudiesen hacer.

-Si ni siquiera tenemos idea de donde está Sue –contestó uno de los pueblerinos.

-Tiene razón. Ni siquiera sabemos si ya la habrán...

-¡No te atrevas a decirlo! –amenazó el padre de la chica, a lo que todos callaron- Hay que conservar la esperanza. Quizás sólo la hayan encerrado. Una vez estemos dentro, la buscaremos.

-Pero, ¿cómo vamos a entrar?

-La única manera que se me ocurre es que nos dividamos en dos grupos, y mientras uno los distrae, el otro se ocupa de de buscarla.

Ante aquella propuesta, se hizo el silencio. Nadie se atrevía a corroborarla ni a rechazarla.

-Sé que es arriesgado –prosiguió el padre de Sue-, por lo que si no estáis seguros, encontraremos otra forma de...

-No, en realidad no creo haya una mejor opción –dijo el pueblerino que había echado a Sue de su casa-. Yo me encargaré de distraerlos.

-¿Estás seguro?

-Le debo una disculpa a esa chica. Es lo mínimo que puedo hacer por ella.

 

El padre de Sue se mantuvo unos instantes en silencio. Acto seguido, levantó la cabeza, mostrando una expresión decidida que ayudó a aumentar, aunque ligeramente, la moral del resto.

-Bien, intentémoslo entonces.

 

Serían aproximadamente cuatro los que vigilaban la entrada. Pocos, pero bien armados. Si intentaban un enfrentamiento directo, aunque lograsen vencer, seguramente significase el sacrificio de varios de ellos, por tanto, la mejor táctica se les ocurría era un ataque a distancia.

 

Teniendo en cuenta que no considerarían un intento de rebelión por su parte, había grandes probabilidades de que los subestimasen, persiguiendo todos al grupo de distracción, o al menos, la mayoría.

 

Sin embargo, ese grupo se enfrentaba a un riesgo mayor que el de ser perseguidos, y éste era la solicitud de refuerzos por parte del enemigo, ya que entonces la ventaja numérica de la que disponía se esfumaría. Aunque ello ayudaría al grupo encargado de buscar a Sue, más pequeño que el de distracción, que lo tendría más sencillo para infiltrarse en el interior.

 

Pese a ello, y si todo iba bien, el grupo de distracción tenía la oportunidad de salir ileso. Tan sólo tendrían que correr y buscar lugar en el que esconderse.

 

Así pues, comenzaron la operación, acercándose el primer grupo a una posición desde la que pudiesen ser vistos fácilmente por los guardas. Desde ahí, les lanzaron todas las piedras que habían recogido previamente, golpeándoles fuertemente con ellas.

-¡¿Pero qué...?! –se quejaron los vigías.

-¡Por allí! –señaló uno de ellos comenzando la carrera detrás de los pueblerinos, quienes no dudaron ni un momento en huir.

-¡Ineptos! ¡Que alguien se encargue de llamar a los tiradores! ¡Esto va a ser una cacería! –ordenó otro.

 

Mientras un tercero volvía al interior del emplazamiento, el resto acompañó al primero en la persecución

-Ahora sólo tenemos que esperar a que abran las puertas para que salgan los refuerzos. Entonces, entraremos –dijo el padre de Sue.

 

-¡Bien! –exclamó el líder del grupo de distracción mientras dirigía la retirada- ¡De momento, tenemos ventaja en número, así que aprovecharemos para dividirnos el trabajo! ¡Mientras algunos se encargan de mantenerlos a raya, el resto prepararemos trampas para resguardarnos de los refuerzos! –dicho esto se detuvo unos instantes en un lugar que consideró seguro-. ¡Vosotros, dirigíos a la izquierda! –indicó señalando a algunos de sus acompañantes- ¡Vosotros, a la derecha! ¡Los demás daremos un rodeo y volveremos al lugar de partida! ¡Prepararemos un contraataque! ¡Daos prisa! –sentenció mientras los demás se disponían a moverse.

 

Los tiradores, cargados con ballestas y armas de fuego, como si saliesen a cazar, dejaron el emplazamiento.

-Vamos –dijo el padre de Sue, escabulléndose por detrás de matorrales secos, hasta llegar a la entrada, donde sólo quedaba un guardia, quien se estaba encargando de cerrarla.

-¡Ahora!

 

Rápidamente, el hombre se lanzó contra de vigilante, quien, sorprendido, apenas logró detenerle, acabando en el suelo, forcejeando.

-¡Rápido, entrad! –gritó el padre de Sue, sujetando las muñecas de su adversario.

-¡Pero...! –replicó su mujer.

-¡Me las apañaré! ¡Vete, deprisa!

Con una mano en su pecho y mordiéndose el labio inferior, la mujer desvió la mirada y se introdujo en el emplazamiento junto al resto, cerrando la puerta tras de sí.

 

Antes de seguir adelante, comprobaron que no hubiese más guardias dentro. Por suerte, no vieron a nadie en las afueras de la construcción central, donde se encontraban los aposentos del líder así como de otros secuaces y las celdas. Lo que significaba que tenían vía libre.

 

Así pues, ya bajo techo, atravesaron un pasillo poco iluminado, lo que le daba cierto toque siniestro, hasta otra puerta, más pequeña.

-Suponiendo que la hayan apresado, lo más lógico sea pensar que las celdas estén bajo tierra. Así que tendremos que buscar escaleras. Vayamos con cuidado.

 

Todos asintieron, tragando saliva antes de dar el siguiente paso. Lo que encontraron fue una gran sala, en mejor estado que el pasillo que acababan de dejar, en cuyos extremos superiores se podían observar numerosos ventanales y tragaluces,  iluminando un suelo de piedra, cubierto por una aterciopelada alfombra color rojo. Encima de dicha alfombra, había algunas mesas de madera lisa y de gran tamaño. Probablemente, lugar donde comían los soldados.

-Parece que hemos ido a parar al comedor. Sigamos buscando –dijo la madre de Sue.

 

Inspeccionando aquella cámara, no observaron nada destacable, más allá de algunos adornos y objetos desenterrados por ellos mismos y que les recordaban el valor que se les daba. Aunque para eso habían venido, para cambiar las cosas.

 

Conforme siguieron mirando, cayeron en la cuenta de que ese lugar debía de tener bastantes años, incluso las lámparas que lo iluminaban por la noche, funcionaban mediante el encendido de velas. Al fin y al cabo, no se podía pedir más del lugar más rico de un pueblo tan pobre como el suyo.

-Nada. No hay ningunas escaleras –afirmó un hombre.

-¡Esperad! –exclamó la madre de Sue, agachada junto a una placa de metal con un mango hecho del mismo material. A primera vista, era difícil diferenciarla de la piedra que constituía el suelo.

-¿Qué es esto? –preguntó una chica.

-Parece una trampilla –afirmó otro hombre.

 

Uno de ellos decidió tirar del mango, aplicando toda la fuerza que le permitieron sus brazos. De esa forma, logró que una de las losas se elevase ligeramente, necesitando la ayuda del resto para poder abrir la trampilla en su totalidad.

 

-Está oscuro y no se puede ver el fondo, pero parece que hay unas escaleras que van hasta abajo –dijo el hombre que había tirado del mango.

-¡Deben de llevar hasta las celdas! –señaló la madre de Sue- ¡Vamos!

 

Tras bajar hasta lo más profundo, descubrieron un pasillo, iluminado tenuemente por lámparas parecidas a las que habían visto arriba. Al final de éste, había una puerta de metal.

-¿Estás bien? –preguntó una mujer al ver la dificultad con la que respiraba la madre de la chica. Para alguien como ella, de salud delicada, todo aquel esfuerzo le estaba pasando factura.

-Sí. Sigamos –contestó pese a la mirada de preocupación de su compañera.

 

Mientras tanto, Sue permanecía sentada en el suelo de su celda, con la cara hundida entre sus piernas, pensativa. Entonces, escuchó el ruido de choques, caídas y pasos.

 

Poco después, vio a su madre aparecer frente a ella, sus manos sobre los barrotes que las separaban.

-¡Sue!

-¡Mamá!

-¡Gracias a dios que estás viva!

-¡¿Cómo has llegado hasta aquí?!

-¡Todo el pueblo nos ha ayudado a salvarte!

-¡¿Qué?! –aquella afirmación la dejó perpleja.

-¡Ya te lo contaré todo cuando salgamos de aquí! ¡¿Cómo se abre esto?! –preguntó mirando los barrotes con notable nerviosismo.

-¡S-seguramente los soldados que me vigilaban llevan las llaves consigo! Por cierto, ¿donde están?

-Aquí –dijo un chico, arrastrando sus cuerpos inconscientes con la ayuda de otras tres personas. El efecto sorpresa y la diferencia en número debía de haberles dado ventaja frente a ellos.

 

Sacando las llaves de uno de los bolsillos de los guardas, el chico se acercó a la cerradura y, tras probar varias veces, acertó con la llave correcta, logrando abrirla.

 

Nada más salir, Sue abrazó a su madre, derramando lágrimas de miedo y alegría.

-Ya pasó todo, hija mía. ¡Deprisa! ¡Salgamos de aquí!

 

Por otro lado, las trampas puestas por el otro grupo parecían haber funcionado, lo que había provocado una gran confusión entre los guardias. Mientras algunos intentaban ayudar a sus compañeros a salir de los hoyos en los que habían caído, otros buscaban, iracundos, a los perpetradores.

 

Por el momento, habían conseguido despistarlos, y ahora estaban todos juntos de nuevo, ocultándose de sus perseguidores.

-Buen trabajo. El siguiente paso será dividirnos de nuevo. Esta vez que un grupo recoja armas para el contraataque. Mientras, otro irá con el grupo que se ha infiltrado dentro ayudarlo. ¡Vamos!

 

Al tiempo que ocurría esto, el grupo que había ido a rescatar a Sue conseguía cerrar la trampilla.

 

Fue entonces cuando el sonido de aplausos les hizo girarse.

-Vaya, vaya...

 

Frente a ellos se encontraba el líder, junto con un gran número de secuaces, ocupando la mayor parte del comedor. Cogido del cuello por uno de sus hombres, estaba el padre de Sue, con cardenales en varias áreas de su cuerpo y sangre goteando desde sus dedos.

-¡Papá! –exclamó la joven, siendo detenida por su madre antes de lanzarse corriendo hacia él.

-Oh, así que es tu padre. No esperaba menos de él. Se defendió con uñas y dientes –comentó el líder, desplazando la vista hacia el hombre- Es curioso lo persistentes que son algunos. Os lo repetiré las veces que haga falta, da igual cuánto lo intentéis, no conseguiréis quitarme el trono. En este pueblo, yo soy el poder, y las personas temen el poder. ¿No es así como funciona, chica? –dijo el hombre, sonriendo con malicia.

 

Sue recordó sus palabras antes de desmayarse en su celda.

-La gente no escuchará... –murmuró.

-¡No le hagas caso! –exclamó la voz de su padre- ¡Todos los del pueblo han venido a salvarte! ¡Están tan hartos como tú! ¡Tus palabras han sido escuchadas! ¡No importa cuantas veces nos golpeen! ¡Al final, venceremos! –tras esto, el hombre se calmó un poco y sonrió- Perdóname por no haberme dado cuenta yo también.

 

Sorprendida, y sintiendo cómo brotaban renovadas fuerzas de su interior, la joven se encaró al líder.

-¡No! ¡Esta vez vas a ser tú quien pierda! ¡Ya no tenemos más miedo!

 

Aquellas palabras produjeron un chasquido de lengua por parte del líder

–Vosotros mismos. Supongo que mataros será suficiente para hacer entrar en razón a los demás.

 

Al tiempo que decía esto, sus secuaces levantaron sus armas y les apuntaron con ellas.

-Vuestro juego termina aquí

-¡No! ¡Para! –gritó el padre de Sue.

 

Poco después, se escuchó el sonido de los disparos, sin embargo, Sue, quien había cerrado los ojos dispuesta a recibir el impacto, fue abriéndolos lentamente al darse cuenta de que seguía en pie. Tanto el líder como sus secuaces seguían en el mismo sitio, pero su expresión de sorpresa le reveló que algo no había ido bien.

-¡¿Qué ha sido eso?! ¡¿Por qué no estáis muertos?! ¡Disparad otra vez! ¡Vamos!

 

A la nueva orden, se produjo otra serie de disparos, pero, de nuevo, las balas se desviaron en mitad del trayecto golpeando las paredes de piedra.

-¡¿Qu-qué habéis hecho?! ¡¿Qué clase de magia estáis usando?! –preguntó el líder, quien dio un paso atrás, visiblemente asustado.

-Se trata de un espíritu –señaló una voz desde uno de los alféizares de las ventanas. Era Kai, quien aterrizó en el suelo y se situó junto a Sue. Su capa ondeó con sus movimientos.

-K-Kai. –se sorprendió ella.

-¡¿Quién eres tú?! –preguntó el líder, señalándolo con el dedo.

 

Sin mediar palabra, el joven se quitó la capa, dejándose ver, por primera vez, de cuerpo completo.

 

Vestía un chaleco de cuero marrón, dejando ver sus brazos y parte del torso, así como unos pantalones negros que llegaban hasta los tobillos, acabando en unas botas del mismo color que el chaleco. Cruzando su pecho en diagonal, se podía observar una cicatriz.

-Mi nombre es Kai, exmiembro de la escuela Yohei Gakko de manejo del poder espiritual. Lo que muchos llaman un nigromante.

21: The demigoddess and the necromancer 4
The demigoddess and the necromancer 4

-¿Yohei Gakko? -preguntó el líder, perplejo- ¿De qué estás hablando?

-¡Ah! ¡Es verdad! Se supone que su existencia es un secreto. Bueno, da igual –dijo Kai.

 

Todos los ojos se posaron sobre él, aunque aquello no parecía incomodarlo en absoluto.

-¡Kai! ¡¿Has venido a ayudarnos?! –preguntó Sue, esperanzada.

-Por supuesto. Ya me habéis enseñado lo que quería ver, así que es hora de acabar con esto –contestó el chico.

-Pero, ¿cómo piensas luchar contra tantos?

-Confía en mí. Sé lo que hago.

-¡No os acobardéis! ¡Matadlo! –exclamó el líder.

 

A su orden, esta vez, las balas fueron dirigidas directamente hacia Kai.

-¡Primer espíritu: Kagami!

 

Con estas palabras, la trayectoria de los objetos se desvió fuera de peligro.

-¡¿Por qué no te afectan?! –gritó el líder, desesperado.

-Ya te lo he dicho. Tengo la ayuda de los espíritus. En eso consiste mi poder –contestó Kai-. ¡Tercer espíritu: Etheria!

 

De repente, las armas del enemigo se desmontaron, convirtiéndose en piezas inservibles. Éstos, viéndose contra las cuerdas, sacaron sus espadas y se lanzaron contra él, pero, al momento, se dieron cuenta de qué éstas se estaban deshaciendo, transformándose en hierro fundido, descomponiéndose.

-¡¿Y ahora qué?! –exclamaron varios de los secuaces.

-Etheria, espíritu de la degradación. En su presencia, los materiales inorgánicos vuelven a su estado original.

 

Fue entonces cuando, acobardados e impotentes ante el poder de Kai, decidieron huir, soltando al padre de Sue, quien cayó de rodillas contra el suelo.

-¡Octavo espíritu: Sázam! –invocó Kai, cuya velocidad aumentó de manera exorbitante, noqueando, en escasos segundos, a cada uno de los hombres, a excepción del líder, quien se cubrió con uno de sus secuaces, y el padre de Sue, a quien cogió y llevó de vuelta con su familia, llevado de vuelta junto a su familia.

-Y ahora, ha sido el turno de Sázam, espíritu de la velocidad. ¿Y bien? ¿Qué piensas hacer ahora? –preguntó el joven, acercándose al líder.

 

Éste chasqueó la lengua en señal de desagrado. Por su actitud, no parecía haberse rendido. En ese momento, de uno de sus bolsillos, sacó una jeringuilla con un contenido verdoso. Aquello sorprendió a Kai.

-¡No me digas que eso es...! –empezó a decir el chico.

-¡Exacto! –respondió el líder, con una sonrisa en su rostro- ¡Radiar! ¡Como des un paso más me lo inyectaré!

-¡No seas inconsciente! ¡Eso no es para jugar!

-¡¿Tú que sabrás?!

-¡Lo bastante como para pedirte que lo dejes! ¡Vamos, dame esa jeringuilla y prometo que te dejaré marchar!

-¿¡Te crees que soy idiota!? ¡Me matarás en cuanto me gire!

-¡No lo haré! ¡Te lo prometo! ¡Pero, por favor, dame eso!

-¡No! ¡Ja! ¡Tienes miedo, ¿verdad?! ¡Sabes que si me lo inyecto, te venceré! ¡Pues te vas a enterar! –sin dudarlo un segundo, se inyectó el elemento en su brazo.

-¡No! –gritó el chico, demasiado tarde en evitar que lo hiciese, logrando apartar únicamente una jeringuilla vacía.

-Mierda... –se quejó Kai.

 

Al principio, no ocurrió nada. De hecho, el líder se levantó, desafiante, como si las tornas hubiesen cambiando. Sin embargo, al poco tiempo de ponerse en pie, su cuerpo comenzó a convulsionar.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué está...?!

 

Rápidamente, los brazos del líder se hicieron cada vez más grandes, transformándose en extremidades fuertes y musculosas de tonalidad negra, con grandes garras a partir de sus dedos, como los de una bestia. Sus piernas crecieron de la misma forma, así como el resto de su cuerpo. Su rostro se alargó hacia delante, formando un gran hocico con dientes fieros y afilados, y ojos rojos como la sangre.

 

Aquello no era humano. Medía más de tres metros de altura y su aspecto no se parecía al de ninguna otra criatura de ese planeta. Se había convertido en un monstruo.

-A-ayúdame... m-me duele... –dijo lo poco que quedaba de su humanidad.

-¡K-Kai, ¿qué demonios es eso?! –exclamó Sue, tan aterrorizada como el resto de los pueblerinos.

-Te lo advertí –dijo el chico, cerrando los ojos, como queriendo apartar la mirada de su propio fracaso- Todavía hay efectos del Radiar que se desconocen, incluso tras quinientos años desde que empezó la guerra. Si no se maneja como es debido, éstas pueden ser las consecuencias.

-A-yúdame...

-No te preocupes. Lo haré. Te mataré mientras todavía te quede algo de humanidad. Décimo espíritu: May.

 

Como por arte de magia, una chica bella y de aspecto afable, hizo su aparición frente a Kai. De todos los espíritus que había nombrado, ella era la única visible al ojo humano.

-¿Crees que podrás ayudarle? –preguntó el chico al espíritu.

 

Ella lo miró con tristeza. Sentía pena por la bestia, aunque sabía bien que no había vuelta atrás.

-Siento que tengas que cargar con esto, May.

 

El espíritu negó con la cabeza, sonriéndole para tranquilizarlo.

 

En ese momento, la bestia hizo un gruñido estridente y melancólico.

-Seguramente no le quede mucho para dejar de ser él mismo. Debemos acabar con esto cuanto antes.

 

Tras asentir, la joven se acercó a la bestia y posó una de sus manos sobre su pierna.

 

Entonces, comenzó a calmarse. Como si todo su dolor hubiese desaparecido. Cesando sus gritos de auxilio y sufrimiento. Como si se hubiese quedado dormida.

 

En silencio, llevado por una ligera brisa, se deshizo en polvo, uno envuelto en pequeños puntos de luz, diminutas estrellas que se iban apagando con el tiempo.

 

De aquella manera, el monstruo quedó reducido a la nada. Escuchándose palabras de agradecimiento en el aire.

 

-Gracias, May  -dijo Kai.

Al ver al espíritu girarse hacia él, Sue pudo sentir el cariño que le tenía al joven. Instantes después, desapareció al igual que la bestia.

-Gracias por todo –repitió el chico.

 

Mientras tanto, los pueblerinos se acercaron a él.

-Nos has salvado –dijo uno de ellos.

-¿Cómo podemos agradecértelo?

-No me lo agradezcáis a mí. Fue su valor quien os hizo cambiar, ¿no es así, Sue?

 

Notando la mirada de todos puesta en ella, la chica se ruborizó. Fue entonces cuando la puerta del comedor se abrió, dando paso a los pueblerinos del otro grupo, quienes se extrañaron al observar los cuerpos de los súbditos del líder.

-¿Qué ha pasado aquí? –preguntaron.

-Todo ha acabado, amigo. Hemos ganado –respondió el padre de Sue.

 

A la mañana siguiente, los pueblerinos trabajaron para poner todo en orden.

 

Tras ocupar el emplazamiento del antiguo líder y sus súbditos, investigaron cada rincón, recuperando cada uno de los objetos que les habían sido robados y estableciendo un nuevo lugar donde hospedarse.

 

El resto de secuaces habían sido reducidos. Superados en número, habían sido incapaces de utilizar su armamento, demostrándose de esa forma que, cuando el pueblo estaba unido, no había nadie que les detuviese.

 

A un lado del sendero, Kai les observaba trasladar pertenencias desde sus casas y organizar su nuevo territorio. Los líderes de ambos grupos, el padre de Sue y el hombre que en principio había permitido la captura de Sue, fueron designados como gobernadores temporales, al menos hasta establecer uno elegido democráticamente.

 

Las cosas seguirían siendo difíciles hasta que volviese a reinar el orden, pero podía notarse la felicidad en los rostros de los pueblerinos, liberados por fin de la opresión.

 

Por otro lado, Sue se encontraba devorando su plato ávidamente. Después de la situación que había vivido, no deseaba otra cosa que llenar su estómago y descansar. Junto a ella, se encontraba su madre, limpiando la pequeña choza en la que vivían.

 

Entonces, se escuchó un ruido fuera. Como si alguien estuviese llamando. Por lo que la madre fue a ver de qué se trataba, volviendo a entrar al poco tiempo.

-Sue –dijo ella.

-¿Fué? –contestó la chica, con la boca llena.

-Es ese chico, Kai. Dice que ha venido a despedirse.

 

Casi atragantándose, se levantó a toda prisa, arreglándose un poco la ropa y, algo sonrojada, preguntándole a su madre cómo estaba. Entre risas, ella levantó el pulgar, y, acto seguido, Sue ya se encontraba saliendo.

 

Una vez fuera, descubrió a Kai, con su capa de viaje cubriéndolo de pies a cabeza.

-Vaya, que rápido has salido –se sorprendió él.

-¿Ya te vas? –preguntó la chica.

-Sí. Debo continuar mi búsqueda.

-¿La persona de la foto?

En respuesta, Kai asintió.

-Pero... te necesitamos ¿Qué haremos si alguien vuelve a atacar este pueblo?

-Estoy seguro de que sabréis defenderos. Sois más valientes de lo que pensáis. Probablemente incluso más que yo.

Triste por su respuesta, Sue bajó la cabeza.

-No te preocupes –continuó Kai-, seguro que algún día volveremos a vernos. Al fin y al cabo, no hago más que viajar de aquí para allá –bromeó.

-Kai, ¿puedo hacerte una pregunta?

-Claro.

-Lo que se inyectó ese hombre... los mayores me hablaron de ello. Dicen que fue lo que empezó la guerra.

-Algo así...

-¿Qué es exactamente?

-Buena pregunta. La verdad es que no sé responderte. Lo que sí puedo asegurarte es que no es algo por lo que merezca la pena luchar. Lo que tienes aquí, en este lugar... me parece mucho más importante. Tu familia y todos los habitantes de este pueblo... eso sí es algo que debes conservar. Así que no le des más vueltas.

-Es que... parecía tan doloroso

-Lo es. Un poder puede llevarnos a la locura. Una locura con el nombre de “guerra”. Y nos ha quitado algo tan importante como la libertad... –hubo un momento de silencio- Sin embargo, personas como vosotras ya habéis dado el primer paso hacia ella. Y estoy seguro de que serás capaz de enseñársela a las nuevas generaciones.

-Gracias por todo, Kai.

-No me las des. Yo sólo estaba de paso –bromeó de nuevo-. Espero volver a verte pronto. Y que, para entonces, este sitio se haya convertido en un hogar próspero y feliz.

-Tienes mi palabra –dijo ella, asintiendo- ¡Ah! ¡Por cierto, Kai! –le llamó antes de que se marchase.

-¿Sí?

-Lo que hizo crecer tanto aquellas verduras y hortalizas fue un espíritu, ¿verdad?

El chico sonrió. Tras ello, desapareció en la lejanía.

 

Sue comprendió que, probablemente, el poder de Kai procedía de ese elemento.

-Libertad, ¿eh? Me pregunto si él es libre –murmuró antes de entrar de nuevo en la choza.

22: The demigoddess and the necromancer 5
The demigoddess and the necromancer 5

Mientras recorría las tierras yermas, lo único que le hacía compañía a Kai era el sonido del motor de su vehículo. Si bien la flora y la fauna no eran inexistentes, ya que parte de ésta había conseguido adaptarse a las consecuencias de la guerra, era común la escasa presencia de otros seres vivos. Por otro lado, aquella situación le proporcionaba cierta tranquilidad durante su viaje, evitándole enfrentamientos contra depredadores u otras preocupaciones similares.

 

Hacía tiempo desde que Kai abandonase Yohei Gakko emprendiendo su particular búsqueda, hospedándose en pueblos y villas que sobrevivían como mejor podían a las catástrofes de la guerra. Uno de ellos había sido el pueblo en el que había estado hacía varios días. Una experiencia inspiradora que le había motivado a continuar con su propósito: comprender lo que sucedió cinco años atrás y que le llevó al comienzo de su viaje.

 

Tras varias horas sin dar con signos de vida ni civilización, Kai logró divisar un lugar, no muy alejado de allí, donde poder hospedarse y pasar la noche.

 

Aparcando su moto en las afueras, y ocultándola en sitio seguro, se introdujo en lo que parecía las ruinas de una ciudad.

 

Aquella moto era diferente a los vehículos convencionales. Estaba diseñada para utilizarse por medio de la habilidad sobrenatural que proporcionaba el Radiar. No conocía del todo los detalles, pero al parecer, aprovechaba una energía residual que exteriorizaba el cuerpo humano con el uso del elemento. Por desgracia, aunque esto evitaba la necesidad de combustible, agotaba poco a poco las fuerzas del conductor.

 

Así pues, una vez se hubo ocupado de su medio de transporte, empezó a investigar más a fondo las ruinas. Por la cantidad de escombros, cabía la posibilidad de que tiempo atrás hubiese sido próspera, estando dotada de edificios altos y construcciones consistentes, puede que incluso no hiciese muchas décadas desde su completo abandono. Sin embargo, en la actualidad no había un alma.

-Servirá –confirmó el chico.

 

No era la primera vez que le tocaba dormir al raso, y dado el tiempo que llevaba viajando, tampoco sería la última. Así que estaba acostumbrado a ello.

 

Con ello en mente, se acercó a un cúmulo de escombros que formaban un círculo, un tanto deformado, y se situó en el centro. Si bien no disponía de techo, algunos de los escombros eran lo suficientemente grandes como para hacer de pared, lo que le sirvió de apoyo para sus pertenencias. Entre ellas, todavía había comida obtenida durante su estancia en el pueblo, gracias a la ayuda de los espíritus.

 

Y es que en eso se basaba su habilidad. El Radiar había desarrollado, en algunas personas, ciertas capacidades extrasensoriales, diferentes de las físicas. De esta manera, sus mentes podían conectarse con otras dimensiones, permitiéndoles hablar con los espíritus de los muertos o seres totalmente desconocidos. Dichas personas era llamadas nigromantes.

 

Su poder, podría decirse, era opuesto al de los guerreros armados, en quienes el Radiar había desarrollado sus habilidades físicas.

 

Una vez hubo colocado todo, se sentó a un lado, observando un cielo en el que no había estrellas mientras jugueteaba con una pequeña pelota vieja. Un recuerdo muy querido perteneciente a tiempos pasados que no deseaba olvidar.

 

Finalmente, terminó quedándose dormido.

 

A la mañana siguiente, el sonido de escombros chocando contra el suelo, seguido del grito de alguien, lo despertaron.

 

Alterado, abrió los ojos rápidamente y cogió la bolsa con sus provisiones. Tras esto, se acercó a la pared que había frente a él y levantó la cabeza hasta que pudo ver por encima de ésta. Pese a ello, la polvareda era tal, que no tuvo más remedio que acercarse al foco para descubrir lo ocurrido.

 

Así pues, intentó moverse mediante pasos rápidos y silenciosos, buscando esconder su presencia entre ladrillos y bloques de cemento. Nada le aseguraba que lo que había causado ese pequeño desastre no fuese peligroso.

 

Cuando se hubo situado a escasos centímetros de los escombros, y una vez despejada la polvareda, observó una figura humana atrapada debajo de éstos.

 

Fuese quien fuese, estaba de cara al suelo. Gimiendo de esfuerzo al intentar, vanamente, deshacerse del peso que le impedía levantarse.

 

En ese momento, algo llamó la atención de Kai. Se trataba de una extensión delgada y alargada cuyo nacimiento se encontraba al final de la columna vertebral, ligeramente por encima del trasero

-¡¿Una cola?! –exclamó Kai, sorprendido, dándose cuenta, tarde, de que acababa de descubrirse.

 

Entonces, aquella cola, que hasta ese instante había estado moviéndose rápidamente de un lado a otro, se detuvo, lo que dio lugar a que el joven alzase la guardia, esperando algún posible ataque.

 

No obstante, tras un silencio incómodo y tenso, la cola inició de nuevo su peculiar movimiento, cual péndulo, a mayor velocidad que antes, como si el individuo al que pertenecía se hubiese puesto nervioso.

 

“¿Qué hago?”, se preguntó Kai, mentalmente.

 

Después de pensárselo un buen rato, decidió liberarlo de los escombros, apartándolos uno a uno hasta que pudo levantarse, logrando de ese modo verle de cuerpo completo.

 

Se trataba de una joven de cabello rubio y largo, con un lazo que recogía parte del mismo. Vestía ropa ligera, mostrando un cuerpo esbelto y de estatura media.

 

Como dato destacable, allí estaba su cola, que terminaba en punta de flecha.

-¿Estás bien? –preguntó Kai, un poco confuso.

-¡Uaaah! –gritó la chica, al darse la vuelta y encontrarse de cara con él, cayendo al suelo.

 

El joven frunció el ceño, extrañado, mientras ella volvía a incorporarse, acariciando la parte que acababa de golpearse.

-M-me ha asustado –tartamudeó.

-Creía que ya sabías que estaba aquí. ¿Cómo crees que has salido de ahí si no?

-¡Ya sabía que estabas aquí! Me he asustado de todas formas... –declaró la joven, un poco avergonzada.

-No es la mejor de las explicaciones, pero tampoco es que importe.

 

Desde su punto de vista, parecía un poco excéntrica, haciéndole preguntarse si había hecho bien en ayudarla.

-Gracias por ayudarme –agradeció ella.

-No hay de qué. Me llamo Kai, ¿y tú?

-Miruru.

“Qué nombre tan curioso”, pensó Kai.

-¿Puedo preguntarte que haces aquí? –continuó el chico.

-¿Qué hago aquí? Vivo aquí.

Tras aquella respuesta, tuvo lugar otro silencio incómodo, provocando el carraspeo de Kai.

-Entiendo –respondió finalmente él.

 

Había visto lugares empobrecidos por la guerra, pero era la primera vez que conocía a alguien que viviese en unas ruinas.

 

-En ese caso, ¿qué ha pasado para que hayas acabado así?

Miruru hizo ademán de meditar su respuesta.

-Recuerdo estar buscando algo que había perdido y cuando pasé junto a esos escombros, de repente se me cayeron encima.

-¿Así sin más? –se extrañó Kai, mientras ella se limitó a asentir- Bueno, si tú lo dices, te creeré. Al menos, de momento.

-Gracias... supongo.

-En fin, debo irme. Casi está amaneciendo y he de continuar mi viaje.

-¡Espera! –exclamó Miruru.

-¿Qué?

-Me gustaría agradecértelo como es debido. Ya sabes, devolverte el favor por haberme ayudado a salir de ahí.

-Oye, en serio, no importa. No ha sido nada.

-¡Insisto!

 

Por su expresión, parecía decidida a no zanjar aquello hasta que no hiciese algo por él. Puesto que no quería complicaciones, decidió aceptar propuesta.

 

Fue entonces cuando se escuchó el rugido de su estómago.

-Ah, lo siento, acabo de levantarme y todavía no he comido nada –dijo el chico. A ello había que sumarle el ejercicio que había supuesto quitarle los escombros de encima.

-¡Oh! ¡Entonces ya sé cómo puedo ayudarte! –dijo ella alegremente.

 

Al final, acabó siguiéndola hasta donde se refugiaba. Una casa de paredes agrietadas, las que todavía se mantenían en pie, y un techo al que le faltaba una parte, cubierta por una placa de metal, probablemente, puesta allí por Miruru. Pese a ello, había que reconocer que se las apañaba bastante bien. El interior era lo suficientemente amplio para que cupiesen cuatro o cinco personas, y al estar entre otras dos construcciones ligeramente más grandes, no habría excesivos problemas de corriente.

-Dime, ¿llevas mucho tiempo viviendo aquí?

-Una semana.

-Poco entonces –comentó el chico mientras seguía observando el refugio-. No está mal.

-¡Gracias! –dijo orgullosa- Espera aquí, enseguida te preparo algo –continuó, señalándole algunos bloques de cemento en el centro que servían para sentarse.

-No deberías molestarte, en serio –respondió Kai. Pero ya era demasiado tarde. Mientras él hablaba, la joven había desaparecido de su vista, introduciéndose a una pequeña habitación contigua.

 

Tiempo después, volvió con sendos cuencos en sus manos, entregándole uno a Kai y quedándose ella el otro.

 

El chico olió el contenido. Un mejunje pastoso y de color marrón, con algunos trocitos de verde y naranja.

-Oh, parece comestible –dijo, algo más aliviado.

-¡Oye! ¡Soy buena cocinera! ¡Te puedes fiar de mí! –se quejó Miruru, mientras se señalaba a sí misma con el pulgar.

 

Sin nada más que añadir, el joven probó la comida.

-¡Está bueno!

-¡¿Lo ves?! –ella también empezó a comer, agitándose su cola al hacerlo.

-Esa cola... –empezó a decir Kai, señalándola.

-¿Eh? –la joven miró a su espalda- Ah, esto. Es un efecto secundario. Ya sabes, una mutación.

-¿Una mutación? ¿Tu familia también la tenía?

-Bueno, la verdad es que no lo sé. No recuerdo nada sobre mi familia.

 

Al escucharla, Kai dejó por un instante lo que estaba haciendo y la miró fijamente.

-¿Te inyectaste Radiar?

 

Tras un corto silencio, un ruido de vehículos fue escuchándose cada vez más y más cerca de donde se encontraban, a lo que ambos respondieron alzando la cabeza en su dirección. Segundos después, Kai se dirigió a la entrada para comprobar de qué se trataba.

 

Mientras tanto, Miruru se puso detrás de él, sujetando aún el cuenco con una mano.

-¿Qué pasa? – preguntó ella.

-Parecen “Spheres”

-¿”Sphequé”? –contestó sin entender a lo que se refería.

-Traficantes, mercaderes... suelen dedicarse al comercio ilegal. Creo que muchos de ellos incluso sirven a las tres potencias mundiales. Son fríos y crueles. No dudarían en vender a sus madres si eso les proporcionase beneficios. Me pregunto por qué estarán aquí.

-¿Has visto a esa chica? –preguntó uno de ellos.

-No. Pero te aseguro que lamentará lo que le hizo a nuestro compañero.

 

Al escucharles, el nigromante miró de reojo a Miruru, quien había dejado de comer y les observaba con expresión seria.

-¡Espera! ¡¿No era esa la casucha en la que vive?! ¡Recuerdo que estaba por aquí! –informó uno de ellos.

-¡Sí! ¡Es esa! ¡La recuerdo! Quizás deberíamos hacerle una visita –propuso otro, terminando la frase con una risita.

-Esto no me gusta –susurró Kai-. Si vienen hacia aquí no tendré más remedio que enfrentarme a ellos. Al menos mientras sigas aq...

 

En ese momento, Miruru salió de su refugio, descubriéndose.

-¡¿Pero qué...?! –sorprendido, el joven fue tras ella.

-¡Mira tú por donde! ¡Pero si ha salido a recibirnos! –se burló un “Sphere”.

 

Debían de ser unos diez. Todos ellos armados. No había duda de que habían venido expresamente a por ella. Pero, ¿realmente necesitaban tantas armas?

-¡Y esta vez trae a otro compañero!

 

Extrañada por lo que acababa de decir el traficante, Miruru se giró para encontrarse con Kai mientras éste se acercaba a ella.

-¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿Es que quieres que te maten?! –preguntó el nigromante, sin obtener respuesta.

-¡¿Quieres que también lo matemos como hicimos con tu anterior amiguito?!

-¿”Amiguito”? –se extrañó Kai.

-¡Largaos de aquí antes de que os destroce en pedazos! –gritó ella, sin molestarse en esconder su ira.

-¡Oye, niña! ¡Lo de antes fue un golpe de suerte! Aunque, si quieres, podemos hacer un trato. Tú vienes con nosotros y, a cambio, a él le dejamos vivir.

 

“¿Me están utilizando para chantajearla?”, se preguntó Kai.

-¡Qué os den! –respondió la chica, tajante.

-¡Oh! ¡La gatita saca las uñas! ¡Muy bien! ¡Si queréis morir, no os haremos esperar!

-¡¿Y a mí por qué me metéis?! –se quejó Kai mientras veía los “Spheres” les apuntaban con sus armas y les disparaban sin miramientos.

 

Entonces, justo cuando se disponía a invocar a Kagami, observó a Miruru realizar un movimiento con su mano que hizo, o al menos eso le pareció, que las balas se desviasen a un lado, penetrando en una construcción cercana.

-¡¿Qué...?! –se sorprendió el chico, así como los “Spheres” ya que, al contrario que con su espíritu, el cambio de trayectoria había sido más anormal, dibujando una línea recta hacia cada uno de los laterales. Como si, en vez de toparse con una barrera, algo las hubiese movido a voluntad.

 

-¡Seguid disparando! –exclamó uno de los “Spheres”.

 

Sin embargo, sus intentos fueron interrumpidos cuando varios escombros se desplazaron en su dirección, chocando con algunos de ellos. A éstos les siguieron otros.

- ¡¿Cómo está haciendo eso?! –preguntó uno, mientras se agachaba y se cubría la cabeza con las manos.

 

Entonces, la chica levantó las manos, provocando que el suelo se agrietase y se formasen rocas a partir de él, con las que continuó atacando.

-¡Espera! ¡Lo sentimos, ¿vale?! ¡Déjanos y no volveremos a molestarte! –suplicó un “Sphere”.

 

Pero ya era demasiado tarde. Las rocas les rodearon, enjaulándolos lentamente mientras los traficantes les disparaban desesperadamente.

-¡Para, por favor! –exclamó otro, con lágrimas en los ojos.

 

Justo cuando parecía que sus cuerpos iban a terminar sepultados, Kai se lanzó contra la joven, interrumpiendo su concentración, de manera que las rocas cayeron al suelo por su propio peso.

-¡Y está bien! –dijo el nigromante, agarrándola del brazo.

 

Debido al miedo, el grupo de “Spheres” se había desmayado.

-¡¿Por qué me has parado?! –preguntó Miruru, molesta.

-¡¿Que por qué?! ¡Has estado a punto de matarlos!

-¡Se lo merecían!

En ese momento, Kai la cogió de los hombros.

-¡Eso no es decisión tuya! ¡¿Acaso te gustaría que alguien jugase a ser dios contigo?! ¡Cómo morir es algo que deberíamos decidir nosotros mismos!

 

Sorprendida ante sus palabras, la joven desvió la mirada. Seguía enfadada, pero un poco más calmada.

-L-lo siento. Supongo que he perdido el control.

Profiriendo un suspiro de alivio, la soltó.

-Ya me encargo yo de ellos. Tú relájate un poco –dijo mientras se alejaba de ella, sin quitarle ojo de encima.

 

Al rato, el chico entró en el refugio, donde ella esperaba sentada en uno de los bloques. Utilizando los vehículos de los “Spheres”, los había llevado a un lugar alejado, donde los había dejado atados.

-¿Estás mejor? –preguntó.

-Sí... ¿Qué has hecho con ellos?

-Los he dejado lejos de aquí. Supongo que sus camaradas los echarán de menos e irán a rescatarlos.

 

Ella se limitó a asentir mientras miraba a la nada. Su expresión era triste.

-Oye, eso que dijeron de tu amigo...

-No creo le des mucha importancia. Al fin y al cabo, no era más que un lobo.

-¿Un lobo?

-Sí. Llevaba ya un tiempo viajando conmigo. Era mi única compañía. Mi único amigo. Cuando quise darme cuenta, estaba en el suelo, cubierto de sangre. Sólo por el simple capricho de esos mal nacidos. Porque para ellos no significaba nada.

-Lo siento.

-Estaba buscando algo que poner en su tumba cuando quedé atrapada bajo los escombros.

-Ya veo... –dijo Kai, sin saber qué decir.

 

El ambiente se quedó en silencio durante unos instantes hasta que a Kai se le ocurrió algo.

-Quizás esto pueda servir –sugirió, sacando su vieja pelota.

-¿Qué es eso? –preguntó Miruru.

-Una pelota.

-¡Eso ya lo veo! Lo que quiero decir es... ¿por qué dices que eso puede servir?

-He pensado que podríamos dejarlo sobre la tumba de tu amigo.

-Pero es tuyo, ¿no?

-No importa. Verás. Hace tiempo yo también perdí a alguien y esta pelota le pertenecía, así que, digamos que dejarla sobre su tumba será una forma de conmemorarla. Al fin y al cabo, no pude despedirme como es debido.

 

Al oírle, la expresión de Miruru mostró cierta empatía hacia él.

-Considéralo una forma de homenajearlos a ambos. De no olvidarlos.

 

Tras observar unos segundos la pelota, la joven sonrió un poco y la cogió.

-Gracias.

-No hay de qué.

 

Delante de una pequeña porción de tierra removida, sobre la que descansaba un trozo de hormigón que hacía de lápida, Miruru dejó la pelota y arrodillándose junto con Kai como forma de presentar sus respetos.

-Gracias por cuidar de mí. Fuiste un gran amigo. Me hubiese gustado pasar más tiempo contigo, pero esos desgraciados te alejaron de mí. Quiero que sepas que gracias a ti nunca me sentí sola, y que hiciste que los momentos tristes fuesen más alegres. Estés donde estés, no te olvidaré jamás. Muchas gracias.

 

Así pues, ambos se levantaron y se marcharon. Antes de dejar la tumba atrás, Kai observó la pelota una vez más con expresión melancólica.

 

-Bueno, he de continuar mi viaje –dijo Kai mientras destapaba la moto y se subía a ella- ¿Puedo preguntarte algo?

-¿Eh? Ah, claro –la chica se mostró algo desconcertada.

-Tú eres de Yohei Gakko, ¿verdad?

Sorprendida por su pregunta, al principio desvió la mirada hacia un lado, pero luego esbozó una pequeña sonrisa, como si la hubiesen descubierto gastando una broma.

-Me has pillado.

-Por alguna razón, me has recordado a mí. Pero, esas habilidades...

-Imagino que te haces una idea.

-Lo suponía. Es la segunda vez que veo a alguien como tú.

-No es algo de lo que me sienta orgullosa –dijo ella, hincándose las uñas en el brazo.

-¿Y cómo has acabado aquí?

-Pues... lo cierto es que... –comenzó a decir ella, a lo que Kai frunció el ceño- Yohei Gakko fue destruida...

23: The demigoddess and the necromancer 6
The demigoddess and the necromancer 6

Estudiantes de Yohei Gakko del manejo del medio. También llamados semidioses.

 

Nacidos del efecto del Radiar, su capacidad cerebral había sido llevada más allá de lo normal, incluso para lo esperado en un usuario de dicho elemento. Eran pocos los casos, pero, debido a su poder, se había considerado necesario establecer una única Yohei Gakko para ellos.

 

Dentro del grupo de los semidioses, existían diversos factores que los caracterizaban: uno de ellos era la adquisición de un gran poder, capaz de controlar el medio ambiente. Acercándose así al poder de una deidad, y motivo por el que se les había dado ese nombre. Otro de ellos era que su esperanza de vida se vía reducida más allá de lo que dictaba  el estándar en los otros usuarios, llegando a situarse en unos quince años de media.

 

El control de sus poderes resultaba muy complejo, pudiendo perderse estabilidad mental y destruir todo a su paso. Además, si se abusaba de su habilidad, podían incluso morir.

 

No era difícil preguntarse por qué, pese a estos efectos secundarios, mucha gente se arriesgaba a someterse a las inyecciones de Radiar, pero tal era la determinación de los que lo hacían. Quinientos años en guerra habían sido demasiados para muchas generaciones y linajes, que buscaban acabar con ella sin importar las consecuencias.

 

Delante de Kai se encontraba una de ellos. Una semidiosa.

-¿Fue destruida? –repitió Kai, en forma de pregunta, a lo que la chica asintió.

-No sé bien qué pasó. Aquel día me descontrolé y destruí algunas instalaciones. No era lo habitual, pero podían darse casos así. Motivo por el que nos tenían bastante controlados. Aquel día fue la primera vez para mí, así que me puse un poco nerviosa.

 

Al día siguiente, me hicieron un escáner cerebral. Querían comprobar si todo iba bien. Fue entonces cuando pasó. Fuera del edificio en el que me examinaban, se escuchó un fuerte ruido, como si algo muy grande se estuviese cayendo. Rayos, fuego... cuando salimos nos encontramos con un verdadero caos. Y ahí estaban ellos. Parecían demonios, fuera de sí, todos mis compañeros habían perdido el control. Todos y cada uno de ellos.

 

Intenté ayudar a que se calmaran, pero no sirvió de nada. No podía hacer nada por ellos. No pude hacer nada.

 

Entonces, uno de los trabajadores me cogió de la mano y echó a correr. Lo conocía. Había hablado muchas veces con él. Era sociable, simpático y siempre llevaba a su lado un lobo como mascota. Un poco extraño, ¿no?

 

Me dijo que me llevaría a un lugar seguro. Yo no dejaba de gritarle que no podía abandonarles, qué sería de él y del resto de científicos. Pero no me hizo caso. Dijo que ya habían tomado una decisión, que me ayudaría a escapar.

 

Me empujó a una de las naves de evacuación y a su lobo conmigo. Me aseguró que él cuidaría de mí. Que no me dejaría sola. Y, sonriente, se despidió.

 

Lo último que recuerdo es mi hogar envuelto en llamas y, a las afueras de allí, la figura de una mujer.

-¿Una mujer? –preguntó Kai.

-Sí.

-¿Recuerdas cómo era?

La chica negó con la cabeza.

-Ahora entiendo por qué has acabado aquí. Siento lo ocurrido –dijo el joven.

-No importa...

 

Tras esto, se mantuvo pensativo unos instantes.

-Oye –dijo, dirigiéndose de nuevo a Miruru, quien levantó la cabeza en señal de respuesta- ¿Quieres acompañarme?

-¿C-cómo?

-Me sabría mal dejarte aquí sola. La soledad es una carga muy pesada –dijo con expresión triste, mientras bajaba la mirada- ¿Qué me dices?

 

Al principio, Miruru no supo qué responder. Kai pensó que era comprensible, al fin y al cabo acababan de conocerse.

-Lo cierto es que me gustaría, pero ¿de verdad no te molesta? Ya sabes, no soy una persona normal

-Bueno, yo tampoco.

-¿Eh?

-¡Ah! No lo sabías. Soy exmiembro de Yohei Gakko. Un nigromante. Creía que te habías dado cuenta al saber que eres una semidiosa.

-Oh... –fue la única expresión que llegó a pronunciar.

-Por lo que veo, no lo aparento –afirmó el joven, con una sonrisa irónica.

En respuesta, ella rió.

-¿Qué te hace tanta gracia?

-Nada. No es nada –comentó-. Gracias. Creo que aceptaré tu oferta.

 

Dicho esto, se subió detrás de él.

-Por cierto, ¿qué es esto? –preguntó señalando la moto-. Nunca lo había visto antes.

-¡Pues recomiendo que te agarres con fuerza! –exclamó mientras la arrancaba.

-¡Ah! –gritó la chica, a punto de caerse.

De esa forma, ambos emprendieron camino hacia su siguiente destino.

 

En otro lugar, una chica caminaba alegremente por los oscuros pasillos de un subterráneo, dando saltitos mientras tatareaba una canción.

 

Al final, llegó a la sala en la que Detz estaba trabajando.

-¡Hola! –saludó.

 

El hombre situado frente a ella ni se inmutó, aunque debido a la escasez de luz, tampoco pudo discernirlo bien.

-¿Qué ocurre? –preguntó, finalmente, aquel individuo.

-¡¿Por qué eres tan frío?! Deberías relajarte de vez en cuando. Vas a acabar estresado –aconsejó ella, hinchando los mofletes como un niño pequeño.

-Quizás en otro momento –fue su respuesta.

 

La joven suspiró, negando con la cabeza.

-No importa. Traigo noticias.

-¿De qué se trata?

-Unum ha convencido al resto de miembros de “Comhairle” de que Yohei Gakko entre en guerra abierta, dejando de lado la vía diplomática. Ha sido nombrado jefe de la operación, como habíamos previsto, por lo que se encargará de organizar las tropas de estudiantes.

-Bien.

-No creo que tarde en informar de esto al resto del planeta. Con ello, conseguiremos que un nuevo bando se una a la Guerra Eterna.

-Todo va según lo planeado –dijo Detz- Ahora que ha sido completamente aceptado en “Comhairle”, tenemos el dominio absoluto sobre las escuelas. ¿Qué tal va Duobus en el Imperio Salve?

-Parece que su influencia sigue creciendo.

-Bien, que cada cual continúe con su plan asignado. Tú encárgate de vigilar el proceso de transformación de la chica y de que él no salga de su celda.

-Esa celda es demasiado fuerte incluso para alguien como él –dijo ella, encogiéndose de hombros.

-Puede, pero no debemos subestimarlo.

-Sí, sí, yo me encargo.

-Bien. Puedes retirarte –le dijo mientras ella se disponía a marcharse.

-¡Ah! Una cosa más.

-¿Qué?

-Buen trabajo.

Aquellas palabras produjeron un rubor en sus mejillas, logrando que, durante unos instantes, se quedase bloqueada.

-¡No digas eso tan de repente! –exclamó, mostrando irritación pese a que, en el fondo, se sentía eufórica.

Finalmente, abandonó la sala, dejando a Detz con sus ocupaciones.

 

Recorriendo de nuevo aquellos pasillos, Tribus se situó frente a una celda. Ésta, al contrario que otras, estaba fortificada con barrotes de un material muy duro. Casi imposible de romper. No sólo eso, disponía de una segunda valla, pegada a la primera, y de la misma dureza, que ocupaba buena parte de los espacios que dejaba ésta.

-¿Tienes hambre? – preguntó Tribus, despreocupadamente.

Al fondo de la celda se escuchó una voz ronca.

-Un poco. Aunque el servicio no es gran cosa.

-No te quejes. Es lo que hay –por alguna razón, la voz de ella sonaba algo melancólica.

-Supongo que sí –respondió aquella voz.

 

Por su parte, Kai y Miruru continuaban su viaje, atravesando los yermos, cuando, de repente, divisaron algo en el horizonte. Se trataba de grandes edificaciones, aparentemente, en buen estado.

-Mm...

-¿Ocurre algo, Kai? –preguntó la semidiosa, agarrada fuertemente a su cintura. Después de su primer contacto con la moto, no se había soltado ni para rascarse.

-Creo que estamos llegando a los territorios del norte –explicó Kai.

-¿Territorios del norte? ¿Qué quieres decir?

-Pues que estamos en territorio de una de las tres grandes potencias. En concreto, la Unión Imber.

 

Tal y como se observaba, existía una gran diferencia de riqueza con los pueblos de los yermos, disponiendo de mayores recursos que éstos.

-¿Nos dejarán pasar? –preguntó Miruru.

-Técnicamente, las fronteras son bastante exigentes a la hora de dejar entrar a extranjeros. Pero no te preocupes, creo que podremos pasar sin problemas.

 

Dicho esto, continuaron hasta que llegar al puesto fronterizo, donde varios guardias detuvieron la moto.

 

Detrás de ellos, pudieron discernir una gran fortificación que se extendía más allá de donde alcanzaba la vista, probablemente, rodeando todo el territorio.

-¿Quiénes sois? –preguntó, sin miramientos, uno de los guardias.

-Mi nombre es Kai, y ella es Miruru. Venimos de parte de “Comhairle”, somos mensajeros.

-¿Lleváis alguna identificación que lo demuestre?

-Claro, un momento –Kai hizo como que buscaba algo en la bolsa de sus provisiones. Entonces, murmuró- Cuarto espíritu: Lein –al instante, aparecieron ante él dos pequeñas tarjetas.

-Aquí están –dijo, girándose para encarar al guardia. Al ver las tarjetas, tanto este último como Miruru se mostraron sorprendidos. Probablemente, el hombre no le había creído al decir que iban con “Comhairle”.

 

Dubitativo, cogió las tarjetas y las inspeccionó.

-Pa-parecen de verdad. De acuerdo, podéis pasar. ¡Abrid las puertas! –exclamó a sus compañeros.

 

Así pues, se abrió el portón de la entrada, permitiéndoles el paso.

-Gracias –dijo Kai, con una sonrisa. A lo que el guardia se limitó a asentir, dando un paso atrás para dejarles espacio.

 

-¿Qué es los que has hecho? –preguntó Miruru, una vez lo suficientemente alejados.

-He invocado a Lein, el espíritu de la ilusión, quien ha recreado dos identificaciones. Aunque, por desgracia, esas ilusiones tienen un límite de tiempo.

-¿Espíritu? –se extraño la chica.

-Sí.

-¡Guau! ¡Eso es genial!

-Para mí es algo común.

-Oooh... –se impresionó la chica, respondiéndole él con una sonrisa.

-En fin, bienvenida a los territorios del norte.

 

Ante ellos había carreteras, grandes edificios e incluso lugares de ocio. Cosas que no podrías encontrar en una ciudad pobre.

-Me recuerda a Yohei Gakko –comentó Miruru.

-Bueno, no se puede decir que Yohei Gakko ande falta de recursos.

-¿Has estado ya aquí antes?

-Llevo años recorriendo el mundo. Durante ese tiempo he visitado muchos lugares. Aun así, estos territorios son muy grandes, por lo que es difícil visitar todas y cada una de sus zonas. En cualquier caso, no te preocupes, la estructura de la ciudad es parecida a todos sitios, así que será fácil encontrar un sitio donde dormir.

-¡Bien! Pero, ¿tienes dinero?

-No.

-¡¿Entonces con qué piensas pagar?!

-Supongo que podríamos trabajar a cambio de una habitación. Ya sabes, un trueque. Al fin y al cabo son algo común en este mundo. Y que en esta zona se utilice dinero no significa que no acepten un trueque.

 

Viendo la confianza que tenía el joven, Miruru suspiró.

-Tendrías que avisar de estas cosas antes.

-Vamos, nos seas quisquillosa.

-Me pregunto como puedes considerarme quisquillosa teniendo en cuenta que he estado viviendo una semana entre escombros.

 

Mientras tanto, en aquella ciudad, un tendero limpiaba su pequeño local. Hacía tiempo que apenas vendía algo, por lo que sus beneficios estaban descendiendo vertiginosamente. Actualmente, los grandes comercios destacaban mucho más, ya fuese por lo que vendían como por sus campañas publicitarias.

 

Tristemente, se disponía a cerrar por hoy cuando el ruido de un motor se detuvo detrás de él.

 

Al girarse, observó a un chico y una chica de aspecto poco común, a lo que se sumaba su vehículo.

 

Hablando entre ellos, ella señaló su tienda, dándole indicaciones a su acompañante.

 

“¿Qu-qué quieren? ¿Vienen a llevarse la tienda? ¡Por encima de mi cadáver!”, pensó el hombre mientras agarraba con fuerza su escoba, esperando con nerviosismo a que se acercasen.

-Disculpe –dijo el chico.

-¡¿Qué es lo que queréis?! –debido a lo tenso que estaba, no pudo esconder su malestar.

-¡Ah! -se sobresaltó Kai, quien no se esperaba aquella reacción- Verá, estamos buscando un lugar donde hospedarnos, pero no tenemos dinero, así que nos preguntábamos si nos prestaría una habitación donde dormir a cambio de trabajar para usted.

 

Al escuchar su propuesta, el hombre, quien se había preparado para golpearles en la cabeza con el palo de madera de su escoba, se quedó sin habla, perdiendo toda la tensión que se había acumulado en sus músculos.

-Quizás no te haya escuchado -indicó Miruru, quien dio un paso adelante y movió su mano frente a la cara del tendero.

-¡Disculpe! ¡¿Me oye bien?! –gritó el nigromante.

 

Finalmente, despertó de su trance, aclarándose la garganta.

-E-esperad un momento a que me aclare. A ver si lo he entendido bien. No os conozco de nada, no requiero empleados y ni siquiera sé cuáles son vuestras intenciones. ¡¿Cómo sois capaces de pedirme  algo así?! –estalló el tendero, aunque no parecía cabreado sino, más bien, exageradamente sorprendido.

 

En repuesta, ambos se encogieron de hombros, provocando la risa del hombre.

-Increíble, es de las cosas más surrealistas que me han pasado –dijo mientras sujetaba su vientre.

 

Una vez se hubo tranquilizado, continuó.

-Siento deciros que a esta tienda no le queda mucho. Así que no voy a poder daros trabajo.

-¿Va a quebrar? –preguntó Miruru, con expresión triste.

-Todavía no, pero me temo que dentro de poco tendré que hacerlo.

-¿Qué es lo que vende? -preguntó Kai, de manera casual.

-De todo un poco. Comida, telas, utensilios... eso sí, todo materias primas o artesanales.

-¿Y cómo es que no vende?

-Porque la mayoría de mis clientes se los han llevado los grandes comercios. Ya sabes, precios más baratos, mayor cantidad de productos, más publicidad....

-¿Me permite ver sus productos?

-Claro. Todavía no he cerrado.

 

Así pues, el nigromante inspeccionó el puesto, toqueteando distintas telas y metales y probando la comida expuesta.

-Mm... son de buena calidad.

-Lo sé. Son muy difíciles de encontrar estos días.

-Debe de tener un buen proveedor.

-En realidad, ese proveedor soy yo mismo.

-¿Usted?

-Sí. Yo mismo salgo a buscar nuevo material para la tienda.

-Ya veo.

-En cualquier caso ya no va a hacer falta –dijo el hombre, con expresión melancólica.

-¿Qué le parece si le ayudamos a atraer clientes? –propuso Miruru, provocando que los dos se girasen hacia ella- ¿Qué? Él necesita clientes y nosotros donde dormir. Si le ayudamos, no habrá problema en que nos quedemos, ¿verdad?

-Bueno, supongo que sí, pero ¿cómo piensas hacerlo?

-Podríamos hacer una actuación.

-¿Acaso sois artistas ambulantes o algo así? –preguntó el tendero, frunciendo el ceño.

-No exactamente, pero tenemos habilidades que pueden ayudarnos.

 

Dicho esto, Miruru realizó un ligero movimiento hacia arriba con su mano derecha, levantando algunas de las cajas, en las que se encontraba parte del producto, en el aire. Acto seguido, cruzó los brazos, dibujando una X, de manera que, como por arte de magia, parte de la comida que había en su interior, fuese cortada por la mitad, volviendo a su sitio posteriormente.

-¿Cómo has hecho eso? –preguntó el hombre.

-Podemos hacer más cosas, si quieres –comentó la joven, orgullosa, dejándole sin palabras.

-¿Cómo os llamáis?

-Mi nombre es Kai.

-Yo soy Miruru.

-Kai, Miruru, mi nombre es Roland. Hablemos de negocios.

24: The demigoddess and the necromancer 7
The demigoddess and the necromancer 7

-Puede que esto sea un problema -dijo Kai mientras se rascaba la nuca.

-Lo siento, ésta es la única habitación que tengo libre así que tendréis que compartirla –se disculpó Roland

-Bueno, mientras tengamos un lugar donde dormir...

-Voy a sentirme un poco incómoda –replicó Miruru

-¡¿No te importa dormir al raso pero si conmigo?!

-¡E-es que no estoy acostumbrada!

 

Mientras tanto, el tendero los miraba con preocupación, sintiéndose un poco culpable.

-En fin. Si nos da unos minutos, nos instalaremos –sentenció Kai.

-Claro. Estáis en vuestra casa –dicho esto, se marchó de la habitación, dejándoles solos.

 

Tras esto, el nigromante observó la habitación. Era sencilla, sin decoraciones ostentosas, y constaba de dos camas separadas en el centro y un gran armario de madera en una de las esquinas.

-No está mal. Incluso tenemos un sitio donde guardar nuestras cosas –comentó, señalando el mueble.

-Tampoco es que tenga algo que guardar –dijo Miruru.

-Entonces para mí –declaró Kai, acercándose a él. Entonces, se dio cuenta de que la chica se había quedado callada- ¿Qué te ocurre?

-Cuando estaba en Yohei Gakko, estábamos separados los unos de los otros. La llamábamos habitación, pero lo cierto daba una sensación más parecida a la de una celda de aislamiento, sólo que con muchas comodidades.

 

Nos llevábamos bien entre nosotros, pero no se puede decir que tuviésemos una relación estrecha. Quizás por eso, compartir habitación con alguien, es algo nuevo para mí.

-No le des más vueltas. Verás como te acostumbras. Al final, hasta será divertido -dijo Kai alegremente-. En cualquier caso, creo que no vendría mal darnos un baño. Ve tú primero. Yo me encargaré de pedirle a Roland algo de ropa. No conviene que tengamos este aspecto todo el tiempo.

 

Ella asintió y acto seguido se marchó.

 

-Roland –dijo Kai, una vez hubo terminado de guardar sus cosas en la habitación.

-Dime –respondió el dueño, deteniéndose un momento en su tarea de barrer.

-Me preguntaba si nos podrías prestar algo de ropa.

-¿Ropa? Bueno, en tu caso no creo que haya problema, pero no sé si tendré algo de la talla de Miruru.

-Siento las molestias.

-¡No importa! ¡Ven! ¡Acompáñame a ver qué tengo!

 

De esa forma, el hombre lo guió hasta otra habitación que, por lo que dedujo, se trataba de la suya.

 

Ésta no se diferenciaba mucho de la que compartían Miruru y él, sólo que, en lugar de haber dos camas, sólo había una de matrimonio.

-Ah, así que vives con tu mujer –observó Kai.

-Vivía. Falleció hace un par de años.

-Oh... lo siento.

-Tranquilo. No lo sabías. Además, tuvo suerte. Murió en paz en tiempos de guerra. No podría pedir más.

 

A la vez que hablaba, se puso a rebuscar en un viejo armario, ligeramente roído.

-Creo que todavía tengo algo de ropa que ella solía usar. No se si le vendrán pero se puede hacer algún apaño.

 

Después de un rato buscando en el interior del mueble, sacó varias telas de tamaño un poco más grande de lo que medía la semidiosa.

-Sí, tendré que hacerles un arreglo.

-¡De verdad, no hace falta! ¡No quisiera molestarte! Bueno, no más de lo necesario. Ya me entiendes.

-¡Jajaja! ¡Ya te he dicho que no pasa nada! Estoy seguro de que a mi mujer no le hubiese importado.

 

-Miruru. Soy Kai. Vengo a traerte la ropa –dijo el joven al llegar frente a la puerta del cuarto de baño. Sin embargo, no escuchó respuesta, tan sólo el sonido de gotas salpicando.

-¿Miruru? –repitió, dando un par de golpes en la puerta, continuando sin obtener respuesta.

-¿Estás bien? –preocupado, volvió a golpear la puerta.

“¿Y si le ha pasado algo? No. Es poco probable. Seguramente no me haya escuchado.”, pensó.

-¡Miruru! –gritó el nombre de la chica por tercera vez, aporreando la puerta de una forma que creyó que la iba a echar abajo.

“Creo haber gritado lo suficientemente fuerte como para que me oiga.”

-¡V-voy a entrar! –avisó mientras abría la puerta.

 

Una vez dentro, distinguió entre los vapores del agua caliente el cuerpo de la joven, durmiendo plácidamente en la bañera.

-Está durmiendo, ¿verdad? –se preguntó el chico, preocupado. Acercándose un poco más para estar seguro- ¡Eh! ¡Eh! Será mejor que despiertes o te va a dar algo –continuó, probando esta vez a tocarle el hombro.

 

En ese momento, Miruru fue abriendo los ojos poco a poco. Medio adormilada, desplazó la vista hacia Kai.

-¿K-Kai? –preguntó con voz monótona, sobresaltándose poco después- ¡¿Q-qu-qué haces aquí?! –tartamudeó.

-Te habías quedado dormida y me he visto obligado a...

-¡Fuera!

-Pero si yo sólo...

-¡He dicho fuera!

 

Entre los gritos de la semidiosa, y sabiendo lo peligroso que podía ser enfrentarse a ella, Kai escapó de allí.

-Qué humos –se quejó.

 

A la mañana siguiente, los dos se reunieron con Roland en la tienda.

-Bien, lo que haremos será simple. Vosotros os dedicaréis a atraer a los clientes y yo me encargaré de las ventas –explicó el hombre, a lo que ellos asintieron.

-Por cierto, veo que te han quedado bien –comentó Roland al observar la ropa de Miruru-. Tenía miedo de que no te viniese, pero parece que sigo teniendo buena mano para estas cosas –rió

-Gracias –dijo ella.

-No hay de qué.

-Pongámonos manos a la obra –sentenció Kai, recibiendo una mirada asesina por parte de su compañera, quien seguía enfadada por lo ocurrido en el baño.

 

El chico todavía recordaba cuando entró en el dormitorio sin siquiera dirigirle la palabra.

-Te aseguro que no pretendía ver nada -explicó Kai.

-Eso ya no importa. Empecemos a trabajar. ¡Vamos!

 

Tras un suspiro, el nigromante asintió.

-Cuarto espíritu: Lein –dijo, creando varias bolas de metal.

 

Entonces, las lanzó hacia arriba, quedando éstas suspendidas en el aire gracias al poder de Miruru.

 

Posteriormente, la chica hizo que se desplazasen una detrás de la otra, bailoteando y formando dibujos y patrones. Lo mismo hacia que se cruzasen unas con otras que  chocasen entre ellas o formase figuras geométricas.

 

Aquel curioso espectáculo atrajo la atención de varios transeúntes, quienes se detuvieron a contemplarlo.

 

Antes de que se diesen cuenta, ya había una multitud frente a ellos, dejando a Roland impresionado por el impacto que habían tenido las habilidades de los jóvenes.

 

Por su parte, el equipo había decidido cambiar su actuación: ahora Kai se encargaba de hacer malabares con las bolas mientras Miruru las hacía estallar en el aire.

 

La gente aplaudía y se acercaba al puesto a preguntar por lo que vendían, aunque muchos también preguntaban por el dúo de intérpretes.

 

Una vez se hubo calmado un poco el ambiente, Roland se acercó a ellos.

-Parece que ha funcionado –dijo-. Es increíble, ¿cómo sois capaces de hacer eso?

-Llamémoslo experiencia –contestó Kai.

-¡Jaja! Me habéis dejado impresionado. Más incluso que la primera vez –declaró el tendero, poco antes de continuar con su trabajo.

 

-Lo hemos conseguido. Buen trabajo –dijo el nigromante, a lo que Miruru se limitó a asentir.

-¿Sigues enfadada?

-Ya te he dicho que no importa.

-Oye, lo siento, en serio.

-No te preocupes más por ello.

 

Durante unos segundos, ambos mantuvieron un silencio incómodo que fue roto por Kai.

-Oye, hay algo que me he estado preguntando- ¿En qué consiste tu poder exactamente?

-¿Mi poder?

-Si no quieres contestar no hace falta –explicó Kai, quien, en ese momento, no quería hacer algo que la pudiese enfadar.

-No me molesta. Mm... es un poco más complejo de lo que puede parecer a simple vista

-¿Eh?

-Para que me entiendas. Es como si lo que tuviese frente de mí se convirtiese en una especie de dibujo.

-¿Dibujo?

-Así es. Todo lo que hay delante de mí puede ser desplazado a voluntad, modificado de la forma en la que yo desee.

-Cambiar el medio a voluntad.

-Así es. Eso incluye cualquier modificación física: compresión, expansión, destrucción...

-Vaya. Parece una habilidad temible.

-No creas. Si conoces a los que son como yo, sabrás que no es un poder que pueda ser usado a la ligera.

-Entiendo. Debe de ser una gran carga.

-Para conseguir algo hay que pagar un precio. Supongo que éste ha sido el mío –dijo ella, desviando la mirada hacia un lado, lo que provocó que el chico se preocupase, sobre todo al observar cómo ella apretaba con fuerza su propia muñeca.

-En fin, no merece la pena preocuparse por ello a estas alturas. Adquirimos nuestros poderes por un gran objetivo. No hay que sentirse mal por ello.

-Supongo que tienes razón.

-Por cierto, esta tarde daré una vuelta por la ciudad.

-¿Por?

-¿Recuerdas que te dije que estaba buscando a una persona? -ella asintió, recibiendo una foto con la imagen de dicha persona- Tengo que seguir preguntando hasta dar con él.

-¿Quién es? –preguntó Miruru.

-Una persona muy querida para mí. O al menos, lo era.

-¿Ahora ya no?

-La verdad es que no lo sé. Por eso le estoy buscando.

 

La joven observó detenidamente la foto. Se trataba de un joven de aspecto amable e inteligente, pero, por alguna razón, no le causó una buena impresión.

-Te ayudaré a buscarlo.

-¿En serio?

-Sólo tengo que preguntar si alguien lo conoce, ¿no? No parece complicado –dijo sonriente.

-Gracias. Seguro que entre los dos vamos más rápido.

 

-¿Os vais? –preguntó Roland, una vez hubo terminado su trabajo.

-Hay algo que debemos hacer en la ciudad.

-Ah, claro. Si puedo ayudaros en algo...

 

Entonces, Kai sacó la foto y se la enseñó a Roland.

-¿Le suena de algo? –preguntó.

 

Roland la observó detenidamente.

-Es curioso –dijo, a lo que el nigromante frunció el ceño.

-¿El qué es curioso?

-Recuerdo haberle visto, pero creo que fue hace bastante tiempo.

-¡¿Dónde?! – preguntó Kai, esperanzado.

-Mm... juraría que vino a esta tienda. Estuvo preguntando por algunos productos, compró algo y se marchó en aquella dirección –indicó, señalando la calle situada a espaldas de los jóvenes-. Siento no ser de más ayuda.

-Al contrario. Por fin tengo una pista. Gracias.

-No hay de qué. Id con cuidado.

 

Tras esto, emprendieron camino.

-Inspeccionaremos un poco la calle y preguntaremos. Puede que haya más gente que le sepa algo

 

En respuesta, Miruru asintió mientras su cola se balanceaba de un lado a otro.

-Mm...

-¿Qué? –preguntó la chica, al darse cuenta de que la estaba observando.

-¿No sería mejor ocultarla? –propuso Kai, haciendo que la chica girase la cabeza.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

-La gente puede verlo raro. De hecho, me parece extraño que todavía no haya llamado la atención.

-Le das demasiada importancia. La gente está acostumbrada a estas cosas.

-Yo no estoy tan convencido.

-Además, cuanto más llamemos la atención mejor, así más gente se acercará a nosotros.

-De eso tampoco estoy muy convencido.

 

Así pues, estuvieron preguntando a varias personas, recorriendo enteramente la calle, que, por cierto, debía ser importante, por la amplitud de la misma y la cantidad de gente que la transitaba. Por desgracia, las respuestas que obtuvieron no les sirvieron de mucho.

-Algunos dicen que le vieron por aquí hace años y otros, que no sabe nada –comentó Kai, algo desanimado.

-Sigamos buscando –sugirió Miruru.

 

Pese a su insistencia, siguieron sin encontrar nada destacable.

-Ya es de noche, será mejor que volvamos –desistió el nigromante.

-Me han dicho que estáis buscando a alguien –dijo de repente una voz detrás de ellos- ¿Estoy en lo cierto?

 

Al darse la vuelta, descubrieron a una mujer de pelo color castaño y largo. Su vestimenta no dejaba mucho a la imaginación, lo suficientemente apretada para resaltar sus curvas y con un escote bastante pronunciado. Su mirada era arrogante y seductora, con un fuerte aire de seguridad en sí misma, como queriéndoles decir que era superior a ellos.

-¿Quién eres? –preguntó Kai, con desconfianza.

-Soy lo que se conoce como una informante.

-¿Informante?

-Así es. Doy información a cambio de un pago. Quizás pueda ayudaros. ¿Me prestas esa foto un momento? –preguntó.

 

Sin estar muy convencido, el chico se la entregó.

-Oh. Conozco a esta persona –dijo, sin cambiar la expresión.

-¿Hablas en serio? –se extrañó Kai.

-Claro.

-Si es así, dinos lo que sepas de él, por favor.

-Sin problema, pero, como acabo de decir, no será gratis.

-¿Puedo fiarme de ti?

-Por supuesto. Tengo mis principios y soy seria con mi trabajo, pero probablemente, incluso así, te cueste creerme –entonces, del interior del bolsillo de su ajustada ropa, sacó una tarjeta-  Por si quieres pensártelo. Mi nombre es Anna –dijo entregándosela junto a la foto- Nos vemos.

 

Tras esto, se marchó, dejándolos a solas bajo la luz de las farolas.

25: The demigoddess and the necromancer 8
The demigoddess and the necromancer 8

-Yo de ti, no iría –aconsejó Miruru, ya en la habitación-. No me fío de esa mujer.

-Ya sé que no parece de mucha confianza, pero no tengo más pistas.

-Podemos seguir buscando por nuestra cuenta. Seguro que en algún momento daremos con él.

-¿Y cuando será eso? Llevo mucho tiempo buscando. Puede que cuando llegue ese momento ya no sirva de nada.

 

Miruru se mantuvo en silencio, pensativa. Parecía haber llegado a un punto muerto en sus argumentos.

-No te preocupes, te prometo que lo pensaré –la tranquilizó Kai.

 

En respuesta, ella puso cara de preocupación aunque sabía que no podía hacer nada al respecto ya que la elección dependía de él. Tan sólo le quedaba dar a conocer su opinión.

 

Había algo en esa situación que no le terminaba de gustar, pero no sabía exactamente el qué. Puede que sólo fuesen imaginaciones suyas.

-Será mejor que descansemos un poco. Mañana, con la mente más despejada, lo decidiremos con más tranquilidad –dijo Kai.

 

Tras esto, se acostó en la cama, de espaldas a Miruru.

-Oye, Kai –dijo Miruru.

-¿Qué? –contestó éste, ligeramente irritado por ver interrumpido su intento de dormir.

-¿Qué fue lo que pasó?

-¿A qué te refieres?

-El motivo por el que le estás buscando.

 

Durante un momento, no hubo reacción por parte del nigromante, quien ni siquiera se giró para mirarla.

-Es una historia un poco larga y –contestó, suspirando antes de continuar- un poco difícil de contar.

-Si no quieres hablar de ello, no hace falta que lo hagas –dijo ella, acostándose de cara al techo y cerrando los ojos.

 

Entonces, Kai hizo lo mismo, mirando a la oscuridad del cuarto mientras recordaba su pasado.

-Te lo contaré. El momento en que decidí abandonar Yohei Gakko.

 

“-Muy bien, por hoy es suficiente.

 

Tras esto, el profesor recogió los libros de la mesa y se marchó.

 

Por su parte, Kai se encontraba mirando por la ventana, distraído. Francamente, no le había prestado mucha atención a la clase de ese día, por lo que  ni siquiera escuchó el ruido de las sillas al levantarse el resto de sus compañeros.

-¡Hey!

-¡Uah!

 

De repente, alguien le gritó al oído, asustándolo y logrando que cayese de su silla, provocando las carcajadas del resto.

-¡Ay! –se quejó el chico- ¿Quién ha sido?

-¡Jajaja! ¡No sabía que te ibas a asustar tanto!

-¡May! ¡Maldita sea! ¡Me has asustado!

 

Ante él se encontraba una chica de pelo largo y ondulado que, como el resto, reía mientras sujetaba su vientre con ambas manos.

-¡La culpa es tuya por estar tan distraído! Anda, dame la mano –dijo mientras se la tendía.

-De todas formas, no deberías haberlo hecho.

-Vale, vale, culpa mía. Lo siento.

-Estás disculpada.

-En cualquier caso, ahora toca clases prácticas, así que deberíamos marcharnos o se nos hará tarde –avisó May.

-Oh, clases prácticas... –dijo el joven, con tono apagado.

-Vamos, no será para tanto.

-¡¿Qué no?! Ese tío siempre termina humillándome, diciendo que no sé hacer nada...

-Pero sí que sabes.

-Empiezo a dudar de mí mismo. La verdad es que, a pesar de que lo intento, no consigo conectar con el más allá. Y, si lo hago, termina en catástrofe.

-Seguro que es porque te concentras demasiado. Deberías relajarte.

-¿Relajarme? Me pregunto si eso funcionará –respondió Kai, no muy convencido.

 

Así pues, ambos se dirigieron a la zona de prácticas.

-Tú, cuando sientas que va a salir mal, piensa en algo que te relaje.

-¿Cómo qué?

-No sé, dicen que imaginarse a otros desnudos ayuda.

 

Al oírla decir eso, estuvo unos segundos mirándola de arriba abajo.

-¡¿Q-qué haces?! –replicó ella, utilizando sus brazos para escudarse de sus ojos.

-Quizás en tu caso sí me relajaría.

-¡¿Qué quieres decir con eso?! –se quejó May, propinándole una colleja a Kai.

-¡Era una broma! –intentó defenderse el joven mientras acariciaba su nuca.

 

-¿Estamos todos?-preguntó el profesor una vez se hubieron reunido todos los alumnos- Bien, primero, vamos a concentrarnos en la conexión.

Tras esto, dirigió la mirada hacia Kai.

-Espero que esta vez no nos sorprendas.

Mostrándose molesto, el chico se limitó a asentir, desviando la mirada.

-Adelante.

 

Había distintas formas de conectar con el más allá. La más utilizada por los alumnos consistía en el establecimiento de contratos con los muertos, ya que éstos proporcionaban una conexión más fuerte y estable. Pese a ello, existían otras formas de conectar, así como otros seres.

 

Así pues, todos los alumnos empezaron a invocar a sus respectivos compañeros, llenándose el área de entidades que no eran de ese mundo. Todos, excepto Kai, quien no consiguió ningún resultado.

-Por lo que veo, esta vez has decidido no hacer nada –se burló el profesor-. Por lo menos, no te has cargado la zona de prácticas.

-Profesor, quisiera pedirle, por favor, que dejase de burlarse de él. Lo hace lo mejor que puede.

-Ya lo veo, señorita May, pero eso no ayudará en nada cuando tenga que salir fuera de Yohei Gakko. ¿O estará usted ahí para protegerlo?

-Por supuesto –afirmó ella, sin dudarlo un solo momento.

-Entonces, imagino que podrás mostrarme un poder que sobrepase mis expectativas.

 

Asintiendo, May respiró hondo y cerró los ojos. Instantes después, una corriente de aire envolvió su cuerpo como por arte de magia, circulando a su alrededor. Su pelo fue mecido por el viento, dándole una imagen digna. Entonces, abrió los ojos.

-¡Primer espíritu: Kagami!

 

Contrariando las expectativas que había generado, no ocurrió nada, provocando el silencio de todos los presentes.

-Me temo que así no vas a demostrar nada, señorita.

-Bueno, puede que así no. Pero, ¿qué le parece si probamos otra cosa?

 

De repente, sacó una pistola y se apuntó a ella misma.

-¡Espera! ¡¿De dónde has sacado eso?! –preguntó el profesor, avanzando hacia ella, con una expresión mezcla de sorpresa y apuro.

 

Sin más dilación, May disparó varias balas hacia su cabeza. Gran parte de los alumnos gritaran o apartaron la vista, pero ella ni se inmutó, ya que las balas fueron desviadas como si una barrera invisible la protegiese.

-Un espíritu protector... –dijo el profesor, perplejo-. Hacía mucho que nadie lo conseguía.

-Estoy segura de que con esto podré proteger a quien sea. Ah, por cierto, no se preocupe por la pistola, no son balas de verdad –afirmó, sacando la lengua.

Mientras los demás suspiraban aliviados, Kai fue el único cuyo rostro dibujó una amplia sonrisa.

 

Tras lo ocurrido, May fue regañada por el profesor, pero, al final, todo terminó en un simple castigo.

-¡Eres increíble! –la halagó Kai- Da la sensación de que Siempre vas un paso por delante. No como yo, que parezco una moneda: dependo del azar para saber si lo hago bien o no.

-No es para tanto.

-¡Eres la única de la clase capaz de invocar espíritus! ¡Claro que es para tanto!

-¡Jeje! –rió ella, henchida de orgullo, aunque con algo de vergüenza-. ¿Dónde vamos esta vez? –preguntó, cambiando de tema.

-Te invito a algo. Como agradecimiento por lo de antes –propuso Kai.

-¡Oh! ¡Genial!

 

Más tarde, los dos amigos se sentaron en uno de los muchos bancos que había a lo largo de la acera. Delante de ellos, había una zona de paseo peatonal. A su espalda, la carretera que les separaba de los edificios que componían la estructura de la zona de ocio.

 

Kai dejó caer sus brazos detrás del respaldo, acomodándose. Por su parte, May descansaba los suyos sobre las rodillas.

-Es increíble que el Sol siga brillando –observó la chica, mirando al horizonte, donde la estrella luchaba por abrirse paso entre nubes negras.

-¿Lo dices por las nubes? –preguntó Kai, a lo que ella respondió asintiendo.

-Bueno, ¿por qué verlo desde otro punto de vista?

-¿Otro punto de vista? Lo único que veo es al Sol amenazado por esas asquerosas nubes de contaminación.

-Eso es bastante pesimista. Sobre todo viniendo de ti –indicó Kai, con una sonrisa irónica.

-¿Cómo lo ves tú?

-No sabría decir si es exactamente cómo lo veo, pero pongamos que hay un montón de nubes negras cubriendo el cielo y apenas dejan ver las estrellas. Pese a ello, el Sol mantiene su brillo e intenta abrirse paso, poco a poco,  hasta que, finalmente, sale adelante. ¿Qué me dices?

 

May no contestó, limitándose a mirarle con sorpresa mientras él iba sintiendo cada vez más vergüenza por la presión.

-¡¿Qué?! –soltó Kai, de repente, incapaz de aguantar aquel silencio por más tiempo.

-Eso es bastante optimista. Sobre todo viniendo de ti.

-¡Eh! ¡¿Tan negativo me ves?! –se quejó Kai, sintiéndose decepcionado.

-¡Jaja! –rió su amiga, desplazando la vista, de nuevo, hacia el cielo- Tienes razón. Es mucho mejor pensar así.

 

-¡Eh! ¡¿Qué estás haciendo?!

Al escuchar una voz detrás de ellos, se giraron para encontrarse, al otro lado de la calle, a un hombre siendo robado por otro, quien se estaba dando a la fuga.

-¡Vamos, Kai! –exclamó May, saltando el respaldo del banco y corriendo tras el ladrón.

-¡Espera! –la siguió el joven, a quien la reacción de ella le había cogido desprevenido.

 

Segundos después, llegaron a un pequeño callejón por el que se había introducido el hombre, quien les llevaba ventaja.

-¡Kai! ¡Ve por el otro lado! ¡Yo seguiré éste y le rodearemos! –indicó May.

 

El chico asintió y continuó por otro callejón, el cual daba la vuelta hasta unirse con el primero. De esa forma, apareció justo delante del ladrón, quien se detuvo en seco.

-¡Fin de trayecto! –exclamó Kai.

 

Sin saber qué hacer, el hombre buscó desesperadamente una salida. Al no encontrarla, decidió recurrir a la fuerza, abalanzándose sobre Kai. Éste, sorprendido, fue derribado sin mostrar apenas resistencia.

-¡Mierda! –se quejó, levantándose del suelo rápidamente y corriendo de nuevo tras el delincuente.

 

Entonces, como salido de la nada, otra persona golpeó en la cabeza al hombre, noqueándolo en el acto. Tras esto, se quitó el polvo de los pantalones y se agachó para recoger el objeto que había sido robado, acercándose a Kai con intención de entregárselo.

- ¿Es tuyo? –preguntó un joven, en apariencia de su misma edad, de mirada astuta y sonrisa amable.

-No, en realidad es de un hombre que...

-¡Tú! ¡¿Quién eres?! –preguntó May, llegando tarde a escena y situándose delante de Kai, a fin de protegerle de lo que consideraba una nueva amenaza.

-¿Yo? –se sorprendió el otro joven, señalándose a sí mismo.

-¡No veo a nadie más! –contestó, a lo que los tres, incluida ella misma, reaccionaron mirando el cuerpo inconsciente del ladrón- Salvo ése.

-¡Jajaja! –de repente, el recién llegado, rió con fuerza, encogiendo el estómago.

-¡¿Qué te hace tanta gracia?! –se enfado May.

-Nada en especial. Es sólo que no sabía que una chica tan guapa tuviese tanto carácter –dijo él, pillando desprevenida a la joven, quien se ruborizó.

-¡Los halagos no te llevarán a ningún lado!

-Perdona, perdona. En serio, no pretendo nada malo. Sólo digo la verdad –dijo levantando las manos- Mi nombre es First.

-Yo soy May, y él, Kai.

-Gracias por ayudarnos, First –dijo Kai.

-No hay de qué –respondió First, asintiendo, tras lo que enseñó de nuevo el objeto robado- Por cierto, todavía no sé de quien es esto.

-¡Ah! Ven con nosotros. Se lo devolveremos a su dueño.”

 

-¿First es el chico de la foto? –preguntó Miruru, interrumpiendo la historia.

-Sí, y ése, el momento en que May y yo le conocimos.

 

“-¿Eres de por aquí? Nunca te había visto en Yohei Gakko –preguntó May

-En realidad vengo de otra Yohei Gakko. Estoy aquí por trabajo.

 

Tras devolverle el objeto a su dueño, los tres decidieron ir a dar una vuelta para conocerse mejor.

-Eres bastante fuerte –señaló Kai.

-No es para tanto. En este mundo, uno necesita aprender a defenderse y, si puede, echar mano de algunos trucos.

-Ya me gustaría a mí aprender esos trucos de los que hablas –dijo Kai.

-¿Por qué lo dices? –preguntó First, extrañado.

-Yo no sirvo para pelear –comentó Kai- El tipo de antes me tirado al suelo como si fuese un maniquí.

-¡Kai! ¡Deja de subestimarte! –lo regañó May.

-No lo decía con esa intención. Es lo que ha ocurrido.

-¿Qué te parece si te enseño? -propuso First

-¡¿Qué?! –los dos amigos se sorprendieron.

-¿He dicho algo raro?

-No, no es eso. Es que no nos esperábamos que te prestases a ayudarme así sin más –explicó Kai.

-Bueno, si ves a alguien en problemas, lo lógico es ayudarle, ¿no? –dijo First, como si fuese lo más natural del mundo.

-Pero, ¿estás seguro? No es que sea un alumno fácil –le advirtió Kai.

-Tranquilo. Tengo mucha paciencia.”

 

-Tras ello, se convirtió en algo así como mi mentor y, poco a poco, también en mi amigo. Me enseñó a concentrarme y a combatir cuerpo a cuerpo. Y al final, acabó convirtiéndose en alguien irremplazable para mí y para May.

 

“-Debes relajarte un poco Kai. Conviene más ser alguien precavido que impulsivo –aconsejó First, delante de su agotado alumno.

 

Los tres amigos se encontraban en la zona de prácticas, en mitad de uno de sus entrenamientos.

-Lo sé, pero no lo consigo –se quejó Kai, sentándose en el suelo, cansado.

-Dime una cosa, Kai –dijo First, sentándose a su lado- Este poder, ¿para qué crees que debe ser usado?

-Para acabar con la guerra –contestó rápidamente el chico.

Sin embargo, su amigo negó con la cabeza.

-Es cierto que los alumnos de Yohei Gakko están aquí con ese propósito, pero seguro que a lo largo del tiempo has encontrado otro propósito para el que usarlo. Y es precisamente ése por el que te estoy preguntando.

 

Intentando hacer memoria, el chico desvió la mirada hasta situarla en May, quien parecía concentrada en su propio entrenamiento.

-Proteger a mis seres queridos –declaró el chico.

-¿Lo ves? –dijo First, levantándose.

-Pero, ¿qué relación tiene esto con el entrenamiento?

-Todo.

-¿Todo?

-Verás. Yo pienso como tú. Me parece más importante proteger a quienes sufren la guerra que acabar con ella. Y tienes que creer en ese propósito para pedirles tu ayuda a los seres del más allá. No por hacerse más fuerte, sino por el bien de los demás.

-¿No es lo mismo?

-En absoluto, no es lo mismo querer ser poderoso que utilizar tu poder para salvar a otros.

-Creo que entiendo a qué te refieres –reflexionó Kai.

-Bien, inténtalo otra vez.

                                                                                      

Tras esto, el chico cerró los ojos e intentó relajarse. En su cabeza, intentaba convencerse  de que tenía que ser más precavido, de que ser impulsivo podía poner a otros en peligro. Y su deber no era ése, sino el de protegerlos.

 

De esa forma, una creciente brisa se concentró a su alrededor...

 

Cuando quiso darse cuenta, se encontraba en el suelo, boca arriba, pero con una sonrisa en su rostro.

-¡Lo he conseguido! Exclamó, eufórico.

-¡Sabía que podías hacerlo! –se alegró May, abrazándolo.

 

Por otro lado, First extendió su mano hacia él para ayudarle a levantarse.

-¿Lo ves? Sólo necesitas echar mano de algunos trucos –dijo First.

-Gracias, First.

-Recuérdalo bien, Kai. Para proteger a los demás, tu poder puede ser inmenso.

-No lo olvidaré –respondió el joven, asintiendo.

-Bueno, será mejor que volvamos –sugirió First.

 

Cuando se giraron, descubrieron la figura de May invocando a uno de sus espíritus. En ese momento, Kai desvió la mirada hacia First, quien, embelesado, no apartaba la vista de ella.

-¡May, deberías dejarlo estar! ¡Estás haciendo que First se enamore de ti! –bromeó Kai.

 

El comentario sobresaltó a ambos, logrando que la chica perdiese la concentración, perdiese el equilibrio y cayese de culo contra el suelo.

-¡¿Qué?! –exclamaron al unísono tanto el uno como la otra, sonrojados por las palabras de su amigo.

-¡Oh, vamos! ¡No podéis ser más obvios!

-¡Kai! –nerviosa, May, se levantó y corrió detrás de Kai con intención de vengarse. Mientras tanto, éste parecía divertirse con la situación.

-Ciertamente, no es que haya mentido... –confesó First, dejando a la chica congelada en el sitio, sin atreverse a mirarle siquiera- Desde hace algún tiempo he sentido admiración por ti, y creo que ese sentimiento se ha ido transformando en algo más. Si a ti te parece bien... –continuó First, divagando.

 

Mientras tanto, May jugueteaba con su ropa, sin saber qué responder.

-¡Dile que sí! ¡Lo estás deseando! –intervino Kai.

-¡Kai! –gritó May, enfadada”

 

-Poco después, me enteré de que comenzaron a salir. Lo que me hizo muy feliz. Sólo deseaba que nada cambiase. Quería que el tiempo se detuviese y que First nunca tuviese que irse. Sin embargo, en este mundo, nada es para siempre.

26: The demigoddess and the necromancer 9
The demigoddess and the necromancer 9

“Kai se encontraba en su habitación cuando tocaron a la puerta. Se trataba de May.

-Hola –saludó la chica.

-Pasa, pasa. ¿Quieres algo? –ofreció el chico, alcanzando un par de botellas.

-Claro.

 

Sentados sobre la cama, los dos amigos estuvieron hablando animadamente.

-Ya ha pasado mes y medio desde que vino First –dijo Kai

-¡Es verdad! ¡Dios mío, creía que había sido menos!

-Eso es porque se te ha hecho corto –bromeó Kai- En fin, ¿qué querías?

-Verás. Hay algo que me gustaría contarte.

-¿De qué se trata?

-First me ha dicho que tiene que volver a su escuela.

-¡¿Qué?! –se sorprendió Kai, pese a que ya sabía que ese momento llegaría algún día.

-Ya sabes que sólo estaba aquí por trabajo –le recordó May.

-Sí, pero aun así... –no consiguió terminar la frase. Era doloroso tener que separarse de alguien que había cobrado tanto significado para ambos en tan poco tiempo.

-Por tu cara, deduzco que no es lo único que has venido a decirme –dijo Kai. La conocía desde hacía mucho, por lo que le resultaba fácil saber cuándo escondía algo.

-Verás... -empezó a decir, poniéndose algo nerviosa- Me ha propuesto irme con él.

 

Tras aquella revelación, ambos se mantuvieron en silencio hasta que el chico fue capaz de continuar la conversación.

-Y, ¿qué le has contestado?

-Nada, de momento. Le he dicho que tenía que pensármelo. Yo... me resultaría muy duro tener que abandonar este sitio. Aquí he vivido muy buenos momentos contigo, desde que éramos pequeños. Fue también aquí donde me enamoré de él y, donde pensé, o quise pensar, que viviríamos juntos.

 

De repente, Kai se levantó de la cama y le dio la espalda por unos instantes, cavilando sobre algo mientras golpeaba nerviosamente el suelo con su pie.

-Deberías ir –dijo, decidido, dándose la vuelta y encarándose a ella.

-¡¿Qué?! ¡Pero, no puedo dejarte aquí sólo! Además, todavía no he terminado los estudios aquí y...

-May, si no lo hicieses te arrepentirías el resto de tu vida. Y si es por tus estudios, seguro que habrá alguna forma. Podrías solicitar un intercambio entre escuelas o pedir terminar antes de tiempo. Con tus calificaciones no creo que haya problema. Incluso podría servir como una estancia de prácticas o algo así. Lo que quiero decir es que no hay ninguna norma que lo prohíba.

-Pero, ¿qué hay de ti?

-Ahora soy más fuerte que antes. Ya no hace falta que te preocupes por mí. Además, me sentiría fatal si tuvieses que quedarte por mí.

-Kai... –intentó decir ella, a punto de romper a llorar.

-Tu felicidad está con él. Por eso, deberías ir. Además esto no tiene por qué ser un adiós. Estoy seguro de que volveremos a vernos.

-Gracias, Kai –dijo ella, abrazándolo- Eres como un hermano para mí.

-¡Para! ¡May, me estás haciendo daño! –se quejó el joven, pese a la sonrisa que se dibujaba en su rostro.

-L-lo siento –respondió May, apartándose de él y secándose las lágrimas con las mangas de su propia camiseta- ¡Ya sé! –exclamó, de repente, mientras buscaba algo en sus bolsillos.

-¿Qué?

-Toma, quiero que te lo quedes. Como recuerdo.

-Esto es...

 

Lo que la joven le acababa de dar era una pequeña pelota con la que solían jugar cuando eran pequeños.

- La cuidaré como un tesoro –dijo Kai, apretándola contra sí mismo- Vamos, vete. No hagas esperar a First.

 

Tras ver cómo se marchaba, guardó la pelota en una pequeña cajita.

 

Aquella misma noche, cuando se disponía a acostarse, escuchó una llamada en su aparato comunicador, lo que le pareció extraño, por las horas que eran.

 

Al descolgar, escuchó la voz de May

-K-a-i, ayú-dame, por favor.

 

Aquellas palabras le dejaron de piedra, a punto de dejar caer el aparato. Sin embargo, logró mantener la compostura.

-¡¿May?! ¡May! ¡¿Qué pasa?! –preguntó, nervioso. Por lo que escuchaba, apenas podía hablar.

-K-a-i, rá-pido, ant-es de qu-e ven-ga.

 

En ese instante, se cortó la transmisión.

“¿Qué ha sido eso? Tiene que ser una broma, ¿no? ¡¿Qué está pasando?!”, pensó mientras intentaba tomar una decisión sobre qué hacer.

 

-¡Mierda! –maldijo. No entendía nada, pero no podía arriesgarse a dejar las cosas como estaban. Debía buscar ayuda.

 

Así pues, lo primero que se le pasó por la cabeza fue avisar a First. Si alguien sabría qué hacer, ése era él.

 

Lo más rápido que pudo, se dirigió hacia donde se hospedaba su amigo. Recorrió las calles de Yohei Gakko, sin detenerse ante las miradas curiosas de la gente y alguna que otra queja por tener que apartarse para abrirle paso.

 

Finalmente, se situó ante la puerta de su apartamento. En un bloque situado cerca del centro de la zona de ocio. Nada lujoso, pero bastante bien equipado.

-¡First! ¡First! –gritó el chico, disponiéndose a golpear la puerta- ¡Algo le ha ocurrido a May! ¡Rápido, tenemos que...!

 

Nada más tomar contacto con la puerta, ésta  se abrió de golpe, sonando un fuerte ruido al chocarse el pomo contra la pared.

-¿Por qué está abierta? –se preguntó en voz alta mientras una sensación de miedo y angustia le subían por la garganta, intensificándose cunado descubrió que el suelo estaba lleno de sangre.

-¡First! –sin pensárselo dos veces, irrumpió en el apartamento, corriendo por los pasillos mientras gritaba su nombre.

 

Entonces, al abrir la puerta de la habitación situada al final, se topó con una intensa oscuridad, impidiéndole ver lo que había al fondo.

-K-a-i... –la voz de May se escuchó a varios metros frente a él.

-¡May! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Qué está pasando?!

 

Después de un par de pasos temerosos, tanteó la pared situada a su derecha hasta dar con el interruptor que iluminase la sala. Sin embargo, prefirió no haberlo hecho.

 

Delante de él estaba su amiga, cubierta de sangre, numerosos cortes y cardenales por todo su cuerpo e, incrustado en su vientre, lo que parecía una joya color esmeralda.

-May... –murmuró Kai, con piernas temblorosas que no lograron mantener el equilibrio, cayendo de rodillas al suelo.

-Oh, qué alegría. Si tenemos un invitado –dijo otra voz que le hizo desviar la mirada hacia un lateral de la habitación.

-¡¿Quién eres?! –preguntó el chico, levantándose y poniéndose en guardia.

-Dímelo tú –respondió la otra persona, dejándose ver.

-¿First? –sorprendido, no hizo ningún movimiento mientras su amigo caminaba cerca de él hasta situarse al lado de May.

-First. Qué nombre tan curioso, ¿no te parece? –dijo con aire divertido.

-¿Qué ha ocurrido? ¿Quién le ha hecho eso?

-Esta chica es inservible. No era la que buscábamos.

-¿De qué estás hablando?

 

Ignorando la pregunta de Kai, First acarició la barbilla de May de una forma que por poco vomita ahí mismo.

-No entiendo nada –continuó el chico, tratando de recuperar la compostura-. Lo único que sé es que hay que llevar a May para que la traten y...

 

De repente, First levantó una mano hacia Kai, pidiéndole que no se acercase.

-Veo que no te das cuenta. O no quieres darte cuenta. Quien le ha hecho esto soy yo.

 

Desde que le había visto aparecer, aquella posibilidad se le había pasado por la cabeza, pero una parte de él había sido incapaz de aceptarlo. Porque, para él, ese escenario no tenía sentido.

-Tú no eres First, ¿verdad?

-¿Quién sabe? ¿Lo soy? –se burló First.

-Tú no puedes ser él. Él no le habría hecho daño May ¡¡Sería incapaz de hacerle daño a alguien!!

-¡Jajaja! –continuando con su juego, aquel individuo rió de forma desagradable, consiguiendo aumentar la ira e impotencia que sentía el chico- En fin, lo que pienses ya no importa. Me has visto, y eso es algo que no puedo permitir. Así que no tendré más remedio que matarte.

 

Entonces, se abalanzó contra Kai, golpeándole en el estómago de un puñetazo y lanzándolo por los aires hasta chocarse de espaldas contra la pared de la habitación, llegando a agrietarla de la dureza del impacto.

-Eres débil –se burló First.

-D-é-j-a-l-o –susurró May, con un hilo de voz, apenas perceptible.

-Lo siento, querida, pero no puedo oírte –señaló el que una vez fue su enamorado, quien, en décimas de segundo, se acercó a Kay y le cogió del cuello.

-Siendo tan débil no podrás protegerla –le espetó, lanzándolo, esta vez, hacia el lado contrario, y colocándose en su trayectoria, instantáneamente, mientras su víctima seguía en el aire, golpeándole entonces con el codo en la espina dorsal y rompiéndole algunas costilla, lo que provocó que el chico terminase en el suelo, escupiendo sangre- Ya he tenido bastante –dijo mientras lo levantaba-. No eres nada divertido.

 

Entonces, cuando se disponía a darle el golpe de gracia, otro individuo entró en la sala, abriendo un boquete en la pared

-¿Eh? –se sorprendió First, dirigiendo la vista hacia el recién llegado- ¿Y tú quién eres?

-Debes venir conmigo. Son órdenes –respondió, sin andarse con rodeos.

-Oh, tú debes de ser... –empezó a decir First, mientras observaba, primero a Kai y luego el otro hombre- Entiendo.

 

Sin entender nada, el joven nigromante fue liberado, cayendo al suelo. Desde ahí, pudo observar a su agresor seguir caminar detrás de, aparentemente, su nuevo compañero. Éste último desapareció por donde había venido. Sin embargo, antes de que First hiciese lo mismo se giró hacia él.

-Como ya dije, no quiero dejar testigos. Así que espero que disfrutéis de una “calurosa” muerte –se despidió mientras sacaba un pequeño mechero de su bolsillo- Adiós, amigos.

 

Como por arte de magia, una llamarada se extendió por el apartamento, llenando todas y cada una de las habitaciones.

 

-May... tengo que salvar a May... –dijo Kai, arrastrándose entre el poco espacio dejado por el fuego, mientras éste lo iba devorando todo a su paso.

-K-a-i.

-No te preocupes. Yo te salvaré.

-K-a-i...

 

Era imposible superar la velocidad a la que el fuego se propagaba. Sólo la imagen de la chica frente a él, todavía en la misma posición que al entrar en la sala, le impedía rendirse.

 

Entonces, May cerró los ojos.

-Prim-er es-píritu: K-aga-mi.

 

Las llamas que se dirigían hacia Kai se dispersaron.

-No... espera... por favor –suplicó el chico, viéndose venir sus intenciones.

 

Al levantar la cabeza, pudo ver su rostro. Al mismo tiempo, el fuego empezaba a consumirla a ella.

-Yo te pr-o-teg-eré –alcanzó a decir antes de que los sentidos de él se apagasen por completo.

-May... –llegó a decir con su último aliento.

 

Al día siguiente, Kai despertó en una cama. Había sido salvado de entre las llamas por Karma y traído al centro de control, donde le habían atendido.

-De alguna forma, consiguió sobrevivir al incendio. Había alguien más allí, pero apenas quedó algo. Ni siquiera sabemos si era hombre o mujer. Que muerte tan horrible...

-¡Ah! ¡Mira! ¡Ha despertado!

-¡Hola, ¿me ves bien?! -preguntó un hombre con gafas, quien, seguramente, era uno de los científicos de Yohei Gakko.

 

Éstos podían actuar también como médicos para los alumnos.

 

Respondiendo a su pregunta, el chico asintió.

-Ha sido un milagro que hayas sobrevivido a ese incendio. Será mejor que reposes durante unos días. Entonces te haremos otro chequeo y decidiremos si darte el alta o no.

 

Haciendo caso omiso a sus advertencias, Kai intentó levantarse.

-Oye, ¿me has escuchado? –preguntó el científico, con además de intentar detenerlo.

-May. ¿Dónde está May?

-¿May? –el hombre miró a su compañera, quien se encogió de hombros.

-¡Había una chica en ese apartamento, ¿verdad?! ¡Está muy grave! ¡Tenéis que ayudarla!

-N-no había nadie más además de ti. Al menos, no con vida –afirmó el científico, lo que supuso un jarro de agua fría para Kai.

-Pero... –intentó decir el joven.

-Lo siento pero, salvo tú, todo el apartamento fue consumido por las llamas. No encontraron a nadie más.

 

Al escuchar aquella noticia, Kai se quedó en silencio “¿Por qué?” Fue la única pregunta que envolvió su mente por completo.

 

Tras unos días, por fin se le permitió salir del hospital, pero nada era como antes.

 

Se sentía como si el mundo hubiese perdido el sentido, continuando con su rutina, cual marioneta.

 

Iba a clase, volvía de clase, comía y, en los ratos libres, se sentaba, ausente, sobre una silla en su habitación, mirando la nada, hasta que llegaba la hora de cenar e irse a la cama.

 

Seguía con su vida, como un robot, sin nada que esperar de ella, con total y absoluto indiferencia. En su cabeza, la imagen de ella, sacrificándose por él, recordada constantemente por su asiento vacío en clase.

 

Un día uno de los maestros se acercó a él.

-Kai... –comenzó, interrumpiéndose a sí mismo ante la falta de reacción por parte del chico, quien ni siquiera le dirigió la mirada- Me han dado la llave de su habitación. Pensé que, ya que tú eras el más cercano a ella, podrías encargarte de llevarte sus cosas. Al fin y al cabo, alguien tendrá que ocuparla.

 

No contestó, por lo que el profesor dejó la llave encima de su mesa y se marchó.

 

Tras un ligero vistazo a la llave, y varios minutos de apatía, decidió cogerla.

 

Así pues, abrió la puerta de aquel cuarto, donde le inundaron sentimientos de abandono y soledad.

 

Sin pensárselo mucho, entró y encendió la luz.

 

Estaba lleno de recuerdos de ella. Hecho que le producía gran pesar y una punzada en su corazón a cada paso que daba.

 

Entonces, algo llamó su atención.

 

Encima de una mesa había una foto en la que se podía observar a tres personas posando con caras sonrientes.

 

Al cogerla y mirarla con más detenimiento, descubrió algo escrito justo detrás:

“Que estos días nunca terminen”

 

Al leerlo, su vista se volvió borrosa, mientras lágrimas brotaban de sus ojos y humedecía el papel.

-Maldita sea... maldita... sea...

 

Tras secarse con la manga de su camiseta, se fijó en que había otra foto al lado de la primera. En ella, sólo salía First.

 

Odio. Fue lo primero que sintió con aquella imagen. Odio y confusión.

 

No entendía lo que le había llevado a asesinarla.

-Proteger a los demás –murmuró.

 

Y en ese momento, tomó una decisión.

 

Se guardó la foto y recogió las pertenencias de May, vaciando el cuarto. Posteriormente, cerró la puerta y devolvió las llaves al profesor.

 

Horas más tarde, las llevó a un lugar apartado, donde no pudiese ser visto, y las quemó. Quemó todas sus cosas. Todas excepto aquellas dos fotos y la pelota que le regaló.

-Me iré de aquí y lo buscaré. Día tras día. Sin descanso. Cuando lo encuentre, le preguntaré por qué lo hizo, y según su respuesta, decidiré si vive o muere. Hasta entonces, espero que sigas protegiéndome, May.

 

Con aquellas palabras, el nigromante le dio la espalda a las llamas y se marchó.”

 

Al terminar su historia, descubrió que Miruru estaba llorando.

-Es muy triste... –dijo ella, intentando secarse las lágrimas.

-Será mejor que durmamos. Mañana nos encontraremos mejor –dijo el chico, intentando quitarle importancia.

 

Durante la noche, no pudo dormir, dedicándose a observar el techo, perdido en sus pensamientos. A su lado, sentado, se hallaba el fantasma de una joven.

-Éste es mi castigo por no haberte protegido, May. Todo lo que puedo hacer es seguir avanzando.

 

En silencio, el fantasma lo abrazó. Un abrazo que jamás podría volver a sentir.

 

“Yo te pr-o-teg-eré”

27: The demigoddess and the necromancer 10
The demigoddess and the necromancer 10

Al día siguiente, Kai despertó en su cama. Apenas había conseguido conciliar el suelo la noche anterior, por lo que el cansancio le había hecho mella por la mañana.

 

Al levantarse, miró a su alrededor, descubriendo que Miruru ya se había marchado, probablemente, a trabajar en la tienda.

-Será mejor que yo también me ponga en marcha –se dijo a si mismo.

 

Justo entonces, alguien tocó a la puerta, abriéndola instantes después.

-¡Ah! –exclamó el joven, quien no esperaba tan poco espacio de tiempo entre la llamada y la entrada, resbalándose y cayendo al suelo.

-¡Ya es hora de...! Oh, si estás levantado –dijo Miruru, sin inmutarse por la escena de su compañero en el suelo, habiendo adoptado éste una posición bastante cómica al caer.

-¡Sería imposible no estarlo de todos modos! –se quejó él.

-Oh, lo siento.

 

Tras un largo suspiro, y algo de esfuerzo, volvió a levantarse, estirando ligeramente las caderas para relajar el dolor.

-Oye, Kai.

-Dime.

-Quizás sí sea mejor que aceptes –dijo Miruru, algo cabizbaja.

-¿A qué viene ese cambio de opinión? ¿Es por lo de anoche?

 

Su silencio se lo confirmó, por lo que decidió acercarse a ella y acariciar su cabeza para tranquilizarla.

-Me alegra que te preocupes por mí, pero ya no soy como era antes –aquello pareció dar reacción en la joven, quien destensó su cuerpo y se mostró algo más animada- De todas formas, me acompañarás, ¿verdad? Que quiera ir, no significa que me fíe de esa mujer, así que necesitaré a alguien que me cubra las espaldas –sentenció, sonriente.

 

De esa forma, la mañana continuó sin percances hasta que hubieron terminado de trabajar.

-Buen trabajo –les felicitó Roland.

-Gracias –contestaron ambos.

-Desde que estáis aquí, el negocio va viento en popa.

-Tú también estás trabajando muy duro –dijo Miruru.

-Si sólo estuviese yo, estaría cerrado. Ya lo visteis por vosotros mismos.

-Aunque nosotros no estemos, seguro que sabrás manejarlo bien –le animó Kai.

-Eso espero.

 

Entonces, el hombre se fijó en que se estaban preparando para marcharse.

-¿Vais a algún lado?

-Sí. Hoy continuaremos donde lo dejamos ayer –explicó Kai.

-Ah, claro. Espero que tengáis suerte.

 

Así pues, la pareja emprendió la búsqueda de Anna.

-¿Tienes alguna idea de dónde puede estar? –preguntó Miruru.

-Imagino que en la tarjeta lo pondrá –comentó el chico, sacándola de entre las pertenencias que se había llevado y observándola detenidamente.

-¡¿Qué?! –exclamó de repente.

-¿Pasa algo? –preguntó la semidiosa, levantado una ceja.

-Viene el nombre de un local. Pone: “Stargazer”

-¿Star-qué?

-Stargazer. También viene la dirección en la que está.

-Ah. Entonces sólo hay que ir allí. Parece fácil.

-¿Por qué será que tengo un mal presentimiento? –dijo Kai, sintiendo un pequeño escalofrío.

 

Con la mente puesta en su objetivo, caminaron por calles bajo el dominio de la Unión Imber, una de las tres potencias mundiales, y aquella con menor poder militar, basando su estrategia en el espionaje y la defensa de asedios. Desde el exterior, parecían estar en buen estado, pero Kai sabía que, detrás de las apariencias, siempre podían esconderse oscuros secretos.

 

Tras un buen rato buscando la dirección indicada en la tarjeta, llegaron hasta unas escaleras que bajaban hasta perderse en la oscuridad.

-No sé por qué, me esperaba algo así –indicó Kai.

-No juzgues por lo de fuera. Quizás por dentro te sorprenda –replicó Miruru, quien tomó la iniciativa de bajar.

-A ver si voy a ser yo quien te tenga que cubrir las espaldas –bromeó el nigromante.

 

Al final de las escaleras, encontraron una puerta de aspecto tétrico, sobre la que había un cartel en el que había escrito con letras grandes: “ENTRADA”.

 

Sin preocuparse mucho por ello, Miruru la abrió cuidadosamente, permitiéndoles entrar en lo que parecía un bar.

 

Pese a la oscuridad del ambiente, Kai tuvo que reconocer que no era tan malo como había pensado.

 

Estaba iluminado con luces tenues de distintos colores que generaban una sensación de intimidad.

 

A lo largo del establecimiento, se podían observar varias mesas redondas y pequeñas, y una gran barra, donde se servían copas, pegada a uno de los laterales.

 

Muebles, paredes, suelo y techo estaban limpios y bien cuidados, y los clientes hablaban entre ellos sin armar escándalo mientras disfrutaban de sus pedidos.

-Pensaba que estaría más... –comenzó a decir Kai, deteniéndose unos segundos para pensar la siguiente palabra- ...desordenado, pero parece que no un simple tugurio.

-Así que habéis venido –dijo Anna, acercándose a ellos desde la barra- Bienvenidos a Stargazer. ¿Queréis tomar algo? –preguntó con tono irónico.

-No gracias, no hemos venido a beber –respondió Kai, tajante.

-¿Qué tenéis? –por el contrario, Miruru se mostró interesada en la oferta.

-Miruru... –replicó Kai, bajando los hombros y suspirando.

-¡Ah! ¡Perdón! Me he dejado llevar –se disculpó la chica.

-Estamos aquí porque queremos información sobre la persona que busco –declaró Kai.

-Lo suponía. Seguidme –respondió ella, llevándolo a una habitación contigua al bar- Bien, aquí podremos hablar sin que nadie nos moleste –señaló, tomando asiento en un lujoso sillón rojo aterciopelado, aunque a saber de donde procedía.

-¿Eres tú la dueña de este local? –preguntó Kai, quien, junto a su compañera, había decidido permanecer de pie pese a los asientos situados frente a la mujer.

-Así es. Este sitio recibe más visitas de las que te imaginas. Por eso, resulta fácil escuchar información de utilidad.

-Entiendo. Antes de nada, quiero que sepas que no podemos pagarte con dinero, pero si algo más que podamos ofrecerte...

-La verdad es que no es dinero lo que busco esta vez –interrumpió Anna-, así que estáis de suerte.

-¿Qué es lo que quieres entonces? –preguntó el nigromante, frunciendo el ceño.

 

Cogiendo un folio de papel sobre una mesita situada a su lado, la mujer se lo lanzó al chico, quien lo agarró en el aire con gran destreza. Tras esto, la leyó junto a Miruru.

-¿Lucha clandestina? ¿Qué es esto? –preguntó Kai.

-No es la primera vez que se celebra. Cada dos años aproximadamente, puesto que puede cambiar para engañar a las autoridades, suele hacerse. Así es como se decide quien será el líder del bajo mundo en los territorios de la Unión. Por no hablar de la influencia que tendrá para hablar con el gobernador.

-¿Gobernador? –preguntó Miruru, con curiosidad.

-Se refiere al líder de la Unión Imber. No sabía que aceptara a gente del bajo mundo.

-Bueno, quiera o no quiera, tenernos en su territorio es algo que incluso al él mismo le conviene en esta guerra.

-Entiendo. Supongo que la legalidad quedó totalmente atrás una vez empezó todo.

-Tú lo has dicho. Y deberías dar gracias de que la Unión no sea dada a la experimentación como el Imperio.

 

“Experimentación de civiles”, sólo el pensarlo, hizo que al joven se le revolviese el estómago.

-Bueno, continuando con lo que estaba diciendo, me gustaría que participases en mi nombre. Si ganas, te daré lo que me has pedido.

-Así que tengo que ganar.

Anna asintió.

-¿No crees que me lo estás poniendo un poco difícil?

-Puedes negarte si quieres, pero he de decir que cuando el tipo al que buscas vino aquí, se le vio muy interesado en hablar con el gobernador. Puede que, teniendo más influencia sobre él, pueda darte incluso más información de la que ya tengo.

 

En respuesta a su afirmación, Kai puso cara de pocos amigos.

-Entonces, ¿hay trato o no hay trato? –preguntó Anna, con una sonrisa.

-De acuerdo. Lo haré. Pero ni se te ocurra engañarme, de lo contrario, te mataré.

-Oh, qué miedo. No es así como deberías tratar a una dama. No te preocupes, la gente como yo es más fiable que los que aparentan ser de buena casta –dijo la mujer, con un tono que a Kai le hizo pensar que sabía a lo que se refería- Ya que hemos cerrado el trato, te explicaré los detalles. Hay un número límite de participantes, y todos luchan contra todos, sin distinciones, incluso si se contrata a varios luchadores, pueden acabar enfrentándose entre ellos. Por supuesto, también hay un número límite que cada contratante puede enviar, y ese número es tres. Eso es todo. Puedes golpear donde y como quieras, matar a tu enemigo o abrirlo en canal mientras todavía suplica por su vida. Tampoco hay límite de tiempo ni asaltos. Básicamente, todo acaba cuando el vencedor decida, si es que lo hay. Aunque, al final, sólo uno será el ganador.

-¿Cómo habéis conseguido mantenerlo en secreto durante tanto tiempo? –preguntó Kai, sorprendido.

-Ya te lo he dicho. En el fondo, esto también le conviene al gobernador. El espionaje es una de las bases del poder de la Unión. Gente como nosotros, o los “Spheres”, tenemos una posición privilegiada dentro de estos territorios y, a cambio, le ayudamos a ganar la guerra. Por supuesto, de cara a los ciudadanos no estamos bien vistos, y el gobierno siempre actúa como nuestro enemigo pero, al mismo tiempo, esconde nuestros negocios y retrasa o desvía cualquier intervención en nuestra contra.

-Entiendo.

-Me alegro. Creo que no me queda nada más por decir. Dentro de una semana, si no pasa nada, comenzarán los combates. Espero que estés preparado para entonces. Habrá más de uno sediento de sangre.

-Lo tendré en cuenta. Vámonos, Miruru.

 

Cuando se disponía a marcharse, se dio cuenta de que su amiga se había quedado de pie plantada, observando el papel que anunciaba el evento.

-¿Miruru? –se extrañó el chico.

-Yo también quiero participar –respondió la joven, girándose hacia él.

-¡¿Qu-qué?!

-Que yo también quiero participar –repitió, con expresión decidida.

 

Por su parte, Anna apoyó el codo en el reposabrazos de su sillón y la mano sobre su mejilla. En su rostro se pudo observar su interés por ella.

-¿Eres buena luchadora? –preguntó.

-Sí –respondió Miruru, sin un atisbo de duda.

-¡Espera! ¡El que ha hecho el trato soy yo!

-Lo sé, pero ha sido ella quien se ha ofrecido –contestó Anna a las quejas de Kai, dirigiéndose posteriormente a la semidiosa-. Me gusta su actitud. Estaré encantada de tenerte de mi parte.

-¡¿Pero qué...?! –intentó replicar Kai.

-¡Bien! ¡Entonces, decidido! –le interrumpió Miruru antes de marcharse por donde había entrado, ante la atónita mirada de su compañero.

 

-¡Me gustaría que me consultases antes de decidir sobre estas cosas! –una vez fuera, Kai la regañó.

-No recuerdo tener que consultarte lo que haga o deje de hacer –respondió ella mientras se distraía observando a los clientes del bar, del que no tardaron mucho en salir, siendo cegados por la diferencia de luz en el ambiente.

-B-bueno, e-eso es verdad. Pero aun así, es peligroso.

-No soy alguien débil a quien haya que proteger.

-No sabemos cómo es la gente a la que nos vamos a enfrentar.

-Confía en mí. Me las he arreglado por mí misma hasta antes de conocerte y, aunque me halaga que te preocupes por mí, sé lo que hago. Además, quiero ayudarte. No me gustaría quedarme mirando mientras te juegas la vida.

-¡Pero...!

-¡Kai! –deteniéndose frente a él, con expresión seria y aire autoritario, logró que el chico diese un paso atrás. Su cola se movía de un lado a otro, haciendo énfasis de su estado de ánimo.

-¿Q-qué pasa? –preguntó Kai, nervioso y con la guardia alzada mientras ella se iba acercando a él- Vale, lo siento, no volveré a tocar el tema.

-¡Eso me gusta más! –declaró Miruru, animadamente, emprendiendo camino de nuevo.

-Ah... –suspiró el chico- He sido derrotado por completo.

 

-Tenemos que prepararnos bien. Quizás convendría planificar algunas cosas, como qué haremos si nos toca el uno contra el otro. Además de entrenarnos –dijo Kai una vez en salón de la casa de Roland. Para entonces, era ya de noche, y la tienda estaba cerrada.

-¿Entrenar? Con el trabajo que hacemos en la tienda entrenamos más que suficiente –contestó Miruru.

-M parece que vamos a necesitar algo más.

-¿Y qué sugieres?

-Mm... Podríamos empezar por analizar nuestros puntos débiles e intentar corregirlos.

-¡Oh, ya entiendo! –exclamó la chica, quien de repente se quedó mirando fijamente a Kai- Esa ropa no te pega.

-¡Me refería a nuestra habilidades!

-¡¿Eh?! ¡Ah! Ya lo sabía –intentó disimular Miruru, sin mucho éxito.

-No estoy muy seguro de eso. En fin, lo mejor sería que cada uno dijese una debilidad del otro, pero como nos conocemos desde hace poco, tendremos que juzgarnos a nosotros mismos.

-Me parece lógico.

-Bien, entonces, ¿qué ves en tu habilidad que pueda ser una desventaja?

-Mm... –Miruru meditó durante unos segundos su respuesta hasta que pareció estar segura de ella- Creo que “autocontrol”. Para los semidioses como yo es muy importante tenerlo para que no haya un desequilibrio en nuestros poderes, por lo que conviene practicarlo a  todas horas. Otro punto débil sería mi retaguardia. Sólo puedo usar mi habilidad en aquello que puedo ver, por lo que resulta difícil defenderme de alguien que ataca desde mi punto ciego.

-Muy bien. Autocontrol y retaguardia. En tu caso, nos centraremos en ello.

-¿Qué hay de ti?

-¿De mí? En mi caso, el mayor inconveniente probablemente sea mi innovación ofensiva.

-¿Invocación ofensiva? ¿Hay algo más aparte de los espíritus? –se sorprendió Miruru.

-De hecho, originalmente, yo no tenía la habilidad de invocar espíritus. La aprendí tras la muerte de May.

-¿Y qué problema hay con esa “invocación ofensiva”?

-Digamos que requiere cierto tiempo hacer que aparezca. Por eso, normalmente, prefiero utilizar los espíritus. Aunque no siempre pueda...

-¿Y cómo es esa invocación? –preguntó la chica, con curiosidad.

-No puedo enseñártela aquí, destruiría la casa –respondió Kai, negando con la cabeza.

-¡Uah! –se impresionó Miruru-. ¡Ahora tengo más curiosidad!

-Mm... Bueno, hay un lugar donde creo que sí puedo enseñártela.

 

Minutos después, Kai abrió las ventanas de su habitación, asomando la cabeza y mirando hacia arriba.

-Ven –le dijo a la chica, haciéndole una señal con la mano.

-Parece que estemos huyendo –comentó Miruru, a quien aquella escena le estaba divirtiendo.

-Si intentásemos huir dudo que lo mejor fuese subirse al techo de una casa.

 

Tras esto, apoyó los pies en la cornisa y agarró con sus manos  dos de las tejas más cercanas. Por lo que pudo observar poco después de que empezasen a vivir allí, aquella casa tenía una estructura bastante tradicional, con un tejado rectangular, ligeramente inclinado y compuesto por tejas de cerámica.

 

La inclinación era de unos 20º, y finalizaba en una terraza con pared de cemento a media altura, bordeándola.

 

Así pues, el joven subió encima de la parte inclinada y, desde allí, extendió su brazo para que Miruru pudiese agarrarse.

 

Alcanzando el borde de la terraza, ambos lo saltaron, poniendo los pies, de nuevo, en suelo plano.

-Creo que aquí no habrá problema –dijo Kai, mirando a su alrededor. Justo enfrente se encontraba Miruru, expectante.

-Será mejor que te alejes un poco. Cuanto más espacio, mejor –sugirió Kai.

-Estás empezando a asustarme un poco –replicó la semidiosa.

-Allá voy.

 

Tras esto, cerró los ojos.

 

En un principio no se observó ningún cambio, ni en él ni en el ambiente, sin embargo eso no tardó en cambiar cuando un fuerte viento le rodeó.

 

Durante, al menos, medio minuto, se mantuvo en aquella posición hasta que aparecieron, a ambos lados, sendos agujeros negros.

-¡¿Qu-qué es eso?! –preguntó Miruru, mezcla de sorpresa y miedo.

 

En ese instante, por cada uno de los agujeros, apareció una mano gigantesca, aproximadamente como dos o tres hombres de pie, puestos uno al lado del otro. A ello había que sumarle su aspecto esquelético, en el sentido más literal de la palabra, pues sólo se podían ver los huesos de éstas.

 

Siguiendo a dichas manos, surgieron unos largos y huesudos antebrazos, finalizándose aquella invocación en el área de los codos.

 

Miruru se quedó sin palabras mientras la esquelética figura apoyaba las palmas de sus manos sobre el suelo de la terraza.

-¡¿Qué es eso?! –repitió.

-Cuando estaba en Yohei Gakko intenté contactar con él, pero supongo que no debía de caerle muy bien, porque cada vez que lo intentaba terminaba o en desastre o sin que pasase nada. Sin embargo, después de entrenar con First, aprendí a invocarlo. Y al final, hasta May le puso un nombre –explicó Kai-. Así que permíteme que te lo presente. Él es Hel.

28: The demigoddess and the necromancer 11
The demigoddess and the necromancer 11

Mientras tanto, en el edifico central de “Comhairle”, un hombre con gafas de sol y chaqueta recorría uno de sus múltiples pasillos con intención de llegar a su despacho.

 

Este edificio estaba alejado de las tres Yohei Gakko, evitando así cualquier relación, y era donde los miembros de la organización vivían y tomaban decisiones con respecto a todo lo relacionado con las escuelas y la guerra.

 

Así pues, tras saludar a dos compañeros que pasaron por su lado, entró en la habitación y cerró con pestillo para que nadie pudiese molestarle. Entonces, se sentó junto a un enorme escritorio de madera y cogió su aparato comunicador. Después de marcar, esperó a que la otra parte descolgase mientras jugueteaba con algo que llevaba en su otra mano.

-¿Sí?

-¿Detz?

-Eres tú, Unum.

-¿Te alegras de oírme?

-Ahórrate tus tonterías. ¿Cómo llevas la investigación? –preguntó Detz, con tono serio.

-He confirmado la presencia de un grupo que solía ser muy cercano a Darker. Son pocos, unos cuatro miembros, pero tendré que ser discreto al encargarme de ellos o me descubrirán. Tras la muerte de Darker, están pendientes de todo lo que se hago, tanto dentro como fuera de la organización. Son como un grano en el trasero.

-¿Crees que sospechan de ti?

-Dudo mucho que Darker les informase sobre mí. No me conoció hasta que entré en “Comhairle” con el nombre de Rokudo, pero, dada su muerte y mi cercanía a él, no me extrañaría. Incluso votaron en contra de que las Yohei Gakko entrasen en guerra abierta.

-Entiendo. Entonces date prisa.

-Procuraré que nadie se entere, aunque no creo que pueda usar lo mismo que con esa chica. Por cierto, ¿qué ha sido de él? ¿Sigue sin ceder?

-Tribus acaba de darle de comer.

-Hablas como si fuese un perro.

-Y a este paso lo será. No tendré más remedio que sacarle el núcleo.

-¿Podrás hacerlo?

-Por supuesto, hace poco que he terminado con lo necesario, pero me gustaría tenerle de mi lado, al igual que Kareth.

-Me fastidia que estén en contra de nosotros.

-No los culparé en caso de hacerlo, pero eso no cambiará nada –durante unos segundos, se hizo el silencio entre ambos, hasta que finalmente fue roto por Detz- En cualquier caso, céntrate en la misión que tienes por delante y procura que no te descubran.

-Lo que tú mandes –respondió Unum, colgando el aparato.

 

De vuelta con Kai y Miruru, esta última se hallaba sentada con las piernas cruzadas, su mente visualizando un punto negro sobre un gran espacio blanco, poniendo toda su concentración en ese punto.

-Oye –dijo una voz, justo enfrente.

-¡Uah! –exclamó ella, llevándose una mano al pecho por el susto, lo que le hizo abrir los ojos y darse de bruces con el rostro de Kai- ¡¿Q-qué pasa?! ¡Me has desconcentrado! –se quejó.

-Lo siento. Sólo quería decirte que se me ha ocurrido una forma con la que podrías cubrirte las espaldas.

-¿Eh? ¿Y cuál es? –preguntó Miruru, levantándose del suelo y espolsándose la ropa. Ambos se encontraban en la terraza, donde habían decidido subir todas las noches a entrenar.

-Defensa persona. Así, podrás defenderte de un ataque por la espalda.

-¿Defensa personal? ¿Te refieres a algún arte marcial?

-Exacto. Yo podría enseñarte.

-¿Sabes artes marciales?

-Bueno... seguramente perdería contra alguien con más experiencia, pero, durante mi entrenamiento, aprendí algunos trucos bastante útiles.

-¿Y crees que en una semana podré aprender algo? –la chica no se mostró muy convencida de su idea.

-Lo suficiente, creo... –respondió Kai.

 

Pese a que ninguno de los dos parecía confiar en que saliese bien, puesto que, por el momento, era la mejor idea que tenían, decidieron ponerla en práctica.

-Comenzaremos simulando ataques sencillos. Luego, si vemos que los resultados son buenos, intentaremos algo más complicado.

-De acuerdo –dijo Miruru, asintiendo.

-Tú atacarás y yo defenderé. Intenta golpearme por la espalda –propuso el nigromante mientras se giraba.

 

Así pues, esperó la acometida de la joven y, cuando ésta llegó, se dio la vuelta rápidamente, agarrando su brazo y arrastrándola hacia delante, lo justo para que tropezase con su pie y cayese de cabeza al suelo.

-¡Uah! –exclamó Miruru utilizando las manos para protegerse de la caída.

-Esto, por ejemplo, podría servirte –declaró Kai.

 

Instantes después, Miruru se puso en pie y volvió a la posición inicial.

- Bien, ahora inténtalo tú.

-No creo que lo haga igual –mientras contestaba, Kai se dio cuenta de que estaba algo molesta por haber sido lanzada al suelo.

“Supongo que esperaba poder pillarme”, pensó el chico, sonriendo.

-¡Vamos! ¡Inténtalo! –la animó el joven, situándose detrás de ella.

-¡Allá voy!

 

Considerando que era el momento, Kai se lanzó contra ella, quien consiguió esquivarle sin problemas, pero que, en lugar de continuar la técnica tal y como le habían enseñado, elevó la pierna hasta tomar contacto con sus genitales.

-¡Agh! –exclamó el nigromante, encogiéndose de dolor en el suelo.

-¡Ah, lo siento! ¡No quería hacer eso! –se preocupó Miruru, agachándose para ayudarle.

-N-no te preocupes –respondió Kai, con un hilo de voz- Has aprobado con nota.

-¡¿En serio?! ¡Genial! ¡¿Qué va después?!

-Pues espera un poco a que me recupere y ahora te lo digo...

 

-Oh, Rokudo.

De nuevo en el edificio central de “Comhairle”, Unum se dirigía hacia su despacho cuando escuchó el nombre de su identidad falsa.

-Ékader, ¿qué tal estás? –le respondió a un hombre mayor, con canas en su pelo y algún que otro signo de calvicie en el área de la frente.

-A mi edad no se puede estar demasiado bien –bromeó Ékander.

-Para tu edad te mantienes bastante bien –le halagó Unum.

-Jeje, me alegra ver que conservas el sentido del humor.

-¿Y bien? ¿Querías algo?

-Sólo felicitarte por tu puesto como dirigente del proyecto de “guerra abierta”.

-Es un honor –contestó Unum con sonrisa fingida.

-Sin embargo, ya debes de saber que mis compañeros y yo no estamos de acuerdo. Supongo que lo entiendes.

-En mi opinión, pasar a la acción es algo que deberíamos haber hecho antes.

-Si lo hacemos, sólo conseguiremos más caos. Añadir otro bando más a esta locura. Además, unirnos al Imperio...

-Es una tapadera. Apoyamos al bando que lleva la delantera para vencer a los otros dos y luego traicionarles y eliminar por completo a las tres potencias.

-¡Así, lo único que conseguiremos será la muerte de miles e incluso millones de personas! –se escandalizó Ékander.

-Me parece ridículo que, tras quinientos años de guerra, digas algo así. Cuando las muertes son el pan nuestro de cada día. Si con esto conseguimos poner fin a la guerra de una vez por todas, esas muertes habrán merecido la pena.

-¡Sandeces!

-En cualquier caso, no importa lo que opines. Estoy al mando de la situación, ¿o acaso no fue eso lo decidió la mayoría?

 

Furioso, Ékader abandonó se marchó sin decir nada más.

-No te preocupes, viejo –susurró Unum, una vez fuera de su rango de visión-. No estarás ahí para verlo.

 

-Buff... –descansando sobre el suelo de la terraza, Miruru resopló. Su cola, flácida y con apenas movimiento, expresó una vez más sus sentimientos, cansada como se encontraba.

-No está mal. Aprendes rápido –dijo Kai, sentado a su lado.

-G-gracias... –respondió ella, casi sin aliento.

-Será mejor que lo dejemos por hoy. Forzarnos demasiado podría significar tener que retirarnos.

-Está bien –aceptó la semidiosa, haciendo un gran esfuerzo para levantarse del suelo- Dime, ¿cómo llevas lo de tu invocación?

-¿Hel? No muy bien. Por más que lo intento no consigo ser más rápido. Es como si no consiguiese calmarme lo suficiente.

-Mm... –tras un rato pensativa, la joven se acercó a él y le golpeó suavemente la frente.

-¿Eh? –se extrañó el chico, acariciándose la zona que acababa de ser tocada.

-Intenta dejar la mente en blanco.

-¿Qué? Pero si no me concentro no conseguiré...

-Sólo hazlo.

 

Sin nada que perder por hacer la prueba, Kai cerró los ojos y despejó su mente.

-Intenta pensar en algo que te relaje.

-¿Te refieres al fluir del agua, al viento meciendo las hojas o algo así? –bromeó Kai.

-Puede ser una buena experiencia. Un momento que te haga sentir nostalgia. Debe ser algo que te haga sentir confortable. Entonces, una vez lo tengas bien grabado en tu cabeza, concéntrate en invocar a Hel.

 

Ambos se quedaron en silencio mientras Kai trataba de poner en práctica lo que le acababan de enseñar. De repente, a su lado, surgieron de nuevo dos fosos negros, de donde, a su vez, aparecieron los brazos de Hel.

 

Cuando volvió en sí, una sensación de logro recorrió su cuerpo.

-¡Lo he conseguido! ¡He reducido el tiempo de invocación!

-¿Lo ves? –dijo Miruru, orgullosa, a lo que su amigo respondió sonriendo.

-Por un momento, me has recordado a cuando First me enseñó cómo invocarlo. No digo que seas como él, pero... esto es importante para mí. Gracias.

-No hay de qué.

 

Durante lo que sintieron como horas, ambos se miraron, como si hubiesen visto una faceta inesperada el uno del otro. Entonces, salieron de su ensimismamiento, sintiéndose algo avergonzados e incómodos.

-¡Ah! B-bueno, será mejor que volvamos –propuso Kai, algo nervioso.

-¡S-sí! –respondió, tensando su cuerpo- P-por cierto, Kai, ¿en qué has pensado?

-¿Eh?

-Para concentrarte. ¿En qué has pensado? –repitió Miruru.

-En nada. No he pensado en nada –contestó él, desviando la mirada.

-¡¿Eh?! ¡Ahora tengo más curiosidad! ¡Vamos, dímelo!

-¡No!

-¡Vamoooooos!

-¡Que no!

 

-¡Un incendio! ¡Hay un incendio! –el grito de uno de los miembros de “Comhairle” retumbó en los pasillos del edificio central.

-¡¿Qué ocurre?! –preguntó Unum al llegar hasta él.

-¡Señor Rokudo! ¡El señor Ékader y otros miembros estaban reunidos en una de las salas auxiliares cuando, de repente, estalló en llamas! –explicó, asustado, el interrogado.

-¡Vamos! ¡Hay que ayudar a apagar el fuego! –exclamó Unum.

 

Situados frente a las llamas, vieron cómo éstas devoraban una de las cuatro salas auxiliares, adyacentes al edificio principal, y que se unían a él por medio de puentes.

 

Allí solían reunirse a veces miembros de “Comhairle”, para deliberar sobre decisiones importantes.

 

Pese a los intentos por salvar las vidas de los cuatro miembros que se habían visto implicados, el fuego consumió sus cuerpos, impidiendo cualquier posibilidad de reanimación.

-Pero, ¿cómo ha ocurrido? –preguntó uno de los recién llegados al lugar de los hechos.

-Se cree que fue debido a un candil que utilizaron para iluminar la sala.

-¿No utilizaron luz eléctrica?

-Hubo un apagón en ese momento –intervino Unum-. ¿Quién iba a pensar que un descuido iba a acabar en esto?

-¡Qué desgracia! –dijo otro, llevándose las manos a la cabeza.

-Sí –dijo Unum mientras observaba la sala calcinada y guardaba algo en su bolsillo-. Una terrible desgracia...

 

-Dime, Kai

-¿Qué pasa ahora? –respondió el chico, irritado al ver interrumpido su sueño.

-¿Qué haremos si nos toca pelear entre nosotros?

-Ah, cierto. También tenemos que pensar en un plan para eso –dijo Kai-. Aunque, ¿sabes qué? Puede que lo mejor sea dejarnos llevar y pelear para ganar.

-¡¿Eh?! ¡¿Qué dices?! –se escandalizó Miruru, levantándose de la cama.

-Es decir, al final no importa quién de los dos gane, siempre y cuando no nos matemos, claro. Al fin y al cabo, somos un equipo, ¿no?

 

Al escuchar el resto de la respuesta, en el rostro de la joven se dibujó una amplia sonrisa.

-¡Sí! –dijo mientras volvía a acostarse- ¡Un equipo!

29: The demigoddess and the necromancer 12
The demigoddess and the necromancer 12

-¡Ooooh! ¡Cuánta gente! –exclamó Miruru, sorprendida al ver a todos los que se habían reunido para el evento.

-Si que eres fácil de impresionar –comentó Kai, situado a su lado.

 

Como era de esperar, se encontraban en un subterráneo, escondidos de las autoridades a fin de que todo se desarrollase sin problemas.

 

La iluminación le recordaba un poco al Stargazer, discreta, aunque les permitía distinguir a participantes y contratantes. Una gran diversidad de rostros que a saber si llegarían a conocer.

-Mires donde mires, sólo ves asesinos y mercenarios dispuestos a matar a quien sea con tal de cobrar –dijo Kai.

-¿Es ahí donde pelearemos? –preguntó Miruru, señalando una extensa área circular alrededor de la que se amontonaban los participantes.

-Supongo. Da la sensación de que, para ser algo tan importante, lo han preparado todo a última hora. Aunque tampoco me extraña. Pese a que hay unos principios y una jerarquía, cuando hablamos de reglas, es distinto.

-Estáis aquí –dijo la voz de Anna, apareciendo justo detrás de ellos- ¿Preparados?

-¡Por supuesto! –exclamó Miruru, chocando sus puños animadamente.

-¿Cómo decidirán el orden de los combates? –preguntó Kai.

-Normalmente, se selecciona a alguien como juez, y esa persona elige los contrincantes al azar para que se enfrenten.

-¿Un juez? Creía que no había reglas.

-Y no las hay, pero ya has visto a los participantes. Si ese juez no estuviese, esto se convertiría en un absoluto caos –dijo la mujer, encogiéndose de hombros.

-Me hago una idea –respondió el chico, suspirando.

 

Probablemente, ese juez fuese una persona bastante fuerte. Capaz de mantener la cordura en aquel coliseo de locos.

-En fin, me marcho. Sólo venía a desearos suerte.

-No la necesitamos. Ganaremos –dijo el nigromante, a lo que ella respondió con una sonrisa, desapareciendo poco después entre la muchedumbre.

-Sigo sin fiarme de ella –indicó Miruru.

-Sé cómo te sientes, pero es la única pista que tenemos por ahora –contestó Kai, quien, tras perder de vista a la informante, volvió la cabeza hacia el área de combate- Será mejor que estemos atentos, no creo que tarde mucho en empezar. Recuerdas el entrenamiento, ¿no? –preguntó.

 

Miruru asintió y levantó el pulgar, sintiendo de repente un fuerte dolor en su cola.

-¡Aaaay! –chilló, empujando al suelo a un hombre de mediana estatura que se encontraba a su espalda.

 

Entonces, agarró su propia cola, acariciándola con lágrimas en los ojos. Por lo que la situación dio a entender, el hombre la había pisado.

 

Tras levantarse, éste agarró el hombro de la joven y la obligó a girarse para encararla.

-¡¿Qué te crees que haces?! –exclamó, lleno de rabia.

-¡Eso debería decirlo yo! ¿¡No ves que me has pisado, pedazo de imbécil!? –respondió ella, apartándole la mano.

-¡¿De qué hablas?! ¡Si ni siquiera te he tocado!

-¡¿Cómo que no?! –replicó Miruru enseñándole su cola– ¡Deberías pedirme disculpas!

-¡¿Qué?! –habiendo colmado el límite de su paciencia, el hombre sacó un cuchillo y lo blandió amenazante- ¡Yo sólo conozco una forma de disculparme, niñata! ¡Y te aseguro que no te va a gustar!

-¡Inténtalo! ¡Te partiré el cráneo!

 

Viendo que la situación se estaba descontrolando, Kai decidió intervenir.

-¡Tranquilo! ¡Calma! Ha sido un accidente. Ella no pretendía empujarte, y seguro que tú tampoco pisar su cola. Así que, por esta vez, dejémoslo estar.

-¡Apártate de mi vista! –exclamó el hombre, disponiéndose a golpearle cuando, apareciendo desde arriba, algo le interrumpió, levantando polvareda y cegándolos.

 

Una vez recuperaron la vista, vislumbraron una figura humana con una de sus rodillas apoyada sobre el suelo.

-Preferiría que no peleaseis todavía. No me gustaría que esto terminase antes de empezar.

 

Levantándose del suelo, la figura se encaró al hombre del cuchillo.

-Guarda tu arma. Ya tendrás tiempo de ajustar cuentas. No querrás cabrear al juez, ¿verdad?

 

Sin saber qué decir, el hombre chasqueó la lengua con desagrado y guardó el cuchillo, marchándose de allí.

-Gracias –dijo Kai, todavía algo sorprendido.

-Lo que he dicho también va por vosotros. La próxima vez controla a tu amiguita.

-¡Eh! ¡No ha sido cul...! –intentó decir Miruru, antes de que su boca quedase tapada por la mano de Kai.

-No te preocupes. No volverá a pasar.

-Eso espero.

 

Tras esto, se fijó más detenidamente en quien tenía delante. Se trataba de una chica atlética, vestida con ropa ligera para mayor movilidad. Su cabello era color plateado y le llegaba hasta la nuca.

-Por un casual, ¿tú no serás...? –se dispuso a preguntar Kai.

-¿Mmm? -ella le miró fijamente a los ojos, haciéndole retroceder ligeramente por el repentino movimiento. Además, al chico le llamó la atención el que sus ojos fuesen de distinto color.

-Quiero decir... –vaciló al sentirse algo presionado- No creo ninguno de los participantes sea del tipo que interviene en peleas.

 

En respuesta a aquella afirmación, ella sonrió.

-Me llamo Marie. Soy la juez del torneo.

 

-De acuerdo, no lo volveré a hacer. Lo prometo –dijo Miruru, de brazos cruzados y con la cabeza agachada, demostrando que, pese a admitir parte de la culpa, seguía pensando que tenía toda la razón.

-Eso espero, nos podías haber metido en un lío –contestó Kai. En ese momento, se encontraban en una zona algo más alejada de la muchedumbre, a fin de evitar un suceso como el anterior.

-Sois una extraña pareja. ¿Es la primera vez que venís? –preguntó Marie.

Los dos asintieron.

-Por vuestro aspecto, diría que no sois novatos en esto de pelear, pero deberíais tener cuidado.

-¿Has sido juez en otros torneos? –preguntó Kai.

- No, en eso es la primera vez, pero luché en un par de ellos. Créeme, sé de lo que hablo.

-Ya veo, entonces debes de conocer a más gente que, como tú, haya participado antes.

-Por supuesto. ¿Ves a ése de ahí?

 

Siguiendo con la mirada donde le señalaba la juez, divisó a un hombre musculoso y grande que iba acompañado de otras dos personas. Presentaba una cicatriz que cubría ambos ojos.

-¿Es ciego?

-Sí, pero no pienses que es una desventaja. Llegó a ser finalista en uno de los torneos en los que participé.

-Interesante –comentó el nigromante, pensando lo conveniente que sería verle combatir antes de que les tocase contra él.

-¿Ves a esa chica? –continuó Marie, señalando el lado contrario de donde se estaba el hombre ciego. Allí, había una chica que debía de tener la misma edad que Miruru, charlando alegremente con otro joven-. Que no te engañe esa sonrisa. Fue de los participantes que más asesinatos cometió durante el último torneo.

 

Mientras escuchaba a Marie, el interés de Kai por el torneo fue aumentando, pero sabía bien que no debía dejarse llevar. Ser precavido era vital si quería hacerse con la victoria.

-En fin, tengo que irme. Debo seguir vigilando a los participantes para que no se peleen antes de que empiece el torneo.

-El trabajo es el trabajo. Ha sido corto pero, un placer conocerte, Marie.

-Lo mismo digo. Os deseo suerte -tras esto, desapareció entre la multitud.

 

-Bueno, ya sólo queda esperar, ¿no? –dijo Kai, volviendo la cabeza a su izquierda para darse cuenta de que su compañera había desaparecido- ¿¡Miruru?! ¡¿Dónde se ha metido?!

 

Mientras la buscaba, llegó hasta un área de descanso en la que había dispuestas mesas y sillas, la mayoría desocupadas. Un poco más adelante había unos escalones que, probablemente, llevaban a los palcos desde donde los contratistas observaban el espectáculo.

 

Fue en aquella área de descanso donde encontró a la semidiosa, quien estaba sentada, con expresión angustiada, y buscando ayuda a su alrededor, frente a otra persona.

-¡¿Se puede saber qué haces aquí?! –preguntó Kai, irrumpiendo en la situación sin ningún reparo-. ¡Me giro un segundo y...!

-¡Kai! ¡Menos mal que has venido! –exclamó ella de repente, escondiéndose detrás de él.

 

-¡¿Qué...?! –se sorprendió el chico.

-No seas tímida, pequeña rubita –dijo la otra persona.

-¿Pequeña rub...?

 

Un chico apuesto, de pelo corto y castaño, con aires narcisistas y extrañas esferas de distintos colores atadas a su cintura, se levantó de su silla y se acercó a ellos.

 

Sin decir nada más, cogió la mano de la joven y se arrodilló ante su atónita mirada y la de Kai.

-Desde que te vi, supe que estabas destinada a ser mía. Un ángel en mitad del infierno. La esperanza que alumbra este mundo corrompido. La luz que me ilumina, la...

 

Sin previo aviso, un objeto aterrizo sobre la cabeza del galán, cuyo cuerpo quedó tendido en el suelo, casi inconsciente.

 

Poco después, apareció una joven y lo levantó del cuello.

-¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no intentes ligar con toda chica que se te cruce?! ¡Estoy harta de siempre lo mismo! ¡La próxima vez te corto...!

-Miruru, ¿me puedes explicar qué está pasando? –preguntó Kai entre susurros.

-N-no tengo ni idea... estaba contigo cuando ese chico me cogió del brazo y me trajo hasta aquí. Entonces empezó a decirme cosas extrañas.

-Entiendo

 

Fue entonces cuando la recién llegada, quien hasta ese momento había seguido zarandeando al otro, se percató de su presencia.

-¡Ah! –con un grito de sorpresa, dejó caer al chico y se acercó a ellos, carraspeando ligeramente antes de hablar.

-Siento que hayáis tenido que toparos con este imbécil –se disculpó, con un tono totalmente diferente al de antes, mostrándose como una chica simpática y agradable- Tiende a hacer estas cosas cada vez que me despisto. Una no puede perderlo de vista.

-Yo sólo... –intentó explicarse el chico, recibiendo un pisotón como respuestas- ¡Ugh!

-En su nombre, te pido disculpas. Si puedo hacer algo para compensarte el mal rato.

-N-no, si no pasa nada –contestó Miruru, mirándolo con algo de pena.

-Insisto. Aunque sólo sea invitarte a tomar algo. Al fin y al cabo, ésta es un área de descanso.

-No hace falta. De hecho, ya nos íbamos –intentó explicar Kai, antes de ser interrumpido por su compañera, quien tenía un brillo en su mirada y movía la cola con excitación.

-¿Invitarme? Eso sí que me interesa –declaró, pese a los vanos intentos del nigromante por evitarlo.

 

-Mi nombre es Sephiria, aunque podéis llamarme Seph. Este engendro de la naturaleza es Drake –dijo la joven, señalando con desdén al otro chico.

-E-encantado –respondió él, cabizbajo.

-Aunque no lo parezca, somos pareja. Aunque no niego que quizás, algún día, lo abandone en mitad de los yermos –comentó alegremente.

 

Tanto Miruru como Kai imaginaron que se trataba de una broma. Aun así, ambos sintieron un pequeño escalofrío.

-Y-ya veo. ¿Va-vais a participar en el torneo? –preguntó Kai.

-Claro, para eso hemos venido. Estamos de viaje y necesitamos provisiones, pero la condición que nos han puesto para conseguirlas es participar. Ha venido con nosotros otro chico, pero acaba de recuperarse de una operación, así que ha decidido reunirse con nosotros cuando acabemos –explicó Seph.

-¿Vosotros también participáis? –preguntó Drake, tras comprobar que Seph se había calmado un poco.

-Sí, sólo que nosotros lo hacemos por información.

-No pretendo ser cotilla, así que no preguntaré sobre el tema –aseguró Seph.

-Te lo agradezco.

 

Mientras tanto, Miruru comía y bebía con avidez aquello a lo que había sido invitada.

-Si tenías tanta hambre deberías habérmelo dicho. No hacía falta que ellos nos invitasen.

-¡Ah! ¡No te preocupes! ¡Es su ración! –dijo Seph señalando a su pareja.

-¡¿Qué?! –se sorprendió Drake.

-Fuera bromas, ¿os habéis enterado de los rumores que hay sobre este torneo?

-¿Qué rumores? –pregunto el nigromante, con curiosidad.

-Se dice que algunos contratantes tienen a más de tres a su servicio, e incluso que el juez ha sido comprado.

 

En ese momento, la imagen de Marie se vino a la mente de Kai.

-Por supuesto, es un rumor, pero sería conveniente no bajar la guardia. Por si acaso.

-Gracias por el aviso. De todas formas, siempre suelo estar atento. No confíes en nadie, sólo en ti mismo. Es algo que aprendí hace mucho.

-¡Ah! Parece que va a empezar –informó Drake, señalando con la cabeza al área de combate.

 

Allí, se encontraba la figura del juez, quien llevaba consigo una especie de micrófono, enganchado a su oreja izquierda, con el fin de hacerse oír entre la multitud.

-¡Sed bienvenidos al torneo clandestino del bajo mundo! ¡En este evento, como muchos sabéis, se decidirá quien será el líder durante los próximos dos años! ¡Imagino que todos conocéis las reglas, pero las repetiré por si acaso! ¡Sólo tres participantes por contratante, quienes se enfrentarán uno contra uno hasta que quede un vencedor! ¡N hay más reglas! ¡Podéis tratar a vuestro adversario como queráis, siempre y cuando sea dentro del propio combate! ¡Así pues, que dé comienzo el torneo!

 

Tras terminar, se escucharon los gritos de los participantes.

-¡Ah, por cierto, casi lo olvido! –interrumpió Marie- ¡Me he enterado de que se ha superado el límite de participantes! ¡Es más, la persona que ha superado ese límite lo ha hecho sin estar bajo contrato por uno de los candidatos a líder, lo que hace que incumpla dos reglas! ¡No obstante, puesto que soy una buena juez, si esa persona se marcha de la sala, prometo que no habrá ninguna represalia!

 

Al bramido de antes, le siguió un silencio sepulcral.

 

“¿Un participante ilegal?”, pensó Kai, mirando a su alrededor.

-¡Vamos! ¡De verdad que no pasará nada! ¡Pero las reglas son las reglas, y no se permite superar el límite de participantes, mucho menos si no se ha sido contratado!

 

Pese a las insistencias de Marie, el silencio continuó, lo que provocó que la juez tomase una postura más serio.

-¡Si esa persona no obedece al juez, tendrá que atenerse a las consecuencias! ¡Y puedo asegurarle que sé quien es!

 

Después de aquella declaración, se escuchó el murmullo de los luchadores. Muchos, haciéndose preguntas entre ellos sobre quién podría ser. Sin embargo, nadie hizo señal de dirigirse a la salida.

-¡Como quieras! ¡Que no se diga que no lo advertí! –sentenció Marie.

 

Centésimas de segundo después, el brazo de la juez se encontraba atravesando el pecho de un hombre situado a unos cincuenta metros de donde había estado ella hacía unos instantes, provocando que varios luchadores cercanos se apartasen asustados al percatarse de lo que acababa de pasar.

-¿Có-cómo? ¿S-se ha teletransportado? –preguntó Seph, a quien le temblaba la voz.

-No, no ha sido eso...

 

Seph, Drake y Miruru, giraron su cabeza hacia Kai, quien acababa de hablar.

-Lo que acaba de hacer no ha sido teletransportarse, sino correr hasta allí.

30: The demigoddess and the necromancer 13
The demigoddess and the necromancer 13

-¿Correr hasta allí? –preguntó Seph.

-¿Quieres decir con sus propias piernas? –se extrañó Drake.

 

Apenas escuchándoles, el nigromante observó tanto a la juez como al cadáver atravesado por su brazo, quien había resulta ser el hombre que le había pisado la cola a Miruru.

 

Ignorando miradas y comentarios, Marie apartó el brazo, dejando ver un agujero del diámetro de éste en el pecho de la víctima y dejándola caer al suelo.

 

Tras esto, intentó limpiar la sangre pero, por su expresión de desagrado, se dedujo que no había tenido mucho éxito.

-Mira que te avisé –dijo mientras volvía al área de combate, paseándose tranquilamente por un corrillo hecho por los que se apartaban a su paso.

 

Entonces, de nuevo en el centro, continuó con la presentación.

-¡Muy bien! ¡Antes de nada, os pido que no os preocupéis por el cadáver! ¡Se recogerá enseguida! ¡Palabra! ¡Así pues, procederé a nombrar a los primeros contrincantes!

-Esa juez... es realmente fuerte –comentó Seph.

-Lo que acaba de hacer le ha servido para hacerse respetar. A partir de ahora, ninguno se atreverá a armar escándalo. Puede que ese hombre ni siquiera haya incumplido las reglas y sólo haya sido usado como cabeza de turco –explicó Kai

-Pero eso es cruel –se quejó Miruru.

-Estamos en un mundo sin reglas. El que lo consideres cruel o no, no les importa.

 

Durante el primer enfrentamiento, Kai se dedicó a observar los movimientos de ambos luchadores.

 

Uno de ellos era el hombre ciego del que le había hablado Marie, quien se mostraba sereno en combate, manteniendo una expresión fría e imperturbable.

 

A simple vista, no llevaba ningún arma consigo. Todo lo contrario que su adversario, quien acababa de sacar una cimitarra y la empuñaba frente a él, amenazante.

 

Años atrás, habían existido diferencias entre el uso de armas blancas y armas de fuego, dado que las segundas daban una mayor ventaja en combate tanto en potencia como en distancia. Sin embargo, eso había cambiado.

 

En la actualidad, cualquier arma podía ser letal dependiendo de la mano que la empuñase.

 

Pese a no darse ninguna señal de comienzo, ambos adversarios comenzaron el combate. El uno frente al otro, sin moverse ni un centímetro, pero con tal tensión en el ambiente, que daba a entender que, en cualquier momento, uno de ellos podía acabar con el otro.

 

Finalmente, el joven de la cimitarra tomó la iniciativa, desplazándose por el lateral y, de forma sigilosa, con la guardia alzada y su arma preparada; intentando provocar a su adversario para que fuese el primero en atacar.

 

Por su parte, Kai frunció el entrecejo. El hombre de la cimitarra estaba siendo muy ingenuo. Cualquiera con dos dedos de frente podía predecir que buscaba el contraataque y, por lo que pudo ver, el hombre ciego no cayó en la trampa, pues permaneció inmóvil en la misma posición con la que había empezado.

-¿Huh? ¿Acaso no sabe que está pelando? –preguntó Miruru, quien había acabado de comer y se acariciaba el vientre, satisfecha. El reciente asesinato no parecía haberle quitado el apetito.

-Claro que lo sabe –contestó Drake-. Está concentrado. No va a caer en su truco y esperará a que sea su enemigo quien ataque. A eso le llamo yo unos nervios de acero.

-Así que los dos están buscando el contraataque. Esto puede hacerse muuy largo –bostezó Seph.

 

Mientras tanto, el de la cimitarra continuó con su provocación, utilizando el movimiento ágil de sus piernas y el ruido de su arma para atraer la atención de su contrincante, quien, si no fuese porque respiraba, habría sido dado por muerto, pese a estar en pie.

 

Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado para algunos de los espectadores.

 

Tras dibujar una circunferencia en el aire con sus manos, el hombre ciego llevó una de ellas a su costado, situando, al mismo tiempo, una pierna delante y otra detrás, dejando caer sobre la primera la mayor parte de su peso y formando una L con ambas.

 

Al ver ese movimiento, su adversario se preparó para esquivarle y devolverle el golpe, pero lo que no esperaban era que su ataque fuese dirigido al suelo, al que el hombre ciego golpeó con la palma de la mano que se había llevado al costado, de manera que, un segundo después, el hombre de la cimitarra despegó de la superficie, recibiendo un impacto invisible desde abajo.

 

Entonces, mientras el enemigo intentaba recuperarse en el aire, llevó la otra mano al costado y golpeó el espacio que le separaba de su contrincante, quien se vio empujado por una gran fuerza hasta salir despedido por encima de las cabezas del resto de participantes, chocando contra la pared de la sala y quedando inconsciente.

 

-Admito que no me lo esperaba –señaló Drake, viendo cómo el perdedor era sacado de allí.

-¿Qué ha sido eso? ¿Le ha golpeado con aire? –preguntó Miruru, confusa.

-Probablemente, ese hombre sea un usuario de Radiar que ha desarrollado su fuerza hasta ser capaz de crear ondas de choque con el movimiento de sus brazos –aclaró Kai.

-¿Significa eso que para lograrlo, ha tenido que sacrificar otras cualidades como la velocidad de sus piernas? –añadió Miruru.

-Al centrar el uso del poder del Radiar en una característica concreta, es posible que otras se hayan visto reducidas, aun así, si ha conseguido entrenarla hasta un nivel muy alto, podrá suplir esa falta.

 

Una vez terminado el combate y habiéndose declarado el ganador, Marie anunció el siguiente enfrentamiento.

-¡Y los siguientes en luchar son: Kai y Drake! ¡Que disfrutéis del combate!

-Vaya –dijo Kai, girando la cabeza hacia su adversario.

-Esto debe de ser el destino. Una oportunidad de vengarte por haber intentado robarte a la chica –dijo Drake.

-¡No somos pareja! –exclamaron ambos.

-¡¿Entonces en tu corazón todavía hay hueco para mí, rubita?! ¡No sabes lo feliz que me hace oír eso! ¡Una vez la victoria caiga en mis manos, los dos podremos sumirnos en un viaje lleno de amor y pasión!

-Este tío es un idiota, ¿no? –indicó Miruru.

 

De repente, un escalofrío recorrió el cuerpo de Drake, quien acababa de sentir la mirada asesina de Seph detrás de su nuca. Despacio, se dio la vuelta, dibujando una sonrisa en su rostro en la que se reflejaba el terror.

-¡E-era broma! ¡Te lo aseguro!

-¡Como no vayas hacia allí ahora mismo te mando yo de una patada! –exclamó la joven, señalando el área de combate.

-¡Sí, señora! –respondió Drake, corriendo como alma que lleva el diablo.

-Jajaja –rió Miruru, con una sonrisa irónica.

-¡De verdad que no sé qué hacer con él! –dijo Seph llevándose una mano a la frente.

-En fin, supongo que me toca –dijo, por su parte, Kai.

-Buena suerte –le deseó Miruru.

-¡Ah! ¡Una cosa! ¡Dile a ese idiota que ni se le ocurra perder! –le pidió Seph.

-T-tranquila, lo haré.

 

Una vez estuvieron el uno frente al otro, Drake se acercó a Kai y le tendió su mano.

-Espero que sea un gran combate.

-Lo mismo digo –respondió Kai, estrechándola.

 

Tras esto, se alejaron un poco y se prepararon para el inicio del combate, momento en el que Drake cogió dos esferas de color blanco de su cintura y las lanzó hacia Kai, estallando poco antes de llegar hasta él y generando una densa capa de humo.

-¡Cough! ¡Cough! ¡¿Bombas de humo?! –se quejó el nigromante, intentando escapar, cuando otras dos esferas, esta vez de un rojo intenso, aparecieron frente a él- ¡Primer espíritu: Kagami!

 

Poco después de terminar su invocación, ambos objetos explotaron, logrando que el joven saliese despedido hasta aterrizar en el lado contrario. Por suerte, no había recibido ningún daño.

-¡Eres bueno! –exclamó Drake, a la vez que el humo desaparecía poco a poco.

-¡¿Qu-qué llevas puesto?! –preguntó Kai, levantándose del suelo.

-¡Ah, esto! Me permiten ver mejor a través del humo –respondió su adversario, señalando unas gafas especiales que descansaban sobre su nariz.

 

“Suerte que tenía a Kagami, si no, el combate habría acabado”, pensó Kai. Justo entonces, al chico se le ocurrió una idea.

-Je, ya sé cómo vencerte –dijo con una sonrisa frente a la expresión de desconcierto de su contrincante- ¡Tercer espíritu: Etheria!

 

Sin embargo, su confianza se esfumó cuando se dio cuenta de que su invocación no había tenido efecto, lo que dio lugar a una situación tensa en la que ambos adversarios permanecieron quietos y en silencio, mirándose el uno al otro, hasta que Kai lo rompió.

-No puede ser.

-¿Te importa si continuamos con el combate? –preguntó Drake, cogiendo varias bolas rojas y lanzándoselas.

-¡Maldita sea! –se quejó Kai, esquivándolas mientras explotaban una detrás de otra.

 

-¿Mmm? ¿Qué le ocurre a Kai? –preguntó Miruru, quien, junto a Seph, observaba el combate desde el área de descanso.

-¿Por qué lo dices? –se extrañó Seph.

-Normalmente ya habría contraatacado, pero lo único que hace es huir.

 

“¡¿Por qué ahora?!”. Debido a que el contrato con las invocaciones era un acuerdo entre dos partes, éstas podían disponer condiciones, pudiendo negarse a ser invocadas en ciertas situaciones, ya fuese por estar en desacuerdo con las decisiones del invocador o simplemente por querer descansar. Normalmente, el invocador era conocedor de esas condiciones, pero debido a todo el ajetreo de los últimos días, Kai había olvidado revisarlas.

 

Así pues, continuó no tuvo más remedio que seguir corriendo para evitar los explosivos, sin darse cuenta de que a sus pies habían otros.

 

La detonación le hizo volar por los aires, logrando aterrizar con las manos en el suelo, no sin recibir heridas por todo el cuerpo.

-¡¿Qué ha sido eso?! –preguntó, confuso, mientras se agarraba el hombro con la otra mano, debido al dolor.

-Antes, aproveché la cortina de humo para esconder algunos explosivos bajo la superficie. Las otras bombas sólo eran una distracción. Lo que realmente quería era atraerte hasta allí.

-¡Agh! –se quejó el nigromante.

 

Al observar más detenidamente el terreno, se dio cuenta de que el propio Drake estaba rodeado por numerosos explosivos en tierra, formando una defensa a su alrededor.

 

-¡Guau! ¡Eso ha sido increíble! –exclamó Miruru, emocionada.

-Cuando se trata de explosivos Drake es el mejor. Lleva un arsenal enorme, y suele ser un buen estratega.

-¿A vosotros...? –empezó a decir Miruru, desviando la vista al no saber si continuar o no, lo que extrañó a Seph- Quiero decir, ¿os inyectasteis el Radiar?

-¿Eh? Ah... –la expresión de la otra chica se volvió triste al escuchar su pregunta.

-¡Ah! ¡Lo siento! Sabía que podía ser un tema delicado.

-No, tranquila. Verás, es que tanto Drake como yo, no tenemos buenos recuerdos con el Radiar.

 

“Tengo que comprobar si sólo es Etheria o los demás también se niegan a ser invocados”, pensó Kai mientras cerraba los ojos unos instantes.

 

Cuando volvió a abrirlos, su expresión no fue muy esperanzadora.

“Sólo dos o tres”, suspiró, “Menudo momento han elegido.”

-¡No te distraigas! –exclamó Drake, lanzando otra serie de explosivos sobre él.

-¡Octavo espíritu: Sázam! –invocó Kai, aumentando su velocidad a la hora de esquivarlos.

-¡Mierda! ¡¿De dónde ha sacado esa velocidad?!

 

“Kagami, May y Sázam. Protección, purificación y velocidad. May no va a serme de ayuda en este momento por lo que sólo me servirán Sázam y Kagami. No me gustaría tener que usar a Hel en el primer combate”, continuó cavilando mientras echaba un vistazo al terreno, “A su alrededor está todo cubierto de explosivos. Aunque intente pasar con Kagami a través de ellas, la protección y el tiempo puede que no sean suficientes, además, la onda expansiva evitaría moverme como quisiera y él aprovecharía para contraatacar. Por otro lado, aun con la velocidad de Sázam, sería imposible no pisar alguna de ellas, y nada me asegura que no las detone antes de tiempo.

¿Entonces qué? ¿Las salto? No, si lo intentara estaría desprotegido y podría atacarme fácilmente. Además, ¿sería capaz de saltarlas todas?”

 

Mientras tanto, más explosivos volaron hacia él. Pese a que consiguió esquivarlas con apenas dificultad, éstas no explotaron sino que comenzaron a rodar en su dirección.

-¡Oh, no! ¡¿Pero cuántos tipos de explosivos tiene este tío?!

 

Ante la nueva amenaza, lo único a lo que pudo recurrir fue correr, perseguido.

-Una vez fijan un objetivo, ruedan tras él hasta que lo alcanzan, y entonces, ¡boom! –explicó Drake.

 

Utilizando su velocidad, consiguió alejarse de ellas, pero, de nuevo, volvieron a acorralarle contra las que habían sido enterradas.

“¡¿Y ahora qué?!”, pensó mientras veía cómo las esferas rodantes se acercaban cada vez más y más.

“¡Piensa! ¡Piensa! ¡Piensa!”

 

Entonces, se dio cuenta de algo, lanzándose de repente contra los explosivos que le perseguían, que explotaron nada más contactar con él.

-¡¿Pero qué hace?! –gritó Drake, quien, debido a la sorpresa y al punto ciego generado por la detonación, no logró detectar a tiempo la presencia de una figura volando en su dirección.

 

En ese momento, Kai había atravesado su escudo de explosivos, golpeándole en la mejilla al aterrizar y cayendo ambos al suelo.

-Ah... ah... –jadeó Kai, debido al cansancio.

-¿Cómo lo has hecho? –preguntó Drake.

-Imaginaba que no te esperarías lanzarme contra esas cosas, así que aproveché la onda expansiva de la explosión para atravesar a mayor velocidad tu escudo y evitar que reaccionases.

-¿Aprovechaste la onda expansiva?

-Si lo hubiese hecho estando quieto no hubiese servido de nada, pero al ir de frente hacia los explosivos, a toda la velocidad que me fuese posible, la fuerza contraria haría que saliese disparado en tu dirección. Arriesgado, pero ha salido bien.

-¿Y cómo has conseguido salir ileso?

-Digamos que, justo antes de salir volando, utilicé cierto truco para protegerme de cualquier daño.

-Eso suena bastante conveniente –replicó Drake, poniéndose en pie a la vez que Kai.

-Es posible.

-No ha estado mal. Sabía que podías intentar venir por arriba, pero no esperaba que de esa manera. La sorpresa ha jugado en mi contra.

-A esta distancia ni sueñes en utilizar una de esas bombas.

-Tranquilo, a esta distancia, un paso en falso y yo también estallaría.

-¿Y bien? ¿Qué se te ocurre?

-¿Una pelea a puñetazos? –propuso Drake, devolviéndole el golpe, seguido de un rodillazo dirigido al estómago.

 

En respuesta, el nigromante, quien logró reponerse rápidamente, desvió un tercer golpe, contraatacando con un puñetazo al pecho y una patada al tobillo, con lo que logró derribar a su adversario.

 

Dispuesto a terminar el combate, lanzó un derechazo hacia Drake, pero éste consiguió librarse empujándole con las dos piernas.

-¡No te pienses que soy malo peleando cuerpo a cuerpo! –le desafió Drake, tras ponerse en pie.

-¡Octavo espíritu: Sázam!

 

Entonces, en un visto y no visto, un golpe en el cuello dejó inconsciente a Drake, dando por finalizado el combate.

-Lo siento. Puede que tú no puedas utilizar tus explosivos, pero eso no significa que yo no pueda invocar a mis espíritus. O al menos a algunos de ellos –declaró Kai.

31: The demigoddess and the necromancer 14
The demigoddess and the necromancer 14

-Ay. Ay. ¡Ay! –se quejó Kai mientras Miruru trataba sus heridas.

-¡Estate quieto! –replicó ella.

-¡Es fácil decirlo pero...! ¡Ay!

-Ya he acabado –dijo la semidiosa, suspirando.

-Gracias –respondió el nigromante, tras lo que volvió a ponerse la chaqueta y se crujió los huesos del cuello- Ah. Mucho mejor.

-Gracias por prestárnosla –agradeció esta vez Miruru, devolviéndole a Seph una pequeña caja de metal en cuyo interior había algunos utensilios de primeros auxilios como vendajes y antisépticos.

-No hay de qué –contestó ella.

 

Sobre su regazo, descansaba Drake, durmiendo profundamente. Ella observó su rostro y suspiró. Tras esto, sonrió con ternura y acarició suavemente el pelo del joven.

-Buen trabajo –susurró.

-Ha sido un buen combate –comentó Kai.

-Aun así, no creo que se levante muy contento. Puede que no lo aparente, pero Drake se exige mucho a sí mismo, y ha entrenado muy duro para llegar hasta aquí.

-Seph –dijo Miruru, llamando la atención de la joven, quien seguía con la mirada fija en su pareja- Antes dijiste que odiáis el Radiar, ¿verdad?

-Sí. Cuando éramos pequeños, tanto él como yo fuimos capturados por el Imperio. Nuestras familias murieron durante la guerra, y a nosotros nos llevaron para utilizarnos como cobayas –se detuvo durante unos segundos para recordar lo sucedido, tragando saliva en el proceso- Aquello era la viva imagen del horror. Personas convulsionando por las grandes cantidades de Radiar que recibían; algunos llegando a transformarse, entre gritos de dolor, en engendros deformes. A los que lograban superar la inyección, se les sometía a todo tipo de pruebas, torturándoles hasta mostrar habilidades especiales o morir en el proceso. A veces, incluso recibían más inyecciones de Radiar.

Los más afortunados morían o se unían al ejército del Imperio. Por supuesto, no sin que antes le manipulasen la mente.

Éramos peor que el ganado. Nos dividían en sucias celdas de barrotes oxidados, expuestos a todo tipo de enfermedades, y nos encadenaban a la pared mediante una anilla enganchada a uno de nuestros tobillos.

-Es horrible –indicó Miruru.

-Al principio, tuvimos suerte. Hubo personas que se prestaron voluntarias para que experimentasen con ellos antes que con nosotros. Nos dijeron que lo preferían antes que ver a niños siendo torturados, pues, para ellos, no había distinción entre hombres, mujeres o niños.

Recuerdo que no poder parar de llorar ni temblar cada vez que escuchaba los gritos de dolor y súplica.

Drake se mantenía a mi lado, tranquilizándome y diciendo que todo saldría bien, que lograríamos escapar de allí y seríamos libres. Intentaba hacerme reír para que no prestara atención a los gritos, pese a que sabía los esfuerzos que él mismo hacía para no perder la razón.

Conforme pasó el tiempo, la ética dejó de importar. Daba igual que fuésemos unos niños, incluso señalaban nuestra celda, suplicando que nos cogiesen a nosotros primero para sobrevivir otro día más. La situación no podía ser más desesperante.

Un día, los guardias entraron en nuestra celda, abrieron la anilla que me mantenía presa y me agarraron del brazo. Pretendían llevarme a la sala de experimentación.

Por más que grité y pataleé, no se detuvieron, arrastrándome por el suelo e ignorando cualquier súplica.

Entonces, pegando un fuerte golpe en los barrotes con el que casi se fractura la mano, Drake consiguió llamar su atención.

Les dijo que si necesitaban llevarse a alguien, se ofrecía voluntario en mi lugar.

Puesto que les daba lo mismo quien fuese el primero, aceptaron, devolviéndome a la celda mientras gritaba su nombre, aferrándome a los barrotes como si esperara que fuese a servir de algo.

-¿Y cómo conseguisteis salir de allí? –preguntó Miruru, atenta a la historia de Seph.

-Hubo una explosión. No sabía de donde procedía, pero le sucedieron más, y una de ellas destruyó parte de la entrada.

A través del humo, apareció una persona. No pude distinguir bien cómo era, tan sólo sé que llevaba una máscara de gas.

Entonces, empezó a abrir una celda tras otra y a dar indicaciones para que nos marchásemos.

Yo salí corriendo a buscar a Drake, pero aquello se había convertido en un caos. Los presos huían hacia todas partes, estando a punto de aplastarme varias veces. Mientras tanto, los guardias luchaban contra otro grupo que llevaba la misma máscara e gas.

Quería llegar hasta él lo más rápido posible, sin importarme lo que costase, así que me armé de valor y atravesé el campo de batalla lo mejor que pude.

Al final, conseguí dar con la sala de experimentación y allí lo encontré. Inconsciente en el suelo, junto a uno de los guardias que se lo había llevado.

Probablemente, habían sido alcanzados por la onda expansiva de una de las explosiones,  ya que parte de la habitación estaba completamente destruida.

Me acerqué a él y comprobé que seguía vivo. No os podéis imaginar lo aliviada que me sentí al ver que seguía respirando. Lo cargué lo mejor que pude sobre mi espalda e intenté salir de allí.

Lo último que recuerdo de ese lugar es encontrarme con otro enmascarado que se encargó de cubrirnos y de llevarnos a un pasadizo por el que, según él, saldríamos al exterior.

Finalmente, cuando atravesé la última puerta que llevaba fuera, la luz me cegó. Llevaba tanto tiempo en malas condiciones que mis ojos habían olvidado la luz natural, por poca que fuese. Aunque eso era lo de menos. Para mí, lo más importante es que por fin éramos libres.

 

Kai los observó a ambos. Ella llevaba una larga melena pelirroja, recogida en una coleta, y pese a que, a primera vista, su piel parecía de lo más limpia y pura, si se fijaba en sus manos podía notar un gran desgaste, como si no correspondiesen a su edad.

 

Por otro lado, el tenía el pelo castaño y su piel era algo más morena, visiblemente más dañada que la de ella. Aunque, probablemente, era por lo que había comentado Seph: “ese chico es muy exigente consigo mismo”.

Estaba claro que ambos habían tenido que superar muchas cosas para llegar hasta allí, pero habían sido capaces de hacerlo juntos. ¿Acaso no era obvio el porqué?

 

De repente, la imagen de First y May se le vino a la cabeza.

 

Tiempo después, Drake despertó.

-¿Uh? ¿Qué ha pasado? –peguntó, algo desorientado.

-Parece que has recuperado la consciencia.

-Seph –una vez hubo recordado cómo había ido a parar allí, el chico desvió la mirada, avergonzado-. He perdido. Lo siento.

Ella negó con la cabeza.

-Idiota. Siempre te disculpas cuando no hace falta.

-¿Dónde está Kai?

-Se han ido hace un momento. Dijeron que no tardarían en volver.

-Ya veo. Todavía estoy un poco mareado –dijo el chico, apoyando de nuevo su cabeza sobre ella.

-Descansa un poco más.

 

“Cuando salieron del edificio la niña dejó al chico con cuidado en el suelo.

-¡¿Cómo has podido ser tan idiota?! –se quejó ella, llorando.

 

Él abrió los ojos lentamente e intentó incorporarse, apoyándose en la chica.

-¿Qué ha ocurrido? –preguntó, confuso.

-¡Hu-hubo muchas explosiones y todos comenzaron a correr! ¡Me liberaron y corrí hasta ti! ¡La gente luchaba y luchaba! ¡Era una locura!

-Siento que hayas tenido que cargar conmigo.

-¡Idiota! ¡Siempre te disculpas cuando no hace falta!

 

Sin rumbo concreto, los dos comenzaron a andar. El joven todavía necesitaba apoyarse en ella.

-Oye, Drake.

-Dime

-Prométeme que no volverás a apartarte de mi lado –pidió ella, con un tono entre enfado y tristeza.

-Te lo prometo –declaró él, con una leve sonrisa”

 

-¿Por qué nos hemos ido? –preguntó Miruru, mirando hacia atrás, donde se encontraba la pareja.

-He considerado mejor dejarlos a solas –respondió Kai, moviéndose entre el resto de participantes, quienes observaban el siguiente combate.

-Mm... –de repente, Miruru se detuvo- Oye, Kai, ¿crees que en el fondo nos odian?

-¿Por qué lo preguntas?

-Ya sabes. Por el Radiar.

-La verdad es que no les culparía si así fuese, pero creo que no es el caso. De hecho, diría que quienes los salvaron eran de Yohei Gakko.

-Aún así... –continuó ella, con algo de melancolía en su voz.

-No le des más vueltas –dijo él, acariciando su cabeza- Sea cual sea su opinión, no parecen personas que guarden rencor.

-Lo sé, es sólo que... no puedo evitar sentirme responsable sólo por poseer el Radiar.

-El Radiar es el Radiar y tú eres tú. Es posible que el ser humano empezase la guerra por él, pero eso no significa que todos queramos esto –antes su respuesta, ella permaneció en silencio- Será mejor que volvamos. Dentro de poco empezará el siguiente combate.

 

-¡A continuación, que se presenten los siguientes participantes! ¡Miruru y Nightwalker!

-¿Nightwalker? Que nombre más inquietante –dijo Miruru, levantando una ceja-. En fin, será mejor que me vaya.

-¡Miruru! –exclamó Kai, haciendo que la joven, en pleno camino hacia el área de combate, se girase- ¡Enséñales lo que vales!

 

Ya en el escenario, frente a la semidiosa, estaba Nightwalker, cuyo traje cubría parte de su rostro, ocultando nariz y boca. Sobre la cabeza, llevaba un sombrero negro con forma cónica, de base muy ancha y baja altura; sujeto a su barbilla mediante un cordel negro.

 

El resto del traje, del mismo color, se extendía hasta la planta de los pies, cubriendo prácticamente todo su cuerpo.

-¡¿Qu-qué clase de loco me ha tocado?! –se preguntó Miruru mientras su cola se movía nerviosamente de un lado para otro-. ¡Qué guay! –exclamó seguidamente.

-No entiendo los gustos de esta chica –comentó Kai, echándose una mano a la cabeza.

 

Por su parte, Nightwalker sacó dos cuchillos y cruzó ambos brazos delante de sí, poniéndose en guardia. Mientras tanto, la semidiosa seguía emocionada por lo que pudiese hacer su adversario.

-La muerte es el único camino que puedo darte –dijo Nightwalker con tono serio.

-¡Oh! ¡Me encanta esa frase! ¡Pero no pienso perder!

 

Poco después de que acabase su frase, Nightwalker corrió hacia ella apuntándola con sus armas.

 

Viéndose venir un ataque frontal, Miruru dibujó en el aire una línea vertical, provocando una abolladura en el techo que se agrandó hasta golpear la cabeza de su atacante, dejándolo inconsciente.

-¿Eh? –se sorprendió la chica.

 

La muchedumbre se quedó en silencio, sin embargo sus ojos no les mentían: Nightwalker había sido derrotado en apenas unos pocos segundos.

-¡La combatiente Miruru ha ganado el combate! –exclamó alegremente Marie

-¡¿Quéee?! –tanto Kai como Seph y Drake, quien había despertado justo para ver el combate, se sentían igual de desconcertados que el resto.

 

-¡Eh! ¡Kai! ¡Kai! ¡¿Has visto eso?! ¡De un solo golpe! –exclamó Miruru mientras ensanchaba el bíceps, orgullosa de sí misma.

-Buen trabajo –la elogió él-. Aunque la verdad es que ha sido algo...

-¿Decepcionante? –terminó la frase Seph.

-Sí, eso mismo. Parecía que el tal Nightwalker iba a dar más de sí.

-¡Ja! ¡Como si le fuese a dar tiempo! –respondió Miruru, con ambas manos en la cintura y una sonrisa de oreja a oreja.

-Jajaja...

 

Poco después, Marie salió al escenario para indicar quienes iban a ser los siguientes.

 

En ese momento, Kai se dio cuenta de que una de ellos era la chica con la que la juez le había aconsejado tener cuidado.

 

El combate fue corto. Cuando su contrincante se dispuso a atacar, fue cortado por la mitad en un instante. Un movimiento limpio y sin utilizar ningún arma.

-Esa chica... –empezó a decir Kai.

-¿Te fijaste en su rostro cuando lo cortó? Era la viva imagen del sadismo –señaló Drake.

-No tendría por qué haberle matado –comentó Miruru, poniendo una expresión seria.

-Por desgracia, no todos son tan indulgentes –sentenció el nigromante.

 

En el siguiente combate, le llegó el turno a Sephiria.

-Espero que le vaya bien –dijo Miruru.

-No te preocupes –dijo Drake-. Ganará.

 

Delante de Seph, había una mujer con escasa ropa, de colores oscuros, y que manejaba dos pistolas.

 

En sus antebrazos había sendos brazaletes de hierro, así como tobilleras del mismo material, y su rostro reflejaba decisión.

 

Por su lado, Seph realizó un pequeño movimiento con sus manos con el que las acercó a su cintura.

 

Así pues, el enfrentamiento dio comienzo, siendo la otra chica la primera en disparar. Un tiro que fue evadido por Seph, quien movió sus brazos de una forma un tanto inusual mientras corría, como iniciando una especie de danza.

 

Haciendo caso omiso de ello, la otra chica continuó disparando sin llegar a acertar de lleno a su oponente, aunque sí rozando su mejilla y su pierna derecha, provocando así que la goma con la que sujetaba su cabello se soltase y dejando caer su largo cabello pelirrojo.

-Eres buena, pero no podrás esquivar las balas durante mucho más tiempo. No sé que pretendes con ese movimiento de manos –se burló la tiradora, hablando por primera vez.

-Yo que tú, en lugar de tanto hablar, miraría por donde piso –respondió Seph.

-¡¿Qué?!

 

Desplazando una de sus manos hacia atrás, Seph logró que la otra chica se golpease contra el suelo, para, posteriormente, acabar levantada en el aire, quedando colgada por algún tipo de fuerza invisible.

-¡¿Qué está pasando?! –exclamó asustada.

 

Entonces, al fijarse más detenidamente, se dio cuenta de que había una multitud de algo brillante a su alrededor.

 

Se trataba de hilos, estratégicamente colocados de manera que habían formado una jaula alrededor en la que se había visto atrapada.

-¡Ugh! ¡Maldita seas!

-No es bueno tomarte a la ligera a tu oponente –dijo Seph, sonriendo.

-¡Esto aún no ha terminado! –contestó la pistolera, quien disparó al hilo que inmovilizaba sus piernas, deshaciéndose de él.

 

Tras esto, inició un nuevo ataque contra Seph, no obstante, sus pistolas fueron enganchadas con más hilos desviándose la trayectoria de sus disparos.

-¡Lo siento, pero te equivocas!

 

Con otro movimiento de manos, consiguió enganchar de la cintura a su contrincante, tras lo que giró sobre sí misma y la lanzó por los aires hasta terminar impactando con su espalda contra el suelo, quedando inconsciente.

-¡Y Sephiria se lleva la victoria! –anunció Marie.

 

-¡Eso ha estado genial! –se alegró Miruru, quien corrió a abrazar a Seph.

-Buff, estaba un poco preocupada por esas pistolas. Si una de las balas me hubiese alcanzado puede que no estuviese aquí contándolo.

-Bueno, lo importante es que has ganado –sentenció Drake.

-Supongo que sí.

 

Tras esto, los combates continuaron hasta que la juez dio por finalizado el día.

-Mañana continuaremos con el torneo, donde se enfrentarán los ganadores de hoy. Mucha suerte a todos.

 

-En fin, será mejor que volvamos, Miruru –dijo Kai, viendo como tanto vencedores como aquellos vencidos que habían sobrevivido, iban abandonado el lugar del evento.

-De acuerdo –contestó su compañera, girándose hacia Drake y Seph, quienes también se disponían a marcharse- Espero veros mañana, también.

-Por supuesto. Al contrario que éste yo sigo en el torneo.

-¡Oye, Seph! –dijo Drake, poniendo un tono de voz cómico parecido al de un niño pequeño- ¡No seas tan cruel conmigo!

-¡Te lo mereces! ¡Por haber perdido!

-¡Pero si dijiste que no pasaba nada! ¡Jo!

 

Entre risas, las dos parejas se separaron. Por su parte, Kai y Miruru se encontrar con Anna a la salida.

-Habéis hecho un buen trabajo. Os felicito.

-Admito que no me lo esperaba. Que vinieses a decirnos eso, me refiero –dijo Kai, levantando una ceja.

-En realidad en venido por algo más.

-¿Qué? –se extrañaron los dos.

-He de avisaros de que tengáis cuidado. Es posible que ya os hayan dicho algo, pero han estado corriendo rumores de que en este torneo se están llevando a cabo ciertos asuntos algo turbios.

-¿Más que el propio torneo en sí? –preguntó Kai.

-Ahórrate las bromas. El caso es que puede que esos rumores ser más ciertos de lo que parecen, y no sería la primera vez que ocurre algo así. En cualquier caso, no sería extraño que intentasen ir a por alguno de los ganadores de hoy.

-No soy de los que se deja pillar tan fácilmente –respondió el nigromante.

-Me hago una idea, pero ellos tampoco os lo pondrán fácil –sentenció Anna, mientras pasaba por delante de ellos a fin de marcharse de allí- En fin, nos vemos mañana. Buena suerte.

 

Sin añadir nada más, desapareció de su vista.

32: The demigoddess and the necromancer 15
The demigoddess and the necromancer 15

Al día siguiente, los combates se sucedieron sin que ocurriese nada relevante.

 

Los adversarios de Kai, Miruru y Seph no les presentaron problemas, hasta el punto en que el nigromante ni siquiera tuvo que hacer uso de Hel.

-Ya estoy aquí –dijo Miruru, sentándose junto al resto.

-Buen trabajo –le respondió su compañero.

-No es que haya dado mucha guerra. Lo único que hacía era hablar y provocarme. Como si pretendiese que yo atacase primero. Así que eso he hecho y, a la nada, ya estaba en el suelo –explicó mientras suspiraba y se encogía de hombros- Prefiero a ése que parecía un ninja. Al menos, molaba cómo vestía.

-En serio, déjalo estar –pidió Kai.

-Pero Miruru, tu poder es increíble –comentó Seph-. Ambos sois usuarios de Radiar, ¿verdad?

-Sí.

 

Al escuchar la respuesta de la semidiosa, Kai se fijó en la expresión melancólica que acababa de poner. Probablemente, todavía le seguía dando vueltas a la opinión que tenían los otros dos sobre el Radiar.

 

Entonces, se escucharon vítores entre la muchedumbre.

 

Acababa de finalizar otro combate en el que el luchador ciego había salido victorioso.

-Ese hombre también es bastante fuerte. Espero que no os topéis con él hasta la final –comentó Drake.

 

Sin esperar a que Marie anunciase el ganador, aquel hombre se marchó del área de combate, dejando paso al siguiente encuentro.

 

Siguiéndole con la mirada, a Kai le pareció ver cómo alguien iba detrás de él.

-¿Ocurre algo? –preguntó Miruru al notar la inquietud del chico.

-No, no es nada...

 

Así pues, la siguiente fase del torneo terminó y tanto Kai como Miruru se despidieron de Drake y Seph, tras lo que subieron las escaleras que llevaban al exterior.

-¿Estás bien? Te he notado un poco raro antes –dijo Miruru.

 

En ese instante, el chico puso un dedo sobre los labios de ella, haciendo que se detuviese.

-Parece que han empezado a moverse –indicó Kai.

-¿De qué hablas? –preguntó ella, confusa.

 

Sin decir nada más, Kai agarró su mano y echó a correr, escuchándose poco después pasos a sus espaldas.

 

“Vienen desde varios sitios. Así no puedo saber bien dónde están”, se quejó internamente el joven.

 

-Nos esconderemos en ese callejón –susurró el nigromante.

 

Girando por una esquina, llegaron a un estrecho pasadizo situado entre dos edificios, en cuyas paredes se apoyaron mientras vigilaban la calle por la que habían venido.

-Entonces lo que decía esa mujer era cierto –comentó Miruru, refiriéndose a las palabras de Anna del día anterior.

-Me temo que sí, y no creo que seamos los únicos a los que persiguen –respondió Kai, recordando a la persona que había visto seguir al luchador ciego.

 

De repente, una sombra aterrizó, apareciendo desde arriba, justo a su lado, lo que sorprendió a ambos, apenas dándoles tiempo a reaccionar, consiguiendo evitar su ataque por poco.

 

En respuesta, Kai intentó contraatacar, pero dicho intentó fue evadido fácilmente.

-¡Kai! –exclamó Miruru, quien esta vez tomó la iniciativa de agarrar la mano de su compañero y escapar de allí. Por poco tiempo, pues no tardaron en verse rodeados por cinco más.

-Dos contra cinco, ¿eh? ¿No os parece injusto? –preguntó la chica.

-Tenéis que venir con nosotros. Si no es por las buenas, será por las malas –dijo uno de ellos.

-No tienes que repetírmelo dos veces –contestó Kai, zanjando así la conversación.

 

Tras esto, analizó la situación en la que se encontraban. Debido a la oscuridad que había en ese momento, el sentido de la vista estaba bastante limitado, lo que podía ser un inconveniente, sobre todo para Miruru. Pese a ello, la soledad de las calles adyacentes les permitiría luchar sin tener en cuenta la seguridad de los demás.

 

Cortando su línea de pensamiento, dos de sus atacantes corrieron hacia él.

-¡Segundo espíritu: Faith! –exclamó, poco antes de que ambos quedasen petrificados, lo que aprovechó para golpearles fuertemente en la cabeza y dejarles sin conocimiento.

-¿Qué ha sido eso? –preguntó Miruru, mientras lograba esquivar, a duras penas, el ataque de otro.

-Faith petrifica a todo aquel que toca durante un tiempo. En combate, puede ser una gran ventaja –explicó rápidamente Kai.

-¡Qué guay!

-¡No te distraigas!

 

Justo en ese momento, fue atacada por la espalda. Sin embargo, el golpe fue desviado  utilizando la llave que le había enseñada Kai, noqueando a su oponente una vez en el suelo.

-¡Lo he hecho Kai! –exclamó, contenta.

 

Mientras tanto, Kai, falto de tiempo para poder elogiarla, se defendía como podía de las acometidas de los que quedaban.

 

Uno de ellos consiguió alcanzarlo, empujándolo unos pocos pasos hacia atrás y dejándolo a merced de otro, que lo sujetó de los hombros para inmovilizarlo.

-¡Mierda! ¡Si al menos pudiese ver claramente! –se quejó Kai, mientras recibía un par de golpes en el estómago.

 

Fue entonces cuando algo golpeó a los tres, dándole la oportunidad de liberarse.

-¡Lo siento, Kai! –exclamó Miruru.

 

El chico se levantó como mejor pudo, dirigiéndose hacia uno de los otros dos que también habían sido derribados y noqueándolo de una patada

-¡No importa! ¡Gracias por ayudarme! –respondió a la disculpa de su compañera.

 

Tras esto, tan sólo quedaba uno, encaró a él sin que ninguno de los dos se atreviese a mover un solo músculo. Segundos después, fue su oponente quien tomó la iniciativa, acometiendo de frente contra el nigromante y golpeándole fuertemente en la mejilla, de manera que éste cayó inconsciente.

-¡Kai! –se asustó Miruru, echando una mirada de ira a su enemigo- ¡Maldito! ¡Voy a enseñarte lo que pasa cuando me enfado!

 

Justo cuando se disponía a atacar, Kai apareció por la espalda, arremetiendo contra él y logrando que se golpease de frente contra el suelo.

-¡Cuarto espíritu: Lein! –dijo, mientras su cuerpo inconsciente desaparecía, desvelándose así como una de las ilusiones del espíritu.

 

Sorprendida, la semidiosa respiró aliviada.

-Me has asustado, ¿sabes? –se quejó.

-Lo siento –se disculpó él.

 

Entonces, sin tan siquiera dar muestras de mareo, Miruru se desplomó.

-¡Eh! ¡¿Qué es lo que...?! –intentó decir Kai, sintiendo al instante un fuerte dolor en el cuello, seguido de debilidad corporal e inconsciencia, quedándose todo oscuro a su alrededor.

 

-Kai. Kai, despierta.

 

Lo primero que notó fue una mano, o al menos eso parecía, dándole pequeños golpecitos en su hombro. Poco a poco, y con gran esfuerzo, abrió los ojos hasta distinguir el rostro de Seph.

-¿Seph? ¿Qué haces aquí? –preguntó con voz débil y algo más grave de lo normal.

-Pues diría que lo mismo que tú. Creo que hemos sido secuestrados o algo así –explicó la joven.

 

Levantando la mitad de su cuerpo con ayuda de ella, observó dónde estaba.

 

Ante él se encontraba una habitación vacía y de paredes totalmente blancas. No se apreciaban ventanas y la única vía de entrada o salida era un gran portón de hierro.

 

Una vez disipado el mareo, pudo ver que él y Seph no eran los únicos allí.

 

Al lado de la chica también estaban Drake y Miruru, y, más alejados, el luchador ciego y aquella chica que solía matar a sus oponentes al finalizar los combates.

 

Como detalle, cayó en la cuenta de que todos tenían las manos esposadas.

-¿A vosotros también os atacaron? –preguntó Kai.

-Sí. Aunque, al parecer, tan sólo me buscaban a mí –explicó Seph- Drake me protegió y entre los dos logramos vencerles, pero algo nos golpeó por la espalda y nos dejó inconscientes.

-Probablemente, el primer grupo era sólo una distracción. Sabían a lo que venían y que nos defenderíamos bien. Curiosamente, aquí sólo nos encontramos cinco de los dieciséis que quedábamos en el torneo, además de Drake, a quien buscaban secuestrar pero a quien prefirieron mantener encerrado por si las moscas –especuló Kai.

-Entonces...

-¿Recuerdas los rumores de los que nos hablaste? Nuestra contratante nos avisó de que tuviésemos cuidado, pero no esperaba que enviaran un primer grupo de distracción. He sido descuidado –continuó Kai- Es curioso que ella también dijese que los de su mismo estatus eran más fiables que los civiles normales.

-Lo creas o no, esa mujer tiene razón.

 

Al escuchar aquella voz, todos giraron la cabeza hacia el foco, cayendo en la cuenta de que se trataba de la otra chica, sentada al lado del luchador ciego.

-Gente como nosotros actúa por su cuenta, pero tenemos nuestro propio honor.

-¿Y tú eres? –preguntó Miruru.

-Runya. Eses es mi nombre.

-¿Quieres decir que esto es obra de alguien ajeno al torneo?

-No me refiero a eso, pero no negaría la posibilidad de que hubiesen sido “convencidos”.

-En cualquier caso, sea quien sea el que nos haya traído hasta aquí, deberíamos buscar alguna forma de escapar –propuso Kai.

-En eso coincido contigo. Comenzaremos por quitarnos estas ridículas esposas -dijo Runya mientras realizaba un ligero movimiento con sus dedos y rompía el objeto metálico.

-Mucho mejor. –continuó, crujiéndose las muñecas-. Por cierto, antes de nada, me gustaría saber vuestros nombres completos, no considero justo que haya dado el mío y todavía no os conozca.

-¿Nombre completo? –preguntó Seph, extrañada.

-Entiendo, así que vienes de Yohei Gakko –dijo Kai.

-Eso forma parte del pasado –contestó Runya, quien hizo un gesto con las manos en señal de que procedieran a decirle sus nombres.

-Yo me llamo Kai y ella es Miruru –señaló el nigromante-. Esos son nuestros nombres.

-¿Y vosotros dos? –preguntó Runya, refiriéndose a Seph y Drake.

-Mi nombre es Sephiria Cromwell y el es...

-Drake Edan, para servirla señorita –el chico se acercó y besó su mano-. Ahora que la veo de cerca me doy cuenta de que es una preciosidad, estoy seguro de que...

 

Un pie acabó en la cara de Drake provocando que su cabeza se golpease contra el suelo.

-¡Huh! –enfadada, Seph desvió la mirada hacia el lado opuesto.

 

En respuesta, la única reacción que mostró Runya fue absoluta indiferencia.

-Sólo quedas tú –continuó, girándose hacia el luchador ciego, quien no había movido ni un solo músculo desde que estaban ahí, y que siguió en silencio ante la pregunta de la chica.

-No eres muy hablador, ¿eh?

-Valer –contestó secamente.

-Bien. Ahora que todos nos hemos presentado... –mientras hablaba, Runya se levantó, dejando caer al suelo lo que quedaba e las esposas.

 

Al observarlas más detenidamente, Miruru se dio cuenta de que habían sido cortadas limpiamente, lo que le extrañó.

-¿Tú también eres una semidiosa? –preguntó.

-¿Y qué si lo soy? Eso no me convierte en amiga tuya –respondió Runya, de forma desagradable, tras lo que se dirigió al portón de hierro y comenzó a examinarlo

-Tienes razón –susurró Miruru-. Yo no sería capaz de matar como lo haces tú.

 

Mientras tanto, Kai observó a ambas, acariciando sus muñecas para disipar el escozor dejado por las esposas, y dejando escapar un suspiro.

 

-¿Qué es todo eso de Yohei Gakko? –preguntó Seph, confusa.

-Es una larga historia, pero para hacerte un ligero resumen, podrías considerarla una gran fuente de poder dependiente del Radiar –dijo Kai, lo que no ayudó mucho a resolver sus dudas- Por cierto, ¿está bien? –preguntó, señalando a Drake, quien seguía en el suelo.

-¿Esto? Sí, no merece la pena que te preocupes por él –respondió Seph con una sonrisa irónica, por lo que Kai decidió no tocar más el tema.

 

Por otro lado, se acercó a su compañera, que parecía decaída desde su pequeña conversación con Runya.

-¿Qué ocurre? –preguntó.

-Hacía tiempo que no veía a alguien como yo y... me siento decepcionada por ser alguien como ella.

-Entiendo lo que quieres decir, pero, como ya te dije antes, cada persona es como es. No es algo fácil de cambiar. Además, ahora nuestro principal problema es saber cómo salir de aquí.

 

Levantándose también de su sitio, el nigromante fue donde se encontraba Runya.

-Llevas varios minutos mirando el portón, ¿necesitas ayuda?

-Kai, ¿verdad? Tan sólo estaba intentando entender su estructura.

-Ajá. ¿Y? ¿Algo interesante?

-Pues, por lo que he podido ver, no será tan fácil romperlo como las esposas. Probablemente sea más sencillo romper la pared. Puede que haya alguna zona más frágil.

-Ya veo.

 

Habiendo escuchado su propuesta, el joven informó sobre ella al resto, dividiéndose y buscando algún indicio que les permitiese saber que parte era la más adecuada para romper. El único que no se unió a la búsqueda fue Valer, quien permaneció sentado en el mismo sitio.

-¿Qué le pasa a ese tipo? Podría echar una mano –se quejó Drake, quien todavía tenía la marca del calzado de Seph en la cara.

-Olvídalo, Drake. Nosotros a lo nuestro –le ordenó su pareja, todavía con un tono de voz que mostraba enfado hacia él.

 

Tras un buen rato buscando., el grupo desistió.

-Es inútil, no existe ninguna zona con aspecto de que vaya a ceder –dijo Seph.

-Tenemos que seguir buscando, no podemos rendirnos ahora –les animó Kai.

-¿No podríamos usar nuestro poder? –preguntó Miruru dirigiendo la mirada hacia Runya-. Estoy segura de que podrías destruir esa puerta con un poco de esfuerzo.

-Si quieres hacerlo adelante, considero mejor buscar el camino fácil.

-¡¿Fácil?! ¡¿Llamas fácil a pasarse horas buscando algo que no existe?!

-¡Entonces, ¿por qué no intentas tú misma destruir la puerta?! ¡A ver si de verdad es tan fácil!

-¡Por supuesto que lo haré! ¡Porque me preocupa la vida de los demás! ¡No soy tan egoísta y cómoda como para hacerlo todo de otra manera sólo porque requiere un poco de esfuerzo! ¡Además, no me fío de ti!

-Ja ja –Runya rió con sarcasmo- ¡Así que ése es el verdadero problema, ¿verdad?! ¡No te gusta mi forma de vida y por eso desconfías de mí, ¿no?!

-¡¿Quién podría confiar en una asesina?! –gritó con fuerza Miruru.

-Eh, Miruru –intentó calmarla Kai.

 

Sin embargo, el sonido de la pared destruyéndose acabó con la discusión, haciendo que todos se girasen y alzasen la guardia.

-Si habéis terminado de discutir, podemos salir de aquí –dijo Valer, quien se encontraba delante de un gran boquete que acababa de hacer.

33: The demigoddess and the necromancer 16
The demigoddess and the necromancer 16

Sin añadir nada más, Valer se introdujo por el boquete que acababa de abrir.

-¿Recordáis lo que dije antes sobre este tipo? Olvidadlo –dijo Drake.

 

Siguiendo al luchador ciego, llegaron hasta otra habitación completamente diferente a la que acababan de dejar. Era mucho más pequeña y poseía una ventana en una de sus paredes, junto a un escritorio y un par de sillas de madera al lado. En otro rincón, había una estantería del mismo material, vacía.

-¿Un despacho? –supuso Seph, por su aspecto.

-Por aquí se puede salir –indicó Kai abriendo una puerta situada en la pared opuesta a la ventana.

 

Al salir, frente a ellos apareció un alto y extenso pasadizo que giraba más adelante.

-¿Qué es este lugar? –preguntó Drake.

-Diría que no estamos muy lejos de donde nos secuestraron –señaló Runya.

-¿Y no habría sido más fácil matarnos?

-Probablemente tenían planeado hacerlo aquí para llamar menos la atención. Puede que incluso tras haber sido descalificados de la siguiente fase, ya que en caso de hacerlo antes, si el resto de líderes consiguen descubrirles, tendrás menos argumentos con los que defenderse –contestó Kai-. En cualquier caso, para ellos es más importante nuestra salida del torneo que nuestra muerte.

 

Así pues, continuaron avanzando por el único camino que había, dominado por el silencio, hasta que, de repente, Valer se detuvo.

-¡Cuidado! –exclamó.

 

Una placa de hierro apareció desde el suelo, justo debajo de ellos, obligándoles a saltar.

 

Una vez esquivado el obstáculo, fueron capaces de observar mejor la situación, descubriendo un gran muro ante ellos, ocupando el alto del pasillo.

-¡¿Qué ha sido eso?! –exclamó Drake.

-¡Miruru y la otra chica están al otro lado! –exclamó Kai.

-¡Eh, detrás! –exclamó Seph, haciendo que los otros tres se girasen.

 

En el punto señalado por ella, se encontraba un grupo de personas de aspecto poco amistoso.

-¡Son los que nos atacaron! –declaró Drake.

 

-¡Kai! ¡Kai! –gritó Miruru desde el otro lado, golpeando el muro que les separaba.

-Yo que tú estaría más atenta a otra cosa –dijo Runya quien, al igual que Seph, acababa de encontrarse con el enemigo- Supongo que no nos queda otra que luchar –añadió, poniéndose en guardia.

 

 

En ese momento, uno de los atacantes tomó la iniciativa, abalanzándose sobre ella. Entonces, mediante un gesto horizontal con el brazo, la joven provocó una fuerte ráfaga de viento que lo impulsó hacia arriba, haciendo que se golpease fuertemente la cabeza contra el techo.

-¡¿Control del viento?! –preguntó Miruru al ver la habilidad de Runya.

 

Aprovechando su distracción, dos más la atacaron. Por suerte, la semidiosa logró recuperar la concentración a tiempo y consiguió esquivarles, elevando ambos brazos acto seguido, de manera que parte del suelo fue levantado como una alfombra, enrollándose hacia ellos, atrapándolos e inmovilizándolos. Entonces, mediante otro gesto con la mano, hizo que el centro del muro que dividía el pasillo se aboyara, golpeando a varios de sus adversarios.

 

Una vez volvió la vista de nuevo hacia Runya, la descubrió alineando a varios de enemigos contra la pared. Ellos intentaban liberarse sin éxito de la fuerza invisible que los mantenía retenidos.

 

En ese instante, Runya se dispuso a darles fin.

-¡No! ¡Espera! –gritó Miruru, tratando de detenerla.

 

Sin embargo, con un simple movimiento, los cuerpos de aquellas personas fueron descuartizados, salpicando sangre sobre su asesina, en cuyo rostro se dibujó una maliciosa sonrisa.

 

Miruru no pudo más que quedarse petrificada ante aquella escena, creciendo en ella un profundo sentimiento de rabia.

 

Sin pensárselo dos veces, se lanzó contra ella, embistiéndola contra el suelo, agarrándola de los hombros y zarandeándola con fuerza.

-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tenías que matarlos?! ¡¿Acaso era necesario?! ¡Contesta! –exclamó la semidiosa, casi histérica.

 

Por otro lado, Runya había vuelto una expresión de indiferencia.

-Para mí todos son iguales –dijo con frialdad.

-¿Qué?

-Todos ellos son el enemigo. Irán a por mí con intención de matarme, así que lo único que hago es defenderme.

-¡Pero...! –intentó replicar Miruru, siendo interrumpida por Runya.

-Matar antes de que te maten es algo natural. Matar a quien ha asesinado a un ser querido, también. Supervivencia, venganza... ojo por ojo, diente por diente... si no vives de esa forma, no sobrevivirás en un mundo como éste. Seguro que a ti también te ha pasado algo parecido.

 

En ese momento, a Miruru le vinieron imágenes de cuando su mente se nubló por la ira hacia quienes mataron a su amigo lobo. Entonces, la soltó.

-Lo imaginaba –comentó Runya mientras se incorporaba.

 

-Hah... hah...

-¿Ya no hay más? –preguntó Seph, girando sobre sí misma con nerviosismo.

-Creo que no –respondió Kai.

-Y nosotros sin nuestras armas –señaló Drake.

-Parece que han sido lo suficientemente inteligentes de quitároslas mientras estabais inconscientes –añadió Kai.

-Bueno, quizás las encontremos en alguna habitación de este sitio –dijo Seph, esperanzada.

En ese momento, Valer se acercó a uno de los atacantes derrotados, aunque todavía consciente, y lo levantó en el aire.

-Necesitamos información –dijo el luchador ciego, con voz autoritaria.

-No pienso decirte nada –replicó el enemigo.

-Me lo esperaba –dijo mientras volvía a dejarle en el suelo y se crujía los huesos de las manos.

 

Al cabo de un rato, se reunió con Seph, Drake y Kai.

-¿Y bien? –preguntó el nigromante.

-He conseguido que me hable sobre este lugar y dónde están vuestras armas. También me ha dicho que nos encontramos en uno de los edificios adyacentes al subterráneo donde se desarrolla el torneo. Según parece, pertenece a uno de los líderes clandestinos, un tipo llamado Arks. Junto a él hay otros dos líderes involucrados.

-¿Dos más? –preguntó Drake.

-Seguramente, hayan llegado a un acuerdo para compartir el poder una vez ganen el torneo –explicó Kai.

-En cuanto dónde están vuestras armas. Ha dicho que más adelante el pasillo disminuye en altura y luego se bifurca. Si giramos a la izquierda, veremos una habitación vigilada donde las guardan –dijo Valer.

-Al final eras un buen tipo –dijo Drake con lágrimas en los ojos.

-Drake, me estás dando vergüenza ajena –se quejo Seph.

-¿Cómo lo has convencido para que te diese esa información? –preguntó Kai.

-Tengo mis métodos –contestó el ciego, secamente, por lo que Kai prefirió no indagar más.

-En cualquier caso, gracias.

-No hay de qué.

 

Así pues, continuaron por donde les había dicho el enemigo hasta llegar a la bifurcación.

 

Allí, apoyado sobre la pared, de manera que no fuese visto, Kai inspeccionó el terreno para evaluar la vigilancia de la habitación. Junto a la puerta, sólo llegó a divisar a dos personas, una a cada lado de ésta.

 

Tras hacer a sus compañeros una señal para que lo esperasen, camino sigilosamente, pegado a la pared sobre la que apoyaban sus espaldas los guardias.

 

Cuando se hubo situado lo más cerca posible de ellos, les atacó, noqueándolos en segundos. Tras esto, hizo otra señal para llamar a los demás.

 

Una vez atravesada la puerta, la cual tuvieron que romper, se encontraron con un pequeño almacén.

 

Pese a que no era muy grande, había un gran número de estanterías con armas de todo tipo guardadas sobre sus estantes.

-Genial –se quejó Drake- ¿Cómo vamos a encontrar las nuestras?

-Lo que yo me pregunto es cómo pueden haber tantas. –preguntó Seph mientras comenzaba la búsqueda.

-Diría que todas son para vender –dijo Kai.

-¡¿Planeaban vender nuestras armas?! –se escandalizó Drake.

-Algo así.

-¡No! ¡No! ¡Eso sí que no! ¡Mis explosivos no los toca nadie!

-Entonces sólo tenemos que encontrarlos y salir de aquí. Y cuanta más prisa nos demos, mejor –apremió Valer.

 

Por otro lado, Runya y Miruru avanzaron por otro de los múltiples pasillos de ese edificio, llegando al punto de considerarlo un laberinto.

 

Miruru caminaba unos pasos detrás de la otra chica, envuelta en sus pensamientos.

“-No me importa. Pensase lo que pensase en el pasado, sigo sin estar de acuerdo contigo.”

 

Seguía dándole vueltas a la discusión que habían tenido, así como a lo último que le había respondido a Runya.

-Hay una puerta más adelante. Vamos –dijo Runya, sacándola de su ensimismamiento.

 

Tras cruzarla, llegaron a una habitación del mismo tamaño que la primera en la que habían estado. Frente a ellas, y ocupando el centro de la sala, había escaleras que llevaban a niveles superiores e inferiores. La principal diferencia entre unos y otros, es que los superiores podían ser vistos desde donde estaban, ya que el techo se encontraba a una altura superior.

 

Apiladas ordenadas en filas separadas, había numerosas cajas, ocupando casi todo el resto de la sala.

-Debe de ser algún tipo de mercancía –determinó Runya.

-¿Radiar? –sugirió Miruru.

-A saber.

-¡Espera! ¡Creo que he visto a alguien! –advirtió Miruru, lo que las llevó a buscar un sitio en el que esconderse.

 

Entre dos filas de cajas, había un grupo de hombres hablando. En concreto, uno de ellos, probablemente de rango superior, parecía estar dándoles una serie de órdenes. Éste tenía el pelo plateado, salvo por el flequillo, color negro; era de complexión delgada, aunque fuerte, y su expresión denotaba arrogancia.

-Je –dejó escapar Runya.

-¿Qué te hace tanta gracia? –preguntó Miruru.

-Le conozco –dijo señalando al hombre de pelo plateado- Es mercenario. Deben de haberlo contratado para secuestrarnos y evitar que escapemos. Los demás supongo que serán sus subordinados.

-¿Subordinados? Creía que los mercenarios trabajaban solos –se extrañó Miruru.

-A veces forman grupos. Como manadas. El más fuerte toma el papel de líder y así establecen un orden. Manteniendo ese orden y cooperando entre ellos, consiguen ciertas ventajas a la hora de trabajar. En cualquier caso, si él está aquí, puede que la salida esté bajando esas escaleras.

-¡¿Y qué hay de los demás?! ¡¿Los vas a dejar tirados?! –preguntó Miruru

-¿Insinúas que deberíamos volver a buscarlos? Creo que son lo bastante listos como para arreglárselas solos. Además, si volviésemos, nos estaríamos poniendo en peligro.

-Entonces iré yo.

 

Runya miró de reojo a Miruru, quien había dado la vuelta.

-¿Qué estás haciendo?

-Ellos también quieren salir de aquí. No puedo abandonarlos, y mucho menos a Kai. El me ha ayudado cuando lo necesitaba, ¿qué clase de compañera sería si no hiciese lo mismo por él?

 

Runya rió.

-Eres demasiado buena.

-¿Eh? –Miruru se sorprendió por aquel repentino cambio de actitud.

-No quieres matar pese a que intenten matarte, y quieres ayudar a los demás pese a las consecuencias. Además, tienes carácter y eres impulsiva. Pareces del tipo de persona que hará grandes cosas en el futuro, pero déjame decirte algo –Miruru permaneció en silencio- Nosotros, los semidioses, tenemos un poder increíble, pero este conlleva una gran carga. Asegúrate de no arrepentirte cuando lo uses.

-Parece que estáis teniendo una bonita charla, ¿os importa si me uno? –dijo una voz cerca de ellas.

 

Al girarse, se toparon con los mercenarios que habían visto antes, incluido el de pelo plateado, provocando que ambas levantasen las manos de forma amenazante.

-Vamos, vamos, señoritas. No hace falta ponerse así –dijo el hombre de pelo plateado, intentando calmarlas. Entonces, desvió la vista hacia Runya- Cuanto tiempo, Runya.

-¿Quién me iba a decir que nos encontraríamos aquí, Jake?

-El mundo es un pañuelo. Supongo que ya te habrás imaginado por qué estoy aquí.

-El trabajo es el trabajo, ¿no? –contestó la chica.

-Lo mismo para ti, ¿me equivoco? –añadió Jake, esbozando una sonrisa- Bien, siento aguaros las fiesta, pero me temo que no voy a poder dejaros escapar. Espero que lo entendáis.

 

Tras esto, aparecieron más mercenarios a espaldas de las dos semidiosas, cortándoles la retirada.

-Tenéis dos opciones: la primera es entregaros pacíficamente y volver a la habitación de la que escapasteis. La segunda es la de resistiros y tener que usar la fuerza para reduciros, pudiendo llegar a mataros en el intento.

-Jajaja –rió Runya- No puedo dejar de reír de lo estúpido que suenas.

 

Al oír esto, Jake suspiró profundamente.

-Entiendo pues que habéis escogido la segunda opción –declaró, se encogió de hombros-. Ya os arrepentiréis luego.

 

Sin necesidad de una señal por parte de Jake, los mercenarios se lanzaron contra las dos, quienes lograron zafarse de ellos introduciéndose por los estrechos huecos que había entre los montones de cajas.

-Será mejor que busquemos un espacio más abierto –sugirió Runya.

-Me parece bien –respondió Miruru, mientras veía a más mercenarios rodeándolas.

 

Entonces, sin dejar de correr, cruzó sus brazos horizontalmente, haciendo que varias cajas se abalanzasen sobre ellos, derribando así a algunos.

 

Por su parte, Runya se defendió haciendo que saliesen volando por un fuerte vendaval o acabasen con cortes en todo el cuerpo.

 

Así, finalmente alcanzaron una zona en la que pudieron cubrirse las espaldas y hacer frente a sus perseguidores.

 

Por otro lado, los mercenarios continuaron atacando sin descanso pese su escaso éxito, pues por más que lo intentaban no lograban reducirlas.

 

La defensa de ambas parecía inexpugnable. Ya fuese por el viento de Runya, que impedía avanzar a todo aquel que se acercase, o por el poder de Miruru quien los levantaba en el aire y los noqueaba golpeándoles en la barbilla.

-No está mal –la halagó Runya sin desviar la vista del enemigo.

-Lo mismo digo.

 

La semidiosa que controlaba el viento, fue elevada con la ayuda Miruru, quien hizo que el suelo se modificase hasta formar un pilar debajo de sus pies. De esa forma, con un mayor radio de acción gracias a la altura, Runya logró que sus adversarios fuesen retenidos boca abajo contra el suelo, debido a la presión ejercida por su poder.

-¡Sois unos inútiles! –se burló la semidiosa

 

Fue en ese momento cuando escuchó el grito de Miruru, quien acababa de ser golpeada por unos guantes de acero, propiedad de Jake.

-¡Cough! ¡Cough! –habiendo sido alcanzada en el esternón, durante unos instantes se le cortó la respiración, provocando que arquease su espalda y comenzase a toser con fuerza.

 

Posteriormente, el hombre la golpeó en la mejilla haciéndole un pequeño corte en el labio y consiguiendo que se arrodillase.

-¡No importa lo poderosas seáis! ¡Si no os doy tiempo a reaccionar no os servirá de nada! –exclamó Jake, quien parecía estar disfrutando de ese momento.

 

Mientras tanto, Runya intentó lanzar una ráfaga de viento contra Jake, pero, de forma repentina, una de sus piernas le falló, perdiendo el equilibrio.

-¡No! –gritó, golpeándose la espalda contra el suelo- ¡Agh!

-¡Oh! ¡Así que has llegado a tu límite! ¡Qué pena! –se burló Jake.

 

Miruru levantó la vista, sin entender bien lo que acababa de pasar.

-Te estás preguntando por qué digo esto, ¿verdad? –dijo el mercenario, al darse cuenta de su expresión- El uso de una habilidad generada por el Radiar provoca que éste fluya con mayor rapidez sobre el sistema nervioso, degradando e incluso destruyendo neuronas. A veces, incluso puede ir más allá. Un arma de doble filo que causa un daño irreversible –explicó.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Miruru.

-En el pasado, esa chica salvó la vida de alguien utilizando una gran parte de su poder. Cómo consecuencia, recibió un gran daño en el sistema nervioso.

 

“Asegúrate de no arrepentirte cuando lo uses”, recordó Miruru.

-Pero, en fin, son cosas que pasan. No creáis que disfruto con estas cosas –mintió descaradamente-, pero tampoco voy a desaprovechar la ocasión. El trabajo es el trabajo, ¿no es cierto, Runya?

 

Justo en ese instante, como surgida de la nada, apareció una gran mano esquelética.

-¡¿Qué es esto?! –exclamó Jake sin poder reaccionar ante el golpe que recibió de ésta, llevándole a chocarse contra varias cajas.

-Esa mano. ¡No puede ser! –dijo Miruru, alegremente.

 

Haciendo su entrada por otra de las puertas que llevaban a aquella sala, apareció Kai, seguido de Valer, Seph y Drake.

-¡Ni se te ocurra tocar a mi compañera! –gritó el chico.

34: The demigoddess and the necromancer 17
The demigoddess and the necromancer 17

- ¡Kai!

El grupo se acercó hasta donde se encontraban sus dos compañeras.

- ¡¿Estás bien?! – preguntó Kai.

- Sí, no te preocupes por mí... – diciendo esto Miruru posó una mano sobre su pecho – Cough...cough...

- Descansa aquí.

- No, espera. Runya. ¿Qué tal está ella?

- Parece que ha recibido un fuerte golpe pero está bien – comentó Drake mientra él y Seph la ayudaban a incorporarse – ¿Puedes ponerte en pie?

La chica negó con la cabeza.

- Mis piernas no me responden...

Viendo esto, la sentaron con la espalda apoyada sobre la pared.

- Runya... – Miruru se mostró preocupada.

- Déjalo...vas a hacer que me avergüence de mí misma...

- ...

- Entonces aquello que me dijiste...

- Este mundo es uno muy cruel...no lo olvides...

- ...

Mientras tanto Jake consiguió salir del montón de cajas debajo del cual había quedado, acariciándose la nuca a la vez que se levantaba.

- Chst...ha sido un buen golpe, he de reconocerlo...

El nigromante se encaró hacia el mercenario. Dos brazos esqueléticos de gran tamaño se situaban a su lado.

- Vaya, es impresionante. Nunca había visto nada parecido.

- Me alegro que te guste porque esto de aquí te va a patear el trasero...

- Ooh, que atrevido. Sin embargo he de avisarte de que yo también tengo ases en la manga, amigo.

De repente el chico agarró su propio brazo, el cual comenzó a adquirir una forma extraña.

- ¿Qué diablos es eso? – preguntó Seph.

- No puede ser...

El brazo del chico se había vuelto grande y negro, dejando ver garras largas y afiladas en sus manos.

- Esto es...

A Jake aquello parecía dolerle, no obstante mantenía la compostura, adoptando una mirada orgullosa.

A Kai le vino a la mente la imagen del pueblo en el que estuvo hace varias semanas. Aquel en el que tuvo que luchar contra un hombre que al inyectarse Radiar quedó transformado en un monstruo con unos brazos como los del mercenario que tenía enfrente.

- Bien, luchemos.

Jake se lanzó contra el nigromante, quien bloqueó el golpe con una de las manos de Hel. Posteriormente, la otra mano bajó con intención de aplastar al mercenario, consiguiendo éste esquivar el golpe haciéndose hacia atrás.

- Eres demasiado lento – se burló Jake.

- ¿De verdad lo crees?

Tras su adversario, Kai hizo aparecer uno de los brazos de su invocación, el cual lo agarró y lanzó, provocando que chocara contra la pared.

- Pese a su tamaño, Hel no destaca por su lentitud...

A través de la polvareda que había provocado el choque contra el muro, su contrincante volvió a lanzarse contra él, pero esta vez tenía los dos brazos transformados.

- ¡Mierda!

Kai volvió a situar las dos manos de Hel entre él y su enemigo pero está vez cedieron, dando lugar a que el nigromante saltase hacia atrás para esquivar el ataque.

- Si tan sólo pudiese invocar a May, lo purificaría...pero entonces mi defensa quedaría al descubierto...en ese caso...

Su adversario volvió a acometer contra él, no obstante, el joven ya estaba preparado para su ataque...

De repente, los brazos de Hel volvieron a situarse delante, sólo que en lugar de protegerlo golpearon fuertemente el suelo, dando lugar a que una columna de fuego se levantase frente a Jake, quien tuvo que frenarse en seco, evitando por los pelos quedar calcinado.

Los presentes se sorprendieron por lo que acababa de ocurrir, sobre todo el mercenario.

- ¿Qué acabas de hacer?

- ¿Acaso pensabas que lo único para lo que servía Hel era para hacerme de escudo? Nunca subestimes a tu enemigo...

- ...

- Éste es Hel, uno de los cuatro Infernos, soldados procedentes del Inframundo. En su caso, Hel es capaz de crear y manejar el fuego.

- Chst...

- Y eso no es lo único que está en tu contra...

- ¿A qué te refieres?

- Hasta ahora no me he molestado en ello pero...el que luche él no significa que no pueda hacerlo yo...

- ¿?

Una gran bola de fuego fue creada en uno de los brazos de la invocación, lanzándose en dirección hacia Jake. Éste lo esquivó con considerables problemas momento que aprovechó Kai para situarse a su lado.

- ¡Te lo dije!

Golpeándolo con todas sus fuerzas en la cara, el joven mandó a su enemigo hacia abajo, causando que se chocara contra el suelo, quedando inconsciente...

 

- Buen trabajo – dijo Miruru viendo cómo Kai se acercaba al lugar en el que lo esperaban el resto de sus compañeros.

- Gracias...

Hel desapareció dejando como único rastro de su presencia el negro de las paredes debido a la bola de fuego.

- Será mejor que salgamos de aquí cuanto antes...

- ¡GAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

De repente se escuchó un espeluznante grito seguido de una explosión procedente de donde se había situado anteriormente el cuerpo de Jake.

- Esa bestia...

Un monstruo negro de ojos rojos se erigió en aquella sala.

- ¡NO-DEJARÉ-QUE-ME-VENZAS! ¡TE MATARÉ!

Con una velocidad más alta que la que había demostrado antes, el monstruo se lanzó contra ellos dando como única opción la de echar a correr.

- ¡Esas escaleras llevarán a la salida! – exclamó Miruru.

- ¡¿Estás segura?!

- ¡No, pero, ¿tienes una idea mejor?!

Dicho esto, el grupo corrió hacia la escalera con aquella bestia pisándoles los talones.

- ¡Rápido, rápido!

Finalmente alcanzaron el área indicada, bajando lo más rápido posible los escalones y logrando evitar a su perseguidor, quien sólo pudo meter el brazo entre el hueco que había desde los escalones hasta el techo.

- Buff, por los pelos... – dijo Drake mientras continuaban bajando las escaleras - ¿Creéis que nos podrá seguir aquí abajo?

Nada más terminar la pregunta el techo por encima de ellos se rompió, cayendo el monstruo al piso en el que se encontraban.

- ¡¿Para qué diablos hablas?! – exclamaron los demás mientras observaban cómo aquella bestia intentaba quitarse de encima los escombros.

- ¡Mierda, nos ha cerrado el paso!

- ¡Allí hay una ventana! – gritó Seph - ¡Tengo un plan! ¡Drake! ¡Utiliza tus explosivos más fuertes contra el monstruo y lanza otro hacia el cristal! ¡Yo me encargaré del resto!

El chico asintió y comenzó a sacar algo mientras corrían hacia la ventana. Un explosivo como el que había utilizado en la batalla contra Kai fue arrojado hacia el frente, abriendo un gran boquete donde antes se había situado la ventana; y otro del tamaño de una canica lo dejó caer justo detrás de ellos.

- ¡¿Estáis en vuestros cabales?! – exclamó Kai, quien veía venir sus intenciones.

- ¡Agárrate! – gritó Valer cogiéndolos a todos y lanzándose a través del humo por el boquete recién abierto.

Mientras caían hacia abajo, Seph utilizó su arma para enganchar a Valer a la cornisa y lograr que todos se mantuviesen en el aire. Justo en ese momento se produjo la explosión, pillando de lleno a la bestia y surgiendo una llamarada por el agujero.

- Puff, al final hemos conseguido salvarnos – comentó Miruru cuando las cosas se hubieron calmado un poco.

- Sí, el siguiente paso será escapar de aquí antes de que lleguen las autoridades... – sentenció Valer.

 

Anna estaba junto al resto de líderes, en una sala aparte situada en el área subterránea donde se desarrollaba el torneo. Hacía ya algún tiempo que un mal presentimiento  rondaba por su cabeza. Las dos personas a las que había contratado estaban tardando más de lo normal en aparecer. En otras circunstancias quizás no habría sido objeto de preocupación, pero teniendo en cuenta la importancia de aquel torneo y que, por regla general, los participantes llegaban a una hora determinada, la situación provocaba cierta inquietud en ella.

- Anna, te encuentras bien.

Al escuchar aquella voz, giró la cabeza. Un hombre de pelo corto y perilla, con un abrigo blanco colgado de su espalda a modo de capa se acercó a la mujer.

- Arks...sí, quizás es que estoy un poco nerviosa.

- Relájate, siempre has solido ser más calmada.

-...

Arks se puso a su lado.

- Parece que los dos a los que contrataste todavía no han llegado.

Anna asintió.

- Bueno, seguro que simplemente se están retrasando un poco así que no te preocupes.

- Agradezco tu interés, pero no es asunto tuyo.

- Vamos, vamos, te invito a una copa.

- No, gracias.

- Como quieras...

El hombre abandonó la sala dejando a Anna sola. Arks manejaba un importante grupo de “Spheres”, dentro del bajo mundo era un reconocido comerciante, destacado por ser caballeroso y respetable, sin embargo, hacía algún tiempo que Anna lo notaba extraño, como si estuviese escondiendo algún secreto. Por lo que sabía, pese a su prestigio, hacía tiempo que no lideraba el bajo mundo, debido a esto había perdido contacto con el gobernador de la Unión, y, como consecuencia, otros grupos estaban empezando a ascender en la escala del comercio ilegal. Anna se preguntaba si el cambio que había visto en él estaría relacionado con estos sucesos...

 

- ¿Estáis todos bien? – preguntó Kai.

Escondidos en un callejón, habían conseguido evitar a las autoridades, quienes, atraídos por la explosión en el edificio, habían comenzado a rodear la zona.

- Sí.

Valer, quien había estado cargando con Runya durante todo el tiempo, dejó a la chica sentada sobre una pequeña caja. Ella seguía siendo incapaz de mover sus piernas.

- Runya... – murmuró Miruru.

- Ya te he dicho antes que lo dejaras. Después de todo no vayas a decirme que sientes pena por mí.

Miruru bajó la cabeza.

-...las piernas...no creo que pueda volver a moverlas...pero eso es algo que yo misma provoqué...

- Si...si hubiese sabido eso yo...

- ¿Habrías impedido que luchara?

-...

Runya suspiró.

- Hace tiempo tuve un compañero...estaba muy unida a él...era una persona muy importante. Un día nos tendieron una emboscada. Nos superaban por mucho y llegó el momento en el que parecía que todo estaba perdido. Fue entonces cuando, queriendo salvar su vida utilicé mi poder. Sabía los peligros que eso conllevaba, que afectaría mi cuerpo...pero sólo pensaba en que sobreviviese...y, lo logré, conseguí vencerlos a todos y conseguir que sobreviviéramos ambos...pero por desgracia, él me terminó traicionando.

Temiendo que volviesen a ir a por nosotros, me vendió a cambio de que lo dejaran marchar. En ese momento mi mentalidad cambió...pensé que sólo podía confiar en mí misma...matar para sobrevivir...fingir ser quien no eres para sobrevivir... ¿por qué confiar en alguien si en cualquier momento puedes ser traicionada? Así son las cosas...

-...pero no todo el mundo es igual...hay personas en las que merece la pena confiar...personas que estaría dispuestas a ayudarte o a dar la vida por ti. No tienes por qué renegar de los demás sólo porque alguien renegara de ti.

- No es tan fácil...

- Entonces, ¿por qué me ayudaste cuando estuvimos luchando contra esos tipos?

- Eso sólo fue pura conveniencia...

- ¿También fue conveniencia el que quisieras ayudarme cuando Jake me atacó?

-...

- Yo creo que en el fondo todavía sigues buscando a alguien en quien confiar...

-...

- Quizás no sea tan fácil cambiar, pero al menos confía en mí, y de esa manera quizás llegues a pensar de otra manera...

-...

- No es por interrumpir pero deberíamos marcharnos, o en verdad seremos descalificados – propuso Drake.

- Bien, vamos...

 

- ¡Bien! ¡Vamos a comenzar la siguiente fase del torneo! Llegados a este punto sólo quedan dieciséis participantes y cualquiera de ellos puede ser el ganador...

- Todavía no están aquí... – murmuró Anna para sí misma – ¿Qué es lo que pasa?

- Anna – otro hombre apareció en la sala -, he escuchado que tus contratistas todavía no han llegado.

La mujer observó al recién llegado, era más joven de Arks y vestía de una manera más informal para tratarse de otro de los líderes.

- ¿Sabes algo, Jenneth?

Él negó con la cabeza.

- A decir verdad, yo me encuentro en la misma situación.

- ¿Qué quieres decir?

- Mis contratistas tampoco han aparecido...

35: The demigoddess and the necromancer 18
The demigoddess and the necromancer 18

Anna y Jenneth se dirigieron hacia donde se encontraban el resto de líderes.

- ¡Escuchad! ¡Esto es una emergencia! – exclamó Anna.

Los demás se giraron.

- Tanto los participantes que envió Jenneth como los que envié yo misma no han aparecido todavía.

- Así que no sois los únicos...

Otros dos líderes además de los que acababan de entrar mostraron tener el mismo problema.

- Yo creo que está bastante claro que hay alguno de nosotros que está haciendo trampas – declaró Anna sin pensárselo dos veces.

- ¡¿Qué?! – exclamó Jenneth - ¡Anna, esa es una acusación bastante grave!

- Lo sé, y me hago responsable de ello, pero no se me ocurre otra persona que pensase en boicotear el torneo eliminando sólo a algunos participantes.

- Ella tiene razón...

- Pero, eso es imposible, ninguno de nosotros sería tan tramposo como para...

Los líderes se enzarzaron en una discusión en la que unos acusaban a otros y otros intentaban negar que algo así pudiese haber pasado.

- Damas, caballeros... – Arks se hizo oír entre el resto, calmando un poco la situación -...comprendo los problemas que tenemos, pero discutiendo no vamos a llegar a ninguna parte. Lo primero de todo es que se ha hecho evidente la desaparición de seis de los participantes. Dos de ellos habiendo sido contratados por Anna, otros dos por Jenneth, otro por Lauris y otro por Hersh, ¿me equivoco?

Los aludidos confirmaron lo que acababa de decir.

- Bien, visto lo visto podemos pedir al juez del torneo que retrase los combates en los que luchen estos participantes a fin de dar tiempo a que aparezcan y enviar mientras tanto un equipo de búsqueda para dar con ellos. Anna, tu acusación es muy grave, debo pedirte por favor que la retires, pues en caso contrario, si llegas a equivocarte en lo que dices y alguno de nosotros decide recurrir, podrías perder tu estatus. En caso de que quieras mantenerla no seré yo quien te detenga pero me gustaría que los pensases antes de anunciarlo delante de nosotros.

La mujer se quedó en silencio durante unos instantes.

- Lo siento, pero no pienso retirar lo que he dicho. Estoy segura de que la su desaparición se debe, sin duda, a la actuación de alguno de los presentes en esta sala.

Arks cerró los ojos, desistiendo ante la obstinación de ella.

- Bien, así pues, tus palabras quedan grabadas.

Dicho esto, Anna asintió y se marchó de allí.

 

Poco después los líderes se encontraban hablando con Marie.

- No puedo daros mucho tiempo, pero creo que podré retrasarlo un poco...

- Bien, entonces mandaré a algunos de mis hombres para que vayan a buscarlos – sugirió Arks.

- Preferiría que fuesen otros los que se encargasen de la búsqueda.

- Ahora mismo los únicos que se encuentran en vigilancia por esta zona están a mis órdenes. Entiendo tu desconfianza debido a tu punto de vista, pero no hay más opción...

Con los dientes apretados, Anna tuvo que acceder a la proposición de Arks.

- Puedo daros un mínimo de diez minutos.

- Será suficiente – sentenció Arks.

 

- ¿Sabéis hacia donde vais? – preguntó Valer, mientras el grupo se desplazaba por espacios estrechos y entre los edificios.

- No estoy muy seguro, pero hay que intentar pasar lo más desapercibido posible – contestó Kai.

- ¿Crees que tal y como estamos podemos pasar muy desapercibidos?

- Por eso nos movemos por lugares más escondidos...si no me equivoco, debemos estar cerca de la entrada...

Dicho esto, Kai hizo una señal a los demás para que pararan.

- Están saliendo de la puerta de entrada más de los que nos atacaron.

- ¡Venga, hombre! ¡¿Es que no se acaban nunca?! – se quejó Drake.

- ...Kai...no quisiera alarmarte...pero me temo que tenemos un invitado no deseado... – la voz de Miruru tembló un poco al decir esto.

Todos miraron hacia arriba, lugar al que señalaba la chica. Allí se encontraba la bestia que creían haber derrotado cuando la bomba de Drake explotó. Ésta estaba bastante maltrecha pero todavía parecía tener ganas de pelea.

Golpeando los edificios que daban lugar al callejón en el que se encontraba el grupo, los obligó a salir a una calle más grande y concurrida. La gente comenzó a gritar al ver a aquel monstruo y las autoridades del lugar se arremolinaron alrededor del área. Probablemente, la velocidad de acudimiento se debía a que ya habían sido atraídos por la detonación en el edificio.

El monstruo embistió contra el grupo.

- ¡Cuidado!

 

El combate en curso finalizó. Tras declarar al vencedor, Marie se acercó a los líderes.

- Lo siento pero no puedo dar más tiempo. Si no están aquí tendré que anunciar la retirada de los participantes así como los ganadores.

- Lo siento por todos los que habéis tenido este terrible inconveniente, pero como podéis ver no hay nada más que se pueda hacer.

Anna estaba furiosa por las palabras de Arks, sin embargo no podía hacer nada más que sentir rabia e impotencia. Fue entonces cuando se escuchó una gran explosión desde arriba y, destruyendo el techo, cayó una bestia de color negro sobre la zona de enfrentamiento, aplastando a algunos de los participantes y causando el caos debido a la caída de escombros. Con esfuerzo el monstruo se levantó y comenzó a rugir a los presentes.

- ¡QUITAOS DE MI CAMINO!

Empezó a golpear a todo ser vivo que se le ponía por medio, fuese quien fuese.

- ¡¿Qué diablos es eso?! – se escandalizó Jenneth.

Algunos de los participantes intentaron atacarla, pero no surtía efecto y ésta continuaba provocando el pánico y la huida. En ese momento una serie de escombros se arremolinaron alrededor de las extremidades del monstruo y aprisionaron sus brazos pretendiendo inmovilizarlo. Él intentó librarse pero una serie de hilos se arremolinaron por todo su cuerpo.

- ¡Aún no es suficiente! ¡Necesitamos algo más para tumbarlo!

Una serie de explosivos sobrevolaron su dorso, siendo detonados por una especie de onda de choque.

Finalmente, la bestia quedó en el suelo, totalmente inmovilizada y casi inconsciente.

Después de esto apareció un joven seguido de un fantasma con forma de mujer.

Tras situarse frente al monstruo le dijo algo al fantasma, quien se acercó y posó su cuerpo sobre el extraño ser. Poco después, ambos desaparecieron.

- ¿Qué es lo que...?

Atravesando la puerta principal por la que se accedía al subterráneo, las autoridades hicieron su aparición...

 

Kai se sentó sobre uno de los escalones que ascendía a la sala de los líderes. Al parecer todo había quedado más o menos de la siguiente manera: después de que la bestia embistiera contra ellos chocó contra el edificio debajo del cual se encontraba el subterráneo. Parte de la estructura no pudo resistir el fuerte golpe y los escombros atravesaron el techo de la parte de abajo, cayendo junto con el monstruo. Posteriormente fue cuando se enfrentaron a él y consiguieron vencerlo apareciendo poco después las autoridades, quienes los habían seguido hasta allí. Varios de los presentes fueron detenidos y hubo una charla por parte de los líderes clandestinos con el jefe de escuadrón. Al final todo quedó en que el gobernador de la unión sería informado de lo sucedido y el lugar quedaría bajo su control, además de que los participantes capturados serían interrogados. También se informaría sobre la aparición de la extraña bestia.

En cuanto a lo relacionado con la corrupción en el torneo, Arks despareció cuando la bestia cayó al subterráneo. Al parecer huyó aprovechando el caos por lo que seguramente conocería sobre la transformación de Jake. Los que estaban a su mando, mercenarios del grupo de Jake, fueron interrogados, haciéndose saber quienes habían sido los involucrados. Los dos líderes restantes además de Arks serían sometidos a juicio en el bajo mundo.

Con respecto al problema con el gobernador, Anna le había dicho a Kai que seguramente calmaría la situación de cara a las autoridades y, como consecuencia por los problemas ocasionados y el jaleo causado en el territorio perteneciente a la clandestinidad, se establecerían un mayor número de reglas así como una reducción de los derechos de los líderes, sin embargo no derivaría en nada demasiado grave ya que la unión seguía dependiendo del bajo mundo para sus actividades bélicas.

Por supuesto, el torneo había sido más que cancelado.

 

Así pues, el nigromante se encontraba esperando a que Anna terminase de hablar con el jefe de escuadrón de las autoridades. Poco después apareció Miruru desde detrás, sentándose a su lado.

- Buff...ha sido un día de lo más agitado...

- ¿Me lo dices o me lo cuentas...?

- Así que aquí estabais.

Delante de los dos compañeros de equipo aparecieron Drake y Seph. Un poco más alejado había alguien más. Parecía estar esperándoles así que supusieron que era el amigo aquel del que les contaron cuando los conocieron.

- Todavía no habéis hablado con vuestra contratante.

Los aludidos negaron con la cabeza.

- Nosotros ya hemos hablado con el nuestro. Debido a que el torneo se ha cancelado, no hemos podido obtener nuestra recompensa. A pesar de ello nos ha dado una pequeña parte. Con esto tendremos suficiente para alcanzar otro destino en el que conseguir más provisiones. Además, él nos ha ayudado un poco a incrementarlas.

Seph señaló a la persona que los aguardaba. Al observarlo más detenidamente, Kai alcanzó a ver que su brazo presentaba un aspecto robótico...

- Bueno, en cualquier caso veníamos a despedirnos. También lo hicimos de Runya y Valer, aunque apenas nos dieron mucho tiempo, ya que se marcharon muy rápido.

- ¿Se fueron los dos juntos? – preguntó Miruru algo confusa.

- Al parecer él se ofreció a llevarla hasta que pudiese conseguir un método para moverse por sí misma.

- Ese tío es un buenazo, quien lo hubiese dicho con esa cara...

- ... – la semidiosa bajó un poco la cabeza.

- Por cierto, Runya me dio esto para ti.

Seph le entregó una nota a Miruru.

- Nosotros nos tenemos que ir. Ha sido un verdadero placer estar con vosotros.

- ¿Hacía donde os dirigiréis ahora? – preguntó Kai.

- Nuestra meta son los territorios del imperio.

- ¿El imperio?

- ¿Recuerdas que te hablamos de cuando estuvimos presos allí?

El chico asintió.

- Escuchamos hace algún tiempo de un grupo de rebeldes que han comenzado a extenderse. Uno de sus objetivos es la liberación absoluta de la gente utilizada como experimentación, así que nos uniremos a su causa.

- Ya veo. Espero que os vaya muy bien.

- ...

Seph se agachó y los abrazó a ambos.

- En verdad os voy a echar mucho de menos. Pese a que os conozco desde hace muy poco tengo la sensación de haber pasado una eternidad con vosotros.

- Jaja...nosotros también os vamos a echar de menos.

La chica se levantó y se alejó un poco de ellos.

- Toma, quédate con esto.

Drake extendió una pequeña bolsa hacia Kai.

- ¿Mm? ¿Qué es esto?

- Considéralo un pequeño regalo para recordarnos.

El joven miró en su interior y encontró varias de las bolas que utilizaba Drake.

- ¿E-explosivos?

- Nunca sabes cuando te pueden ser de ayuda, así que consérvalos.

El nigromante puso expresión de preocupación.

Entonces Drake se agachó y cogió la mano de Miruru.

- ¡¿Huh?!

- Pequeña rubita, nuestro encuentro ha sido precioso, tan precioso como siempre lo será nuestro am... ¡aaaaaaaah!

Su pareja lo agarró de una oreja, arrastrándolo hacia atrás.

- ¡Vas a estropear el momento, idiota!

Todos rieron ante la situación.

- ¡Buena suerte, Kai, Miruru! ¡Espero volver a veros muy pronto!

- ¡Igualmente! ¡Nos volveremos a ver, estoy segura!

Alzando las manos en señal de despedida, Seph y Drake se unieron a su compañero y juntos se alejaron hasta que dejaron de verse.

- ¿Crees que estarán bien, Kai?

- Sí, ellos saben apañárselas muy bien.

Tras esto, la semidiosa recordó la nota que le habían entregado de parte de Runya. La chica se puso a leerla, sus ojos se movían rápidamente de un lado a otro, mostrando cierta emoción. Cuando terminó, una sonrisa se dibujó en su rostro.

- ¿Qué es lo que pone?

- Nada, cosas nuestras...

 

Anna los llevó hasta su establecimiento. Allí volvieron a entrar a la misma habitación que la otra vez.

La mujer se sentó.

- Supongo que no hemos podido cumplir con nuestro trato, ¿me equivoco? – dijo Kai siendo el primero en hablar.

- No es algo que hubiésemos podido predecir. Sabíamos de la situación de Arks, pero nunca que se rebajaría a este nivel. No obstante, pienso que hubo alguien más detrás de todo esto.

- Uno de los seis que fuimos capturados opinó lo mismo.

- Como ya os dije, nosotros tenemos nuestro propio orgullo y honor, por lo que no descartaría la posibilidad de que alguien hubiese llevado a Arks y a los otros dos hasta el límite de tener que recurrir a esto.

- ...

- En cualquier caso, cuando los dos líderes sean juzgados también se les preguntará por los hechos. En ese momento puede que sepamos algo más al respecto.

- ¿Cuándo será el juicio?

- No es algo de lo que debas preocuparte, de eso ya nos encargamos nosotros.

- Entiendo. En cualquier caso, puesto que, pese a todo, no cumplí con mi parte del trato, yo también he de ser justo. No pediré que me des la información que busco.

Anna sonrió.

- Sois unas personas interesantes, y precisamente por ello te diré donde podrás encontrar a esa persona.

Kai y Miruru se quedaron en silencio, esperando las palabras de la mujer.

- Conoces “Comhairle”, ¿verdad?

Ambos se sorprendieron.

- Sí...

- La persona que buscas está en esa organización, forma parte de ella.

El chico no daba crédito a lo que oía.

- ¿Estás segura de lo que dices?

- Completamente. Estuvo aquí, en estos territorios, y fue a ver la líder en nombre de “Comhairle”. Por lo que pude saber de él, era un importante miembro de la organización, por lo que tendrías altas probabilidades de encontrarlo si te diriges hacia donde se hospeda ésta.

- Ya veo...

- Por el momento no puedo decirte más al respecto pero si requieres alguna otra información, ya sabes donde encontrarme.

- Te lo agradezco...

- Quizás te contrate en algún otro momento, joven.

- No tengo manera de comunicarme.

- No te preocupes por ello, ya encontraré la manera, soy informante al fin y al cabo.

 

Los dos se despidieron de Anna y volvieron a la casa de Roland.

- Entonces, ¿cual es el siguiente paso? – preguntó Miruru.

- Iremos hacia el edificio de “Comhairle”, si quieres seguir acompañándome, claro.

- ¿Eres idiota? No lo habría preguntado de no ser así...

- Jaja...tienes razón...

 

Anna observó la habitación desde su asiento. Se encontraba pensativa pues había algo que seguía rondando por su cabeza: el asunto de la persona que había incitado a Arks y a los otros dos.

De repente se escucharon pasos en la oscuridad.

- ¡¿Quién anda ahí?! – exclamó asustada.

- Parece que ninguno de vosotros se ha dado cuenta de mi presencia...hasta ahora... Yo que tú no intentaría escapar... – comentó la figura viendo que la mujer se disponía a levantarse del sitio - ...no te servirá de nada...

- Tú... ¿quien eres?

- ¿Quién soy? Bueno, la gente me ha conocido por muchos nombres. El que utilicé en este caso me pareció de lo más mono, sin embargo mis planes no salieron del todo bien, así que supongo que tendré que dejar de usarlo...

- ¿Tu plan? ¿Fuiste tú? ¿Fuiste tú quien manipuló a Arks?

- Manipularlo...yo no diría tanto...él sólo necesitaba un pequeño empujoncito para caer en mi trampa...se le veía tan necesitado...en cierta manera me dio un poco de pena...

- ...

- ¿Todavía no te has dado cuenta de quien soy?

La figura salió a la luz, dejando ver su rostro.

- T-tú... ¿por qué?

- Mi pretensión era la de tener controlado al gobernador de la unión. Visto que el plan A salió mal, tendré que recurrir al plan B...

- ¿Plan B?

- Matar a todos los líderes clandestinos...

Anna abrió mucho los ojos y tragó saliva...

- Sí, querida, ahora mismo eres la única con vida de todos ellos. No me fue difícil deshacerme de esos estúpidos confiados, sin embargo, esto me traerá ciertas desventajas...

- Tú...

- Adiós...mujer...

Al instante, Anna fue atravesada de parte a parte...

 

A la mañana siguiente, a Kai lo despertó el ruido de unos altavoces. Al parecer alguien estaba hablando en voz alta de manera que lo escuchase toda la ciudad.

- ¿Q-q-q-qué es es...? – alertada por el sonido Miruru incorporó parte de su cuerpo, teniendo los ojos todavía cerrados. Tras esto, el peso del sueño pudo con ella, volviendo a tumbarse.

Por el contrario, Kai se levantó rápidamente y se dirigió a la entrada de la casa, donde ya lo esperaba Roland.

- ¿Qué es lo que pasa? – preguntó el chico.

- Parece un comunicado desde “Comhairle”...

En uno de los edificios adyacentes a la casa había una pantalla de gran tamaño donde se podía observar la figura de un hombre con sonrisa desagradable y ojos cubiertos por unas gafas de sol.

- Queridos ciudadanos de los distintos territorios, ya pertenezcan a la unión, la facción o el imperio. Mi nombre es Rokudo, miembro de “Comhairle” y al mando de las fuerzas militares de Yohei Gakko. Seguramente os estéis preguntando, ¿qué es Yohei Gakko? Pues bien, ahí viene mi contestación. Yohei Gakko son escuelas para la formación de guerreros con el objetivo de detener esta guerra. Guerreros fuertes y bien entrenados dispuestos a todo con tal de frenar el conflicto...

Durante todo este tiempo, los guerreros de Yohei Gakko no hemos estado infiltrando entre vuestras tropas, intentando ocultarnos en la oscuridad, no obstante, y visto que no ha llevado a nada, hemos decidido pasar a la acción abierta – de repente, aquel hombre se quitó las gafas -. De esta manera, yo, líder de las fuerzas militares, declaro la guerra a las mayores fuerzas del planeta y que, por la misma premisa, “Comhairle”, así como Yohei Gakko, pasará a un estado beligerante. Eso es todo.

La comunicación fue cortada, provocando que la gente de la calle comenzase a rumorear.

- No me lo puedo creer...todo este tiempo... ¿han estado escondiendo a esa gente?

Roland dirigió su mirada hacia Kai, quien parecía furioso.

- ¿Ch-chico?

- Ese...ese era...

- ...

- Era First...

36: The demigoddess and the necromancer 19
The demigoddess and the necromancer 19

Kai irrumpió en la habitación, donde Miruru continuaba durmiendo.

- ¡Levántate! ¡Tenemos que irnos!

- ¡Hyaaa! ¿Qu-qué?

La chica se alzó de la cama al escuchar los gritos de su compañero.

- ¡Tenemos que irnos!

- ¡¿P-por qué?! ¡¿Qué es lo que ocurre?!

- Parece ser que “Comhairle” ha entrado en guerra abierta.

- ¿Huh?

La joven no terminaba de entender lo que quería decirle.

- ¿”Comhairle”? ¿En guerra abierta? Pero, ¿por qué? No entiendo nada.

Entre que seguía medio dormida y el nigromante no dejaba las cosas claras, las palabras simplemente no tomaban forma en su cabeza.

- ¡Te lo explicaré por el camino! ¡Date prisa!

Dicho esto, Kai se marchó.

 

- Gracias por toda la ayuda que nos has prestado hasta ahora – dijo Kai.

- No hay de qué, chico, pero ¿cómo es que tenéis que iros? – preguntó Roland.

- Ya sé dónde se encuentra la persona que buscaba y debo partir hacia allí. Es por eso que no nos podemos quedar más tiempo...

- Ya veo.

El hombre sonrió.

- Ha sido un placer tener a alguien más en esta casa después de tanto tiempo...

- Espero que te vaya bien en la tienda.

- Tenlo por seguro.

Miruru apareció en el recibidor de la casa, reuniéndose con Roland y Kai.

- He preparado esto. Os hará falta para el viaje...

Roland entregó un saco a Kai. En él había una serie de provisiones, así como algo de ropa y otros útiles.

- No tenías por qué... – señaló Miruru.

- Tomadlo como un agradecimiento por haberme ayudado con mi negocio.

La chica abrazó al hombre. Tras esto, los dos compañeros se marcharon de allí.

 

Mientras se dirigían al lugar en el que Kai había escondido la moto, el chico le explicó la situación a la semidiosa.

- ¿Quieres decir que First es el líder de las fuerzas militares de “Comhairle” y que ha declarado la guerra a las tres potencias?

- Exacto.

- Pero de todos modos ya sabíamos que él estaría en “Comhairle”. ¿Por qué tenemos que marcharnos así tan de repente?

- Recuerdas cuando atravesamos los límites de la unión y entramos en los territorios del norte.

- Sí...

- En ese momento, al presentar nuestra identificación, nos hice pasar por mensajeros de “Comhairle”. Ahora que la organización es enemiga de las tres potencias, las autoridades no tardarán mucho en venir a buscarnos y tratarnos como no bien recibidos.

- Ya veo...

- Por ello tenemos que partir cuanto antes. Dejé la moto bien escondida y conozco una zona menos vigilada por donde podremos atravesar los límites territoriales.

- Bien, vamos.

Los dos continuaron su camino hasta que llegaron a un área entre dos edificios. Ambos estaban conectados por escaleras, dejando un espacio abajo totalmente desocupado y cercado por vallas metálicas. Había una puerta que permitía la entrada a dicho espacio, probablemente usada como puerta de emergencia.

Kai forzó la puerta como ya había hecho la primera vez, al esconder la moto allí, y entraron. Hecho esto, se acercaron a un bulto cubierto con una capa y situado en una zona donde la estructura de uno de los edificios se había abultado ligeramente hacia el interior de éste. El chico quitó la capa que envolvía el vehículo y comenzó a moverlo.

- Vigila que no haya nadie – le indicó a Miruru.

Ella asintió y, tras echar un vistazo a la calle, realizó una señal para que saliese.

 

- Imagino que primero tendrán que confirmar nuestras identificaciones antes de comunicárselo a las autoridades de esta zona. Para entonces ya estaremos lo suficientemente lejos como para que puedan alcanzarnos – comentó el nigromante mientras se subían al vehículo.

Tras esto arrancó la moto y comenzaron a moverse, sin embargo, delante de ellos apareció un escuadrón de las autoridades ocupando todo el ancho de la calle, provocando que Kai frenase su avance.

- ¡Alto ahí! ¡Vosotros dos! ¡Hemos recibido información de que sois mensajero de “Comhairle”! ¡Así pues, os pedimos que vengáis con nosotros!

- ¡¿Tan rápido?! – se sorprendió Miruru.

“No, no es posible que exista tiempo material para que, después de haber recibido el comunicado de First, hayan obtenido la información sobre nuestras identificaciones y hayan llegado hasta este lugar. Si es así, sólo puede significar una cosa...”

- Me parece que de alguna forma han recibido la información antes de que haya tenido lugar el mensaje desde “Comhairle”... – susurró Kai.

- ¡¿Qué?! ¡Pero, ¿cómo?!

- No lo sé...

- ¡Lo volveré a repetir! ¡Hemos recibido información de que sois mensajeros de “Comhairle”” ¡Así pues, os pedimos que vengáis con nosotros!

- ¿Qué hacemos? – preguntó la chica.

- Agárrate fuerte.

Tras decir esto el joven aceleró hacia el escuadrón que impedía su paso, quienes tuvieron que hacerse a un lado para esquivar el vehículo.

- ¡Seguidlo!

Bajo la orden de su jefe, varios de los subordinados, montados también en motos parecidas a la que conducía Kai, fueron tras la pareja.

- Nos persiguen.

- ¡Ya lo veo!

El chico giró hacia la izquierda en una bifurcación. Poco después sus perseguidores hacían lo mismo y comenzaban a dispararles.

- ¡No están disparando mientras conducen!

- ¡Primer espíritu: Kagami!

Parte de las balas fueron desviadas impidiendo su impacto contra los dos así como contra la moto.

- ¡Voy a intentar algo! – exclamó el nigromante al divisar delante otra bifurcación -. ¡Cuarto espíritu: Lein!

Una copia de ellos se fue por uno de los caminos mientras los verdaderos tomaban el otro. Esto hizo que sus perseguidores, ante la indecisión de cual era el verdadero, se dividiesen en dos grupos.

- ¡Miruru! ¡¿Puedes atacarlos?!

- ¡Nunca he probado a tanta velocidad pero puedo hacer un intento!

Mientras uno de sus brazos seguía sujeto a la cintura del joven, alargó la otra hacia los acechadores. En ese instante, uno de los más adelantados fue desplazado hacia el lateral hasta que chocó contra su compañero, causando que ambos cayesen fuera de la moto mientras los vehículos derrapaban descontrolados.

- ¡Buena puntería!

- ¡Gracias!

Continuando con el ataque, la semidiosa consiguió deshacerse de un par más, no obstante algo ocurrió. Un objeto impactó contra el eje de una de las ruedas de la moto en la que montaban Kai y Miruru, cayendo ésta al suelo y saliendo ellos despedidos.

Cuando el chico consiguió incorporarse vio a su compañera a pocos pasos de él, tirada en el suelo.

- ¡Miruru!

Al acercarse a ella observó que estaba inconsciente y presentaba un hilo de sangre fluyendo por su frente.

Las autoridades desmontaron y se aproximaron a los dos, apuntándoles con sus armas.

- ¡Nos os mováis! ¡Si os movéis no dudaremos en disparar!

Kai apretó sus dientes. Su brazo le dolía, seguramente se habría fracturado el hueso. Pese a ello no iba a rendirse, por lo que, poniéndose en pie, se encaró contra la ley.

Fue entonces cuando algo cayó desde arriba y aterrizó justo enfrente de los dos heridos, golpeando fuertemente el suelo y provocando que una gran masa de tierra se alzara justo delante. Esto dio lugar a que algunos de los agentes saliesen despedidos mientras otros caían debido a la increíble inclinación que había adoptado la calle en ese momento.

- Por aquí.

Alguien agarró al nigromante por la muñeca y lo llevó hasta un pequeño agujero hecho en el suelo. Forzándolo a saltar en su interior, ambos desaparecieron en la oscuridad...

 

Cuando sus ojos se hubieron acostumbrado a la penumbra el joven comenzó a discernir algunas siluetas. Parecían estar hablando de algo pero no alcanzaba a entenderlos ya que se encontraba algo aturdido.

- ¿Q-quienes sois?

Ellos parecieron darse cuenta de su presencia. Fue entonces cuando otro más se reunió con el grupo, cargando otra persona sobre su hombro.

- Perdona, daré algo de luz.

Dicho esto, la zona se iluminó, provocando cierta ceguera en el chico. Cuando pudo vislumbrar mejor su alrededor, descubrió a cuatro personas delante, una de ellas con Miruru sobre su hombro.

- ¡Miruru! – reaccionó de repente Kai mientras se encaminaba hacía el que la tenía sobre su hombro.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Tranquilo, chico! – dijo aquel individuo empujándolo – Si quieres pelear no tengo problemas en ello pero ahora mismo estás que das asco...

- ¡Quattuor, no deberías ser tan grosero con él! – gritó una chica de pelo azul situada a su lado.

- Mira, peliazul, tengo mis propios principios, y uno de ellos es que tiende a importarme poco lo que piensen los demás.

- ¡Eres un desconsiderado!

- ¡Oh! ¡¿Quieres jugar!?

- ¿P-podéis calmaros u-un poco? – comentó otra chica situada cerca de la peliazul.

- ¡¿Huh?!

- ¡Hyaaaa! – asustada por la mirada de aquel individuo, la chica se escondió detrás de un chico de aspecto más joven el cual se echó una mano a la frente.

- ¿Podéis dejarlo ya? – les dijo este último.

Kai empezaba a pensar que había ido a parar con un grupo bastante extraño.

- Perdona a Quattuor, es un poco...bueno, como es...pero es un buen tipo.

- ¿Qué significa eso? – replicó Quattuor.

Kai dirigió la mirada hacia el aludido. Éste debía de medir unos dos metros de altura y, pese a que no parecía de complexión fuerte, presentaba un aspecto bastante imponente.

- ¿Quiénes sois?

- Somos amigos, de eso puedes estar seguro. Primero tenemos que llevaros a un lugar mejor donde podamos curar vuestras heridas. Entonces habrá tiempo para las presentaciones.

Tras esto, y sin estar convencido del todo, el nigromante los siguió...

 

El lugar en el que estaban parecía un túnel de alcantarillado sólo que, por el aspecto, no aparentaba que se estuviese haciendo uso de él. Probablemente había sido abandonado y se había construido otro en su lugar.

Después de un tiempo caminando llegaron frente a una puerta. Al abrirla entraron en una habitación algo vieja pero que parecía haber sido utilizada con anterioridad.

- Bien, ahora nos encargaremos de trataros.

Quattuor dejó a Miruru sobre un colchón que había en aquel cuarto.

- Al parecer alguien tomó esta habitación como su hogar durante un tiempo. Me pregunto si sería del algún trabajador o algo así – explicó el otro chico al ver la expresión de Kai.

- Siéntate aquí, por favor – le pidió la chica que se había asustado antes, indicándole un lugar junto al colchón.

El joven siguió sus consejos y se sentó en el lugar señalado. Entonces ella se arrodilló a su lado.

- ¿Tienes alguna herida?

- Mi brazo...creo que me lo he roto...

- Déjame ver...

Ella cogió su brazo y lo alzó un poco, con cuidado para no hacerle daño. Después comenzó a masajear la extremidad.

Kai sintió dolor en un principio, pero poco después comenzó a notar que éste iba desapareciendo.

- ¿Qué diablos...?

De alguna forma, era como si el hueso se estuviese reparando.

Al fijar la vista en ella se dio cuenta de que tenía algo extraño incrustado en la frente. Parecía una joya de color esmeralda...

“Eso es...”, la imagen de May volvió a aparecerse en la mente del chico.

- Todavía no me habéis contestado, ¿quiénes sois? – preguntó con desconfianza.

- Supongo que es mejor que no te hagamos esperar más – comento el chico joven -. Bien, el nombre del tipo que ha estado cargando con tu compañera es Quattuor, él ha sido también el que os ha salvado de esos agentes.

Kai recordó el golpe que había dado lugar al levantamiento de la calle.

- De nada, chico – dijo Quattuor con algo de sarcasmo en su voz.

- ¡Quattuor! – se quejó la joven peliazul produciendo un suspiro por parte del otro.

- La chica peliazul se llama Sarah.

- Encantada.

- Lo mismo digo...

Sarah tenía una espada sujeta a su espalda. A primera vista, aparentaba ser una chica bastante fuerte.

- El nombre de la chica que te está tratando es Nara.

- E-encantada – dijo ella con cierta timidez.

El nigromante asintió a modo de saludo.

- ¿Y tú?

- ¿Yo? Ah, bueno, mi nombre es Kareth, pero puedes llamarme Kar, te resultará más fácil. En cualquier caso, podrías decir que los cuatro formamos parte de los Rebeldes.

- ¿Los Rebeldes?

- Sí, nuestro objetivo es detener el verdadero problema que hay detrás de esta gran guerra.

Kai observó a los integrantes de aquel grupo uno por uno. Luego volvió a posar su mirada en Kareth y frunció el ceño.

- Kar, ¿eh?

- Sí.

- Es un placer...

 

Una chica observaba la calle destrozada desde lo alto de un edificio.

- Vaya...parece que consiguió escapar...eso será un inconveniente...

Se escuchó un sonido procedente de su bolsillo. Poco después tenía un aparato en la oreja.

- Sí...lo sé... ¡¿Van los dos juntos?! ¡Chst...! ¡Maldita sea! ¿Quieres que los busque?  ...

De acuerdo...me quedaré aquí por ahora...sí, las cosas han salido como planeaba aunque he tenido algunas complicaciones pero no tienes de qué preocuparte...dentro de poco el bajo mundo estará a mis órdenes...sí, nos mantendremos en contacto...hasta la próxima, Detz.

La chica volvió a introducir el aparato en su bolsillo...

37: Gaia Project 1
Gaia Project 1

Atrapado e impotente observaba a otras dos personas más allá de la plataforma que los separaba de él. Intentaba por todos los medios el llegar hasta esas personas pero por más que lo intentaba era como si sus pies estuviese sujetos a algún tipo de bloque de cemento, como si unas manos terriblemente fuertes lo hubiesen apresado y no le dejasen ir.

-¡Nara! ¡Remi!- exclamó sin que nadie se percatase de su presencia

Sus gritos no servían para nada, nadie lo iba a escuchar, estaba totalmente aislado de ellos dos.

Fue entonces cuando una sombra apareció ante aquellas personas. No podía distinguir de quien se trataba, tan sólo podía ver una sádica sonrisa procedente de su rostro.

-¡No! ¡Déjalos en paz! ¡No les hagas daño!

Como si sus palabras sólo consiguiesen incrementar aún más su movimiento, aquella figura levantó el brazo.

-¡No! ¡Espera!

Cuando lo bajó, las dos personas que se situaban delante de él se desvanecieron como el humo.

-¡Nooooooo!

 

Kareth despertó sudando y jadeando debido a la pesadilla que acababa de tener. En ella había visto como Remi y Nara eran asesinados por una figura, alguien que, aunque no había conseguido verlo en su sueño, sabía bien de quien se trataba.

Algo mareado observó su alrededor, tenía la mirada un poco borrosa pero llegó a divisar varias mantas o telas de gran tamaño rodeándolo y atadas a un largo poste central. Cuando su vista volvió a la normalidad descubrió que estaba en el interior de una gran tienda de campaña, acostado sobre un grueso mantel que hacía de colchón y con el torso al descubierto. Se llevó una de las manos a la cabeza. Ya se le había pasado el mareo de manera que, en un estado más lúcido comenzaron a venirle recuerdos de lo que había ocurrido antes de perder la consciencia. Le vino a la mente todos los sucesos que habían tenido lugar en Yohei Gakko: la liberación de Sarah, la huida hacia las naves de evacuación, la lucha contra Lethos, Unum, las muertes de Seigari y Remi...Nara...

El chico golpeó fuertemente su rodilla, profiriendo un grito de dolor. Al quitarse de encima la tela que cubría la parte de abajo, se percató de que su rodilla estaba vendada.

“Es cierto...la herida que me hizo Lethos con su cuchillo...”, pese a que era alguien inmortal, cuyas heridas se recuperaban de una manera milagrosa, aquel cuchillo había conseguido infligirle aquel daño.

“Unum...”, sentía una rabia indescriptible cada vez que recordaba el rostro de aquel bastardo que había acabado con las personas más importantes para él. En ese momento, cayó en la cuenta de que no había sido el único que había conseguido escapar en la nave de evacuación.

Volvió a echar un vistazo al interior de la tienda de campaña pero no consiguió dar con la joven. ¿Acaso algo le había ocurrido también a ella durante el tiempo en el que él había estado inconsciente? Y ahora que lo pensaba, ¿por qué diablos se encontraba en ese lugar?

 

Intentó levantarse, sin embargo cayó al suelo en su primer intento. Sus piernas no le respondían bien ya que todavía se encontraban dormidas, lo que le hizo cuestionarse sobre el tiempo que llevaba en aquella tienda. De repente las telas que formaban la estructura de la tienda se desplazaron, dando paso a la luz del Sol. En un principio el chico quedó cegado pero no tardó en sentir la presencia de alguien que se situó a su lado y lo incorporó sobre su improvisada cama. Acto seguido, la persona lo abrazó.

-Menos mal que estás bien, me tenías preocupada.

Era Sarah.

-¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Dónde estamos?

-Tranquilo, lo primero es que bebas y comas algo, llevas varios días inconsciente.

La chica se levantó y volvió a abandonar la tienda. Al poco tiempo volvió con un cuenco y un diminuto personajillo que parecía llevar otro igual al de ella.

-Toma.

La chica le dio el cuenco, el cual estaba lleno de agua. Al verlo, una tremenda sed lo inundó como si acabase de darse cuenta de la existencia de aquel elemento. Entonces, bebió con extrema avidez, de forma que gran parte del líquido resbalaba por la barbilla.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Deberías intentar beber con más cuidado! -lo regañó la joven.

-Ah...ah... -Kareth apoyó sobre el suelo el cuenco vacío-. Gracias...lo necesitaba...

Acto seguido, la otra figura apoyo el otro cuenco a su lado, en el interior de este parecía haber pequeños trozos de pan mezclados con algún tipo de fruta que no llegaba a saber de cual se trataba.

El chico observó al curioso personaje, quien estaba cubierto de manera que sólo se podían ver unas pequeñas manos sobresaliendo de las mangas de su abrigo color marrón así como una nariz y una boca bajo la sombra que daba la capucha que llevaba sobre su cabeza.

-¿Quién es? -preguntó Kareth un tanto extrañado.

-¿Por qué no te presentas? -preguntó Sarah alegremente.

El pequeño personaje negó con la cabeza y se escondió detrás de la chica.

Algo confuso, el joven cogió el cuenco que le había sido depositado al lado.

-Gracias- dijo, poco después comenzó a comer, esta vez procurando hacerlo con más calma.

 

-Entonces, ¿por qué no me explicas lo ocurrido?

Con el cuenco ya vacío, el chico se encontraba sentado frente a su compañera, quien a su vez sostenía sobre su regazo a la pequeña figura, todavía oculta bajo el abrigo.

-Desperté en otra tienda de campaña igual que ésta, situada no muy lejos de aquí. Había dos personas cuidándome. Vestían el mismo abrigo que ella.

-¿Ella?

Sarah hizo un gesto mediante el que señaló a quien se encontraba sobre su regazo.

-Cuando les pregunté sobre lo ocurrido me dijeron que nos habían encontrado en el interior de un extraño vehículo. Probablemente nos golpeamos la cabeza o algo al aterriza y la puerta de la nave se abrió. El caso es que dos de ellos consiguieron traernos hasta aquí, donde nos atendieron y cuidaron.

-Ya veo...pero, ¿quiénes son?

-Nómadas...y...mutantes...

-¡¿Mutantes?!

-Shh... -lo calló Sarah-. No lo digas tan alto. No creo que les guste ese término pero no se me ocurre otra manera de llamarlos.

-Vale, vale. ¿A qué te refieres?

-Humanos que han sido afectados por la guerra de manera que han adquirido a lo largo del tiempo algún rasgo físico fuera de lo común.

-¿Cómo los fenrir?

Ella asintió.

-Entiendo.

Posó la mirada sobre la pequeña. Parecía estar durmiendo. De repente, Kareth pareció acordarse de algo. Se giró hacia el lugar en el que había estado descansando y comenzó a revolver los tejidos que lo formaban, tanteando con la mano.

-¿Qué buscas? -preguntó Sarah.

-Mi colgante, ¿donde se ha metido?

-Ah... -la chica buscó entre sus ropas y sacó un colgante con un anillo que tenía una pluma incrustada en él-. Toma. Te lo había cogido. No quería que se perdiese así que pensé que hasta que despertaras estaría más seguro conmigo.

-Gracias...

El chico extendió la mano y recibió el objeto. Tras esto, lo guardó en su bolsillo. Su compañera lo observó mientras acariciaba el suyo, totalmente idéntico al de él.

Después de esto, Kareth bajó la mirada, adoptando un aire ausente.

-¿Ocurre algo?

-¿Eh? Ah...lo siento, es sólo que...acabo de tener una pesadilla...

-¿Una pesadilla?

-Sí. En ella podía ver cómo los mataban...

La joven también cambió su expresión.

-No te castigues con ese recuerdo, no había nada que pudiésemos hacer.

-Lo sé...pero...podría haber sido de otra manera...si sólo no me hubiesen ayudado...

-Si ese fuese el caso, entonces no estaríamos aquí.

-...

-Kareth, ellos quisieron ayudarte por encima de lo que les pudiese pasar, y también, quisieron ayudarme a mí. Si alguien es culpable entonces...

-Pero ya lo oíste, él quería probarme a mí, todo era para...

-Kareth...

Sarah posó las manos sobre los hombros de él. Éste levantó la mirada.

-Aunque le dieses vueltas una y otra vez, eso no hará que mejore. Yo tampoco quería que nadie me salvase, me consideraba a mí misma la causa de todo. Y pese a ello vinisteis a salvarme...observé que debía confiar en mí misma y en los demás, que no debía rendirme tan rápidamente. Tú también debes pensar eso. No te culpes por ello, confía en ti mismo, en los demás, y sigue adelante por todo ello...

-...

Se hizo un momento e silencio, únicamente interrumpido por las fuertes respiraciones de la pequeña

-He de irme. Quizás podrías echar un vistazo por la zona. Me llevaré a la niña.

Dicho esto, la cogió en brazos y se levantó. Tras una ligera mirada hacia su compañero, salió de la tienda.

 

Con el tiempo, el joven decidió hacer caso a Sarah e intentar tomar algo de aire. Fuera, pudo distinguir un gran número de tiendas de campaña de diferentes tamaños. El suelo sobre el que se asentaban estaba casi totalmente desértico. Incluso pese a que la luz del Sol no solía ser muy abundante, en aquel tipo de tierras destacaba su presencia.

El resto de nómadas, al igual que aquella niña, iban vestidos también con abrigos. Se preguntaba si las capuchas se las ponían para ocultar sus rostros o simplemente era una manera de cubrirse de la luz solar.

Parecían haber muchas familias. Algunos niños correteaban, jugando a pillarse entre ellos. Junto a los pequeños podían verse algunos animales. Puesto que no conocía mucho sobre la fauna que había, lo único que pudo reconocer fue a un par de fenrirs. Uno de los animales más destacado era uno de altura equivalente al de una persona adulta, con la columna ligeramente encorvada, dos colas, cuatro patas sobre las cuales se apoyaba y un lomo cubierto de espeso pelaje del cual salía un corto cuello terminado en una cabeza parecida a la de un lobo.

“¿Qué diablos es esto?”

El chico acercó la mano al animal, quien no pareció importarle mucho sentir el contacto de su mano.

-Los llamamos indras.

La darse la vuelta se dio cuenta de la presencia de uno de los nómadas. Éste, al contrario de los demás, llevaba una capa un tanto roída cubriéndole. Era más o menos de su misma altura, quizás un poco más bajito, pero supuso que sería de la misma edad aproximadamente.

-¿Indras?

-Sí

-Es un nombre extraño.

-Lo sé. Se lo pusimos los nómadas hace ya muchos años. Son dóciles y excelentes como montura. Eso sí, no te recomiendo probar su carne. Está espantosa.

-Ya veo.

-Por cierto, me llamo Jaryl.

-Yo soy Kareth. Puedes llamarme Kar, no me importa.

-Eres uno de los extranjeros que recogimos.

-Sí.

-Me alegro de que os hayáis recuperado. Cuando os encontré me preocupó vuestro estado. Sobre todo tu rodilla. Esa herida no pintaba demasiado bien.

El chico señaló su pierna.

-Ah, bueno, tuve una...pequeña pelea de la que salí un poco malparado...

-Tranquilo, no preguntaré sobre ello, no soy de ese tipo de persona.

Kareth sonrió levemente.

-Entonces fuiste tú quien nos recogió en las tierras desérticas. Muchas gracias por todo. Si no hubieses estado allí no sé lo que habría sido e nosotros.

-No hace falta que me las des. Va en contra de mis principios el dejar a personas inconscientes a su suerte.

-Gracias de todos modos.

El joven nómada se rasco ligeramente la zona de la cabeza.

-Bueno, si quieres, ya que estás mejor, puedo enseñarte un poco la zona.

-Ah, sí, ¿por qué no? Será interesante.

-Bien acompáñame entonces. De paso te presentaré a mi compañero. Él también ayudó a llevaros hasta las tiendas de campaña...

 

Por el camino, ambos comenzaron una charla sobre la vida de los nómadas.

-¿De dónde sacáis el alimento? -preguntó el guerrero-. No parece que haya comida en muchos kilómetros a la redonda.

-Bueno, aunque no lo parezca, hay muchas criaturas subterráneas, además de agua. De todas formas, siempre vagamos buscando lugares en los que abunden plantas y árboles. Es ahí donde recogemos frutas e incluso a veces, si la zona es propicia, cultivamos.

-Suena bastante trabajoso.

-Lo es. Sin embargo todos nos repartimos bien nuestras tareas de manera que nos coordinamos sin problema. De esa forma el trabajo resulta más fácil y productivo.

-Y, tenéis a alguien a quien consideréis el líder o, bueno, ya sabes, una jerarquía social.

-Bueno, tenemos a alguien que se encarga de establecer unas normas y una organización pero más que considerarlo un líder, es algo así como un guía, un sabio.

-Ya veo.

-También destacamos los cazadores.

-¿Destacamos?

-Sí, yo mismo soy un cazador. Cuando aparece alguna criatura que sirve alimento o ataca al resto de nómadas, nosotros nos encargamos de la captura y la defensa.

-Entonces debes de ser un gran guerrero...

-¿Qué pasa? ¿Quieres comprobarlo? –propuso Jaryl.

-Jajaja, mejor no. No creo estar en mi mejor momento... -rechazó Kareth.

 

Finalmente llegaron hasta una de las tantas tiendas de campaña que se asentaban en aquella área. Ésta parecía más pequeña que aquella en la que el chico había despertado. Además, parecía estar hecha por algún tipo de tela más gruesa.

-Aquí dentro es donde se encuentra mi compañero. Quédate aquí, entraré yo y lo llamaré para que salga.

-Claro.

Tras desaparecer su acompañante dentro de aquella morada, el joven inmortal decidió sentarse sobre el suelo a esperar. Desde allí pudo ver a Sarah, quien estaba ayudando a algunos de los nómadas a transportar telas y cajas a algunas de las tiendas o cargarlas en estructuras con ruedas llevadas por indras.

Aquella gente le resultaba interesante. Sus costumbres, su forma de vida...era un mundo diferente del que él estaba acostumbrado a ver en el interior de Yohei Gakko. No sentía ningún tipo de peligro estando allí. De hecho, por lo que había escuchado de Jaryl y él mismo había podido ver, resultaban de lo más apacibles y organizados.

Fue entonces cuando se escuchó un fuerte ruido que hizo temblar el suelo. Kareth se levantó rápidamente e intentó buscar, confundido, el origen de aquello. Los demás, por el contrario corrieron a refugiarse. Jaryl no tardó en aparecer junto con otro personajillo ataviado con el abrigo que llevaban todos.

-¡¿Qué es lo que ocurre?! -preguntó el chico a los otros dos.

-¡Es una criatura de los yermos!

-¿Una criatura de los yermos?

-¡Sí! ¡Tenemos que ir a la batalla! -gritando esto ambos comenzaron a correr. Por su parte, Kareth decidió seguirles. Todavía no entendía a qué se referían pero parecía algo peligroso por lo que intentaría ser de ayuda.

 

Cuando llegaron al lugar de los hechos, se encontraron a un monstruo de gran tamaño que había acorralado a dos de los nómadas. Aquel ser parecía haber salido de debajo de aquellas tierras ya que parte de su cuerpo, con forma de serpiente, todavía se mantenía oculta. Tenía una gran dentadura de modo que podría partir el cemento sin ninguna dificultad, no hacía falta decir lo que podría hacer en cuanto uno de los acorralados cayese en sus fauces.

Casi al mismo tiempo que Jaryl y su compañero, llegaron otros nómadas para unirse a la batalla. Kareth supuso que se trataría de más cazadores.

-¡Formación de ataque!

Los cazadores, unos nueve aproximadamente, sacaron de sus abrigos lo que parecía un rifle y apuntaron a la bestia.

“¡¿De dónde diablos lo han sacado?!”, se preguntó el chico a sí mismo al observar las armas de los cazadores.

-¡Disparad!

Con la mayor rapidez y coordinación posible, los nómadas dispararon al monstruo consiguiendo que desviara la atención hacia ellos. Por lo general, aquellos rifles no parecían hacerle nada pero habían conseguido distraerlo lo suficiente como para que los dos atrapados encontrasen una salida y corrieran a refugiarse.

-¡Cambio de formación!

El que gritaba las órdenes parecía ser Jaryl. En el instante en que gritó esto los demás cazadores guardaron sus armas y rodearon al ser, el cual giraba la cabeza de un lado a otro enseñando sus dientes de manera amenazante. La criatura realizó un ataque a aquellos situados a su derecha, sin embargo los nómadas eran bastante rápidos y consiguieron esquivar el ataque, cumpliendo las órdenes de Jaryl.

-¡Sacad vuestras armas!

Tras otro grito, cada integrante sacó dos espadas. Éstas eran de tamaño medio y la hoja era parecida a la de una cimitarra, no obstante, Kareth pudo observar que la empuñadura de una de ellas tenía un mecanismo como el gatillo de una pistola.

-¡Atacad!

Todos al unísono, los cazadores avanzaron hacia la bestia, la cual atacó al frente pretendiendo hincar sus dientes en ellos. En ese momento se descubrió para que servía el mecanismo del arma. Los cazadores, apuntando con la espada hacia abajo, apretaron el gatillo, lo que provocó que el arma se clavase en la tierra, alargándose la hoja posteriormente y haciendo que fuesen impulsados hacia arriba. Una vez en el aire, volvieron a darle al gatillo, dando lugar a que la hoja fuese recogida y volviese a su tamaño original, entonces, coordinando sus movimientos de nuevo, infligieron un corte vertical con ambas espadas, provocando un grito de dolor por parte de la bestia.

-¡Impresionante! -exclamó Kareth.

Pese a aquel ataque, la criatura no había sido derrotada, es más, ahora estaba enfurecida.

-¡Cuidado!

Con una velocidad que no había mostrado antes, el monstruo comenzó a arrastrarse por la superficie, persiguiendo a sus atacantes y consiguiendo que varios de ellos saliesen despedidos debido a la fuerza con la que los golpeaba.

La situación se había dado la vuelta ya que ahora los nómadas no podían acercarse a la bestia. Ésta los rechazaba y devolvía el ataque, el cual a duras penas conseguían esquivar. Algunos de los cazadores estaban heridos y habían tenido que retirarse del frente de batalla quedando unos pocos para hacer frente al enemigo.

-Tengo que hacer algo

Fue entonces cuando Kareth busco en su muñeca el teletransportador y lo pulsó con el fin de hacerse con un arma. Sin embargo, no ocurrió nada.

“¿Qué?”, pese a que probó varias veces, no conseguía que apareciese ningún objeto, “¡¿Qué está pasando?!”

Mientras tanto, la criatura había acorralado a uno de los nómadas disponiéndose a comerlo. En ese instante, Jaryl se lanzó hacia la cabeza de ella e hincó sus espadas consiguiendo salvar a su compañero pese a que ahora era él quien se encontraba en dificultades. El dolor causó que comenzase a moverse de un lado para otro intentando quitarse de encima a su adversario, y, en uno de esos movimientos, hizo que el cazador cayese al suelo, dejándolo sin armas ya que estas todavía continuaban clavadas en la bestia. Indefenso y algo mareado por la caída, el chico quedó a merced de aquella especie de serpiente gigante.

-¡Mierda!

El joven inmortal se acercó a uno de los nómadas heridos.

-Tomo esto prestado.

Cogiendo las dos espadas de éste, se dispuso a salvar a Jaryl, no obstante, no hizo falta. Algo cayó desde arriba y golpeó fuertemente al monstruo, el cual se dio de bruces contra la tierra, levantando una gran nube de arena.

 

Cuando su visión se hubo despejado, el chico pudo divisar una figura encima de la cabeza de la serpiente. Llevaba una lanza agarrada con una de sus manos, el arma que había utilizado para dar fin a la bestia.

-¡Desde luego! ¡Me voy unos días y mirad lo que pasa! ¡Jaryl!

-¡Sí!

-¡Te dejé al cargo porque esperaba que pudieses defender a la gente eficientemente!

-L-lo siento...

Una chica pelirroja y que llevaba una capa como la de Jaryl se erigía ante los demás con pose orgullosa y victoriosa. La característica de ella que más sorprendió a Kareth fue el hecho de que tenía un tercer brazo que asomaba por su espalda...

38: Gaia Project 2
Gaia Project 2

La joven saltó de la cabeza del monstruo. El brazo que tenía la lanza se la entregó al tercer brazo situado a la espalda de la chica, y éste a su vez se encargó de que el arma quedara sujeta a un cinturón que rodeaba el cuerpo de ella formando una línea diagonal desde el hombro hasta la cintura. Kareth continuaba en la misma posición que cuando había ido a salvar a Jaryl.

-¿Qué estás mirando? -preguntó ella en tono despectivo.

-N-nada...

Haciendo caso omiso del chico, la guerrera se dirigió hacia Jaryl y le tendió la mano para ayudar a que se levantara.

-Deberías mirarte. Estás horrible.

-Tan amable como siempre- rió el joven cazador.

-Tienes que mejorar esa técnica, de lo contrario no podrás ser un buen líder. Un monstruo como éste no debe suponer ningún esfuerzo por tu parte.

-Gracias, jefa.

-D-deja de llamarme así. Tengo un nombre y lo sabes.

-De acuerdo, de acuerdo. Gracias, Ivel.

Ivel se dio la vuelta y se dirigió al resto de cazadores.

-A vosotros os digo lo mismo. Si seguís de esta manera no vais a conseguir proteger a nadie. Tenéis que haceros mucho más fuertes. Así que en cuanto estéis recuperados comenzaremos un entrenamiento intensivo.

-...esto... -Kareth dio un paso al frente por primera vez desde que ella había llegado- ¿No crees que estás siendo un poco dura? Han estado a punto de perder la vida intentando defender a su gente. Creo que al menos un “buen trabajo” tampoco estaría de más...

-¿Quién eres tú?

-Ah...permitidme que os presente...

Jaryl se interpuso en el espacio que había entre los dos y carraspeó ligeramente.

-Ivel, te presento a Kareth, los encontramos a él y a otra chica inconscientes en medio de estas tierras.

-Puedes llamarme Kar, si lo deseas.

El chico levantó la mano con intención de estrechar la de ella, sin embargo, tras una fría mirada hacia el gesto del chico por parte de Ivel, Kareth decidió bajarla.

-...

Jaryl volvió a carraspear para intentar quitar algo de tensión al ambiente.

-Kareth, te presento a Ivel, podríamos decir que es la máxima encargada de la protección de nuestra gente, es la más fuerte de nosotros.

-¿Qué hace este tío aquí? –preguntó descaradamente Ivel.

-Ya te lo he dicho, lo encontramos inconsciente en medio de las tierras áridas, no podíamos dejarlo allí.

-¡¿Sois idiotas?! ¡No sabemos quien es ni de donde viene! ¡Tampoco sabemos el hecho de por qué estaba inconsciente! ¡¿Y si roba y mata a nuestra gente?!

-¡Eh! ¡Para el carro! ¡Ni Sarah ni yo haríamos algo como eso!

-¡¿Y cómo sé que puedo fiarme de ti?!

-¡Si hubiese querido matar a tu gente, ¿no crees que ya lo habría hecho?!

-¡Eso no me vale como excusa! ¡Quizás sólo estés esperando el momento en el que veas qué beneficio puedes obtener!

-¡Eso es ridículo!

-¡¿Ridículo?! ¡¿Crees que no hay gente capaz de hacer algo así?! ¡¿Crees que no pueden tratar a las personas como si fuesen objetos a los que manipular a su antojo?!

-Ivel, cálmate, Kareth no es un mal tipo...

-Eres demasiado confiado Jaryl...

-Quizás deberías aprender un poco de él –comentó Kareth.

-¡Repite eso! –la joven volvió a situar la lanza en el mismo brazo que antes, dispuesta a ponerla en movimiento.

-¡Ivel, por favor!

El joven cazador se metió por medio de la pelea, intentando calmar la situación. Ivel se miró a Jaryl y luego a Kareth.

-Tienes suerte, imbécil. Por ahora te librarás de una buena paliza. Es posible que él confíe en ti pero a mí no me engañas así que más vale que te andes con ojo.

Dicho esto, la chica se marchó de allí.

-¡¿Qué mosca le ha picado?!

-Te pido disculpas en su nombre. Ella sólo busca lo mejor para nosotros. Debido a ello exige demasiado tanto a los demás como a ella misma.

Tras emitir un largo suspiro, el chico inmortal posó una mano sobre el hombro del nómada.

-No te preocupes, me las he visto con gente peor. Esto es sólo una pequeña charla entre amigos...

 

Tras lo ocurrido, se encargaron de transportar a los heridos a una de las tiendas de campaña establecidas en el campamento. Allí, se encontraron con Sarah.

-¡Kareth! –la chica corrió hacia ellos- ¿Qué es lo que ha ocurrido?

-Parece ser que la naturaleza es temible por aquí...

-¿Huh? –la joven levantó las cejas, confusa.

-Una criatura de los yermos, depredadores de gran tamaño que aparecen a veces en zonas desérticas como esta.

-Entonces todas esta gente...

-Fueron heridos durante la batalla contra el monstruo. Pero no te preocupes, están acostumbrados al combate por lo que son bastante duros. En cualquier caso, será mejor que echemos una mano, cuantos más seamos mayor será la ayuda.

 

Disponiendo varias telas sobre el suelo, apoyaron a los heridos sobre éstas, procurando que se encontrasen lo más cómodos posible.

-Dime, ¿qué pasó cuando apareció el monstruo? –preguntó Kareth.

-En principio no entendía lo que pasaba. Cuando miré a mi alrededor la gente ya se encontraba corriendo y refugiándose en las tiendas. No me llevó mucho entender que algún peligro acechaba por lo que ayudé a los rezagados a esconderse y yo hice lo mismo.

-Ya veo. Eres una chica muy responsable –la halagó él logrando que la chica se sonrojara.

-B-bueno, tengo que serlo. Al fin y al cabo trabajé de guardaespaldas.

Entre los dos trasladaron a uno que parecía haberse quedado inconsciente.

-¿Y tú?

-Bueno, seguí al grupo de cazadores hasta la ubicación del monstruo y estuve a punto de entrar en combate hasta que apareció una persona...algo problemática...

-¿Problemática?

-Ya te contaré los detalles más tarde pero digamos que no le caemos demasiado bien...

Habiendo terminado la tarea, dejaron el trabajo de cuidarlos a sus semejantes y salieron de la tienda. En ese momento se encontraron con un grupo de nómadas que parecían estar observando algo con gran admiración. Llevados por la curiosidad, ambos se unieron a ellos. Ivel captaba la atención de la gente mostrando lo que parecía una gran cantidad de piezas de carne.

-Con esto no tendremos que preocuparnos de la comida durante unas tres semanas como mínimo. Eso si, necesitaremos conservarlas bien, o de lo contrario serán incomestibles.

Los nómadas se miraron entre ellos, emocionados. Algunos levantaron los brazos, celebrando la presencia del alimento. Así pues, se acercaron a la carne y comenzaron a cargarla para depositarla en su lugar de almacenaje. Ivel también ayudó.

“Así que eso es lo que había estado haciendo antes de aparecer contra la bestia”, pensó Kareth. El chico tenía que reconocer que, pese a la juventud de Ivel, quien parecía ser menor que él, tenía fuerza y gran capacidad de liderazgo. Quizás su carácter le había llevado a que la gente la respetara y confiase en ella.

En ese momento, el chico recordó las palabras de Jaryl sobre la existencia de alguien encargado de organizar su sociedad. ¿Se referiría a aquella chica?

 

-¡Padre! ¡Ya he llegado!

-Ivel...

Un hombre de avanzada edad salió a recibir a la joven. Al igual que su hija

-¿Qué tal ha ido todo?

-¡Genial! ¡He conseguido una gran caza! ¡Los demás están encantados! –exclamó ella con una amplia sonrisa mientras abrazaba a su padre.

Éste acarició su cabello tiernamente.

-Estoy orgulloso de ti. Estoy seguro de que serás capaz de guiar a este pueblo en mi ausencia sin ningún problema.

-Pero para eso aún falta mucho, padre.

-Me hago mayor, pequeña. Y mi cabeza ya no está tan bien como debería. Probablemente deba dejarlo antes de tiempo. Estoy seguro de que te necesitan más que a mí.

-...

 

-Oye, Jaryl. Hay una pregunta que me gustaría hacerte –indicó Kareth.

-¿De qué se trata?

-He visto que todos lleváis un abrigo que os tapa la cabeza, quiero decir, ¿es algún tipo de costumbre?

-Oye, Kar, no sé si esa es una pregunta muy adecuada... –comentó Sarah.

-No, no te preocupes. Supongo que es normal preguntárselo. Verás en realidad hay más de una razón por la que llevamos estas vestimentas. La primera de ellas es debido al clima de esta zona. Como imagino que sabrás, desde que empezó la guerra, tanto el clima como el cielo han cambiado, la luz del Sol suele estar cubierta por nubes, las estrellas apenas se ven, y tanto la temperatura como las lluvias cambian con frecuencia. Por aquí ese tipo de variaciones suelen ser más notables que en otros lugares, y estos abrigos nos ayudan a protegernos de las dificultades climáticas. Además...bueno supongo que sabrás que nosotros no somos personas digamos...normales...

-Bueno, sí pero...tampoco es algo...

-En ocasiones requerimos realizar intercambios o trueques con algunas poblaciones, y...bueno...digamos que a veces es mejor mantener ciertas apariencias...

-...pero...esa chica...Ivel...ella no ocultaba su rostro...

-Jajaja –Jaryl se rió de repente- Bueno, tanto ella como su padre son un poco especiales en ese aspecto. Entre nosotros, ellos dos son bastante respetados, el hecho de no ocultarse...es con la finalidad de que los demás sientan que hay un lugar para ellos en este mundo...

-...

-Ya te lo dije, es posible que sea una chica bastante temperamental pero te probablemente sea de lejos la persona que más se preocupa por nosotros.

 

Kareth se despertó sobresaltado. De nuevo había vuelto a tener la misma pesadilla.

-...parece que por más que lo intente no puedo dejarlo atrás... –suspirando, se levantó y salió fuera de la tienda.

Era ya de noche, y no había nadie fuera además de él.

“Quizás si me da un poco el aire pueda tranquilizarme y coger algo de sueño”, pensó mientras caminaba entre las demás tiendas. Al poco rato decidió sentarse junto a una de ellas. Buscó en su bolsillo y sacó el colgante, con el cual jugueteó entre sus manos, mirándolo pero sin hacerle casi ningún caso, ya que sus pensamientos estaban más centrados en aquello que no le dejaba dormir.

Fue en ese momento cuando escuchó un ruido cerca de su posición y una figura se situó frente a él.

-Así que eres tú...

El chico levantó la vista. Pese a que estaba bastante oscuro pudo distinguir la silueta de Ivel.

-¿Qué haces aquí? –preguntó ella con clara desconfianza.

-No podía dormir. No creo que sea algo fuera de la ley, ¿me equivoco? –respondió el joven con sarcasmo.

-Chst, no tientes a tu suerte.

-Tranquila, no lo haré. Sólo quiero despejarme un poco, eso es todo.

-...

-¿Tú también estás aquí por lo mismo?

-Como si fuese a decírtelo.

“Lo suponía”, el chico dibujó una media sonrisa en su cara.

-En cualquier caso, más te vale no hacer ninguna tontería porque voy a estar por aquí vigilando.

-Sí, sí....oye...ya te dije que no pretendo haceros nada malo ni a ti ni a tu gente. Comprendo tu postura pero si pudieses bajar un poco la guardia quizás me harías sentir algo más cómodo.

-Eso es algo que no me puedo permitir. Es mi responsabilidad velar por ellos, y quizás dentro de poco sea la única capacitada para ello...

-¿Lo dices por tu padre?

La nómada giró la cabeza hacia él.

-¡¿Qué sabes tú sobre mi padre?!

-Sólo lo poco que me ha contado Jaryl, nada más.

-Ese chico...no debería ir contando a extraños cosas sobre los demás.

“Tampoco es como si me hubiese revelado tus mayores secretos”

-Y, ¿qué te dijo?

-Nada importante. Que tu padre y tú parecéis ser una buena referencia para el resto.

-... –cruzada de brazos, se sentó a distancia prudente del joven-. Bueno, todos necesitamos algo en lo que creer cuando no sentimos perdidos. Sólo pretendo ser esa creencia para que puedan seguir avanzando.

-Ése es un buen objetivo, he de admitirlo.

-No creas que por decir eso me vas a caer mejor.

-Venga ya... –se quejó el chico negando con la cabeza-. Ah, ahora que recuerdo, Jaryl me dijo que vuestra sociedad no tenía un líder, sin embargo si que había alguien a quien consideraban algo así como su guía...una persona sabia. Supongo que se refería a tu padre, ¿no es así?

-Sí...aunque parece que él ya no se considera capacitado para ello...

-¿Estás preocupado por él?

-¡¿Qué?!

-No hace falta verte para saberlo.

-¡Serás idiota!

-Oye, oye, tampoco hace falta ponerse así.

El ambiente quedó en silencio hasta que éste fue roto por Ivel.

-Por supuesto que me preocupo por él...es la única familia que me queda...tú también lo harías con el tuyo.

-Quien sabe...si mis padres siguen vivos ni siquiera recuerdo sus rostros.

La joven giró la cabeza hacia Kareth, quien continuaba jugueteando con el anillo.

-L-lo siento... –susurró ella.

-¿Mm? ¿Has dicho algo?

-¡N-no! ¡Nada!

El joven sonrió. Debido al Radiar su capacidad auditiva estaba más desarrollada que la de una persona corriente por lo que había escuchado perfectamente lo que había dicho.

-Es bueno tener a alguien que se preocupe por ti –comentó Kareth.

-Tú, ¿no tienes a nadie? –preguntó Ivel, parecía haber bajado un poco la guardia.

-Bueno, ahora mismo sólo estamos Sarah y yo. Ambos nos preocupamos el uno por el otro así que supongo que sí que tengo a alguien.

-...

-Ah, es cierto, todavía no la has conocido en persona. Te la tengo que presentar.

-¿Qué?

-No es justo que sea yo el único del que estés pendiente –se atrevió a bromear.

Ella se levantó rápidamente de su sitio.

-¡No recuerdo haber hecho algo para que te tomes esas confianzas conmigo! ¡Mucho menos para presentarme a nadie! ¡Además, sepa quien es o no, estaré pendiente de ella!

-No puedes vigilar a alguien que no ves...

-¡Cállate!

-Sí, sí...

-Me voy. Será mejor que tú hagas lo mismo. No me gusta el verte por aquí fuera.

Sin decir nada más se marchó, dejando a Kareth con cara de cansancio.

“Desde luego, tiene carácter”, pensó, “Aunque debo reconocer que, de alguna manera me siento mejor después de haber hablado con ella”.

Siguiendo las indicaciones de la nómada, volvió a la tienda, esperando poder recuperar el sueño.

 

A la mañana siguiente Jaryl apareció en la tienda junto a otro compañero. Sarah también se encontraba allí.

-Kareth, Sarah. Se reclama vuestra presencia. Venid conmigo.

Los dos amigos se miraron sin saber bien lo que ocurría. Después de esto siguieron a los nómadas.

-Por cierto, ayer no tuve tiempo de presentaros. Él es Will. Fue quien me ayudó a traeros hasta aquí.

-Encantado –dijo Kareth.

-Gracias por ayudarnos –esta vez habló la chica.

-Es un placer –sentenció Will la corta charla.

-Will no es un chico de muchas palabras así que no esperéis demasiado de él –murmuró Jaryl poniendo una mano para que apenas se le escuchase.

Finalmente se plantaron frente a otro de los numerosos refugios de aquella área.

-Esperad un momento –les pidió Jaryl entrando él primero.

Poco después se abrió la entrada a la tienda y fueron invitados a pasar. Había bastante gente reunida, aunque para ellos casi todos vestían de la misma manera por lo que resultaba difícil saber si se habían visto antes o era importante el hecho de que estuviesen allí. Fue entonces cuando vieron a Ivel, quien se situaba al lado de un hombre mayor con un parche que cubría uno de sus ojos. Cuando quisieron darse cuenta, estaban rodeados por un curioso número de espectadores.

-Así que vosotros sois los extranjeros –comenzó a hablar el hombre del parche.

Ambos asintieron.

-Tanto mi hija como otros miembros me han hablado de vosotros...

Como supuso el chico, él era el padre de Ivel.

-Mi nombre es Argo y me gustaría preguntaros qué os ha traído hasta aquí...

39: Gaia Project 3
Gaia Project 3

-¿Qué nos ha traído hasta aquí? –repitió Kareth.

-Como comprenderéis, no es muy frecuente encontrarnos a dos jóvenes inconscientes en el interior de un vehículo desconocido...

-Ya, bueno, en eso te doy la razón...

-¿Y bien?

Kareth miró a Sarah. Ella le hizo una señal con la cabeza el cual el chico interpretó como un permiso para contar lo sucedido. Dispuesto a hacerlo intentó resumirlo y ahorrar algunos detalles.

-Tanto mi compañera como yo procedemos de un lugar llamado Yohei Gakko. Éste sitio actúa como academia para la formación de guerreros.

Dentro de ese lugar se desarrollaron una serie de conflictos en los cuales mi compañera fue acusada falsamente de asesinato. Con la misión de rescatarla, otros compañeros y yo decidimos ayudarla a evacuar la academia, no obstante, cuando pensábamos que nuestra vía de escape estaba asegurada, apareció alguien... –durante unos instantes el joven dejó de hablar, provocando la confusión de sus oyentes. La imagen de Unum se filtró en la mente de Kareth...

-Kar... –Sarah apoyó una mano sobre el hombro de él.

-Ah, l-lo siento... –aclarando un poco su voz, continuó con el relato-. Apareció ante nosotros una persona y...comenzó a matar a mis compañeros...consiguiendo escapar por poco ella y yo. No estamos muy seguros pero seguramente la evacuación forzada fue lo que provocó un mal aterrizaje y que, como consecuencia, quedáramos inconscientes...

La tienda se quedó en silencio después de que terminara de contar su historia.

-Podéis creer o no nuestra historia pero es la verdad.

-... –Argo cerró su ojo libre durante un momento para luego centrar la mirada en ambos-. Os creo. No parece que estéis mintiendo, aunque tampoco parece que me lo estéis contando todo.

“Así que sabe que he estado ocultando información”, pensó Kareth.

-Tengo bastante experiencia joven, y sé determinar si una persona miente o no según los gestos de su cuerpo. Supongo que entendéis que el hecho de que vayáis con nosotros nos pone en una situación complicada. A fin de cuentas, aunque tu compañera fuese acusada falsamente, seguirá siendo una criminal buscada, y tú, quien la ayudaste a escapar, también.

-Lo comprendo.

-Bien pues. No obstante, no somos del tipo de personas que dejan a alguien a la deriva. Ahora mismo no estamos dirigiendo hacia Genese.

-¡¿Genese?! –exclamó de repente Sarah.

-¿La conoces? –preguntó Argo

-Claro, es la ciudad donde Emil Greenard descubrió el Radiar. Se considera el lugar en el que comenzó todo.

-Así es. Actualmente se ha convertido en un centro de comercio y trueque en medio de los yermos. Para nosotros supone un lugar donde podemos abastecernos de materiales que no podemos obtener de otras formas. Si lo deseáis, podemos llevaros hasta allí.

-Sería muy amable por vuestra parte.

-Bien, entonces por el momento os quedaréis con nosotros hasta que lleguemos a Genese. Luego preferiríamos no tener nada que ver con vosotros.

-Lo entendemos.

-Bien, no hay nada más que hablar. Podéis abandonar la tienda.

 

Tras terminar la conversación volvieron a la tienda en la que se hospedaba Kareth. Jaryl y Will les acompañaron.

-¿Qué tenéis pensado hacer después de que os dejemos allí? –preguntó Jaryl.

-Supongo que todavía es un poco pronto para decidirlo. Lo mejor es que por el momento mantengamos cierta discreción mientras estemos aquí. De esa manera no causaremos problemas. Nos gustaría empezar por ayudaros. Ya sabes, ya que nos dais cobijo y transporte qué menos que trabajar con vosotros como agradecimiento. Además sería una buena manera de pasar desapercibidos en vuestra sociedad.

-Mm...sí...es lo correcto, supongo pero no sé muy bien qué podríamos requerir de vosotros.

-Bueno, tanto ella como yo somos buenos guerreros así que creo que podríamos ayudar en la protección y la caza.

-¿Estáis seguros? Ya sabéis cómo es Ivel...

Sarah y Kareth se miraron.

-Creo que estaremos bien.

 

-¿Así que dicen que quieren ayudar como cazadores?

-Bueno, sí, ¿no es así, Will?

-Lo han dicho.

-¿Lo ves?

Ivel, quien se encontraba entrenando al resto de cazadores levantó la ceja y miró en dirección a Sarah y Kareth.

-Jum...en ese caso me gustaría comprobar de lo que son capaces.

La nómada se acercó a los dos aspirantes.

-Ya que parecéis bastante confiados haremos una cosa. Tendréis que enfrentaros vosotros solos a los demás cazadores, incluidos Jaryl y Will, y desarmarlos. En caso de que consiguieseis hacerlo os enfrentaréis a mí con el mismo propósito.

-¿Dos contra nueve? ¿No es eso un poco injusto?

-Si no podéis con esto dudo mucho que seáis siquiera dignos de llamaros guerreros.

Sarah bajó los párpados mostrándose molesta.

-Kar...

-¿?

-Vamos a demostrarle a esta tía lo que es un guerrero de verdad.

-¿Sarah?

-Me gusta esa actitud. Guardadla para el combate que se os viene encima.

-Puede estar segura.

De algún modo parecía que entre las dos chicas se había comenzado a forma un ambiente subido de temperatura.

-Creo que es la primera vez que veo a Sarah así... –murmuró el joven inmortal para sí mismo.

 

Poco después los nueves cazadores, liderados por Jaryl, se situaron frente a los aspirantes. Todos llevaban las mismas armas e Ivel, un poco más alejada de la batalla, actuaba como arbitro.

-Bien, las reglas son simples. Debéis desarmar al contrario utilizando únicamente vuestras habilidades físicas y de manejo de las espadas por lo que no se estará permitido el uso del rifle ni ninguna jugarreta o trampa. Ateniéndose a las consecuencias aquel que se atreva a desobedecer las normas –al decir esto se crujió los huesos de las manos, algo que dio a entender perfectamente sus intenciones-. No es un “todos contra todos” por lo que el trabajo en equipo será importante. Tenedlo muy presente.

Incluso aunque era un combate para probar las habilidades de ellos dos, Kareth pudo percibir también la pretensión de la nómada sobre usar el combate para entrenar a los suyos.

-Sin nada más que decir, que empiece el combate.

En un principio ninguno de los bandos se movió. Kareth podía ver la clara desventaja que tenían él y su compañera, por no decir que ya había observado lo bien que se les daba a los contrincantes el trabajar en equipo. Pese a ellos, también sabía que podía confiar en la habilidad de Sarah.

-¡Formación en círculo!

Tomando la iniciativa, los nómadas rodearon a los dos guerreros de Yohei Gakko bloqueándoles cualquier vía de escape.

-Empezamos fuerte.

Espalda con espalda, los dos encararon a sus adversarios.

-Parece que pretenden reducir nuestra movilidad desde el principio.

-Sí, en ese caso, nosotros también tendremos que ponernos agresivos.

-¿Qué propones? –preguntó la chica.

-Atacar de frente, cada uno por su lado.

-No es un plan muy elaborado.

-Lo sé, pero es la mejor opción. ¿O prefieres quedarte quieta aquí mientras esperas a que nos den una paliza?

-¿Estás loco? Antes muerta que darle el gustazo a esa idiota.

-Sarah, debo decir que nunca había visto esa parte de ti.

-Tampoco es que me conozcas desde hace tanto...en cualquier caso, no me gusta perder, mucho menos después de lo que ocurrió en Yohei Gakko.

-Sí...en eso coincidimos...

-¿Entonces?

-A mi señal.

Los cazadores, manteniéndose alerta ante cualquier movimiento que pudiese parecerles sospechoso, avanzaron con cautela, siempre con sus espadas al frente.

-¡Ahora!

Adoptando una posición de carrera más aerodinámica en la cual echaban hacia delante el cuerpo, Sarah y Kareth corrieron en direcciones contrarios el uno del otro, yendo de frente contra los nómadas. Justo en el momento en que estos atacaron, ambos realzaron una voltereta por el suelo, esquivando así el golpe, y apoyaron la espada poseedora de gatillo con la hoja apuntando hacia el suelo, apretando el mecanismo. El resultado fue el que ambos saliesen despedidos hacia arriba llevándose cada uno por delante a uno de los adversarios, los cuales, recibiendo un fuerte impacto en la zona del tórax, soltaron sus armas.

Los dos compañeros aterrizaron fuera del perímetro descrito por la formación haciendo que la espada recuperara su tamaño normal.

-Dos menos, no está mal –dijo el joven inmortal mostrando una sonrisa en su rostro.

-Esta arma es más fácil de manejar de lo que pensaba.

-¡Preparaos! ¡Ahora somos nosotros los que os hemos rodeado! Bueno, aunque siendo dos impone más bien poco...

Sin esperar a que terminara de hablar, cuatro de los restantes contrincantes sumaron sus espadas en un ataque hacia el guerrero, quien se defendió como pudo deshaciéndose desviándolo en el último momento.

-¿Cuatro contra uno? ¿Por qué yo tengo más?

Pese a que el chico se defendía con bastante maestría, los cuatro combinaban muy bien sus movimientos, lo que le impediría continuar evadiendo por más tiempo el momento en que terminaran desarmándolo. Así pues, en el momento que encontró un hueco en el ataque, se agachó y, girando sobre sus manos apoyadas en tierra, consiguió acertar con el talón en la barbilla de uno de ellos, utilizando el impulso del golpe para escapar del siguiente ataque y, tras aterrizar sobre sus pies, alargando de nuevo su arma para dejar fuera de combate a otro al provocar que sus espadas saliesen volando.

Por su parte, Sarah ya se había deshecho de dos de sus adversarios de manera que sólo tenía uno frente a ella.

-¿Qué diablos está haciendo Kar? Está tardando más de lo que esperaba.

-Céntrate.

Will, quien era el restante de los tres que había ido a por la chica, inició la ofensiva hacia ella. No obstante ésta no tuvo problemas en evadirlo y golpear al joven nómada en la cabeza con la mano abierta, provocando que cayese al suelo.

-No suelo mostrarme arrogante frente a mis enemigos pero a ese nivel no me llegarás ni a la suela de los zapatos.

Levantándose del suelo, el cazador realizó otro ataque, de nuevo evitando por su contrincante.

-Ya te lo he dicho. Tendrás que probar con otro método.

Will se encaró a Sarah.

-Captado. Cambio de técnica.

-¿Huh?

El nómada se hizo hacia atrás, alejándose considerablemente de la posición en la que se encontraba ella.

-¿Qué...?

De repente, Will apretó el gatillo lanzando la hoja de la espada en dirección a la chica, quien consiguió esquivarlo por los pelos.

Tras esto, la guerrera corrió hacia él con las dos armas al frente. Fue entonces cuando, con un rápido movimiento, el joven nómada recogió la hoja y esta vez la situó mirando en dirección contraria a su oponente, volviendo a apretar el mecanismo y lanzándose esta vez al frente.

-¡Chst!

Sarah evadió el ataque, buscando un hueco para contraatacar, sin embargo, Will, pensando en esa posibilidad, recogió de nuevo la hoja y giró sobre sí mismo enarbolando sus espadas al aire de manera que su contrincante no pudo ni tocarle. Al momento de aterrizar en el suelo, volvió a hacer uso de la hoja extensible para alejarse de nuevo a un área segura.

-Te has vuelto escurridizo.

-No te daré tiempo.

El chico volvió a activar el mecanismo realizando un nuevo ataque a distancia.

-¿Otra vez el mismo truco?

La chica consiguió esquivarlo a tiempo.

-Yo también puedo hacerlo, ¿sabes?

Sarah se dispuso a apretar el gatillo del arma, no obstante Will no tenía intención de dejarle hacer lo que quisiera, por lo que, con la hoja de la espada todavía estirada la movió de forma lateral, consiguiendo que una de las armas que llevaba la guerrera fuese arrebatada de sus manos.

-Así que tu táctica se basa en un ataque a distancia escapando del enemigo cada vez que éste se acerca. Es inteligente pero bastante desagradable...

El nómada recogió la hoja y se preparó para un nuevo ataque.

Por su parte, la joven, a quien ya sólo le quedaba un arma, cambió su expresión a una más severa.

 

Mientras tanto, Kareth ya había eliminado a parte del séquito que luchaba contra él. Tan sólo quedaba Jaryl para plantarle cara.

-Parece que los únicos que continuamos somos Will y yo.

-Has sabido mantenerte bien para que no te desarmara.

-¿Acaso esperabas que me dejara vencer tan fácilmente?

-Bueno, supongo que si Ivel tiene confianza en ti no es por nada.

-Te demostraré de lo que soy capaz. Prepárate porque esta vez voy en serio.

Dicho esto, Jaryl se quitó la capa que lo protegía, dejando ver su cuerpo. Se trataba de un chico canoso con algunos mechones castaños, parecía algo delgado pese a que sus brazos presentaban una fuerte complexión e iba también un poco encorvado. Llevaba unos pantalones algo arrugados, cubiertos de vendas por la zona de las espinillas y en cuanto al torso, lo llevaba al descubierto, siendo la única vestimenta que cubría esa zona aquella de la que se acababa de despojar.

-Así que se podría decir que este es tu verdadero yo.

-No del todo. Como bien es sabido, no todas las mutaciones han de ser un inconveniente...

Tras esto, algo comenzó a elevarse a partir de la espalda del chico. Cuando Kareth observó de lo que se trataba, una mezcla de sorpresa y cierta emoción recorrió su mente. Dos pares de alas de mediano tamaño y propias de un ave rapaz se mostraron en todo su esplendor, dejando relucir sus plumas de color marrón y blanco.

-Prepárate.

40: Gaia Project 4
Gaia Project 4

Kareth consiguió esquivar el primer golpe de Jaryl, quien acababa de emprender el vuelo tras haber mostrado sus alas.

-¡Eso no vale! ¡Tienes ventaja aérea!

-Esto forma parte de mi cuerpo así que no hay ningún inconveniente en que lo utilice durante un combate cuyas reglas sólo consisten en desarmar.

-¡Chst!

Tras decir esto, el nómada se lanzó en picado a gran velocidad hacia el guerrero, realizando un ataque de gran fuerza que, pese a que fue detenido por las espadas del chico, provocó que saliese despedido hacia atrás, rodando varios metros sobre el suelo.

-Es bastante conveniente, el poder volar de esa manera. Si es así me pregunto por qué no lo usaste contra aquel monstruo serpiente de la otra vez.

-Eso dejaré que lo descubras por ti mismo.

Jaryl volvió a lanzarse hacia Kareth, no obstante esta vez aminoró la velocidad, realizando varios ataques continuos a corta distancia. Cada vez que el chico inmortal intentaba contraatacar, el cazador lo esquivaba impulsándose ligeramente con sus alas para enseguida volver a presionar a su rival.

“Es curioso”, pensó el guerrero mientras continuaba protegiéndose de los ataques de su contrincante, “Quizás sea imaginación mía pero tengo la sensación de que ha aumentado la intensidad de sus ataques. Es la misma reacción que tendría alguien que se encuentra acorralado...”

Durante uno de los ataques del nómada los brazos de Kareth cedieron ante su fuerza.

-¡Maldición!

Una patada procedente de su adversario provocó que una de las espadas cayese al suelo, clavándose en las tierras yermas. Enseguida, Jaryl volvió a subir y se dispuso a realizar otro ataque en picado.

“No me deja ni un respiro...”, de repente su mente se iluminó, “Un momento, no usó esta habilidad contra aquel monstruo pese a la conveniencia que supone, ¿significa eso que le habría supuesto un problema el hacerlo?”, acto seguido de pensar esto, su rival ya estaba de nuevo acosándole con ataques a corta distancia que posteriormente impedían un contraataque eficiente por su parte, “...si mi suposición es cierta, entonces sólo necesito ganar tiempo, y sólo recuerdo una manera desesperada de protegerse en estos casos...”

Aprovechando uno de los pequeños espacios de tiempo dado por el nómada, en lugar de intentar un nuevo contraataque el cual no habría dado ningún resultado, Kareth optó por golpear el suelo lo más fuerte que le permitieron sus piernas, levantando un bloque de tierra lo suficientemente grande como para abrir una mayor distancia entre el y su adversario. Éste por su parte volvió a emprender el vuelo preparándose para otro ataque. Esta vez, voló más alto de lo normal.

-El próximo golpe va a ser peor que los anteriores, puedes estar seguro.

-¡Vamos!

“Debo aguantar este golpe como sea”

El cazador comenzó su caída en picado girando sobre sí mismo, ganando más y más velocidad. Kareth por su parte levantó el puño lo más alto que pudo, realizando un golpe de grandes proporciones de nuevo contra el suelo, levantando esta vez una mayor porción de tierra. Cuando Jaryl chocó contra el bloque de tierra, éste fue destruido como si nada, impactando poco después en el joven inmortal. El ataque provocó que los pies del guerrero se levantasen del suelo, siendo arrastrado por el chico alado durante gran parte del trayecto hasta que finalmente chocaron contra una roca de considerables dimensiones, levantando una gran nube de arena que impidió ver el resultado de la escena. La figura de Jaryl salió de entre la polvareda y dirigió su mirada hacia abajo, esperando a que se dispersase aquello que le impedía ver el estado de su contrincante. Sin embargo en lugar de esto, otra figura apareció de entre aquel cúmulo de partículas, sorprendiendo al nómada y consiguiendo agarrarse a su cuerpo.

-He ganado –diciendo esto, Kareth agarró fuertemente sus alas, impidiendo que pudiese seguir manteniéndose en el aire y cayendo ambos a tierra, sólo que el cuerpo que probó primero la dureza del suelo fue el del cazador.

Aprovechándose del estado de su rival tras la caída, el joven inmortal le quitó las dos armas sin dificultad alguna, logrando el objetivo de desarmarlo.

-Mmm...

-Se acabó el combate, amigo.

-Así que has conseguido atraparme...

-Parece que no me equivocaba...no puedes utilizar durante mucho tiempo esas alas tuyas, probablemente te suponga un gran esfuerzo el utilizarlas...

-...

-Noté que habías aumentado la velocidad en intensidad de tus ataques, como si quisieses acabar el combate lo más rápido posible. En un principio pensé que simplemente podría deberse a que la capacidad de volar te lo permitía pero entonces recordé que no la habías usado durante la batalla contra aquel monstruo de los yermos por lo que opté por la posibilidad de que fuese un último recurso. Y no me equivoqué, me defendí como pude de ese último ataque y aproveché que, debido al cansancio, habías reducido la altura de vuelo para atraparte.

-No está nada mal...

-Esa debería ser mi línea. Si no hubiese levantado aquel bloque de tierra habría perdido –afirmó Kareth mientras enseñaba la espada que portaba, la cual llevaba una grieta a lo largo de su hoja-. Además, si mi cuerpo fuese el de una persona normal seguramente habría quedado reducido a una masa de huesos rotos. Un gran trabajo.

-Me alegra que me halagues pero por lo que veo aún me queda mucho por entrenar...

-Por el momento descansa un poco.

El chico observó que Ivel se acercaba hasta ellos.

-Habéis conseguido pasar la prueba –declaró.

-¿Y Sarah?

-Ella terminó antes que tú.

La chica señaló con la cabeza hacia una zona en concreto. Cuando el guerrero miró en la dirección indicada, pudo divisar el cuerpo de Will en el suelo y, sentado junto a éste, el de su compañera.

-Parece que ha conseguido desarmarlo de un golpe.

-¿De un golpe?

-Así es...

 

“Aquella expresión de la chica no le había gustado ni un pelo. Will intentó mantenerse lo más alerta posible a cualquier movimiento que pudiese realizar. Por su parte, Sarah parecía encontrarse muy calmada.

-¿Sabes? Anteriormente solía ser guardaespaldas de la persona que me crió y educó. Para mí el hecho de protegerlo era lo más importante. Sin embargo, llegado el momento en el que más tendría que haberlo hecho no pude...

El nómada se quedó algo confuso al escuchar sus palabras.

-No me puedo permitir perder aquí. El próximo golpe que lance será el último.

Dicho esto, la chica adoptó una pose diferente. Situó el arma que le quedaba apuntando hacia el cazador mientras que su otro brazo permanecía escondido detrás de su espalda. Tras esto cerró los ojos.

Will esperó algún ataque procedente de ella, por el contrario no obtuvo ninguna respuesta. Visto esto, decidió tomar la iniciativa y lanzó de nuevo otro ataque a distancia hacia Sarah, no obstante éste fue desviado por la espada de la chica, quien mantuvo la misma posición.

Realizando un movimiento horizontal con su arma, el nómada atacó de nuevo pero la joven volvió a evitarlo sin problema alguno. Sin perder el tiempo, Will situó la hoja de la espada mirando hacia atrás y se impulsó hacia Sarah a gran velocidad intentado un corte frontal con ambas espadas. Ella, únicamente moviendo sus piernas, las cruzó desplazándose lateralmente para evadir el acercamiento de su adversario y así, posteriormente, detener el giro logrando que las dos espadas del muchacho impactasen contra la única que llevaba la chica. Acto seguido, Will ya se había alejado lo suficiente como para encontrarse fuera del alcance de Sarah quien seguía defendiéndose de sus golpes sin realizar un contraataque de vuelta y mucho menos iniciar una arremetida por si misma.

-Preocupante –declaró el cazador.

Visto lo visto, lo mejor que podía intentar era un amago de ataque e intentar lanzar la hoja en dirección al arma de ella a fin de quitársela y ganar el combate. Así pues, pretendiendo engañarla de manera que bajase la guardia, pasó ambos brazos por detrás de su espalda haciendo ver que se cambiaba las espadas de mano y efectuando el primer movimiento con aquella que carecía de gatillo, la cual había dejado en la misma extremidad con que la sujetaba antes. Sarah hizo un ligero movimiento, como esperando a que la hoja de la espada saliese disparada hacia ella, por el contrario, el ataque vino de otro lugar, buscando con exactitud su objetivo. Fue entonces cuando ella movió ficha. Haciéndose ligeramente hacia atrás, esperó a que el arma estuviese apunto de tomar contacto con la suya, sacando el brazo que había tenido todo el rato situado detrás de su espalda y golpeando con los dedos índice y corazón en el metal de la espada, la cual, de forma inconcebible comenzó a hacerse añicos delante de los ojos de su portador quien, poco después, observó cómo su otra espada se rompía de la misma forma que la primera, lo que provocó su total derrota.

-¿Qué...ha pasado? –atónito, el nómada no podía creer que con un solo golpe la guerrera hubiese conseguido ganarle el combate.

-Una de las cosas que me enseñaron fue el conocer el punto de toda arma. Una vez se golpea en esa zona, el objeto terminará cayendo por sí solo. No es una técnica fácil de manejar y mucho menos mejorarla como ha sido el caso. Golpeando fuertemente en la zona adecuada, he utilizado tanto el resto de la espada como tu propio cuerpo para transmitir las ondas de choque creadas por la fuerza de mi ataque hacia su gemela, permitiendo romperla también. Para poder utilizar esto tenía primero que conocer muy bien la zona donde debía apuntar, es por ello por lo que en principio me dediqué a únicamente desviar tus golpes y concentrar todos mis sentidos en ese propósito. A esta técnica la llamo “Sword Target”

-...

De repente el chico sufrió un temblor en su cuerpo y cayó de rodillas al suelo.

-Las ondas también han afectado a tus propios músculos por lo que tardarás un rato en poder levantarte.

Con su adversario ya en el suelo, la joven se sentó a su lado.

-La victoria es mía...”

 

Tanto Kareth como Sarah se encontraban frente a frente con Ivel.

-Habéis actuado como buenos guerreros, he de admitirlo. Pese a que aún les falta mucho por aprender, los que forman el cuerpo de cazadores son muy buenos luchadores. El hecho de que los hayáis vencido ya demuestra vuestro potencial.

-Gracias por el cumplido.

-Así pues creo que podemos dar por finalizada la prueba. A partir de ahora formaréis parte de los cazadores hasta que lleguemos a Genese.

Ambos guerreros se quedaron confundidos por las palabras de la nómada.

-¿No dijiste que si conseguíamos vencer al resto de cazadores el siguiente paso sería enfrentarnos a ti?

-Así lo dije. Pero tal y como es vuestra fuerza actualmente dudo que podáis vencerme. Por no hablar del hecho de que no estáis en condiciones para meteros en un combate contra mí.

-¿Incluso si es un dos contra uno? –replicó Sarah, desde el punto de vista de Kareth, ella es la que más ganas tenía de medir fuerzas con Ivel.

-Hagáis lo que hagáis vais a perder contra mí. Es más, creo poder estimar el tiempo que va a durarme cada uno de vosotros...

-¿En serio?

-Tú –la chica señaló a Sarah- durarás aproximadamente unos diez segundos, en cuanto a ti –esta vez señaló a Kareth-, probablemente no más de tres.

-¿Qué?

-Tus capacidades son muy buenas pero tu técnica es peor que la de ella.

-Demuéstramelo en una batalla entonces.

La pelirroja los observó y profirió un suspiro de resignación.

-Bien, como queráis, sólo digo que estos cálculos los he hecho en base a que me voy a poner seria en este combate. Pese a ello, ¿todavía queréis intentarlo?

-¡Sí! –exclamaron los dos compañeros sin titubear.

-De acuerdo.

 

Ivel sacó la lanza utilizando el tercer brazo que tenía a su espalda y posteriormente situó sus extremidades anteriores en el suelo. Los dos guerreros se sorprendieron al ver la posición a cuatro patas que había adoptado su adversaria, manteniendo sujeta la lanza con el brazo restante. A Sarah le había sido dada otra espada de forma que tuviese de nuevo ambas. Del mismo modo, a Kareth también se le había sustituido la espada agrietada por otra en mejor estado.

-Será mejor que no rompa vuestras espadas en el proceso, no me gustaría perder más armas.

-Para ello primero tendrás que vencernos.

-Hagamos una cosa, si no os venzo en el tiempo que he estipulado podéis pedirme lo que queráis y me encargaré de cumplirlo.

-¿Huh? ¿Una apuesta? –preguntó Sarah.

-¿Os interesa? –propuso Ivel.

-¿Qué pasará si nosotros perdemos?

-Mm...veamos...ya sé, durante un día entero tendréis que realizar las tareas domésticas de todo el campamento.

-No está mal –comentó Kareth.

-¡Sí, hagámoslo!

El chico miró hacia su compañera levantando ligeramente su ceja. Se había emocionado más con lo de la apuesta.

-Tres segundos el chico y diez la chica... –murmuró la cazadora mientras la lanza daba varios giros sobre su espalda- ¡Comencemos!

Kareth se adelantó al escuchar el grito que dio inicio al combate pero, cuando quiso darse cuenta, Ivel ya había desaparecido de su vista. Al momento estaba justo frente a él, impulsando la lanza hacia su adversario quien consiguió evitar el golpe defendiéndose con las espadas, las cuales saltaron por los aires.

-Uno menos.

Instantes después, la nómada se movió a gran velocidad hasta Sarah, quien consiguió esquivar la primera acometida sin problemas, cosa que de poco sirvió ya que su contrincante realizó un cambio en la dirección que llevaba el arma, dando lugar a un ataque horizontal hacia su cintura.

-¡Chst!

Pese a poder protegerse del golpe, la fuerza de éste fue más de lo que le habría cabido esperar, lanzándola hacia el suelo. Cuando pudo ponerse en pie ya había perdido otra vez de vista a su adversaria quien apareció por encima, clavando la lanza en la tierra y levantando una gran cantidad de arena, apunto de acertar en el cuerpo de la guerrera, quien había conseguido evitarlo por los pelos.

-¡Cuidado! –gritó Kareth.

Antes de que pudiese darse cuenta de a qué se refería el chico, la lanza de la cazadora apareció de entre la nube de de partículas, golpeando las espadas de Sarah y  arrebatándoselas de las manos.

Habían sido derrotados tal y como había predicho la cazadora.

-Ya os avisé del resultado –dijo Ivel, ahora situada sobre dos piernas y quitándose la tierra que cubría sus ropas-. Será mejor que descanséis un poco. Vais a tener que trabajar mucho.

Tras esto se marchó de allí dejando a los otros dos sin saber qué decir.

 

-La hemos subestimado, ¿eh? Pese a que no estuviésemos en nuestro mejor estado, eso sólo hubiese alargado lo evidente –comentó Kareth. Los dos compañeros se encontraban en el interior de la tienda donde atendían a los heridos. Junto a ellos, el resto de cazadores también se recuperaba de la batalla.

-No os sintáis mal por ello.

-Jaryl.

El joven se acercó hasta ellos y se sentó a su lado.

-El entrenamiento que ha recibido ella está más allá de lo normal. Probablemente, en su propósito de protegerlos a todos se forzó a sí misma a ser la mejor. De todas formas, ese lugar del que procedéis, Yohei Gakko, debía de ser un buen lugar de entrenamiento. Sois guerreros formidables...

-Era un lugar muy peculiar, de eso puedes estar seguro.

-Bueno, iré a ver a Will, ya nos veremos.

-Claro.

El chico se marchó, dejándolos de nuevo a ellos dos solos. Cuando el chico giró la mirada hacia su amiga observó que esta se encontraba algo distraída...

 

Era de noche en el campamento, una figura se sentaba junto a otra alrededor de un fuego.

-Hola –saludó Kareth a la peliazul que se encontraba al lado de la hoguera.

-Hola –se lo devolvió ella.

-¿Puedo sentarme aquí?

-Claro.

-Parecías algo ausente antes, ¿estás bien?

-Sí, es sólo, me siento un poco como si no me hubiese dado tiempo a dar o mejor de mí mismo. Es un poco frustrante.

-Dímelo a mí...doy un paso y ya estoy fuera...nos ha dejado a la altura del betún...

-Esa chica. Me pregunto cómo habrá conseguido hacerse tan fuerte.

-A partir de ahora formaremos parte de los cazadores hasta que lleguemos a Genese. Supongo que podremos aprender un poco de ella, ¿no opinas igual?

-Huh –Sarah sonrió.

-Nada, pareces recuperado, ya sabes.

-¿Por lo que ocurrió en Yohei Gakko? Bueno, no es como si hubiese dejado de pensar en ello pero seguiré adelante y aprenderé de mis errores. Así conseguiré hacerme más fuerte.

La joven asintió, corroborando las palabras de Kareth.

-La próxima vez que luche contra ella la voy a vencer –indicó Sarah.

-Jajaja...me preocupa un poco esa competividad tuya...

-Las personas mejoran en base a la competición y la ambición por superarse.

-Lo sé, sólo espero que no llegue a límites preocupantes.

-¡Oye! ¡No soy ningún tipo de obsesa por la victoria! Además, a todo el mundo le gusta ganar.

-...

El chico suspiró.

-En fin, será mejor que nos acostemos, mañana tendremos que cumplir nuestra parte de la apuesta.

-Buff...

-Lo prometimos, Kar. Tenemos que mantener nuestra palabra.

-¿Por qué no rechazaría el hecho de apostar?

Tras apagar el fuego volvieron a sus respectivas tiendas...

 

En otro lugar, no muy lejos del campamento nómada, en un área subterránea, un hombre se encontraba durmiendo en el interior de una celda cuyas rejas estaban formadas por diamante. Como si hubiese escuchado algún extraño sonido, el hombre se levantó y se quedó con la mirada fija en la nada. Después de esto esbozó una sonrisa mientras acariciaba un pequeño anillo con una pluma incrustada.

-Parece que las cosas se van a poner interesantes...

41: Gaia Project 5
Gaia Project 5

Varios indras se desplazaban por los yermos arrastrando carros que llevaban cargamentos de comida, telas y otras pertenencias de los nómadas. Tras haber dejado el campamento establecido en aquellas tierras, tenían que seguir moviéndose hasta su siguiente objetivo: Genese.

Algunos se encargaban de llevar las monturas mientras otros se disponían a los lados de los carros, defendiendo la mercancía. De repente la tierra comenzó a temblar.

-¡Cuidado! ¡Ya están aquí!

Los nómadas comenzaron a aligerar el paso. Animales muy parecidos a la criatura de los yermos que derrotó Ivel, sólo que de tamaño considerablemente más pequeño, comenzaron a salir a la superficie, tendiendo una emboscada al grupo.

-¡Rápido! –exclamaban algunos nómadas a los más rezagados.

Fue en ese momento cuando se escuchó el sonido de un disparo. Poco después se pudo observar un agujero en el cuerpo inerte de uno de aquellos monstruos.

-¡Disparad!

Tras la señal, múltiples disparos fueron ejecutados hacia las demás criaturas, exterminando un buen número de ellas, no obstante, dos consiguieron escapar al tiroteo, acercándose peligrosamente hacia los carros con las mercancías. Entonces aparecieron delante de ellos dos de los cazadores, los cuales, utilizando sus armas, cortaron por la mitad a las criaturas.

-Buen trabajo –aterrizando al lado de los dos cazadores apareció Ivel.

-Es nuestro deber –sonrió Kareth.

-Un poco más y se hacen con nuestras provisiones –declaró Jaryl.

-¡Cuidado!

Otra de aquellas criaturas apareció desde debajo de la tierra justo al lado de uno de los carros.

-¡Mierda! ¡Se había escondido mientras los demás hacían de cebo!

La bestia se dispuso a devorar el vehículo así como a los nómadas de alrededor, sin embargo no tardó en caer fulminado por el disparo de una de las armas de los cazadores.

-Buff... –suspiró Kareth.

A cierta distancia del monstruo se encontraba Sarah con un arma en la mano.

-¡Bien hecho, Sarah! ¡Los demás, explorad el área! ¡Debemos prevenir más ataques como éste! ¡Rápido!

-¡Sí!

 

-Eso ha sido bastante oportuno por tu parte –dijo el guerrero al reunirse con su compañera.

-Gracias.

-He hablado antes con Argo. Dice que deben quedar un par de días para llegar a Genese si seguimos a este ritmo.

-Ya veo.

-No pareces muy contenta.

-No es eso...es sólo...llevamos unas dos semanas con ellos...supongo que, el hecho de pensar que nuestro viaje con ellos va a llegar a su fin...

-Te has acostumbrado a ellos, ¿no es así?

La chica asintió.

-Es normal, me siento de la misma manera. Se han portado muy bien con nosotros durante todo este tiempo. Son como una gran familia...

-¡Sarah!

Ambos se dieron la vuelta. Tres niños corrieron hacia ellos, abrazándose a la joven, quien se agachó para situarse a su altura. Kareth identificó a una de ellos como la niña que vio tras despertarse de en el campamento de los nómadas.

-¡Hina! ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar junto a tus padres? Y vosotros también.

-Mamá ha dicho que no pasaba nada mientras fueses tú. Ha dicho que así se siente más segura.

Kareth sonrió. Pese a que ambos se habían integrado bastante bien en aquella pequeña sociedad, quizás Sarah era quien más lo había hecho. Sin duda, quedarse con ellos sería genial pero precisamente por ellos era el hecho por el que no podían permanecer demasiado tiempo allí.

-Ahora mismo estoy trabajando. Pronto tendremos que acampar y tenemos que revisar el área para estar seguros de que está libre de monstruos.

Los niños se mostraron cabizbajos antes la respuesta de ella.

-De acuerdo, hagamos una cosa. Una vez hayamos terminado y acampado jugaré con vosotros.

-¿De verdad?

La guerrera asintió.

-¿Tú también vendrás, Kar? –preguntó la niña.

-¡Por supuesto! No me lo perdería por nada en el mundo.

Pese a que no podía ver su expresión, Kareth sabía que aquello les había contentado. Sin rechistar, los niños volvieron al lado de sus padres.

-Vamos, tenemos que movernos.

-Sí.

 

Era de noche cuando terminó de establecerse por completo el campamento. Junto a otros cazadores, Kar se encontraba sentado alrededor de una hoguera mientras observaba a Sarah jugar con los niños como había prometido.

-Parecen estar pasándoselo bien –dijo Jaryl.

-Muy divertido –repitió Will.

-Sí, es verdad.

-¿De verdad vais a dejarnos cuando lleguemos a Genese?

-Sabes que no tenemos opción. Ese fue el trato. Técnicamente somos fugitivos, no sabemos que podría pasar si nos encontraran con vosotros.

-Lo sé pero...

-De cualquier forma ese tipo de decisiones habría que hablarlas con Argo antes.

-...estaréis bien, ¿verdad?

-Por supuesto, ya sabes lo fuertes que somos.

 

Alejada de los demás, Ivel se encontraba sentada con un vaso metálico en sus manos del que bebía de vez en cuando. Pensativa, miraba al suelo.

-¿Te ocurre algo?

-Padre.

Al levantar la cabeza, la joven pelirroja se topó con Argo de pie frente a ella.

-No, no es nada.

-Vamos querida, te conozco demasiado bien como para que me crea eso. Soy muy mayor ya pero todavía tengo la cabeza bien puesta –rió el hombre.

-...

-Es sobre esos dos, ¿verdad?

-¡¿Qu-qué?! ¡N-no! ¡No es eso! –la chica se alegró de que la oscuridad ocultara el rubor de sus mejillas.

-Vamos, deberías ser más honesta contigo misma.

-...

-Sería peligroso para nosotros que se quedasen aquí. A mí también me sabe mal. Son buenos chicos y nos han sido de mucha ayuda pero no podemos dejarlos con nosotros.

-Pero...ellos han trabajado como cazadores durante todo este tiempo...perderlos podría suponernos un gran problema para nuestra seguridad...

-Ivel. En estos momentos tenemos que juzgar si el hecho de que se queden con nosotros supone una ventaja o un problema. Si ellos se marchan, nuestra gente te seguirá teniendo a ti y al resto de cazadores para protegerse, sin embargo, si se quedan, podríamos ganarnos un número mayor de enemigos que el que los yermos nos proporciona de por sí. Es un riesgo que no podemos permitirnos, ¿lo entiendes?

La nómada asintió.

-Deberás aprender a tomar responsabilidades como esta a lo largo del tiempo, hija mía.

-Lo sé...

Sin nada más que añadir, Argo se alejó de allí. Desde un lugar fuera de la vista de los demás, el hombre observó con su único ojo libre a Kareth y Sarah. Tras esto, se marchó.

 

El viaje continuó y, finalmente, llegaron a Genese. Al ser una ciudad situada en mitad de los yermos, Kareth y Sarah se habían esperado un lugar más abandonado o poco habitado, sin embargo estaba claro que se trataba de un centro de comercio. El bullicio y una gran cantidad de puestos de mercado y vehículos llenos de diversas mercancías ocupaban las calles. Grandes casas e incluso una amplia vegetación comparada con la escasa o nula que habían visto durante el viaje hasta allí daban una visión mucho más esplendorosa que las tierras desérticas.

-Bienvenidos a Genese –dijo Jaryl.

Dondequiera que mirasen los vendedores presentaban sus productos atendiendo a la clientela a la vez que regateaban ante cualquier comprador. Se podían observar todo tipo de cosas, desde alimentos hasta utensilios más tecnológicos.

-Es genial –se sorprendió Kareth.

-Por el momento buscaremos un lugar donde hospedarnos. Una vez nos asentemos comenzaremos a buscar aquello que podamos necesitar.

Los dos compañeros asintieron y  continuaron caminando junto al resto del grupo.

 

Tras un buen rato, llegaron a una zona cerca de las afueras de Genese. Era un extenso lugar perfectamente hecho para el establecimiento de un campamento. Éste se encontraba situado justo al lado de una de aquellas grandes casas.

-Bien, nos asentaremos aquí –dijo Argo-. Debo marcharme por ahora. Ivel, te dejo a cargo.

-De acuerdo.

Acto seguido, Argo se alejó de allí.

-Sarah, Kareth, después me acompañaréis. Me encargaré yo misma de enseñaros la ciudad.

-Claro pero, ¿donde ha ido Argo?

-Mi padre tiene que hablar primero con la dueña de la casa –comentó la chica señalando la que había al lado del área de acampada. Kareth se fijó en que todas las que había en Genese tenían una estructura muy parecida. La apariencia externa era anticuada, sin embargo daba la sensación de que su construcción era muy sólida. Aquella casa en concreto parecía especial...sentía cierta atracción por ella...como si lo estuviese llamando...-. Ella nos presta ayuda para las ventas y truques además de que esta área le pertenece por lo que tenemos que avisarla de que estamos aquí.

-Entiendo.

-Es una amiga por lo que no debes preocuparte. Simplemente hablarán durante un buen rato.

 

Después de que hubieron acabado, los tres, acompañados también de Jaryl y Will, visitaron la ciudad.

-Como ya habéis visto, hay muchos puestos. En el transcurso de sus viajes, muchas personas vienen aquí a abastecerse aunque también los hay que vienen expresamente para conseguir objetos que les es imposible de obtener en otras zonas. Para el establecimiento de puestos primero se necesita hablar con los gobernantes de la ciudad. Esa, por ejemplo, es una de las tareas de las que se encarga la amiga de la que os he hablado.

-Ya veo. Una ciudad con gobierno propio...

-En el “Tratado Ánima” durante la segunda tregua que se hizo en la Guerra Eterna, Genese se estableció como ciudad independiente de las tres potencias. Supongo que de esa manera no habría problemas de comercio. Luego, pese a que la guerra fue reanudada, el gobierno independiente fue mantenido.

-¿Cómo sabes eso, Sarah?

-Me lo enseñó Yami.

-Es como has dicho. Otra de las cosas que también debemos hacer es la de informar sobre el material que va a ser vendido o intercambiado.

-Lo que es más impresionante es que este sitio conserve tanta vegetación.

-Bueno, la prosperidad de este lugar le ha dado cierta influencia y poder así que no es de extrañar su crecimiento. Imagino que antes de que fuese considerada una ciudad para el comercio este sitio sería un desastre, al fin y al cabo, fue donde comenzó la guerra...

Al pasar al lado de uno de los puestos, Kareth observó que éste era de ropa. No pudo evitar dibujar una sonrisa melancólica en sus labios.

-¿Pasa algo? –preguntó su compañera.

-¿Eh? No, no es nada...

Continuando con su camino, llegaron hasta una casa que superaba en altura a las demás pese a que su apariencia era la misma que la del resto.

-Aquí es donde se establecen los gobernantes. Mañana tendremos que venir a este lugar para informar de nuestros quehaceres.

Justo cuando se iban a marchar de allí, Kareth distinguió a un grupo de personas de aspecto un tanto siniestro. Vestían ropajes oscuros y discretos y llevaban armas con ellos. Además de ello se mantenían totalmente quietos en una zona, como esperando a que alguien viniese.

-Ivel, ¿sabes quienes son?

-Será mejor que no te acerques a ellos.

-¿Huh?

-Los llaman “Geads”. Son algo así como cazarrecompensas. Van en busca de fugitivos y asimismo compran información sobre los mismos, por supuesto, siempre por un precio menor que la presa a capturar.

-¿Y eso está permitido aquí? –preguntó Sarah.

-Técnicamente actúan en favor de la ley de allí donde van así que no están fuera de ella. Eso sí, al igual que los mercaderes, también necesitan identificación tanto de ellos mismos como de sus tareas. Tal y como sois considerados, será mejor que no tengáis contacto con ellos.

El joven inmortal le echó un último vistazo a los “Geads” antes de girarse y alejarse de allí junto con los demás.

 

Un hombre se dirigió lo más oculto posible de la multitud. Tras él iba un grupo de “Geads”.

-Bien, aquí nadie nos verá.

-¿Qué es lo que quiere, habiéndonos traído hasta aquí?

-Tengo información que ofreceros sobre unas personas por las que quizás os den una buena recompensa.

-¿Quizás? Eso suena poco convincente.

-Por desgracia no sé la cantidad de recompensa que hay por ellos. Sólo sé que una de ellos es una asesina.

-Asesina...

Los “Geads” comenzaron a murmurar entre ellos.

-Continúa –dijo el que parecía el portavoz del grupo.

-Os indicaré quienes son y donde están. A cambio quiero un buen pago por la información.

-Lo que nos dices parece interesante, sin embargo, puesto que no hay datos sobre su recompensa, el pago por adelantado será imposible de dar. Por tanto propongo darte un porcentaje de la recompensa que obtengamos por ellos.

-Me parece bien siempre que tenga algo que de fiabilidad a la operación.

-No te preocupes, nos encargaremos de ello.

-Bien, tenemos un trato.

 

Después de haber visitado la ciudad, volvieron al campamento done ya les esperaba Argo junto a la figura de una chica.

-Ya estáis aquí, ¿donde te habías metido, Ivel?

-Estaba enseñándoles la ciudad, pensé que podría servir de ayuda para cuando tenga que separarse de nosotros.

-Claro, claro, es una buena idea –sonrió el hombre-. Estos son los nuevos integrantes de los nómadas de los que te he hablado, están temporalmente con nosotros pero no tardaremos en separarnos. Probablemente cuando terminemos de conseguir lo que necesitamos –dijo esta vez dirigiéndose a la chica que lo acompañaba.

Por lo que pudo observar Kareth, una vez ella se mostró frente a los presentes, se trataba de una chica rubia de apariencia alegre, delgada y de baja estatura. Lo primero que pensó el chico es que se trataba de una niña ya que, no sólo por la altura, parecía muy joven.

-La chica se llama Sarah y el chico Kareth.

-Mucho gusto –dijeron ambos.

-Jaja, parece que has conseguido a personas muy educadas, Argo.

Como si aquella situación fuese de lo más divertida, la chica sonrió. Su voz destellaba un considerable optimismo, cosa que sorprendió a los dos.

-Mi nombre es Tribus, encantada de conoceros...

42: Gaia Project 6
Gaia Project 6

-Tribus… -repitió Kareth.

-¿Te parece un nombre extraño? –preguntó la chica despreocupadamente.

-¡N-no! ¡Es sólo...!

-¡No te preocupes! ¡No tienes de qué avergonzarte!

-...

Kareth no pudo articular más palabras.

-Jajaja...bueno, por si no lo sabéis, ella será quien nos ayude a instalarnos para poder intercambiar y comprar mercancías.

-Ooh... –Sarah parecía sorprendida.

-Te esperabas una mujer más mayor, ¿verdad? –dijo Argo.

-Bueno, supongo que...sí.

-Es lógico, a mucha gente antes que tú le ha pasado lo mismo.

-Me alegro de ver que sigues tan vivaz como siempre, Tribus –con una sonrisa en su rostro, esta vez fue Ivel quien habló.

-¡Ivel! ¡Cuánto tiempo! Dime, ¿has encontrado ya novio?

-¡¿A-a-a-a-a-a-a-a qué viene eso?! –con una cara más roja que el propio fuego, la chica pegó un salto instintivo hacia atrás.

-Eso es que sí –bromeó Tribus.

-¡Ni de coña! –exclamó Ivel desviando la mirada avergonzada.

-Siempre le hago la misma pregunta cada vez que la veo pero esta vez parece más avergonzada que nunca. Me pregunto por qué...

Ignorándola, la joven pelirroja continuó mirando para otro lado.

-Bueno, mañana iremos a ver a los gobernantes. Por qué no hacemos una gran cena para celebrar el haber llegado hasta aquí. Podemos considerarlo también una celebración en conmemoración a Kareth y Sarah.

-Me apunto –señaló Tribus.

-No se hable más. Estad bien preparados porque esta noche vais a disfrutar de lo lindo...

 

El fuego de las hogueras y los gritos de la gente llenaron el campamento nómada aquella noche.

Al son de pequeños instrumentos de percusión tejidos con telas y pelajes de animales, jóvenes nómadas y adultos aprovechaban la ocasión para disfrutar como nunca del calor y de la diversión que ofrecía aquel evento. Kareth y Sarah recibían agradecimientos y saludos por parte de todos los allí presentes. Pese a que no dejarían aquella sociedad hasta un para de días después la personas querían despedirse de ellos de la mejor manera posible.

-Toma, queríamos darte esto.

Con manos temblorosas, Hina le entregó un colgante a Sarah. En el se podían observar varias figuras talladas. Aunque eran un poco deformes se podía ver el gran esfuerzo con el que lo habían hecho.

-Los niños estuvieron trabajando en ello desde antes de llegar aquí. Querían que fuese una sorpresa.

-Muchas gracias.

Sarah los abrazó sonriente. A su lado, Kar los miraba felizmente.

-Amigo, quiero que te quedes esto –Jaryl le entregó al guerrero un cuchillo de tamaño mediano cuya empuñadura estaba forrada en piel.

-Vaya, es increíble.

-Este cuchillo lo llevaba cuando os rescatamos Will y yo –su compañero, situado junto a él, asintió, como dando énfasis a las palabras del cazador-. Pensamos que aquellos fue una gran suerte, tanto para vosotros como para nosotros. Y para que os proteja en vuestro viaje, quiero que lo conserves.

-Es un detalle por tu parte. Lo guardaré con gusto –respondió el joven.

-¡Brindemos por Kareth y por Sarah! –exclamó Argo.

Todos, incluido Tribus quien prácticamente se había unido a la fiesta por simple diversión, levantaron sus bebidas.

 

La fiesta duró hasta bien entrada la noche, sin embargo Argo la tuvo que dar por finalizada, pues al día siguiente él y Tribus tendrían que emprender camino hacia la casa de los gobernantes. Kareth se encontraba recogiendo las cosas cuando escuchó la voz de alguien llamándolo. Era Ivel.

Ambos se sentaron en un lugar algo alejado del campamento. Desde allí podían ver el lugar en el que se había desarrollado la fiesta.

-Ha sido genial –declaró Kareth.

-Sí...

-¿Sabes? Al principio estaba un poco confuso. Después de que Jaryl y Will nos encontraran...ya sabes, esto era un lugar nuevo para mí. Tras ver un poco vuestra sociedad, me di cuenta de que era como una gran familia. Os ayudabais entre todos, cumpliendo cada uno su función. Sin quejas, sin reglas, como seres libres que viven como quieren cuidando unos de otros. Y desde luego aquella manera de pensar no ha cambiado...hemos estado aquí dos semanas, puede que hasta más, el tiempo ha pasado tan rápido que ni siquiera estoy seguro de ello pero me alegro de haber formado parte de vosotros.

-Ju...

-¿Qué te hace tanta gracia?

-Nada, pareces un abuelo mirando atrás al pasado.

-Vamos, estoy hablando en serio.

-Lo sé. Te agradezco que pienses así de nosotros y también quisiera agradeceros la ayuda que nos habéis prestado defendiendo a mi gente.

-¿Va en serio? Nos habéis salvado la vida y dado un hogar. Es lo menos que podíamos hacer. Si alguien tiene que daros las gracias somos nosotros. Sobre todo a tu padre, él fue quien nos dio una oportunidad sin preocuparse de nuestro pasado.

-Él es alguien muy especial –empezó a contar Ivel-. Mi madre murió al darme a luz, según me contó mi padre, fue un parto difícil. Él me dijo que era una mujer fuerte, que pese a lo débil que estaba en aquellos instantes, no quiso rendirse hasta ver que yo estuviese sana y salva. Ella confió en él para criarme y cuidar de mí, y durante todos estos años puedo decir que no he visto a persona más capacitada para hacerlo. Se ha esforzado mucho, no sólo por mí, también por el resto.

-Debes de querer mucho a tu padre.

-Así es...

-Es la segunda vez que hablamos los dos solos de esta manera –rió el chico-. Esta vez pareces haberte sincerado más.

-B-bueno...ejem... –carraspeó-. Ahora nos conocemos un poco más...no tiene nada de malo, ¿verdad?

-En absoluto, me alegro de que ahora confíes más en nosotros.

-...

La chica bajó un poco la cabeza.

-Os deseo suerte en vuestro viaje –dijo sin más.

-Gracias, lo mismo digo...

 

A la mañana siguiente, cuando despertaron, Argo y Tribus ya habían ido a cumplir con su trabajo. Mientras tanto ellos tenían que cargar aquello que utilizarían para los trueques.

-¿Qué es lo que soléis adquirir aquí? –preguntó Kareth a Ivel mientras ayudaba al resto.

-Telas, armas, sobre todo medicinas. Aunque no solemos caer enfermos sí que las necesitamos para tratar heridas de batalla así como posibles efectos secundarios a estas, como infecciones, etc.

-Ya entiendo.

-Por desgracia, las medicinas suele ser lo más complicado de obtener.

-¿Huh? ¿Por qué?

-Son bastante caras. Los mercaderes saben que son necesarias y se muestran bastante severos con el regateo, con lo que resulta difícil comprar gran cantidad de ellas. Mi madre... –la joven pelirroja se detuvo a mitad de diálogo.

-¿Qué?

-Nada, olvídalo –dicho esto se marchó de allí.

-...

Cuando se encontraba cavilando sobre ello, apareció a su lado Sarah, quien llevaba colgando el cuello el colgante hecho por los niños. El guerrero no pudo evitar soltar una pequeña risita.

-¿Qué te hace tanta gracia?

-Nada, supongo que me ha parecido tierno el que lo lleves puesto.

La chica se miró el objeto.

-No tenía más remedio. En aquel momento empecé a sentirme como cuando estaba con vosotros en Yohei Gakko o cuando estaba con Yami.

-...

-Quizás empiezo a sentir un poco de miedo de que pueda pasarles algo...como les pasó a ellos...creo que con esto, me siento un poco mejor.

-Te queda bien.

-Jajaja...gracias.

Argo y Tribus no tardaron mucho en volver y unirse al resto. Decidieron dividirse en dos grupos, uno establecerían un puesto y el otro se encargaría de buscar aquellos puestos de los que requirieran algo para hacerles las ofertas. Por lo general la mercancía que llevaban era comida, aunque también había alguna que otra cosa diferente.

Aquellos que se encargarían de vagar por los puestos, de entre los cuales se incluían Kareth, Sarah e Ivel, iban acompañados por Tribus. Jaryl y Will se habían quedado junto con Argo en el establecimiento principal.

El joven guiaba a uno de los indras, el cual, a su vez, llevaba parte de la carga. Se había acostumbrado a tratar con aquellos animales. Bueno, más bien se había visto obligado para poder desenvolverse como cazador y la verdad es que no se le daba mal, aunque todavía no había montado encima de uno.

De repente divisó a lo lejos a varios “Geads”, parecían estar caminando en dirección contraria a la que iban ellos sólo que situados fuera de lo que se consideraría la zona de mercado, es decir, el espacio que había entre una fila de puestos y otra. Por lo que pudiese suceder, el chico decidió desviar la mirada.

-Así que tenéis problemas con la ley, ¿eh? –preguntó una voz cercana.

Sorprendido, el guerrero descubrió a Tribus mirándolo fijamente.

-...

-No te preocupes, no me considero quien para juzgaros pero quizás pudiera suponer un problema de cara a los trueques. No me gustaría que saliese mal, le tengo mucho cariño a los nómadas, así que tened cuidado –advirtió.

El chico no sabía si tomárselo como un consejo o una amenaza. Sus palabras lo habían dejado un poco atontado. De todas maneras no es que le dijese algo nuevo, el hecho de que debía tener cuidado con aquellos tipos era algo que su instinto le pedía a gritos.

-¿Desde cuanto hace que les ayudas en esto?

-Mm...veamos...nos conocimos más o menos algo de tiempo después de que naciese Ivel. Si ella tiene unos quince años ahí queda la ecuación.

-Quince años...

-No los aparenta, ¿eh? ¿Qué pasa? ¿Estás interesado en ella? ¿Si quieres puedo hacer de intermediaria?

-No lo decía por eso... –comentó el chico alejándose ligeramente de ella.

-En el momento en que los conocí parecían tener problemas con la forma de comerciar. Les ofrecí ayuda y, pese a que Argo se mostró reticente al principio, finalmente la aceptó. Desde entonces, cada vez que han venido aquí les he estado apoyando.

-¿Argo no quiso tu ayuda desde un principio?

-Bueno, tanto su hija como él son orgullosos...

-Sí, bueno, eso lo sé, aun así no son personas que no acepten ayuda si ven que es por el bien de los nómadas.

-En aquel momento la muerte de su mujer era algo que todavía no había superado, así que supongo que eso no le hizo pensar con claridad.

-Ya veo...

Pese a todo, él se había ocupado tanto de criar a su hija como de proteger y aconsejar a sus semejantes...

De repente, Kareth pareció recordar algo.

-Mm...quisiera preguntarte una cosa.

-¿Huh?

-E-esa casa...

-¿Te refieres a mi casa?

El joven asintió.

-P-puede que te parezca un poco extraño pero...cuando la vi tuve la sensación de que me llamaba, como si tuviese atracción por ella...n-no entiendo bien lo que significa...

-¿Te gustaría verla?

-¿Huh?

-No tengo inconveniente en que te pases por allí antes de irte. Quizás te sientas menos confuso de esa manera.

-Si no es molestia...

-¡Ninguna! ¡Los amigos de mis amigos son mis amigos! ¡Puedes venir siempre que quieras!

-G-gracias...

 

Finalmente pararon frente a un puesto regentado por un hombre rechoncho de bigote negro y que llevaba una boina. Expuestos sobre un mostrador se podían observar varios frascos de cristal y plástico además de vendas y otro tipo de herramientas utilizadas para los primeros auxilios. Parecían haber encontrado a su principal objetivo.

-Vaya,  –empezó el regente.

Kareth notó en la voz del hombre cierto despliegue de arrogancia.

-Ahórrate charla innecesaria –respondió Ivel con seriedad-. Vamos a necesitar parte de tu mercancía.

-Y yo que me alegro pero ya sabéis que si no tenéis algo que me interese a cambio, dudo que podáis llevaros mucho de aquí.

Ivel cogió parte de la carga y las situó sobre una mesa de madera que se encargó de disponer Sarah.

Tras levantar la tela que la cubría dejó a la vista una gran cantidad de alimentos.

-Aquí puedes ver todo tipo de carne, frutas y hortalizas. Esto, por ejemplo –explicó mientras lo señalaba-, procede de una de las bestias de los yermos, uno de los más grandes lobos que rondan la zona. Si vendes esto a las clases más altas probablemente no tengas problemas de abastecimiento por unos dos meses.

-¿Es eso cierto? –susurró Kareth a Tribus.

-Bueno, es cierto que es una buena pieza pero en este tipo de intercambios nunca está de más exagerar.

-¿Cuánto de exagerado ha sido eso?

-Si lo situamos en el mismo campo en el que ella lo ha hecho, probablemente lo que obtendría de las clases altas finalizaría al cabo de un mes. De todas maneras, esa forma que ha utilizado para convencerlo ha sido bastante ambigua. Se basa en la confianza que tenga el hombre en sus palabras, sin embargo también puede hacer que los beneficios parezcan aún mayores de lo que podrían ser.

-Es decir que según la interpretación que le de podría incluso exagerarse aún más.

-Algo así.

-¿Qué es lo que pides a cambio?

-Cinco frascos de antibióticos, cinco de hierbas medicinales, cinco de desinfectantes y antisépticos y vendas.

-Ja, para ello tendrías que darme más de la mitad de la mercancía que llevas ahí, así que muéstrame más.

-¿Ha sido demasiado lo que ha pedido?

-Incluso para estos mercaderes, las medicinas no son fáciles de obtener. Además, utilizan el hecho de que son requeridas para llevarse una mayor parte de beneficios por ellas.

Ivel situó otra parte de la mercancía. En ella se podía observar madera, pelaje, telas y armamento.

-No pienso darte tanto por las medicinas, si lo deseas puedo ofrecerte parte de la carga de carne y parte de la de fruta, además de telas y armas, a cambio quiero que aumentes el número de hierbas medicinales.

-Ni loco, puedo ofrecerte dos frascos de cada una de las cosas que me has pedido. Sin las vendas.

-Cuatro frascos y las vendas.

-No hay trato. Además, las cosas que me has mostrado estoy seguro de que las podré obtener mucho más baratas y cómodamente de otra gente. En resumidas cuentas, cierro mi oferta en dos frascos de cada por lo que me has ofrecido. Si quieres más me tendrás que orecer más.

-Parece que la cosa no ha ido muy bien.

-En realidad creo que esta vez va a ir mejor que nunca.

-¿A qué te refieres?

-Ha hecho que se confíe y se meza en su propia arrogancia pero ahora eso le puede traer consecuencias cuando llega la desesperación. Y la mejor manera de que eso llegue, es a través del miedo.

-¿? –Kareth no entendía de lo que estaba hablando.

-Si es así entonces no me quedará más remedio que probar en otro puesto –declaró Ivel.

-Tú misma pero no sé donde vas a encontrar a alguien que te haga una oferta tan generosa como la mía.

-Bueno, quizás ese alguien valore más su vida de la que lo valoras tú –la chica murmuró estas palabras de manera que el mercader no las escuchase.

-¿Qué?

-Ya sabes, fuera de este lugar hay un montón de bestias y seres peligrosos. En el momento en el que tengas que viajar será difícil salir airoso, ¿no crees?

-¿Acaso crees que viajaré solo? Pago a guardias para que me escolten.

-Oye Ivel, no sé donde dejar esto –dijo la voz de Tribus.

Cuando el guerrero miró a su lado se dio cuenta de que ella había desaparecido de su lado, situándose ahora junto a la carga que llevaba el indra y con algo de considerable tamaño en sus manos. Al fijarse más en lo que era, descubrió que se trataba de uno de los colmillos de aquella serpiente que venció Ivel cuando se conocieron.

-¿Qué diablos es eso? ¿Un hueso? –preguntó el mercader con tono de burla.

-Un colmillo.

El rostro del hombre cambió de golpe en el momento en el que pudo verlo mejor.

-Cuando nos enfrentamos a aquella bestia esto fue lo único que pudimos obtener a cambio de la vida de mis compañeros. Tuvimos que huir dejando gran parte de nuestros alimentos atrás. Es por eso que me era imposible venderte toda la mercancía. Tenemos suerte de seguir vivos.

-...

Kareth se quedó con la boca abierta.

-La carne es lo único que puede desviar su atención de un ataque directo...pero en fin supongo que tendremos que irnos, no te preocupes por eso Tribus, ya lo llevaré yo.

-¡Espera!

Ivel se dio la vuelta, encarándose de nuevo con el mercader.

-T-te ofreceré cuatro frascos de cada y las vendas.

-Tú mismo has dicho que pagas a guardias para que te protejan, estoy segura de que estarás bien.

La joven pelirroja hizo ademán de irse.

-¡No! ¡Espera! ¡Cinco! ¡Cinco frascos de cada y las vendas!

-No se preocupe, quizás pueda esperar a que aparezca otro que haga el mismo intercambio...

-¡Siete! ¡Siete de cada y las vendas!

-Mm...eso me interesa más...de acuerdo, hay trato.

Sarah y Kareth se miraron el uno al otro sin saber bien que decir al respecto, lo único que se le pasaba en esos instantes por la mente era:

“Estas dos son unos demonios...”

43: Gaia Project 7
Gaia Project 7

Ivel tarareaba mientras volvían al campamento. El truque había ido bien aunque el hecho más destacado había sido el éxito obtenido durante el intercambio por las medicinas.

-Menos mal que iba a ser una tarea difícil –comentó Kareth.

-Esta es la primera vez que se ha conseguido tanto –dijo Tribus-. Podemos dar las gracias a haber conservado ese diente...

-¿Así que ya tenía pensado usarlo para ello? –preguntó Sarah.

-No exactamente –esta vez la que contestó fue Ivel-. Es cierto que cuando derroté a aquella bestia lo corté y guardé pensando que podría servir para algo pero la idea de utilizarlo como estrategia de intercambio fue de Tribus.

Ambos compañeros miraron a la chica rubia.

-¿Qué? Admitid que ha sido buena idea. Además, ese tipo de gente se merece que la asusten de vez en cuando.

-En fin, no creo que sea momento de juzgar por nada. Lo importante es que ya hemos conseguido lo que necesitábamos, ahora sólo queda volver al campamento y esperar a los que se han quedado en el puesto.

-Me pregunto que tal les habrá ido a ellos...

 

Era casi de noche cuando llegaron Argo, Jaryl y Will junto con otros nómadas.

-¿Qué tal ha ido todo? –preguntó Kareth mientras observaba cómo Jaryl se dejaba caer a su lado.

-Como siempre, dentro de la media. No es que hayamos conseguido mucho pero tampoco se puede decir que nos hayamos marchado con las manos vacías.

-Bueno, supongo que entonces bien.

-¿Y vosotros?

-Creo que deberías preguntárselo a Ivel en lugar de a mí. Estoy seguro de que le encantará contártelo.

De repente se escuchó un grito de alegría. Era la voz de Argo.

-¡Eso es genial, Ivel! ¡Gracias a esto no tendremos problemas durante una buena temporada! ¡Estoy orgulloso de ti!

El hombre abrazaba a su hija mientras ella, con una sonrisa en su rostro se lo devolvía.

-Gracias a ti también, Tribus. Mi hija me ha contado que tú tuviste la idea.

-No es nada. Cualquiera lo haría por un amigo.

-Gracias –repitió el tuerto.

Sin lugar a dudas todo había salido bien. Pese a la intriga que le seguía provocando Tribus, podía asegurar que era una buena chica y que se preocupaba mucho por los nómadas. En ese momento, Kareth observó algo extraño en el rostro de Ivel. Se mostraba feliz pero parecía un poco incómoda...aunque probablemente fuesen imaginaciones suyas.

 

Aquella noche, por algún motivo, el guerrero no podía conciliar el sueño. Quizás fuese debido a todo el ajetreo que se había montado con lo referente a los intercambios o quizás fuese el nerviosismo por no estar seguro de lo que les depararía el futuro a él y a Sarah. Por el momento se había llegado a la conclusión de que durante el día siguiente continuarían con el puesto para ver si podían obtener algo más. La parte que les había tocado a ellos ya se había dado por terminada. Según Argo, probablemente era la primera vez que habían terminado tan rápido en su búsqueda de mercancía.

En ese momento el chico sintió que alguien le tocaba ligeramente el hombro.

-Kar...

El joven levantó la cabeza y se la golpeó contra su compañera.

-¡Hya! –se quejó ella llevándose una mano a la frente- ¿A qué ha venido eso?

-¡Ha sido un accidente! –declaró el chico.

-¡Chst! –ella situó una mano en su boca, haciendo señal de que guardara silencio.

-¿Qué ocurre?

-He escuchado un ruido antes. No estoy segura pero creo que nos están espiando, por eso he venido a avisarte.

-¿Qué extraño? Estoy seguro de que me habría dado cuenta si nos estuviesen espiando.

-Sean quienes sean, son buenos...

-¿Son más de uno?

Ella asintió, dubitativa. No parecía estar muy convencida de sus propias conclusiones.

-Bien, intentemos no despertar a los demás.

Moviéndose lo más sigilosos que les permitían sus habilidades. Ambos comenzaron a alejarse ligeramente del campamento mientras se mantenían alerta sobre cualquier cosa que pudiese delatar la posición de los espías. Esto les llevó hasta una zona apartada del campamento. Fue entonces cuando los espías se mostraron ante ellos.

-Así que os habéis dado cuenta de nuestra presencia. Nada mal.

Iluminados por la luz de la luna dos “Geads” se revelaron frente a los dos guerreros.

-Deduzco que nos buscáis a nosotros –indicó Kareth obviando la situación.

-Deduces bien.

-¿Cómo es que sabéis de nosotros? –preguntó Sarah.

-Alguien nos ha informado de que vuestra captura puede resultarnos de lo más valiosa.

-¿Alguien?

-No tenemos por costumbres el revelar identidades de nadie, ni siquiera la de nosotros mismo. Y esta no es una excepción.

-...

-Bien, se acabaron las preguntas. Si no os importa, nos gustaría que vinieseis con nosotros.

-Entonces tendréis que enfrentaros a nosotros.

-Ya nos imaginábamos algo así.

Sin dar tiempo a nada más uno de ellos realizó un movimiento como el de desenfundar una pistola y disparó hacia Kareth el cual recibió el disparo de lleno en el estómago.

-¡Kar! –exclamó Sarah dirigiéndose hacia su compañero.

-¡No te distraigas!

Un mazo del tamaño de un hombre de más de cien kilogramos se abalanzó sobre la chica, quien esquivó el golpe de milagro. El arma golpeó el suelo, rompiendo la roca y abriendo un considerable cráter.

-¿Qué clase de arma sigilosa es esta? –se preguntó la joven mientras conseguía situarse al lado de su compañero- ¿Estás bien?

-Sí, ya sabes que me recupero rápido de los golpes.

-¿Qué hacemos?

-Quédate atrás. Acabaré rápido con esto.

-¿Vas a...?

-Ahora mismo sólo estamos tú y yo. Nadie se dará cuenta. Además preferiría acabar con esto antes de que alguno de los nómadas quede avisado ya que estos dos no parecen muy preocupados ahora por el ruido.

-De acuerdo.

Sin más entretenimiento, Kareth se levantó y sacó una de las espadas. Con sólo una le bastaría. Por su parte, Sarah empezó a alejarse de él, procurando situarse a una distancia prudente del chico.

-¿Huh?

Los “Geads” se quedaron algo extrañados. Reaccionando entonces a la situación, aquel que tenía un arma de fuego disparo en dirección a la peliazul, sin embargo, el tiro alcanzó a otra persona, la cual, como si se tratase de un simple arañazo, comenzó a correr hacia él como un loco. El “Gead” realizó otro disparo el cual impactó de lleno en aquella figura, no obstante, era como si se enfrentarse a alguien que no sintiese el más mínimo miedo por la muerte.

-¡Mierda! –el pistolero intentó alejarse de él pero su acción llegó demasiado tarde, siendo atravesado su pecho por la hoja de la espada de su contrincante.

-¡Gah! –escupiendo sangre, el hombre cayó al suelo, muerto. Fue entonces cuando el “Gead” restante hizo su aparición enarbolando su mazo el cual golpeó el cráneo de su oponente, destrozando su cuerpo.

Tras levantar el mazo no quedaba rastro visiblemente humano de él.

-No sé qué ha sido eso pero se acabó –dicho esto dirigió su mirada a Sarah-. Será mejor que te prepares...

De repente escuchó un ruido detrás de él. Al darse la vuelta pudo ver como el cuerpo destrozado de su adversario comenzaba a tomar forma de nuevo, regenerándose completamente hasta regresar a su estado anterior.

-¿Qué...diablos...?

Sin dar más tiempo a que hiciese otro movimiento, la cabeza del “Gead” fue cortada, rodando por el suelo pocos segundos después.

 

Después de que hubiese terminado todo, la chica salió de donde se había ocultado y se situó junto a Kareth, quien observaba los cuerpos de los recién caídos.

-Me pregunto si ha sido lo mejor...

-No creo que ellos hubiesen dudado en matarnos si hubiese sido necesario.

-Si alguien les ha informado sobre nosotros, significa que sabe que somos fugitivos.

-Eso significa...

-¿Alguien de los nómadas...?

-No, no puede ser. Ninguno de ellos nos delataría.

-Pero entonces, ¿quien más se te ocurre que haya podido hacer algo así?

-La única que se me ocurre además de los nómadas es...

-¿Tribus?

Sarah miró a su compañero. Ambos pensaban lo mismo.

-Por el momento no podemos estar seguros de ello. Será mejor que nos mantengamos alerta.

-¿Qué deberíamos hacer con ellos? –preguntó la chica refiriéndose a los cadáveres de los “Geads”

-Escondámoslos, no sería bueno dejarlos por aquí.

Así pues, entre los dos movieron los cuerpos hasta que se aseguraron de que no pudiesen ser vistos por nadie, decidiendo enterrarlos para evitar que el olor delatara su posición.

-Será mejor que te limpies un poco –recomendó la joven-. Sería raro que te encontraran con restos de sangre de un día para otro, ¿no?

-Tienes razón. Tú ve yendo hacia el campamento. Yo me ocuparé de ello...

 

Al día siguiente Argo reunió tanto al grupo que se había encargado de conseguir las medicinas como a aquel que se quedó en el puesto la anterior vez.

-Bien, puesto que ayer conseguimos gran parte de nuestro objetivo tan sólo nos queda terminar con la mercancía del puesto. Así pues, lo que haremos esta vez será establecer otro punto de intercambio y venta. De esa manera dividiremos la mercancía y ocuparemos una mayor área.

-¿No habrá problemas? –preguntó Kareth.

-No te preocupes, ya expliqué a los gobernantes la posibilidad de hacer algo así y no se opusieron siempre y cuando no se sustituyera ningún puesto que hubiese reservado su propio punto.

El chico asintió.

-Jaryl y Will, esta vez iréis con Tribus. Yo iré con Ivel, Kareth y Sarah.

Hechos los grupos, el de Argo se dirigió hacia otra zona para disponer el material necesario que constituyera el otro puesto.

-¿Has visto algo sospechoso en Tribus? –preguntó el joven inmortal a su compañero procurando que no lo escuchase ninguno de sus otros acompañantes.

Ella negó con la cabeza.

-Nada fuera de lo común, o es muy buena actriz o los “Geads” no la tienen informada sobre sus acciones. También cabe la posibilidad de que nos estemos equivocando al sospechar de ella.

-Por el momento es la que más nos cuadra con los hechos. Intentaré escabullirme más tarde. Tenemos que vigilar sus movimientos hasta que la consideremos libre e sospecha.

-De acuerdo.

-¿Huh? ¿Qué os pasa? –preguntó Argo- Os veo más raros de lo habitual.

-¿Eh? No, nada, es sólo que no sabemos ni nos desenvolveremos bien en todo esto.

-Je, no es nada fácil, eso os lo aseguro, pero estaréis bien.

 

Tras el establecimiento, el día continuó sin ningún tipo de hecho importante.

-Argo.

-¿Sí?

-He pensado que, ya que esto son mercancías que hemos obtenido de los intercambios –explicó mientras mostraba una serie de objetos cubiertas con una tela- debería llevarlas hacia el campamento. De esa forma podríamos hacer un poco de orden para evitar equivocarnos.

-Sí, no creo que esté de más quitarnos un poco de peso. Ten cuidado.

-De acuerdo.

Aprovechando la oportunidad, el chico, tras dejar lo que llevaba, se dirigió hacia el otro puesto, situándose a cierta distancia del mismo, un lugar donde fuese visto lo menos posible y pudiese vigilar sin problemas los movimientos de Tribus. En su búsqueda, llegó a la conclusión de que el techo de alguna de aquellas numerosas casas sería la solución a su problema.

No le supuso mucho esfuerzo salvar la altura que lo separaba hasta allí, con un simple salto realizado en un oportuno callejón logró llegar sin problemas.

Allí se encontraba Tribus junto a Jaryl y Will. Parecían haberse unido más nómadas pero por el momento no se observaba nada más destacable. La chica rubia no hacía ni un solo movimiento que resultase sospechoso a ojos del joven. Únicamente se dedicaba a ayudar al resto a la hora de tratar con clientes o explicaba aspectos de la mercancía a los mismos.

“Chst...quizás sea verdad que ella no tiene nada que ver...”, pensó Kareth, “...no, debo ser paciente...”

Fue entonces cuando la vio desviar la vista hacia un punto en concreto. Al dirigir su mirada al mismo lugar observó la presencia de varios “Geads”.

“Je...puede que tengamos nuestro movimiento pronto...”

En esos instantes algo lo golpeó, lanzándolo hacia el callejón de manera que su espalda impactó contra el duro suelo.

-¿Qu-qué diablos...?

Intentando levantarse descubrió que estaba rodeado de varios hombres vestidos con ropajes oscuros.

-Vosotros sois...

-Cállate.

Uno de los hombres golpeó de nuevo a Kareth, haciendo que quedase de nuevo acostado sobre tierra.

-Parece que ayer dos de mis compañeros no consiguieron volver. ¿Me pregunto por qué?

-... –estaba claro que aquello era una pregunta retórica.

-Aquella vez os subestimamos pero no volverá a pasar una segunda vez.

Una vez más, aquel tipo se dispuso a golpearlo, no obstante, Kareth, haciendo acopio de todas sus fuerzas, consiguió hacerle la zancadilla y levantarse lo más rápido posible para huir por el callejón.

No tardó en ser perseguido. Sus enemigos le pisaban los talones y su cabeza le dolía. Además se sentía mareado. Pese a su inmortalidad, le costaría recuperarse de un golpe provocado por un objeto contundente.

El chico miraba hacia atrás de vez en cuando. Detrás de él no parecían estar todos sus perseguidores, por lo que seguramente algunos se hallarían en el tejado pretendiendo acorralarlo por delante. El callejón se le estaba haciendo muy largo. Quizás podía intentar usar el modo bersérker pero tenía miedo de que, siendo de día, apareciese alguien de repente y se viese involucrado.

Con todo esto en mente, llegó a un punto muerto ya que aquellos que habían ido por los tejados habían conseguido adelantarlo y evitar que continuase con la huida.

-Se acabó para ti, chico.

El mismo tipo al que le había hecho la zancadilla, poseedor de lo que parecía un martillo de combate, probablemente aquello que o había dejado como mareado, se acercó a el con intención de terminar su trabajo.

-Me temo que yo seré quien decida eso.

Tanto los “Geads” como Kareth movieron la cabeza buscando el origen de aquella voz. Una chica rubia y bajita de aspecto alegre y despreocupado acababa de aparecer en escena.

-No permitiré que os lo llevéis...

 

-De acuerdo, ya está todo –dijo Sarah mientras realizaba una entrega a una de los clientes.

-Um...que extraño... ¿no está tardando demasiado Kareth? –preguntó Argo.

-Quizás se haya perdido, no sería la primera vez que le ocurre, jajaja –mintió Sarah.

-Bueno, en cualquier caso, necesito que lleves esto al campamento, de paso mira a ver si consigues que encuentre el camino de vuelta.

-Sí.

Cogiendo la mercancía indicada por el hombre, la chica se dispuso a marcharse.

-Sarah, espera.

Al darse la vuelta se encontró con el rostro de Ivel.

-¿Huh? ¿Qué?

-¿Seguro que no os pasa nada a Kareth y a ti?

-Claro que no, ¿qué te hace pensar lo contrario?

-No...es sólo...no parecéis como siempre...

-Todo va bien, puedes estar segura. Si me disculpas tengo que llevar esto, pesa lo suyo –indicó.

-Si quieres puedo echarte una mano.

-Quédate ayudando a tu padre. Estoy segura de que te necesita más que yo.

-...

-Volveré enseguida.

 

“Me pregunto si le irá bien a Kar”, pensó Sarah mientras caminaba. De repente sintió un escalofrío, como un mal presentimiento que la estaba avisando de algo. En ese instante algo la agarró por la espalda y la llevó fuera de vista de la multitud, provocando que cayese al suelo lo que la joven llevaba en las manos. Cuando quiso darse cuenta, se encontraba rodeada de varios “Geads”, uno de ellos tapando su boca y rodeando sus brazos de manera que impidiese cualquier movimiento por su parte.

-Ya te tenemos...

44: Gaia Project 8
Gaia Project 8

-¿Qué haces tú aquí? –preguntó uno de los “Gead” al ver a Tribus.

-Nada. Sólo paseaba por aquí y da la casualidad de que conozco a ese chico...y entonces pensé que sería bueno echarle una mano...ya sabes, la solidaridad y todo eso...

Kareth observaba aquello con cierta incredulidad. Si Tribus estaba allí para ayudarla, ¿significaba que no había sido ella quien los había enviado?

-Ella es una de las chicas que iba con él –comentó uno de los “Geads”.

-Mira, no sé lo que tienes pensado hacer pero te saldrá más rentable dar media vuelta y largarte. No tenemos intención de ir a por ti.

-Sois muy honrados pero no es divertido cuando golpean a alguien y el resto mira, sólo si me gustase el sadomasoquismo respetaría vuestra decisión...

-¿De qué diablos va esta chica?

-Se está burlando de nosotros.

-Para nada, me caéis bien –dijo ella.

-Me estás empezando a cansar.

-Vamos, seguidme el juego, sois unos aburridos.

-Te vamos a enseñar lo que es la diversión de verdad –respondieron los “Geads” levantando sus armas.

-¡Tribus! –exclamó Kareth.

-No te preocupes –la chica sonrió alegremente-. Acabaré rápido la partida, los juegos gustan mucho más cuando los ganas.

De repente, en el suelo surgieron una serie de agujeros de color negro separados ligeramente. A partir de esos agujeros comenzaron a aparecer unas manos huesudas que pronto dieron lugar a figuras humanas esqueléticas que se situaron de pie frente a los atónitos “Geads”.

-Os presento a mis amigos, ellos se encargarán de vosotros. Tened cuidado, no suelen atender a razones.

Con estas palabras, los esqueletos comenzaron a andar hacia ellos lentamente. Los “Geads”, por su parte, se quedaron quietos durante unos instantes sin saber bien cómo reaccionar ante aquella situación. Fue entonces cuando un par de ellos se adelantaron con sus respectivas armas y atacaron a dos de sus adversarios, los cuales se rompieron dejando caer un gran número de huesos, sin embargo, como si de algún tipo de brujería se tratase, antes de tocar el suelo los huesos volaron hasta situarse detrás de los atacantes, tomando la forma de un brazo y atravesándolos de parte a parte de manera que la extremidad quedó manchada de sangre al aparecer por la zona del esternón de aquellos hombres.

Tras esto, los esqueletos volvieron a su forma original y, cogiendo las armas de los recién caídos, siguieron con su camino en busca de más víctimas.

-Yo que vosotros huiría –aconsejó Tribus felizmente.

 

Sarah estaba agarrada de manera que no podía mover los brazos, así que, utilizando una de sus piernas golpeó una de las espinillas del agresor el cual, para su desgracia, no aflojó su agarre. Adoptando el plan B, la chica decidió aprovechar la fuerza de su contrincante para dar media voltereta hacia atrás, golpeando con la rodilla la cabeza de éste, consiguiendo esta vez que ambos cayesen al suelo. No obstante, cuando se levantó, se dio cuenta de que estaba rodeada de varios “Geads”, quienes la apuntaban con sus armas.

-Chst...

-Será mejor que no te muevas –se escuchó la voz de una persona situada un poco más alejada que el resto. Al igual que los demás, apuntaba a la chica son su arma, en su caso una pistola de cañón largo- Generalmente preferimos no matar a nuestros objetivos a no ser que sea necesario ya que no se verifica cómo se quiere el estado de la presa, por lo que nos gustaría hacer una de esas excepciones contigo.

-¿Qué pensáis hacer después de capturarnos?

-Como es obvio, os llevaremos al lugar en el que se requiere vuestra ejecución.

-Ja, ¿acaso pensáis que será tan fácil encontrarlo?

-Creo que nos estás subestimando. Nuestra red de contactos es extensa, de lo contrario nuestro trabajo no daría sus frutos. El lugar del que procedas no será un problema para nosotros.

Sarah se mantuvo en silencio observando detenidamente a sus adversarios. Debían de ser unos cinco sin contar al que mantenía aquella conversación con ella. Tres de ellos, los que llevaban armas blancas, se encontraban a una distancia corta de la joven. Otros dos permanecían más alejados, a una distancia más segura.

-Tu amiguito debe de estar teniendo los mismos problemas que tú.

Sarah sonrió.

-¿Qué te hace tanta gracia?

-Nada, si sabéis lo que le pasó a la avanzadilla que mandasteis a capturarnos, tendréis que tener en cuenta que ese chico se las apaña bastante bien para salirse con la suya. Y él no es el único.

En el momento en que dijo esto, la chica golpeó con los dedos de sus manos a dos de los “Geads”, los cuales, llevados por un acto reflejo involuntario, se interpusieron entre las balas disparadas por aquellos más alejados dirigidas hacia Sarah. Aprovechando esto, la joven sacó sus dos espadas, defendiéndose con una del atacante más cercano mientras que alargaba la hoja de la otra hasta alcanzar el cuello de uno de los tiradores. Tras esto se encontraba frente al portavoz y el tirador restante utilizando de escudo humano al restante de los tres “Geads” que todavía se mantenían en pie.

-¿Qué es lo que has hecho?

-¿Te lo diré a cambio de que me cuentes quien te ha dado la información de que somos fugitivos?

-No revelamos esa información.

-Yo tampoco le revelo mis técnicas a cualquiera.

Llevándoselo conciso de rehén, la chica saltó junto con el hombre que tenía agarrado hasta alcanzar el tejado. Allí lo dejó inconsciente y comenzó a correr, dejando atrás a los otros, quienes disparaban sin conseguir dar en el blanco.

 

Ivel se mostraba algo intranquila. La noche anterior había escuchado ruidos extraños. Entonces se levantó y observó la figura de Kareth que parecía venir de algún sitio. En ese momento ella no le quiso dar importancia pero desde esa mañana, tanto él como Sarah actuaban de manera distinta.

-Padre, quizás debería ir a echarle una mano, ella también está tardando más de lo normal.

-No es necesario, estarán bien. Preferiría que te quedaras aquí conmigo, voy a necesitar ayuda hasta que terminemos.

-Pero no queda mucha mercancía y no parece que venga alguien. No creo que tengas problemas hasta que...

-¡Soy tu padre y si te digo que te quedes es que te quedes!

-... –Ivel se sorprendió ante el repentino arranque de su padre- ¿Te ocurre algo? ¿He dicho algo que no debería?

-... –Argo suspiró profundamente- No, hija mía, no has hecho nada, es sólo que...

-¿Padre?

-Hay algo que tengo que confesarte...en realidad ellos...no van a volver...

-¿D-de qué estás hablando? –aquello la estaba empezando a asustar al mismo tiempo que la confundía- ¿Qué quieres decir con que no van a volver?

-Los “Geads” los están persiguiendo.

-¡¿Los “Geads”?! ¡Entonces tenemos que ir a ayudarlos! –cuando se dispuso a ir en busca de ellos una mano la agarró de la muñeca. Cuando miró hacia atrás observó el rostro serio de Argo.

-Yo he sido quien les ha avisado de que ellos eran fugitivos, Ivel.

-¿Qué...? Pero, ¿por qué harías algo así?

-Necesitamos el dinero, hija mía.

-¿Dinero? ¡¿De qué estás hablando?! ¡No necesitamos nada como eso!

-¡¿Y que hay de las medicinas?! ¡¿Eh?!

-...

-¡¿Acaso quieres que le ocurra a los demás lo mismo que le ocurrió a tu madre?!

La chica dejó de intentar zafarse del agarre de su padre.

-Si hubiésemos tenido las suficientes medicinas en aquel momento ella todavía...

-Pero ahora hemos conseguido...

-No durarán eternamente Ivel, y tampoco tendremos siempre un golpe de suerte como el de esta vez. Necesitamos cubrirnos las espaldas por lo que pueda pasar.

-¡¿Y para ello tienes que venderlos a los “Geads”?!

-Ivel, debemos pensar en nuestra gente...

-¡Durante estas dos semanas ellos han formado parte de nosotros, padre! ¡Nos han ayudado a defendernos y a buscar alimentos! ¡¿Y a la primera de cambio les hacemos esto?! No me lo puedo creer...

Lágrimas caían por las mejillas de la joven.

-No voy a permitir que vuelva a ocurrir lo de aquella vez, hija mía. Aunque eso me lleve a cometer actos de los que no me sienta orgulloso.

-Voy a ir a ayudarles –declaró Ivel.

-Lo siento pero no dejaré que te marches...

 

El chico se acercó a Tribus. Conforme caminaba observaba los cuerpos caídos de los “Geads”. Al lado de ella todavía se situaban algunos de aquellos esqueletos, los cuales ahora estaban totalmente quietos, como si lo que acababa de ocurrir no tuviese nada que ver con ellos.

-¿Quién eres tú? –preguntó Kareth.

-Al igual que tú yo también poseo el poder del Radiar, Kareth –respondió con la expresión que tanto la caracterizaba.

-Pero este tipo de poder, es como el de los nigromantes...

-Podrías llamarlo así.

-...

-Será mejor que nos vayamos. Ahora mismo Sarah debe de estar teniendo los mismos problemas que tú...

 

-¿Tú sabes quien nos has delatado? –preguntó el chico mientras corrían en busca de su compañera.

-Me hago una idea, aunque creo que lo mejor es que las imágenes hablen por sí solas.

De repente observaron la figura de la guerrera corriendo por los tejados.

-¡Allí está!

-¡Chst! ¡Aquí llamaremos demasiado la atención! ¡Sígueme!

Situado detrás de Tribus el joven continuó la carrera.

Por su parte, Sarah se defendía como podía de sus atacantes, los cuales aparecían desde varios sitios. Además de los persistentes que resultaban, parecían ser un buen número, ya que cada vez venían más. En ese momento algo la cogió y la lanzó hacia abajo, llevándola fuera de vista de sus perseguidores.

-¡Hya!

Cuando quiso darse cuenta, estaba encima de un montón de cajas situadas en un pequeño estrechamiento entre dos de aquellas casas. No recordaba haber sido tan descuidada como para no fijarse por donde caminaba. Fue entonces cuando, al mirar a su izquierda descubrió el rostro de lo que parecía un esqueleto.

La chica comenzó a palidecer y bajaron pequeñas gotas de sudor frío por su cuerpo.

-Sarah...

-¡Uah! –al escuchar una voz murmurar su nombre no pudo evitar golpear la fuente de la que procedía, estampando a Kareth contra una de las paredes de la casa.

-¡Gah! –consiguió emitir el chico antes de caer al suelo.

-¡¿K-Kar?!

-Umm...lo has dejado para el arrastre... –comentó Tribus cruzada de brazos.

-¿Q-qué significa esto?

-E-ella m-me ha ayudado con los “Geads” qu-que me p-perseguían –intentó explicarse el chico mientras se levantaba apoyándose en el edificio.

-L-lo siento...

-No pasa n-nada...

-De todas maneras, ¿qué es esto? –preguntó señalando al esqueleto sin siquiera atreverse a mirarlo de nuevo.

-Es un amigo.

-No estoy tan segura de ello...

-No te preocupes está a mis órdenes. Es una larga historia, recuérdame que te la cuente mientras tomamos algo...

-...

-En cualquier caso, ahora mismo estamos rodeados. ¿Qué deberíamos hacer?

-Quizás si encontramos al que dio la información de que somos fugitivos y hacemos que lo retire podamos solucionarlo.

-No es mala opción. Podemos intentarlo. Tú decías que tenías una idea de quien podía ser, ¿no es así, Tribus?

La chica asintió.

-Sin embargo tendremos que tener cuidado, los “Geads” vigilan toda la zona, si no vais escondidos los tendréis a todos pisando vuestros talones en menos de lo que se tarda en pegar un puñetazo.

-Quizás podamos pedirle ayuda a Jaryl y Will. Deben de estar todavía por aquí. Es posible que tengan telas como las del resto de nómadas con las que podamos pasar desapercibidos.

-Bien, vamos.

 

Ivel se levantó del suelo esquivando de nuevo otro golpe de su padre. No era la primera vez que luchaba contra él ya que, al fin y al cabo, era él quien la había entrenado. Sin embargo sí que era la primera vez que la veía como un enemigo. Pese a ello no parecía estar luchando en serio.

-No quiero hacerte daño, Ivel. Por favor, recapacita.

-No creo ser yo quien necesite recapacitar padre.

Por más que lo intentaba la joven no podía encontrar un hueco por donde atacarle y tampoco quería utilizar la lanza en contra de él. No obstante, si la lucha seguía siendo cosa de ataques físicos, ella tenía las de perder.

 

-Buff... –Jaryl estaba agotado. Llevaba todo el día en aquel puesto atendiendo y caminando de un lado para otro. Para colmo de males Tribus se había marchado sin dar apenas explicaciones:

“Resulta que tengo algo que hacer y no me había acordado hasta ahora. Te dejo al mando. Bye.”

Con esas palabras los había dejado a él y a Will prácticamente solos con toda la faena.

-Jaryl.

-¡Ah! ¡Sí! ¡¿Qué es lo que quieren...?! ¡Kareth! –se sorprendió el nómada al ver a los tres llegar y esconderse detrás de la mercancía- ¿S-se puede saber qué hacéis?

-Jaryl, escúchame bien –comenzó Kareth-. Ahora mismo nos están persiguiendo los “Geads” a Sarah y a mí...

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

-Al parecer alguien ha desvelado lo de que somos fugitivos de Yohei Gakko. El caso es que necesitamos algo para ocultarnos y buscar a quien nos ha delatado. Quizás sólo entonces logremos que termine nuestra huida.

-Mm...no creo que pueda ayudaros mucho en ese aspecto...se ha vendido todo lo que podría resultar útil para ocultaros...en todo caso tendría que ir al campamento para traer algo.

-Oye, chico –Jaryl se dio la vuelta y se encontró con un grupo de aquellos hombres.

-S-sí –de reojo observó el lugar en el que se habían escondido ellos-. ¿En qué puedo ayudaros?

-Estamos buscando a un chico más o menos de esta estatura y pelo negro y a otra chica que va con él de pelo azul. ¿Les has visto?

-N-no que yo recuerde.

El hombre lo miró fijamente como intentando comprobar si decía la verdad, cosa difícil ya que el cazador llevaba la cara cubierta por su capa.

-Luego volveremos a mirar esta zona –tras decirle esto a uno de sus compañeros decidieron marcharse de allí.

-Ha faltado poco... –declaró Jaryl lanzando un profundo suspiro de alivio.

-¿Lo ves? Están por todas partes, y desgraciadamente en esta ciudad no podemos desenvolvernos tan bien como quisiéramos.

-Chst...sólo se me ocurre una manera...pero únicamente servirá para dos de vosotros... ¡Will, ven aquí!

Dicho esto el aludido se acercó a su amigo. Éste le dijo algo al oído y el otro asintió. Acto seguido ambos se quitaron las cubiertas que los ocultaban de la vista de los demás. Jaryl dejó ver sus alas mientras Will sacaba a relucir dos pares de cuernos como los de un carnero en sus sienes.

-¿Qué estáis haciendo?

-Dejaros aquí para ir a buscar las telas sería peligroso además de que nos llevaría demasiado tiempo. No os preocupéis, estaremos bien.

-¿Quiénes irán?

-No os preocupéis por mí. No necesitaré nada para cubrirme.

-¿Y por qué no lo has dicho desde el principio?

-No es que me hayáis dado muchas opciones. Además, a su manera resulta divertido así.

Sarah y Kareth se miraron y bajaron la cabeza...

 

Ivel consiguió esquivar un puñetazo de su padre mientras intentaba golpearlo con una patada dirigida hacia el cuello, no obstante su pierna fue agarrada sin problemas por el hombre, quien lanzó a la joven hacia una de las paredes de aquellas casas. Momentos después, la chica se hallaba agarrada por el cuello de manera que sus pies no tocaban el suelo.

-Con dejarte inconsciente me bastará para que no actúes por tu cuenta.

-Has perdido el juicio –las lágrimas continuaban cayendo por las mejillas de Ivel- ¿La locura de su muerte te ha llevado hasta este estado?

-Durante muchos años he soportado el dolor de su pérdida, todo por el bien de los nómadas y por tu bien, Ivel. Y no pienso perder eso también, no pienso perderte a ti tampoco.

-¿Y crees qu-que ella querría esto?

De repente Argo la soltó. La cazadora cayó al suelo y comenzó a toser, acariciándose el cuello.

-¿Crees que ella querría que tú vendieras a alguien de nuestra familia por culpa de su muerte?

-No...

-Yo te quiero padre pero quiero a ese hombre fuerte que es capaz de superarse a sí mismo y nunca traicionar sus principios, aquel que protege a todos sin necesidad hacer daño a terceros, y estoy segura de que madre también lo quería. Por favor, para esto. Enmienda tu propio error y termina con esto.

Argo se llevó las manos a la cabeza, parecía estar luchando contra una parte de sí mismo.

-Padre...

-No te acerques a mí.

-Pa...

-¡No te acerques a mí!

Gritando estás palabras el hombre sacó un pequeño cuchillo que tenía en la cintura y se dispuso a apuñalarla. Ella cerró los ojos esperando que el filo la atravesara pero en su lugar escuchó un fuerte golpe.

Al abrir de nuevo los ojos observó la figura de un encapuchado delante de ella y Argo en el suelo intentando ponerse en pie.

-Así que fuiste tú quien lo hizo –dijo la figura quitándose su cubierta.

-Kareth... –dijo la chica-. Kareth, espera, no luches contra él...

-Tranquila. No tengo interés en el derrame de sangre pero tal y como está ahora se habrá vuelto más difícil el que entre en razón

El chico giró la cabeza.

-Te ayudaré –declaró.

Ella se levantó del suelo.

-Bien.

Dicho esto ambos se pusieron en posición de combate.

 

“-¡¿Qué?! ¡¿Argo?!

Los dos guerreros no podían creer lo que les decía Tribus.

-Ese maldito nos ha estado engañando.

-Os pido que no seáis tan duros con él. Entiendo que os sintáis utilizados en este momento pero él es más enemigo de sí mismo que e vosotros.

-¿Qué quieres decir?

-Su mujer murió porque la cantidad de medicamentos era insuficiente. Él se sintió responsable por todo ello y terminó por desarrollar una obsesión. Sobre todo si es por el cuidado de su hija. Personalmente quisiera hacerle entrar en razón y hacerle saber que no fue su culpa y que puede retirarse y descansar tranquilo.

-...

-¿Y bien?

-¿Sabes? Yo también me siento responsable por la muerte de personas importantes para mí –empezó a contar Kareth-. Bueno, quizás no únicamente yo.

Su compañera desvió la mirada.

-Lo que quiero decir es que quizás entienda un poco ese sentimiento, y, si en ese momento no eres capaz de hablarlo con los demás e incluso contigo mismo, lo único que harás será destruirte poco a poco.

-...

-No sé si será lo correcto después de lo que ha ocurrido por su culpa pero...lo ayudaré.

-Ya veo...gracias...”

45: Gaia Project 9
Gaia Project 9

Kareth lanzó una patada dirigida hacia el rostro de Argo, quien se cubrió del golpe y agarró la extremidad del joven y lo lanzó lejos de él. Por otra parte, Ivel intentó aprovechar este momento realizando un placaje por el lateral del hombre, sin embargo se apartó lo suficiente como para que la chica fallara en su ataque. Tras esto elevó su brazo derecho y golpeó la espalda de ella con la palma de la mano, provocando que se golpease de frente contra el suelo. En ese momento Kareth acometió de nuevo, pretendiendo esta vez un ataque por la espalda, fallando después de que Argo deslizase el brazo alrededor del suyo, consiguiendo luxarlo y situando el cuerpo del joven justo delante de él para enviarlo de nuevo lejos con un rodillazo. A mitad de incorporación la pobre Ivel recibió el impacto del cuerpo de Kareth saliendo ambos despedidos.

-Chst...es más duro de lo que pensaba -dijo el guerrero.

-¿Y qué esperabas? Él fue quien me enseñó a luchar. Conoce numerosas técnicas de ataque y autodefensa. Es incluso capaz de defender su punto ciego –Ivel señaló su propio ojo haciendo referencia al de su padre.

-¿Qué sugieres entonces?

-La única manera de pararlo sin llegar a las armas sería golpearlo fuertemente en la cabeza. Necesitamos conseguir distraerlo de alguna forma e intentar un ataque desde arriba.

-Suena muy fácil pero hasta ahora cualquier intento de distracción ha sido inútil.

-¡Ya lo sé, estoy intentando pensar! –exclamó la chica- Por cierto, ¿Dónde están Tribus y Sarah?

-Bueno, estábamos siendo perseguidos por los “Geads” por lo que ellas se están encargando de vigilar la zona. Aunque puede que ahora mismo también estén en medio de alguna lucha...

Mientras hablaban, Argo avanzó hacia ellos tomando la iniciativa. Los dos jóvenes consiguieron evitar a tiempo un puñetazo que dio lugar a un pequeño cráter en el suelo.

-¡Oh, dios! Si eso nos hubiese dado seríamos pasto de los gusanos.

-¡Padre! ¡Reacciona, por favor! –en vano, Ivel intentaba que el hombre volviese a sus cabales pero esto no causaba ningún efecto en él, quien avanzó hasta ella con intenciones poco amigables.

-¡Ivel! –gritó Kareth.

Argo intentó agarrar el cuerpo de su hija, quien detuvo el movimiento quedando las manos de ambos unidas en una batalla de fuerza física, la cual ella tenía todas las de perder. Su compañero intentó ayudarla, no obstante el hombre separó una de las manos y lo golpeó en el costado, lanzándolo contra unos barriles cercanos.

Pese a que la actuación del chico no había sido del todo eficiente, consiguió que la presión del tuerto sobre su hija se redujese. Entonces, girando sobre sí misma, ella lo atacó con el brazo de su espalda, logrando zafarse completamente y situándose cara a cara contra él.

-Padre...

El rostro de Argo expresaba rabia y dolor.

-Tus ojos...son como los de ella... –murmuró.

Ivel mordió su labio inferior intentando no perder la compostura ante aquella escena.

 

Por su parte, Kareth intentaba recuperarse del choque. Todavía acostado entre varios barriles, algunos de ellos rotos, movió de un lado para otros la cabeza con el fin de despejarse un poco. En ese momento centró la mirada en los otros dos, quienes se encontraban cara a cara dispuestos a continuar la pelea.

“Si esto sigue así terminaremos perdiendo...si hubiese alguna manera de evitar que se defienda...”, pensó el chico mientras apoyaba la mano sobre el suelo. Fue entonces cuando algo llamó su atención.

-Esto es...

 

Sarah y Tribus se encontraban lidiando con algunos de los “Geads” que los buscaban, intentando distraer su atención.

-¿Crees que van a tardar mucho? –preguntó la peliazul.

-Si han llegado a la violencia dudo que lo tengan fácil –respondió la chica rubia mientras ambas se escondían tras las paredes de una de las casas.

-Podrías usar a esos “amigos” tuyos para quitárnoslos de encima, ¿no?

-Eso llamaría demasiado la atención así que no creo que sea muy recomendable.

-Por cierto, ahora que sacamos ese tema. Esos esqueletos... ¿eres de Yohei Gakko?

Tribus esbozó una pequeña sonrisa.

-Hace tiempo estuve allí. Sin embargo un día recibí la llamada de alguien que me necesitaba y...no pude decirle que no.

Sarah la miró extrañada.

-Dime, Sarah, ¿alguna vez te has preguntado sobre tu pasado...?

 

-Padre...durante demasiado tiempo has tenido que mantener contigo el recuerdo de su muerte, ¿por qué no me dijiste nada? Se supone que yo me encargaría de guiar a los nómadas después de ti, deberías de haber confiado en mí...

El hombre se llevó una mano a la frente como si aquellas palabras le dolieran más que cualquier golpe físico.

-Todavía estás a tiempo de olvidar y todavía estás a tiempo de remediar esto. Yo estoy contigo, padre, y no pienso alejarme de tu lado. Así que, por favor, te lo suplico, vuelve en ti...

El hombre emitió un profundo grito y atacó de nuevo a Ivel, lanzándola hacia el suelo. Acto seguido la cogió del cuello y la levantó sobre su cabeza. De nuevo volvió a utilizar el cuchillo con el que intentó asesinarla anteriormente y apuntó hacia el pecho de ella.

-Gaah... –se quejó la cazadora intentando en vano deshacerse del agarre.

-¡Eh, tú!

Una voz hizo que el hombre se girara, recibiendo un barril el cual se rompió con el impacto, dejando caer un líquido sobre él. Argo soltó a su hija, sorprendido por la repentina agresión.

-¡Tranquilo! ¡Eso es sólo agua! ¡Esto te gustará más!

Apuntando hacia el ojo bueno, Kareth lanzó algo de color rojo, logrando alcanzar su objetivo. Al instante el hombre intentaba despegarse del globo ocular lo que parecía una masa de aspecto pegajoso.

-Lo que te acabo de lanzar es un tipo de especia llamada nizreal, en un estado normal tiene la misma consistencia que la harina, pero cuando se mezcla con agua... –el chico esta vez lanzó otro barril que contenía una gran cantidad de nizreal, causando que las extremidades de su adversario quedaran inutilizadas debido a que quedaban pegadas al propio cuerpo- ...se convierte en un increíble adherente.

Mientras él intentaba sin éxito deshacerse de aquella extraña masa rojiza que cubría gran parte de su cuerpo, Ivel se levantó del suelo.

-¡Ahora!

La chica realizó un gran salto y girando en el aire golpeó con el talón en el centro de la cabeza de su padre, provocando que este cayera al suelo medio inconsciente.

 

-¿Cómo sabías que la especia se adheriría a él en contacto con líquido?

-Recordé algo que me dijo una chica una vez...

“-Oye, Nara, ¿qué es esto?

-¡Uah! ¡No lo toques! –exclamó ella apartándole de las manos un bol que contenía una especie de harina color rojo-. Es peligroso manejarla sin saber cómo hacerlo.

-¿Qué es? ¿Algún tipo de polvo explosivo? –bromeó Remi.

-¡¿Cómo diablos íbamos a tener polvo explosivo aquí?! ¡¿Estás loco?!

-Vamos, vamos, sólo era una broma.

La joven suspiró.

-Esto se llama nizreal. Suele echarse en comidas saladas o con poca cantidad de líquido. Da muy buen sabor y es bastante nutritivo pero en contacto con el líquido se vuelve un potente adherente. Es por eso por lo que debes tener cuidado.

-Oh, es cierto que está bueno –comentó Kareth  llevándose un dedo a la boca sin que ella lo notara

-¡¿Qué haces, idiota?! –exclamó Nara.

-... –la boca de Kareth no podía abrirse.

-¡Kar! ¡Remi, corre a por algo para secarle los labios! ¡Sólo así se despegará! –tras esto volvió la cabeza hacia Kareth- ¡¿A quien se le ocurre comérselo así sin más?!

-Tranquila, sólo he hecho como que me lo llevaba a la boca –dijo el joven riéndose.

-Ah...

La chica se puso roja y su expresión cambió de asustada a enfadada.

-¡¡IDIOTA!!”

-Estuvo cabreada conmigo durante una semana entera... –murmuró.

-¿Has dicho algo? –preguntó Ivel mientras intentaba incorporar a su padre sin tocar las zonas en las que se encontraba el adherente, tarea difícil ya que se encontraba por casi toda la superficie del cuerpo del hombre.

-Nada, olvídalo.

-Padre, padre despierta...

La patada había sido lo suficientemente buena como para pararle los pies pero por suerte todavía mantenía la consciencia. Desde luego, Argo era duro de pelar...

-Ivel... –consiguió decir con una voz tenue.

-¡Padre! –si no fuese porque todavía seguía cubierto de aquella especia la chica lo habría abrazado- ¿Estás bien?

-Dentro de lo...que se puede estar bien...después del golpe que me has dado...

-L-lo siento, pero no tenía alternativa.

-N-no te preocupes...tenías razón...no debería haber hecho lo que hice...yo...sólo buscaba la seguridad de todos...no quería que volviese a pasar lo que le ocurrió a tu madre...lo siento –dijo esta vez dirigiéndose a Kareth.

-No puedo decir que la situación no nos haya dado problemas...pero entiendo que el recuerdo de la muerte de un ser querido es algo muy doloroso...sin embargo, debemos curar nuestras heridas para poder seguir adelante –dijo el chico.

Ivel abrazó al chico de forma repentina.

-Gracias, Kareth –susurró la chica dibujando una sonrisa en sus labios.

-¿I-Ivel? –sorprendido, el chico se ruborizó.

Fue en ese momento cuando ella pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo, apartándose rápidamente.

-Ejem... –carraspeó-. Pa-padre...ahora que has entrado en razón, ¿crees que les podrías pedir a los “Geads” que dejasen de perseguirlos?

-Me...encantaría hacerlo pero una vez han comenzado su trabajo y teniendo en cuenta la rentabilidad de la caza no os dejarán marchar hasta que no les hayan eliminado.

-Chst...maldita sea...

-Es todo culpa mía...

-Eso no importa ahora. Tendremos que buscar una manera de escapar de la ciudad sin que nos vean.

-Quizás pueda echar una mano en ello.

Los tres presentes dirigieron su mirada hacia Tribus y Sarah, quienes acababan de hacer su entrada.

-Kar, hemos conseguido mantener a esos tipos alejados por ahora pero no sé hasta cuando podremos seguir así.

-En mi casa hay una trampilla que lleva a una zona subterránea, allí podréis refugiaros y escapar de aquí sin problemas.

-...

-Tanto que querías ver aquella casa, esta es una buena oportunidad de hacerlo –indicó Tribus sonriente.

El chico asintió.

-Supongo que esto es una despedida entonces –dijo Ivel.

-Quitando las adversidades, me alegro del tiempo que hemos estado con vosotros.

-Estoy segura de que nos volveremos a ver –comentó Sarah.

-Lo sé. La próxima vez volveremos a hacer una fiesta para vosotros.

-Lo estaremos esperando...

 

-Es una lástima que no podamos despedirnos de Jaryl y Will.

Moviéndose bajo las indicaciones de Tribus, los tres se escondían esquivando las miradas de los “Geads” que los buscaban.

-No hay tiempo para ello, a no ser que queráis convertiros en decapitados.

-Bueno...eso no creo que fuese un problema para mí...

-Kareth, algunos no tenemos la misma habilidad que tienes tú –replicó Sarah mirándolo de mala manera-. Además, ya viste lo que ocurrió con Lethos, siendo Unum volvería a ocurrir lo mismo.

-...

 

Finalmente llegaron a la casa, sólo que en lugar de por la entra principal, decidieron entrar por una zona más discreta para evitar ser vistos.

-Bueno, por ahora podemos relajarnos un poco aquí –dijo Tribus.

Kareth echó un pequeño vistazo al interior. No había nada que considerara destacable. Un pequeño salón con varias sillas y una mesa de madera en el centro, una cocina con el instrumental estándar, un pequeño recibidor que daba entrada a un largo pasillo que comunicaba con las demás habitaciones...no entendía que podía tener aquella casa como para llamar tanto su atención. Era bastante normal, de hecho incluso más antigua que cualquiera que hubiese visto en Yohei Gakko. No obstante, no dejaba de tener aquella sensación que había recorrido su cuerpo desde el primer momento que la vio...

-Oye, Kar...

-¿Qué quieres, Sarah?

-¿No notas algo extraño en este lugar?

-¿A ti también te pasa?

La chica asintió.

-Tomad, os he traído algo para beber.

Tribus apareció de repente con una bandeja y tres tazas de té.

-Sentaos, sentaos.

-¿No sería mejor que nos marchásemos?

-Como ya he dicho no entrarán en este lugar así que podemos internarnos mañana. Podéis relajaros, no hay problema.

Ambos estaban un poco alterados por lo acontecido aquellos días por lo que les costaba sentirse cómodos.

Haciendo caso de los consejos, los dos compañeros se sentaron en las sillas que había dispuestas por el salón y se dispusieron a beber el té que les había sido traído.

-¿Y bien, Kareth? ¿Qué opinas sobre la casa?

-Pues está bien decorada pero no encuentro nada que me haga entender por qué me llamaba tanto la atención.

-Vaya, es una pena. Siento que no te haya sido de mucha ayuda.

-¡N-no! ¡No tienes de que preocuparte! Serán sólo tonterías mías...

-¿Desde cuanto hace que tienes esta casa?

-Pues la verdad es que ya ni me acuerdo. Sé que era una niña cuando vivía aquí, así que supongo que hace casi veinte años.

-¿Qu-qué edad tienes? –preguntó Kareth.

-Oye, oye, eso no es algo que le debas preguntar a una dama –bromeó Tribus-, pero probablemente más de los que te pienses. Esta casa me la regaló una persona tan importante para mí como los nómadas, así que tengo que cuidar muy bien de ella.

-¿Es la misma persona que dices que te pidió ayuda? –preguntó Sarah provocando que su compañero la mirase con ambos ceños fruncidos.

-Oh...

-Perdón por mi indiscreción, es sólo que, lo que dijiste aquella vez...

“-¿Mi pasado?

-El Radiar nos hace olvidar nuestro pasado, preguntarnos quienes una vez fuimos.

-Yo...nunca he tenido intención de saberlo...

-Je...supongo que la ignorancia es la felicidad...”

Tribus sonrió y echó una mirada hacia algún lugar que ninguno de los otros dos llegó a determinar.

-Supongo que ya es la hora.

-¿La...hora?

-¿De qué estás hablando? –Kareth estaba empezando a sentirse raro.

-¿Sabéis? No he sido del todo sincera con vosotros. Aunque tampoco es como que os haya mentido. Simplemente no soy la indicada para contaros las cosas. O más bien, contarte las cosas –rectificó mirando hacia el chico.

De repente los dos guerreros comenzaron a sentirse somnolientos.

-¿Qué...?

-¿...os estás pasando? Nada en especial. Al té que habéis bebido le he añadido una droga un tanto especialita. He pensado que es la mejor manera de hacer las cosas evitando cualquier disturbio.

Sin poder mantenerse más tiempo despiertos, los dos cayeron de las sillas.

-Dulces sueños...

 

Sarah abrió los ojos. Se sentía todavía mareada tras los efectos de aquella droga. Al parecer se encontraba tendida en el suelo y este era tan duro como la piedra, lo que había dejado su espalda dolorida.

Cuando se sintió mejor como para observar el lugar en el que se encontraba descubrió que se hallaba en un pasillo oscuro parecido al de unos calabozos sólo que la estructura presentaba un estado mucho mejor del que se podría esperar de un sitio así. No tardó en darse cuenta de que Kareth no estaba con ella.

-¿Dónde estoy?

Levantándose y confusa se dio cuenta de que no tenía consigo las armas que le habían dado los nómadas. Todavía conservaba el teletransportador pero si lo que Kareth le dijo era cierto, de nada le iba a servir, seguramente cancelaron el teletransportador de los dos tras convertirse en fugitivos de Yohei Gakko.

Intentando saber más del lugar en el que se encontraba comenzó a andar por aquel pasillo. Pese a la oscuridad pudo fijarse en la presencia de varias celdas a los lados. Eso la llevaba a preguntarse por qué no la habían encerrado en lugar de dejarla en medio de aquel pasillo, sin embargo, no tardó en obtener una respuesta.

Delante de ella se encontraba una puerta metálica de unos dos metros de altura y un metro de ancha. Parecía muy bien cerrada, pese a ello la chica abrirla.

-Nada...

Al ver que no se abría con el método tradicional decidió probar a golpearla. El eco del ruido provocado por el primer golpe se extendió por toda la zona dando una sensación un poco tétrica a la situación. La puerta no había cedido ni un solo centímetro así que decidió volver a intentarlo una segunda vez, y una tercera, y una cuarta, y una quinta... Por más que lo intentaba de nada servía.

-Es inútil intentarlo por la fuerza.

-Oye, tú, la chica de ahí...

Alterada por la repentina voz que acababa de escuchar la chica giró la cabeza hacia ambos lados intentando encontrar la fuente de ésta.

-¿Dónde diablos estás mirando? En la celda, estoy en el interior de esta celda.

Finalmente, la joven se fijó en una celda que había cerca de su posición. Los barrotes de ésta parecían diferentes a los de las otras. Estaban recubiertos de diamante. En el interior se distinguía la figura de alguien.

-Me alegro de que me hayas encontrado, parece que te ha costado lo tuyo. Una cosa que decirte, ¿podrías dejar de hacer ruido con los portazos? Estoy intentando echarme la siesta y me resulta complicado contigo dando la tabarra.

-Sólo estoy buscando una manera de salir de aquí, si te molesta el ruido lo siento pero si eso me ayuda a abandonar este sitio lo seguiré haciendo.

-Mira, chica –la figura, quien estaba sentada sobre el suelo, se levantó y se acercó a la chica mostrando el cuerpo imponente de un hombre de unos dos metros de altura, quizás más, que provocó que Sarah se hiciese instintivamente hacia atrás-, odio que me toquen las pelotas y tú con el ruidito de los coj...

El hombre se detuvo a mitad de diálogo. Fue entonces cuando ella pudo verle mejor el rostro, tenía una barba de varios días y expresión arrogante, algo moreno de piel y tanto el pelo que cubría sus mejillas y barbilla como el que cubría su cabeza eran de color negro.

-Yo a ti te he visto antes... –dijo de repente.

-Yo creo que es la primera vez que nos vemos.

-Oye, peliazul, dime tu nombre.

-¿Y por qué no me dices primero el tuyo?

-Porque no me apetece. ¿Me lo dices ya o pretendes que nos pasemos todo el rato discutiendo por un nombre?

“¡Será imbécil!”, pensó la chica para sus interiores.

-Sarah, me llamo Sarah.

-Sarah, ¿eh? No me suena...

Tras esto y dejando a la joven con un palmo de narices volvió al sitio en el que se encontraba y se sentó de nuevo. Acto seguido realizó un profundo suspiro.

-Mi nombre es Quattuor, encantado, supongo.

 

-¿Qué lugar es este?

Kareth se había despertado en una especie de cámara de gran tamaño con las paredes llenas de cables y circuitos electrónicos. Gran parte de los cables se encontraban unidos a una serie de máquinas que había en el centro de aquella sala, justo enfrente de una estructura tubular que se extendía desde el suelo hasta el techo y que estaba cubierta por una especie de pared de metal. A la derecha de toda aquella maquinaria había unas escaleras que daban lugar a un área en la que se disponían otra serie de máquinas y un puente que conectaba con la estructura.

-Parece que ya estás aquí. Pensaba que no ibas a llegar nunca, Kareth.

Un hombre vestido con lo que parecía una bata blanca, y unas gafas que le daban un porte de científico, empezó a bajar las escaleras hasta situarse junto a la maquinaria del centro.

-¿Qu-quién eres? –preguntó Kareth.

El hombre se quitó las gafas y se las guardó en uno de los bolsillos de la bata.

-Mi nombre es Detz. Bienvenido al lugar de tu nacimiento, Kareth.

46: Gaia Project 10
Gaia Project 10

-¡Haaah!

Sarah golpeó la puerta metálica que tapaba la salida hacia la libertad.

-No...un poco más a la izquierda...prueba en salto...no, no, así no...

-¡¿Quieres callarte?! –exclamó la chica cansada de los comentarios de Quattuor.

-Sólo intentaba ayudar.

-¡Pues no me ayudes! –aquel hombre la ponía de los nervios-. Además, no estoy intentando forzar la puerta, sólo estoy comprobando su estructura.

-¿Huh?

La joven respiró hondo y se situó a pocos metros de su objetivo.

-Sword Target: Object- murmuró para si misma. Tras esto dio un paso al frente con gran rapidez golpeando con los dos dedos de su brazo derecho el centro de la puerta. Ésta, en contacto con la piel de ella, se partió por la mitad, permitiendo abrir el camino.

-Ooh –se sorprendió Quattuor.

Sarah se erigió orgullosa posando sus dos manos sobre la cintura, sin embargo, desde la parte de arriba del hueco que acababa de dejar libre aparecieron una serie de compuertas mecánicas que cerraron la vía de escape.

-Ah...mala suerte...parece que se ha activado el sistema de emergencia. Ya imaginaba yo que Detz no podía ser tan estúpido.

Por su parte, la guerrera cayó al suelo de rodillas bajando la cabeza por la decepción.

-Una pena, peliazul. Debo decir que la técnica que has usado es de lo más interesante –diciendo esto, el hombre se apoyó sobre la pared situando sus dos manos entre su nuca y la misma, acomodándose.

-A todo esto, ¿qué es este lugar? –preguntó Sarah quien decidió relajarse ante la inutilidad de su anterior intento de huida.

-Podrías llamarlo cuartel general, centro de mandos, dentro de investigación, escondite secreto, realmente no es que tenga un nombre concreto, la verdad.

-¿Y cómo es que has acabado en un lugar como este?

-Eso mismo podría preguntarte yo a ti.

-Pues si te soy sincera, no tengo ni idea. Supongo que es sido secuestrada o algo así.

-Eeentiendo...en mi caso digamos que aquí no está bien visto que alguien piense de otra manera.

-¿Te rebelaste contra tus jefes?

-Por favor, preferiría que no los llamases así...pero sí, rebelarse es la palabra.

-¿Y en qué les contrariaste?

-Veo que te gusta preguntar, ¿eh?

-Acabo de llegar de forma desconocida a un lugar desconocido y mi amigo anda en paradero también desconocido. ¿No debería? –ironizó.

-Jajaja. Sí, supongo que sí. Hagamos un trato. A mí también me gustaría salir de este sitio, tengo asuntos pendientes con “mi jefe” y me gustaría resolverlos cuanto antes pero como pues ver estoy atrapado y esta celda está especialmente hecha para que alguien como yo no pueda escapar. Mi proposición es sencilla. Tú me ayudas a salir de aquí y yo te cuento todos los detalles que sepa sobre lo que ocurre en este lugar.

-¿Y como sé que puedo confiar en ti?

-No puedes pero soy el único método que tienes para salir de este lugar. Aunque también puedes esperar a que alguien abra las compuertas desde fuera y te saque de aquí. Mientras tanto quien sabe lo que le puede estar pasando a ese compañero tuyo.

-No eres malo negociando.

-Sólo quiero conseguir lo que me propongo, peliazul.

Sarah observó a Quattuor, quien le devolvía la miranda con una traviesa sonrisa en sus labios.

-Acepto pero más te vale que no me estés engañando o de lo contrario me encargaré de hacer que lo pagues.

-Jajaja...eso me gustaría verlo –comentó de forma arrogante haciendo que la chica frunciese el ceño.

-¿Y bien? ¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿Destruir estos barrotes?

-No, no creo que el intentarlo sirva de mucho. Esta celda es mucho peor que la puerta por la que intentas pasar. Las compuertas de salida sólo se abren desde fuera, no obstante la maquinaria que controla la apertura o cierre de las celdas está en este calabozo por lo que tu tarea sería la de ir hasta donde se encuentra y sacarme de este asqueroso lugar.

-No parece muy difícil.

-Bueno, si no cuentas la vigilancia, es pan comido. Claro que incluso con vigilancia a mí no me supondría ningún problema...

-¿Vigilancia?

-Protegiendo la entrada a la sala de máquinas hay dos pequeños amiguitos huesudos que quizás te resulten un poco molestos.

-Amigos huesudos...suena cómo los que se encontraban con Tribus...-murmuró Sarah.

-¿Tribus?

-¿Eh? Ah, sí, eso he dicho.

-Así que la has conocido...

La chica asintió.

-Lo último que recuerdo antes de despertarme aquí fue que ella nos drogó a mi amigo y a mí. Por lo poco que dijo antes de que cayese dormida entendí algo de contarle algo a mi amigo.

-No puede ser, eso significaría que finalmente os han cogido. ¿Entonces era él?

-¿Huh? ¿A qué te refieres?

-Yo que tú me daría prisa en sacarme de aquí. No estoy seguro de si sois quien creo que sois pero si es así más te vale que corras. Sigue por este pasillo. Al fondo encontrarás una bifurcación, entonces gira hacia la derecha. Más adelante encontrarás la sala de la que te he hablado. Ten cuidado con esos esqueletos e intenta que no te vean, de lo contrario probablemente te metas en serios problemas.

Sarah se sorprendió por el repentino cambio de humor de aquel hombre.

-¡Vamos, muévete!

-¡S-sí!

Sin nada más que añadir, la joven hizo caso de sus palabras y se encaminó hacia el lugar indicado...

 

-¿Mi...lugar de nacimiento?

-Así es.

-N-no entiendo nada.

-Bueno, es lógico, a causa de muchos sucesos tus recuerdos se encuentran bastante alterados. Sin embargo aquí estoy yo para ayudarte a conocer la verdad de este mundo y de ti mismo.

El chico no sabía qué decir ni qué pensar, lo último que recordaba era estar en casa de Tribus cuando de repente ella confesó que su bebida había sido drogada. De repente se encontraba en un lugar distinto, con Sarah en paradero desconocido y un hombre que no había visto en su vida revelándole algo que no podía creer.

-¿C-cómo es que me conoces? ¿Por qué me habéis traído hasta aquí?

-Paso a paso, chico. Antes de nada, ¿te apetece tomar algo?

-¡No me tomes el pelo!

-Tranquilo. No era mi intención burlarme de ti, sólo quería que te sintieses más cómodo. ¿Sabes? Eres una pieza importante en este rompecabezas y no me gustaría empezar con mal pie.

-Pues me parece que no has elegido el método más adecuado...

-¿Lo dices por lo que hizo Tribus? Vamos, vamos, ella lo hizo con la mejor de sus intenciones, ¿verdad?

El supuesto científico giró la cabeza hacia su izquierda. Apareciendo desde detrás de aquellas máquinas, la chica rubia saludó. Mostraba la misma sonrisa y jovialidad que tantas otras veces.

-Lo siento, Kareth. Sé que no ha sido la mejor manera de traeros hasta aquí pero no tenía más remedio.

Él la observó con rabia contenida, acto seguido dirigió su mirada hacia el hombre.

-Dime una cosa, Kareth. ¿Nunca te has preguntado el porqué de ciertas cosas sobre ti?

-¿De que hablas?

-Hablo de esa inmortalidad tuya, por ejemplo. ¿Nunca te has preguntado de donde procede?

-¿Huh? ¿Mi inmortalidad? Es una reacción excepcional que tuvo el Radiar en mí, provocando una regeneración fuera de lo normal...

-Así que esa es la conclusión que has sacado. No está nada mal. Sin embargo, no es del todo cierta.

-¿Qu-qué quieres decir?

-Permíteme que te demuestre algo. Tribus, voy a necesitar tu ayuda.

-¿Eh? ¿Yo? Pero...eso es...

-Sé que te va a doler pero sólo será un momento. Prometo que no volveré a hacerlo de nuevo –dijo él con seriedad.

Ella se sonrojó y asintió. Tras esto se desvistió la parte de arriba dejando únicamente la ropa interior cubriendo la zona del pecho.

-No me gustaría mancharme la camiseta –indicó Tribus.

“¡¿Qué diablos están haciendo?!”, pensó Kareth quien cada vez veía aquella situación más bizarra.

-Estoy lista.

Detz asintió ante la expectante mirada del guerrero. Acto seguido sacó una pistola y disparó a la cabeza de la chica, quien cayó al suelo salpicándolo de sangre.

-¡¿Qué...?!

Por su parte, el joven allí presente no podía creer lo que acababa de presenciar. Aquel disparo había atravesado de parte a parte el cráneo de ella, quien se encontraba inerte en el suelo, sin embargo, lo más sorprendente no fue eso. Como si no hubiese pasado nada, Tribus se levantó del suelo mientras el agujero de bala comenzaba a regenerarse. Los ojos del chico no podían hacer otra cosa que permanecer abiertos ante aquello.

-Exacto, Kareth. Como puedes ver, no eres el único aquí que tiene ese tipo de inmortalidad.

La chica volvió a ponerse la vestimenta que cubría su torso.

-¿Qué significa esto? –preguntó Kareth intentando tragar saliva.

-Verás, chico, será mejor que empiece desde el principio.

Hace tiempo fui contactado por alguien, aunque quizás decir alguien no sea del todo específico. Se llamaba Gaia.

-¿Gaia?

-Exacto. Ella es el núcleo de este planeta, una deidad que creó este mundo así como los seres que la constituyen y se encargó de la evolución y el desarrollo de los mismos.

-¿Insinúas que este mundo está controlado por una diosa?

-Más o menos, ella es un ser vivo como tú y como yo pero con un increíble poder que ha hecho que todo a nuestro alrededor avance. No obstante, parece ser que hubo algo que ella no pudo predecir. Pese a ser la creadora de los seres vivos y de este plantea hubo una excepción que evolucionó por sí sola sin necesidad de su intervención, y ese fue el ser humano. En un principio no estaba muy convencida de nosotros por lo que decidió mantenernos en vigilancia, sin embargo pronto se quedó maravillada. El ser humano conseguía una evolución rápida utilizando los recursos del planeta de una manera sensata y manteniendo todo en buen estado. Estaba frente a un ser muy inteligente y hábil y cada vez ardía más y más en deseos de seguir observando nuestro desarrollo.

Fue entonces cuando cometió su mayor error. Gaia decidió entregar a los humanos una parte de sí misma, quería que obtuviesen el poder para ir más allá de sus capacidades, para evolucionar y desarrollarse hasta puntos increíbles. Y en ese momento fue cuando el ser humano cambió, traicionando la confianza de la deidad. Llevado por la codicia, quiso aprovechar ese poder para gobernar por encima de los demás incluyendo su propia especie y, de esa manera, comenzó la guerra. En el instante en que los humanos se adueñaron de lo que Gaia les entregó ella perdió parte de su poder y quedó confinada en el interior del planeta, incapaz de hacer otra mas que ver cómo su creación se sumía en el caos y la desesperación, contaminándose las plantas, secándose las tierras, muriendo los animales...el mundo se fue reduciendo a cenizas poco a poco. Supongo que ya te imaginas que fue lo que Gaia le entregó a los humanos.

-El Radiar...

-Exacto. Ella se decía una y otra vez a sí misma que no podía permitir que las cosas siguiesen así pero era incapaz de hacer nada en el estado en el que había quedado. En ese momento el planeta escapaba de su control, y fue entonces cuando tomó una decisión.

Decidió que si el ser humano había provocado esto, lo mejor es que este no existiese. De esa manera crearía el mundo de cero, rehaciéndolo desde el principio pero evitando a toda costa la evolución y el nacimiento de aquellos que lo había destruido todo. Así pues, con una pequeña parte del poco poder que había conseguido reunir a lo largo del tiempo consiguió contactar conmigo y pedirme ayuda. Me explicó su objetivo y que para lograrlo tenía que volver a la superficie. Y fue entonces cuando creé el proyecto Gaia.

“El proyecto Gaia...”, si no recordaba mal ya había escuchado anteriormente de ello en boca de Unum. Así que él también tomaba parte en todo aquello...

-Reuní a un grupo de personas que estaban de acuerdo con la causa y decidimos reunir lo necesario para conseguir que Gaia volviese a la superficie.

-¿Lo necesario?

-Sí, tres factores eran necesarios para que se produjese esto. El primero era el choque de poder entre un número inmenso de usuarios de Radiar. Se necesitaba una fuente de energía grandísima que incluyera una base del cuerpo de ella y esta era la mejor forma de conseguirla. El segundo era el reunir los llamados Núcleos de Jade los cuales se encargaría de concentrar la energía liberada en el choque de fuerzas. Como ya dije antes, una pequeña parte del poder de Gaia fue utilizado para contactar conmigo, la otra pequeña parte fue separada en siete materiales, correspondientes a estos núcleos, que despertarían en el interior de siete humanos cuya mentalidad, fusionada con dicha materia, sufriría un cambio por el cual se unirían a la causa de la diosa. Pero no sólo eso...

Los núcleos tienen tal cantidad de poder que puede llegar a provocar una regeneración mucho más rápida de lo normal en los portadores, dando lugar a una especie de inmortalidad.

-No puede ser...

-A los portadores se les llamaría los Descendientes de Gaia. Tribus y tú sois Descendientes de Gaia, y supongo que también habrás conocido a Unum.

Kareth cayó de rodillas al suelo. ¿Eso significaba que él era parte de un plan para la exterminación del ser humano? No podía creerlo.

-Sé que te resultará difícil de aceptar pero sabes el poder que tienes y acabas de ver que ella es igual.

Estaba claro que los acontecimientos indicaban que no podía haber equivocación con respecto a las palabras de Detz pero aun así...todo aquello era muy repentino.

-Dime una cosa, Kareth. ¿Piensas que el ser humano merece la salvación?

El científico comenzó a subir las escaleras de donde había bajado anteriormente. Por su parte, Tribus permaneció en el mismo lugar.

-¿Piensas que después de todo el daño que ha causado todavía merece continuar con su hegemonía sin sentido?

Kareth intentó pensar la pregunta pero no sabía qué contestar. Entre lo que acababa de descubrir y que, por desgracia, parte de sí mismo no podía estar en desacuerdo con lo que decía Detz, tenía la mente confusa.

-Por mi parte, entendí el dolor de ella. Es imperdonable el caos y la guerra que se ha llegado a causar y no puede haber otro remedio que no sea éste. Si pudiésemos contar con tu ayuda sería mucho más fácil cumplir con nuestro objetivo...

Intentando tranquilizarse, el joven se levantó.

-Detz, ¿no es así?

El hombre asintió.

-¿Estás seguro de que esa sería la única manera? Hubo un día en que el ser humano respetaba el mundo, quizás haya una forma de que todo vuelva a la normalidad.

-Jaja...eres demasiado optimista chico pero eso no son más que ilusiones. El ser humano es egoísta y avaricioso por naturaleza. No hay forma de evitar eso excepto destruyendo a la especie.

-...

-Viéndote me recuerdas a otras personas que también tuvieron los mismos ideales que tú, y gracias a ello se pusieron en desacuerdo conmigo y me causaron muchos problemas.

-¿?

-En cualquier caso, todavía no me has concretado una respuesta. ¿Te unirás a nuestra causa o prefieres creer en esa versión más optimista de la que hablas?

El guerrero se quedó en silencio durante un tiempo. Pese a que consideraba que tenía razón con lo que decía, aquella solución le parecía demasiado radical. Tenía que haber otro modo de solucionar las cosas.

-Me mantengo sobre lo que digo.

-Ya veo. Bueno, no es como si me hubiese esperado una respuesta diferente.

-Je, así que ya pensabas que contestaría esto.

-Más o menos pero cabía la posibilidad de que cambiases de opinión al respecto. Por desgracia no ha podido ser.

-Antes sólo me has hablado de dos de los tres factores. ¿Cuál es el tercero?

Detz se situó junto a la maquinaria que había cerca de la estructura tubular.

-La tercera es que Gaia necesitaba un cuerpo en el que introducirse una vez tomase contacto con la superficie. Una carcasa que le sirviese de manera provisional y que fuese capa de canalizar su poder. Y este cuerpo debía ser el de una mujer.

El hombre comenzó a tocar una serie de botones.

-Esta tarea resultó de lo más complicada, ya que la mujer elegida debía ser capaz de sincronizarse con el cuerpo de Gaia, y al final, pudimos encontrar a alguien compatible.

Al darle a cierto botón concreto la pared de metal que cubría aquella estructura comenzó a separarse dando lugar a la aparición de un cristal a través del cual se podía observar el cuerpo de una chica.

El guerrero al ver de quien se trataba apretó los dientes y su expresión cambió a una de completa ira.

-No me extraña que supieses sobre mi respuesta, ¡¡¡¡¡MALDITO BASTARDO!!!!!

El cuerpo de Nara, conectado a una gran cantidad de cables, apareció flotando en el líquido que contenía aquel tubo...

47: Gaia Project 11
Gaia Project 11

Sarah continuó corriendo recto por el pasillo tal y como le había indicado Quattuor. Aquello se le estaba haciendo más largo de lo que pensaba.

-¿Cuánto se supone que debo de recorrer hasta llegar a la dichosa bifurcación? –se quejó.

Fue entonces cuando finalmente dio con lo que andaba buscando. Una pequeña división del extenso pasillo. Un camino que giraba hacia la derecha y otro que continuaba al frente, dirigiéndose quien sabía adonde.

Tomando el camino adecuado, no tardó en echarse hacia atrás asustada, escondiéndose detrás de una de la pared que hacia esquina.

-¿Más adelante? Si están ahí... –murmuró para sí misma ya que, efectivamente, a pocos metros después de coger el pasillo de la derecha, había dos esqueletos situados a los laterales de una entrada unas dos veces más grande que la puerta de salida.

-¿Qué tenía el que construyó esto con las cosas de gran tamaño?

Frunciendo el ceño mientras expresaba sus opiniones en voz alta, la joven observó el terreno. El pasillo no tardaba en ensancharse para dar lugar a un espacio abierto que adoptaba una forma triangular y en cuya pared más alejada se situaba la susodicha entrada que daría lugar a la sala. Parecían haber numerosas cajas distribuidas por aquel espacio. La chica se preguntaba si se trataría de algún tipo de alimento para los presos...

-¿Y se supone que tengo que evitar que me vean? Desde luego el escenario no me da demasiadas oportunidades para ello.

La única manera más factible que veía de intentar pasar desapercibida era desplazarse por el techo ya que dudaba que pudiese usar una buena distracción, por lo menos desde donde estaba situada. Por otra parte, pese a que no había tenido el honor de comprobar la fuerza de aquellos seres tampoco es que le apeteciera mucho el hacerlo visto los avisos que le habían dado.

Por suerte para ella, recorriendo las esquinas superiores, y un poco por debajo del techo, había unos pequeños salientes que llegaban hasta el área situada justo encima de su objetivo. Quizás a partir de allí pudiese encontrar alguna forma de entrar.

Así pues primero observó la altura a la que se encontraba dicho saliente, llegando a la conclusión que, dadas sus habilidades, no tendría mucho problema en llegar. Pensando en esto, se hizo ligeramente hacia atrás para pillar carrerilla, posteriormente corrió hacia la pared y flexionó las piernas, dando un gran salto hacia la misma para, tras esto, apoyarse en la pared y elevarse aún más alto hasta alcanzar con sus dedos el saliente.

-Bueno, ahora sólo queda empezar a moverse...

Sujetándose bien con ambas manos sobre el borde, la chica comenzó a mover sus brazos y pies, estos últimos manteniéndolos apoyados sobre la pared, a fin de llegar hasta el espacio en el que se encontraban los esqueletos y terminar en la zona situada por encima de la puerta.

Se movía con sumo cuidado. Cualquier paso en falso y podría suponer su descubrimiento.

 

Tras un tiempo consiguió realizar la mitad del camino, teniendo la oportunidad de observar mejor tanto la entrada como la distribución de aquellas cajas, ya que desde el punto de vista que tenía detrás de aquella pared, no había podido verlo todo.

Por una parte, podía confirmar que además de esos esqueletos no parecía haber nada más que protegiese la sala ya que no había ni puerta ocupando el paso. Por otra parte, aquellas cajas parecían estar apiladas unas encimas de otras, dando lugar a un escondite perfecto para la chica.

“Por el momento me refugiaré ahí”, pensó mientras se dejaba caer sin hacer ruido detrás de una pila bien amontonada.

“Quizás pueda comprobar lo que hay dentro”

No sin antes echar un vistazo hacia los esqueletos para comprobar su situación, la chica introdujo los dedos en el borde de uno de las cajas e intentó hacer palanca. En un principio le costó un poco pero finalmente consiguió romper parte de la estructura del objeto.

Tras esto introdujo su mano en el interior.

-Mm...parece algo afilado...

Continuó con el tanteo del material encerrado en la caja, decidiendo cogerlo.

-¿Un cuchillo? Y parece haber más de uno. ¿Por qué guardarían armas en un sitio así?

Aprovechando el cuchillo decidió abrir otra de las cajas obteniendo de ella algo que la dejó muy sorprendida.

-Esto es...un teletransportador...

Alzando el reloj para observarlo más detenidamente, la chica confirmó sus sospechas creándosele una nueva pregunta. ¿Qué hacían allí objetos que se utilizaban en Yohei Gakko?

De repente algo chocó contra las cajas desde el punto ciego de la chica, provocando que parte de la pila se cerniese sobre ella. Consiguiendo esquivarlas con buenos reflejos, la joven fijó su atención en lo que acababa de dar lugar a aquel incidente. Fue en ese momento cuando descubrió la presencia de uno de los esqueletos.

-Maldita sea, me han pillado.

Sin pretender que recuperase el aliento, el huesudo personaje se lanzó contra la joven, quien ayudándose de la pared volvió a subir hacia el saliente.

El esqueleto no se detuvo ahí y la mitad de su cuerpo salió despedida como un misil hacia ella.

-¡¿Por qué tienen que ser tan desmontables?!

Apoyando la pierna, la chica se impulso con el fin de esquivar su ataque, el cual provocó un pequeño agujero en la pared.

Aterrizando en el suelo, se dispuso a alejarse de su perseguidor, sin embargo se dio de bruces contra el que faltaba, el cual la golpeó fuertemente provocando que rodara varios metros.

-Chst –dolorida y magullada, la chica se levantó como pudo. Delante de ella, ambos esqueletos caminaban con paso parsimonioso en su dirección.

Tras ella se encontraba la puerta, ahora sin vigilar, pero si intentaba dirigirse hacia la sala los esqueletos no tardarían en situarse delante de su camino. Necesitaba pensar en algo.

-Veamos si les gusta el escondite.

Haciendo acopio de sus fuerzas, echó a correr hasta situarse detrás de otra pila de cajas.

-¡Hah!

Golpeándolas fuertemente, comenzó a lanzarlas contra sus adversarios, quienes las esquivaban o rompían al entrar en contacto con ellas, esparciendo resto de su estructura y las armas de su interior por el lugar.

Al llegar hasta la chica estos placaron contra los restos de la barricada tras la que ella se había cubiertos, provocando que saliese disparada a esconderse detrás de otro montón.

“Creo que ya sé cómo manejarlos”

Protegida de nuevo tras aquella barrera de cajas, volvió a realizar el mismo proceso dando lugar a los mismos resultados. Fue entonces cuando los esqueletos decidieron probar con otra táctica y, al vislumbrar parte de la ropa de ella detrás de la que parecía la última pila, atacaron por ambos lados, pretendiendo impedirle la retirada. Sin embargo no se esperaban encontrar únicamente la camiseta de Sarah sujeta con uno de los cuchillos que había encontrado, aprovechando el alboroto formado y la cantidad de materiales en el suelo para zafarse hasta la sala.

 

-Tengo que encontrar rápido la manera de abrir esa celda –murmuró para sí misma mientras echaba un vistazo rápido al lugar. A partir de la esquina inferior izquierda de aquella cámara y junto a la pared que tenía al frente, se extendía un entramado de ejes que parecían dar lugar a un sistema de polea, probablemente mediante el cual se elevaban los barrotes de las celdas. Al lado había un centro de mandos con varios interruptores con números en la parte de arriba.

Sin pensárselo dos veces, la chica se dirigió hacia allí. No conocía ninguno de los números de las diversas celdas por lo que solamente existía una solución posible: apretarlos todos.

En ese momento uno de los esqueletos se situó junto a ella y la atacó por el costado, provocando que la chica chocase contra la pared. Tosiendo, intentó incorporarse pero el restante de los dos la agarró del cuello y la estampó contra la pared. La joven forcejeaba por liberarse de la mano del monstruo pero no servía de nada, entonces el otro comenzó a golpearla en estómago y mejilla, provocando que comenzase a escupir sangre.

-¡Gaah! –gritaba Sarah cada vez que uno de los puñetazos tomaba contacto con su cuerpo. Era como si pretendiesen que perdiese el conocimiento- Así que debéis mantenerme con vida. Je, creo que deberíais ahorrároslo, no vais a conseguirlo tan fácilmente.

Es esqueleto que la tenía sujeta la estampó contra el suelo. La chica volvió a emitir un grito de dolor al recibir el impacto, quedándose casi sin respiración.

-¿Eso...es todo?

Estaba mareada y sus ojos comenzaban a cerrarse, sin embargo, debía aguantar.

Dispuestos a ensañarse con ella de nuevo, los esqueletos se detuvieron. Sus cabezas se giraron hacia la entrada, ya que se escuchaban pisadas sobre la mercancía esparcida.

De repente el cuerpo de un hombre de unos dos metros asomó por la entrada. Juntando sus dos manos crujía los huesos de éstas, ladeando la cabeza con el fin de deshacerse de la tensión acumulada en éste.

-Buff, hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Has hecho un gran trabajo, peliazul.

-Así que has venido...

-Un trato es un trato, y dejar a una chica sola contra estos engendros no entra dentro de mi política.

Los esqueletos dirigieron sus cabezas hacia el centro de mandos. Los interruptores habían sido pulsados a tiempo por la joven, justo antes de que la detuviesen.

-Bien –continuó Quattuor acercándose cada vez más a ellos- Es la hora del show.

Uno de los monstruos se lanzó contra él e intentó atravesar su pecho con la mano, sin embargo la punta de sus dedos se detuvo en la piel.

-Oh, vamos, no creerías que ese truco funcionaría conmigo, ¿verdad?

Levantando el brazo, el hombre lo dejó caer como una guillotina hacia el cráneo de su adversario, dando lugar a que su cuerpo fuese totalmente aplastado contra el suelo, reduciéndose a trozos de hueso.

-Uno menos.

Atacando por la espalda, el otro dirigió la mano abierta hacia el cuello para cortarle la cabeza. Esta vez Quattuor sí reaccionó, y deteniendo el ataque sin esfuerzo, agarró el brazo del contrincante y lo lanzó contra la pared. El impacto provocó que el cuerpo del esqueleto se dividiese en los múltiples huesos que lo formaban.

-Otro fuera.

“¿Qué clase de fuerza es esa?”, pensó Sarah sin poder moverse. Ella no había podido hacer frente al poder de aquellos monstruos y sin embargo el hombre se había desecho de ellos como si fuesen simples hormigas.

-Probablemente se terminarán regenerando. Estos tipejos no mueren tan fácilmente. Pero tal y como los he dejado para cuando lo hayan hecho nosotros estaremos muy lejos.

-Así que también eres un usuario de Radiar...

-Nadie haría una celda con barrotes de diamante para retener a una persona normal, ¿no crees? Por cierto tienes un aspecto penoso.

-Podrías ser más amable con la persona que te ha sacado de aquí...

-No es mi estilo. En cualquier caso será mejor que nos movamos cuanto antes...y que te ponga algo por encima, no sé que haces con el torso medio desnudo...

-¡Tuve que hacerlo para entrar aquí! ¡Ay!

Con el cuerpo dolorido apenas podía moverse, y por lo poco que se movía terminaba recibiendo pinchazos por todas partes.

Quattuor respiró hondo y se quitó la parte de arriba de su ropa, poniéndosela por encima a ella. Tras esto la cogió en brazos y la situó a caballito sobre su espalda.

-¡O-oye!

-Si quieres te dejo aquí.

-...

-Me lo imaginaba. Andando...

 

-¡¿Cómo habéis podido hacerle algo así?! –Kareth estaba furioso. Por una parte, saber que Nara seguía con vida era algo que lo alegraba y tranquilizaba. Pero verla de aquella manera era casi peor que tener que aceptar su muerte.

Había numerosos cables que se conectaban a su espalda y costado. Una especie de mascarilla ocupaba su boca y tenía una piedra de color esmeralda incrustada en su cabeza.

-En un principio pensábamos usarla para llamar tu atención pero decidimos que también podía ser usada como contenedor de Gaia. El resultado fue impresionante, un 100% de sincronización con ella, quien iba a decirnos que conseguiríamos semejante porcentaje.

-¡Soltadla ahora mismo!

-Me temo que eso no va a ser posible. Aunque...quizás podríamos llegar a un trato...

-¿Un...trato...?

-Sí, sólo tendrías que traerme a alguien que tuviese la misma sincronización que ella.

-Pero eso es...

-Sólo tendrías que buscar a otra mujer compatible con Gaia y que correría el mismo destino que las anteriores. Como ves, a simple vista no parece difícil, ¿no?

-Estás loco...

-¿Tú crees? ¿Estoy loco por intentar detener una guerra? ¿Estoy loco por intentar darle un futuro a este mundo?

-...

-Kareth, mientras hablamos, los locos de verdad pelean constantemente por obtener más y más poder.

-...

-¿De verdad no quieres salvar este mundo? Juntos podríamos conseguirlo, Kareth.

-...

El chico se quedó unos instantes mirando a Detz para luego volver la vista hacia Nara.

-No quisiera repetirme, Detz.

-Entiendo. Bueno, para eso fue para lo que fabriqué mi pequeño aparatito.

-¿?

Detz apretó algunos botones en la maquinaria que tenía delante. Acto seguido, del suelo se elevó una plataforma con un hueco en el centro donde se situaba una espada de pequeño tamaño y con una empuñadura muy rara desde el punto de vista del joven, ya que esta era casi más larga que el propio filo y presentaba un par de cables conectados a la hoja del arma.

-¿Qué diablos es eso?

-Esto es un objeto de mi creación. La llamo “Errantia”. Me permitirá obtener tu núcleo sin necesidad de pedirte permiso para ello. Es una pena que no podamos recibir tu ayuda pero debemos seguir con el proyecto con o sin ti.

-¿Crees que te va a resultar tan sencillo conseguirlo?

-De hecho, ni siquiera voy a tener que tocarte.

-¿Qué?

Cuando Kareth quiso darse cuenta algo lo golpeó en la mejilla y, acto seguido, en el costado, provocando que el chico rodase por el suelo hacia el lateral.

Incorporándose, dolorido, alzó la vista. Delante de él se encontraba Tribus.

-Parece que me toca actuar –comentó ella.

-...

El joven inmortal situó ambos brazos cubriendo la parte de arriba de su cuerpo, adoptando una pose de combate cuerpo a cuerpo ya que sus armas habían desaparecido.

-Te noto un poco nervioso ¿No te fías de lo que pueda hacer?

-Sé que tienes habilidades de nigromante. Podrías usar cualquiera de tus trucos para inmovilizarme, así que no puedo permitirme un paso en falso como el que acabo de tener.

-Eso no te servirá de nada.

-Uno no lo puede saber si no lo intenta.

-Bien, entonces te haré entender que tus intentos son vanos.

Tras esto, Tribus cerró los ojos y musitó unas palabras. Observando esta reacción, Kareth decidió moverse rápido y se impulsó en dirección a su oponente, sin embargo, cuando creía estar alcanzando el estómago de ella, dejó de sentir el suelo. El chico acababa de ser lanzado por los aires como si de una pelota se tratase aterrizando de mala manera.

Sin conocer el origen de lo que lo había elevado, se dispuso a observar el lugar en el que teóricamente debía de hallarse Tribus, y allí la encontró, sólo que esta vez estaba acompañada, y no por algo humano.

Rodeando a la chica, cuatro tentáculos de gran tamaño y de un color rojo intenso salían del suelo y realizaban un movimiento tambaleante mientras ascendían hasta casi tocar el techo de aquella cámara.

-¿Qué es eso? –preguntó Kareth incrédulo.

-Este pequeño de aquí se llama Sead, uno de los llamados Infernos y que se caracteriza por su capacidad de modificación del tamaño y número de las partes de su cuerpo.

Mientras decía esto, otros cuatro tentáculos más se unieron a los anteriores.

-...

-Ya te dije que tus intentos no servirían de nada.

Al momento, dos de los tentáculos se lanzaron contra Kareth, quien, pese al tamaño de esto, consiguió apañárselas para esquivar el ataque, no obstante y dado que le pilló en el aire, otro de los tentáculos lo alcanzó provocando que el joven saliese despedido a gran velocidad alcanzando una de las paredes de la sala. Causando que una pequeña parte de la construcción se rompiese, el cuerpo del joven comenzó a caer, apareciendo de repente otros dos tentáculos a través del muro contra el que se había dado los cuales lo sujetaron de ambos brazos y lo situaron a la altura del suelo.

-Agh... –se quejó Kareth sin poder moverse.

-Las cosas han de suceder de esta manera, Kareth –empezó a decir Detz mientras caminaba lentamente hacia él-. Tú núcleo se unirá al de los demás y dará vida al nuevo comienzo. Un nuevo mundo sólo habitado por aquellos seres que merezcan vivir. Y el ser humano no se encuentra entre ellos.

En esos momentos, Kareth no pudo evitar preguntarse cómo estaría Sarah, qué habrían hecho con ella, no pudo evitar pensar en el destino que le depararía a la chica que se encontraba en aquella estructura tubular conectada a múltiples cables.

-Tú serás el primero en probar los resultados de mi creación –indicó Detz ya situado justo enfrente de él y refiriéndose a la espada que tenía en las manos-. No es nada personal.

Dicho esto hundió el objeto en el estómago del joven.

48: Gaia Project 12
Gaia Project 12

En el momento en que la espada se introdujo en el estómago de Kareth, ésta empezó a emitir ondas de energía que, al tomar contacto con su cuerpo, dieron lugar a la emisión de una luz que cegó a los presentes. Cuando el haz de luz se hubo disipado al final de la espada, situada fuera del cuerpo del joven, e imantada a ésta, se encontraba una esfera de color verde.

-Sí...es precioso, ¿no crees, Tribus?

La chica se limitó a asentir. Por su parte, Detz revisó el estado del estómago de Kareth quien no presentaba ninguna herida, sólo un corte producido en su camiseta de cuando la espada había sido clavada en su cuerpo.

-El resultado es perfecto. No ha producido ningún daño en el sujeto por lo que no habrá problema en caso de que tenga que usarlo con vosotros. Por ahora, será mejor que preparemos a Quattuor para el mismo proceso.

-¿Qué hay de la chica? –preguntó Tribus.

-Pensaba que podría tener parte del núcleo en su interior, es por eso por lo que consideré necesario mantenerla viva pero, visto que hemos podido obtener la totalidad de éste del cuerpo del chico, ya no nos será necesaria. De hecho, él también ha dejado de ser de utilidad –señaló refiriéndose a Kareth.

-Bien, me encargaré de eliminarlos.

-De acuerdo. Después manda a tus amiguitos a la zona de los calabozos.

Tras esto, Detz se dirigió de nuevo hacia las escaleras que llevaban junto a la maquinaria situada junto a Nara. Por su parte, Tribus se situó a pocos centímetros de Kareth, quien levantó levemente la cabeza al sentir la presencia de ella.

-Así que eso es todo, ¿no? Una vez ya tiene lo que quiere lo demás no sirve. ¿No te importa que pueda hacer lo mismo contigo?

-Para nada. Y no espero que entiendas nuestra manera de pensar, Kareth. Al contrario que tú, hace tiempo que perdí mi propia personalidad. Si hubieras sido afectado por el núcleo tu nombre habría pasado a ser Septem pero en su lugar, todavía eres quien eras. Yo, por otro lado, ahora soy Tribus.

-¿Y no recuerdas nada de quien eras antes?

-Claro que lo recuerdo. Todos mis recuerdos anteriores a que el núcleo hiciese mella en mí se mantienen pero eso no indica que los eche de menos. Ahora sólo lucho por la causa para la que he sido destinada. Lejos de cuales sean mis propios sentimientos ese es mi único propósito y lo que ocupa mi mente.

-...

-Fue divertido, Kareth –sonrió Tribus- Me hubiese gustado divertirme contigo un poco más.

-No sé como tomarme eso...

-Tómatelo como una última broma por mi parte.

Dicho esto uno de los tentáculos de Sead se situó sobre el hombro de la Descendiente de Gaia, apuntando directamente al corazón del joven.

-Adiós, Kareth. Probablemente nos veamos dentro de un tiempo.

 

De repente la puerta que daba entrada a la cámara sufrió una violenta explosión que levantó una gran polvareda, provocando que los presentes giraran la vista hacia allí. Cuando el polvo hubo desaparecido una alta figura sujetando a otra persona sobre su espalda hizo su aparición.

-No...no es posible... –se sorprendió Tribus.

Quattuor dio un paso adelante.

-¡Qué bien te veo, Tribus! –exclamó Quattuor sonriendo maliciosamente- ¡¿No esperabas verme?!

-¡¿Cómo es que has escapado?! ¡Yo misma me encargué de que esa celda fuese indestructible!

-En realidad no es sido yo quien ha salido por su cuenta. Esta chica de aquí me echó una mano.

Quattuor se giró un momento para que todos pudieran ver bien a Sarah.

-¡Sarah!

-¡¿Qué?!¡¿Ella ha destruido la celda?!

-Oye, oye, si yo no podía destruirla dudo mucho que esta chica lo consiguiese...ella se encargó de abrir la celda utilizando el mecanismo de apertura. De alguna manera parece que se las arregló para evitar a tus chicos.

-No...con lo que costó encerrarte en esa celda... –Tribus bajó los brazos y la cabeza, deprimida.

-Vamos, vamos, otra vez será, lo hiciste bien pero no ha resultado...

-¡No es justo! ¡Siempre has ganado tú todos los juegos y ahora consigues salir de ésta también!

-Pero eso porque soy la hostia. Yo no tengo la culpa de ser mejor que tú.

-¡¿Mejor que yo?! ¡Estoy segura de que en la lucha que tuvimos antes de que cambiaras hiciste trampa!

-¡No me vengas con esas! ¡Fue una lucha justa como todas las anteriores! Además no es que haya cambiado simplemente he cambiado mi punto de vista.

-¡Eso es cambiar, imbécil!

-¡Como sea! ¡El caso es que te he ganado!

Kareth los observaba incrédulo. ¿Qué clase de relación tenían esos dos? Es más, ¿Quién diablos era ese hombre?

-Tribus –interrumpió la discusión Detz-. Déjate las tonterías para otro día. Encárgate de él.

La chica respiró hondo para calmarse y asintió.

-Quien ríe el último ríe mejor, Quattuor. Ya lo conseguí una vez, puedo volver a encerrarte.

-Eso lo veremos –acto seguido el hombre giró la cabeza hasta Sarah-. ¿Puedes moverte, peliazul? Necesito aligerar el peso.

-Sí –contestó ella dejando que la descargasen en el suelo.

-¡Bien! ¡Empecemos la fiesta!

-¡La fiesta se hará cuando obtenga mi victoria!

Tras esto, cuatro tentáculos se lanzaron a la vez contra Quattuor.

-¡Cuidado! –exclamó Kareth.

-¡Pulpos a mí!

Con sonrisa orgullosa en su rostro, el hombre situó una pierna atrás y se preparó para golpear con el puño hacia un lateral. Cuando los tentáculos estaban a punto de darle golpeó la parte lateral de uno de ellos dando lugar a que este chocara contra los demás y fuesen desviados de su trayectoria, quedando clavados en la pared.

-¡Haah!

Levantado el brazo esta vez, Quattuor lo dejó caer sobre los tentáculos, cortándolos sin ningún tipo de resistencia.

-¡Ah! ¡¿Cómo te atreves?!

-¡Perdona! ¡Gajes del oficio!

Dicho esto pisó fuertemente el suelo de manera que parte de esto se elevó se rompió y trozos de mediano tamaño se elevaron en el aire, a los cuales golpeó con otro puñetazo, logrando que saliesen despedido como balas en dirección a Tribus.

Ella por su parte hizo que otros dos tentáculos apareciesen justo delante, los cuales aumentaron de tamaño y sirvieron de escudo para protegerse de los ataques. Después de esto, otro más agarró el cuerpo de ella y la lanzó al aire desde donde hizo una señal con los dedos hacia Quattuor, lo que provocó que otro tentáculo apareciese desde el techo y cayese en picado hacia la posición del hombre, quien consiguió evadirlo haciéndose a un lado. Sin embargo la cosa no acababa ahí ya que, tras el anterior, comenzaron a aparecer más, causando que tuviese correr esquivando cada uno de los que aparecían logrando golpear al último de ellos de manera que también fue desviado.

“¿Qué clase de monstruos son?”, pensó Kareth mientras observaba el combate.

Por su parte, Quattuor introdujo sus dedos en la superficie del suelo e hizo fuerza ascendente, levantando parte de la estructura y dejando un cráter de gran tamaño en su lugar. Posteriormente, lo lanzó contra Tribus, quien acababa de hacer su aterrizaje ayudado por las partes de Sead.

En ese momento, la chica hizo otro movimiento con su brazo, apareciendo desde el suelo lo que parecía un esqueleto de unos tres o cuatro metros de altura, vestido con un yelmo y una armadura y con un gran escudo que interpuso entre la porción de suelo y él, logrando detenerla pese a no poder evitar el que fuese arrastrado hacia atrás.

Tribus evadió el desplazamiento de su propia invocación dándose de bruces con su adversario, quien había aprovechado la falta de visión provocada por el cuerpo del esqueleto para acercarse a ella.

Esquivando el primer golpe, la Descendiente de Gaia invocó otro tentáculo justo delante de ella, lugar en el que se encontraba Quattuor, quien tuvo que dar un paso atrás para poder evitar el ataque.

 

Por su lado, Sarah aprovechó el combate entre los dos descendientes para acercarse a Kareth, quien permanecía todavía sujeto por Sead.

-Me alegro de que estés bien –dijo el chico.

-He tenido días mejores pero tengo suficiente con estar viva. Me encargaré de sacarte de aquí –explicó mientras se disponía a liberar al joven.

-Necesito que hagas algo más importante.

-¿Más importante?

-¿Ves aquel tubo de allí?

La chica se giró hacia donde le indicaba su compañero. Sus ojos casi se salieron de sus órbitas al darse cuenta de la persona que se hallaba en su interior.

-¿C-cómo es posible?

-Quieren utilizarla para sus propios propósitos.

-Es horrible...

-Lo sé. Por eso es más importante que la salves a ella en mi lugar. Ya me las apañaré de alguna manera para escapar.

-Pero Kareth...

-Por favor...

La chica se mantuvo indecisa durante varios segundos. Finalmente, viendo la determinación de su compañero, le hizo caso y corrió hacia la estructura. No obstante, cuando se encontraba a mitad de camino, el disparo de una pistola detuvo su avance, provocando que, pese a que no la había alcanzado, retrocediera. Detz se situaba delante de ella. Ya había dejado la espada a buen recaudo y le apuntaba con su arma.

-Si lo que pretendes es llegar hasta la chica me temo que no puedo permitírtelo.

Sarah chasqueó la lengua, pese a que generalmente no hubiese tenido problemas con un arma de ese calibre, los esqueletos de Tribus la habían dejado sin poder moverse con la facilidad que le gustaría.

“Tengo que llegar como sea”, pensó, y acto seguido se lanzó a por Detz, quien, sin problemas, evadió el ataque e inmovilizó a la joven en el suelo, apuntando con el arma a la nuca de ella.

-Eso ha sido muy imprudente, Sarah. Pensaba que Darker te había enseñado mejor.

-¿Yami? ¡¿De qué conoces a Yami?! ¡¿Quién diablos eres tú?!

-Un gran tipo, lástima que decidiese rebelarse contra mí.

-¿De qué estás hablando?

-Darker tenía una gran carga a sus espaldas. Haber permitido junto con sus compañeros que el proyecto Gaia se desarrollase.

-¿El proyecto Gaia?

-Al final puede que le hicieras un favor al matarlo.

-¡Yo no lo maté!

-¿Acaso no fue tu propia espada la que atravesó su cuerpo?

-¡Cállate!

-Tu ejecución nos habría dado la respuesta de si contenías o no parte del núcleo, además de completar nuestros planes en cualquiera de los dos casos, pero parece que Kareth superó nuestras expectativas. No sólo consiguió evitar la ejecución sino que superó cualquier prueba que se le pusiese por en medio, incluso enfrentarse a la única debilidad que podía destruirle: el Radiar.

-No entiendo lo que quieres decir.

-Ahora eso no importa...

Detz se dispuso a apretar el gatillo del arma...

 

Kareth observó cómo Sarah era inmovilizada en el suelo.

-Maldita sea, necesito salir de aquí como sea.

Intentó forcejear contra los tentáculos pero estos lo mantenían bien agarrado al muro.

“¿Por qué? ¿Por qué no puedo hacer nada? Tengo que salvarla. Tengo que salvarlos a todos. ¡Quiero salvarlos a todos!”

“¿Quieres salvarlos a todos?”

“¿Quién? ¿Quién me está hablando?”

“Tú...tú eres una persona diferente a las que hemos visto hasta ahora...”

“¿Qué?”

“Quizás tu merezcas nuestro reconocimiento. Toma nuestra fuerza y salva aquello en lo que crees”

De repente el chico sintió una convulsión.

-¡Gaah! –su cuerpo estaba reaccionando de manera extraña, como si estuviese cambiando. Poco a poco sus brazos empezaron a adoptar un color blanco puro y comenzaron a hacerse más grandes dando lugar a garras afiladas en sus manos. Su cuerpo, al igual que sus extremidades posteriores, también comenzó a sufrir el mismo cambio, aumentando cada vez más de tamaño y adoptando el mismo color. Mientras tanto su cara comenzaba a tomar una forma alargada dando lugar a un extraño hocico y a dientes afilados.

Los tentáculos que lo tenían preso no pudieron soportar la presión de aquella transformación y cedieron, liberando a una bestia blanca anteriormente ser humano.

 

Nada más soltarse, el monstruo se desplazó a gran velocidad hacia donde se situaban Detz y Sarah, embistiendo al primero y alejándolo de la posición en la que se encontraba la chica, quien, pudiendo levantarse, no sabía cómo reaccionar ante aquella escena.

Por su parte, el científico no tardó en incorporarse dándose de bruces con otro ataque de aquel ser y evadiéndolo por poco.

-Increíble, que hayas conseguido llegar a ese estado significa que has sido aceptado...

Deteniéndose enfrente de la bestia, Detz se quitó las gafas y las lanzó.

-Sin embargo, no eres el único aquí que tiene ese poder.

El cuerpo del científico, al igual que el de Kareth, comenzó a adoptar también un color blanco y a sufrir una transformación, sin embargo la forma que tomó tenía la misma altura que un humano pese a seguir manteniendo el hocico alargado y las garras al final de sus extremidades anteriores.

El monstruo en el que se había transformado Kareth, aparentemente actuando de maneta irracional, atacó de nuevo al hombre. Éste detuvo el golpe en seco, y, acto seguido, dirigió una patada hacia la cara de la bestia, provocando que chocara contra la pared.

-Y pensar que tú también obtendrías esos poderes. Aunque parece que no has sido aceptado del todo.

 

-Kareth...

Sarah, que ya había relacionado la liberación de Kareth con la presencia de aquella bestia seguía sin saber cómo reaccionar.

No obstante, no tardó en llegar a la conclusión de que el quedarse allí era un error. Aquella era la oportunidad perfecta para acercarse a Nara y sacarla de allí.

Así pues, comenzó a correr hacia las escaleras y las subió, situándose finalmente frente a la estructura y la maquinaria que la controlaba.

-¿Cómo diablos se maneja esto? –se dijo a sí misma- No sé cómo me las apaño para toparme siempre con cosas como ésta.

Fue entonces cuando se le ocurrió una idea...

 

Detz había reducido a Kareth sin problemas. Pese a la gran fuerza a la que había dado lugar la repentina transformación del chico no era rival para la versión del científico.

-De poco te ha servido todo esto, chico. Aunque reconozco que no me lo esperaba.

-¡Eh! ¡Tú!

-¿?

El hombre dirigió su mirada hacia Sarah, quien tenía en su mano un cuchillo y apuntaba directamente a los controles que tenía enfrente.

-¡No! –exclamó Detz.

-¡Trágate esto!

Clavando el cuchillo en ellos, se produjo una disfunción de la máquina, logrando que el cristal tras el que se encontraba Nara se abriese y todo el líquido que se hallaba dentro saliese al exterior como una catarata, llevándose por delante a Kareth y a Detz, que no se encontraban muy lejos de allí.

Después de esto, Sarah se acercó al cuerpo de su amiga y la desconectó de los cables que habían impedido que Nara también fuese llevada por la corriente.

-Te tengo –dijo mientras la abrazaba.

49: Gaia Project 13
Gaia Project 13

Quattuor se apartó cuando otro de los tentáculos de Sead le atacó. De repente sintió que una sombra se aproximaba desde arriba. Al mirar pudo comprobar que se trataba de una segunda extremidad de aquel ser, aumentada de tamaño hasta límites preocupantes y que se abalanzó sobre el hombre, quien, disponiendo sus brazos hacia arriba, detuvo el golpe aunque no consiguió impedir que el suelo comenzará a romperse debido a la gran cantidad de peso que estaba soportando.

-Te aplastaré como a una rata –declaró Tribus sonriente.

-No adelantes acontecimientos.

Haciendo un gran esfuerzo, Quattuor consiguió quitarse de encima aquel tentáculo sólo para darse cuenta de que un buen número de ellos comenzaba a rodearlo y a enroscarse a su alrededor, intentando apretarlo como serpientes con sus presas.

-¡¡¡HAAAAH!!!

Quattuor lanzó un grito ensordecedor. La onda expansiva de éste fue tan grande que provocó que los apéndices que lo rodeaban saliesen despedidos hacia atrás.

-Maldito...deberías mirarte esa monstruosa fuerza tuya.

-Mira quien fue a hablar, ni que tú fueses alguien normal.

En ese momento, el hombre escuchó un ruido de líquido cayendo. Al dirigir la vista al lugar del origen descubrió un torrente de éste cayendo sobre el cuerpo de dos seres de color blanco y, sobre la estructura tubular de la que había salido, dos chicas, una de ellas Sarah.

-¿Pero qué...?

 

Sarah abrazó fuertemente a su amiga. Tras esto se dispuso a comprobar el estado de ella, la cual parecía inconsciente pero, aparte de eso, no presentaba ningún problema.

La peliazul suspiró algo relajada. Entonces, cargándola lo mejor que pudo y actuando lo más rápido que le permitieron sus piernas se dirigió escaleras abajo.

Fue cuando llegó al final de las mismas cuando se encontró con un par de los esqueletos de Tribus dirigiéndose hacia ella.

-¡¿Qué te crees que estás haciendo?! –exclamó la chica rubia quien, al igual que su contrincante, también había observado la escena.

Sarah se preparó para recibir el golpe de los esqueletos sin embargo ambos fueron estampados contra el suelo de la mano de Quattuor.

-Yo soy tu contrincante.

-Chst...

-¿Se puede saber que ha pasado? –preguntó el hombre dirigiéndose a la peliazul.

-Esta chica es amiga tanto mía como de Kareth, y al parecer la están utilizando para sus planes.

-Así que ya han encontrado un recipiente...

-¡Yo que tú soltaría a esa chica, Sarah!

Detz, quien acababa de levantarse tras ser arrastrado, tenía a Kareth cogido por el cuello. Éste por su parte se encontraba inconsciente y había vuelto a su forma humana.

-¡Kareth!

-¡Hagamos un trato! ¡Esa chica por la vida de él!

-...

-¡Debes haber obtenido el núcleo si no tienes ningún reparo en matarlo, Detz!

-¡Así es, Quattuor! ¡Y tú serás el siguiente al que se lo quite!

-¡Qué optimista por tu parte!

-¡Por el momento, si de verdad os importa la vida del chico será mejor que os olvidéis de ella!

-Da igual lo que hagas, peliazul –murmuró Quattuor-. En cuanto la dejes ir vendrán a por nosotros.

-Aun así, no puedo dejarle morir...no puedo dejar a ninguno de los dos...

El hombre observó a la joven, quien se mordía los labios intentando pensar en algo.

-Parece que las cosas se han vuelto algo peliagudas. Tengo una idea para poder escapar.

-¿En serio?

-Sí, pero tendrás que agarrarte fuerte a mí.

Ella asintió.

-¡El tiempo se acaba! –exclamó Detz.

Quattuor lanzó una mirada a sus dos contrincantes. Por un lado Tribus esperaba pacientemente a cualquier señal para lanzar un ataque hacia ellos. Por el otro, Detz comenzaba a apretar el cuello de Kareth dando muestras de que iba en serio.

-Allá voy. ¡HAAAAAAAAH!

Quattuor levantó sus brazos lo más alto que pudo, juntando ambas manos. Posteriormente, golpeó el suelo con ellas.

Se produjo un gran temblor que cada vez fue en mayor aumento, dando lugar a que la cámara comenzase a caerse a trozos. Las paredes y el techo empezaron a romperse y grandes porciones de su estructura se abalanzaron sobre los presentes. Asimismo, el suelo se agrietó. Era como si en aquella sala se estuviese produciendo un terremoto.

Quattuor aprovechó el momento para coger a Sarah con un brazo y lanzarse hacia Detz, embistiéndolo con fuerza y agarrando a Kareth en el proceso, sobre el cual el científico había aflojado su agarre. Entonces, realizando un potente salto hacia la salida de la sala, el hombre consiguió escapar de la cámara, evitando por los pelos el ataque de Sead.

 

-E-eso ha sido genial –dijo Sarah a quien Quattuor cargaba como si se tratase de un barril, llevando ella a su vez a Nara.

Viéndose en una situación mejor, el hombre la dejó en el suelo.

-Bien, gracias a eso hemos conseguido algo de tiempo, sin embargo las invocaciones de esa chica pueden alcanzar toda la zona, así que no tardarán en seguirnos. Conozco una salida cercana. Dirijamos hacia allí y salgamos de este sitio.

Se escuchó el trote de caballos en la distancia.

-Maldita sea, son rápidos. Vamos.

Los dos se pusieron a correr, la peliazul siguiendo los pasos del descendiente de Gaia.

Al girar la vista atrás observó cómo seres montados a caballo les recortaban distancia.

-¿Qué es eso?

-Además de Sead, ese monstruo de los tentáculos, las invocaciones de Tribus se basan en soldados y guerreros caídos. Ahora mismo nos persigue la caballería.

Quattuor giró hacia la derecha llegando a un extenso pasillo donde Sarah pudo observar numerosas puertas mecanizadas e incluso ventanales de gran tamaño desde los cuales se podían ver habitaciones con camillas en el centro y algunas máquinas dispuestas a su alrededor. Aquello le recordaba mucho a un laboratorio, como los que había visto en el centro de control de Yohei Gakko. ¿Qué diablos era ese lugar?

 

Finalmente llegaron a un callejón sin salida.

-¿Estás seguro de que no te has equivocado de camino? –preguntó Sarah, que escuchaba a los caballos cada vez más cerca.

-No, es por aquí. Lo que pasa es que necesitamos una contraseña para poder pasar.

-¿Hablas en serio?

-No te preocupes, no es muy difícil.

En ese momento el hombre golpeó la pared, abriendo un boquete en ella.

-¿Lo ves? Contraseña activada.

-Recuérdame que nunca te contrate como cerrajero... –comentó la chica bajando las cejas.

Fue entonces cuando los huesudos guerreros montados en sus oscuros animales alcanzaron el lugar en el que se situaban.

-¡Vamos!

Introduciéndose en el boquete llegaron a otro pasillo diferente a los que habían estado recorriendo hasta ahora. Desde el punto de vista de Sarah presentaban una estructura más moderna, con las paredes metálicas y de color blanco. Probablemente habían sido construidas hacía relativamente poco en comparación con el calabozo en el que fueron encerrados.

Siguiendo por aquel pasillo llegaron finalmente hasta una compuerta circular.

-¡Si conseguimos atravesarla estaremos fuera del territorio de Tribus!

-¡Oh, dios!

Si no hubiese sido porque era físicamente imposible, la chica hubiese dicho que lo que tenían detrás parecía un ejército en plena acometida.

-¡Rápido!

La compuerta estaba tan cerca como sus perseguidores.

-No voy a poder conseguirlo –exclamó Sarah quien iba más atrasada.

Cogiéndola como pudo Quattuor se lanzó contra la compuerta derribándola poco antes de que llegasen a cogerlos. Lo siguiente que vio la chica fue la oscuridad...

 

-Lo siento, Detz. Han escapado de mi rango.

Tanto Tribus como Detz se encontraban en una habitación desde la cual se podían observar otras habitaciones mediante cámaras instaladas. Ambos habían salido ilesos de la destrucción de la sala anterior.

-No importa... –dijo el científico-. Por lo menos el núcleo ha sido puesto a buen recaudo. Informa de esto a los demás, diles que necesito que me traigan de vuelta tanto a esa chica como el núcleo de Quattuor. Yo mismo me encargaré de realizar copias de la “Errantia” para que puedan arrebatárselo.

-De acuerdo.

La chica se marchó de allí.

-Esta ha sido una buena batalla pero aún os queda mucho para igualar nuestros progresos...

 

Cuando Sarah despertó apenas podía ver algo. Al tantear el terreno descubrió un objeto hecho de hierro a su espalda. Por la forma diría que se trataba de una escalera.

-¿Qu-Quattuor?

-Estoy aquí –dijo una voz a su lado.

-¡Ah!

La chica se asustó, golpeando al hombre, el cual ni se inmutó por ello.

-¿Dónde estamos?

-Estamos en un conducto de alcantarillado. Todavía a más profundidad que antes.

Eso explicaba el que hubiesen unas escaleras a su espalda. Aparentemente, ellos habían utilizado un método más tradicional para llegar hasta allí: lanzarse al vacío.

-¡¿Y los demás?!

-Tranquila. He podido comprobar su estado. No han sufrido daños con la caída. Parece que el único que se ha golpeado he sido yo así que no hay problema.

-Es curioso que digas algo así tan tranquilamente.

-¿Mm? ¿Has dicho algo?

-Nada...olvídalo...

-Está muy oscuro. La única luz que da algo de visibilidad procede de la entrada y de pequeñas grietas en las paredes del conducto. Además de eso nos las tendremos que apañar para movernos.

-Entiendo.

De repente algo cayó encima de la chica.

-¿Huh?

-Encárgate de llevar a uno de ellos, yo me encargaré de llevar al otro.

-¡Eh! ¡Ten un poco más de cuidado!

-Ya, bueno, pongámonos en marcha.

Acostumbrados sus ojos a la oscuridad ambos comenzaron a moverse por el conducto.

-¿Sabes hacia donde lleva esto?

-Ni idea. Pero si esto es un conducto de alcantarillado quizás conecte con alguna ciudad o alguno de los territorios de las tres potencias. Aunque no parece que se use mucho, quizás se prefirió darle uso como salida de emergencia o algo así.

-¡Ay! –Sarah tropezó y cayó al suelo-. Lo siento...parece que mis músculos no reaccionan todo lo bien que me gustaría.

-Sigamos un poco más para ver si encontramos alguna salida. De lo contrario no tendremos más remedio que descansar aquí. Además, lo tendremos crudo si no encontramos comida o agua.

Como pudieron, los dos continuaron andando durante un buen tiempo. Aquello era interminable. Por más que caminaban y caminaban sólo distinguían el mismo escenario una y otra vez.

Finalmente llegaron a un área más iluminada gracias a un agujero de gran tamaño que se encontraba a mucha distancia hacia arriba. La zona iluminada era cuadrada y daba lugar a varios caminos en todas las direcciones, incluyendo aquel por el que venían.

-Bueno por lo menos algo ha cambiado en este sitio.

-Coincido.

-Ahora el problema será decidir el recorrido adecuado que nos lleve a lo que buscamos.

-Hay tres para elegir: derecha, izquierda y al frente.

-¿Y bien? ¿Cuál sugieres?

-¿Me preguntas a mí? Tú eres quien nos ha llevado hasta aquí así que tú deberías ser quien decidiera por donde continuar.

-Ya te he dicho que no tengo ni idea de por donde seguir así que ahora sirvo para lo mismo que tú.

La chica suspiró.

-Lo que está claro es que no vamos a llegar a ningún sitio discutiendo. De acuerdo, entonces sigamos al frente.

-Mm...no me convence. Mejor por la derecha.

-Pero, ¿acaso escuchas a los demás en algún momento?

-No suelo ser alguien que se mueva en grupo.

-Entonces no sé ni por qué te has molestado en preguntar... –murmuró mientras seguían el camino propuesto por él.

 

Tras otro rato caminando, el descendiente de Gaia se detuvo, provocando que Sarah se chocara contra él.

-¿Qué ocurre?

-Chssst...me ha parecido escuchar voces.

La peliazul agudizó el oído con el fin de captar algo. A lo lejos se escuchaba una conversación entre varias personas.

-Un grupo...quizás puedan ayudarnos.

-O también puede que nos ataquen.

-En cualquier caso, creo que sería conveniente intentarlo. Es posible que nos lleven a algún lugar donde podamos encontrar refugio –propuso Sarah.

-No termina de convencerme.

-De acuerdo pues si no vas tú iré yo.

-¿Estás mal de la cabeza?

-Tú quédate aquí con ellos.

La joven entregó el cuerpo de Nara, con quien había estado cargando todo el tiempo.

-Como te maten no me hago responsable.

-Sí, sí.

Dicho esto la chica se acercó al origen de aquella conversación. Poco a poco, conforme más cerca se encontraba del foco, empezaba a divisar luces procedentes de linternas.

-Ya hemos revisado la zona. Este conducto puede ser bueno para desplazarse hasta los territorios del norte –escuchó decir a uno de los componentes del grupo. Una voz masculina.

-¿Estás seguro de que llegan hasta allí?

-Bueno, no he llegado a tanto como para asegurarme de ello pero...

-Es importante que nos aseguremos, no creo que convenga dar información incompleta.

-Lo sé pero atrévete a adentrarte hasta allí. Si nos pillan podrían considerarnos espías o algo peor y terminar muertos.

-Oye, no nos unimos a los Rebeldes para huir con el rabo entre las piernas a la primera de cambio.

-Entonces, ¿por qué no vas tú?

-¿Yo?

-Sí, estoy hablando contigo.

-Yo...bueno...

-Lo sabía, tú tampoco tienes lo que hay que tener.

-Ninguno de los dos tiene lo que hay que tener para llegar hasta allí –en aquella conversación de dos, de repente se introdujo una tercera persona.

-¿Y tú sí?

-Por supuesto, yo sería capaz de meterme sin problemas.

-Bien, entonces ahora mismo vamos allí y nos lo demuestras.

-¿Hoy? Es que hoy me duele un poco la cabeza.

“Rebeldes. Escuché algo de ellos antes de que fuese con Yami a la Yohei Gakko del manejo de las armas.”, pensó Sarah. De repente, la joven pisó un objeto metálico y se escuchó un sonido parecido al de una alarma desde donde se encontraban aquellos tres.

-¿Huh? ¡La alarma está sonando! ¡Hay alguien girando por ese pasillo!

“¡Mierda! ¡Qué descuido!”

-¡¿Quién anda ahí?!

Al momento Sarah estaba siendo apuntada por tres rifles. La peliazul no pudo hacer otra cosa que levantar los brazos.

-¡No pretendo nada malo! ¡Sólo quiero hablar! –intentó explicarse.

-¡Identifícate!

-Me llamo Sarah. Estoy con otro compañero y otras dos personas que se encuentran muy débiles. Por favor, necesitamos ayuda.

-No te fíes de ella quizás sea una espía del imperio o algo parecido.

-¡No soy una espía! ¡De verdad, no pretendo haceros daño!

-¡Dispara!

Se escuchó un tiro sin embargo éste alcanzó otro cuerpo que se interpuso entre la bala y la chica.

-Te dije que era peligroso –señaló Quattuor crujiéndose los nudillos

-Qu-Quattuor...

-La próxima vez deberías tener más cuidado. No creo que esté siempre para salvarte el trasero.

-¡¿Qué es ese tío?! ¡¿Acaba de recibir un balazo y ni se ha inmutado?!

El hombre los miró fijamente y sonrió.

-¿Quién soy? Vuestra peor pesadilla.

Los tres dispararon más veces hacia Quattuor, quien se acercaba lentamente hacia ellos, pero las balas no lo único que producían eran pequeñas heridas que se regeneraban con rapidez.

-Así que sois de esas personas que disparan a la mínima, ¿eh?

-¡No! ¡Para! –gritaron al verse impotentes.

-Decid adiós

Quattuor levantó el puño para golpearles.

-¡Espera!

Sarah abrazó el cuerpo del descendiente de Gaia, situándose delante de éste y consiguiendo que detuviese.

-Por favor...sólo necesitamos un lugar donde atender a nuestros compañeros...por favor... –suplicó la peliazul ahora de cara a los tres rebeldes.

Tragando saliva, los tres hombres se miraron. Sus piernas todavía temblaban por el miedo que les había provocado la presencia de aquel hombre. Por su parte, Quattuor bajó su brazo.

-No queremos haceros daño. Es sólo que nos encontramos en una situación muy complicada. Por favor, se que es difícil de creer pero ahora mismo requerimos vuestra ayuda.

-...

Uno de los hombres respiró profundamente y dio el primer paso en la conversación

-B-bien...v-venid con nosotros...

50: Gaia Project 14
Gaia Project 14

Kareth despertó. Frente a él se encontraba el techo de una casa desconocida.

-Agh...

Intentó mover parte de su cuerpo pero lo notaba muy pesado por lo que le resultaba de lo más difícil. No recordaba nada de lo que había sucedido, sólo el momento en el que una voz le habló. A partir de ese instante todo se había nublado.

 

Tras varios intentos pudo levantar la mitad superior de su cuerpo. El sitio en el que se encontraba no parecía estar en muy buen estado aunque, quitando los boquetes y grietas de las paredes, era un lugar bastante limpio. Por lo demás, había escasez de muebles. De hecho lo único que llamó su atención en ese sentido era una cama que se situaba justo a su lado, donde dormía otra persona.

En un principio no reconoció a esa persona ya que seguía algo atontado pero en cuanto hubo recuperado completamente sus sentidos vio que se trataba de Nara.

 

Estaba sorprendido. Casi de manera inconsciente levantó una mano para comprobar que aquello no era una ilusión, que no se trataba de un sueño. Su piel tocó la de ella, sintiendo la calidez de ésta así como su suave tacto.

El chico no pudo evitar sonreír. No sólo estaba viva sino que además se encontraba junto a él.

 

De repente ella pareció sentir su contacto ya que, con un pequeño gesto de molestia abrió los ojos y los movió en su dirección. Al igual que él, no reconoció a Kareth al principio, sin embargo sus ojos comenzaron a abrirse cada vez más y más hasta que estos casi podían salirse de sus órbitas.

-¿Có-cómo...? –preguntó con un hilo de voz mientras lágrimas comenzaban a caer sobre el lugar en el que reposaba su cabeza.

-Quizás se nos haya dado una segunda oportunidad...

Nara se lanzó hacia el joven abrazándolo con todas sus fuerzas. Ambos todavía se sentían doloridos y cansados pero en ese momento nada de eso tenía importancia. Él simplemente la rodeo con sus brazos mientras la chica lloraba de felicidad, y tristeza a la vez, sobre su hombro.

 

-¿Te encuentras mejor? –preguntó Kareth una vez se hubo tranquilizado.

-Sí... –sentada a su lado, Nara limpiaba sus propias lágrimas con las muñecas. Sus ojos estaban completamente rojos. Él no quería ni pensar en lo que le habrían hecho.

Sin pretenderlo, su vista se posó sobre la esmeralda que llevaba en la frente, cosa que la chica notó ya que desvió la mirada y alzó tímidamente uno de sus brazos, intentando taparla sin éxito.

-¿Te duele?

La chica no contestó inmediatamente, durante un pequeño lapso de tiempo se limitó a mirar hacia abajo.

-No...

Al mismo tiempo que decía estas palabras negó con la cabeza. Posteriormente la giró hacia el lado opuesto a Kareth.

-Cuando me incrustaron la esmeralda en la frente dolió mucho...creía que me iba a estallar la cabeza...era como si me taladrasen el cráneo hasta llegar al cerebro...y ahora...ni siquiera la noto...

-...

-No me veo como alguien normal, ¿verdad?

El joven podía notar lo acomplejada que se sentía. Había pasado de ser una chica completamente normal a usarse como experimento para convertirla en el contenedor de un gran poder. Su pelo estaba más corto y su cuerpo más delgado y pálido de lo que la recordaba. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que todo aquel proceso la había debilitado.

-Sigues siendo tú, Nara.

-¿Qué...?

-Cuando te vi a través de aquel cristal, no importa el tiempo que hubiese pasado, que tuvieses esa esmeralda en tu frente...supe que eras tú. Eso es porque no me importa nada más que quien eres, no cómo eres. Sigues siendo importante para mí y seguirás siendo cambies lo que cambies, porque para mí...sigues siendo la persona de la que me enamoré.

-Kar...

-Me alegro tanto de que estés bien. Temía que te hubiese pasado como le ocurrió a Remi y a...

Kareth se detuvo antes de nombrar a Seigari.

-No pasa nada, Kar. Es algo que ya he superado.

-...

-Yo también me alegro de que estés bien y de volver a estar a tu lado.

Tras decir esto lo rodeo de nuevo con sus brazos.

-¿Interrumpo algo?

Abriendo la única puerta que daba entrada a aquella habitación, Sarah asomó la cabeza.

-¡S-Sarah! –gritó Nara levantándose rápidamente y corriendo hacia su amiga- ¡Gyaa! –a mitad de camino resbaló y cayó al suelo dándose de cabeza contra éste, dejando a la peliazul perpleja.

Por su parte, Kareth suspiró tranquilo. Definitivamente, aquella era Nara...

 

-Aquí... –Sarah depositó a su amiga en la cama de nuevo- Mira que correr de esa manera sin ningún cuidado.

-L-lo siento.

La guerrera sonrió.

-Me alegra tenerte de vuelta.

-Y yo de estarlo.

-¿Qué fue lo que pasó? Y, ¿donde estamos?

-Hay muchas preguntas que responder pero creo que hay una persona que podrá ayudarnos. ¡Quattuor!

El aludido, cruzado de brazos, entró en el cuarto y apoyó su espalda en una de las paredes. Kareth lo recordaba. Fue al que vio junto con Sarah cuando irrumpieron en aquella gran sala.

-Nos gustaría que contaras lo que sepas sobre el proyecto Gaia.

-Esto nos va a llevar un buen rato...pero prometí que te hablaría sobre ello si me sacabas de aquella celda así que responderé a lo que sea que queráis saber.

La chica peliazul se sentó junto a sus otros dos compañeros.

-Tanto el chico como tú imagino que conoceréis lo básico, sobre quien es Gaia y lo que ocurrió con los humanos. A ti te lo he contado yo –explicó refiriéndose a Sarah-, y a ti imagino que Detz te comentaría algo –esta vez se refirió a Kareth, adoptando un tono irónico.

El joven asintió.

-Yo también escuché sobre ello cuando estuve recluida en aquel lugar. Una deidad que creó este mundo...

-Algo así, más concretamente el núcleo del mismo. Un ser vivo con el poder de un dios...

Quattuor calló durante unos instantes antes de proseguir.

-Bien. Yo fui el primer Descendiente de Gaia en despertar. En ese momento era como si mi mente se estuviese volviendo loca. Era como si alguien o algo me estuviese pidiendo ayuda y poco a poco estuviese siendo convencido de que debía prestársela. Como si me estuviesen lavando el cerebro para dedicarme a una causa que no conocía. Y, cuando quise darme cuenta, en lo único en lo que podía pensar era en cumplir los objetivos de Gaia.

En ese mismo momento alguien vino a buscarme. Una mujer. Ella me guió hasta ese lugar subterráneo, la base de operaciones del proyecto.

-¿Quién era esa mujer?

-Nunca le pregunté su nombre ni profundicé en su vida. Cuando Detz empezó el proyecto hubo personas que se unieron a su causa. Estas personas no eran Descendientes de Gaia, lo ayudaban completamente por su propia voluntad aunque quizás no compartían sus mismas intenciones...

Entre ellos estaba aquella mujer y tres hombres además de Detz.

La mayor parte del tiempo actuaba como mano de obra para Detz y aquella gente. Pasaba mucho tiempo fuera llevando a cabo sus propósitos, todos por el mismo bien. Realmente nunca llegué a conocer en profundidad a ninguno de ellos, ni siquiera a Detz. Lo poco que puedo decir de ellos es que uno era usuario de Radiar, otro era un miembro importante de “Comhairle” y otro de los hombres y aquella mujer eran una pareja de científicos.

Esa mujer era la que más conversaba conmigo. Me preguntaba sobre mi estado, sobre las misiones que realizaba, a veces actuaba extrañamente como una madre. Por alguna razón se preocupaba por mí. En ese momento pensaba “¿Por qué hace eso?” pero al final me terminé acostumbrando.

-¿Qué clase de misiones te pedían?

-Básicamente, alimentar la guerra.

-¿Alimentar la guerra?

-Así es. Una de las tres cosas que necesita Gaia es el choque entre fuerzas que posean el poder otorgado por el Radiar. Durante los quinientos años de guerra se han dado lugar a tres treguas, y si se terminaba estableciendo la paz era imposible que eso se produjese.

-Entonces básicamente quieren influenciar a las tres potencias de manera que se forme una batalla campal entre ellas para conseguir el poder desplegado por el Radiar.

-Exacto.

-Pero si es así, ¿por qué no se hizo antes?

-Primero porque este no era el único requisito necesario para el despertar y segundo porque el poder de las tres potencias no era suficiente para cumplir este objetivo. Necesitaban otra fuerza que reuniese el poder del Radiar y también participase en la guerra. Es ahí donde entra en juego Yohei Gakko.

-Yohei Gakko...

Los tres oyentes se miraron.

-Pensadlo. Tienen a un miembro importante de “Comhairle” entre ellos. Básicamente tienen influencia sobre las escuelas.

-Pero “Comhairle” no permitiría algo así. Ellos no quieren provocar una guerra mayor por eso enviaban a los alumnos para que se infiltraran y destruyesen los planes de las tres potencias desde dentro. Utilizaban eso de manera que en ningún momento se inmiscuían en una guerra abierta.

-Eso no indica que no puedan ser influenciados para cambiar los planes que tienen. E incluso así se podría dar lugar a que pensasen que los miembros de Yohei Gakko eran espías de las otras potencias.

-Chst...

-Además, la última vez que tuve información sobre lo que hacían Detz y los demás. Unum se encontraba infiltrado en “Comhairle”. Si ha conseguido llegar al poder ten por seguro que el objetivo se habrá cumplido.

-Yami...ese tipo, Detz, me dijo que él formó parte del proyecto Gaia. Él era...el miembro de “Comhairle”. Se rebeló contra los planes de Detz y por eso Unum lo mató y tomó su posición...

-Todo encaja...

-Pero hay una cosa que no entiendo...

-¿De qué se trata? –preguntó Quattuor a la peliazul.

-Recuerdo algo que me dijo Detz. Algo de que mi ejecución les habría dado la respuesta de si yo tenía parte del núcleo, supongo que se refería al Núcleo de Jade. Sin embargo, Kareth había superado sus expectativas, y no parecían muy disgustados por ese final.

-Imagino que era porque me consideraban adecuado para ayudar a favor del proyecto. Al fin y al cabo recuerda que Unum dijo que me habían estado poniendo a prueba.

-Pero, ¿a qué se referían cuando dijo eso de mí?

-No estoy seguro de si lo siguiente que voy a contar contestará a tu pregunta pero posiblemente tenga que ver con ello –explicó Quattuor-. Al cabo de un tiempo haciendo ese tipo de misiones encontraron a la siguiente descendiente: Duobus. Ella es una chica fría, calculadora, insensible, únicamente sigue las órdenes de manera recta y concisa. Una experta cumplidora con su deber y muy peligrosa en combate. Actualmente debe de encontrarse asesorando al líder del imperio y comiéndole la cabeza para continuar manteniendo la guerra.

En cualquier caso en ese momento decidieron cambiar los objetivos. Yo pasé a ocuparme de la búsqueda de los descendientes restantes y Duobus se encargó de mi objetivo anterior. Por su parte, los miembros restantes del proyecto Gaia parecían estar inmiscuidos en asuntos particulares relacionados con él. La última vez que hablé con aquella mujer antes de marcharme hacia mi misión me dijo que estaba construyendo un aparato junto a su pareja. Algo muy especial que sería útil en el futuro.

A partir de ahí dejé prácticamente de tener contacto con ella. Mi búsqueda me hacía estar fuera durante más tiempo que mi objetivo anterior y el poco tiempo que estaba en la base no la veía por ninguna parte.

De ese modo encontré a Tribus, probablemente la única con la que entablé mejor relación, a Quinque y a Sextus.

Fue entonces cuando ocurrió aquello que cambiaría el curso del proyecto Gaia...

 

“Quattuor acababa de llegar de una de sus búsquedas. Junto a él se encontraba un chico joven con una parte del pelo de punta y la otra cubriéndole el ojo. A primera vista se diría que era de complexión delgada y débil, estatura media y expresión entre indiferente y aburrida.

-Este es el lugar –señaló Quattuor a su compañero-. Te llevaré ante Detz.

Asintiendo, el chico lo siguió hasta una habitación. Se trataba de un laboratorio.

-Oh, Quattuor, así que ya has llegado.

Un hombre vestido con bata blanca y gafas lo recibió. Se encontraba revisando una gran cantidad de hojas mientras observaba en un microscopio lo que parecían muestras de cerebros humanos.

-He traído al siguiente descendiente en despertar, Detz.

-¿Es él? –preguntó refiriéndose al chico que lo acompañaba y que observaba su alrededor.

-Sí.

-Bien, acompáñalo a su lugar de descanso. A partir de mañana me encargaré de informarle como es debido y explicarle su tarea. Ahora mismo me encuentro bastante ocupado.

Quattuor asintió y se marchó del laboratorio junto a su compañero.

 

Tras haber dejado al chico, él decidió descansar también. Había sido un largo viaje y en ese momento lo único que le apetecía era dormir y olvidarse de sus deberes por unas horas hasta que Detz le especificase donde encontrar su nuevo objetivo. No se sabía exactamente cómo, pero al parecer predecía de alguna forma el lugar en el que se produciría el despertar del próximo descendiente.

 

Cerca de su lugar de descanso empezó a escuchar un sonido. Era el sonido de pequeños pasos correteando. Curiosamente, estos se detenían en el momento en que él dejaba de andar y, cuando volvía a ponerse en marchar, de nuevo se escuchaban.

-¿Quién anda ahí?

No hubo ninguna contestación.

-Si eres tú, Tribus, hoy no estoy para juegos, ando un poco cansado y no me apetece hacer nada.

De nuevo no hubo contestación. Fue en ese momento cuando le pareció divisar una pequeña mano sujeta a la esquina de una de las paredes, pretendiendo esconderse sin logarlo.

-Oye, ¿de verdad crees que no nos descubrirá?

-¿Bromeas? Soy experto en el escondite, estoy seguro de que no será capaz de...

-Te encontré.

Saliendo de la nada, Quattuor se encaró a su perseguidor, aunque éste resultó ser más de uno. Delante de él, un niño y una niña de la misma edad se quedaron petrificados ante la presencia de él.

-¿Niños? ¿Qué diablos hacen unos niños aquí?

-E-e-esto...n-nos dijeron que podíamos jugar un rato fuera y...

-Entiendo. Aun así sigo sin saber por qué hay niños en este lugar...

La niña, cuyo color de pelo era azul, se escondió detrás del chico.

-¡Quattuor!

Levantando la vista, vio cómo una mujer se acercaba a ellos corriendo. Jadeando, se apoyó en la pared para tomar aliento.

-Siento que te hayan molestado. Les dije que jugaran fuera un rato hasta que terminase de trabajar.

-Así que esto es cosa tuya...no te preocupes...no es que me hayan molestado. De todas formas, ¿qué hacen ellos aquí? ¿Un experimento de los vuestros o algo por el estilo?

-¡No! ¡En absoluto! –la mujer cruzó los brazos haciendo el signo de la X cosa que dejó perplejo al descendiente- Debido a otra de las predicciones de Detz, sabemos que uno de estos niños será otro de los Descendientes de Gaia, el problema es que no sabemos cuando ocurrirá ni quien de los dos será. Es la primera vez que ocurre algo así en sus predicciones.

Los dos pequeños no entendían de qué hablaban. Se limitaba desplazar la mirada de un conversador a otro.

Quattuor se rascó la nuca.

-En fin, si son cosas vuestras, todo queda aclarado.

-Si es así, ¿se pueden quedar un rato contigo?

-¿Qué? Espero que sea una broma.

-Por favor, ahora mismo estoy trabajando y no puedo encargarme de ellos.

-Oye, no he sido niñera en mi vida, ¿qué te hace pensar que estoy capacitado para ello?

-Confío en ti.

-¿Qué coj...?

-Por favor...

La mujer adoptó una mirada suplicante que provocó que él se pusiese tenso.

-¡De acuerdo! ¡Vale! ¡Pero sólo por esta vez!

-¡Gracias! –exclamó lanzándose a abrazarlo.

-¡Qu-quita!

-Bien, niños, por el momento os quedaréis con el tío Quattuor. Haced caso de lo que os diga, ¿vale?

Ambos asintieron no muy convencidos de su cuidador.

“¿El tío Quattuor?”, pensando en esto el descendiente dejó salir un profundo suspiro, “y yo que quería tomarme un descanso...”.

-Por cierto, Quattuor, ¿puedo pedirte un favor más?

-¡Eh! ¡He dicho que sólo por esta vez así que no intentes encasquetármelos de nuevo!

-Si algo me pasase...

Ella lo interrumpió hablando con tono serio.

-Si por cualquier cosa yo...no pudiese estar con ellos...protégelos...

-¿De que estás hablando?

-...

Durante unos instantes la mujer desvió la mirada.

-Nada, olvídalo...he de irme. Hasta otra.

Sin saber bien qué hacer, decidió desentenderse del tema y encargarse del problema que, por ahora, tenía por delante...”

51: Gaia Project 15
Gaia Project 15

“-Aquí no hay prácticamente nada –comentó el niño mientras se sentaba sobre la única cama que presentaba aquella habitación.

-Bueno, no suelo pasarme mucho por aquí por lo que no me molesto tampoco en decorarla. Además, no es como que me interesara –respondió Quattuor.

-¿Has viajado al exterior? –preguntó la niña, interesada.

El descendiente se limitó a asentir y se echó un poco hacia atrás al cerciorarse de su mirada inquisitiva.

-¿Q-qué?

-¿Podrías hablarnos del mundo exterior? Nunca hemos salido fuera por lo que no sabemos nada.

Quattuor desvió la vista hacia el niño quien también mostraba expectación por el tema.

-Oye...creedme, el mundo exterior no es un lugar para niños. Así que cuanto menos sepáis de él mejor...

-¿Por qué? ¿Es un lugar malo?

-Es un lugar donde todo está sometido por un monstruo demasiado grande...

-¡¿Un monstruo?! –exclamaron a la vez.

-¡N-no lo decía de forma literal...!

-¡¿Qué aspecto tiene ese monstruo?! ¡¿Tiene garras afiladas?!

-¡¿Y colmillos?!

El chico suspiró, llevándose una mano a la cabeza.

-Definitivamente no se me da bien esto...

 

De repente se escuchó el sonido de alguien llamando a la puerta.

-¿Huh? ¿Quién es?

-¡Abre!

Reconocía esa voz. Tribus ya se había enterado de su llegada.

-Oye, ahora mismo estoy bastante ocupado así que no tengo tiempo para... ¡oye, no, espera! –gritó Quattuor al ver que el niño se disponía a dejarla pasar.

Nada más girar el pomo Tribus golpeó la puerta provocando que el pobre chaval saliese despedido hacia atrás.

-¡Hoy será el combate número veinte! ¡Prepárate...!

Se detuvo en mitad de la oración al observar al joven en el suelo y con el niño en sus brazos, producto de haberse lanzado a protegerlo cuando éste había sido lanzado por ella.

-Maldita sea. Ha faltado un pelo...

-Ah... –Tribus puso cara de sorpresa.

-¿Y a ti qué te pasa? –preguntó el chico dejando al pequeño en el suelo.

La habitación se quedó en silencio durante unos instantes.

-¿Qué has estado haciendo mientras estabas fuera?

-¿Acaso te piensas que son míos...?

 

-¡¿En serio?! ¡¿Uno de ellos será como nosotros?!

De pie sobre la habitación, ambos veían a los dos niños mientras jugaban.

-Creía que tú ya lo sabías. Eres la que pasa más tiempo aquí.

-Para nada. Nunca los he visto.

-Mm...quizás nunca hayáis coincidido...

-Puede ser...cambiando de tema, ¿qué hay de nuestro próximo combate? Me he estado entrenando...

-En otra situación habría aceptado sin problemas. No me supone trabajo ni insatisfacción el darte una paliza...

-... –Tribus lo observó con ojos asesinos.

-...pero estoy cansado y ocupado, así que tendremos que posponerlo.

-Qué aburrido. Eso no es propio de ti.

-Lo sé, hasta yo mismo estoy sorprendido.

-En fin. Ahora mismo no tengo nada que hacer así que te echaré una mano con esto.

-¿Tú? ¿Qué sabes tú de niños?

-Bueno, hace pocos años conocí a una niña llamada Ivel. Es la hija del guía de los nómadas mutantes.

-Ah, sí, creo haberme topado con alguno. ¿Cómo es que tienes relación con ellos?

-Como vigilante también me encargo de la entrada exterior así como de entablar relaciones con la gente de Genese. Nunca sabes cuando puedes necesitar algún intercambio comercial o utilizar a aliados en tu favor. Eso es lo que me dijo Detz.

-Entiendo.

-Volviendo al asunto. Lo que quiero decir es que ya he tenido algún que otro contacto con niños por lo que sé un poco sobre cómo manejarlos.

-Entonces puedo encargarte a ti el trabajo sin problemas...

-¡Oye, oye, oye! ¡He dicho que te ayudaría pero ni se te ocurra encasquetarme el trabajo a mí!

-Pero me serías de mucha ayuda si te lo encasquetara...

-Me da igual, hay un límite en mis servicios como ayudante. Lo tomas o lo dejas.

-Chst...

-¡No chasquees la lengua!

 

-Ah...por fin...

Acostado sobre su cama, Quattuor se disponía a tomar el descanso que tanto había estado esperando.

Durante el transcurso de la tarde, se había dedicado a cumplir las peticiones de aquellos críos: que si tomar el papel de villano en el juego al que estaban jugando, que si lanzarlos por los aires y luego cogerlos, que si subirlos a caballito e incluso llevarlos encima de su espalda mientras él estaba a cuatro patas, cosa por la que Tribus, quien había propuesto la idea, había recibido un buen golpe en la cabeza.

Finalmente y obligada por él, era la chica quien se había encargado de llevarla de vuelta con aquella mujer.

“¿Por qué habré tenido que acceder?”, se cuestionaba el descendiente mientras intentaba acomodarse. De alguna forma, se sentía como si estuviese en deuda con ella. ¿Era posible que fuese debido al trato que siempre le había ofrecido? ¿O quizás se debiese a que confiaba en esa mujer?

Fuere como fuere en ese momento sólo quería descansar y olvidarse de aquel día. Fue en ese momento cuando volvieron a tocar a la puerta.

“Va a abrir quien yo me sé...”

Haciendo caso omiso de los pequeños golpes dio la espalda a la puerta y cerró los ojos.

-¿Q-Quattuor?

El chico volvió a abrirlos, dirigiendo su mirada hacia la entrada. Era ella.

“Hablando del diablo...”, pensó.

-Chst... ¿Qué es lo que pasa?

-Es sólo...quería darte las gracias otra vez por haber cuidado de los niños...y, hay algo que me gustaría darte.

Confuso y revolviéndose el pelo en señal de descontento, se dirigió hacia la puerta y la abrió. La mujer estaba de pie frente a él, con los brazos encogidos y las piernas algo tambaleantes. La veía más débil, como si quisiese poner una barrera entre los dos, como si estuviese escondiendo algo que habían visto unos ojos en los que se distinguía un tenue color rojo, producto de haber estado llorando. ¿Qué es lo que le había pasado?

-Toma, quiero que te quedes con esto.

Ella extendió la mano, depositando en la del joven lo que parecía un colgante con un anillo y una pluma incrustada en éste.

-¿Qué es?

-Un regalo. Quédatelo como recuerdo.

-¿Recuerdo?

-Ya sabes, algo para que no olvides a la persona que te lo dio.

-Mm...no creo que sean necesarias este tipo de cosas –señaló con simpleza- pero tampoco es como que me importe el tenerlo.

-Me alegro.

Ella sonrió, pero aquella sonrisa no parecía la de alguien feliz.

-He de irme, Quattuor.

-Claro.

-Espero que volvamos a vernos.

-¿?

Con estas palabras se marchó. Tras echarle otro vistazo al anillo, el descendiente volvió a su habitación y cerró la puerta.

 

Aquella misma madrugada una alarma comenzó a sonar por todo el lugar. Quattuor despertó sobresaltado.

-¿Qué diablos? Justo cuando estaba en el mejor momento...

Alterado, salió de la habitación y se dirigió a la sala de cámaras para comprobar lo que ocurría. Allí se encontró con Detz y Tribus.

-¿Qué ha pasado?

-Alguien ha burlado el sistema de seguridad.

-Mira.

Tribus, quien había encontrado la anomalía en el sistema y dado la alarma, restableció las cámaras, señalando en ellas a un pequeño grupo de personas, más concretamente, dos niños, dos hombres y una mujer.

-Parece que se los quieren llevar fuera de mi alcance... ¡Tribus!

-¡Sí!

-¡Retenlos el máximo tiempo que puedas! ¡Mientras tanto nosotros iremos para allá! Es posible que además de los niños también quieran llevarse información sobre el proyecto.

-Pero, ¿por qué harían algo así? –preguntó Quattuor. No podía creer que esa mujer y otros miembros del proyecto traicionasen a Detz.

-Probablemente no se fían de mí.

-¿Qué?

-¡No hay tiempo para preguntas ahora, Quattuor! ¡Dirígete hacia donde se encuentran! ¡Yo, mientras tanto, iré a por Sextus y os alcanzaré luego!

-¡D-de acuerdo!

 

Siguiendo las órdenes, el chico se dirigió a la zona que parecían tener como objetivo: la salida que llevaba al conducto de alcantarillado. Si tomaba un atajo había posibilidades de llegar antes que ellos aprovechando que Tribus intentaría entretenerlos. Así pues llegó frente a una pared, la cual rompió con facilidad y que le permitió alcanzar  a tiempo a los fugitivos.

-¡Quattuor! –gritó la mujer al verlo.

Al observarlos más detenidamente, el joven se dio cuenta de que faltaba uno de ellos ya que acompañando a la mujer sólo iba uno de los hombres, quien llevaba a los niños en brazos. Estos por su parte estaban dormidos profundamente. Probablemente los habían drogado.

-¿Por qué?

-...

-¿Por qué estáis huyendo?

-Quattuor, lo que intenta hacer Detz no es lo correcto, es más, quizás vaya incluso haya algo más que esté escondiendo..

-¡¿Quieres decir que salvar este mundo no es lo correcto?! ¡¿Hablas en serio?! ¡¿Qué te ha pasado?! ¡¿Por qué has cambiado de opinión?! –de alguna manera, ahora que había confirmado su traición el descendiente se sentía muy irritado- Yo...

-Ahora no lo entiendes, Quattuor.

-...

-Algún día entenderás lo equivocada que está Gaia y que este proyecto no debe seguir adelante.

-...

-Por favor, confía en mí. Déjanos pasar.

No podía confiar en ella, sin embargo, tampoco podía atacarla.

-No lo hagas, Quattuor. Es sólo una traidora.

Todos giraron la cabeza hacia la parte desde la que habían venido los fugitivos. Caminando hacia ellos se encontraban Detz y Sextus.

-¿Cómo has podido caer tan bajo? ¿Qué piensas hacer con la información del proyecto?

-¿Caer bajo? Bastardo...incluso te atreves a decir algo así después de lo que hiciste...

-Él también tenía pensado traicionarnos. No hubo más remedio que matarlo.

Lágrimas comenzaron a descender sobre las mejillas de ella.

-¡Mentiroso! ¡Él descubrió tus mentiras y lo mataste para callarlo!

-Ja. ¿Y no sería que el mentiroso era él en realidad?

Detz sonreía maliciosamente observando su desesperación.

-Quattuor, Sextus. Acabad con ellos.

El segundo levantó la mano y apuntó a los presentes con la palma abierta. Al momento el espacio comenzó a distorsionarse.

-¡Cuidado!

La mujer se lanzó contra su compañero y los niños y los alejó de la zona de peligro. La distorsión se extendió en un pequeño radio circular y posteriormente se redujo hasta desaparecer por completo. Todo lo que había tomado contacto con aquella distorsión desapareció completamente, dándose lugar a amplios y limpios agujeros en paredes y suelo.

-¿Qué diablos ha sido eso? –preguntó el compañero de ella.

-Parece ser que elimina todo aquello que entra dentro del espacio de distorsión. Es casi como si crease una zona de vacío...

-¡Mátalos! –ordenó Detz.

Sextus volvió al levantar la mano con intención de repetir el proceso.

-¡Trigésimo octavo espíritu: Amirthus!

De repente el chico cayó al suelo por una extraña presión sobre su cuerpo.

-¡Maldita sea! –Detz se giró para ver cómo otro hombre se acercaba corriendo hacia la escena. Tribus no había podido retenerlo durante más tiempo.

-¡No te dejaré hacerles daño! –exclamó.

El científico levantó el brazo hacia el nuevo adversario. Su brazo se volvió de color blanco y aumentó de tamaño, tras lo cual golpeó a su contrincante, lanzándolo contra la pared y logrando que la presión sobre Sextus disminuyera lo suficiente como para que éste pudiese apuntar con mayor precisión a los que tenía delante.

Fue en ese momento cuando la mujer sacó un pequeño artilugio y pulsó un botón situado sobre éste, que hizo que todos excepto ella y el hombre que sujetaba a los dos niños se echaran las manos a la cabeza.

-¡Corre, Darker!

El aludido pasó por el lado de Quattuor y continuó por el pasillo. Por su parte ella intentó lo mismo, sin embargo volvió a aparecer otro espacio de distorsión cerca de la mano que sujetaba el artilugio, y esta vez no pudo esquivarlo, desapareciendo extremidad y objeto al mismo tiempo.

-¡AAAAAAAH! –gritó ella sujetándose la muñeca desde la que comenzaba a emanar una gran cantidad de sangre.

-¡Tras él, Quattuor! –exclamó Detz quien estaba ocupado intentando retener al otro hombre.

-¡Pero...! –respondió él que, entre que se sentía mareado y el desangramiento de la mujer, se encontraba indeciso.

-¡Rápido o se acabará todo aquello por lo que hemos trabajado!

Sus ojos se posaron sobre ella, quien le devolvió la mirada, una mirada que le pedía que no lo hiciese. Una mirada que le suplicaba que los dejase marchar.

Desviando la vista, el joven fue detrás de Darker.

 

Pese a su mareo no tardó en darles caza ya que contaba con la ventaja de no cargar con peso adicional.

Golpeándolo, dejó al hombre en el suelo, todavía con los niños en brazos.

-Dámelos.

-...

-¡Es por el bien del mundo!

-¿Estás seguro de ello? ¿De verdad crees que no hay otra solución para esto? ¿De verdad crees que Detz te está contando todo?

-Él...él...

-Ella dijo que confía en ti... –empezó a decir Darker mientras se levantaba de su sitio haciendo gala de un gran esfuerzo- ...porque sabe que tú puedes marcar la diferencia...

-...

-¿Qué harás entonces? ¿Serás alguien diferente o seguirás creyendo lo que te dice ese científico loco?

-...

En la mente del descendiente resonaban las mismas palabras: “sigue con el objetivo”. Éstas se repetían una y otra vez, guiaban sus actos y su vida. El cambio de personalidad que había sufrido, todo rondaba lo mismo. No obstante, durante unos instantes esas palabras fueron sustituidas por otras: “protégelos”.

Quattuor se dio la vuelta y abrió la compuerta que llevaba al exterior.

-¡Vete de aquí! ¡Márchate!

-Gracias...

Darker se movió hasta las escaleras y comenzó a bajar, muy poco a poco debido al peso que llevaba pero con seguridad. En cualquier caso, fuera de los límites de Tribus, nadie podría detectarlos.

El joven se limitó a cerrar la compuerta una vez hubo pasado y volvió sobre sus pasos.

 

La mujer había muerto. Su cadáver es lo único que quedaba de ella. Probablemente había terminado desangrada por la perdida de la mano. Qué muerte tan horrible...

Al contarle a Detz lo ocurrido éste golpeó repetidamente las paredes de aquel pasillo provocando un sonido que retumbó sobre sus tímpanos. Por supuesto mintió alegando que simplemente se le habían escapado.

 

Por otro lado, el otro hombre también había conseguido escapar por los pelos.

 

El joven se acercó al cuerpo de la mujer. Todavía se podían observar lágrimas en sus ojos. Probablemente había muerto sin saber que su objetivo se había cumplido. En ese momento recordó el objeto que le había regalado. El colgante con el anillo y la pluma incrustada el cual había cogido de manera inconsciente cuando había sonado la alarma.

-Así que un recuerdo... –dijo mientras sacaba el objeto y lo apretaba fuertemente a la vez que gotas de pequeño tamaño procedentes de sus ojos caían sobre su puño- ¿Por qué me diste esto? ¿Por qué si cuando te recuerdo no puedo evitar sentirme así...?”

 

Todos se quedaron en silencio por unos momentos. Ninguno de los oyentes sabía qué decir después de haber escuchado esa historia.

-Después de aquello continué a las órdenes del proyecto Gaia. Pese a que había dejado escapar a ese tío mi mente continuaba dominada por las mismas órdenes y la misma personalidad. Sin embargo, poco a poco sentí como si me fuese liberando de ello. Empecé a entender que aquello no iba en buena dirección y que Detz no era de fiar pero finalmente acabé siendo retenido cuando intenté sublevarme a sus órdenes.

-Entonces nosotros éramos esos niños... –dijo Sarah- Y por eso me reconociste en los calabozos.

Quattuor asintió.

-El proyecto Gaia...debe ser erradicado...

Todos observaron al foco de aquellas palabras, el cual no era otro que Kareth.

-Detz me dijo que hubieron personas que se rebelaron a su forma de pensar y que eso retrasó más el proyecto. Ahora entiendo a quienes se refería y eso afirma más la decisión que tomé en ese momento. Estoy seguro de que el mundo puede cambiar sin necesidad de eliminar al ser humano. Aún hay esperanza para que todos seamos libres en este mundo, el mundo que Gaia creó...

-Estoy de acuerdo –declaró Sarah.

-Y yo –corroboró Nara.

-Ya sabéis mi respuesta al respecto... –sentenció Quattuor.

-Bien, entonces está decidido: destruiremos el proyecto Gaia y buscaremos otra forma de sentenciar esta guerra.

-Vaya. Parece que sois ambiciosos. Eso me gusta.

Un joven apareció por la puerta haciendo acto de presencia en la habitación.

-¿Qu-quien eres tú? –preguntó tímidamente Nara.

-Mi nombre es Razer. Soy el líder de los Rebeldes.

52: Gaia Project 16
Gaia Project 16

Los Rebeldes. Un grupo cuya principal fuerza se centraba en la liberación de las personas capturadas por el imperio y que eran utilizadas para la experimentación con el Radiar. Al parecer se asentaban en una villa situada entre la Unión Imber y la Facción Nix, sin llegar a pertenecer a ninguno de los dos territorios y lo suficientemente alejados de cada uno para pasar desapercibidos. Además de ello usaban túneles de alcantarillado, ya hubiesen quedado en el olvido o todavía estuviesen siendo utilizados, para moverse sin ser descubiertos.

-Ya hemos explorado los conductos que llevan hasta la zona del oeste pero todavía hay problemas para acercarse a los territorios del norte –explicaba el líder, Razer, a los cuatro fugitivos-. Es ahí donde nos ayudaréis.

-¿Huh?

Kareth parecía confuso. Al poco de aparecer, aquel chico había comenzado a explicarles la funcionalidad que llevaban y de repente, sin ni siquiera preguntar, daba por hecho que les ayudarían en su avance.

-Por si te lo preguntas, chico –comenzó a decir Quattuor, quien había observado su expresión-, básicamente, para que nos pudiésemos refugiar aquí teníamos que hacer algún que otro trabajito a cambio, por lo que ahora nos toca pagar la deuda. Yo habría optado por otra elección pero la peliazul me insistió en que eso era lo más justo.

-¡No lo digas como si fuese estúpida por ello!

-Nunca se me habría ocurrido –replicó el descendiente con voz sarcástica.

Por su parte, Kareth estaba agradecido a Sarah de haber intervenido en aquel trato, de lo contrario seguramente habría acabado en negociaciones agresivas...

-En cualquier caso, ¿cuáles son los problemas para acercarse a ese territorio? –preguntó al líder de los rebeldes, el cual, desde el punto de vista del joven, presentaba un aspecto despreocupado. Con pelo negro y de punta, apariencia de unos veinte años como mucho, rasgos y complexión normales aunque de brazos y piernas fuertes, lo que más destacaba de él era que desplegaba un aura de optimismo a su alrededor, o al menos esa era la sensación que tenía el chico.

-Mis hombres temen ser descubiertos si se acercan demasiado a la zona. El bajo mundo, como los “Spheres”, también utiliza los conductos, es decir que estos no son de uso propio. Y nuestras fuentes nos informaron de que gente como ellos tienen un buen trato con el gobierno de la unión. En resumen, podrían acabar muertos o incluso dar lugar a que descubran nuestra posición.

-Ya veo. ¿Y no temes que a nosotros también nos puedan descubrir?

-Siempre existe esa posibilidad pero necesitamos encontrar una vía segura para llegar hasta allí y para eso hace falta arriesgarse la primera vez. Además, hay una persona con la que me gustaría contactar. La última vez que escuché algo sobre él me dijeron que estaba en los territorios del norte y, aunque cierto es que esos datos son de hace tiempo, es necesario asegurarse.

-Es decir que además de localizar una vía segura para llegar hasta allí también tenemos que buscar a esa persona.

Razer se limitó a asentir.

-Bueno, un trato es un trato...

-De acuerdo. Os daré información más detallada para llevar a cabo el proceso y, a partir de ahora, se os considerará como parte de los Rebeldes –indicó el joven-. Por cierto, una cosa más.

-¿Qué?

-Me gustaría preguntaros acerca de lo que estabais hablando antes...

 

Kareth se encontraba ahora solo en la habitación. Los demás, incluida Nara, se habían marchado junto con Razer, probablemente para que este les diese los detalles del encargo. Así pues se dispuso a cambiar de ropa ya que su anterior vestimenta había quedado bastante maltrecha tras la transformación que sufrió su cuerpo.

El chico se observó las manos. ¿Qué significaba aquella transformación? ¿Estaba relacionada con la de Detz?

-Tienes muchas preguntas y no sabes la respuesta de ninguna de ellas...

El chico se dio la vuelta y se topó con Quattuor.

-Ahora que sé un poco más sobre mi pasado no puedo evitar tener la sensación de que aún hay muchas piezas fuera del puzzle.

-Lo sé...hay algo que quería decirte con respecto a eso...

El hombre se acercó a él.

-De los que ayudaron a Detz con el proyecto Gaia es posible que todavía quede uno con vida.

-¿Te refieres al usuario de Radiar?

-Sí. Si lo encontramos, quizás se nos revele la respuesta a aquellas preguntas que todavía nos rondan.

-Tú, ¿sabes donde se encuentra?

-Ni idea, si no probablemente ya habría ido a buscarle. Yo...también quiero entender lo que pasó entonces...

Quattuor sacó el colgante con el anillo y lo mantuvo durante unos instantes en su mano. Luego lo volvió a guardar.

-Bueno, será mejor que te des prisa. No tardaremos en partir...

 

Después de aquello, Razer los llevó hasta el lugar que conectaba con los conductos de alcantarillado. Mientras se dirigían hacia allí, Kareth pudo echar un vistazo a la villa.

De alguna forma le recordaba al campamento de los nómadas, sin embargo en lugar de en tiendas de campaña, los que vivían allí se ubicaban en casas.

Hombres, mujeres, niños e incluso pequeños animalitos tratados como mascotas desarrollaban su vida en aquella villa.

-Son fenrirs –indicó Nara señalando a uno de ellos el cual se encontraba jugando con algunos niños.

-Algunas personas han encontrado refugio en este lugar. Muchos fueron salvados de las garras del imperio, otros simplemente se unieron a nuestra causa creyendo en nuestros ideales. Bajo nuestra protección las personas pueden empezar una nueva vida aquí –explicó el líder.

Se podían observar grupos de hombres armados dispersos por la zona. Hablaban animadamente entre ellos mientras vigilaban el área.

-Es aquí.

Finalmente se situaron frente a un pequeño agujero que llevaba a una zona subterránea.

-Puesto que ésta era una antigua ciudad en el pasado, conserva conexiones con los conductos así que fue uno de los mejores puntos donde establecerse. Por supuesto hay otros grupos de los nuestros dispersos por diversas partes del mundo pero esta villa se terminó considerando el asentamiento central de los Rebeldes.

Tras decir esto uno de sus hombres se acercó y le dio un objeto, el cual ofreció a Kareth.

-Esto es para que nos podamos comunicar con vosotros. Si pasa cualquier cosa informadnos.

-Bien.

-Tened cuidado y aseguraos de que no hay moros en la costa antes de entrar en el territorio u os meteréis en problemas

-Gracias por los consejos pero... ¿no desconfías de nosotros? Quiero decir, nos has ayudado pero perfectamente podríamos aprovechar esta oportunidad para marcharnos e incumplir nuestro acuerdo.

-Je, en parte tienes razón –contestó sonriente-. Perfectamente podrías dar nuestra posición, o ser espías del imperio y os esté dejando escapar pero...llevo bastante tiempo en esto...y sé cuando una persona miente o no. Estoy seguro de que volveréis. Y cuando lo hagáis...espero que podáis contarme que es lo que está ocurriendo en esta guerra...

 

-¿Le dijiste algo sobre el proyecto Gaia? –preguntó Kareth a Sarah mientras bajaban por las escaleras que llevaban a los túneles de alcantarillado.

-No. Le dije que primero nos encargaríamos de esto y, cuando terminásemos entonces le contaríamos lo que sabíamos. Creí conveniente centrarse en esto.

-¿Crees que es de fiar?

-Bueno, si bien es cierto que lo acabamos de conocer, él ha confiado en nosotros, por no decir que se ha encargado de que tanto Nara como tú recibáis un tratamiento adecuado. Creo que él busca acabar con este sinsentido tanto como nosotros incluso si sus propósitos se centran en salvar a la gente de las garras del imperio. No estoy segura de que podamos confiar en él al 100% pero si obtenemos su ayuda será más fácil lograr ese objetivo.

-Supongo que tienes razón. En cualquier caso no tenemos muy claro por donde deberíamos empezar...

-Quizás lo mejor sea intentar convencer a las tres potencias de que están siendo controladas por ellos –propuso Quattuor.

-¿Estás loco? Para ello tendríamos que hablar con los gobernadores de cada territorio. No hay manera de que consigamos hacer eso. Para empezar no tenemos ningún tipo de influencia que nos permita llegar hasta ellos.

-Eso no es del todo cierto.

-¿A qué te refieres? –preguntó Nara.

-¿Recordáis que dije que en un principio era yo quien se encargaba de las misiones para alimentar la guerra?

-No me digas que...

-Aunque con el tiempo he sido sustituido en mis quehaceres por otros descendientes sigo conociendo formas de llegar hasta ellos sin sufrir muchos percances.

-Eres muy útil –declaró Sarah.

-No me tenían encerrado por nada.

-¿Ellos nunca supieron de tu existencia como miembro del proyecto?

-Me hacía pasar por soldado, consejero, guardaespaldas...posiciones que me permitieran desarrollar con facilidad los planes sin que sospecharan que todo era un montaje. Lo mismo estará pasando con el resto de descendientes.

-Ya veo.

-¡Mirad esto!

Nara se situó frente a una puerta en una de las paredes del conducto.

-¿Una puerta? ¿Qué hace aquí algo como esto?

-Todo sea comprobarlo –Kareth decidió abrirla, cosa que no le costó mucho esfuerzo ya que nadie se había preocupado de bloquear la entrada.

De esa manera se introdujeron en una habitación vieja con un colchón sobre el suelo de la misma. Parecía que alguien ya había estado allí con anterioridad pero ya hacía tiempo que se había marchado.

-Este lugar... –dijo Sarah.

-Mm...probablemente pertenecería a algún trabajador, alguien que ayudó a construir estos conductos...o por lo menos en principio –especuló Quattuor.

-¿Piensas que otra persona la utilizó después como refugio?

-¿Quién sabe?

-Por cierto, ¿quién es la persona que nos han pedido buscar? –preguntó Kareth.

-Normand Hadder. Por la foto que me han dado es un hombre de avanzada edad y de aspecto poco cuidado. No me han dicho para qué lo buscan y tampoco he querido indagar en ello –respondió Sarah.

-Normand Hadder...

-¿A ti también te suena? –preguntó la peliazul a Kareth- Tengo la sensación de haber escuchado ese nombre en alguna parte.

-Como sea, será mejor que continuemos, de lo contrario no acabaremos nunca. Nara, quizás tú deberías quedarte aquí.

-¿Huh?

-Parece un lugar seguro. Conforme nos vayamos acercando a nuestro objetivo más peligrosa se volverá la situación. No estás hecha para pelear como nosotros, además no te has recuperado del todo.

-Eso también se aplica a ti.

-Pero tú y yo somos diferentes...

-Kar, no quiero quedarme atrás y no voy a hacerlo. Yo también quiero ayudar y estoy segura de que podré hacerlo. Sé que lo haces por mi bien pero, sí me vuelvo a quedar sola...

El chico miró a sus compañeros quienes no dijeron nada al respecto de manera que la decisión recaía sobre él.

-Si ese es el caso, entonces no te alejes de mí.

La chica asintió.

Tras echarle un último vistazo a la habitación, sin encontrar nada de interés, se marcharon de allí y continuaron su camino.

 

-Debemos de estar cerca.

-Eso parece una salida.

Tras un buen rato andando, finalmente llegaron hasta unas escaleras que llevaban hacia el exterior.

-Razer, ¿me recibes? –encendiendo el comunicador, el joven guerrero intentó contactar con el líder de los Rebeldes.

-Aquí Razer, ¿qué ocurre?

-Hemos llegado hasta el otro lado.

-Bien, tened cuidado cuando salgáis fuera. Informadme de lo que veáis y asegurad la zona.

-Entendido.

Dicho esto abrieron la tapa que cubría el hueco de salida. Estaban entre dos edificios de considerable tamaño, uno de ellos presentaba un boquete que permitía su entrada al interior.

-Tenemos dos edificios a cada lado, uno de ellos quizás esté abandonado ya que no se encuentra en buen estado. En principio no vemos a nadie cerca.

-¿Exploramos el interior? –preguntó Sarah.

-Es posible que sea útil. Echadle un vistazo –se interesó Razer.

Así pues decidieron internarse allí.

-¿Y bien?

-Pese a su apariencia creo que podrá mantenerse estable durante bastante tiempo. Hay una escalera que asciende al piso superior y no hay nadie a la vista...

De repente algo salió disparado hacia el comunicador y lo lanzó al suelo, rompiéndose en el acto. Al mirar hacia el lugar de procedencia descubrieron la presencia de dos hombres que tenían un arma de fuego en sus manos y les apuntaban.

-¡¿Quiénes sois y qué hacéis aquí?!

-S-sólo estábamos de paso... –intentó explicar Kareth.

-¡Vuestra identificación! –gritó uno de ellos con tono autoritario y acercándose a ellos poco a poco sin bajar el arma.

-Así que guardias –murmuró Quattuor-. No tenemos ninguna identificación que mostrarles. Será mejor encargarse de ellos antes de que llamen a más de sus amiguitos.

-¡¿Qué estáis tramando?!

Uno de ellos disparó, acertando en el hombro a Kareth quien se retorció de dolor cayendo al suelo de rodillas. Después de esto, Sarah se movió con rapidez hacia ellos, situándose en poco tiempo justo enfrente. Entonces sacó una espada situada en su espalda y cortó sus armas, reduciéndolas a meras piezas sin utilidad. Cuando intentaron responder a ese primer ataque Quattuor se lanzó contra ellos, estampando sus cabezas contra la pared del edificio y dejándolos inconscientes.

Posteriormente corrieron hacia Kareth, donde ya se encontraba Nara.

-¡Kar! ¡Kar!

El chico había sido acostado sobre el suelo. Desde su hombro se podía observar el fluir de una gran cantidad de sangre.

-Ahora ya no tiene su capacidad de regeneración. Y parece que estas balas son perforadoras. Probablemente se hicieron para enfrentarse contra usuarios del Radiar.

-¡¿Y qué podemos hacer?! –Nara estaba alterada.

La chica tenía las manos encima de la herida, intentando detener la hemorragia.

-Lo primero sería sacar la bala, aunque va a ser complicado ya que puede que haya penetrado hasta el hueso.

-¡Espera, Quattuor!

Poco a poco la sangre dejó de fluir hasta que finalmente la hemorragia se detuvo. Sin saber bien lo que estaba pasando, Nara mantuvo las manos sobre la herida.

-Apártalas un momento, chica.

Insegura, levantó ambas manos del hombro del joven, dejando ver un agujero en la vestimenta cubierto de rojo pero que se observaba completamente curado.

-¿Qué es lo que has hecho? –preguntó Sarah incrédula.

Su amiga negó con la cabeza pues no tenía ni idea que qué estaba pasando.

Por su parte, Quattuor fue a por uno de los guardias y lo trajo frente a los demás, lanzándolo al suelo y asustando a Nara.

-Pon tus manos en su cabeza.

-¿P-por qué?

-Sólo hazlo. Quiero asegurarme de algo.

Ella hizo caso y situó las manos en el lugar indicado. Segundos después el guardia comenzó a recobrar la consciencia y abrió los ojos.

-Mm...

Lentamente, levantó la mitad superior del cuerpo, hasta que finalmente se dio cuenta de las presencias a su alrededor.

-¡Vosotros...!

Al momento Quattuor lo cogió del cuello y lo levantó.

-Dinos una cosa, gusano. ¿Por qué habéis venido aquí?

-¿Qué?

-No te hagas el tonto. Guardias armados investigando un edificio abandonado. ¿Esperas que no piense que algo se está cociendo?

-No sé de que me estás hablando.

-Hagamos un pequeño experimento entonces.

Sin previo aviso, el hombre cogió la espada de Sarah y la hundió en el brazo del hombre, provocando que gritara de dolor.

-Chica –dijo refiriéndose a Nara-, ven y cúraselo.

No muy convencida, ella se levantó y se puso al lado de Quattuor.

-No creo que...

-No te preocupes, acabaré rápido... –sentenció él.

La chica situó las manos en el brazo y al poco tiempo la herida ya estaba recuperada.

-Puedo hundir la espada tantas veces como quiera y causarte tanto dolor como me apetezca ya que esta chica evitará que te desmayes por ello. ¿Quieres que nos tiremos así todo lo que queda de día?

-...

-Muy bien.

Se dispuso de nuevo a atravesar la extremidad con el arma.

-¡Espera! –gritó el guardia- Recibimos un chivatazo en el que se nos decía que unos fugitivos se encontraban cerca de aquí. Pensamos que podían tener algo que ver con los Rebeldes...

-¿Fugitivos? ¿Os dijeron que aspecto tenían?

-Esa información le fue dada a nuestro jefe de escuadrón. Mi compañero y yo fuimos a investigar este edificio por nuestra cuenta...

Antes de que continuara hablando Quattuor lo noqueó. Lanzándolo al suelo

-¿Ves? Ya he terminado –le dijo a Nara quien lo miraba sin saber cómo reaccionar al respecto- Tienes un poder interesante, chica. En todos mis años, nunca había visto ni oído algo igual...

 

-¿Estás mejor? –preguntó Nara a Kareth.

-Sí. Gracias.

-No hay de qué. No es como que pueda decir claramente lo que ha pasado pero parece que el experimento ha tenido su parte positiva.

-Estaba preocupado de que te pudiera pasar algo si venías con nosotros pero al final he sido yo quien se ha metido en problemas. Me alegro de que hayas estado ahí para salvarme. Aunque no es la primera vez, ¿verdad? –sonrió él.

 

-¿Era necesario hacer eso? –preguntó Sarah refiriéndose al interrogatorio.

-Cualquier información sobre este lugar es poca, peliazul. Ellos ya están avisados de la aparición de fugitivos por esta zona, luego, por desgracia, se ha vuelto una zona insegura. Luego está el tema de que esos fugitivos puedan pertenecer a los Rebeldes...

-¿Qué quieres decir?

-El hombre al que estamos buscando...si quieren encontrarlo hay altas probabilidades de que pertenezca o perteneciese a los Rebeldes...o quizás que simplemente les esté echando una mano. Puede que quienes buscan esos guardias tengan que ver con la persona que nosotros estamos buscando.

-Entiendo...

-Por cierto, ¿de dónde sacaste esa espada?

-¿Eh? ¡Ah! Me la dio Razer. Dijo que seguramente me sería útil. La verdad es que es el tipo de armas con las que mejor me manejo.

-Mm...

-¿Qué ocurre?

-Nada, ese tipo en verdad sabe leer a los demás...

 

Finalmente, salieron el interior del edificio. Roto el comunicador no podrían notificar al líder de los Rebeldes sobre lo ocurrido.

-¿Qué hacemos ahora?

-Debemos encontrar a esa gente antes de que los capturen los guardias...

“- Queridos ciudadanos de los distintos territorios, ya pertenezcan a la unión, la facción o el imperio...”

De repente se escuchó una voz conocida por todos.

-No puede ser...

Al asomarse para ver lo que ocurría descubrieron una pantalla en la que se observaba el rostro de Unum.

-Es él...

“Durante todo este tiempo, los guerreros de Yohei Gakko nos hemos estado infiltrando entre vuestras tropas, intentando ocultarnos en la oscuridad, no obstante, y visto que no ha llevado a nada, hemos decidido pasar a la acción abierta. De esta manera, yo, líder de las fuerzas militares, declaro la guerra a las mayores fuerzas del planeta y que, por la misma premisa, “Comhairle”, así como Yohei Gakko, pasará a un estado beligerante. Eso es todo.”

-Ya ha empezado...

-Chst...ahora la guerra dará un paso más hacia los deseos de ese loco...

-Será mejor que nos movamos rápido –propuso Sarah al ver a un gran número de guardias.

-Vayamos a un lugar alto por ahora –sentenció Quattuor- Desde allí intentaremos avistar las calles en busca de ellos. Supongo que podéis llegar a lo alto de este edificio sin problemas, ¿no? –el hombre señaló hacia arriba.

Por su parte, Sarah y Kareth asintieron.

-Yo...

-No te preocupes. Yo te llevaré conmigo –dijo Kareth.

-Bien. Vamos...

 

Momentos después los cuatro se encontraban en la terraza. Aprovechando sus habilidades físicas y la cercanía entre edificios, no les había sido difícil ascender apoyándose en las paredes de las construcciones.

-¿Ves alguna actividad sospechosa?

-Sólo veo a los guardias –respondió Sarah- Están bloqueando la carretera.

-Quieren evitar que huyan por la carretera. ¿Dispondrán de algún vehículo?

-¡Veo una moto! ¡Hay dos personas subidas en ella! –exclamó la peliazul.

Los demás se situaron a su lado. Desde allí podían divisar a un vehículo de dos ruedas frente al bloqueo realizado por los guardias. Poco después la moto de los fugitivos saltó por encima del escuadrón, huyendo lo más rápido posible. No tardaron en ser perseguidos por las autoridades.

-¿Qué propones, chico? –preguntó Quattuor.

-¿No está claro? Echémosles una mano.

-Bien, ¡es la hora del show!

 

 Después del discurso, Unum se levantó de su sitio.

-Ha sido un buen discurso –dijo otro de los miembros de “Comhairle” que actuaba como su ayudante.

-Lo sé pero este es sólo el primer paso.

-¿Huh?

-Contacta con el gobernador del Imperio Salve.

-S-sí, claro. ¿Puedo preguntar para qué?

-Es obvio...formaremos una alianza con él...

53: The three global powers 1
The three global powers 1

“El chico salió despedido hacia atrás después de recibir el ataque de aquel hombre. Su pecho comenzó a sangrar debido al corte provocado por éste, derramándose pequeñas gotas sobre el suelo.

-Deberíamos dejarlo por hoy.

-¡No! ¡Todavía quiero continuar!

-Mírate. Estás agotado y tus reflejos comienzan a fallar. Si seguimos acabarás peor de lo que estás ahora.

Con una mueca de desagrado, asintió. Hacía días que entrenaba bajo su supervisión. Quería ser más fuerte. Mucho más fuerte para poder dar con su paradero y no ver morir a nadie más.

-Ven conmigo, te vendaré esa herida.

 

Ambos entraron a una pequeña choza situada en uno de los oasis que todavía quedaban en aquellas tierras yermas. Tras entrar, el hombre se acercó a un pequeño armario mientras el más joven de ellos se sentaba sobre una silla. Poco rato después, el otro se sentó a su lado y se dispuso a realizarle los  primeros auxilios.

-No ha sido muy profunda pero probablemente dejará cicatriz.

El chico se mantuvo en silencio.

-¿Te ocurre algo?

-No...es sólo que...no parece que haya avanzado mucho...

-Llevas dos semanas, no esperes conseguir tanto en tan poco tiempo.

-Lo sé.

-Si quieres ser más fuerte debes mejorar tanto tu físico como tu mente. Dolor, miedo, cansancio, todo ello tiene que formar parte de ti para poder ser superado. Ya te dije que no sería fácil lograrlo.

El hombre comenzó a girar la venda alrededor del torso del chico.

-Ya conseguiste controlar a ese ser, pero si quieres encontrar a los demás y aprender lo mismo que yo, aún te queda trabajo por delante.

-¿Cuánto tiempo más crees que necesitaré?

-Jaja... ¿Quién sabe? Pero me temo que tendrás que aguantar mi compañía durante bastante tiempo.

-Ugh...

-Mejor así. Cuando salgas de aquí, serás invencible. Al fin y al cabo estás hablando con alguien que tiene muchísima experiencia en este campo.

-Me lo pregunto...

-Bueno, descansa un poco, a partir de mañana el entrenamiento será más duro, así que prepárate.

-Sí...oye...hay algo que quiero preguntarte...

-¿Mmm...? ¿De qué se trata?

-¿Por qué decidiste ser mi maestro?

Habiendo terminado de vendarle, volvió a guardar los utensilios en el armario de donde los había sacado.

-Digamos que hay algo sobre tu poder que me perturbó la primera vez que te vi.

-¿Qué quieres decir?

-No estoy seguro pero...es como si fuese más allá de las reglas...

-No lo entiendo.

-Ahora mismo no soy capaz ni de entenderlo yo mismo, sin embargo, algo me dice que el destino de depara un importante papel.

-Suena a cuento de hadas –señaló el joven con cinismo.

-Jaja...quizás sólo sean delirios de un hombre solitario como yo.

-Je...

-Que descanses, Kai.”

 

-Los encontramos siendo perseguidos por las fuerzas de seguridad de la unión, así que decidimos traerlos aquí. Quattuor y Sarah se están ocupando de continuar con la búsqueda de Normand.

-Va a ser difícil después de la que se ha armado.

-Tranquilo, sabrán apañárselas.

Kai escuchaba la conversación que mantenían Kareth y el líder de los Rebeldes. A su lado, Miruru seguía durmiendo. Pese a la intervención de Nara, se había recomendado su descanso para recuperarse del todo.

Preocupado por su estado, el chico había decidido mantenerse a su lado, además de que alguien necesitaría explicarle la situación una vez despertase.

-Vigilasteis que nadie os siguiese, ¿verdad?

-Quattuor hizo añicos gran parte de la calle. No tuvieron ojos suficientes como para encontrar por donde habíamos venido. No obstante, les he dicho que intenten buscar otra ruta, esa ya no me parece muy segura.

-De acuerdo. En cuanto a ellos, no me molesta que se refugien aquí por el momento. Cuando vuelvan Sarah y Quattuor nos reuniremos todos y decidiremos las cosas.

-Me parece bien.

Se escucharon unos pasos alejándose y, al poco tiempo, Kareth entró en la habitación.

-¿Qué tal está? –preguntó.

-Todavía sigue dormida. Parece que nuestro rescate os han complicado las cosas.

-No te preocupes. Además fue algo que hicimos por propia voluntad.

-No se fían mucho de nosotros, ¿verdad?

-Bueno, tampoco es que nosotros seamos gente conocida, por si te sirve de consuelo. En cualquier caso, por lo menos sabemos que no estáis compinchados con la unión y por mi parte diría que tampoco lo estáis con nadie más.

-Sí, somos algo como almas libres con un objetivo concreto. Aunque se podría decir que lo del objetivo es por mi parte. Ella simplemente decidió acompañarme.

-Ya veo. Supongo que tendrás muchas preguntas. Cuando vuelvan mis compañeros procuraremos que se resuelvan todas.

Diciendo esto, el joven se marchó.

 

Una figura esperaba en un callejón a que su compañero volviese. Fue entonces cuando algo aterrizó a unos centímetros enfrente de ella, asustándola.

-¡¿Qué diablos?! –exclamó mientras elevaba la guardia.

-Tranquila. Soy yo –dijo Quattuor.

-¡Maldita sea! ¡¿No podrías aparecer como las personas normales?!

-Para empezar no soy una persona normal, y si estoy encima de un edificio no puedo bajar de otra manera que no sea saltando. Todavía no he aprendido a andar por las paredes.

Sarah resopló intentando calmarse.

-En fin, ¿has encontrado algo?

-No mucho, pero por la poca información que he recibido creo que ese tal Normand abandonó los territorios del norte hace algunos meses.

-¿Se sabe hacia donde se dirigía?

-No, pero por lo que se dice estaba empeñado en buscar más conocimientos sobre tecnología militar.

-Tecnología militar...

-¿Ocurre algo?

-Es sólo que el nombre de ese tipo, sé que lo he escuchado antes pero ahora mismo no caigo...

-Como sea, ya no tenemos nada que hacer aquí. De hecho, es una suerte que hayamos encontrado otra ruta segura.

-Sí... ¡¿Eh?! ¡¿Qué estás haciendo?!

Quattuor acababa de coger a la chica y la estaba cargando sobre el hombro.

-Así iremos más rápido.

-¡Puedo ir sola! ¡Suéltame!

Sin escucharla, volvió a saltar encima del edificio.

 

-Uuuh...

Miruru abrió los ojos poco a poco hacia una habitación que no conocía de nada.

-¡Uaaah! ¡Kai!

Alterada debido a que lo último que recordaba era estar siendo perseguida, se levantó, encontrando a su compañero justo al lado.

-Tranquila, tranquila, soy yo.

-¿Huh? ¿Qué...qué hago aquí?

-Un grupo de personas no ayudó a escapar. Quedaste inconsciente al caerte de la moto y, pese a que te curaron, pensaron que necesitarías algo más de descanso.

-Uh... –la chica se llevó una mano a la cabeza.

-¿Te encuentras bien?

-Sí, es un pequeño mareo por haberme levantado tan rápido.

-Ahora mismo estamos en el asentamiento de los Rebeldes.

-Rebeldes...

-Probablemente sea el grupo del que nos hablaron Seph y Drake.

-Entiendo... ¿Has estado aquí todo este tiempo?

-Claro, tenía que cuidar de mi compañera –indicó con voz animada.

-Jeje...gracias... –dijo ella algo avergonzada-. Siento haberte causado molestias.

-No tienes por qué ser tan educada. Además no suena propio de ti.

-¡Oye! ¡Yo soy la mar de educada!

-¿Ves? Eso sí suena más a ti...

De repente, Kareth volvió a irrumpir en la habitación.

-Perdón, ¿interrumpo algo?

-No, adelante.

-Ah, veo que ya has despertado. Me llamo Kareth, aunque puedes llamarme Kar. Yo y mis amigos os trajimos hasta aquí.

El chico se acercó y extendió la mano hasta Miruru.

-Yo soy Miruru – contestó mientras respondía al saludo.

-Mis compañeros ya han llegado así que creo que es momento de que nos reunamos.

-Claro.

-¿Reunión? ¿Por qué? ¿Qué pasa?

Kai ayudó a levantarse a la chica.

-No te preocupes, te lo explicaré por el camino...

 

Avanzando por uno de los pasillos de la construcción, llegaron a una sala que medía el doble que la habitación de la que procedían. En el centro se situaba una gran mesa ovalada, algo vieja pero que hacía su función. Junto a ella había cinco personas sentadas además de otros tres huecos vacíos para los recién llegados, quienes no tardaron en ocupar sus posiciones.

-Bien, ya estamos todos. Antes de nada quería presentaros a Donell. Me aconseja y ayuda en las decisiones a tomar por lo que espero que no os importe que nos acompañe –dijo Razer.

Un hombre de avanzada edad, poco pelo y bigote cano hizo un pequeño movimiento con la cabeza en señal de saludo.

-Para nada, al fin y al cabo, estamos en tu casa.

-De acuerdo, entonces empecemos. Primero de todo, Kareth, parece ser que sabes algo sobre esta guerra que nosotros desconocemos Me gustaría que nos lo explicaras.

-Así es. Supongo que cuanto más se sepa mejor, al fin y al cabo, nos incube a todos. Empezaré a contar lo que sucede detrás de esta guerra...

 

El chico les habló sobre el proyecto Gaia, los descendientes, así como de Detz y Yohei Gakko.

-Entonces ahora mismo las tres potencias están danzando según su conveniencia... –dijo Razer.

-Así es. Es por eso que debemos hacer entrar en razón a los gobernantes de que si continúan con esto lo único que conseguirán será la extinción de la raza humana.

-Ahora comprendo por qué First apareció en la pantalla anunciando que Yohei Gakko entraba en guerra...

-¿First? –todos los presentes se mostraron algo confusos.

-Ese Unum del que has hablado...yo le conocí por el nombre de First. Mató a alguien que era como una hermana para mí. Un día, de la noche a la mañana, su personalidad cambió, volviéndose alguien sádico. No sé qué fue lo que le hizo a May exactamente pero tenía una especie de joya color esmeralda...como la de ella... –dijo mientras se dirigía a Nara.

-Lo que le hizo seguramente fue la conversión a contenedor. Y si murió fue porque en ella no daría el resultado esperado. En cualquier caso, si First se convirtió en Unum en ese momento significa que le afectó el Núcleo de Jade...

-O eso, o fingía ser quien no era –comentó Sarah.

-Me temo que no es así.

-¿Quattuor? –se extrañó Sarah.

-Ese día fui yo mismo quien se encargó de recoger a Unum. Otro de los descendientes iba a despertar, y fui yo el enviado a ese lugar a recogerlo para llevarlo a Genese.

Fue entonces cuando Kai se dio cuenta de algo.

-Tú... ¿Tú eres aquel tipo que entró por la ventana?

-Así que cuando llegué estaba tratando de conseguir un contenedor...

-¡¿Por qué?! –Kai golpeó la mesa, poniéndose en pie- ¡¿Por qué no nos ayudaste?!

-Debía seguir aparentando que formaba parte de ellos, además incluso aunque mi personalidad era más libre todavía seguía ligado a Gaia.

-¡¡Incluso así debiste haber hecho algo!! ¡¿Te mantienes impasible ante la gente que muere ante ti?! ¡Ella podría haber sobrevivido!

-¡Kai! ¡Cálmate, por favor! –exclamó Miruru intentando tranquilizarlo.

-¿Sobrevivido? Ella habría muerto de todos modos. Ninguna mujer que se haya sometido a la transformación y ésta haya fracasado ha sobrevivido. ¿Y crees que estaría aquí si me hubiese revelado en ese momento?

-¡Calmaos los dos! ¡Esto no va a llevar a nada! –exclamó Sarah.

Apartando la mano de Miruru de su hombro. El joven volvió a sentarse y no abrió la boca de nuevo.

-Hay una cosa que no entiendo. Habéis dicho que cuando los descendientes despiertan su personalidad cambia pero ¿cómo es que vosotros habéis cambiado? –preguntó Razer.

-Eso es algo que todavía no comprendemos. El motivo por el que Quattuor y yo somos diferentes así como por qué, de todas las personas, Gaia decidió contactar con Detz...

La mente de Kareth también seguía dándole vueltas a las voces que había oído cuando perdió el control sobre sí mismo. Aquellas transformaciones...tanto la de Detz como la suya...

-Cambiando de tema, si lo que dice Kai es cierto y la participación de Yohei Gakko ha sido confirmada significa que el siguiente paso ya se ha dado... –declaró Kareth- De esa manera, las escuelas se unen al desencadenamiento que espera el proyecto Gaia.

-Debemos movernos cuanto antes –dijo Quattuor.

-Pero convencer a los gobernantes, y más con la presencia de los descendientes... ¿Cómo pretendéis hacer algo así? –preguntó Razer.

-Por ahora sólo contamos con la ayuda de Quattuor. Gracias a él es posible que tengamos una posibilidad de acceder a ellos, aunque sea sólo uno,  y hacerles entrar en razón. Él conoce mejor que nosotros todo lo implicado en el proyecto.

-Incluso así...decirles que dejen de creer en alguien en quien confían...

-Eso es mejor que nada. Además, tampoco sabemos hasta que punto confían en ellos...

-Es demasiado arriesgado, Kareth.

-Lo sé, y no os estoy obligando a que nos ayudéis, pero ya nos hemos decidido. Por ahora tenemos una pequeña ventaja con Nara y Quattuor aquí ya que les falta un núcleo y el contenedor de Gaia, sin embargo no creo que tarden en venir a por nosotros. Cuanto antes consigamos que esto se haga saber, más posibilidades tendremos de ganar. Por ello considero que si nos ayudáis tendremos más posibilidades de conseguir nuestro objetivo.

-... –Razer se mantuvo en silencio durante unos instantes-. Deja que lo piense...mañana te daré una respuesta...

El chico asintió.

 

Kai entró en la habitación seguido de Miruru. Poco después se sentó en el suelo apoyando la espalda contra la pared, cabizbajo.

-Kai...

-Quizás si él nos hubiese ayudado May todavía estaría viva...

-Pero ya le oíste, incluso aunque hubiese podido hacer algo, ella ya estaba...

-¡¿De verdad lo crees?! ¡¿Y si no hubiese sido así?! ¡¿Y si todo hubiese sido diferente?!

-Pero no lo fue, Kai –replicó la chica-. No puedes dejar que el pasado te persiga de esa manera.

-¡Es lo que llevo siguiendo durante tantos años! ¡Todo lo que he hecho ha sido para alcanzar mi objetivo!

-¿Todo?

Miruru se mostró herida ante aquellas palabras.

-¿Entonces quieres decir que todo lo que hemos vivido hasta ahora sólo ha sido algo más en tu camino?

Kai se quedó en silencio durante unos segundos.

-No me refería a eso...

-Mira, Kai...cuando he despertado hoy y he visto que estabas a mi lado me he puesto muy feliz. Porque he comprendido que estarías ahí cuando te necesitara. Eres mi amigo, Kai. Alguien a quien considero muy importante...pero veo que a ti sólo parece importarte el pasado...

-Miruru

Sin esperar la explicación de él, la joven se marchó de allí, dejando al nigromante sin palabras...

 

Por otra parte, Quattuor se encontraba sentado sobre la terraza de la construcción, observando el cielo que ya comenzaba a oscurecerse.

-Vaya, mira a quién tenemos aquí.

Apareciendo por la puerta de madera que daba paso a aquel sitio, Sarah dio algunos pasos hasta situarse al lado del hombre.

-Pareces algo melancólico.

-Debe de habérsete distorsionado la vista si de verdad piensas eso, peliazul.

-Mm... Es posible. Quizás esté perdiendo facultades con la edad –bromeó-. Entonces, ¿qué haces aquí?

-Sólo me apetecía tomar el aire...

-Ya...

Todavía se podían divisar a niños jugando. Imitando a soldados, luchaban entre ellos en un acto de ficción en el cual liberaban a civiles de la prisión a la habían sido llevados por el imperio. Algunos fenrirs correteaban junto a ellos sin saber bien qué hacer pero participando a su manera en el evento. No muy alejados de allí, una pareja observaba a los pequeños mientras, de vez en cuando, conversaban.

-Siete niños y cuatro fenrirs. Parecen tan felices –comentó Sarah-. Y sin embargo quizás algunos de ellos ya hayan perdido a su familia...

-La guerra es la guerra. Se cambian los métodos pero la muerte es algo que siempre estará presente. Y por más que lo desees nunca podrás salvarlos a todos.

-Y aún así nunca es tarde para intentarlo. Nunca es tarde para salvar a aquellos a los que aún puedes. Incluso si es sólo una persona, habrás conseguido ganarle la partida a la guerra –dijo Sarah-. Tú nos salvaste a mí, a Kareth, a Nara, y también a Kai y a Miruru. Que no pudieses salvar a otras personas en el pasado no significa que no se pueda cambiar y seguir adelante. Es la mejor manera de honrar a aquellos que no pudieron sobrevivir, que pueda haber un futuro para aquellos que sí lo han conseguido.

Se escuchó un grito procedente de una mujer de mediana edad dirigida a los niños. Con desgana y algún que otro berrinche, éstos comenzaron a andar hacia sus hogares.

-En fin, será mejor que yo también vuelva dentro.

Acto seguido se dirigió hacia la puerta y desapareció igual que había venido.

 

Quattuor continuó observando la zona de juego. Los fenrirs, ajenos a la llamada de aquella mujer, se habían reunido entre ellos y habían comenzado a acicalarse. Fue entonces cuando el hombre se dio cuenta de que sólo había tres de ellos, no obstante, Sarah había contado cuatro.

Al fijarse mejor, se dio cuenta de que una cría se encontraba encaramada al dorso de su madre. Desde aquella distancia, apenas podía distinguirse.

El hombre sonrió levemente.

-Parece que después de todo, tu vista no estaba tan mal...

 

-Ah...ha sido un duro día...

Desperezándose por el camino, Razer se dirigía hacia su habitación. De repente observó la figura de una chica que miraba de un lado para otro.

-¿Va todo bien?

-¡¿Eh?! ¡Sí, sí! ¡No hay ningún problema!- exclamó Nara viéndose sorprendida por el joven para después quedarse en su posición sin saber bien qué hacer.

-¿Te has perdido?

-¡N-no! Aunque, bueno, en realidad más bien se podría decir que no encuentro a alguien...

-Buscas a Kareth, ¿cierto?

La chica asintió con algo de timidez.

-No te preocupes, ha querido acompañarme al almacén de armas. Me ha preguntado si sería posible que os diésemos algunas para tu grupo. Tanto si decidimos seguir con vuestro plan como si no las necesitaréis así que he aceptado proporcionároslas. Aunque tampoco es que sean demasiado efectivas. Si Normand estuviese aquí probablemente eso cambiaría...

-¿Huh? –la chica ladeó la cabeza, confusa.

-Nada, nada, olvídalo –comentó riéndose.

-Entonces, ¿todavía no has tomado una decisión?

-No es fácil, ¿sabes? Soy responsable de un grupo bastante numeroso. No es como que pueda tomar esa decisión tan a la ligera.

-Ah...lo siento...no pretendía...

-No, tranquila. Ese chico, Kareth, parece bastante decidido. ¿Siempre ha sido así?

-Je...bueno, es del tipo de persona de las que cuando se le mete una cosa en la cabeza intenta conseguirla por muy difícil que sea. Un cabezota...

-Jaja...

-Aun así es muy confiable. Quizás precisamente por ese empeño, de alguna manera sabes que va a lograrlo...

-Umm...debes estar muy enamorada de él...

-Sí... –con la mente en otro sitio, la expresión de ella cambió al darse cuenta de las palabras de Razer, poniéndose roja de la vergüenza.

-No tienes nada de qué avergonzarte. Siempre me han gustado las parejas felices –rió maliciosamente.

-B-bueno, aún no es como que...aunque él me dijo que lo estaba...pero no ha habido mucho tiempo para que...esto...y yo...

-Jaja. Eres una chica graciosa.

-Uuuh... –se quejó ella bajando la cabeza.

-En cualquier caso, tendré en cuenta lo que me has dicho. Buenas noches.

-B-buenas noches...

Tras esto, el joven se alejó, perdiéndose al final del pasillo. Nara se quedó observándolo hasta que cayó en la cuenta de algo.

-¡Ah! Al final no me ha dicho donde está Kar...

 

A la mañana siguiente, todos volvieron a reunirse para conocer la respuesta de Razer.

-Bien, tras estar pensándolo mucho y muy detenidamente, he decidido que voy a ayudaros.

Los presentes se mostraron algo sorprendidos por la declaración.

-¿Estás seguro? –preguntó Kareth.

-De nada serviría intentar salvar a las personas si éstas van a desaparecer. Además si el proyecto Gaia está detrás de las acciones del imperio entonces esto nos incube, y un pajarito me ha dicho que eres una persona bastante confiable.

-¿Huh? –Kareth frunció el ceño sin saber a lo que se refería. Por su parte, a Nara le dio un repentino ataque de tos al sentirse aludida.

-Bueno...no lo entiendo, pero supongo que está bien. Me alegro de que nos ayudes.

-No hay de qué. Más tarde continuaremos hablando sobre el tema.

Kai fijó la vista en Miruru, quien desvió la cabeza hacia un lado rechazando el contacto visual con él. El chico exhaló un profundo suspiro...

 

-Miruru...

Habiéndose terminado la reunión, el nigromante se acercó a la semidiosa.

-¿Qué quieres? –preguntó molesta.

-Lo siento.

-Ah... –se exaltó un poco por la repentina declaración.

-Tienes razón, en ese momento me dejé llevar por el pasado. No es algo de lo que quiera olvidarme pero tampoco tengo que dejar que me sobrepase. Aún así, hay algo que no es cierto. No rechazo el presente, y eso te incluye...porque tú también eres importante para mí. Quiero ayudar a Kareth y los demás a terminar con el proyecto Gaia, y aún hay algo que todavía debo resolver. Por eso, me gustaría poder contar contigo.

-Kai... –tras un pequeño lapso de tiempo, sus gestos se relajaron y su mirada se volvió más dulce-. Claro, cuenta conmigo.

-Gracias...

Dicho esto el chico se marchó. Miruru posó una mano sobre su pecho. Por un momento, al decir que era importante para él, su corazón había latido fuertemente...

54: The three global powers 2
The three global powers 2

-¡Excelencia! –un hombre con una espada sujeta a su cintura irrumpió en la sala en la que se encontraba el líder del imperio.

-¿Qué es lo que ocurre para que tengas que interrumpirme en este momento?

 

Sentado sobre su trono como si de un rey se tratase, un individuo de unos cuarenta años, complexión fuerte, pelo muy corto y de color rojo sangre, cuyas patillas se alargaban hasta encontrarse en la barbilla y que vestía un traje negro cubierto con una capa hecha con piel bastante estrafalaria; observó con superioridad y arrogancia a su súbdito. A su lado se encontraba una joven de pelo rubio y corto, ojos claros y expresión fría que ostentaba un abrigo más grande que su propio cuerpo de cuyo cuello colgaban varias plumas de considerable longitud, alzándose hacia arriba.

-Discúlpeme majestad –respondió el súbdito arrodillándose-. Vengo a anunciarle que la visita que esperaba ha llegado.

-Oh, ya era hora. Que pase.

 

El hombre asintió e hizo una señal a otros dos apostados junto a la puerta que daba paso a aquella cámara. Al momento, ambos abrieron la entrada, apareciendo detrás de ella un chico vestido con una chaqueta de cuero y gafas de sol.

-Buen séquito el tuyo.

-Bienvenido. Te estaba esperando. Duobus me ha hablado sobre ti.

-Nada bueno, supongo.

Unum caminó hasta situarse frente al líder.

-Qué curioso. Esperaba que vinieses con alguien más.

-Confían en mí lo suficiente como para ocuparme solo de este asunto. Imagino que ya te haces una idea de por qué he venido.

-Me la hago. Pero antes, ¿por qué no comemos algo? Luego nos encargaremos de formalizar la unión entre el imperio y “Comhairle”.

-Claro. Acepto humildemente... –contestó con una sonrisa burlona.

 

-Así que, en resumen, lo mejor sería irrumpir en la facción.

-Sí, es aquella para la que disponemos de las rutas más seguras.

-¿Y no sería mejor dividirnos e intentarlo con ambas?

-Necesitamos a Quattuor con nosotros. Y éste todavía no ha aprendido a partirse en dos...

-Pero en ese caso probablemente tardemos demasiado tiempo...

Razer, Kareth y Sarah se encontraban discutiendo la estrategia para llegar hasta los gobernadores, no obstante, les resultaba difícil tomar una decisión que les satisficiese.

-También tenemos que estar seguros de cuántos miembros seremos –indicó Kareth.

-Si no queremos llamar la atención no podemos ser muchos, pero habrá que asegurar una buena protección en caso de que las cosas salgan mal y haya que recurrir al combate o la retirada –comentó Razer.

-En ese caso, más que en el número será mejor fijarnos en la fuerza de combate de los que vayan –propuso Sarah.

-Poner la calidad por encima de la cantidad. Mayor discreción pero buena fuerza de ataque y defensa. Entonces sería recomendable una buena preparación de antemano incluso si necesitamos más tiempo para ello. Creo que es mejor asegurar el bienestar de la operación que intentar hacerla en el menor tiempo posible –dijo Razer.

-Lo sé pero desconocemos cuánto tenemos hasta que actúen Detz y los suyos.

-Kareth, estoy de acuerdo con Razer. Además, ya contamos con la probabilidad de que habrá descendientes junto a los gobernadores. Si no nos preparamos bien para la estrategia que tomemos va a ser un caos.

-Supongo que entonces no queda más remedio que arriesgarnos...

 

-Hay una cosa que no tengo clara...

Por otra parte, Kai conversaba con Quattuor mientras llevaba un nuevo cargamento de alimentación a la construcción que se utilizaba como almacén. El chico observaba con una sonrisa irónica cómo el descendiente se ocupaba de una larga columna de cajas sin ningún problema.

-Dices que estuviste alimentando la guerra hasta que te encomendaron otras tareas. ¿Durante ese tiempo estuviste con la unión, con la facción o con el imperio?

-Con los tres.

-¡¿Con los tres?! ¡Pero para ello tendrías que haber estado en tres sitios al mismo tiempo!

-No era necesario. El tener que estar junto al gobernador de manera constante fue decidido posteriormente, cuando más descendientes se unieron al proyecto. Simplemente actuando esporádicamente ya bastaba para sembrar confusión y duda. Además, en el caso de la unión resultaba más complicado estar cerca del gobernador ya que su estrategia está coordinada con el bajo mundo, y éste es demasiado extenso como para ser la única persona que tenga o quiera tener contacto con él. Pese a ello, con esto conseguí conocerme parte de su funcionamiento y estructura.

-Entonces... ¿qué es lo que tienes pensado para guiarnos hasta el gobernador de la facción?

-El gobernador de la facción es, de los tres, a quien más conseguí acercarme. Es muy respetado por sus soldados, aunque, en el caso de los civiles, hay diferencias de opinión...

-¿A qué te refieres?

-Bueno, la facción tiene un gran poder militar y tecnología pero esto ha sido conseguido gracias a un gran gasto de recursos. Pese a que se han ideado nuevas formas de conseguir recursos basándose en el sistema L-Drill y la clonación, estos son relativamente recientes para lo que se lleva de guerra, por no decir que no siempre se obtienen buenos resultados. No todos los civiles se encuentran conformes con el sistema y se acusa al gobierno por el gasto que se ha hecho a lo largo del tiempo.

-Vaya. Me he movido alguna que otra vez por los territorios del oeste y es la primera vez que oigo sobre esa situación.

-Por suerte, no ha llegado a extremos y la gente consigue desenvolverse. Además, ya he dicho que los súbditos son muy fieles al gobernador por lo que ya se ocupan de mantener el orden en caso de algún exaltado.

-Suena a una opresión.

-Si es necesaria, sí, lo es.

-...

-En cualquier caso, sabiendo esto es de esperarse que el gobernador de la facción esté considerablemente protegido, por no decir que no es el típico político que no sabe cómo defenderse. De hecho, si no tienes cuidado puede ser realmente peligroso. Probablemente lo mejor será aprovecharse de las opiniones de la gente para buscar una manera de entrar. Ya concretaré la estrategia cuando estemos todos. No quisiera repetirme.

-D-de acuerdo. ¿Qué hay de las otras dos potencias?

-Sé que el gobernador del imperio es tratado como una especie de dios. El tío está bastante subidito y no me extrañaría que se hubiese sometido a la inyección de Radiar. En cuanto al gobernador de la unión, no puedo aportar mucha información ya que es un tipo bastante discreto, pero diría que precisamente por ello hay que tener cuidado con la información que él pueda tener sobre ti de antemano...

-Entiendo...

 

Finalmente ambos dejaron sus últimos cargamentos en el almacén. Con su ayuda, sobre todo la de Quattuor, los Rebeldes habían terminado en poco tiempo en transportar toda la mercancía.

-Gracias –dijo uno de ellos.

-Tranquilo, ya pediré que hagáis algo por mí en otro momento. No pierdo el tiempo trabajando en vano.

Dejando al chico confuso y sin saber qué decir, el descendiente se marchó de allí.

-Intenta no tenérselo en cuenta, no se le da muy bien la gente –explicó Kai.

-D-de acuerdo...

Tras echar un último vistazo a Quattuor alejándose, el joven recordó las palabras que le dijo días atrás:

 

“-Quería disculparme contigo –dijo Kai situándose frente a Quattuor.

-¿Disculparte? ¿De qué? –preguntó el otro levantando la ceja.

-Por lo que dije en la reunión. Que tú no habías hecho nada para salvar a May...

-Ah, eso. Olvídalo, chico. Ni siquiera lo tuve en cuenta –el hombre pasó por el lado del nigromante.

-¡Espera! Hay algo más. Es sobre Unum...

Tras pararse en seco, Quattuor dirigió la vista hacia atrás.

-¿Existe alguna manera de que vuelva a ser quien era?

-Je...si te soy sincero, es posible visto que el otro chaval y yo ya no estamos influenciados por Gaia. Pero si me preguntas por el método, no sé nada sobre ello...”

 

Si había alguna forma de hacer que First volviese a ser el que era, la encontraría...

 

A la mañana siguiente, Kareth reunió al grupo para hablarles sobre la conversación que habían mantenido Razer, Sarah y él.

-Así pues hemos quedado en que será bueno para todos recibir un entrenamiento antes de adentrarnos en los territorios de la facción para adaptarnos mejor a la estrategia.

-Un...entrenamiento... –Quattuor resopló.

-Por mucho que sepamos la teoría tenemos que mejorar la práctica. Si llegamos a enfrentarnos a gente del nivel de Quattuor o Unum debemos estar preparados.

-Y seguramente me pediréis que os ayude en esto –declaró el descendiente con los brazos cruzados y semblante cansado.

-Pues sí. Fue Sarah la que nos dijo que tú serías la elección correcta.

 

El hombre desvió la mirada hacia la chica, quien se la devolvió dibujándose una malvada sonrisa en su cara.

“Sé que de alguna manera me estás leyendo la mente, peliazul. Ésta me la vas a pagar”

“Tampoco es para tanto, Quattuor. Estoy seguro de que serás un gran profesor. Considéralo un regalo de mi parte por cargarme como si fuese un saco”

 

Todos se quedaron en silencio observando la lucha interna que parecían estar teniendo los dos hasta que Nara los interrumpió.

-Se ve que os lleváis bastante bien, vosotros dos.

 

Estas palabras provocaron que ambos fijasen la vista en ella, quien, sintiéndose intimidada, se refugió detrás de Kareth.

-En fin. Aceptaré el papel aunque no me haga ni pizca de gracia. De todas maneras, si lo que queréis es saber enfrentaros a los descendientes de Gaia, ésta es la única solución. Antes de nada me gustaría ver de lo que estáis hechos cada uno. Así podré hacerme una idea de lo que necesitáis.

-Yo me temo que pasaré –declaró Razer levantando la mano-. Tengo otros asuntos de los que encargarme. Aunque puede que de vez en cuando venga a echaros un vistazo.

-¿Estás seguro, Razer? –preguntó Kareth.

-Claro. No te preocupes por mí, se apañármelas bastante bien.

-Bien...como quieras...

-Nos vemos más tarde –despidiéndose con un gesto de la mano, el líder de los Rebeldes se alejó de donde estaban.

-¿Seguro que estará bien? –preguntó Miruru intrigada.

-Sí, no os preocupéis por él –respondió Quattuor con tono serio-. Diría que él ya está lo suficientemente preparado...

Dicho esto el hombre se crujió los nudillos.

-Bien, comencemos...

 

Situados en un amplio espacio a las afueras de la villa y rodeados por las tierras yermas, uno por uno se dispusieron a enfrentarse a Quattuor. Desde la distancia se podían divisar a algunos niños, expectantes por los combates.

El primero en intentarlo fue Kareth, quien había tomado prestadas un par de espadas del armamento de los Rebeldes.

-Creo que sería mejor para ti transformarte en aquella bestia blanca –se burló Quattuor.

-No me subestimes.

 

El chico se lanzó con decisión contra su contrincante, realizando una estocada con las dos armas, sin embargo, éste, golpeando con una sola mano el lateral de una de las espadas, logró que ambas chocasen entre sí, desviando el ataque y  provocando que su adversario perdiese el equilibrio.

-No quisiera romper las armas. Pueden ser útiles. Así que procura hacer que terminen enteras.

 

Kareth se levantó del suelo e intentó esta vez un corte lateral con una de ellas, el cual fue evadido sin problemas por Quattuor, quien, sin preocuparse por el filo, agarró la espada por la hoja y se la quitó de las manos al guerrero, dejándole con sólo una. Acto seguido, el joven intentó un ataque vertical pero éste fue detenido por los dedos índice y corazón de su adversario.

-Me temo que este combate va a terminar pronto.

 

Tras estas palabras, Quattuor golpeó a Kareth en el estómago, saliendo éste despedido hacia atrás de manera que se levantaba polvo cada vez que su cuerpo tocaba con el suelo, rodando en el proceso.

 

Con la hoja todavía entre sus dedos, el descendiente lanzó la espada al suelo.

-Bueno, por lo menos no ha habido necesidad de cargárselas. Aunque eso sólo significa que aún te falta mucho para enfrentarte a alguien como yo, chico.

Kareth se levantó del suelo realizando un gran esfuerzo.

-Maldita sea –se quejó el joven sintiéndose avergonzado.

-¿La siguiente vas a ser tú, peliazul? –preguntó Quattuor al ver como Sarah se situaba frente a él, aunque, al contrario que su compañero, ella se había decantado por una única espada.

-Vas a ver de lo que soy capaz...

-Qué interesante. Haz que me ponga serio.

 

Dicho esto la chica se lanzó hacia el hombre, quien evadió la primera estocada sin problemas, no obstante, ésta no tardó en estar seguida por otra serie de ataques que comenzaron a complicar la movilidad de su contrincante, quien tuvo que dar un salto hacia atrás para crear espacio entre ellos.

-Eres rápida pero sé que puedes hacerlo mejor.

 

Quattuor golpeó el suelo y levantó una gran masa de arena que se abalanzó sobre la chica. Ésta, impotente ante lo que se avecinaba, no pudo hacer más que cubrirse los ojos para proteger su visibilidad, cosa que fue aprovechada por su contrincante para atacarla de frente y lograr lanzarla contra el suelo.

-No está mal –declaró el hombre-. Pese a que apenas podías ver has conseguido defenderte con tu arma y no has recibido el golpe de lleno.

 

Una vez se hubo aclarado el escenario de la pelea, los demás observaron cómo la espada de Sarah se quebraba hasta que la hoja no fue más que trozos de metal esparcidos por el suelo. Había conseguido evitar el ataque, pero a costa del sacrificio de ésta.

-¿Todavía quieres seguir, peliazul?

Ella asintió y volvió a ponerse en guardia.

-Bien, esta vez seré yo quien tome la iniciativa.

 

Acto seguido golpeó el suelo con el pie y, a la velocidad de un misil, llegó hasta la joven, propinándole un rodillazo que la dejó casi sin respiración.

-Lo siento. Me temo que el combate está sentenciado.

Fue entonces cuando ella, haciendo acopio de su fuerza de voluntad, golpeó con dos dedos el brazo que acababa de levantar su adversario para sentenciarla.

-Sword Target: Human.

 

De repente, la extremidad se detuvo en el aire, dejando a Quattuor confuso y sin poder moverse.

-¿Qu-qué es lo que has hecho?

-Golpear tus nervios y paralizar tu cuerpo. Espero que no te importe –dijo mientras sonreía a la vez que, girando sobre sí misma golpeaba con el codo el vientre del descendiente, provocando que éste diese un paso atrás mostrando una mueca de dolor.

-Chst...no está nada mal, peliazul

 

Mientras Quattuor se acariciaba la barriga, los demás observaban impresionados la técnica que acababa de usar.

-Gracias, pero creo que voy a retirarme.

Tras esto la chica cayó al suelo de rodillas. Aunque había sido capaz de evitar el golpe final, el rodillazo del principio la había dejado incapacitada. La fuerza de aquel hombre no era normal.

-Así que esa es la técnica que usaste cuando intentaste escapar de los calabozos.

Con expresión cansada, Sarah asintió.

-Quizás sea algo bastante aprovechable...

 

Después de Kareth y Sarah llegó el turno de Kai.

-¿No vas a coger ningún arma?

-No suelo usarlas. Además no quisiera que terminaran rompiéndose.

-Como desees.

 

Kai se puso en guardia y observó detenidamente a su adversario. Con aires de arrogancia y despreocupación, ni siquiera parecía estar interesado en el combate, sin embargo, tenía la sensación de que si atacaba no tardaría en recibir una respuesta por su parte.

 

De esta manera, durante un tiempo, los dos se mantuvieron de pie sin mover un músculo, creándose tensión en el ambiente.

-Octavo espíritu: Sázam.

Moviéndose a gran velocidad, el nigromante se situó al lado de Quattuor, lanzando un puñetazo en el costado. Acertando en sus expectativas, el descendiente detuvo el golpe e inició un contraataque hacia su mejilla, fallando debido a que todavía mantenía el poder del espíritu que había invocado.

 

Así pues, el combate terminó convirtiéndose en un intercambio de golpes los cuales no conseguían alcanzar sus objetivos, hasta que el descendiente, harto de la continuidad de aquello, golpeó fuertemente el suelo con el pie, provocando la dispersión de su adversario, evitando que le ocurriese lo mismo que a Sarah.

 

Acto seguido, el hombre apareció por uno de los laterales de Kai, lanzando un ataque al costado.

-Primer espíritu: Kagami.

 

Una fuerza invisible provocó que el puñetazo de Quattuor se desviase, dejando el torso desprotegido para un contraataque del joven. Sin embargo, cuando su puño tomó contacto con el estómago del descendiente, lo único que sintió el chico fue un intenso dolor recorriendo su propia extremidad.

 

Sonriendo con malicia, Quattuor aprovechó la confusión para lanzar una patada a la cabeza del chico, quien se dio contra el suelo.

-¿Qué es lo que has hecho? –preguntó Kai mientras se levantaba rápidamente y se alejaba unos pasos de él.

-Mi fuerza no se basa únicamente en el ataque... –empezó a decir Quattuor incorporándose y adoptando la misma posición despreocupada de antes-...también puedo endurecer mis músculos. Es como si golpearas el diamante, chico.

-Chst...

Chasqueando la lengua, Kai se dio cuenta de que si las cosas iban a ir por ese camino, entonces no servía de nada recurrir a ataques físicos. La única manera de luchar contra tipos como él era optar por la artillería pesada.

 

Respirando hondo, el nigromante cerró los ojos levemente. Poco después, dos agujeros de color negro aparecieron a ambos lados y de ellos surgieron dos grandes manos esqueléticas.

-Es tu turno, Hel.

-Ooh...así que un Inferno. No es como que no me haya enfrentado a uno antes. Esto se pone un tanto peliagudo...

 

De repente una de las manos comenzó a concentrar fuego en la palma, para posteriormente ser lanzada en forma de bola hacia Quattuor. Éste consiguió esquivarla sin embargo ya lo estaba esperando la otra extremidad del Inferno para golpearle desde arriba.

 

Deteniendo el ataque con ambos brazos, Quattuor logró mantener a raya al ser del más allá. Fue entonces cuando apareció Kai golpeando con una patada al hombre y logrando que éste saliese despedido hasta que el suelo detuvo su avance.

-Has bajado la guardia contra mí, por lo que veo –comentó Kai acercándose a su contrincante.

-No me esperaba tantos ataques y tan bien coordinados –respondió el descendiente.

-Me lo tomaré como un cumplido.

-En fin, supongo que entonces tendré que ponerme serio.

 

En ese momento, el hombre se agachó y al momento se elevó en salto a una considerable altura.

-¿Qué? –Kai se mostró confuso ante la actuación de su adversario- Espera, ¡no me digas que...!

-Veamos si eres capaz de detener esto.

 

El joven, quien se veía venir el siguiente movimiento, comenzó a alterarse.

-¡Si haces eso es posible que el ataque llegue hasta la villa!

-¡Entonces está en tu mano el detenerlo!

-¡¿Qué pretende ese imbécil?! –exclamó esta vez Sarah.

-¿Qué ocurre? –preguntó esta vez Nara.

-¡Va a aprovechar la aceleración de la gravedad y su propia fuerza para aumentar el impacto de su golpe! ¡Siendo como es él, si hace algo así lo más probable es que el choque sea devastador! –contestó Kareth.

-¡Vamos! –impulsándose a sí mismo, Quattuor se dirigió hacia abajo con los dos pies por delante.

-¡Mierda! ¡Hel!

 

De los agujeros comenzó a salir una porción mayor de las extremidades del Inferno llegando hasta un poco más allá de los codos. Las huesudas manos del ser se unieron en el punto de aterrizaje del descendiente intentando detener el impacto de aquel golpe pese a que ni siquiera Kai sabía si eso sería suficiente. No obstante, el golpe no se produjo ya que Quattuor se quedó flotando en el aire.

-Nunca pedí que intervinieses, rubia.

-Eso parecía peligroso así que prefiero no arriesgarme a ver lo que ocurre.

 

Los demás giraron la cabeza hacia Miruru, quien, con el brazo alzado había usado su poder para solucionar la situación. Momentos después, el descendiente aterrizó de pie en el suelo sin dar lugar a mayores problemas.

-¡¿Qué es lo que pretendías con eso?! –exclamó Sarah a Quattuor- ¡Podrías haber causado una catástrofe!

El hombre resopló, negando con la cabeza.

-¿De verdad creías que no iba a tener el suficiente control sobre mi fuerza? Tenía que comprobar vuestras capacidades. Al contrario que yo, el resto de descendientes no van a limitarse. Ellos tienen menos en cuenta las consecuencias, y más si jugamos en su terreno. Debéis estar preparados para todo. Incluido esto.

Todos se quedaron en silencio.

-Como sea. Eres bastante bueno peleando. Está claro que fuiste bien entrenado. Aunque tu estilo me suena haberlo visto en alguna ocasión. Me refiero al uso de espíritus. ¿Dónde lo aprendiste?

-Me lo enseñó un hombre que vivía sólo en un oasis, aislado del mundo. Siempre decía que era como un lobo solitario.

-Un lobo solitario, ¿eh?

-¡Oíd!

Interrumpiendo la conversación, Razer hizo acto de presencia.

-¿Qué ocurre? –preguntó Kareth.

-Tengo que deciros algo importante. Ha llegado uno de nuestros informantes. “Comhairle” y el imperio han unido fuerzas.

55: The three global powers 3
The three global powers 3

Todos volvieron a reunirse en la sala para hablar del reciente acontecimiento.

-Parece que ya han movido ficha –comentó Kareth.

-Quizás deberíamos posponer el entrenamiento para la misión y realizarla con la mayor antelación posible ya que esto podría complicar las cosas –sugirió Donell.

-No...en realidad creo que podemos aprovecharnos de esto... –dijo de repente Quattuor.

-¿A qué te refieres? –preguntó Razer.

-Es posible que sea una suposición arriesgada pero creo que lo que pretenden es presionar a la facción y la unión para que se unan entre ellas.

-¿Unirse? ¿Por qué harían algo así? ¿Acaso no son bandos contrarios?

-Sí, pero cuando aparece un enemigo mayor, el problema pasa a ser éste. Viéndose en esa situación la probabilidad de que decidan aliarse para vencer al imperio y su nuevo “amigo” es alta.

-¿Y qué provecho sacaría el proyecto Gaia de esto?

-Ellos lo que buscan es un choque de fuerzas entre cada uno de los bandos. Al provocar alianzas entre ellos, digamos que reducirían el número a dos únicos bandos...

-...luego se asegurarían de que en la batalla participan todas las fuerzas necesarias para que se desate el Radiar –terminó Sarah.

-Así es. Y puesto que en cada uno de los bandos hay uno de los descendientes, seguramente éstos se encargarán de llevar a cada uno de los líderes por ese camino.

-Ya veo. Pero, volviendo a lo primero, ¿por qué dices que podemos aprovecharnos de ello?

-Piénsalo. Las alianzas requieren un acuerdo entre ambos líderes y la presencia de uno frente a otro. Eso quiere decir que, si ésta se produce, ambos deberán encontrarse en uno de los terrenos del otro. Y si interferimos en ese momento...

-...podremos comunicarnos con ambos líderes y matar dos pájaros de un tiro.

-Parece que te ha dado por terminar todas mis frases, peliazul.

-Será que me estoy acostumbrando a ti.

-Entonces lo que necesitamos es enterarnos de dónde y en qué día se producirá dicha alianza, ¿no? –sentenció Razer.

-Veo que lo has pillado –respondió.

-Bien. Donell envía espías tanto a los terrenos de la facción como de la unión y avisa a los que ya se encuentran allí. Necesitamos cualquier información posible que esté relacionada con un acuerdo entre ambos bandos. No hace falta que se introduzcan de lleno en las áreas donde se encuentren los gobernadores. Bastará con rumores entre la gente o con contactos más externos como soldados o relacionados.

-De acuerdo.

-En cuanto tenga algo os informaré a los demás...

 

-Aah...todo esto cada vez se está liando más –comentó Miruru una vez salieron de la reunión.

-Por ahora lo único que podemos hacer es seguir con el entrenamiento –respondió Kai.

-Sobre eso ya he pensado algo después de veros –declaró Quattuor.

-Estás en todo, Quattuor –se sorprendió Kareth.

-De alguna manera no me ha sonado bien eso de que ya has pensado algo.

-Dije que os entrenaría según vuestras capacidades, así que creo saber que os hace falta...más o menos...

Sarah frunció el ceño. La chica no parecía muy convencida de ello.

-En cualquier caso, ¿no deberíamos cambiar la estrategia? –preguntó Kai- Teniendo en cuenta que ahora el objetivo es enfrentarnos a dos bandos a la vez, es posible que necesitemos replanteárnosla.

-No te preocupes por ello. Seguiremos de la misma forma. Aunque haya más soldados en el frente el camino sigue siendo el mismo, sólo que con más piedras que patear.

-Ya...

 

Volviendo de nuevo al terreno en el que se había desarrollado la prueba de combate contra Quattuor, el hombre se situó frente a sus alumnos quienes se mantuvieron esperando los planes que tenía para ellos.

-Bien. Vosotros tres conmigo –dijo señalando a Kareth, Sarah y Nara-. Vosotros dos iréis por vuestra cuenta –esta vez se refirió a Miruru y Kai- Vamos.

-¡¿Eso era todo lo que tenías que decir?! –exclamaron todos al unísono.

-Ah, cierto, quizás debería explicaros el porqué...que aburrimiento...

-¡Un día de estos pienso cavar tu tumbar con mis propias manos! –gritó la peliazul irritada.

-Fuiste tú la que me metiste en esto así que no te quejes.

-¡Ugh!

 

La chica se quedó en silencio. El descendiente había dado en el clavo.

-Os explico. Kareth, tienes buena habilidad con las armas pero estás muy verde para enfrentarte a un descendiente. Ahora que careces del núcleo probablemente morirías en el primer segundo. Sin embargo, me llama la atención aquello en lo que te transformaste la otra vez, quizás si aprendes a controlarlo podría ser de lo más útil.

 

Miruru, Nara y Kai se mostraron intrigados al respecto. De los presentes, eran los únicos que no habían tenido contacto con “aquello”.

-Pero ni siquiera sé exactamente qué ocurrió...

-Me temo que no tenemos muchas más opciones en este momento. Tendremos que probarlo.

El chico no se mostró muy convencido.

-En cuanto a ti, peliazul. Me interesa esa técnica que has mostrado antes. Quizás podríamos intentar darle un nuevo enfoque.

-...

-Por tu parte –dijo girando la cabeza hacia Nara-, te encargaras de curarlos a ambos. Sería conveniente que te acostumbraras a ese poder tuyo.

 

La joven se sintió aliviada de que no pretendiera usarla para alguna clase de tortura como aquella vez en los terrenos de la unión.

-Y vosotros dos –Quattuor se encaminó a Miruru y Kai-, parece que os coordináis bastante bien, así que sería conveniente que centraseis vuestro entrenamiento en ello. Además, creo que seréis buenos oponentes el uno del otro. Conoceros mejor en base a eso es algo que os ayudará a crecer. Lo mismo os digo a los demás. Otra de las razones por las que os divido en grupos. ¿Estáis de acuerdo?

Sin terminar de tenerlo claro, tanto el uno como la otra asintieron.

-Bien. Hecho esto, mañana comenzaremos. Descansad bien, os va a hacer falta...

 

-Así que conocernos mejor –murmuró Miruru.

Sentada sobre el suelo de su habitación parecía ensimismada, cavilando sobre el plan de entrenamiento propuesto por Quattuor.

 

De repente alguien tocó a la puerta.

-¿Miruru? –era la voz de Kai.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! –pillándola por sorpresa, la chica se ruborizó, levantándose lo más deprisa que pudo para tropezarse con su propia cola y darse de frente contra el suelo- ¡Uaaah!

-¡Oye! ¡¿Estás bien?! ¡Voy a entrar! –preocupado, el joven abrió la puerta encontrándose con la escena- ¿Qué diablos estás haciendo? –preguntó esbozando una sonrisa irónica al ver a la chica con el trasero hacia arriba y la cara contra la superficie de la habitación.

-Na...nada...

 

Todavía con los ojos llorosos, Miruru dejó que Kai pasase un paño con agua fría por la frente, donde se le había hecho un chichón.

-Tienes que tener más cuidado.

-¡Ay! ¡Eso duele! –se quejó ella.

-Lo siento. Si tuviese algo de hielo probablemente sería mejor...

Mientras la chica se acariciaba la frente, él observó el movimiento de su cola.

-¿No te resulta molesta? –preguntó Kai.

-¿Huh? ¡Ah! La verdad es que estoy bastante acostumbrada. A veces puede ser un fastidio, como aquella vez en el torneo cuando la pisaron...

-Ah, sí. Lo recuerdo bien. Te enfadaste muchísimo.

-¡¿Sabes lo que duele?!

-Bueno, nunca he tenido cola así que me es imposible...

-Además, es parte de mi cuerpo, no es como que me guste que sea tocada y mucho menos pisada.

-Me hago una idea...

Los dos se quedaron en silencio durante unos instantes.

-Aunque...quizás no me importaría si fueses tú quien la tocase... –murmuró.

-¿Has dicho algo?

-¿Eh? ¡N-no! ¡Nada!

La chica desvió la mirada con expresión comprometida.

“¿Por qué diablos se me ha ocurrido decir algo así? ¿Qué es lo que me ha pasado?”

-¿Qué edad tienes, Miruru?

-¿Huh? ¿A qué viene esa pregunta tan de repente?

-Bueno, Quattuor dijo que sería bueno conocernos mejor. Y me he dado cuenta de que no sabemos algo tan simple el uno del otro. Por mi parte, tengo veinticinco, ¿y tú...?

-...

-¿Miruru?

La joven giró la cabeza de forma que Kai no le viese la cara.

“¡¿Ha dicho veinticinco?!”

-¿Te encuentras bien?

-¡Sí! C-creo que sí...

-¿Y bien?

-... –se mostró dubitativa.

-Vamos, ¿o eres de esas personas a las que les importa decir su edad? ¿Acaso no la recuerdas? –bromeó.

-Qu...

-¿Qu...?

-Quince... –murmuró ella.

-¿Qué?

-¡Quince! ¡Quince años! –gritó ella tapándose la boca poco después.

Kai se quedó de piedra. A su vez, la joven bajó la mirada.

-¡¿En serio?! ¡Y-yo habría dicho unos veinte o así!

-¡Me he desarrollado rápido, ¿vale?! ¡¿Acaso importa?! ¡S-suele ser algo común en los semidioses!

“¿Por qué me siento tan avergonzada?” pensó Miruru.

-¡No es que importe! ¡Simplemente estoy sorprendido! ¡No me veo sacándote diez años!

-¡No digas cosas como esas, viejo estúpido!

-¡¿Pero por qué te enfadas tanto?! ¡Yo no te he insultado!

-¡Sí lo has hecho!

-¡¿Qué dices?! ¡Te estás comportando como una niña!

-¡Es así como me consideras, ¿verdad?!

-¡Pues ahora mismo sí, niñata!

-¡Viejo!

-¡¡Niñata!!

-¡¡Viejo!!

 

Sus caras se fueron acercando conforme se insultaban, llegando un momento en que tanto sus expresiones como la situación se había vuelto tan ridícula que, de repente, ambos esbozaron una pequeña sonrisa que rápidamente se convirtió en una carcajada, provocando que se tirasen al suelo sujetándose el vientre.

 

Limpiando las lágrimas que caían por sus mejillas, los dos volvieron a sentarse.

-Qué situación tan estúpida... –dijo Kai tosiendo.

-Tienes razón...siento haber actuado de esa manera –se disculpó Miruru una vez se encontró más relajada.

-Olvídalo. Ni lo he tenido en cuenta realmente. ¿Sabes? Creo que Quattuor tenía razón.

-¿En qué?

-En lo de que nos coordinamos bien.

-...

-Esforcémonos en estos juntos, Miruru –el chico alargó la mano.

La cara de ella se iluminó mientras alargaba la mano para estrechar la de él.

-¡Claro!

 

A la mañana siguiente se reunieron de nuevo, dividiéndose en los grupos que Quattuor había predispuesto.

-Toma –Quattuor le lanzó algo a Sarah.

-¿Huh? ¿Un arco? –confusa, la chica levantó el arma y observó cada parte de su estructura como intentando descubrir alguna trampa- ¿Por qué un arco?

-Vas a practicar con armas de largo alcance.

-Mm...no es como que no tenga práctica con ellas. De hecho recuerdo que se me daban bastante bien, pero, siempre he sido más de armas de corta distancia...

-Este arco es un poco diferente a los demás. Tanto él como las flechas están imbuidos en Radiar.

-Recuerdo que Lethos usó algo parecido cuando luchó contra mí. Fue lo único que pudo dañarme pese a que tenía el Núcleo de Jade.

-Sólo estas armas podrían matar a un descendiente con el núcleo. El Radiar puede interaccionan entre sí provocando una especie de resonancia, de esa manera la regeneración se altera, impidiendo que pueda producirse. Sin embargo dudo que él pudiese sacarle todo su potencial.

-¿A qué te refieres?

-Este tipo de armas requiere que el usuario sepa utilizar dicho principio de resonancia, y para ello hay que saber centrar el propio Radiar de la persona en un punto en concreto.

Quattuor se acercó a un par de rocas que había dejado ahí con anterioridad. Cogió una de ellas y la lanzó al aire. Al golpearla ésta se hizo trocitos pequeños.

-Esto es lo que ocurriría en un caso normal.

Acto seguido cogió la otra roca e hizo lo mismo, sólo que esta vez la roca se convirtió en polvo, desapareciendo en el viento.

-Y esto es en caso de que el Radiar haya sido concentrado en un punto concreto. En este caso, mi puño.

 

Dicho esto se acercó a la chica.

-El Sword Target que usas requiere que concentres el Radiar. En este caso en tus dedos, dando lugar a los resultados que ello conlleva, y a su vez, puede transmitirse a armas imbuidas en Radiar mediante ese principio de interacción.

-Creía que el Radiar únicamente desbloqueaba las limitaciones cerebrales para dar lugar a la mejora de las capacidades físicas y psíquicas de la gente.

-Al parecer el Radiar llega por sangre hasta el sistema nervioso y se transmite junto con los neurotransmisores durante el envío de información desde el cerebro, accediendo a zonas cerebrales a las que los primeros de por sí no podrían acceder.

-Y es por eso que puede concentrarse en zonas concretas al transmitir la información hacia una extremidad.

-Así es, pero no es la única forma de hacerlo. Personas con capacidades psíquicas también puede hacer resonancia con artefactos que tenga las mismas características que este arco sin necesidad de mantener contacto con ellas. Hay casos por ejemplo de vehículos que no necesitan combustible para poder moverse o cosas por el estilo.

-Entiendo –dijo Kareth-, pero entonces, ¿por qué no se han usado más estas armas durante la guerra?

-Porque concentrar el Radiar en la mano para golpear más fuerte es una cosa pero transmitirlo hacia un arma en contacto con ella es más complicado. Requiere una mayor concentración y una mayor experiencia. Esto también se aplica a aquellos con capacidades psíquicas.

-Ya veo.

-Si aprendes el principio de resonancia con armas a distancia podrías llevar el Sword Target a un nuevo nivel.

Sarah observó de nuevo el arco y sonrió.

-De acuerdo.

-Ahora faltas tú –dijo el hombre refiriéndose a Kareth.

-Ya te dije que no sé cómo me transformé en aquello. Ni siquiera tengo recuerdos de lo que pasó.

-¿Ni siquiera cual fue el motivo que lo desencadenó?

Kareth miró fijamente a Quattuor. Tras esto desvió la vista, mostrándose pensativo.

-Recuerdo que quería poder para poder salvarlos a todos...

-La necesidad de proteger a los demás...

Ambos se quedaron en silencio durante unos instantes hasta que Kareth se dio cuenta de algo.

-¡Espera! ¡Ni se te ocurra, Quattuor!

-¡¿Qué estás haciendo?! –se quejó Nara, quien acababa de ser cogida del cuello por el descendiente- ¡Suéltame!

-¿Quattuor? –Sarah se quedó perpleja sin estar segura de lo que estaba ocurriendo.

-¡No serás capaz! –exclamó Kareth.

-¿De verdad? –el hombre movió con rapidez el brazo libre hacia el estómago de la chica, atravesándola de parte a parte y provocando que esta escupiese sangre por la boca. Los brazos de ella dejaron de forcejear, cayendo inertes.

 

Dejándola sobre la arena, se dirigió hacia Sarah, cuyos ojos se encontraban muy abiertos y dejaban caer lágrimas por sus mejillas, incapaz de mover un solo músculo.

 

Las rodillas de Kareth se posaron sobre el suelo, sin poder creer lo que acababa de ver.

-Si no te das prisa, otra persona morirá, chico –dijo Quattuor mientras se disponía a realizar el mismo movimiento sobre la peliazul.

 

En ese momento, el joven sintió que algo comenzaba a moverse en su interior.

“Tengo que hacer algo, tengo que hacer algo, tengo que moverme”

Sus extremidades y cuerpo comenzaron a palidecer a la vez que crecían, adquiriendo garras afiladas y un hocico alargado.

 

Después de haberse transformado, el monstruo que anteriormente había sido un joven de dieciocho elevó la cabeza hacia arriba y emitió un horrible gruñido que se escuchó por todos los alrededores.

-Parece que después de todo si que has podido transformarte –comentó Quattuor mientras se encaraba a la bestia. Esta bajó la cabeza y volvió a gruñir, mostrando una clara ira hacia él-. Veamos de lo que eres capaz ahora, chico.

56: The three global powers 4
The three global powers 4

Mientras los otros cuatro se disponían a empezar con su entrenamiento, Kai y Miruru hicieron lo propio con el suyo.

-¿Qué estrategia sugieres? –preguntó Miruru.

-En lo que respecta a este tipo de equipos, lo más sensato suele ser que uno tome un papel más defensivo y otro uno más agresivo o de ataque. Lo que nos deja dos variantes: la primera, una en la que yo sea el atacante y tú el defensor; y la segunda, una en la que tú seas el atacante y yo el defensor.

-¿Y la más conveniente es...?

-Ambas.

-¿Ambas?

-Sí. Si hablamos de un atacante y un defensor, el atacante se encargaría de un enfrentamiento directo con el enemigo, sin preocuparse por escudarse ya que ése sería el trabajo del que defiende, no obstante eso da lugar a que realmente sólo luche uno de nosotros. Además, en caso de que el adversario consiga llegar hasta el defensor, puesto que éste ha concentrado su estrategia en la protección de su compañero, le resultaría más difícil el idear una manera de evadir el ataque.

-Ya veo.

-Así pues, si aprendemos a interactuar con ambas estrategias...

-...habrá un defensor y un atacante en cada momento.

-Correcto. En mi caso, el uso de los espíritus podría tomar un carácter más defensivo mientras que Hel tomaría el rol ofensivo. Tú eres mucho más multifuncional que yo así que deberías tener menos problemas en cambiar de un papel a otro.

-Es posible, pero eso no quita que siga teniendo problemas en el cuerpo a cuerpo. Incluso tras lo que me enseñaste, quizás valga para mercenarios o gente de la misma calaña pero para usuarios de Radiar...

-Tenemos que centrarnos también en ese problema, aunque en caso de que sea yo el defensor, siempre puedo llamar a Kagami.

-Es una buena opción. Como sea, creo que puedo utilizar mi poder para situar obstáculos defensivos y como ataque...

-No creo que sea necesario decir nada más –sentenció Kai con una sonrisa irónica.

La chica le devolvió el gesto.

-El trabajo en equipo puede ser más complicado que luchar en solitario –declaró ella.

-En parte tienes razón pero depende de la coordinación del equipo. Si ésta es buena, resulta más letal que la actuación de una sola persona. Por el momento repasemos autodefensa, resultará de utilidad en caso de emergencia.

 

Miruru asintió a la proposición del joven y los dos se pusieron en guardia. Sin embargo, en ese momento una figura pasó volando justo a su lado, chocando contra la arena y levantando una gran cantidad de la misma.

 

Al girar la cabeza hacia el origen del que procedía aquella figura, los dos compañeros descubrieron a un ser de gran tamaño, color blanco, hocico alargado y garras afiladas.

-Eso es...como lo que vimos en los territorios de la unión...

-No...es distinto... ¿por qué su piel es de color blanco? Es más, ¿de dónde ha salido?

-Ese es Kareth.

Quattuor apareció desde atrás, revelándose como la persona que acababa de ser lanzada.

-¡¿Kareth?! ¡¿Qué diablos le ha pasado?!

-Digamos que le he hecho enfadar un poquito...

 

Mientras tanto, Sarah se acercó al cuerpo de Nara, quien no se había movido desde que el descendiente de Gaia la había atravesado.

 

La peliazul alargó la mano hasta alcanzar el rostro de su amiga, todavía sin terminar de creerse lo que acababa de suceder.

-Nara...

 

De repente, la joven abrió los ojos y levantó la mitad superior de su cuerpo provocando el susto en Sarah, quien saltó hacia atrás cogiendo el arco por acto reflejo.

-T-tranquila –dijo Nara situando las manos frente a ella para pedirle que se detuviese-. Estoy bien.

-¿Pero qué...? ¿C-cómo es posible? Tanto Kareth como yo vimos cómo Quattuor te atravesaba de parte a parte...espera...ahora que me fijo... ¿Dónde está tu herida? –preguntó buscando un agujero en el estómago o algo que se le pareciese.

-Me temo que lo que buscas está aquí.

Señalando una pequeña herida en el costado, Nara situó la mano sobre ella, comenzando a regenerarse.

-¡¿Qu-qué significa esto?!

-C-cálmate, Sarah. Es algo que decidimos ayer. Deja que te lo explique...

 

“Nara entró en la habitación que compartían Kareth y ella, dejándose caer sobre la cama.

-Ese tipo...Quattuor...hay algo en el que no me gusta...parece buena persona pero es como si siempre hiciese lo que le da la gana...

-Sí. Creo que alguien debería decirle cuatro cosas.

-¿Verdad? Quiero decir. Le estoy muy agradecida por todo lo que ha hecho por nosotros pero ésta no es manera de tratar a la gente. Además, aquella vez que me pidió que curase a ese hombre para torturarlo. ¿Realmente era necesario?

-Eso, eso, debería haberlo matado y ya está.

-¿No crees que eso es un poco excesivo? Con asustarlo un poco hubiese bastado.

-¿Y qué hubiese sido lo correcto?

-No sé...cuando trabajaba con mi tío dejar sin comida a una persona solía servir bastante bien como amenaza...

 

De repente la chica se dio cuenta de que había algo extraño en que mantuviese una conversación con alguien cuando supuestamente estaba sola. Al mirar de quién se trataba se encontró con Quattuor, cruzado de brazos, delante de ella.

-¡Uaaaaaaaaaaaah! –exclamó mientras se arrastraba hacia atrás hasta que se golpeó la cabeza contra la pared, agarrándose ésta poco después por la parte adolorida- ¡¿N-no sabes llamar a la puerta?!

-Lo primero es que estaba abierta, y lo segundo, me impresiona lo que has tardado en darte cuenta de que estaba aquí.

-¡Aun así, tienes que tocar la puerta antes! ¡¿S-sabes el susto que me has dado?!

-Bah, como sea. No he venido aquí con esa intención. Necesito que me ayudes en algo más.

-¿Huh? –deteniendo sus quejas, y todavía con pequeñas lágrimas en los ojos por el dolor, levantó la cabeza, confusa- ¿P-para qué me necesitas?

 

El hombre cerró la puerta y avanzó lentamente hasta la cama, sentándose sobre ella. Nara reaccionó alejándose un poco más.

-No voy a morderte...

-Dime ya lo que quieres.

Tras un largo suspiro, Quattuor continuó.

-Supongo que me has escuchado hablar antes sobre una transformación de Kareth.

-Sí... ¿Qué quisiste decir con eso?

-Tú no la llegaste a ver porque en ese momento estabas inconsciente. Estoy seguro de que tiene que ver con el Radiar.

-¿El Radiar puede transformarte?

-No es raro de pensar. A lo largo de tiempo se han dado numerosos efectos secundarios y no todos se conocen.

-... –la chica adoptó una expresión preocupada- ¿Y qué tiene que ver esa transformación conmigo?

-Sólo es una hipótesis pero creo que lo que provocó aquella transformación fue la necesidad de Kareth de hacerse más fuerte para poder protegeros. Por ello, es necesario que se repita el mismo proceso para que pueda volver a transformarse.

-Repetir el mismo proceso... ¡Espera! ¡¿Planeas atacarnos?!

-Con fingir un teatrillo bastará para hacerle creer que estáis en peligro.

-¡¿Qué?! ¡No, no, no, no, no! ¡Ni muerta pienso participar en algo así! ¡Y mucho menos para que Kar se transforme en algo que ni sé lo que es!

-Aunque pueda parecer extraño, entiendo cómo te sientes.

-¿En serio? –Nara se sorprendió.

-Pero necesitamos hacerlo o de lo contrario seremos incapaces de enfrentarnos al proyecto Gaia.

-Me estás pidiendo que engañe a la persona que amo haciéndola sufrir para que se transforme en un extraño ser. Lo siento pero no puedo aceptarlo.

Nara se mostró decidida.

-Si Kareth no gana poder será incapaz de proteger a las personas que quiere, y entonces también sufrirá, sólo que no se tratará de un teatro como en este caso...

-...

-Sé bien que no quieres hacerlo pero es una medida drástica que debe ser tomada.

 

Los dos mantuvieron la mirada en silencio durante unos segundos. En ese tiempo el ambiente se mantuvo tenso, hasta que finalmente, un resoplido de ella lo cambió.

-Sigo sin estar de acuerdo, y probablemente no me perdone por esto, pero accederé a tu propuesta. No obstante, tengo dos condiciones.

-De acuerdo, dímelas.

-La primera es que no vuelvas a pedirme algo así...

-¿Y la segunda?

-Quiero que protejas a Kareth pase lo que pase.

-¿Y para algo tan importante sí confías en mí?

-Si accedo a esto, sí, te confiaré su vida.

Quattuor se impresionó con la actitud de ella.

-¿Sabes? Pensé que era una simple niña debilucha pero creo que me equivoqué.

-¡E-eso no se le dice a una persona cuando la tienes delante!

-Tampoco es bueno hablar de alguien a sus espaldas, ¿no es cierto? –dijo mientras esbozaba una sonrisa maligna.

-Ugh...

 

-Antes que nada necesito comprobar una cosa.

-¿Qué vas a hacer?

El hombre sacó una pequeña daga que había escondido en la zona del tobillo y extendió la mano para que ella le tendiese la suya.

-Sólo voy a hacerte una pequeña herida. Apenas te dolerá.

-De alguna forma, ya estoy empezando a arrepentirme –respondió ella mientras levantaba tímidamente la extremidad.

 

El hombre acercó la hoja del arma a la piel de la chica y realizo un pequeño corte.

-Bien, ahora utiliza tu poder para curarla.

-Ah, vale.

Dicho esto acercó la mano hasta la herida, dando lugar a que se regenerara.

-Tal y como pensaba, también funciona contigo misma.

-¿Y por qué necesitabas saber esto exactamente?

-Bueno, tendremos que hacer que el teatro sea mínimamente realista por lo que te heriré un poco en el costado para ello. Cuando lo haga simplemente tendrás que morder esto.

Acto seguido le dio una pequeña bolsita rellena de un líquido rojizo.

-Sitúalo debajo de la lengua, y cuando te ataque, muérdelo.

-¿Qué pasa si no funciona? -preguntó mientras cogía la bolsita.

-Pues que lo llevamos crudo...

-...

-No te preocupes. Funcionará...”

 

-¡¿Así que todo había sido idea de ese imbécil?!

-S-sí. Aunque, en parte, supongo que también es culpa mía...

-¡Para nada! ¡Es únicamente culpa suya! ¡¿Pero que clase de idea es ésa?! ¡¿Sabéis el susto que me habéis dado?! ¡¿Y qué plan tiene ahora para detener a Kareth?! ¡¿Qué es lo que piensa hacer?!

-S-Sarah...me estás asustando ahora tú a mí...

-Aaah...

Suspiró la chica acostándose sobre la arena.

-Maldita sea...

-Así que eso fue en lo que se transformó... –dijo Nara mientras observaba al monstruo que atacaba sin descanso a Quattuor.

La peliazul giró la cabeza hacia el mismo lugar.

-Sí...

-Me pregunto si estará sufriendo mucho... –llevándose una mano hacia el pecho, la apretó fuertemente contra sí.

 

De nuevo, otra de las garras de Kareth se precipitó contra el otro descendiente quien consiguió esquivarla por los pelos.

-No esta mal pero vas a necesitar ser un poco más rápido.

El hombre se lanzó hacia su contrincante y lo golpeó en la cabeza, sin embargo éste ni se inmutó, enviándolo de otro zarpazo al suelo.

-También te has vuelto más resistente –comentó mientras se incorporaba, recibiendo un ataque frontal de las dos extremidades delanteras del enemigo, el cual consiguió detener con ambas manos.

 

La presión que ejercía la bestia sobre él era tan fuerte que sus pies comenzaban a hundirse en la arena. Fue en ese momento cuando un brazo esquelético de gran tamaño golpeó el costado del monstruo logrando derribarlo.

-Buen trabajo, chico.

-Agradécemelo después –comentó mientras se situaba a su lado. Tras él se encontraban los brazos de Hel mientras, al otro lado del chico, Miruru mantenía la mirada fija en el adversario.

-¿Qué es lo que estás intentando exactamente?

-Inmovilizarlo.

-¡¿Inmovilizarlo?! ¡La última vez que vi algo como eso se necesitaron cuatro personas para hacerlo!

-Bueno, estáis vosotros dos y yo que valgo como dos.

-¡Contad conmigo también! -detrás de ellos apareció Sarah, manejando el arco que le había dado Quattuor- Cinco debería ser suficiente.

-¡Ahí viene!

 

Moviéndose a mayor velocidad de la esperada, teniendo en cuenta su tamaño, el monstruo se acercó a su posición y se lanzó en salto hacia ellos, quienes evadieron el ataque hacia los laterales.

-¿Qué es lo que piensas hacer una vez lo inmovilices? –preguntó Kai.

-¿No es obvio? Hacerle entrar en razón.

-¡¿Y cómo diablos piensas conseguir eso?!

-Ya se me ocurrirá algo una vez lo reduzcamos.

 

Teniendo demasiadas presas en las que fijarse, Kareth no sabía a quien dirigirse. En ese momento, una fuerza invisible comenzó a elevarlo por uno de los laterales pretendiendo girarlo de espaldas al suelo.

-¡Bien hecho, Miruru! –exclamó Kai. No obstante, la chica parecía tener dificultades ya que tanto el peso como la fuerza que ejercía la propia bestia impedían que la chica pudiese cumplir del todo su objetivo.

 

Intentando aprovechar la oportunidad dada, Sarah disparó una de sus flechas hacia el vientre del monstruo saliendo rebotada por su dura piel.

-Todavía no consigo acostumbrarme a transmitir el Radiar.

 

Al momento, Kareth levantó una gran cantidad de arena en el aire cegando a ambas chicas. Recuperando el equilibrio, atacó a Miruru, quien, medio incorporándose de la repentina ceguera, consiguió levantar un cúmulo de tierra delante de ella que detuvo parte de la fuerza del golpe, recibiendo únicamente la onda de choque de éste y que sólo provocó que cayese al suelo.

 

Acto seguido, las manos de Hel agarraron la cabeza de la bestia y la estamparon contra el suelo. Al mismo tiempo, Quattuor apareció desde arriba golpeando su espalda y provocando que apoyase su vientre sobre la superficie.

 

Kareth se mantuvo en esa posición durante un momento sin moverse.

-¿Lo hemos conseguido? –preguntó tímidamente Kai.

 

Por su parte, y lejos de rendirse, la bestia se levantó con fiereza, deshaciéndose del agarre de Hel y de Quattuor, quien seguía encima de ella.

 

Fue entonces cuando, desplazándose hacia atrás, comenzó a concentrar algo en su boca.

-¿Qué está haciendo?

Una luz rojiza tomó forma en lo más profundo de su garganta.

-¡Cuidado!

Una vez finalizado el proceso, una energía de color rojo, parecida a la de un láser, fue dirigida a gran velocidad hacia Kai quien, sorprendido, no tenía tiempo de esquivarla. Sin embargo, Miruru logró hacer que cambiase de dirección, evitando que desintegrase al joven.

 

Por el contrario, los males no acababan ahí, ya que el cañonazo se dirigía esta vez hacia la villa de los Rebeldes.

-¡Mierda! –exclamó Kai.

-Chst...

En ese instante, Quattuor logró situarse justo enfrente del rayo de energía y, haciendo que la musculatura de su brazo aumentase de manera anormal, golpeó fuertemente aquella luz roja, dando lugar a que chocase contra tierra y causando una gran explosión.

 

-¡Quattuor! –Sarah corrió hacia el hombre.

Mientras tanto el resto todavía se preguntaba qué había sido esa extraña energía lanzada por la boca del ser.

-Podría haber incinerado la villa completamente... –se impresionó Miruru.

 

Adentrándose entre la polvareda, la chica peliazul llegó hasta el descendiente. Éste todavía seguía en pie, lo que produjo un gran alivio en ella, no obstante cuando se acercó más descubrió que se estaba sujetando el brazo. En ese instante, la joven se llevó la mano a la boca. La extremidad del hombre mostraba un estado lamentable, ensangrentada y claramente fracturada por varios sitios.

-Quattuor...

-Esa cosa...

Era la primera vez que Sarah veía preocupación en el rostro de él.

 

La pesadilla aún no había acabado. Sin intención de detener su ataque y percibiendo la debilidad de sus presas, se dispuso a realizar por segunda vez el mismo ataque.

-No puede ser...es imposible que podamos desviar otro ataque como ese...

 

La energía saliendo de su boca era cada vez mayor. Parecía que iba a ser incluso más potente que el anterior.

-¡Miruru!

Abrazando a la chica, Kai la cubrió con su cuerpo a la vez que invocaba a Kagami para protegerse de ello sin saber en que resultaría, pero, justo cuando el cañonazo iba a salir desde su origen algo detuvo a Kareth de dispararlo.

 

Delante de la bestia, con los brazos en cruz y mirada que denotaba miedo y sufrimiento, se encontraba Nara.

-¡Kareth! ¡Ya basta, por favor! ¡Detente!

 

El chico transformado no daba señales de comprender sus palabras pero por algún motivo hizo que poco a poco la luz fuese menguando.

-¡Sé que estás sufriendo pero tienes que ser más fuerte que lo que te controla! ¡Sólo tú puedes vencer, Kar!

La chica se fue acercando poco a poco a Kareth.

-¡Soy yo! ¡Estoy bien, no pasa nada! ¡Todo saldrá bien, estoy contigo! ¡Estoy segura de que puedes conseguirlo!

La bestia únicamente observaba a la joven caminar. Ya no quedaban resquicios de aquella luz roja.

 

Nara llegó hasta la transformación y acarició su piel suavemente. Emitiendo un pequeño gruñido, ésta comenzó a hacerse cada vez más pequeña, recuperando la forma del joven que había sido anteriormente, hasta que, inconsciente, se dejó caer sobre los brazos de ella.

-Bien hecho, Kareth. Ya pasó todo.

 

Suspirando de alivio, Kai deshizo el poder del espíritu.

-Menos mal... ¿estás bien, Miruru? –preguntó mientras volvía la vista hacia la chica, a la que sujetaba fuertemente contra sí.

 

Dándose cuenta de la situación se alejó levemente de ella, ruborizándose un poco.

-Perdona si he sido un algo brusco...

Ella, con la mirada en el suelo, negó con la cabeza.

-Muchas gracias, Kai –dijo mientras le mostraba una dulce sonrisa al joven, provocando que su pulso se acelerase.

-N-no, gracias a ti...

 

Sarah y Quattuor observaban la escena entre Nara y Kareth algo más alejados, este último apoyado sobre el hombro de la peliazul.

-Sin duda, esa chica es más interesante de lo que me pensaba...

57: The three global powers 5
The three global powers 5

-Así que has venido… ¿cómo has llegado hasta mí?

-Digamos que tengo una carta de recomendación.

Sentado sobre el suelo de piedra de un pequeño patio, el chico se encontraba frente a una armadura hueca con forma humana.

 

En el centro de lugar se hallaba una pequeña fuente con una especie de holograma perteneciente a un planeta que el joven conocía muy bien. El suyo propio.

Más allá de ese patio estaba la nada, la inmensa nada.

-¿Una carta de recomendación? –con voz grave y resonante, la armadura continuó la conversación-. ¿De quién?

Detrás del chico comenzaron a aparecer huesos hasta dar forma a un esqueleto que quedó abrazado a su espalda.

-Ya veo... –dijo la armadura calmando su voz- ¿Qué es lo que quieres entonces?

-Necesito tu ayuda. A partir de ahora voy a enfrentarme a batallas mucho más difíciles. Tu poder será imprescindible para lo que se avecina.

-¿Y por qué debería interesarme la lucha de los humanos? No son seres que merezcan la pena.

-Pensaba que tenías interés en el combate.

-No contra ellos. Tan débiles...

-¿Y si te dijera que nuestro enemigo es un dios?

-¡¿Un dios?! ¡¿Qué clase de dios?!

-El dios del planeta que se encuentra sobre esa fuente.

-Gaia...

 

Se hizo el silencio en el patio de piedra tras lo cual se escuchó una larga risotada por parte de la armadura.

-¡Eso sí es interesante! ¡Quizás todavía pueda divertirme! Haré un contrato contigo, pero debes prometerme que sólo me usarás cuando de verdad merezca la pena. Si el combate me resulta aburrido, ten claro que te mataré...

-No pienses que me dejaré incluso si eso ocurre.

La armadura volvió a reírse.

-No está mal, dime el nombre por el que me invocarás y con quién debo firmar el contrato.

-Tu nombre será el de End –tras decir esto se levantó del suelo y miró decidido a la armadura-. Mi nombre es Kai.

-Como desees, Kai. Con el nombre de End, uno de los cuatro Infernos se unirá a ti en tu objetivo. Así sello mi contrato contigo...

 

Kai despertó en mitad de la arena. A su lado se encontraban dos chicas, una de las cuales tenía aspecto fantasmal, y la otra presentaba una cola que se movía nerviosa de un lado a otro. Un tercer individuo rodeaba al joven con unas manos grandes y huesudas, como protegiéndolo.

-¿Qué tal ha ido? –preguntó Miruru intrigada.

-He conseguido hacer un contrato con él pero al parecer tiene algunas condiciones al respecto. En cualquier caso, lo tenemos de nuestro lado.

-¡Bien! –se alegró la chica levantando los brazos.

-Gracias, May, Hel.

La chica fantasma asintió y se esfumó en el aire. Al mismo tiempo, las manos del ser se introdujeron bajo sendos agujeros negros en el suelo.

-No creo terminar de acostumbrarme del todo a la visión de May. Al contrario que otras invocaciones ella es...tan humana...

-En su día puede que muchos espíritus y otros seres del más allá lo fuesen. En cualquier caso, necesitaba a May y Hel para tener un medio de huida en caso de que la cosa pintase mal. Nunca debes fiarte al tratar con el más allá.

-¿Ya has tenido algún problema antes?

-Sí. Por no hablar de las pequeñas “discusiones” con Hel –comentó mientras se levantaba-. ¿Cómo les va a ellos?

-Parece que bien –respondió la semidiosa sonriendo.

 

Mientras tanto, no muy alejados de allí, Sarah y Kareth se enfrentaban a Quattuor. El hombre se defendía como podía de ambos, cuya manera de coordinarse resultaba de lo más molesta para su contrincante.

 

Disparando una de sus flechas, la chica hizo que el suelo explotase cerca del descendiente, levantando una gran cantidad de arena y creando un punto ciego para el ataque de Kareth, quien golpeó a Quattuor en el pecho con un brazo monstruosamente grande y de color blanco.

 

Continuando con el ataque, el chico transformó también su otro brazo, juntando ambos en el aire y golpeando como un mazo sobre el hombre, quien detuvo el golpe con sus manos pero que, debido a la fuerza del ataque, no pudo evitar hundirse en la arena.

 

Tras esto, Kareth devolvió a sus extremidades la forma original y encogió las rodillas en señal de agotamiento.

 

Al momento se escucharon palmas procedentes de alguien cercano a la pelea. Cuando los dos se giraron para ver de quién se trataba, vieron aparecer a Razer.

-¡Increíble! ¡Eso ha sido un buen golpe, Kareth!

-Gracias, supongo.

-¿Qué haces aquí? –preguntó Sarah situando el arco en su espalda.

-Sólo estaba viendo vuestro entrenamiento como otras veces. Aunque bien es cierto que os traigo nuevas. Se ha especificado la fecha en la que se hará la alianza.

-¿Y bien?

-Según nuestros espías, dentro de una semana en los terrenos de la facción.

-Parece que hemos tenido suerte –declaró Quattuor mientras se quitaba la arena de encima-. En una semana tendremos tiempo más que suficiente...

 

Habían pasado aproximadamente unas tres semanas desde que Kareth se había transformado por primera vez. Desde entonces todos habían estado entrenando mejorando sus fortalezas y venciendo sus debilidades.

 

De vez en cuando, Razer también había venido a ver los entrenamientos aunque nunca participaba. Esto llevaba a los demás a preguntarse si practicaría por su cuenta, aunque por lo que había dicho Quattuor el primer día, no pensaba que le hiciese falta. Eso aumentaba más el misterio sobre las capacidades del joven.

 

Pese a no haber practicado en combate, Nara también se había acostumbrado al uso de sus nuevas habilidades, pudiendo dar auxilio a más de una persona al mismo tiempo, aunque parecía que había cierta limitación en lo que podía curar ya que el brazo destrozado de Quattuor tras recibir el cañonazo de energía de Kareth transformado no pudo ser restaurado por ese medio.

Asimismo, Kareth le había enseñado defensa personal para que tuviese una base en caso de que lo necesitase.

 

Cuando llegaron a la sala de reuniones, todos se dejaron caer sobre las sillas, claramente cansados.

-Por fin podemos tomarnos un respiro...

-Han sido tres semanas de entrenamiento intensivo.

-Estáis hechos unos flojos –se quejó Quattuor exhalando un suspiro.

-¡¿Y de quién es la culpa de que estemos así?!

-Bah, como sea. Hoy os tomaréis un descanso. Podéis hacer lo que queráis. Mañana partiremos hacia los territorios de la facción usando los túneles de alcantarillado.

-¿Cuánto tardaremos en llegar allí? –preguntó Kai.

-Aproximadamente cuatro o cinco días deberían ser suficientes. Si es posible, estaría bien llegar con algo de antelación. Así podríamos informarnos mejor sobre la situación de la zona y actuar en consecuencia.

-Aproximadamente seremos unas once personas –dijo Razer-. Vosotros seis, cuatro de mis espías y yo.

-Suficientes para una misión de sigilo. Estoy pensando en que sería bueno que nos dividiésemos en dos grupos.

-¿Dos grupos? ¿Qué es lo que pretendes?

-Tenemos el hecho de que la población de la facción ya ha tenido algunos problemas con su propio gobernador por el empleo de recursos para el desarrollo militar. Si a eso le sumamos la repentina alianza con la unión, es lógico que tanto dudas como rencores hacia los nuevos aliados incremente en parte esos problemas, e incluso puede que los fieles al gobernador se sientan inseguros. Así pues, la misión de uno de los grupos será la de dar lugar a una revuelta. De esta forma los soldados se verán obligados a intervenir y la confusión nos favorecerá para la infiltración.

-Pero incluso aunque aprovechemos eso, los soldados pensarán que formamos parte de la revuelta.

-No si nos hacemos pasar por ellos –dijo Kai-. Uno de mis espíritus tiene la capacidad de crear ilusiones. Su habilidad sólo actúa hasta cierta distancia pero mientras permanezcamos juntos no habrá problema.

-Qué conveniente...

-Sí, siempre y cuando no les de por tomar sus condiciones de contrato en ese momento resultará de lo más conveniente –el chico esbozó una sonrisa irónica al recordar su lucha contra Drake y cómo algunos de los espíritus le dejaron tirado en ese momento.

-De acuerdo. Organizaremos los equipos cuando nos reunamos con mis compañeros –dicho esto, Razer sentenció aquella pequeña reunión.

 

-¿Huh? ¿Qué es esto?

Nara se detuvo en su camino hacia el dormitorio al divisar una sala en la que había amontonado un gran número de cajas.

-Ah, son cajas de cosas que todavía no se han llevado al almacén principal –explicó Razer-. Ya sabes, tenemos a bastantes grupos distribuidos por todas las zonas del mundo y no es raro que envíen cosas que encuentran, y para las que no le ven un uso inmediato, a este lugar.

 

La chica se acercó a una de las cajas y observó su interior. De repente sus ojos comenzaron a brillar.

-¿N-Nara? –Kareth empezó a sentir un ligero escalofrío por la espalda. Tenía un mal presentimiento- Oye, Razer, no sabrás por casualidad lo que hay dentro de esas cajas, ¿verdad?

Los demás miraron a Kareth con cierta sorpresa.

-No estoy seguro...pero creo que en algunas había varias vestimentas y otros tej... ¿Kareth?

Un sudor frío bajaba por la frente del chico, cuyo rostro representaba el terror en todo su esplendor.

 

Al momento, una mano se posó sobre el hombro del joven.

-Kar...mira lo que he encontrado...

Girando la cabeza lentamente observó lo que parecía un traje de gala colgado de una de las manos de ella, cuya expresión ensombrecida mostraba una siniestra sonrisa.

-Sabes lo que va a pasar ahora, ¿verdad?

-¿A probársela?

-¡Ven aquí!

Un grito estremecedor procedente de Kareth se extendió por toda la construcción, siendo escuchado hasta por Donell, quien todavía se encontraba en la sala de reuniones.

 

-¡¿Qué es lo que pasa, Kareth?! –se exaltó Sarah al verlo en el suelo forcejeando inútilmente con su amiga.

-¡Tú también vienes!

Siendo agarrada por el brazo, la peliazul fue introducida en la sala en contra de su voluntad.

-¡P-p-pero...!

Sin tener tiempo para reaccionar, ya tenía una increíble cantidad de prendas encima de ella impidiendo su movimiento.

-¡Oh! ¡Parece divertido! ¡Vamos, Kai! –exclamó Miruru empujando al aludido.

-¡No! ¡Espera! ¡No me metas a mí también! ¡Socorro!

 

Los únicos que quedaron fuera del conflicto fueron Quattuor y Razer quienes se miraron el uno al otro encogiéndose de hombros.

-Y yo que pensaba que lo había visto todo... –comentó el descendiente.

-Por lo menos hay alguien que se está divirtiendo... –respondió el líder de los Rebeldes.

En ese instante, Nara se situó delante de ellos, provocando que ambos diesen un paso hacia atrás instintivamente.

-¡¿Dónde hay una habitación que se pueda usar como probador?! –preguntó totalmente emocionada.

Como respuesta, Razer señaló hacia la derecha, haciendo referencia a que podía hacerse uso de la habitación adyacente.

-¡Gracias! –dicho esto cerró la puerta, dejándolos con cara de póker.

-Será mejor que nos vayamos antes de que nos coja también a nosotros.

-Creo que es la mejor idea que has tenido nunca...

 

-¡¿Qué es lo que ocurre?! –preguntó Sarah.

-Será mejor que le sigas el juego –comenzó a explicar Kareth con el traje de gala ya puesto-. Desde que la conozco, Nara siempre ha tenido una gran afición por estas cosas, sumándolo al tiempo que lleva sin ver tanta ropa junta, me temo que acaba de entrar en una especie de trance.

-¡Muy bien! Ya está todo dividido. Las chicas se irán a la habitación de al lado. Vosotros dos, no pienso dejaros salir hasta que no os lo hayáis probado todo.

-V-vale...

-¡Vamos!

-¡Uaaaaah! –gritó la peliazul al verse arrastrada por su amiga.

-¡Yo os sigo! –alegremente, Miruru les pisaba los talones, cerrando la puerta tras de sí.

 

Una vez hubo pasado el peligro, Kareth se dejó caer sobre el suelo, soltando un largo suspiro de alivio.

-Hacía tiempo que no la veía de ese modo... –se dijo para sí mismo-. Aunque supongo que no está del todo mal...

Sonriendo ligeramente, el chico miró a su alrededor. Además del desorden causando por Nara, podían observarse otros instrumentos además vestimentas, aunque ninguno de ellos era un arma.

-Supongo que hoy en día es lo más necesario. Es de esperar que no se envíe aquí.

 

De repente se acordó de algo. Técnicamente no era el único hombre que estaba en esa habitación. ¿Dónde se había metido Kai?

 

Levantándose de su sitio, se puso a buscar por toda la habitación, incluyendo debajo de las cajas. Fue en ese momento cuando se fijó en un gran montón de ropa situado en uno de los extremos de la habitación. Al escarbar en él, se encontró con Kai, quien tenía dificultades para respirar y parecía extremadamente cansado.

-¿Te encuentras bien?

-Si te dijera que esta es de las peores batallas que he tenido, ¿me creerías?

Sonriendo, el chico ayudó le ayudó a levantarse.

 

-¿Para qué necesitamos probarnos tantas prendas? –preguntó Sarah mientras le ponían sobre las manos un vestido de color azul- Además...esto no es lo mío...

-Vamos, seguro que estás preciosa con él.

-Esto es probablemente lo más humillante que me han obligado a hacer en toda mi vida.

-Y esto para después –su amiga le puso otro vestido encima.

-Lo retiro...puede ir a peor...

-Vamos, vamos, tampoco es para tanto, Sarah –vistiendo un jersey de lana que sobrepasaba la cintura y unos pantalones vaqueros muy cortos, Miruru daba vueltas sobre sí misma-. ¿Qué tal me queda?

-¡Estás monísima! –exclamó Nara encantada- ¡Dan ganas de abrazarte!

-Ahora entiendo por qué la gente que lo envió lo consideraba innecesario...

-¡Eh! –la chica frente a ella levantó el brazo señalándola con el dedo índice- ¡La ropa nunca es innecesaria! ¡Es uno de los instrumentos más importantes del ser humano! ¡Una de nuestras mayores características! ¡Sin ella careceríamos de protección! ¡Careceríamos de vida! ¡Nunca menosprecies lo que una prenda puede hacer por ti!

-¡Sí! –siguiéndole el juego, la joven rubia levantó la mano como si estuviese en algún tipo de manifestación.

 

Por su parte, Sarah se fijó en que la joya incrustada en la frente de su amiga brillaba como haciendo énfasis en sus palabras. Acto seguido, suspiró.

-Lo que tú digas...cuanto antes acabemos con esto antes me iré de aquí...

-Además, estoy segura de que estás deseosa de impresionar a Quattuor la próxima vez que le veas.

-¡¿QUÉ?!

 

La peliazul se sorprendió, ya no sólo por lo que acababa de decir, sino también porque fuese Nara quien, con sonrisa maliciosa, acababa de insinuarlo. ¿Cuánto podía cambiar la ropa a esta mujer?

-¡N-N-NO DIGAS TONTERÍAS! ¡¿C-C-CÓMO IBA A GUSTARME ESE IDIOTA?!

-Yo no he dicho nada de gustar...

-¡CÁLLATE!

-¿De verdad crees que esto podría impresionar a un chico? –preguntó Miruru inocentemente.

-¡Por supuesto! –asintió alegremente la entendida en prendas de vestir.

La semidiosa se observó a sí misma dejando volar su imaginación, tras lo cual se ruborizó.

-¿Y bien? –Nara se dirigió a la guerrera.

-¡NI BIEN NI NADA!

 

Ya era de noche cuando Kai caminaba por las calles de la villa observando el cielo carente de estrellas. Habiéndose probado la última de las prendas que les habían proporcionado, buscaron la aprobación necesaria para poder marcharse de allí, descubriendo que las chicas, entre gritos y quejas, todavía no habían terminado.

 

De alguna forma, se sentía algo cansado. Más que un día para recuperar fuerzas, había resultado todo lo contrario. Aunque a su manera, había sido divertido.

-¡Kai!

Al darse la vuelta, observó perplejo cómo Miruru venía hacía él vestida con las ropas que había encontrado en aquella habitación.

-¿Qué haces vestida así?

-¿Te gusta? –preguntó ella mientras le enseñaba el conjunto.

El joven, aunque pillado por sorpresa, debía reconocer que había sido una buena elección.

-No puedo decir que no... –comentó mientras se rascaba la nuca.

-Podrías ser más específico... –recalcó la semidiosa frunciendo el ceño.

-Vale, vale. Me gusta como te queda, de verdad.

-¡Gracias! –exclamó contenta.

-Parece que te has divertido.

-Lo cierto es que sí. Esas dos son buenas chicas. Sarah tiene bastante carácter y Nara es muy amable. ¿Tú también te has divertido?

-Sí...claro que sí. Estaba pensando en dar una vuelta, ¿me acompañas?

-Claro.

 

Por su parte, Kareth se encontraba observando cómo unos niños jugaban con la pelota. Sin pretenderlo, su mente le recordó aquellos días en los que solía jugar en Yohei Gakko a Onerariam.

-Parece que fue ayer cuando todavía estábamos en Yohei Gakko.

-Nara... –vestida con una blusa de color oscuro y una falda, la joven se acercó a Kareth- ¿Ya has elegido uno por fin?

-En realidad han sido muchos. Le he preguntado a Razer y dice que no hay problema así que...jejejeje...

Algo avergonzado por su excesivo ímpetu en aquellos casos no pudo evitar poner una expresión de disculpa.

 

El guerrero se sentó sobre una caja de madera situada junto a las paredes de una de las casas.

-No me ha sido difícil saber en lo que estabas pensando –diciendo esto, ella se sentó a su lado.

-Me conoces demasiado.

-Por supuesto. ¿Echas de menos Yohei Gakko?

-No...más bien los buenos recuerdos que guardo de allí, pero no es bueno quedarse estancado en el pasado.

-El pasado también puede traer cosas buenas consigo –cogiéndole la mano, la chica posó la cabeza sobre su hombro.

-De eso estoy seguro...

De repente la pelota vino a parar a los pies de él, quien la cogió y se levantó suavemente de su sitio.

-¿Qué te parece si jugamos un rato con ellos?

Nara asintió al mismo tiempo que intentaba ponerse en pie, tropezando consigo misma en el proceso y dándose de cara contra Kareth, besándose accidentalmente.

 

Pese al repentino suceso, ninguno de los dos tardó en aceptar los labios del otro, cerrando los ojos y aislándose durante unos segundos del mundo exterior. Cuando se separaron, se miraron fijamente a los ojos como si acabasen de descubrir algo que hacía tiempo había sido olvidado. Sonriéndose, notaron varias miradas sobre ellos. Al momento un gran número de niños los observaban expectantes.

-S-se-rá mejor que nos movamos... –propuso Kareth.

-S-sí...-respondió la chica tímidamente.

-¿Qué os parece si nos unimos también al juego, chicos?

Los pequeños se miraron y asintieron mientras corrían a recuperar sus posiciones.

-Vamos –el joven cogió la mano de ella y, juntos, los siguieron.

 

De nuevo en la terraza, Quattuor degustaba un líquido oscuro en el interior de una pequeña taza.

-No está mal –dijo mientras daba otro sorbo.

 

Entonces escuchó el ruido de unos pasos. Al ver de quién se trataba escupió el líquido al suelo y empezó a toser.

-¡¿Pero que diablos?!

Con un vestido color azul celeste, Sarah caminó avergonzada hasta situarse al lado del hombre.

-¡M-me han obligado a venir así, ¿vale?!

-¡No te pega nada! –carcajeándose hasta el punto de sujetarse el estómago con la mano, Quattuor intentó por todos los medios que no se le cayese la taza al suelo.

-Mm...

Enfadándose por momentos, la joven desvió la mirada de él.

-Ay, qué bien me ha sentado esto... –declaró el descendiente.

-¡Eres un imbécil!

-Oh, vamos. Yo no tengo la culpa de que hayas dejado de lado tu orgullo de guerrera...

-Chst... –replicó chasqueando la lengua.

En ese momento, se fijó en una quemadura presente en el brazo del hombre.

-¿Qué pasa? ¿Ya te has cansado de quejarte de mí? –preguntó de manera burlona Quattuor.

-¿Cómo está? –la chica agarró suavemente la extremidad y acarició la zona afectada.

-No es nada de lo que debas preocuparte –dijo él-. He tenido peores momentos.

-Lo siento...

-¿De qué te disculpas?

-En ese momento no hice nada. Sólo podía ver como los demás intentabais parar a Kar mientras yo...

-Oye, oye, ayer es ayer y hoy es hoy...

-Ya...es sólo que al final soy incapaz de salvar a las personas que quiero...

-En ese caso no somos tan diferentes. Toda esta fuerza y ni siquiera fui capaz de salvar a una simple mujer...

-¿Quattuor?

-Mira, peliazul. Eres una gran luchadora. Y como tal, seguirás siendo incapaz de conseguirlo todo, porque quien ya lo ha conseguido todo, no tiene nada más por lo que luchar.

-...

-Deja de preocuparte por tonterías. Mañana partiremos hacia los territorios de la facción y tenemos que estar bien despiertos.

-De acuerdo.

Quattuor se dispuso a irse.

-Ah, por cierto –dijo mientras sonreía maliciosamente- Ese traje no te queda tan mal.

Tras esto desapareció de la visión de ella.

-En serio...eres un verdadero imbécil... –dijo mientras sonreía.

 

-¿Qué es lo que me quieres enseñar?

Siguiendo al gobernador y a Duobus, Unum fue llevado a una zona subterránea bajo los aposentos del primero.

-Se trata de un pequeño favor que me pidió Duobus. Un pequeño advenimiento de lo que está por llegar –bajando el último escalón, llegaron frente a una gran puerta de acero.

-Lo estoy ansiando.

-Paciencia, amigo mío. Muy pronto lo entenderás.

Dicho esto la puerta comenzó a abrirse lentamente gracias a la fuerza de varios de soldados apostados junto a ella.

 

Lo que vio Unum al entrar fue una inmensa cámara cubierta de jaulas fortificadas con materiales de extrema dureza. En su interior, podían verse bestias de gran tamaño, color negro, garras afiladas y hocico alargado. Monstruos creados por el Radiar.

-Impresionante.

-Lo es, ¿verdad? Un ejército de estas bestias podría destruir un territorio entero en dos o tres días, y quizás esté siendo benevolente. Todavía estamos buscando la manera de controlarlos pero tal y como van las investigaciones, no creo que nos lleve demasiado. Con esto no será difícil someter a aquellos que se opongan a nosotros.

Unum observó cómo, sin éxito, uno de ellos intentaba liberarse de su encierro, mostrando una gran fiereza.

-Dime, ¿tienen un nombre?

-¿Te refieres al nombre que tenían cuando eran humanos?

-No, me refiero a su nombre de verdad.

-Oh, claro que lo tienen...yo los llamo Erasers...

58: The three global powers 6
The three global powers 6

-Ah, que bien sienta poder relajarse un rato... –dijo Unum mientras se dejaba caer sobre el cómodo sillón de sus aposentos.

-Pareces un viejo –replicó con voz monótona Duobus.

-Oh, vamos, no digas eso. Tendremos más o menos la misma edad.

-Eso no te excusa...

-Ah...desde luego... –se quejó el chico.

El ambiente se quedó en silencio durante unos instantes hasta que volvió a ser roto por ella.

-¿Qué opinas sobre ellos?

-¿Esos Erasers?

Duobus asintió a su pregunta.

-Mm...son criaturas interesantes, feroces...cuesta imaginar que sea posible el manejarlas. Aunque su presencia...es como la de Detz...

-...

-Como sea. Me pica la curiosidad lo que sean capaces de hacer o lo que ese científico loco les pueda ordenar.

 

De repente el sonido de un comunicador alteró levemente la compostura del descendiente, llevando su mano hasta el bolsillo de su chaqueta y agarrando el aparato para ponérselo en el oído.

-¿Sí?

-¡Unum! ¡Cuánto tiempo!

-¿Tribus? ¿Qué diablos haces llamándome?

-Oh, vamos, ¿por qué siempre eres tan antipático?

-Lo que tú digas. ¿Qué ocurre?

-Aburrido. Sólo llamaba para informar de que Detz se dirige hacia allí.

-¿Detz? –el chico reaccionó levantando una de sus cejas- ¿Para qué va a venir a este sitio? –a su lado, Duobus ladeó la cabeza mostrando confusión ante la misma afirmación.

-Bueno, en realidad todavía no se ha puesto en marcha. En cual quier caso, ha conseguido hacer un par de copias de la “Errantia”, ya sabes, la espada para poder sacar el núcleo de Quattuor. Al parecer, quiere entregároslas.

-Pensaba que para cosas como estas te enviaría a ti antes que venir él.

-Parece que esta vez quiere manejar los cables desde el imperio...

-Ah... –Unum suspiró, cerrando los ojos durante un momento-. Bueno, no es como si me importara. Probablemente también quiera echarles un ojo a esos monstruos.

-¿Monstruos?

-Sí. Cuando tengas la oportunidad ven a verlos.

-Por el momento no puedo dejar este lugar. Soy la vigilante hasta que Detz diga lo contrario.

-Así que vas a estar encerrada una temporada...

-Sí... –el descendiente detectó melancolía en la voz de la chica.

-¿Te sientes mal por ello?

-¿Eh? Mm...supongo que en cierta manera le había cogido algo de cariño a esos nómadas.

-Son humanos, Tribus, no lo olvides. Escoria hecha para nuestro propio uso. Para ser masacrada y destruida. Sólo sirven para causar el desastre. No creo que haya que tener piedad de ellos.

-Lo sé. Pero incluso aunque sea una descendiente, supongo que una parte de mí sigue siendo humana. ¿No te ocurre lo mismo, Unum?

La imagen de una chica cruzó la mente de él.

-Chst...para nada. Como sea, gracias por la información. Nos volveremos a ver.

-¡Okay!

Tras esto, ambos finalizaron la comunicación...

 

-Por aquí –haciendo de guía en primera posición de la fila, Razer caminaba decidido entre los corredores del alcantarillado.

 

Llevaban varios días caminado entre oscuridad y óxido, además del olor que todavía encerraba aquella área, alimentándose de las provisiones que se habían llevado consigo. Pese a ello, nadie se quejaba y simplemente seguían al chico.

-Debemos de estar cerca –dijo Razer.

-Me pregunto cómo se las apañarían las primeras personas que descubrieron este camino –comentó Miruru.

-Probablemente estén muertos –dijo Quattuor.

-¡Oye, Quattuor! ¡No digas esas cosas delante de Razer! –replicó Sarah.

-No te preocupes, Sarah. No me molesta. Pero he de decirte que nuestros exploradores todavía siguen vivos y coleando, aunque con algunos años de más y en otro territorio.

-¿Cuántos grupos tenéis distribuidos? –preguntó Kareth.

-Los suficientes. Tenemos que cubrir todas las zonas que podamos para establecer una buena red de información y fuentes de recursos. Por suerte, parece que cada vez hay más gente que se une a nuestra causa pero incluso así necesitamos más.

-La gente ha dejado de tener miedo a enfrentarse a la guerra.

-Digamos que hay gente que ya no tiene mucho o nada que perder. Así que antes que morir en vano prefieren arriesgarse para salvar a otros.

-Suena a lo que era Yohei Gakko antes...

-Sobre eso no puedo opinar. También, si consiguiéramos la ayuda de Normand nuestras esperanzas y fuerzas aumentarían.

-¿Qué clase de hombre es ese tal Normand? –preguntó Nara esta vez.

Razer no respondió inmediatamente, situándose enfrente de una escalera que se dirigía a la superficie.

-Es probable que hayas escuchado hablar de él alguna vez –comenzó a decir mientras posaba sus manos sobre las barras metálicas que hacían de escalones-. Considerado un genio en el campo de la ingeniería armamentística, ha diseñado numerosas armas para las tres potencias así como para grupos separados.

-¡Ah! –Sarah y Kareth reaccionaron al unísono.

Los demás, exceptuando Quattuor, se giraron sorprendidos.

-Por eso me sonaba. Fue quien diseñó las armas que se usan en la Yohei Gakko del manejo de las armas.

-El inventor de los motores de propulsión...

-Así es –continuó con su explicación el líder de los Rebeldes-. Los motores Z, R y K que utilizan la presión del aire para mejorar la potencia de las armas, siendo K el motor más potente y Z el más débil. Aunque, en ocasiones, eso no equivale a que las que las que posean motor K sean más fuertes, ya que los más débiles resultan más fáciles de manejar.

-Pero alguien tan solicitado... ¿cómo lo haréis para conseguir su ayuda?

-Hace algún tiempo dejó de producir diseños de armas y desapareció. Por lo que nos dijo Quattuor, estaba buscando conocimientos sobre tecnología militar. El caso es que esta desaparición probablemente haya causado gran revuelo entre los altos mandos de las tres potencias y otros grupos, por lo que lo estarán buscando, y corre el rumor de que sus verdaderas intenciones son las de acabar con la guerra diseñando algún tipo de arma de destrucción masiva.

-¿Insinúas que ha perdido la cabeza?

-O eso, o no ha podido soportar el peso en su conciencia por las armas que el mismo a creado...

-No sé yo si un tipo así es muy recomendable para pedirle ayuda –declaró Kai.

-Es posible...pero necesitamos poder si queremos acabar de una vez con esto, y, si de verdad él también desea que todo termine, nos ayudará.

 

Dicho esto, el chico, quien ya había llegado hasta el final de las escaleras, hizo fuerza con uno de sus brazos para separar la tapa metálica que los separaba de la superficie, dando lugar a que pequeños rayos de sol se introdujesen por las rendijas, cegando a la mayoría de los presentes.

-Ya hemos llegado.

 

Momentos después, todos se hallaban en la parte de atrás de una pequeña construcción. Cerrando la entrada, el grupo se dispuso a echar un vistazo a sus alrededores.

-¿Y tus espías? –preguntó Quattuor dirigiéndose a Razer.

-Seguidme.

 

Internándose en ramas de las calles más principales, el grupo pudo observar mejor los alrededores.

 

Las edificaciones eran más pequeñas que las de los territorios del norte. Había escasos edificios que destacasen por encima de los demás, y su composición se diferenciaba de la que conformaba el resto de casas, de aspecto más endeble y frágil.

 

En principio, no había mucha diferencia en las calles de las que uno podía ver en la unión, o por lo menos en lo que a bullicio respectaba. Los suelos, al contrario que el alquitrán y cemento que cubría el norte, estaban hechos de piedra. De alguna manera, aquello le daba un tono más medieval aunque las vestimentas de los habitantes no coincidían con dicha idea. Sin embargo, uno no podía evitar pensar en los escasos recursos invertidos en el territorio en sí, así como en las personas que vivían en él.

-¿Qué son esos edificios? –curioseó Miruru.

-¿No te lo imaginas? –en la voz de Quattuor, la chica notó cierto tono irónico- Allí es donde desarrollan la tecnología que usan en las guerras. Es a lo que más importancia tiene por aquí así que es lógico que se les dé mayor prioridad. Si tuviese que ponerlo en porcentajes, el populacho se llevaría un 25% de los recursos obtenidos, el resto sería para el desarrollo armamentístico y los soldados. O por lo menos así era antiguamente. Quizás ahora haya cambiado un poco pero dudo que ese porcentaje supere el 35% -declaró el descendiente-. Mirad.

 

Señalando con la cabeza, los demás pudieron ver cómo un niño colapsaba en mitad de la calle. Algunos se dedicaron a ignorarlo, pasando a su lado sin apenas inmutarse de su existencia salvo la excepción de tratarlo como un obstáculo más en el camino. Tuvo que pasar un tiempo hasta que una mujer, alterada, se acercó a él y lo cogió en brazos, llevándoselo al interior de una de las casas.

-Es horrible...a ese pequeño podían notársele los huesos de las costillas...

-Y aun así ha tenido suerte de que esa mujer, quizás un familiar suyo, lo haya recogido. En otro lugar alguien habrá muerto de esa forma.

-¿Y por qué nadie hace nada?

-Por muchos factores. Miedo, cobardía, egoísmo...mientras unos lo lleven bien no se molestarán en compartir con otros, si intentan luchar por ellos serán reprimidos por los soldados de la facción, etc. Ya lo dije, se gastaron muchos recursos en el desarrollo de tecnología para la guerra. Muchas personas lo acabaron pagando y mucho más cuando apenas quedaba para abastecer a la población. Se utilizó la tecnología para obtener recursos pero pese a ello el sistema no es del todo fiable y sigue habiendo gente que no puede obtener nada. El territorio se mantiene, pero de forma pobre. Y para colmo, si alguien se pasa de la raya en sus ideales de revolución, será acallado por los fieles soldados al gobernador.

-Je, y pese a ello nuestra pretensión es la de provocar una –ironizó Sarah.

-No tenemos más remedio al fin y al cabo. Intentaremos que no muera nadie en el proceso... –sentenció Razer.

 

Continuando por aquella calle, Razer giró hacia la derecha entre dos de las casas y continuó hacia delante en una bifurcación hasta que finalmente llegó a una pequeña plaza totalmente rodeada por más de las construcciones. El lugar estaba desierto, o por lo menos en ese momento.

 

El joven líder no se paró y se situó frente a una de las casas. Tras asegurarse de que no había nadie además de sus acompañantes, realizó una secuencia de golpes en la puerta.

 

Momentos más tarde ésta se abrió, dejando un pequeño espacio en un principio para más tarde ensancharlo lo suficiente como para que cupiesen los recién llegados.

 

La luz de varias velas fueron encendidas, pudiéndose vislumbrar el interior de aquel sitio. Se trataba de una habitación mediana con varias sillas mal distribuidas y un par de pequeñas mesitas circulares en las esquinas. En uno de los laterales se alzaba una armario en otra época color marrón oscuro, ya que la pintura estaba deteriorada y parte de su composición roída, además de faltarle una de las patas, problema que había sido solventado poniendo un montón de papeles en su lugar. Las velas que iluminaban el ambiente se encontraban encima del armario y ambas mesas, dejando ver también un pasillo que parecía llevar a un par de habitaciones situadas más al fondo.

 

Quien les había abierto se sentó en una de las sillas esperando a que los demás hiciesen lo mismo. Se trataba de un hombre de entre treinta y cuarenta años con una cicatriz en su ojo izquierdo, pelo corto de color negro, delgado y cuyo brazo derecho estaba cubierto por un guante cuya tela se alargaba hasta el antebrazo.

-¿Qué tal anda todo por aquí, Sdren? –preguntó Razer tomando la iniciativa de sentarse.

-No ha habido mucho cambio desde la última vez que enviamos información. Los soldados continúan con los preparativos para recibir al gobernador del norte y sus acompañantes. La gente empieza a cuchichear al respecto.

-¿Qué es lo que se dicen?

-Quejas y temores con relación a un nuevo ataque contra el imperio. Otros no se fían de la supuesta alianza entre ambos territorios pero todos hablan en voz bajan y callan en cuanto los soldados pasan cerca.

-Es como decías entonces, Quattuor. La aceptación no es nada buena.

-Sí, sin embargo tendremos que forzar bastante las cosas si queremos que se produzca un escándalo.

-En realidad...si eso es lo que se quiere, creo que hemos encontrado algo a nuestro favor.

-¿A qué te refieres?

-Hay un hombre que está intentando juntar a la gente para irrumpir en el edificio de gobierno y tomar a los gobernadores como rehenes el día en que ambos se reúnan.

-Tiene que estar loco. La seguridad ese día será altísima –declaró Razer.

-Depende de en que momento –aclaró Quattuor-. Es un plan con un riesgo altísimo pero no imposible. Eso sí, más le vale tener mucha gente a su disposición

-En cualquier caso, ¿lo que buscábamos no era un revuelo que nos permita entrar allí? –indicó Kareth.

-Entonces la propuesta estaría en apoyarle para conseguir más afines...

-Por el momento ya tiene a algunos pero dudo que sean suficientes. La gente tiene bastante miedo de las consecuencias.

-Ya veo. ¿Y los demás?

-Continúan vigilando los movimientos de los soldados así como los alrededores del edificio de gobierno.

-De acuerdo. Guíame hasta donde está ese hombre. Hablaré con él. Los demás sería bueno que os dividieseis en equipos de dos para llamar menos la atención y reconocieseis el terreno. Procurad no ser visto para cuando volváis al punto de partida de lo contrario se descubrirá nuestro escondite.

-¿Cómo conseguisteis haceros con este lugar? –se interesó Sarah.

-Probablemente en su tiempo estuvo habitado por alguien. Ahora está abandonado.

-¿Y que le ocurrió al dueño?

-Quizás sea mejor no saberlo...

 

Hechas las parejas, Nara y Miruru paseaban por lo que parecía una zona comercial, alejándose del área residencial por la que habían pasado antes.

-Esto me trae recuerdos a cuando estuve en el norte.

-¿Qué fue lo que ocurrió allí?

-Kai y yo estuvimos ayudando a un comerciante para poder quedarnos en su casa. Atraíamos a la clientela como si fuésemos una pareja de artistas ambulantes –la chica no podía evitar sonreír al acordarse de ese momento.

-Mm...me pregunto, ¿qué clase de relación tenéis Kai y tú?

-¿Huh? S-somos amigos... ¡compañeros de batalla! –respondió la joven algo nerviosa.

-¿En serio? Habría jurado que sentías algo por él.

-¿Yo? N-no. Es cierto que si no hubiese sido por él seguiría sola en esas ruinas abandonadas, o que habría muerto cuando nos secuestraron durante el torneo o... –conforme más hablaba más rojas se volvían las mejillas de la chica- ¡Pero no siento nada de eso por él ni nada por el estilo!

 

Incluso si decía eso, Miruru sabía que algo la había estado molestando últimamente. Que se había estado sintiendo rara cada vez que estaba con él. Era como si quisiese pasar más tiempo a su lado. Se sentía confusa y a la vez asustada. A sus quince años de edad no era como si fuese una experta en amor, por lo que tampoco entendía si se trataba de eso.

-¿Estás bien, Miruru?

-S-sí. E-estoy bien.

“Le estoy dando demasiadas vueltas”, pensó para sí misma a la vez que se golpeaba las mejillas para despejarse.

 

De repente se escuchó el ruido de algo blando chocando contra el suelo. Cuando ambas miraron, se encontraron con el cuerpo de una joven sobre éste. Con los ojos cerrados y respiración acelerada, estaba muy pálida y sin fuerzas.

-¡Eh! ¿Qué te ocurre? –instintivamente, la semidiosa se agachó y posó sus manos sobre los hombros de la chica, intentando obtener alguna reacción de ella.

-Creo que se ha mareado –comentó Nara situándose a su lado-. Quizás no haya comido en días.

-Tenemos que hacer algo.

Levantándose, la chica rubia se encaró a la gente que pasaba por allí.

-¡¿Hay alguien que pueda ayudarnos?! ¡¿Alguien puede darle algo de comida?!

Como si no existiesen, la gente pasaba a su lado sin siquiera mirarlas.

 

Viendo esto, Miruru se acercó a uno de los comerciantes.

-¡Por favor, ¿tiene algo de comer?! ¡O aunque sea un lugar donde podamos atenderla!

No obstante, éste se echó hacia atrás y miró hacia otro lado, ignorándola descaradamente.

-Chst... –con un chasquido de lengua, la joven se acercó de nuevo a la chica que yacía todavía en el mismo lugar y, como pudo, la levantó sobre su espalda- ¡Si no tenéis pelotas de hacer algo, lo haré yo misma!

En ese momento, Nara se acercó y ayudó a sujetarla.

-Te recuerdo que no eres la única que quiere salvarla.

-Gracias –sonrió la semidiosa-. Llevémosla al escondite, ¡rápido!

59: The three global powers 7
The three global powers 7

Razer y Sdren avanzaron por la calle principal, un poco más grande que la ramificación por la que habían caminado con anterioridad.

-¿Estás seguro de que es por aquí?

-A no ser que haya cambiado de sitio...

-¿Cambiado de sitio?

 

De repente escucharon la voz ronca de un hombre sobresaliendo del resto de la gente. Éste se encontraba encima de una pequeña plataforma de madera, probablemente traída por el mismo, y gesticulando con los brazos mientras vociferaba reclamos de ayuda y de lucha.

-¡Sé que, como yo, estáis hartos de esta situación! ¡Es por esto que debemos enfrentarnos a ellos! ¡Ahora el gobernador dice que quiere unirse a los territorios del norte! ¡¿De verdad vais a permitir que hagan lo que les dé la gana con nosotros?!

-Pensaba que sería algo más discreto. Es extraño que los soldados del gobernador todavía no hayan hecho nada al respecto... –comentó Razer tras observar la escena.

-Va cambiado de lugar cada vez que lo hace. Por no hablar de que los soldados tienen otras ocupaciones estos días, además de que esto no es la única manera que tiene de reclutar personas para su causa. Hay varios que le siguen. No es un mal número pero no el suficiente para una revolución. O al menos eso pienso. Sus aliados reclutan gente más discretamente mientras él da la cara de esta forma.

-Entiendo. Podría considerarse una manera de llamar la atención sobre sí mismo, por lo que pueda ocurrir, sirviendo de distracción para sus compañeros. Tiene agallas...

 

Los dos se movieron hasta situarse frente a la plataforma en la que se erigía aquel hombre. Éste se dio cuenta de su presencia.

-¿Habéis decidido uniros a nosotros?

-Más o menos...en realidad nos gustaría hablar contigo sobre algo que quizás pueda interesarte.

-¿Algo que quizás pueda interesarme? –bajándose de la plataforma, se puso a la altura de ellos. Razer se dio cuenta de que le sacaba una cabeza, quizás no fuese tan alto como Quattuor pero, en lo que a complexión respectaba, imponía.

 

Tras atusarse una barba de varios días y examinar de arriba abajo a los Rebeldes, decidió contestar a su proposición.

-No parecéis soldados del gobernador, así que escucharé lo que me tengáis que decir.

-De acuerdo, pero antes me gustaría que nos acompañases. Ya sabes, a un lugar más discreto, donde poder charlar tranquilamente –indicó Razer.

-Claro. Espera un momento a que recoja esto –cargando al hombro la plataforma de madera, comenzó a caminar detrás de los chicos.

 

Mientras tanto, Miruru y Nara llegaban hasta el escondite. Vigilando que nadie las siguiese, entraron en la casa junto con la chica a la que habían recogido.

-Necesitamos acostarla en algún sitio –dijo la semidiosa mientras buscaba algo que pudiese servir-. Maldita sea, no parece haber nada por aquí...

Cerrando la puerta detrás de sí, Nara se unió a ella.

-¿Y si probamos en las habitaciones del fondo? Con que haya un par de mantas que puedan servir de colchón será suficiente.

 

Entre las dos la llevaron hasta allí, descubriendo un dormitorio, en mejor estado que la habitación anterior, que tenía un pequeño colchón en una de las esquinas. Acercándose a éste, la depositaron sobre él con mucho cuidado. Tras esto, Nara encontró un par de mantas las cuales situó provisionalmente debajo de la cabeza de la joven, a fin de que sirviesen de almohada.

-Necesitamos algo de agua y comida. Buscaré si tienen provisiones o nos queda algo de lo que llevamos nosotros –dijo Nara mientras se disponía a salir por la puerta. Miruru asintió, quedándose a solas con la chica.

 

Tocándole la cabeza, descubrió lo fría que se encontraba. Durante el viaje había perdido la consciencia por lo que ahora mismo no obtenían reacción de ella. Si encontraban algo de comida, cosa que esperaba, se la tendrían que dar boca a boca si querían que esta sirviese de algo. Puede que en ese caso, cuando despertase, se encontrase un poco mejor y dispuesta a comer por ella misma.

 

Finalmente, su amiga regresó. Llevaba en sus manos un recipiente de plástico con un líquido algo turbio y espeso en su interior.

-¿Qué es eso? –preguntó la semidiosa.

-Al parecer el armario que hemos visto antes tenía algunos alimentos en su interior. He cogido aquellos que he considerado más blandos y los he mezclado con agua. Esa chica está también algo deshidratada, si no le damos líquidos su estado se complicará.

-Vaya... –la joven rubia puso una expresión entre sorprendida y sonriente- Eres una chica responsable.

-B-bueno. Cuando estaba en Yohei Gakko ayudaba a mi tío con su cafetería...s-supongo que sé manejarme un poco... –contestó algo avergonzada.

-Déjame a mí el resto. Me encargaré de dárselo –propuso Miruru mientras alargaba la mano para que le diese el recipiente.

-¿Eh? Ah, sí...

 

Introduciendo un poco de aquel líquido en su boca, la semidiosa se acercó a la otra joven y le abrió levemente la mandíbula. En un principio pareció mostrarse un poco indecisa a la hora de hacerlo, pero si querían que se lo tragara, esa sería la forma más eficaz de llevarlo a cabo.

 

Tras esto, junto los labios con los de la chica y se dispuso a llevar la comida hasta que el reflejo de deglución surtió efecto, consiguiendo que lo tragase. El proceso fue repetido varias veces hasta que consideraron que ya había recibido lo suficiente. Luego, decidieron poner una manta sobre ella para mantenerla caliente.

-¿Crees que servirá? –preguntó Nara.

-No podemos hacer nada más por el momento. Esperaremos a ver si despierta...

 

Entonces, se escuchó un ruido procedente de la puerta de entrada a la casa. Las chicas reconocieron la voz de Razer. Puesto que habían dejado entrar a alguien ajeno a los Rebeldes al interior del escondite, no pudieron evitar ponerse nerviosas al pensar en lo que opinaría el líder viendo a la nueva inquilina.

 

En ese momento, Razer irrumpió en la habitación con espada en mano, provocando que Nara cayese al suelo, a la vez que emitía un pequeño grito asustadizo, y que Miruru levantase su mano izquierda apuntando a la puerta.

 

El ambiente se tensó unos instantes durante los cuales ambos bandos observaron detenidamente la situación.

-¡Eirin! –el hombre que acompañaba a Razer y Sdren se abalanzó sobre el colchón apartando a la joven rubia hacia un lado- ¡¿Qué te ha ocurrido?! ¡¿Te han hecho algo?! ¡Contesta, hija mía!

Puesto que todavía seguía inconsciente, no recibió ninguna respuesta de ella, lo que le llevó a mirar con furia a quien tenía al lado.

-¡¿Qué es lo que le has hecho?! ¡¿Forma parte de algún plan vuestro?! ¡¿Pretendéis hacerme chantaje?!

-¡¿Pero qué dices?! –gritó Miruru sintiéndose ofendida- ¡Sólo la estábamos ayudando! ¡Su hija se mareó en mitad de la calle y si no la hubiésemos llevado con nosotras a saber cómo habría terminado!

-¡Mientes! ¡No permitiré que le hagáis daño, ¿me oís?! ¡Aunque me vaya la vida en ello!

-P...dre...

Todos se quedaron en silencio al escuchar un tenue sonido procedente del colchón.

-¡Eirin! ¡¿Estás bien?! ¿Puedes hablar?

-E...llas no...son...cul...pables... –dijo intentando elevar un poco más la voz, sin embargo aquello parecía estar costándole un esfuerzo grandísimo ya que acababa de despertar.

No obstante, el hombre entendió las palabras de su hija.

Suspirando, cerró brevemente sus ojos, mostrando una mirada muchos más amable cuando los volvió a abrir.

-De acuerdo, Eirin. No pasa nada. Descansa –la joven cerró los ojos de nuevo-. Es posible que me haya precipitado. Lo siento...

-¡Claro que te has precipitado! ¡Mira que considerarnos unas secuestradoras!

-Miruru... –dijo Nara mientras intentaba calmar a su amiga.

-Ejem... –llamando la atención del resto, Razer carraspeó- No estoy muy seguro de lo que ha pasado, aunque me hago cierta idea. Quizás sea mejor que ellas nos lo expliquen –propuso el chico.

 

-Ya veo –dijo el líder de los Rebeldes una vez expuesta la situación-. En un principio, pensé que algún indeseable había entrado ya que encontré el armario revuelto cuando entramos.

Miruru miró a Nara de reojo, quien mostró una sonrisa a modo de disculpa.

Mientras tanto, Eirin había vuelto a abrir los ojos, presentando algo más de color en la piel.

-Cuando caí al suelo, noté cómo alguien me cogía y traía hasta aquí. No sabía de quien se trataba pero...personas que tienen el valor de ayudar a otros no pueden ser malas...gracias –dijo la chica.

-No hay de qué. Me alegro de que estés mejor –contestó Miruru.

-Mi hija de por sí siempre ha sido una persona de salud débil –explicó el hombre-. No debería haberla dejado sola.

-No ha sido culpa tuya. Fui yo quien te dijo que no te preocupases por mí y continuaras con la revuelta. Si alguien ha sido descuidada, ésa he sido yo...

-Si su salud es tan pobre debería tener un tratamiento, ¿no?

El hombre negó con la cabeza.

-Apenas hay gente que tenga para comer. Imagina para un tratamiento...

-Se ha comentado que se idearon nuevos sistemas para disminuir la falta de recursos, ¿Cuáles son? –preguntó Nara.

-El sistema L-Drill y la clonación –comenzó Razer-. El primero fue una maquinaria usada durante la guerra pero perdió contra el poder del imperio así que se decidió darle otros usos. Consiste en la disposición de cuatro emisores de láser alrededor de una superficie circular, la cual gira a velocidad exorbitante, moviendo los emisores desde el alrededor de dicha superficie hasta el centro de la misma, dando un aspecto parecido al de un taladro.

-¿Y cual fue el uso que pasó a dársele?

-La excavación.

-¿Excavación?

-Las tierras yermas de hoy en día, salvo en algunas partes, apenas permiten la retención de agua en superficie e incluso la roca impermeable que daba lugar a los acuíferos en el pasado ha perdido esa capacidad. Como resultado, cada vez ha ido ahondando más y más de manera que requiere de una excavación mucho más profunda que antes para poder obtenerla. Y para eso se le encontró uso a algo como el sistema L-Drill.

-Ya veo...

-Pero incluso así, es un proceso largo y requiere mucho esfuerzo. Además de que no hay seguro de la cantidad de agua que se vaya a obtener. En cuanto a la clonación...puesto que comenzaban a escasear animales que fuesen fuente de alimento y la reproducción natural cada vez resultaba más complicada, se recurrió a la clonación de estos animales, en un principio utilizando el útero de las hembras como emplazamiento para el crecimiento del cigoto, y posteriormente se recurrió a placentas artificiales. Sin embargo, no todos los animales que se producen son comestibles, por no decir que esto afecta a la relación coste-beneficio por lo que se terminan gastando más recursos de los que se obtienen...

-...

-En resumidas cuentas, la solución ideal sería aplicar todos los recursos que se utilizan en la guerra al desarrollo y beneficio de los civiles pero eso iría en contra de las ambiciones por las que se comenzó la Guerra Eterna. Por supuesto, también se han propuesto otros métodos, la alimentación transgénica por ejemplo, generando plantas más resistentes a las condiciones de los yermos, pero los resultados terminaron siendo casi peores que la clonación en lo que a comestibles respecta.

-Es por esto que necesitamos rebelarnos contra el gobierno pero...

-...o la gente tiene demasiado miedo o prefiere desentenderse de los demás...sí, eso por desgracia ya lo he visto... –sentenció Miruru antes las palabras del hombre situado a su lado.

-Y ahí es adonde quería llegar. Nuestra intención es la de ayudarte a cumplir tu objetivo. Sabemos que quieres tomar como rehenes a los gobernadores y, al igual que tú, buscamos detener esta situación y otras muchas que se han dado con la guerra. Así que no sólo nos uniremos a tu causa sino que te ayudaremos a reclutar más gente.

La semidiosa escuchó estas palabras y realizó un gesto de desdén pero la única que pareció darse cuenta de eso fue Nara.

-Entiendo...cualquier ayuda es bienvenida...y visto lo que habéis hecho por Eirin no tengo motivos para desconfiar de vosotros. Así que aceptaré vuestra propuesta.

-Bien. Mi nombre es Razer, todavía no me has dicho el tuyo.

-Yo soy Garth.

 

Kai y Kareth se encontraban sobre el tejado de una de las casas observando el emplazamiento del gobernador. Como era de esperar, destacaba por encima de las casas de alrededor, consistiendo en un total de tres edificios unidos por un par de estructuras alargadas y rectangulares que parecían actuar como puentes. El del centro era el más grande, de color blanco algo amarillento; mientras que los otros dos eran totalmente negros, dando lugar a un contraste bastante extraño. Exceptuando esto, la forma que tenían era bastante normal.

-Está bien vigilado –apuntó Kareth señalando con la cabeza la verja metálica que rodeaba el recinto, la cual se erigía varios metros hacia arriba.

-Deben de estar hechas de un buen material para resistir cualquier golpe. Por no decir que la altura sólo podría atravesarse con gente muy hábil...o con una buena potencia de salto...

-Y que lo digas. Además de eso hay soldados tanto fuera como dentro, incluso aunque parezca que haya más por las preparaciones del evento...

Ambos suspiraron y luego rieron tenuemente.

-Supongo que tendremos que ver hacia donde nos lleva el plan...

-Será mejor que volvamos –sugirió Kai.

-¡Espera! –de repente, Kareth levantó el brazo para que se detuviese-. Ese tipo...

Mirando en la misma dirección que su amigo, el joven divisó a otro chico de aspecto un tanto peculiar.

-¡Quinto espíritu: Loria!

 

Como por arte de magia la capacidad de visión del chico mejoró considerablemente, pareciendo que llevase prismáticos puestos. De esta forma, pudo distinguir mejor sus rasgos.

 

El joven tenía parte del pelo de punta, y la otra parte caía sobre su ojo, tapando el mismo, parecía un chico débil y frágil, y estaba rodeado por una capa negra con una capucha que caía sobre su espalda. Además de esto presentaba una actitud entre aburrida e indiferente mientras hablaba con uno de los soldados, el cual aparentaba tratarlo con bastante respeto.

 

Tras desactivar el espíritu. La voz de Kareth se escuchó a centímetros de su oreja.

-¡Kai!

-¡Uaah! –gritó el aludido, moviéndose ligeramente por el susto.

-¿Qué ha ocurrido? ¿Era como si estuvieses sordo?

-Ah...cuando utilizo el quinto espíritu uno de mis sentidos mejora considerablemente pero, a cambio, el resto permanecen adormecidos. Generalmente no lo uso a no ser que sea muy necesario o no haya peligro al hacerlo.

-¿Y? ¿Has visto en él algo que destaque?

-La manera en la que lo trataban los soldados. Está claro que es alguien importante pero no estoy seguro de quien podría ser. Quizás sea el asesor del gobernador...

-El asesor... –Kareth caviló durante unos instantes- Entonces debe de tratarse del descendiente de Gaia de este territorio.

Kai frunció el ceño al escuchar esto. Aquellas eran las personas que más podían hacer peligrar todo el plan y para las que se habían estado entrenando durante todo este tiempo. Habiendo visto las capacidades de Quattuor no quería ni imaginarse de lo que serían capaces el resto. Debían estar preparados para cualquier cosa.

-Ya veo, entonces no es bueno que nos quedemos más tiempo aquí...si nos ve será un problema.

-Entendido...

-¡Alto!

Los dos se detuvieron en el acto, inmóviles ante la voz que acababa de surgir detrás de ellos. Observando de reojo, los dos vieron a tres encapuchados apuntándoles con armas.

-¿Qué estáis haciendo aquí? –preguntó uno de ellos levantando un fusil hasta situarlo cerca de su ojo.

-Esto...sólo queríamos disfrutar de las vistas... –dijo Kareth sabiendo que no iba a colar.

-¿Sois soldados del gobernador?

-Depende de quien lo pregunte –se sinceró Kai.

-¡Oye! ¡Está claro que su forma de actuar es muy rara! ¡Dispárales y punto!

-No tienes que ser tan precipitado y si resulta que son de algún otro grupo en contra del gobierno. O incluso Rebeldes a los que no conocemos.

-Espera... no seréis Rebeldes por un casual...

-¿Huh? –los tres inclinaron la cabeza, confusos...

 

-¡Ah! ¡Así que vosotros sois los que habéis venido con Razer! ¡Debería habérmelo imaginado! –exclamó uno de ellos.

-¿Ves por qué era mejor no disparar antes de preguntar?

-Pero imagínate que son soldados de la facción...o de la unión...o peor, del imperio. Entonces la idea de matarlos hubiese sido la mejor...

-Pero han resultado ser de los nuestros. Te habrías equivocado completamente.

-¡Oh, vamos! ¡No es para tanto!

-¡Sí lo es!

Tanto el nigromante como el guerrero observaban la discusión de dos de aquellos encapuchados. El otro, por su parte se dirigió a ellos.

-Perdonadles, siempre están igual. Somos hermanos y no es raro que pasen este tipo de cosas.

-Tranquilo...

“Este parece más normalito...”, pensaron ambos, “...aunque ninguno de ellos se ha quitado la capucha pese a que ya saben quienes somos.”

-Por cierto, mi nombre es Zen. En cuanto a estos dos, el más impulsivo es Sen y el más cuidadoso Len. Los tres llevamos vigilando los alrededores desde hace varios días.

-¿Y bien? ¿Hay alguna novedad destacable?

-Poca cosa más allá de lo que ya habréis visto vosotros –comenzó a explicar Sen, quien ya se había desentendido de la discusión-. El gobernador apenas sale del edificio y el que más está dando las órdenes es ese extraño tipo de pelo extravagante. Se pretende hacer de todo esto algún tipo de acto honorífico.

-Sí, de hecho apenas se permite que los civiles se acerquen al edificio. De hecho cualquier acercamiento será considerado motivo de arresto. Por lo menos, hasta que el evento tenga lugar.

-¿Qué clase de tipo es el gobernador? –preguntó Kareth.

-Claro, vosotros no lo habréis visto –dijo Len.

-Y tal y como están las cosas no lo veréis hasta dentro de un par de días o así.

-Es casi tan extraño como el del pelo extravagante. Siempre lleva encima una armadura, como si fuese una especie de robot. Nunca le hemos llegado a ver la cara, ¿verdad?

-Para nada...

-Pese a ello se hace respetar muchísimo...

Un robot. Aquellas palabras los dejaron un poco descolocados.

-¿Hace mucho que llegasteis?

-¿Qué tal está Razer?

-¿Ya habéis contactado con Sdren?

-Esto...todo está en orden...y hemos llegado esta mañana... –consiguió responder Kai, algo agobiado por la repentina cadena de preguntas.

-Oh, sería genial que nos pasásemos por allí...

-Nosotros nos dirigíamos hacia el escondite...si queréis venir...

-No podemos.

-Exacto, todavía no podemos.

-Tenemos que permanecer en nuestro puesto hasta próximo aviso –explicó Zen, quien hacía rato que no hablaba ya que los otros dos ocupaban la mayor parte de la conversación.

-Ya veo.

-En cualquier caso, nos reuniremos con vosotros el día del evento. Espero que podamos trabajar bien juntos.

-Claro –contestaron ambos.

-¡Un placer! –exclamaron los otros dos hermanos al unísono.

 

Cuando regresaron al escondite, los demás también habían llegado. Comiendo, estaban discutiendo sobre la planificación a seguir para ayudar a Garth a reunir gente.

-Lo primero sería hacer que más personas confiaran en nosotros –propuso Sarah.

-¿Y cual es tu idea, peliazul? ¿Enfrentarse a los soldados, darles una paliza delante de todos, y así demostrarles de lo que somos capaces? No es que me parezca mal pero entonces todo el plan de la infiltración se iría al garete.

-¡Pero si no hacemos que la gente confíe en la seguridad del plan no recibiremos ninguna ayuda, ¿no crees?!

-Quizás si únicamente nos mostramos activos echando un cable a los necesitados...

-Pero eso puede que nos lleve demasiado tiempo...

Mientras todos discutían, Nara se acercó a Kai.

-Oye...

-¿Sí?

-Esto, sería recomendable que hablases con Miruru.

-¿Qué ocurre?

-La he notado algo extraña desde hace unas horas. De hecho ha decidido no participar en la conversación y ha ido a ver a la hija de Garth.

-Bien, hablaré con ella...

 

En la habitación del fondo, Miruru se encontraba al lado de Eirin, intentando acomodarla más al colchón.

-¿Eres hija única? –preguntó la semidiosa.

-...

-¡Ah! No tienes que contestarme si no quieres. Era...ya sabes...por hablar de algo...

-No, no me incomoda. En realidad tenía una hermana...bueno, y supongo que la sigo teniendo pero se fue hace mucho tiempo junto con mi madre. Ella no pudo soportar la situación aquí y decidió marcharse a otro sitio llevándose a mi hermana consigo.

-¡Qué egoísta! –maldijo la joven rubia- ¡No me puedo creer que abandonase a su familia así!

-No es como si la hubiese abandonado del todo pero...en parte entiendo que lo hiciese...por más tiempo que ha pasado la situación ha sido siempre igual...no es como si pudieses pedir tan fácilmente a los demás que te comprendan y te den parte de lo que tienen ya que ellos se encuentran en una situación parecida. Mi madre simplemente no pudo soportar más aquello...

-Pero aun así... ¿por qué no intentar cambiar las cosas? Dejar todo tal y como está o huir de los problemas no solucionará nada...

-Las personas tenemos miedo a lo desconocido, el hecho de no saber que va a pasar si actuamos nos acobarda más que seguir con una situación que nos disgusta. Muchos piensan así...

-¿No guardas rencor a tu madre?

-No...por supuesto la quería muchísimo...y el hecho de que tanto ella como mi hermana me dejasen es algo que todavía me pesa. De hecho, ella también hubiese querido que fuese con las dos pero mi salud por entonces ya era frágil...un viaje tan largo probablemente habría terminado conmigo...además, no podía dejar sólo a mi padre...

-...

-Recuerdo que solíamos jugar con frecuencia. No teníamos mucho pero...eso no nos importaba cuando mi hermana y yo estábamos juntas. Incluso cuando tenía que guardar cama, ella venía y se inventaba algún juego al que pudiésemos jugar las dos...

Miruru se mantuvo en silencio.

-Me pregunto qué habrá sido de ella...si estará bien...si sabría reconocerla en caso de volver a verla...son cosas que hoy en día todavía me pregunto...

 

De repente se escuchó el sonido de alguien tocando a la puerta.

-¿Se puede pasar? –preguntó la voz de Kai.

A Miruru de repente le dio un pequeño vuelco el corazón. Eirin notó su reacción y sonrió.

-Ve con él. Quizás sea algo importante.

-¿Estarás bien?

-Sí, no te preocupes. Además, ya puedo comer por mí misma...

-¡Enseguida salgo! –exclamó la semidiosa mientras se levantaba-. Descansa.

Eirin asintió.

 

Una vez fuera, la semidiosa cerró la puerta detrás de sí.

-¿Pasa algo?

-Bueno...en realidad eso es lo que te quería preguntar yo... –comentó Kai mientras se rascaba la nuca- Nara me ha dicho que te ha visto un poco rara últimamente ¿Te encuentras bien?

-¿Rara? –de repente a la chica le vino a la mente la conversación que habían tenido aquella mañana, lo que provocó que se alterara- ¡No! ¡En absoluto! ¡Estoy totalmente bien! ¡En forma! ¡¿Ves?! –dio unos pequeños saltitos haciendo gala de su energía a la vez que la cola se mantenía erguida como si acabase de ser agarrada por alguien. Esto provocó un levantamiento de cejas por parte del nigromante.

-¿De verdad que te encuentras bien?

-¡Por supuesto, no tienes de que preocuparte!

El chico suspiró.

-Bien...me alegro. La verdad es que me había preocupado. Somos amigos, compañeros de batalla, me gustaría que me contases cualquier problema que tengas. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites...

“Compañeros de batalla”, por alguna razón aquello le sonó bastante mal...

-C-claro, no te preocupes. Si ocurre cualquier cosa te avisaré.

“Nara, maldita sea, la próxima vez que te vea voy a agarrarte de las orejas...”

-De acuerdo. Volveré con los demás. Siguen discutiendo sobre el plan para secuestrar a los gobernadores. No sé con qué saldrán al final... –dijo sonriendo irónicamente- Nos vemos más tarde.

-¡Espera, Kai!

Éste, quien se disponía a girarse, volvió la cabeza hacia la chica.

-En realidad hay una cosa que sí me gustaría decirte. Es sobre el plan...

-¿De qué se trata?

-Creo que sería mejor si no lo hiciésemos...

60: The three global powers 8
The three global powers 8

Multitud de personas se arremolinaban alrededor de la calle principal, formando una especie de pasillo.

Entre las dos grandes líneas de gente que delimitaban el camino se encontraba un hombre de mediana estatura, pelo algo canoso por los laterales y el resto de color negro, el cual tenía una cicatriz que cruzaba su ojo derecho y una expresión seria, atemorizante. Vistiendo una capa también de color negro, no dejaba ver nada más del resto de su cuerpo.

 

“Así es el gobernador de la unión”, pensó Kai mientras desplazaba lentamente la mirada para observar al resto de componentes que conformaban el grupo visitante.

 

A uno de los laterales del gobernador había otro individuo vestido con una capa del mismo color, la única diferencia era que cubría su cabeza casi completamente de manera que, situado como estaba, encima del tejado de una de las casas, le era imposible ver su cara.

 

A su otro lateral se encontraba un hombre delgado y alto, pelirrojo y de aspecto tranquilo y bonachón. Llevaba una camiseta de tirantes, poco ortodoxa dado el evento, y unos pantalones de chándal, no obstante, lo más llamativo era lo que había colgado a su espalda.

Cualquiera hubiera jurado que se trataba de algún tipo de martillo de gran tamaño, sin embargo, si uno se fijaba en la parte de abajo podía descubrir que en el otro extremo de aquel mango metálico se encontraba otro bloque exactamente igual al de arriba. Esto le hacía preguntarse al joven cómo era capaz de llevar tal peso a su espalda.

 

Los demás que seguían al trío parecían ser gente más normal desde el punto de vista del nigromante. Asesores, soldados...algunos llevando tambores con los que marcaban el ritmo de la marcha y otros portando el símbolo de la unión el cual Kai no solía ver muy a menudo, incluso diría que, cuando estuvo con Miruru en los territorios del norte, no llegó a verlo en ninguna ocasión. Éste consistía en un dibujo en el que se podía observar la lluvia cayendo sobre tierras yermas y dos espadas que se cruzaban en perpendicular a partir de ambas diagonales superiores de la representación.

Desde luego, si lo que pretendían con esa imagen era decir que lucharían contra el estado de las tierras, resultaba de lo más contradictorio...

 

Poca milicia para venir a territorio con el que todavía no se habían aliado, sin embargo, Kai sabía bien que la especialidad de la unión no era lo que se mostraba en escena, sino lo que se escondía entre las sombras. El bajo mundo: mercenarios, asesinos, “Spheres”, ladrones, “Geads” ilegales quienes no compraban información sino que mataban al informante tras recibirla, etc.; esos eran los verdaderos enemigos a temer y que tenían buen trato con la unión.

Aquello le hizo pensar en Anna. ¿Habría llegado a coronarse como la líder? Si ese era el caso quizás estuviese entre los asistentes tapando su estatus de alguna forma.

 

En cualquier caso, el chico no se encontraba allí únicamente como observador sino como partícipe del plan de los Rebeldes para infiltrarse en el interior del recinto del gobernador, y, para ello, tendrían que provocar un caos gracias a un grupo de revolucionarios.

 

Durante los días anteriores habían estado ayudando al líder de estos revolucionarios, Garth, a reunir más gente para la causa. Su intención era la de tomar como rehenes a los gobernadores para negociar una mejor situación para la gente de este territorio. Pese a que habían conseguido que algunas personas se uniesen, quizás no fuese suficiente para conseguir el objetivo.

 

Fue en ese momento cuando sus ojos se posaron sobre uno de sus acompañantes, quien no era otra que Miruru. La chica pareció darse cuenta, devolviéndole la mirada, sin embargo, a los pocos segundos la desvió de nuevo hacia el frente, molesta. El chico no pudo evitar proferir un suspiro mientras recordaba lo que ocurrió aquel día.

 

“-¿Qué quieres decir con que es mejor que no sigamos con el plan? –tras escuchar a la semidiosa, Kai se encontraba algo confuso.

-... –ella bajó la cabeza a la vez que agarró con una de sus manos el brazo contrario- Es peligroso. Esas personas pueden morir si se arriesgan a algo así. ¿De verdad piensas que está bien aprovecharse de ellos?

-Miruru, entiendo lo que quieres decir pero ellos quieren hacer esto. A nosotros simplemente nos viene bien su propuesta. No es como que les hayamos obligado a esto. Es algo que han decidido por su cuenta.

-Es posible que tengas razón pero incluso así...Kai, esa chica sólo tiene a su padre...si le pasase algo se quedaría completamente sola. Tiene que haber otra manera de que podamos entrar sin necesidad de arriesgar la seguridad de ese hombre y su gente.

-Entonces, ¿qué sugieres?

-¿Y si nos encargamos nosotros de causar la revuelta? Con nuestro poder seguro que no habría tantos problemas.

-¿Has pensado en qué pasará si fallamos? Es posible que aumentemos las posibilidades de tomar como rehenes a los gobernadores pero si fallamos las pérdidas serán irreparables. Piénsalo, el líder de los Rebeldes capturado y los únicos que saben la verdad sobre el proyecto Gaia silenciados. No habría nadie que los detuviese. Habiendo descendientes cerca tenemos que evitar que nos descubran e intentar actuar en el momento adecuado.

-Entonces para asegurar nuestra supervivencia es mejor utilizarles.

-No los estamos utilizando, ya te lo he dicho, lo hacen porque así lo desean.

-¡Entonces, ¿por qué no les hemos dicho lo que de verdad pretendemos?! ¡¿Por qué no les hemos dicho que aprovecharemos el caos que causen para entrar en el recinto y dejarlos a su suerte?!

-¡No les vamos a dejar a su suerte! ¡Una parte de nuestro grupo se quedará a ayudarles!

-¡Tú sabes bien que eso no será suficiente! ¡Al final se les está abandonando!

-¡¿Qué propones, entonces?! ¡¿Puedes decirme tú una solución para que todos sobrevivamos y logremos llegar hasta los gobernadores sin problemas?! ¡La humanidad está en juego! ¡No hay más remedio que hacer sacrificios!

Miruru se mostró sorprendida por las palabras de él. Por alguna razón, que fuese Kai quien le dijese aquello le dolía más que si se lo hubiese dicho otra persona.

-Creía que eras alguien que se preocupaba por los demás. No esperaba que tú hablases de hacer sacrificios. Eso no es lo que ella habría hecho en tú lugar –tras esto, Miruru volvió a meterse en la habitación dejando al joven de pie y sin saber qué contestar. Sabía bien a quien se refería con “ella” y estaba seguro de que esa chica habría hecho lo que fuese, incluso si eso hubiese significado sacrificarse ella misma, para salvar a los demás. De hecho, ¿acaso no lo hizo ya con él?

-Dime, ¿qué debería hacer entonces, May?”

 

Observando de nuevo a Miruru, el joven intentó sacarse el tema de la cabeza y centrarse en la misión que tenía por delante. Ya pensaría que hacer después para solucionar las cosas.

 

El grupo perteneciente a la unión se situó frente a la puerta que daba paso al recinto en el que se encontraban los edificios del gobernador. Dicha puerta se hallaba abierta de par en par, y justo en la entrada había otro grupo de personas que el nigromante reconoció como el frente de la facción.

 

Éste estaba encabezado por el gobernador, vestido con la armadura de la que ya había sido informado. Esta era gigantesca y de color negro. Del casco, el cual impedía la visión de su rostro, sobresalían dos cuernos que formaban la figura de un cáliz sobre su cabeza. La parte que cubría la cara consistía en una superficie convexa en la que no se veía ningún agujero por el que pudiese ver o respirar. Los brazos eran grandes y curvos, con un pequeño pico que sobresalía en ambos codos y que tomaba una ligera curvatura hacia la mano. El cuerpo parecía más ajustado a la anatomía del portador del equipamiento. En cuanto a las extremidades posteriores, éstas no se diferenciaban mucho de las anteriores en lo que a grosor y curvatura se refería. En cualquier caso, aquella armadura imponía, dándole el aspecto de un robot o maquinaria de guerra.

 

Al lado del gobernador se encontraba el chico de extraño cabello que había estado el otro día dando órdenes.

“Así que ese es Sextus”, pensó el chico mientras recordaba lo que le dijo Quattuor cuando intentaron confirmar si se trataba de un descendiente o no...

 

“-Sextus... –murmuró Quattuor desviando la mirada hacia otro lado- Tal y como lo describís no puede tratarse de otra persona. Será mejor que tengáis cuidado. Es un semidios. No tengo clara la base de su poder, pero es capaz de crear espacios en los que cualquier cosa que entre será borrada del mapa...”

 

Frunciendo el ceño, el chico continuó moviendo la mirada hacia el resto de personas que acompañaban a esos dos. Eran soldados al servicio de la facción, aquellos de los que se decía que eran sumamente fieles al gobernador y lo respetaban como el líder que se suponía que era.

Kai podía ver la seriedad que su postura y coordinación mostraban. Uno de ellos portaba además una bandera con el símbolo de la facción, en el cual podía observarse un cielo anochecido con la luna llena sobre éste. En la parte de abajo del retrato aparecía un risco en cuya cima se hallaba la figura de un lobo de aspecto imponente.

 

Dándose cuenta de que el grupo de la unión comenzaba a acercarse al frente anfitrión, el chico se giró hacia su otra acompañante, Sarah, quien le devolvió el gesto. En ese momento, el nigromante asintió con la cabeza, movimiento que fue entendido por la guerrera, quien se volteó para hacerle una señal a alguien que estaba en otra posición.

 

Era el momento de prepararse para iniciar el plan. Una vez los gobernadores estuviesen el uno frente al otro mostrándose sus respetos antes de entrar en el recinto, los revolucionarios, liderados por Garth y apoyados Quattuor y Kareth se lanzarían a por ellos directamente. Posteriormente, Sarah y Miruru los cubrirían desde la distancia a la vez que Kai activaba su espíritu y Razer y el resto impulsaba a más gente a seguir los pasos de los revolucionarios, abriendo hueco para colarse haciéndose pasar por soldados ilusorios.

 

Todos estaban en sus posiciones, y los gobernadores, cada vez más cerca.

 

Fue en ese momento cuando ocurrió algo que nadie se esperaba.

Haciendo uso de su poder para mover el tejado bajo sus pies a modo de impulso, la semidiosa de pelo rubio saltó desde su posición hasta situarse justo en medio de ambos frentes, haciéndola parecer una intermediaria.

 

La sorpresa fue grande, hasta el punto de que ninguna de las dos partes se preguntó de donde había salido, pese a que Sarah y Kai habían conseguido reaccionar de manera instintiva escondiéndose para evitar ser vistos.

“¡¿Qué diablos está haciendo?!”, exclamó mentalmente el nigromante.

 

Segundos después, todos los presentes, exceptuando los gobernadores, levantaron las armas contra la recién aparecida, quien alzó sus brazos en señal de paz. Por su parte, el encapuchado que se encontraba al lado de líder de la unión se dispuso a avanzar hacia Miruru, siendo detenido con un gesto del brazo por parte de su dirigente. Mientras tanto, los demás, ya fuesen civiles o no, permanecieron quietos, expectantes.

-Tienes agallas para irrumpir de ese modo en un acto como éste. ¿Quién eres? –preguntó el líder de la unión.

-Mi nombre es Miruru. He venido porque hay algo que tengo que deciros a ambos.

-¿Algo que decirnos?

-Sí, sobre esta guerra y sobre la trampa en la que os están haciendo caer.

El hombre bajó las cejas, extrañado.

-¿Cómo sé que no te ha enviado el imperio?

-Si el imperio hubiese ido de frente, habría sido con un ejército –contestó la joven con seriedad y contundencia.

El gobernador esbozó una sonrisa.

-No creo que debamos fiarnos. Lo mejor será que la eliminemos.

-Espera un momento...

Tras dirigirse a su subordinado, el líder volvió la vista hacia la semidiosa.

-Eres una chica interesante...pero, ¿qué te hace pensar que te vamos a creer?

-Nada. Matadme si no confiáis en mi palabra, pero entonces tendréis que acatar las consecuencias a las que pueda llevar el no escuchar lo que vengo a deciros.

Mientras el cabecilla de los territorios del norte la examinaba de arriba abajo como si estuviese buscando algún arma escondida bajo sus ropas, el líder de la facción se mantuvo en silencio. Observando la situación con los brazos cruzados. Los soldados continuaban apuntando con sus armas a la joven sin estar seguros de si hacer algún movimiento o no.

 

De repente, el gobernante de la unión ensanchó aún más la sonrisa, volviéndose maliciosa.

-Sí, me gusta tu estilo. Ya que estás aquí, no creo que esté de más darte una oportunidad.

-¿Estás seguro de lo que dices? –preguntó está vez el hombre pelirrojo.

-Lo estoy. Además, hace algún tiempo que tengo dudas sobre algunas cosas. Quizás esta chica pueda resolvérmelas. Y si no me satisface, entonces ya sabes lo que hacer.

El subordinado asintió.

-En cualquier caso, Miruru, esta decisión no depende de mí solo –indicó mientras señalaba al gobernador de la facción- Este es su territorio, y por respeto e intención de continuar con nuestro acuerdo, no recae sobre la totalidad de la decisión.

Ella se giró hacia el otro grupo, sorprendiéndose al darse de cara contra la aquella armadura viviente.

-No me importa, pero será mejor que sigamos con esta reunión en el interior –dicho esto hizo un gesto con la cabeza, tras lo cual un par de soldados se acercaron a la chica y la cogieron de los brazos, atando sus manos por detrás de la espalda.

-¡Ah! –exclamó ella.

-Supongo que entiendes que no puedo dejar que te muevas libremente. El que acceda no significa que confíe en ti –dándose la vuelta, se dirigió a los edificios del recinto. Los demás le siguieron hasta que los últimos de ellos cerraron las puertas. Dejando a los civiles entre gestos y murmullos de incredulidad.

 

-¡¿En qué estaba pensando cuando ha saltado?! –exclamó Quattuor una vez los ciudadanos hubiesen vuelto a sus quehaceres.

-¡No lo sé! ¡El otro día ya estuvo hablando conmigo de que no estaba de acuerdo con el plan, pero no pensé que llegaría a estos extremos! –replicó Kai.

-¡Deberías habérnoslo dicho en ese momento!

-¡¿Y qué habríais hecho?! ¡¿Amordazarla?!

-¡No habría estado mal!

-¡Te habría dado una paliza antes de hacerle algo así!

-¡¿Quieres ver quién le da una paliza a quien?!

Ambos se encararon peligrosamente hasta que un par de manos los separó, interponiéndose el cuerpo de Sarah ente ambos.

-¡Ya está bien! ¡Quattuor, la única responsable de sus actos es la propia Miruru y nadie más! ¡E incluso así sólo ha hecho lo que ha considerado mejor para los demás!

-¡¿Lo mejor para los demás?! ¡Por su culpa el plan se ha ido al garete! ¡Ahora tendremos que empezar de cero y eso contando con que logremos dar con una estrategia que nos sirva!

-En cualquier caso, no creo que enfadarse sirva de nada –intervino Kareth-. Si la mejor solución que tenemos ahora es volver a empezar entonces debemos mantener la cabeza fría.

Quattuor se quedó observando durante unos instantes al joven.

-Chst... –dejando escapar una mueca de desagrado, el descendiente de Gaia se movió hasta apoyar su espalda sobre la pared de una de las casas más cercanas al área gubernamental.

-Quizás lo más preocupante ahora mismo sea el estado de Miruru. No sabemos si realmente la escucharán o si harán algo con ella después de hacerlo –comentó Razer-. Les cuente lo que les cuente no hay ninguna garantía de que la crean, de hecho, las probabilidades de ello son considerablemente bajas.

-Eso es cierto, sin embargo hay algo que no termino de entender –consideró Kai.

-¿El qué? –preguntó Kareth.

-Se trata del gobernador de la unión. Al escuchar que tenía información sobre la guerra y sobre la trampa que se cernía sobre ellos aceptó sin demasiados problemas el escucharla.

-¿Quizás simplemente le pareció divertido? –señaló Razer.

-No...más bien parecía que de verdad estuviese interesado en lo que tenía que decir...pero no tengo claro por qué...

-Como sea, tanto por el bien de nuestro objetivo como por Miruru, lo mejor será que nos demos prisa y pensemos otra manera de entrar –sentenció Kareth mientras observaba la verja que había delante de ellos.

 

-Quédate aquí hasta nuevo aviso –le dijo uno de los soldados mientras cerraba la puerta metálica de barrotes que tapaba la entrada de aquella habitación y se marchaba por el pasillo.

La joven se quedó sola en una pequeña cámara de aspecto cuidado y limpio. Las paredes tenían adornos dorados y era de color rojo, una cama se encontraba junto a uno de los extremos laterales, y cerca de esta había un escritorio de madera. Frente a ella se observaba un gran ventanal con una verja metálica antepuesta al cristal, aparentando la misma utilidad que la puerta de entrada.

-Es un lugar bastante acogedor pese a tener las mismas restricciones que en una prisión...

Sin embargo, desde su punto de vista, no sería muy difícil escapar de allí si usaba sus habilidades.

-Yo que tú no pensaría en escapar.

Al oír una voz detrás de ella se dio la vuelta, descubriendo al encapuchado, quien se situaba tras la puerta metálica. Ahora que escuchaba más de cerca su voz, tenía la sensación de que le sonaba de algo.

-No creas que no sé lo que buscar conseguir. Y si no te he matado antes es porque eso me traería problemas con el gobernador. Más te vale estarle agradecida. Pero tus intenciones te han llevado a ser capturada, y una vez me asegure de que no se cumplen tus propósitos, te mataré, Miruru.

-¿Qu-quién eres tú? –había conocido antes a esa persona en algún lugar y ello no hacía más que aumentar la tensión en su cuerpo. Inconscientemente, apretó los puños mientras mantenía la mirada fija en el encapuchado, vigilando cualquier movimiento por su parte.

-¿No me reconoces? Ya veo. Quizás recuerdes entonces lo que ocurrió en la Yohei Gakko a la que asististe, o el secuestro durante el torneo –el encapuchado comenzó a levantarse la parte de tela que cubría su cabeza para dejar ver un cabello plateado y largo hasta la nuca.

En ese momento, la joven rubia se dio cuenta de por qué le sonaba aquella voz. Sus ojos se abrieron en sorpresa mientras un mal presentimiento recorría cada rincón de su cuerpo. Ya había visto una vez a la mujer que tenía delante. Tiempo atrás, durante el torneo clandestino, actuando como juez del mismo.

-¿Marie? –preguntó con inseguridad en sus palabras.

-Algunos me conocen así. En el proyecto Gaia me conocen como Quinque...

61: The three global powers 9
The three global powers 9

-Quinque… -repitió Miruru-. Así que tú fuiste quien estaba detrás de todo...querías apartarnos de tu camino para que Arks ganase el torneo...

-Si él hubiese ganado podría haber tenido al próximo líder del bajo mundo en mis manos pero por desgracia no salió bien, así que tuve que utilizar otros métodos.

-¿Otros...métodos...?

-Como el de eliminar al resto de aspirantes...

A la semidiosa le vino la imagen de Anna a la cabeza, llevándose una mano a la boca a la vez que sus ojos mostraba una expresión de desagrado.

-No te pongas así, no había más remedio si quería estar al lado del gobernador.

-Y para ello has tenido que quitarle la vida a toda esa gente...

-Miruru, durante esta guerra se ha derramado mucha más sangre que la que mancha mis manos. Si es por el bien de nuestro objetivo, haremos lo que tengamos que hacer.

Fue en ese momento cuando la joven recordó algo más que había dicho Quinque. Anteriormente, quizás una parte de su cerebro lo había dejado pasar, protegiéndola de ese hecho. Pero justo en ese instante, las palabras habían vuelto a sus oídos como un eco que se repite continuamente.

 

La descendiente de Gaia pareció darse cuenta, sonriendo. Los ojos abiertos como platos de la chica que tenía enfrente la llenaban de orgullo, sabiéndose la dominante.

-Antes has hablado de lo que ocurrió en Yohei Gakko... –finalmente, las palabras que no quería pero debía decir salieron de su boca- ...no me digas que tú eres...

-Tus compañeros no se volvieron locos sin motivo. Hubo alguien que provocó ese desastre...o quizás deba decir algo...

Una mujer. Eso fue lo que vio cuando escapó en la nave de evacuación. La figura de una mujer que alejada de aquella destrucción lo observaba todo.

-¡Fuiste tú! –de repente la chica se lanzó contra los barrotes de la puerta. Entre lágrimas, su cara estaba completamente rota por la ira.

-Había que encargarse de los semidioses –empezó a decir Quinque mientras daba un pequeño paso hacia atrás-. Sois demasiado inestables, difíciles de controlar. –las paredes de detrás de ella comenzaron a quebrarse a la vez que los pasillos del edificio empezaban a replegarse sobre sí mismos. El poder de Miruru se estaba descontrolando- Podríais representar un gran estorbo para el plan...aunque ese no era el único objetivo, algunos de los dirigentes de allí habían tenido contacto con Darker –calmadamente, la descendiente sacó del bolsillo un pequeño aparato circular con un botón situado en el centro del mismo. Al apretarlo, la semidiosa sintió cómo la cabeza le daba vueltas y su cuerpo se volvía pesado, desobedeciendo cualquier orden que intentase darle. Tropezando sobre sus pasos, cayó hacia atrás, quedando acostada en el suelo, mareada.

-De hecho también intenté matarte a ti –confesó Quinque mientras volvía a guardar el aparato como si no hubiese pasado nada- pero eres dura de pelar. No obstante, esta vez no fallaré...

Dándole la espalda a la semidiosa, se dispuso a marcharse.

-Será mejor que descanses. Aprovecha, ahora que puedes –sentenció entre risas mientras sus pasos se escuchaban cada vez más lejanos.

 

Al poco tiempo unos soldados vinieron para verlo que había ocurrido. Quinque les dijo que Miruru había intentando escapar pero que ella misma se había encargado de controlar la situación.

 

Por su parte, todavía con la cabeza dándole vueltas y entre tenues sollozos, la joven rubia había conseguido alcanzar la cama de la habitación. Cubriéndose los ojos, la imagen de lo que ocurrió aquel día se mantenía en su mente cual imagen fotográfica.

-¿Por qué...? ¿Por qué...?

Encogiéndose sobre sí misma, y tras varias horas, finalmente concilió el sueño.

 

Kai observaba la verja que lo separaba del recinto del gobernador. Esperando encontrar algún modo de entrar sin que los soldados y guardias los pillasen llevaba tiempo sentado sobre el mismo tejado desde el que, aquella misma mañana, había visto saltar a su amiga.

 

La noche se alzaba en el cielo y el nigromante no podía evitar sentir cierta ansiedad. Una urgencia que le instaba a saltar aquella barrera y meterse de lleno en territorio enemigo.

-¿No puedes dormir? –una voz lo sacó de sus pensamientos, haciéndole girar la cabeza hacia atrás.

-Ah, eres tú, Kareth. Sí...bueno, no...es sólo que...necesitaba hacer algo...

Kareth se sentó a su lado y suspiró.

-No te esfuerces demasiado. Si te agotas luego serás incapaz de actuar bien.

-...

-Estás preocupado por ella, ¿verdad?

-No puedo evitar pensar que yo tengo la culpa.

-Ya lo dijo Sarah. Es algo que decidió por ella misma. No creo que existan culpables. Pero, ¿por qué de repente cambió de opinión? Creía que estaba de acuerdo desde el principio.

-No, probablemente ya no lo estaba desde un principio pero no se opuso por lo mismo que yo. La Yohei Gakko de esa chica fue totalmente destruida. Dejó atrás a sus compañeros, a los investigadores, al científico que la salvó e incluso al animal que la estuvo acompañando. Ella no quería dejar atrás a nadie más, y cuando se dio cuenta de que si seguía por ese camino alguien más sufriría lo mismo que ella, no pudo soportar más la situación. Cuando me lo dijo, ella esperaba que yo la apoyase, pero no lo hice. Tenía en mente que lo más importante era detener el proyecto Gaia y olvidé por completo el porqué me hice más fuerte. Para evitar ver morir a alguien más.

 

Los dos chicos se quedaron en silencio durante unos segundos.

-¿Sabes? Yo también perdí a dos personas en Yohei Gakko. De hecho, hasta que me enteré de que Nara seguía viva pensé que habían sido tres. Con Sarah ocurrió lo mismo. En su caso, ella misma fue quien mató al que había sido su padre durante muchos años –Kareth juntó ambas manos, observando el cielo que no dejaba ver las estrellas-. En este mundo en guerra es fácil sentirse culpable por quienes hemos dejado atrás. Al final lo único que nos queda es seguir avanzando...

-...y evitar volver a pasar por lo mismo. O al menos, evitar que otros se sientan de la misma forma...

-No creo que olvidases nada. Simplemente tuviste en cuenta otras prioridades. Acepta esa manera de pensar y explícaselo a ella. Al fin y al cabo, a ella le ocurrió lo mismo, ¿no crees?

-Sí... –Kai volvió la vista de nuevo hacia la verja.

-¡Kai! ¡Karteh!

Garth los llamó desde el suelo de la calle, apoyado sobre sus rodillas debido al cansancio de haber venido corriendo a informarles.

-Es posible que hayamos encontrado una forma de entrar...

 

A la mañana siguiente los guardias llevaron a Miruru por los pasillos del edificio hasta la sala en la que se iba a desarrollar la reunión. Pese a ir sin esposas o algún objeto que la retuviese, no es como si se encontrase dispuesta a escapar. Su cabeza estaba demasiado llena de pensamientos sobre lo que le había contado Quinque el día anterior.

Aun así, intentó despejar su cabeza lo mejor que pudo. Estaba ahí dentro por un motivo, y debía cumplirlo a toda costa.

 

Tras varios giros y un casi eterno recorrido, se situaron finalmente frente a una puerta custodiada por dos soldados a cada lado de la misma, quienes la abrieron para darles paso a una gran sala con un par de mesas en el centro. Una de ellas era rectangular y de considerable longitud, ocupando una buena parte del centro de aquella cámara. Un poco más alejada se encontraba la otra, muchísimo más pequeña, e ideada para una persona dada la solitaria silla que había junto a ella, en la que se sentaba el gobernador de la facción.

 

Como era obvio, el resto de invitados estaban sentados en la más grande, algunos con documentos frente a ellos, otros además con copas llenas de un líquido rosado, y, además, algo de comida en el centro de la mesa.

 

Los soldados la sentaron en la mesa grande, al lado del hombre que acompañaba al líder de la unión y cuya arma descansaba apoyada a un lado de su silla, dando la sensación de que en cualquier momento ésta iba a ceder a su peso.

 

Por otra parte, la imagen de todo aquello era menos ostentosa de lo que pensaba que iba a ser en un principio. Pese a ello no es que se pudiese decir que era muy humilde.

 

A continuación, el gobernador de la facción hizo una señal al chico de pelo extravagante, e cual se encontraba situado a su lado y que, según recordaba ella, se trataba de otro descendiente de Gaia. Éste asintió y, alzando un papel para su fácil lectura, dio comienzo a la reunión.

-A partir de este momento dan por comenzadas las relaciones diplomáticas entre las dos potencias: Unión Imber y Facción Nix. La pretensión es la de llegar a un acuerdo para establecer una alianza contra el Imperio Salve y su reciente aliado, la organización “Comhairle” que comanda las escuelas Yohei Gakko.

De esta forma se procederá a la firma de un tratado que será denominado “Tratado Meilan”. Así pues, se realizará una cronología de los eventos y tratados realizados a lo largo de la guerra para rememorar a ambas partes la situación actual...

 

Miruru recordaba algunas cosas con respecto a ello de cuando estuvo en Yohei Gakko. A lo largo de la guerra se habían realizado tres treguas en las cuales se habían dispuesto tres tratados con acuerdos entre las tres potencias.

 

-En el año 0 se produce el comienzo de la guerra. Durante esa época existen un gran número de naciones que deciden tomar parte en la misma.

 

En el año 15 tras el comienzo de la guerra (t.c.g) se produce la unión de varias de esas naciones en la zona sur, debido a las pérdidas ocasionadas en muchas de ellas y lo que dará lugar a la por entonces conocida como Unión Salve.

 

En el año 25 t.c.g. la Unión Salve se hace por completo con el sur del territorio mundial y comienza su ascenso hacia el centro.

 

En el año 27 t.c.g. se produce una alianza entre las naciones centrales denominada Alianza Mane para hacer frente a la Unión Salve. Al mismo tiempo en el norte y oeste se alzan la Facción Nix y la Unión Imber.

 

En el año 50 t.c.g. la Unión Salve consigue derrotar a la Alianza Mane, quienes se retiran al este, donde pasan a forma parte de la recién surgida Alianza Nox. De esta forma se hacen con el centro del territorio y restauran la por entonces medio destruida ciudad del comienzo, a la que denominan Genese.

 

En el año 60 t.c.g. se producen ataques por parte de la Facción Nix, la Unión Imber y la Alianza Nox contra la Unión Salve que hacen mermar el territorio ocupado por este último.

 

En el año 80 t.c.g. la Unión Salve finalmente se retira al sur y el territorio central queda dividido entre las otras potencias quienes comienzan a enfrentarse entre ellas por el monopolio de la zona central y el control de Genese.

 

En el año 100 t.c.g. tiene lugar una tregua donde se dispone el primer tratado: “Tratado Unheil”, mediante el cual se pretende una repoblación de los recursos naturales consumidos durantes los primeros cien años y se promueven métodos para la fertilización de las tierras. Asimismo, se aprovecha para la reconstrucción de ciudades.

 

En el año 180 t.c.g. la tregua es rota por un ataque por parte de la Unión Salve a la Alianza Nox en los territorios del este. Por otro lado, la Facción Nix ataca los territorios centrales tanto de la Unión Imber como de la alianza.

 

En el año 220 t.c.g. la alianza es derrotada habiendo perdido todos sus territorios, siendo los del este dominados por la Unión Salve y los centrales por la facción. Mientras tanto, la Unión Imber mantiene a raya la carga realizada por la Facción Nix, quien avanza hacia el este aprovechando la adquisición de terrenos.

 

En el año 235 t.c.g. la Facción Nix se retira del este gracias a la dura defensa de la Unión Salve. Comienzan a aparecer lluvias ácidas en los territorios centrales.

 

En el año 275 t.c.g.; hasta esta fecha sólo se producen conflictos menores entre las tres potencias. Las lluvias ácidas han acabado con la mayor parte de los recursos de los territorios centrales, provocando su abandono por parte tanto de la Unión Imber como de la Facción Nix. Genese termina quedando en el más absoluto olvido.

 

En el año 280 t.c.g. se detienen las lluvias ácidas en los territorios centrales, desarrollándose de manera más ocasional a partir de entonces, y se da lugar a la segunda tregua en la que se realiza el segundo tratado: “Tratado Ánima”, mediante el cual se reconstruye por segunda vez Genese y se le otorga un gobierno independiente para enlazar el comercio a través de los territorios centrales, los cuales pasan a llamarse tierras yermas o los yermos. El desarrollo de este proceso se vuelve lento y costoso debido a la contaminación producida durante más de cuatro décadas.

 

En el año 330 t.c.g. la reconstrucción de Genese ha sido terminada. En ese mismo año se produce un golpe de estado en la Unión Salve, la cual pasa a denominarse Imperio Salve.

 

En el año 332 t.c.g. el Imperio Salve rompe la tregua y comienza ataques tanto a los territorios del norte como del oeste.

 

En el año 350 t.c.g. el imperio consigue ganar terreno en el oeste. Por el contrario, el norte permanece inamovible.

 

En el año 360 t.c.g. el imperio retira sus tropas del norte quienes dejan de mostrar signos de conquista territorial.

 

En el año 365 t.c.g. la Facción Nix consigue finalmente evitar la conquista cortando las comunicaciones de la avanzadilla del imperio en el oeste con sus territorios en el sur. Asimismo, se inicia un avance para recuperar los territorios perdidos.

 

En el año 375 t.c.g. la facción recupera sus territorios e inicia un nuevo ataque hacia el sur utilizando el sistema L-Drill.

 

En el año 390 t.c.g. la facción se retira del sur sin haber conseguido un ataque fructífero. Por otra parte el imperio comienza a tener conflictos internos en el este.

 

En el año 397 t.c.g. se resuelve parte de los conflictos, producidos por espías de la unión. En respuesta a esto, el imperio corta el comercio entre Genese y el norte.

 

En el año 405 t.c.g. se forma la organización conocida como “Comhairle” y se inicia la tercera tregua en la que se firma el último tratado entre las tres potencias: el “Tratado Ruhe”, en el cual se reinicia el comercio en el norte, se solucionan los conflictos dentro del imperio, se comienza la construcción de ciudades en las zonas yermas en las cuales se ha observado la existencia de humanos descendientes de los que fueron abandonados tras la retirada de las potencias de los territorios centrales, y se le otorga libertad a “Comhairle” para establecer relaciones diplomáticas.

 

En el año 462 t.c.g. se rompe la última tregua, desarrollándose conflictos menores tanto internos como externos y que afectan tanto a ciudades en las tierras yermas como en los territorios de cada potencia.

 

El chico levantó la vista del documento en el que acababa de leer todo aquello. Sin duda, quinientos años habían dado para mucho.

-Y esa es la situación que se ha desarrollado hasta hoy.

-El imperio ha sido el que más nos ha mantenido ocupados durante los últimos dos siglos. Supongo que esta alianza estaba destinada a llevarse a cabo –comentó el líder de la unión.

-Yo no creo en el destino. Sólo en lo que me conviene –respondió aquella gran armadura viviente. La semidiosa no podía evitar sentir curiosidad por la persona que se escondía debajo, si es que la había.

-Como quieras –dijo el otro encogiéndose de hombros.

 

El líder de la facción volvió a hacer un gesto al descendiente.

-Siguiendo con la reunión pasaremos a tratar las cláusulas de cada parte.

-Creo que estarás de acuerdo en que un intercambio comercial debe ser una de las principales estipulaciones. Puesto que vosotros tenéis problemas con recursos alimenticios, quizás podríamos aportar un porcentaje de los nuestros a cambio de tecnología militar.

-Me parece bien. Además solicitaría relaciones con el bajo mundo y la mitad de las ganancias que obtengamos de Radiar.

-Con eso ya no puedo estar de acuerdo...

La armadura levanto la cabeza. Miruru imaginó que se trataba de una reacción de sorpresa.

-La relación con el bajo mundo es nuestra mejor baza...

-Lo mismo en  el caso de nuestra tecnología militar –interrumpió el líder de la facción.

-Sí, pero relaciones con ellos supondría el apoyo de una buena parte del comercio existente en el mundo y eso se paga más caro. Si deseas ese tipo de trato entonces exijo un mayor porcentaje de Radiar, además de los diseños de vuestra tecnología armamentística.

Sextus se acercó y susurró algo al oído del gobernador de la facción. Éste asintió y continuó con el debate.

-¿De qué porcentaje estaríamos hablando?

-Un 60% para nosotros y un 40% para vosotros.

-En ese caso olvidaos de los diseños. Con el intercambio tenéis de sobra.

-Unas pocas armas nos ayudaría sí, pero los diseños nos permitirían su fabricación por cuenta propia. El sistema L-Drill resulta muy sugerente...

-Si queréis algo así entonces me temo que la balanza de porcentajes de ese elemento tendrá que declinarse hacia nosotros.

 

La cabeza de la semidiosa se movió de un líder a otro. Justo delante de ella se desarrollaba un ejemplo de la discusión que habían tenido las tres potencias, a modo de batallas campales, durante quinientos años.

-Esto... ¿y si se deja en la mitad para cada uno y se ofrecen las otras dos con ciertas limitaciones? –preguntó Miruru recibiendo la atenta mirada de todas las personas allí reunidas, lo que la hizo encogerse un poco hacia atrás, poniéndose a la defensiva- Sé que me estoy metiendo donde no me llaman pero...pensé que sería una buena manera de solucionarlo...

“¿Por qué no habré mantenido la boca cerrada?”, se preguntó a sí misma mientras el silencio se apoderaba de la sala. Tras unos segundos que se hicieron interminables para la joven, el líder de la unión siguió por donde lo habían dejado.

-No me parece una mala propuesta, relaciones restringidas con el bajo mundo a cambio de que mantengáis el 50% del Radiar obtenido.

-Mm... –el gobernador de la facción cruzó sus metálicos brazos y, tras esto, asintió a la propuesta- Bien, nosotros haremos lo propio con nuestros diseños.

“¡¿Han aceptado?!”, sorprendida, aunque también aliviada, de repente sintió un pinchazo en su cabeza, lo que le hizo darse cuenta de la mirada que le acababa de lanzar Quinque.

 

Tras haber terminado de dictar todas las estipulaciones que iban a escribirse en el tratado, ambos gobernantes lo firmaron y una copia fue guardada por cada bando.

-De esta manera, sentenciamos la firma del “Tratado Meilan”, el cual será puesto en funcionamiento a partir de este momento. Continuando con el segundo punto de esta reunión cedo la palabra a mi señor.

El aludido asintió y su mirada, o eso creía la chica, se posó sobre Miruru.

-Antes habías dicho que tenías una información sobre esta guerra que podía ser de nuestro interés.

-Lo es –dijo Miruru con seriedad.

-En ese caso, creo que a todos los presentes nos gustaría escuchar sobre ello.

Tras respirar hondo y cerrar un momento los ojos, se dispuso a hablar.

-Si seguís con esta guerra, la humanidad va a ser destruida.

Como había ocurrido anteriormente, ninguno de los presentes dijo una palabra hasta que el silencio fue roto por el gobernador de la unión.

-Nos gustaría que fueses más concreta...

-Existe una organización que se hace llamar proyecto Gaia siguiendo el nombre del plan que han desarrollado. Éste consiste en utilizar ambas alianzas, tanto la de “Comhairle” y Yohei Gakko con el imperio como ésta para iniciar una batalla que dé lugar a la invocación de Gaia en este mundo.

-¿Gaia? ¿Hablas de la diosa que habita como núcleo de este planeta? ¿La de las leyendas y cuentos?

-Sí. Sé que puede parecer increíble pero el objetivo de esta diosa es la de dar lugar al renacimiento de este mundo borrando la existencia del ser humano. Esta guerra está siendo alimentada por el proyecto Gaia para cumplir con los requisitos necesarios que den lugar a esa invocación. Los componentes de dicha organización se hacen pasar por vuestros consejeros y asesores para que sigáis los pasos que ellos os marcan. De hecho esta alianza no es más que otro paso para su objetivo.

-Pero, ¿por qué esa diosa iba a querer eliminar a la raza humana? –preguntó Sextus cumpliendo su papel a la perfección.

-Por la guerra que hemos provocado.

-¿Y dices que se hacen pasar por nuestros consejeros? ¿Podrías decirnos quienes son entonces? –preguntó el líder de la facción con algo de sarcasmo en su tono.

-Por supuesto –decidida, señaló a Quinque y a Sextus, quienes no se inmutaron ante la acusación-. Son ellos dos.

Después de unos instantes, Quinque comenzó a reírse como si todo aquello le pareciese una broma.

-¡Es ridículo! ¡¿Estás en tus cabales?! No creo que haga falta escuchar más –comentó dirigiéndose a su gobernante.

-Ah...la verdad es que tienes razón. Me esperaba una información de mayor importancia pero, esto no es más que un cuento para niños...

Un fuerte golpe puso en guardia a los presentes, quienes observaron como la mano de la semidiosa se hallaba apoyada sobre la superficie de la mesa.

-¡Es la verdad! ¡Estáis siendo engañados por ellos y os condenaréis a vosotros mismos y al resto de la humanidad si seguís por ese camino!

-Por la información que me ha aportado Marie, no has venido sola a estos territorios, y hay una alta probabilidad de que estés con los Rebeldes, aunque pensé que ellos estaban más interesados en el imperio. Sabiendo esto, algo tan dudoso como lo que acabas de decir resulta poco confiable –replicó el máximo mandatario de la unión.

Miruru por su parte, apretó fuertemente los dientes, fruto de la rabia y la impotencia.

-Quizás lo mejor fuese ejecutarla, gobernador –propuso Quinque.

-No...por el momento mantengámosla viva. Puede que nos resulte útil si de verdad está con los Rebeldes.

La semidiosa detectó una ligera mueca de desagrado en Quinque. Estaba claro que la opción de ejecutarla la atraía más.

-Si eso es todo, volveré a mis aposentos por hoy. Mañana finalizaremos el protocolo de este tratado.

-Bien, se da por terminada la reunión –dijo el líder de la facción-. Lleváosla.

 

Obedeciendo las órdenes de su señor, los dos soldados que la habían escoltado hasta allí la acompañaron de vuelta a su habitación-celda. Furiosa, pero manteniendo la cabeza alta, Miruru echó un último vistazo hacia atrás, en ese momento vio cómo Quinque esbozaba una sonrisa...

 

-¿Esto es lo que vamos a usar para entrar en el recinto? –preguntó Kai frunciendo el ceño.

-Exacto... –respondió Garth mientras mostraba un cañón de la misma altura que un hombre y una longitud que debía ser el triple que dicha altura-. Si somos capaces de arreglarlo primero, claro...

62: The three global powers 10
The three global powers 10

Tras decirles que habían encontrado una forma de entrar en el recinto del gobernador, Kareth y Kai habían esperado algún tipo de pasaje subterráneo o algo parecido, sin embargo la presencia del arma los dejó perplejos.

-¿De dónde ha salido esto?

-Este cacharro lo encontré hace ya tiempo, tirado en las afueras. Perteneció una vez a la facción y probablemente se deshicieron de él porque ya no funcionaba –dijo Garth mientras acariciaba la superficie del cañón.

-¿Cómo se supone que vamos a usarlo entonces?

-A eso puedo contestar yo.

Apareciendo por la puerta del almacén de donde habían sacado el arma, Razer se reunió con ellos. Detrás de él iba un hombre que debía rondar la misma edad que Garth, el cual presentaba una barba blanca, algo espesa, y un vientre más ensanchado que el del revolucionario. Se trataba de un amigo de éste y dueño de dicho almacén.

-Resulta que tenemos a tres individuos en nuestras filas a los cuales se les da bastante bien arreglar cosas como ésta.

-¿Te refieres a Zen, Sen y Len?

Razer asintió.

-Les he preguntado si podrían arreglarlo para mañana y se han mostrado bastante positivos al respecto. No creo que tengamos mucho tiempo. Las posibilidades de Miruru consiga convencerles por sí sola son bajas. Con suerte, quizás no la ejecuten si piensan que esta con los Rebeldes.

-Pero...no es posible que se hayan enterado de eso... –replicó Kareth.

-Lo sé, pero si la mantienen vigilada, dudo que les importe hacer el intento. Si consiguen que irrumpamos a ciegas en ese recinto o la torturan para dar con el paradero de la villa, estaremos en problemas.

-Miruru no dirá nada –contestó fríamente Kai.

-Yo tampoco lo creo, Kai. Pero la seguridad de mi gente está por encima de cualquier creencia. Por tanto, es mejor que nos demos prisa en sacarla de allí con cuidado de que no nos capturen a ninguno.

-Tengo otra pregunta... –interrumpió Kareth- ¿Cómo pensáis transportar esto? El almacén está a aproximadamente una hora del recinto del gobernador.

-Este cañón es de larga distancia –comentó el amigo de Garth hablando por primera vez en todo lo que llevaban de conversación-. No hará falta situarlo cerca para dispararlo. Bastará con encontrar un sitio adecuado desde donde hacerlo. En cuanto al transporte, creo que podrá caber en mi camión. Soy transportista, de ahí el almacén. Lo que me llega lo distribuyo al resto de la ciudad.

-Incluso así, ¿podrás llevarlo durante todo el trayecto? Si nos movemos por calles estrechas el camión no podrá pasar.

-No te preocupes por eso –volvió a hablar Razer- Conoces a alguien cuya fuerza bruta supera con creces la media.

Fue entonces cuando al chico se le vino a la mente la imagen de Quattuor, haciéndole esbozar una sonrisa irónica.

-Y si necesitamos esconderlo de los demás, podemos recurrir a las habilidades de Kai, ¿me equivoco?

El aludido asintió.

-Bien, aclaradas las dudas os explicaré exactamente lo que vamos a hacer...

 

Mientras tanto, Miruru se movía de un lado para otro en aquella habitación que hacía de celda.

-¡Maldita harpía! –exclamó refiriéndose a Quinque- ¡Cómo me gustaría darle de su propia medicina!

Finalmente se sentó sobre la cama a la vez que se llevó las uñas a la boca, intentando calmar los nervios.

Y ahora, ¿qué sería de ella? ¿La dejarían ahí hasta que se cansaran o lograse salir del alguna forma? ¿La torturarían hasta la muerte o la matarían sin más? ¿Cómo se había enterado Quinque de que ella estaba con los Rebeldes? No...quizás fuese una mentira con el intento de que la ejecutasen lo más rápido posible...

-¡Chst! –chasqueando la lengua, se acostó sobre la cama. Podría probar a intentar salir de allí por sus propios medios pero Quinque la tenía en el punto de mira, y ese extraño artilugio que llevaba consigo la dejaría en el suelo en menos de lo que tardase en llegar a la salida. Además, tenía la sensación de que si se iba ahora todo lo que había hecho no tendría sentido y no podría volver a entrar de nuevo. ¿Significaba eso que su única opción era quedarse quieta sin hacer nada esperando a que alguien la salvase?

-Kai... –murmuró al recordar al joven. La última vez que había hablado con él había sido durante aquella discusión tras la que acabaron en malos términos. Quería volver a verlo, aclarar las cosas y disipar aquella sensación en su pecho que le impedía conformarse con el mal ambiente que se había formado entre los dos.

Inconscientemente, se mordió el labio inferior. El deseo de estar con él se hacía cada vez más grande.

-Parece que no te lo estás pasando muy bien...

Una voz la desvió de sus pensamientos. Cuando volvió la vista hacia la puerta, descubrió al gobernador de la unión al otro lado de los barrotes.

-¿Q-Qué haces aquí?

-Nada, simple curiosidad. ¿No puede una persona visitar a los presos de vez en cuando?

-... –la chica se fijó que a su lado únicamente se encontraba aquel hombre pelirrojo que poseía un extraño martillo, sin embargo Quinque no andaba con ellos.

-En realidad también quería preguntarte algo...

-¿Huh? ¿Sobre qué?

-Tú, ¿estuviste en los territorios de la unión hace algún tiempo?

-¿P-por qué lo preguntas? –la semidiosa se puso a la defensiva.

-Contesta, por favor.

-No tengo por qué hacerlo y mucho menos si no sé el porqué...

-... –el líder de la unión se mantuvo en silencio durante unos instantes-. Hace algún tiempo se me comentó que dos personas pertenecientes a “Comhairle” se habían colado en los territorios de la unión y que cuando los estaban persiguiendo consiguieron escapar gracias a la intervención de algo que cayó desde arriba y rompió el suelo de las calles. Una de las descripciones de los dos individuos concuerda contigo y, tampoco puedo evitar preguntarme si tenéis algo que ver con lo que sucedió en el torneo.

-...yo...nosotros...no tenemos nada que ver con lo de ese torneo...todo fue culpa de ella...

-¿Ella?

-Esa chica que está contigo. No es de fiar, lo único que quiere es provocar la guerra. No debes seguirle el juego.

El gobernador la miró fijamente. Luego sonrió y se dispuso a marcharse de allí.

-Está claro que no llegaremos a nada de esta forma. Supongo que tendremos que usar otros métodos. En fin, que pases una buena estancia...

-¡Espera! ¡Te estoy diciendo la verdad! ¡Eh! –la chica elevó su mano dirigiéndola hacia el gobernante, quien, seguido de su secuaz, abandonó su visibilidad.

Miruru golpeó el suelo con el pie, agarrándoselo poco después debido al dolor recibido tras aquella pequeña muestra de rabia. Suspirando, se acercó a la ventana desde la que podía observar el resto de casas y apoyó una mano sobre los barrotes de la misma.

-Me pregunto qué estarán haciendo Kai y los otros... –dicho esto, agachó la cabeza-. Yo... ¿de verdad hice lo correcto?

 

-Pásame esa llave.

-Es mejor que utilices la otra herramienta, podrías romper algo.

-¡Oh, venga! ¡Siempre estás igual! ¡Que si ten cuidado con esto! ¡Que si es mejor lo otro! ¡Hay que ser más impulsivo!

-Si eres demasiado impulsivo puedes acabar cargándote las cosas y entonces no habrá vuelta atrás.

-Y si no lo eres, como tú, terminarás por no hacer nada y tardar tres horas en acabar el trabajo.

-De lo que estoy seguro es de que como sigáis discutiendo entre vosotros no vamos a tener esto listo ni para dentro de un mes, así que dejaos de tonterías y a trabajar.

Situado a cierta distancia, Kai escuchaba la conversación, si se le podía llamar así a lo que hacían, de Len, Sen y Zen.

Todos, exceptuando Nara, quien se encontraba en ese momento haciéndole compañía a Eirin en la base, esperaban en aquel almacén a que el arma estuviese preparada para iniciar el plan, el cual era tan arriesgado como el anterior.

 

“-Básicamente, la estrategia será parecida a la del primero. Sólo que esta vez utilizaremos como señuelo el cañón.

Una parte de nosotros se situará en una zona alejada desde la que puedan dispararlo y atraerán la atención de los soldados. Dudo que envíen una gran cantidad de ellos para darnos caza pero nos servirá para escurrirnos por la puerta principal y, de paso, reducir su número en el interior del lugar.

-¿Tenemos balas para eso? –preguntó Kareth.

-No, pero creo que tengo algo en el almacén que podremos usar –respondió el amigo de Garth.

-¿Estás seguro de que es conveniente que desperdicies materiales? ¿No afectará eso a tu trabajo?

-No te preocupes por eso ahora...

-Continuando con lo dicho, el equipo que se introducirá en el recinto deberá pasar lo más desapercibido posible, es por eso que intentaremos llevarlo a cabo cuando haya oscurecido. Una vez dentro tendremos que obtener información sobre el paradero de Miruru y de los gobernantes. Esos son nuestros principales objetivos.

-¿Y que hará mientras tanto el otro equipo?

-Tras contar una mínima serie de disparos, deberán abandonar la zona. Los soldados intentarán dar con ellos, así que deberán entretenerlos lo suficiente como para que el resto ya haya alcanzado su objetivo.

-El problema principal será los descendientes de Gaia...

-No estoy seguro de que podamos evitar enfrentarnos a ellos. Pero en caso de que nos los topemos, mejor que sea en un uno contra uno o que nosotros llevemos ventaja numérica. Lo tendremos complicado si les acompañan soldados. No sé si esto saldrá bien pero...tenemos que hacerlo...”

 

El nigromante junto sus manos y las posó sobre su barbilla.

-Aguanta un poco más Miruru... –murmuró.

 

Mientras tanto, en la casucha que hacía de base para el grupo, Nara ponía en orden lo poco que había allí a la vez que buscaba algo útil que poder usar para la infiltración.

-¿Tú también vas a ir? –preguntó Eirin, quien, ya más recuperada pero todavía sin forzar mucho su cuerpo, la ayudaba con aquella tarea.

-Por supuesto. Odiaría tener que quedarme aquí sin hacer nada –respondió la joven sin desviar la vista e sus quehaceres.

-...

Al girarse y ver a la chica cabizbaja, Nara se acercó a ella y le cogió ambas manos.

-¿Estás preocupada por Miruru?

Eirin se limitó a asentir.

-Vamos a sacarla de allí. Puedes estar segura. Todos mis compañeros son fuertes y buenas personas...b-bueno, quizás Quattuor tenga lo suyo pero pese a ello no es alguien malo. Y sé que Miruru también es una chica fuerte, volverá con nosotros y conseguiremos que este lugar cambie.

-...sí...gracias... –contestó la chica dibujándose una leve sonrisa en su rostro- La verdad es que, no se por qué, pero, hay algo en Miruru que me trae recuerdos de mi hermana.

-¿A qué te refieres?

-Es como si tuviese la sensación de que en algún momento llegó a conocerla...

 

Al día siguiente, la puerta de la habitación en la que se encontraba Miruru se abrió. Alterada, la chica se puso a la defensiva, observando como un par de soldados entraban en la sala y daban paso a Quinque, quien iba seguida de otra persona encapuchada con un saco de color negro, algo roído y que no dejaba ver su cara. Pese a ello, la joven podía decir fácilmente que se trataba de un hombre debido a su complexión física. En sus manos llevaba una especie de maletín del mismo color que lo que cubría su cabeza. Todo en su conjunto le daba un aspecto temible.

-¿Cómo estás, Miruru? –preguntó Quinque con tono burlón.

Ella se mantuvo en silencio, esperando a que la otra continuara habando.

-Quizás te preguntes por qué estoy aquí hoy. Verás, la información que tenemos sobre ti es bastante incierta. Ya sabes que existe el posible hecho de que tengas cierta relación con los Rebeldes. Y ambos gobernadores están preocupados por ello.

-Esa duda fue infundada por ti, lo único que querías era intentar dar un motivo para mi ejecución, ¿no es así?

-En absoluto. ¿Cómo podría hacer una cosa así? –un claro sarcasmo se hizo eco en el tono de voz de la descendiente-. En cualquier caso, no es algo de lo que podamos estar completamente seguros, ¿no crees?

-...

-Puesto que ayer no lograron sonsacarte nada, pedí permiso para encargarme yo misma de obtener la información.

Viéndose venir lo que iba a suceder, Miruru levantó las manos dispuesta a defenderse, sin embargo, su adversaria volvió a utilizar aquel extraño artilugio, provocando que de nuevo se sintiese mareada y cayese al suelo.

-¿Qué...es...?

-¿Te estás preguntando por lo que te ocurre? –Quinque señaló el artilugio- Esto se llama Sonar. No sé exactamente cómo funciona pero al parecer produce alteraciones en el Radiar, así como en las personas que lo poseen, en un radio concreto. Como ves, es bastante efectivo.

-Pero...tú...

Su visión era borrosa y ya no estaba segura de con quién hablaba. La descendiente volvió a guardar el aparato y se arrodilló junto a ella.

-En mi caso, poseo algo que interfiere con su trabajo, por lo que lamento decirte que no me veo afectada –dicho esto dirigió la mirada hacia el hombre encapuchado-. Átala.

 

Accediendo a la orden, aquel tipo cogió a Miruru de ambas muñecas y la postró sobre la cama. Posteriormente, abrió el maletín y agarró varias sogas con las que ató a la chica, de manera que impidió el movimiento de sus cuatro extremidades. Después sacó otro aparato del mismo sitio, el cual consistía en un cilindro de plástico en cuyo final se hallaban dos pequeñas varas de hierro que se doblaban formando un arco cuadrado. Al accionar el aparato, las varas comenzaron a adquirir un color naranja el cual se fue volviendo cada vez más rojizo.

La semidiosa comenzó a respirar agitadamente. Incluso si no llegaba a ver bien lo que le estaban a punto de hacer se estaba preparando para lo peor.

-Espero que te guste el dolor... –sonrió Quinque a la vez que hacía otra señal al hombre.

Éste acercó el artilugio hasta que las varas tomaron contacto con la piel del costado de la chica, dando lugar a que comenzase a quemarse.

-¡AAAAAAAH! –chilló la joven.

-Primera pregunta: ¿es cierto que perteneces al grupo de los Rebeldes? –preguntó Quinque sin inmutarse por el sufrimiento de Miruru.

-Ah...ah... –la semidiosa intentó resistir el dolor mientras lágrimas caían desde sus ojos-. No... ¡AAAAAAAH!

Al responder de esa manera, el hombre volvió a iniciar el mismo proceso anterior en otra parte de su costado.

-Mala respuesta. Probaré a preguntártelo de nuevo. ¿Perteneces a los Rebeldes?

-... ¡No!

-Una lástima...

-¡AAAAAAAH!

El hombre detuvo durante un momento su proceder. Por su parte, la semidiosa seguía haciendo uso de toda su fuerza de voluntad para continuar aguantando aquel suplicio.

-No...te...saldrás...con...la...tuya...

-Jajaja...te diré algo...quizás el gobernador me haya dicho que no te mate pero, durante una tortura, a veces ocurren...accidentes...seguro que lo comprenderá...

Tras esto hizo otra señal al hombre encapuchado.

-¡AAAAAAAAAAH!

 

Después de situarse con el camión cerca de la zona acordada, Quattuor y Kai, quienes se situaban en la parte de atrás, junto al cañón, salieron fuera. Quattuor se dispuso a cargar con el arma, a la vez que el nigromante hacía su tarea.

-Cuarto espíritu: Lein.

Una serie de ondas alteraron el espacio que ocupaba el cañón, provocando que el objeto tomase la apariencia de una caja de madera. Cuando Lein aplicaba sus ilusiones sobre otros objetos, en lugar de crearlas de la nada como cuando él y Miruru entraron en los territorios de la unión, no podía modificar su peso pero si su aspecto físico, eso sí, dentro de unos límites. De cualquier modo, aquello no era un problema para el descendiente, quien cargó la caja de varias toneladas de peso como si nada.

-Vamos.

Los dos se movieron por uno de los callejones hasta llegar a una zona deshabitada con sólo un par de casas cercanas. Kai empezaba a ponerse cada vez más nervioso por el estado de Miruru.

 

En ese sitio se encontraron con Zen, Len, Sen, Sdren y Garth, quienes iban a ser los encargados de disparar el arma.

 

Después de dejar la supuesta caja de madera, Kai deshizo la ilusión, devolviendo el objeto a su forma original.

-Uah... –se sorprendieron Sen y Len.

-Bien, nosotros nos encargaremos del resto –dijo Zen- Vosotros id con los demás junto a la puerta principal.

-Buena suerte.

-Vosotros la necesitaréis más que nosotros –dijo Garth.

Tras esto, los dos se marcharon.

 

Con la ayuda del amigo de Garth, no tardaron en reunirse con los demás, quienes esperaban desde una posición cercana a que se iniciase el plan.

-De acuerdo –dijo Razer-. No tardarán mucho en empezar.

Situados en la parte de la derecha, se encontraban Quattuor, Sarah y Razer; los tres ocultos encima de uno de los tejados de las casas cercanas.

En el otro lado estaban Kai, Kareth y Nara.

Kai observó las luces que se veía en algunas de las ventanas del edificio, las cuales destacaban bajo el cielo nocturno. Fue en ese instante cuando se le ocurrió una idea...

 

-Cambio de zona.

-De acuerdo.

Ordenados por pelotones, los soldados de la facción vigilaban el área de fuera del edificio.

Pese a que la unión también tenía guardias, estos se habían quedado dentro, según ellos, para proteger más de cerca a su señor. No obstante, desde el punto de vista de los soldados originarios de aquella zona, quienes se consideraban más organizados en lo que a guerra, defensa y combate se refería, eran sólo unos debiluchos. De esa forma, salvaguardaban todas las zonas que conformaban aquella área, cambiando de lugar y tuno cada cierto tiempo.

Sin embargo, y pese a toda su preparación, ninguno se esperaba que en ese momento un cañonazo tomase contacto con el área que vigilaban, provocando una pequeña explosión que lanzó por los aires parte del suelo.

 

-¡¿Qué ha sido eso?!

Reunidos ambos gobernadores en la misma sala donde discutieron el “Tratado Meilan”, el de la facción se levantó de su sitio y se acercó a la ventana dispuesto a observar lo ocurrido. Su invitado, el de la unión, fue más tranquilo a la hora de hacer lo mismo. Los dos se hallaban con sus respectivos acompañantes. Uno de ellos Sextus, y otro el hombre pelirrojo, que seguía a su señor a todas partes.

 

Pasaron escasos minutos hasta que uno de los soldados de la unión irrumpió en la cámara.

-Nos están atacando a cañonazos, señor.

-¡¿Es esto cosa tuya?! –exclamó el líder anfitrión dirigiéndose al invitado.

-¿De verdad piensas que haría algo tan poco conveniente? –contestó el otro calmadamente- Si no confías en mí, estoy dispuesto a enviar un pelotón de mis soldados junto a los tuyos para investigar la situación.

Poco después, uno de los soldados de la facción se situó al lado del perteneciente a la unión, esperando para recibir órdenes.

-¡Estoy de acuerdo! ¡Enviad a la ciudad una patrulla e investigad todos los rincones desde los que preveáis que se haya podido lanzar el ataque! ¡Si tenéis que preguntar a los civiles por la fuerza, hacedlo! ¡Vamos!

-¡Sí, señor!

Aceptando las órdenes del gobernador, el soldado se marchó, haciendo lo mismo el otro cuando recibió una señal de su respectivo líder. Tras esto, el gobernador de la unión hizo otra señal al hombre pelirrojo, quien asintió y se marchó detrás de los soldados.

 

Unos quince o veinte minutos después del primer disparo, el equipo de los Rebeldes vieron la puerta principal abrirse para dejar paso a un grupo de soldados que se disponían a internarse en la ciudad.

-Llegó la hora.

Un par de flechas volaron en dirección a los dos soldados encargados de cerrar de nuevo la entrada, quienes cayeron en el acto. En ese momento, algunos de los más cercanos a ellos se acercaron a ver lo ocurrido.

-Cuarto espíritu: Sázam

Moviéndose a gran velocidad, Kai golpeó en el estómago a cada uno de ellos, provocando que perdiesen el conocimiento en el acto. Instantes después dio paso al resto del grupo.

-¿Qu-qué haremos con ellos? –preguntó Nara.

-Permíteme –cogiéndolos a todos, Quattuor los lanzó fuera del recinto antes de cerrar la puerta- Así no los verán desde dentro.

-¿Y qué hay de los de fuera? –preguntó Sarah bajando los hombros.

-Tardarán en llegar, y para entonces ya habremos acabado.

Todos resoplaron mientras movían la cabeza de un lado a otro.

-¿Qué? –se quejó Quattuor sin comprender la opinión del resto.

-Sigamos –dijo Razer a la vez que se encaminaba hacia el edificio seguido de los demás.

-Nara.

Cogiendo a la chica del antebrazo, Kai la paró un momento.

-Voy a necesitar que vengas conmigo...

63: The three global powers 11
The three global powers 11

Nada más escuchar el sonido de aquella explosión, Quinque se dirigió hacia la ventana.

 

Una pequeña luz iluminaba la habitación, dejando ver a una Miruru llena de quemaduras por todo el vientre y brazos, y a su torturador, quien había cambiado de metodología y se había decantado por utilizar una toalla sobre la cara de la chica a la cual le echaba una gran cantidad de agua, casi asfixiándola.

-Será mejor que me marche...

La descendiente observó el rostro de la semidiosa, quien, mareada y tosiendo, se mantenía firme pese a su expresión de debilidad.

-Es más resistente de lo que pensaba. Si continúa así, ya sabes lo que hacer...

 

Habiendo salido de aquella habitación, Quinque avanzó por los pasillos del edificio hasta toparse con una figura conocida.

-Oh, ¿qué haces tú aquí, Yorus?

El hombre que siempre acompañaba al gobernador de la unión la observó con expresión seria y calmada.

-El gobernador me ha pedido que te buscase. Supongo que ya has notado los cañonazos.

-Por supuesto, de hecho iba de camino.

-¿Crees que son los Rebeldes?

-Desde mi punto de vista, estoy segura de que sí. En cualquier caso, será mejor que aseguremos la entrada por lo que pueda venir...

-Bien, encárgate tú de ello. Yo me uniré contigo después de terminar otra tarea que me han encomendado.

-¿Otra tarea?

-Nada del otro mundo, asegurar algunas cosas para evitar que puedan acceder a ellas.

-Claro...nos vemos entonces... –dicho esto, la chica se dispuso a continuar su camino.

-Por cierto, Marie, supongo que no te habrás pasado con el interrogatorio, ¿verdad?

De espaldas a Yorus, la descendiente esbozó una maliciosa sonrisa.

-Tranquilo, está todo controlado...

 

-¿Quieres que te acompañe? –preguntó Nara, confusa.

-Sí. Antes he utilizado el poder de uno de los espíritus para observar por las ventanas de las habitaciones que tenían luces encendidas. En una de ellas he visto algo que me ha parecido muy extraño y creo que podría ser un indicio de dónde está Miruru.

-Pero eso no explica por qué tengo que ir contigo...y había mucha distancia hasta las habitaciones...

-Ese espíritu incrementa la capacidad de los sentidos, por lo que la distancia no es un problema. En cuanto a por qué te necesito...he llegado a captar la presencia de un tipo vestido de una manera bastante preocupante. Es una teoría pero es posible que Miruru esté en graves problemas y requiera de tus habilidades.

 

La chica miró a Kareth, quien, junto a los demás, había detenido su avance al percatarse de que ellos dos se habían quedado atrás. El guerrero, quien había escuchado la conversación, fijó la vista primero en ella y después en el nigromante. Pese a que no parecía mostrarse muy convencido, asintió.

-Iré contigo –decidió la chica.

 

Pese a todo, el primer problema residía en entrar dentro del edificio, pues, aunque las explosiones todavía continuaban, éstas no tardarían en detenerse, además de que, incluso si los cañonazos eran suficientemente eficaces como para distraer a los soldados, el daño que podían causarles era mínimo. “Mucho ruido y pocas nueces” hubiese sido la expresión adecuada para describirlos...

En resumidas cuentas, esto provocaba que todavía hubiese guardias apostados cerca del edificio. E incluso puede que no tardaran en haber más con el tiempo...

 

-No os preocupéis, yo me encargaré de entretenerlos –propuso Razer de repente.

-¿Estás seguro? –preguntó Kareth.

-No les dará tiempo ni de saber contra qué se están enfrentando. Sólo necesitaré una cosa... –dijo mientras observaba las ropas que llevaban puestas algunos de los miembros del equipo.

 

Los soldados que vigilaban la puerta de entrada se refugiaban de los cañonazos como mejor sabían, fue entonces cuando vislumbraron una silueta moviéndose cerca de su posición.

-¡¿Qué?!

Algunos de ellos avanzaron para inspeccionar, quedándose otros atrás con el fin de no romper completamente la formación y asegurarse de que la puerta quedaba resguardada. No obstante, de esta forma, Razer facilitaba mucho la infiltración al resto del equipo.

 

La avanzadilla que había ido a investigar aquella extraña figura, encontró una capa en el suelo, varios metros alejada de la entrada. Al cogerla no notaron nada fuera de lo común, se trataba únicamente de un trozo de tela, pero esto bastó para dar lugar a la desconfianza, provocando un ligero nerviosismo.

 

En ese momento algo volvió a moverse cerca de su posición. Uno de ellos apuntó con su arma y disparó, golpeando de nuevo otro trozo de tela parecido al anterior. Pese a su veteranía, la escasa luz dificultaba su visibilidad y precisión, alterándolos todavía más al no saber siquiera contra qué estaban luchando. Esto provocó que su guardia bajara el suficiente tiempo como para que Razer, quien vestía otra tela como las dos anteriores, se acercase a su posición, atravesando por el costado a uno de ellos con lo que parecía un estoque, para después noquear a otros dos golpeando sus cuellos con ambas manos. Otro de los soldados intentó dispararle, sin embargo sólo quedó de su adversario una vestimenta volátil llena de agujeros, dejando ver, cuando cayó al suelo, el cuerpo de uno de sus compañeros lleno de balazos.

Asustado por lo que acababa de hacer, el hombre intentó darse la vuelta para correr a informar al resto, quedando inconsciente instantes después por un repentino golpe en la cabeza.

Tras esto, Razer, quien ya había utilizado todas las vestimentas aportadas por los demás, guardó su estoque y observó los cuerpos de los soldados.

-Será mejor que arregle esto antes de reunirme con el resto...

 

-No sería mejor que hubieses usado a ese espíritu de las ilusiones para hacernos pasar por soldados –preguntó Quattuor mientras se disponía a abrir la puerta.

-Habría sido muy raro si desde el principio aparecen unos seis soldados que no conocen de nada, ¿no crees? –Kai abrió la puerta a la vez que vigilaba el interior para comprobar que no había nadie dentro- Qué raro, parece despejado.

-Ve con cuidado...

Poco a poco fueron pasando uno tras otro, dejando atrás a los soldados de los que se habían encargado.

 

La entrada era bastante amplia, dos arcos a los lados daban lugar a extensos pasillos mientras, frente a ellos, se situaba una escalera que se bifurcaba hacia los laterales, llevando al piso superior para más adelante continuar hacia el resto de pisos que había más arriba.

-Bien, Kai y Nara os dirigiréis a la habitación de Miruru. Nosotros buscaremos a los gobernadores. Moveos lo más rápido que podáis, a saber cuánto tardaremos en ser descubiertos.

-Yo diría que ya lo habéis sido.

Bajando las escaleras apareció Quinque.

-¿Marie? ¿Qué diablos...?

-Quinque...

Al escuchar las palabras de Quattuor, Kai se mostró sorprendido, dándose cuenta de lo que eso significaba.

-Cuánto tiempo sin vernos, Quattuor.

-Hubiese preferido más. Hay pocas caras de las vuestras que esté dispuesto a ver.

-Vamos, no te hagas el duro. ¿Acaso no recuerdas aquellos tiempos en los que luchábamos codo con codo por el bien del proyecto? ¿Qué te ha pasado?

-Me pagabais poco, así que cambié de trabajo –ironizó el hombre.

-Qué pena. Con lo bien que me caías... –respondió ella con el mismo tono que su excompañero.

-Lástima que no pueda decir lo mismo.

-¡¿Qué le has hecho a Miruru?! –exclamó Kai interrumpiendo la conversación. Quinque lo miró como si un insecto acabase de pasar por delante.

-Nada en especial, hemos sido muy hospitalarios con ella. De todas formas yo me preocuparía más por vuestra situación. ¿De verdad pensabais que un truco tan barato como una distracción funcionaría conmigo? Sois unos ilusos.

-Pues parece que tus tropas han caído de lleno. Eso nos ha bastado para llegar hasta aquí sin problemas.

-Me alegra que haya sido así porque eso se ha acabado...

 

Dicho esto se llevó los dedos a la boca y profirió un fuerte silbido. Al poco rato un buen número de soldados, tanto pertenecientes a la unión como a la facción, apareció desde ambos pasillos y rodeó al grupo.

-La comunicación en este lugar es de lo más eficiente –sonrió la chica de pelo plateado.

-No creas que podrás detenernos tan fácilmente con esto –declaró Quattuor.

-Je, ése no es el único truquito que tengo.

Quinque pulsó el aparato que había utilizado contra Miruru, provocando que Kai cayese de rodillas al suelo sintiéndose mareado y perdiendo sus fuerzas.

-¡Kai! –Nara se agachó para intentar sujetarle.

-¿Qu-qué es esto...? –el chico estaba empezando a perder el control sobre su propio cuerpo-. No puedo....

-El Radiar de vuestro cuerpo está reaccionando al Sonar, seréis incapaces de usar vuestras habilidades y estaréis a merced de nuestras tropas. ¡Atacad ahora!

Obedeciendo las órdenes de Quinque, los soldados atacaron al grupo.

-Maldita sea... –se quejó Kai mientras intentaba sin éxito mantenerse erguido, esperando impotente a que acabasen con él.

 

Fue entonces cuando varios de aquellos hombres salieron volando hasta chocarse contra las paredes del edificio. La embestida de Quattuor, quien no parecía notar los efectos del Sonar, había sorprendido tanto a las huestes de las dos potencias aliadas como a la propia Quinque, quien observó cómo tanto Sarah como Kareth se defendían del enemigo sin ninguna dificultad.

-¿Qu...qué es lo que pasa? ¡¿Por qué no funciona?! –gritó de repente la descendiente observando el artilugio como si estuviese estropeado.

-No entiendo bien lo que está pasando pero... –comentó Quattuor mientras se deshacía de otro par de soldados que iban a por Kai-. Diría que tu estratagema acaba de hacer aguas.

-¡No es posible! –de repente la joven pareció darse cuenta de algo- ¡Detened el ataque! -los soldados se mantuvieron en guardia al igual que los tres del equipo que todavía podían luchar- ¡¿Quién os ha dado un colgante?! –preguntó seguidamente.

-¿Huh? ¿Estás en tus cabales? ¿De qué hablas? –Quattuor frunció el ceño.

-¿Colgante? –Kareth sacó de entre sus ropas el colgante con un anillo y una pluma incrustada en él- ¿Te refieres a esto?

-Debí imaginarlo...

-¿A qué te refieres?

-No importa. Al menos uno de ellos sí que está afectado...

De repente una flecha alcanzó la mano de Quinque, justo aquella en la que sostenía el Sonar, destrozándolo en el acto.

-Te equivocas –contestó Sarah con el arco en mano-. A partir de ahora nadie más se verá afectado.

-¡Maldita seas! –Quinque perdió la compostura, disponiéndose a atacar, pero un estoque se interpuso en su camino, clavándose unos centímetros delante de ella.

-¿Llego tarde? –Razer se situó junto al resto.

-Justo a tiempo –declaró Kareth- Por ahora, tenemos que darle espacio a Kai para que pueda ir a por Miruru –continuó mientras se encaraba con los soldados quienes habían reanudado su ataque al ver la situación.

-Kareth, cubre a Kai mientras se recupera. Yo y Razer nos encargaremos de entretener a Quinque. ¿Crees que Sarah y tú os podréis encargar de los soldados?

Los brazos del guerrero se transformaron en los de un Eraser de color blanco.

-¡No lo dudes! –el aludido se lanzó contra las tropas provocando que el suelo se rompiese con uno de sus puñetazos.

 

En ese instante, la descendiente de Gaia se lanzó contra Kai. Su velocidad era tan alta como la que mostró en el torneo, siendo la mayoría de los presentes incapaces de verla. Pero Quattuor ya había predicho su movimiento, interponiéndose entre atacante y objetivo, y recibiendo el golpe en su lugar.

-¡Quítate de en medio!

-¡Oblígame!

Habiendo aguantado la carga de la chica, el hombre agarró sus dos brazos y la lanzó con fuerza hacia la posición en la que estaba antes, justo donde se dirigía Razer para recuperar su estoque, el cual pretendió utilizar para hundírselo a la descendiente mientras todavía estaba en el aire, cosa que no pudo cumplirse debido a que la velocidad de ella le permitió incluso moverse en esas circunstancias, evadiendo el arma del líder de los Rebeldes.

 

Mientras tanto, Kai quien se acababa de recuperar en parte con la ayuda de Nara. Se puso en pie de nuevo.

-¿Crees que podrás hacerlo? –preguntó Quattuor.

-Sí, entretenla.

-Eso está hecho.

El nigromante cogió a Nara en brazos y puso una mano en la nuca de ella.

-¿Huh? ¿Qué vas a hacer?

-Agárrate. Octavo espíritu: Sázam.

Incrementando su velocidad, y sin dar tiempo a Nara para que gritase, el joven atravesó las escaleras disponiéndose a pasar por el lado de Quinque, quien fue placada por Quattuor y Razer antes de que pudiese intervenir.

-¡Vamos! –exclamaron ambos al tiempo que su compañero desaparecía del escenario de batalla.

 

-¡Ya es suficiente! –en ese momento, el espacio en el que se encontraban Quattuor, Quinque y Razer se distorsionó.

Reaccionando rápidamente, el primero de ellos lanzó al líder de los Rebeldes lo más lejos posible de allí, poco antes de que la mitad del cuerpo de los dos descendientes desapareciese.

-¡Quattuor! –gritó Sarah a la vez que esquivaba el ataque de otro soldado.

Un joven de pelo extravagante, que no era otro que Sextus, se situó junto a las mitades de los cuerpos, los cuales comenzaron a regenerarse.

 

Al observar el terreno, se dio cuenta que pocos soldados quedaban en pie. Éstos no habían sido rivales para Sarah y Kareth.

-Qué ineficiente, Quinque –comentó Sextus.

-¡Cállate! –respondió ella, quien ya había recuperado la cabeza-. ¡Eso ha dolido!

-No es que hubiese mucho más que hacer para arreglar tu ineptitud.

-Tú...estás pidiendo que te mate, ¿verdad?

-Callaos los dos. Me dais dolor de cabeza –comentó Quattuor levantándose al igual que la otra.

-Cuánto tiempo, Quattuor

-¿Qué pasa con eso? ¿Es alguna clase de saludo nacional? “¿Cuánto tiempo, Quattuor?” Ya os lo podríais haber currado un poco más.

-Veo que sigues tan poco educado como siempre.

-Prefiero eso a ser un estirado, imberbe e imbécil como tú. Todavía no me he olvidado de la que te debo.

-¿Te refieres a lo de esa mujer?

-...

-Tranquilo, tendremos tiempo de sobra para arreglar cuentas. Quinque encárgate del chico que se ha marchado, yo me ocuparé de esto.

-¿Crees que vamos a dejar que se vaya?

-No esperaba que fuese por las buenas...

 

 La velocidad a la que se movía Kai no amainó hasta que no llegaron al piso donde se suponía que estaba Miruru. A partir de ahí comenzaba una búsqueda más o menos a ciegas para dar con la habitación correcta.

-¿Te encuentras bien, Nara? –preguntó el nigromante mientras la dejaba en el suelo.

-U-un poco mareada pero estoy bien –respondió ella sujetándose la cabeza.

-Movámonos cuanto antes.

-Sí.

 

Poco a poco estaba perdiendo el conocimiento. Llegados a aquel punto ni siquiera estaba segura de la sensibilidad en su propio cuerpo. Su vista: borrosa. Su piel: pálida excepto por los moratones que el torturador le había hecho durante el interrogatorio. Consiguió mover ligeramente la cabeza, haciendo esfuerzos por no desmayarse, ya que una vez lo hiciese quizás volviese a despertar.

Por su parte, el torturador había decidido detener aquel método, sólo para disponerse a emplear uno peor.

Acariciando la piel de ella subió la mano hasta su pecho y comenzó a manosearlo.

“¿Qué...está...haciendo...?”, debido a su estado, la joven prácticamente no podía ver las acciones de aquel individuo pero su cuerpo sentía levemente el tacto de sus manos. Por desgracia, su mente llegó fácilmente a la conclusión de lo que pretendía. Iba a violarla.

 

Las manos de aquel tipo desgarraron la parte de arriba de su ropa dejando su torso desnudo. Acto seguido destapó parte de su cara dejando ver una asquerosa boca medio quemada y casi consumida por la suciedad y las bacterias, sacando una larga y gruesa lengua que utilizó para lamer el cuello de ella mientras poco a poco se ponía más violento.

“No...por favor...”, su cuerpo no le respondía. No podía gritar, no podía moverse, estaba completamente a su merced.

 

En ese momento se retiró de la parte de arriba y se encaminó a desnudar la de abajó.

“No...Kai...”

No obstante, cuando estaba a mitad de ello, la puerta de la habitación se rompió, sorprendiendo al torturador, el cual se giró lo suficiente como ver venir una figura que le golpeó en la cabeza con fuerza, lanzándolo hacia la pared contraria y quedándose inmediatamente inconsciente al chocarse contra ella.

-¡Miruru! ¡Miruru! ¡Maldita sea! –Kai se acercó a ella y desató las cuerdas que la tenían presa. Poco después, Nara, quien había sido dejada atrás por el chico, entró en la habitación.

-¿Qué? ¡¿Qué ha pasado aquí?! –preguntó al ver al torturador inconsciente y a los otros dos junto a la cama-. ¡Oh, dios mío! ¡Miruru!

Al igual que Kai, se acercó a la chica, quien ya había sido desatada.

-¿Crees que puedes ayudarla?

-Lo intentaré pero probablemente tarde un rato.

La chica situó sus manos sobre el vientre de la semidiosa, desapareciendo poco a poco los cardenales y devolviendo el color natural a su piel.

 

Minutos después, pese a no haberse recuperado del todo, la visión de la chica volvió a la normalidad, sintiéndose menos mareada y recuperando estabilidad mental. Asimismo sintió que podía mover mejor los brazos y la cabeza, adquiriendo de nuevo la capacidad para hablar.

Girando la cabeza, la chica de pelo rubio distinguió a Nara, quien permanecía a su lado concentrándose en terminar su tarea. Abriendo los ojos por el asombro, se lanzó sobre la chica, cayendo ambas al suelo.

-¡¿Miruru?! ¡¿Qué estás haciendo?!

-¡Nara! ¡Cuánto me alegro de verte! –exclamó con los ojos humedecidos por las lágrimas.

-¡Yo también me alegro me alegro de verte pero no estás recuperada del todo así que sé paciente! –pese a sus palabras, su amiga siguió con el rostro hundido en su pecho, abrazándola lo más fuerte que le permitían sus extremidades.

Nara desistió, y, suspirando, ella también derramó algunas lágrimas, rodeando con sus brazos a la semidiosa.

-¿Has venido tú sola? –preguntó Miruru mientras era ayudada por la otra chica a sentarse.

-No. Había alguien que estaba mucho más preocupado por ti que el resto.

La joven rubia levantó la cabeza hasta fijarse en Kai, quien, esperando a que las dos terminasen con su reencuentro, se situó frente a ella.

-K-Kai... –recordando cómo había acabado todo la última vez, no sabía cómo actuar. Quería decirle muchas cosas pero las palabras no salían de su boca. Por lo que se mantuvo en silencio, mirándole fijamente a los ojos, durante segundos que se hicieron eternos. Fue entonces cuando, haciendo lo que para ella resultó un gran esfuerzo, consiguió emitir algunas palabras-. Lo sien...

Sin dejarla acabar, el chico la rodeó son sus brazos y la apretó contra sí mismo, sorprendiéndola hasta el punto de que todo el valor que había logrado reunir para expresarse se fue como un globo en el aire. La fuerza de los brazos de Kai le hacían daño en la espalda, pero no le importaba, porque lo que le dijo después hizo que toda la tensión que se había formado entre ellos se esfumase.

-Lo siento. Lo siento, Miruru.

Aquellas palabras volvieron a hacer fluir las lágrimas en ella, después de lo que había estado a punto de pasar, se sentía enormemente feliz de estar a salvo junto a él.

-No. Perdóname tú a mí...perdóname...

64: The three global powers 12
The three global powers 12

-¡Ya vienen! –exclamó Zen al resto.

-¡De acuerdo! ¡Preparaos para la retirada! ¡Nos dispersaremos para que sea más fácil despistarlos! –respondió Sdren mientras los demás seguían sus órdenes, dejando el cañón que habían utilizado como distracción y dirigiéndose a los callejones de la ciudad.

A su vez, el hermano que se había encargado de dar el aviso, quien se había situado en un lugar alto para poder divisar la llegada del enemigo, se desplazó hasta uno de los tejados de las casas más cercanas continuando en una dirección casi opuesta a la de los demás. Dado que era el más rezagado del grupo por su trabajo como vigía, ésta era la mejor vía de escape por la que podía optar y lo que le permitió divisar, a cierta distancia, cómo los soldados se acercaban al cañón y se organizaban con la mayor brevedad posible para perseguir a los fugitivos, incluyéndole a él mismo. A partir de entonces dependía de cada uno el que no fuesen pillados...

 

Otra distorsión provocó que Quattuor tuviese que echarse hacia atrás para que la mitad de su cuerpo no volviese a esfumarse, manteniéndose en ese momento como único obstáculo para que Quinque fuese en busca de Kai y Nara.

-Somos cuatro contra dos. Esos monos de feria que tenéis por soldados no serán capaces ni de tocarnos los zapatos.

-Sí, rendirse creo que sería una mejor opción para vosotros –alegó Razer quien, habiéndose recuperado del empujón propiciado por su compañero, se acercó un poco más a la posición de los dos descendientes blandiendo el estoque-. Aun así, he de decir que es la primera vez que observo de cerca la recuperación de un inmortal. De alguna manera me resulta algo tétrico.

-Pues porque no has visto una regeneración completa –añadió Kareth golpeando a otro soldado contra el suelo con uno de sus transformados brazos.

-Me parece que nos están subestimando, Sextus.

-No es algo que me importe realmente. Al fin y al cabo, quien ríe el último, ríe mejor...

-Entonces mostrémosles cómo nos reímos –Quinque dio un par de pequeños saltos en el sitio.

-¡Oye, Razer, será mejor que no bajes la guardia! –gritó Quattuor.

-¿Qué?

-¡Esto va a ponerse serio!

 

Nada más terminar la frase, Sextus extendió ambos brazos haciendo aparecer dos distorsiones en la posición del líder de los Rebeldes y de Quattuor. Sin embargo, cuando este último se apartó del rango de ataque, Quinque apareció de la nada golpeando el estómago del hombre, quien fue forzado a que su brazo izquierdo entrase de nuevo en la distorsión, desapareciendo y dejándole sin extremidad.

 

Por su parte, Razer también había conseguido esquivar el ataque del enemigo pero se dio de bruces con otro cuyo rango ocupaba todo su cuerpo.

-¡Mierda! ¡¿Dos seguidas?! –gritó sorprendido.

-Nunca dije que pudiese hacerlo.

-¡Razer! –Sarah intentó ayudarle, sin embargo un par de soldados se pusieron por medio.

Fue en ese instante cuando el líder de los Rebeldes se llevó la mano al tobillo, sacando una pequeña pistola con la que disparó un gancho hacia el techo más cercano, recogiendo la cuerda enganchada al mismo y saliendo de allí justo antes de que lo alcanzase aquel temible poder. Por desgracia, debido a la rapidez de su movimiento, el gancho se soltó antes de que Razer pudiese tocar tierra, cayendo al suelo de mala manera aunque con menores daños que si no hubiese escapado.

-Maldición... –se quejó Quattuor al observar el giro de acontecimientos que acababa de tener lugar.

-¿Y bien, Quattuor? No te quedan más opciones que la de dejarme pasar –dijo Quinque relamiéndose.

-Je... ¡JAJAJAJAJA! –se rió el hombre ante el ceño fruncido de la chica-. Ahora que nos estamos divirtiendo, ¿dices que quieres dejarme sin pareja de baile?

-En el fondo siempre has sido un maniático del combate...

El brazo del hombre ya estaba volviendo a la normalidad.

-Tú tampoco te quedas atrás.

Quattuor, intentó golpearla con un puñetazo dirigido a la cara, el cual fue esquivado a gran velocidad por ella, quien contraatacó con varias patadas simultáneas al costado. Pero, pese a que los golpes dieron en su objetivo, Quattuor aprovechó su musculatura para resistirlos y coger la pierna de la joven antes de que la retirase completamente. Esto la sorprendió, viéndose atrapada por la fuerza de su oponente.

-Recuerda que yo fui el primero de vosotros. ¡No te lo tengas tan creído, niñata! –gritando esto la lanzó como si de un disco se tratase, agrietando la pared de enfrente por el impacto del cuerpo de la joven.

 

Sextus intentó apoyar a Quinque, extendiendo sus brazos hacia Quattuor con la pretensión de iniciar otra distorsión, no obstante, tuvo que retractarse al evadir un gancho disparado en su dirección, llegando detrás la figura de Razer, quien atacó sin éxito a su adversario.

-Tú debes de ser el líder de los Rebeldes –comentó el chico de pelo extravagante incorporándose tras haber esquivado la acometida del aludido.

-¿Nos hemos visto antes?

-Sólo una suposición. Aunque tu nombre no es tan conocido sí lo es tu posición. Sobre todo en el imperio.

-Me alegra escucharlo. Si el imperio sabe sobre mí es que tiene en cuenta a los Rebeldes. Espero que por miedo.

-De hecho, creía que de eso se trataba tu objetivo: detener al imperio. ¿Qué es lo que te ha hecho unirte a esta campaña en contra del proyecto Gaia?

-Básicamente, si acabáis con el imperio vosotros no tendré con quien descargar mi ira –bromeó el chico sin observar ningún cambio en la expresión de su oponente-. Eres un aburrido.

-Mis disculpas. No sabía que se tratase de una broma.

-Es posible que no haya sido muy buena. En cualquier caso, odio que la gente se tome la justicia por su mano.

-El ser humano se ha encargado él solo de llegar a este punto.

-Es posible. No obstante la justicia no es tan simple como para aplicarla de forma radical.

-No estoy de acuerdo. ¿Acaso no pretendes aplicar tu propia justicia sobre el imperio?

-Creo que hay una gran diferencia, ya que yo no pretendo exterminar a la gente que vive allí. Sólo al gobernador y a sus seguidores.

-Ya veo que entonces nos consideras DEMASIADO radicales.

Razer esbozó una sonrisa a modo de afirmación, recogiendo el gancho de la pared y preparándose para el siguiente ataque.

-Aun así, llega un punto en el que un asesino mata tantas veces que ha de detenerse sin importar los medios que se usen. Nuestra causa es la correcta –sin alegar nada más Sextus introdujo una de sus manos en el interior de la capa que vestía, sacando una espada del mismo tamaño que el estoque de Razer, la cual utilizó para atacar de frente a su adversario. Éste por su parte se cubrió con su arma, sin embargo una sensación de peligro le recorrió la espina dorsal al ver cómo se acercaba en su dirección la mano que su contrincante había dejado libre, echándose hacia atrás para evitarla. Fue en ese momento cuando descubrió que dicha mano se encontraba abierta y en su interior acababa de producirse el mismo efecto de vacío que con otras distorsiones.

“¿Acaba de crear uno de esos espacios en el hueco de su mano?”, pensando esto, el chico levantó la vista hacia Sextus, “Y yo que creía que un combate a corta distancia me daría la ventaja...”

 

Tras recuperarse del lanzamiento, Quinque volvió a acometer contra Quattuor, realizándose un intercambio de golpes en los que la chica utilizaba su agilidad para evitar los ataques del hombre mientras éste resistía los numerosos puñetazos y patadas que ella le asestaba.

Finalmente, Quattuor consiguió acertar unos de sus puñetazos, alzando a su excompañera en el aire. Ella, por otro lado, consiguió tomar como apoyo una de las paredes de la sala y se dispuso a volver a su posición, recibiendo por el camino una de las barandillas que constituían el borde de la escalera que daba al primer piso, arrojada por su oponente, y que consiguió sortear en el aire, alcanzando con una patada su objetivo final, el cual se defendió del contraataque con su brazo derecho, mostrando ligeros rasguños en la piel como respuesta al mismo.

 

A su vez, Sarah y Kareth ya se habían encargado de los soldados restantes. Siendo más de los que habrían deseado.

-¡Sarah! ¡Échale una mano a Quattuor! ¡Yo ayudaré a Razer! –gritó Kareth.

-¡No tan deprisa!

 

En ese instante, un objeto de considerable tamaño aterrizó entre el espacio que separaba a ambos de sus amigos, levantando una gran capa de polvo. Cuando ésta se hubo disipado, una especie de robot se erigió frente a ellos: se trataba del gobernador de la facción.

-¡Así que vosotros sois los intrusos que han intentado colarse a cañonazos en mi territorio!

Tanto Sarah como Kareth se impresionaron del tamaño de la armadura, la cual no tenía nada que envidiar a Quattuor.

-Señor, no se preocupe. Nosotros podemos encargarnos de ellos –dijo Sextus desde donde se encontraba.

-¡¿Qué clase de gobernador sería si no fuese capaz de dar un buen ejemplo a mis soldados?! –dicho esto sacó un objeto procedente de la parte de atrás de su armadura, el cual se trataba de una vara metálica de considerable grosor que, al activar un mecanismo, se alargó hasta adquirir más de la mitad de la longitud de la propia armadura, apareciendo dos filos curvados a cada lado de la parte final de la vara, formando un hacha de doble filo.

-¡El nombre de esta arma es Hydra! ¡Espero que estéis preparados para que os rebane el pescuezo con ella!

 

-Bueno, es lógico que no te creyesen –comentó Kai al escuchar la historia de Miruru.

Mientras tanto, Nara continuaba tratando a la semidiosa.

-¡No tienes que decirlo de esa manera! ¡Suena a que soy una estúpida!

-En cierta forma...

-¡Kai!

El chico sonrió al verla enfadada. Tras esto agarró su mejilla.

-Es broma. Ahora nada de eso importa. Tienes que recuperarte lo antes posible para que podamos volver con los demás.

-¡Ah! ¡Es cierto! ¡¿Cómo está el resto?!

-Deben de estar luchando ahora mismo contra Quinque y Sextus.

-Espero que estén bien... –dijo ella, preocupada.

-Por eso debemos darnos prisa.

-A mí no me miréis. Hago lo que puedo –declaró Nara mientras continuaba con sus manos sobre el cuerpo de su amiga.

De repente se escuchó un ruido procedente de los pasillos. Se escuchaba como el trote pesado de numerosas botas.

-No me digas...

Levantándose de su sitio, el nigromante se acercó a la puerta para echar un vistazo fuera de la habitación. Instantes después dio un ligero paso hacia atrás y volvió corriendo hacia donde se encontraban las chicas.

-¡Tenemos que largarnos de aquí!

-¿Qué pasa? –preguntó Miruru, quien seguía postrada sobre la cama.

-¡Vienen soldados! ¡Probablemente ya se hayan enterado de nuestra posición!

-¡Pero Miruru no está recuperada del todo! –se quejó Nara.

-¡Ya lo sé! ¡Por eso mismo debemos irnos! ¡Con Miruru incapacitada no podemos enfrentarnos a ellos ahora! ¡No aquí! ¡Necesitamos encontrar un espacio más grande desde el que poder defendernos mejor!

Dicho esto el chico se acercó y ofreció su espalda a la semidiosa.

-¡Rápido! ¡Yo te llevaré!

Asintiendo, la joven rodeó el cuello de él con sus brazos, siendo levantada poco después.

-Será mejor que tengas cuidado tú también, Nara. Como te pase algo, Kareth me mata. Así que no te separes.

-Vale

Tras esto los tres salieron de aquel cuarto y se dispusieron a volver por donde habían venido, sin embargo, en ese momento, un grupo de soldados les interrumpió el paso, situándose en mitad del corredor con mirada desafiante.

-¡Maldita sea!

Tal y la situación, si llamaba a uno de los Infernos el área quedaría destrozada. Lo único que le quedaba era confiar en los espíritus.

-¡Segundo espíritu: Faith!

Algunos de los soldados quedaron petrificados, lo que fue aprovechado por Kai y Nara para correr en dirección contraria, siendo perseguidos poco después por los restantes.

-¡¿Y dónde sugieres que vayamos?! –preguntó Nara mientras giraban hacia la derecha por otro pasillo al observar cómo frente a ellos aparecía un mayor número de sus acosadores.

-¡Ni idea! ¡No conozco este sitio así que lo único que podemos hacer es ir probando hasta llegar a un lugar desde el que pueda invocar a un Inferno!

-¡¿Alguna idea de hacia donde?! –exclamó la chica.

-¡Iremos hacia abajo! ¡Tengo una corazonada!

-¡Espero que sea más que eso...!

 

Kareth consiguió evitar de nuevo el ataque procedente del hacha.

“¡Ahí viene!”, pensó mientras un golpe de aire casi le hacía perder el equilibrio, alejándolo de la posición en la que se encontraba su adversario.

Por su parte, el gobernador de la facción volvió a levantar su arma del suelo y la posó sobre su hombro.

 

Tanto Kareth como Sarah conocían ese efecto pero nunca lo habían visto siendo utilizado de ese modo ya que, según sus conocimientos, se había inventado con intención de aumentar la fuerza de impacto del arma al incrementar su energía cinética; no obstante, el hacha que blandía su adversario era capaz de expulsar aire a presión a partir de agujeros situados en la parte final del mango, desde donde sobresalían ambos filos del arma.

Este efecto era usado como un segundo ataque tras el primero con el arma, evitando un contraataque a larga y media distancia debido a la proximidad del primer movimiento, y uno a corta distancia debido a este segundo movimiento.

 

Por suerte para ellos, los ataque del gobernador no eran lo suficientemente rápidos como para alcanzarlos pero aquello, por el momento, se había convertido en un ciclo de ataques y evasiones.

 

Mientras tanto, Razer estaba teniendo problemas en mantener a raya a su contrincante. Como éste era inmortal, no tenía excesivos reparos en ignorar sus golpes, dando lugar a más oportunidades de acertar a su rival. Incluso si el líder de los Rebeldes había conseguido evitar el impacto de aquellas distorsiones, no había ocurrido lo mismo con el filo del arma de su oponente, presentando varios cortes por todo el cuerpo. Pese a ello, se mantenía en pie, esperando la oportunidad perfecta para noquearlo, única manera que le permitiría librarse de él.

 

Al mismo tiempo, la batalla entre Quattuor y Quinque no mostraba avances, ambos estaban bastante igualados, el primero manteniéndose inamovible sin dejar paso a la segunda, quien asestaba múltiples golpes desde distintos ángulos a velocidad apenas perceptible para su adversario. Dos luchadores que habían desarrollado sus capacidades físicas hasta puntos extremos, y cada uno sin dar su brazo a torcer...hasta que en ese momento ocurrió algo que cambió el curso del combate...

 

Un ataque directo del gobernador de la facción fue esquivado de nuevo por Sarah, quien se preparó para el siguiente movimiento. Kareth, situado algunos metros más alejado, había decidido esperar al término del segundo ataque para impulsarse directamente hacia el enemigo en un ataque rápido frontal, sin embargo, ése era el momento que el líder anfitrión había estado esperando.

Tras finalizar el primer ataque, en lugar del golpe de aire a presión procedente de su arma, ésta cambió de forma, escondiéndose los filos del hacha y apareciendo uno a partir del extremo final del mango, el cual se alargó hasta hacer contacto con el hombro de la peliazul, hundiéndose en su cuerpo. Esto sorprendió a la chica, quien gritó de dolor al ser empalada.

-¡Sarah! –su compañero de batalla se impulsó haciendo uso de sus piernas, las cuales habían adoptado un tamaño mayor de lo normal y un aspecto casi idéntico al de sus extremidades superiores. Golpeando el arma que ahora ostentaba su contrincante, consiguió que ésta se partiese en dos, aunque dicha acción no importó mucho a su dueño, quien realizó un pequeño salto hacia atrás para coger algo de distancia.

-¡¿Estás bien?! –exclamó Kareth.

La chica asintió, sujetándose la herida con la mano contraria.

 

Al escuchar el grito, Quattuor desvió la atención hacia sus compañeros, dando lugar a una apertura en su defensa.

-¡Te tengo!

Quinque aprovechó esto para lanzar una patada al lateral de la cabeza del hombre quien salió despedido hacia abajo, chocando contra el suelo del recibidor.

-¡No! –el líder de los Rebeldes intentó detener la huida de la descendiente pero los constantes ataques de Sextus le mantuvieron ocupado el tiempo suficiente como para que ella los dejase atrás, despidiéndose con la mano a modo de burla.

-¡No escaparás! –levantándose del suelo lo más rápido que le permitió su cuerpo, Quattuor subió de un salto al primer piso dispuesto a perseguirla pero de repente un objeto volador se interpuso en su camino, provocando que se cubriese con sus brazos.

 

El objeto realizó un efecto boomerang volviendo a la persona que lo había lanzado. En ese instante, Yorus apareció en escena, llevando en sus manos el objeto que había utilizado para detener a Quattuor, el doble martillo.

-¡Apártate! –gritó el hombre al guardaespaldas del líder de la unión- ¡No tengo tiempo para ti!

-Me temo que no va a ser posible. Ahora yo soy tu adversario. Tendrás que pasar por encima de mí si quieres llegar hasta ella.

 

Rápidamente, Kareth se arrancó un trozo de su ropa (aunque tampoco es que le quedase demasiada dado que el tamaño de sus extremidades se había encargado de hacerla trizas) y lo utilizó para detener la hemorragia de su compañera. Incluso si los guerreros armados tenían una regeneración mayor de lo normal, una herida de ese nivel tardaría en recuperarse.

-¿Puedes moverte?

-Sí, gracias.

Tras esto, ambos encararon de nuevo a su adversario.

-Un buen arma, ¿no creéis? –comentó aquella armadura viviente mientras mostraba el artefacto en sus manos, ahora transformado en una gran espada pese a que todavía conservaba el filo roto por Kareth-. Tiene la capacidad de transformarse en 7 armas diferentes. Posee un motor de propulsión Z y además de eso... –mientras hablaba dibujó una línea horizontal en el aire con un fuerte movimiento de su espada, dando lugar a que un nuevo filo apareciese a partir de la parte rota- ...también puede regenerar su filo.

-Su nombre le va que ni pintado –indicó Kareth.

El gobernador apuntó a los dos con la espada.

-Una pequeña muestra de la tecnología de la facción...

-Lo tenemos un poco crudo, Sarah –susurró el chico.

-Lo sé. Mientras siga teniendo esa arma, las tornas estarán a su favor.

-¿Alguna sugerencia?

-Una apuesta...

-Es mejor que nada...

-Bien, entonces sígueme la corriente...

-¿Qué estáis cuchicheando?

-Nada. Sólo estaba impresionada de la potencia de tu arma. No he podido ver venir ese golpe y he sido sometida por su fuerza.

-Vaya, esto no me lo esperaba. Es honesto por tu parte que reconozcas tu inferioridad ante el enemigo.

-Claro...es sólo que...no puedo decir lo mismo de su portador...

-¿Eh?

-Sí, dicen que un arma no es nada sin aquel que la maneja pero algo me dice que no es éste el caso- continuó la chica mientras fingía estar cavilando sus palabras.

-¿Qué quieres decir? –pese a que no podía ver su expresión, Kareth pensó que si ahí debajo había un hombre ésta debía de ser de lo más graciosa.

-Ahora que lo dices, tienes razón Sarah. Esos soldados no eran para nada fuertes. Si este tipo se ha encargado de entrenarlos entonces no es de él de quien hay que preocuparse.

-Es cierto. Además, su arma tiene demasiados ases en la manga. Con una espada normal no creo que fuese capaz de hacer nada.

-Qué deshonroso...que seáis capaces de caer tan bajo... –de repente pareció darse cuenta de algo-. Je, ¿acaso pensáis que caeré en vuestra trampa? Queréis que deje de lado mi espada para que os ataque desarmado, ¿no es cierto?

Los dos amigos se miraron durante unos segundos, tras lo cual empezaron a reírse descaradamente.

-¡¿Has oído lo que ha dicho?!

-¡Sí! ¡Sólo un idiota creería que pretendemos una jugarreta como esa!

-¡Lo que pasa es que es incapaz de aceptar la verdad!

-¡Me duele la herida de tanto reírme!

-¡Insolentes!

Levantando su espada realizó un ataque vertical hacia ellos.

-¡Ahora!

Impulsándose con una de sus piernas, Kareth agarró en brazos a Sarah y comenzó a correr hacia uno de los pasillos a los que daba el recibidor.

-¡No escaparéis! –el gobernador hizo lo mismo, aunque a paso más lento que el del chico.

 

-Bueno...creo que ya no nos siguen... –dijo Kai, mientras observaba la sala en la que se encontraban.

-¿Dónde estamos? –preguntó Miruru situada a su lado y al de Nara, quien estaba trataba de recuperar el aliento.

-A saber...hemos dado muchas vueltas...de un pasillo para otro...sin descanso...todo el rato hacia abajo... –dijo la chica entre jadeos.

 

El sitio al que habían ido a parar era una sala amplia con varias máquinas formando extensas filas que la recorrían de un extremo a otro. Estas estaban compuestas de motores, grandes ventiladores y tubos que giraban a altas velocidades.

-¿Y esas cosas?

-Dirían que son generadores eléctricos. Puede que hayamos ido a parar al lugar donde se proporciona energía a este recinto.

-Puede que eso nos dé ventaja. Ya sabes, quien controla la energía tiene el poder.

-Tal y como lo veo yo. Si le pasa algo a esas máquinas es posible que terminemos saltando por los aires. En cualquier caso podemos escondernos aquí hasta que te recuperes completamente. Iré a asegurar la zona, vosotras no os mováis.

-Yo continuaré con el tratamiento –declaró Nara respirando ya con normalidad.

-Ten cuidado, Kai.

Asintiendo antes de marcharse, el chico se movió por los espacios entre las filas de generadores observando su alrededor. Se le pasó por la mente buscar una manera de apagarlos, quizás eso les diese ventaja a la hora de salir de allí e incluso puede que ayudase a sus compañeros, sin embargo no tenía ni idea de su funcionamiento, y no había seguridad de que aquello supusiese una ventaja para el resto.

-Está vacía –se dijo a sí mismo tras un rato de exploración-. Le echaré también un vistazo a la entrada.

-Te encontré...

Una voz repentina se escuchó a escasos centímetros de su oído izquierdo, recibiendo poco después un golpe que lo hizo chocar de espaldas contra uno de los generadores.

-Ugh... ¿quién? –al levantar la cabeza se encontró de frente con Quinque, quien lo miraba con una amplia sonrisa en su rostro.

-Esta vez no pienso dejarte escapar...

65: The three global powers 13
The three global powers 13

Había pasado un buen rato desde que Kai se había marchado a asegurar la zona. Miruru estaba empezando a preocuparse de que lo hubiesen capturado. Si bien es cierto, una parte de ella le repetía que eso no podía ser posible, ya que al fin y al cabo, tratándose del nigromante, conseguiría librarse sin problemas de cualquiera que lo atacase. Aunque, ¿realmente podía decir lo mismo si quien aparecía ante él era alguno de los descendientes de Gaia?

 

Nara, situada a su lado, observó cómo la chica apretaba fuertemente puños y dientes, creciendo la tensión en su cuerpo. Al ver esto, no pudo evitar sonreír.

-Quieres ir con él, ¿no es así?

La semidiosa volvió la cabeza hacia su amiga mostrando una expresión parecida a la de un niño pillado en mitad de una travesura, sin embargo, no dijo nada al respecto.

-En el momento en el que me salvasteis me sentí tremendamente feliz, pero, más que por el hecho de ser salvada, fue porque se tratase de él. Era como si pese a todo lo ocurrido lo único que importase fuesen los momentos que hemos compartido, los recuerdos que ambos tenemos. Como si eso estuviese por encima de todo lo demás.

-Sabes como se le llama a eso, ¿verdad?

No hacía falta que se lo repitiese dos veces. Hacía tiempo que su corazón lo clamaba a gritos pero se sentía tan confusa que no podía aclarar su significado.

-Ve –le dijo Nara con decisión-. Con esto ya he terminado con tu tratamiento.

-...

-Ahora es a ti a quien le toca ayudarle.

La semidiosa asintió.

-Pero tú vienes conmigo.

-¿Huh?

-Para nada se me ocurriría dejarte sola.

Las dos empezaron a reír por aquel pequeño intercambio de palabras. La tensión en Miruru se había marchado por completo.

 

Por su parte, Kai se defendía como mejor sabía de los ataques de Quinque, no obstante, éstos eran tan rápidos que conseguían mantenerle a raya, incapaz de contraatacar. Incluso si intentaba aumentar su velocidad usando a Sázam, la de ella conseguía adaptarse a sus movimientos impidiéndole hacer otra cosa que no fuese evadir o protegerse de sus golpes. Si continuaba así, aquello se terminaría convirtiendo en una batalla de para ver quien aguantaba más, y no estaba seguro de ser el ganador, así que tenía que causar una distracción que le permitiese alejarse lo suficiente de ella para poder invocar a Hel o a End. De esa forma quizás consiguiese cambiar las tornas.

 

El problema residía en que la única idea que se le ocurría por el momento era la de romper los generadores, lo que podría resultar en un ataque suicida que afectase incluso a Miruru y Nara.

 

Fue en ese instante cuando Quinque consiguió alcanzarle, estampándolo contra una pared en inmovilizándolo al situar su antebrazo sobre el cuello del nigromante.

-¡Agh! –se quejó el chico mostrando una expresión de dolor.

-Vaya, vaya. Viendo tu actuación en el torneo y los problemas que me diste esperaba algo más de ti pero no has resultado ser más que un debilucho.

-Heh, quizás si me dejases actuar podría mostrarte de lo que estoy hecho.

-¿Acaso crees que soy de ese tipo de personas que les da a sus contrincantes la oportunidad de defenderse?

-No...pero acabas de cometer un error...

-¡¿Qué?!

-Quedarte quieta. ¡Segundo espíritu: Faith!

-¡Ugh!

De repente, la descendiente de Gaia se quedó petrificada en el sitio, incapaz de moverse. Aprovechando esto, Kai levantó la rodilla hasta situarla casi a la altura del estómago y golpeó con la planta del pie el abdomen de la joven, impulsándola considerablemente lejos de él y dándole el suficiente tiempo para comenzar su contraataque. Sin embargo, la inmovilización a la que había sido sometida Quinque no tardó en pasarse, permitiéndole actuar y levantarse del suelo para lanzarse como un cohete hacia su adversario.

-¡Demasiado tarde! –una armadura metálica surgió del suelo y se interpuso entre el ataque de la chica y él, dando lugar a que una corriente eléctrica recorriese el cuerpo de ella, quien tuvo que apartarse debido al dolor.

-¿Qué diablos es esto?

La parte frontal de la armadura se abrió para dejar paso a Kai.

-Su nombre es End, capaz de manipular la electricidad y proteger a su usuario. Uno de los cuatro Infernos.

-Oh, así que es como uno de esos juguetitos que tiene Tribus. Bien, esto se pone interesante.

Dos espadas eléctricas de aproximadamente un metro y medio de longitud aparecieron en el aire. Destellaban colores azul y blanco, girando en mitad de la nada un par de veces antes de que su filo apuntase a la descendiente.

-Allá voy.

 

El líder de la facción continuó por el pasillo hasta situarse en mitad de una bifurcación hacia derecha e izquierda.

Había perdido la pista de Sarah y Kareth después de que éstos saliesen corriendo hacia el interior de la instalación, despistándole tras provocarle.

 

Observando cada uno de los corredores, en un principio no distinguió ninguna figura o sombra que le llamase la atención.

En ese momento alguien salió de una de las cámaras que se situaban a los laterales del pasillo izquierdo, plantándole cara pese a encontrarse a una distancia segura de él.

 

Esta persona no era otra que Kareth.

-¿Ya te has cansado de huir y has decidido enfrentarte a mí como un hombre? ¿O es que ya no tenías adonde seguir corriendo?

-Digamos que un poco de todo –respondió el chico quien continuaba con las piernas transformadas.

-Me gusta esa actitud pero llegas un poco tarde. Has conseguido cabrearme bastante antes y no soy de los que perdona ese tipo de ofensas.

Haciendo que su arma volviese a transformarse en el hacha que había mostrado al principio, comenzó a correr hacia el guerrero, realizando un ataque vertical y estampando uno de los filos en el suelo a pocos centímetros de su contrincante, quien había conseguido esquivarlo.

-¡Muere!

Sacando el arma del suelo lo más rápido que le permitieron sus brazos, el líder de la facción reanudó su ataque realizando el mismo movimiento sólo que ésta vez detuvo a Hydra poco antes de que tomase contacto con el suelo, continuando con un movimiento vertical hacia arriba que pilló desprevenido a Kareth, el cual tuvo que moverse hacia un lado para que no lo alcanzase. No obstante, la acometida del gobernador no terminaba ahí, ya que continuó con una combinación de ataques en diagonal y vertical, complicando cada vez más la situación del joven.

 

En ese momento, cuando el arma se situaba en la zona superior izquierda del espacio en forma de arco que tomaba aquel pasillo, ésta se transformó en espada, bajando en diagonal al principio para luego tomar una dirección horizontal, dibujando una especie de L y sorprendiendo a su rival quien tuvo que modificar también sus brazos para recibir el golpe. Pese a ello, el guerrero fue estampado contra la pared derecha, consiguiendo mantenerse a duras penas en pie y con el filo del arma atravesando un tercio de su antebrazo.

-No está nada mal –declaró el líder de la facción mientras sacaba su arma de la extremidad-. Parece que la dura piel de tu brazo ha evitado que mi espada lo cortase. Nunca había visto ese tipo de transformación en una persona, sería interesante investigar tu cuerpo una vez haya acabado contigo.

-No es como que me interese ser un sujeto de vuestros experimentos.

-Por desgracia, no es decisión tuya. Fue un placer, joven.

 

Haciendo la espada hacia atrás con ambas manos en la empuñadura, se dispuso a finalizar la vida de su adversario atravesándole el pecho.

-¡Ahora! –gritó Kareth al ver como el arma se precipitaba hacia su cuerpo, lanzándose hacia un lado con todas sus fuerzas y esquivando la mayor parte de la estocada, de la cual recibió únicamente un ligero corte en el hombro.

 

Confuso, el líder de la facción miró hacia la derecha, en dirección al otro pasillo desde el cual una flecha surcaba el aire hasta tomar contacto con Hydra, la cual se encontraba en gran parte clavada en la pared, dejando el área de la empuñadura expuesta y donde se hundió el objeto que acababa de ser lanzado.

-¡Sword Target: Distance!

Al tomar contacto con el vértice del objeto, la espada se partió por la mitad, y la parte que empuñaba el gobernador le fue arrebatada de las manos debido a su incapacidad para contener la fuerza del impacto, volando dicha mitad hasta rebotar en el suelo a cierta distancia de su posición, emitiendo un desagradable ruido metálico.

 

Absorto como estaba, pues su mente no había sido aún capaz de aceptar lo ocurrido, no vio venir el golpe directo que le asestó Kareth en la cabeza, tirándolo contra el suelo con fuerza y dejándolo inmóvil...

 

Quinque recibió una nueva corriente eléctrica procedente de una de las espadas que manejaba el Inferno, recibiendo severas quemaduras en el cuerpo que tardarían un rato en recuperarse.

-Tsk –la chica chasqueó la lengua, molesta. Aunque el movimiento de esas espadas no era muy rápido en comparación al de ella, su rango de ataque se hacía considerablemente grande gracias a la electricidad que despedían, provocando que recibiese la mayor parte de los ataques. Pero eso no era todo, siempre que conseguía acortar distancias con Kai, una parte de esa metálica armadura aparecía desde el suelo y se situaba justo entre su ataque y el cuerpo del nigromante, impidiéndole asestar un solo golpe.

“Si esto sigue así va a terminar ganando incluso si soy inmortal. Supongo que no me queda más remedio que ponerme seria”, pensó mientras se alejaba aún más de su adversario.

 

Por su parte, Kai no bajó la guardia, si había decidido tomar distancias, seguramente era porque planeaba alguna cosa. No podía estar seguro de lo que alguien como ella sería capaz de hacer. Por lo que, indispuesto a dejarla actuar a sus anchas, envió una de las espadas al ataque, la cual cruzó rápidamente la distancia entre ambos pretendiendo clavarse en la descendiente, quien consiguió evitarla para verse venir encima a la segunda, la cual lanzó un potente rayo que alcanzó de lleno a la chica, lanzándola al suelo.

 

De repente, Quinque se incorporó y situó su pierna derecha detrás de la izquierda, flexionándola ligeramente y apoyando el metatarso en el suelo. Tras esto se impulsó hacia delante y desapareció de la vista del nigromante justo cuando se disponía a a noquearla. Éste, anonadado, examinó su alrededor en busca de algún signo que delatase la posición de ella, sin embargo no se dio cuenta de esto hasta que un fuerte ruido se escuchó detrás de él.

 

Cuando giró la cabeza, lo único que alcanzó a ver fue una onda de choque cerca de la pared.

-¿Acaba de superar la barrera del sonido?

Al momento siguiente, otro ruido volvió a producirse más arriba, cerca de la esquina que unía pared con el techo de la sala.

-¡Maldita sea!- Kai puso sus brazos formando una cruz delante de él a la vez que la armadura metálica volvía a aparecer de nuevo, rodeándole justo en el momento en que la pared frente a él quedaba abollada por una intensa presión, dando lugar a que se agrietase. Además, las dos espadas se situaron frente a la armadura, creando un fuerte campo eléctrico que abarcaba la misma, proporcionando una dura defensa.

Aún así, esto apenas le sirvió, ya que, como un misil invisible, Quinque atravesó todas las barreras que el nigromante había puesto, saliendo éste volando hasta chocar contra la pared trasera.

 

De rodillas en el suelo y costándole respirar, escupió sangre mientras intentaba que sus manos lo mantuviesen estable. Si no hubiese sido por la defensa que había creado, su cuerpo habría quedado reducido a un montón de huesos y músculos rotos, además de un gran charco de sangre. Aunque, por lo que parecía, su enemiga tampoco había quedado en mejor estado, ya que su propio ataque le había causado quemaduras por todo el cuerpo y alguna que otra fractura. La diferencia residía en que Kai tardaría diez veces más en recuperarse de ello, lo que le daba una notable desventaja frente a una Quinque que ya empezaba a moverse de mejor forma.

-Ah...por eso no me gusta usarlo...no consigo controlar mi velocidad máxima y termino haciéndome daño... –mientras hablaba se fue acercando a Kai hasta ponerse justo a su lado-. En fin, por lo menos he conseguido lo que quería.

No podía moverse, e incluso si pudiese, no sería suficiente como para escapar de ella. Ni que hablar de controlar a End.

 

No obstante, cuando la descendiente se disponía a darle el golpe de gracia, la pared se abultó, produciendo una forma cónica cuyo final golpeó el costado de la chica para, posteriormente, ser separada del lado del nigromante por una fuerza invisible.

 

Kai levantó la cabeza, apareciendo a su lado las piernas de Miruru y de Nara, quien se agachó para atender al joven.

-¿Qué hacéis aquí?

-¿No es obvio? Mira el estado en el que te encuentras –respondió la semidiosa-. Recuerda que somos un equipo.

-...supongo que tienes razón.

-Parezco un hospital andante... –comentó Nara, recibiendo miradas de los otros dos- Ah, lo-lo siento.

-No te descuides, Miruru. El ataque que me ha dejado así no es algo que pueda ser detenido fácilmente.

-Me hago una idea. La entretendré lo suficiente hasta que te recuperes. Entonces, acabaremos con ella.

-¡Así que eras tú! –volviendo a internarse en el combate, Quinque se acercó a los presentes- Te veo bien. Parece que la tortura no te ha desmejorado –dijo con voz burlona.

-Pienso devolvértelo con intereses.

-Jajaja, me gustaría vértelo –fue entonces cuando fijó la vista en Nara-. Esa es... ¡¿la chica contenedor?! ¡Parece que es mi día de suerte! ¡Así mataré varios pájaros de un tiro!

El suelo volvió a abultarse en dos puntos situados un poco por delante de la descendiente, moviéndose como si fuesen tentáculos hacia ella, quien los esquivó sin demasiados problemas. Nada más aterrizar, otros dos abultamientos tomaron forma, ascendiendo hasta crear dos pequeñas columnas, tras lo cual se desplazaron de arriba abajo como serpientes intentando aplastar a su presa, en este caso Quinque, produciéndose un fuerte impacto cuando tomaron contacto con su objetivo.

-La capacidad de modificar lo que ven tus ojos –caminando tranquilamente, la chica se mostró ilesa mientras salía de la polvareda que se había formado- Un poder temible pero debe de haber sido una gran carga para ti.

-...

-Es el problema que tenéis los semidioses. Muy poderosos pero difíciles de controlar. Para colmo de males, el uso de vuestra habilidad tiende a desgastaros de una forma mucho más rápida que otros portadores del Radiar. Fue una suerte que pudiésemos eliminar a tantos cuando se destruyó Yohei Gakko.

El suelo y las paredes comenzaron a agrietarse poco a poco, en algunos puntos las losas se abultaron y comprimieron mientras gravilla y polvo caía desde el techo. Pequeños temblores como los de un terremoto se sintieron por toda la sala y daba la sensación de que ésta estaba empezando a contraerse.

La mirada con la que Miruru fulminaba a la descendiente era un completo reflejo de su ira.

-¡Miruru! -de repente, el cuerpo de la chica dio un pequeño salto- ¡No te dejes influenciar por ella! ¡Si te cargas esta sala lo único que conseguirás es matarnos a nosotros! ¡A ella le da lo mismo!

Tras escuchar las palabras de Kai, los temblores se calmaron hasta desaparecer y la sala volvió a la normalidad. La semidiosa respiró hondo y sonrió.

-¡Entendido!

-Jo, me hubiese gustado verte descontrolada por completo. En fin...

En pocos segundos, Quinque recorrió la distancia que las separaba, dirigiendo una patada a la cabeza de su adversaria la cual fue detenida en mitad del aire, utilizando su poder. Entonces, aprovechando que se encontraban cerca, Miruru agarró con un brazo la extremidad de su rival y con la otra su cuello, girando sobre sí misma y aprovechando la fuerza creada para volver crear distancia entre ellas. Posteriormente, elevó ambos brazos hacia delante, dando lugar a que las deformaciones que había generado en el escenario se moviesen a la vez para golpearla. Sin embargo, ésta las evadió y acometió de nuevo contra la semidiosa, placándola contra el suelo pero saliendo despedida en el aire poco después por el contraataque de ella.

 

Tras ponerse en pie de nuevo, Quinque volvió a flexionar la pierna derecha, disponiéndose a realizar el mismo ataque que había debilitado a Kai.

 

Antes de que Miruru pudiese detenerla la descendiente ya había desaparecido de su vista, volviéndose a producir el mismo ruido que antes y dando lugar a la aparición de la onda de choque al romper de nuevo la barrera del sonido.

-No te preocupes –se escuchó la voz de Kai, quien se situó justo detrás de ella a la vez que la armadura de End les rodeaba- Esta vez la detendremos.

Al igual que antes las dos espadas se interpusieron delante justo en el momento en que Quinque realizaba su ataque, produciéndose un gran levantamiento de polvo que hizo que Nara levantase los brazos para protegerse la vista.

 

Cuando la polvareda se hubo disipado, la escena que quedó fue la de la descendiente sostenida en el aire con las piernas al frente a escasos centímetros de Miruru, quien, con las manos extendidas, había conseguida detenerla.

En ese momento, reaccionando el más rápido de los tres, Kai golpeó en el pecho a la joven de pelo plateado, dando lugar a que esta rodara varios metros por el suelo.

-Lo...hemos...conseguido... –dijo Miruru jadeando.

-Sí... –Kai giró la cabeza hacia Miruru y sonrió-. Lo hemos conseguido.

 

-Ugh... –se quejó Quinque al incorporarse- Idiotas. Ya es la segunda vez que os metéis en mi camino. ¡Ya me fastidiasteis suficiente en el torneo! ¡No voy a permitir que os entrometáis ahora que he conseguido engañar al gobernador!

-¡¿Acaso crees que vamos a dejaros campar a vuestras anchas?! –exclamó Miruru.

-¡No vais a conseguir nada! ¡Gaia eliminará a los humanos y cambiará este mundo!

-Así que era cierto...

En ese instante, una voz interrumpió la discusión. Todos se quedaron quietos, mirando hacia todas las direcciones, pero nadie hizo su aparición en escena.

-Esa voz... –dijo Miruru.

-Para los que no me conozcáis, mi nombre es Alder, gobernador de la Unión Imber.

-¡¿Qu-qué...?! –exclamó Quinque.

-Como lo oyes, Marie. O quizás debería llamarte por tu verdadero nombre, ¿no crees? Lástima que todavía no me lo haya aprendido.

-¿Desde dónde está hablando? –preguntó Kai, confuso.

-Hace un rato le pedí a Yorus que conectase el sistema de comunicación que está integrado en este recinto. Me lo mostraron el día en que llegué a este lugar, y decidí que podía darle uso en esta situación para escuchar cosas que la gente no siempre te dice a la cara. Como una conspiración, por ejemplo.

-No...no es posible...

-Si te estás preguntando el porqué de esto. Debo advertirte que ya desde un principio no me fiaba de ti. Todo lo que ocurrió durante el torneo, tu repentina elección cuando en principio tan sólo eras un árbitro del mismo...todo eso me pareció muy sospechoso pero decidí aceptar tu candidatura por dos cosas: la primera porque, debido a tu condición de imparcial así como tu fuerza en combate, recibiste apoyo del bajo mundo para alzarte como la líder; y la segunda, porque era preferible el tenerte cerca de mí si quería saber lo que podías estar tramando. Cuando esa chica vino a mí, hablándome de una posible conspiración contra las tres potencias, decidí buscar evidencias de ello, y fue entonces cuando me aproveché de este sistema. Quizás debería pedirle disculpas a mi aliado, el gobernador de la facción, pero dudo que ponga muchas pegas ya que, en este momento, el también debe de estar escuchando esta conversación

-... –la descendiente no daba crédito a lo que oía.

-Se acabó el juego...

66: The three global powers 14
The three global powers 14

El choque de sus armas le hizo ganar algo de distancia, permitiéndole un pequeño descanso ante las continuas cargas de su adversario.

 

Razer dobló ligeramente sus rodillas debido a la debilidad en sus extremidades. Incapaz de encontrar una manera que le hiciese cambiar las tornas del combate, se había visto obligado a retroceder.

 

Tan sólo necesitaba algo con lo que poder golpearle, sin embargo, ¿qué podía ser lo suficientemente bueno como para que diese resultado?

 

Fue en ese momento cuando un objeto llamó su atención, haciéndole esbozar una pequeña sonrisa. Tras esto se levantó de su sitio y encaró de nuevo a Sextus.

El descendiente levantó su espada en la dirección del líder de los Rebeldes.

-¿Qué te hace tanta gracia?

-Nada, se me ha ocurrido pensar en lo interesante que puede ser a veces el azar.

Sextus levantó una ceja, mostrándose confuso, algo nada común desde que había tenido contacto con él.

-¿Qué quieres decir?

-Hay algo que me gustaría preguntarte –continuó Razer-. ¿Nunca te has cuestionado cómo me convertí en líder de los Rebeldes?

-No es como que me importe...

-Bueno, son varios los hechos que llevaron a ello...

-Acaba de ignorarme...

-...aunque algunos quizás te los cuente en otra ocasión. No obstante uno de ellos es quizás el que más ha provocado risas y discusiones al respecto.

-...

-Mi buena suerte.

Sextus se mantuvo durante un buen rato en silencio hasta expirar un largo suspiro.

-¿Es una broma? ¿Quieres decir que la gente decidió seguir a un líder llevada de sus supersticiones?

-Eh, eh, no tan deprisa, ya te he dicho que no es lo único.

-Incluso así, me parece ridículo...

-Es posible. Mucha gente no lo cree cuando se lo dicen. Piensan como tú. Que algo así no puede ir en serio...hasta que les convenzo con unas palabras que demuestro ser verdaderas –Razer detuvo la conversación un momento mientras intentaba recordar-. “La suerte depende de muchos factores que uno no puede controlar pero aquél del que más depende es el único que podemos llevar a cabo”. En resumidas cuentas, la suerte también es una habilidad.

-Eso no es más que una patraña. La suerte es un cúmulo de casualidades y hechos que dan lugar a un resultado, no pueden ser controlados por nadie.

-Si eso es lo que piensas, te demostraré lo equivocado que estás. Digamos que ahora mismo estoy en desventaja, tengo todas las de perder, y las posibilidades de que aparezca algo que pueda ayudarme, es más, que pueda cambiar las tornas del combate son prácticamente nulas. Aún así, te aseguro que las cosas saldrán como yo quiero. ¿Aceptas la apuesta?

-¿Qué?

 

De repente, Razer disparó el gancho de su pistola hacia parte de la barandilla que había sido lanzada por Quattuor durante su combate contra Quinque. Acto seguido situó el pie derecho con la punta del mismo mirando hacia delante y el talón separado varios centímetros del pie izquierdo, el cual había adoptado una posición horizontal, con la punta del pie apuntando hacia las nueve y el talón hacia las tres, todo en conjunto formando una L invertida hacia la izquierda. Al mismo tiempo, llevó su extremidad derecha, la cual tenía agarrado el estoque, hacia delante, situando la izquierda cerca de la cadera, sujetando la pistola.

-¿Qué es lo que pretendes con esto? –preguntó el descendiente.

Razer respiró hondo, tras lo que realizó un ataque frontal con su arma, la cual fue detenida sin dificultad por Sextus. Fue en ese momento cuando éste contraatacó, apuntando a la cabeza de su adversario, sin embargo esto fue esquivado por el líder de los Rebeldes, quien giró 360 grados, moviéndose hacia el lateral derecho. Continuando con su ataque, el descendiente realizó un corte horizontal en dirección izquierda, pero se topó con el aire gracias al arqueamiento de espalda que realizó su adversario y que le permitió evadirlo.

 

Los siguientes ataques de Sextus obtuvieron el mismo resultado que los anteriores. Es como si Razer predijese todos sus movimientos, evitándolos en el último instante mientras seguía girando a su alrededor.

 

Finalmente, el descendiente cayó al suelo al notar como una misteriosa fuerza actuaba sobre sus piernas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la cuerda que unía el gancho con la pistola que manejaba su contrincante había acabado rodeando su cuerpo de arriba abajo, manteniéndolo preso.

-Ya veo, así que este era tú plan desde el principio... -por su parte, el líder de los Rebeldes pasó el filo del estoque por el hueco del gatillo y lo clavó en el suelo lo más hondo que pudo, acercándose posteriormente al extravagante joven y levantándolo de la ropa- Si crees que con inmovilizarme basta, estás muy equivocado. Has perdido tu absurda apuesta.

-¿Inmovilizarte? ¡No! La verdadera apuesta comienza ahora.

Dicho esto, Razer recogió el gancho, pero en lugar de ser la espada la que se dirigió hacia el objeto, como había ocurrido anteriormente, fue éste el que voló en dirección a la espada debido a que la fuerza con la que había sido hundida superaba el peso del trozo de barandilla.

 

Esperando hasta el mejor momento, Razer saltó al suelo, apartándose del trayecto del trozo de la estructura, el cual, sin dar tiempo a que Sectus reaccionase, le golpeó en la parte superior del cuerpo, lanzándolo hacia delante y estampándolo contra una pared cercana. Tras esto, el estoque no aguantó más la presión y salió despedido, volviendo a tener más fuerza el trozo de barandilla y, puesto que el mecanismo de recogida seguía activado, se formó un caos en el que el descendiente se vio inmiscuido, terminando inconsciente y empalado contra la estructura por el arma de Razer.

 

Dando por terminado el combate, el chico se levantó del suelo y se acercó al descendiente, soltando un silbido de admiración.

-La verdad, ¿quién hubiese pensado que pasaría esto? Me va a costar volver a recuperar el estoque –dijo mientras observaba el rostro de su adversario-. Adaptarte a las circunstancias, esa habilidad es lo que define el mayor porcentaje de la suerte y, por supuesto, depende de uno mismo...

-Para los que no me conozcáis, mi nombre es Alder, gobernador de la Unión Imber.

Una voz interrumpió sus palabras, haciendo que levantase la cabeza en busca del origen.

-¿El gobernador de la unión?

 

Tras haber hecho morder el polvo al gobernador de la facción, Kareth y Sarah se reunieron.

-Buen trabajo –dijo el chico mientras cogía uno de los trozos de Hydra-. Es un arma temible, si no nos la hubiésemos quitado de encima a saber cómo habría acabado esto.

-Siento que hayas tenido que hacer de cebo.

-¿Bromeas? Es gracias a tu idea que le hemos vencido. Además, confío en ti, no serías capaz de fallar un tiro así.

Ambos chocaron las manos.

-¡Aaaaaaah! –gritando con voz ronca e intensa, el gobernador se levantó, asustando a los dos jóvenes, quienes alzaron la guardia por acto reflejo.

-¡¿De verdad pensáis que me venceríais de esa forma?! ¡Malditos críos! ¡Os demostraré de lo que soy capaz!

-¡Maldita sea! ¡Sarah!

-¡Estoy lista!

De repente la voz del gobernador de la unión interrumpió la situación, creando confusión entre los tres.

-Ése es...

 

-Has perdido –declaró Kai al terminar de escuchar las palabras de Alder.

-Ya no tienes ningún dominio sobre la unión y, por consiguiente, tu amiguito tampoco.

-¡Todo esto es por vuestra culpa!

-Por supuesto que tenemos culpa, al fin y al cabo nuestro objetivo es deteneros.

-¡Os mataré! –exclamó la chica mientras volvía a poner la pierna derecha detrás de la izquierda.

-¡No te dejaré esta vez!

El suelo de repente se abultó a los laterales de la descendiente, formándose lo que parecían unos tentáculos que agarraron a la joven de los brazos y piernas, impidiendo que se moviese.

-¡Ahora, Kai!

El nigromante, quien acababa de invocar a Hel, guiaba al Inferno para que éste descargase un huesudo y gigantesco puñetazo sobre Quinque, quien salió volando hasta chocar contra la superficie del suelo. Sin embargo, antes de quedar inconsciente, sacó un pequeño comunicador, pulsando uno de los botones que tenía.

-¡Oye! –viendo esto, Miruru destruyó el aparato pero ya era demasiado tarde- ¿Qué diablos era eso?

-Ahora ya no importa –declaró Kai-. Parece que por fin ha acabado todo...

Su compañera, observó el cuerpo de inerte de la descendiente.

-Sí, supongo que sí...

 

-Así que tú también estabas metido en esto –dijo Quattuor dirigiéndose a Yorus. Al igual que el resto, su combate también se había detenido al escuchar las palabras del gobernador de la unión.

-Por supuesto, un buen sirviente tiene que actuar conforme a las órdenes de su señor. Engañándolos a todos hasta que sea él quien decida lo contrario.

Quattuor sonrió.

-En cualquier caso, ya no tengo nada que hacer aquí –continuó Yorus mientras se echaba su arma al hombro y emprendía su camino-. Será mejor que nos apresuremos en informar a los soldados de que cesen las armas. Estoy seguro de que el gobernador de la facción y sus hombres también querrán una explicación.

-Eres un tipo interesante. Hasta ahora nadie había conseguido igualarme en fuerza bruta –comentó el hombre justo cuando Yorus pasó a su lado.

-¿Bromeas? No has luchado con todas tus fuerzas así que no puedo contarlo como que hemos estado igualados –tras esto el hombre desapareció por uno de los pasillos del recinto.

-Me pregunto si no eras tú quien se estaba conteniendo...

 

-¿Qué hacemos con ella? –preguntó Miruru señalando con la cabeza a Quinque.

-Supongo que lo mejor será inmovilizarla cuanto antes, a ser posible con medidas extremas de seguridad. Esta gente es demasiado peligrosa por lo que toda precaución es poca.

Justo al acabar la frase una especie de portal apareció cerca de donde se encontraba la descendiente, asustando a Kai y Miruru. Una mujer de pelo rubio y corto lo atravesó, como si aquello fuese algo rutinario, y se acercó a la chica de pelo plateado.

-Esto no va a gustarle nada a Detz, Quinque. Vuestro fracaso complicará más las cosas.

-¡¿Quién diablos eres?! –gritó Miruru.

-Mi nombre es Duobus –respondió mientras cogía a Quinque y la apoyaba sobre su hombro, emprendiendo su camino de vuelta hacia el portal.

-¡Eh! ¡Espera! –la semidiosa se dispuso a atacar.

-¡Cuidado! –Kai se lanzó contra Miruru evitando que un objeto disparado a gran velocidad atravesase la cabeza de la chica.

Momentos después, Duobus se introducía en el portal.

-Volveremos a vernos, puede... –sentenció mientras se desvanecía en el aire.

Los dos se quedaron atónitos, intentando asimilar lo que acababa de pasar.

-Duobus...

-Otra descendiente de Gaia, no hay duda...probablemente ese comunicador era para avisarla. Una vía de escape. Maldita sea, hemos sido muy descuidados y al final se nos ha escapado –indicó Kai-. Espero que por lo menos los demás hayan podido capturar a Sextus.

-Por cierto...Kai...

-¿Mm?

-Me estás haciendo daño –se quejó Miruru, situada justo debajo de él.

-Ah, perdona –poniéndose en pie, el joven permitió que ella pudiese hacer lo mismo-. En cualquier caso, ya no importa. Será mejor que nos reunamos con el resto y aclaremos esta situación.

La semidiosa asintió, tras lo cual se quedó observando el rostro de su amigo.

-¿Eh? ¿Pasa algo? –preguntó el chico dándose cuenta de cómo lo miraba.

Ella, por su parte, desvió la vista hacia un lado y, después de unos segundos, su expresión se mostró decidida.

-Oye...Kai...

-Dime.

-Hay algo que tengo que decirte. Puede que...no sea el mejor momento pero...si no lo hago ahora no sé si tendré el valor suficiente después –la chica de peo rubio se acarició la muñeca con cierto nerviosismo.

-¿De qué estás...?

Kai fue interrumpido por ella, quien dio un paso hacia delante.

-Estoy enamorada de ti. Cuando te vi en aquella habitación...lo supe. Tu amabilidad y preocupación por proteger a los demás, tu don de la oportunidad, tu valentía, tu capacidad de esfuerzo, reconociendo tus errores cuando consideras que estás equivocado e intentar superarte a ti mismo para no volver a cometerlos. Incluso si buscas a First por lo que le hizo a May, nunca has tenido en mente vengarte, sino salvarlo. Siempre intentando buscar el mejor camino. Durante este tiempo he podido darme cuenta de todas estas cosas, y poco a poco sentía que quería estar más cerca de ti...que quería ser más importante para ti...mi corazón quería liberar esos sentimientos y es por eso que no podía seguir engañándome a mi misma. No sé si tú sientes lo mismo por mí pero...quiero que conozcas cómo me siento yo. Te quiero –la chica lo cogió suavemente de las mejillas y acercó su rostro para besarle en los labios.

Los ojos del nigromante hablaban por sí solos, su cuerpo ni siquiera reaccionó ante aquello, dejando que la joven dictara sus propios movimientos.

 

Cuando ambos se hubieron separado, se produjo un incómodo silencio. Kai, a quien lo habían pillado desprevenido tanto  las palabras como las acciones de la chica, era incapaz de articular palabra. Mientras tanto, Miruru se mantenía en pie, con la mente en únicamente centrada en quien tenía delante.

-Eso ha sido precioso.

Una voz rompió la tensión que se había formado, dando lugar a que la cabeza de ambos girase hasta toparse con la chica de ojos brillantes y expresión emocionada que los observaba como si se tratase de una película romántica.

-¿Na...ra...? –consiguió llegar a expresar Miruru.

-¿Sí? –respondió la aludida esbozando una inocente sonrisa.

De repente, la semidiosa despertó de su particular trance, cayendo en la cuenta de lo que acababa de ocurrir.

-Ah...

Volviendo la vista de nuevo hacia Kai, su cara cambió a la de alguien avergonzado, poniéndose colorada y dando un paso hacia atrás.

-¡AAAAAAAAAAAH! –gritando con todas sus fuerzas, encogió las rodillas hasta adoptar una posición fetal, situando un brazo a cada lado de la cabeza.

 

Tiempo después, el gobernador de la unión se encargó de avisar a los soldados para que cesasen las armas contra los que habían atacado el recinto. Asimismo, se encargó de explicarle mejor la situación al gobernador de la facción, usando de nuevo las grabaciones establecidas con el comunicador para acreditar el engaño que habían sufrido por parte del proyecto Gaia. Este hecho, como era de esperar, causó un gran enfado en el líder anfitrión, a quien la primera idea que se le pasó por la cabeza fue la de dirigir un ejército hacia donde se encontraban los miembros del proyecto y aniquilarlos.

-Eso sería poco conveniente –contestó Alder- Ni siquiera sabemos la ubicación de todos ellos, ni cuantos miembros son, las armas que tienen o con quiénes se han aliado.

-¡¿Qué sugieres entonces?! –exclamó la armadura viviente golpeando la mesa central de la sala de reuniones.

-Creo que lo mejor sería hablar con los Rebeldes. Quizás podamos obtener información de ellos.

 

Así pues, Alder consiguió convencer a su aliado de reunirse con Razer y el resto de atacantes, quienes le estuvieron contando lo que sabían sobre el proyecto así como la mejor medida que consideraban que podían tomar para evitarlo: el cese de la guerra.

 

Tras mantener una larga conversación, ambos líderes pidieron a los Rebeldes que esperasen fuera de la sala mientras deliberaban qué decisión tomar. De esta forma, los siete atacantes se sentaron en el suelo del pasillo mientras hacían tiempo.

-Hemos conseguido que nos crean, ya es algo –comentó Razer mientras apoyaba la cabeza contra la pared.

-Ya lo escuchaste, en realidad uno de ellos tenía sus propias dudas. Tenemos que agradecérselo a Miruru por hacer que éstas se incrementasen. Por cierto, ¿qué le pasa? –preguntó Kareth al ver a la chica encogida sobre sí misma.

-Eh...bueno... ¿Problemas en el amor? –contestó Nara, quien estaba situada al lado de la chica, intentando tranquilizarla.

-¡Así no ayudas! –exclamó la semidiosa, quejándose de su amiga.

-Lo siento... –dijo la aludida con una sonrisa irónica.

-¡Cof, cof! –al mismo tiempo Kai no pudo evitar toser.

-Kai también está bastante raro –murmuró Kareth.

-El mayor problema ahora es que se nos hayan escapado tanto Quinque como Sextus –indicó Quattuor.

-Sí. Si los hubiésemos capturado habríamos obtenido dos grandes victorias contra ellos –continuó Razer.

 

“Un rato después de haberse escuchado las palabras de Alder. Razer sonrió para sí mismo, sabiendo que habían ganado.

Acto seguido miró en dirección a Quattuor, quien parecía estar despidiéndose del otro combatiente. Aquel llamado Yorus y que servía al gobernador de la unión.

 

Así pues, decidió acercarse a su estoque para intentar sacarlo del cuerpo de Sextus.

-Quizás sea conveniente volver a inmovilizarlo. Luego le preguntaré a Quattuor sobre cómo evitar que lance esas distorsiones.

Fue entonces cuando un mal presentimiento le llevó a agacharse, pasando un proyectil justo por encima de su cabeza.

-¡!

Un par de proyectiles más fueron dirigidos de nuevo hacia el líder de los Rebeldes, quien se hizo para atrás a fin de evitar terminar agujereado. A su vez, otro disparo destrozaba el trozo de barandilla y enviaba el estoque a volar fuera del alcance de su dueño. En ese momento, Razer vio a la ejecutora de dichas acciones. Tratándose ésta de una mujer de pelo rubio y corto que ostentaba un gran abrigo con plumas en la zona del cuello, las cuales se alzaban hacia arriba.

-¿Quién eres?

-¡Duobus! –exclamó Quattuor lanzándose desde la distancia hacia ella, siendo detenido antes de llegar por un fuerte golpe que lo envió a volar del mismo modo que el estoque.

 

Cuando Razer alzó la vista hacia la fuente de aquel golpe, observó una maza que debía medir como cuatro o cinco metros de longitud y quizás un poco menos de ancho, la cual desapareció poco después cruzando un extraño portal en el aire.

-Encantada de verte, Quattuor –respondió secamente mientras, sin aportar más a la conversación, se llevaba a Sextus a través de otro de esos portales-. Volveremos a vernos, puede...

Acto seguido se esfumó sin dejar rastro, dejando al líder de los Rebeldes con más preguntas que respuestas.”

 

-¿Qué era esa maza gigante? –preguntó Razer.

-Duobus tiene la capacidad de invocar espíritus encerrados en armas.

-¿Espíritus encerrados en armas? –esta vez fue Sarah.

-Escuché sobre ello cuando estaba en Yohei Gakko –interrumpió Kai-. Creo que es tan raro como la invocación de espíritus de ayuda como los que uso yo.

-Además, parece que puede utilizar los portales para teletransportarse a otros sitios.

-¡¿Qué?! ¡Pero eso es imposible! –exclamó Kai, alterado.

-¿A qué te refieres?

-El más allá es otra dimensión, el ambiente es completamente diferente y resulta mortal para cualquier ser vivo. Una persona humana no sobreviviría ni siquiera una décima de segundo tras haber entrado en ese lugar, la única manera de entrar es siendo un espíritu o contactando mentalmente con ese lugar, como cuando se realiza un contrato.

-Sin embargo te olvidas de algo, Kai. Y es que esa mujer es inmortal, al igual que Quinque y Sextus, que también lo han atravesado junto a ella.

-¿Hasta ese punto puede llegar vuestra inmortalidad?

-Hemos sido seleccionados por un ser cuyo poder es equivalente al de una deidad. Creo que eso contesta a tu pregunta.

-Sea como sea, ya no hay nada más que hacer al respecto –sentenció Sarah.

 

Poco después la puerta de la sala de reuniones volvió a abrirse para dejar paso a Alder.

-Ya hemos tomado una decisión...

67: The three global powers 15
The three global powers 15

Eirin se encontraba sentada sobre una silla perteneciente a la cocina de la pequeña casa en la que vivían ella y su padre. Nerviosa, intentaba beber de la taza que tenía entre sus manos evitando no derramar el líquido de su interior.

 

Fue en ese momento cuando la puerta del recibidor se abrió, provocando el sobresalto de la joven, quien se levantó y se dirigió hacia allí.

-¡Padre! –gritó al ver como Garth hacía acto de presencia, corriendo a abrazarlo- ¿Estás bien? ¿No te han hecho nada?

-No, conseguimos escapar ilesos de los soldados. Aunque debo decir que las cosas se pusieron difíciles, hubo un momento en el que creí que ya me tenían en sus manos. Por suerte, recibieron el aviso de retirarse justo a tiempo.

-¿Y los demás?

Garth sonrió.

-Lo han conseguido, hija mía. La facción y la unión han decidido dejar las armas. No van a continuar con la guerra.

Nada más acabar la frase, Miruru abrió la puerta de la casa, adentrándose en ella con cierta timidez ya que era la primera vez que la visitaba.

-Miruru... –susurró Eirin.

-Ah... –reaccionó la semidiosa al darse cuenta de la presencia de ambos-. Hola, Eirin.

Contenta por verla sana y salva, la joven abrazó también a la recién llegada, quien al principio fue pillada un poco por sorpresa pero que no tardó en devolverle el gesto.

-¡Me alegro de que estéis todos bien! –exclamó con lágrimas en los ojos.

-Sí... –sonrió Miruru-. Yo también...

 

-¿Qué fue lo que ocurrió después de que vencierais a los malos? –preguntó mientras le entregaba otra taza con lo mismo que estaba bebiendo ella-. Siento no poder ofrecerte nada más.

-No te preocupes por ello, sé cómo está la situación...espero que a partir de ahora puedan mejorar las cosas. En cuanto a lo que ocurrió...tras aceptar la proposición de detener la guerra, los gobernadores decidieron que el siguiente movimiento sería el de informar al líder del imperio de este hecho y formalizar una reunión para avisarle de las intenciones de “los malos” –la semidiosa rió ligeramente al llamar a los miembros del proyecto Gaia de esa forma-. También han decidido establecer una alianza con los Rebeldes. Ya que tienen el mismo objetivo no hay motivo para que ésta no les aporte beneficios. Y, por supuesto, si la facción cesa la lucha, dejará de derrochar recursos por lo que la situación de los ciudadanos mejorará. De todas formas Razer se ha encargado de hablar sobre dicha situación con el gobernador de la facción como parte del pacto.

-Espero que todo pueda salir bien. Muchas personas necesitan comida y recursos.

Miruru observó la triste expresión de ella, recordando algunas palabras que mantuvo con Alder:

 

“-¿Querías hablar conmigo? –preguntó Miruru tras alejarse del resto.

-Quería agradecerte tu intervención en todo esto. Es posible que todos hayáis ayudado pero si no hubiese sido por ti mis dudas sobre Quinque probablemente se habrían terminado disipando.

-Dicho así parezco una especie de comecocos...

-Ja, en ese sentido me haces recordar a una vieja amiga mía. Aunque a ella se le daba mejor convencer a la gente de lo que se te da a ti.

-¿Daba?

-Sí, murió hace algún tiempo. Se dijo que fue asesinada por otros cabecillas del bajo mundo a raíz del problema que hubo en el último torneo para elegir un líder, pero ahora me doy cuenta de que en realidad fue Quinque quien lo hizo.

-¿No te referirás por un casual a una mujer llamada Anna?

-¿La conocías? –el hombre se mostró sorprendido ante este hecho, dando lugar a una reacción parecida en la semidiosa.

-Bueno, lo cierto es que Kai y yo estuvimos en ese torneo. Participamos en su nombre a cambio de cierta información sobre una persona que buscábamos, y supongo que seguimos buscando. Al principio no me fiaba mucho de ella pero pude observar que se trataba de  una mujer de palabra.

-Sí, lo era. Hace tiempo que me dijo que llegaría a ser la líder del bajo mundo y que para entonces más me valía estar preparado.

-Parece que erais bastante cercanos.

-Es posible...pero eso ya es otra historia...

-Yo, lo siento, por no haber podido hacer nada por salvarla.

-No podías saber lo que ocurría. Ni siquiera yo lo supe hasta hoy. Si hubiese sido más capaz habría evitado la muerte de muchos dirigentes del bajo mundo, incluida ella, pero fui engañado por las artimañas de Quinque.

-...

-En cualquier caso, no sabemos qué pasará a partir de ahora. Procuraré no cometer los mismos errores del pasado.”

 

-Miruru...Miruru

La chica despertó de su ensimismamiento gracias a la llamada de Eirin.

-¿Estás bien?

-Sí, tranquila. Oye, Eirin...

-Dime.

-...lo cierto es que había venido a ver cómo estabas pero también a despedirme. En cuanto Razer termine de aclarar los trámites de la alianza volveremos a la villa de los Rebeldes y nos prepararemos para la fecha en la que se realice la reunión entre los gobernadores de las tres potencias mundiales, así que, sólo quería desearte lo mejor y, bueno...esperar a que algún día puedas volver a ver a tu hermana.

-Je –Eirin sonrió-. Al menos sé que sigue viva.

Por su parte, la semidiosa frunció el ceño al escuchar esta declaración.

-No importa, digamos que es una especie de corazonada. En cualquier caso, quería darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros. Por salvarme cuando me desmayé en la calle, por luchar por todos nosotros y por conseguir darnos esperanza para que la paz por fin llegue a este mundo. Muchas gracias.

-No hay de qué...

 

-¿Volveremos a vernos? –preguntó Eirin mientras la semidiosa salía por la puerta.

-Por supuesto. Volveré a escuchar más de tus historias con tu hermana y el resto de tu familia. A cambio, yo también te contaré sobre mis aventuras.

-Lo espero con ansias. Ah, y buena suerte con Kai.

Aquel comentario dejó petrificada a la chica de pelo rubio, quien, incluso si sabía que Eirin conocía al nigromante, se preguntaba cómo diablos había llegado a esa conclusión. Avergonzada, asintió y se marchó de allí.

 

Tiempo después se reunieron todos en el punto acordado, incluidos Zen, Sen, Len y Sdren, quienes también habían salido ilesos de su pequeña aventura como carnada.

Allí también estaban Garth y su amigo, despidiéndose de Razer.

-He terminado de hablar con el gobernador de la facción y ha accedido a vuestra petición. Puesto que el principal objetivo de este territorio era ganar la guerra, ahora que ha sido cambiado, esperemos que para siempre, los recursos se pondrán en manos de los habitantes.

-Gracias por todo, amigo. Sin ti no habríamos conseguido esto.

-Todavía nos queda mucho camino por delante pero esto no ha sido cosa de un solo hombre –Razer desvió la mirada hacia atrás, donde se encontraban los demás- sino de la unión de varias personas.

-Espero que detengáis esta guerra y a aquellos que pretenden continuarla.

-Lo haremos. Tenlo por seguro.

-Siento interrumpir la conversación –dijo Sdren apareciendo de repente por el lateral de Razer-. Donell me ha avisado de que un grupo de personas ha llegado a la villa, hablan de querer unirse a los Rebeldes.

-¿Mm? No creo que tenga problema en encargarse él mismo de algo así.

-En realidad dice que hay uno de ellos en concreto con el que es mejor que hables tú, y parecía importante, por lo que ha decidido dejártelos a ti

-Ah...de acuerdo. Aceleraremos el ritmo de vuelta entonces.

Dicho esto, Razer volvió la vista hacia Garth.

-Nos tenemos que ir.

-Si algún día volvéis por aquí, no dudéis en avisarnos. Estaremos dispuestos a ayudaros en lo que necesitéis.

-Gracias, no lo olvidaremos.

Tras esto, el líder de los Rebeldes y el resto se marcharon se dirigieron de vuelta a la villa desde la que habían partido.

 

Durante el camino de vuelta, utilizando de nuevo los mismos conductos de alcantarillado que durante el viaje de ida, Kareth caminaba pensativo mientras observaba su colgante.

-¿Ocurre algo? –preguntó Sarah acercándose a él.

-No...sólo me estaba acordando de lo que ocurrió cuando Quinque utilizó el Sonar. Este colgante impidió que nos viésemos afectados por él.

La chica peliazul también sacó el suyo.

-Un aparato que afecta al Radiar de nuestro cuerpo y otro objeto capaz de evitar que lo haga. ¿Te sugiere algo?

-Puede que sólo sea una suposición pero ¿y si es debido a esto que Quattuor y yo no adoptamos la misma mentalidad que el resto de descendientes?

-¿Te refieres a que fue este colgante el que evitó que te volvieses parte del proyecto Gaia?

-Es sólo una teoría pero, si es capaz de interferir en el Radiar al igual que lo hace el Sonar, ya que lo llevo desde que era pequeño, es lo único que se me ocurre para intentar aclarar por qué Quattuor y yo somos diferentes.

-Si es así eso significaría que desde un principio esa mujer pretendía protegernos.

-La mujer de la que habló Quattuor...

-Me pregunto que fue lo que descubriría...

 

Al cabo de varios días llegaron a la villa, donde la gente que vivía allí los recibió con vítores. Sobre todo hubo muchos que se dirigieron a saludar a Sdren y los tres hermanos, quienes llevaban tiempo sin aparecer por allí debido a su condición de espías.

-Ah...hacía tiempo que no me sentía tan emocionado –declaró Sdren mientras abrazaba a otro hombre al que conocía.

 

Razer sonrió a los habitantes de la villa mientras estos celebraban su vuelta, a la vez que intentaba abrirse paso entre la multitud. Incluso Kareth y los demás lo tenían difícil para caminar pese a que eran los que menos tiempo llevaban entre los Rebeldes.

 

Finalmente pudieron llegar hasta Donell, quien les hizo un gesto para que lo siguiesen y les llevó hasta la sala en la que los esperaban el supuesto grupo que quería unirse a las filas de los Rebeldes.

 

Tras abrir la puerta que separaba los pasillos de la habitación, descubrieron a un total de cuatro personas, las cuales giraron sus cabezas hacia la entrada en cuanto los ocho hicieron acto de presencia. Fue en ese momento cuando dos de ellos reconocieron a algunos de los recién llegados.

-¿Miruru? ¿Kai?

Los aludidos fruncieron el ceño y, tras observar bien a las personas que los habían nombrado, cambiaron su expresión a otra mezcla de sorpresa y alegría.

-¡Seph! ¡Drake! –exclamó Miruru.

 

Allí estaban sus dos amigos, a quienes conocieron durante el torneo para decidir al líder del bajo mundo: la chica de piel blanca, pelo rojo y largo recogido en una coleta; y el chico de piel más morena, cabello corto y castaño.

 

Llena de emoción, Miruru se lanzó a abrazar a su amiga mientras el otro joven acariciaba la cabeza de la semidiosa a modo de saludo.

-¡Me alegro de verte, Miruru!

-¡Cuánto tiempo, mi pequeña rubita!

-Así que al final habéis encontrado a los Rebeldes –dijo Kai mientras chocaba manos con Drake- ¿Cómo disteis con este lugar?

-Buscando información nos encontramos con un grupo algo alejado de esta zona. Después de ver que nuestras intenciones de unirnos a ellos iban en serio no tuvieron reparos en guiarnos hasta aquí. Lo que más me sorprende es haberos encontrado a vosotros –explicó Drake.

-Es una larga historia –contestó Miruru mientras se separaba de Seph-. Es genial que nos hayamos vuelto a reunir.

-Y que lo digas, no sabes las ganas que tenía de volver a verte, mi rubita querida.

-Drake...

-Y-ya lo dejo...

-¿Los conocéis? –preguntó Razer acercándose a ellos.

-Sí, son amigos nuestros. Los conocimos en los territorios del norte. Los cuatro lo tuvimos difícil por aquel entonces.

-Así es... –añadió Seph.

-Es bueno saberlo, si sois amigos de Kai y Miruru no veo por qué no permitir que os unáis a nosotros.

-¿Permitir? Espera, ¡¿tú eres Razer, el líder de los Rebeldes?!

-¿Tanto os sorprende? –preguntó él al ver la cara de la pareja.

-Ah, no, lo siento. Supongo que...bueno...esperábamos a alguien más mayor.

-Jajaja. No le deis importancia, suele pasar. Aun así, la gente no suele conocer mi nombre...

-¡Por supuesto que lo conocemos! –exclamaron los dos al unísono- ¡Cualquiera que quiera entrar en los Rebeldes lo sabe!

-Me halagáis –sonrió Razer-. En cualquier caso sois bienvenidos.

-¡Sí! –volvieron a decir ambos.

-Parece que habéis conseguido lo que buscabais, chicos –dijo uno de los otros dos que acompañaban a la pareja. Se trataba de un hombre bastante mayor de pelo cano y escaso y barba descuidada. Era de baja estatura y algunas arrugas comenzaban a hacer mella en su cara. Sin embargo, lo más característico de él era que se encontraba sentado encima de una especie de máquina con varias patas parecidas a las de una araña y que le servía para desplazarse.

 

Los presentes lo reconocieron al instante pese a que en un principio había pasado desapercibido.

-¡¡Normand Hadder!! –gritaron todos.

-¿A qué viene tanto jaleo? Ni que hubieseis visto a la mayor celebridad del mundo –se quejó el hombre con un tono de voz un tanto agudo.

-P-pero, ¿qué hace usted aquí? –preguntó Razer.

-Oye, no me llames de usted, me hace sentir viejo. Hace tiempo que acompaño a estos chicos en su intención de unirse a tus filas y poco a poco yo también comencé a interesarme en vuestras actividades. Aunque no es como que también quiera ingresar.

-Normand nos ha echado una mano en varias ocasiones –explicó Seph-. Si no fuera por él no habríamos llegado tan lejos.

-Tonterías –se quejó Normand.

-Hacía tiempo que no se sabía de ust...quiero decir, de ti. Hay mucha gente buscándote y se rumorea que has estado reuniendo información para crear un arma de destrucción masiva.

-Una arma de destrucción masiva, ¿eh? Lo cierto es que si que he tenido esa idea en mente durante bastante tiempo pero no es una tarea precisamente fácil de realizar así que me cansé de ello y decidí darle otra oportunidad a la humanidad.

-¿Este hombre está bien de la cabeza? –murmuró Miruru dirigiéndose a Drake.

-Tiene sus pequeños delirios pero, lo creas o no, es bastante sensato.

-Pues, si lo que buscas es esperanza en la humanidad es posible que pueda darte resquicios de ella. ¿Por qué no os sentáis y os cuento los últimos acontecimientos en los territorios del oeste? –continuó Razer.

-Así que acabo de llegar y ya tienes algo que puede interesarme. Espero que buenas noticias...

-No sólo eso, sino también hechos de los que cuanta más gente esté informada mejor. Creo que, sobre todo en tu caso, es conveniente saberlo.

 

Durante algunas horas el líder de los Rebeldes les estuvo hablando sobre lo relacionado con el proyecto Gaia así como la decisión que habían tomado los gobiernos de la unión y la facción con el fin de detenerlo. Mientras escuchaba, Normand se mostró preocupado y serio, con los brazos cruzados y la mirada fija en Razer.

 

Cuando este último terminó de contar su historia, Normand decidió romper su silencio.

-Mm...llevo mucho tiempo diseñando armas y otros instrumentos utilizados en la guerra para cada una de las tres potencias, y durante ese tiempo he podido observar muchos puntos de vista en las diferentes personas con las que he tenido contacto. Ambición, avaricia, honor, sufrimiento, superación, altruismo, egoísmo, miedo y un largo etcétera que requeriría tiempo recordar. Todo ello terminó por cambiarme y hacerme ver que mis acciones no eran las correctas, perdiendo la fe en las personas y dejándome un gran arrepentimiento. Es por ello que, incluso si me decís que la facción y la unión han dejado las armas, no puedo evitar preguntarme: ¿por cuánto tiempo? No obstante, desde que decidí dejar mi trabajo he viajado por muchos sitios, y puedo decir que sois las primeras personas en mucho tiempo que me habláis de algo tan aparentemente incoherente hoy en día como es la paz. Si vuestro camino es el correcto entonces os ayudaré en lo que necesitéis.

-Gracias –declaró Razer.

-Proyecto Gaia...descendientes...es difícil de creer que los hilos estén siendo movidos por una sola organización... –dijo Drake asimilando la historia de Razer.

-Así que vosotros también habéis participado en esto –le dijo Seph a Miruru y Kai.

-Tuvimos algunos problemas después del torneo. Debido a que entramos en los territorios del norte haciéndonos pasar por miembros de “Comhairle”, cuando se hizo público el mensaje de que entrarían en guerra se nos consideró fugitivos.

-Sí, pero si sólo hubiese sido eso estoy segura de que habríamos tenido más tiempo. Tardaron muy poco en ir a por nosotros y eso sólo pudo ser por que alguien nos delató. A estas alturas estoy segura de que fue Quinque quien lo hizo –dijo la semidiosa.

-Pero, ¿por qué sólo a nosotros? Si nos tenían rencor por haber desbaratado sus planes también tendría que haber ido a por Drake y Seph, por ejemplo –preguntó Kai.

-Se me ocurren varias razones: la primera, que fuésemos los únicos que habían mentido con respecto a sus identidades; la segunda, Quinque fue quien destruyó la Yohei Gakko del manejo del medio debido a que consideraban a los semidioses demasiado peligrosos para el plan y porque al parecer allí había personas que sabían demasiado sobre el proyecto, por lo que dejar libre a alguien perteneciente a esa escuela no era conveniente; y la tercera, aunque es una suposición, Alder y Anna eran amigos, por lo que, si Quinque lo sabía, quizás intentó quitarnos de en medio para evitar alguna repercusión en el futuro.

-Ya veo...

-En cualquier caso, tal y como ha contado Razer, ahora mismo eso ya no importa. Lo realmente importante es que consiguieseis libraros y ahora estéis aquí con nosotros –indicó Seph.

-Sí, aunque eso se lo debemos a Quattuor, Sarah, Kareth y Nara. Por cierto, ¿dónde están Kareth y Nara?

-Es verdad, no están aquí, ¿cuándo se han marchado? –preguntó Kai.

 

En otra habitación separada de la anterior, Nara y Kareth habían sido convocados por el miembro restante que acompañaba a Seph, Drake y Normand.

 

Se trataba de una figura cubierta por una especie de gabardina color beis que cubría todo su cuerpo, incluyendo la cabeza, lo que impedía conocer su rostro e incluso saber si se trataba de un hombre o de una mujer.

 

Pese a que su aspecto no les convencía demasiado, los dos habían accedido a conversar con tan extraño personaje una vez éste lo hubo pedido.

-¿Y bien? ¿De qué querías hablar con nosotros?

-Tan sólo necesitaba veros de cerca para cerciorarme de que erais vosotros.

De repente aquella voz penetró en los oídos de ambos, haciéndoles tener un fuerte sentimiento de nostalgia. Pese a que la voz de aquella figura estaba algo distorsionada, los dos sabían que la habían oído antes.

-Supongo que a estas alturas ya seréis pareja, ¿no? Me disteis muchos problemas en el pasado con vuestras indecisiones.

-No...puede ser...no puede ser verdad... –Nara se echó las manos a la boca mientras no dejaba de negar con la cabeza. Pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos.

Por su parte, Kareth estuvo a punto de caerse al suelo debido a la sorpresa, consiguiendo mantener el equilibrio en el último momento.

-¿Cómo...? Tú... –la voz del guerrero se quebraba.

-Si os soy sincero, ni yo mismo sé los detalles... –empezó a explicar la figura mientras se quitaba la capucha que cubría la cabeza, dejando ver un rostro diferente al que Nara y Kareth recordaban pero que seguía pareciéndose al de una persona muy querida por ellos-...pero estoy aquí, con vosotros, después de haberos estado buscando desde que abrí de nuevo los ojos...

-Remi... –entre sollozos, Nara consiguió pronunciar finalmente el nombre de su amigo.

68: The three global powers 16
The three global powers 16

-¿Qué ocurrió?

Algo más tranquilos tras el reencuentro con su amigo, Kareth y Nara se hallaban sentados a su lado, sin intención de separarse de él, como si temiesen que en cualquier momento alguien o algo se lo llevase de nuevo de su lado.

 

El aspecto del chico había cambiado bastante desde la última vez que lo vieron con vida. Debajo de aquella gabardina beis se podían observar algunas partes de su cuerpo sustituidas por piezas mecánicas. De esa forma, el brazo izquierdo, el hombro derecho, el ojo izquierdo y ambas piernas presentaban una tonalidad grisácea y negra debido a las placas y cables que le habían puesto. Además, por lo que parecía, algunos órganos internos y huesos también habían sido sustituidos por aparatos que pretendían replicar su función, e incluso las cuerdas vocales habían recibido modificaciones, motivo por el cual su voz sonaba diferente.

-Normand creó algunos robots para ayudarle a recoger materiales e información en diversas zonas. Tuve suerte de que uno de ellos se hubiese internado en Yohei Gakko evitando mi caída en el último momento. Él me dijo que probablemente me consideró algún tipo de objeto extraño que debía ser analizado, ya que había sido congelado.

-¿Un robot capaz de infiltrarse en Yohei Gakko sin que nadie lo notase? –preguntó Nara.

-Ese hombre tiene más recursos de lo que parece, créeme –comentó Remi

-Pero, ¿qué paso para que tuviesen que ponerte partes mecánicas?

-Básicamente, la congelación destrozó un buen porcentaje de las células de mi cuerpo, debido a ello tuvo que sustituir las partes dañadas por otras mecánicas. Por suerte, en parte gracias al Radiar, el sistema nervioso y otras zonas quedaron intactos.

-Aun así, es impresionante que lograse revivirte.

-Lo sé. Como ya he dicho, ni yo mismo sé los detalles, pero incluso tuvo que sustituir parte del corazón para poder bombear la sangre.

-Supongo que le tendremos que preguntar a él directamente sobre ello...y darle las gracias por haberte traído de vuelta...

-Cuando desperté me sentía muy confuso. No sabía donde estaba o quien era...y fue con el tiempo que empecé a recordar todo lo relacionado con vosotros, con Yohei Gakko y, finalmente, con lo que ocurrió antes de que me “asesinasen”. Tras esto, llegué a la conclusión de que tenías que encontraros, saber que es lo que os había pasado, y, gracias a la ayuda de Normand, Drake y Seph, pude obtener la información necesaria que nos llevó hasta aquí, aunque, siendo sincero, no es precisamente este lugar donde esperaba veros.

-Lo sé, a nosotros también nos han pasado muchas cosas.

-Sí, eso escuché en la historia que contó Razer. Aunque no estaría mal que me dieseis más detalles.

-Claro. Tenemos muchas cosas de las que hablar ahora que nos hemos reunido...

 

Después de un tiempo, los dos terminaron de relatar los acontecimientos que tuvieron lugar desde que escaparon de Yohei Gakko hasta la actualidad, ahorrándose algunas partes ya contadas por Razer.

-Así que ahora tú eres descendiente de Gaia y puedes transformarte en un extraño ser de color blanco y tú eres el contenedor es una especie de deidad que resulta ser el núcleo de este planeta y además puedes curar las lesiones y heridas de los demás, ¿no es así?

Los dos asintieron.

-Está claro que es desaparecer y os pasa de todo –bromeó Remi

-¡No es como que nosotros quisiéramos eso! –replicó Nara.

-Lo sé, lo sé, fuera bromas, no me puedo creer que te hiciesen algo así –dijo el joven refiriéndose a la chica-. Ni tampoco que os metiesen en esto en contra de vuestra voluntad. Estaré dispuesto a ayudaros en lo que necesitéis, al fin y al cabo, ya sabéis de lo que soy capaz y estoy seguro de que no he perdido facultades en todo este tiempo. Es más, hasta he mejorado.

-¿En serio? Me gustaría verlo –dijo Kareth sonriendo.

-¡Cuando quieras, como si es aquí y ahora!

-¡Aquí no es buen lugar pero sé de un sitio donde podemos tener una buena pelea!

-¡Esperad! ¡¿Vais a pelear tras volver a veros después de mucho tiempo?! –preguntó Nara alterada.

-¡Por supuesto! –respondieron los dos a la vez- ¡Esta es la mejor manera de saludarse!

 

De este modo, los tres se dirigieron al área en la que Kareth y los demás habían sido entrenados por Quattuor.

-¿Qué te parece?

-No está mal, aquí podremos liberar estrés sin hacer daño a nadie.

-Excepto a vosotros mismos, pedazo de idiotas... –murmuró Nara sentada sobre una roca alejada de la zona de combate y con una mano apoyada sobre la barbilla.

-¿Por qué no empiezas tú dando el primer golpe? –propuso Kareth.

-¿Estás seguro?

-Claro.

-Como quieras.

Dicho esto, Remi se quitó la gabardina, dejando al descubierto las partes mecánicas de su cuerpo. Momentos después levantó el brazo izquierdo en dirección a su amigo, cambiando de forma rápidamente hasta transformarse en el cañón de un pistola.

-¿Pero qué...?

-Olvidé decirte que Normand también adaptó mi cuerpo al combate.

Acto seguido disparó un cañonazo que su oponente se vio obligado a esquivar, causando una explosión varios metros detrás de éste.

-¡¿Estás loco?! ¡Eso podría haberme matado!

-¡Oh, vamos! ¡Sabía que podrías esquivarlo!

Volviendo la vista al frente, Kareth se encontró con que Remi ya había recorrido la distancia que los separaba, golpeándole en la mejilla con el brazo mecánico y lanzándolo hacia un lateral por la fuerza del golpe.

-¡A ver si vas a ser tú quien ha perdido facultades! –exclamó Remi a su amigo.

 

El aludido se puso en pie lo más rápido que pudo y transformó sus brazos y piernas en los del Eraser, lanzándose a gran velocidad hacia su adversario y embistiéndolo de frente, cayendo ambos al suelo, Kareth encima de Remi y los brazos del primero presionando los hombros del segundo. Esta posición fue aprovechada por el cíborg, quien encogió ambas piernas y empujó a su oponente a fin de crear distancia suficiente como para levantarse. Posteriormente se activó un mecanismo en sus dos extremidades posteriores, abriéndose un pequeño espacio en éstas que permitió la eyección de dos pistolas que fueron recogidas en el aire por Remi, quien apuntó y disparó a Kareth con ellas.

 

Por su parte, el descendiente se movió hacia su derecha mientras interponía su brazo izquierdo a modo de escudo entre las balas de su adversario y el resto de su cuerpo para después introducir el derecho en el suelo y levantar una gran ola de arena que logró cegar al tirador. Fue en ese momento cuando, realizando un gran salto desde su posición, cayó hacia su oponente juntando ambas manos y disponiéndose a aporrearlo cual martillo, sin embargo, éste golpe fue evadido por Remi, que se elevó en el aire utilizando unos pequeños propulsores que tenía en la zona de los tobillos.

-¡¿Ahora puedes volar?! –se sorprendió Kareth.

-¡Más bien mantenerme en el aire! ¡No dura tanto como para recorrer grandes distancias!

-¡Aun así es impresionante!

-¡Lo es! ¡Y además me viene que ni pintado como tirador! –dijo mientras le apuntaba desde el aire.

-¡Ja! ¡Eso no te va a servir contra mí!

De repente, el chico flexionó sus piernas y volvió a saltar hacia Remi, girando sobre sí mismo en el aire mientras ponía sus brazos por delante, pareciendo la broca de una taladradora.

 

Remi disparó entonces, pero, debido a la velocidad centrífuga que llevaba su objetivo, unido a la dureza que le aportaba la transformación de sus extremidades, las balas fueron desviadas. De esa forma, cuando el descendiente se puso a su altura, éste detuvo el giro de su cuerpo, lanzando a su adversario de nuevo hacia el suelo de un puñetazo.

-¡¿Qué te ha parecido eso?! –preguntó Kareth mientras aterrizaba en la tierra yerma.

No obstante, Remi se levantó con apenas daños en su cuerpo.

-¡Sigo diciendo que has perdido facultades!

-¡Bien! ¡Entonces pondré más fuerza en el siguiente puñetazo! –dijo mientras se preparaba.

El otro chico, cuyas armas habían quedado enterradas en la arena, se preparó también para combatir cuerpo a cuerpo.

-¡Yo te enseñaré lo que es un puñetazo de verdad!

Dicho esto, ambos avanzaron hacia el frente, el uno impulsado por la sobresaliente musculatura de sus piernas, y el otro por los propulsores.

-¡AAAAAAAAH! –gritaron los dos para enardecer su espíritu de lucha.

 

Justo en ese momento, dos brazos aparecieron de la nada y golpearon sus mejillas, deteniendo el combate de inmediato.

 

Recuperándose ligeramente de la sorpresa pero con sus espaldas todavía apoyadas sobre la arena, los dos chicos descubrieron la figura de una chica de pelo azul que los miraba con expresión seria.

-Hola, Sarah –dijo Remi con un tono mezcla de sorpresa y miedo- Cuanto tiempo...

-Vaya, Remi, así que eras tú –contestó ella sin inmutarse por su presencia-. Nosotros pensando que las explosiones y ruidos que se escuchaban podrían tratarse de un ataque y resulta que erais vosotros.

-Tranquila, peliazul. No hay nada de malo en que quieran entrenarse un poco –declaró Quattuor apareciendo detrás de ella.

-¡Si iban a hacerlo al menos deberían haber avisado! ¡Además, tal y como estaban peleando parecía que fuesen a matarse entre ellos más que a entrenar!

El resto también acababa de llegar, algunos preguntándole a Nara sobre lo ocurrido, quien, sin decir palabra, señalaba a los dos luchadores como si eso fuese suficiente explicación, aunque lo cierto es que la mayoría llegaba a la conclusión acertada tras ese gesto.

-¡Deberíais tener más cuidado con lo que hacéis! –les riñó la chica.

-Me parece que podemos dar el combate por terminado... –murmuró Kareth.

-Da gracias, si no habrías acabado viendo las estrellas...

-¿Bromeas? Así es como habrías acabado tú...

-Ja, no sabes lo que dices...

Los dos se miraron durante unos instantes y de repente comenzaron a reír.

-¡¿Se puede saber de qué os reís?! –exclamó Sarah.

-Desde luego, no imaginaba que Remi hiciera algo así de primeras... –comentó Seph.

Finalmente, Nara sonrió, poniendo una mirada nostálgica.

-Son un par de idiotas...

 

Al cabo de un tiempo, Razer informó de que harían una fiesta en la villa para celebrar lo conseguido en los territorios del oeste. Así pues, los habitantes comenzaron a prepararlos todo, ayudando también los recién llegados, incluido el grupo de Normand.

 

Durante este proceso, no fueron pocos los gestos de sorpresa al ver cómo algunos robots pertenecientes al científico cargaban objetos de un sitio a otro con mayor rapidez de la que lo hacían las personas. Algunos niños los perseguían intentando tocarlos, siendo la primera vez que veían algo así, sin embargo, los robots parecían estar acostumbrados a esquivar obstáculos dado lo difícil que se lo ponían.

-Así que fue uno de éstos lo que te salvó –comentó Kareth mientras Remi y él pasaban al lado de ellos.

-Efectivamente.

-¿Cuántos tiene exactamente?

-Ni idea, cuando crees que los has contado todos entonces fabrica uno nuevo. Algunos sólo sirven para transportar cosas o para facilitar sus investigaciones. Otros por el contrario también ayudan en la defensa o atacan bajo sus órdenes.

-Vaya... –dijo el chico impresionado.

 

Así pues, y gracias en gran parte a la ayuda de aquellas máquinas, los preparativos para la fiesta estuvieron listos en poco tiempo, llenándose el espacio utilizado para el evento de numerosas hogueras alrededor de las cuales se reunió la gente para comer, beber y cantar bajo la noche.

 

Junto a una de ellas se encontraban las mismas personas que durante la reunión, exceptuando a Razer y a Donell.

-Así que vosotros sois aquéllos a los que Remi andaba buscando. Kareth y Nara. Me alegro de que por fin os hayáis reencontrado –dijo Normand-. Remi nos ha contado muchas cosas sobre vosotros.

-Nada bueno, imagino –contestó Kareth con una sonrisa irónica.

-Qué va...bueno, es cierto que a veces se quejaba pero, por lo general, han sido cosas buenas.

Kareth y Nara miraron a su amigo con cara de enfado.

-No pongáis esa cara, ha dicho que normalmente era cosas buenas. Además, de lo que más me quejaba era que, pese a lo que sentís el uno por el otro, ninguno de los dos daba el primer paso para declararle sus sentimientos al otro.

-Bueno...pero al final sí que se dio... –dijo Nara avergonzada.

-¡Y no sabéis cuánto me alegro! –exclamó Remi levantando su vaso en alto a modo de celebración.

-Normand... –susurró Kareth.

-¿Sí?

-Sobre el estado de Remi...

-¿Qué quieres saber?

-Él no nos pudo contarnos los detalles sobre la operación así que esperaba que tú pudieses decirnos algo más.

El hombre se puso pensativo durante unos instantes hasta que decidió hablar de nuevo.

-Como supongo que os habrá contado, gran parte de las células de su cuerpo quedaron dañadas por la congelación. Incluso con el Radiar que recorría su organismo no fue posible recuperar dichas partes y es por eso que fueron sustituidas por otras mecánicas.

-Sí, eso nos lo dijo.

-El problema más grande probablemente fue su corazón.

-Nos comentó que parte del corazón es artificial.

-Así es, pero no es lo único, además de un sistema que se adaptase a la anatomía del órgano y un gran impulso eléctrico inicial, también fue necesario un marcapasos especial para establecer un ritmo cardiaco según sus necesidades, y prácticamente toda su vida depende de que este aparato siga funcionando. Por otra parte, fue necesario hacerle una transfusión sanguínea a la vez que se drenaba parte de la sangre que ya tenía en su cuerpo, es decir, sustituir las células sanguíneas dañadas por otras en buen estado y que fuesen compatibles con su cuerpo. Aun con el cerebro y otros órganos intactos, si todo esto no se hubiese hecho con rapidez no habría sido posible que viviese.

Al joven le vino a la mente la imagen de cuando su amigo fue congelado por Unum.

-Visto eso, tengo otra pregunta...

-Adelante.

-¿Cuánto tiempo dirías que le queda?

Normand lo miró fijamente, como si hubiera descubierto algo en lo que hubiese preferido no profundizar.

-Quién sabe. Quizás varios meses, quizás varios años. Hacer un mantenimiento de las partes externas sería fácil pero no puedo decir lo mismo de los órganos internos, además, como ya he dicho, su vida depende mucho de ese marcapasos, por lo que la durabilidad del mismo también decidirá su esperanza de vida.

-...

-No te preocupes. Él ya sabe lo difícil que está la situación, pese a ello, eligió vivir, buscaros y ayudaros.

-Lo sé, incluso si es un entrometido, nunca ha sido capaz de quedarse quieto cuando hemos estado en problemas.

-En cualquier caso, mientras yo esté aquí me encargaré personalmente de hacerle el mantenimiento que sea necesario.

-Gracias.

 

Mientras tanto, Nara y Sarah eran presentadas a Seph y Drake por Remi.

-Encantada –dijo Seph educadamente.

-Lo mismo digo –respondieron las otras dos chicas.

-¡Esto es genial! ¡Qué gran cantidad de chicas guapas! ¡¿No estás emocionada, Seph?!

-Si, lo estoy pero no de la manera que tú piensas... –indicó mientras la vena de su frente comenzaba a notarse de manera peligrosa.

-Esto...g-gracias por cuidar de Remi durante este tiempo. Espero que no haya sido una molestia.

-Oye... –se quejó el aludido.

-¡Oh! ¡Pero qué chica tan mona! –exclamó Seph de repente mientras abrazaba a Nara.

-¡Eh! ¡¿Por qué si lo hago yo está mal y si lo haces tú no?! –se quejó Drake.

-Porque tus intenciones son bastante peores que las mías...

-Cierto...

-El que lo aceptes con tanta facilidad hace que me preocupe aún más... –añadió la chica frunciendo el entrecejo a la vez que liberaba a Nara de su agarre-. En cuanto a él, no te preocupes, se ha portado bastante bien mientras estaba con nosotros.

-¿Qué soy? ¿Un crío?

-Je... –rió por lo bajo Nara.

-¡Te he oído!

-Fuera bromas –continuó Seph-, fue bastante sorprendente cuando el robot de Normand nos trajo un chico congelado, aunque puede que lo fuese más el hecho de que lo trajese sin destrozarlo por el camino.

-En serio, esos robots son geniales –indicó su pareja.

-Aunque en un principio costó que se adaptara a nosotros, y que nosotros nos adaptáramos a él, ahora es un miembro más del grupo y un buen amigo nuestro.

-Me alegro –declaró Nara.

-Por cierto, creo que aquí también hay gente a la que no conozco –cambió de tema Remi refiriéndose a Quattuor-. De Miruru y Kai sé alguna que otra cosa por lo que me contaron Seph y Drake, además de que los vi después de que pasase lo del torneo.

-Entonces tú eres “el otro compañero” –señaló Kai.

-S-supongo...

-El mundo es un pañuelo... –comentó Miruru.

-¿Tú no vas a presentarte? –le preguntó Sarah a Quattuor quien, sin hacerle caso, continuó bebiendo, provocando un resoplido por parte de la guerrera.

-N-no parece muy amigable –dijo Remi.

-Quattuor es siempre así de irritante. Ya lo irás conociendo.

-No pongas descripciones a los demás que podrían adjudicarse a ti, peliazul.

-¿Ves a lo que me refiero? –señaló la chica claramente molesta.

-Yo creo que os lleváis muy bien –declaró el tirador.

-¡Ni en un millón de años! –terminó de estallar Sarah.

 

-Pues Nara y yo también nos hemos hecho muy amigas, Seph –dijo Miruru mientras rodeaba con sus brazos a la chica-. Si quieres algo con ella antes tendrás que pasar por encima de mí –dicho esto, sonrió con superioridad.

-¡Ah! ¡Eso no se vale! ¡Tendrás que aprender a compartirla! –exclamó la otra mientras agarraba a Nara del brazo y comenzaban a tirar de ella.

-D-de repente me siento muy agobiada...

-Miruru, ¿puedo hablar contigo un momento a solas? –interrumpió Kai levantándose de su sitio.

-¿Eh? C-claro... –nerviosa, la chica de pelo rubio siguió al nigromante. Cuando pasó al lado de su amiga, ésta le hizo un gesto deseándole suerte, a lo que ella contestó con otro con el que la mandaba callar.

 

Mientras se alejaban del resto, ninguno de los dos dijo nada. Desde que le declaró sus sentimientos apenas se habían dirigido la palabra. La tensión entre ellos era palpable y la chica no podía evitar sentirse mal al respecto, preguntándose si no la habría cagado al decir lo que dijo, rompiendo la buena relación que tenían.

 

Mirando desde detrás la espalda del chico, varias ideas comenzaron a formarse en su mente. Quizás quería decirle que lo mejor para los dos era distanciarse para evitar problemas...o puede que quisiera darle una respuesta. Si era el último caso, ¿qué pasaría si le decía que no? ¿Su relación volvería a ser la misma de siempre? ¿Conversarían de la misma forma que lo habían hecho hasta ese momento? Puede que lo mejor hubiese sido callarse...

 

De repente, la chica empezó a sentir un malestar en su pecho, deteniendo el avance de sus pasos.

Kai se dio cuenta de esto, girándose hacia ella.

-¿Miruru?

Acto seguido comenzaron a escucharse sollozos procedentes de la semidiosa, a la vez que pequeñas lágrimas caían a tierra.

-Oye, ¿qué ocurre?

El nigromante se acercó a la chica.

-Yo...no lo sé...nunca me había sentido así...s-sólo de pensar en que todo acabe...yo...

-Miruru...

-...n-no debí haber dicho lo que dije...hubiese sido mejor guardármelo... –su voz sonaba entrecortada.

-Miruru...

-...lo siento...será mejor que me vaya...

Disponiéndose a volver sobre sus pasos, el chico la agarró del brazo y tiró de hacia sí mismo, abrazándola poco después.

-Tonta... ¿por qué dices eso? Si alguien tiene que disculparse aquí soy yo. Me sentía tan confuso que no sabía qué decir, me daba la sensación de que si hablaba sólo saldrían tonterías y al final terminaría fastidiándolo todo. Por eso decidí ordenarme las ideas pero supongo que al menos debería haberte dicho “necesito tiempo para pensarlo” o algo así. He sido un estúpido en ese sentido. Lo siento.

-¿Y b-bien? ¿T-te has decidido entonces? –la chica hundió su cara en el pecho de él, como queriendo evitar escuchar su respuesta. Kai notó cómo de vez en cuando inspiraba con fuerza ya que la pobre no tenía pañuelos para sonarse, motivo que le hizo sonreír un poco aunque sabía que no era el momento.

-Sí. Me he decidido.

-...

-Cuando te capturaron en los territorios de la facción me sentí desesperado, estaba tan preocupado que incluso el plan había dejado de cobrar importancia. Y cuando vi lo que ese desgraciado estaba a punto de hacerte...en fin...probablemente, si hubiese continuado un poco más lo habría destrozado...

-...

-Es imposible que te rechace o que salgas de mi vida, Miruru. Porque lo cierto es que yo siento lo mismo por ti.

Durante unos instantes la escena se mantuvo en silencio hasta que ella rompió a llorar de nuevo.

-¡Ah! Lo siento, ¿he dicho algo que no debía? –preguntó Kai preocupado por la reacción de la chica, quien negó con la cabeza mientras hundía cada vez más la cara en el pecho de él.

-Son lágrimas de felicidad...idiota... –apenas se entendió lo que dijo pero fue suficiente para llegar a oídos del nigromante.

-Entonces llora todo lo que quieras...

Acariciando su cabeza, la besó el centro de la misma, sin ninguna prisa por separarse.

 

A cierta distancia de allí, Nara y Kareth los observaban.

-¿Crees que les irá bien? –preguntó Nara.

-¿Quién sabe? El futuro aún está por ver pero, por ahora, podemos dejarles disfrutar de este momento.

-Sí –dijo ella mientras le cogía de la mano-. Disfrutemos de él nosotros también...

Kareth asintió y se marcharon de allí, queriendo que aquella noche fuese eterna para poder seguir sintiéndose libres en aquel mundo...

69: The three global powers 17
The three global powers 17

Quinque despertó en una habitación que no conocía de nada. El techo se situaba a bastante altura comparándolo con el de un dormitorio normal y, al mirar a un lado y a otro, pudo comprobar que éste tenía un aspecto de lo más lujoso.

 

Levantándose algo desconcertada, poco a poco llegó a la conclusión de adonde había ido a parar. Lo último que recordaba era haberse quedado inconsciente por culpa de aquella maldita pareja, justo después de apretar el botón del aparato que le habían dado para avisar a Duobus en caso de emergencia.

-¡Tsk! –molesta, la joven chasqueó la lengua- ¿Y esto? –al mirar hacia abajo, descubrió que alguien la había cambiado de ropa-. Bueno, que más da –dijo mientras comenzaba a caminar hacia la puerta para salir de allí.

 

Nada más poner un pie fuera, descubrió a una figura ya conocida junto a la entrada.

-¿Duobus? ¿Qué haces aquí? –preguntó Quinque ligeramente sorprendida.

-Te estaba esperando. Sígueme

-¿Esperando?

-Sí, me han dicho que me encargue de hacerte de guía.

-Tan obediente como siempre –respondió la chica de pelo plateado frunciendo el ceño.

 

Tras esto, ambas recorrieron los pasillos de aquel lugar que Quinque supuso se trataría de la mansión del emperador.

 

Estaba claro que el gobernante no escatimaba en gastos en lo que a su bienestar se refería, al fin y al cabo, se consideraba a sí mismo una especie de dios en ese sitio. Y es que la situación en los territorios del imperio tampoco se diferenciaba mucho de lo que ocurría en los de la facción sólo que se centraba exclusivamente en una parte de la población, la cual, no es que fuese pobre, era paupérrima.

 

Dentro de la sociedad del imperio se distinguían aquellos con poder y recursos y otros que no tenían prácticamente nada, algunos de ellos ni siquiera para vestirse. Estos últimos a veces eran utilizados como sirvientes por los primeros, algo por lo que podían considerarse afortunados, ya que, para silenciar a estos desfavorecidos y evitar una revolución, el gobierno del imperio los utilizaba como sujetos experimentales del Radiar, a los cuales se unían los civiles que habían sido capturados durante las escaramuzas en otras villas o ciudades.

 

Ésta era la “sombra” del imperio y el principal objetivo por el que luchaban los Rebeldes.

 

Mientras cavilaba sobre ello, Quinque fue llevada a la sala del trono del emperador, donde ya las esperaban el resto de miembros del proyecto Gaia, incluido el propio gobernante.

-Por fin has llegado, Quinque –dijo Detz situándose frente a ella una vez la joven hubo detenido sus pasos. A su lado se encontraba Sextus.

-¿Y esto? –murmuró ella a su compañero.

-¿No te haces una idea? –respondió el chico de pelo extravagante con expresión seria.

-No me andaré con rodeos. Aunque supongo que ya os lo imagináis os he reunido aquí para recibir una explicación sobre vuestra derrota e incumplimiento de la misión.

-Fue culpa de esos chicos. Se han vuelto más fuertes desde la última vez que los vi. Además...Quattuor estaba con ellos... –explicó Quinque.

-Con él en su equipo todo se complicó... –añadió Sextus.

 -Quizás también lo supuso el hecho de que el gobernador de la unión os descubriese.

-¿Se lo has contado? –murmuró la chica de pelo plateado a su compañero.

-Aunque lo hubiese ocultado lo habría descubierto de todas formas.

-¿Qué tienes que decir a eso, Quinque? –preguntó el científico.

-Chst...n-no esperaba que sospechase de mí...fue un fallo por mi parte...

-Así es. Y tampoco es excusa lo de Quattuor, ya que si hubieseis sabido controlar la situación como es debido, ni siquiera hubiesen entrado en el recinto...

-Pero Detz, incluso utilizando el Sonar pudieron luchar sin problemas. Eso significa que también poseían algo que los protegía.

Dándoles la espalda por unos instantes, Detz se mantuvo en silencio.

-Meriah...hasta después de muerta sigues dándome problemas... –susurró.

Acto seguido volvió a encarar a los descendientes.

-En cualquier caso, este suceso nos ha dificultado las cosas. Por suerte, las contramedidas ya han sido dispuestas. Y una de ellas, es el hecho de que no saben que el mismísimo emperador está de nuestra parte...

-Por supuesto, ardo en deseos de ver una batalla digna de la presencia de un dios –declaró el gobernante con una sonrisa arrogante.

-En cuanto a vosotros, no está en mi mano el castigaros por esto, ya que no es a mí a quien servís sino a Gaia, pero hay algo de lo que sí me puedo encargar.

 

 

 

De repente, los cuerpos de Quinque y Sextus fueron atravesados por sendas espadas empuñadas por Tribus y Unum, quienes estaban situados detrás de ellos.

 

Sorprendidos, los dos notaron cómo algo comenzaba a salir fuera de sus cuerpos, produciéndose una luz que cegó a los presentes.

 

Tras unos momentos, las hojas de ambas espadas salieron del interior de los descendientes, situándose al final de ellas sendas esferas de color verde.

-Por si os lo preguntáis, cada una de estas espadas se denomina “Errantia”, creo que ya os informé sobre ellas. Se encargan de transmitir ondas de energía que provocan un efecto de resonancia en las partes del Núcleo de Jade que se encuentra en vuestro organismo, reuniéndolas en la esfera que veis y permitiendo su extracción –explicó Detz mientras traía dos recipientes de vidrio sobre los que Unum y Tribus depositaron los núcleos-. Esta vez habéis tenido suerte pero dudo que a estas alturas no conozcan medios para mataros, cosa que habría provocado la destrucción de los núcleos, y eso es algo que no puedo permitir. Así pues creo que estarán más seguros en mis manos.

De rodillas en el suelo, Quinque y Sextus vieron como el científico se llevaba sus núcleos. El único rastro que les había quedado de la extracción había sido un corte en la ropa provocado por la espada.

-Si queréis, podéis retiraros –indicó Detz-. Dentro de poco os daré una “Errantia” a cada uno. Necesitamos tomar todas las medidas posibles para quitarle a Quattuor su núcleo.

-De acuerdo –contestaron los dos tras unos momentos de duda y levantándose del suelo con algo de tambaleo.

 

Fue entonces cuando se escuchó un mensaje emitido por medio del sistema de comunicación de la mansión

-¡Excelencia! ¡Un grupo perteneciente a los Rebeldes ha iniciado un ataque contra una de las bases situada en la “Distrito α”! ¡Están consiguiendo acorralarnos!  ¡¿Cuáles son sus órdenes?!

-Así que en la “Distrito α”. Eso está cerca de aquí, probablemente busquen mi cabeza. Si es así no deben de tener muchas luces... –respondió el emperador con una sonrisita burlona.

-Duobus, encárgate tú.

-Sí... –respondió la chica desapareciendo por uno de sus portales.

-¿Vas a dejar que se encargue ella sola? –preguntó el gobernante.

-Claro, así será mucho más rápido. Dentro de los descendientes hay tres que destacan más que los otros por haber desarrollado sus habilidades. Dentro de aquellos con el poder de manejar el medio estaría Unum, dentro de aquellos que han desarrollado sus habilidades físicas estaría Quattuor, y dentro de aquellos que han desarrollado su poder espiritual...

 

Separados en varios grupos, los Rebeldes disparaban a los soldados abriéndose paso por terreno abierto hacia el edificio de la base. Los soldados, habiéndose visto sorprendidos por el ataque, iban viendo mermadas sus filas, aguantando como podían hasta que llegasen refuerzos.

-Recordad, nuestra misión es la de llegar al almacén situado en la planta baja, en el área derecha –explicó el líder de la operación al resto de jefes de cada grupo una vez hubieron encontrado una zona segura tras irrumpir en el edificio-. Mi grupo se dirigirá hacia allí, quiero que los demás nos cubráis y bloqueéis los puntos de entrada, ¿entendido?

-¡Entendido! –exclamaron el resto.

-La operación debe ser rápida y realizarse antes de que lleguen refuerzos. ¡Moveos!

 

Dicho esto continuaron su avance por los anchos pasillos del edificio. El grupo estaba compuesto por cinco soldados incluido el líder: dos de ellos iban al frente, uno manejando un arma de corto o medio alcance y el otro una de largo alcance; lo mismo ocurría con la pareja que se situaba en la parte intermedia; por otra parte estaba un último soldado en la retaguardia que cubría al resto con un arma de largo alcance.

 

Así pues, fueron reduciendo el número de soldados enemigos que iban apareciendo acertándoles en sus puntos vitales con gran precisión. Generalmente eran los que llevaban las armas de largo alcance quienes comenzaban la carga, siendo el trabajo de aquellos que poseían las armas de corto o medio alcance cubrir a su pareja o distraer al enemigo, motivo por el que también llevaban más protecciones encima.

 

Finalmente llegaron hasta la puerta del almacén, donde el líder situó una carga explosiva.

-¡Alejaos! –gritó mientras tomaban posiciones, activando el explosivo poco después y abriendo camino hasta la cámara.

Tras esto, hizo una señal a sus hombres para indicar que lo siguiesen.

-Tened cuidado, no sabemos lo que puede haber dentro –dijo mientras daba el primer paso para internarse en el almacén.

 

Una vez se hubo disipado el humo provocado por la explosión, divisaron un gran número de cajas ocupando el largo y ancho de la sala.

-Éstos deben de ser los cargamentos de Radiar. ¡Rápido! ¡Dividíos y disponed los explosivos! –indicó a la vez que sacaba el comunicador utilizado anteriormente para hablar con el resto de jefes-. ¡Ya estamos en el almacén! ¡¿Cómo va todo por allí?!

-¡Agh! –se escuchó al otro lado.

-¡Socorro! –gritó otra voz- ¡No quiero morir! ¡Ugh!

-¡¿Qué sucede?! ¡¿Qué está pasando?! –preguntó el líder de la operación.

De repente se escuchó otro grito, sólo que esta vez procedía de uno de sus propios hombres. Momentos después vio cómo éste caía al suelo con un agujero entre ceja y ceja.

-¡¿Qué...?!

Segundos después al resto de su grupo le ocurría lo mismo, cayendo todos al suelo, fulminados y sin siquiera dejar rastros de sangre a partir del hueco dejado por el disparo.

 

Al mirar al frente descubrió la figura de una mujer que lo observaba con expresión de total y absoluta indiferencia. Flotando a ambos lados había dos rifles.

-¿Quién...eres tú...?

-Me llamo Duobus... –acto seguido mató al hombre sin darle tiempo a reaccionar.

 

Al cabo de un rato, una comunicación por parte de los soldados del imperio explicaba que los atacantes habían sido eliminados en un tiempo estimado de unos diez segundos. Todos con un agujero de bala en el mismo sitio.

-Es increíble –comentó el emperador después de recibir el comunicado-. Cada día me gusta más esa chica...

 

En otra parte del mundo, concretamente en una choza situada en mitad de un extenso oasis, un hombre con apenas capacidad para moverse por sí mismo miraba por una de las ventanas de la habitación.

-Se avecina una tormenta...

70: The Legacy of Emil Greenard 1
The Legacy of Emil Greenard 1

-¡Hah!

Gritando en el proceso, Kareth se lanzó contra una de aquellas bestias que los perseguían, provocando que su arma chocase contra sus colmillos. No obstante, el único resultado que obtuvo de aquel ataque fue salir despedido de nuevo hacia el suelo cubierto de tierra y vegetación.

-Ugh... –se quejó mientras se incorporaba-. Si las armas no surten efecto, entonces tendré que utilizar... ¡Uah!

Sin dejarle terminar, otra de aquellas bestias lo atacó por el lateral, dando lugar a que el chico saltase hacia atrás a fin de evadir su enorme boca.

 

De repente un reflejó apareció justo encima de la cabeza del monstruo, aterrizando sobre ésta y clavándole entre ojo y ojo la hoja de una lanza.

-Gracias, Ivel –dijo el joven esbozando una sonrisa.

Una chica pelirroja y con un tercer brazo sobresaliendo de su espalda miró de reojo a Kareth. Su expresión parecía la de una profesora frente a un alumno rebelde.

-¡Mejor deja los agradecimientos para luego y larguémonos de aquí! ¡Vienen más! –exclamó a la vez que echaba a correr.

El joven la siguió, introduciéndose ambos más y más en el gran oasis...

 

Unos días antes

 

El sonido de varios disparos se escuchó en el área de entrenamiento. Allí, Remi intentaba dar caza a Kareth, quien, con las piernas transformadas, se movía a gran velocidad, esquivando cada uno de los tiros de su amigo.

 

A una distancia prudente, Quattuor y Sarah observaban la escena mientras la segunda movía sus labios ligeramente y de vez en cundo, como pronunciando las palabras mágicas de un hechizo.

 

En ese momento, uno de los disparos consiguió alcanzar a Kareth, quien cayó al suelo rodando varios metros sobre éste y llenándose la ropa de arena.

-¿Cuántos, Sarah? –preguntó Quattuor sin dejar de observar a los combatientes.

-Unos cincuenta y dos disparos evadidos. Alcanzado en el cincuenta y tres.

-Ha mejorado ligeramente desde ayer. Aun así, todavía no es lo suficientemente rápido como para enfrentarse a alguien como Detz.

-¿Lo intentamos de nuevo?

-No, dejémoslo estar por hoy –contestó el hombre mientras se levantaba.

-De acuerdo

De repente, Quattuor se quedó de pie con la mirada fija en el chico, cavilando sobre algo.

-Me pregunto si esa transformación...

-¿Huh? ¿Has dicho algo?

-No es nada...

 

Remi ayudó a su amigo a levantarse.

-¿Cuál es tu opinión, Remi?

-¿Te refieres a tu habilidad en combate?

Kareth asintió.

-Yo creo que has mejorado mucho a lo largo de este mes. Aun así...no sé, tengo la sensación de que todavía no has desarrollado todo tu potencial.

-Ya veo, yo opino lo mismo...

 

Hacía un mes desde que volvieron de los terrenos de la facción. Durante todo ese tiempo, las relaciones entre las dos potencias habían mejorado considerablemente pese a que todavía existían algunas diferencias.

 

La intervención de Alder había ayudado a aumentar los recursos de la facción que, al haber dejado las armas, podía centrarse en cumplir las necesidades de los ciudadanos, pactadas gracias en parte a Razer, y mejorando así las condiciones en las que vivían.

 

Por otra parte, los gobernadores de ambas potencias habían entrado en contacto con el emperador para comunicar su estatus no beligerante y determinar un día para establecer un pacto que acabase por completo con la guerra. Hecho para el cual no se había puesto ningún impedimento dado que el emperador había aceptado la vista.

-Hay un par de cosas en esto que no me da buenas vibraciones –declaró Quattuor mientras volvían a la villa en la que se asentaban.

-¿A qué te refieres? –preguntó Sarah.

-Primero están los miembros del proyecto Gaia, con los que seguro que nos encontraremos en el imperio, o por lo menos a algunos de ellos. Y segundo, el emperador. Tal y la personalidad que tiene ese hombre no sé si lograrán convencerle.

-Incluso así, si no podemos convencerle con palabras, no nos quedará más remedio que hacerlo a la fuerza –dijo Kareth, provocando que los demás posasen sus miradas en él.

-Te has vuelto más agresivo, chico. No como que sea algo malo –respondió Quattuor, sonriendo-. Pero sí, debemos estar preparados para todo, y es por eso que tengo mis dudas, porque es imposible estarlo.

 

En ese momento divisaron la figura de una persona que corría hacia ellos. Se trataba de Drake, quien, con la espalda arqueada y las manos apoyadas sobre sus rodillas, recuperaba el aliento tras haber encontrado a su objetivo.

-Kareth... –consiguió decir el joven.

-¿Qué ocurre, Drake?

-Es Nara...

-¿Le ha pasado algo?

-No se encuentra bien...será mejor que vengas...

Mirándose los unos a los otros, los cuatro empezaron a correr en la misma dirección de la que procedía Drake, quien, agotado, intentó seguirles, quedándose muy rezagado.

-¡Esperadme...! –exclamó con el poco aliento que le quedaba- ¿¡No podríamos utilizar un sistema de comunicación más moderno o algo!?

 

Cuando llegaron se encontraron a Kai frente a una puerta cerrada, apoyando su espalda contra la pared contraria y con los brazos cruzados.

-¡Kai! –exclamó Kareth al verlo.

El nigromante se incorporó.

-Por fin habéis llegado.

-Hemos venido en cuanto Drake nos ha avisado. ¿Qué es lo que ha pasado?

-No estamos seguros todavía. Estaba con nosotros tan tranquila cuando, de la nada, le han entrado nauseas y ha tenido que marcharse corriendo. Ahora mismo Seph y Miruru están con ella ahí dentro –señaló la puerta.

-Voy a entrar –sin dar tiempo a que Kai explicase nada más, Kareth se dispuso a abrirla.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! ¡Espera! –exclamó el nigromante deteniéndolo- Entiendo que estés preocupado pero deja algo de tiempo hasta que se calme la situación.

-¡¿Cómo quieres que espere?! ¡¿Y si está relacionado con lo que le hizo Detz?!

-Lo sé, pero ya te he dicho que Seph y Miruru están con ella así que si es algo grave seguramente...

Sin precio aviso, la puerta se abrió de par en par, evitando los dos chicos ser golpeados por los pelos.

-¡Queréis callaros ya! –gritó Miruru con expresión de enfado. Luego le echó un vistazo a todos los presentes fuera de la habitación, incluidos los que no habían abierto la boca- Entrad todos. Sobre todo tú –declaró señalando a Kareth, quien se mostró entre confuso y asustado.

 

Una vez dentro, vieron a Seph sentada al lado de Nara, todavía un poco conmocionada pero con un mejor aspecto de lo que habían dado a pensar las circunstancias.

 

Casi al instante de verla, el guerrero se acercó a ella y le cogió las manos.

-¿Cómo te encuentras?

-Bien...aunque...todavía no me lo termino de creer...

El joven se quedó aún más extrañado por las palabras de su pareja, y la expresión sonriente de Seph tampoco ayudaba mucho a aclarar la situación.

-Será mejor que se lo digas –indicó Miruru agarrándose al brazo de Kai con cierta inquietud.

Nara asintió y se encaró a Kareth, respirando hondo antes de hablar.

-Estoy embarazada...

Pasaron unos segundos antes de que se produjese la reacción de todos excepto de Seph, Miruru y Quattuor.

-¡¿Qué?!

Justo en ese momento apareció Drake, apoyándose en la pared para evitar caerse del agotamiento.

-¿Me...he perdido...algo?

 

-Pero...eso es... ¡genial! –exclamó Sarah situándose al otro lado de su amiga y abrazándola-. ¡Enhorabuena!

-Gracias...

-¿Estás bien, Kareth? –preguntó Seph mientras agitaba su mano de arriba abajo enfrente del joven.

-Se ha quedado pasmado –comentó Kai.

-Espera, ¡¿que Nara está embarazada?! –gritó de repente Drake.

-Drake, amigo mío, vas con retraso...

Finalmente, Kareth reaccionó poniéndose en pie y moviendo su brazo derecho para señalarse a sí mismo.

-¿Y yo soy el padre?

-¡¿Y quien si no pedazo de idiota?! –replicó Miruru mientras le daba una colleja.

-Voy a ser padre...voy a ser padre...-repitió el chico.

-¿Kar? –Nara empezó a mostrarse temerosa ante su reacción.

-¡Voy a ser padre! –sin previo aviso, el guerrero cogió en brazos a la chica y comenzó a girar sobre sí mismo- ¡Voy a ser padre! –exclamó con una alegría y euforia fuera de lo normal.

Tras unos segundos, detuvo los giros, fijando su mirada en Nara, quien le devolvió la sonrisa.

-Bueno, será mejor que les dejemos solos. Seguro que tendrán cosas de que hablar –comentó Quattuor caminando hacia fuera de la habitación, siendo seguido poco después por los demás.

-¿Cuándo vamos a tener nosotros uno? –preguntó Miruru subiéndose a la espalda de Kai.

-¿Quién sabe? –el chico agarró las piernas de ella para acomodarla mejor- ¿Acaso te gustaría intentarlo? –continuó mientras sonreía pícaramente.

-¡Por supuesto!

-Ah...Nara va a tener un hijo... –se quejó Drake mientras salía por la puerta.

-¿Y eso qué tiene que ver contigo? –dijo Seph.

-Una mujer con hijos ya no está en el mercado...

-¡¿Es eso en lo único que piensas?! –la chica golpeó a su pareja provocando que este casi perdiese el equilibrio.

La última en salir fue Sarah, quien les guiñó un ojo antes de cerrar la puerta detrás de ella.

 

-¿Quién nos iba a decir que pasaría algo así?

Sentados sobre la cama de la habitación, Nara tenía la cabeza apoyada sobre el hombro del chico y una de sus manos sobre su propio vientre.

-¿Y sabes cuando fue que...? –el chico hizo un gesto con la cabeza que ella entendió perfectamente.

-No estoy segura, pero probablemente fuese cuando regresamos a la villa, hace un mes.

-¿Cuándo volvimos de los territorios del oeste?

-Sí, durante la celebración... –explicó sonrojándose.

-Vaya...todo esto es tan...extraño...es decir, nunca me había planteado tener hijos pero, en el momento en que me lo has dicho, ha sido como si...como si lo llevara esperando desde hace años.

-Jaja...a mí me pasa lo mismo –dijo la joven. Acto seguido desvió la mirada con expresión melancólica.

-¿Hay algún problema?

-Sólo...tengo un poco de miedo. Este mundo no está hecho para que el bebé nazca, y nosotros tampoco somos personas normales –comentó mientras acariciaba suavemente la joya de su frente-. No puedo evitar sentirme asustada por su futuro.

-Es por ello por lo que vamos a cambiar este mundo. Terminaremos con la guerra y crearemos un lugar en el que pueda vivir feliz y libre. Como sus padres, también tenemos el deber de luchar por él.

-Sí...

 

-Sarah

Al escuchar su nombre, la joven se giró, encontrándose con un hombre mayor subido encima de una máquina que utilizaba para desplazarse.

-Normand, creía que estabas ayudando a Razer con los pactos y la vista con el imperio.

-Y así era, pero parece que, por el momento, mi papel ha terminado. Además, ese chico sabe encargarse bien él solo de los asuntos políticos. En cualquier caso, quería hablar contigo sobre el arco que me pediste...

Viendo que Sarah había detenido su avance, el resto del grupo volvió sobre sus pasos hasta situarse junto a la chica, curiosos sobre la conversación que estaban manteniendo.

-He estado haciendo inventario de los materiales que requiero y hay uno en concreto que me gustaría conseguir pero...no es sencillo.

-¿Qué quieres decir? –preguntó la peliazul.

-Resulta que el material que requiero sólo puede conseguirse a través de una planta que crece en un gran oasis a varios kilómetros de aquí.

-¿Te refieres a aquel con el que nos topamos? –preguntó Seph.

El hombre asintió.

-Bien, entonces vamos, buscamos esa planta, conseguimos el material y volvemos –declaró Miruru contando cada punto con los dedos de sus manos.

-Por desgracia no es tan fácil. En ese oasis hay numerosas criaturas de los yermos con las que hay que tener mucho cuidado, la planta que tenéis que buscar es difícil de distinguir de otras que se encuentran allí y hay un rumor que se ha extendido últimamente sobre algo que se encuentra en su interior...

-¿Un rumor?

-Sí, hay gente que dice que en lo más profundo del oasis existe una persona que es capaz de controlar a las criaturas y que dispone de una gran sabiduría y poder, sin embargo, no le gusta mucho el resto de los humanos por lo que aquel que intente llegar a él, en caso de que consiga superar a las bestias, sufrirá una muerte horrible en sus manos.

-Uah... –la expresión de la semidiosa cambió a una de preocupación.

-Como ya he dicho antes, es sólo un rumor, no obstante también es cierto que es muy raro que existan tantas bestias vigilando la zona.

-Mm...

-¿Qué ocurre, Kai? –preguntó Drake.

-Es que...tal y lo que has dicho sobre ese oasis...tengo el presentimiento de que he estado allí antes...

-¡¿En serio?!

-Sí...aunque tendría que comprobarlo en persona. Si es así creo que conozco a la persona a la que hacen referencia los rumores. Es mi maestro.

-¡¿Tu maestro?! –exclamaron los presentes.

-Sí, ya os dije que fue un hombre que vivía en un oasis quien me enseñó a manejar a los espíritus.

-Espíritus, ¿eh? –esta vez el que habó fue Quattuor.

-Sí...

-Hace tiempo te dije que me sonaba el haber visto antes ese poder tuyo, pero, cuando mencionaste a tu maestro, no caí en la cuenta de algo. No existen muchas personas que sepan utilizar el tipo de espíritus que utilizas tú. Quiero decir, Tribus y Duobus, por ejemplo, utilizan espíritus de guerreros y espíritus de armas respectivamente, pero no son como aquellos que se conocen por el término general.

Kai asintió.

-Así es, los espíritus que manejo, los que manejaba May, son un grupo especial, se diferencian porque generalmente son invisibles y sirven más como apoyo para el combate o incluso para el día a día de una persona que para luchar por sí mismos, como es el caso de los Infernos o los que has nombrado antes.

-Así pues, y si mi memoria no me falla, sólo recuerdo haber visto a tres personas que hayan utilizado ese tipo de espíritus: una eres tú; otra es esa chica, May; y otra es un hombre que participó en el proyecto Gaia junto a Detz, Darker y la pareja de científicos.

-¿Quieres decir que mi maestro podría ser ese hombre?

-Es una suposición pero, si es así, ir a ese oasis podría servirnos más que para encontrar el material del arco.

Los presentes se mantuvieron en silencio ante el repentino giro de acontecimientos que había tomado la búsqueda para el material del arma de Sarah.

-Entonces está decidido, debemos ir allí, buscar esa planta, conseguir el material, buscar a ese hombre, conseguir información, o lo que se requiera de él, y volver.

-Miruru, algo me dice que no eres muy buena planeando estrategias... –alegó Seph.

-Antes de nada tendremos que informar tanto a Razer como a Nara y Kareth, y decidir quiénes iremos –dijo Sarah

-De acuerdo –respondieron los demás.

 

Tras conseguir reunirse todos, incluido Razer quien había podido sacar tiempo para ello, les comentaron a los que habían estado ausentes sobre lo referente al oasis y al rumor sobre el hombre que vivía allí.

-Ya veo –dijo el líder de los Rebeldes una vez contados los hechos-. La fecha para reunirse con el emperador se ha fijado para dentro de unas dos semanas más o menos, será mejor que el grupo que parta hacia el oasis no sea muy numeroso para agilizar las cosas.

-Tú deberías quedarte aquí, Nara –sugirió Kareth.

La chica se dispuso a quejarse sin embargo fue interrumpida por Sarah.

-Estoy de acuerdo con Kareth. En tu estado no puedes arriesgarte a un viaje así.

-¿En su estado? –preguntó Razer.

-Va a tener un bebé –informó Miruru felizmente.

Las cejas del joven se levantaron mostrando su sorpresa.

-Hay que ver, desaparezco durante unos días y pasa de todo. Enhorabuena –sonrió.

-Gracias.

-No obstante, después de esto he de ponerme del lado de Sarah y Kareth. He de quedarme en la villa para hacer algunos preparativos así que me encargaré personalmente de que tengas los mejores cuidados.

-No quisiera recibir un trato especial... –indicó Nara.

-Toda persona que viva en esta villa recibirá un trato especial, sin excepciones –sentenció Razer sonriendo.

-Nosotros también nos quedamos –decidió Remi señalando también a Seph y Drake.

-Entonces decidido, quienes marcharán hacia allí serán Kareth, Kai, Miruru, Quattuor y Sarah. Buena suerte e id con cuidado.

71: The Legacy of Emil Greenard 2
The Legacy of Emil Greenard 2

-Nunca has hablado mucho sobre tu maestro. Al igual que Quattuor, recuerdo cuando lo mencionaste pero, más allá de eso... –le comentó Miruru a Kai una vez en la habitación.

-Lo cierto es que apenas se ha sacado el tema así que tampoco he tenido ocasiones para ello –se excusó Kai.

-¿Por qué no ahora?

-Bueno, tampoco hay mucho que contar. En un principio sólo sabía invocar a Hel, por lo que, cuando llegué a aquel oasis, superando como pude a las criaturas que había, y le conocí, le pedí que me enseñase a invocar a los espíritus al igual que May. Quería hacer lo mismo que ella para proteger a los demás como lo hizo conmigo, quería mantener viva esa voluntad.

-¿Entonces antes de eso no podías invocar a May?

-No. May ahora mismo es algo así como los espíritus, aunque una excepción, ya que tiene forma visible, pero podrías incluirla en ese campo –explicó Kai sentándose en la cama.

-Entiendo, -prosiguió Miruru- ¿tienes ganas de volver a verle?

-Claro. Nuestra relación fue buena, bueno, y supongo que lo seguirá siendo. Quizás fuese duro conmigo o a veces discutiésemos pero me enseñó mucho sobre mis habilidades y sobre cómo sobrevivir en este mundo. Le debo mucho.

Los dos se quedaron en silencio durante unos momentos.

-Digo esto pero, ni siquiera sé si los rumores se refieren a él, o incluso si sigue vivo...

Miruru giró la cabeza hacia el chico. Tras un instante, frunció el ceño y se lanzó contra el nigromante, tirándolo sobre el colchón y poniéndose encima de él.

-¡Por supuesto que está vivo! ¡Y además estoy segura de que desea volver a verte!

Ante la sorpresa de Kai, la semidiosa lo miraba convencida de sus palabras.

-Jajaja... –rió- Por supuesto, tienes toda la razón, era un hombre demasiado fuerte como para morir tan fácilmente –contestó mientras posaba una mano sobre la mejilla de su pareja.

-Eso me gusta más... –declaró la semidiosa, apoyando su frente contra la de Kai mientras su cola se movía juguetona de un lado a otro.

-Eh, ¿pretendes pillarme con la guardia baja?

-No siempre te voy a pedir permiso –comentó provocativa.

En ese momento, el chico puso sus manos sobre sus costados y comenzó a hacerle cosquillas.

-¿Qué? ¡No! –exclamó intentando zafarse, momento que el chico aprovechó para tomar la iniciativa y besarla.

En un principio, Miruru intentó apartarse instintivamente pero no tardó en dejarse llevar, hasta que sus labios se hubieron separado.

-Eso no vale –indicó ella, molesta.

-Me llevas muchas ganadas, deja que al menos ésta la gane yo.

Cambiando su expresión, Miruru acomodó su cabeza en el pecho de Kai mientras éste la acariciaba suavemente, olvidando durante unas horas el viaje que emprenderían mañana.

 

-¿Y esto? –preguntó Kareth al ver un extraño vehículo de cuatro ruedas esperándolos a la salida de la villa. Tenía cuatro asientos, estando los de detrás a una altura algo mayor que los de delante, al igual que sucedía con las ruedas. No disponía de techo ni de puertas laterales y al lado del volante se podían observar botones de varios colores. En cuanto al exterior, éste era de color plateado y en él se reflejaba un brillo metálico.

-Es una pequeña ayuda para el viaje –dijo Normand-. Hemos utilizado este vehículo para movernos por los yermos y pensé que os serviría para llegar antes al oasis.

-Es genial pero... ¿alguien sabe conducirlo?

-Yo sé conducir motos pero nunca he probado con uno de éstos –respondió Kai.

-Yo me encargo –dijo Quattuor-, aunque será mejor que me digas si debo saber alguna función que no se encuentre en otros vehículos...más normales.

-Bueno, lo primero es que funciona con una batería eléctrica que se recarga mediante energía cinética, por lo que no tendréis problemas en caso de que se agote. También tiene una función para compactarse y hacerse más pequeño de manera que resulte más fácil llevarlo o incluso esconderlo. Para ello simplemente tienes que pulsar el botón rojo que se encuentra al lado del volante.

-¿Y el resto de botones?

-Para defenderse, por lo que no os recomiendo usarlos a la ligera. Encima de cada uno de ellos aparece un dibujo con su función correspondiente por lo que supongo que sabréis cuándo usar cada uno.

-Este pequeño nos ha ayudado lo suyo durante el viaje. Cuidadlo bien y devolvedlo de una pieza –añadió Remi.

-Descuida...

-No has sonado muy convincente, Quattuor –dijo Sarah.

-Bueno, ya tenemos al conductor entonces. Sin embargo está el problema de que sólo hay cuatro asientos y somos cinco por lo que...

-¡Yo me siento encima de Kai! –exclamó Miruru levantando la mano.

Con la boca abierta a mitad de palabra, el guerrero miró al resto de viajeros, quienes se encogieron de hombros como diciendo: “¿Por qué no?”

-Solucionado el problema pues...

 

Poco a poco, el grupo se fue situando en sus respectivos puestos.

-Ten cuidado –dijo Nara mientras abrazaba a Kareth, quien la correspondió con el mismo gesto.

-No te preocupes estaré aquí antes de que te des cuenta.

Tras separarse, Kareth se encaró a Remi, quien levantó el puño a fin de chocar nudillos con su amigo.

-No seas muy malo con ella –sonrió Kareth.

-Ya me conoces, no puedo evitar gastarle bromas –respondió el tirador-. Suerte.

 

Por otra parte, Quattuor observaba los comandos del vehículo ante la escéptica mirada de Sarah, quien se sentaba a su lado.

-Cualquiera diría que no te fías de mi capacidad de conducción –dijo él si apartar la vista de los indicadores, situados detrás del volante.

-Aparentas ser el típico conductor que acelera hasta terminar chocándose de frente contra una roca.

-Para tu información, en ninguna de las veces que he conducido me he chocado contra una roca.

-Así que no niegas la parte de acelerar...

-Le instalé un sistema de frenado automático en caso de que exceda cierto límite de velocidad –comentó Normand.

-Tch... –chasqueó la lengua el descendiente.

-¡¿A qué ha venido ese “tch”?! ¡Pensabas acelerar, ¿verdad?!

-Jaja...lástima que no vaya con vosotros. Tiene pinta de que va a ser un viaje divertido –rió Razer.

-¡No lo va a ser! –exclamó la chica de pelo azul.

 

-¿De verdad estás cómoda así? –preguntó Kai, quien ya tenía a Miruru sobre sus piernas.

-¡Por supuesto! ¡Este es el mejor asiento que podría haber pedido!

-Desde que estáis juntos te has vuelto muy cariñosa, Miruru –indicó Seph.

-Estoy con la persona a la que quiero y soy muy feliz por ello, ¿por qué iba a molestarme en no expresarlo?

-Mi-Miruru... –dijo Kai sonrojándose ligeramente.

-Jaja...aprovecha estos momentos, Kai. Con el tiempo cambiará y...

-¿Estás insinuando algo? –preguntó Seph con un tono asesino que asustó a los otros tres.

-No...nada...

-Tened cuidado durante el viaje, ¿vale? –dirigiéndose a Miruru y a Kai, la chica cambió el tono a uno más afable.

-E-eso...mucha suerte durante el trayecto... –secundó Drake con voz temblorosa.

 

Habiéndose despedido del resto, Quattuor arrancó el vehículo.

-Vámonos de marcha –dicho esto aceleró, dejando atrás una extensa masa de humo y polvo.

-¡Sabía que pasaría esto! –gritó Sarah mientras se alejaban de la villa.

-T-todo irá bien, ¿verdad? –preguntó Nara.

-E-eso creo... –respondieron los demás.

 

-¿Dónde aprendiste a conducir? –preguntó Kareth una vez adentrados en los territorios yermos.

-Fue antes de que el núcleo cambiase mi personalidad. Hacía misiones para Yohei Gakko junto con un grupo de personas que trabajaba conmigo. Por entonces, yo era quien se encargaba de conducir. Aunque es la primera vez que piloto uno así.

-Espera, ¿tú estuviste en Yohei Gakko?

-Claro, incluso antes de que vosotros nacieseis. Estuve en la misma que vosotros.

-¿Cómo te llamabas en ese entonces?

-Je, me temo que esa historia será contada en otra ocasión. Por ahora no me apetece hablar mucho sobre esa época.

-Aguafiestas... –se quejó Kareth.

-Entonces aprendiste a conducir en Yohei Gakko –confirmó Sarah.

-Así es. E incluso aunque ha pasado ya bastante tiempo desde la última vez que llevé un coche, parece que todavía me acuerdo.

 

De esa forma, llegaron finalmente a su destino, un gran oasis que se extendía varios kilómetros.

 

Quattuor detuvo el vehículo en las afueras y, una vez hubieron desmontado todos, pulsó el botó rojo, provocando que los componentes se desplazasen de sus sitios habituales para situarse de forma que dejasen espacio a otros, hasta que al final éstos quedaron compactados en un cubo con cuatro ruedas en cuatro de sus caras.

-Esto sí es aprovechar el espacio –se impresionó el hombre cargando con el cubo.

-¿Dónde lo dejaremos? –preguntó Sarah.

-Detrás de algún arbusto.

-¿Crees que así estará seguro?

-Lo que creo es que cuando estemos ahí dentro ése será el menor de nuestros problemas...

 

Una vez se adentraron en el oasis, Quattuor buscó un buen sitio donde ocultar el objeto, así fue como terminó descubriendo una zona donde la vegetación era más frondosa.

-Esto servirá

Mientras el descendiente se dedicaba a su tarea, el resto echaron un primer vistazo a su alrededor.

 

El lugar ofrecía una gran diversidad de árboles, arbustos y, en general, flora de toda clase, llegando a impedirles ver el cielo ya que la cubierta de hojas resultaba un obstáculo para ello.

-Este lugar...sí, creo que no me equivoco al decir que aquí fue donde estuve entrenando con mi maestro. Puede que hayan pasado unos años pero estuve viviendo el suficiente tiempo aquí como para reconocer su vegetación –declaró Kai.

-Parece un lugar bastante silencioso –comentó Miruru.

-No te dejes engañar por eso, cuanto más nos adentremos más ruidoso se volverá.

-Sarah, ¿cómo es la planta que tenemos que buscar? –preguntó Kareth.

-Un momento...

La chica sacó un papel en el que había un dibujo de lo que tenían que buscar, además de su nombre y una pequeña descripción de sus características.

-Uah, qué buen dibujo –se impresionó Miruru al mirar el papel.

-Se llama azraniela. Por lo que pone aquí, cada noche escupe una especie de cristal transparente que forma a partir de varios elementos que absorbe del suelo y que le sirve para atraer animales e incluso otras plantas y alimentarse de ellos. Su tallo mide aproximadamente medio metro y es de color negro.

-No parece que sea difícil de encontrar –comentó Kareth.

-Y más teniendo en cuenta este dibujo, ¿lo habéis visto? –insistió la semidiosa.

 

De repente se escuchó un ruido que provocó una reacción de alerta en todos, girándose hacia el foco. Sin embargo, el único que se presenció fue Quattuor.

-Ya he terminado de esconderlo.

-¿Qué ha sido ese ruido? –preguntó Sarah.

-Ah, he decidido dejar una señal para que sepamos donde lo tenemos aparcado. Mira.

Dicho esto, el hombre señaló la marca de un puñetazo hecha en el tronco del árbol más cercano a donde había depositado el cubo.

-Muy sutil...

-¿Verdad?

-Me impresiona más el hecho de que no se haya cargado el árbol –dejó claro Kareth.

-Bueno, será mejor que continuemos. Cuanto antes encontremos lo que hemos venido a buscar, antes nos podremos ir.

 

Después de un rato moviéndose entre la extensa vegetación llegaron a un claro en el que el terreno cambiaba, pisando de nuevo arena y tierra infértil.

-Este lugar es extraño –comentó Kareth.

-Y pese a ello todavía no hemos tenido ningún problema –añadió Sarah.

-Qué extraño... –dijo Kai- Llegados a este punto ya deberíamos haber sido atacados por alguna de las criaturas de aquí.

-Casi suenas como si quisieses que pasase de verdad...

-Puede que no nos consideren una amenaza –sugirió Miruru.

-¿Tú a éste no lo considerarías una amenaza? –contestó la chica de pelo azul señalando a Quattuor.

-Ahora que lo dices...

-Ja, puede que me consideren demasiado fuerte como para acercarse –se burló el aludido.

Las dos desviaron la mirada esbozando una sonrisa irónica.

 

Fue entonces cuando se escuchó un sonido de movimiento entre los arbustos del área que tenían delante.

-Ahí viene –avisó Kai poniendo en guardia al resto.

Sarah sacó su arco y apuntó, dispuesta a disparar, sin embargo, lo que apareció hizo que liberara la tensión del momento.

 

Se trataba de una criatura de un tamaño aproximado al de un osezno, cubierto con pelo de aspecto suave y sedoso, y dejando únicamente a la vista sus ojos y un hocico ligeramente achatado con nariz parecida a la de un cerdo. Caminaba a cuatro patas y era de color marrón claro. En cualquier caso, a ninguno le resultaba para nada intimidante.

-¡Qué mono! –exclamó Miruru.

-¡Espera, Miruru!

 

Pese al grito de Kai, la chica se acercó al pequeño ser justo cuando desde detrás de éste surgió una serpiente de gran tamaño que lo engulló, y habría hecho lo mismo con ella de no ser porque, mediante un movimiento de su mano derecha, consiguió lanzar a la bestia fuera de su trayecto.

 

A su vez, numerosas serpientes, tanto de igual como diferente longitud y grosor, rodearon al equipo desde múltiples direcciones, saliendo de entre la vegetación.

-¿Una emboscada? –preguntó Quattuor.

-Si es así, son más inteligentes de lo que pensaba.

-Ha faltado poco... –dijo Miruru uniéndose al resto.

-Bien, será mejor que vigilemos nuestras espaldas mientras nos libramos de estos bichos. Mantened una formación en círculo y no os separéis –indicó Quattuor.

-¡Sí! –gritaron los demás.

 

Tras esto, una de las serpientes se lanzó contra Sarah, quien, sacando dos flechas, disparó a sus ojos, tras lo cual introdujo una tercera flecha por la garganta de la bestia justo cuando está gritaba por el dolor, provocando su muerte en el acto.

En ese instante, dos más se dispusieron a embestirla, no obstante fueron detenidas por los brazo de Quattuor, quien las estampó contra el suelo, noqueándolas.

 

Por otra parte, Miruru se iba enfrentando una tras otra a cada una de las bestias que llegaban, moviendo sus manos para lanzarlas por los aires, donde eran cortadas por dos espadas eléctricas. En ese momento, una de ellas consiguió evitar el ataque de la semidiosa, disponiéndose a comérsela pero dándose de bruces contra una armadura metálica que la protegía.

-Como si fuese a dejarte –dijo Kai mientras una corriente eléctrica chamuscaba a la criatura.

 

Cerrando el círculo, Kareth se enfrentaba a otras tres, agarrando la cabeza de dos de ellas con sus brazos transformados y clavando sus garras al hacer presa. Tras esto lanzó sus cuerpos hacia la otra serpiente, la cual evadió dicho ataque pero se encontró con un puñetazo en la mandíbula por el que salió despedida hasta quedar inconsciente.

 

Pese a todo, no dejaban de aparecer más y más. En cuanto eliminaban o noqueaban a cinco de ellas, surgían otras diez.

-¡¿Por qué no se acaban?! –se quejó Miruru.

-¡Mantened el ritmo! ¡Intentaré abriros una vía de escape! –exclamó Quattuor.

Acto seguido saltó y aterrizó en tierra lanzando una patada sobre ésta, levantando una gran ola de arena que se abalanzó sobre las serpientes.

-¡Hazlo, Kar!

A las órdenes del hombre, el guerrero se transformó en un Eraser completo, al que se agarraron los demás, y que avanzó a gran velocidad hacia la vegetación que tenían delante. Quattuor no tardó en seguirlos mientras se iba quitando de encima a las serpientes que habían logrado abrirse paso a través de la arena.

 

Así pues, finalmente lograron evitar la emboscada, sin embargo, las bestias no tardaron en perseguirles, impidiéndoles detener el paso.

-¡No sabías que podías manejar esa forma, Kar! –gritó Sarah.

-¡No he estado practicando todo este tiempo en vano!

-¿Alguna sugerencia de hacia donde dirigirnos? –preguntó Miruru.

-¡No veo a Quattuor! ¡Creo que le hemos perdido!

De repente, por el lateral apreció una manada de seres con forma de toros pero considerablemente más grandes y con cuernos más largos, los cuales embistieron a Kareth, provocando que el resto saltase por los aires.

-¡Uaaah! –gritó el joven mientras era arrastrado por las criaturas.

-¡Kareth! –exclamó Sarah mientras éste era perdido de vista.

 

-¡Soltadme! –enganchado a los cuernos de uno de aquellos seres, el chico levantó el brazo y golpeó sus cervicales, saliendo por los aires debido a la violencia del movimiento realizado por la bestia antes de desplomarse.

 

Al aterrizar, Kareth rodó durante algunos metros hasta quedar acostado boca arriba sobre otro claro, todavía con la forma del Eraser. Poco después se incorporó y, tras despejarse un poco, miró a su alrededor.

 

Allí el verde de las plantas era más pronunciado que donde había estado antes. Esto se debía a un pequeño lago que ocupaba la mayor parte del área y que la alimentaba.

-Ah, genial. A la primera de cambio y nos separamos. Y para colmo estoy perdido...espero que por lo menos estén bien –dijo para sí mismo mientras observaba el lago.

 

Fue en ese instante que divisó una figura humana en mitad del agua, aparentemente lavándose, con algo extraño que sobresalía de su espalda.

-Eso es...

Bastó el mínimo sonido para que aquella figura se girara y, en décimas de segundo, se dirigiera a la orilla para coger algo que lanzó contra Kareth, al que le pasó por el lado, casi rozándole la mejilla.

“¿Un cuchillo?”, pensó el chico, observando el arma en el poco tiempo que tuvo hasta que una chica, desnuda y con una lanza cogida por un tercer brazo a su espalda, se encaró a él, situada sobre sus cuatro extremidades y dispuesta a empalarlo.

-¡Espera! ¡Espera!

Atónita, la joven pelirroja frunció el ceño.

-¿Puedes hablar? –preguntó sin bajar la guardia.

-¡Por supuesto que puedo hablar! ¡Yo...! –el guerrero se dio cuenta de que todavía seguía transformado, por lo que era imposible para ella reconocerle- ¡Un momento!

 

Poco a poco la transformación fue deshaciéndose hasta devolverle la silueta de un humano, dejándola aún más sorprendida cuando lo vio, y no sólo eso, cuando lo reconoció.

-¿K-Kareth...? –dijo mientras se levantaba.

-Sí. Me alegro de volver a verte, Ivel.

-¡Eres tú de verdad! –la joven lo abrazó alegremente.

-Esto...

-¿Eh?

Separándose, se dieron cuenta de que ambos estaban desnudos. Kareth por el hecho de que había destrozado por completo su ropa al transformarse, e Ivel porque había estado bañándose hasta hace bien poco.

-Que situación más incómoda... –determinó el guerrero.

72: The Legacy of Emil Greenard 3
The Legacy of Emil Greenard 3

-Ugh... –Sarah se levantó rodeada de árboles de tronco alargado y fino de cuya copa descendían hojas gruesas que llegaban hasta el suelo.

 

Desde su posición no veía a ninguno de los demás, recordando su separación después de que las bestias del oasis, en su conjunto, les hubiesen atacado.

-Ahora ha aumentado el número de búsquedas en nuestra agenda... –murmuró la chica, suspirando mientras echaba un vistazo al terreno con el fin de orientarse.

 

Fue entonces cuando sintió una presencia cerca de ella y, cogiendo dos de sus flechas, apuntó al lugar donde pensaba que se encontraba.

 

Sin embargo, algo acarició su espina dorsal, provocándole un escalofrío y dando un pequeño salto en respuesta, de manera que ambas flechas fueron disparadas sin querer, perdiéndose en la lejanía.

-¡Uaaaaah! –gritó la chica.

-Una reacción interesante.

Al darse la vuelta descubrió a Quattuor, quien la miraba con una sonrisa pícara en su rostro.

-¡¿A-a-a qué ha venido eso?! –se quejó ella mientras golpeaba el hombro del descendiente, arrepintiéndose poco después ya que era como golpear un pilar de hierro.

-Sólo era una pequeña broma.

-¡Tú y tus bromas! –respondió mientras se acariciaba la mano-. ¿Sólo estás tú?

-Me temo que sí. No he visto ninguna señal de los demás.

-Aaah...

-¿Y esa mirada? –dijo el hombre observando la expresión de la chica peliazul.

-Que seas tú con quien me haya tenido que encontrar...

-En el fondo te alegras de verme.

-Hmph... –desviando la mirada, Sarah comenzó a caminar seguida de él-. ¿Alguna idea de hacia donde ir?

-Entre todos estos árboles es difícil decidir una dirección. Sigamos hacia delante y veamos con qué nos encontramos...

 

-¡Es increíble...! ¡La primera vez que nos vemos en mucho tiempo y tiene que ser de esta forma...! –se quejó Ivel.

-Yo no tengo la culpa.

-¡No te la estoy echando!

-Cualquiera lo diría...

Ya vestida, la joven se encontraba de espaldas a Kareth mientras éste se ponía algo para cubrirse, aunque fuese sólo la parte de abajo.

-¡Más importante, ¿qué demonios era esa cosa?! ¡No me puedo creer que fueses tú! ¡¿Qué estás haciendo aquí, de hecho?!

-¡Vale! ¡Vale! ¡Ahora te lo explico! ¡Ten paciencia! –intentó tranquilizarla el joven habiendo terminado de taparse con un trozo grande de tela de cuero marrón que le había dado Ivel- Ya te puedes dar la vuelta si quieres.

Todavía con algo de timidez, la chica se encaró a él.

-Tengo mucho que contarte y supongo que tú también, así que, ¿por qué no nos sentamos y te hablo de ello?

-... –haciendo caso de las palabras de Kareth, ambos se sentaron.

-Bien, todo esto ocurrió después de que nos separásemos...

 

Kareth le contó todo lo relacionado con el proyecto Gaia y cómo él y su grupo estuvieron implicados en la alianza y cese de armas de la unión y la facción. Aunque no tenía motivos para esconderle nada, hubo detalles que obvió o se saltó para no alargar demasiado la historia, centrándose en lo más relevante.

-...

-¿Te encuentras bien? –preguntó el chico al observar la expresión de su amiga, quien estaba procesando la cantidad de información que había recibido.

-No sé qué decir, es todo tan increíble que parece sacado de algún cuento...quiero decir...lo de Tribus...no es que no te crea pero...hasta que no lo vea con mis propios ojos...

-Te comprendo. Al fin y al cabo la conoces desde hace mucho y os ha ayudado a ti y a los tuyos en muchas ocasiones. De hecho, pese a que seamos enemigos, es extraño, pero no puedo decir que sienta rencor hacia ella. Aun así, no puedo estar de acuerdo en su manera de hacer las cosas.

-Con respecto a lo del proyecto Gaia...que una organización así haya logrado engañar a todo el mundo...sin duda debe de tener mucha influencia.

-Como ya te he contado, hasta que nosotros no los detuvimos, habían estado controlando a los líderes de las tres potencias mundiales a su antojo. Y si hablamos de “Comhairle”, es más de lo mismo.

-Lo sé. Incluso así, me resulta extraño.

-¿A qué te refieres?

-Igual soy yo pero...en una situación de guerra, todos los bandos sueles ser bastante precavidos.

-Ahora que lo dices, el gobernador de la unión tenía dudas sobre Quinque, sin embargo no parece que ocurriese lo mismo con la facción o “Comhairle”. En cuanto al imperio, no sabemos de cuánto está enterado el emperador, aunque Quattuor avisó de que sería difícil tratar con él.

Kareth se mantuvo cruzado de brazos, hablando para sí mismo.

-Es posible que Darker fuese la clave de esa influencia. Aun así, el no era el único con poder dentro de “Comhairle”...

-¿Kareth?

-Ah, no es nada. Sólo estaba pensando en voz alta. En cualquier caso, ¿cómo es que estás aquí?

-Exploración.

-¿Exploración? –el chico se mostró confuso.

-Al ser nómadas, nos movemos de un sitio a otro casi continuamente. Así que buscamos reabastecernos en oasis en los que vivimos durante una temporada.

-Entonces, ¿Argo te mandó a que explorases este oasis?

-¿Mi padre? No, fue idea mía. Al fin y al cabo ahora soy yo la que guío a los nómadas.

-Espera, ¡¿entonces ahora eres la jefa?!

-¡No soy jefa de nadie! Los nómadas no tenemos un jefe sino un guía. Nadie está por encima de nadie.

-Es verdad. Lo recuerdo. Lo siento.

-N-no pasa nada... –declaró la chica sonrojándose, quien no había previsto aquella disculpa.

-¿Y qué fue lo que hizo que tu padre dejase el cargo?

-Recuerdas lo que sucedió en Genese, ¿verdad?

El guerrero asintió.

-Sus acciones le llevaron a tomar esa decisión. Si bien es cierto que lo hizo por mi bien y por el del resto de nómadas, piensa que no actuó de forma ejemplar. Por eso decidió que alguien como yo estaría más capacitada para ello.

-¿Qué opinaron los demás?

-Bueno, todos esperaban que algún día le sucediese así que no hubo ningún problema. De hecho hasta celebramos una fiesta de despedida para mi padre y de felicitación para mí.

-Jaja, me imaginaba que habría ocurrido algo así. Entonces, ¿te están esperando fuera de este oasis?

-Sí

-Genial, una vez termine aquí me gustaría ver a Jaryl, Will y los demás.

-Seguro que ellos también estarán encantados de volver a verte –sonrió ella-. Por cierto, dijiste que estabas buscando una planta, ¿no?

-Sí, creo recordar que el tallo mide medio metro y es de color negro. Además de eso produce una especie de cristal, que es lo que requerimos de ella.

-¿Un cristal? Me suena haber visto algo parecido antes de venir aquí.

-¡¿En serio?! ¿Puedes llevarme hasta allí? Quizás encontremos al resto del grupo en esa zona.

-Claro.

-¡Muchas gracias, Ivel!

-N-no hay de qué... –respondió la chica, un poco abrumada por las palabras de agradecimiento de Kareth- D-dicho esto –continuó mientras se incorporaba-, será mejor que nos demos prisa.

 

Justo al acabar la frase, se escuchó un extraño siseo, más fuerte que el de una serpiente normal.

-Tenemos compañía –indicó Ivel mientras echaba mano de su lanza.

Al tiempo que decía esto, apareció una de las tantísimas criaturas que había atacado a Kareth y su grupo, sin embargo, ésta era más grande que cualquiera de las anteriores que había visto.

-¡¿Es que crecen a cada segundo o qué?! –exclamó el chico.

Por su parte, Ivel se lanzó al ataque con un golpe frontal de su arma dirigida al cuerpo de la bestia, atravesándolo de parte a parte. Se escuchó un chillido procedente de su adversario, el cual, lejos de asustarse, movió la cabeza con la intención de devorar a la chica, quien intentó sacar el arma lo más rápido posible, sin embargo ésta había quedado encajada en el cuerpo de la serpiente. Fue entonces cuando Kareth golpeó su cabeza, dando el tiempo suficiente a la nómada para retirar la lanza y volver los dos a su posición inicial.

-Así que esa es la transformación... –comentó Ivel al observar el brazo del chico, que había adoptado la forma de un Eraser.

-Sí.

-¿No te duele? –preguntó ella con una expresión un poco melancólica.

-Para nada, aunque creo que nunca me terminaré de acostumbrar. Es como si el brazo no me perteneciese...

Mientras hablaban, más de esas serpientes formaron una línea frente a ellos.

-Maldita sea... –se quejó Kareth.

 

-Éste parece un buen sitio –dijo Sarah.

Se encontraban en un lugar donde las hojas de los árboles que había visto antes se extendían hasta formar una cúpula sobre dos colinas. En medio de éstas se podía observar una gran charca de agua, por lo que se veía, limpia.

 

Quattuor se acostó sobre la vegetación que cubría el terreno, con ambas manos en la nuca.

-Ah... –se relajó el hombre.

Echándole una mirada amonestadora, la joven se acercó a él.

-No estaría mal que me ayudases a buscar algo de comida, ¿sabes?

-¿Por qué no te relajas primero? Tú misma has dicho que vendrá bien reiniciar la estrategia de búsqueda, ¿no? Al fin y al cabo, no estamos consiguiendo nada y tengo la sensación de haber estado dando vuelas en lugar de avanzar. De hecho, esta es la primera vez que encontramos algo que no sean sólo árboles y arbustos –se excusó señalando a la charca-. Incluso puedes darte un baño si quieres.

-¡Como si fuera a hacerlo estando tú cerca!

-Como quieras, sólo te estoy diciendo que todo a su tiempo. Un buen descanso también es importante, de lo contrario no serás capaz ni de pensar bien ni de apuntar como es debido. Además, no te preocupes, ellos estarán bien, no son unos debiluchos.

La chica desvió la mirada. Ese hombre siempre conseguía sacarla de sus casillas, y aunque sabía que en parte tenía razón, el sólo hecho de verlo así la irritaba.

 

Sarah se llevó las manos al carcaj metálico de color blanco que tenía a la espalda, lo desató y echó un vistazo al número de flechas que le quedaban, resoplando con preocupación.

-¿Has gastado demasiadas flechas? –preguntó Quattuor.

-Aun quedan bastantes pero, al no haber podido recoger algunas de las que he gastado, si surge algún imprevisto tendré problemas.

-Deberías saber concentrar la fuerza de tu disparo en el mínimo de flechas posibles.

-Me pregunto quién fue el que me hizo gastar flechas antes por querer asustarme... –comentó con sarcasmo.

-Es verdad, si hubiese sido un enemigo todo habría ido mejor...

-Cállate... –dijo ella, intentando terminar con la conversación mientras Quattuor se levantaba de su sitio.

-Te enseñaré algo que te ayudará a mejorar aún más tu técnica.

-¿Huh?

-Coge el arco y el carcaj.

-No será otra broma que me hará gastar más flechas, ¿verdad? –frunció el ceño mientras hacía lo que le pedía el descendiente.

-No, en lugar de eso aprenderás a atacar a varios enemigos con una misma flecha.

Colocándose detrás de la chica, esperó a que tomase posición y le indicó con gestos que apuntase a uno de los troncos de alrededor.

-La última vez aprendiste a interaccionar con el arma para poder aumentar su poder mediante la resonancia del Radiar. De esa manera podías llevar a cabo el Sword Target a través de ésta.

-Sí, de hecho pude utilizarlo contra el gobernador de la facción para destruir su Hydra.

-Bien, visto entonces que ese principio lo manejas a la perfección, lo siguiente sería interaccionar con puntos concretos del arma a la hora de disparar.

-¿Y eso es difícil de hacer?

-¿Por qué no lo pruebas?

Sarah miró al frente y se concentró en su objetivo, manteniendo bien sujeto el arco y la flecha. Décimas de segundo después disparó, provocando la caída del árbol al partirse el tronco en dos, no obstante, no había logrado que la flecha pasase de allí, quedándose intacto el de detrás.

-¿Lo ves?

-Uh...

-Ahora deja que te ayude.

 

El hombre puso una de sus manos sobre aquella de la joven que sujetaba el hilo del arco, y la otra mano sobre la que sujetaba el arma en sí. Esto provocó cierta incomodidad en Sarah, quien mantuvo las apariencias pese a ello.

-Concéntrate en el hilo y la punta de la flecha. Haz que el Radiar que recorre tu cuerpo interaccione con el que se encuentra en el arco y las flechas.

Para concentrarse mejor, cerró los ojos e intentó aislarse de todo lo demás, incluido de Quattuor, pasando varios segundos hasta que estuvo segura del momento en el que debía realizar el disparo.

 

En ese instante, volvió a abrirlos y dejó que la flecha se precipitará sobre el tronco que tenía enfrente, el cual, en lugar de partirse, fue atravesado limpiamente por el centro, continuando su trayecto hasta el siguiente y luego el siguiente, de forma que varios árboles fueron perforados dando lugar a una pequeña hendidura en cada uno de ellos.

 

La chica no pudo evitar sonreír, girándose para ver la cara de orgullo de Quattuor.

-Practícalo hasta que seas capaz de hacerlo por ti misma y recuerda bien esto: a veces no importa el tiempo que tardes en realizar un disparo siempre y cuando éste sea el más potente de todos –acto seguido se dio la vuelta y se dispuso a internarse en el bosque.

-¿A dónde vas? –preguntó la guerrera, confusa.

-Voy a buscar algo de comida.

-¿Eh? ¿No dijiste que querías relajarte primero?

-Supongo que he cambiado de opinión.

Viéndole marchar, pensó en lo poco que entendía aquella actitud, y cómo aquella despreocupación era fruto de la irritación que sentía hacia él.

 

En ese momento, la joven de pelo azul posó sus ojos sobre la charca. Sin duda, ahí debían de caber varias personas.

Después de asegurarse de que Quattuor no andaba cerca, decidió desnudarse e introducirse en ella, dejando su ropa en la orilla. El agua estaba tibia, ayudándole a eliminar la tensión de su cuerpo, aunque, por si acaso, se mantenía cerca de sus armas, no sea que alguna de las serpientes fuese a atacar en ese momento.

 

Mirando sus manos, no tardó en echar un vistazo al resto de su cuerpo. Se acababa de dar cuenta de algo sobre sí misma, y es que pese a que nunca le había dado demasiada importancia a estar desnuda frente a personas del sexo opuesto, su reacción ante el comentario del descendiente había sido diferente.

 

“¿En qué estoy pensando?”, se preguntó a sí misma echándose agua a la cara, “Preocupándome de esa forma por él...”.

 

De repente escuchó un chapoteo, provocando que se alterara y agarrase una espada de pequeño tamaño que tenía como arma secundaria y dirigiéndola hacia su adversario, no obstante, ésta se le cayó de las manos por la sorpresa y el nerviosismo causado por la figura que tenía delante.

 

Justo enfrente se encontraba el descendiente, quien, también desnudo, la miraba despreocupado.

-Lo has hecho mal de nuevo. Si fuese un enemigo ya te habría matado –dijo él mientras señalaba el arma, hundida en la charca.

-¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿No habías ido a buscar comida?! –gritó ella mientras intentaba cubrir su cuerpo.

-Ya lo he hecho, así que pensé que no estaría mal tomar un baño después del esfuerzo.

Al estar inmersa en sus pensamientos, el tiempo se le había pasado sin darse cuenta.

-¡En cualquier caso, ¿no has visto que estaba yo aquí?!

-Sí, lo he visto y también me dijiste que no te bañarías estando yo cerca.

-¡No tergiverses las cosas! ¡Siempre haces lo que quieres! ¡Como si la cosa no fuese contigo o tuvieses la razón en todo!

-¿Eso crees? –preguntó él mientras poco a poco se acercaba a la joven.

-¡No te acerques más! ¡Pienso clavarte la espada si das un sólo paso más! ¡Te lo advierto! –indicó mientras recogía rápidamente el arma.

Haciendo caso omiso de Sarah, el descendiente continuó con su acercamiento hasta que ella no pudo aguantar más e intentó hundirle la hoja en su estómago.

-Un movimiento demasiado torpe... –dijo él mientras, sin mucho esfuerzo, esquivaba el ataque y se la quitaba otra vez de las manos, rodeándola con sus brazos.

-¡Suéltame! –exclamó la joven forcejeando en vano por liberarse-. ¡Sabes que podría golpearte hasta borrar esa estúpida arrogancia de tu cara!

Quattuor sonrió.

-Lo sé, y es por eso que no puedo dejarte escapar...

-¿Eh?

Cuando levantó la cabeza, sorprendida por aquellas palabras, recibió un beso de los labios del hombre.

 

Con los ojos abiertos y los brazos todavía haciendo fuerza por liberarse, un pequeño rastro de sangre cayó a partir de sus labios, provocado por un pequeño mordisco en la lengua del descendiente debido a una reacción instintiva al sentirse amenazada. Sin embargo, ya fuese por la poca importancia que le dio Quattuor a su reacción, o por la relajación de Sarah tras unos segundos después de ese contacto, ninguno de los dos se movió.

 

-... –conmocionada, lágrimas cayeron por sus mejillas al separarse, desviando la vista hacia abajo y, acto seguido, volviendo a encararle-. ¿Por qué tenías que ser tú?

Pronunciadas estas palabras, fue ella quien tomó la iniciativa y rodeó con los brazos su cuello para unir sus labios una segunda vez.

 

Tiempo después, los dos se encontraban acostados sobre las plantas que rodeaban aquellas colinas. La joven dormía plácidamente con la cabeza sobre el hombro de él mientras éste observaba el colgante que le fue entregado hace años. Después de divagar, decidió dejarlo junto a sus ropas.

 

-Esto es... –dudó Kai cuando él y Miruru se situaron frente a una pequeña choza-. Sí, no hay error posible. Aquí es donde vive mi maestro...

73: The Legacy of Emil Greenard 4
The Legacy of Emil Greenard 4

Cuando Kai y Miruru entraron en aquella choza, se encontraron con una habitación de gran tamaño, probablemente la que ocupaba la mayor parte de la casucha, que presentaba un pequeño armario ropero en uno de los laterales, una mesa en el centro, rodeada de varias sillas; y otra mesa junto a otra de las paredes que se extendía a lo largo de la misma y donde había varias cajitas con un gran número de diferentes plantas en su interior. Encima de dicha mesa, colgado de la pared, se observaba otro armario de menor tamaño, usado como despensa o puede que para guardar diversos utensilios; y, al lado de éste, había una ventana que daba al exterior.

 

-Está bastante limpia pese a su aspecto –declaró Miruru mientras pasaba un dedo por encima de la mesa central.

-Justo igual que cuando yo vivía en ella. Ni siquiera ha cambiado de sitio los muebles.

-¿Y dónde está él? –preguntó la chica abriendo el armario ropero.

-¡Oye, no cotillees sus cosas!

-Jeje...lo siento... –se disculpó la chica cerrando la puerta.

 

En ese momento, sintiendo que algo peligroso se acercaba, Miruru saltó hacia el centro de la sala, esquivando justo a tiempo una onda de choque que se estampó contra la mesa lateral, haciendo trizas parte de la misma.

-¡¿Quién anda ahí?! –por la entrada que llevaba a una habitación contigua hizo su aparición un hombre de entre cuarenta y cincuenta años; pelo largo, negro y desaliñado; una barba de varios días mal afeitada y expresión cansada. Agarraba una muleta con una de sus manos mientras con la otra apuntaba a los intrusos- ¡¿Qué queréis de...mí...?!

Su expresión cambió en el momento en que los vio, entrecerrando sus pequeños ojos, intentando agudizar la mirada.

-¿Kai? ¿Eres tú, Kai? –preguntó dubitativo mientras el aludido ayudaba a la chica a levantarse.

-Hacía tiempo que no te veía, maestro.

Sorprendido por el encuentro, el hombre esbozó una gran sonrisa, dándole un aspecto afable.

-¡Así que has vuelto! ¡Qué bien te veo, chico!

Caminando con notable esfuerzo, se acercó al nigromante y posó su mano libre sobre el hombro de éste.

-¡¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?! ¡¿Encontraste a quien buscabas?! –soltando una cuestión tras otra, desvió la mirada hacia Miruru- ¿Y quién es esta chica?

-Tranquilo, todo a su tiempo. Si me pusiese a contarte todo lo que ha pasado hasta este momento podría pasarme un par de días enteros hablando.

-Jaja, tienes razón, paso a paso –dijo mientras se daba la vuelta y caminaba de nuevo hacia la habitación de al lado- ¡Pasad! ¡Pasad! ¡No os cortéis! ¡Estáis en vuestra casa!

-¿No va a hacer nada al respecto? –le susurró Miruru a Kai señalando la parte rota de la mesa.

-Ya nos ocuparemos de eso después –sentenció el joven.

 

-Ugh... –se quejó el hombre al sentarse de nuevo en su cama.

La nueva habitación en la que habían entrado era el dormitorio de él. Ésta era bastante simple, más incluso que la primera a la que habían entrado, constituida únicamente por una cama y una pequeña mesita de noche, bastante artesanal. Una ventana como la que habían visto antes dejaba entrar algo de luz en aquel lugar.

-¿Te encuentras bien, maestro? –preguntó Kai, observando que el estado del hombre no era demasiado esperanzador.

-Ah...por desgracia mi hora está cada vez más cerca, Kai. El Radiar ha hecho bastante mella en mí...

-...

-No pongas esa cara –comentó el hombre-. Ambos sabíamos que este día llegaría. Mi cuerpo ya no me obedece como lo hacía antes. ¡Pero bueno, no hablemos de cosas tristes! ¡Antes de nada, preséntame a la joven!

-Ah, ella es Miruru, mi amiga y pareja sentimental.

-¡Tu pareja! ¡Veo que no pierdes el tiempo, chico!

-Jaja...en nuestro caso probablemente haya sido al revés... –dijo el nigromante.

-En cualquier caso, siento haberte atacado –se disculpó el hombre con Miruru.

-En cierto modo no puedo culparte. Aunque me gustaría que la próxima vez preguntases primero antes de intentar matarme –replicó ella.

-Cuando llevas mucho tiempo solo, algo como eso resulta bastante complicado, pero lo tendré en cuenta. ¿Y bien? ¿Qué os trae por aquí? No me digas que has venido a visitarme.

-No eres alguien fácil de visitar, aunque en parte no te equivocas. El principal objetivo por el que vinimos aquí era para recolectar unos cristales que produce una especie de planta que se encuentra en este oasis –explicó Kai.

-Supongo que te refieres a la azraniela.

-Así es.

-Son un poco difíciles de tratar así que deberéis tener cuidado... –tras decir esto se detuvo un momento, como intentando recordar algo-. De hecho, es posible que tenga algo que os pueda servir de ayuda.

 

Alcanzando la mesita de noche, el hombre abrió un pequeño cajón en cuyo interior había una serie de objetos de diversos orígenes. El que cogió, en concreto, era un cilindro de pequeño tamaño con dos orificios en cada extremo, uno más pequeño que el otro. Recordaba a una flauta.

-Tomad –dijo mientras se la entregaba al nigromante-. Soplando por el más pequeño de los dos orificios conseguiréis un silbido que servirá para calmar tanto a las bestias como a la vegetación que habitan este oasis. A mí me ha servido de mucho ahora que estoy más limitado.

-Gracias.

-¿Entonces? Debo suponer que si, en parte, no me equivoco, sí que teníais pensado visitarme.

Kai asintió.

-Lo cierto es que hay algo que necesitamos saber y es posible que tú nos puedas hablar sobre ello.

-¿De qué se trata?

-¿Conoces el proyecto Gaia?

El rostro del hombre se ensombreció, cambiando de un tono más animado a otro totalmente serio.

-¿Quién te ha hablado de ello?

-Varias personas me lo contaron pero quizás el nombre que más te suene sea el de Quattuor.

-Ya veo... ¿ha venido contigo?

-Sí, tanto él como otros dos jóvenes. Un chico y una chica.

Al escuchar esto último levantó la cabeza, mostrándose alterado.

-¡¿Una chica de pelo azul y otro de pelo negro?! ¡¿Bastante impulsivos?!

-Uh...bueno, eso de impulsivos es relativo pero sí... –respondió el joven, pillado por sorpresa.

De repente el hombre comenzó a reírse a carcajadas, llegando a tener que sujetarse el estómago.

-¿Qué le pasa? –preguntó Miruru, a lo que Kai respondió encogiéndose de hombros.

-¡Es increíble! ¡El mundo es un pañuelo!

-Por lo que veo, los reconoces...

-Sí...hacía tiempo que no sabía nada de ellos...

-Entonces, ¿nos hablarás sobre el proyecto Gaia?

Después de secarse las lágrimas de los ojos, asintió.

-Traedlos aquí. Cuando estéis todos juntos, os diré todo lo que recuerde...

 

-Parece que les hemos despistado -dijo Ivel.

-¿Por qué hay tantos de esos bichos? –preguntó Karteh sentándose junto a uno de los árboles.

-Deben de ser muy prolíficos. En cualquier caso, será mejor que no nos detengamos. Con más razón si lo que quieres es encontrar esos cristales. Sígueme –indicó Ivel.

-Sí, señora.

 

Al cabo de un rato llegaron a un sitio donde la vegetación cambiaba completamente, desapareciendo los árboles y quedando únicamente numerosos arbustos y, entre ellos, una serie de plantas cuyo tallo era de color negro y en cuya parte de arriba había un cristal transparente sujeto, dándole un aspecto de farola a pequeña escala.

-Son éstas las que buscabas, ¿no? –preguntó Ivel.

-Sí, son como en el dibujo. Recuerdo que Sarah dijo algo de que ese cristal les servía para atraer a animales y alimentarse de ellos.

-Entonces será mejor que tengas cuidado al cogerlo. Estaré vigilando tu espalda por si acaso.

-Gracias –contestó el chico levantando el pulgar.

 

Dicho esto, empezó a avanzar con sigilo hacia una de ellas. No sabía exactamente cuantos cristales necesitaría así que pensó que tres o cuatro servirían, por lo menos hasta que encontrase a los demás y tuviese una referencia más clara.

 

Alargando el brazo y con cuidado de no tocar nada que no fuese el cristal, la mano del chico alcanzó la superficie transparente del material y agarró el objeto, despegándolo de la planta sin que sucediese nada.

-De acuerdo, no parece muy difícil –comentó el chico algo más confiado.

 

Posteriormente, realizó el mismo proceso con otras dos plantas, de nuevo sin que sucediese nada.

-Vas bien, ya sólo te queda una –dijo Ivel.

El chico asintió y se dirigió a la última de ellas, de nuevo, con la misma precaución que había caracterizado los tres robos anteriores.

 

En ese momento, un enjambre de insectos parecidos a libélulas, pero más alargados y grandes y con un mayor número de alas, surgió de unos arbustos cercanos y se lanzaron a por el cristal, pillando desprevenido al joven, quien cogió el objeto con rapidez y provocó que apareciesen varias raíces del suelo, las cuales se engancharon a sus tobillos y muñecas.

-¡Kareth! –exclamó la nómada.

El chico transformó sus extremidades y se liberó de las ataduras, no obstante, debido a que conservaba algunos de los cristales en sus manos, los insectos seguían acosándole, dando lugar a que el resto de azranielas reaccionasen e intentasen inmovilizarlo.

 

Viendo la situación, Ivel salió en su ayuda, cortando algunas de las raíces y situándose al lado del joven.

-Justo cuando todo iba bien.

-Me temo que esas plantas no son las únicas a las que debemos temer –comentó la chica mientras observaba cómo el resto de arbustos también alargaban sus tallos, hojas y raíces en su dirección, atrapando a algunos de los insectos en el proceso, a los que se llevaron bajo tierra.

-Maldita sea...será mejor que nos pongamos serios... –sentenció Kareth dispuesto a transformarse en un Eraser de cuerpo entero.

 

Fue en ese momento cuando se escuchó un silbido, provocando que las ramificaciones de aquellas plantas se detuviesen y volviesen a su forma normal poco a poco.

-¡Deprisa! ¡Coged los cristales y salid de allí! –exclamó un voz.

Haciendo caso de ella, los dos escaparon, volviendo de nuevo a la zona en la que los árboles dominaban. Momentos después, dos figuras se reunieron con ellos.

-Menos mal que hemos llegado a tiempo.

-¡Kai! ¡Miruru! –se alegró Kareth al ver a sus dos amigos, cambiando su expresión a una de sorpresa- ¿Erais vosotros los del silbido?

El nigromante asintió, enseñando el pequeño objeto cilíndrico que le había entregado su maestro.

-Os lo explicaré cuando lleguemos. Seguidme.

 

Después de un corto recorrido, llegaron hasta la choza en la que se hospedaba el hombre. Desde el exterior se podía observar que ésta poseía una puerta de entrada a la que se podía acceder subiendo un par de escalones. Asimismo, una barandilla del mismo material limitaba un pequeño espacio situado antes de entrar en la choza, formado por un suelo hecho mediante varias tablas donde se apoyaba una silla de diseño ordinario.

-Bienvenidos a la morada de mi maestro –indicó Kai con tono orgulloso.

-Si os esperabais algo más grande lo comprendo –añadió Miruru, antes de fijarse en Ivel- Por cierto, ¿quién eres tú?

-Lo primero es lo primero –dijo Kareth intentando poner un poco de orden sobre los acontecimientos- ¿Qué ocurrió después de que nos separásemos?

-Pues, tras salir volando por los aires después de que te embistiesen, Miruru y yo terminamos encima de uno de aquellos extraños animales, el cual se desvió de la manada al sentir dos individuos no deseados sobre su lomo, moviéndose como si estuviese loco con el fin de lanzarnos al suelo. De manera que, cuando por fin lo consiguió, escapó hacia quién sabe dónde, dejándonos a ella y a mí perdidos en mitad del oasis –explicó Kai.

-Y supongo que comenzasteis a vagar por ahí hasta que disteis con este sitio –sentenció Kareth.

-Exacto. Puesto que ya había visto esta choza antes no tardé en reconocerla. Así que entramos y nos encontramos con mi maestro...

-Al verle, me sorprendí mucho. Siendo el maestro de Kai esperaba a alguien más grande, fuerte y, en general, más guay –volvió a añadir la semidiosa.

-Mi maestro ya no es lo que era. El Radiar ha terminado haciendo bastante mella en él, y ahora apenas puede moverse, y cuando lo hace tiene que ser con una muleta que se ha construido él mismo.

-Ya veo. Entonces, ¿cómo es que vinisteis a ayudarnos? –preguntó Kareth.

-Mantuve una pequeña conversación con él y le expliqué para qué habíamos venido. Fue entonces cuando nos dio este silbato y nos dijo cómo llegar hasta las azranielas. Antes de irnos me dijo que utilizase este silbato para no tener que matar a ningún ser vivo, a no ser que fuese estrictamente necesario.

-Pues es una suerte que llegaseis a tiempo, de lo contrario no hubiese tenido más remedio que tomar medidas drásticas. Aunque me pregunto en qué habría terminado de ser el caso...

-Lo demás ya lo conocéis. Os vimos en problemas, toqué el silbato y ahora nos encontramos en este lugar explicándoos todo esto.

-Gracias –dijo el guerrero extendiendo su mano.

-No hay de qué –respondió el nigromante, chocándosela. Tras esto, dirigió su mirada hacia Ivel.

-Ah, esta chica se llama Ivel. Después de separarme de vosotros me encontré con ella en...bueno, eso no importa. El caso es que es una buena amiga a la que conocimos Sarah y yo antes de encontraros a vosotros en el norte. Decidió echarme una mano con la recolección de cristales y su buena orientación me ha ayudado a hacerme con éstos –dijo mientras señalaba tres cristales sujetos bajo su brazo izquierdo.

-Encantado, Ivel. Yo soy Kai, y ella es Miruru.

La semidiosa se adelantó unos pasos y extendió alegremente la mano, la cual fue estrechada con algo de desconfianza por la pelirroja.

-¿Huh? ¿Qué es eso? –preguntó de repente Miruru asomando la mirada por detrás de la chica- ¿Un tercer brazo? –dicho esto alargó la mano con intención de tocarla ante la atenta mirada de su dueña.

-¡Uah! ¡Es genial! ¡Creo que eres la primera persona que veo que tenga una mutación!

-¿Tú también? –preguntó Ivel con curiosidad.

En respuesta, la cola de Miruru se movió de un lado a otro, haciéndose notar.

-Aunque seguro que la tuya es más útil –se quejó la semidiosa.

-En combate viene bastante bien y... ¡¿Qué haces?! –exclamó al sentir cómo la otra chica jugaba con los dedos de su mano trasera.

-Sólo estoy comprobando su movilidad. Es una pasada.

-Miruru, déjala tranquila –la riñó Kai, resoplando-. Discúlpala, cuando ve algo que le llama la atención necesita satisfacer su curiosidad.

-N-no pasa nada, es sólo que me ha sorprendido un poco –contestó Ivel mientras Miruru volvía a su posición inicial.

-Cambiando de tema. Entonces no sabemos nada de Quattuor y Sarah –comentó Kareth.

-Me temo que no. Quizás deberíamos buscarles antes de entrar –propuso Kai.

 

En ese momento se escuchó un ruido justo detrás de ellos. El cuerpo inerte de una de las serpientes contra las que se habían estado enfrentando durante todo su trayecto hasta allí apareció de entre los árboles, causando un gran levantamiento de tierra.

 

Cuando se hubo despejado la polvareda, se divisaron dos figuras caminando en su dirección.

-Te dije que me la dejaras a mí.

-Me apetecía hacer algo de ejercicio.

-Alguien como tú no tendría ni para empezar con algo así... ¿eh?

En ese momento, ambos notaron la presencia de los otros cuatro, quienes fruncieron el ceño con cierta confusión, a excepción de Kai, quien se había llevado una mano a la frente.

-Anda que no eres bruto, Quattuor.... –dijo finalmente el nigromante.

 

-¿Crees que con esto bastará? –preguntó Kareth a Sarah enseñándole los cristales que había obtenido.

-No estoy segura, quizás sería mejor conseguir alguno más por si acaso.

-Por lo menos esta vez tendremos de nuestra parte ese silbato –añadió Ivel.

-Gracias por habernos prestado tu ayuda una vez más Ivel. Me alegra ver que después de todo este tiempo sigues bien –dijo Sarah.

-Si de verdad quieres agradecérmelo entonces tendrás que venir conmigo a visitar a los demás. Estoy segura de que a Hina le gustará verte –sonrió la líder de los nómadas.

-¿Cómo está?

-Se esfuerza mucho por ayudar a los adultos pese a su corta edad. Dice que quiere llegar a ser tan fuerte como tú.

-Jaja. Yo también quiero volver a verla –indicó la chica peliazul mientras acariciaba el colgante que le regaló la niña.

-Siento interrumpir esta reunión tan emotiva pero nos esperan dentro –dijo Quattuor señalando la choza.

-Sí, sí...

-Por cierto, Quattuor, ¿que os ocurrió a vosotros después de que nos separásemos? –preguntó Kareth mientras emprendían el trayecto hacia el interior de la construcción.

-Ja. Será mejor que me lo reserve para otra ocasión. De lo contrario, es posible que alguien acabe conmigo –comentó mientras miraba de reojo a Sarah, quien se ruborizó ligeramente.

 

Nada más entrar, los cuatro se fijaron en la parte rota de la mesa.

-¿Qué ha pasado aquí? –preguntó Sarah.

-Ni idea pero casi me da miedo el preguntar –respondió Kareth.

-¡Por aquí! –exclamó Miruru desde la habitación del dueño.

 

Cuando llegaron a la habitación se encontraron con que Miruru y Kai ya estaban allí. Junto a ellos dos se hallaba un hombre más mayor y que los miraba sonriente.

-Él es mi maestro. Su nombre es Eigar –dijo Kai.

-Puedes dejar de llamarme maestro, Kai. A estas alturas lo más probable es que ya me hayas superado.

-Nosotros... –comenzó a decir Kareth

-Sé quienes sois, chico, aunque no por los nombres que lleváis ahora.

Su mirada se desplazó hasta Quattuor.

-Si estás con ellos debo asumir que escapaste del proyecto Gaia, Quattuor.

-Así es.

-Parece que Meriah no depositó su confianza en ti en vano.

-Meriah. ¿Es así como se llamaba aquella mujer?

Eigar asintió.

-Entonces...ella esperaba que cambiase de bando...

Eigar desvió la vista de nuevo hacia Sarah y Kareth.

-Es increíble lo que habéis crecido durante todo este tiempo. Si vuestro padre y vuestra madre os viesen ahora, sin duda se sentirían orgullosos.

-¿Nuestro padre y nuestra madre? –preguntaron ambos a la vez.

-Veo que todavía no lo sabéis.

Tanto el uno como el otro se miraron sin saber bien a qué se refería el hombre.

-Los dos sois hermanos...

74: The Legacy of Emil Greenard 5
The Legacy of Emil Greenard 5

-¡¿Hermanos?! –se sorprendió Miruru al escuchar la noticia.

Kai e Ivel giraron la cabeza hacia los dos como intentando buscar una explicación, siendo ellos y Quattuor los que menos reaccionaron.

-No parecéis muy alterados –resaltó Eigar.

-Bueno... –comenzó a decir Kareth- Lo cierto es que ya habíamos barajado esa posibilidad desde que Quattuor nos contó cómo escapamos del proyecto Gaia la primera vez.

Sarah asintió.

-También está el hecho de que se sintiesen confusos al no saber cuál de los dos sería el próximo descendiente. Eso hizo que la teoría de que teníamos algún tipo de relación sanguínea pareciese más plausible.

-En efecto, la predicción que recibió Detz de Gaia decía que el bebé que tuviese vuestra madre sería el próximo descendiente. Ninguna información más al respecto. Por tanto, cuando nacieron mellizos se complicaron las cosas –explicó el hombre.

-Mellizos...todavía no me lo termino de creer... –comentó Miruru con la mirada perdida.

-¿No estás exagerando? –preguntó Kai con una sonrisa irónica.

-En cualquier caso, ¿cómo es que terminamos separados si escapamos de allí los dos juntos? –preguntó Sarah.

-Sí, ella estaba con Darker cuando la volví a ver pero mi caso fue distinto. Además, ¿qué fue lo que ocurrió para que ambos nos sometiésemos a la inyección de Radiar? –continuó Kareth.

-Alto, alto, una cosa detrás de la otra. Si queréis conocer, y entender, todas las respuestas tendré que empezar desde el principio de todo. Y con ello me refiero a hace 500 años.

-¿500 años? –se extrañó Kai- Eso queda en los inicios de la guerra, ¿no es así?

-De hecho, antes de que ésta comenzase.

Los demás se miraron sin saber bien a qué se refería.

-Ésta es una historia que me contó Detz cuando yo todavía formaba parte del proyecto Gaia. Una historia sobre sí mismo y sobre lo que dio lugar a la Guerra Eterna. Y es que el verdadero nombre de Detz no es ése, sino el de Emil Greenard.

 

Se hicieron unos segundos de silencio sepulcral durante los cuales nadie mostró reacción alguna. No obstante, una vez finalizados, la sorpresa afectó incluso a Quattuor, quien no puedo evitar levantar ambas cejas y ponerse más atento.

-¡¿Eh?! –exclamó Miruru, tomando por segunda vez la iniciativa- ¡¿Te refieres al que descubrió el Radiar?!

-¡¿El mismo científico que demostró al mundo su existencia y sus propiedades?! –añadió Kareth.

-¡¿No murió en la explosión que hubo en Genese?! –les siguió Sarah.

-Eso fue lo que pensó la gente pero lo cierto es que la explosión supuso para él convertirse en alguien inmortal.

-Y, por ello, ser capaz de haber vivido hasta ahora... –comentó Kai.

-Exacto. La intención que tenía Emil por aquel entonces era probar la existencia de Gaia, algo que siempre ha sido una leyenda. Con ese fin se establecieron unas instalaciones debajo de lo que posteriormente sería Genese.

-Ahí es donde se encuentra el centro de mando del proyecto Gaia, ¿cierto? –indicó Quattuor.

-Antes de que se formase el proyecto Gaia, Emil...quiero decir, Detz...bueno, no importa. El caso es que reconstruyó esas instalaciones, y así poder usarlas para sus propios fines.

-¿Él solo? –preguntó Miruru, a lo que Eigar respondió negando con la cabeza.

-Para entonces ya contaba con ayuda pero eso es algo que trataremos después. El caso es que en aquellas instalaciones se realizaban diversos experimentos para intentar contactar con Gaia. De entre ellos, sin embargo, destacaban dos: el primero, el desencadenamiento de ondas sísmicas artificiales y controladas; y el segundo, crear un espacio natural lleno de flora y fauna. Ambos con el fin de estimular y atraer al núcleo del planeta hacia los humanos.

En un principio no hubo ninguna respuesta. De hecho, los nulos resultados iban a llevar a la cancelación del proyecto pese a las insistencias de Emil en que aquello supondría un nuevo paso en la evolución humana.

No obstante, un día, cuando la causa se creía perdida, tuvo lugar el milagro...

 

“-¡Sr. Greenard! ¡Se han registrado ondas sísmicas en la habitación número treinta! –dijo uno de los ayudantes del científico mientras observaba una gráfica en uno de los numerosos ordenadores- ¡Ahora mismo ninguno del equipo se encuentra en esa habitación!

-¡¿Una respuesta?! ¡¿Es posible que por fin haya decidido contactar con nosotros?! –exclamó Greenard eufórico- ¡Iré yo mismo para allá! ¡Quiero comprobarlo con mis propios ojos tanto si resulta ser un error como si no! ¡Me mantendré comunicado con vosotros! ¡Mientras tanto, vigilad que los registros no excedan los límites y, en caso de que lo hagan, iniciad la evacuación de las instalaciones!

-¡De acuerdo!

 

Dicho esto, Emil recorrió el pasillo a paso ligero hasta situarse frente a la habitación número treinta. Aquella era la única de las cámaras experimentales donde se había intentado disponer de un espacio natural apenas separado de las explosiones que se utilizaban para generar las ondas sísmicas, cosa que suponía un peligro pero que se había creado con intención de ser una de las últimas bazas para atraer a Gaia.

 

Así pues, cuando entró en la sala, se encontró con una parte de la superficie del suelo compuesta por tierra blanda pero infértil al lado de otra parte donde crecían múltiples plantas mediante luz artificial y correteaban pequeños animales que se habían adaptado al terreno. El espacio que ocupaban ambas zonas era considerablemente grande, por lo que el científico no notó ningún cambio que le llamase la atención.

 

De esa forma, caminó hacia el espacio natural, observando atentamente su alrededor en busca de algún indicio que correspondiese con aquellas ondas sísmicas, pero conforme más se acercaba y más se adentraba, más se desilusionaba al comprobar que todo seguía igual.

 

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que varios animales lo miraban atentamente. Organizados en grupos, algunos roedores lo habían estado siguiendo sin que él se percatase, escondiéndose entre la vegetación, pero, llegado el momento, habían decidido salir al encuentro de Emil, quien no pudo evitar dar un pequeño paso hacia atrás, sorprendido por aquel comportamiento.

-¿Eres un humano? –de repente uno de los animales habló. Su voz sonaba como la de una mujer.

-Sí... –afirmó él, confuso.

-Así que eres un humano... –los animales se acercaron más a él, al mismo tiempo, la tierra que se levantaba en el aire, producto de la ventilación mecánica, dio lugar a la tenue forma de una cara, teniendo que agudizar la vista el científico para poder divisarla- Sois...tan extraños...y a la vez tan interesantes. Habéis conseguido organizar una sociedad y unas reglas para mantener el orden en ella...habéis creado la tecnología para suplir vuestras debilidades...vuestros sentimientos os llevan a la protección de aquello en lo que creéis y queréis...y sabéis aprovechar vuestros recursos siendo consecuentes con ellos. Nunca hubiera pensado que llegaríais tan lejos...

-¿Eres Gaia? –preguntó Emil.

-Así me llamo...así me llamáis...aunque a lo largo del tiempo es posible que haya tenido muchos nombres...es algo que ya no recuerdo...

-Increíble. Me honra enormemente que hayas decidido contactar con nosotros...con los humanos. Sin duda esto es un hecho histórico...un cambio que puede dar lugar a una nueva evolución para mi especie...pero... ¿por qué decidiste venir hasta aquí?

-Desde que iniciasteis vuestra evolución me he sentido atraída por vosotros. He querido conocer más sobre tu especie, entenderla mejor...quiero observar cómo evolucionáis y hasta donde sois capaces de llegar para hacer que el planeta que he creado llegue a su máximo esplendor y se convierta en la mayor fuente de existencia. Por ello decidí daros un pequeño regalo, una ayuda en vuestro camino.

-¿Una ayuda dices? ¿Qué clase de ayuda?

-Fusionando vuestros cuerpos con lo que os entregue podréis ir más allá...

 

De repente, el suelo por debajo de Emil comenzó a temblar, provocando que cayese al suelo mientras veía cómo se producía una grieta en la superficie. Abriéndose paso a partir de esa grieta, una roca de gran tamaño se erigió hacia lo alto de la sala, deteniéndose su crecimiento una vez llegó a los veinte metros aproximadamente. A partir de la cima caía un líquido de color verde brillante, formándose pequeñas piedras del mismo color conforme avanzaba en su recorrido descendente, desapareciendo al atravesar la grieta.

-Este es...nuestro regalo... –consiguió decir el científico pese a que la escena lo había dejado prácticamente sin habla.”

 

-Así que de esa forma surgió el Radiar –dijo Kareth.

-Sí. Tras aquel encuentro, Emil comenzó a realizar experimentos e investigaciones sobre el líquido que caía de la roca. Puesto que el encuentro había supuesto un gran avance en su proyecto, la financiación ya no suponía ningún problema, de manera que no tardó mucho tiempo en hacer algunos descubrimientos, como, por ejemplo, que el líquido no estaba constituido por ninguno de los otros elementos químicos ya existentes, sino que suponía un nuevo elemento en sí mismo.

Además, se presentaba tanto en estado sólido como líquido, desconociendo si también tenía un estado gaseoso ya que, no cambiaba a éste por mucho que se aumentase la temperatura.

También realizó experimentos en animales e incluso en algunas plantas, observando su evolución y descubriendo cómo éstos adquirían mayor inteligencia y capacidades físicas inusuales.

-Y después de eso, imagino que seguirían los experimentos en humanos... –dijo Kai.

-Viendo los resultados obtenidos en otros seres vivos, no fueron pocos los que se presentaron como voluntarios. Además de que el interés de los que financiaban el proyecto, así como de otros, aumentó considerablemente.

Por otra parte, Emil siguió manteniendo contacto con Gaia. Comunicándose mediante la roca que surgió en la habitación número treinta, que al parecer, formaba parte de ella al igual que el Radiar, nombre que fue puesto entre ambos, por lo que me contó, debido al brillo que emanaba de él y el futuro que ambos esperaban con su uso.

-Una pregunta, ¿cómo es que el Radiar llegó a extenderse pese a surgir en aquella habitación? –preguntó Sarah.

-El Radiar se extendió por la corteza del planeta en muy poco tiempo a partir del que caía de la roca. Pese a que ésta desapareció, para entonces ya había una gran cantidad del elemento en el subsuelo.

-¿Entonces aquella roca desapareció? –se extrañó la chica.

 

Eigar asintió y continuó con la explicación.

-Los humanos con los que se experimentó comenzaron a mostrar capacidades extraordinarias: control de elementos, fuerza sobrehumana y un largo etcétera de habilidades. Sin embargo, se dieron cuenta de que perdían sus recuerdos anteriores a la administración del elemento. Además, aquellos que usaban con muchísima frecuencia sus habilidades terminaron teniendo algunos problemas de incoordinación, como, por ejemplo, el querer mover un brazo y que éste tardase un tiempo en obedecerles o llegar a perder movilidad durante pequeños periodos de tiempo.

Emil habló de esto con Gaia, quien no sabía por qué estaba ocurriendo algo así. El ser humano debería haber sido tan afín al Radiar como lo habían sido los animales y las plantas, es decir, no debería haberse producido ningún efecto secundario.

-¿Quieres decir que todos los defectos que produce el Radiar fueron un imprevisto?

-Exacto. Puesto que no se conseguía encontrar el motivo, Emil investigó sobre ello, pero a la única conclusión posible a la que llegó fue que hubiese una inestabilidad en el potencial de acción provocado por el Radiar.

-¿Potencial de acción? –preguntó Miruru.

-Para llevar la información desde el cerebro hasta el resto del organismo y viceversa se produce la entrada y salida de iones (átomos con carga eléctrica positiva o negativa) sodio y potasio en las membranas de las neuronas, dando lugar a cambios de carga negativa a positiva y de positiva a negativa, formándose, como consecuencia, una onda de descarga eléctrica que se transmite a lo largo de la neurona y se dirige a la siguiente neurona por medio de lo que se denomina como neurotransmisores, continuándose el mismo proceso. El proceso de cambios de carga en la membrana celular se denomina potencial de acción.

Debido a que el Radiar constituía otro elemento, participaba como un ión que permitía el acceso de otros iones y neurotransmisores a todo el cerebro, superando sus límites y permitiendo el desarrollo de habilidades, pero, asimismo, Emil llegó a la conclusión de que, al entrar el Radiar en la membrana celular junto a los iones sodio y potasio, desestabilizaba las cargas positivas y negativas, dando lugar a que el voltaje eléctrico fuese más alto o más bajo de lo normal y causando una degeneración neuronal que conllevase a su destrucción.

Sin embargo, esto no tenía sentido ya que en los animales y plantas no se habían producido problemas.

-¿Entonces? –preguntó Miruru, frunciendo el ceño.

-Esto no lo descubriría Emil hasta mucho después del incidente de Genese. Y es que el Radiar actuaba como un ser vivo independiente de Gaia, pese a ser parte de ella. Por tanto, al mismo tiempo que se adentraba en todos los rincones del cerebro, interpretaba las emociones que surgían a partir de éste.

-¿Y eso qué tiene que ver con que provocase efectos secundarios? –dijo esta vez Kai.

-Pues que el propio Radiar consideró que el ser humano era peligroso para su utilización, secretando una especie de toxina o sustancia que dañaba la neurona y la destruía poco a poco.

-Básicamente, al conocer al ser humano más en profundidad, lo consideraba emocionalmente inestable e indigno de evolucionar, ¿no es así? –explicó Kareth.

-Y no se equivocó. Es como si hubiese intentado avisar a Gaia de ello –apuntó Sarah.

-Ahora que lo pienso –Kareth se detuvo a meditar durante unos instantes-. Justo antes de que me transformase por primera vez una voz me habló en el interior de mi mente. De hecho, aquella voz se refería a sí misma en plural. Me dijo que yo era diferente a las personas que habían visto hasta entonces. ¿Es posible que fuese el Radiar?

-Con casi total seguridad –respondió Eigar.

-Eso significa que el Radiar me consideró digno de su uso... –dijo Kareth.

-Y no eres el único. A Detz le ocurre lo mismo.

-¡¿A Detz?! ¡¿Cómo es eso posible?! –exclamó el chico.

-Como ya he dicho, el Radiar es independiente de Gaia, pero no deja de formar parte de ella. Y puesto que la consideración que tiene ella de Detz es positiva, el Radiar también lo considera digno.

-Ya veo.

-En cualquier caso, ¿a qué te referías cuando has dicho lo de transformación? –preguntó el hombre.

 

En ese momento, Kareth transformó su brazo en el de un Eraser, mostrándoselo a Eigar.

-Entiendo. La transformación es diferente pero lo cierto es que me recuerda a la de Detz.

-Pero la de Detz, tiene una forma más...humana... –destacó Kareth.

-Eso puede ser debido a que está más evolucionada que la tuya.

-Volviendo al tema, ¿qué ocurrió después de que se mostrasen los efectos secundarios? –preguntó Kai.

-Autoridades gubernamentales comenzaron a presionar a Emil para poder aprovecharse de las capacidades que otorgaba el elemento, no obstante, él mantenía que, mientras provocase esos efectos secundarios, nadie más debía utilizarlo.

-Y, por supuesto, no le hicieron caso... –comentó Quattuor.

-Una noche un grupo de soldados armados, enviado por uno de los gobiernos, se infiltró en las instalaciones, destruyendo la seguridad y matando a cualquiera que los descubriese. Teniendo como objetivo la roca que originaba el Radiar, habían decidido hacerse con ella a la fuerza...

 

“Cuando el grupo armado llegó hasta la habitación número treinta, se encontró con que allí lo estaba esperando el científico junto a un grupo de voluntarios que había sido sometido al Radiar.

-No esperábamos que supieses de nuestra llegada, Emil –dijo el que parecía de mayor rango-. Haznos el favor de quedarte quieto mientras nos llevamos lo que hemos venido a buscar y te prometemos que nadie saldrá herido.

-Ja, a saber a cuántos habéis asesinado para llegar hasta aquí. No puedo confiar en vosotros, y por lo que veo, en el gobierno tampoco. Les he dicho muchas veces los efectos negativos que produce este elemento en los humanos y, pese a ello, prefieren el poder a la seguridad de la gente. Sin duda esto es decepcionante no sólo para Gaia, sino para la especie humana.

-El poder otorga la oportunidad de lograr un mayor orden mundial –replicó el soldado.

-O de acabar con él por completo... –contraatacó Emil.

-Como sea, moveos de aquí o tendremos que pasar por la fuerza.

-Que así sea entonces.

 

Los soldados dispararon, iniciando el ataque, no obstante las balas no llegaron a tocar al grupo defensor, gracias a que uno de los usuarios puso enfrente una fuerte barrera de viento. Sin embargo esto no amedrentó a los soldados, quienes lanzaron una granada cegadora, provocando el cese de la barrera y reiniciando su acometida.

 

Pese a que los soldados estaban en desventaja en lo que a fuerza de ataque se refería, eran mayores en número que la parte defensiva, lo que daba lugar a que la batalla se mantuviese en tablas.

 

Por su parte, Emil se situaba junto a la roca con una mano posada en ella, hablando con la deidad.

-Lo siento, Gaia. Me temo que no somos como esperabas.

-¿Por qué? ¿Por qué tenéis que pelearos?

-El poder. Creíamos estar por encima de la corrupción a la que lleva el poder pero sólo era un parche, un telón sobre la oscuridad que reside en nosotros.

-Pero tú eres diferente...

-Es posible que haya humanos que sean diferentes pero, aun así, no deberías confiar en ninguno. Al fin y al cabo nunca se sabe cuando pueden cambiar de parecer, como los demás...

 

En ese momento, un misil, perteneciente al fuego cruzado, fue lanzado hacia el lugar en el que se encontraban ellos, explotando y lanzando a Emil al suelo.

 

Cuando abrió los ojos, la parte de abajo de su cuerpo había quedado prácticamente destrozada, sus oídos le pitaban debido al ruido de la detonación y la mitad de arriba de la roca había quedado destruida.

-G-Gaia... –consiguió decir Emil con un hilo de voz.

 

Fue entonces cuando el aire se distorsionó justo en el centro de la rotura, emitiendo un brillo de color verde el cual se expandió alrededor desintegrando todo a su paso. Todo excepto Emil, quien en ese momento alcanzó a tocar la superficie de la piedra...”

 

-Después de aquello –continuó Eigar-, Emil se despertó debajo de un montón de escombros. Al salir de allí lo único que pudo ver fue un terreno casi desértico, ocupado por cemento, metal y ceniza. El incidente de Genese ya había tenido lugar y cuando los demás gobiernos se enteraron de que otro había intentando adelantárseles, y más provocando aquel desastre, cualquier tensión que hubiese entre ellos se desató, dando lugar a la guerra por el monopolio del Radiar que se encontraba bajo tierra: la Guerra Eterna.

Por otro lado, Emil notó que la parte de abajo de su cuerpo se había recuperado de los daños, llevándole más tarde a descubrir que poseía una regeneración fuera de lo normal, por no hablar de que, pese a que los años pasaban, él no envejecía.

Condenado a vagar por el mundo, viendo como los humanos destruían el planeta que una vez creó Gaia, desarrolló un gran odio por su propia especie. De hecho, una vez aprendió sobre su transformación pensó en atacar a los diferentes bandos por su cuenta pero aquello no serviría sino para avivar la guerra todavía más, y, por más poder que hubiese conseguido, un solo hombre contra el mundo no era más que polvo en el viento, además de que no consiguió dominarlo por completo hasta mucho tiempo después.

Como un alma en pena, habiendo perdido toda esperanza en el ser humano y en volver a contactar con Gaia, pensó incluso en quitarse la vida, pero incluso aquello le pareció una tarea difícil debido a su capacidad regenerativa.

Y entonces, como una brisa de aire fresco, Gaia volvió a contactar con él. Habiendo perdido una gran parte de su poder por culpa de la destrucción de aquella roca y habiendo sufrido tanto o más que él por su impotencia ante la situación en la que se encontraba el planeta, por fin pudo volver a contactar con Emil, quien, después de aquella explosión, se había convertido él mismo en una pequeña parte de la deidad.

Gaia le pidió ayuda para desarrollar su plan, pues, pese a lo que le dijo el día en el que se despidieron, ella todavía confiaba en él. Ese plan serviría para rehacer el mundo evitando el nacimiento del ser humano. Pero, para ello, necesitaba una forma de volver a ocupar un lugar en la superficie.

Por supuesto, Emil, quien pensaba que ya no quedaba nada que hacer, aceptó de inmediato, viendo un nuevo objetivo en su vida y, no sólo eso, un objetivo para eliminar a la especie humana y salvar el planeta.

-Y entonces fue cuando nació el proyecto Gaia –dijo Kaerth.

-En realidad...hay algo más que se creó antes del proyecto Gaia...

-¿Algo más? –preguntó Sarah.

-Para conseguir el objetivo de Gaia se necesitaba, además de otras cosas, un gran choque de Radiar, una gran resonancia que supusiese la chispa para dar lugar al proceso de traer a Gaia a la superficie. Así que debía reunir a la mayor cantidad de usuarios de Radiar posible.

En ese instante, el rostro de Quattuor se puso serio.

-No me digas que...

-Exacto, el creador de “Comhairle” no fue otro que el propio Emil...

75: The Legacy of Emil Greenard 6
The Legacy of Emil Greenard 6

Kai volvió a entrar en la sala tras haber salido un momento de la habitación a coger algo de agua para su maestro. Esta pequeña pausa también había servido para que los demás asimilasen toda la información.

-Así que habíamos sido manipulados por él desde el principio –indicó Quattuor-. Todos los que nos alistamos en Yohei Gakko...

-Pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo consiguió formar “Comhairle”? –preguntó Miruru.

Eigar bebió el agua con avidez. Tanto hablar le había dejado la boca seca. Tras tomarse hasta la última gota, suspiró y se preparó para continuar con su historia.

-Lo cierto es que no fue muy difícil. Bajo el nombre de Sarve, y procurando que no viesen su rostro, convenció con sus ideas a personas con opiniones parecidas a las suyas, estableciéndose poco después como predicadores que ofrecían la salvación a las masas y el final de la guerra, aprovechándose de la desesperación de la gente y utilizando los conocimientos que había conseguido reunir observando la situación durante casi cuatrocientos años.

Al cabo de un tiempo, “Comhairle” tomó forma, reconocida por las tres potencias como una organización diplomática que únicamente buscaba la paz y el acuerdo entre ellas, pero el único que conocía su verdadero objetivo era Detz.

Esta situación privilegiada como mediador le permitió conocer más a fondo el funcionamiento de cada gobierno así como la situación de otros pueblos y ciudades aisladas y, por supuesto, también le dio libertad para obtener recursos con los que más tarde construiría las tres Yohei Gakko, lo más apartadas posible de los territorios de las tres potencias para que no descubriesen su existencia y mucho menos sus fines.

-¿Ninguno de sus aliados sospechó sobre ello? –preguntó Quattuor.

-¿Por qué iban a hacerlo? Quiero decir, se necesitaban más que palabras para cumplir los objetivos de “Comhairle”, de lo contrario no llegarían a nada, además, recuerda que los que formaron con él la organización tenían ideas parecidas a las suyas, compartiendo incluso esa toma de acción.

Por otra parte, la actividad de los estudiantes de Yohei Gakko consistía en infiltrarse en los territorios de los gobiernos y eliminar cargos importantes o robar cargamentos de Radiar, los cuales Detz utilizaba ya fuese tanto para obtener más estudiantes como para otras...conveniencias...

-¿Conveniencias? –preguntó Kareth.

 

Eigar se acomodó en la cama antes de continuar.

-Había un problema en concreto con el que Detz debía tener cuidado. Y era el hecho de que él no envejecía al igual que los demás. Imaginaos, vuestros compañeros no saben nada de vuestra inmortalidad pero se dan cuenta de que conforme pasa el tiempo seguís manteniendo el mismo ritmo, habla, etc., obviamente empezarían a hacerse preguntas, por mucho que procures mantener escondido tu aspecto físico. Sin embargo había una manera eficiente de hacerles olvidar eso...

-El Radiar... –dijo Sarah.

 

Eigar asintió.

-En ese momento, Detz aprovecho para llevar a cabo la reconstrucción de las instalaciones del subsuelo de Genese, de los cuales únicamente dio constancia a los cofundadores de “Comhairle”, y a los que les dijo que se utilizaría con fines de investigación para el Radiar. Posteriormente, les borró la memoria a todos excepto a uno: un hombre llamado Almir. Almir era discípulo de uno de los otros fundadores, y tenía idolatrado a Detz hasta el punto de que si éste le hubiese dicho que muriese por él, lo habría hecho sin pestañear. En resumidas cuentas, era alguien a quien podía usar sin recibir preguntas ni investigaciones sobre sus actos.

-¿Y nadie trató de investigar por qué de repente los fundadores habían perdido la memoria? ¿O por qué “Comhairle” había construido instalaciones en el subsuelo? Quiero decir, alguien más se daría cuenta de que pasaba algo raro... –preguntó Kai.

-Como he dicho antes, Detz había reunido años de experiencia observando a las personas. Sabía ganarse la confianza de algunos, chantajear a otros o hacer olvidar a los restantes. Los gobernadores lo consideraban un aliado a tener en cuenta, alguien que sabía mover y convencer a las masas podría serles útil, y eso también le permitía a Detz tenerlos en la palma de su mano, de manera que en ningún momento investigaron sus acciones, e incluso si lo hacían, eran fácilmente engañados.

-Quería aparentar que no era así pero prácticamente tenía a todo el mundo a sus pies... –declaró Quattuor.

-Siempre y cuando no hiciese ningún movimiento que se saliese de los límites, sí. El caso es que, habiendo dejado únicamente a Almir al mando, volvió a cambiarse de nombre, poniéndose esta vez el de Detz y comenzó a centrarse en el proyecto Gaia, coincidiendo con una mayor recuperación de la deidad con la que, por supuesto, seguía en contacto. De esa forma, Sarve murió sin pena ni gloria y bajo el respaldo de su subordinado.

-Eso explica el que no haya datos suyos en los registros de Yohei Gakko –indicó Quattuor.

-De hecho, se encargó de que Almir eliminara sus datos como Sarve, quedándose en un bello recuerdo.

 

Tras un pequeño silencio, durante el cual Eigar esperó alguna pregunta más por parte del grupo, continuó.

-Los primeros en formar parte del proyecto Gaia fueron vuestros padres –dijo mientras miraba a Sarah y a Kareth- Ambos eran científicos brillantes que se unieron a “Comhairle” para seguir sus investigaciones, y no tardaron en llamar la atención de Detz, sobre todo vuestra madre, debido a sus teorías sobre la resonancia y a la creación del Sonar.

-¿Sonar? Quinque habló sobre él, decía que producía alteraciones en el Radiar –comentó Miruru recordando cuando lo utilizó contra ella.

-El Sonar puede emitir vibraciones sonoras a distintas frecuencias, resonando con el Radiar y provocando cambios en éste. Bien utilizado puede incluso controlar a alguien a quien se le haya administrado el Radiar.

-También lo utilizó contra nosotros pero recuerdo que el único que se vio afectado fue Kai –dijo Kareth.

-Je –rió el hombre-. Imagino el por qué. Tenéis un colgante con un anillo y una pluma incrustada en éste, ¿verdad?

Quattuor, Sarah y Kareth mostraron el objeto del que hablaba Eigar.

-Ese colgante fue fabricado por Meriah para que revirtiera el proceso de conversión a descendiente de Gaia –señaló Eigar- Emite una frecuencia continua que afecta mínimamente al Radiar, así como al Núcleo de Jade, en el interior del cuerpo que está en contacto con él. Es posible que dicha frecuencia también interfiera con la que produce el Sonar.

-Entonces no nos equivocábamos –comentó Kareth-. Ese colgante impidió que Quattuor y yo formásemos parte del proyecto Gaia...

-Así es, Sarah también recibió otro ya que no se sabía si sería la siguiente descendiente en vez de ti, además, vuestra madre quería protegeros por encima de todo...

-Meriah... –murmuró Sarah poniendo una expresión melancólica a la vez que apretaba fuertemente el colgante. De repente, la chica se cercioró de algo- Entonces, la vez que asesiné a Yami... –la chica peliazul empezó a ponerse nerviosa, apoyándose ligeramente en Quattuor.

-¿Sarah? –preguntó Kareth al ver la reacción de la chica.

-Ahora lo entiendo...fue por el Sonar...en ese momento me descontrolé por el Sonar...no llevaba el colgante conmigo, lo había dejado con Yami...

-Unum...ese bastardo utilizó el Sonar para controlarte y matarle... –terminó de decir su hermano.

-Espera...Darker, ¿está muerto? –preguntó Eigar, sorprendido.

Sarah asintió, apretando los dientes por el dolor de aquel recuerdo. Pequeñas lágrimas cayeron por sus mejillas, bajando la cabeza para evitar ser vista.

 

En ese momento sintió una mano sobre su cabeza. Era la de Quattuor, quien acarició suavemente su pelo.

-Ya no hay vuela atrás en esto, peliazul. Por desgracia, tu dolor no le hará volver...

La chica respiró hondo y asintió, secándose las lágrimas para encarar a los presentes.

-Yo, como su guardaespaldas, solía dormir en la misma habitación. Recuerdo que en ese momento me fui a la ducha y dejé el colgante sobre una de las mesas. Cuando volví, vi que lo tenía en sus manos. Lo miraba como nostálgico, con una sonrisa en la cara. Entonces me dijo que quería hablar conmigo, parecía tener algo importante que decirme pero lo único que me preguntó fue qué tal me había ido el día, algo que hacía muchas veces –dijo la joven con tono alegre al recordar aquello, sin embargo, éste no tardó en transformarse-. En ese momento el mundo se volvió loco. Todo comenzó a dar vueltas y sentí cómo mi cuerpo se escapaba de mi control. Después de atravesarle, sólo alcancé a coger el colgante antes de que me atrapasen...y ni siquiera me opuse a ello...

 

Eigar cerró los ojos, apenado.

-Darker se mantuvo en pie frente a la lucha contra Detz desde que os sacó de las instalaciones subterráneas. Él hizo mucho más que alguien como yo, que se ha mantenido aislado en este oasis. Si no hubiese sido por él probablemente no estaríais aquí.

-Pero, ¿quién era él exactamente? –preguntó Kareth.

-Darker fue uno de los discípulos de Almir, uno de los sucesores al liderazgo de “Comhairle”. Detz quedó bastante impresionado por las habilidades diplomáticas de Darker, y decidió que pasara a formar parte del proyecto Gaia, convirtiéndose en uno de los líderes oficiales de la organización “pacifista” en lugar de Almir, quien fue “relevado” de su puesto.

-¿Quieres decir entonces que Detz le dijo a Darker lo que suponía el proyecto Gaia? –preguntó de nuevo el guerrero.

-Por supuesto. Todos los que formábamos parte del proyecto sabíamos las pretensiones de Detz y Gaia. Y creíamos en esos ideales ya que lo considerábamos una solución ideal para nuestro planeta...

-Pero algo os hizo cambiar de parecer –indicó Quattuor.

-Así es. Todo ocurrió poco antes de que tú volvieses con Sextus –dijo el hombre refiriéndose a Quattuor-. Meriah estaba realizando pruebas con la tecnología del Sonar para desarrollar mejoras cuando, gracias a la resonancia a la que daba lugar el aparato, consiguió algo que hasta entonces sólo había logrado Detz: contactar con Gaia.

-¡¿Ella contactó con Gaia?! –se sorprendieron los presentes.

-Por entonces, algo así hubiese sido prácticamente imposible para un humano normal. Debido a que el poder de ella se había reducido considerablemente, el único con el que había podido contactar había sido con Detz, quien formaba parte de ella, no obstante, mediante aquel aparato, había conseguido comunicarse con ella. Por otra parte, también hay que decir que la única manera de establecer dicha comunicación era a partir del Radiar, por lo que, Irving, vuestro padre, se encargó de desarrollar un aparato que ayudase a la interpretación de las frecuencias con las que resonaba el elemento, a fin de saber lo que decía la deidad.

-¿Qué ocurrió entonces? –preguntó Miruru, intrigada.

-Lo que os voy a contar ahora fue lo que hizo que nuestra visión sobre Detz comenzase a cambiar...

 

“-Bien, ya estamos los cuatro –dijo el hombre, de nombre Irving, a sus otros tres compañeros, entre los cuales se incluía su mujer.

Irving era una persona de complexión media, de unos treinta y pocos, con gafas y pelo canoso pese a su edad. Aunque daba apariencia de ser un científico reservado, era una persona bastante sociable y activa.

-¿Ha ocurrido algo? –preguntó Eigar con tono confuso- Cuando nos avisasteis parecía urgente.

-Más que urgente digamos que es algo de lo que no esperábamos enterarnos. Y creo que es mejor que lo sepamos todos. Meriah... –dijo Irving dando paso a la mujer que se encontraba a su lado.

Tanto Darker como Eigar la miraron. Por el inconsciente traqueteo de sus dedos sobre los brazos, los cuales estaban cruzados, pudieron deducir su nerviosismo, lo que les puso alerta ante la noticia que estaba dispuesta a darles.

-Como sabéis... –comenzó a explicarles tras un pequeño silencio- Hace un tiempo, durante unas pruebas con el Sonar, conseguí comunicarme con Gaia –la mujer echó un pequeño vistazo a su espalda, donde, encima de una larga mesa de laboratorio, se situaba un cilindro de cristal reforzado, con sendas placas metálicas en cada extremo, que contenía un líquido de color verde brillante y que estaba conectado a un aparato del cual surgían una serie de cables que, a su vez, se encontraban conectados a un ordenador. En la pantalla de éste, se podía observar una gráfica que grababa las diferentes frecuencias de las vibraciones producidas en el líquido.

Los hombres asintieron para dar constancia de que sabían sobre ello.

-El caso es que, tras varias conversaciones con ella, Irving y yo nos enteramos de que ella tiene dudas.

-¿Dudas? –preguntó Darker frunciendo el ceño- ¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que tiene dudas sobre si llevar o no a cabo el proyecto Gaia. No puede perdonar a los humanos pero, al mismo tiempo, tampoco puede dejar de amarlos. Si es así, entonces hay algo que no me cuadra, y es el hecho de que Detz siga dando por hecho que la decisión de Gaia es la misma que cuando se formó “Comhairle”.

-Esto sí que es inesperado... –dijo Eigar.

-Es posible que Detz no lo sepa –sugirió Darker-. Lo mejor será que lo hablemos con él cuanto antes y decidamos qué hacer al respecto.

-Sí, ya habíamos pensado en ello pero queríamos que lo supieseis ya que es algo...bueno...contradictorio... –declaró Irving-. En cualquier caso, seré yo quien vaya a hablar con él, ya os contaré...”

 

-Entonces, existe la posibilidad de que ella cambiase de opinión... –caviló Quattuor- Es extraño, ni siquiera los descendientes sabíamos sobre ello...

-Es posible que algo así hubiese afectado de mala manera a vuestro núcleo, interfiriendo en vuestra mentalidad, pero esto es sólo una suposición. En cualquier caso, aquello no fue lo que desencadenó nuestra salida del proyecto Gaia, sino algo mucho peor.

 

“Meriah caminaba de un lado a otro. Hacía rato que Irving había ido a hablar con Detz y todavía no había regresado.

 

Impaciente, decidió ir ella misma a comprobar lo que estaba sucediendo. Fue entonces cuando, al situarse frente a la puerta del laboratorio de Detz, escuchó unos gritos procedentes de su pareja.

-¡Eres un traidor! –gritó la voz de Irving.

-¿Un traidor? No, lo que yo pretendo es lo mejor para la humanidad. Más te vale quedarte callado y no hablar de esto con nadie.

-¡Antes muerto, Detz! ¡Jamás permitiré que te salgas con la tuya!

-Eso puede solucionarse.

De repente se escuchó un disparo que provocó que Meriah se echase las manos a la boca.

Al otro lado de la puerta, Detz suspiró.

-Mierda... ¡Mierda! ¡Mierda! ¡¿Por qué me has tenido que obligar a esto?! ¡Maldita sea! –hubo una pausa durante la cual se escuchó el lanzamiento de un objeto al suelo- Bueno, tendré que pensar algo para engañarles, de lo contrario...

Meriah, escapó corriendo de allí hasta llegar a su laboratorio. Las rodillas no pudieron aguantar más el temblor de su cuerpo, cayendo al suelo sobre éstas mientras ira, sorpresa y dolor se arremolinaban en su mente, dando lugar a que sus ojos estallasen en lágrimas y gritos de rabia e impotencia llenasen la habitación...”

 

-Meriah decidió contarnos lo sucedido. Jamás la había visto como aquel día. No podíamos creerlo pero tampoco teníamos motivos para dudar de su palabra. Aunque el hecho de que Detz intentase desviar el tema o diese pobres excusas, ayudaron a reforzar sus argumentos. Diría que el propio Detz sabía que sospechábamos de él pero ni a él le convenía matarnos ni a nosotros enfrentarnos a él. No al menos sin un plan.

Meriah se dispuso a fabricar un arma con la que pudiese penetrar la regeneración de Detz, no sabía cuánto tiempo tenía hasta que todo saliese a la luz pero, con la poca ayuda que pudimos prestarle, trabajó día y noche para producir el objeto así como los colgantes que tenéis con vosotros.

-¿Y no intentó decírselo a Gaia? Dijiste que podía comunicarse con ella, ¿no? –preguntó Miruru.

-No sirvió de nada. Gaia confía demasiado en Detz. Además, a partir de lo que escuchó no pudo llegar a la conclusión de qué era lo que pretendía hacer Detz.

-¿Qué pasó con el arma? –preguntó Kai.

-Quedó incompleta. El hecho de que Quattuor trajese a Sextus consigo aceleró el plan, lo que dio lugar a que Meriah decidiese que la mejor opción era escapar con vosotros. Eso alteraría el plan de Detz hasta que consiguiese terminar el arma.

-Pero no sobrevivió... –dijo Quattuor.

-Así es. Yo...no llegué a tiempo para salvarla. Ella me envió a recoger el arma incompleta, así como los documentos de su fabricación, y me dijo que me reuniese con ellos fuera de las instalaciones. Puesto que era el único que tenía habilidades especiales, el huir por mi cuenta no sería ningún problema. Aun así, un mal presentimiento me hizo dirigirme hacia donde estaban ellos. Intenté enfrentarme a Detz y los descendientes que estaban allí en ese momento, pero fracasé. Al final conseguí escapar de allí con el rabo entre las piernas...

-Hiciste lo que pudiste... –intentó animarle Kareth.

-Me uní al proyecto Gaia porque me consideraron un prodigio entre los miembros de Yohei Gakko. Uno cuyas habilidades estaban por encima de las del resto. Mi misión era la de proteger a Detz y al resto de miembros del proyecto contra lo que pudiese suceder. Y cuando llegó el momento en el que más me necesitaban...fracasé sin remedio...

-...

-Ese día no fuiste el único que fracasó –dijo Quattuor llamando la atención de Eigar-. Yo también pude haber hecho las cosas de ese modo, sin embargo, fui incapaz de salvarla. Es como le he dicho a la peliazul. Por mucho que nos lamentemos, no nos va a traer de vuelta a quienes han muerto.

-Je. Sin duda has cambiado, Quattuor. Me pregunto si el colgante fue lo único que lo consiguió...

-¿Qué ocurrió después? –preguntó Kareth.

-Por mi parte, intenté atacar de nuevo las instalaciones y eliminar a Detz junto con ellas pero no sirvió de nada. Finalmente fui perseguido hasta que logré llegar a este oasis donde me he ocultado durante todo este tiempo.

-¿Y Yami? –preguntó Sarah.

-La última vez que mantuve contacto con él me dijo que logró poneros bajo su protección pero que la situación era difícil teniendo en cuentas que dentro de “Comhairle” había miembros en los que la palabra de Detz seguía presente. No tardaron en intentar secuestraros y llevaros con los miembros más adeptos de forma que terminaseis de nuevo con el proyecto Gaia. Por suerte, Darker tenía ventaja al haber formado parte de éste, además de que su liderazgo le había proporcionado aliados confiables gracias a los cuales logró recuperar a uno de vosotros.

-¿Uno de nosotros? –Kareth y Sarah se miraron.

-Por lo que parece, los dos conseguisteis escapar de las manos de vuestros secuestradores, sin embargo, en el proceso, os separasteis. A Sarah consiguieron encontrarla pero tú desapareciste sin dejar rastro. No sería hasta más que descubrieron tu paradero.

-La Yohei Gakko del manejo de armas... –dijo Kareth.

 

Eigar asintió.

-Varios miembros de esa Yohei Gakko te recogieron y te llevaron allí. Para cuando Darker fue a buscarte ya habías perdido la memoria, así que consideró que, por el momento, te dejaría allí.

-Pero eso no explica por qué yo también perdí la memoria –declaró Sarah.

-A tu corta edad, quizás hubiese cosas que no entendías, pero sí las suficientes como para saber que tus padres habían muerto por culpa de otra persona y que tu hermano se había convertido en un guerrero. Sin que Darker se enterase, te administraste el Radiar a ti misma con el fin de hacer como tu hermano y luchar contra la oscuridad de este mundo. Si Darker no te dijo nada por entonces fue porque no te consideró preparada para enfrentarte a ello.

 

La habitación volvió a quedarse en silencio hasta que el propio Eigar lo rompió.

-Poco me queda por contaros...la verdad es que todavía no me creo lo de Darker. Siempre estaba alerta ante el proyecto Gaia.

-A Unum no lo conocía, así que consiguió infiltrarse en “Comhairle” sin que le descubriese. Pese a ello, por lo que ha dicho la peliazul, ya sabía que alguien iba detrás de él. Quizás por eso fue a la Yohei Gakko en la que estaba Kareth e intentó hablar las cosas con vosotros –trató de explicar Quattuor.

-Dime una cosa Eigar, ¿qué le ocurrió al arma que intentó fabricar nuestra madre? –preguntó Kareth.

-Todavía la conservo, enterrada en los alrededores de esta choza. Podéis quedárosla si queréis, estoy seguro de que sabréis usarla adecuadamente –Eigar cogió las manos de Kareth y Sarah-. Siento que hayáis tenido que llegar a esto. Fue por nuestra culpa, por creer en Detz, que ahora hemos puesto el futuro de este planeta y el vuestro en peligro. Pero quizás aún exista una oportunidad de detenerle, así que, aunque siento tener que pediros esto, no dejéis que el proyecto Gaia se lleve a cabo.

Los dos hermanos asintieron.

-Lo haremos.

 

Siguiendo las indicaciones de Eigar, todos excepto Kai se dispusieron a desenterrar el arma incompleta de Meriah.

-Ha sido una larga charla –dijo Kai.

-Lo sé, no estoy acostumbrado a tener visitas. Mucho menos a hablar durante tanto tiempo. Vuelvo a tener la garganta seca –declaró Eigar.

-Oye, maestro, hay algo que quiero preguntarte, aquella vez, cuando dijiste que el destino me deparaba un importante papel, que mi poder iba más allá de las reglas...recuerdo que en ese momento no supiste decirme el porqué...

-Ah, lo recuerdo, sí...

-¿Sabrías decírmelo ahora?

El hombre se quedó pensativo durante unos instantes.

-Dime, Kai, ¿conoces a Jared?

-¿Jared? Me suena de algo...

-Él es el ser que domina el mundo de los espíritus y las almas con las que nosotros realizamos los contratos.

-Ya veo. ¿Lo has llegado a ver alguna vez?

Eigar negó.

-Para llegar hasta él necesitas haber realizado un contrato con al menos dos de los cuatro Infernos y, por supuesto, recibir sus recomendaciones.

-Entiendo.

-Si hablas con él, Kai, es posible que consigas tu respuesta.

El nigromante asintió.

-Gracias, maestro.

-Aah, ya no me queda mucho, chico. Dentro de poco no podré ni moverme y entonces pasaré a unirme a Meriah, Irving y Darker. Me alegra haberos visto una última vez antes de morir...

-...

-Una cosa más, quisiera que llamaras a Kareth y a Sarah. Hay algo que me gustaría decirles antes de que se marchen...

76: The Legacy of Emil Greenard 7
The Legacy of Emil Greenard 7

Kai salió de la choza y les indicó a Kareth y a Sarah que entrasen de nuevo. En su mente todavía rondaba el nombre de Jared, sin entender del todo por qué el verle le ayudaría a saber sobre sí mismo.

 

Tras ver desaparecer a los dos hermanos en el interior de la casucha, se acercó al resto, quienes habían sacado de debajo de la tierra una caja metálica de color grisáceo y diseño plano.

-¿Ahí es donde se encuentra el arma? –preguntó el recién llegado, a lo que Quattuor, que era quien tenía el objeto en sus manos, respondió abriéndola.

 

En su interior, sobre un trozo de tela bien doblado, había una daga de empuñadura dorada. Su filo era de mayor longitud que el de una daga corriente, por lo que también podía ser considerada como una espada pequeña, y dentro de éste podía observarse un hueco en cuyo interior se vislumbraba un fino hilo de un material desconocido y que lo recorría desde la parte más baja hasta la punta.

-Imagino que por incompleto se refería a que este hueco tendría que estar tapado –comentó Ivel.

-O relleno de algo... –sugirió Miruru.

-En cualquier caso, si está incompleta, ¿qué vamos a hacer con ella? –preguntó Kai.

-Podríamos dársela a Normand. Quizás él sepa qué hacer –propuso Quattuor.

-Aun siendo él, sin los documentos de fabricación no sé yo si será capaz –dijo el nigromante.

-A primera vista no parece que estén aquí –comentó Miruru- ¿Podrían estar debajo de la tela?

Quattuor levantó el trozo de tejido junto con el arma, descubriendo una serie de papeles con dibujos e indicaciones sobre el objeto. Se encontraban un poco arrugados pero eran perfectamente legibles.

-Bingo –sonrió Kai.

 

Por otro lado, Kareth y Sarah se disponían a abandonar la habitación en la que descansaba Eigar. Sus rostros tenían una expresión algo melancólica aunque, al mismo tiempo, se sentían felices por lo que les acababa de contar el hombre.

-Oye, Eigar –comenzó Kareth dándose la vuelta para mirarle-, ¿por qué no te vienes con nosotros? Podríamos llevarte sobre nuestras espaldas, no nos sería ninguna molestia.

Él se limitó a sonreír.

-No, yo ya he hecho lo que tenía que hacer, y me alegro de haberlo hecho. Si hay un lugar en el que quiero descansar es éste. Idos y no miréis atrás, nosotros ya somos el pasado. Sois vosotros quienes tenéis que crear un futuro.

Dicho esto y respirando hondo, el hombre cerró los ojos lentamente, limitándose a descansar mientras los dos hermanos realizaban un gesto con la cabeza a modo de despedida y salían de la choza.

 

Ya reunidos con los demás y después de echar un último vistazo al hogar de Eigar, el grupo, guiados por Ivel para no perderse, se encaminaron hacia la salida del oasis.

 

Quattuor se encargaba de llevar los cristales que habían recolectado para la fabricación del arma de Sarah mientras que Kai llevaba la caja metálica con la daga y los documentos relacionados con ella.

-¿Sigues teniendo el silbato para las bestias, Kai? –preguntó Miruru.

-No. No podía llevármelo y dejar a mi maestro indefenso. En cualquier caso, no habrá problema ahora que estamos todos juntos y somos más que al principio, creo...

-Eso no me da mucha confianza...

 

-Pareces preocupada, Ivel –comentó Kareth caminando al lado de la pelirroja.

-¿Eh? ¡Ah! Lo siento. Es que, toda esta historia...me siento como una extraña, algo como esto me viene muy grande.

-Lo entiendo. Pero no hace falta que le des más vueltas, tú no tienes relación con esto. Además, como líder de los nómadas creo que tienes cosas más importantes en las que pensar.

-Supongo...aunque, con respecto a lo de Tribus...no puedo decir que no esté del todo relacionado conmigo...

-Incluso así, creo que lo mejor es que nosotros nos encarguemos de esto, ella incluida.

Desplazando la vista hacia el lateral, la nómada se quedó mirando el perfil de Kareth. Si alguien se hubiese fijado, habría podido notar un leve brillo en los ojos de la chica.

-Ése no es el único motivo por el que está relacionado conmigo, ¿sabes? –susurró para que el chico no le oyese.

 

El camino de vuelta terminó siendo más seguro que el de ida y, pese a que no se libraron del ataque de algunas bestias, no les supuso ningún problema.

 

Finalmente, consiguieron salir del oasis, distinguiendo sobre los yermos de alrededor un buen número de tiendas de campaña y a personas caminando por la zona. También pudieron divisar a unos seres con dos colas y cabeza de lobo que se hallaban cerca de la acampada, organizados en varios grupos y devorando varias piezas de carne cruda.

-Ese es... –comenzó a decir Kareth al ver una figura que presentaba dos pares de alas sobre su espalda- ¡Jaryl!

 

Siendo llamado de repente, el chico se giró, sorprendiéndose al encontrarse con el guerrero.

-¡¿Kareth?! ¡Eh! ¡Cuánto tiempo! –corriendo hacia el grupo, el nómada abrazó a su amigo- Me alegra verte de vuelta a ti también, Ivel. ¿Cómo es que vienen contigo? ¿Y quiénes son los demás?

-Calma, calma, Jaryl. Los encontré en el interior del oasis. Tras algunos sucesos, les he guiado hasta la salida.

-Ya veo. ¡Esto hay que celebrarlo! ¡Tenéis que contarme lo que habéis hecho durante todo este tiempo! –exclamó el chico mirando a los dos hermanos.

-Todo a su tiempo –lo detuvo la joven pelirroja-. Por ahora reúne a los demás, he de informarles sobre el oasis.

-De acuerdo, jefa.

-Y a ser posible, no me llames así.

Asintiendo con una sonrisa burlona, el nómada se marchó corriendo a hablar con el resto de su grupo.

 

Tiempo después, los nómadas se hallaban reunidos alrededor de Ivel, quien les contó lo que había visto en el interior del oasis, omitiendo todo lo relacionado con la historia del grupo de Kareth.

-...así que, visto lo visto, lo mejor será que busquemos otro sitio donde reabastecernos –sugirió la joven.

-Pero, no nos quedan demasiados recursos y es posible que tardemos en encontrar otro oasis en el que conseguirlos –comentó uno de los nómadas, provocando el murmullo del resto.

-Tienes razón, pero, como ya os he dicho, hay un gran número de bestias peligrosas en su interior. Y no sólo bestias, también plantas carnívoras. Si nos estableciésemos en las zonas más cercanas a las afueras es posible que el problema fuese menor pero, por desgracia, el agua se encuentra en las áreas más profundas del oasis, y no quiero poner en peligro nuestras vidas.

Kareth miró a Ivel con admiración. Sin duda era una gran líder de la que podría aprender muchas cosas.

-Mi propuesta es que comencemos a racionar nuestros recursos a partir de ahora y sigamos nuestro camino hacia el oeste. Normalmente, una vez encuentras un oasis, suele haber uno o dos más en un radio de varios kilómetros. Con suerte, encontraremos alguno de ellos y, en caso de que no lo consigamos, llegaremos hasta alguno de los pueblos que se encuentran en las afueras de los territorios de la facción. Si negociamos con ellos, es posible que logremos reabastecernos.

-No estoy de acuerdo. Es arriesgado intentar buscar otros oasis con los recursos de los que disponemos, y la situación de los pueblos no siempre es buena. Tendríamos suerte si encontrásemos uno con una gran cantidad de recursos como para poder negociar –dijo otro de los nómadas

-Creo que es mucho más arriesgado introducirse en un lugar donde ya sabemos que las probabilidades de supervivencia son bajas. Incluso el grupo con el que he venido y yo lo hemos tenido difícil ahí dentro. No es para tomárselo a la ligera.

Pese a sus palabras, la gente seguía discutiendo si lo mejor era marcharse o quedarse.

-Visto que hay quienes están a favor y quienes están en contra, lo mejor que es lo llevemos a votación.

-Esto, quizás me meta donde no me llaman pero, ¿estaría bien si hago yo otra propuesta? –preguntó de repente Kareth sorprendiendo al resto de presentes.

-¿Kareth? –Ivel frunció el ceño.

-¿Por qué no os venís con nosotros? Pertenecemos a los Rebeldes y nos asentamos en una villa a pocos días de aquí. No tenemos problemas con los recursos, mucho menos desde que nos aliamos con la facción y la unión, por lo que estoy seguro de que a su líder no le importaría compartirlos siempre y cuando proporcionéis trabajo y protección para la villa.

-... –la líder de los nómadas no respondió inmediatamente, desplazando la mirada hacia su gente y luego de nuevo hacia el guerrero- ¿Estás seguro de esto? ¿Cómo podemos estar seguros de que el líder de los Rebeldes aceptará?

-Os doy mi palabra. Confiad en mí.

Tras uno segundos con sus ojos fijos en la decidida mirada de Kareth, la joven se dirigió a los suyos.

-¿Quién vota a favor de la nueva propuesta?

Tomando la iniciativa, una mano se alzó sobre las demás. Se trataba de Jaryl, quien reflejaba en su rostro una expresión de orgullo. Poco después, a su lado, otra mano hizo lo mismo. Cuando Kareth bajó la vista hacia el cuerpo del que procedía la extremidad, detectó la presencia de Will.

Poco a poco más y más nómadas se unieron a los dos chicos, incluida la propia Ivel, hasta que finalmente una mayoría optó por la última propuesta presentada.

-De acuerdo, mañana partiremos. Esta vez serás tú quien nos guíe, Kareth –dijo Ivel extendiendo su mano.

-Por supuesto –respondió el chico estrechándola.

 

Se hizo de noche y los recién llegados fueron invitados a una pequeña celebración en honor al reencuentro y la decisión tomada. Sentados cerca de una hoguera, algunos miembros del grupo de Kareth así como de los nómadas, conversaban alegremente.

-Debo decir que ha sido precipitado –comentó Kai a su amigo.

-Quizás tengas razón pero...no me parecía bien no hacer nada –contestó Kareth.

-Lo sé, yo tampoco creo que Razer se lo tome mal. Además, por lo que he escuchado, son bastante buenos en combate.

-Sobre todo su actual líder. En lo que a fuerza y rapidez física respecta no tiene comparación.

-Oh, te veo muy halagador con esa chica. ¿Debería contárselo a Nara? –dijo Miruru con una sonrisa maliciosa.

-S-sólo es admiración. No pienses lo que no es. Para mí no hay nadie más que Nara.

-Quizás para ti sea así pero, ¿qué hay de ella? Puede que ella sí que sienta algo por ti –declaró la joven de pelo rubio.

-¡¿Qué?! ¡Para nada! –exclamó Kareth negando con la cabeza.

-Ya, ya, mi intuición me dice otra cosa...

-Déjalo ya, Miruru, no le comas la cabeza –dijo Kai intentando echarle una mano a su amigo.

-Jo, mira que sois aburridos...

Cerca de donde estaban, Sarah se encontraba charlando con Hina, quien la llevaba de la mano junto con otros pequeños nómadas.

-Esto es un buen golpe de aire fresco para todos –comentó Kareth bebiendo de un vaso metálico-. Después de todo lo que nos contó Eigar casi parece que nos hayamos metido en otro mundo.

-A todo esto, ¿dónde está Quattuor? –preguntó Miruru.

-Ha ido junto con algunos de los nómadas hacia el oasis para recuperar el vehículo que nos prestó Normand. Puesto que lo dejamos cerca de las afueras, no creo que tengan problemas –explicó Kai.

-Siendo Quattuor, incluso si se internase más dudo que los hubiese –dijo Kareth con una sonrisa irónica.

 

En otro lugar del campamento se encontraba Ivel, pensativa, mientras bebía y observaba a sus congéneres.

-Eh... –de repente, Kareth tocó su hombro, sentándose a su lado- Pareces un poco distante, ¿no?

La chica negó con la cabeza.

-Sólo estoy pensando en lo que tendremos que hacer a partir de mañana.

-¿En serio? Eres muy dura con tu cargo. Deberías relajarte esta noche. Lo de mañana ya llegará.

-Creía que eras tú quien había dicho que sólo debía preocuparme por los míos. Y, pese a ello, te has inmiscuido en nuestros asuntos –le espetó ella haciendo referencia a la propuesta elegida.

-Supongo que tienes razón, no soy quién para hablar.

-En cualquier caso, gracias. Nos has hecho un gran favor.

-¿Bromeas? Soy yo quien os debe más de una a ti y al resto de nómadas. Al fin y al cabo fuisteis vosotros quienes nos salvasteis a Sarah y a mí. Si no hubiese sido por eso no estaríamos aquí.

-Bueno, pero también es cierto que luego os vendimos a los “Geads”.

-Bah, cosas del pasado.

Ivel rió.

-No suelo ser una chica que confíe fácilmente en los demás...

-Dímelo a mí. Recuerdo que al principio me tenías vigilado como si fuese un preso...

-Sí...pero al final me atreví a confiar en ti...y me alegro de haberlo hecho...

La chica levantó la cabeza en dirección al guerrero, sus labios en tensión, y sus ojos moviéndose tímidamente hacia el lateral.

-Oye, Kareth, yo... –comenzó a decir Ivel.

 

En ese momento se escuchó el sonido de pisadas cerca de ellos, llamando la atención de ambos.

-Hola, Kareth –dijo Argo, quien llevaba algo de bebida y comida que, al parecer, había ido a buscar para su hija.

Desde el punto de vista del chico, el nómada estaba más deteriorado, como si la vejez le hubiese llegado antes de tiempo.

-Hola, Argo. Hacía tiempo que no te veía.

-Han pasado algunas cosas desde entonces. Como puedes ver, he dejado de ser el líder de los nómadas –explicó mientras miraba a su hija-. He dejado a alguien de mayor confianza en el cargo.

-Y que lo digas –ambos rieron, provocando que Ivel se avergonzase.

-Oye, yo...quería disculparme de nuevo por lo de la otra vez. Sé que por más que lo diga no cambiará el hecho pero, por ahora, es lo único que puedo hacer.

-Como le he dicho antes a Ivel: son cosas del pasado. Ahora mismo estamos todos vivos, y eso es lo que cuenta.

Los tres se mantuvieron en silencio durante unos segundos.

-Ah, cierto, ¿qué ibas a decirme Ivel? –preguntó Kareth, recordando sus palabras antes de que Argo les interrumpiese.

-¡¿Eh?! ¡Ah! ¡Nada! ¡No es nada! –exclamó alterada.

-¿Eh? Vamos, dímelo, ahora me has dejado con la intriga.

-¡Olvídalo! ¡Olvida que he dicho lo que sea que haya dicho!

-Si no has dicho nada, por eso te estoy preguntando por ello.

-¡C-cállate!

-¡Kareth! –Jaryl salió de la nada, cogiendo al chico del brazo.

-¡Uah! ¡¿Qué ocurre?!

-¡Todavía no nos has contado lo que has estado haciendo durante todo este tiempo! –se quejó el chico alado- ¡Vamos! ¡Will también está esperando!

-¡Vale, vale, pero no estires! –forzando a levantarse de sus sitio, siguió atropelladamente al nómada.

Ivel suspiró, poniendo una mano en su pecho mientras intentaba calmarse.

-No me digas que he venido en mal momento –dijo Argo mientras le daba a su hija la bebida y comida que había traído.

-¿Qué insinúas? –preguntó ella levantando las cejas.

-¡Ivel! –desde lejos, Jaryl le hizo un gesto para que viniese con ellos. La líder de los nómadas miró a su padre, quien le hizo un gesto para que fuese.

-¡Voy! –caminando con rapidez se unió al dúo mientras Argo la veía marchar.

 

-Ya he terminado –dijo Tribus dejando un bisturí sobre una bandeja metálica-. Sin estos utensilios a los que se les ha aplicado Radiar me habría sido imposible cortar tus tejidos –declaró la chica volviendo la vista hacia la cama, donde se encontraba el paciente al que le había realizado la operación.

-Con esto ya he completado otro de los pasos... –dijo Detz levantándose del lecho mientras se ponía una camiseta por encima, tapando las vendas que rodeaban su torso.

-Ten cuidado. Incluso con tu regeneración te llevará unos minutos volver a la normalidad. Por cierto, ¿puedo preguntar para qué es lo que te he introducido?

El hombre sonrió y alargó la mano hasta acariciar la mejilla de la chica.

-¿Confías en mí?

Tribus ladeó la cabeza tímidamente y asintió.

-Entonces todo bien –contestó Detz mientras se levantaba.

-...

-Por cierto, necesito que vuelvas a Genese. Hay que ultimar los preparativos para el advenimiento de Gaia.

-¿Incluso aunque no disponemos de todo lo que hace falta?

-No te preocupes. Después de que las tres potencias se reúnan lo habremos logrado todo.

 

Detz salió de la cámara, encontrándose a Unum apostado en la pared junto a la puerta.

-¿Cómo va todo? –preguntó Detz.

 -Listos para marchar –contestó el chico.

-Bien. Os avisaré cuando debáis partir.

-De acuerdo.

Una vez Detz hubo desaparecido de su vista, Tribus salió de la habitación.

-Hay que ver. Hace contigo lo que quiere, ¿eh? –dijo Unum con una sonrisa burlona en su rostro.

-Cállate –contestó Tribus hinchando los mofletes-. No le puedo hacer nada.

-Ah, este tipo de cosas me dan nauseas. Mejor me largo antes de que se me pegue.

-Para ti eso sería imposible. Sería más fácil encontrarte encima de una montaña de cadáveres.

-Lo sé. Por eso me gusta tanto esta misión –la cara de Unum adoptó una expresión terrorífica-. Me encargaré de que Kareth y los demás aprendan lo que es sufrir de verdad...

77: The Legacy of Emil Greenard 8
The Legacy of Emil Greenard 8

-¿Cómo te encuentras? –dijo Remi cuando entró en la habitación en la que se encontraba Nara junto con Seph.

-Bien, nada fuera de lo normal –respondió la chica.

Asintiendo a esto, su amigo le dejó una bandeja con comida encima de una silla cercana y se quedó de pie unos segundos, observando el vientre de ella.

-Si te soy sincero, sabía que algún día llegaría este momento. Aunque me esperaba que tardase más.

-¿Insinúas algo con ello? –preguntó Nara echándole una mirada acusadora.

-Bueno, ya sabes, la juventud de hoy en día puede ser bastante precoz y...

-¡Remi!

-Es broma, es broma –rió el joven-. Ya sabes lo contento que estoy por vosotros.

Nara no se mostró demasiado convencida por sus palabras pero decidió cambiar de tema.

-Hace varios días que se fueron. Me pregunto si habrán conseguido encontrar lo que buscaban.

-De lo contrario siempre pueden dar otro viaje, aunque dudo que a Razer le guste la idea –bromeó esta vez Seph.

-A todo esto, ¿dónde está Drake? –preguntó Remi.

-Ah, se ha quedado vigilando para ver si venían. Decía que cuando llegasen nos avisaría...

De repente se abrió la puerta, apareciendo Drake.

-¡Han vuelto! –exclamó el chico asustando al resto.

-¡¿Quieres al menos llamar?! ¡He estado a punto de lanzarte la bandeja de comida a la cara! –contestó Seph.

-¡Como sea! ¡El caso es que vienen acompañados por una muchedumbre desconocida! –continuó Drake.

-¡¿Enemigos?! –preguntó Remi preparándose para sacar su arma.

-¡Yo diría que no pero si queremos enterarnos de algo será mejor que vayamos a ver lo que pasa!

 

Tras esto, el grupo se desplazó hacia el lugar de los hechos, llegando justo cuando Donell se encontraba manteniendo una conversación con Kareth.

-¿Crees entonces que Razer tendrá algún problema con ello?

-Según lo que cuentas no creo que haya ningún problema, aunque intentaré comunicárselo cuanto antes. Por el momento, que se instalen en las afueras, les proporcionaremos aquello que sea de primera necesidad hasta que se formalicen las negociaciones.

-Gracias, Donell.

-No hay de qué –sentenció el hombre realizando un gesto de asentimiento.

-¿Sabes dónde está Normand? –preguntó Sarah apareciendo junto con Quattuor, ambos cargados con cajas.

-Está en su habitación ahora mismo. Creo que andaba ocupado revisando ese aparato en el que está subido.

Agradeciendo la información, ambos se marcharon.

 

-¡Kareth! –gritó Remi acercándose a su amigo.

-Hola, ¿qué tal todo?

-Sin problemas por aquí pero, ¿quiénes son? –preguntó el tirador señalando a los nómadas.

-Ah, son amigos míos. Nos encontramos con ellos durante nuestro viaje, aunque Sarah y yo ya los conocíamos de antes. Nos han ayudado en varias ocasiones así que son de fiar –declaró el joven.

-¿Han venido para unirse a los Rebeldes? –preguntó Seph.

-No exactamente. Sus provisiones son algo escasas en este momento y necesitan reabastecerse. Probaron en el oasis al que fuimos pero resultó ser más peligroso de lo que esperaban así que les propuse venir aquí y negociar con Razer. De esta forma quizás puedan ayudar a los Rebeldes hasta que terminen de compensar los recursos que reciban a cambio.

-Ya veo.

Dicho esto, Kareth desvió la mirada hacia Nara, quien le sonrió de vuelta.

-Bienvenido –dijo la chica.

-¿Me has echado de menos?

-Claro que sí, y estoy segura de que tu a mí también.

-Un poquito.

-No te hagas el duro, Kareth –comentó Remi sonriendo maliciosamente.

-Kareth –en ese momento apareció Ivel, situándose al lado de chico- ¿Qué han dicho?

-Dice que por el momento os abastezcamos con aquello que más necesitéis hasta que el líder de los Rebeldes venga en persona para formalizar las negociaciones.

-De acuerdo, se lo diré a mi grupo. Gracias por todo.

-Sin problemas.

-¡Oye, Kareth! ¡¿Quién es esta belleza que te acompaña?! –preguntó Drake acercándose a Ivel y cogiendo su mano para besársela. Sin embargo, en el momento en que rozó su piel, la chica le cogió del brazo y, haciéndole la zancadilla, lo tumbó de cara contra el suelo, retorciendo la extremidad del joven e inmovilizándolo.

-Como vuelvas a acercarte a mí de esa forma, te corto los genitales...

-P-perdón... –dijo Drake con un hilo de voz.

 

En ese momento, Ivel notó algo fino rodeando su cuello. Girándose lentamente, se dio cuenta de la presencia de Seph, quien la miraba con expresión seria.

-La única que tiene permitido castigar a este idiota soy yo, así que no te atrevas a ponerle un dedo encima.

-Esto...será mejor que nos calmemos todos un poco –dijo Kareth separando a los tres implicados- Ella es Ivel, la líder de los nómadas y, como supongo que acabáis de observar, un gran luchadora.

Los demás asintieron, todavía con un ligero shock por lo que acababa de ocurrir.

-En cuanto a ellos, el chico que ha intentando coger tu mano es Drake. Puede que parezca un pervertido pero en realidad es buena persona, así que no se lo tengas en cuenta.

-Entiendo. Puede que me haya pasado un poco. Lo siento.

-Yo...también... –respondió Drake todavía con una expresión de miedo en su rostro-. Mis genitales...y parecía que iba muy en serio... –murmuró.

-La chica que...te ha puesto un hilo alrededor del cuello es Seph. Es la pareja de Drake y también una persona de confianza.

-Te pido perdón a ti también –dijo Ivel alargando la mano.

-Claro –contestó Seph estrechándosela, todavía un poco molesta.

-Este es Remi, amigo mío desde hace mucho tiempo. Llega a ser un poco pesado con sus bromas, así que ten cuidado.

-¡Eh! ¡¿Qué imagen pretendes dar de mí?! –replicó Remi.

-La que te encargas de dar tú solito...

-Encantada –dijo Ivel.

-Y para acabar, te presento a Nara, también amiga mía desde hace mucho tiempo y alguien muy especial para mí.

-¿E-especial? –preguntó la líder nómada, a quien le tembló un poco la voz.

-Significa que son un par de tortolitos andantes con muchas ganas de darse amor –bromeó Remi mientras le daba un codazo a su amigo.

-Ejem...no hace falta que lo digas de ese modo –comentó Kareth, quien intentaba ser algo más discreto al respecto.

-¿Eh? ¿Ocurre algo, Ivel? –dijo Nara, observando la expresión de la joven, cuya boca estaba entreabierta y sus ojos se mostraban sorprendidos.

-Pareces un poco pálida –dijo Remi.

Lentamente, los párpados de la chica volvieron a su posición original, apretando ligeramente los labios que, tras un par de segundos, tomaron la forma de una sonrisa forzada.

-Estoy bien, tranquilos...

-Si tú lo dices... –dejó escapar Remi.

-Bueno, vamos dentro. ¿Vienes, Ivel?

-No, tengo que informar a los demás...así que os veré luego.

Asintiendo, Kareth y el resto del grupo se marcharon. Antes de seguirles, Seph se giró hacia Ivel, a quien observó con cierta preocupación.

-¿No vienes, Seph? –preguntó Drake.

-Ahora voy –contestó la chica, siguiéndolo.

 

-¿Y bien? ¿Crees que con esto bastará?

Sarah le entregó a Normand los cristales que habían recogido en el oasis, los cuales fueron observados con detenimiento por el científico.

-Sí, no hay problema. En cualquier caso, tardaré un tiempo en terminarlo así que, por el momento, tendrás que conformarte con el que tienes.

-De acuerdo. Hay otra cosa que queríamos darte.

Quattuor le entregó la caja abierta donde se podía ver el arma incompleta de Meriah, así como los documentos de su fabricación.

-¿Una daga? Mm...parece más grande que una normal. ¿Por qué me habéis traído esto?

-Es un arma que comenzó a fabricar mi madre en el pasado. Por lo que me contaron, la hizo con intención de vencer al líder del proyecto Gaia. Sin embargo, ella falleció antes de que pudiese terminarla así que pensé que quizás tú, con la ayuda de los planos, podrías completarla.

Normand miró con detenimiento algunos de los documentos de la caja, mostrando una expresión de concentración en el proceso. Después de un rato, levantó la mirada hacia Sarah.

-Parece al alcance de mis habilidades así que haré lo que pueda. De todas formas, no aseguro nada.

-Gracias.

-¿Y dices que esto lo fabricó tu madre?

-Sí...

-Debía de ser una gran científica.

-Sí...lo era... –dijo la chica con voz suave.

 

-¿Cuánto queda para que partamos hacia los territorios del imperio? –preguntó Sarah una vez Quattuor y ella hubieron salido de la habitación.

-Cuatro o cinco días como mucho.

-Mm...no se le veía muy convencido de terminarlo para entonces.

Quattuor la miró e, instantes después, dejó escapar un resoplido.

-Creo que sería mejor que esta vez no vinieses con nosotros.

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

-Primero, porque lo más seguro es que no tengas tu nuevo arco para entonces; y segundo, ¿recuerdas lo que te enseñé en el oasis?

-¿Lo de interaccionar con un punto en concreto del arma?

-Sí, hasta que no lo sepas hacerlo con éxito tú sola lo mejor es que no nos acompañes.

-¡¿Qué dices?! ¡Si no combato, ¿cómo quieres que aprenda?! ¡Además, soy una de los que tiene el colgante de mi madre! ¡¿Qué pasa si vuelven a utilizar el Sonar?!

-No es necesario combatir para aprender a usarlo. Además, con el emperador se encuentra Duobus, y ella no es como los demás descendientes a los que nos hemos enfrentado. Incluso si evitas los efectos del Sonar, tal y como eres ahora no podrás hacer nada contra ella.

-¡¿Y qué hay de los demás?!

-Kareth tiene su transformación y Kai a los infernos. Hasta Miruru tiene el poder de un semidiós. Pero tu caso es diferente. Lo único que puedes usar para combatir es tu habilidad y fuerza con las armas y es algo que todavía no has desarrollado a un nivel con el que puedas enfrentarte a alguien como Duobus. Podrías poner en peligro a los demás en caso de que las cosas se torciesen.

-Entiendo...entonces sólo sería un estorbo... –dijo la joven, con expresión sorprendida y bajando los hombros.

-Si es así como quieres verlo, sí, lo serías.

Tras unos momentos en pie y en silencio, la chica se alejó de Quattuor, dándole la espalda.

-¡Sarah!

-¡Déjame en paz! ¡Lo he entendido! ¡Me quedaré aquí, ¿está claro?! –gritando mientras caminaba, desapareció al girar por un pasillo.

-Ah... –el hombre suspiró mientras se rascaba la cabeza. Acto seguido chasqueó la lengua, molesto, y se encaminó hacia el exterior del edificio.

 

-Por fin en casa... –dijo Miruru mientras caía rendida sobre la cama.

-Si te has pasado todo el camino hasta aquí sentada –respondió Kai con una sonrisa irónica.

-Pero también te puedes cansar de estar sentado –replicó la chica.

-En fin, lo que tú digas.

El nigromante se sentó al lado de ella, cabizbajo y pensativo.

-¿Sigues preocupado por lo que te dijo Eigar? ¿Lo de ese tal Jared?

-Sí...intenté contactar con él pero parece que ni End ni Hel me permiten verlo todavía. Puede que consideren que aún no estoy preparado o que no soy lo suficientemente fuerte, no lo sé.

-¿Qué más da? No es algo que tengas que descubrir hoy, Kai –indicó la chica mientras se situaba detrás de él y rodeaba su cuello con los brazos.

-Puede que tengas razón.

-Claro que la tengo.

La semidiosa pegó su mejilla izquierda a la derecha del chico.

-¿Qué has decidido con respecto a la reunión de los gobernadores?

-Mm...no estoy segura pero, si esta vez va Razer, quizás sea mejor que me quede junto con Nara. Aunque me sentiré triste si no estoy contigo.

-No será por mucho tiempo.

-Aún así...

-¿Qué te parece si hacemos una cosa?

-¿El qué?

-Casémonos.

-¡¿Eh?! –Miruru separó la cabeza rápidamente del chico, mirándolo como a un loco.

-No me refiero a casarse, lo que se dice casarse...quizás, eso mejor cuando acabe todo...sino más bien un simbolismo. Una manera de decir que volveremos a vernos pase el tiempo que pase...

Se hizo el silencio tras el cual se escuchó un sollozo.

-¿Miruru?

Kai se dio la vuelta para encontrarse a la semidiosa llorando.

-Ah, si no estás de acuerdo con ello no importa. Quiero decir, es sólo... –intentando calmarla, el joven no sabía que palabras escoger.

-E-es tan estúpido –indicó Miruru- Es algo tan e-estúpido y pese a ello...es imposible que sea más feliz que como lo soy ahora –consiguiendo por fin secarse las lágrimas, o por lo menos la mayor parte de ellas, le dedicó una gran sonrisa- No me importa cuando ni donde, mientras sea contigo aceptaré encantada.

 

En las afueras, de la villa, Jaryl se reunión con Ivel y Argo en la tienda de campaña que ocupaban los dos.

-Ya hemos terminado de asentarlo todo. También he informado a aquéllos que faltaban.

Sentada junto a un pequeño mueble que servía como escritorio, la chica no respondió, con la mirada y los pensamientos puestos en otra parte.

-¿Ivel? –preguntó Argo, de pie a su lado.

-¿Eh? Ah...sí...buen trabajo... –dijo de repente, refiriéndose a Jaryl.

-¿Qué pasa? –preguntó el joven nómada.

-Estoy un poco cansada. Sólo eso...

-De acuerdo... –respondió no muy convencido- Me retiro por el momento. Si me necesitas para algo avísame.

Acto seguido abandonó la tienda, dejando a padre e hija solos.

-¿Qué te pasa, Ivel? –volvió a preguntar Argo.

-Ya he dicho que no es...

-Ivel. Soy tu padre. Podrás engañar a Jaryl pero no a mí. ¿Tiene que ver con Kareth?

La joven se mordió el labio inferior y asintió lentamente.

-No quería aceptarlo al principio, ¿sabes? Pensaba que si lo hacía me distraería de mis deberes para con el resto de nómadas. De hecho, a partir de cuando nos separamos, creí que olvidaría esos sentimientos, pero me equivoqué. En el momento en que volví a verle, crecieron mucho más fuertes, y no tuve más remedio que aceptarlos... –la joven líder se llevó las manos a sus llorosos ojos- Desde un principio no tenía ninguna posibilidad...aún así no pude mentirme durante más tiempo...

-...

-¿Por qué duele tanto?

-Amar a una persona es una espada de doble filo. Cuando toca el filo que corta, no puedes evitar salir herida. Pero al igual que otras heridas, tarde o temprano sanará, y en ese momento te sentirás feliz de haber amado, pues el tiempo que pasamos queriendo a una persona nunca es en vano. Quizás ahora no entiendas a lo que me refiero pero llegará el día en que lo harás.

Dicho esto, Argo acarició la cabeza de la joven. Por su parte, Ivel continuó sollozando hasta que sus lágrimas dejaron de fluir...

78: The Legacy of Emil Greenard 9
The Legacy of Emil Greenard 9

Finalmente, llegó el momento de partir hacia los territorios del imperio. Por parte de los Rebeldes iban Razer, Kareth, Quattuor y Kai; de la facción, el gobernador, seguido de un pequeño grupo de sus soldados; y por parte de la unión irían Alder y dos de sus guardaespaldas, quienes no habían estado durante el tratado con la facción.

 

Por lo que Kareth tenía entendido, los protectores de Alder también eran bastante fuertes, sin embargo no se comparaban a la fuerza de Yorus, quien, como mano derecha del gobernante, se quedaría en los territorios del norte sustituyendo a éste durante su ausencia.

-¿Estarás bien sin mí? –preguntó Yorus, preocupado por Alder, a quien había acompañado hasta el punto en el que se habían reunido los tres bandos de la alianza.

-Por supuesto, Zein y Loan me acompañan. Además, yo también tengo mis maneras de defenderme –respondió el gobernante tranquilamente.

-Tu jefe está en buenas manos –declaró el gobernador de la facción golpeando el pecho con el puño.

-No sé si puedo fiarme de ti... –murmuró el guardaespaldas sin que se diese cuenta- Por cierto, si tú estás aquí, ¿quién se está encargando de llevar la administración en el oeste? –le preguntó.

-El resto de mis soldados junto con los representantes de los ciudadanos.

-Oh, parece que has decidido incluir más su opinión.

-Es parte del trato para la formación de la alianza. Además, ahora que hemos dejado las armas los recursos deberán destinarse a otras cosas.

-Me resulta raro verte pensar en algo que no sea guerrear –comentó Alder.

-¡¿Qué has dicho?! –se enfadó el líder de la facción.

-Nada, nada... –respondió, encogiéndose de hombros.

 

Kareth esbozó una sonrisa irónica ante aquella escena. Acto seguido desplazó la mirada hacia los demás. Algunos de los soldados de la facción mantenían posiciones firmes al lado de los vehículos con los que habían llegado. Otros estaban situados dentro de los mismos, esperando órdenes para partir.

“Qué estrictos”, pensó el chico mientras cavilaba sobre si el asalto que realizaron al recinto de su gobernante les habría puesto en mayor alerta sobre sus capacidades como guardianes.

 

Por otra parte, Quattuor y Kai esperaban junto a su medio de transporte, un automóvil de cuatro ruedas parecido al que les había prestado Normand pero más pequeño y sin extraños botones en la parte de delante. Éste había sido obtenido por Razer, quien a su vez se lo había pedido prestado a Alder.

 

El joven guerrero se fijó en el anillo que llevaba Kai en uno de sus dedos. Antes de su partida, él y Miruru habían realizado una especie de pacto (pues no podría llamarlo exactamente casamiento) en presencia de él y otros miembros de los Rebeldes, incluidos por supuesto, los miembros más cercanos del grupo. El acto había sido presidido por Donell, y los anillos, nada ostentosos, se habían fabricado mediante trenzados de hojas de algunas de las plantas que crecían cerca de la villa, y que habían sido recogidas por los niños del lugar. Aunque era algo muy simple, ellos decían que no les importaba, por el momento, consideraban que aquellos anillos les traerían suerte en lo que estaba por venir.

 

En ese momento recordó la despedida que tuvieron antes de dirigirse al punto de congregación:

-Tened mucho cuidado –dijo Nara a Kareth mientras lo abrazaba.

-No te preocupes, estaremos bien acompañados –dicho esto, posó una mano sobre el vientre de ella-. Prometo que haré de este un mundo uno en el que podamos verlo crecer felizmente.

Su pareja asintió.

-Miruru, la dejo a tu cargo –dijo el chico guiñándole un ojo a la semidiosa.

-¡Por supuesto! ¡Nadie se atreverá a ponerle la mano encima! ¡Te lo prometo! –respondió la joven mientras le hacía cosquillas a su amiga a la vez que rozaban sus mejillas.

-¡M-Miruru! –exclamó Nara intentando quitársela de encima.

 

En ese momento una mano golpeó levemente la nuca de la chica de pelo rubio.

-Si vas a ponerle tú las manos encima entonces no tiene caso que la protejas –la riñó Kai.

-Ay, yo sólo quería mostrarle todo mi cariño y aprecio... –comentó tristemente.

El nigromante posó una mano encima de la cabeza de Miruru.

-No hagas que me preocupe –sonrió el joven.

Ella le devolvió el gesto enseñándole el anillo con orgullo.

-Cuando vuelvas, lo haremos a lo grande, invitaremos a todo el mundo. Incluso a tu maestro, aunque para ello tengamos volver a meternos en ese oasis.

-Jajaja...sí, estoy seguro de ello...

 

-¿Es que no confías en mí como protector? –preguntó Remi indignado.

-Y yo que quería dejarte descansar  –contestó Kareth- A todo esto, ¿dónde están Ivel y Normand?

-Normand ha empezado a trabajar en el arma que trajisteis. En cuanto a Ivel, no tengo ni la menor idea –dijo Seph encogiéndose de hombros.

-Vaya, es una pena. Me hubiese gustado despedirme de ellos, sobre todo de Ivel. Al fin y al cabo, puede que ya se haya marchado cuando vuelva...

 

-¿Vas a estar así incluso durante la despedida? –le preguntó Quattuor a Sarah mientras metía algunas cosas en el interior del vehículo.

La peliazul se limitó a cruzarse de brazos y desviar la mirada hacia otro lado.

-Ya veo... –el hombre suspiró, acercándose a ella y sacando un objeto de su bolsillo. Posteriormente, tomó la mano de la chica y depositó el objeto en la palma de su mano.

-¿Qué es est...? –se dispuso a preguntar justo cuando vio que se trataba del colgante de su madre- ¡¿Eres idiota?! ¡Si te quitas esto estarás expuesto al Sonar!

-Lo sé.

-¡¿Entonces por qué me lo das?!

-Esto fue un regalo de una de las personas más importantes que ha habido en mi vida, y ahora se lo doy a alguien todavía más importante.

Sarah intentó decir algo pero se quedó con la boca entreabierta. Por su parte, Quattuor se dispuso a volver al automóvil.

-¡Eh! ¡Espera!

Cuando el descendiente volvió la vista, sus reflejos le llevaron a coger un objeto que lanzado al aire. Era otro de los colgantes.

-¡Ya que tú me has dado el tuyo, lo justo es que yo te dé el mío! ¡Más te vale que regreses y me lo devuelvas! ¡De lo contrario, recibirás las consecuencias! –gritando esto, la chica se marchó de allí, dejando a Quattuor estupefacto. Tras mirar el objeto, el hombre sonrió y se lo puso alrededor del cuello.

 

-Ocúpate de todo mientras no estoy, Donell –dijo Razer ultimando sus preparativos.

-Sin problemas.

-Es posible que después de todas las batallas y las muertes de tantos compañeros, consigamos ponerle fin a esto.

-No deberías culparte por ello.

-Como líder, esa será una carga que llevaré siempre, Donell. Todos me han confiado sus vidas esperando a que algún día el imperio caiga y la guerra termine. Parece que, después de todo, sí soy un líder con suerte. De lo contrario nunca me habría encontrado con ellos ni habríamos sido capaces de tomar este camino.

-Bueno, la suerte también es una habilidad, ¿no es cierto?

-Jajaja...eso mismo, mi querido amigo.

-Creo que eres un buen líder, Razer.

-Gracias por tus ánimos, Donell –dijo Razer mientras se alejaba-. ¡Kai! ¡Kareth! ¡Quattuor! ¡Nos vamos!

 

-Por cierto, Normand me dio esto para ti –dijo el líder de los Rebeldes sacando un objeto de gran tamaño, el cual estaba cubierto por una manta, y entregándoselo al gobernador del oeste.

Éste lo destapó con precaución y se sorprendió al ver de lo que se trataba.

-¡Es mi Hydra!

-Supongo que pensó que no te vendría mal tenerla de nuevo en perfecto estado para defenderte.

-Je, haré buen uso de ella.

Dicho esto, los tres líderes volvieron con sus respectivos acompañantes y continuaron con el viaje hacia los territorios del imperio.

 

No hacía falta decir que el conductor del vehículo en el que iban los Rebeldes era Quattuor. A su lado se encontraba Razer, mientras que en la parte de atrás se situaban Kai y el propio Kareth.

 

A su vez, el grupo de los Rebeldes era el último de la fila india que formaba la alianza, situándose en cabeza el gobernador de la facción y su séquito, y en segundo lugar el gobernador de la unión.

-A todo esto, me doy cuenta de que todavía no sé el nombre del gobernador de la facción –comentó Kareth.

-Yo creo que ése va a ser el menor de nuestros problemas –replicó Quattuor.

-Bien, chicos, recordemos lo que debemos hacer una vez lleguemos allí. Nos reuniremos con el emperador, que con total seguridad estará acompañado de Duobus y, probablemente de otros descendientes de Gaia, motivo por el que habrá que mantenerse alerta ante cualquier movimiento. En principio, nuestro objetivo será hacerle comprender al emperador que, si continuamos con esta guerra, lo único que conseguiremos será la extinción de la raza humana. Sin embargo, bien es sabido que el emperador no es muy dado a mostrar entendimiento hacia los demás, por lo que, si no lo conseguimos por las buenas, tendrá que ser por las malas –explicó Razer.

-¿Y no sería mejor haber llevado un buen ejército por si acaso? –preguntó Kareth-. Quiero decir, jugamos en su casa. Si algo sale mal estaremos en desventaja.

-Lo sé. Pero piensa que, si llevásemos más soldados de los que tenemos, sospecharían de que nuestras intenciones no son las de dialogar. Tendremos que arriesgarnos y contar con que el séquito del gobernador de la facción retendrá a sus soldados el suficiente tiempo como para capturar a su líder. Una vez hagamos esto, tendremos el control sobre el imperio.

-¿Cuánto tiempo calculas que podrán darnos? –preguntó Quattuor.

-Según el gobernador de la facción: una media hora aproximadamente. Espero que no esté siendo demasiado optimista...

 

Tras un duradero viaje, llegaron hasta las afueras de los territorios del imperio o, por lo menos, de una parte de ellos.

-La mansión del emperador se encuentra en los territorios del este, los cuales están distribuidos en distritos siguiendo un alfabeto de tiempos muy anteriores a la guerra. En el sur, por el contrario, los distritos siguen un orden numérico –explicó Razer.

-Entonces, ¿en qué distrito se encuentra la mansión? –preguntó Kai.

-En el “Distrito β”... –respondió Razer bajando la cabeza.

-¿Ocurre algo?

-Hace varias semanas me enteré de que un escuadrón de los Rebeldes inició un ataque contra una de las bases del “Distrito α”. Todos fueron aniquilados. Si bien la alianza ya se había formado, todavía no me había dado tiempo a comunicárselo a todas las divisiones y grupos, por lo que es obvio que no estaban informados. Pese a ello, tuve que declararlos como un grupo independiente a los Rebeldes para que el emperador accediese a la reunión...es un deshonor para mis hombres el hacer algo así...como si sus actos no hubiesen tenido ningún valor para nuestra causa pese a que lo único que pretendían era destruir parte de los cargamentos de Radiar que usa el imperio...

Todos se quedaron en silencio hasta que Quattuor se encargó de romperlo.

-Cuando terminemos con todo esto, seguro que podrás darles el honor que se merecen, Razer. Por ahora, si son capaces de vernos desde alguna parte, pensarán que hiciste lo correcto...

-Todos aquellos que mueren van al más allá. Te escucharán... –sentenció Kai.

 

Tras una pequeña parada en la base que daba paso al “Distrito β” y certificar quiénes eran, la alianza continuó su camino.

 

Desde el punto de vista e Kareth, las calles y casas de aquella área tenían un aspecto considerablemente lujoso. Al parecer, la presencia del emperador había dado lugar a una gran diferencia entre aquellos distritos más cercanos a su mansión y aquéllos más alejados.

 

De esa forma, podía observar el aspecto pomposo y arrogante de aquellos que apoyaban su mandato, probablemente exsoldados, relativos del emperador o individuos que le ayudaban a conseguir lo que deseaba a cambio de aquella favorable situación; y que ayudaban a mantener bajo control las posibles rebeliones de las clases más pobres.

 

Así pues, aparcaron los vehículos en un espacio que había enfrente del caserón donde los esperaban, aunque más que un caserón debía ser llamado castillo ya que era inmenso.

-Diría que es dos o tres veces más grande que el recinto del gobernador de la facción –declaró Kai.

-Los recursos de los que dispone el imperio son mayores así que... –contestó Razer señalando la construcción con la intención de terminar la frase.

 

Poco después, aparecieron varios hombres y mujeres con aspecto de criados que, tras saludarles de manera cortés, les invitaron a seguirles hasta el interior.

 

Dentro, el grupo observó aquel escenario con sorpresa: los anchos y largos pasillos, las innumerables habitaciones...todo con unos diseños más modernos de lo que esperaban y grandes ventanales que daban a extensos patios.

 

Los criados les llevaron hasta un par de elevadores con forma cuadrada y cuya amplitud debía de permitir cargar un máximo de unas veinte personas.

 

Así pues, los recién llegados fueron transportados hasta el piso más alto, donde continuaron el trayecto por otra serie de pasillos, esta vez de diseño más arcaico, techos curvados y alfombras cubriendo el suelo. Finalmente, se detuvieron frente a un gran portón, el cual fue abierto por los criados, dando lugar a un gigantesco balcón desde el que se podía ver todo el distrito y con una barandilla de piedra como única separación entre él y una caída libre casi kilométrica.

-¡Por fin habéis llegado! –exclamó una voz llena de aburrimiento- ¡Estaba cansado de tanto esperar!

 

Los recién llegados desplazaron la vista hasta posarla sobre una de las dos grandes mesas que ocupaban el centro del balcón y que estaban hechas del mismo material que la barandilla. Levantándose de una de las tantas sillas que había alrededor de dichas mesas, un hombre pelirrojo de traje negro y sonrisa de superioridad, alzó sus brazos como queriendo darles un cálido recibimiento.

-¡Bienvenidos a mi pequeño rincón! Bellas vistas, ¿no creéis?

-Ahórrate las tonterías, Naithan –dijo Alder.

-Oh, hacía ya tiempo que no me llamabas así. Desde la última vez que nos vimos. Sin embargo, en esta ocasión vienes con más compañía –comentó él sonriente-. Si tanto queréis que vayamos al grano sentaos, por favor. Si queréis tomar algo, mis criados os lo traerán enseguida.

 

Haciendo caso a Naithan, el grupo, incluido el propio emperador, ocupó buena parte de las sillas. Los soldados y guardaespaldas de los otros dos gobernadores se quedaron fuera de la sala.

-Espero que no intenten nada extraño. Tengo soldados dispuestos por toda la mansión, por lo que estarán vigilados en todo momento.

“Eso era algo que ya imaginábamos”, pensó Kareth ante el comentario del mandamás del imperio.

 

Con un gesto educado, todos rechazaron el ofrecimiento de los criados, tras lo que se marcharon cerrando el portón detrás de sí.

-Antes que nada, dejad que os presente a mi consejera –dicho esto, una puerta situada en la pared lateral derecha del balcón se abrió, dando paso a una joven que llevaba un abrigo de cuyo cuello colgaban varias plumas erizadas-. Su nombre es Duobus. –indicó mientras la chica se sentaba.

-Es un placer... –dijo la chica mientras inclinaba la cabeza a modo de saludo.

 

Por supuesto, todos la conocían, algo que ella también sabía, la duda estaba en si el emperador sabía de que lo que era capaz.

-Es encantadora –declaró Naithan orgulloso.

-No hay duda sobre ello –dijo Alder con tono calmado-. Y para nosotros también es un placer, señorita Duobus –continuó, devolviéndole el gesto a la descendiente.

-A mí también me gustaría que me presentaseis a los demás. A vosotros dos os conozco pero no sucede lo mismo con los otros cuatro. Supongo que vienen de parte de los Rebeldes...

-Así es. Yo soy Razer, líder de los Rebeldes, y ellos son mis consejeros: Kareth, Kai y Quattuor.

-Tres consejeros...qué te parece... –se sorprendió Naithan mientras apoyaba sus codos sobre la mesa.

-No se dijo nada sobre el número a la hora de formalizar la reunión, ¿cierto? –dejó claro Razer.

-Es verdad. No se dijo nada. Y tampoco es como que tenga algo en contra de ello...

-Con respecto a lo de que no me conoces. Quizás es que simplemente no lo recuerdas –dijo Razer forzando una sonrisa.

Desde sus sitios, los demás podían sentir la rabia contenida de Razer y la tensión que acababa de formarse.

 

-Ejem... –Alder carraspeó, distrayendo la atención de todos y calmando ligeramente la situación.

-Sin duda, es una curiosa alianza la que habéis formado. Supongo que podréis darme los detalles del porqué –volvió al tema Naithan.

-De hecho, ése es el punto principal de esta reunión y al que me gustaría proceder ahora mismo.

-Adelante –el emperador realizó una señal con las manos para dar paso al gobernador de la unión.

-Como bien es sabido, tras la alianza formada entre el imperio y “Comhairle”, que pasó a declararse beligerante, descubriéndose entonces la existencia de las Yohei Gakko; tanto Ceron como yo decidimos que lo mejor era pactar una unión de fuerzas con el fin de enfrentarnos a dicha alianza...

“Así que su nombre es Ceron”, pensó Kareth tras descubrir el nombre del líder de la facción.

-No obstante, dicho enlace fue interrumpido por los Rebeldes, quienes, gracias a su información e intromisión, nos hicieron darnos cuenta de que estábamos siendo manipulados para continuar con la guerra de una manera muy específica. Todo con el fin de hacer desaparecer a la humanidad de la faz del planeta.

-¿Manipulados? ¿Por quién? –preguntó el emperador.

-Por una organización bajo el nombre de proyecto Gaia, derivado de su propio objetivo: conseguir que el núcleo que creó este planeta, un ser con un poder equivalente a una deidad y, por tanto, recordada en leyendas como tal, ascienda a la superficie y cause el renacimiento del mundo, impidiendo la existencia del ser humano.

-Oh. Entonces debo asumir que hay alguien de esa organización aquí que me está manipulando, ¿no es así? Si lo estaban haciendo con los gobernadores de las otras potencias, es lógico pensar que también lo está haciendo conmigo.

-Por supuesto, los miembros del proyecto Gaia se hacían pasar precisamente por nuestros consejeros. Y qué casualidad que aquí tenemos a alguien cuya labor es precisamente esa, ¿no es verdad, señorita Duobus?

La chica se mantuvo en silencio, con expresión de indiferencia y la mirada fija en Alder.

-Ya veo. Así que Duobus es quien me ha estado manipulando todo este tiempo para continuar con esta guerra y llevarme a la destrucción de la raza humana...

-Firma la paz con nosotros, Naithan. Quizás nos lleve tiempo pero estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo que nos convenga a los tres. Si seguimos así, terminaremos cavando nuestra propia tumba.

 

Naithan observó uno por uno a los presentes. Tenía una expresión entre seria y divertida, como si pensase que todo aquello era algún tipo de broma pero intentase disimularlo. Sin embargo, no pudo aguantar más la presión de sus propios pensamientos y empezó a carcajearse a voz en alto, golpeando varias veces la mesa e incluso dejando caer lágrimas en su superficie.

 

Ceron hizo ademán de levantarse, enfurecido por la actitud del emperador, no obstante, fue detenido por el brazo de Alder, quien se mantuvo impasible hasta que el líder del imperio se hubo calmado.

-¡Un trato dices! ¡Qué irónico! ¡Ahora tenéis miedo de que la humanidad se extinga cuando en generaciones anteriores se podría haber evitado la actuación del proyecto Gaia! ¡Sois unos hipócritas! –dijo Naithan con una sonrisa arrogante.

-Tú no eres mejor que nosotros, Naithan –declaró Alder.

-Por supuesto que lo soy. La muerte es una liberación, querido Alder, y llevarla a cabo, un divertimento. El ser humano lleva condenado desde hace mucho tiempo. Si no termina con nosotros el proyecto Gaia lo hará la guerra. Ellos sólo acelerarán el proceso y permitirán la recuperación del planeta.

-Si nosotros terminamos tanto con la guerra como con el proyecto Gaia, es posible que no exista tal final.

-¡Demasiado idealista, Alder! ¡Buscas una utopía! El ser humano no cambiará, y aunque termines con esta guerra, se iniciará una peor ¡Es nuestro destino! ¡Nuestra naturaleza!

-Entonces, ¿estás a favor de ellos?

-No. Simplemente me es indiferente ¡Si vamos a extinguirnos igualmente, prefiero divertirme destruyendo todo lo que pueda! ¡Si mi vida tiene un final, prefiero que sea sintiendo la emoción de una batalla a muerte! ¡Quitándole la vida a mis semejantes! Sí, eso es mucho mejor que intentar un sinsentido como detener la naturaleza humana. Cuando el proyecto Gaia me ofreció una batalla sin precedentes. Un último choque entre titanes. Pensé que era la oportunidad perfecta, mi clímax, mi liberación...

-¡Estás loco! –exclamó Ceron.

-¡¿Y me lo dice alguien encerrado en una armadura y siempre dispuesto a combatir?! ¡No me hagas reír! ¡Todos estamos locos, Ceron!

-Déjalo, Ceron. Ya contábamos con la posibilidad de que hablar con él fuese inútil –dijo Razer-. Si no conseguimos convencerte por las buenas, será por las malas.

-No tan rápido. Todavía os tengo reservada una pequeña sorpresa. No obstante, no seré yo quien os la cuente.

 

Los presentes se miraron extrañados mientras por la misma puerta por la que había entrado Duobus aparecía un hombre al que algunos de ellos conocían bien.

-Volvemos a vernos, Kareth, Quattuor.

-¡Detz!  -exclamaron los dos al unísono.

79: The Legacy of Emil Greenard 10
The Legacy of Emil Greenard 10

Ivel llevó tres cajas a uno de los carros que transportaban las provisiones (una de ellas sujetándola hábilmente con el brazo de su espalda), apilándolas una encima de otra.

-Ah... –suspiró mientras se quitaba el sudor de la frente.

-No hace falta que te fuerces tanto. Llevas transportando cosas toda la mañana, tanto para los nómadas como para los Rebeldes –dijo Jaryl mientras apilaba un par de mantas dobladas al lado de las cajas.

-He hecho cosas mucho peores. Además, de alguna manera tenemos que agradecer el que nos hayan dado estas provisiones.

-Lo entiendo, pero ese chico, Razer, dijo que nos lo podíamos tomar con calma.

-El trato consiste en que recibimos las provisiones a cambio de realizar algunos trabajos para el beneficio de la villa y los Rebeldes. Cuanto antes acabemos con el trabajo y nos llevemos dichas provisiones, mejor. No quisiera abusar de ellos tomándonoslo a la ligera.

-Ya veo. No sé, es que me da la sensación de que estás intentando mantenerte ocupada, ¿hay algo que te moleste?

-No es nada. Voy a por más...

-Ivel...

El joven intentó llamarla pero cuando quiso darse cuenta, ya se había marchado.

 

-En serio, ¿qué me pasa? –se preguntó la chica pelirroja mientras se llevaba una mano a la sien derecha.

-¡Ivel! ¡Iveeeeeeeel!

Al girarse para ver quién la estaba llamando, la líder nómada se encontró con Miruru.

-¿Mi-Miruru? ¿Qué quieres? –preguntó mientras, por acto reflejo, escondía el brazo de su espalda de la mirada de la semidiosa.

-¡Tienes que venir a ayudarnos!

-¿Ayudaros? ¿A qué?

-¡Tú, ven! –exclamó la joven rubia mientras le cogía de la muñeca y la arrastraba detrás.

-¡Espera! ¡Tengo cosas que hacer!

-¡Ya las harás después! ¡Esto es más importante!

-¡¿Eh?!

 

Al cabo de poco tiempo llegaron a una habitación en la que se encontraban Nara y Remi.

-¿Huh? ¿Has traído a Ivel? ¡No deberías haberla molestado, Miruru! ¡Tiene que estar ocupadísima! –la regañó Nara.

-¡Es que esto es importante! –respondió Miruru.

-¡No te inventes cosas!

-¡¿Alguien me explica lo que ocurre?! –interrumpió Ivel.

-Pues estábamos proponiendo nombre para el bebé y, como no encontrábamos ninguno que le gustase a Nara, Miruru salió corriendo a buscar ayuda como si fuese una emergencia –explicó Remi.

-¡¿Qué?! ¡¿Me has traído sólo por eso?!

-Es que recordé que Drake y Seph ahora mismo están vigilando, así que, al verte a ti, pensé: “Ella servirá”.

La líder nómada se echó una mano a la frente y resopló.

-Será mejor que vuelva a lo que estaba haciendo...

-¡Espera, Ivel! Hay algo de lo que me gustaría hablar contigo en privado –le pidió Nara.

-¡¿Eh?! ¡¿Vas a dejarme fuera de la conversación a mí?! ¡¿A tu amiga íntima?! –se quejó Miruru.

-¡He de decir que yo también me siento ofendido! –añadió Remi.

-¡Salid los dos de la habitación! ¡Ahora! –les gritó Nara provocando que ambos se pusiesen pálidos.

-¡Sí, señora! –dijeron al unísono mientras escapaban.

 

-Perdónales –dijo Nara una vez se quedaron solas.

-N-no pasa nada. ¿De qué querías hablar?

-Tú, ¿estás enamorada de Kareth? –preguntó sin rodeos la chica, aunque con timidez en su voz.

Ivel se sorprendió al principio, tras ello, adoptó una expresión más seria.

-Tú...

-Seph me lo comentó. Decía que era una suposición con respecto a tu comportamiento últimamente. Que te notó rara cuando, bueno, cuando te enteraste de que Kareth y yo estábamos juntos.

-Preferiría no hablar ahora sobre ello... –respondió la chica.

-¡Espera, por favor! Yo...sólo quería decirte que...no hay nada de malo en querer a alguien incluso si no eres correspondido...sé bien que cuando estás enamorada de otra persona haces todo lo posible por superarte y...descubres cualidades de ti misma que creías que no tenías. El llegar a ser más valiente por alguien...eso es algo que yo misma he sido capaz de sentir en mi propia piel...por eso...no es nada malo...no es nada por lo que estar triste...furiosa o...incluso celosa...

Ivel se mantuvo en silencio, observándola mientras intentaba explicarse. Al terminar, la chica pelirroja le dio la espalda.

-¡Ive...!

-Gracias por tus palabras.

Acto seguido salió de la habitación, encontrándose con Miruru en el pasillo, quien intentó disimular su estancia allí mirando hacia otro lado. Sin embargo, Ivel ni se inmutó, caminando en dirección contraria a donde se encontraba la semidiosa.

 

Después de esto, la chica de pelo rubio entró en la habitación.

-¿Estás bien?

-... –su amiga no dijo nada, cabizbaja.

-No te preocupes. Seguro que al cabo de un tiempo se le pasará.

-No sé, yo creo que me odia...

-¿Por qué iba a odiarte? Ni que tuvieses la culpa. Algunas veces se gana y otras se pierde. Es tan simple como eso, ¿no?

-El rechazo no es tan fácil de aceptar, Miruru.

-Pero no puede evitarlo. Le ha tocado perder, y a no ser que sea del tipo de personas que van a por la pareja de otro, en cuyo caso yo misma la mataría, lo terminará aceptando y todo se solucionará. Nara, a veces eres demasiado amable, no tienes que sentirte mal por ella. Así son las cosas.

-¿No será que tú eres muy dura? –comentó con tono jocoso.

-Quizás sea un poco principiante en estas cosas. He tenido sólo mes y medio para aprender. Aun así no me declaré a Kai pensando que todo iba a salir bien. También estaba preparada para ser rechazada y, creo que, al igual que hay muchas cosas que quiero saber, ella también tiene que aprender sobre eso. No, estoy segura de que lo hará. Así que deja de sentirte mal y tan sólo dale tiempo.

-Supongo que tienes razón. Gracias, Miruru.

-Por algo soy tu amiga íntima. Así que, ¡no vuelvas a echarme de la habitación! –exclamó la joven con ojos llorosos.

-¡Jajaja!

De repente, el sonido de una sirena las alteró, ésta hacía eco por toda la villa.

-¿Qué ocurre?

-No lo sé... –respondió Nara, quien sintió un escalofrío, como si algo malo se avecinara.

 

-Los demás supongo que también me conoceréis, si de verdad os han hablado sobre el proyecto Gaia –dijo Detz mientras se acercaba a la mesa en la que estaban todos reunidos.

-El líder del proyecto Gaia, si no me equivoco –respondió Alder.

-En parte es correcto pero Gaia es la verdadera líder. Yo soy algo así como su representante.

-¡No me importa! ¡¿A qué has venido?! –le interrumpió Ceron.

-¿A qué he venido? Bueno, como os ha dicho mi amigo Naithan, tenemos una pequeña sorpresa para vosotros. Aunque os aviso de que probablemente no os guste.

-¿Qué quieres decir? –preguntó Alder frunciendo el ceño.

-¿No os habéis preguntado por qué accedimos a la reunión pese a que, desde un principio, el emperador se había aliado con nosotros?

Los presentes se quedaron en silencio durante unos segundos.

-¡Si os referís a que pretendíais matarnos al hacernos venir aquí te estás equivocando con tu sorpresa! ¡Ya veníamos preparados para enfrentarnos a vosotros! –declaró Ceron con orgullo.

-¿Mataros? No. Nuestro objetivo es mucho menos agresivo. De hecho si hubiésemos querido eso, ya lo habríamos hecho nada más poner un pie aquí.

-Ya veo. Lo que planeáis es retenernos aquí –dijo Alder.

-Así es. Como esperaba del gobernador de la unión.

-¿Y que pretendéis con retenernos en este sitio? –preguntó Razer.

-Atacar vuestros territorios mientras sus líderes y algunos de sus miembros más fuertes se encuentran ausentes.

-¡¿Piensas que nuestras fuerzas no pueden defenderse sin nosotros?! ¡Nos subestimas! –exclamó el gobernador de la facción.

-Además, destruir los territorios no te convendría para desarrollar tu plan –dijo esta vez Kareth.

-Por supuesto. Pero en ningún momento dije que mi intención fuese la de destruir vuestros territorios, sino la de atacarlos. Y sé que vuestros soldados son leales y capaces, sin embargo hay algo contra lo que no se han enfrentado y qué sólo vosotros seríais capaces de detener. En incluso así, hasta vosotros tendríais problemas.

-¿Algo contra lo que no se han enfrentado?

-Os contaré una cosa. El Radiar nos fue otorgado por Gaia con el fin de evolucionar, de que la humanidad diese un paso más allá. Alcanzar el máximo punto evolutivo conllevaba una transformación del ser humano. Algo así como el nacimiento de una nueva especie pero sin perder las cualidades de la nuestra. No obstante, la humanidad no fue digna de aquel regalo, y las consecuencias de ello fueron que las células de algunos de nosotros mutasen y sus cuerpos se transformasen en unas aberraciones de color negro y ojos rojos.

-Eso es... –se le escapó a Kareth.

-Estoy seguro de que ya os habéis cruzado con algunos de ellos. ¿No es así, Kareth? –Detz sonrió maliciosamente.

-Esos seres...no me digáis que estáis planeando utilizarlos para... –dijo Kai sin dar crédito a lo que oía.

-¿¡Esos seres!? ¡Por favor, tienen un nombre! Llámalos Erasers –dijo Naithan mostrándose falsamente ofendido.

-Y un gran número de ellos se dirige a cada uno de vuestros territorios –continuó Detz.

-¿A qué se refiere, Kareth? –preguntó Razer, quien estaba empezando a perder la calma.

-Si no recuerdo mal, Kai habló sobre ellos. Parecen tener la misma forma que yo cuando me transformo.

-Grandes, fuertes y no atienden a razones –añadió el nigromante.

-Y déjame decirte otra cosa, querido líder de los Rebeldes –dijo Naithan mientras se acercaba a la cara de Razer- Tu adorable villa es prescindible para el proyecto Gaia...

 

Al escuchar aquellas palabras, Razer no pudo contenerse más y le dio un puñetazo a Naithan en la mejilla, provocando que se cayese de la silla.

-¡Maldito bastardo! ¡Voy a matarte! –gritó Razer con furia, siendo agarrado por Quattuor para evitar que continuase.

-Vaya, vaya... –dijo Naithan mientras se acariciaba la zona golpeada- No deberías haber hecho eso. ¡Duobus!

En ese instante, la mujer sacó un comunicador y se lo llevó a la boca.

-Procede.

 

Tras salir de la habitación en la que estaban, Nara y Miruru corrieron por los pasillos de la construcción hasta salir de la misma, momento en el que se encontraron con Remi.

-¡¿Qué está pasando?! –preguntó Nara.

-¡Me han dicho que ayude a evacuar a los habitantes! ¡Parece que se acerca el enemigo!

-¡¿Soldados?! –habló, esta vez, Miruru.

-¡No lo sé! ¡En cualquier caso, tengo que darme prisa! ¡Tú también deberías abandonar este sitio!

-¡No! ¡Yo también quiero ayudar a evacuar! –exclamó Nara.

-¡¿Estás loca?! ¡Si os pasa algo a ti y al bebé no me lo perdonaré en la vida! ¡Lárgate de aquí!

-¡Pero...!

-¡No hay peros que valgan!

-¡Tiene razón, Nara! ¡No te preocupes, yo cuidaré de ella! –dijo Miruru.

-¡Cuento contigo!

Tras esto, el chico se dirigió hacia otra de las casas. Por otro lado, la semidiosa cogió de la mano a su amiga y ambas siguieron a los habitantes de la villa que buscaban el refugio.

 

En otra zona, Ivel corría hacia las afueras de la villa, donde se asentaban los nómadas. Por el camino, veía el continuo movimiento de los habitantes, ya fuese de aquellos que buscaban evacuar, ayudar a ello o dirigirse a la zona de defensa.

 

En poco tiempo llegó hasta el área de los nómadas, lugar en el que se encontró a Donell junto con su padre.

-¡¿Qué ocurre?! –preguntó la chica.

-¡Ivel! ¡Suerte que has venido! ¡Hay algo que quiero pediros! –dijo Donell- ¡Nos atacan y necesitamos que ayudéis a evacuar a los civiles! ¡Entiendo que pediros luchar contra ellos quizás sea excesivo pero necesitamos que al menos salvéis a la mayor gente posible!

-Puesto que no estabas, le he pedido a Jaryl que reúna a un grupo de jóvenes lo suficientemente rápidos como para no tener problemas con la tarea –explicó Argo-. Deben de estar al llegar para recibir tus órdenes.

Justo al acabar la frase, como invocado por la voz del hombre, el joven nómada apareció con varios miembros de su grupo detrás de él.

-¡Aquí estamos! ¡He dado la información a otros nómadas para que se preparen para evacuar ellos también!  –exclamó el chico.

-¡Bien! –comenzó Ivel- ¡Vosotros dirigíos a la villa y ayudad a refugiar a sus habitantes, así como a nuestra gente, siguiendo las indicaciones de Donell!

-¡Sí!

-¡Padre! ¡Ven conmigo! ¡Reclutaremos a un grupo de los guerreros más experimentados y nos uniremos a los Rebeldes en la defensa! ¡Quizás en el trato que hicimos no se especificase nada sobre esto, pero los nómadas somos buenos combatientes y esto también nos incumbe! ¡Vamos!

Tomando su respectivo camino, la joven pelirroja distinguió a lo lejos la figura de tres seres de color negro que se acercaban a la frontera de la villa.

 

-¡Preparaos para disparar! –exclamó Seph, quien dirigía a los soldados al frente, y desde cuya visión ya se divisaba, sin necesidad de prismáticos, la primera avanzadilla de aquellos monstruos- ¡A mi señal!

“Espero que podamos frenarlos”, pensó la chica, esperando lo suficiente para que los Erasers estuviesen a tiro. Su mente se remontó, durante unos instantes, al día en el que ella, Drake, Kai y Miruru tuvieron que enfrentarse a uno de ellos, recordando los problemas que les habían causado y que, si no hubiese sido por Kai, no habrían conseguido que desapareciese.

-¡Fuego!

Una multitud de disparos impactó contra el enemigo, consiguiendo que la velocidad de su carga disminuyese, sin embargo, esto no la evitó, dando lugar a que los soldados fuesen placados por el primero de ellos y logrando abrir paso para que lo siguiesen los otros dos.

-¡Tsk! –se quejó Seph mientras cambiaba de posición para evadir la embestida, al tiempo que intentaba buscar un hueco para atacarles.

 

En ese momento se produjeron sendas explosiones sobre cabeza y lomo de dos de las bestias, que cayeron al suelo, consiguiéndose así detener su avance. Acto seguido, apareció Drake, seguido de otro escuadrón de soldados que comenzó a dispararles. Sin embargo, los seres, lejos de rendirse, se levantaron y encararon a sus adversarios, alcanzándoles con sus garras y lanzando a algunos de ellos por los aires.

Mientras tanto, el tercero de los Eraser, aquél que no había sido alcanzado por los explosivos de Drake, se internó en la villa.

-¡¿Estás bien?! –preguntó Drake una vez Seph se hubo reunido con él.

-¡Sí! ¡Encarguémonos de éstos antes de que lleguen los siguientes! ¡Ordenaré a mi escuadrón que se mantenga en la frontera para intentar reducir su embestida!

-¡De acuerdo! –respondió el chico mientras preparaba una serie de explosivos móviles y les ordenaba como objetivo las extremidades de las bestias, siendo dejados en el suelo y obrando de manera eficiente, logrando que una de ellas perdiese el equilibrio.

En ese instante, Seph utilizó sus hilos para retener al Eraser caído en el suelo, utilizando las construcciones como refuerzo, con el fin de que su pareja lo rematase, sin embargo, la bestia restante se lanzó hacia ella.

-¡Seph! –exclamó Drake al verla en peligro.

 

Fue entonces cuando una flecha acertó en la cabeza del restante, consiguiendo lanzarlo un par de metros hacia atrás aunque sin llegar a tumbarlo.

-¡Ahora, Drake! –exclamó Seph al tiempo que el chico lograba introducir varios explosivos por la cavidad bucal de la bestia, provocando que ésta volase en pedazos.

-¡Siento llegar tarde! –dijo Sarah reuniéndose con ellos.

-¡No importa! ¡Gracias por salvarme! –indicó Seph chocando la mano de su compañera.

Por otro lado, cinco más de esos monstruos atravesaban la frontera y se adentraban en la villa mientras destrozaban todo lo que encontraban a su paso.

-¡Maldita sea! –se quejó Sarah.

 

-¡Rápido! ¡Por aquí! ¡No creo que nos falte mucho! –animó Miruru a Nara.

Ésta última observó a su alrededor, viendo cómo otras personas corrían a su lado, tomando la misma dirección. Algunos tenían una expresión de miedo en sus rostros mientras otros, los más pequeños sobre todo, seguían a sus familiares con miradas confusas y preguntas sin responder.

 

Así pues, la joven divisó a un pequeño que lloraba en mitad del gentío. Por lo que daba a entender la situación, le había perdido la vista a sus padres, quedándose solo y asustado.

 

Incapaz de quedarse mirando aquella escena por más tiempo, Nara se separó de su amiga y corrió hacia el niño.

-¡¿Nara?! ¡¿Qué haces?! –exclamó la semidiosa, viéndose sorprendida por su acción.

Haciendo caso omiso, la joven llegó hasta el pequeño.

-¡¿Estás bien?! ¡¿Te duele algo?!

El niño continuó sollozando sin prestar atención a sus palabras.

-¡No te preocupes! ¡Todo va a salir bien! ¡Te llevaré con tus padres! –dijo mientras lo cogía en brazos y se disponía a marcharse.

-Te en-con-tré.

Un hombre con gafas de sol y chaqueta de cuero se situó delante de la chica con una amplia sonrisa en su rostro y los brazos abiertos, realizando un gesto de burla.

-U-num... –dijo Nara.

80: The Legacy of Emil Greenard 11
The Legacy of Emil Greenard 11

-¡Vía libre! –exclamó Naithan con una sonrisa en su rostro poco antes de que alguien cayese sobre Quattuor, quien logró evadirlo en el último momento.

-¡Maldita sea! ¡Un poco más y te habría quitado el núcleo! –se quejó la persona que acababa de atacarle, que no era otra que Quinque, portando consigo una “Errantia”.

-Así que, después de todo, aquí estabas –comentó Quattuor, poniéndose en guardia.

-No nos queda más remedio que luchar –declaró Alder, quien emitió un silbido tras el cual aparecieron por la puerta de entrada sus dos guardaespaldas, lanzándoles a Razer y a Ceron sus armas, de las que habían quedado a cargo previamente, y situándose junto a Alder para protegerlo.

 

La situación al otro lado de la puerta no era mucho mejor. Los soldados del gobernador de la facción mantenían a raya a los del imperio como podían pero, dado el mayor número de soldados contrarios, aquello no iba a durar mucho tiempo.

 

Así pues, Razer se lanzó hacia Naithan con su estoque en mano, siendo detenido por Duobus, quien manejaba otra espada más larga y ancha que su arma.

-¡Duobus! –exclamó el líder del imperio, a lo que la chica asintió, haciendo aparecer, a través de un portal, una lanza de considerable longitud con dos plumas como adorno junto a la zona que unía el mango con el filo.

 

Ésta fue agarrada por el emperador, quien la utilizó con intención de ensartar a Razer mientras estaba ocupado con la descendiente. No obstante, Ceron, apareciendo desde detrás del líder de los Rebeldes, detuvo el ataque con su Hydra, convertida en una espada de considerable envergadura.

 

En ese instante, Kareth se transformó en Eraser y embistió a Detz, estampándolo contra la barandilla de piedra.

-Tú y yo tenemos una cuenta pendiente –indicó el chico.

-Estoy de acuerdo –respondió el científico, levantándose del suelo a la vez que su cuerpo tomaba una coloración blanca, alargándose la zona de su boca hasta adquirir mayor prominencia y haciendo surgir garras a partir de los extremos de sus dedos-. Esta vez me ocuparé de matarte.

 

Nada más terminar la frase, Detz le propinó una patada en el pecho a Kareth, consiguiendo desplazarlo hacia atrás para luego intentar rematarlo clavándole sus garras en el cuello, sin embargo, la armadura de End se interpuso entre él y el joven, deteniendo su avance.

-¡No te olvides de mí!

 

Diciendo esto, Kai apareció por el lateral derecho del científico, lanzándole una patada hacia el costado del mismo lado, aunque sin lograr acertarle debido al esquive de Detz, quien agarró la pierna del nigromante y, girando sobre sí mismo, lo arrojó hacia la mesa central. Fue entonces cuando Kareth, incorporándose de nuevo al combate, atacó con las garras de ambas manos al frente, siendo detenido por las del científico, de manera que el combate terminó convirtiéndose en una prueba de fuerza para los dos.

 

-¡Pensé que después de haberla fastidiado una vez, no tendrías más oportunidades! –se burló Quattuor mientras desviaba los rápidos ataques de Quinque.

-¡No me subestimes!

La chica intentó introducir la hoja de su arma en el estómago del hombre pero éste se la quitó de encima con el dorso de su mano izquierda, alejándose unos metros de su contrincante.

 

En ese instante, Quattuor vislumbró una sonrisa en el rostro de ella, notando una presencia a su espalda que le hizo darse la vuelta, deteniendo por los pelos la estocada de una segunda “Errantia”

-¡Sextus! –exclamó al ver al joven de pelo extravagante a la vez que intentaba buscar una posición que no le dejase con demasiada desventaja.

-Siendo dos, las posibilidades de quitarte tu núcleo serán mayores –dijo Quinque, afirmando lo obvio.

-¿No estáis siendo un poco injustos?

-Mientras consigamos nuestro objetivo, todo vale...

 

Ceron continuó atacando a Naithan mediante una serie de estocadas que no lograron dar en su objetivo, interponiéndose la lanza del emperador. Aprovechando un instante en que una de las estocadas desestabilizó a su adversario, el hombre armadura realizó un movimiento vertical con su espada en su dirección, sin embargo, un disparo desvió el trayecto, seguido de unos cuantos más que llegaron a romper parte de la armadura del gobernador hasta que éste pudo escudarse de ellos con su Hydra.

-¡Razer! ¡Necesito que la entretengas! ¡De lo contrario no podré derrotar a este idiota! –exclamó Ceron refiriéndose a Duobus, autora de los disparos.

-¡Ya me gustaría pero no es tan fácil! –se quejó el chico, quien intentaba atravesar la defensa creada por los movimientos con la espada de su enemiga, sin embargo, no sólo no lo conseguía, sino que le estaba ganando terreno pese a que su otra mano estaba ocupada con la pistola que había usado contra Ceron.

-¡¿Quién te crees que soy?! –aparentemente molesto porque el gobernador de la facción se hubiese considerado mejor que él en combate, Naithan lanceó a éste en el pecho, haciéndole retroceder. Poco después, Duobus contraatacaba a Razer y lo lanzaba al suelo mediante una patada en la cara.

 

-¡Maldita sea! ¡Kareth! ¡¿Crees que podrás encargarte tú solo de Detz?! –preguntó Kai, viendo la situación en la que se encontraban Razer y Ceron.

-¡Por supuesto! –aseguró su amigo.

-¡Bien! ¡Voy a intentar algo! ¡Es arriesgado así que espero que salga bien!

Tras esto, el nigromante cerró los ojos durante un momento.

-¡Hel-End!

Al cabo de unos pocos segundos, ambos Infernos aparecieron sobre él, uno de ellos rodeando al chico con una armadura de fuego y electricidad, y la otra presentándose como dos brazos esqueléticos empuñando las espadas de End.

-¡Vamos allá!

 

Moviendo su mano derecha hacia el frente, el chico envió uno de los brazos de Hel hacia Duobus, quien se vio sorprendida por el ataque, siendo lanzada hacia una de las paredes de aquel balcón. Una vez se hubo incorporado, la descendiente se encontró frente contra Kai.

-... –sin mediar palabra, la descendiente hizo aparecer dos pistolas flotantes sobre ambos hombros, además de sustituir las armas de sus manos por una espada y un escudo de color negro azabache.

“Desde luego, no es muy expresiva”, pensó Kai al ver la escasa reacción ante él como contrincante.

-Hay una cosa que me gustaría preguntarte –dijo el nigromante.

-... –ella se mantuvo en silencio, sin atacar siquiera, como si le estuviese dando tiempo para que se explicase.

-Supongo que eso significa que pretendes escucharme... –dijo de nuevo, sintiéndose ignorado- ¿Dónde se encuentra Unum en estos momentos?

La descendiente continuó callada durante unos segundos que se hicieron eternos para el joven, ya que ni siquiera realizaba gestos de cavilación o reflexión.

-Supongo que no pasa nada por decírtelo. Unum está con los Erasers que se encuentran atacando la villa de los Rebeldes.

-¡¿Qué?! –la expresión de Kai se transformó en una de preocupación-. Miruru...

 

-Necesito que vengas conmigo –dijo Unum acercándose poco a poco a la chica, quien, con piernas temblorosas, daba pequeños pasos hacia atrás.

En ese momento apareció Miruru, situándose al lado de Nara y levantando su brazo derecho en dirección a su enemigo, pillándolo por sorpresa y consiguiendo arrojarlo lejos de allí llevado de una fuerza invisible.

-¡Corre! –exclamó la semidiosa cogiendo a su amiga de la muñeca y alejándose de allí lo más rápido posible.

-Así que queréis jugar, ¿eh? No tengo nada en contra de ello –indicó Unum recuperando el equilibrio en el aire y comenzando a perseguirlas.

-¡Déjame! ¡Si vienes conmigo también irá a por ti! –exclamó Nara.

-¡Prometí que te protegería, así que no pienso huir y dejarte sola!

-¡¿Y qué hacemos?! ¡Si vamos al refugio es posible que ataque a los demás!

-¡Daremos un rodeo! ¡Puede que de esa manera lo despistemos y ganemos algo de tiempo! ¡Además tenemos que dejar al niño en un lugar seguro!

Nara observó al pequeño que tenía entre sus brazos, quien seguía sollozando. Tras esto, dirigió la vista hacia Miruru, esbozando una pequeña sonrisa.

-Gracias, Miruru.

-¡Somos amigas, ¿no?!

 

En otra zona de la villa, Ivel consiguió atravesar con su lanza la piel de uno de los Erasers, sin embargo, la herida era demasiado superficial, por lo que no detuvo su avance.

-¡Son más duros que las criaturas de los yermos! ¡Rodeadles y atacad a las extremidades! ¡Probaremos a desestabilizarlo y luego apuntaremos a las partes más blandas!

-¡Entendido! –acatando las órdenes de su líder, los nómadas que la acompañaban se dividieron en dos grupos de tres, situándose a derecha e izquierda del Eraser y atacando el área de los tobillos. Con esto lograron reducir el ritmo de su movimiento, momento que Ivel aprovechó para subirse a la cabeza de la bestia y clavarle el filo de su lanza con el tercer brazo mientras mantenía el equilibrio con sus extremidades restantes.

-¡Aaaah! –gritó la chica, logrando cuatro estocadas en la parte más alta del cráneo, de nuevo sin profundizar demasiado.

 

Fue entonces cuando el Eraser, alzándose sobre sus dos extremidades traseras y rugiendo con furia, describió un arco con su pata delantera izquierda, realizando un barrido por el mismo lado que alcanzó a dos de los nómadas, estampado a uno contra la pared de una de las casas y al otro contra la ventana.

 

Haciendo un gran esfuerzo por mantenerse agarrada al monstruo, Ivel avanzó unos metros hasta situarse cerca de los ojos, clavando la lanza en uno de ellos, de manera que el Eraser chocó contra una de las construcciones.

 

Así pues, aprovechando que había detenido su avance, la líder nómada volvió a introducir la lanza en la órbita del monstruo, ahondando todo lo que pudo hasta que pudo asegurarse de que había dejado de moverse. Aliviada, resopló y se bajó del cuerpo de la bestia, reuniéndose con sus camaradas.

-Comprueba el estado de los que han sido alcanzados –ordenó dirigiéndose a uno de ellos-. Los demás que vengan conmigo. Tendremos que reunirnos con el equipo de mi padre para poder ir a por el siguiente.

Los nómadas asintieron y procedieron con sus tareas.

 

-¡Rápido! ¡A las patas! –no muy lejos de allí, Sarah daba órdenes a los soldados mientras ella misma disparaba una de sus flechas hacia la zona indicada.

-¡Me han informado de que acaban de entrar otros dos! –dijo Seph apareciendo a su lado.

-¡Maldita sea! ¡Es imposible mantenerlos a raya! –se quejó la peliazul viendo cómo el objetivo mandaba volando a varios rebeldes.

-¡Y aún hay más! ¡Otros cuantos se han quedado en la parte de fuera! ¡Están formando una línea!

-¡¿Una línea?! ¡¿Para qué?!

-¡No lo sé! ¡Pero esto me da mala espina!

 

En ese momento, Drake, quien se encontraba varios metros más alejado de ellas, fue alcanzado por una de las garras del Eraser, siendo enviado por los aires y cayendo a tierra con un ruido seco, dejando de moverse.

-¡¡DRAKE!! –exclamó Seph, corriendo hacia él.

Cuando llegaron, observaron al chico con los ojos cerrados y un desgarramiento en la zona del abdomen. Por suerte, había sido superficial.

-Tiene el pulso débil –indicó Sarah, agachándose para poner una mano sobre su cuello-. ¡Lleváoslo de aquí! ¡Deprisa! –ordenó a un par de soldados cercanos.

-¡¡Drake!! ¡¡Drake!! –Seph, quien lloraba sobre él, se agarró a la ropa del chico mientras intentaban llevárselo.

-¡Seph! ¡Cálmate! –gritó Sarah abrazando a la chica para evitar que su amiga impidiese el trabajo de los soldados.

-¡Drake...! –pronunciando el nombre de su pareja una vez más, la joven fue disminuyendo la fuerza con la que intentaba deshacerse del abrazo de Sarah hasta quedarse en un punto intermedio entre la desesperación y la cordura. Era la primera vez que la peliazul veía a Seph de aquella forma, pero no podía culparla por ello.

-Estará bien. No te preocupes. Ahora lo que debemos hacer es encargarnos de los demás monstruos. De lo contrario, habrá más gente que acabe como él o incluso peor, ¿de acuerdo?

Tras unos segundos de silencio, su amiga, con las mejillas todavía húmedas y los ojos rojos, asintió, levantándose, no sin ayuda, y disponiéndose a continuar con la batalla.

 

Al mismo tiempo, Sarah observó cómo otro de los Erasers aplastaba a más soldados contra tierra, dejando sus cuerpos casi despedazados. La rabia se apoderó de ella, haciendo que se lanzase de nuevo a la batalla.

 

Mientras tanto, Quattuor continuaba su lucha contra Quinque y Sextus, teniendo que dedicarse única y exclusivamente a la defensa ya que ninguno le dejaba espacio para el contraataque.

 

En ese instante, se produjo una distorsión en el espacio en el que se encontraba el hombre.

-¡Mierda! –exclamó al tiempo que intentaba evadir el ataque de manera que sólo uno de sus brazos fuese arrancado-

 

Entonces, Quinque, aprovechando la ocasión, se dispuso a ensartar la “Errantia” en el pecho de su adversario, evitándolo éste por los pelos pero acabando contra la barandilla de piedra por culpa de la patada que, a continuación, le propinó la chica.

 

Quattuor permaneció inmóvil, con la espalda pegada a los anchos barrotes de la estructura. Al mismo tiempo, su brazo ya estaba regenerándose.

-Sois un grano en el culo –declaró el hombre.

-Eso es que estamos haciendo bien nuestro trabajo. En cuanto te saquemos ese núcleo podré quitarme esta espada de encima y atacarte con todo mi poder –contestó Quinque.

 

Fue entonces cuando un cuchillo atravesó el pecho de Sextus, quien se revolvió para quitarse de encima al poseedor de dicha arma, recibiendo una patada por respuesta y acabando en el suelo como consecuencia. Al mismo tiempo, Quattuor atacó a Quinque, distraída por el inesperado suceso, y que terminó en el mismo lugar que su compañero.

-Mi nombre es Zein. Uno de los guardaespaldas del señor Alder. Estoy aquí para ayudarle –dijo el recién llegado, poniéndose al lado de Quattuor.

-Chico, no me importa tu nombre pero te debo una –comentó el descendiente, que ya tenía el brazo recuperado por completo-. Así que, ya que estoy, te voy a dar un consejo. Procura no acercarte mucho a mí. No quería tener que hacer esto ya que mi fuerza puede llegar descontrolarse pero, visto lo visto, habrá que ponerse serio.

 

Dicho esto, la musculatura de sus extremidades aumentó considerablemente, dándole una apariencia más imponente que la que ya tenía de por sí.

-Vosotros dos, más vale que os preparéis –dijo chocando ambos puños.

-Tsk... –levantándose de su sitio, tanto Quinque como Sextus se encararon a su excompañero.

El último de los dos realizó un gesto con la mano e hizo aparecer cuatro distorsiones más sobre las extremidades de Quattuor, pese a ello, el descendiente no se amedrentó, cargando hacia delante a una velocidad mucho mayor de la que había mostrado antes, esquivando las distorsiones y dirigiéndose hacia Sextus, quien, previendo los movimientos de su contrincante, había hecho aparecer una bola metálica de gran tamaño justo encima del punto hacia el que se estaba moviendo éste.

-¡¿Pero qué?! –se sorprendió Quattuor antes de que cayese sobre él, causando un levantamiento de polvo.

-Durante este tiempo, yo también he estado mejorando...resulta que mi habilidad no se limita a la eliminación de materia sino también a la creación de la misma...estaba buscando el momento perfecto para usarlo contra ti...

-Buen trabajo, Sextus –le halagó Quinque.

 

No obstante, la bola se agrietó, tardando pocos segundos en quedar reducida a pequeños trozos.

-¡¿De verdad pensabas que eso iba a detenerme?! –saliendo de entre ellos, Quattuor embistió de lleno a Sextus, estampándolo contra una pared y haciéndole soltar la “Errantia” que salió volando hasta terminar junto a Alder. Asimismo, la onda expansiva consiguió desestabilizar a las personas más cercanas, incluida Quinque, lo que le permitió al hombre desplazarse hasta ella y propinarle un puñetazo en el costado que la dejó retorciéndose de dolor.

-Increíble... –se impresionó Zein.

 

Casi al mismo tiempo, la batalla entre Detz y Kareth se ponía a favor del primero de los dos, cuya fuerza era superior a la del joven.

-Mientras no hayas sido aceptado del todo, serás incapaz de tener más fuerza que yo, Kareth –indicó Detz descargando una serie de puñetazos en el cuerpo del Eraser y finalizando con una patada que lo dejó de rodillas-. Si te hubieses unido a nosotros, no habrías tenido que pasar por esto.

-¡¿Y haber dejado que Nara fuese vuestro juguete?! ¡Ni lo sueñes!

-El final ha sido el mismo, Kareth. Esa chica será capturada por Unum y volverá a nosotros para continuar con el proyecto. La única diferencia será que tú estarás muerto.

-¡¿Qué la única diferencia será esa?! ¡Tu plan es hacernos desaparecer a todos! ¡El único escenario que marcará la diferencia será el de tu muerte!

-Lástima que eso no se vaya a cumplir –situado a cierta distancia, Detz comenzó a concentrar energía en su mano. Ésta tenía un color rojizo, al igual que la que dio lugar al rayo que lanzó Kareth cuando todavía no controlaba su transformación y que estuvo a punto de destruir la villa de los Rebeldes-. Esto es lo que significa la perfección...

-¡Kareth! –exclamó Quattuor.

-Adiós, dile a tus padres que les envío un regalo.

 

Un cañonazo, de menor tamaño que el que casi destruyó la villa, pero igual de letal para quien lo recibiese, fue disparado hacia el Eraser. Sin embargo, no llegó a tomar contacto con su cuerpo, ya que fue desviado hacia arriba por la pierna de Quattuor, dando lugar a que el cielo se volviese momentáneamente de color rojo cuando las nubes fueron penetradas por el haz de energía.

 

Una vez hubo pasado todo, la expresión de Kareth cambió a una de terror.

-¿Qué pasa, chico? Ni que hubieses visto un fantasma –dijo Quattuor con la voz quebrada por el dolor.

-Tu pierna... –consiguió llegar a decir el joven al ver que la extremidad con la que había desviado el rayo había desaparecido por completo.

-Una pierna no es nada, ¿no cre...? –sin poder acabar la frase, una espada atravesó el cuerpo del hombre, sacando el Núcleo de Jade de su interior.

-Se acabó... –dijo Quinque sujetando la empuñadura del arma.

81: The Legacy of Emil Greenard 12
The Legacy of Emil Greenard 12

-Aaaah...aah...aah... –respirando a duras penas por la carrera, Nara y Miruru llegaron hasta una pequeña construcción situada en la zona más cercana a las afueras de la villa, donde se escondieron para recuperar el aliento.

-¿Crees que hemos conseguido despistarle? –preguntó Nara.

-No estoy segura –respondió Miruru, cerrando la puerta- Por el momento, nos esconderemos aquí. No creo que podamos permanecer mucho tiempo pero nos servirá para recuperar fuerzas aunque sea durante unos minutos.

 

Nara asintió, desplazando la vista hacia el niño que tenía entre sus brazos quien, habiendo agotado todas sus lágrimas, se encontraba más calmado. Pese a ello, todavía podía observar una expresión de puro miedo en su rostro.

-Tenemos que hacer algo con este niño. No estará a salvo con nosotras mientras Unum continúe persiguiéndonos.

-Quizás la única solución sea enfrentarnos a él.

-¡¿Estás loca?! ¡Ese hombre es...aterrador...!

 

En la mente de Nara, se mostraron los recuerdos del cuerpo de su tío siendo atravesado por numerosos filos y Remi siendo congelado y lanzando por la ventana. Todo ello acompañado por una sonrisa que provocaba temblor en todos los músculos de su cuerpo.

 

-¿Qué sugieres entonces? –preguntó la semidiosa al ver la reacción de su amiga, quien echó un vistazo a su alrededor, una sala llena de estanterías cuyos estantes estaban ocupados con algunas cajas de contenido desconocido y herramientas para diversos usos.

-Parece un almacén –especuló Nara-. Es posible que en algún lugar de la sala haya una compuerta que lleve a un sótano.

-No sería raro en estos sitios. Démonos prisa.

 

Dicho esto, las dos chicas se pusieron a buscarla por toda la habitación, moviendo estanterías si era necesario gracias a las habilidades de Miruru. Sin embargo, la escasa luz y la acumulación de polvo no les ayudaban mucho en la tarea.

-¿Desde cuándo no limpian esta habitación? –se quejó Miruru, moviendo una de las estanterías hacia delante y agachándose para palpar el suelo.

-Quizás lo usen como trastero –contestó su amiga.

 

En ese momento, Nara notó algo extraño al tocar la madera que constituía el suelo cercano a una de las paredes, golpeando varias veces el mismo para asegurarse.

-Diría que aquí está hueco –indicó la chica con tono esperanzado.

-¿A ver?

 

La semidiosa se acercó a ella y palpó la misma zona, ayudándola a buscar alguna rendija que evidenciase la existencia de la compuerta que querían.

-¡La tengo! –exclamó Miruru, introduciendo los dedos en un fino hueco que seguía una línea recta hasta adoptar la forma de un rectángulo, separando la madera del resto de la superficie y dejando a la vista una habitación todavía más oscura que aquella en la que se encontraban.

-No se ve nada pero parece que hay unas escaleras –dijo Nara mientras metía la mano dentro del hueco-. Ayúdame a sujetarme, bajaré primero.

 

Cogida por la chica de pelo rubio, Nara introdujo las piernas hasta tocar uno de los escalones que llevaban hasta el sótano.

-Lleva cuidado. No me extrañaría que hubiese alguna madera rota.

-Parece seguro –la tranquilizó Nara a la vez que la semidiosa le entregaba cuidadosamente al niño para que lo cogiese con su brazo libre.

 

Fue entonces cuando se escuchó el ruido de la pared del almacén rompiéndose, seguido de un temblor que hizo que Nara perdiese el equilibrio y cayese de culo sobre el suelo del sótano.

 

Al mismo tiempo, y por acto reflejo, Miruru cerró la compuerta, girando la vista hacia la zona destruida y que suponía una nueva fuente de luz en la sala.

-Hola...creo que hay algunas ratitas escondidas aquí... –se burló Unum, entrando por el reciente agujero, con aire relajado-. He venido a hacer limpieza.

 

Miruru, actuando con rapidez, levantó la mano hacia el chico, sin embargo, tuvo que rectificar y lanzarse al suelo al ver como un objeto con la velocidad de una bala volaba en dirección a su cabeza, rozando su pelo.

 

Rodando para coger algo de distancia, la joven se incorporó, sólo para recibir de frente una serie de objetos como destornilladores y sierras, que consiguió desviar antes de que la alcanzaran, no así con la patada que la sucedió, propiciada por Unum, y que la envió fuera de aquel almacén.

 

Dolorida por el golpe, la chica volvió a levantarse para encarar al descendiente, quien también había salido de la construcción y la observaba con aires de superioridad.

-¿Sabes? La única que realmente me interesa es tu amiguita. Así que puedes decidir decirme dónde está y darte una muerte rápida o torturarte hasta sacarte la información.

-Ninguna de las dos. No creas que vas a salirte con la tuya, Unum –dijo Miruru.

 

Conforme terminaba la frase, una figura se acercó por detrás del descendiente, intentando golpearle con una palanca de metal, no obstante, el chico se dio la vuelta a tiempo de evitar el ataque, provocando que el objeto saliese volando por los aires.

-¡Nara! –exclamó Miruru al ver a su amiga, ahora desarmada, frente a Unum.

-¡Es a mí a quien quieres, ¿no?! ¡Déjala en paz!

-¡No seas tonta! ¡Si te capturan se acabó! –gritó la semidiosa.

-Oh, vamos, ¿crees que soy tan bueno como para perdonarle la vida? Haré que tú misma disfrutes viéndola sufrir –se burló el chico mientras se disponía a coger a Nara, instante en el que un haz de luz impactaba contra él, quemándole el brazo- ¡Ah! ¡¿Pero qué...?!

 

Siguiendo al primer haz de luz, un segundo y un tercero tomaron contacto con el cuerpo del descendiente, dibujándose limpios agujeros en su abdomen, que no tardaron en comenzar a regenerarse.

-¡¿Quién diablos está disparando?! –volvió a preguntar mientras sacaba una serie de mecheros metálicos que se moldeaban instantáneamente en el aire hasta formar placas circulares que le protegían frente a los continuos haces de luz.

 

Sin darle tiempo a más, Miruru utilizó su poder para empujar a Unum lejos de su posición, provocando que abriese otro boquete en la pared del almacén. Posteriormente, cogió de la muñeca a Nara y ambas emprendieron carrera hacia las afueras de la villa.

 

Tras unos minutos, Unum salía de la construcción. Tenía cara de pocos amigos, notándose que no le había gustado mucho el cambio que había tomado la situación.

-Cómo deseaba poder borrar esa sonrisa de tu rostro –dijo una voz cercana, perteneciente a un joven con partes de su cuerpo metálicas-. Me alegra el haber sido tan oportuno.

-¿Quién eres? –preguntó Unum.

-Mi nombre es Remi. ¿Qué pasa? ¿Acaso ya has olvidado lo que me hiciste? –preguntó el chico, señalando las zonas visibles que habían sido sustituidas por placas metálicas y pequeños cables.

-Como si me acordase de todos los insectos a los que he matado –declaró el descendiente.

-En ese caso, haré que me recuerdes durante tu muerte –replicó Remi mientras se preparaba para disparar.

 

-Maldita sea... –se quejó Quattuor, perdiendo el equilibrio con su única pierna y cayendo al suelo de costado.

-Bien hecho, Quinque –dijo Detz mientras cogía el núcleo de Quattuor-. Remátalo.

-¡Como si fuese a dejaros!

Levantándose del suelo lo más rápido que pudo, Kareth sorprendió a Quinque embistiéndola y logrando que chocara contra la barandilla de piedra. Tras esto, aprovechó su avance para atacar a Detz e intentar arrebatarle el núcleo, sin embargo, éste consiguió esquivarle sin problemas, guardándose el núcleo en el bolsillo de sus pantalones.

-Es muy conveniente que esta forma no cambie mucho el tamaño de mi cuerpo, ¿no crees, Kareth? –se burló Detz destacando de nuevo la diferencia entre sus transformaciones.

-¡Cállate! –el chico corrió hacia él, intentando acertarle con una de sus garras en una consecución de ataques que el científico detuvo sin mucha dificultad.

-¡Ni te molestes! –exclamó el hombre, atacándole a la mejilla con su puño derecho seguido de otro golpe con la rodilla hacia la barbilla del chico, quien dio varios pasos atrás, todavía en pie pero dolorido y cansado.

 

Por otro lado, Naithan se mantenía en tablas con Ceron, de manera que ninguno de los dos cedía ante el otro. Fue entonces cuando Razer, quien ya se había recuperado del ataque de Duobus, se unió de nuevo a la lucha, poniendo en compromiso la defensa del emperador.

-¡Eh! ¡Dos contra uno no es justo! –se quejó Naithan.

-¡Parece que, después de todo, no has llegado a inyectarte el Radiar todavía! ¡De lo contrario, dudo que te supusiésemos un problema! –dijo Ceron.

-¡La pérdida de recuerdos es algo que todavía no se ha podido eliminar de los efectos secundarios del Radiar! ¡Así que no resultaba nada conveniente hacerlo! ¡Aun así tengo otros métodos para enfrentarme a más de una sanguijuela como vosotros! –sonrió el líder del imperio mientras acercaba una de sus manos a la cadera y parecía pulsar algo.

 

De repente, varias figuras aparecieron desde arriba, aterrizando directamente sobre ambos líderes, quienes tuvieron que escudarse bajo sus armas para evitar se cortados por los recién llegados.

 

Razer contó unos cinco individuos, los cuales iban cubiertos de arriba abajo con vendajes negros, dejando únicamente visibles nariz y boca, de manera que al líder de los Rebeldes le llevaba a cuestionarse cómo eran capaces de ver.

 

Poniéndose delante del emperador, los cinco les encararon.

-¿No eras tú quien había dicho que dos contra uno era injusto? –preguntó Razer.

-¡No me digáis que os lo habéis tomado en serio! –se rió Naithan al mismo tiempo que sus súbditos atacaban.

 

-¡Zein! ¡Loan! ¡Ayudad a Ceron y Razer! –ordenó Alder, situado cerca de donde combatían su dos aliados y habiendo vuelto a su lado el guardaespaldas que había sido enviado para asistir a Quattuor.

-¡Pero, si hacemos eso, le dejaremos desprotegido! –indicó Loan.

-¡No os preocupéis por mí! ¡Sabré apañármelas! ¡Además, he de ocuparme de otros asuntos! –dijo mientras cogía la “Errantia” que había ido a parar cerca de su posición.

 

Sin estar muy convencidos de dejarle solo pero incapaces de desobedecer sus órdenes, los dos guardaespaldas se alejaron de su lado.

-Ahora, sólo tengo que buscar el momento adecuado para actuar –murmuró a la vez que observaba el combate entre Duobus y Kai.

Había visto desde la distancia cómo funcionaba la “Errantia” y, por lo que había escuchado de sus conversaciones con Razer, lo que había salido del interior de Quattuor debía de ser los núcleos que daban la inmortalidad a los descendientes. Así pues, si conseguía coger desprevenida a Duobus y clavarle esa espada, puede que consiguiese darle ventaja a Kai en el combate.

 

Aun así, aquello no era una tarea fácil, él no estaba hecho para el combate, mucho menos contra gente como ellos, y eso le hacía dudar de si sabría aprovechar esa oportunidad.

 

Fue entonces cuando, en su mente, sonaron unas palabras que hacía muchos años que no escuchaba: “Si de verdad quieres cambiar las cosas, no te eches atrás. No importa lo difícil que sea, no te eches atrás.”

-Eso fue lo que prometí, ¿no es cierto? –dijo para sí mismo.

 

Mientras tanto, en el combate de Kai contra Duobus, esta última había hecho aparecer cuatro extrañas pistolas que flotaban a su alrededor y disparaban continuamente al nigromante, quien gracias a la armadura de End no recibía daño pero impedía que pudiese contraatacar como es debido, ya que sólo alcanzaba a que Hel realizase movimientos lentos los cuales eran fácilmente evadidos por la descendiente.

 

De repente, la joven abrió un portal y desapareció.

-Ahí viene –susurró Kai al tiempo que se preparaba y otro portal se abría a su derecha- ¡Ah! –el chico intentó desplazar a Hel en esa dirección pero no tuvo ningún éxito ya que, para entonces, su adversaria había vuelto a desaparecer.

Esto ocurrió varias veces, recibiendo ráfagas de disparos desde distintas zonas hasta que ella volvía a adoptar la misma modalidad de combate que antes.

 

Era la segunda vez que veía aquella estrategia. Por lo que había podido observar, el espacio de tiempo entre teletransporte y teletransporte apenas llegaba al segundo, sin embargo, sólo podía realizarlo un número limitado de veces seguidas. Pese a ello, no tenía ni idea de dónde iba a aparecer y, si no fuese por la armadura de End, ya habría muerto.

 

Tenía que encontrar un hueco en su manera de pelear, algo que le permitiese pillarla con la guardia baja y acertarle con sus golpes. De lo contrario, aquello se convertiría en una prueba de resistencia y, visto lo visto, su armadura tenía todas las de perder.

 

Fue entonces cuando una idea se le vino a la cabeza. Si bien el tiempo entre teletransportes era muy pequeño, se había fijado en que, después de usarlo, había un momento en el que quedaba inhabilitada, como si sus sentidos no funcionasen correctamente. Era un único segundo, un tiempo que, incluso combinándolo con el que utilizaba para teletransportarse, no le permitía alcanzarla con Hel, pero quizás, si probaba con otra cosa, cambiaría las tornas de aquella situación.

-Intentémoslo.

 

Aguantando hasta que volvió a utilizar el teletransporte, lo primero que hizo Kai fue deshacer la invocación de Hel, quedándose únicamente con la armadura de End cubriendo su cuerpo. Previendo entonces cuál iba a ser el último teletransporte, deshizo también la de End.

-¡Cuarto espíritu: Lein!

 

Una vez terminado el teletransporte, Duobus realizó otra serie de disparos hacia el cuerpo de Kai, quien recibió el ataque y cayó al suelo fulminado. Tras esto, se acercó para comprobar si estaba muerto, momento en el que el cuerpo del nigromante se esfumó en el aire.

-¡Sexto espíritu: Zakrik!

Apareciendo desde un punto ciego, Kai le propinó un derechazo en el estómago a Duobus, siendo enviada hacia una de las paredes del balcón y escupiendo sangre al impactar contra ésta.

-Lein, capaz de crear ilusiones; y Zakrik, capaz de provocar resonancia en el Radiar, de manera que aunque mis golpes no lleguen al nivel de Quattuor, causan bastante daño. El problema que tiene este último espíritu es que, cuando lo utilizas en ataques físicos, si no aciertas a la hora de golpear, corta el contrato y se deshace su invocación hasta próximo aviso. No debe ser utilizado a la ligera –explicó el nigromante mientras se acercaba a su adversaria, incapaz de moverse por el momento-. Quizás seas inmortal, pero eso no indica que no puedan noquearte, así que me encargaré de que, con el próximo golpe, no puedas despertar –continuó mientras se preparaba para sentenciarla.

-Gem... –dijo Duobus con un hilo de voz.

 

En ese momento, la cabeza de un ser cubierto de piedra hizo acto de presencia a partir de la pared que se encontraba detrás de la descendiente. Dicha cabeza presentaba cuernos hechos del mismo material y una gigantesca boca que abrió para comerse a Kai, quien, sorprendido, no pudo esquivarlo, desapareciendo en el interior de aquel monstruo que, poco después se deshizo en escombros.

 

Logrando quitarse de encima el motón de rocas que le rodeaban, el nigromante se incorporó sin saber lo que había ocurrido. Delante de él, Duobus había conseguido levantarse ayudándose del muro que tenía detrás, apuntándole con una de sus pistolas mientras utilizaba la mano libre de apoyo para mantenerse en pie.

-¡Hel! –exclamó Kai, intentando invocar al Inferno, sin embargo, aunque las esqueléticas manos de éste aparecían, no tardaban en esfumarse. Esto sorprendió al nigromante y, por alguna razón, a la propia Duobus, pese a que sólo lo expresó mediante un ligero levantamiento de cejas- ¡¿Qué está pasando?!

 

El chico lo intentó un par de veces más, sin embargo, no lograba que la invocación durase más de unos segundos.

-Es curioso...Gem es uno de los Infernos cuya única capacidad consiste en absorber el Radiar de tu cuerpo. Deberías ser incapaz de volver a usar cualquier habilidad relacionada con el Radiar para siempre, sin embargo parece que sólo te has vuelto más débil. Dime, ¿quién eres?

 

Era la primera vez que escuchaba hablar tanto a Duobus pero ni siquiera él estaba seguro de cómo responder a esa pregunta.

-Una pena –continuó la chica ante el silencio de su enemigo-. Entonces, te mataré.

 

Disponiéndose a disparar, una espada atravesó su cuerpo, dando lugar a que su núcleo saliese al exterior y ella perdiese el equilibrio al separarse de la pared sobre la que se apoyaba.

-¡Rápido! ¡Cógelo! –exclamó Alder a Kai, mientras el joven, reaccionando a destiempo, se movía hacia el objeto indicado por el gobernador.

-¡No lo voy a permitir!

 

De repente, surgieron dos distorsiones, una justo delante de Kai, lo que le obligó a detenerse en su avance hacia el núcleo; y otra un poco por debajo de la cadera de Alder, quien no consiguió evadirla.

-¡¡Agh!! –gritó el gobernador de la unión una vez sus piernas fueron separadas del resto de su cuerpo, cayendo al suelo y dando lugar a un charco de sangre sobre el mismo.

-Al...der... –en shock por la serie de acontecimientos que acababan de pasar, el nigromante desplazó la mirada desde el hombre hasta el autor de los hechos, Sextus, quien, pese a que seguía afectado por el ataque de Quattuor, sonreía con orgullo- ¡Alder!

82: The Legacy of Emil Greenard 13
The Legacy of Emil Greenard 13

La mitad superior del cuerpo del gobernador expulsaba mucha sangre por la zona en la que debería estar la cadera. Sus piernas habían desaparecido por completo en el vacío creado por Sextus.

-¡Alder! –gritó Ceron.

-¡Señor Alder! –le siguieron los dos guardaespaldas.

-¡Ahora! –aprovechando que habían bajado la guardia, Naithan hizo una señal para que sus súbditos se lanzasen sobre sus adversarios, quedando fuertemente abrazados a ellos. La única excepción fue Razer, quien, viéndose venir un truco como ése, consiguió penetrar con su estoque el corazón de aquel que había saltado en su dirección- ¡Espero que disfrutéis de los fuegos artificiales! –exclamó el emperador mientras acercaba su mano a la cadera por segunda vez.

 

Acto seguido, sus súbditos explotaron, levantando una nube de fuego hacia el cielo y creando una onda expansiva que impactó en el líder de los Rebeldes, quien salió despedido hacia atrás hasta chocar contra uno de los muros.

 

Una vez se hubo despejado la humareda, el escenario dejó ver los cuerpos destrozados y sin vida de Zein y Loan. Ceron había conseguido salir vivo gracias a su armadura, sin embargo los daños no habían sido leves, quedando ésta medio destruida, y él inconsciente en el suelo.

-¿Cómo...has sido capaz...de usar a tus...súbditos de esa...forma? –alcanzó a decir Razer.

-No eran más que peones para cumplir mi voluntad. Aquí el estúpido eres tú por sentir lástima por ellos.

-Eres...escoria...

-Me parece irónico que digas eso en tu estado –se burló el emperador.

 

-¡Alder! ¡Alder! –Kai se acercó a lo que quedaba del gobernador. Incorporándolo con uno de sus brazos, mientras, inútilmente, buscaba una manera de parar la hemorragia.

-Parece...que...me...he...precipitado...

-¡Maldita sea!

-Kai...nunca...te...eches...atrás...cambia...este...mundo... –articulando palabras con un hilo de voz, el hombre fue cerrando los ojos poco a poco-. Anna...siento...no...haber...cumplido...nuestra....promesa... –y así, finalmente, el cuerpo de Alder dejó de moverse, abandonando aquel mundo para no regresar.

-¡No! ¡Mierda! ¡Mierda! –gritó Kai, impotente ante su muerte.

-Yo que tú no perdería el tiempo en quejas inútiles –declaró Sextus, acercándose a Kai tras haber ayudado a Duobus a levantarse. La chica tenía bien agarrado su núcleo, situándose a cierta distancia de ambos- Tú serás el siguiente en morir...

-¡Aaaaaaaah! –de repente un puñetazo golpeó el costado de Sextus, lanzándolo hacia el suelo al igual que el propio autor del ataque.

-Esto de mantenerse en pie a la pata coja es de lo más incómodo.

-¡Quattuor! –exclamó Kai al ver al descendiente ponerse en pie con la fuerza de sus brazos y su única extremidad inferior.

-Es la segunda persona que matas delante de mí, bastardo extravagante. Es hora de que te comas tus palabras.

-Quattuor...siempre tan oportuno... –apuntó Sextus.

-Es una de mis muchas cualidades –se burló el hombre.

 

Mientras tanto, Kareth continuaba con su enfrentamiento contra Detz. Pese a que el chico estaba en desventaja, mantenía a raya a su oponente, quien no se mostraba muy apurado.

-Mírate, estás cansado y tienes el cuerpo lleno de magulladuras. Y aun así, sigues persistiendo. Tienes mi respeto, joven Kareth –por el tono que utilizaba, el guerrero sabía que no le estaba tomando en serio. No obstante, no podía permitirse ceder ante sus ataques. Tenía que mantenerlo ocupado para que no interfiriese en los combates de los demás, aunque la situación era poco favorable.

-Ugh...ese ataque me pilló desprevenida –se quejó Quinque, recuperándose tras el golpe de Kareth.

-Quinque, ayuda a Sextus. Si nos quitamos a Quattuor de encima se acabarán todos nuestros inconvenientes –ordenó Detz, mirándola de reojo.

La chica observó la situación en la que se encontraban Sextus y Duobus. Una mueca de desagrado se dibujó en su rostro cuando su mirada se posó en Quattuor.

-Sin problemas.

-¡No voy a dejarte! –exclamó Kareth dirigiéndose hacia ella.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! Tu sitio está aquí conmigo –dijo el científico, interponiéndose en su camino.

 

-Llegó la hora de rematarte –Naithan realizó varios giros con su lanza y se dispuso a clavarla en el pecho de Razer, sin embargo, éste disparó el gancho de su estoque, logrando que se clavase en la pierna de apoyo de su contrincante y provocando que éste cayese al suelo al tirar de ella.

 

Instantes después, el líder de los Rebeldes intentó penetrar con su estoque el cuello del emperador, no obstante, el ataque fue desviado por su lanza, rodando poco después por el suelo para alejarse de su enemigo y consiguiendo ponerse en pie.

-No pienses que ya me has vencido... –declaró Razer.

 

Remi fue lanzado contra el suelo. Una de sus piernas y el brazo izquierdo destrozados.

-¿Qué diablos es ese poder? –murmuró el chico, apretando los dientes.

 

Un líquido de color gris giraba alrededor de Unum, fluyendo como una corriente de agua. No había pasado mucho tiempo desde que había comenzado el combate y no importaba las veces que le disparase, ni siquiera que utilizase armas explosivas, siempre se protegía con aquellas placas hechas de ese fluido.

 

Por lo que había podido observar, lo creaba a partir de los numerosos mecheros que llevaba consigo. Era como si fuese capaz de fundir el material del que estaban hechos sin necesidad de calor.

-Por tu expresión, diría que te estás preguntando en qué consiste mi poder –comentó Unum, con cara seria pero tono arrogante-. La verdad es que no es complicado. Mi capacidad consiste en el manejo de los átomos de hierro, nitrógeno y oxígeno, así como alterar su propio estado a voluntad. El límite está en que dichos átomos no pueden estar relacionados con la materia orgánica, es decir, puedo utilizar el oxígeno para producir una explosión pero no puedo hacer que un ser vivo deje de respirar, asimismo, puedo utilizar el hierro para crear armas o utilizarlo como balas pero no puedo manipular el que hay en tu sangre ni el que compone las piezas metálicas incrustadas en tu cuerpo.

 

Remi se quedó sin saber qué decir. Aquello explicaba el hecho de que hubiese utilizado nitrógeno líquido para congelarle aquella vez, o que hubiese matado a Seigari valiéndose del hierro que componía la estructura del centro de control e investigación. Incluso con esa limitación, era un poder temible. El porcentaje de nitrógeno y oxígeno en la atmósfera era muy grande pese a la contaminación, y, gracias a esos mecheros, tenía una importante fuente de hierro, por no hablar del que quizás se encontrase en la arena de los yermos.

-Parece que ya has entendido tu situación. Si es así, terminemos con esto... –sentenció Unum, levantando el brazo para dirigir su ataque.

 

-¡Seph! ¡Ahora! –en ese momento, los hilos de la chica se ajustaron y el Eraser cayó al suelo, instante que aprovecharon los soldados para dispararle desde varios ángulos, provocando un rugido por parte de la bestia.

Esto fue aprovechado por Sarah, quien disparó una de sus flechas hacia el interior de sus fauces, logrando darle muerte.

 

La maniobra había requerido que la peliazul hiciese de cebo hasta llegar a una zona en la que Seph había dispuesto sus hilos de forma que, de un tirón, estos se estrechasen sobre las patas del monstruo. Asimismo, algunos soldados habían sido dispuestos cerca de aquella zona para realizar una emboscada.

-Con esto ya hemos eliminado a otro más –indicó Seph.

-Si, pero algunos de ellos ya han avanzado demasiado. Espero que otro grupo se esté encargando de ellos, de lo contrario es posible que los más rezagados no lleguen a refugiarse –dijo Sarah.

-Y encima están los Eraser de las afueras...

-¡Maldita sea! ¡Es imposible que podamos detenerlos a todos!

“Si Quattuor estuviese aquí, entonces podríamos...”, pensó Sarah, “...no, no debo depender de él. Tenemos que solucionar esto nosotros solos”. La chica agarró fuertemente el colgante que le había dado el hombre y comenzó a correr seguida de Seph y el resto de soldados.

 

Poco después, encontraron a otro de los Erasers persiguiendo a un pequeño grupo de civiles constituido por dos hombres, una mujer y una niña. Uno de los hombres parecía haber recibido una grave herida en una de sus piernas, motivo por el que seguramente habían quedado atrás.

 

Sin perder un segundo, Sarah sacó una de sus flechas y disparó a una de las patas del monstruo, logrando llamar su atención.

-¡Rápido! ¡Que tres de vosotros le rodeen y vayan con los civiles! ¡Necesito que os los llevéis de aquí cuanto antes! ¡Los demás atacad por ambos lados! ¡Yo me ocuparé de la parte frontal! ¡Seph, tú cúbrenos!

-¡Oído! –exclamó la chica.

 

Tras esto, la joven peliazul disparó de nuevo. Esta vez el tiro iba dirigido hacia la cabeza, sin embargo, el Eraser situó una de sus extremidades delanteras en el trayecto, de manera que el ataque no tuvo mucho efecto.

-Mis tiros siguen siendo demasiado débiles... –murmuró Sarah, rememorando las clases que le dio Quattuor en el oasis-. ¡Cuidado!

 

La bestia se dispuso a atacar a los soldados que habían ido a socorrer a los civiles, sin embargo, justo antes de que su garra impactase en sus cuerpos, los hilos de Seph la detuvieron.

-¡Salid de ahí! –gritó la chica mientras los soldados se alejaban lo más rápido que podían.

 

Fue entonces cuando, mediante un movimiento brusco de la extremidad del monstruo, Seph fue elevada por los aires, llevada de su propia arma, y estampada contra el suelo. Puesto que había tenido que actuar con rapidez, a la chica no le había dado tiempo a asegurar el agarre, por lo que había quedado a merced de la fuerza de su enemigo.

-¡No! –exclamó Sarah, corriendo hacia allí a todo velocidad, realizando varios disparos por el camino sin mayor éxito que el de molestar.

 

Enfadado, el Eraser realizó un barrido a su espalda con una de sus garras, alcanzando a Sarah y varios soldados rebeldes.

-¡Gah! –la joven peliazul cayó de costado al suelo, cerrando instintivamente sus ojos al recibir el golpe. Cuando volvió a abrirlos, observó cómo el monstruo volvía a centrarse en Seph, quien no hacía ningún movimiento por levantarse.

 

“Tengo que hacer algo...”, haciendo un gran esfuerzo por incorporarse, la arquera recogió el arco y apuntó a la cabeza de su adversario. El dolor del golpe interfería en su pulso y su visión estaba ligeramente borrosa pero no podía permitirse fallar ese tiro. No, más que eso, tenía que hacer que ese tiro fuese más potente que los anteriores.

 

“Concéntrate”, el brazo que tensaba la cuerda empezó a perder fuerza, no obstante, mantuvo agarrada la misma hasta asegurarse de que su objetivo estuviese en el punto de mira. “Concéntrate”, intentó rememorar la imagen en la que consiguió atravesar varios árboles en fila, procurando que la resonancia se produjese en la punta de la flecha, pero la tensión y la falta de tiempo distraían su atención y se sumaban a las dificultades que presentaba aquel tiro.

 

“Tengo que salvarla”.

 

Entonces, incapaz de permanecer más tiempo en aquella posición y justo cuando el Eraser se abalanzaba sobre su amiga, dejó que la flecha alzase el vuelo, cortando el aire con un ligero silbido, y alcanzando el cráneo de su adversario.

 

Ésta penetró mucho más hondo que otras, sin embargo, no consiguió alcanzar el poder suficiente como para matarlo, provocando únicamente que emitiese un aullido de dolor y diese tiempo a que otros soldados de su equipo salvasen a Seph y finalizasen la vida de la bestia al dispararle numerosas tandas al interior de su boca.

 

-Ah... –suspiró aliviada la joven peliazul, acostándose sobre el suelo. Aunque aquello no duraría mucho tiempo, pues otro de los monstruos apareció delante de ella, mirándola con ojos fieros y conociendo su superioridad en aquella situación.

-Je, ¿y ahora qué...? –Sarah sonrió con ironía. La última de sus flechas ya había sido utilizada. Las demás debían de habérsele caído con el golpe. E iba a necesitar algo más de tiempo para tener la suficiente energía para huir. Estaba claro que no tenía muchas esperanzas- Al menos antes de morir, he conseguido ayudar a alguien... –en su mente se dibujó la imagen de Quattuor-. Je, incluso ahora pienso en ti, ¿eh?

 

Los soldados corrieron para intentar socorrerla pero era demasiado tarde, pues el Eraser dejaba caer su garra sobre ella.

 

Fue en ese momento cuando se produjo un temblor de tierra que hizo que toda acción se detuviese.

-¿Huh? –se extrañó Sarah, el ver que su adversario se había detenido a escasos centímetros de su rostro- ¿Qué...está pasando...?

 

Varios minutos atrás y en otra zona de la villa, Ivel y su grupo se enfrentaban a dos Erasers junto con el equipo de su padre, con quien habían conseguido reunirse.

 

La situación era complicada ya que, pese a que conseguían mantenerlos más o menos controlados, ninguno bajaba lo suficiente la guardia como para permitirles atacar.

-Menos mal que nos habéis echado una mano, de lo contrario, lo tendríamos mucho más difícil –declaró Argo, logrando esquivar las garras de uno de los monstruos.

-Si pudiésemos encontrar una abertura por la que golpearles... –comentó Ivel, manteniéndose a una distancia segura de sus adversarios.

 

De repente, el filo de una espada se introdujo en uno de los ojos de la criatura que tenía delante. Dicho filo era alargado, algo que la líder de los nómadas relacionó con las armas que utilizaban ellos.

-¡¿Necesitáis ayuda?!

 

Jaryl apareció junto con algunos de los miembros de su equipo.

-¿¡Jaryl!? ¡¿Qué ha pasado con el resto de tu equipo?! –preguntó Ivel.

-¡Parte de él se está encargando de la evacuación! ¡Sólo quedan algunos rezagados, así que he decidido venir a echaros una mano! ¡Parece que no me he equivocado al elegir! –respondió él mientras recogía la hoja del arma.

-¡Ya te daré las gracias luego! –exclamó la chica al tiempo que aprovechaba la ocasión para lanzarse a la cabeza e introducir su lanza en el ojo sano de la bestia hasta que ésta cayó al suelo, inerte.

 

Por otra parte, el segundo Eraser, viéndose en desventaja al haber perdido a su compañero, optó por una postura mucho más agresiva, atacando a diestro y siniestro sin preocuparse demasiado por su propia seguridad. Esto dio lugar a que algunos de los nómadas fuesen alcanzados por sus golpes, sin embargo, también proporcionó a Argo la oportunidad para golpearle fuertemente en la barbilla, consiguiendo que retrocediese unos pasos, y alargar la hoja de su espada hasta lograr un corte en su paladar.

-Chst, eso es todo lo que he podido hacerle... –se quejó el hombre, retirándose justo cuando el monstruo contraatacaba- ¡Ivel! ¡Yo me ocuparé de llamar su atención! ¡Os haré una señal para que le ataquéis!

-¡¿Estás seguro?!

-¡No te preocupes! ¡Saldrá bien! –dijo Argo a la vez que, habiéndose hecho objetivo del monstruo tras su último ataque, se alejaba de los demás, situándose a varios metros de su objetivo y esperando de frente a que éste fuese a por él.

 

Así pues, el Eraser realizó una embestida en su dirección, siendo esquivado por el nómada en el último segundo.

-¡Eh! ¡Te has equivocado! ¡Estoy aquí! –gritó mientras su oponente volvía a embestirle, evadiéndolo de nuevo, pero esta vez recibiendo una herida superficial en su brazo izquierdo por el contacto con una de sus garras.

-Espera...un poco más... –se dijo a sí mismo mientras se preparaba para una tercera embestida. Sin embargo, en lugar de ello, el enemigo decidió levantar ambas patas delanteras y abalanzarse con éstas sobre él, como si de un felino se tratase.

-¡Ahora! –haciéndose hacia atrás para evitar esa última arremetida, Argo hundió su espada en una de las patas. Al mismo tiempo, el resto de nómadas se lanzaba hacia el cuerpo del Eraser, el cual intentó defenderse pero vio impedido parte de su movimiento debido a que su extremidad había sido fijada al suelo. De esta forma, no pudo hacer nada por detener la gran cantidad de hojas que le vinieron por todas partes, no obstante, incapaz de rendirse, atacó a Argo con el miembro delantero que le quedaba, atravesándole con su garra y lanzándole rodando por el suelo.

 

-¡Padre! –exclamó Ivel, yendo a socorrerle después de haber dado muerte a la bestia-. ¡Oh, no! ¡No! –el cuerpo del hombre tenía un gran agujero en el abdomen, dando lugar a que el suelo se tiñese de rojo. Le costaba enormemente mantener la respiración y no dejaba de toser sangre, casi atragantándose cada vez que lo hacía.

 

Ivel se arrodilló a su lado y observó con ojos aterrorizados aquella escena. Sus manos y su boca temblaban.

-¡Rápido! ¡Llamad a alguien para que le ayude! –gritó, con un tono que se acercaba a la histeria.

-Déjalo...Ivel... –contestó Argo agarrándole la mano a su hija- Es imposible...para mí...

-¡No! ¡No! ¡Tiene que haber algo que se pueda hacer! ¡Tiene que haber una manera de salvarte! –ella misma sabía que lo que decía carecía de sentido. Probablemente, aquel ataque se había llevado varios órganos internos por delante, y no había nadie de los nómadas que tuviese la capacidad de tratar algo así. Mucho menos en aquella situación.

-Ivel...cuida bien de todos...sé que eres capaz...lo has hecho siempre y...lo seguirás haciendo... ¡Agh! –una nueva tos le interrumpió, manchando de sangre su pecho. Ivel se estremeció- Al fin y al cabo...eres hija de tu madre y mía...

-Padre...padre... –la chica rompió a llorar, agarrando con ambas manos la de él.

-Cuando la vea....le hablaré sobre ti...sobre lo fuerte y amable que eres...sobre lo orgulloso que estoy...de ti...

Jaryl, situado detrás de la joven, se tapó los ojos con una mano mientras apretaba los dientes.

-Apóyala en todo...Jaryl... –dijo esbozando una media sonrisa para, poco después, desplazar la vista hacia arriba- Espero...haber sido...lo suficientemente bueno...

-Lo has sido...fuese como padre o como guía...has sido el mejor... –declaró Ivel entre sollozos.

-Me...alegro...

 

Tras decir esto, Argo murió. Su hija, agachó la cabeza hasta que su frente hizo contacto con su mano inerte.

-Gracias por todo...padre...

 

En ese momento, el suelo comenzó a temblar. Uno de los nómadas miró a su alrededor, extrañado.

-¿Un terremoto?

83: The Legacy of Emil Greenard 14
The Legacy of Emil Greenard 14

-Dime, Miruru, ¿qué tal van las cosas con tus compañeros?

-Mm... –la chica se mantuvo pensativa durante unos segundos mientras el científico observaba su cerebro por la pantalla del ordenador-. Bien, supongo. Quiero decir, hablamos, comemos juntos, hacemos ese tipo de cosas que hacen los amigos.

-Pareces dubitativa –dijo el hombre, levantando la cabeza de la pantalla mientras con una de sus manos acariciaba la de un lobo situado a su lado.

-Cómo decirlo...me siento como si fuese algo superficial...que no fuese a durar mucho. Quizás sea porque los semidioses solemos morir a edades tempranas –respondió ella, acostada sobre una camilla que se hallaba introducida en el interior de un gran tubo de color blanco.

-Ya veo. Incluso así, creo que deberías atesorar tus amistades lo máximo posible.

-¿Tú crees?

-¡Por supuesto! Seas quien seas, los humanos nunca sabemos cuándo vamos a morir, por eso debemos atesorar lo que tenemos. De esa manera no nos arrepentiremos de nada.

-Mm...supongo que tienes razón...

-¿Y qué? ¿Hay alguien de quien te hayas enamorado?

-¡¿Huh?! ¡¿A qué viene esa pregunta tan de repente?!

-¡Vamos! ¡Eres joven! ¡Seguro que estás interesada en ello! –bromeó el científico.

-¡Pues, para tu información, no, no lo estoy! ¡Ni tampoco me interesa!

-Jajaja, tampoco es para ponerse así.

-C-cállate...

-Ah... –suspiró el científico-. En cualquier caso, tampoco es bueno tener prisa. Así que haces bien.

El ambiente se quedó en silencio durante unos instantes.

-Oye... –comenzó Miruru- ¿crees que algún día...alguien se enamorará de mí...? Ya sabes...aunque tenga este poder...

El científico observó el tubo en el que se encontraba la semidiosa y, tras unos instantes, sonrió.

-Claro que sí. Y estoy seguro de que esa persona te querrá tanto como tú a ella...

-Mm...

-Bueno, ya hemos terminado –dijo el hombre mientras activaba el mecanismo que hacía salir la camilla del tubo. Acto seguido, Miruru se incorporó y echó un vistazo por la única ventana que había en aquella sala. Desde allí podían verse los edificios de la Yohei Gakko del manejo del medio...

 

Ambas chicas corrieron por las tierras yermas, alejándose cada vez más de la villa.

-¡¿Adónde vamos?! –preguntó Nara, quien se movía atropelladamente, arrastrada por su amiga.

-¡No lo sé! ¡Lejos de aquí! ¡Lo suficiente para que él no nos encuentre! –exclamó Miruru.

 

Justo entonces, un peso cayó a pocos metros de las chicas, levantando tierra y provocando que se cubriesen los ojos con sus brazos.

 

Una vez se hubo despejado la polvareda, vieron el cuerpo de Remi, bastante destrozado pero todavía consciente y sujetando una pistola con su única mano.

-¡Remi! –gritó Nara, soltándose de Miruru y corriendo a socorrer al chico.

-Si él está aquí... –intentó decir Miruru al tiempo que una ráfaga de pequeños objetos metálicos se abalanzaba sobre ella. La joven consiguió evitar algunos con su poder, sin embargo dos de ellos atravesaron una de sus piernas-. ¡Ugh! –gritó de dolor, cayendo de rodillas al suelo.

-Bueno, creo que ya hemos tenido suficiente “corre que te pillo” por hoy –comentó Unum, aterrizando suavemente cerca de ellos gracias a que sus pies estaban apoyados sobre dos placas de hierro que hacía volar mediante su poder.

-Siento no haber sido de ayuda... –declaró Remi, apretando los dientes debido a la impotencia.

-No digas eso. Sin ti no habríamos llegado tan lejos –contestó Nara mientras curaba sus heridas. Por desgracia, su habilidad no servía con las partes metálicas.

-Qué conmovedor... –dijo Unum a la vez que cubría la distancia que les separaba. Miruru levantó su brazo con intención de alejarlo de allí, sin embargo el descendiente le propinó una patada en la mejilla, frustrando su idea- Quédate donde estás. Ya me encargaré de ti después –tras aquella interrupción, Unum continuó hasta situarse al lado de Nara.

-Esa expresión...sí...puedo notar tu angustia y tu miedo. El miedo de perder a los que te importan... –el descendiente apuntó con el dedo a Remi-. Las chicas malas que se escapan de casa deben recibir su castigo.

 

De repente, Nara cogió la pistola de Remi y se apuntó a la cabeza.

-¡Aléjate de él o juro que me disparo! –exclamó.

-Oh...eso sí que no me lo esperaba... –dijo Unum, deteniéndose- ¿Acaso tienes el valor para hacer algo así?

La chica dudó durante unos instantes, apoyando una mano sobre su vientre.

-Si es por el bien de todos, estoy dispuesta a ello...

-Sabes que podemos encontrar a alguien que te sustituya, ¿verdad?

-Lo sé...pero también sé que soy el único experimento con el que habéis tenido éxito. A saber cuándo encontraréis a alguien como yo...para entonces, Kareth y los demás os habrán vencido.

-Ya veo –dijo el chico mientras levantaba las manos, mostrando rendición-. Sin embargo, has cometido dos fallos. El primero es que dudo mucho que tus amigos consigan su objetivo. Y el segundo, es que me has subestimado...

 

En ese instante, dos pequeños objetos metálicos fueros disparados hacia la pistola que sujetaba la joven, logrando que saliese volando de sus manos. Entonces, el descendiente aprovechó para situarse de nuevo a su lado y noquearla mediante un golpe seco en el cuello.

-Y así es como acaba tu momento de gloria –sentenció mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa que poco a poco iba convirtiéndose en carcajada.

-Nara... –murmuró Remi, intentando arrastrase con su única extremidad hacia el arma, recibiendo un pisotón como respuesta.

-¡Eh! ¿Dónde crees que vas? Ya sé...quizás inutilizar tres de tus extremidades no ha sido suficiente. En ese caso...

Una masa líquida se formó a poca distancia de la palma de su mano.

-Terminaremos con la restante de la manera que más te gusta.

 

Lanzando dicho líquido contra el brazo de Remi, éste se congeló por la zona del codo, provocando que el chico se retorciese de dolor. Al mismo tiempo, Unum levantó su otra pierna y golpeó la articulación, rompiéndola en dos.

-¡Aaaaaaaaaaah! –gritó Remi.

-¡Oye! ¡No te quejes tanto! ¡Deberías estar agradecido de que no haya hemorragia por la congelación! –se burló Unum- Además, el show aún no ha terminado –declaró mientras sacaba un pequeño Sonar de su chaqueta. Éste parecía más complejo que el que había sido usado en los territorios de la facción. Al tiempo que ocurría esto, Miruru se iba incorporando poco a poco-. Gracias a este aparato hemos podido controlar las mentes de esos monstruos. Sin embargo, debido a que responden a frecuencias de resonancia distintas, no puede usarse contra los humanos. Una pena. En cualquier caso, hay apostados unos diez de ellos en las afueras, esperando a que les dé una orden específica para atacar. ¿Habéis visto alguna vez los rayos de energía que lanzan esas bestias?

-¿Bestias? –preguntó Miruru, confusa, desviando la vista hacia una siluetas lejanas pero no lo suficiente como para no reconocerlas. Fue entonces cuando recordó lo que le ocurrió a Kareth durante su entrenamiento con Quattuor- ¡¿Qué pretendes hacer?!

-Oh...te has recuperado más rápido de lo que pensaba... –indicó- La respuesta es simple. Un rayo de energía de esos bichos a máxima potencia tiene una capacidad destructiva impresionante. Imagínate diez de ellos. La villa de los Rebeldes será totalmente borrada del mapa. Incluidos vuestros estúpidos refugios.

-¡No...! ¡¿Por qué?!

-¿Por qué? Vosotros nos habéis estado dando problemas durante todo este tiempo, intentando desbaratar nuestro plan. Y puesto que ni siquiera sois necesarios para éste, lo más lógico es que nos deshagamos de lo que nos molesta. De hecho, lo habría hecho antes si no fuese porque necesito a la chica viva. Pero ahora que la tengo asegurada, no hay nada que me detenga...

 

Unum pulsó uno de los botones que tenía el artilugio, dando lugar a que los Erasers de las afueras, tras detener todo movimiento de su cuerpo durante unos segundos, comenzasen a concentrar energía en el interior de su boca.

-Espero que lo disfrutéis...

 

Mientras tanto, Quattuor se escudaba como podía de los ataques de Sextus y Quinque. Pese al hecho de tener una pierna menos, detenía sus golpes e incluso llegaba a evadir algunos de ellos, concretamente, los vacíos de Sextus, ya que eran lo más peligroso. Sin embargo, un mal movimiento y acabaría desapareciendo en una de aquellas distorsiones.

 

Kai, al igual que Duobus, no podía hacer nada. Sus habilidades habían quedado reducidas al mínimo, suponiendo más un estorbo que un apoyo. En cuanto a la chica, todavía no se había recuperado del todo del último ataque de Kai, por lo que había delegado la responsabilidad de vencer a Quattuor a sus compañeros.

 

La situación no pintaba nada bien. Razer y Kareth estaban manteniendo a raya a Detz y Naithan pero nada aseguraba que pudiesen hacerlo durante mucho tiempo. Además, el tiempo que los soldados de la facción habían dado para mantener a los del imperio fuera de la sala estaba llegando a su fin.

 

Llegados a ese punto, lo único que se le ocurría a Quattuor era escapar de allí, pero para ello necesitaba crear una abertura. Quizás destruir aquella sala serviría, no obstante, era arriesgado, y aunque consiguiesen escapar, todo aquello no habría servido para nada. Sólo para que Alder muriese...

 

En ese instante, Sextus y Quinque, cansados de un intercambio de golpes que no llevaba a ninguna parte, optaron por algo más atrevido. Así pues, el chico de pelo extravagante creó numerosas distorsiones en gran parte del escenario donde luchaban. Su distribución había sido dejada al azar, de manera que incluso ellos mismos se encontraban metidos en aquel campo de minas. La única forma de escapar era saltando, y eso es lo que hicieron los tres.

 

Entonces, Sextus volvió a utilizar su poder, pero esta vez para crear un objeto metálico justo delante de su mano, sobre el que apoyó los pies Quinque, lanzándose a toda velocidad contra Quattuor, quien, habiendo perdido el apoyo del suelo, e incapaz de defenderse debido a la velocidad con la que venía el ataque, lo recibió en su estómago. Pese a ello, la dura musculatura de su abdomen, le permitió unos segundos para contraatacar.

-¡No me subestiméis! –exclamó mientras con su puño derecho golpeaba la mejilla de Quinque, enviándola justo donde se encontraba su compañero y haciendo que ambos chocasen y terminasen rodando por el suelo.

 

Por su parte, el hombre colisionó contra la pared, acabando sentado y con la espalda apoyada en ella.

-Tsk... –se quejó, mirando cómo sus enemigos se levantaban poco a poco.

 

De repente, se puso a recordar el día en el que se convirtió en descendiente de Gaia. En mitad de aquella tierra desolada, mirando al horizonte, sin nada que perder y, a su vez, perdiendo la cabeza por una misión que se le estaba encomendando. Aquella voz que le pedía ayuda constantemente y de la que no podía escapar...

 

Y finalmente, cuando por fin decidió cumplir con su cometido, apareció esa mujer, explicándole que su objetivo era el mismo que el suyo y que quería contar con él. Ella le extendió su mano y le sonrió, y cuando quiso darse cuenta, ya se había unido al proyecto Gaia.

 

Él había sido el primer descendiente, aquél que había visto durante más tiempo el desarrollo del proyecto. Además, también se había encargado de traer a éste a la mayor parte de los descendientes restantes.

 

“Echando la vista atrás, me pregunto si realmente fui feliz durante esa época o si sólo cumplía misiones sin tener en mente nada más”, pensó Quattuor mientras se levantaba, “Desde hace tiempo, mi vida no ha sido más que un montón de basura donde no he hecho más que acumular mierda. Y pese a ello...”, el hombre miró el colgante que rodeaba su cuello, el que le había dado Sarah antes de irse, “...siguen habiendo cosas que merecen la pena”

 

Tras esto, se arrancó del cuello el colgante.

-¡Kai! –gritando esto, lo lanzó hacia el joven, quien, sorprendido, a punto estuvo de que se le cayese.

-¿Por qué me das esto? –preguntó confuso.

“No puedo permitirme dejarles vivos”, se dijo a sí mismo.

-Dile a Kareth que cuide de su hermana...

 

“¿Qué puedo hacer?”, se preguntó Miruru mientras la energía de los Erasers se concentraba cada vez más, “Incluso si destruyo ese aparato, ya no puedo detener el ataque. ¡¿Qué puedo hacer?! ¡Si lo hacen...toda la villa será destruida...! La villa donde...”, la chica observó el anillo que tenía en su mano, aquel que simbolizaba su unión con Kai. Fue entonces cuando recordó la nota que le escribió Runya, y que leyó antes de abandonar los territorios de la unión: Miruru, no soy persona de muchas palabras, y, probablemente, tampoco de buenas, pero quería darte las gracias, por el hecho de darme fuerzas para volver a confiar en los demás. En respuesta a eso, hay un consejo que me gustaría darte, aunque más que eso, es un recordatorio. Por favor, no te arrepientas cuando uses tu poder. Tú misma sabes los riesgos que conlleva para nosotros. Es algo que no hay que usar a la ligera. Por eso, si en algún momento tuvieses que hacerlo, quiero que sea para proteger aquello que es realmente importante para ti. Aquello que atesoras más que cualquier otra cosa, y que sabes que te atesora a ti de igual forma. Tenlo muy en cuenta. Espero que volvamos a vernos. Runya.

 

-Algo que atesoro... –la semidiosa sonrió y miró la villa en la que comenzó su relación con la persona que más quería y donde se casó con ella- Qué mejor que este lugar...

 

Justo entonces, los Erasers se dispusieron a disparar.

-¡Fuego! –exclamó Unum con cierta euforia.

Sin embargo, nada más ser lanzados, todos los rayos fueron detenidos en el aire, como si hubiesen alcanzado una pared invisible.

-¿Qué...? –el descendiente se dio la vuelta para descubrir a Miruru, quien, de pie y apoyando la mayor parte de su peso sobre su pierna buena, tenía levantados ambos brazos. Su expresión era decidida- ¡Maldita...!

 

Antes de que pudiese expresar su queja, el chico fue elevado en el aire, incapaz de mover su cuerpo. Al mismo tiempo el suelo comenzó a temblar, y las nubes en el cielo, a moverse extrañamente, como si estuviese desplazándose hacia el suelo.

 

El suelo delante de Sarah empezó a agrietarse, no obstante, la grieta sólo aparecía alrededor de donde se encontraba el Eraser, cuyo movimiento se había detenido. Acto seguido, el terreno justo debajo de la bestia se elevó poco a poco. Pero no era lo único que lo estaba haciendo, todo el territorio que rodeaba a la villa, así como aquel en el que se encontraban el resto de Erasers, se estaba elevando hacia el cielo, o mejor dicho, se estaba intercambiando por éste.

 

Desafiando toda lógica, el cielo estaba sustituyendo la tierra y viceversa, de manera que todas las bestias que habían atacado la villa se encontraban al filo de caer al infinito que suponía aquel mar de nubes.

-¿Qué...es...esto...? –se preguntó la peliazul sin poder apartar los ojos de aquella visión- Es...increíble...

 

-Así que...este es el poder de un semidios... –susurró Remi.

-¡¿Estás loca?! –exclamó Unum.

-¡Lo estoy! –dijo la joven de pelo rubio mientras grandes bloques de la superficie a su alrededor seguían elevándose uno detrás de otro. Aun así, la tierra que se encontraba detrás de ella se mantenía estable-. ¡Pero si pretendes destruir este lugar, entonces no me importa estarlo!

 

Los brazos y piernas de Unum comenzaron a fracturarse. Aun con su capacidad de regeneración, el poder de ella lo mantenía entre la espada y la pared.

-¡Gaah! ¡Maldita seas! –gritó.

-¡Esos seres no serán los únicos en morir!

 

La semidiosa cayó al suelo. Sus piernas habían dejado de reaccionar. Había perdido toda sensibilidad en la parte de abajo. Pese a ello, mientras pudiese mantener sus brazos desplegando aquella fuerza, continuaría.

-¡AAAAAAAAAAH! –gritó la chica, terminando de crear aquel mundo al revés al tiempo que, poco a poco, los Erasers se precipitaban hacia el vacío - ¡Mientras me quede algo de aliento! ¡Mientras todavía pueda moverme! ¡Mientras siga con vida! ¡Jamás les pondréis una mano encima!

 

Uno de sus brazos dejó de funcionar también. Pequeños hilos de sangre caían desde sus ojos y sus oídos. Sin embargo, la semidiosa seguía haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad. Asegurándose de que todos sus enemigos desaparecían de su vista. Incluido aquel que le había hecho tanto daño a Kai y los demás.

-¡No...pienso...morir...aquí! –exclamó Unum, utilizando todas sus fuerzas para conseguir mover uno de sus dedos, mediante el cual desplazó uno de sus mecheros hacia un punto ciego de la chica, logrando atravesar su corazón.

-¡Gah! –Miruru intentó continuar pero sus sentidos le fallaron y, finalmente, la extremidad que mantenía su poder activado tocó la superficie de los yermos.

 

Entonces, como si aquel efecto nunca hubiese tenido lugar, la tierra y el cielo volvieron a sus respectivos lugares, encajando perfectamente en ellos.

 

Unum, siendo absuelto del poder de la chica, chocó contra tierra. Había evitado por los pelos ser enterrado vivo por aquel descontrol. E incluso ahora que su regeneración comenzaba a funcionar, el daño que ella le había hecho a su cuerpo tardaría varios días en recuperarse del todo.

-Será mejor que me largue de aquí antes de que alguien más venga...

 

-¿Qué pasa, Quattuor? –se burló Quinque, al ver a su excompañero de pie y con los ojos cerrados-. ¿Por fin te has resignado a morir?

-Ja, ja, ja...

-No estás en situación de reírte –dijo Sextus, a quien se le observaba algo cansado debido a su exceso en el despliegue de su habilidad.

-Decidme. ¿Habéis conocido alguna vez el miedo?

-¿Qué...?

 

La rodilla de Quattuor se dobló, haciendo aumentar la musculatura de su pierna.

-Yo os lo mostraré...

Lanzándose como una bala de cañón, el hombre extendió los brazos hacia Quinque y Sextus en un ataque sorpresa que ninguno de los dos se vio capaz de esquivar. No sólo por la velocidad que éste llevaba, sino por el hecho de que lo que tenían delante de ellos había dejado de ser humano.

 

Una expresión que amenazaba muerte, extremidades que les acechaban, impidiéndoles pensar cualquier curso de acción que pudiese evitar aquel golpe y una presencia que imponía más que cualquier asesino en serie. En ese instante, Quinque y Sextus se dieron cuenta de que no podían escapar de aquella bestia que, acorralada, había decidido usar su última carta para llevarse a su enemigo por delante.

 

Así pues, los pechos de los dos fueron atravesados por los brazos de aquel monstruo, acabando inevitablemente con sus vidas. No obstante, el peligro no terminaba ahí. Había un objetivo más. Una última presa que, al ver como el cazado se convertía en cazador, utilizó como pudo su habilidad, haciendo aparecer varias espadas que comenzaron a clavarse en el cuerpo de su adversario. Aun así, la bestia no cedía. Avanzaba incansable, con sus últimas víctimas todavía colgando de sus brazos, una terrorífica sonrisa y unos ojos sedientos de sangre.

 

“No he hecho más que vivir para nada...”, pensó mientras Duobus utilizaba todo el poder que tenía para sacar armas que se clavasen en su cuerpo y evitasen que se acercase, “Es hora de morir por algo...”

 

Finalmente, se escuchó un fuerte golpe contra la pared, levantando una gran cantidad de polvo y escombros. El resultado que pudo mostrarse después fue el del puño de Quattuor hundido en el muro. El rostro de Duobus, a escasos centímetros de éste. La cara de la chica reflejaba, por primera vez desde que la conocía, verdadero miedo.

-Oh... –murmuró Quattuor, con el cuerpo cubierto de armas blancas- Así que tú también puedes poner esa expresión, ¿eh?

“Lo siento, Sarah. Me hubiese gustado estar más tiempo contigo. Lo siento mucho.”

-Esto...no está tan mal, ¿no crees?

 

Con esas últimas palabras, Quattuor murió. De pie y sonriendo. Mostrando hasta el final aquella tenacidad y orgullo que lo habían caracterizado.

-Quattuor... –dijo Kareth, con los ojos abiertos como platos. Todos los combates se habían detenido ante lo sucedido.

 

En ese momento, las puertas se abrieron, dando paso a los soldados del imperio. A través de la entrada, se podían ver los cadáveres de los de la facción esparcidos por el suelo.

 

Al mismo tiempo, a partir del lugar que había sido golpeado por Quattuor, el muro comenzó a agrietarse, desestabilizando la estructura de aquella sala.

 

Apretando los dientes, Kai comenzó a correr hacia la barandilla.

-¡Razer! ¡Kareth! ¡Corred!

-¡Duobus! –exclamó Naithan, reaccionando a destiempo y quedándose desprotegido el suficiente tiempo como para permitir que Razer le golpease, apartándolo de su camino.

-¡Mierda! –por su parte, Kareth reaccionó más tarde que sus amigos, estando a punto de ser abatido por Detz, sin embargo, un golpe de suerte hizo que parte del suelo se rompiese justo delante del científico, provocando que tuviese que detener su avance. Al parecer, la rotura provocada por Quattuor había conectado con otras grietas producidas por los combates que habían tenido lugar allí, causando que el balcón se estuviese destruyendo poco a poco.

 

Así pues, Kareth, agarrando a Ceron por el camino, se lanzó por el precipicio junto con los otros dos que quedaban del equipo, desapareciendo de allí.

-¡Tenemos que irnos, Excelencia! ¡Este sitio se está viniendo abajo! –exclamó uno de los soldados al emperador.

-¡Idiotas! ¡Atended a Duobus! ¡Yo puedo arreglármelas solo! –contestó él, levantándose del suelo.

-¡S-sí!

-¡Maldita sea! ¡Al final se han escapado!

-No pasa nada, Naithan –lo tranquilizó Detz, dirigiéndose hacia la puerta-. Ya hemos ganado...

 

-¡Espero que alguien tenga un buen método para evitar la caída! –gritó Kareth al ver como cada vez el suelo estaba más cerca. Si continuaban con aquella caída libre, acabarían hechos puré.

-¡Agarraos a mí! –dijo Razer, a la vez que, a unos cuantos metros de la superficie, desplegaba el gancho de su estoque, deteniendo el progreso de la caída pero saliendo despedidos por el aire debido a la fuerza inversa.

 

Aterrizando con el menor daño posible, los cuatro continuaron su carrera hasta que consiguieron ver uno de los vehículos con los que habían venido. Por suerte, los soldados del emperador no los habían destruido, quizás porque no pensaban que iban a salir vivos de allí. En cualquier caso, aquello les serviría para escapar.

-¡Rápido! –poniéndose Kai en la conducción, el resto se introdujo como pudo.

-¡Acelera! –apremió Razer viendo cómo soldados del imperio salían a darles caza.

Dicho esto, el vehículo arrancó, alejándose de allí.

 

En las afueras de la villa, Miruru observaba el cielo con la poca vista que le quedaba. Todo estaba borroso, y era incapaz de mover la mayor parte de su cuerpo, el cual se sentía cada vez más y más frío.

 

Unum había conseguido recuperarse lo suficiente para usar su poder y huir de allí con Nara gracias a plataformas hechas con hierro.

 

Al final, no había conseguido protegerlos a todos...

 

La chica reunió las suficientes fuerzas para girar la cabeza hacia la mano que tenía el anillo.

“A pesar de todo...no me arrepiento, Runya. Hice todo lo que estuvo en mi mano. Espero que...a partir de ahora...las personas de aquí puedan seguir viviendo pacíficamente...quiero creer en ello...”, teniendo como visión aquel improvisado adorno, cerró los ojos, “Me hubiese gustado...verte una vez más...Kai...”, derramando lágrimas que se mezclaron con la sangre que manchaba sus mejillas, Miruru abandonó aquel mundo, habiendo salvado la vida de muchos otros.

 

Mientras volvían, ni Razer, ni Kai, ni Kareth dijeron nada. Quizás porque ninguno quería reconocerlo o porque tenían miedo de hacerlo. Ese día, habían perdido la batalla...

84: A New World 1
A New World 1

Delante de dos lápidas de piedra con sendos nombres tallados en ellas, una chica meditaba, sentada con las piernas cruzadas y los ojos cerrados.

 

Junto a dichas lápidas había varios ramos de flores, no excesivamente difíciles de conseguir pero tampoco numerosas, por lo que se usaban en casos especiales como el de rendir homenaje a los muertos. Además, ellos eran especiales. Los dos eran muy queridos por la chica, por no hablar de que sus sacrificios había servido para evitar una situación peor que aquella en la que se encontraban.

 

Habiendo conseguido todos los Núcleos de Jade así como a Nara, a Detz sólo le faltaba llevar a cabo la batalla entre las tres potencias, contando a “Comhairle” y Yohei Gakko como parte del imperio, para lograr su objetivo.

 

Cualquiera diría que eso no hubiese sido posible anteriormente, no obstante, los ataques de los Erasers a la villa de los Rebeldes y los territorios de la facción y la unión habían desestabilizado la alianza. Y es que, tras ver las consecuencias que había tenido la batalla contra esos seres en la zona oeste, Ceron había caído en las garras de la venganza, dejándose provocar por el proyecto Gaia e ignorando las advertencias de Razer y Yorus, actualmente al mando del gobierno de la unión, en lugar de Alder.

 

Quizás, el anterior gobernador del norte podría haber sofocado la ira de Ceron, sin embargo, ya no se encontraba entre los vivos, trayendo consigo más de un problema, ya que, los ciudadanos, así como aquellos al servicio del gobernador, incluido el bajo mundo, estaban presionando a Yorus para unirse a la facción en la guerra contra el imperio, amenazando con un golpe de estado.

 

Para colmo de males, habían llegado noticias de que el apoyo de “Comhairle” al imperio no sólo no había disminuido sino que se había hecho aún más fuerte. Esto era debido a una grabación hecha por el imperio durante la reunión en la que se veía a Razer golpear al emperador, iniciando la lucha que se produciría en el recinto de éste y dejando al líder rebelde convenientemente como causa principal del ataque de los Erasers, puesto que se había producido justo después.

 

Asimismo, los grupos de bestias apostados por el imperio cerca de cada territorio habían sido justificados como medidas preventivas en caso de que la alianza pretendiese un ataque a traición y, ya que, dicha traición, por culpa de la provocación de Naithan a Razer, se había producido, casi nadie había cuestionado las palabras del imperio, y aquellos que lo habían hecho, ya se habían encargado Unum y sus adeptos de desviar su atención a otra parte.

 

En resumidas cuentas, habían caído en una trampa mayor de la que se esperaban y ahora se encontraban en una situación terrible: la facción dispuesta a entrar en guerra, la unión cerca de un golpe de estado y los Rebeldes habiendo perdido credibilidad después de que su líder destruyese el posible tratado de paz con el imperio, aunque no es como que fuese a haber uno desde un principio.

 

-Sabía que te encontraría aquí... –dijo una voz, situándose a su lado.

Ella se mantuvo en silencio, sin ni siquiera mover un solo músculo.

-¿Te importa si te acompaño? Hoy todavía no les he presentado mis respetos.

-En absoluto...

 

Kareth se sentó en la misma posición que su hermana, entrelazando sus dedos y suspirando profundamente.

-Todavía no me lo termino de creer...que ambos hayan muerto...si sólo hubiese sido más fuerte...estoy seguro de que, al menos Quattuor, todavía seguiría aquí...

-...

-Todo está yendo de mal en peor...Razer no levanta cabeza y, desde que Kai se esfumó, no hemos vuelto a saber nada sobre él...

 

Al día siguiente de enterarse de la muerte de Miruru, Kai desapareció, dejando atrás una nota en la que pedían que no le buscasen. Desde el punto de vista de Kareth, aquella quizás había sido la mejor reacción de todas las que habría esperado, ya que, cuando le contaron la noticia, el nigromante no mostró lágrima alguna, ni siquiera enfado, lo que el guerrero vio en su amigo fue una expresión vacía, como si acabase de perder toda su motivación para seguir luchando. En ese momento, no supo que palabras decirle para intentar traerle de vuelta. Ni siquiera el hecho de que en la villa la considerasen su salvadora conseguía algún efecto en él. Era una visión desesperanzadora.

 

Por otra parte, el estado de su hermana no era muchísimo mejor. Desde las muertes de Quattuor y Miruru, la chica se pasaba la mayor parte del tiempo junto a sus tumbas, en la misma posición en la que se encontraba en ese momento y manteniendo siempre alrededor de su cuello su colgante y el de Quattuor. Había veces que apenas comía o dormía.

 

Incluso él mismo, si no hubiese sido detenido por los demás, habría ido de cabeza al rescate de Nara pese a que habría acabado en muerte segura. Aunque, de momento, estaba manteniendo la cabeza fría, una parte de él seguía impulsándole a lanzarse contra el proyecto Gaia. Pero, para ello, necesitaba un plan y/o gente que le apoyase, algo que, dada la situación, parecía estar fuera de su alcance.

 

Kareth observó el escenario situado detrás de las lápidas de Quattuor y Miruru, ya que éstas no eran las únicas que ocupaban aquella área a las afueras de la villa.

 

Todas las personas que habían muerto durante el ataque se encontraban bajo aquel suelo. Más de las que le gustaría contar. Las únicas excepciones eran los cuerpos de los nómadas mutantes, cuyos familiares y amigos habían querido llevarse para enterrarlos por su cuenta y a su manera.

 

Parecía que, por el momento, Ivel había decidido mantener el asentamiento cerca de la villa de los Rebeldes, no estaba seguro de por qué motivo exactamente pero tampoco es como que nadie se hubiese mostrado en contra de ello. Es más, sus habitantes se sentían más seguros teniéndolos cerca.

 

Probablemente, Ivel era la que mejor había mantenido la compostura tras lo sucedido. Pese a lo mal que lo había pasado tras la pérdida de su padre, había seguido adelante, guiando a los suyos y tranquilizándolos, siendo uno de los principales pilares que intentaba elevar la moral de todos los que vivían allí. De hecho, incluso había visitado a Razer en varias ocasiones, intentando convencer al líder de los Rebeldes de acabar con aquella actitud que mantenía a todo su grupo estancado y desordenado. Por desgracia, ninguna de sus insistencias había obtenido respuesta.

 

Kareth se sentía inútil. Si las cosas seguían así, todas aquellas muertes habrían sido en vano. Tenía que hacer algo él también si quería compensar sus errores al permitir el secuestro de Nara y la muerte de Quattuor.

-Tsk... –chasqueó la lengua, molesto, al tiempo que se levantaba- Me vuelvo a la villa. No te quedes demasiado tiempo, tienes que comer bien, de lo contrario te debilitarás.

Recibiendo el silencio como respuesta, el chico puso una expresión de amargura y emprendió su camino.

 

Una vez en la villa, llegó hasta una de las pocas construcciones que no estaban en mitad de una reparación y accedió a ella, subiendo unas escaleras que le llevaron a un extenso pasillo en cuyo lateral derecho se podían ver varias habitaciones. Acto seguido, tocó a la puerta de una de ellas.

-Soy Kareth.

-Entra.

 

La voz de Seph le contestó desde el otro lado, dándole paso. Dentro de la habitación, observó a la chica sentada al lado de Drake, quien se encontraba medio incorporado sobre la cama. Un poco más alejado de los dos estaba Normand, quien, durante el ataque de los Erasers se había refugiado junto con los civiles.

-¿Qué tal, Drake?

-Recuperado, aunque la cicatriz no me la quita nadie.

-Será mejor que guardes reposo. Por lo menos un par de días más –propuso Seph.

-Vale, vale.

 

Aunque la herida que había sufrido el chico había sido superficial, de manera que sus órganos no habían acabado con serios daños, su abdomen había quedado bastante afectado. Por no hablar de la cantidad de sangre que había perdido y que le había costado el permanecer inconsciente durante un tiempo.

-¿Y Sarah? ¿Alguna novedad?

Kareth negó con la cabeza.

-Sigue con el mismo estilo de vida que ha llevado estos días.

-Hay que darle tiempo –dijo Seph-. Yo todavía no me termino de creer lo de Miruru. Y que Kai haya desaparecido, justo en un momento así...

-Muchos hemos perdido a alguien importante –declaró Kareth.

-No pudimos hacer nada por evitarlo... –comentó Drake, apenado.

-Hicisteis lo que pudisteis. Sentirnos miserable no va a ayudarnos en nada...tenemos que aprender de esto e intentar buscar una solución...

-Aunque digas eso, el estado de Razer es el que es. Y sin alguien que los lidere, dudo que los Rebeldes vuelvan a ser lo que eran –advirtió Seph.

-En ese caso ya sabemos cual es nuestro primer objetivo. Contactaré con Ivel y esta vez la acompañaré yo mismo a hablar con él.

-Será como las anteriores veces, Kareth –dijo Drake.

-Eso no puede saberse hasta que no se intente. Quiero rescatar a Nara. No sólo por mí mismo, sino para evitar que el ser humano desaparezca.

-Estoy contigo –dijo una voz detrás de él, que no era otra que la de Remi.

-¿Qué tal funcionan las nuevas piezas, Remi? –preguntó Normand.

-Por el momento no he tenido problemas, aunque todavía no las he probado en combate –contestó el chico.

-Ya veo, cuando te hayas reacostumbrado a moverte con ellas, haremos la prueba.

Remi asintió. Tras haber perdido parte de sus piezas durante el combate contra Unum, Normand se había encargado de ponerle unas nuevas. Sin embargo, el proceso había tardado un tiempo, habiéndose recuperado recientemente.

-Me alegro de ver que ya puedes volver a andar –declaró Kareth.

-Y que lo digas, me estaba cansando de no poder hacer nada. Así que, si tienes pensado ir a hablar con Razer, te acompañaré. Aquel día fui incapaz de proteger a Nara. No puedo dejar que las cosas acaben así.

-Bien. Cuento contigo entonces –dijo Kareth mientras chocaba la mano de su amigo.

-Buena suerte... –sentenció Seph.

 

Dicho esto, se dirigieron hacia el campamento de los nómadas, donde encontraron a Jaryl, quien estaba dándole indicaciones a varios de sus compañeros. A su lado se situaba Will.

-¡Kareth! ¡Hacía días que no te veía!

-¡Jaryl! ¡¿Qué tal todo por aquí?!

-Bastante bien. Desde que Ivel volvió a ponerse al frente como guía, la moral de los nómadas ha mejorado bastante. Incluso la de aquellos que perdieron a sus familiares durante el ataque.

-Es terrible que haya pasado todo esto y me alegro de que, pese a lo ocurrido, hayáis decidido continuar aquí. Parece que la gente de la villa se siente mejor con vosotros cerca. Gracias.

-No es a mí a quien deberías dárselas. En cualquier caso, nuestro campamento, por suerte, no fue atacado. No sentimos responsables de ayudar a los habitantes de la villa con las reparaciones.

-¿Es ese el motivo por el que os habéis quedado?

-En parte, pero creo que Ivel tiene un motivo más personal. Por cierto, si la estáis buscando, debe de estar en su tienda.

-Estoy aquí –dijo la chica, apareciendo de repente y ante la sorpresa de todos- ¿Queríais decirme algo?

-Ivel. ¿Qué tal estás? Apenas te he visto desde que volvimos.

-He estado ocupada. Ya sabes, después de lo ocurrido la gente necesita más que nunca a alguien que les guíe.

-Siento lo de tu padre...era un buen hombre, y un gran líder...

-Te lo agradezco...es reconfortante escuchar eso...y más viniendo de ti...

-Hemos escuchado que has estado visitando a Razer –comentó Remi.

-Entonces también os habréis enterado de que no ha servido de mucho...

-Sí, pero por eso queríamos ayudarte. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Por eso queríamos echarte una mano en lo que haga falta.

-Claro. Tres cabezas piensan más que una. No estoy segura de si servirá de algo pero merece la pena intentarlo. ¡Jaryl! ¡Will! ¡Ocupaos vosotros de todo mientras yo no estoy!

-¡De acuerdo! –contestaron ambos a la vez.

 

-Oye, Kareth... –continuó Ivel mientras se encaminaban hacia la construcción en la que se encontraba Razer-. Siento lo del secuestro de Nara. Es una buena chica...y...me siento mal por no haber podido siquiera estar con ella cuando la atacaron...

-¿Bromeas? Me han contado lo que hicisteis tú y el resto de nómadas. Podríais haberos marchado de allí y, pese a ello, decidisteis proteger a los habitantes de la villa como si fuesen de los vuestros. Lo que le ocurrió a ella no es culpa tuya ni tampoco de Remi. Unum es un enemigo demasiado poderoso, tendría que haber previsto que iría a por ella. Es la segunda vez que me la quita...pero te aseguro que será la última...

-Tú tampoco deberías culparte, Kar –dijo Remi- Incluso si hubieses estado allí para ayudarla, nada nos asegura que el resultado hubiese sido diferente. Puede que incluso hubiese sido peor. Uno no siempre puede hacerlo todo...

 

Finalmente, llegaron frente a la sala en la que, aparentemente, Razer llevaba encerrado desde que la grabación fue hecha pública. Delante de la puerta se encontraba Donell, quien se encargaba de cuidar de él, dadas sus circunstancias.

-Veo que esta vez vienes acompañada –comentó el hombre, con tono cansado, al observar a los tres visitantes. Su aspecto no era muy reconfortante. Afectado por el estado del líder de los Rebeldes, daba la sensación de haber envejecido.

-¿Cómo se encuentra? –preguntó Ivel.

-Ningún cambio –respondió Donell, bajando la cabeza.

-¿Podemos entrar?

Asintiendo, abrió la puerta, permitiéndoles el paso. Dentro estaba oscuro, sólo se vislumbraban los muebles de la habitación gracias a un pequeño haz de luz que entraba por una rendija de la ventana. Y en el centro, sentada sobre una silla, la figura de alguien.

 

Poco después de entrar, la joven nómada se acercó a la ventana y la abrió lo suficiente como para iluminar a dicho individuo. La visión que tuvieron Kareth y Remi en ese momento les dejó atónitos.

 

Un joven con barba de varios días, ropa desgastada y sucia y el cual despedía un olor nauseabundo, se situaba delante de ellos, con mirada perdida, brazos caídos y un estado de delgadez bastante notable. Sobre una mesa cercana podía verse un plato de comida apenas tocado, y si no fuera porque, probablemente, Donell se encargaba de limpiar un poco la habitación, aquella visión habría sido todavía más patética.

-Aquí tenéis al que en su día fue considerado un gran dirigente –comentó Ivel, cruzada de brazos.

-Razer...

El chico no contestó, ni siquiera reaccionó a sus palabras. Era como si estuviese muerto en vida. Una sensación parecida a la que Kareth tuvo con Kai.

 

Remi se acercó a él, tapándose ligeramente la nariz, y comenzó a agitarle bruscamente.

-¡Eh! ¡Tú! ¡Di algo! ¡Muévete! ¡Reacciona al menos!

Era inútil. Como intentar hacer andar por sí solo a un maniquí.

-Es peor de lo que me pensaba... –comentó Kareth.

-Es por eso que en todo este tiempo no he conseguido nada. Es como hablar con la pared. Una vez me enfurecí y por poco terminó golpeándole. Aun así, ni siquiera trató de defenderse –explicó Ivel.

 

Mirando al líder de los Rebeldes con lástima, Kareth decidió coger una silla y sentarse frente a él.

-Razer...sé que me estás escuchando...o al menos, quiero pensar que lo haces. Mira, quizás pienses que cometiste un error pero, incluso si no hubiese sucedido, ¿de verdad piensas que no habrían utilizado otro truco para salirse con la suya? No eres culpable de querer a tu gente y preocuparte por ellos, los culpables son ellos por haberse aprovechado de esa faceta tuya y haberla utilizado en tu contra...

-Un líder no siempre toma las mejores decisiones. Son humanos al fin y al cabo –añadió Ivel-. Pero, independientemente de hacia donde nos lleven esas decisiones, tenemos una responsabilidad que cumplir. Seguir adelante a pesar de las consecuencias.

-Razer, los Rebeldes te necesitan. Están desorganizados, algunos incluso han dejado la causa al darla por perdida. Necesitan a alguien que les motive y les dé esperanzas. Y ése eres tú. Así que, por favor, tienes que salir de ésta –continuó Kareth.

 

El guerrero esperó unos segundos, teniendo la esperanza de que levantase la cabeza y le mirase a la cara para decirle que todo iría bien. Sin embargo, no hubo contestación.

 

El chico suspiró, sin saber bien cómo continuar. Fue entonces cuando se escuchó el grito de Donell, alertando a los presentes, y acto seguido, la puerta se abrió de par en par, apareciendo Sarah con una espada en la mano.

-¡¿Sarah...?! –se sorprendió su hermano, sin saber bien si alegrarse o salir corriendo- ¡¿Qué estás...?!

 

Sin mediar palabra, la chica se acercó a Razer, lo cogió del cuello y lo estampó contra la pared, clavándole el filo de la espada en la pierna.

-Ugh... –el líder de los Rebeldes no pudo evitar reaccionar ante el dolor agudo que acababa de provocarle la peliazul.

 

Por otra parte, Donell, Ivel y Remi se prepararon para detener a la chica, no obstante, fueron detenidos por el brazo de Kareth.

-¡Esperad un momento! –pidió el joven. No estaba seguro de por qué, pero tenía el presentimiento de que debía dejarla hacer. Su hermana, aunque no de manera tan extrema como Razer, también había pasado un muy mal trago con todo lo ocurrido. El hecho de que estuviese allí, plantándole cara a Razer, le hacía pensar que quizás ella podría hacerle volver de alguna forma. No era una apuesta segura pero valía la pena apostar.

 

-Dime, Razer –comenzó a hablar la chica-, ¿sabes por qué Quattuor y Miruru decidieron sacrificar sus vidas? ¿Sabes por qué decidieron protegernos pese a no saber si el resultado sería el que buscaban? Esperanza, Razer. Ellos confiaban en nosotros para seguir adelante y poner fin a todo esto. Ellos tenían esperanzas puestas en nosotros, pero no sólo eso, sino que también querían transmitírnoslas. Y sin embargo, mírate. Perdido en tus propios errores, incapaz de hacer frente a las consecuencias. Dime, ¿qué esperabas? ¿Qué todo iba a salir según tus planes? ¿Qué todo iba a salir bien sólo por el hecho de que, hasta entonces, había ido bien? No. El mundo nunca fue tan sencillo. Por eso estamos en guerra. Y pese a ello, mucha gente al igual que Quattuor y Miruru ha muerto depositando sus esperanzas en aquellos que vendrían después, protegiendo un futuro que ni siquiera sabían si llegaría. ¿Y me quieres decir que has perdido la esperanza en ese futuro? ¿Me quieres decir que toda tu lucha contra el imperio, todas tus intenciones de salvar a las cobayas humanas con las que están experimentando, eran falsos? ¿Que el camino que querías recorrer no tiene ningún futuro? Entonces, ¿qué es para ti la esperanza, Razer?

 

Todos escuchaban, entre intrigados y estupefactos, las palabras de la chica. El aura que despedía en aquel momento era de alguien cuya voluntad no podía ser corrompida. Alguien que tenía clara su decisión.

-Si de verdad no vas a seguir adelante, entonces será mejor que te mueras –continuó la peliazul, sacando la espada de su pierna y lanzándolo contra el suelo-. No permitiré que sigas viviendo mientras te burlas de aquéllos que murieron. Sii por el contrario decides luchar, entonces continúa protegiendo el futuro, sin importar las consecuencias...

 

Tras esto, Sarah se marchó por donde había venido, dejando que Donell se acercase a Razer para tratar su herida.

-¿Qu-qué ha sido eso? –preguntó Remi.

Kareth sonrió levemente.

-Diría que la determinación de una cabezota y, probablemente, lo que Razer necesitaba oír... –contestó al tiempo que veía cómo la expresión del líder de los Rebeldes cambiaba.

85: A New World 2
A New World 2

Kai aparcó su vehículo. Tras bajarse de éste, se adentró en una ciudad en ruinas.

 

Hacía algún tiempo desde la última vez que lo había pisado, el lugar donde conoció a Miruru, atrapada bajo unos escombros. Una forma extraña de encontrarse a alguien y que ahora no podía evitar producirle nostalgia.

 

Por aquel entonces, ni se imaginaba lo que la chica significaría para él...

 

El nigromante caminó lentamente por las pedregosas calles de la antaño próspera ciudad. Nada parecía haber cambiado desde entonces. Incluso el lugar en el que una vez pasó la noche mantenía el mismo aspecto.

 

Así pues, sus pasos le llevaron frente a una pequeña porción de tierra removida, sobre la que descansaba una pequeña pelota y uno de los tantísimos escombros que había por toda la zona y que, en este caso, actuaba como lápida.

-No esperaba que esto siguiese aquí –dijo el chico mientras se agachaba y cogía la pelota, un objeto que había pertenecido a May y que había dejado encima de aquella tumba como muestra de respeto a los muertos, observándolo fijamente durante unos instantes.

 

Tras esto, colocó el objeto en su sitio, se sentó en el suelo y se cruzó de piernas.

-Hola... –comenzó, sin saber muy bien si aquella era la mejor manera de empezar- Yo... quería disculparme contigo. Cuando me marché de aquí, Miruru decidió acompañarme. En ese momento, le dije que me sabía mal dejarla sola en un lugar así. Sin embargo, fui totalmente incapaz de ayudarla cuando más lo necesitaba –Kai bajó la cabeza-. Ella... era tan especial... tendrías que haber visto la clase de persona en la que se llegó a convertir... hasta el punto de sacrificar su vida por la de los demás... hasta el punto de hacer que un inútil como yo se enamorara perdidamente. Por esa inutilidad, te pido perdón. Y te prometo, que haré que su muerte no sea en vano. Terminaré con todo esto de una vez por todas, pase lo que pase –terminando así su monólogo frente al sepulcro del lobo que en vida había sido un buen amigo de Miruru, el chico respiró hondo.

-¡Hel-End!

 

De repente, el mundo a su alrededor cambió. Transformándose en un pequeño patio en cuyo centro se encontraba una fuente con el holograma de un planeta.

 

A su lado se situaban los Infernos que habían sido llamados por él.

-Necesito ver a Jared. Y esta vez, no aceptaré un “no” por respuesta –indicó con determinación.

-No te muestres tan arrogante, Kai. No soy del tipo de espíritu que sigue ciegamente a su contratista como para que me hables de esa forma –explicó la voz de End- Sin embargo, parece que esta vez no va a hacer falta que te detengamos. Ahora mismo, cumples con las condiciones necesarias para poder verle.

-¿A qué condiciones te refieres?

-Eso, será mejor que se lo preguntes a él...

 

Nada más acabar la frase, tanto End como Hel desaparecieron, surgiendo de la nada una pequeña mesa redonda de madera (o esa era la sensación que daba) junto a la fuente, y dos sillas del mismo material a cada lado de dicha mesa.

 

Extrañado, el nigromante se levantó de su sitio y se acercó al mueble, tocando una de las sillas para comprobar si realmente estaban ahí.

-Puedes sentarte, si quieres.

Sorprendido, giró la cabeza hacia la otra silla, donde un extraño invitado había hecho acto de presencia.

-¿O quizás prefieres hablar en otro lugar?

 

El joven negó con la cabeza y aceptó su ofrecimiento, inspeccionando poco después a aquel ser, que se mostraba como una sombra amorfa cuya oscuridad que lo formaba se desplazaba en varias direcciones como si de corrientes de aire se tratasen.

-¿Tú eres Jared? –preguntó Kai.

-Sí, lo soy. ¿Acaso esperabas otra cosa?

-Si te soy sincero, no sabía qué esperar.

-No me extraña. Mi nombre no es tan conocido como el de Gaia, quizás sólo por aquellos que habéis sido capaces de cruzar a esta dimensión.

-¿Conoces a Gaia?

-Por supuesto que la conozco. Ambos nacimos aquí.

 

Kai levantó las cejas. No sabía qué decir al respecto de aquella revelación.

-Por tu expresión diría que no sabes de lo que te hablo, pero no te preocupes. Lo entenderás conforme te lo vaya explicando. Tanto eso, como quién eres en realidad, Kai.

-¿Quién... soy?

-¿No es ese el principal motivo por el que estás aquí?

-Uno de ellos, sí.

-En ese caso, empecemos desde el principio. Hace muchísimo tiempo, Gaia y yo nacimos en esta dimensión. Un universo vacío y sin nadie. Poco sabíamos sobre nosotros salvo el hecho de que disponíamos de ego y que ambos teníamos un poder inimaginable, aunque éstos eran tan diferentes como el día y la noche, pues el poder de ella le permitía controlar la vida, mientra el mío me permitía controlar la muerte. Esto terminó afectando negativamente a Gaia. Al fin y al cabo, en un universo vacío, donde los elementos necesarios para crear vida no existen, su poder resultaba inservible y, por tanto, también lo que considera su razón de ser.

De esta forma, su decisión fue la de viajar a una dimensión diferente que le permitiese alcanzar su objetivo.

-Y entonces mi planeta fue creado.

-Exacto. En aquel momento una parte de mí quiso detenerla pero, incluso ahora, sé que era lo que tenía que hacer.

-¿Por qué pensaste en detenerla?

-Salir de esta dimensión podía suponer abandonar la seguridad que ésta nos proporciona, por no hablar de que quizás no pudiese volver.

-¿Es por eso que no quisiste acompañarla?

-No, el motivo para eso fue otro. Como ya he dicho, mi poder es el de controlar la muerte. Tiempo después de que naciésemos, las almas de los muertos de distintos universos comenzaron a llegar...

-Je, un universo vacío al que van a parar aquéllos que han muerto. Debe de ser la clara representación de que más allá de la muerte está la nada –interrumpió Kai.

-En cualquier caso, el control sobre este universo fue puesto en mis manos. Salir de él podría suponer la incapacidad de regresar y, por consiguiente, se generaría caos por la falta de un ser que domine a los difuntos.

-Entiendo pero, ¿cómo es que entonces, gracias al poder de gente como yo, los muertos pueden ir y venir desde esta dimensión a la mía?

-Eso es porque la situación es diferente. Los contratos que vosotros hacéis con los seres que habitan aquí son como un seguro. Una especie de ticket de ida y vuelta. De hecho, sin esos contratos que os permiten contactar con ellos, tampoco sois capaces de venir a esta dimensión. Sin ir más lejos, tú mismo has necesitado la compañía y permiso de dos de los Infernos para poder estar aquí.

-Entonces, ¿esto se podría considerar como una especie de establecimiento de contrato entre tú y yo?

-Eso depende de ti –indicó Jared-. Continuando con el tema, y pese a lo que he dicho antes, parece que entre los vuestros también los hay que pueden atravesar esta dimensión sin necesidad de establecimiento de contrato. Aunque sólo sea de manera fugaz.

-¿Te refieres a Duobus?

-¿Es así como se llama?

-Si estás preocupado por eso, tranquilo. Habiendo perdido su inmortalidad probablemente sea incapaz de volver a cruzar entre dimensiones de esa forma.

-No estoy preocupado. Aunque bien es cierto que los seres vivos están fuera de mi jurisdicción y, por tanto, no tengo control sobre ellos. No hay ningún ser vivo que pueda hacerle daño a los muertos. Incluidos aquellos que permanezcan más tiempo en esta dimensión gracias a sus contratos.

-Entiendo. En cualquier caso, y aunque agradezco la explicación, sigo sin saber qué tiene que ver todo esto conmigo. Mi maestro, Eigar, me dijo que mi poder iba más allá de las reglas, que el destino tenía un papel importante para mí y que es a ti a quien debía recurrir si quería saber lo que significaba.

-Y no se equivocaba.

-¿Equivocaba?

-Soy el ser que domina esta dimensión. Cuando alguien la cruza, y más si pasa a pertenecer a ella, siempre me doy cuenta.

-Eigar... –comprendiendo a lo que se refería Jared, el nigromante apretó dientes y puños y cerró los ojos. Una vez se hubo tranquilizado, volvió a abrirlos para mirar a la entidad-. Al menos espero que muriese en paz.

-Algún día, llegará el momento en el que tú mismo puedas preguntárselo. En cuanto a lo que él te dijo... aclárame una cosa, ¿nunca has notado extraño que desde un principio te acompañase un Inferno?

-¿Eh? –se sorprendió el joven- Pues... supongo que sí. Quiero decir...los problemas que tuve para conectarme con Hel me hicieron ser bastante consciente de por qué era tan diferente de los demás...

-Cuando Gaia y yo nacimos, establecimos una fuerte conexión entre nosotros. Debido a ello, incluso estando en distintas dimensiones seguíamos siendo capaces de comunicarnos. Por desgracia esa comunicación terminó cortándose unos años después de que se debilitase a causa de los humanos, el suficiente tiempo como para que llegase a enterarme de sus intenciones. Esa vez, al contrario que la anterior, sí que decidí actuar.

-Pero, ¿por qué? Quiero decir, no es como que el resultado vaya a causaros problemas a ti o a Gaia, ¿no?

-En mi caso puede que sea cierto. Incluso si los humanos desaparecen, la muerte seguirá su curso en otros seres vivos. Sin embargo, si Gaia hace algo así, se terminará arrepintiendo. Ella ama la vida. Es su razón de ser. Negar la existencia de un ser vivo, incluso si es por el bien de otros, es contradictorio. Pero ahora mismo está cegada por la avaricia de los humanos, y estoy seguro de que eso hace que dude en perdonarles.

-Si a ello le añades la comida de cabeza que le está haciendo Detz, las posibilidades de que lo haga se reducen.

-Así es.

-¿Y qué fue lo que hiciste?

-La situación era complicada. No podía abandonar este lugar ni tampoco intervenir en las acciones de los vivos, incluyendo las interacciones y contratos con los habitantes de aquí. Sin embargo, al igual que Gaia hizo con el Radiar, yo también puedo dividirme en partes y hacer que una de ellas viaje entre dimensiones. Así que eso hice, con el objetivo de que una parte de mí terminase en el planeta creado por ella. De esta manera, logré el nacimiento de un humano que tuviese parte de mi identidad. De esa forma, fue como naciste tú, Kai.

-¡Espera! ¡¿Qué?! –exclamó Kai mientras movía los brazos hacia delante en señal de que se detuviese- ¡¿Quieres decir que yo soy algo así como una extensión de ti mismo?! ¡No lo entiendo! ¿¡Cómo es que tengo forma humana entonces!?

-Naciste en el vientre de una mujer y te criaste como un humano. No obstante, no eres humano. Tu vida estaba decidida para que lucharas con el propósito de detener a Gaia.

-¡Entonces, ¿mi vida ha estado siempre controlada por tu voluntad?! ¡Si es así, no soy muy diferente de los descendientes de Gaia!

-Exacto. No obstante, hay una gran diferencia, y es que tu personalidad y forma de pensar nunca cambiaron ni te sentiste obligado a ayudarme u obedecerme, sino que tu propio ser actuaba de manera natural en la dirección que quería.

-¡Pero por muy inconsciente que fuese o por mucha libertad que tuviese, he estado siguiendo tu voluntad! ¡La dirección que tú querías que tomase! Ahora entiendo por qué no me afectó el poder de Gem, mi poder no procede del Radiar. ¿Y el hecho de que tuviese a Hel desde un principio?

-Para tu protección.

 

El nigromante se echó hacia atrás hasta apoyarse sobre el respaldo de la silla. Se sentía como si toda su vida hubiese sido una mentira. Incluso si era cierto que sus acciones habían sido tomadas por él mismo, en el fondo habían seguido la dirección que Jared quería: luchar contra el proyecto Gaia.

-¿Por qué me cuentas esto ahora? –preguntó Kai.

-Esto también es parte de tu camino pero la última decisión es totalmente tuya.

-¿La última decisión?

-El motivo por el que te envié fue para que un día te convirtieses en mi invocador. No obstante, para ello necesitas haber hecho contrato con los cuatro Infernos, ser mi contenedor y tener la voluntad suficiente como para establecer un contrato conmigo. Por eso antes he dicho que depende de ti el que quieras que esto sea un contrato o no.

-No lo entiendo. Ya tuve la voluntad de venir a hablar contigo pero Hel y End no me lo permitieron.

-Eso es porque temías las consecuencias. Tú crees que tenías la voluntad pero había algo que en tu subconsciente te impedía hacerlo. Algo que ya no está y que te ha hecho cambiar de opinión.

-No puede ser... –dijo el nigromante- ¡No puedes estar hablando en serio! –gritó mientras golpeaba la mesa con los puños.

-Sí, Kai. La muerte de Miruru te hizo pensar que ya no tenías nada que perder. Te hizo dejar de tener miedo a las consecuencias que podrían haberte separado de ella.

-¡Maldita sea! ¡Dime que su muerte no era parte de tu plan!

-No, no lo era. Podrías haber obtenido esa voluntad por otro motivo pero los acontecimientos te llevaron a esto.

 

Llevándose una mano a la frente, aquello suponía demasiada información para asimilar en poco tiempo. Pese a ello, intentó tranquilizarse.

-Lo siento, Kai. Siento no haber podido hacer nada para que las cosas fuesen de otra forma. Siento ser tan egoísta como para pedirte que, incluso si esta última decisión te pertenece, por favor, aceptes. Eres el único medio que tengo para hacer frente al proyecto Gaia pero no puedo forzarte a aceptarme, pues aunque seas parte de mí, no dejas de estar vivo.

-¿Sabes? Ahora mismo no me caes precisamente bien. Todo este tiempo he seguido tu juego sin siquiera saberlo, lo he pasado bastante mal, y aun así tienes la cara de pedirme que acepte un contrato contigo. Debería de mandarlo todo a traste, que la humanidad se extinga y que Gaia se arrepienta de su decisión si ese es el caso. Pero, por mucho que odie esto, odiaría mucho más que la gente que me importa desaparezca, que gente que no lo merece termine pagando la avaricia de algunos humanos, que el sacrificio de Miruru sea en vano...

Por muy mal que me caigas, otro de los motivos por los que vine aquí fue para conseguir el poder para enfrentarme a mis enemigos y lograr un final feliz.

 

El ambiente se quedó en silencio durantes unos segundos.

-No sé si esto también lo tendrías planeado pero parece que vas a salirte con la tuya.

-Ya veo. Gracias, Kai.

-A cambio, hay un par de cosas que quiero pedirte.

-Por supuesto, pídeme lo que quieras. De hecho, hay algo que todavía no te he dicho...

-No hace falta. Ya sé lo que me vas a decir. He aceptado a sabiendas de ello, así que puedes ahorrártelo.

-Entiendo. Lo siento de nuevo, Kai...

 

Unos minutos después de haber terminado la conversación, Kai seguía sentado en la misma silla. Jared ya se había marchado, dejándole solo en aquel silencioso patio en medio de la nada, donde esperaba a que alguien hiciese acto de presencia.

 

En ese momento, una chica de pelo rubio apareció a su espalda.

-Jared, me lo ha contado todo. Me han entrado ganas de pegarle una paliza pero, por desgracia, no puedo –dijo ella.

-Eso es muy propio de ti.  –sonrió el nigromante.

-¡¿Eh?! ¡¿Es así como me veías?! ¡¿Cómo una chica que entra en cólera cada vez que algo no le gusta?!

-Como mínimo, una chica que no tiene miramientos en expresar lo que siente. Es una característica que me terminó encantando de ti.

-Así que cuando me conociste no te gustaba, ¿eh?

-Dame un respiro... –se quejó Kai, provocando la risa en ambos.

-No lo hagas, Kai –Miruru rodeó el cuello del chico con sus brazos, apretando su cabeza fuertemente contra sí- No quiero que lo hagas por mí.

-Sabía que no estarías de acuerdo pero ya no hay vuelta atrás. Llegados a este punto, es mi deber enfrentarme al proyecto Gaia. Y, sobre todo, es mi deber enfrentarme a Unum.

-¿Buscas venganza?

-No. Eso sólo que yo soy el único que puede hacerlo.

-Kai...

 

El aludido se levantó de la silla,  se giró hacia ella y posó las manos sobre sus mejillas

-Lo siento, Miruru. Por no haber estado contigo. Por no haber sido capaz de evitar que murieses. Por haber sido un inútil. Por... por... –incapaz de controlar sus emociones, comenzó a sollozar.

-Nunca jamás pensaría así de ti, ya sea en la vida o en la muerte –respondió ella, esbozando una sonrisa y tocando la frente del chico con la suya-. Lo que ocurrió no fue culpa tuya. En una guerra, las personas están dispuestas a dar la vida por aquéllos a los que aman, por aquello por lo que luchan. Fue mi decisión, y las circunstancias que llevaron a ella, lo que provocó mi muerte. Así que, por favor, no te culpes más. Yo siempre voy a quererte, pase lo que pase.

-Gracias –susurró él, abrazándola con fuerza.

-¿De verdad no puedo hacerte cambiar de opinión? –preguntó la chica.

-Sabes que no...

-Sí... lo sé muy bien...

 

Separándose el uno del otro, Miruru levantó el puño.

-¡Ve a por ellos!

 

Posteriormente, el mundo de alrededor de Kai se transformó de nuevo, apareciendo ante él la tumba del lobo. No sabría decir cuánto tiempo había pasado.

-En fin... lo primero será conseguir el contrato con los dos Infernos restantes...

-Vaya, vaya. No esperaba encontrarte en un sitio como éste.

 

Sorprendido, Kai realizó un salto hacia atrás, preparándose para lo peor. Fue en ese momento cuando reconoció a las dos personas que tenía delante.

-Tú eres...

86: A New World 3
A New World 3

-¿Estás bien? –preguntó Kareth a su hermana.

 

Ambos se encontraban en la azotea de una de las casas. Habían pasado varias horas desde que la chica entrase en cólera frente a Razer, logrando la reacción del líder de los Rebeldes. Tras haberse marchado y haberse calmado la situación, Kareth había decidido hacerle una pequeña visita.

-¿Vienes a echarme la bronca por lo de antes? –preguntó ella.

-En realidad, no. Quizás hayas exagerado un poco... pero, dadas las circunstancias, creo que lo merecía.

-Ya veo –respondió, exhalando un profundo suspiro antes de perder el equilibrio.

-¡Sarah! –exclamó su hermano, sujetándola antes de que se golpease contra el suelo.

-Perdona. Sólo me he mareado un poco.

-Normal. Llevas días que no comes ni duermes como es debido. Lo raro es que no te haya pasado antes.

-He estado pensando todo este tiempo... en ellos... en su lucha y su sacrificio... –la joven se agarró los dos colgantes que rodeaban su cuello. Kareth sabía bien que la persona que más ocupaba sus pensamientos era Quattuor. “Cuida de tu hermana”, fueron las palabras transmitidas por Kai junto con el colgante que se arrancó del cuello antes de iniciar su último ataque-. No quiero que sean olvidados, Kar.

-Y no los olvidaremos, Sarah –declaró el chico mientras acariciaba su pelo azul. Sentándose sobre el suelo, había dejado que la joven apoyase su cabeza sobre sus piernas- Pase lo que pase, no los olvidaremos.

-No pienso rendirme... –con pequeñas lágrimas brotando de sus ojos, se quedó dormida.

 

En ese momento, Ivel apareció por la puerta de entrada.

-Kareth, Razer quería veros para hablar de... –se detuvo a mitad al ver que su amigo se llevaba un dedo a la boca, pidiéndole silencio- ¿Interrumpo algo? –susurró entonces.

-Permíteme que la lleve a una habitación para que descanse. Me reuniré con vosotros después.

Asintiendo, la líder de los nómadas se marchó, cerrando la puerta detrás de sí.

 

Después de dejar a Sarah, el guerrero se reunió con los demás en la sala donde Razer se había mantenido encerrado durante todo ese tiempo. Allí lo esperaban Ivel, Remi, Donell, Normand y el propio Razer quien, tras haberse duchado y afeitado, daba un aspecto mucho más presentable.

-Bienvenido, Kareth.

-Te veo mejor, Razer –sonrió el joven al observar su renovado aspecto.

-Sí, yo también lo pienso. De hecho, ahora que estáis aquí, lo primero que quería hacer era disculparme con todos vosotros por mi comportamiento. Este desastre pudo conmigo y debido a ello mandé al traste mis responsabilidades como líder. Siento mucho haber sido una carga.

-Lo importante es que ahora estás bien –dijo Ivel.

-Ivel tiene razón. No sirve de nada darle vueltas –añadió Remi.

-Gracias, sobre todo a ti, Donell, que me has cuidado durante todo este tiempo.

-Tenía esperanzas de que volverías en ti.

-Y así ha sido. Luego iré a disculparme con los demás –dirigió su mirada hacia Kareth, lo que el chico entendió como una alusión a Sarah- pero ahora debemos centrarnos en el problema que tenemos entre manos. Donell ya me ha hecho un resumen de la situación. Por lo que tengo entendido, la batalla entre las tres potencias es casi inminente. Falta quizás poco más de una semana para que tenga lugar, dependiendo de las preparaciones y de la decisión del gobierno de la unión.

-Yorus debe de tenerlo difícil ahora mismo –dijo Kareth.

-Sí, pero es posible que gracias a él consigamos más tiempo –indicó Razer.

-¿Tienes alguna propuesta? –preguntó Remi.

-Primero tengo que confirmar algunas cosas. Por ejemplo, ¿se sabe donde va a realizar el proyecto Gaia su último movimiento?

-¿Te refieres al advenimiento de Gaia? –preguntó Kareth, recibiendo un asentimiento como respuesta-. No estoy seguro pero el único lugar que se me ocurre es Genese. Al fin y al cabo, en el subsuelo de la ciudad es donde se encuentra su base y donde se realizaron todos los experimentos para el primer contacto con ella.

-¿Crees que sería posible acceder a la base?

-Mm... si no recuerdo mal... Tribus protegía una casa que tenía una trampilla hacia una zona subterránea. ¿Planeas que nos infiltremos allí?

-Intentar detener la guerra, tal y como están las cosas, me parece casi imposible. Sin embargo, un ataque directo contra ellos podría ser más eficiente. Eso sí, tendremos que hacerlo antes de que se produzca el choque entre las tres fuerzas.

-De ahí la ayuda aportada por Yorus, supongo –aclaró Remi.

-Aun así, el grupo que se infiltre deberá ser reducido, y tampoco estamos seguros de si usarán su base como cebo mientras realizan el advenimiento en otro lugar –replicó Kareth.

-Por no decir que, si termina siendo allí, estará protegido –añadió Ivel.

-Lo sé. Lo único que podríamos hacer al respecto es mandar un segundo grupo a otro sitio donde creamos que se produzca la llegada de Gaia –propuso Razer.

-¿Y qué sitio es ése? –preguntó Kareth.

-Los territorios del imperio.

-Cierto. Teniendo en cuenta la relación que tienen con el emperador y el hecho de que Detz estuviese con él, no sería de extrañar que pudiesen hacerlo allí –explicó Kareth.

-Pero, los territorios que abarca el imperio son muy extensos. ¿Cómo sabremos en qué lugar exacto lo van a hacer? –preguntó Ivel.

-Apuesto por el “Distrito β”, donde se encuentra la mansión del emperador. Seguramente sea el que esté más protegido pese al envío de tropas y no me extrañaría que, aun con los daños que sufrió su caserón gracias a Quattuor, tenga alguna zona escondida bajo tierra donde puedan llevar a cabo su plan.

-Resumiendo –continuó Remi-, nos dividiremos en dos grupos: uno que se infiltre en la base situada en el subsuelo de Genese, y otro que lo haga en los territorios del imperio. Todo con el fin de evitar el advenimiento con un ataque directo al proyecto Gaia.

-Así es. No obstante, no creo que el tiempo que nos pueda dar Yorus sea suficiente por lo que habrá que realizar otra maniobra... –dijo Razer, con una mueca de disgusto.

-¿Razer? –Kareth frunció el ceño, extrañado por su expresión.

-No me gusta la idea pero... lo único que se me ocurre es que mandemos al resto de las tropas a enfrentarse a los ejércitos de las tres potencias.

-¡¿Qué?! –exclamaron a la vez Ivel, Remi y Kareth.

-¡Es un suicidio! –se quejó Ivel.

-¡Además, ¿no les ayudaría eso a conseguir lo que necesitan?! –la siguió Remi.

-Por lo que dijo Naithan, los Rebeldes no forman parte de sus cálculos. Lo que quiere decir que tanto si participásemos como si no, dará lo mismo. Sé que es un suicidio, y más teniendo en cuenta que tendremos que dividir a nuestros soldados para que retengan a cada bando antes de que se encuentren pero no hay más remedio. De ello depende el que los grupos de infiltración puedan hacer su trabajo antes de que todo acabe. De hecho... yo mismo acompañaré a las tropas y lucharé junto con ellos...

-Razer... –murmuró Kareth.

-El futuro de la humanidad está en juego...

 

Los demás se miraron. Seguían sin estar de acuerdo con aquella operación, sin embargo, sabían bien que el tiempo no estaba a su favor. Por otro lado, aquella estrategia dependía mucho de los grupos de infiltración.

-Mm... ahora que lo pienso... la infiltración en la base en Genese la veo más probable pero los territorios de la imperio... quiero decir... tú mismo has dicho que nuestra primera opción será la más protegida –dijo Remi, dirigiéndose a Razer.

-A mi manera de ver –Donell habló en su lugar-, teniendo en cuenta que estarán concentrados en la batalla, y los días que tardarán para llegar al sitio donde se producirá, probablemente no se fijarán mucho en nosotros. Más si se trata de un grupo reducido, el cual podrá pasar más desapercibido.

-Así es –continuó Razer-. Además, dada la naturaleza de Naithan y su deseo de que se produzca la batalla, deduzco que enviará a prácticamente a todo su ejército. Incluso si creo que será la zona más protegida, dudo que disponga de muchos soldados para ello.

-Visto así, puede que entonces hasta sea más fácil...

-De hecho, creo que será más recomendable que el grupo que se infiltre en Genese disponga que las tropas más fuertes.

-Mm... –Kareth se mantuvo pensativo durante unos segundos hasta que pareció tomar una decisión- Yo iré en el grupo de infiltración de Genese.

-¿Estás seguro? –preguntó Razer.

-En mi opinión, las probabilidades de que el proyecto Gaia actúe allí son mayores. Y es mi responsabilidad enfrentarme a Detz.

-De acuerdo.

-Yo iré con él –se ofreció Ivel.

-¿Ivel? –el guerrero se sorprendió.

-Después de que esos monstruos atacasen la villa y de que varios de los nuestros muriesen defendiéndola, decidimos participar abiertamente en la batalla. Es también una forma de honrar a los caídos pero ése no es el único motivo. Como ha dicho Razer, el futuro de la humanidad está en juego, y sean quienes sean nuestros enemigos, lucharemos por sobrevivir como hemos hecho siempre.

-Je, los nómadas sois valientes y formidables combatientes. Será un placer contar con vosotros –agradeció Razer.

-En cualquier caso, ya nos figurábamos que participaríais. Más que nada porque estás aquí –se burló Remi.

-Cállate –dijo Ivel, haciéndole una zancadilla y provocando que se golpease la espalda contra el suelo.

-¿Hay algún problema con que Ivel te acompañe, Kar?

-No, en absoluto.

-Entonces, por el momento, Kareth e Ivel irán en el grupo que se dirigirá a Genese. Más tarde decidiremos el resto pero por ahora, creo que Normand tiene algo que darte.

 

Asintiendo, el hombre se acercó a él, sacando del interior de la máquina a la que siempre iba subido una daga de gran tamaño que el chico reconoció como aquélla fabricada por su madre.

-Me ha costado un poco pero aquí la tengo.

 

El guerrero la cogió como si de un tesoro se tratase. Su hueco había sido sustituido por el mismo material que el filo, dándole una apariencia mucho más normal que la que poseía antes.

-¿Se utiliza igual que una daga convencional? –preguntó.

-En parte sí y en parte no. Verás, lo que le faltaba por completar era un mecanismo de vibración.

-¿Mecanismo de vibración? –le vino a la mente la imagen del Sonar.

-Exacto. Básicamente, al apretar por primera vez un botón situado en la empuñadura, se da una fuerte vibración mecánica en el filo que provoca una resonancia con una pequeña concentración de Radiar que hay en su interior. Al apretar el botón una segunda vez, esta concentración es expulsada al exterior actuando como un explosivo debido a su alta inestabilidad al contacto con el Radiar del objetivo.

-Ese tipo de técnica es como la que nos enseñó Quattuor para luchar contra los descendientes. Sin embargo, parece mucho más potente.

-He podido añadirle además un motor K al arma de manera que, cuando se pulse el segundo botón, el filo podrá hundirse a mayor profundidad.

-Ya veo. Con esto es posible que logremos derrotar a Detz. Gracias –el chico desplazó la vista hacia la daga-. Me pregunto por qué mi madre fabricaría una daga. ¿No sería más fácil si hubiese sido una pistola o algo parecido?

-Es una teoría pero... esta arma es de un sólo uso. Lo más probable es que haya que alcanzar un órgano vital para dar muerte a Detz. Tu madre pensaría que era más fácil acertar con un arma blanca que con un arma de fuego.

-Un sólo uso, ¿eh? Por si la presión que tengo no fuese suficiente... –esbozando una sonrisa irónica, el chico se guardó la daga.

-También tengo casi acabado el arco de Sarah así que, cuando despierte, dile que venga a verme.

-Lo haré.

-Mañana continuaremos con la formación de los grupos –sentenció Razer.

 

Mientras tanto, en otro lugar, Tribus observaba el cuerpo de Nara, quien dormía profundamente en el interior de un tubo similar a aquel del que la rescataron sus amigos.

 

De repente escuchó un ruido metálico detrás de ella. El origen de éste era Unum, quien, con expresión de dolor, y sujetándose uno de sus brazos con la mano contraria, había lanzado al suelo diversos utensilios.

-¡Maldita sea! ¡Ya me he regenerado del todo! ¡¿Por qué me sigue doliendo?!

-El poder liberado de un semidiós te golpeó casi de lleno. Tardaste en regenerarte por completo varios días, y los efectos secundarios durarán un poco más –explicó ella.

-¡Tiene suerte de estar muerta! ¡De lo contrario juro que la retorcería entre mis brazos como si fuese un sucio trapo!

-La culpa es tuya por confiarte –declaró burlona-. Pero en fin, supongo que un problema menos.

-¿Ha dicho algo Detz? –preguntó Unum mientras se sentaba en una silla, acariciándose el brazo.

-Dice que las tropas procedentes de Yohei Gakko ya se han unido a las del imperio. Supongo que en un par de días habrán terminado con las preparaciones y marcharán hacia la batalla.

-Y él vendrá hacia aquí...

-Tanto él como Duobus.

-¿Ella también?

-Claro. Tenemos que proteger el contenedor cueste lo que cueste. Es lógico que los descendientes restantes se encarguen de ello.

-Ya. Bueno, me da igual, siempre y cuando no me robe las presas.

-Tranquilo, tendrás tu diversión.

 

Durante unos segundos, los dos se mantuvieron en silencio hasta que Unum se decidió a romperlo.

-Por cierto, Tribus...

-¿Sí?

-Lo que te pidió Detz que le pusieses...

-No lo sé. Y aunque lo supiese no te lo diría.

-Je, lo suponía –dijo mientras se levantaba y se disponía a marcharse. Sin embargo, antes de atravesar la puerta se detuvo-. ¿Sabes? Es curioso. Últimamente la imagen de esa chica se ha vuelto a aparecer en mi cabeza. Me pregunto por qué, no siento nada al recordarla pero aun así, se mantiene viva en mi memoria. Incluso su nombre: May. Parece que después de todo lo que hemos cambiado seguiremos teniendo nuestro pasado muy presente, ¿no crees, Tribus? –carcajeándose de sus propias palabras, desapareció.

-Tienes razón, Unum. No importa lo que cambiemos, nuestro pasado siempre estará presente. Y pese a ello, no podrá volver a ser nuestro –la chica adoptó una expresión melancólica-. En ese aspecto, incluso después de que murieses, te tengo envidia. Porque tú pudiste pensar por ti mismo, ¿no es así, Quattuor?

87: A New World 4
A New World 4

-Bien, los grupos han sido decididos -dijo Razer. Después de la conversación que habían mantenido el día anterior, allí se encontraban aquellos dispuestos a participar y liderar los diferentes equipos-. A la base de Genese irán Kareth, Remi, Ivel y Sarah.

 

Los recién nombrados asintieron. Colgado de la espalda de Sarah, se observaba un arco de aspecto cristalino y gran longitud adornado con una serie de pequeños dibujos de color azul. Éste había sido recibido por la chica, hacía poco tiempo, de parte de Normand.

-Como parte del grupo que se infiltrará en el “Distrito β” irán Jaryl, Sdren, Zen, Sen y Len.

 

En este caso, únicamente asintieron Sdren y los tres hermanos. Por su parte, Jaryl desvió la mirada hacia Will, molesto.

-No pienso dar mi brazo a torcer, Jaryl. Y sé que Will tampoco lo hará –declaró Ivel al darse cuenta de la expresión del chico.

-Tsk... –con una mueca de desagrado, el joven se desplazó hacia la puerta de la sala y se marchó.

-Disculpadle –pidió la líder nómada, resoplando.

-No te preocupes. Es normal que esté así, dada la situación. Probablemente, todos los que estemos aquí nos sintamos igual aunque no nos quede más remedio que aceptarlo –dijo Razer.

-Supongo que sí...

-Por último, -prosiguió Razer- los demás se ocuparán de retrasar a los ejércitos. Eso incluye a Drake, Seph, Will y yo mismo. Aunque la misión de los tres equipos es arriesgada, ésta es la que tiene menos probabilidades de supervivencia, así que los que se quieran retirar podrán decírmelo sin problemas. Nadie les culpará por ello. Ante todo, quiero que tanto vosotros como el resto de soldados estéis seguros de vuestra decisión.

 

Se hicieron unos minutos de silencio durante los cuales el líder de los Rebeldes observó a cada uno de los presentes, sin obtener ninguna reacción de ellos.

-El plan se desarrollará de la siguiente manera: los grupos de infiltración serán los primeros en partir. Si todo va bien, llegaréis por la noche, con lo que la oscuridad os ayudará a ocultaros mejor...

-¿Crees que Detz pedirá ayuda a alguien más? –preguntó Ivel.

-No lo descartaría. No sabemos de qué puede ser capaz con tal de defender los dos puntos de infiltración, aunque es de esperar que aquél en el que se encuentre Nara sea el más protegido de los dos.

En el caso del grupo que se dirigirá a Genese, aprovechaos de los callejones. Los nómadas conocen mejor el terreno por lo que ellos serán los guías en este caso.

En lo que respecta a “Distrito β”, serán los Rebeldes quienes tracen el camino. En este caso recomendaría las zonas altas como puntos de ocultación: tejados, terrazas, etc.

Actuad rápido y en caso de que seáis perseguidos, defended la zona de entrada mientras otra parte del grupo continúa avanzando. Vamos a contrarreloj, así que nuestra principal prioridad será la velocidad. Y, sobre todo, recordad que os estarán esperando. No os descuidéis.

-De acuerdo –respondieron.

-En cuanto a los demás, dividiremos el ejército en dos partes: una se enfrentará a la alianza entre Yohei Gakko y el imperio, y estará liderada por Will y yo, mientras que la otra se enfrentará a la alianza entre la unión y la facción, siendo liderada por Seph y Drake. A su vez, cada bando se dividirá en dos partes. La idea de esto es emboscar a cada uno de los bandos desde los laterales con el fin de separarlos. “Divide y vencerás”, aunque en este caso, con suerte, les retendremos durante unas horas y reduciremos su número lo más que podamos, para intentar que el choque de Radiar que se necesita para el advenimiento no se produzca.

-De acuerdo –respondieron todos.

-Bien. Así pues, doy por terminada la reunión. Cualquier pregunta sobre el plan no dudéis en hacérmela. Es importante que todos sepamos nuestro papel antes de que iniciemos la operación...

 

-Oye, Remi –una vez hubieron abandonado la sala, Kareth llamó a su amigo-. Necesito que me ayudes en algo.

-Claro, ¿de qué se trata?

-Acompáñame. Te lo explicaré por el camino...

 

-¿Qué hay de Kai? –preguntó Seph a Razer, todavía sentado en el puesto desde el que había explicado el plan- ¿Piensas contar con él?

-Los planes han de hacerse según lo que uno tiene. No puedo esperar a que él venga. No contamos con ese privilegio –contestó el joven- Sin embargo, me gustaría pensar que volverá.

-Confía en él, Razer. Tengo el presentimiento de que nos ayudará.

-Lo más importante, por ahora, es prepararse para lo que se avecina. Gracias a la ayuda de los nómadas y de Normand, contamos con un mayor arsenal de armas para la operación. También he hablado con los grupos de Rebeldes distribuidos por otras partes del mundo para que tomen posiciones –hizo una pausa antes de continuar, mirando directamente a la chica- ¿Cómo está Drake?

-Mañana le permitiré volver a andar por su propio pie.

-Eres dura con él, ¿eh? –esbozó una sonrisa irónica.

-Tengo que serlo. No quiero que vuelva a darme otro susto y, visto lo que se avecina, quiero que esté en plena forma.

-Oye, Seph...

-¿Sí?

-Si no quieres que vuelva a ocurrir lo mismo, ¿por qué habéis decidido acompañarme?

-Nosotros fuimos presos del imperio. Si estuviésemos en alguno de los grupos de infiltración sentiríamos que nos hemos quedado al margen de nuestro principal objetivo. No queremos morir pero lo preferimos a vivir sin cumplir nuestro propósito.

-Entiendo.

-Si me disculpas, me voy. Tengo que contarle a ese idiota todo lo que hemos hablado aquí...

 

Mientras tanto, Will se acercó a Jaryl, quien estaba de brazos cruzados, apoyado sobre una de las paredes del pasillo que daba a la sala en la que había tenido lugar la reunión.

-¿Por qué no me dijiste que acompañarías a Razer? –preguntó Jaryl.

-Sabía que no te gustaría la idea.

-¡Es una misión suicida, Will! ¡Claro que no me gusta! ¡E Ivel ni siquiera me deja ir contigo con la excusa de que alguien tiene que liderar a los nómadas en cada uno de los equipos!

-Entonces, alguien iba a hacerlo de todos modos.

-Lo sé, pero aun así...

-Si hubieses sido tú, me habría sentido igual.

Jaryl apretó los dientes y golpeó la pared con su puño derecho.

-No moriré, Jaryl.

-Más te vale –terminando con la conversación, el joven nómada se alejó de su amigo, quien observó su espalda hasta que hubo girado la esquina.

 

-A ver si lo he entendido –resumió Remi-. Quieres alcanzar la misma forma que tiene Detz y para ello necesitas encontrar una manera de que el Radiar te acepte.

-Eso es.

-¿Y qué pinto yo en todo esto?

Ambos se encontraban en la zona desértica que habían usado para entrenar en considerables ocasiones.

-He pensado que quizás, entrenando contigo, consiga darme cuenta de lo que me falta.

-Mm... si fuese así, ya lo habrías logrado en alguna de las anteriores veces que nos hemos enfrentado.

-Las otras veces no estaba centrado en sacar a la luz todo mi potencial. Tú mismo me lo dijiste. Es posible que mientras combata contra ti encuentre lo que el Radiar busca de mí.

-Bueno, tampoco perdemos nada por intentarlo, supongo.

 

Dicho esto, el chico sacó dos pistolas a partir de sus piernas y se puso en guardia. Por su parte, Kareth transformó su cuerpo en el de un Eraser, preparándose también para el combate.

 

El viento era lo único que rompía el silencio entre los dos mientras, poco a poco, la tensión crecía, contrayendo la musculatura de los dos, dispuestos a atacar o defenderse dependiendo de lo que hiciese el primero en moverse.

 

Y éste no fue otro que Remi, quien, aprovechándose de la distancia, lanzó una ráfaga de disparos hacia Kareth, que la esquivó corriendo hacia uno de los laterales, trazando un semicírculo en su carrera hacia su contrincante, al que atacó directamente con un puñetazo.

-Demasiado lento –dijo Remi mientras evadía el golpe, dejando que éste levantara una gran polvareda al tomar contacto con el suelo.

 

Haciendo uso de la pantalla de arena que lo ocultaba, el chico volvió a realizar una serie de disparos al frente, sin embargo, su amigo también había sabido sacar partido del mismo truco, apareciendo por arriba y estampándolo contra el suelo.

 

Habiéndosele caído una de sus pistolas y quedándose libre su brazo mecánico, Remi transformó éste en un cañón con el que disparó a Kareth, quien recibió el golpe en su estómago, produciéndose una pequeña explosión por la cual se vio arrastrado hacia atrás, situándose a varios metros de distancia de su atacante.

 

-Oye, Kareth, dime una cosa –comentó Remi mientras recogía la pistola del suelo y se incorporaba a la vez que se quitaba la arena de la ropa-. Cuando te transformaste por primera vez, ¿en qué estabas pensando?

-¿Qué quieres decir? –preguntó su amigo, poniéndose también en pie.

-Quiero decir, ¿qué fue lo que te impulsó a transformarte?

 

El chico hizo memoria, viniéndole a la mente el momento en el que Sarah estaba a punto de ser asesinada. Ahora que caía en ello, Quattuor también provocó su transformación al fingir que había atravesado a Nara.

-Proteger a mis seres queridos... sí, diría que ese es el principal pensamiento que tenía.

-Ya veo... –Remi se mantuvo pensativo durante un rato hasta que pareció alcanzar una conclusión-. Es una hipótesis pero, ¿y si lo que busca el Radiar de ti es algo más que eso?

-¿Algo más?

-Sí. Durante este tiempo, cuando te transformabas, lo hacías con la intención de proteger a los demás y de salvar a la humanidad pero quizás no sea eso lo que el Radiar busca de ti. Puede que desee que se alcance un objetivo todavía más grande.

-¿Y de qué objetivo crees que se trata?

-No lo sé, supongo que eres tú quien debería saberlo.

 

El joven guerrero observó a su amigo con expresión confusa. Si hacía memoria de los motivos que le habían llevado a enfrentarse a Detz, además de proteger a Nara y los demás, también estaba el hecho de que creía que la humanidad merecía una segunda oportunidad. Que si antes de recibir el Radiar habían mantenido una sociedad estable, serían capaces de volver a ese punto de partida. ¿Cuál era entonces ese objetivo que el Radiar buscaba más allá de aquello?

 

Claro, ahora que se daba cuenta, la humanidad no era realmente lo que, tanto Gaia como el Radiar, protegían, sino el mundo entero. ¿Realmente sólo con permitirle una segunda oportunidad al ser humano el mundo iba a arreglarse? ¿Realmente la humanidad iba a volver a ser como antes una vez salvada? Si bien es cierto que una vez los seres humanos trataron bien este mundo, su mentalidad había cambiado.

-Salvarlos y corregirlos –murmuró, de repente, Kareth.

-¿Qué?

-Ahora lo entiendo. Hasta entonces sólo estaba pensando en una solución a medias. Sólo tenía en mente evitar la extinción de la humanidad pero eso no terminaría con los problemas de este mundo. Tengo que demostrarle a Gaia y al Radiar un camino en el que la humanidad sea corregida para que tanto ella como el mundo puedan convivir en armonía.

-¿Y qué idea tienes en mente? –preguntó Remi.

-Todavía tengo que pensarlo a fondo, así que no puedo decirte nada en claro pero creo que sé por donde empezar...

 

En otro lugar, en los territorios del la unión, los soldados fieles a Yorus, cerraban rápidamente las puertas que llevaban a la sala de reuniones del recinto del gobernador.

 

Finalmente, sus mayores temores se habían cumplido. Una alianza entre parte del bajo mundo y los propios ciudadanos había dado lugar a la formación de milicias que actualmente se encontraban en mitad de un golpe de estado.

 

Como gobernador en funciones, Yorus había intentando apaciguar su sed de sangre pero sabía que las probabilidades de que consiguiese algo eran terriblemente escasas. A ello había que sumarle la incitación de los “Spheres” a continuar con la guerra, ya que ésta les permitía continuar con la venta y distribución de Radiar.

 

Así pues, la situación se había complicado mucho. Si bien las técnicas de guerra de las milicias eran peores que las de los soldados fieles al gobierno, su número era inmensamente más grande. Además, existía el añadido de que los soldados del gobierno encontraban mayores dificultades en matar a los ciudadanos que estos últimos en destruir el gobierno, de manera que lo único que podían hacer era ganar el máximo de tiempo posible para que los Rebeldes hiciesen su movimiento.

 

-¡Usad todos los muebles de la sala para bloquear la puerta! –ordenó Yorus mientras él mismo levantaba con facilidad una mesa de madera que ocupaba la mayor parte de la cámara.

La fuerza del hombre era bien conocida entre sus súbditos y, de hecho, era gracias a él que habían conseguido mantenerse en pie durante tanto tiempo, pero hasta el propio Yorus lo tenía difícil para enfrentarse a personas a las que, hasta entonces, había estado protegiendo.

 

-Éste es el último sitio al que podemos ir dentro del recinto. Toda el área está rodeada, y no creo que tarden mucho en encontrar una manera de entrar. En esta situación lo único que podemos hacer es resistir.

Los soldados miraron a su superior, algunos con rostros tristes, otros más decididos pero ninguno de ellos con el menor indicio de miedo, manteniendo firmemente agarradas sus armas y dispuestos a seguirle hasta donde hiciese falta.

 

Fue entonces cuando uno de los presentes avanzó hasta Yorus.

-Creo que debería escapar, señor -Yorus quedó sorprendido por aquella repentina propuesta, sin saber bien cómo responderle-. Si no recuerdo mal, en esta sala existe una trampilla por la que se puede llegar hasta el túnel de alcantarillado. Como ya sabe, estaba preparada para el gobernador en caso de que la necesitase. Por ello, qué mejor que hacer uso de ella para que usted pueda sobrevivir.

-¿Pretendes que os deje solos?

-Sé que va en contra de sus deseos pero... usted es quien mejor conoce los métodos del anterior gobernador. En caso de que, algún día, todo vuelva a la normalidad, es el más adecuado para ocupar el cargo. Siendo así, es necesario que sobreviva.

 

El hombre cerró ambas manos, una de ellas armada con su habitual doble martillo. Odiaba admitirlo pero aquel soldado tenía razón. Sin embargo, iba en contra de su propio honor dejarlos a su suerte.

-¡Señor! ¡Yo también opino lo mismo! –dijo otro de los soldados avanzando al frente-. La unión le necesita. Si usted cae aquí entonces no habrá futuro para este lugar.

-¡Yo también, señor! Nosotros decidimos ser soldados para proteger al gobernador. No cometeremos el error de no haber podido cumplir nuestro deber, señor.

-Ya lo incumplimos una vez...

 

El hombre respiró hondo. Quizás sus soldados no fuese tan fuertes y numerosos como los de la facción pero había combatido a su lado en numerosas ocasiones. En el caso de algunos, más de las que podía contar. Y, desde luego, no tenían nada que envidiarles en lo que a lealtad se refería.

-¿Estáis seguros de esto? No tenéis por qué demostrarme nada y sabéis bien que estoy dispuesto a dar la vida junto a vosotros para defender un mañana mejor...

-Lo estamos, señor. Simplemente creemos que ese mañana merece que alguien como usted esté presente.

-Ya veo. En ese caso, dejadme deciros algo. Pensad en vivir. Porque sólo aquellos que tienen la fuerza para ello tendrán la fuerza para superarlo todo. Pensad en avanzar. Porque sólo aquellos que lo hagan podrán obrar milagros. Pensad en vuestros compañeros. Porque sólo aquellos que lo hagan serán capaces de proteger. Y pensad en vosotros mismos. Porque sólo aquellos que lo hagan podrán encontrar la paz. Sois guerreros, amigos míos, no me llaméis señor nunca más, tratadme con el respeto de un camarada más, pues eso es lo que sois para mí: amigos, valientes guerreros y protectores de sus principios.

Todos los soldados levantaron sus armas.

-¡Por la unión! –gritó Yorus.

-¡Sí!

 

Mientras se introducía en la trampilla, el hombre echó un último vistazo a los demás.

-Llevaré vuestros deseos conmigo –declaró para sí mismo antes de desaparecer, cerrando la compuerta tras de sí.

 

Era el día de partida para los grupos de infiltración. Razer se encontraba delante de todos los que se disponían a marchar hacia la que quizás fuese su última batalla, dispuesto a despedirse de ellos pero, sobre todo, de animarlos a la victoria. Entre ellos, también se encontraban quienes partirían junto con él hacia la “misión suicida”, como algunos la llamaban.

-Recuerdo cuando se formó nuestra organización. El único objetivo que por entonces teníamos en mente era el de salvar a los civiles de los experimentos para los que los usaba el imperio. Éramos pocos, pero pronto nuestra influencia y nuestro número crecieron.

Sin embargo, tiempo después nos dimos cuenta de que había una amenaza todavía mayor. Lo que es más, el imperio ha unido fuerzas con ella. Todo con el fin de extinguir a la raza humana de este planeta.

El día en que esos monstruos atacaron nuestra villa, todos sufrimos un duro golpe y quiero pediros perdón a todos, sobre todo a aquellos a los que todavía no lo he hecho.

Durante nuestra larga batalla, algunos han caído y otros hemos continuado hacia delante con sus sacrificios en mente, esperando cumplir lo que ellos intentaron pero no pudieron. Aun así, yo olvidé ese sacrificio y me retiré de la batalla, negando aquellos sueños por los que tanto tiempo hemos luchado. Sé que eso no tiene disculpa pero... es lo mínimo que puedo hacer –el chico situó una rodilla en el suelo y se agachó, bajando la cabeza, no sólo para decir “lo siento”, sino para mostrar lo avergonzado que se sentía.

 

No obstante, lejos de optar por los insultos, uno de los soldados levantó el puño hacia arriba, manteniéndolo en alto. Entonces, el resto comenzó a imitarle, uno detrás de otro, hasta que finalmente, todos los presentes tenían uno de sus brazos alzados ante la atónita mirada de Razer. Aquello era la muestra de que seguirían a su lado. De que no había nada que perdonar sino un objetivo que cumplir.

 

El líder de los Rebeldes se incorporó.

-Gracias a todos. Amigos, hermanos, nos reunimos aquí dispuestos a enfrentarnos a la que será nuestra última lucha. Nuestra última batalla.

Después de este largo recorrido, después de todo este sufrimiento, tomaremos la apuesta de ganar o perder y podremos cada uno de nuestros esfuerzos en la victoria. Quiero que miréis hacia el futuro y veáis uno en el que la paz y la felicidad reinarán en este mundo. Pues somos unos rebeldes, aquellos dispuestos a enfrentarse a un mundo que se cierne hacia su destrucción y cumplir la gran hazaña para la que nadie más tiene el valor suficiente. Y aunque este último trecho sea difícil, ganaremos, de manera que desde el lugar en el que descansan nuestros seres queridos, puedan ver el mismo futuro que vemos nosotros.

 

Dicho esto, Razer también levantó el brazo.

-¡Por la humanidad!

-¡Sí!

 

En otra parte del mundo, Kai se preparaba para emprender su camino.

-Vamos... hacia Genese...

88: A New World 5
A New World 5

-¿Has llegado a disparar con él? –preguntó Kareth a su hermana, refiriéndose al arco que ésta llevaba a cuestas.

-He practicado un poco pero hasta que no lo use en combate no sabré de su verdadera utilidad. Espero que me sirva para derrotarles –contestó la chica, con seriedad.

-Intenta no hacer sobreesfuerzos, no quisiera que volvieses a desmayarte.

-Tranquilo, me he asegurado de comer y dormir lo suficiente. No haces falta que estés pendiente de mí. Más importante, intenta no dejarte llevar. Sé que quieres rescatar a Nara cuanto antes pero si te adelantas tú solo, lo único que lograrás es que te maten.

-Lo tendré en cuenta.

 

Subidos en los vehículos que los llevaban a Genese, los dos hermanos miraron hacia el horizonte. Dado el tiempo que llevaban de trayecto, no debía de faltarles mucho para llegar a su destino, sin embargo, debido a la oscuridad de la noche y a la densidad de las nubes que cubrían el cielo, ninguno podía dar constancia de la distancia que les quedaba por recorrer.

 

Eran cinco los vehículos que se dirigían a la ciudad, con cinco personas en cada uno de ellos. Al llegar, tenían previsto dividirse en pequeños grupos, ya que moverse los veinticinco en uno mismo era un suicidio en una misión de infiltración. Además, en cada uno de ellos iría, como mínimo, uno de los nómadas, quienes les guiarían hacia un mismo punto: la casa que protegía Tribus.

 

Por supuesto, cada grupo también dispondría de un miembro que se encargaría de mantener las comunicaciones con los demás, a fin de poder coordinarse de la mejor manera posible.

-Parece que ya empieza a verse algo –señaló Kareth a la vez que la poca iluminación permitía divisar la figura de construcciones hechas por el hombre-. Dejaremos los vehículos en las afueras y nos internaremos en la ciudad. Seguramente habrá ciudadanos en las calles. Si os encontráis con alguno, noqueadlo. Es mejor que no se vean inmiscuidos en un fuego cruzado.

 

Así pues, finalmente detuvieron los vehículos en una zona lo más cercana posible a la ciudad, sin preocuparse mucho de esconderlos. Tras esto, agarraron sus armas y siguieron las indicaciones de la operación, moviéndose a paso ligero y lo más silenciosamente posible.

 

Atravesar la primera barrera no fue difícil. Si bien es cierto que la ciudad tenía guardias apostados en los alrededores, se confiaba bastante en los guardaespaldas y mercenarios contratados por los comerciantes que la frecuentaban. Por tanto, no les supuso problema acercarse por la espalda de los pocos que había y dejarlos inconscientes, escondiendo sus cuerpos entre la vegetación.

 

Continuando con su camino, el grupo en el que se encontraban Sarah y Kareth se detuvo tras atravesar el primer callejón, observando el escenario, a cubierto detrás de una de las casas de la zona.

-Deteneos todos –dijo el informador de su grupo- Indicad vuestras posiciones antes de seguir avanzando

-Aquí “Grupo 2”. Nos encontramos a unos 100 metros aproximadamente de lo que parece ser un campamento de comerciantes en mitad de una plaza.

-Aquí “Grupo 3”. Desde nuestra posición vemos la misma plaza. Debemos de estar a unos 50 metros de ésta más o menos.

-Aquí “Grupo 4”. Sólo hay callejones en nuestra zona. Según nuestro guía, si continuamos recto llegaremos a una calle que lleva directamente al recinto del gobierno de la ciudad.

-Aquí “Grupo 5”. Misma situación que “Grupo 4”. Debemos de estar a pocos metros de ellos.

-Bien. El “Grupo 1” se encuentra a unos 50 metros de una calle comercial. Uno de los lados conecta con la plaza que habéis mencionado, el otro se cruza con la que va hacia el recinto del gobierno.

-En resumidas cuentas, debemos de tener una distancia de separación de 50-100 metros entre un grupo y otro –comentó Ivel, quien, junto con Remi, iba en el “Grupo 3”- De acuerdo, mantened un informe de estado cada 5 minutos, de manera que, si sois atacados, el grupo más cercano pueda acudir a la zona en la que os encontráis y asistiros –el informador comunicó palabra por palabra sus órdenes.

 

Tras dar su confirmación, los grupos continuaron avanzando, vigilando cada paso que daban y cada esquina que cruzaban. En ese instante, el guía que iba en el grupo de Kareth les detuvo, llamando la atención del chico.

-¿Qué ocurre? –preguntó el guerrero.

 

Su compañero nómada se limitó a levantar su mano izquierda para que no se acercase más mientras, con la derecha, señalaba a un par de hombres situados en un callejón que cruzaba con el de ellos. Eran “Geads”.

-Ya veo. Así que esto es lo que tenía planeado Detz para retrasarnos.

-Pero, ¿por qué les ayudarían? –preguntó Sarah.

-Probablemente les hayan mentido con grandes recompensas por nuestras cabezas. Recuerda que la última vez nos persiguieron a ti y a mí por ser fugitivos buscados por Yohei Gakko, a estas alturas vete a saber a qué pecio está nuestras cabezas... y las de los demás...

-Tenemos que avisar al resto de grupos.

-Estoy de acuerdo. Esperad a que me ocupe de ellos, no quisiera que nos escuchasen por accidente –sugirió el chico mientras, apoyándose sobre las dos paredes que formaban el oscuro callejón, llegaba hasta el tejado de una de las casas, situándose a pocos metros por encima de los hombres.

 

Después de asegurarse de que no había sido visto por más de ellos, saltó sobre sus cabezas, golpeándolos fuertemente en la nuca y dejándolos inconscientes. Acto seguido, escondió sus cuerpos, les quitó las armas y fue a reunirse con el resto del grupo.

-¿Por qué no le has interrogado? –preguntó su hermana.

-Es mejor no arriesgarse a que den la voz de alarma. ¿Habéis informado a los demás?

-Sí, aunque dicen que, por el momento, no se han encontrado con ninguno.

El chico se mantuvo dubitativo durante unos segundos. Tenía un mal presentimiento sobre ello pero no podían entretenerse mucho. Tendrían que arriesgarse a continuar.

 

Durante el trayecto hacia la casa, tuvieron más encuentros con “Geads”, sin embargo fueron fácilmente reducidos ya que su número era escaso, presentándose de dos en dos como los que se habían encontrado el grupo de Kareth y Sarah.

-Es como si estuviesen actuando de vigías para avisar a un grupo más grande en lugar de para detenernos –dijo la chica peliazul, a la vez que todos los grupos se detenían cerca de la construcción donde se hallaba la trampilla de entrada al subterráneo.

 

El área que la rodeaba estaba totalmente desértica, sin absolutamente nadie protegiéndola, un hecho que no hizo más que confirmarle sus temores.

-Está claro que es una trampa pero no tengo ni idea de qué es lo que pretenden. Saben que tienen el tiempo a su favor y, por eso mismo, nos están haciendo dudar –dijo el chico.

-Ivel propone que uno de nosotros haga de cebo mientras los demás se mantienen en espera –sugirió el informador del “Grupo 3.

-¡Eso sería un suicidio! –se quejó uno de los soldados del “Grupo 1”

-Sí, pero no tenemos tiempo para una idea mejor. Y si vamos todos y somos emboscados, entonces nos podemos dar por muertos.

-Iré yo –propuso Kareth.

-¿Estás seguro?

-Transformado tengo más resistencia que un humano normal, así que, en el peor de los casos, tendré más posibilidades de escapar.

-Mm... odio admitirlo pero tienes razón... –la chica peliazul preparó su arco- Remi, los demás tiradores y yo te cubriremos desde aquí. Ten mucho cuidado.

 

Asintiendo, Kareth se levantó de su posición y observó la casa. Si no recordaba mal, había otra entrada además de la principal. Quizás las posibilidades de caer en una trampa se redujesen si intentaba colarse por ahí. Aunque, bien pensado, había sido la propia Tribus quien les había guiado hacia dicha entrada, por lo que dudaba que no lo hubiesen tenido en cuenta. En cualquier caso, valía la pena probarlo.

 

Corriendo lo más silenciosamente que pudo, el joven llegó hasta ella, situada por uno de los laterales. Sin embargo, nada ocurrió. Ni siquiera cuando se dispuso a abrir la puerta, la cual cedió sin problemas, hubo muestras de ataque por parte del enemigo.

 

Así pues, se adentró allí, pensando que lo mejor era investigar el interior para cerciorarse de que era seguro.

 

La decoración seguía igual. El mismo salón, la misma cocina, el mismo pequeño recibidor que conectaba con un largo pasillo que llevaba a las demás habitaciones... el único cambio con respecto a la última vez era la falta de gente y la falta de sonido que inundaba el ambiente.

-Será mejor que no me entretenga mucho y busque la entrada –murmuró para sí mismo mientras guiaba sus pasos por el corredor hacia la primera habitación: un pequeño dormitorio lleno de polvo, cuya cama ocupaba la mayoría del espacio, quedando algo para una mesita de noche y una coqueta junto a un espejo que apenas reflejaba.

 

Introduciéndose en ella, decidió mirar debajo de la cama para ver si allí se encontraba la trampilla, no obstante, lo único que descubrió fue una camiseta vieja y arrugada, que anteriormente debía de haber pertenecido a una persona de entre unos diez o doce años.

 

¿Acaso aquello había pertenecido en su día a Tribus? Supuestamente, le dijo que ya vivía aquí cuando era niña. Claro que, a saber si fue mentira o no.

 

Cavilando sobre ello, Kareth escuchó el tenue sonido de un mecanismo. Éste era casi imperceptible. Si no hubiese sido por el silencio que reinaba en la habitación y por el hecho de que su físico estaba potenciado por el Radiar, jamás lo habría oído.

-Esto no me gusta –susurró mientras se acercaba a uno de los cajones de la coqueta, abriéndolo y descubriendo, para su horror, el mecanismo de una bomba- ¡Mierda!

 

Momentos después, desde las afueras, Sarah pudo ver como la casa explotaba desde dentro, provocando una lluvia de fuego y escombros que sorprendió a todo el equipo.

-¡Kareth! –gritó la chica, aun sabiendo que no le iba a oír.

 

En ese momento, dos de los grupos salieron de sus escondites, disponiéndose a socorrer al guerrero.

-¡No! ¡Esperad! ¡No vayáis! –exclamó Ivel adivinando las intenciones del enemigo.

 

Aquello era una alarma. Estaba claro que desde un principio les habían dejado llegar hasta allí, los “Geads” que habían encontrado durante el trayecto serían para tratar de tener un seguimiento de ellos, sin embargo, no pretendían atacarles una vez intentasen entrar, sino llamar la atención de toda la ciudad hacia un mismo punto: aquel en el que se encontraban ahora mismo. Ahora, no sólo les perseguirían los “Geads”, sino también los mercenarios y guardaespaldas de los comerciantes, que probablemente los considerarían autores de la bomba y un peligro para la seguridad de sus contratantes. Para colmo de males, la entrada había sido cerrada, y habían cometido el error de salir de su posición. Ya no había vuelta atrás.

 

Por otro lado, Kareth intentó incorporarse, apoyando su cuerpo sobre ambos brazos. La explosión, si bien sólo le había causado algunos rasguños, gracias a que había conseguido transformarse a tiempo; le había dejado mareado. Le pitaban los oídos, y su cuerpo pesaba como si tuviese a varias personas encima.

 

En ese momento, su visión, algo borrosa, distinguió la silueta de dos piernas. Tuvo que frotarse los ojos para poder ver mejor de quién se trataba.

-¿Tribus...? –preguntó el joven, sin tener claro si había acertado.

 

La chica se encontraba de pie frente a él, sin mediar palabra, únicamente mirando con ojos melancólicos los escombros de aquella casa mientras las llamas devoraban todo lo que podían.

-Intenté guardar algunos recuerdos, pero parece que no lograrán hacer que me olvide de éste... –dicho esto, desvió la mirada hacia Kareth-. Eres bueno, Kareth. Una persona normal no habría sobrevivido a algo así. Aunque tú no eres muy normal, ¿verdad?

-Tribus... tú... Ivel... verte... –el shock por el impacto le impedía expresarse con claridad.

-Ya es demasiado tarde. El que la vea no cambiará lo que tengo que hacer. Sabes bien que un descendiente no puede cambiar de opinión tan fácilmente. Además... yo...

-Tú... diferente...

Ella sonrió, cerrando los ojos, como si se sintiese aliviada.

-Te lo agradezco pero te equivocas. No soy como Quattuor o tú.

 

Levantando uno de sus brazos, hizo aparecer un esqueleto que portaba una espada de aspecto afilado y grueso, la cual situó a pocos centímetros de donde se encontraba el corazón del joven. A su señal, el esqueleto se dispuso a hundir el filo. Fue entonces cuando algo le hizo desviarse de su trayecto, protegiendo el cuerpo de Tribus de una serie de disparos realizados por Remi, quien corría hacia ellos sin dejar de atacar.

-¡Diréis lo que queráis pero soy de lo más oportuno! –exclamó el tirador mientras convertía su brazo izquierdo en un cañón con el que disparaba a la descendiente, quien hizo aparecer delante de ella otro esqueleto, un par de metros más grande que el primero y con un escudo que ocupaba más de la mitad de su tamaño, con el que defendió a su contratante del cañonazo de Remi.

-¡¿En serio?! –se quejó el chico, dejando caer los brazos por la decepción.

-¡Sead! –de la nada, Tribus hizo aparecer un par de tentáculos en su dirección, siendo esquivados por los pelos por el tirador, quien rodó por el suelo y volvió a disparar otro cañonazo nada más incorporarse. Sin embargo, éste impactó de nuevo en el escudo del esqueleto.

-¡Tsk! ¡Así es imposible!

 

Ene se instante, algo cayó desde arriba, cortando los tentáculos de Sead en varios trozos que desaparecieron al tocar el suelo. Tribus, observó a su nuevo contrincante con cierto orgullo en su rostro.

-Ivel...

 

Erguida sobre sus dos piernas, la joven blandió su lanza dignamente hacia quien una vez consideró parte de su familia.

-Una parte de mí todavía no quiere creerlo...

-Y, pese a ello, éste es mi verdadero yo –contestó Tribus.

-¡Kareth, ¿estás bien?! –preguntó la líder nómada.

-Más o menos –respondió el aludido, pudiendo mantenerse en pie por sí mismo.

-¡Entonces déjamela a mí! ¡Tú vete a buscar la entrada a ese subterráneo!

-Pero...

-¡Vamos! ¡No tenemos tiempo!

 

Todavía dubitativo, decidió hacer caso de sus indicaciones y corrió hacia los escombros, no obstante, Tribus ordenó a otros dos tentáculos que lo atrapasen, volviendo a ser cortados por el arma de Ivel.

-Ya he dicho que yo seré tu contrincante.

-¡Oye! ¡No os olvidéis de mí! –exclamó Remi.

-Me basto yo sola. Tú ve a ayudar a los otros grupos contra los “Geads” y demás mercenarios.

-Sarah ya se está encargando de ello.

-Yo no estaría tan seguro.

-¿Qué quieres decir?

-Pues que ella también tiene un asunto que resolver en esta lucha...

 

Así pues, Kareth llegó hasta el montón de escombros y cenizas, apartándolos con sus manos lo más rápido que pudo.

-Tengo que encontrar la entrada, o al menos un sitio por donde pueda hacerla yo...

-Deja que te eche una mano –pidió una voz a su lado, que no era otra que la de su hermana.

-¿Sarah? Creía que te habías quedado atrás con los otros grupos.

-Tranquilo, ya se encargará Remi de ello.

-E-entiendo...

-Y ahora, si me permites... –continuó a la vez que apuntaba con su arco a uno de los montones- ¡Sword Target: Scatter!

 

La flecha salió disparada directamente hacia el centro del cúmulo, deshaciéndolo como si éste hubiese entrado en contacto con una fortísima corriente de aire, dejando un boquete en su lugar.

-Nada mal... –se sorprendió Kareth- Así iremos más rápido.

 

-¿Estás segura de que podrás contra mí tú sola? –preguntó Tribus una vez Remi se hubo retirado, gritando maldiciones al aire.

-Sí. Debo hacerlo, como guía de los nómadas.

-Siento lo de Argo.

-Lo sé.

 

Ivel se lanzó en un ataque frontal hacia su adversaria. Utilizaba su clásico estilo de lucha, manejando la lanza con el tercer brazo a su espalda mientras con las otras cuatro extremidades se desplazaba a gran velocidad. No obstante, Tribus ya estaba preparada para ello, situando a su escudero al frente para provocar que la líder nómada intentase saltar por encima, y mandar varios de los tentáculos de Sead a por ella mientras estaba en el aire.

 

Entonces, Ivel, lejos de rendirse ante la artimaña de su enemiga, giró sobre si misma a la vez que hizo girar su arma, algo que no sólo le dio mayor movilidad en el aire sino que le permitió deshacerse de los tentáculos más cercanos, aterrizando justo encima de Tribus, que no tuvo más remedio que saltar hacia atrás para evadir su ataque.

-Te has vuelto más fuerte, Ivel –la halagó, mientras hacía salir del suelo otros dos tentáculos más estrechos que los anteriores, consiguiendo agarrar una de las piernas de la joven pelirroja y lanzándola después contra la pared de una de las casas.

 

Tras recuperarse del golpe, lo siguiente que se encontró Ivel fue a un gran número de esqueletos formando para atacarla.

-Veamos si lo eres tanto como para resistir esto –dijo la descendiente mientras mandaba a su escuadrón de muertos a por ella.

 

Finalmente, Sarah y Kareth consiguieron abrir un agujero en un lugar donde anteriormente estuviese la entrada al subterráneo, divisando a duras penas unas escaleras que se sumergían en la oscuridad.

-Vamos –dijo el chico, dando el primero paso hacia terreno desconocido, pese a que no era la primera vez que habían estado ahí dentro.

 

Ya llevaban un buen rato bajando escalones cuando Kareth se detuvo frente a una puerta, echándola abajo sin dificultad y entrando los dos en una amplia sala que parecía tener la función de recibidor, ya que de ella surgían dos pasillos: uno situado en la cara contraria a la puerta por la que acababan de entrar, y el otro en la pared de la izquierda, cerca del primero. A su vez, la cámara se sostenía mediante ocho pilares de aspecto bastante grueso y duro, cuatro en la zona lateral izquierda y cuatro en la derecha. En el centro les esperaba Duobus, con dos pistolas flotando a cada lado, que les dispararon nada más ponerse en su punto de mira.

 

Esquivando el ataque por acto reflejo, los dos hermanos se refugiaron detrás de los pilares más cercanos.

-¡Podrías habernos saludado al menos! ¡¿O acaso ésta es tu manera de hacerlo?! –se quejó Kareth.

-No es necesario –contestó la descendiente mientras se acercaba lentamente a ellos.

 

En ese momento, Sarah le indicó a Kareth mediante gestos que ella se encargaría de distraerla mientras él corría hacia uno de los pasillos. Aunque el chico no se mostró muy conforme con la idea, asintió.

 

Tras esto, Sarah salió de su escondite, preparando su arco y una de sus flechas.

-Hay algo que quiero saber. ¿Fuiste tú quien mató a Quattuor?

Su adversaria se mantuvo en silencio. Primero daba la sensación de que no había entendido la pregunta, sin embargo, la peliazul pudo observar un pequeño gesto de irritación por su parte.

-Así es. Yo le maté.

-Ya veo. No necesito saber más. ¡Ahora!

 

En ese instante, Kareth salió de su escondite y corrió hacia delante, confiando en la puntería de Sarah, quien desvió con éxito el primero disparo de Duobus, acertando con su flecha en una de las pistolas.

 

Instantes después, ya se encontraba preparando otra flecha a la vez que saltaba hacia un lado para esquivar un ataque perpetrado por la segunda pistola de la descendiente. Acertando de nuevo, al caer, en aquella que apuntaba a su hermano, desviando el tiro.

 

Sin embargo, cuando ya parecía que el joven había alcanzado su objetivo, una maza de pinchos, de unos 3 metros de longitud y algo más de ancho, se cernió sobre él, dando lugar a que éste usase sus manos como escudo. No obstante, el impacto se produjo sobre una armadura que, desprendiendo electricidad, rechazo la gigantesca arma, la cual desapareció en el aire.

-¡He llegado a tiempo! –Kai hizo su aparición por la misma puerta por la que habían entrado ellos, jadeando por el cansancio.

89: A New World 6
A New World 6

-¿Qué ves? –preguntó Will a Razer, quien sostenía unos prismáticos con los que observaba el campo de batalla.

-Parece que la unión entre el imperio y “Comhairle” se está preparando. Deben de haber más de dos kilómetros de distancia entre ellos y el ejército de la alianza. Probablemente para evitar el disparo de algún francotirador muy experimentado. Abre el comunicador, voy a hablar con Seph y Drake.

 

Obedeciendo al líder de los Rebeldes, el nómada sacó un aparato de entre sus ropajes. El objeto no se diferenciaba en aspecto al de otros comunicadores utilizados anteriormente por ellos, sin embargo, su alcance era considerablemente mayor, permitiéndoles comunicarse con el otro grupo, que se encontraba a más distancia incluso de la que separaba a los ejércitos.

 

Una vez encendido, Will lo situó de manera que tanto el como Razer pudiesen hablar.

-Seph, Drake, ¿estáis ahí? ¿Me oís? –preguntó el chico.

-Sí, se te oye sin problemas –contestó Seph.

-Seph, soy Razer. ¿Cómo va la situación?

-Por el momento, nada ha cambiado. Tanto nuestras tropas como las situadas en el lado contrario están escondidas aprovechando las dunas y rocas que hay por la zona. Seguimos centrándonos en la vigilancia del ejército de la alianza entre la facción y la unión.

-Bien. Avanzad hacia un lugar más cercano a ellos, siempre procurando manteneros ocultos, y esperad hasta que os dé la señal de ataque. Menos mal que hemos conseguido llegar antes, de lo contrario no habríamos podido establecer nuestra formación.

-De acuerdo pero, ¿no sería mejor atacarles ahora que todavía no ha comenzado la batalla?

-Teniendo en cuenta su superioridad en todos los aspectos, y que ahora mismo estarán pendientes de cualquier movimiento del enemigo, atacarles sólo conseguirá que nos eliminen más rápido y que la batalla pueda seguir desarrollándose después. Me parece mejor opción aprovecharnos del fragor de la batalla, cuando estén más pendientes del enemigo que tienen delante, para intentar sorprenderles.

-¿”Intentar”?

-Hay que tener en cuenta la posibilidad de que, al tener contacto con el proyecto Gaia, Naithan esté enterado de nuestro ataque. Al no saber qué tipo de estrategia usarán en ese caso, tendremos que lidiar con ello sobre la marcha con alguna de las nuestras. No hay muchas más opciones ya que tenemos poco tiempo.

-Entiendo. Entonces continuaremos con el plan. Corto.

 

Apagando el comunicador, la voz de Seph dejó de escucharse al otro lado de la línea.

-Avisa a los soldados. Repasaremos qué hacer si nos tienden una trampa y nos acercaremos a la posición del enemigo. Informa también al otro escuadrón para que haga lo mismo.

Asintiendo, Will se marchó de allí a la vez que cambiaba la frecuencia en el comunicador para poder establecer contacto con las tropas del lado contrario.

-Esto tiene muy mala pinta pero no es algo que no me esperase –murmuró Razer para sí mismo-. Sólo espero que los grupos de infiltración lo consigan...

 

Tras defenderse de otro ataque de los esqueletos, Ivel realizó un gran salto hasta situarse encima de una de las casas de la zona. Al aterrizar, se encontró rodeada de un grupo de ellos, los cuales se abalanzaron sobre la joven con sus espadas alzadas.

 

Moviéndose con fluidez, la líder nómada detuvo con su lanza un corte vertical, a la vez que golpeaba la cara de uno de los esqueletos con el talón de su pierna derecha. Acto seguido, giró 360º mientras enarbolaba su arma, seccionando las piernas de un tercer atacante, y finalizando con un corte diagonal que mandó a volar la cabeza de un cuarto.

Fue en ese momento cuando varias estocadas, procedentes de su alrededor, la obligaron a agacharse. Entonces, alzando su lanza en vertical, golpeó las hojas de sus espadas, desestabilizando las posturas de sus contrincantes y, mediante varios giros de su lanza, los descuartizó, dejando un montón de huesos en el suelo.

 

Cuando se dispuso a enfrentarse a Tribus, un tentáculo de Sead apareció por uno de sus laterales, provocando que se detuviese en el proceso, a fin de evadirlo.

-Recuerdo que cuando eras pequeña había veces que combatíamos. Siempre te lo tomabas en serio pese a que no era más que un juego, pero eso ya demostraba tus dotes como líder.

-Tú, por el contrario, no hacías más que reírte durante todo el combate. Siempre te burlabas de mí. Y en ningún momento mostraste todo tu potencial.

-Si os hubiese mostrado mi poder, probablemente habría tenido que separarme de vosotros. Y eso era algo que no deseaba.

-De todas formas, al final ha terminado ocurriendo.

-Lo sé, supongo que lo único que conseguí fue alargar lo inevitable...

-Dime, Tribus, ¿tan poderoso es el poder de Gaia como para que no se te pueda hacer cambiar de opinión?

-Como has podido ver, la madre de Kareth consiguió cambiar tanto la mentalidad de su hijo como la de Quattuor. Aunque, dudo mucho que, de haber sabido para qué servía lo que les entregó, hubiesen accedido. Bueno, quizás, en el caso de Kareth, de haber tenido también conocimiento sobre Gaia. En cualquier caso, yo también tengo otro motivo además del poder de Gaia.

-¿Otro motivo?

-Dime, Ivel, ¿alguna vez has estado enamorada?

Al escuchar aquellas palabras, la joven apretó fuertemente el mango de su arma.

-Ya veo. Te conozco lo suficiente como para ver que todavía lo estás. Sin embargo, esa persona no te corresponde, ¿no es así?

Ivel se mantuvo en silencio, con la mirada fija en el suelo.

-A mí me ocurre de la misma forma. Desde hace mucho tiempo llevo enamorada de la misma persona. Alguien por quien daría mi vida tantas veces como me lo pidiera, incluso si sé que jamás seré correspondida. Es doloroso y, a la vez, soy incapaz de cambiar lo que siento.

-Esa persona no será...

Tribus suspiró.

-Ha tenido más de un nombre pero ahora se le conoce más por el de Detz.

Sorprendida la líder nómada abrió la boca para intentar explicarle que aquello no era lo correcto. No obstante, una parte de ella lo comprendía. Por mucho que supiese que sus sentimientos por Kareth no eran correspondidos, olvidarse de él le resultaba tremendamente difícil. No quería ni pensar cuál sería la situación de Tribus, quien había querido a Detz desde hacía mucho más tiempo.

-Lo siento. No pienso cambiar de bando.

Diciendo esto, la descendiente alzó la mano, haciendo aparecer uno de los tentáculos de Sead, el cual pilló desprevenida a Ivel y la golpeó fuertemente.

-¡Agh! –con un grito de dolor, la joven atravesó el cristal de una de las casas y chocó contra el suelo de la misma, quedando bastante mareada. Por otro lado, su lanza salió despedida hasta clavarse en una de las paredes.

 

Mientras tanto, en la base subterránea del proyecto Gaia, después de ver rechazado su ataque gracias a la oportuna entrada de Kai, Duobus actuó rápido, haciendo aparecer una ametralladora por encima de su hombro que disparó hacia donde se encontraba Kareth, obligándole a separarse de la salida de la cámara.

Viéndose perseguido por una intensa ráfaga de balas, el guerrero corrió a refugiarse detrás de End, donde ya se situaban Sarah y el propio Kai.

-¡¿Dónde te habías metido?! –preguntó la peliazul.

-¡Necesitaba un poco de tiempo para pensar y conocerme mejor a mí mismo! –contestó Kai, quien ahora utilizaba al Inferno para resistir el ataque de dos ametralladoras.

-¡Pues espero que hayas conseguido algo que nos ayude en esta situación! –declaró Kareth.

-¡Algo he conseguido pero no para ayudarnos a nosotros!

De repente, los disparos se detuvieron, ya fuese por cansancio de no dar en el blanco o porque había decidido optar por otro plan.

-¡¿Qué quieres decir con “no para ayudarnos a nosotros”?! –inquirió la joven.

-¡Ya os lo contaré en otro momento! ¡Ahora mismo lo más importante es deshacernos de ella!

En ese instante, Duobus hizo aparecer un cañón en el que empezó a concentrarse una extraña energía de color blanco azulado.

-¡Yo lucharé contra ella! ¡Continuad vosotros! –exclamó Sarah.

-¡¿Estás segura?! ¡Incluso sin su habilidad para teletransportarse, esa chica es fuerte! –indicó Kai.

-¡Esto es una carrera a contrarreloj! ¡Si nos detenemos aquí los tres perderemos demasiado tiempo! ¡Vamos!

 

Siguiendo el grito de Sarah, los dos hermanos salieron de su escondite y corrieron por los laterales de la habitación en un intento de acometida contra Duobus.

La primera en atacar fue Sarah, quien disparó una de sus flechas hacia la boca del cañón, sin embargo, su tiro fue desviado por una de las espadas que acababa de hacer aparecer su enemiga, estropeándose en el proceso. A esto le siguió una patada por parte de Kareth dirigida a Duobus, quien, pese a defenderse interponiendo otra espada por el camino, perdió el equilibrio y cayó al suelo, quedando a merced del chico. No obstante, chasqueando la lengua, la descendiente provocó que el cañón disparase, dando lugar a un láser cuya potencia distrajo al guerrero el suficiente tiempo como para permitir el contraataque de ella, quien logró propinarle una patada en la mejilla. Por otra parte, el láser fue dirigido hacia Kai, quien invocó a Hel para combinarlo con End, golpeando aquella energía con las dos espadas surgidas de dicha combinación, las cuales desprendían electricidad y fuego al mismo tiempo.

 

Tras un choque que duró unos cinco segundos, se produjo una explosión que dejó al nigromante ileso pero sin sus dos invocaciones.

-¡Qué potencia! Y no parecía haber sido cargado al máximo. No me quiero ni imaginar las consecuencias de ello. ¿Es que quiere demoler este sitio? –dijo Kai.

Aprovechando el revuelo, Sarah volvió a disparar otra flecha, haciendo que Duobus retrocediese.

-¡Escapad! ¡Rápido!

-¡Octavo espíritu: Sázam! –moviéndose a gran velocidad, Kai alcanzó el cuerpo de Kareth- ¡Buena suerte! –con estas últimas palabras, se despidió de su amiga y escapó por el pasillo.

Duobus intentó seguir sus pasos pero otro disparo de la peliazul se interpuso en su camino.

-Tú y yo tenemos una cuenta pendiente... –declaró Sarah.

 

-¿Te encuentras bien, Kar? –preguntó Kai, dejando que su amigo se tuviese en pie por sí solo.

-Sí, aunque he de admitir que ha sido una buena patada.

-Continuemos, entonces. No podemos perder la oportunidad que nos ha brindado Sarah.

-Tienes razón –dicho esto, los dos siguieron recto por el corredor hasta que llegaron a otra habitación de mayor tamaño que la anterior. Ésta estaba desprovista de cualquier tipo de decoración o mobiliario y tampoco se observaban puertas o ventanas, no como que en una zona subterránea se pudiese ver algo a través de ellas en caso de que las hubiese.

-Esto me da mala espina –indicó Kai.

Como si alguien hubiese escuchado sus malos presagios, la entrada comenzó a cerrarse detrás de ellos.

-¡Maldita sea! –viendo la situación, Kareth se lanzó hacia ella intentando llegar antes de quedarse encerrados, sin embargo, no fue lo suficientemente rápido, chocándose contra la pared.

-Qué truco más viejo, Detz –comentó el guerrero, poniéndose en pie.

-He estado en una situación parecida antes. En ese momento, una amiga se puso a buscar alguna zona frágil en la estructura que pudiese romperse más fácilmente.

-Ahora que lo dices, me parece raro que Duobus protegiese la entrada por la que hemos venido si sólo llevaba a una habitación sin salida.

-¿Quieres decir que alguien ha tapado la salida antes de que nosotros llegásemos?

-No perdemos nada por probar.

 

Decididos, se pusieron manos a la obra, inspeccionando y golpeando con todos sus medios el material que constituía aquella cámara.

-Me pregunto de que estará hecho esto –comentó Kai al ver que, tras un ataque combinado de los Infernos, la pared no cedía.

-Oye, Kai.

-Dime.

-Me alegra ver que estás mejor. Cuando ocurrió lo de Miruru... cuando vi tu expresión en aquel momento... no supe qué decir. Si yo hubiese perdido a Nara, no sé lo que habría sido de mí.

-Nadie quiere perder a sus seres queridos, Kareth. Y, por desgracia, hay muchas personas que saben lo que es eso. Durante mi viaje, pude hablar con ella y conocer el propósito para el que he nacido. En ese momento, decidí el camino que debía escoger, el mejor camino para alguien como yo, que no fue capaz de proteger a las dos personas más importantes de su vida.

-Entiendo. Si es así, sólo espero que ese camino te lleve hacia donde desees.

-Yo también lo espero –respondió el nigromante, con una sonrisa.

-Ah, otra cosa, ¿a qué te referías con aquello que habías conseguido?

-¡Ah, eso! ¡Jajaja! Tal y como lo he dicho parece que esté hablando de algún arma o algo así pero en realidad son personas.

-¿Personas?

-Sí, personas muy poderosas. Yo me adelanté porque tenía que venir a Genese pero ellos se dirigieron a otro sitio donde creo que necesitarán más su fuerza...

 

Desde una distancia más corta, el escuadrón de los Rebeldes podía divisar mejor la formación del enemigo. Éstos llevaban una avanzadilla formada por vehículos ligeros montados por tres personas: un conductor y dos armados. Detrás de ellos se encontraba la infantería, probablemente divididos entre los usuarios de Radiar y los soldados rasos. Y por último, un batallón aéreo y un grupo de Erasers. Desde el punto de vista de Razer, los dos últimos grupos se usarían en último lugar. Al fin y al cabo, lo que buscaban era un choque de fuerzas, no una masacre. Aunque también había que tener en cuenta que la alianza también contaría con un batallón aéreo, además del sistema L-Drill.

-Los ejércitos se están preparando para marchar –informó Will-. Drake y Seph me han dicho que el ejército de la alianza está liderado por Ceron pero no conseguimos divisar a Naithan.

-¿Qué es lo que estás planeando? –se preguntó Razer, apretando los dientes-. Bien, reúne al escuadrón y pon el comunicador para todas las líneas. Voy a prepararme para dar la señal de ataque.

Will asintió y se marchó, dejando al líder preparándose su propio armamento: su ya conocido estoque, una daga y una pistola. Habiéndose ajustado todos los utensilios, respiró hondo y miró hacia el cielo nublado, levantando el brazo hacia él como si se tratase de un ritual antes de entrar en batalla. Posteriormente, se encaminó al frente de sus soldados.

 

Numerosas filas de rebeldes, alineados frente a su líder, se erigían sobre las tierras yermas que ocupaban gran parte del planeta. Unos veteranos, otros muy jóvenes, pero ninguno de ellos con la intención de echarse atrás.

Al igual que el ejército del imperio, la avanzadilla también estaba formada por vehículos rápidos, sin embargo, los grupos en el interior estaban constituidos por cuatro personas, estando el cuarto encargado de manejar una placa de un material de aspecto metálico. También había algunos usuarios de Radiar, pero éstos eran muchos menos. El resto eran soldados armados con todo tipo de armas, ya fuesen blancas o de fuego, ligeras o pesadas.

 

-¡Escuchadme, soldados! ¡Sé que esto es una locura! ¡Cuando salgamos ahí, probablemente nos encontremos en mitad de una trampa! ¡No sabemos que nos esperará pero no tenemos más remedio que enfrentarnos a ella! ¡Por eso, os pido que no miréis atrás! ¡No retrocedáis! ¡Seguid luchando pese a que muchos de nosotros caigamos! ¡A cambio, os prometo que conseguiré la cabeza de su líder, aunque me vaya la vida en ello!

Hizo una pequeña pausa, durante la que tanto él como Will se montaron en un vehículo de la avanzadilla.

-¡Creamos en nuestras esperanzas! ¡Creamos en nuestra victoria! ¡Creamos en nosotros mismos! ¡¡Cargad!!

 

El grito de la multitud siguió al de su líder, arrancando la carrera del ejército Rebelde hacia la que seguro sería su última batalla, después de tantos años luchando contra el imperio.

El rugido de los motores y los pasos de los soldados levantaron una nube de polvo sólo equivalente a la de los ejércitos enemigos.

 

Entonces, cuando no quedaba mucho para alcanzar el objetivo, Razer observó una figura de pie y con los brazos cruzados, quien no era otro que Naithan, rodeado de un séquito de subordinados parecidos a los que el líder de los rebeldes ya viese en su última pelea contra él.

-¡Te estaba esperando, Razer!

-¡¿Naithan?! ¡¿Qué diablos hace él aquí?!

De repente, de los laterales de la avanzadilla rebelde, surgió una multitud de soldados armados que se habían camuflado entre el polvo y los yermos, enarbolando sus armas de fuego, dispuestos a aniquilar todo lo que se cruzase por delante. No obstante, sus disparos chocaron contra las placas metálicas que había traído consigo su enemigo, recibiendo un rápido contraataque que dejó en el suelo a varios de ellos.

Por desgracia, aquello no fue suficiente ya que el número de soldados del imperio era muy superior a las primeras filas del escuadrón rebelde.

-¡Avanzad! ¡Seguid adelante! –exclamó Razer quien se acercó a la ventana del vehículo y, cuando estuvo lo suficientemente cerca del emperador y su séquito, saltó de éste junto con Will, situándose cara a cara con ellos.

 

Por su parte, el resto de transportes supervivientes continuaron su camino hacia el ejército principal del enemigo, mientras sus compañeros de infantería alcanzaban la zona de la emboscada y comenzaba su lucha contra los soldados del imperio.

-¡Es una lástima! –gritó Naithan con expresión arrogante-. ¡Quería ver tu cabeza reventada de un disparo! ¡Si llego a saber que sobrevivirías me habría quedado con el ejército principal! ¡Pero, en fin, ya tendré tiempo de divertirme después de que te haya matado!

Razer arrugó la frente, adoptando una expresión de ira y asco.

-¡Eres un maldito sádico!

-¡Lo sé! ¡Y tú un iluso por pensar siquiera que podrás hacerle algo a mi ejército! ¡No sois más que un mosquito comparado con lo que tengo yo!

-¡Es posible! ¡Pero no te conviene subestimar nuestra picadura!

 

Fue entonces cuando uno de los subordinados de Naithan le interrumpió para decirle algo al oído, provocando que el emperador reaccionase de una manera muy diferente a la de hacía unos segundos.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué unos semidioses están causando estragos en nuestras tropas?!

El líder de los Rebeldes se mostró extrañado ante aquellas palabras, sin embargo, Will también estaba recibiendo un comunicado por parte de Drake.

-¡No sé de donde han salido pero acaba de aparecer un par de semidioses frente al ejército de la alianza y están usando un gran poder para reducir su número! –se escuchó a través del comunicador.

-¿Qué significa esto? –preguntó Razer.

 

Cuatro humanos, divididos en un par para cada uno de los ejércitos, desplegaban una intensa fuerza elemental. Llamaradas que quemaban vehículos del ejército del imperio y fuertes tornados que los elevaban por los aires como si fuesen muñecos de trapo. Al mismo tiempo, avalanchas de tierra a las que sucumbían los soldados del ejército de la alianza y numerosas explosiones que eliminaban grupos de soldados.

A lo lejos, un hombre ciego sujetaba la silla de ruedas en la que se sentaba una chica sonriente.

-Esto es lo mejor que podemos hacer, Kai, Miruru. Pensaron que eliminarían a los semidioses más peligrosos destruyendo Yohei Gakko pero existían algunos dispuestos a dar su vida por la causa. Y como que me llamo Runya que les demostraremos de qué estamos hechos.

90: A New World 7
A New World 7

-Tú eres Runya, ¿verdad? –la vista de Kai se posó también sobre el hombre que sujetaba la silla de ruedas en la que se sentaba la joven-. ¿Valer? ¿Qué hacéis aquí?

-Eso mismo podríamos preguntarte nosotros –declaró la semidiosa-. Después del tiempo que llevábamos sin vernos pensaba que te alegrarías más.

-No es que no me alegre. Es que... no me lo esperaba.

-¿Y Miruru? ¿Sigues viajando con ella?

Al escuchar ese nombre, el nigromante desvió la mirada.

-Entiendo... –Runya bajó la cabeza- Se excedió usando su poder, ¿no es así?

-Fue para proteger la villa en la que vivíamos del ataque de unas bestias.

-¿Y lo logró?

-Sí.

-Me alegro de que, al menos, su muerte no fuese en vano –respondió ella, apenada- ¿Has venido para rendirle homenaje?

-Sí, aunque no sólo para eso. Justo aquí, está enterrado un buen amigo suyo. Quería disculparme por no haber podido protegerla y aclararme las ideas después de todo lo sucedido.

-Espero que lo hayas conseguido.

-Bueno, al menos tengo claro lo que haré a partir de ahora –indicó Kai girando la vista de nuevo hacia sus dos compañeros-. Decidme, ¿para qué habéis venido?

-Lo cierto es que vivimos por aquí cerca.

-¿En serio? Esto está en mitad de las tierras yermas...

-No hay otro lugar para gente como nosotros. Ni para los que son como yo.

-¿A qué te refieres?

-Acompáñanos, será mejor que lo veas por ti mismo.

 

Asintiendo, el chico siguió a Valer y Runya. Más allá de aquella ciudad en ruinas, a unos quinientos metros aproximadamente, se encontraba un pequeño campamento de apenas tres tiendas de campaña malamente construidas: dos de ellas pequeñas, y una más grande en la que debían de caber unas cuatro personas. En el centro del círculo que formaban los establecimientos, había una gran tela sujeta con varias varas de metal oxidado y madera que parecía servir de cubierta en caso de lluvia, aunque en esa zona era complicado ver un fenómeno así.

-¡Chicos! ¡Salid! ¡Tenemos visita! –exclamó Runya.

 

Del interior de las tiendas de campaña, surgieron cuatro personas: tres chicas y un chico. Ninguno de los cuatro presentaba un aspecto de lo más halagüeño. Sus ropas estaban roídas y sucias y sus expresiones no eran precisamente las de gente feliz. No obstante, por lo menos estaban bien alimentados e hidratados.

-¿Quiénes son? –preguntó Kai, entre susurros, a Runya.

-Semidioses, al igual que Miruru y yo.

-¡¿Qué?! ¡¿En serio?!

-¿Te parece extraño?

-N-no es eso. Los semidioses no son los usuarios del Radiar más comunes, si a eso le añades que destruyesen su Yohei Gakko...

-Aun así, todavía quedan quienes vagan por este mundo. Algunos sin saber qué hacer con sus cortas vidas, como es su caso... –comentó la chica-. Las tres chicas son hermanas. Las encontré en los yermos, buscando algo que llevarse a la boca. Estaban tan débiles que ni siquiera tenían fuerzas para usar sus poderes. El chico llegó al campamento con la intención de atacarnos, también buscando algo con lo que sobrevivir. Sin embargo logramos reducirlo y, en lugar de matarlo, le ofrecí unirse a nosotros. Por el momento vivimos aquí. Ahora mismo, Valer y yo los estamos manteniendo. Hay un oasis cerca así que, por el momento, no hemos teniendo problemas con la comida o el agua. Pero llegará el momento en el que tendremos que movernos hacia un lugar mejor, si es que lo hay.

Los jóvenes semidioses, que aparentaban tener unos dieciocho años pero que quizás tuviesen poco más de trece, mostraban miradas vacías, sin nada que perder ni que ganar.

-Me gustaría darles algo por lo que luchar hasta que su vida llegue a su fin, Kai –continuó Runya-. Ahora mismo, ése es mi mayor objetivo.

-Algo por lo que luchar, ¿eh? –murmuró el nigromante, viniéndole a la mente su propia imagen- Runya, hay algo que me gustaría contaros...

-¿De qué se trata?

-Es sobre el fin de la humanidad...

 

-Ya veo... –dijo Runya después de escuchar todo lo relacionado con el proyecto Gaia y el renacimiento del mundo- No es que tenga mucho aprecio hacia la raza humana, si te soy sincera.

-No eres la única que tiene esa opinión. Aun así, me gustaría pedir que me ayudaseis a derrotar al proyecto Gaia.

-¿Quieres que luchemos por una guerra que ni siquiera sabéis si vais a ganar?

-Morir sin un objetivo o morir por uno. Esa es la propuesta que te estoy haciendo. Si lo que buscas es que luchen por algo antes de morir, entonces esta es la única opción que queda. Si la humanidad es extinguida dentro de unos días, entonces no habrá esperanza, ni para ellos, ni para nadie.

-Aun así no puedo enviarles a morir, Kai.

-Lo entiendo pero creo que no sólo depende de ti –dijo el joven refiriéndose a los cuatro semidioses.

Ella los observó con una mirada triste, como una madre que ve partir a sus hijos hacia el peligro.

-Mañana hablaré con ellos. Por el momento, por qué no te quedas a cenar y pasas la noche aquí. No creo que encuentres mejor sitio para acampar si empiezas el viaje ahora.

-Gracias.

 

Esa misma noche, Kai se encontraba sentado, ligeramente alejado del campamento. Después de todo lo que había hablado con Jared, apenas había conseguido pegar ojo.

-Ah, ni siquiera sé dónde ni cuándo se producirá la guerra. La única pista que tengo es que el proyecto Gaia tiene una base en Genese. Quizás lo mejor sería partir hacia allí cuanto antes... –cavilando sobre esto, el joven escuchó el sonido de alguien sentándose a su lado. Se trataba de una de las tres hermanas, una chica de pelo corto, desordenado y rubio, y quien parecía la mayor de ellas.

-¿Qué haces aquí? –preguntó la chica sin rodeos.

-¿Qué haces tú aquí? –contraatacó Kai, frunciendo el ceño.

-No podía dormir...

-Pues ya somos dos.

-¿Eres alguien en quien podamos confiar?

-Bueno, yo confío en mí mismo. Pero no soy quien para pedirte que confíes en mí.

-Realmente, me da igual. Si intentases atacarnos sólo tendría que matarte. Lo pregunto más porque Runya dice que lo eres.

-¿Y confías en ella?

La semidiosa asintió.

-Entonces, ahí tienes tu respuesta –contestó Kai. Lo cierto es que hablar con aquella joven le ponía un poco tenso, no por el hecho de que la considerase un peligro sino, más bien, porque no le daba la sensación de que tuviese cuidado al elegir sus palabras y acciones, lo que la haría impredecible y difícil de tratar.

-Entonces, ¿es verdad que tú nos harás luchar?

-¿Eso también te lo ha dicho Runya?

-No. Escuché vuestra conversación. No entendí la mayoría de las cosas pero dijiste algo de una guerra, ¿verdad? ¿Significa eso que quieres que participemos en ella?

-Aclaro que no pretendo haceros luchar. Es decisión vuestra si participáis en la guerra o no.

-Yo quiero participar.

Aquello sorprendió al nigromante, quien no se esperaba una respuesta tan directa.

-¿Puedo preguntar por qué?

-Cuando lucho, siento que mi vida tiene sentido. Siempre he tenido la sensación de que es para lo único que valgo: sobrevivir y seguir luchando.

-No puedo estar de acuerdo con esa manera de vivir pero... creo que te entiendo un poco...

 

Otra de las consecuencias de aquella guerra. Al final todo se reducía a lo mismo. Fuese cual fuese su objetivo, los miembros de Yohei Gakko no dejaban de ser soldados preparados para combatir. Para colmo, la esperanza de vida de los semidioses tendía a ser bastante corta. El no tener expectativas de futuro y el haber sido enseñados a pelear desde pequeños, por no hablar del miedo que despertaban debido a su poder, sin duda, hacía a los semidioses los usuarios de Radiar más desgraciados. Pensándolo de esa forma, no resultaba raro encontrar a alguien como aquella chica.

-Y, sin embargo, ella estaba tan llena de energía... –dijo Kai, sonriendo, recordando a Miruru- Si luchar es lo que te hace feliz, no puedo ordenarte que hagas lo contrario. Aun así, me gustaría que esa felicidad que sientes no fuese porque sólo sirves para ello.

-Entonces, ¿por qué debería sentirme feliz?

-¿Qué te parecería sentirte feliz por proteger a tus seres queridos?

-¿Y a quién debería proteger?

-N-no lo sé... ¿a tus hermanas?

-Mm... –la chica se mantuvo pensativa en su propia respuesta, aumentando la tensión que sentía Kai- Me lo pensaré.

-C-claro... –era triste ver cómo ni siquiera había lazos familiares entre ellas pese a ser de la misma sangre. Probablemente, lo único que las había mantenido unidas hasta entonces había sido la necesidad de ayudarse para sobrevivir. Tras exhalar un largo suspiro tranquilizador, el chico miró en dirección al campamento- En fin, será mejor que volvamos. Quizás ahora podamos dormir –dicho esto, le tendió la mano a la semidiosa, quien la aceptó sin muchas contemplaciones-. Por cierto, no sé cómo te llamas.

-May.

Al escuchar ese nombre, Kai se quedó sin habla. Pese a ello, poco después su boca dibujó una sonrisa llevada por la nostalgia.

-May. Mi nombre es Kai, encantado de conocerte.

-Lo mismo digo –la chica asintió con la cabeza y se encaminó hacia el campamento. El nigromante la vio marchar antes de seguir sus pasos.

 

Al día siguiente, reunidos bajo la tela en el centro del campamento, Runya se dispuso a hablarles a los cuatro sobre la propuesta de Kai, no obstante, May levantó la mano para interrumpirla.

-Escuchamos vuestra conversación y hemos estado hablando sobre ello. Hemos decidido ayudar a Kai.

La chica en silla de ruedas miró extrañada a los jóvenes, desviando la vista posteriormente hacia Kai, quien movió las manos en señal de que él no había tenido nada que ver.

-¿Estáis seguros? –preguntó Runya.

-Sí. Queremos intentar saber lo que significa luchar para proteger a nuestros seres queridos.

-Ya veo –Kai pudo notar como Runya se mostraba más aliviada-. Si es así, preparémonos cuanto antes para viajar.

-Hay algo que debería decir antes –señaló Kai-. No sé muy bien el sitio en el que se producirá la guerra, sólo información de dónde puede que se encuentre el proyecto Gaia del que te hablé.

-No te preocupes por ello. A unos dos o tres kilómetros de aquí, hay otro pueblo donde vive un viejo cliente mío. Me debe una, así que estoy seguro de que podrá darnos información y un vehículo de transporte.

-¿Dices que vive en un pueblo? No me parece que alguien así vaya a tener muchos recursos como para proporcionarnos un transporte.

-Es un ex-“sphere”. Hay muchos que prefieren alejarse a zonas apartadas una vez han amasado una fortuna para no tener que verse envueltos en la guerra.

-Entiendo.

-Démonos prisa, nos espera un largo viaje por delante...

 

-¡Enviad las tropas aéreas! ¡Si es necesario, enviad también a los Erasers! –exclamó Naithan a su subordinado.

-¡Pero, si los enviamos sin tomar las precauciones necesarias, nuestros soldados también podrían verse envueltos en el ataque!

-¡Eso no importa ahora! ¡Si no conseguimos eliminar a esos semidioses no podremos continuar avanzando!

-¡D-de acuerdo!

En ese momento, varios subordinados se pusieron delante del emperador justo cuando Razer se lanzaba al ataque, haciendo chocar su estoque contra sus armas.

-¡Será mejor que te centres en lo que tienes delante! –le avisó el líder de los Rebeldes.

-¡Maldito mosquito! ¡¿Se puede saber de dónde los has sacado?!

-¡Soy un tipo con suerte pero ni yo mismo sé de dónde viene! –se burló Razer, poco antes de desestabilizar la guardia de uno de los soldados enemigos y penetrar su pecho con el estoque, evadiendo otro ataque al saltar hacia atrás. Al mismo tiempo, Will y otros rebeldes intentaban mantener a raya a más subordinados de Naithan- ¡Ahora, si de verdad tienes lo que hay que tener, enfréntate a mí cara a cara!

 

Mientras tanto en el bando de la alianza, Ceron acababa de evitar ser enterrado vivo gracias al sacrificio de sus soldados, quienes habían actuado de escudo contra la avalancha de tierra provocada por uno de los semidioses.

-¡Señor! ¡¿Está bien?!

-¡Sí! ¡Gracias! –contestó mientras dirigía la vista hacia el enemigo- ¡Informa de que activen el sistema L-Drill y manden al batallón aéreo!

-¡Pero señor, creía que sólo los usaríamos en caso de emergencia!

-¡Es una emergencia, soldado! ¡La única manera que tenemos de acabar con esas bestias! ¡Estoy seguro de que en la unión también estarán de acuerdo!

-¡Sí, señor! –respondió el soldado, marchándose.

-Si no avanzamos, no podré llegar hasta Naithan –dijo para sí mismo mientras sujetaba con fuerza su arma.

 

Los cuatro semidioses continuaban con su ataque, manteniendo a raya a sus enemigos a la vez que reduciendo su número. Junto al ejército de la alianza se encontraban May y una de sus hermanas, ambas subidas a un bloque de tierra manejado por la primera, lo que les permitía distanciarse de los disparos del enemigo mientras seguían atacando a su antojo. Sin embargo, se preguntaban durante cuanto tiempo serían capaces de mantener ese ritmo. Al fin y al cabo, usar de forma desmesurada aquel poder les traería repercusiones a la larga.

 

En ese momento, divisaron aviones de pequeño tamaño viniendo hacia ellas. No iban a excesiva velocidad pero parecían muy maniobrables, lo que probablemente haría más difícil el acertarles.

-Yo me encargo –dijo la hermana de May, dibujando un agujero al juntar el pulgar y el índice de su mano derecha, y utilizando ese espacio para apuntar a su objetivo. Al instante, una explosión surgió de la nada, golpeando de lleno al avión apuntado. No obstante, el que estaba situado al lado de éste comenzó a disparar hacia la chica, quien fue protegida por un muro formado por roca y tierra.

 

Por desgracia, los disparos no terminaron ahí, obligando a May a juntar más arena para formar lanzas que surcaron el aire, persiguiendo a los aviones. De esa forma, consiguió eliminar a otros cuatro de ellos, al atravesarles el área del motor y hacerles explotar. Al mismo tiempo, su hermana la apoyaba provocando una serie de explosiones a su alrededor, terminando de destruir la primera oleada.

-No parecen tan complicados... –declaró May.

Fue entonces cuando escuchó el grito de su hermana, quien se sujetaba la pierna con expresión de dolor en su rostro. Los soldados en la superficie habían aprovechado su combate contra los aviones para lanzar una ráfaga de disparos hacia ellas. Si May hubiese estado más atenta, habría vigilado mejor la distancia que les separaba de dichos soldados, sin embargo, un descuido por su parte había dado lugar a aquella situación.

-No te preocupes. Yo te protegeré –dijo, inconscientemente, mientras se elevaban a una distancia más prudente a la vez que llegaba una segunda oleada de aviones que comenzó a disparar nada más tenerlas a tiro.

 

Respondiendo al ataque, la joven semidiosa volvió a enviar una serie de lanzas voladoras hacia aquellas máquinas voladoras mientras se protegía a sí misma y a su hermana de los disparos. Eran más que durante la primera oleada y, aunque su hermana intentaba ayudar produciendo explosiones, el dolor de su herida hacía que su puntería fuese menos precisa, llegando incluso a interferir en el camino de sus armas de arena.

Cuando quiso darse cuenta se encontraba rodeada de aviones disparando sobre ellas, protegidas por un muro de roca y tierra que las escudaba por completo.

“Tengo que sacarnos de aquí”, pensó May, “No podré aguantar la barrera por mucho más tiempo”.

 

Así pues, haciendo acopio de fuerza de voluntad, la chica hizo uso de un gran poder para levantar una cantidad inmensa de tierra de la superficie, llevándose consigo a aquellos soldados que habían comenzado su avance al creer tener vía libre. Poco a poco, esa tierra fue uniéndose hasta formar el cuerpo de un gran golem, el cual extendió sus brazos hacia los aviones y los destruyó, no obstante, aquello supuso un gran esfuerzo para May, obligándola a deshacer tanto al golem, el cual se precipitó sobre el ejército enemigo en forma de avalancha, como los bloques con los que se mantenían en el aire, cayendo al vacío las dos hermanas.

 

Mientras tanto, Kai y Kareth seguían buscando un lugar por el que escapar de aquella cámara.

-¿Mm? ¿No has escuchado algo? –pregunto el segundo, agudizando el oído- Me ha parecido como una respiración muy fuerte.

-Por mucho que tengas los sentidos mejorados me resulta increíble que puedas escuchar el sonido de alguien respirando a lo lejos –declaró Kai.

-Tengo la sensación de que no estamos hablando de alguien, sino de algo –respondió el guerrero, poniéndose en guardia-. Y creo que se encuentra en este mismo lugar.

En ese instante, dos de las paredes se abrieron de abajo arriba, dejando ver los cuerpos de sendos Erasers que no tardaron en adentrarse en la habitación y dirigir la vista hacia sus objetivos.

-Así que nos habían preparado un par de sorpresitas –dijo Kai-. Si unimos fuerzas podremos con ellos.

-No. Eso es precisamente lo que quieren. Tú sigue buscando la salida, yo me encargaré de ellos.

-¿No tendrás problemas si les enfrentas tú solo?

-Durante el tiempo que estuviste fuera trabajé en una forma de mejorar mi transformación, y creo que al final conseguí lo que buscaba –explicó Kareth mientras su cuerpo cambiaba al de un Eraser, sólo que manteniendo una forma humanoide al igual que la de Detz-. Es hora de probar si con esto seré capaz de vencer a Detz.

91: A New World 8
A New World 8

Sarah se escondió detrás de otro de los pilares para evitar el disparo de Duobus. Por suerte, había conseguido deshacerse del cañón láser con un disparo hacie el interior de su boca, sin embargo, el arsenal de la descendiente parecía ilimitado y nada le aseguraba que no desplegase otra arma peor.

 

Ahora, el combate se había reducido a un enfrentamiento a distancia entre ambas, llevando la ventaja Duobus por tener mayor rapidez de tiro. Esto había hecho que la situación se complicase para la chica peliazul, quien no veía oportunidad de contraatacar.

 

“Necesito distraerla”, pensó mientras observaba los movimientos de su enemiga, que ahora mantenía flotando cuatro rifles al mismo tiempo. Fue en ese momento cuando su vista se desvió hacia la parte del techo que se encontraba justo encima de ella.

-Espero que funcione –murmuró para sí misma.

Acto seguido, la joven salió de su escondite y preparó una única flecha en su arco.

-¡Sword Target: Destroy! –gritó poco antes de que saliese despedida y alcanzase su objetivo, logrando que el material se rompiese y una serie de escombros se precipitase sobre Duobus.

Así pues, la descendiente se vio obligada a apuntar con dos de sus rifles hacia arriba con el fin de protegerse de ellos, dejando que los dos restantes se encargasen de Sarah. Sin embargo, este pequeño detalle permitió una mayor libertad para la guerrera, lo suficiente como para que le diese tiempo a disparar otras dos flechas hacia los rifles y una tercera hacia el abdomen de su adversaria. Las dos primeras no llegaron a hacer diana gracias a la actuación de ambas armas pero la última dio de lleno en el estómago de la descendiente, quien se retorció levemente por el dolor a la vez que intentaba contraatacar sin resultado alguno, ya que Sarah había conseguido refugiarse detrás de otro de los pilares.

 

Sin el menor cuidado, Duobus retiró la flecha de su vientre, dejando ver una herida notable sobre el mismo. El hecho en sí no parecía muy significativo dado que la descendiente no tenía intención de bajar el ritmo del combate, no obstante, para la joven peliazul, aquello había supuesto reducir la distancia que las separaba.

Pese a ello, debía tener en cuenta que la táctica utilizada con el techo no funcionaría una segunda vez, por lo que necesitaba pensar en otra cosa.

 

Por su parte, Duobus se desplazó hacia un lugar desde el que pudiese visualizar mejor a su contrincante, descargando multitud de balas instantes después, obligando a Sarah a rodear el pilar para, de nuevo, situarse en un ángulo desde el que no fuese vista. Entonces, dos cuchillos aparecieron un metro por encima de su cabeza, cayendo hacia abajo con la hoja por delante y dibujando una línea recta. Para suerte de Sarah, aquello no supuso ningún peligro, ya que uno de ellos consiguió desviarlo con un golpe de su arco y el otro cayó varios centímetros por delante de donde se encontraba su cuerpo, clavándose sobre el material que componía la superficie de la sala.

 

Aquello era algo en lo que la chica se había fijado durante el desarrollo del combate contra Duobus. Las invocaciones seguían órdenes e indicaciones de los nigromantes que las habían contratado. Por tanto, la posibilidad de que éstas dependiesen de los sentidos de sus contratantes, para poder atacar a un objetivo concreto, eran bastante altas. El hecho de que uno de los cuchillos ni siquiera hubiese apuntado hacia ella, le hacía pensar que a Duobus le resultaba más difícil calcular la distancia a la que estaba ya que estaba escondida detrás del pilar. Así pues, pese a la habilidad de su arsenal para aparecer y volar por aquella sala de manera tan conveniente, sin la dirección de su usuario, eran tan inútiles como cualquier arma normal.

 

De esa forma, a Sarah se le terminó ocurriendo otra idea, situando de antemano dos flechas sobre la cuerda de su arco. El plan era más arriesgado que el anterior ya que requería exponerse durante más tiempo al ataque enemigo pero, si resultaba, quizás girase las tornas en su favor.

 

Esperando el momento adecuado en el que Duobus dejase de disparar, la joven salió de detrás del pilar y corrió hacia el que se encontraba en el otro lateral de la sala.

-¡Sword Target: Destroy! –exclamó a la vez que lanzaba las dos flechas hacia la zona del suelo más cerca de su contrincante, rompiendo parte de él y provocando que la descendiente se echase hacia atrás a la vez que contraatacaba.

 

Habiendo llegado sin problema hasta su objetivo, preparó otro par de flechas y realizó el mismo proceso, ésta vez, corriendo hacia el pilar adyacente. No obstante, pese a lograr refugiarse en él, uno de los tiros de Duobus hizo diana en su pierna derecha.

-¡Mierda! –se quejó la chica, observando de reojo como la sangre caía sobre su tobillo y manchaba su calzado.

 

Por otro lado, la nigromante observó los daños que había causado su oponente, dejando la superficie a su alrededor llena de grietas, escombros y polvo. Si lo que había pretendido era darle a ella, desde luego, su puntería dejaba mucho que desear, pero su instinto le decía que había algo más detrás de aquel desastre.

 

-¡Sword Target: Sacatter! –de repente, otra flecha impactó sobre el área destruida, levantando una gran nube de polvo y escombros que cegó a Duobus, quien, cubriéndose con ambas manos, hizo que los rifles disparasen al azar en varias direcciones. Al mismo tiempo, invocó varias armas blancas que la rodearon y cayeron hacia el suelo con fuerza, de manera que sirviesen como barrera contra cualquier posible acercamiento por parte de Sarah. Sin embargo, no ocurrió nada. Fue en el momento en que comenzaba a disiparse la polvareda cuando una nueva flecha atravesó el pecho de la descendiente, seguida de una segunda que penetró su costado. Y un tercer disparo habría continuado la serie de no ser porque los rifles de la chica obligaron a la guerrera peliazul a detenerse antes de realizarlo.

-Así que esto era lo que pretendías... –dijo Duobus, de rodillas en el suelo.

 

Con el fin de reducir su visibilidad, había estado apuntando intencionadamente hacia el suelo, utilizando el polvo acumulado en el mismo como pantalla de humo al dispersarlo con su técnica, evitando de esa manera que le siguiese la pista y asegurándose un tiro certero. Si las cosas habían llegado hasta ese punto, la descendiente debía asumir que sabía el hecho de que sus armas dependían de sus propios sentidos para guiarse y que no actuaban por cuenta propia.

 

Duobus miró detrás de sí, intentando dar con su enemiga, pero ella se ocultaba bien y, ahora que la había perdido de vista, lo único que podía hacer era suponer que se encontraba detrás de uno de los cuatro pilares a su espalda, lo que le dejaba dos opciones: un ataque al azar dirigido hacia la parte de detrás de uno de ellos, contando con un 25% de probabilidad de acertar; o un ataque que ocupase un área mucho más grande, pero eso daría como resultado una reducción en su fuerza de ataque. Y es que, para llevar a cabo la segunda opción, sólo podía disponer de armas de pequeño tamaño y menor potencia, además de requerir un mayor uso de Radiar. Debido a esto, por lo general, prefería no recurrir demasiado a ello pero, dada el caso, ésta era la opción menos arriesgada.

 

Desde luego, no iba a ser Sarah quien tomase la iniciativa, ella estaba esperando el momento indicado en el que Duobus atacase y fallase para salir de su escondite y sentenciar la lucha. Por supuesto, había tenido en cuenta el caso en el que la descendiente desbaratase su apuesta, y no le quedaría más remedio que improvisar si algo así ocurriese. Las cartas estaban sobre la mesa y la decisión tomada a partir de ese instante quizás decidiese el final del combate.

 

Mientras tanto, la combinación de fuego y viento producida por los dos semidioses frente al ejército del imperio y “Comhairle”, continuaba impidiendo el avance de las tropas. Ya se había intentado un ataque aéreo contra ellos, sin embargo, éste había sido casi neutralizado por las fuertes corrientes de aire generadas por el miembro masculino del par, provocando choques entre los aviones.

La parte de la superficie terrestre también estaba bien cubierta por un muro de fuego de grandes dimensiones que mantenía a raya a la mayoría de los soldados a la vez que, aquellos que conseguían pasar (usuarios de Radiar), eran incinerados uno detrás de otro por grandes llamaradas salidas a partir las manos de la chica.

 

Lo que no esperaba ninguno de ellos era la presencia del arma más poderosa que tenía en la actualidad el imperio, y que éste prefería utilizar en última instancia ya que conllevaba algunos riesgos. Por desgracia, aquélla se había convertido en una de esas situaciones en la que se requería de su poder.

Así pues, atravesando las llamas, un rayo de energía tomó contacto con el cuerpo del semidiós que les daba origen. Su cuerpo fue desintegrado instantáneamente, zambullido en el color rojizo de aquel poder. No quedo ni rastro de ella.

Con la muerte de la chica, las llamas desaparecieron poco a poco, dejando ver a unos cinco o seis Erasers, con los que las tropas mantenían una distancia prudente, llevando en sus manos los aparatos para poder manejar su voluntad.

 

El compañero de la chica no se inmutó ante su muerte. Simplemente, reconociendo el peligro delante de él, guió el viento en su dirección, intentando eliminarlo. No obstante, su actuación llegó demasiado tarde. Otro de los Erasers había estado concentrando la misma energía en su boca, y ésta fue soltada con la misma precisión que el rayo anterior, ocupando la altura de tres personas de mediana estatura y el ancho de unas ocho de ellas.

No sintió ningún dolor. No tuvo tiempo de ello. Simplemente desapareció al igual que la joven.

-¡Avanzad! –exclamó uno de los soldados, dejando que los Erasers tomasen la delantera e intentando que el ejército les siguiese el paso. Por mucho que el número de Erasers que hubiesen liberado fuese lo suficientemente pequeño como para que la alianza se encargase de ellos, sin duda, causarían bajas. Si querían cumplir con las órdenes del emperador y no entrar en una masacre hasta que el choque entre los ejércitos estuviese garantizado, debían mantenerlos a raya lo máximo posible sin dejar de aprovechar la ventaja que suponían.

 

Algo más alejada de allí, May intentó levantarse. Gracias a su poder, había conseguido ablandar la tierra sobre la que habían caído las dos hermanas, además de haber conseguido que fuesen llevadas durante parte del trayecto de caída por sendos bloques de tierra que habían conseguido ralentizarla.

A causa de ello, pese a sus esfuerzos, la joven no pudo desplazar su cuerpo más que unos centímetros. Probablemente, si intentaba volver a usar sus poderes, perdería toda la movilidad.

 

Su hermana se acercó a ella, arrastrando la pierna debido al disparo que había recibido antes. Entonces, haciendo fuerza con los brazos, consiguió levantar la mitad de su cuerpo hasta que la apoyó sobre sí misma, quedando así sentadas frente a frente con el muro de tierra que se había formado tras la caída del golem.

-Me has salvado la vida...

May también se sentía confundida por sus propias acciones. Hasta la fecha sus hermanas habían sido más un medio de supervivencia que personas por las que sintiese amor. Las tres se coordinaban bien para conseguir alimento y tenían un objetivo común: luchar. Lo que había hecho era diferente. En ese momento, había sentido que tenía que luchar por alguien más además de sí misma. Era un sentimiento nuevo, pero no le desagradaba.

-Creo... que esto es a lo que se refería él...

 

De repente, el muro de tierra comenzó romperse, dejando ver unos láseres de color rojizo que se desplazaron desde fuera hacia dentro, dibujando una circunferencia, y abriendo un boquete que poco a poco fue agrandándose hasta dejar el suficiente hueco como para que pasase el ejército de la alianza.

 

El agujero había sido obra de una maquinaria cuyo nombre era desconocido para las dos chicas pero que en aquel mundo se denominaba sistema L-Drill. Dicha tecnología, que debía medir la mitad que el golem que había creado May, se movía mediante tracción de oruga (como la utilizada en tanques), avanzando con lentitud pero sobrepasando cualquier obstáculo en el terreno.

 

Con el ejército enemigo, liderado por el sistema L-Drill, dirigiéndose hacia el frente, la situación estaba perdida para ambas.

-Ahora es mi turno de salvarte a ti –dijo la hermana de May dejando suavemente a la chica sobre tierra y levantándose, no sin dificultades, para enfrentarse al gigantesco aparato.

-No. No lo hagas. Si lo haces, morirás. Si tú mueres... ¿de qué habrá servido? –declaró May, haciendo esfuerzos vanos tanto por gritar como por impedirle el paso.

-Yo también quiero protegerte. También quiero luchar por ti. Quiero saber lo que sentirme viva con algo nuevo.

Dicho esto, la joven dibujó un círculo juntando los dedos índice y pulgar de ambas manos. Durante unos segundos que para May fueron eternos, mantuvo esa posición mientras poco a poco los soldados se acercaban más y más a su posición.

-¡No! –consiguió gritar May a la vez que su hermana desplegaba su poder sobre el sistema L-Drill, el cual explotó desde dentro provocando una gran onda expansiva que afectó a un considerable número de soldados y que llevó a que las partes que lo componían se dispersasen por el campo de batalla. Poco después, la semidiosa cayó al suelo.

 

-¡¿Qué ha sido eso?! –preguntó Ceron tras haber sido lanzado contra el suelo por la onda expansiva.

-¡Han destruido el sistema L-Drill, señor!

-¡¿El sistema L-Drill?! ¡¿Quién?! ¡¿Cómo?!

-¡Los semidioses todavía están vivos, señor! ¡Son ellos quienes han producido la explosión!

-¡Maldita sea! ¡Eliminadlos! ¡Los quiero fuera de mi camino enseguida! –exclamó Ceron-. ¡Y que un grupo atienda a los heridos! Menos mal que lo han destruido después de atravesar el muro. Aun así, esto nos dificultará las cosas frente al imperio y sus aliados.

-¡Señor! ¡El frente del ejército del imperio se acerca! ¡Y viene con esas criaturas que atacaron nuestro territorio!

-¡Tsk! ¡Las desgracias nunca vienen solas! –se quejó el gobernador de la facción-. ¡Preparaos para defender!

 

May por fin consiguió mover uno de sus brazos, intentando alcanzar a su hermana, sin embargo, estaba demasiado lejos para ella. Apretó los dientes, haciendo fuerza para moverse, sólo un poco más, pero fue en vano. Lo único que podía hacer era observar impotente el cuerpo inerte de ella, mientras su vista se volvía borrosa, cayendo lágrimas por su mejilla.

-¿Por qué...? –una profunda tristeza la inundó hasta el punto de que ni siquiera escuchó el avance del ejército imperial-. Ahora que por fin había empezado a comprenderlo... lo que significa amar...

 

De repente, alguien recogió su cuerpo y el de su hermana, escapado del allí tiempo antes de que fuesen aplastadas por los Erasers. De reojo, la chica consiguió ver a Valer.

-¿Valer...?

-Runya me lo pidió. Dijo que las dos todavía tenéis algo por lo que vivir.

-Pero... ella ya...

-Sigue viva.

-¿Qué?

-Tu hermana, sigue viva. Soy ciego pero puedo sentirlo.

Las palabras de May quedaron estancadas en su garganta, como si una cascada de emociones se las hubiese llevado.

-Gracias... –finalmente, aquello fue lo único que llegó a articular.

 

En Genese, Ivel se llevó una mano a la frente. Todavía se sentía un poco mareada debido al impacto que había recibido. Así pues, poco a poco se puso en pie, apoyándose en la pata de una mesa volcada.

 

Al mirar a su alrededor, descubrió su lanza, clavada en la pared, así como el cristal roto por el que había acabado allí. Un fuerte ruido la alarmó, como si se hubiese producido una explosión cerca. Debía de ser Tribus, quien, probablemente, había decidido destruir indiscriminadamente las casas de la zona hasta dar con ella. Tenía que ponerse en movimiento si quería terminar convertida en carne picada para Sead.

 

De esta manera, la líder nómada se acercó a su arma y, no sin cierta dificultad, la sacó. Justo cuando se disponía a buscar una habitación, lo más alejada posible del ruido, desde la que poder escapar, uno de los tentáculos del Inferno atravesó el techo y aplastó los muebles.

-¡Maldita sea!

Iniciando la carrera, se dirigió hacia la habitación contigua, un dormitorio desde cuya ventana se podía observar la casa adyacente. Así pues, haciendo uso de su lanza, rompió el cristal y lo atravesó de un saltó, haciendo lo mismo con la ventana de la siguiente residencia. La chica continuó corriendo mientras los tentáculos le pisaban los talones, saltando por encima de los muebles o deslizándose por debajo para ganarle la mayor distancia posible. En cuanto llegaba al límite de una de las casas, atravesaba la ventana más cercana y cambiaba de vivienda. Este proceso se repitió varias veces hasta que uno de los tentáculos consiguió golpear muy cerca de ella, provocando que saliese despedida hacia una de las habitaciones de la última casa a la que había ido a parar. Fue allí donde vio algo que le llamó la atención, algo que, si usaba bien, podía ayudarla a alcanzar a Tribus.

 

Un último golpe destruyó la casa en la que estaba Ivel, deteniéndose el ataque de la descendiente, quien observó la situación con el ceño fruncido. Si bien sabía que Ivel se encontraba por esa zona, no estaba segura de su localización exacta, por lo que sus ataques habían sido, en su mayoría, al azar. Debido a ello, estaba alerta a cualquier movimiento que pudiese realizar Y no estaba de más, ya que, desde un ángulo ciego, la lanza de Ivel penetró a través del aire, tomando contacto con el costado de la nigromante, quien dejó escapar un grito al sentir un fuerte dolor. No obstante, el ataque no terminaba ahí.

Tribus se dio cuenta de que había una cuerda atada a la lanza, de manera que, haciendo fuerza hacia atrás, la nómada hizo volver el objeto, cuya punta se acercaba peligrosamente a la espalda de su enemiga.

-¡Sead! –con un movimiento rápido, el Inferno agarró a su contratante justo a tiempo de evitar que el arma la ensartara.

Por su parte, Ivel dio varias vueltas sobre sí misma dejando que la velocidad del objeto se redujese hasta poder volver a cogerla.

 

Ya en tierra, la nigromante se llevó una mano al costado, observando cómo ésta se teñía de color rojo sangre.

-Ése ha sido un buen golpe –declaró Tribus, sin poder reprimir una mueca de dolor.

-Si no puedo acercarme a ti. Te atacaré desde lejos.

-¿Crees que eso te servirá una segunda vez?

-Todo es ponerlo a prueba.

-Me encanta eso de ti –comentó la nigromante con una sonrisa en su rostro-. Tan valiente. Tan fuerte. Me parece injusto que estemos en bandos contrarios.

-Lo sé. Pero hay una diferencia muy importante que nos separa.

Sin más que añadir, la chica pelirroja volvió a lanzar su arma hacia su adversaria, quien, ya más preparada, hizo aparecer uno de sus esqueletos portando un escudo. La lanza quedó clavada en el objeto, pero eso no hizo desistir a Ivel, que utilizó el otro extremo de la cuerda, en el que había atado uno de los escombros de las casas (lo suficientemente pesado y grueso para tener el efecto que quería pero no tanto como para disminuir su maniobrabilidad), para lanzarlo a los pies de Tribus, logrando atraparla y atraerla hacia sí misma.

No obstante, otro de los tentáculos de Sead volvió a actuar en defensa de la descendiente, aumentado su tamaño e impactando contra Ivel, que salió volando por los aires junto con su arma y el esqueleto que seguía sujetando el escudo.

 

Mientras se elevaba, la chica consiguió ensartar su lanza en una de las paredes de la casa más cercana, deteniendo su movimiento y destruyendo a la vez al esqueleto. De esa forma, se impulsó hacia delante hasta que sus pies tomaron contacto con dicha pared, ayudándose de la cuerda para escalar hasta el techo.

 

Allí le esperaban más tentáculos del Inferno, que aumentaron de tamaño con el fin de ocupar un mayor espacio e impedir cualquier vía de escape para la chica. Sin embargo, ella se aprovechó de la lentitud de sus movimientos para lanzar su arma hasta uno de sus tentáculos utilizándolo para columpiarse hasta un ángulo muerto para la criatura: donde se encontraba Tribus.

 

Así pues, aterrizando a pocos metros de la nigromante, y sacando su lanza de un tirón de la extremidad de Sead, la líder nómada se encontró frente a frente con varios esqueletos, de los que se deshizo, nada más tener el arma en sus manos, con un ataque horizontal.

-¡Aaaah! –girando por su espalda, finalmente, Ivel logró golpear con su talón la barbilla de Tribus, dejándola tirada en el suelo, con la punta de la lanza apuntándola a pocos centímetros del corazón.

-¡Jajaja! –rió la nigromante- Parece que por fin me has ganado. Enhorabuena por tu primera victoria, Ivel.

La lanza temblaba en las manos de la nómada, quien jadeaba tras haber agotado todas sus fuerzas.

-Yo... –su expresión cambió, haciéndose notable la rabia que había reprimido durante todo el combate- ¡Maldita sea! ¡¿No pudiste haber sido alguien a quien odiase?! ¡¿No podrías haber sido quien hubiese acabado con la vida de mi padre?! ¡¿Por qué tuviste que ayudarnos a mí y a mi familia?! ¡¿Por qué tuviste que ser amable con nosotros?! ¡¿Por qué tuviste que enseñarme tantas cosas?! ¡¿Por qué Gaia tuvo que fijarse en ti?! ¡¿Por qué tuviste que enamorarte de él?! ¡¿Por qué?! –agotando todo su aliento, Ivel respiró hondo-. ¿Por qué no me das un motivo por el que me sea más fácil matarte?

-Las cosas no salen como queremos, Ivel. Lo he vivido yo y ahora lo estás viviendo tú. Una parte de mí desearía haber estado más con vosotros. Una parte de mí habría deseado apoyarte como líder. Una parte de mí habría deseado verte crecer. Una parte de mí quisiera que Argo todavía estuviese aquí. Una parte de mí se arrepiente de ser quien es. Pero otra parte encarcela esa mentalidad, impidiendo que pueda cambiarnos. Sé cuál es la diferencia que nos separa, Ivel. Y es que tú todavía tienes la posibilidad de cambiar y seguir adelante. Mi destino se decidió desde el momento en que Gaia me habló. No... quizás desde el momento en el que conocí a Emil...

Por favor, no culpes a Gaia de esto. Fui yo la que se dejó convencer aun sabiendo las consecuencias que tendría.

-¡No te mereces esto!

-En este mundo eso no importa. Esta guerra se ha cobrado muchas vidas durante tantísimos años. Vidas que no se lo merecían, Ivel. Al final, sólo nos queda aceptar lo que esté por venir.

-¡Si el mundo es así! ¡Entonces lo cambiaré!

-Lo sé –Tribus desvió la mirada hacia el cielo-. Será mejor que me mates cuanto antes. Hay personas que me están esperando en el otro lado y no quisiera hacerlas esperar. Además, si no lo haces, no tendré más remedio que matarte y continuar con mi misión.

-No... no puedo...

-Pero tienes que hacerlo.

 

De repente, varios esqueletos aparecieron alrededor de la líder nómada y se dispusieron a atravesarla con sus armas. Al mismo tiempo, los tentáculos de Sead se abalanzaron sobre ella.

Entonces, justo cuando su cuerpo iba a ser empalado y descuartizado por sus atacantes, éstos desaparecieron. Tanto los esqueletos como el Inferno. Como polvo en el viento.

 

En ese instante, Ivel sacó su lanza del corazón de Tribus. Sin poder aguantar más, su cuerpo cayó de rodillas al suelo, agotado, con la mirada clavada en el cadáver de su amiga.

“Vive tu propia vida, Ivel”, fueron las últimas palabras de ella antes de que el acero penetrase en su pecho.

-Si nos volvemos a encontrar, espero que para entonces seas alguien libre...

 

Finalmente, Kareth y Kai llegaron hasta la cámara donde los esperaban Unum y Detz.

-Llegáis tarde –declaró Detz con arrogancia.

92: A New World 9
A New World 9

Ocurrió en pocos segundos. Kareth se desplazó con rapidez hacia uno de los Erasers, saltando en dirección a su cabeza y golpeándola con una patada que provocó que saliese despedido hasta chocar contra una de las paredes de la sala.

Conforme aterrizó, el otro Eraser acometió contra él como un rinoceronte en pleno arranque de ira, a lo que respondió esquivando el ataque hacia un lado y, posteriormente, saltando por encima de la bestia hasta situarse sobre su nuca, propinándole tal puñetazo en el centro de ésta que logró que cayese al suelo.

 

Kai, quien se había quedado pasmado con la actuación de su amigo, decidió continuar con su tarea de inspeccionar las paredes en busca de una salida. Finalmente, al hacer que Hel golpease una de las áreas, pudo observar cómo ésta, al contrario que las anteriores, se agrietaba ligeramente.

-¡Aquí es! –combinando a ambos Infernos, el chico hizo que atacasen esa zona en concreto, consiguiendo que se rompiese tras un par de intentos más. Al otro lado, se hallaba un pasillo que continuaba hasta perderse en la oscuridad-. ¡Kareth! –exclamó.

El guerrero, quien no daba tregua a los Erasers, los dejó atrás para cruzar el recién abierto agujero y escapar de aquella sala. Por supuesto, los monstruos estaban demasiado ocupados intentando recuperarse de la seguidilla de golpes recibidos como para perseguirles.

-¡Eso ha sido genial! ¡Estoy seguro de que podrás enfrentarte a Detz sin problemas! –le halagó Kai mientras continuaban su camino por el corredor, moviéndose lo más rápido que podían.

-Yo no estaría tan seguro. Él tiene mucha más experiencia que yo. Si bajo la guardia aunque sea un momento, lo aprovechará para matarme.

-En ese caso, sólo tendremos que impedir que lo haga. ¡Démonos prisa!

 

Kareth observó la sala a la que habían ido a parar. En el interior de un tubo de cristal reforzado dormía Nara, conectada a cables y zambullida en líquido, al igual que la última vez que la viese de esa forma, cuando la rescataron Sarah, Quattuor y él.

Esta vez, podía verse una diferencia. A su alrededor se hallaban siete plataformas sobre las que descansaban siete esferas de color verde, que correspondían a los Núcleos de Jade. Al parecer, todas estaban conectadas a una maquinaria que, a su vez, se conectaba a la chica.

-A esta hora, el choque entre los ejércitos debe de estar produciéndose. Os deben de quedar como máximo unos veinte minutos para evitar que Gaia despierte. Lo que tarde en acumularse el despliegue de Radiar en los núcleos y en transmitirse al contenedor –aclaró Detz.

A su lado, Unum sonreía como si acabase de entrar en una fiesta.

-First... –dijo Kai. Era la primera vez en mucho tiempo que lo veía en persona. Una parte de sí mismo detestaba su presencia, acentuada por la muerte de Miruru, pero otra, llevada por sus recuerdos del tiempo que pasó con May y con él, todavía quería que hallase algún tipo de salvación.

-Oh... pero si eres tú. Hacía tiempo que no te veía. Tu nombre es Kai, ¿no? Dime una cosa, ¿sigues guardándome rencor por haber matado a esa chica? –preguntó Unum, sin cambiar su expresión-. ¿Todavía recuerdas sus gritos y sus gestos de dolor?

-No... no los he olvidado en ningún instante de mi vida. Ni eso, ni la muerte de Miruru.

-¿Miruru? Mm... Ah, por un casual, ¿te refieres a esa semidiosa de pelo rubio? –esta vez su rostro hizo una mueca de desagrado-. Esa arpía. Debería haberla hecho sufrir. Tuvo suerte de que tuviese que continuar con mi misión.

El nigromante se mantuvo en silencio, apretando los puños para evitar salir corriendo hacia él y destrozarle la cara. Eso, al fin y al cabo, era lo que probablemente buscaba. Si atacaba sin pensar, estaría en sus manos.

-Bien, el plan es el siguiente –murmuró Kareth de manera que sólo lo escuchase su compañero-. Tú te encargas de Unum y yo de Detz. En cuanto uno de los dos vea una apertura, que se cargue los Núcleos de Jade y esa máquina en la que está Nara. Una vez la tengamos a ella, el siguiente paso será destruirlos a ambos.

-¿No sería mejor destruirlos primero?

-No es la prioridad ahora mismo, aunque, si surge la oportunidad, no dudes en aprovecharla. El problema es que, en el caso de Detz, sólo tendremos una.

-¿Una?

-El arma que crearon mis padres para destruir a Detz. Sólo puede ser usada una vez.

-Entiendo. De acuerdo, no te puedo asegurar nada por ahora pero, si las portadoras de los dos Infernos que me faltan son eliminadas, quizás consiga darle la vuelta al combate.

-¿A qué te refieres?

-Ya lo entenderás. Por ahora centrémonos en esto. No nos queda mucho tiempo.

Asintiendo, Kareth, quien había tomado de nuevo la forma de un humano antes de entrar en aquella sala, volvió a transformarse en un Eraser.

-Ataquemos –dijo finalmente antes de lanzarse contra Detz y Unum.

 

En los territorios del imperio, Jaryl, Sdren, Zen, Sen y Len, habían llegado hasta la zona en la que se encontraba el caserón del emperador. Ésta estaba resguardada por soldados, sin embargo, no eran muchos. Sobre todo comparándolos con el ejército que había partido hacia la batalla final y que habían observado desde la lejanía en su camino hacia allí.

 

Gracias a la reducida cantidad de hombres protegiendo la zona, les había sido más fácil infiltrarse en el “Distrito β”, donde ya habían tenido que noquear a algunos enemigos para poder continuar, pese a desplazarse ocultamente sobre las terrazas y tejados de las residencias circundantes.

 

Así pues, finalmente habían llegado a su destino, en el que, si querían entrar, tendrían que buscar un lugar adecuado por donde hacerlo. Como era de esperar, la entrada principal quedaba descartada, ya que, tras ésta, se encontraba una zona de recibimiento, sin ningún tipo de cobertura. Serían descubiertos en poco tiempo.

Por tanto, tenían que buscar otras zonas de más fácil acceso, juzgando que podrían estar también vigiladas.

-¿Alguna sugerencia? –preguntó Jaryl.

-Podríamos usar los túneles de las alcantarillas de la ciudad –propuso Sdren- Quizás de esa manera nos sea más fácil llegar hasta la zona subterránea en caso de que la haya.

-No es mala idea pero, ¿sabéis el camino que debemos seguir una vez estemos abajo?

-Por desgracias, ninguno de los nuestros a llegado a explorar esa zona, sin embargo tenemos algunas nociones de cuál es su estructura. El problema reside en que la conexión de los túneles con el caserón del emperador casi seguro estará tapiada o será difícil acceder al recinto por ella –dijo Zen.

-Y no sabemos si nuestras armas y explosivos serán suficientes para abrirnos paso –indicó Len.

-¿Se os ocurre otra forma de entrar? –preguntó Jaryl.

-Mm... puede que exista una –pensó Sdren- La distancia entre la parte trasera del muro que protege el recinto y la propia mansión no es muy grande. Quizás podríamos acceder mediante una cuerda sujeta a una de las ventanas más bajas.

-Pero nuestros garfios no tienen tanta longitud –replicó Sen.

-Además, somos un grupo demasiado numeroso. Podrían vernos. –añadió Jaryl.

-Lo sé. Por eso utilizaremos una soga normal que sea lo suficientemente larga como para alcanzar la cornisa junto a la ventana e iremos un grupo reducido de unas seis o siete personas. Los demás utilizarán los túneles de alcantarillado –contestó Sdren.

-Aun así queda el problema de cómo vamos a hacer llegar la cuerda hasta dicha cornisa –objetó Zen.

-Jaryl, tú puedes volar, ¿verdad? –dijo Sdren.

-Durante un corto periodo de tiempo pero sí.

-¿Crees que podrías encargarte tú de enganchar la cuerda para que podamos pasar los demás?

-Tendría que ver la distancia que hay para asegurarme pero no debería haber problema.

-Bien, en ese caso, lo haremos así. Nos dividiremos en dos grupos, el primero, el más numeroso, utilizará las alcantarillas para intentar entrar desde abajo, utilizando armas y explosivos para destruir la entrada. En caso de que no consigáis destruirla, quizás al menos sirva de distracción. El segundo grupo, el menos numeroso, enganchará una cuerda a una de las ventanas más bajas gracias a Jaryl, quien también abrirá paso para que puedan entrar los demás cuando trepen. El otro extremo de la cuerda lo engancharemos a la parte de arriba del muro. ¿Estáis de acuerdo? –resumió Sdren, a lo que los demás asintieron.

-¿Qué pasará si no encontramos la zona subterránea donde es posible que esté el proyecto Gaia? –preguntó Zen.

-Incluso si no lo encontramos. Hacernos con el caserón del emperador supondrá una ventaja de negociación para cuando el proyecto Gaia sea eliminado –aclaró Jaryl.

-Ya veo.

-Bien. Movámonos –ordenó Sdren.

 

En otra zona de la batalla, Razer y los suyos seguía enfrentándose a Naithan y sus subordinados. El líder de los Rebeldes mantenía a raya al emperador e incluso comenzaba a ganarle terreno.

-¿Qué te pasa, Naithan? ¿Dónde se ha ido esa arrogancia tuya? –se burló Razer mientras blandía su estoque hacia el frente, haciendo retroceder a su adversario.

-¡Maldita sea! –se quejó Naithan, logrando finalmente crear algo de distancia entre ellos.

 

Fue entonces cuando uno de los soldados recibió un mensaje a través de su comunicador, transmitiéndoselo a su líder.

-¡Alteza! ¡Los semidioses han sido derrotados y los ejércitos han comenzando la batalla!

La expresión de Naithan cambió notoriamente al enterarse de la noticia.

-¡¿Lo has oído, mosquito?! ¡Tu intento de detenernos no ha servido para nada!

-¡Ja! ¡Ni que fuese tan optimista como para algo así! –contestó Razer- ¡Mientras Kareth y los demás hayan llegado hasta su objetivo, nuestra lucha no habrá sido en vano!

-¡¿Y dices que no eres tan optimista?! ¡Tus amiguitos morirán antes de tocarle un pelo al proyecto Gaia!

-¡Yo que tú me preocuparía del tuyo propio! ¡Porque voy a arrancártelo junto con tu cabeza aunque sea lo último que haga!

-¡Jajaja! ¡Eso ya lo veremos! –dicho esto, el emperador sacó una jeringuilla metálica que guardaba entre sus ropas, junto con otras. Sin dudarlo un sólo instante, se la inyectó en el brazo ante la confusa mirada del líder de los Rebeldes.

-¡No me digas que eso es...! –gritó Razer.

-¡Sí! ¡Radiar! ¡Aaah! –respondió mientras se retorcía de dolor.

-¡¿Estás loco?!

-¡Ahora que he cumplido con mi misión pienso disfrutar al máximo de la batalla! –la voz de Naithan comenzó a distorsionarse, a la vez que su cuerpo cambiaba de forma.

 

Viendo la situación, Razer decidió atacar, intentando matarle antes de que terminase de transformarse. No obstante, su adversario interpuso su brazo en el camino del arma, siendo ésta incapaz de penetrar a través de él debido a que ya había adquirido la dureza de la piel de los Erasers.

 

De un manotazo, Naithan apartó al líder de los Rebeldes, causando que éste rodase por el suelo un par de metros hasta lograr reincorporarse. Para entonces, su cuerpo ya había cambiado por completo al de un Eraser, sólo que era más grande que los normales.

-¡Vas... a... morir! –exclamó la bestia a la vez que corría hacia Razer y lo placaba, provocando que saliese despedido por el aire hasta chocar contra tierra con un golpe seco, perdiendo su arma en el proceso.

 

Will, quien había visto lo ocurrido, se encontraba algo más distanciado de ellos, peleando contra dos soldados del imperio. Con pretensión de ayudar a su compañero, el chico se deshizo de sus enemigos con un corte horizontal en la garganta de ambos y corrió a socorrerle, lanzándose a la cabeza del monstruo con sus dos espadas en mano, algo que no molestó mucho a éste, quien se lo quitó de encima con una de sus patas delanteras, enviándolo al mismo lugar que Razer.

-¿Estás bien, Will? –preguntó el líder rebelde.

-Sí... –indicó el aludido- ¿Cómo es que se ha vuelto tan grande? ¿Los otros que he visto no eran así?

-Puede que, durante la experimentación para crear a los Erasers, descubriesen una manera de mejorar la transformación.

-¡Estoy... por... encima... de... vosotros! –gritó Naithan mientras se acercaba lentamente hacia ellos, como disfrutando del momento.

Fue en ese instante cuando una figura apareció de la nada y, como un rayo, golpeó el lateral del monstruo, consiguiendo tumbarlo. No obstante, su ataque no se detuvo ahí. Manejando un doble martillo, continuó atacando con uno de sus dos extremos, apuntando al tórax.

 

El emperador intentaba defenderse, interponiendo sus extremidades pero, debido a la insistencia y fuerza de su nuevo contrincante, le iba a ser difícil mantenerse así durante mucho más tiempo. Por tanto, decidió usar sus fauces con el fin de pillarle por sorpresa, obligándole a retirarse y reunirse con los otros dos.

-¿Tú eres Yorus? –preguntó Razer, recordando al guardaespaldas y ayudante de Alder.

-Un placer volver a verte. Me alegra haber llegado en buen momento.

-¿Qué haces aquí?

-Bueno, como ya sabes, la situación se complicó bastante en los territorios de la unión, hasta el punto de acorralarnos a mis soldados y a mí. Ellos se sacrificaron para permitir que escapase y así poder tomar el mando una vez todo volviese a la normalidad pero, no podía hacerlo sin más. Así que decidí ir a la batalla y ayudaros en todo lo que pudiese, sobre todo si eso implicaba acabar con la vida del emperador.

-Ya veo. Siento lo de tus solados.

-Tranquilo. Aunque he dicho que se sacrificaron, son más duros de lo que aparentan.

En ese momento, Naithan se lanzó contra los tres con sus garras por delante, consiguiendo separarlos. De esta manera, Will quedó situado al lado derecho de la bestia, y Yorus y Razer al izquierdo.

-¿Se te ocurre algún plan? –preguntó Yorus al líder de los Rebeldes.

-Por el momento, recuperar mi arma –indicó éste mientras señalaba su estoque, el cual se encontraba debajo del Eraser- Una vez la tenga en mis manos quizás podamos intentar algo. Y, para ello, vamos a necesitar tu fuerza. Al fin y al cabo, no creo que Will o yo podamos hacer gran cosa para dañar a ese monstruo.

-¡Cuenta conmigo!

 

-¡Avanzad! –ordenó Ceron mientras se enfrentaba cara a cara a uno de los Erasers.

La fuerza de aquellos seres había acabado con una buena parte de la avanzadilla tras el choque inicial, dejando los cadáveres de los suyos esparcidos por las tierras yermas. A cada golpe que conseguía acertar a aquella bestia, mayor era su júbilo. Sin embargo, pese a estar a la par con ella, el golpe que pusiese fin a su vida nunca llegaba.

 

De repente, el Eraser se quedó inmóvil, como si hubiese sido atado por algo. Su cabeza había sido levantada de forma poco natural, su boca obligada a abrirse y sus patas delanteras, a cruzarse entre sí. Moviéndose por el costado de su cuerpo, aparecieron unas formas redondas que se introdujeron en el interior del tracto digestivo del monstruo, explotando poco después y provocando su muerte.

 

Extrañado, Ceron miró a su alrededor, descubriendo la presencia de dos jóvenes, un chico y una chica, que avanzaron decididamente hacia él.

-¡Tienes que acabar con esto, Ceron!

-¡¿Quiénes sois vosotros, que os creéis con el derecho de darme órdenes?!

-¡Mi nombre es Sephiria, y él es Drake! ¡Formamos parte de los Rebeldes y hemos venido a impedir que sigas con esta locura! ¡Tú mismo sabes lo que pasará si esto continúa!

-¡¿Pensáis que a estas alturas me importa?! ¡Lo único que quiero es acabar con el imperio y conseguir la cabeza de Naithan!

-¡Muchos quieren su cabeza, te lo aseguro! –declaró Drake-. ¡Pero, en tu caso, intentar obtenerla podría suponer la muerte de toda la humanidad!

-¡¿Y pretendes que les deje hacer lo que quiera con mis territorios y mi gente?!

-¡No! ¡Sólo queremos que confíes en los Rebeldes! ¡Nosotros seremos quienes venzamos al proyecto Gaia y acabaremos con esta guerra! –afirmó con decisión Seph.

-¡Jajaja! ¡Lo que decís es muy noble pero necesitaréis más que palabras para convencerme! –respondió el gobernador de la facción, transformando su arma en una gran hacha y atacando con ella a la pareja, que la esquivó saltando hacia atrás.

-¡No nos queda más remedio que hacérselo comprender a la fuerza, Seph! –dijo Drake.

-¡Esto es una pérdida de tiempo! –se quejó la chica, claramente molesta.

 

Otro ataque llegó por su lado izquierdo, describiendo un gran arco que a punto estuvo de cortarlos por la mitad, sin embargo, tras agacharse ambos para evadirlo, Seph movió sus hilos, atándolos al arma y consiguiendo desequilibrar a Ceron. Aprovechándose de ello, Drake le lanzó una serie de explosivos que impactaron en su pecho, provocando que se retorciese por el dolor pero sin mostrar rasguños en su armadura.

Acto seguido, Seph intentó inmovilizar sus piernas, no obstante, el gobernador transformó su arma en una lanza, aflojando así la atadura que la tenía presa y evadiendo por poco los hilos que se dirigían a sus extremidades. Entonces, realizó un placaje contra Drake, quien, incapaz de utilizar sus explosivos a una distancia tan corta de su adversario, interpuso sus brazos para intentar reducir la fuerza del golpe, siendo elevado en el aire pese a ello, y acabando de espaldas contra el suelo.

-¡Drake! –exclamó su pareja al ver cómo su contrincante pretendía clavar la lanza en el corazón del chico, lanzando sus hilos hacia el arma de manera que su portador quedó con los brazos en alto, sin lograr su objetivo.

 

De repente, Ceron soltó a Hydra y cambió de dirección, esta vez corriendo hacia Seph, que recibió un golpe en la mejilla. Por su parte, Drake se levantó y cogió la lanza con intención de usarla contra su dueño, no obstante, se dio cuenta de que su peso era mayor de lo que pensaba, realizando un movimiento lo suficientemente lento como para ser detenido por el enemigo, quien le arrancó el arma de las manos y le propinó un puñetazo en el mismo lugar que a la chica, tirándolo de nuevo contra el suelo.

-¡Necesitaréis algo más que esto para vencerme!

 

Por otro lado, observando el escenario de su lucha, Duobus divisó un ligero rastro de sangre que llevaba hasta detrás del segundo pilar por la derecha de los cuatro que tenía delante. Por un momento, se le pasó por la cabeza que fuese una trampa perpetrada por Sarah pero le pareció poco probable que hubiese sido capaz de algo así en tan poco tiempo. En ese caso, su victoria estaba asegurada.

 

Mientras tanto, Sarah continuaba esperando a que la descendiente diese el primer paso para contraatacar y pillarla desprevenida. No obstante, conforme los segundos iban pasando una sensación de peligro la inundó. Fue entonces cuando se fijó en su tobillo y la sangre que manchaba tanto éste como el calzado que llevaba puesto, dándose cuenta del error que había cometido.

 

-Gem... –dijo Duobus, apareciendo a los pies de la peliazul una gran cabeza con cuernos dispuesta a tragársela.

 

Instintivamente, ella saltó para esquivarlo pero el Inferno le llevaba ventaja, por lo que, en un intento desesperado porque no la cogiese, preparó lo más rápido que pudo dos flechas y disparó.

-¡Sword Target: Destroy! –exclamó, clavándose ambas flechas en lo que correspondería a los labios superior e inferior, y desfigurándola lo suficiente con el impacto como para crear un lugar de apoyo seguro en el rostro del Inferno, logrando huir de su rango de ataque.

 

Justo cuando pensaba que ya había escapado, una maza apareció a su lado y la golpeó fuertemente en uno de sus costados, saliendo despedida hasta chocarse contra una de las paredes de la sala, terminando con la espalda apoyada en ella y sentada sobre el suelo. Además, unos cuchillos aparecieron desde arriba y se clavaron en sus manos, inmovilizándola.

-Se acabó... –indicó Duobus, mientras se situaba enfrente de ella con un cañón más grande que el que había creado para oponerse a Kareth, Kai y Sarah. Por si fuera poco, detrás del cañón se levantaba un escudo que la protegía de cualquier ataque que viniese de la dirección en la que se encontraba la peliazul. Estaba claro que su intención era utilizar una última carta para borrarla por completo del mapa.

 

Por su parte, Sarah se sentía mareada, con la mirada borrosa, únicamente distinguiendo un destello azulado procedente de la boca del arma que apuntaba hacia ella. Su cuerpo pesaba demasiado como para poder levantarlo y apenas notaba sensibilidad en sus manos. Una parte de ella le pedía moverse y escapar de allí pero tal y como estaba la situación aquello le iba a ser imposible.

“Voy a morir.”, fue lo que pensó mientras sus ojos se iban cerrando poco a poco.

-¿Qué crees que estás haciendo, peliazul? –una voz resonó en su cabeza, como si la estuviera escuchando a su lado- ¿Vas a abandonar el combate y dejar que te maten?

-No puedo más... Su último ataque me ha dejado incapaz de moverme... y tengo las manos ancladas al suelo.

-Entonces, ¿eso es todo lo que puedes hacer? Me decepcionas.

-Lo siento. Siento no ser quien esperabas. Siento no haber podido vengarte...

-¿Crees que eso es lo que quiero? ¿Que vengues a alguien como yo? No, peliazul. No quiero que ganes por mí, sino por ti. Para que puedas seguir viviendo.

-¿Seguir viviendo? ¿Incluso si lo único que puedo hacer es recordarte?

-Así es.

-Eres un egoísta.

-Siempre he hecho lo que me da la gana, ¿recuerdas? Pero, hay algo que me gustaría matizar. No quiero que me recuerdes como alguien que te haga sufrir. Tú eres lo suficientemente fuerte como para seguir avanzando.

-No... no lo soy...

-Sí, lo eres. Créeme, no pondría el ojo en una mujer que no lo fuese.

-¿Tienes que decirlo de esa manera?

-Sarah... tú puedes ganar... no, vas a ganar... lo sé, porque has hecho que alguien como yo deposite mi fe en ti.

-Eres un idiota...

-Por supuesto. Al fin y al cabo, morí dejándote en el mismo estado en el que me dejaron a mí. Por eso, rompe con el pasado, gana y vive como quieras vivir.

-Je... supongo que puedo darle otra oportunidad... gracias, Quattuor. Y, sé que llega tarde pero, te quiero...

 

Cuando abrió los ojos de nuevo, Duobus seguía frente a ella. Lo que en su mente parecían haber sido varios minutos, no habían sido sino un par de segundos en la realidad. Pese a ello, debía actuar con rapidez.

 

Todavía con la visión borrosa, aunó toda su fuerza de voluntad para mover los dedos de sus manos.

-Sword Target: Destroy...

Un pequeño golpe con ellos en el suelo sirvió para destruir la zona penetrada por los cuchillos, liberándola de su anclaje. Fue entonces cuando, tanteando su alrededor, encontró su arco junto a un par de flechas que habían caído del carcaj. Sólo le daba tiempo a realizar un disparo, así que cogió rápidamente el arma y una de las flechas y apuntó al frente.

 

No estaba segura de si su disparo acertaría. Sus manos temblaban, perdiendo sangre por las armas que las atravesaban del revés a la palma. Únicamente un recuerdo en su mente: a veces, no importa lo que tardes en realizar un disparo, siempre y cuando éste sea el más potente de todos.

Eso era lo que necesitaba, el disparo más potente de todos, aquel que pudiese atravesar el arma de Duobus y acabar con ella.

 

El cañón de la descendiente iba a disparar. Era un todo o nada. Matar o morir. Destruir o ser destruida. Pese a que su estado no era el más adecuado, debía concentrarse como nunca lo había hecho, sentir el momento en el que consiguió realizar el disparo que debía imitar, sentir que le acompañaba la fuerza de aquéllos que creían y creyeron en ella. Demostrar que sus enseñanzas no habían sido en vano.

-Le prometí que ganaría... y sería la más fuerte. Y así será...

 

Justo en ese instante, la flecha salió despedida, como un haz de luz, a una velocidad y potencia que ni ella misma habría creído capaz, atravesando el escudo en el momento en el que el rayo de energía comenzaba a salir de la boca del cañón, penetrando en la frente de Duobus, quien ni siquiera tuvo tiempo de preguntarse lo que acababa de pasar, y continuando su curso hasta quedarse encajada en la pared del fondo.

 

El ataque de la descendiente se detuvo a la vez que ella caía de cara al suelo, fulminada. Posteriormente, desaparecieron los cuchillos de las manos de Sarah, el cañón frente a ella, y cualquier otra arma que hubiese podido dejar en el escenario durante la batalla entre las dos.

 

Sin poder aguantar más, la joven peliazul se desplomó, inconsciente. No obstante, había dibujada una sonrisa en su rostro. Un gesto de victoria que demostraba el tipo de guerrera que había llegado a ser y que le permitiría seguir caminando, siempre hacia delante.

93: A New World 10
A New World 10

La patada de Kareth impactó en el pecho de Detz, provocando que el cuerpo de éste fuese arrastrado un par de metros hacia atrás. Entonces, el líder del proyecto Gaia se transformó, agarrando la pierna de su adversario y lanzándolo hacia una de las paredes de la sala.

En otras circunstancias, esto le podría haber dado problemas, sin embargo, consiguió equilibrarse en mitad del aire y, apoyando sus pies en la superficie vertical, volvió a cargar contra su enemigo, esta vez con su puño derecho por delante, el cual fue detenido por la mano de Detz. Como respuesta, éste contraatacó con su extremidad libre pero fue esquivado por el joven guerrero al agacharse, quien aprovechó tal movimiento para dirigir una patada hacia su mentón, elevándolo en el aire. Sin embargo, no se detuvo ahí. Impulsándose con la otra pierna, saltó hacia él, golpeando su abdomen con una serie de puñetazos que sentenció con un talonazo en el centro de su cráneo, enviándolo de nuevo al suelo y levantando escombros y polvo debido a la fuerza del impacto.

 

Aprovechando la ocasión, el chico corrió hacia el tubo en el que se encontraba Nara pero tuvo que detenerse a mitad de camino ya que un rayo de energía rojizo cruzó justo enfrente, el cual, aunque era más pequeño que otros que había visto anteriormente, le dejaría un bonito agujero en caso de acertarle.

 

La situación no terminó ahí ya que más de esos rayos fueron lanzados a continuación, obligando al chico a desviar su camino hacia el lado contrario mientras trataba de esquivarlos.

-No creerás que te lo iba a poner tan fácil.

Con estas palabras, Detz apareció de entre la nube de polvo que se había producido segundos antes y acometió contra su adversario, placándolo por el costado y haciéndole rodar por tierra hasta que conseguir incorporarse de nuevo, mostrando una mueca de dolor en su rostro.

 

Por otro lado, el combate entre Unum y Kai también había dado comienzo, con el primero protegiéndose gracias a una plataforma de hierro, creada a partir de varios de sus mecheros, de los ataque eléctricos que el segundo le lanzaba a través de la combinación entre End y Hel. No obstante, esta defensa no duró mucho ya que, pillando desprevenido al descendiente, el nigromante hizo que su invocación atrajese dicha plataforma hacia sí, aprovechando el electromagnetismo generado por su poder eléctrico, superando durante unos instantes el control de Unum. Posteriormente, ordenó que efectuasen dos cortes llameantes que sobrevolaron a gran velocidad el espacio que separaba a ambos luchadores, los cuales chocaron contra una gran llamarada producida por el descendiente, a partir de otro mechero que llevaba consigo.

-¡Si pretendes vencerme con fuego! ¡Vas a tener que hacerlo mejor! –declaró mientras el fuego que controlaba se dividía en varias corrientes, atacando desde diversas direcciones y dando lugar a que el chico se protegiese con la armadura de su invocación- ¡Todavía hay más! –utilizando otra recién creada plataforma de hierro, la transformó en una lanza, que calentó al rojo vivo gracias sus llamas. Después, la arrojó contra su enemigo, chocando contra su armadura y penetrando en ella poco a poco.

-¡Maldita sea! –en un intento desesperado por librarse del objeto, Kai consiguió desviarlo utilizando la electricidad acumulada en la armadura y magnetizándola así al suelo. Sin embargo, esto destruyó su medio de protección frente a las llamas, por lo que, rápidamente, ordenó a las espadas realizar un potente corte que liberase el poder de fuego de Hel, logrando engullir el ataque de Unum y salvarse del mismo.

-Oh, nada mal –comentó el descendiente, ligeramente molesto-. Me pregunto si serás capaz de volver a hacer algo así.

Momentos después, en el aire se condensó una pequeña cantidad de líquido dando lugar a una forma circular que emitía vapor a su alrededor. Acto seguido, pequeñas gotas se desplazaron desde ella hasta el nigromante, lloviendo sobre él. Kai corrió para esquivar el líquido, que congelaba aquello que tocaba de manera instantánea.

-¡Primer espíritu: Kagami! –exclamó, desviando algunas gotas a punto de alcanzarle- ¡Octavo espíritu: Sázam!

Aumentando la velocidad de sus acciones, consiguió situarse detrás de Unum, quien interpuso una plataforma de hierro entre su enemigo y él.

-¡Tercer espíritu: Etheria! –instantes después, dicha plataforma volvió a transformarse en varios mecheros, su estado original antes de que el descendiente los manipulase. Entonces, Kai alzó su pierna derecha en una patada que golpeó fuertemente la mandíbula de su adversario, tras lo cual, girando sobre mismo, propinó una coz con la otra pierna en su abdomen, lanzándolo de espaldas al suelo.

 

Unum no tardó en recuperarse del ataque, lanzando lo que quedaba del líquido sobre el nigromante quien, habiendo acabado de aterrizar, apenas le dio tiempo a esquivarlo, salpicándole algunas gotas en uno de sus tobillos y provocándole quemaduras graves.

-¡Agh! –se quejó el chico, rodando por el suelo con expresión de dolor y cojeando al incorporarse.

-¡Con esa fuerza jamás conseguirás vengar a nadie! –se burló mientras formaba varias lanzas con las que le apuntó.

-Dime, First, ¿de verdad no queda nada en ti que te recuerde tus sentimientos por May?

-¿Recuerdos? Claro que los tengo. Eso no significa que me importen

-Entonces, ella no significa nada para ti.

Unum se quedó callado durante unos instantes. Por su aspecto daba la sensación de que dudaba en su respuesta.

-¡¿Esa chica?! ¡Antes preferiría a una rata de cloaca!

-Supongo que no queda nada de quien eras antes. Si es así, me encargaré de liberarle para que al menos en su muerte, vuelva a ser él mismo.

-¡Cállate! –gritó el descendiente, descargando una lluvia de lanzas sobre él.

Kai intentó desviarlas utilizando a Kagami pero, pese a conseguirlo, su adversario volvió a tomar el control de algunas, desplazándolas hasta la espalda del chico, de manera que dos se clavaron en un costado, otra en la pierna buena y una última en el hombro izquierdo, haciéndole arrodillarse.

-¡Se acabó! –sonrió el descendiente mientras se preparaba para quemarle vivo.

 

Kareth continuó esquivando los rayos de Detz, buscando un hueco por el que contraatacar. Sin embargo, no era una tarea sencilla. Cada vez que creía tener una oportunidad, su instinto le avisaba de que sólo era un truco para entrar en su terreno y acabar hecho puré.

Si seguía así, se le acabaría el tiempo. Gaia terminaría ocupando el cuerpo de Nara y la humanidad desaparecería por completo. “¡¿Qué hago?!”, se preguntó a sí mismo.

 

Fue en ese momento cuando divisó la situación en la que se encontraba su amigo: a pocos segundos de arder bajo el poder de Unum.

De repente, una idea se le pasó por la cabeza. Sería complicada llevarla a cabo pero, si centraba todo su poder en la velocidad de sus piernas, quizás lo consiguiese. Con esto en mente, el joven esprintó hacia un área cercana al combate entre los otros dos, de manera que estuviesen dentro del campo de visión de Detz, quien continuaba disparando. Tras esto, esperó el momento adecuado en el que su adversario realizase un nuevo disparo y saltó hacia el frente, evadiéndolo en el último segundo. Así, el rayo continuó su trayecto, directo hacia Unum, quien sorprendido, logró esquivarlo por los pelos, distrayéndose los suficiente como para que Kai, que ya había dejado descansar a Hel y End, volviese a invocarlos, atacando con tal fuerza que su enemigo salió despedido hasta chocar contra la pared.

-¡Gracias, Kar! –agradeció Kai.

Sin prestarle demasiada atención, el guerrero acometió contra Detz, distraído brevemente por su propio error, asestándole un golpe que a duras penas fue detenido, consiguiendo así que retrocediese. Acto seguido, encadenó ese ataque con un segundo y un tercero, continuando con una combinación de varios puñetazos y patadas que terminaron fatigando a su adversario. Entonces, se lanzó de nuevo hacia el tubo de vidrio, pretendiendo romperlo de un solo golpe, pero su empeñó quedó frustrado por el líder del proyecto Gaia, quien se interpuso con rapidez en su camino, embistiéndole de tal forma que acabó en el mismo lugar en el que se encontraba Kai.

-¡¿Estás bien?! –preguntó el nigromante al ver a su amigo.

-Sí... –contestó éste, apretando los dientes por el dolor- Pero a este ritmo no lo conseguiremos...

 

En ese instante, la expresión de Kai cambió. Como si una nueva información hubiese llegado a su cerebro sin previo aviso.

-Kar... ¿Podrías mantenerlos ocupados durante un minuto? Sólo necesito ese tiempo –dijo mientras se cruzaba de piernas- ¡Décimo espíritu: May! –exclamó, haciendo aparecer al espíritu de una chica de cabello largo y ondulado, quien cerró los ojos mientras se situaba cerca del chico. Asimismo, las manos de Hel hicieron desaparecer las espadas que sujetaban, rodeando la gran armadura que le protegía.

-¡¿Un minuto?!

-Confío en ti –dijo el nigromante antes de entrar en una especie de trance.

-¡Oye! ¡Tienes que estar de broma! –se quejó Kareth, quien se giró para observar tanto a Unum como a Detz acercándose hasta ellos.

-Esa chica... –comenzó a decir Unum al ver el espíritu de May, enfadándose poco después- ¡Desaparece de mi vista! –sacando varios de sus mecheros, se dispuso a desplegar sus llamas, no obstante, Kareth, cumpliendo con su parte del trato, saltó hacia delante y pateó los objetos, continuando con un puñetazo en la mejilla izquierda del descendiente que lo devolvió de vuelta a la pared. Tras esto, esquivó otro disparo de Detz, que pasó a escasos centímetros de su nariz.

-¡Más te vale darte prisa! –pidió Kareth.

 

En los territorios del imperio, Jaryl conseguía atar la soga a la cornisa de una de las ventanas más bajas de la estructura en la que residía el emperador, habiéndose introducido primero para vigilar el área.

Tras esto, realizó una señal a sus compañeros, quienes se agarraron con ambas manos a la cuerda y se movieron lo más rápido que les permitió la fuerza de sus brazos hasta reunirse con el nómada.

-Bien, la idea es buscar una manera de moverse hacia la zona subterránea –dijo Sdren, quien iba en el grupo de Jaryl.

-¿No sería mejor esperar a que el grupo de las alcantarillas detone los explosivos? Seguramente, la mayoría de los soldados vayan a ver lo ocurrido. Entonces sólo tendremos que seguirles –propuso Jaryl.

-E incluso tenderles una emboscada –añadió otro de los Rebeldes.

-No es mala idea. Aun así, parece que ahora mismo estamos en mitad de un pasillo. Si nos quedamos aquí estaremos demasiado expuestos. Sugiero encontrar un sitio donde podamos escondernos y esperar hasta entonces.

-De acuerdo.

Dicho esto, se pusieron en movimiento, vigilando cada rincón desde el que pudiese asaltarles algún soldado del imperio.

-¿Cómo lo llevas, Jaryl? –murmuró Sdren.

-¿Cómo lo llevo? ¿A qué te refieres?

-Que tu compañero haya ido a la batalla. No te lo tomaste muy bien, ¿no es así?

-Y sigo sin estar de acuerdo. Will ha sido mi amigo desde hace mucho tiempo. Hemos hecho tantas cosas juntos que ya ni recuerdo todas. No puedo evitar tener un mal presentimiento, incluso si intento pensar en ello lo menos posible.

-Te comprendo. Ya he perdido a muchos compañeros en el tiempo que llevo con los Rebeldes.

-¿Cómo consigues soportar esa carga?

-Pensando que sus muertes nunca serán en vano, incluso si yo mismo muero. No es la mejor excusa pero te ayuda a seguir adelante.

De repente, se escuchó una explosión en la parte de abajo.

-Ya ha empezado –dijo Sdren.

-¡He encontrado una habitación! –exclamó otro de los Rebeldes, golpeando la puerta para abrirla y descubriendo a tres soldados imperiales dentro, a quienes, además de la sorpresa por la explosión, se les sumó la de encontrarse a intrusos invadiendo su territorio.

-¡Matadlos! ¡Rápido! –ordenó Sdren mientras sacaba su arma, apartando a su compañero más cercano a la entrada y clavándosela en el cuello a uno de los soldados.

Reaccionando a la situación, los otros dos se dispusieron a contraatacar, sin embargo Jaryl fue más rápido, acabando con sus vidas antes de poder defenderse.

-¡Cerrad la puerta!

Apenas medio minuto después de ocultarse en esa habitación se escucharon los pasos al otro lado de la puerta.

-Parece que se dirigen hacia el lado contrario al que íbamos nosotros –susurró Jaryl.

Una vez consideraron que se habían alejado lo suficiente como para que no les viesen, salieron de la habitación y siguieron el mismo camino que ellos.

 

-¡Vamos, perrito! ¡Ven! –en mitad de la batalla entre las potencias, Yorus llamó la atención de Naithan. Por desgracia, incluso si éste caía en sus provocaciones, en el momento en que Razer intentaba coger su estoque, desviaba la atención hacia él, impidiéndoselo.

-¡¿Quieres estarte quieto?! –se quejó el líder de los Rebeldes, evadiendo el golpe.

-¡Aaah! –Yorus se lanzó hacia él con intención de golpearle con su doble martillo, sin embargo, tras haber aprendido de lo que era capaz la fuerza del hombre, el Eraser utilizó sus garras para levantar una gran cantidad de arena, cegándolo. Posteriormente, reunió energía en su boca y lanzó un rayo en su dirección.

Aunque consiguió esquivarlo a tiempo, no pudo evitar que su arma se viese afectada, desintegrándose la mitad de ella y volando de sus manos la otra mitad. Acto seguido, Naithan le propinó un buen manotazo que le hizo salir despedido.

En ese momento, volvió Will con uno de los vehículos que habían sido utilizados por los rebeldes. Sus dueños probablemente habían caído en combate.

-Lo he traído –dijo el nómada.

-¡Bien! ¡Ahora sólo falta que ese idiota me deje recoger de una vez mi estoque! –se enfadó Razer.

-Yo me encargo –declaró Will mientras arrancaba el motor y rodeaba al Eraser, sujetando una de sus espadas con una mano mientras conducía con la otra.

 

Así pues, le infligió pequeños cortes en la zona de las extremidades, muy superficiales, pero lo suficientemente efectivas como para que Naithan las considerase tan molestas como picaduras de mosquito.

Distrayéndose con esa jugarreta, el emperador no vio venir un martillo volando hacia su clavícula, golpeándole con tal fuerza que el Eraser cayó de espalda, despejando el camino hasta el estoque, lo que fue aprovechado por Razer para hacerse al fin con él.

-¡Will! –gritó el líder de los Rebeldes, a lo que el nómada respondió asintiendo con la cabeza y conduciendo el coche hasta donde se encontraba él.

 

Por su parte, el Eraser se incorporó al mismo tiempo que Razer lanzaba el garfio de su estoque hacia su cuello, recogiéndolo lo suficiente como para dar lugar a un balaceo, que fue incrementado por la fuerza de la bestia al intentar quitárselo de encima. De esta forma, el joven dio una vuelta alrededor, logrando que el cuello quedase rodeado por la cuerda sujeta al garfio. No obstante, nada más aterrizar en el suelo, un movimiento brusco de Naithan lo tumbó sobre el mismo, dejándole a disposición del monstruo y obligándole a soltar de nuevo el arma.

Entonces, el monstruo levantó su garra, dispuesto a acabar con su vida.

-¡No llegaré a tiempo! –exclamó Yorus, intentando recoger el martillo para volver a lanzarlo

 

Instintivamente, Razer alzó la mano para protegerse de sus afiladas uñas pero alguien se puso en medio. Will, quien había saltado del coche para anticiparse a los movimientos de Naithan, escupió sangre una vez su pecho fue atravesado, dejando, tanto al líder de los Rebeldes como Yorus, perplejos.

-Dile a Jaryl... que lo siento... –fueron sus últimas palabras antes de que la bestia se deshiciese de él arrojándolo hacia un lado.

 

Kai se encontraba de nuevo en el más allá. Frente a la fuente en la que se situaba el holograma de su planeta. Aunque no era el único. A cada lado de la misma estaban los Infernos con los que todavía no había formado contrato. Un golem de tierra de aproximadamente tres metros y un par de cuernos en la cabeza, y una serie de grandes y largos tentáculos cuya cantidad no dejaban ver el centro en el que se unían.

-Así que vienes para realizar un contrato con nosotros –dijo quien, bajo el mando de Tribus, había sido Sead.

-Así es. Y tengo poco tiempo, así que agradecería que fuese rápido –explicó Kai.

-¿Qué te hace pensar que vamos a aceptar tan fácilmente? Nosotros sólo luchamos por aquéllos que consideramos merecer la pena.

-Si lucháis a mi lado os mostraré un poder para salvar al mundo.

-¿Un poder para salvar al mundo?

-El poder de Jared.

-Ya veo... entonces estás preparado para usar su poder. Si es así, alguien que es capaz de obtener su fuerza es más que merecedor de la nuestra. Dinos tu nombre y el nombre por el que nos invocarás.

-Mi nombre es Kai. En cuanto a vuestro nombre... me gustaría que conservarais el que teníais antes.

-Es extraño. Nunca ha existido un caso en el que hayan mantenido nuestros anteriores nombres.

-Supongo que es una forma de recordar a vuestras anteriores dueñas.

-¿Y por qué querrías recordarlas?

-Porque, aunque ambas fueron mis enemigas en esta guerra. Tengo la sensación de que si no las tuviese en cuenta sería incapaz de salvar al que una vez fue mi amigo.

-Los humanos sois extraños... pero como desees...

Kai desvió la vista hacia Gem.

-¿Él no está de acuerdo? No ha dicho nada al respecto –dijo el nigromante.

-No te preocupes por él. Es sólo que nunca habla.

-Ah...

Confuso, se despidió de los Infernos, quienes desaparecieron dejando que ocupase su lugar Jared.

-Me alegro de que hayas logrado formar un contrato con ellos.

-Ya he cumplido con lo que me pediste. Ahora, préstame tu fuerza...

-Siento que tengas que hacer esto, Kai.

-Ya me pediste perdón la última vez. Recuerda que también es algo que yo quiero hacer. Limítate a cumplir con tu parte del trato.

-Lo haré.

-Nos volveremos a ver...

 

Habiendo inutilizado momentáneamente a Unum, y aterrizando en el suelo tras haber esquivado el rayo lanzado por Detz, Kareth embistió a este último con el fin de impedir que pudiese alcanzar a Kai. Incluso si éste estaba protegido por dos Infernos y un espíritu, no había ninguna seguridad de que no sufriese daños si algo así llegaba a acertarle.

 

Su enemigo ni se inmutó al recibir el placaje, agarrando al joven de uno de los brazos con la intención de estamparlo contra la superficie. Por suerte, el chico había reunido toda su fuerza en las piernas por lo que supo mantener el centro de gravedad y no salir despedido por el aire. Así pues, aprovechando la propia fuerza de su rival y añadiendo la suya propia, logró cambiar las tornas, obligando a su enemigo a echar el torso hacia delante. Entonces, utilizando su espalda como apoyo para éste, traccionó la extremidad que tenía agarrada hacia abajo, realizando una llave mediante la que su adversario dio una voltereta y acabó en el suelo, boca arriba.

Acto seguido, sin soltarle el brazo, se dispuso a golpearle en la nariz con su otro puño, por desgracia, el ataque fue detenido por la mano libre de su contrincante, quien levantó ambas piernas, situando una a cada lado de su cabeza, como una tenaza, y volviendo a bajarlas a tal velocidad que el cuerpo del guerrero dibujó un arco hasta acabar en el mismo sitio.

 

Ambos se incorporaron a la vez que Unum volvía a al combate mostrando intención de atacar a Kai.

Considerando al descendiente su principal problema, Kareth dirigió un puñetazo contra el suelo, haciendo escombros parte de éste y provocando que Detz retrocediese. Posteriormente, giró 180º hacia la izquierda y, agarrando con su mano un buen número de ellos, los lanzó contra Unum quien se defendió con una de sus plataformas, devolviendo el ataque mediante un par de lanzas en su dirección. Éstas no dieron en su objetivo, ya que, mediante una acrobacia, el guerrero las evadió, creando espacio con el líder del proyecto Gaia y atacando de frente a su otro adversario. Sin embargo, éste ya estaba preparado para algo así, por lo que creó un gran puño metálico con el que realizó un golpe directo hacia el frente, provocando que Kareth se apartase hacia la derecha y recibiese en cambio una llamarada.

-¡Aaaaaagh! –gritó de dolor el chico al tiempo que rodaba por el suelo con quemaduras por todo el cuerpo.

-¡Jajajaja! ¡Has caído de lleno en mi trampa! –se rió Unum, aplaudiendo su propio chiste.

-He de reconocerlo, Kareth. Has mejorado mucho. Pero, al final, la justicia es la que gana –dijo Detz.

-Justicia, ¿eh? Sólo consideráis justicia aquello que se ajusta a vuestra manera de pensar. ¿Qué hay de la justicia de los demás?

-Ya es demasiado tarde para escucharla. El daño que ha causado el ser humano es irreparable.

-No. Todavía se puede hacer algo...

Detz suspiró, negando con la cabeza.

-Me pregunto hasta cuando seguirás soñando con algo que nunca pasará. Los sueños, sueños son. Ésta es la realidad.

-Sólo porque tú no lo consiguieses, no significa que los demás tengamos que admitir nuestra derrota.

-Incluso si no la admites. Yo la haré real –levantando el brazo a media altura, apuntó a Kai, disparando de nuevo. No obstante, éste fue recibido por el abdomen de Kareth, formándose un agujero de entre tres y cuatro centímetros por el que comenzó a brotar sangre.

-¡No te dejaré! –a grito de guerra, corrió hacia Detz, quien realizó otro tiro que atravesó su costado derecho, cerca de las costillas. Pese a ello, no detuvo su avance, echándosele encima sin darle más remedio que el de defenderse.

-Yo acabaré el trabajó –indicó Unum, quien hizo que varias de sus lanzas flotasen junto a él, dispuestas a ensartar al nigromante.

 

En ese instante, el espíritu de May se puso en medio de su objetivo, con los brazos extendidos y mirada decidida, fijada en el descendiente.

-¿Qué haces? ¿Protegerle? Eres un espíritu. Las lanzas pasarán a través de ti como si fueses aire.

Sin hacer caso de sus palabras, May continuó en el mismo lugar, lo que le irritó.

-¡Deja de mirarme de esa forma! –gritó mientras daba la orden a sus armas para que penetrasen en su objetivo.

 

Fue sólo durante un par de segundos, ni siquiera el propio Unum lo notó pero una parte de sí mismo dudó. En otras circunstancias esto no habría supuesto ninguna diferencia pero ese tiempo fue justo lo que Kai necesitó para terminar de establecer su contrato con Jared.

 

De esta forma, un aura de color negro rodeó al nigromante, desviando en varias direcciones las lanzas que se dirigían hacia él. La presión de su poder era tan intensa que lo único que pudieron hacer los demás fue protegerse los ojos del viento que se expandía por toda la sala.

 

Una vez se disipó dicha aura, el resultado que quedó fue un hombre rodeado por una gabardina y capucha negras que sólo dejaban ver mitad inferior del rostro. Su brazo izquierdo se había transformado en una garra del mismo color que la ropa, rodeada por la misma aura de antes; mientras que el derecho, con la misma forma que la de un ser humano, poseía una espada, también del mismo color.

-¿Qué es eso? –fue lo único que alcanzó a decir Unum antes de que la espada atravesase instantáneamente su corazón.

 

Cayendo al suelo de rodillas, la expresión del descendiente seguía siendo de incredulidad, y así continuó hasta que todo su cuerpo tocó la superficie del suelo. Agachándose, Kai puso la garra de su brazo izquierdo sobre el cadáver, apareciendo, de pie sobre éste, un espíritu con la misma forma, sólo que su expresión era mucho más afable que la de Unum, y sonreía agradecido.

-Veo que te has convertido en todo un luchador, Kai –dijo el espíritu de First.

-En parte, es gracias a ti.

-Ja, soy yo quien te está agradecido por haberme hecho volver a ser quien era. Aunque sea en este estado.

El espíritu de May se acercó al de First. Frente a frente con él, la chica situó sus manos a ambos lados de su cara.

-May, por mi culpa tuviste que morir. Fui débil, incapaz de contradecir las voces que inundaban mi mente, y terminé volviéndome otra persona completamente distinta. No te pediré que me perdones, pues no lo merezco. Pero espero que, al menos, la muerte imparta justicia para los dos y me proporcione el castigo que merezco, y tu descanso.

Ella negó con la cabeza y acercó la frente de él a sus labios, besándolo.

-“Por mucho que cambies, tú siempre serás tú. Y siempre te amaré de la misma forma”. Eso es lo que dice –expresó Kai.

-Que puedas querer a alguien como yo. No podría pedir nada más... –indicó First, cayendo lágrimas por sus mejillas.

Tras esto, May se dio la vuelta y miró a Kai.

-Supongo que esto es una despedida –dijo el nigromante-. Gracias por haberme protegido durante todo este tiempo, May. Siempre serás como una hermana para mí. Ahora, puedes descansar en paz. El camino que me queda, sabré recorrerlo solo.

Limitándose a sonreír, la joven asintió.

-Hasta siempre, May, First. Descansad en paz.

-Hasta siempre, Kai.

El nigromante alargó de nuevo la mano hacia ambos, quienes comenzaron a desaparecer poco a poco entre pequeñas bolas de luz. Y así, la pareja pudo encontrar su camino al más allá.

94: A New World 11
A New World 11

Una vez First y May hubieron desaparecido, el tubo en el que se encontraba Nara comenzó a brillar, sorprendiendo a Kai y Kareth.

-¡¿Qué está pasando?! –exclamó Kareth.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Detz.

-¡Se acabó el tiempo! ¡Gaia ha despertado!

-¡No puede ser! –declaró Kai.

 

El cuerpo de Nara se convulsionó, abriendo unos ojos cuyas pupilas se habían desvanecido, dándole un aspecto aterrador. Asimismo, la luz se volvió más intensa, obligando a los demás a apartar la vista con tal de no quedarse ciegos.

-¡Tsk! ¡No pienso rendirme! –dijo Kareth corriendo hacia el tubo, con intención de romperlo.

-¡Ni lo sueñes! –replicó Detz, lanzándose detrás.

 

Fue entonces cuando una espada realizó un corte horizontal en su dirección, provocando una grave herida en su abdomen que, de no haber sido por sus reflejos, lo habría partido en dos. El autor, Kai, se situó entre su amigo y él.

-¡No vas a dar un paso más, Detz!

-¡Agh! –se quejó, mientras se sujetaba la herida, la cual estaba tardando más de lo normal en regenerarse- Jajaja… ¡Quizás hayas adquirido un gran poder pero eso no te salvará de ella! –declaró poco antes de que Kareth alcanzase el tubo y su visión se oscureciese.

 

Poco después, el joven despertó sobre un escenario completamente en blanco. No había suelo bajo sus pies ni cielo sobre su cabeza. Lo único que se extendía por todo su alrededor era un blanco puro.

-¿Dónde estoy?

De repente, una masa líquida se abalanzó sobre él como una ola de agua, logrando esquivarla antes de que se lo llevase por delante.

-Parece ser que el Radiar de tu interior ha conseguido conectarse conmigo. Si es así, la unión de éste con tu cuerpo debe de ser muy fuerte.

Girándose con rapidez, dio con una forma de vida antropomórfica de color verde. El tono de su voz era de mujer, sin embargo apenas tenía rasgos que la caracterizasen como tal, ya que carecía de ojos, boca o nariz; además de otras características que pudiesen dar a entender su sexo. Lo poco que la definía eran su color, su forma humana, lo que parecía una larga melena, pues no había separación entre ésta y su cabeza (algo que dificultaba saber si se trataba o no de eso), y una especie de piedra color esmeralda incrustada en su frente.

 

-¿Quién er…? –se dispuso a preguntar el guerrero, hasta que un nombre apareció en su cabeza- Gaia…

-Así es, descendiente. Soy la creadora del planeta y madre de todos sus seres vivos.

Quizás por el hecho de quién se trataba, al estar cerca de ella se sentía cohibido, como si estuviese ante un ser superior.

-¿A qué… te refieres exactamente con que el Radiar de mi interior se ha conectado contigo? –preguntó el chico.

-Si la unión entre un individuo y una parte de mí misma, como el Radiar, es muy fuerte, es posible comunicarse conmigo directamente si ciertas circunstancias, como mi invocación, son dadas. La otra persona aparte de ti que ha podido hacerlo es Emil. Aunque no es la única manera de comunicarse conmigo, sí la es para ver mi verdadera forma.

 

Si lo que decía era verdad, podía asumir que no se trataba de ningún tipo de sueño o aparición, sino que el contacto con el tubo que mantenía encerrada a Nara le había hecho llegar hasta la verdadera. Era la oportunidad perfecta para intentar hablar con ella.

-Sé lo que estás pensando, y yo que tú lo dejaría estar. No voy a dar mi brazo a torcer.

Dicho esto, volvió a lanzar otra ola de esa materia líquida, que resultaba ser del mismo color que su cuerpo, hacia Kareth, quien inició la carrera para evitar que verse arrastrado, observando que detrás venían más.

-¿Sabes quien soy?

-Por supuesto. Fui yo quien depositó en tu interior el núcleo de Jade.

-¿Por qué a nosotros? -preguntó, refiriéndose a todos los descendientes.

-Azar. Con mi actual poder bajo la superficie, no podía permitirme el lujo de elegir. De lo contrario, lo habría hecho con miembros más cercanos al proyecto Gaia y así ahorrar tiempo.

 

Con sus habilidades físicas, potenciadas por la transformación en Eraser, logró escaparse de nuevo de los ataques de Gaia, situándose más cerca de ella.

-Supongo que mejor así. No me hubiese gustado una respuesta como "Porque erais más fáciles de manipular".

-Mi intención no es la de manipular a nadie. Mi objetivo busca el bien del planeta. Simplemente les pido ayuda y les hago darse cuenta de que tengo la razón.

-Pero, pese a ello, tienes dudas, ¿no es así?

-… -la deidad no contestó.

-Mi madre, Meriah, habló contigo, ¿verdad? Ella descubrió que todavía albergabas sentimientos hacia los humanos.

-Así es. Pero ahora las dudas han desaparecido. Emil me hizo comprender que mi plan es el correcto, y la única solución posible.

-Ese hombre mató a mi padre y causó la muerte de mi madre.

-Mientes. El me dijo que ellos se revelaron contra nuestro objetivo.

-Eso es lo que quiere que creas. Ese hombre… te está escondiendo algo… y lo único que estás haciendo es encaminarte a la opción que él considera mejor. No a lo que tú realmente deseas…

-¡El tiempo se agota, descendiente! A este paso el mundo se dirigirá a una destrucción aún mayor. Toda  vida se extinguirá. No sabes lo que es ver a tus hijos pelear entre sí durante quinientos años y corromper lo que amas. No podría soportar algo peor.

-Tienes razón. No he pasado por lo mismo que tú así que no puedo decir que te entienda. Pero sí sé que existe otra solución.

-Es demasiado tarde. Emil ya lo intentó pero no sirvió de nada.

-Puede que no lo intentase lo suficiente. Quizás se rindió demasiado pronto al odio. Gaia, escúchame, por favor. Las personas pueden cambiar. Lo único que necesitan es un guía, alguien que sea capaz de unirlos bajo un mismo orden.

-Imposible, mientras siga existiendo el Radiar, eso no funcionará.

-Entonces habrá que destruirlo. Y si no es posible, apartarlo de las manos de los humanos, aislarlo de manera que nunca más vuelva a ser utilizado. No importa cuánto se tarde en el proceso.

-Incluso si consiguieses destruirlo, todavía hay muchas personas que lo llevan dentro de su cuerpo.

-Lo sé, pero la proporción de personas que tienen el Radiar es menor frente a las que no.

-¿Qué insinúas? –preguntó la deidad.

-Que si fuese necesario eliminar a los usuarios de Radiar… así se haría...

-Entonces tu idea no es muy diferente de la de Emil. Además, ¿no te incluiría eso a ti mismo y a otras personas a las que quieres?

-Matar a unos pocos para salvar a muchos. Creo que es mejor idea que la de eliminarlos a todos. Y, si es por una causa mayor, sé que tanto yo como mis compañeros estaremos dispuestos a ofrecer nuestras vidas cuando nuestro papel haya terminado. No obstante, creo que hay una solución mejor para ello. Aunque, eso depende de ti.

Levantando la cabeza, Gaia pareció poner mayor atención en sus palabras.

-Había considerado la idea de comunicarme contigo después de vencer a Detz, tal y como hizo mi madre en su día. Que esté aquí contigo, supone una ventaja en ese aspecto. Con tu poder, Gaia, sería posible eliminar el Radiar sin necesidad de matar a los humanos, ¿me equivoco?

-Sí… pero… mi tiempo en la superficie es limitado… si lo hago, no podré dar lugar al renacer del mundo…

-Es ahí pues donde reside tu decisión, apostar por mi idea o continuar con vuestro plan inicial.

-Mi decisión ya está tomada. Por mucho que el Radiar desaparezca, la humanidad encontrará otra excusa para destruirlo todo.

-Una vez fuimos una especie en armonía con el resto del mundo. Fue el Radiar lo que nos cambió. Aun así, tienes razón, eso no bastará, de ahí la necesidad de un guía.

-¿Y planeas ser tú ese guía? ¿Ese sería tu papel?

-No. Conozco a alguien mejor capacitado para ese papel y sé que accederá sin problemas. Al fin y al cabo, él ha sido capaz de liderar una fuerza que ha conseguido revolucionar la guerra. Sé que Razer, el líder de los Rebeldes, es la mejor decisión a la hora de dirigir y unir al resto. Sin embargo, para ello se necesitará dos cosas: convencer o derrocar a los líderes de cada potencia y un símbolo o pilar que pueda utilizar para dar lugar a dicha unión.

-Ya veo… -la deidad comprendió el camino que quería tomar el guerrero

-Así es. Si consigo evitar la extinción de la raza humana, podría convertirme en un héroe para la humanidad, un salvador al que Razer pueda utilizar para conseguir el apoyo de la gente.

-Sería algo así como un dios y su profeta

-Sólo que basado en una historia totalmente real, sin exageraciones. Y hay una cosa más que se deberá cumplir, y es que tanto yo como los líderes, así como nuestros sucesores, deberán dedicar toda su existencia a la misma causa: construir la paz y devolver el mundo a lo que era. Al menos hasta que la humanidad pueda volver a pensar como un solo ser, buscando el beneficio para todos.

 

Durante unos instantes, Kareth tuvo la sensación de que había sido convencida por sus palabras, sin embargo, ese pensamiento se esfumó cuando se dio cuenta de que estaba rodeado por el líquido verde, el cual tomó una consistencia más dura y lo apresó, aplastándolo poco a poco.

-¡¿Gaia?! -se sorprendió el chico.

-Lo siento pero lo que pretendes es una utopía. Algo imposible. No puedo permitir que destruyas el proyecto Gaia…

 

Mientras tanto, Drake y Seph continuaban con su combate contra Ceron, quien los tenía acorralados. La fuerza del gobernador de la facción era temible pero no podían echarse atrás. Si conseguían vencerle, o lo que es mejor, convencerle de cesar la lucha, lograrían ayudar a detener la guerra.

-Ah… Ah… -jadearon ambos, incorporándose para encarar de nuevo a la armadura humana.

-Habéis sido unos dignos oponentes. Por ello, y por respeto hacia los Rebeldes, dejaré que os marchéis con vida.

-Me temo que no podemos aceptar esa oferta –dijo Drake.

-Nuestro objetivo es detenerte, cueste lo que cueste -le apoyó Seph.

-Entonces no me queda otro remedio que acabar con vosotros.

 

De nuevo, transformó su arma, dividiéndola en dos partes que dieron lugar a dos grandes garras de tres cuchillas cada una, las cuales debían de medir casi cincuenta centímetros de largo.

Tras esto, se lanzó hacia la pareja en un ataque frontal que golpeó el suelo. Drake y Seph, desplazándose hacia cada uno de los lados del gobernador para esquivarlo, contraatacaron; el primero lanzando una serie de explosivos con intención de adherirlos al torso de su oponente; y la segunda, tratando de rodear su cuello con los hilos. No obstante, la jugada no salió bien, ya que, previendo sus movimientos, Ceron llevó sus garras hacia atrás realizando sendos cortes laterales que inutilizaron los explosivos e hirieron el pecho de la chica.

-¡Seph! -gritó Drake, quien se dispuso a socorrerla pero fue detenido por una de las armas de su adversario.

-¡Última oportunidad! ¡Ríndete o la mato! -exclamó Ceron mientras apuntaba con la restante a Seph.

-¡Espera! De acuerdo… tú ganas…-respondió Drake, dejando sus explosivos en el suelo- Al menos… me gustaría que antes me contestases a una pregunta.

-¿Eh? –se sorprendió el líder de la facción, deteniendo su avance- ¿Qué clase de pregunta? ¡No! ¡Espera! ¡Si lo que pretendes es distraerme, te aviso de que no te va a dar resultado!

-He soltado las armas. No puedo hacerte nada sin ellas.

 

Pese a que seguía sin estar muy convencido, decidió escucharle, manteniendo a Hydra en alto por si acaso.

-Verás… -continuó Drake- ¿Es posible que el hecho de que el imperio atacase tus territorios no sea lo único por lo que quieres destruirlo?

-¿A qué te refieres? ¿A qué otra cosa podría deberse si no?

-Es una conjetura pero… es posible que la muerte de Alder te haya afectado más de lo que creías…

-¡Jajaja! ¡¿Estás de broma?! ¡¿Es la mayor tontería que he escuchado en mi vida?! ¡¿Crees que enviaría a mis soldados a la batalla por algo así?!

-No, por supuesto que no. Es decir, no creo que ese haya sido el principal motivo pero… creo que si siguiese vivo, habrías dudado más en enviar a tu gente a una muerte segura…

-¡Él no tiene nada que ver! ¡Atacaron mis territorios! ¡Lo justo es que busque venganza por los míos! ¡¿Y qué es eso de una muerte segura?! ¡Ganaremos y detendremos a ese científico loco y sus delirios de mesías!

Drake negó con la cabeza, recordando que hablaba con un cabezota.

-Si la raza humana se extingue, ese intento de venganza del que hablas no habrá servido para nada. Y créeme, dada la escasez de tiempo de la que disponemos, dudo mucho que seas capaz de detener el proyecto Gaia a estas alturas. Está claro que Alder te habría hecho pensar mejor las cosas.

-¡Se acabó! ¡Olvida lo de la última oportunidad! ¡Voy a matarte a ti y a tus mentiras!

-¿Mentiras? Si lo que digo fuese mentira, no habrías bajado la guardia en una situación así.

 

En ese momento, Seph realizó un rápido movimiento con sus manos mediante el cual levantó en el aire todos los explosivos que Drake había desperdigado por el suelo, atándolos al cuerpo del gobernador. La explosión fue tal que la pareja salió despedida por los aires pese a que ambos intentaron alejarse lo máximo posible de la explosión, saltando hacia atrás. Por su parte, el arma de Ceron, quedó clavada en la superficie yerma, a varios metros de allí.

 

Durante un buen rato, lo único que ocupó el escenario fue un humo de color gris oscuro, casi negro.

Tosiendo fuertemente, Drake incorporó la mitad de su cuerpo, buscando con un ojo cerrado a Seph, quien se hallaba cerca de allí.

Caminando a gatas, se acercó a ella, descubriéndola tendida en el suelo. No respiraba.

-¡No! ¡No puede ser! -alterado, lo primero que se le ocurrió fue tomarle el pulso, asustándose al no encontrarlo- ¡No, por favor! ¡No!

Sin pensárselo dos veces, comenzó a realizar la maniobra de reanimación cardiopulmonar sobre su pecho ensangrentado. La herida realizada por el gobernador había sido superficial pero era la que más cerca había estado de él durante la explosión, por lo que ésta le había afectado mucho más.

Tras insuflar aire por la boca, el joven continuó reanimándola, cada vez más asustado de no verla despertar.

-¡Vuelve conmigo! ¡Por lo que más quieras, vuelve conmigo!

 

Finalmente, la chica despertó, levantándose rápidamente a la vez que aspiraba una gran bocanada de aire y tosía con fuerza. Jadeando, volvió a tenderse sobre el suelo, manteniendo los ojos entreabiertos y desplazando las pupilas ligeramente hasta dar con la cara de Drake, quien se sujetaba la barbilla debido al golpe que le acababa de dar al levantarse.

-Drake… -murmuró- ¿Estás bien?

Con lágrimas en los ojos, el chico la abrazó.

-¿Drake? ¿Estás llorando?

-No vuelvas a hacerlo, ¿me oyes? Jamás…

 

De entre el humo, que ya se iba disipando, apareció Ceron, caminando lentamente hacia ellos. Su armadura estaba muy agrietada pero había aguantado la explosión. Pese a ello, se notaba que no había quedado indemne, ya que apenas podía mantenerse en pie, cayendo de rodillas a pocos centímetros de ellos.

-Ah… Tenías razón, chico… -dijo mientras Drake acercaba el cuerpo de Seph hacia sí, protegiéndolo- Me afectó más de lo que pensaba… Supongo que le respetaba como dirigente y su muerte sólo echó más sal a la herida que provocó el ataque a mis territorios…

-No fuiste el único. El golpe de estado que se produjo en la unión tampoco habría pasado de haber estado él. El proyecto Gaia supo aprovecharse de ello.

-He perdido… Informaré a mis tropas de que comiencen el plan de retirada… Aunque no estoy seguro de si lograré algo con ello. El imperio seguirá atacando. Y además, están esos monstruos…

-No te preocupes. Estoy seguro de que los demás cumplirán con su misión…

 

Nada más ver el cuerpo inerte de Will caer al suelo, las mentes de Yorus y Razer actuaron por mero instinto. De esa forma, el martillo del primero fue lanzado hacia la cabeza de Naithan que, dolorido, retrocedió, lo que fue aprovechado por el segundo para coger su estoque, cuyo garfio seguía enganchado al cuello de emperador, e incrustar su filo en un hueco situado entre el asiento y las ruedas traseras del vehículo que había traído el nómada, asegurándose de que no se soltase.

 

Posteriormente, se encaminó hacia el sillón del conductor y, justo cuando la bestia empezaba a recuperarse, aceleró a fondo, arrastrándola hacia delante y obligándola a clavar las patas delanteras en tierra a fin de mantener el equilibrio.

Yorus, tras recoger otra vez el martillo, se subió en su cabeza y golpeó fuertemente el centro de ésta, repitiendo varias veces el proceso hasta conseguir que su hocico tocase el suelo.

-¡Yorus! ¡Abre su boca! -exclamó el líder de los Rebeldes.

Asintiendo, el hombre bajó del monstruo y, aprovechando que estaba mareado, abrió sus fauces sirviéndose únicamente de sus brazos.

 

En ese instante, Razer dio marcha atrás, saltando del vehículo a escasos metros de la boca del emperador, justo al mismo tiempo en que Yorus la soltó, quedando encajado entre sus dientes. Tras esto, el líder de los Rebeldes apuntó al motor con su pistola.

-Grr… -intentó rugir Naithan.

-No hay muchos usuarios de Radiar dentro de los Rebeldes, por lo que la mayoría de nuestros vehículos necesitan quemar combustible. Eso significa que una chispa en el lugar y momento adecuados, puede dar lugar a un gran "¡Boom!"-dijo Razer- Se acabó, Naithan. Nadie más tendrá que sufrir por tu locura. Esto es por todos los que has matado y que, espero, te den tu merecido en el más allá. Ah, y… espero que no se te atragante demasiado la comida…

-¡Grrrr!

Sin más que añadir, apretó el gatillo varias veces, provocando finalmente una explosión que incineró desde dentro la cabeza del emperador, acabando instantáneamente con su vida. Lo único que quedó de ella fueron restos de carne quemada esparcidas por la arena.

 

El joven respiró hondo y bajó su arma, mirando el cadáver de su enemigo como si una parte de él no terminase de creérselo. Quizás en el fondo sintiese algo de pena. Pues el emperador, a fin de cuentas, no era más que otro monstruo creado por la guerra. Sin embargo, esa idea no tardó en esfumarse de su mente.

 

Entonces, desvió la vista hacia Will, caminando lentamente hacia él y cogiéndolo en brazos, con cuidado. La sangre, todavía caliente, goteó sobre sus brazos.

-¿Estás bien? -preguntó Yorus, situándose a su lado.

-Más o menos…

-¿Cuál es el plan ahora?

-Por el momento, dejaré su cuerpo al cuidado de mis hombres. Dime, ¿todavía te queda fuerza para mover el cadáver de esa bestia nauseabunda?

Yorus observó a Naithan.

-Puede que necesite algo de ayuda pero no hay problema. ¿Por qué lo preguntas?

-Te lo explicaré por el camino…

 

-¡Gaia! ¡Por favor! ¡Razona! -gritó Kareth, a quien no le quedaba mucho tiempo para terminar convertido en puré.

-¿Qué te hace pensar que puedo confiar en ti y no en Emil?

-¡Tú misma dijiste que la unión entre el Radiar y yo es lo suficientemente fuerte como para que me haya podido comunicar contigo!

-¿Y qué? Es lo mismo que ocurre con Emil.

-¡Lo sé! ¡Pero antes de eso, yo era incapaz tomar la misma forma que él!

-¿Qué quieres decir?

-¡Al principio, sólo pensaba en salvar a la humanidad! ¡A mis seres queridos! ¡Pero sólo estaba siendo egoísta! ¡No veía que por mucho que evitase la extinción no salvaría el mundo! ¡Fue entonces cuando me di cuenta de que debía corregir a los humanos! ¡Poner fin a la guerra y establecer una nueva sociedad! ¡Una pacífica y en armonía con el planeta! ¡Y que debía dedicarme plenamente a ello!

-Sigo sin entender adonde quieres lleg…

-¡El Radiar, que es parte de ti, aceptó mi idea! ¡Fui capaz de conseguir la forma completa de un Eraser gracias a ello! ¡Al igual que Detz! ¡Eso significa que mi plan es tan válido como el vuestro, sólo que no requiere la extinción de ninguna especie!

 

En ese momento, la masa que comprimía su cuerpo desapareció, liberando al guerrero.

-Lo que quiere decir que, si no viese bien tu plan… ¿me estaría contradiciendo al ver bien el de Emil?

-Ambos planes buscan una solución para revivir este planeta por lo que, desde ese punto de vista, los dos son válidos. Sin embargo, yo pretendo darle otra oportunidad a la especie humana y, con tu ayuda, podré lograrlo más fácilmente. Por favor, Gaia, ayúdame… -dijo el chico, levantándose con dificultad y extendiendo la mano hacia la deidad, cuyas dudas podía discernirse en sus movimientos.

-Quiero… quiero creer que los humanos pueden cambiar… Incluso si tu idea está en lo correcto yo… no sé que hacer…

-Gaia, no eres la única que tiene algo que proteger. Todos los seres vivos que creaste actúan de la misma forma. Y el ser humano, no es una excepción. Ahora mismo está perdido, necesita un escarmiento pero puede volver a aprender. Hay ocasiones en las que hasta un asesino merece otra oportunidad.

La entidad observó la mano que le tendía el joven.

-Prométeme que cumplirás con tu palabra. Que jamás te echarás atrás y que dedicarás toda tu vida a devolver el orden a este planeta.

-Lo haré. Quiero hacerlo.

-Voy a confiar en ti, descendiente. En ti, en el Radiar y en mí misma. Haz que no me arrepienta.

Sintiendo cómo le estrechaba su mano, el guerrero volvió a ver cómo todo se oscurecía…

 

Una vez la luz se hubo esfumado. Lo que Kai y Detz observaron fue a Kareth con Nara en sus brazos, sólo que ésta tenía la personalidad de Gaia en su interior.

Acto seguido, el chico la dejó en el suelo, de manera que pudo dirigirse al científico, líder del proyecto Gaia.

-Emil. He escuchado su plan, y creo que deberíamos apoyarle. Es posible conseguir un mundo mejor sin necesidad de destruir a los humanos.

-¡¿Gaia?! ¡¿Qué estás diciendo?! -preguntó él, estupefacto.

-Sé que es posible que me equivoque al tomar esta decisión, pero creo que la parte de mí que quiere confiar en esa posibilidad es más fuerte. Por favor, quiero que me ayudes a que podamos hacerlo realidad. Sé que deseas lo mejor para el mundo. Y… me gustaría que pudiésemos dejar atrás nuestro odio hacia los humanos… empezar de nuevo… juntos… Sé que no será un camino fácil… para ninguno… no obstante, con tu ayuda todo irá mucho mejor. Quiero creer, Emil.

 

Durante unos instantes, el hombre mantuvo la misma expresión de sorpresa, sin embargo, fue bajando la guardia, hasta adoptar una postura pensativa, con la mirada fija en el suelo.

-Entiendo…

-Emil -dijo Gaia, esbozando una sonrisa.

-Sabía que al final te dejarías convencer…

-¿Eh?

Pillándolos desprevenidos, el hombre se situó detrás de ella, utilizándola de rehén.

-¡Ni se os ocurra atacar si no queréis que su cabeza ruede por el suelo!

-¡Maldita sea! ¡He bajado la guardia! -se quejó Kai.

-Sabía que no podía confiar en ti, Gaia. Que terminarías sucumbiendo a tu fe en el ser humano y te echarías atrás en el cumplimiento de nuestra causa. Pero, mientras yo esté aquí, todo irá bien.

-¡Emil! ¡Por favor! -exclamó Gaia.

-¡¿Qué es lo que pretendes?! -preguntó Kareth.

-Hace un tiempo, instalé dentro de mí un aparato que atrae el Radiar hacia un mismo punto. Utiliza la misma tecnología que el Sonar pero con una frecuencia distinta. Puesto que el Radiar forma parte de Gaia, con este aparato podré absorber todo su poder, convertirme en un dios y cambiar el mundo, eliminando a la humanidad de una vez por todas.

-¡Así que eso fue lo que descubrieron mis padres! ¡Lo tenías planeado todo desde entonces!

-¡Ya lo he dicho! ¡Sabía que ella no sería lo suficientemente fuerte! Pero, en el fondo, quizás una parte de mí quería ponerla a prueba. El final ha sido de lo más previsible.

-Emil…

-Lo siento, Gaia. Este es tu fin.

Dicho esto, mordió el cuello de Nara, escuchándose un extraño ruido procedente del artilugio en el interior de Detz.

95: A New World 12
A New World 12

En ese momento, la luz que había rodeado a Gaia se trasladó a Detz. Este hecho dio inicio a la actuación de Kai y Kareth, quienes se lanzaron hacia él en un arriesgado intento de apartarla de sus brazos. No obstante, una fuerza invisible, como un viento huracanado, los elevó por los aires, impidiéndoles alcanzar su objetivo. Así pues, Kareth acabó inmóvil, con brazos y piernas extendidos, de espaldas contra la pared. A su lado estaba clavada la daga de su madre, que había salido volando al mismo tiempo que él.

 

Kai había salido mejor parado, manteniéndose en pie, con su espada y garra penetrando el suelo a fin de resistir el poder descomunal que el científico seguía ejerciendo en toda la sala, la cual empezaba a sucumbir a éste.

-¡Vas a echar este sitio abajo, Detz! -exclamó el nigromante.

-¡¿Crees que me importa?! ¡Dentro de poco estaréis todos muertos! -respondió él.

Para colmo de males, la transformación de Kai, cuya duración era limitada, estaba deshaciéndose, poniéndole las cosas más difíciles.

-¡Maldita sea! -se quejó mientras veía su espada desapareciendo.

 

-Emil… -dijo Gaia con un hilo de voz.

-Lo siento, Gaia. Cuando me contaste tu plan, fue como un rayo de esperanza. Era perfecto. La oportunidad de darle al ser humano su merecido y devolver el mundo al estado que siempre debería haber tenido. Sin embargo, tu amor por los humanos tuvo que interponerse, haciéndote dudar y dificultándolo todo. Tenía que evitarlo. Hacerte entrar en razón u obligarte a ello de alguna manera. Por suerte, la fabricación del Sonar por parte de Meriah me ayudó a desarrollar una manera. Una gran científica, lástima que tanto ella como su marido descubriesen mis intenciones y tuviese que quitarlos de enmedio.

-Así que era cierto… -susurró Gaia.

-¡No estoy equivocado en escoger este camino! ¡Y tú lo sabes! ¡El ser humano está condenado a la decadencia una y otra vez!

-Tu odio es más fuerte de lo que pensaba…

-Es posible pero tengo razón. Este mundo me necesita. Ahora que soy el único que vela por él.

-¡Si de verdad velases por él, tendrías en consideración a todos y cada uno de los seres de este planeta! ¡Ella no está equivocada y yo tampoco! ¡Sólo eres un maldito egoísta! -exclamó Kareth.

-¡Cállate!

La presión sobre el chico se incrementó, provocándole un fuerte dolor.

 

"¿Qué puedo hacer?", pensó, "Kai no aguantará mucho más, y yo, salvo las manos y la cabeza, no puedo mover el resto del cuerpo". Fue entonces cuando recordó algo que todavía podía intentar: el rayo de energía de los Erasers. Si conseguía acertarle a Detz, podría lograr crear una distracción que les permitiese contraatacar. Con unos segundos bastaría. Lo suficiente como para coger la daga y clavársela. Sin embargo, nunca había conseguido utilizar por voluntad propia ese poder, por no hablar de que no sabía si sería capaz de apuntar en la dirección adecuada siendo su primer disparo. No, no había otra opción. Más bien, no se le ocurría otra. Tenía que hacerlo.

 

Así pues, como pudo, alargó el dedo índice y señaló el hombro izquierdo, con el que Detz sujetaba a Gaia. Tenía que concentrarse. Debía acumular la energía necesaria para dañarle sin poner en peligro a la deidad que, además, estaba en el cuerpo de Nara.

"Por favor, Radiar, Gaia necesita tu ayuda. Todos la necesitamos. Una última vez, permíteme utilizar tu poder. Permíteme protegerlos".

 

El poder de Detz era cada vez mayor. La base no podía aguantarlo más y su estructura empezó a venirse abajo, cayendo sobre la sala una serie de bloques de tierra y hormigón.

Kai estaba siendo arrastrado hacia atrás. Ya no tenía su espada y, pese a que se mantenía firme gracias a su garra, no le era suficiente para avanzar hacia su adversario. Una espada para destruir a los vivos y una garra para devolver a su sitio a los muertos. Así funcionaba el poder de Jared.

-Si no hubiese bajado la guardia en ese momento, podría haberle vencido -se quejó el nigromante.

 

"Por favor…", suplicó Kareth, concentrándose al máximo.

"Te das cuenta de que podrías fallar y destruir a la mujer que amas, ¿verdad?", habló el Radiar de su interior.

"Lo sé"

"¿Aun así quieres utilizar este poder?"

"Sí, porque no pienso fallar."

"Nos gusta esa respuesta"

Una pequeña bola de color rojo se formó en la punta de su dedo, siendo disparada como un láser e impactando en el hombro de su enemigo.

-¡Agh! -gritó de dolor el hombre mientras se separaba por un momento del cuerpo de la chica.

 

Los siguientes momentos ocurrieron a cámara lenta en la mente de Kareth, quien, habiendo sido liberado del poder de Detz, cogió la daga y, en cuanto tocó suelo, echó a correr hacia delante sin detenerse siquiera a mirar los escombros que caían a su lado. Sabía que tenía poco tiempo. No había vuelta atrás.

-¡Kai! -gritó con todas sus fuerzas. No hizo falta más para que su amigo entendiese la situación.

-¡Octavo espíritu, Sázam! -sabía que, en ese instante, no tenía medios para eliminar a Detz pero sí había algo que podía hacer para abrirle camino a Kareth.

Con eso en mente, adelantó a su compañero y apartó a Gaia poco antes de que éste llegase, lanzándose al suelo con ella. Entonces, el guerrero se situó enfrente de su objetivo, justo cuando éste se recuperaba de su ataque.

 

Desplazando la daga hacia delante, recordó las palabras de Normand y pulsó el botón una primera vez, sintiendo como el arma casi se le caía de las manos por la repentina vibración. No obstante, no vaciló, y la sujetó firmemente, preparado para pulsar una segunda vez.

-¡Aaaaaah! -ambos luchadores gritaron a la vez que sus ataques se dirigían hacia el contrario, dispuesto a aniquilarlo.

 

Por un segundo, Kai escuchó un fuerte impacto, sin quedar claro cual de los dos lo había provocado. Temiéndose lo peor, se giró lentamente hasta poder observar la escena.

Un gran agujero había aparecido en el centro del torso de Detz, quien tenía a escasos milímetros de su puño el de su contrincante. El botón había sido apretado a tiempo, destruyendo el aparato de su interior así como sus órganos internos.

La mano del científico se elevó, temblorosa, hasta posarse sobre el hombro de Kareth.

-Os… arrepentiréis… -dijo, por última vez, antes de caer al suelo muerto.

Dejando caer la daga, sobre el cadáver, el guerrero lo miró decidido.

-No, Detz. Te lo demostraré…

 

-¡Kareth! ¡Ven, rápido! -exclamó Kai.

Volviendo en sí, el guerrero corrió hacia él. Gaia se encontraba bastante débil.

-Acercadme a Emil -pidió.

Ellos se miraron, dudando de si sería buena idea, no obstante, confiaron el ella y la obedecieron.

 

Una vez a su lado, la deidad observó al que, hasta hacía algunos minutos, había sido su amigo. Con expresión triste, comenzó a hablarle.

-Lo siento, Emil. En parte, ha sido mi error que las cosas hayan acabado así. Si sólo me hubiese dado cuenta antes de cómo te sentías, quizás podría haber evitado todo esto…

-Había otros caminos que podía tomar. Simplemente escogió el suyo -dijo Kareth, intentando consolarla, pero ella negó con la cabeza.

-Aun así, no puedo culparle. Fui yo quien empezó todo. La mayor responsabilidad es mía. Me alegro de que por fin haya acabado tu sufrimiento, amigo mío. Espero que, algún día, puedas perdonarnos. Hasta entonces.

Tras esto, tocó con su frente el cuerpo del hombre, dando lugar a que el Radiar que había sido robado por Detz volviese a ella, algo que podía hacer gracias a la desaparición del aparato utilizado por el científico.

 

De esta forma, la deidad pudo levantarse por ella misma.

-Gracias por ayudarme -dijo, dirigiéndose a los dos jóvenes-. No tenemos mucho tiempo, así que iré al grano y utilizaré mi poder para hacer que el Radiar vuelva a lo más profundo del planeta. De donde nunca debió haber salido… Cuida de esta chica y de tu hijo -esta vez le habló únicamente a Kareth-. Crea un mundo del que me sienta orgullosa. En cuanto a ti -desplazó la vista hacia Kai-. Es posible que dejes muchas cosas atrás pero espero que encuentres la felicidad.

Kareth miró a su compañero, extrañado.

-Me despido de vosotros. Mucha suerte.

-¡Espera, Gaia! -exclamó el guerrero- Es posible que esto comenzase contigo pero… todos somos culpables… todos… así que… no lleves esta carga tú sola.

Ella sonrió. No era una sonrisa de felicidad, ni de tristeza, es como si simplemente aceptase sus palabras. Entonces, cerró los ojos y extendió sus brazos.

 

Una luz apareció de nuevo a su alrededor, sin embargo, esta vez se extendió hasta que finalmente ocupó el planeta entero.

 

No debió de durar más de unos diez segundos. Cuando quiso darse cuenta, Kai se encontraba al lado de una Nara inconsciente y un Kareth que no podía tenerse en pie.

-¡Oye! ¡¿Qué te ocurre?! -preguntó el nigromante a su amigo, confuso por la situación.

-No… puedo moverme…. Es como si… me faltasen fuerzas…

Tal y la sensación que daba, tampoco podía mantener una conversación en condiciones.

-¿Como si te faltasen fuerza? -repitió Kai, pensativo-. Esto… ¿lo habrá causado la pérdida de Radiar?

Si así era, eso explicaba por qué él seguía como si nada mientras su compañero se encontraba en ese estado. Le hacía cuestionarse lo que estaría ocurriendo en el exterior.

 

En ese momento, escuchó un ruido cercano. Una gran porción de techo cedió, destruyendo el tubo en el que había estado encerrado anteriormente el cuerpo de Nara.

-Será mejor que nos vayamos. Yo me encargo de llevaros -indicó Kai- ¡Hel! -exclamó, haciendo aparecer al Inferno, quien agarró a sus dos compañeros con sus huesudas manos.

-¿Cómo es que… puedes moverte…?

-Es un poco complicado de explicar pero, en resumidas cuentas, no dependo del radiar para utilizar mi habilidad. Y ahora, vámonos antes de que quedemos enterrados…

 

Mientras tanto, en la superficie, los soldados que formaban la alianza entre el imperio y "Comhairle" continuaban con su ataque, llevando una clara ventaja sobre sus enemigos.

-¡Grupos de soldados de la facción se están quedando atrás con respecto al resto! -explicó uno de los soldados imperiales por el comunicador.

-¡Exterminadlos! -ordenó uno de los generales encargados de dirigir el ejército en sustitución del emperador.

 

De repente, una luz cubrió todo el terreno, cegando durante unos segundos a todos los presentes.

-¿Qué ha sido eso? -se preguntó el general.

-¡Señor! ¡Tenemos un problema!

-¡¿Qué ocurre ahora?!

-¡Todos los usuarios de Radiar de nuestro ejército, señor, han quedado incapacitados! ¡Los de Yohei Gakko también!

-¡¿A qué te refieres con "incapacitados"?!

-¡Ninguno puede moverse, señor!

-¡¿Qué?! ¡¿Qué está pasando?!

 

La mayor parte de sus soldados eran usuarios de Radiar. Si éstos no podían luchar, sus números se verían drásticamente reducidos. A su alrededor empezó a ver los efectos de los que hablaba; rompiéndose formaciones, tropezándose miembros de las tropas con sus compañeros caídos e incluso llegando a aplastarlos al no poder sortearlos. Para colmo de males, a ello se le sumaba el hecho de que los Erasers estaban recuperando su forma humana.

-¡Tengo que avisar al emperador sobre esto! -dijo el general, llevándose el comunicador a la boca y poniéndolo en una frecuencia en la que sólo fuese posible hablar con él.

-Aquí desde el comunicador del emperador, se presenta Razer en su lugar -dijo la voz del líder de los Rebeldes a través de todos los comunicadores del imperio.

Por si la conmoción de lo que acababa de ocurrir no fuese suficiente, aquello dejó al hombre totalmente bloqueado.

-¡¿E-e-e-eres el líder d-d-de los Rebeldes?! ¡¿Cómo es que tienes ese comunicador?!

-Tranquilo, tranquilo. Veo que vosotros también estáis teniendo algunos problemas con vuestros hombres. En nuestras tropas también tenemos usuarios de Radiar pero estos son muy pocos comparados a los que tenéis vosotros.

-¡Contesta a mi pregunta! -se enfureció el general.

-¿Por qué no lo veis por vosotros mismos?

 

En un punto situado cerca del área de la batalla, se podía observar a un grupo de rebeldes, liderado por Razer y Yorus, quien llevaba a sus hombros el cadáver de Naithan, que también había vuelto a su forma humana.

-Así es más fácil llevarlo -bromeó Yorus.

-Ahora, queridos amigos -continuó Razer por el comunicador-. Mi compañero lanzará a vuestro emperador hacia vosotros. Cuidadlo bien. Aunque no creo que le haga ya falta…

 

Tras dar la señal, el cuerpo voló dibujando una parábola hasta chocar contra la arena con un sonoro "¡Croc!". Viéndolo a varios metros de distancia de su posición, el general se acercó corriendo hasta él. No tenía cabeza y estaba desnudo, pero había sido lo suficientemente cercano a él como para reconocerlo incluso sin esos datos. Pese a ello, no quería creerlo.

-¡Es… imposible…!

-No lo creas si no quieres pero la verdad es ineludible. Aquella persona por la que habéis luchado en esta batalla ya no es más que un trozo de carne frío e inerte -sentenció el líder de los Rebeldes- No tenéis líder, no tenéis ejército. Lo único que os queda es rendiros o conocer el mismo destino que él…

 

Dicho esto, cortó la comunicación.

-Buena actuación. Por un momento me has parecido de lo más cruel -le elogió Yorus-. Así que esto es lo que pretendías.

-Tras haberse cambiado las tornas y habiendo perdido a su líder, lo mejor es actuar de forma que destruyas su moral. Si todo sale bien, soltarán las armas y no habrá que seguir luchando contra ellos.

-Ya veo…

-Entonces sólo faltará hacer entrar en razón a Ceron…

-¡¿Razer?! ¡¿Razer?! ¡¿Qué está pasando?! -otro comunicador se activó, sonando por éste la voz de Drake- ¡¿Qué diablos ha sido esa luz?!

-No estoy del todo seguro pero diría que Kareth y los demás han logrado su objetivo. Ahora mismo la alianza entre el imperio y "Comhairle" se encuentra al borde de la perdición. Si seguimos presionando, lo tendremos más fácil para ganar esta batalla…

-¡Eso es genial! -le interrumpió el joven- ¡Nosotros hemos conseguido convencer al gobernador de que retire su ejército!

-¡¿Qué?! -la expresión de Razer en ese instante fue de sorpresa, transformándose posteriormente en una de alegría.

-¡Buen trabajo, Drake, Seph!

-Dice que quiere hablar contigo…

-Pásamelo.

-Razer. Yo, siento todo esto. Si hubiese sabido mantener la calma…

-No te disculpes, Ceron, no va contigo. Aunque nunca está de más escucharte decir algo así. En cualquier caso, me alegra ver que has entrado en razón.

-¿Qué le ha pasado al imperio y sus aliados? No estaban persiguiendo y de repente se han detenido. Además, los usuarios de Radiar de mi ejército están…

-No te preocupes, Ceron. Todo saldrá bien.

-¡Razer! ¡Están soltando las armas! ¡Los soldados imperiales se están rindiendo! -dijo casi eufórico uno de sus acompañantes, quien había ido a confirmar la decisión del imperio.

Al escucharle, el líder de los Rebeldes encendió de nuevo el comunicador.

-N-nos rendimos… habéis ganado… -sentenció el general antes de volver a cortarse.

-¿Por qué estás tan seguro de ello? -preguntó Ceron por el otro lado, continuando con la conversación.

Razer sonrió.

-Porque la suerte está de nuestro lado…

 

Mientras tanto, en la superficie de Genese, Remi también había quedado inmovilizado en mitad de su batalla. No obstante, había algo más aterrador sucediendo en ese instante, y es que el suelo de la ciudad estaba viniéndose abajo.

Confusos, tanto enemigos como aliados empezaron a retirarse.

-¡¿Qué diablos has hecho, Kar?! -se quejó Remi mientras lo sacaban de allí entre dos nómadas.

No tardaron en reunirse con Ivel a las afueras de la ciudad. Habiendo sido informada de lo sucedido, ella también había optado por retirarse.

-¿Estás bien, Remi? -preguntó la chica al verle.

-Pues aparte de que no puedo moverme… y que no puedo hablar todo lo bien que me gustaría… genial…

-¿Sabes si esto lo han hecho Kareth y los demás?

-Diría que sí… sólo espero que consigan escapar a tiempo…

 

Kai notó como las fuerzas le fallaban, había reducido la velocidad conforme avanzaban por los pasillos la base. En ese punto, incluso su garra había desaparecido.

-Así que ya he llegado al límite de mi transformación… Espero que mi cuerpo aguante un poco más…

 

Así pues, finalmente llegaron hasta la cámara en la que se habían enfrentado a Duobus, donde se encontraba una Sarah todavía inconsciente.

-Sarah… -dijo Kareth al verla.

Acercándose a ella, el nigromante comprobó su estado.

-Tranquilo, está viva -informó mientras la cogía en brazos.

En ese momento, un gran número de escombros cayeron, tapando la salida. Al mismo tiempo, más se precipitaron sobre el grupo, obligando a Kai a invocar a End para protegerse.

-¡Maldita sea! -se quejó el joven- ¡Sead!

Al instante, aparecieron los tentáculos del Inferno, destruyendo los escombros que interrumpían el paso. Sin embargo, más de ellos les siguieron, rodeándolo.

 

La destrucción de la estructura era inminente, y por más que el nigromante buscaba maneras de salir de allí, las únicas que le venían a la cabeza consistían en abrirse camino a base de destruir el escenario, algo que, claramente, no le ayudaría en esa situación. La esperanza se iba desvaneciendo poco a poco.

-Parece que… hasta aquí hemos llegado… -dijo Kareth.

-¡No te rindas todavía, Kareth! ¡Yo haré que salgáis de aquí vivos!

-¿Kai?

-A lo largo de mi vida, he visto cómo personas preciadas para mí morían sin poder hacer nada por protegerlas -explicó mientras recordaba las muertes de May, Miruru, First y Quattuor- Pero esta vez no. ¡No pienso permitir que muera alguien más!

-¿Y qué… piensas hacer…?

-Si no podemos salir, resistiremos aquí dentro... ¡Hel! -exclamó a la vez que los cuerpos de Nara y Kareth eran lanzados hacia él, siendo echado ligeramente hacia atrás al recibirlos. Entonces, se acurrucó junto a ellos en un rincón y dispuso la armadura de End, las manos de Hel, los tentáculos de Sead y la cabeza de Gem delante de ellos- La armadura de End por sí sola no servirá para protegernos, así que gastaré todos los recursos que estén en mi poder.

-Detente… -dijo su amigo, sabiendo que eso le supondría una gran carga a su cuerpo. Sin embargo, un hecho más extraño llamó su atención: parte de una de las piernas de Kai estaba desapareciendo- ¿Qué es eso…? -preguntó alarmado, pese a que su voz no parecía demostrarlo.

El nigromante observó aquello a lo que se refería, esbozando acto seguido una sonrisa melancólica.

-Es el precio a pagar por invocar a Jared, quien domina el más allá. Como ya te he dicho, no dependo del Radiar para seguir utilizando mi poder. Eso se debe a que, pese a haber nacido humano, no lo soy, sino que formo parte del propio Jared. Soy el único capaz de contener su poder, pero el precio a pagar es el de volver donde pertenezco.

-A él…

-Exacto. Imagino que utilizar mi poder después de la transformación ha acelerado el proceso pero, no hay nada que se pueda hacer, sean horas o minutos, esto iba a terminar ocurriendo.

-No… -el chico entendió en ese momento lo que le había escuchado decir antes.

-Por eso, mientras me quede algo de tiempo, os protegeré. Me dijeron que el destino me deparaba un importante papel, y creo que ese momento ha llegado. Tú cambiarás el mundo, Kareth. Algo me lo dice. Sé que tanto tú como los demás conseguiréis que este mundo vuelva a ser como era. Para ello, esta es mi última acción.

-Kai… por favor…

"No es suficiente, ¿eh?", pensó mientras veía cómo los Infernos cedían ante el peso del hormigón y la tierra que se encontraba sobre éstos. Apretando los dientes, recordó cuando May le protegió con Kagami. Hasta entonces, nunca había podido invocar a un espíritu al mismo tiempo que los Infernos ya que eso supondría una carga demasiado grande para sí mismo, algo que incluso el contrato se lo impedía. Pero ahora no tenía nada que perder. Lo usaría todo en esa última carta.

-Kareth, ha sido un placer conocerte y poder luchar a tu lado. Quiero que entiendas que mi muerte no es un hecho triste. Voy donde deseo estar.

-No lo hagas… -suplicó el guerrero.

-Dile a los demás que les echaré de menos. Y que éste no es un adiós. Algún día nos veremos de nuevo, en el más allá.

-Kai… ¡Espera, Kai!

-¡Primer espíritu: Kagami! -gritó a la vez que el espíritu hacia su aparición, provocando que la desaparición de su cuerpo se acelerase.

"¡Aguanta!", se dijo a sí mismo mientras el peso sobre ellos aumentaba, forzándole hacia abajo, "¡Aguanta!".

Usando toda la fuerza de sus piernas, brazos y mente, el chico se irguió y empujó con todas sus fuerzas, haciendo que todas sus invocaciones realizasen el mismo movimiento.

-¡AGUANTAAAAAA!

Finalmente, el techo cedió del todo, abalanzándose sobre ellos y silenciando todo en un instante…

 

"Kai abrió lo ojos en una extraña habitación, acostado sobre una solitaria cama. Al desplazar la vista hacia arriba, descubrió la cabeza de una chica, observándole con ojos tiernos mientras acariciaba suavemente su cabeza. Se trataba de Miruru.

-Así que ha cumplido con su palabra -dijo el chico, cogiendo su mano y posándola sobre su mejilla-. Le hice dos peticiones a Jared. La primera, verte una vez más antes de partir hacia la batalla. Y la segunda, poder estar contigo una vez llegase mi hora.

-Qué remedio tenía. Se sentía culpable, al fin y al cabo. No podía negarse -sonrió maliciosamente ella-. Aun así, me hubiese gustado que vivieses -continuó con tristeza en su voz.

-En ese mundo no hay lugar para mí, Miruru. Había perdido a las personas que más me importaban. A May, a First, y sobre todo, a ti. Aquí puedo estar con vosotros para toda la eternidad, aunque haya tenido que renunciar a mi vida.

Los dos primeros aparecieron en la habitación, cogidos de la mano y observando orgullosos a Kai.

-¿Y bien? ¿Era lo que esperabas? -preguntó Miruru, acercándose para besarle.

-Sí... El lugar al que pertenezco"

 

Pasó tiempo hasta que Ivel, junto con su equipo de nómadas y rebeldes, pudo volver a la zona donde se había producido el socavón. Como mínimo un cuarto de la ciudad se había visto arrastrada hacia el desastre. Sólo quedaba esperar que no hubiese víctimas. Que hubiesen escapado durante la batalla contra los guardaespaldas de los comerciantes.

-¡Kareth! -exclamó la chica, saltando sobre una aglomeración de rocas que se elevaba a pocos metros por debajo del límite superior del gran agujero-. ¡Kareth! -volvió a gritar, sin recibir respuesta.

 

No sabía si habían escapado o si habían conseguido resguardarse en algún sitio seguro pero no quería perder la esperanza.

-Repartíos en grupos de dos y buscad por toda la zona. Tanto a ellos como a cualquier posible víctima del hundimiento. Comenzad a quitar escombros si es necesario. ¡Vamos! ¡Rápido! -ordenó la joven mientras bajaba y escarbaba entre la tierra y el hormigón ayudándose de su lanza.

"¡Aguantad! ¡No podéis morir ahora!", pensó.

 

Varias horas pasaron sin encontrar ni rastro de ellos. Si la búsqueda se alargaba demasiado, incluso si seguían vivos, no serviría para nada. Sin agua ni comida (por no hablar de la falta de oxígeno), vete tú a saber durante cuánto tiempo serían capaces de sobrevivir. Para colmo de males, a sus hombres ya no les quedaban fuerzas.

-Ivel -dijo uno de los nómadas-. Tenemos que volver. Estamos sedientos y cansados. Dos de los nuestros se han desmayado. Quizás, si pedimos refuerzos…

-Tardarían demasiado… Tenemos que continuar…

-Pero…

-¡Si necesitáis descansar! ¡Marchaos! ¡Yo seguiré buscando! -dijo, tajante.

Su estado no era mucho mejor. Teniendo en cuenta el combate contra Tribus, la huida de después y todo el tiempo que llevaban allí, suficiente con que su único problema era un constante jadeo y dificultad al respirar.

 

Pese a ello, no quería darse por vencida. Eso sería como pisar sobre su orgullo y su amistad.

Tropezando, se sujetó a duras penas con su lanza para evitar golpearse la barbilla contra la roca.

-¡Maldita sea! -se quejó, sintiéndose impotente- ¿Dónde estáis…?

 

Fue entonces cuando creyó escuchar algo.

-¿Has oído eso? -preguntó a su compañero, agudizando el oído.

-No he oído nada… -respondió el otro, confuso.

-Ha sido una voz…

Levantándose, continuó escarbando y quitando de su camino rocas y escombros hasta que el sonido se hizo más audible.

-¡So…co…rro…!

-¡Es Kareth! -emocionada, apartó una última roca hasta dejar ver un estrecho hueco en el que se encontraba el guerrero junto con Sarah y Nara. Por alguna razón los escombros, en lugar de caer sobre ellos, se habían acumulado a los lados, dejando esa zona ilesa.

-¡Rápi…do! ¡No sé… cuanto… más… aguantará! -dijo Kareth.

-¡Enseguida vamos! ¡Corre a pedir ayuda!

 

Tras un rato, entre todos lograron sacarlos de allí. Estaban muy malheridos pero seguían vivos. Sarah fue la primera en ser trasladada, utilizándose una capa, cogida de los extremos como si de una hamaca se tratase, para ello. Kareth se quedó al lado de Nara. No sólo seguía sin poder moverse debido a la desaparición del Radiar sino que tampoco quería separarse de ella.

-Kar… -dijo de repente la chica, con un hilo de voz.

-Nara… gracias al cielo…

-Kar… ¿estás bien?

-Sí… estoy bien… sólo un poco cansado…

-¿Sabes? He tenido… un sueño… En él… no existía la guerra… y nuestro hijo… jugaba en un… lugar… lleno de árboles y verde hierba… era precioso, Kar… Dime… ¿crees que… se hará realidad…?

Lágrimas comenzaron a descender por las mejillas del chico. En parte eran de tristeza, en parte de alegría, y en parte sólo para aliviar todo lo que había sufrido hasta entonces.

-¡Kareth! -dijo Ivel, viniendo hacia el chico con un comunicador en la mano- ¡Es Razer! ¡Dicen que han ganado! ¡Han acabado con la batalla, Kareth!

 

En ese momento, una luz atravesó las nubes después de mucho tiempo oculta detrás de éstas.

-¿Por qué… lloras…? -preguntó Nara.

-Por nada… -dijo el joven. Ese día, la Guerra Eterna, después de quinientos años activa, después de las innumerables personas y otras especies a las que se había llevado por delante, después de todo el dolor y toda la destrucción que había causado, llegó a su fin- No es nada…

96: Epílogo
Epílogo

Kareth se encontraba frente a las lápidas de la villa de los Rebeldes. Había pasado un año desde la última batalla, en la que consiguieron evitar los planes del proyecto Gaia y acabar con la Guerra Eterna. Desde entonces, habían pasado muchas cosas.

Tras lograr que el ejército del imperio y "Comhairle" se rindiese, éste fue apresado con la ayuda de la alianza entre la facción y la unión y llevado de vuelta a sus territorios, donde el equipo de Sdren y Jaryl esperaba triunfante tras haber conquistado el recinto del emperador. Esto y el resto de pérdidas provocaron que no se opusiese resistencia en una transición gubernamental así como un cambio social.

En cuanto a "Comhairle", aquellos miembros que prestaron su apoyo a la causa de Detz fueron ejecutados, medida drástica pero necesaria para evitar un nuevo levantamiento, desbandándose de esta manera la organización y terminando con ella. De esta manera, los miembros de Yohei Gakko, quienes habían perdido tanto el poder del Radiar como su único objetivo en la vida, en un principio se encontraron perdidos, sin saber qué hacer o adónde ir. No obstante, Razer encontró un trabajo para ellos, volcándolos en la restauración de tierras en todo el mundo así como en los cambios que se estaban produciendo en los territorios del imperio. Por supuesto, la reinserción no fue sencilla, pero gracias al símbolo de paz que suponía Kareth y la unión producida bajo éste, la mayoría los recibió con los brazos abiertos.

También surgieron dificultades en la unión, debido principalmente al bajo mundo, cuya influencia se había incrementado tras el golpe de estado. Éstos seguían estando a favor de la guerra, pues suponía su principal fuente de ingresos, sin embargo, la vuelta de Yorus, quien contaba con el apoyo de la facción y de los Rebeldes, así como la desaparición del Radiar, provocaron su rápida decaída, quedando mayormente afectados los "Spheres", quienes comerciaban con el Radiar y que suponían un porcentaje importante de la clandestinidad. Por consiguiente, dicha fuerza quedó totalmente bajo el control del gobierno de la unión.

Por otro lado, se estableció una organización llamada OOM (Organización de Orden Mundial) constituida por los líderes del mundo, entre los que estaban Razer, quien la lideraba; Yorus, por parte de la unión; Ceron, por parte de la facción; y Donell, como gobernador provisional en los territorios del imperio, hasta que se decidiese alguien que presentase los ideales y convicciones necesarias para sustituirle. Esto facilitó la comunicación entre los distintos territorios, mejorándose el comercio, la reconstrucción de terrenos y la información.

A esta organización también pertenecía Kareth, habiéndose formado a partir de su idea. La imagen del joven se había convertido en la del salvador del mundo. Un nuevo estandarte bajo el que la gente había unido sus fuerzas en pos de recuperar el planeta. Pese a todo, esto no evitaba el surgimiento de grupos revolucionarios en contra, así como pequeños conflictos bélicos. Algo con lo que tendrían que seguir lidiando durante un tiempo hasta poder establecer un verdadero orden, no obstante, los problemas eran considerablemente menores y más fáciles de controlar.

En ese nuevo mundo, el chico observaba los nombres de las lápidas que tenía delante. Allí estaban escritos nombres como el de Quattuor, Kai, Miruru o Normand. De la muerte de este último se había enterado hacía relativamente poco. El hombre, de avanzada edad, terminó contrayendo una enfermedad que fue empeorando con el tiempo hasta que su cuerpo no pudo más. Sin embargo, le contaron que no sufrió. El hecho de poder ver un mundo encaminado hacia la paz supuso lo que necesitaba para poder descansar tranquilo.

Sin querer, una sonrisa se dibujó en su rostro. No sabía por qué pero allí se sentía relajado. Después de todo el trabajo que había tenido durante ese año y el que le quedaba en los venideros, el estar allí, en silencio, le permitía desconectar. Como el salvador de la humanidad, tenía que ir de un sitio a otro dando charlas de apoyo a sus habitantes y ayudar como mano de obra en reconstrucciones. Asimismo, participaba junto con Razer en todos los actos diplomáticos, ya fuesen tratados comerciales o de otro tipo. No obstante, no se arrepentía, era el camino que había elegido, incluso si no había visto a su mujer desde poco después de acabar la guerra y ni siquiera había llegado a conocer a su hijo.

En ese momento, una chica de pelo azul se situó a su lado.
-Esto me trae recuerdos. Sólo que aquella vez fuiste tú quien vino a mí.
-Sarah… -se sorprendió el chico al ver a su hermana, quien le devolvió la mirada con expresión sonriente y las manos sobre la cintura.
-Hacía tiempo que no te veía, Kareth. Podrías haber dicho que estabas aquí.
-No voy a quedarme mucho rato. Dentro de poco tengo que dar una conferencia que se emitirá en todo el mundo. Ya sabes, por lo del aniversario del fin de la Guerra Eterna.
-Ya veo. Es una pena.
-¿Qué tal todo?
-Nada nuevo. Desde que vinimos de Genese he estado viviendo aquí. Necesitaba un cambio de aires. Relajarme y olvidar. Alejada de todo. Tomando una decisión sobre mi futuro.
-¿Y bien?
-Al final he tomado una decisión. Voy a viajar por el mundo. Quiero contar historias. Historias sobre Quattuor, sobre Miruru, Kai y todas aquellas personas que lucharon por hacer realidad este lugar. Quiero que sean recordados. Sé que así puede sonar a que he sido incapaz de olvidar. Pero, en realidad, es todo lo contrario, el pasado también es necesario para seguir adelante hacia el futuro.
-Jejeje…
-¿De qué te ríes? -se quejó ella, molesta.
-De nada. Es una gran idea. ¿Sabes algo de los demás? A algunos, como Ivel o Remi los veo más a menudo, ya que también son miembros de la OOM, pero hay otros de los que no sé nada.
-Mm… Veamos. Drake y Seph también están viviendo aquí. Hace poco escuché que Seph se había quedado embarazada.
-¿En serio? Pensaba que no…
-Pues al final decidió que sí -respondió la chica encogiéndose de hombros.
-Me alegro por ellos.
-Yo también. Aunque Drake está un poco nervioso con el tema.
-¿Y Jaryl? ¿Qué tal está?
-Bueno, la muerte de Will le afectó bastante pero va mejorando. Actualmente, sustituye a Ivel como guía de los nómadas cuando ella está ocupada con otros asuntos.
-Ya veo. También me alegro por él. Estoy seguro de que es lo que Will hubiese deseado.
-¿Y por tu parte? ¿Cómo están Remi e Ivel? Me sorprendió que ambos se ofreciesen para asistir al gobierno.
-De hecho, quizás de quien más lo entiendo es de Ivel. Gracias a ello ha conseguido que los nómadas tengan mayores facilidades a la hora de comerciar o realizar trueques, así como de acceso a las ciudades. A cambio, su estilo de vida se ha convertido en algo bastante conveniente para el gobierno desde el punto de vista del transporte y la comunicación. En el caso de Remi, supongo que no se podía estar quieto y quería echarme una mano -rió Kareth- También he podido ver a otros como Sdren y los hermanos.
-¿Qué ha sido de ellos?
-Están ayudando a Donell en el imperio.
-De alguna manera, me lo imaginaba. No les pegaba el estar en la organización mundial -bromeó la chica peliazul, antes de cambiar a un tono más serio-. Hace algunos días que se marcharon.
-¿Te refieres a Nara y a mi hijo? No me digas que… -dijo él con preocupación.
Ella asintió. Hasta entonces, la joven, y posteriormente el pequeño también, había estado viviendo junto con Sarah en la villa de los Rebeldes.
-Sí, se han marchado para poder verte.
-No debería de haberlo hecho. Aquí están bien. Además, sólo hará las cosas más difíciles.
-Lo sé pero, aun así, permitíoslo, por los tres -tras esto, se acercó y lo abrazó-. Espero que nos volvamos a ver pronto, hermano.
-¿Te marchas ya? -preguntó él.
-No tengo tiempo que perder -respondió Sarah.
-Ya veo. Yo también espero que nos volvamos a ver.

Una vez se separaron, la chica dio media vuelta y echó a andar. Entonces se detuvo a los pocos pasos, como si acabase de recordar algo.
-Oye, Kar, ¿te acuerdas de lo que nos dijo Eigar poco antes de que nos marchásemos del oasis?
Él se quedó pensativo, durante unos instantes. Tras esto, entendió a lo que se refería.
-Sí… -contestó.

"-¿Para qué nos querías? -preguntó Kareth una vez él y su hermana entraron en la habitación.
-Es sobre vuestros nombres.
-¿Nuestros nombres? -los dos se miraron, confusos.
-Me refiero a vuestros verdaderos nombres. ¿Queréis saber cuales son?
Aquello les pilló desprevenidos. Lo cierto era que no se habían planteado preguntárselo.
-¿Qué ocurre? -preguntó Eigar.
-No sé. Es sólo que… esperaba más interés por mi parte. Es mi verdadero nombre. El nombre que me pusieron mis padres. Aun así, ahora mismo no siento que sea algo importante para mí –declaró el joven.
-A mí me pasa igual –coincidió su hermana.
-Vuestros padres seguirán siendo vuestros padres. No importa cómo os llaméis. Ellos os querían entonces y os seguirán queriendo en el más allá. No tenéis que sentiros mal por algo así. Ya sé, debería haber algo para escribir aquí -dijo, abriendo el único cajón que había en la mesita de noche y sacando material para escribir y una especie de trozo de papel arrugado-. Esto servirá.
Acto seguido, escribió algo y dobló el papel. Entregándoselo a Kareth.
-Si alguna vez sentís la necesidad de conocerlos, los encontraréis aquí. De esta forma siempre tendréis esa opción, ¿no?
"

-¿Al final leíste el papel?
-No. Sigue guardado aquí. La próxima vez que nos veamos, la leeremos juntos.
-Suena genial…
Una vez se hubo marchado, el chico observó el cielo.
-Este mundo también es por vosotros. Mamá, papá…

La conferencia se celebraba en Genese. Qué mejor lugar para rememorar el final de la guerra que donde empezó así como terminó. Si bien, todavía quedaban cosas por arreglar para que recuperase el estado que tenía antes, además de reformas que se estaban llevando a cabo para mejorar su estructura, era perfectamente habitable y capaz de permitir un evento de ese calibre. Al llegar, en uno de los pequeños aviones llevados por un miembro de la OOM, se encontró con muchas personas que querían hablar con él, escuchar sus palabras o, algunos, simplemente tocarle. Al final del camino hasta el edificio desde cuya terraza iba a dirigirse al público, le esperaban Remi, Ivel y Razer, junto con otras caras menos conocidas.
-¿Qué tal ha ido la visita? –preguntó Razer, adaptándose a su paso mientras se internaban en la construcción- ¿Has tenido tiempo de hablar con los demás?
-Sólo con Sarah. Por suerte ella me ha puesto al día.
-Deberías haberte entretenido un poco…
-El orden no descansa. Yo tampoco debo hacerlo.
-A eso nos comprometimos. Cierto es. Me sorprendió que me pidieses crear algo así hace un año. Un orden gubernamental utilizándote como salvador de la humanidad. Arriesgado y largo de obtener. Pero sin duda fue una idea que me caló hondo.
-Y yo sabía que tendrías la capacidad de ponerla en práctica.
-En cualquier caso, no creo que pase nada porque te tomes un descanso.
-Hablas igual que Sarah pero se lo prometí a Gaia.
-No creo que a ella le importe que te desvíes por un día de tu misión –sonrió el ahora líder de la OOM- Además, nosotros no somos los únicos que te lo pedimos –señaló con la cabeza a sus otros dos acompañantes.
-Puedes jurarlo –interrumpió Remi al escuchar su conversación.
-A mí me preocupas más tú –replicó Kareth. Desde que Normand había muerto, no había nadie que pudiese atender completamente las necesidades del cuerpo mecánico de Remi. Si acaso, el propio usuario. Sin embargo, sus conocimientos no podían compararse a los del difunto científico. Debido a esto, el joven, que ya de por sí no vislumbraba una larga esperanza de vida, la había visto reducida. No obstante, para nada parecía importarle.
-Ambos deberíais preocuparos por vosotros mismos –añadió Ivel, quien últimamente se había hecho más cercana al tirador. De hecho, si no fuese porque ambos conocían su situación, diría que podrían haber hecho una buena pareja.
-Como sea –sentenció Kareth-, me ha dicho mi hermana que ella ha venido…
-¡Ah! Así que te has enterado –dejó caer Razer.
-¿Acaso querías darme una sorpresa?
-No ha sido idea mía, si es a eso a lo que te refieres.
-Ella sabe que no estoy de acuerdo con esto…
-Y tú sabes que si se le mete algo en la cabeza no te va a hacer ni caso.

Finalmente, todos llegaron a la terraza. Una zona al aire libre con una superficie rectangular de madera cerca de la barandilla tras la que se encontraba una gran plaza repleta de gente. Encima de la plataforma de madera se podía observar un micrófono y un par de cámaras a los lados. Asimismo, existían varios altavoces dispuesto en sitios estratégicos de la plaza para permitir escuchar mejor.

Entre la gente que los esperaba en la terraza, situados en línea, cual comitiva de bienvenida, estaban los distintos líderes gubernamentales, a los que saludaron uno a uno.
-Me alegro de verte, Ceron –dijo Kareth.
Pese a que no eran ya tiempos de guerra, su vestimenta no había cambiado, conservando la armadura que lo caracterizaba. Quizás ese era precisamente el motivo por el que la había mantenido. Pese a ello, la personalidad del gobernador se había vuelto mucho más afable. Más centrada en sus ciudadanos y mucho menos en liderar una guerra.
-Yo también, chico. Espero que esta sea una buena conferencia. Como siempre.
-Yo también.

El siguiente en la fila era Yorus, conocido por su escasa etiqueta incluso en actos diplomáticos de importancia. Algo que tampoco era de extrañar dado que, aunque el papel de dirigente se le daba bien, no era uno que hubiese llevado toda su vida sino que había aprendido de quien fue su protegido. Aun así, el joven sabía que ponía todo su empeño en sacar adelante los territorios de la unión y velar por la seguridad de sus ciudadanos.
-Te veo bien, Yorus –se sorprendió al observar que, por primera vez, había venido arreglado.
-Bueno, esta vez es una ocasión especial. Al fin y al cabo, conmemoramos a todos aquellos que murieron durante la guerra. Y él fue uno de ellos…

Finalmente, ahí estaba Donell, quien se limitó a saludarle con la cabeza de manera respetuosa. Como siempre, un hombre serio y obediente con su deber. A Kareth no le extrañaba que Razer hubiese depositado su confianza en él durante tantos años.

Fue entonces cuando se dio cuenta de una última persona al final de la fila. Ligeramente más alejada del resto, sentada sobre una silla a pocos centímetros de la plataforma de madera, se encontraba Nara. La chica apenas había cambiado desde la última vez que la viese. Ni siquiera se le había podido quitar la joya que llevaba incrustada en su frente. Algo con lo que tendría que vivir para siempre.
Como si no tuviese otra preocupación en el mundo, ella le sonrió, mezcla de orgullo y felicidad. Pequeñas lágrimas brotaron de sus ojos, fruto de la nostalgia y el tiempo que llevaban separados. No pudo evitar sentir el deseo de abrazarla hasta que se dio cuenta de la pequeña criatura que llevaba entre sus brazos. Un bebé de pocos meses que dormía plácidamente, entrecruzando sus diminutos dedos como si estuviese rezándole a alguien.
-Él es… -fue lo primero que consiguió decir Kareth.
-Sí, Kar, es tu hijo.
Era la primera vez que veía su rostro, el cual no pudo evitar acariciar suavemente, deslizando su mano hasta el pequeño gorrito blanco que cubría su cabeza.
-¿Creías que te íbamos a dejar solo en un momento así? –preguntó la chica.
-Deberíais de haberos… quedado en la villa… -al joven le tembló la voz.
-Al menos por hoy, yo decidiré donde quedarme.
Sin poder aguantar más, Kareth rompió en sollozos, abrazándolos tiernamente a ambos. Ya le parecía un milagro que, después de todo lo ocurrido, el niño estuviese allí con él. Con que la sensación de poder tenerlo consigo le producía una alegría indescriptible.
-Me alegro tanto de veros…
-Nosotros también.
-Te quiero.
-Y yo a ti.

Finalmente, se separó de ellos y se enjugó rápidamente las lágrimas, procediendo a su discurso.
-Todavía no hemos decidido su nombre –comentó Nara.
-Un nombre…
Se detuvo unos segundos, pensativo, aunque había uno que le había estado rondando durante un tiempo.
-¿Qué te parece Mír?
-Mír, ¿eh?
-Significa “paz” en una lengua pasada. Viéndole, no puedo pensar en un nombre más adecuado que ése.
-Me parece genial. Mír…

Se escucharon muchos vítores en su honor y en el resto de miembros de la OOM allí presentes. Algunos de los asistentes llevaban imágenes o escritos que representaban a las personas que habían perdido o momentos que habían vivido durante la guerra.
-Queridos habitantes de este mundo. Sois muchos los que ya me conocéis como el salvador de la humanidad. No obstante, ésta no fue una tarea nada sencilla. Hace un año, muchos luchamos contra un gran monstruo. Uno que nos conquistó, nos hizo volvernos crueles, ambiciosos… y que nos fue destruyendo poco a poco. Todo por conseguir el poder. Un poder que en un principio se nos dio para ser mejores pero que nuestra ceguera no supo aprovechar y, en lugar de eso, sacó lo peor de nosotros.

Hoy recordamos la guerra que durante quinientos años acechó este mundo. Porque nunca hay que olvidar los errores. No para sentirnos mal por ellos, sino para evitar volver a cometerlos.

Pero, más que recordar ese error, sobre todo, quiero que recordemos a todos aquellos que perdimos por culpa de éste. Todos aquéllos que, durante tantos años dieron sus vidas, por unas razones u otras, defendiendo lo que creían. Aquellos amigos que nos apoyaron, aquellos familiares que nos protegieron o aquellos amores a los que no pudimos proteger. Porque incluso yo, quien puso final a esa pesadilla, nunca estuve solo. Hubo personas que me enseñaron a luchar, que me levantaron cuando no podía tenerme en pie, que me salvaron la vida e incluso que me dieron la oportunidad de llegar hasta una solución. Jamás estuve solo, y por eso, quiero recordarles… -mientras continuaba hablando, el chico miró hacia el fondo de la plaza. Allí creyó ver los fantasmas de todos, las imágenes de Miruru, de Kai, de Quattuor, Normand, Will, Seigari, Darker e incluso las de sus padres, cuyas figuras ya había olvidado. Todos le devolvían la mirada con la misma expresión orgullosa que Nara había puesto unos segundos antes, sabiendo que no habían muerto en vano y que habían conseguido crear la oportunidad para un nuevo futuro. No sabía cuanto tiempo viviría, al fin y al cabo, los efectos tóxicos del Radiar probablemente permanecerían en los cuerpos de los usuarios incluso habiendo desaparecido. Aun así, seguiría adelante, hasta que no aguantase más, para tener un lugar en el que su hijo pudiese jugar sin nada que temer-. No les olvidéis. Por ellos, podremos seguir adelante, cambiar y cumplir nuestros sueños y metas. Todos juntos, caminando hacia un nuevo mundo libre…

Mientras la gente aplaudía, el chico recordó las palabras que le dijo una vez a su hermana, cuando ella cuestionó si alguien era libre en un mundo en guerra: “Habrá un momento y un lugar en el que todos nos sentiremos de esa forma. No habrá necesidad de entrenar para detener una guerra o sufrir por la pérdida de la gente que amas. Algún día, todos podremos sentarnos en un pequeño banco, disfrutar de una dulce brisa y sentir algo a lo que llamaremos libertad”.

97: Afterwords
Afterwords

Y de esta manera, y tras siete años o más escribiendo, se termina la saga Yohei Gakko. Ha sido un viaje largo de unas 565 páginas que empecé a escribir antes de comenzar la universidad y que por entonces no sabía que iba a llegar a ser algo tan grande. En cualquier caso, mi hijo ha sido dado a luz, ha costado parirlo pero tiene buen peso, es hermoso y estoy orgulloso de él xD.

Quiero agradecérselo a todos aquellos que se hayan atrevido a leerlo, sobre todo hasta el final xD, y a los que han tenido el interés incluso de pedírmelo para echarle un ojo. Muchas gracias.

También estoy agradecido a aquellos que me echaron una mano con alguna parte del texto e incluso a los que, sin leer nada de éste, me han apoyado para seguir escribiendo (pese a la lentitud por mi parte, ya fuese por trabajo o falta de inspiración xD)

 

En lo que respecta al futuro. Seguiré escribiendo historias, por supuesto. Tengo demasiadas ideas en la cabeza como para dejarlo de lado y, si no me las quito, voy a estallar. Me meteré en otros géneros e iré variando, a ver de lo que soy capaz y cuánto puedo mejorar.

 

En cuanto a esta obra. Realmente no ha terminado aquí. No voy a hacer continuación porque considero que quería finalizarla en este punto y así se va a quedar. Por supuesto, también le daré una corrección (con el tiempo) de principio a fin para corregir errores ortográficos, gramaticales y algunos otros que haya podido tener. Vamos, dejarlo más bonito y presentable xD. Pero, continuando con lo que decía, estoy pensando en hacer varios spin offs en los que contaré historias pasadas de algunos de los personajes así como acontecimientos que tuvieron lugar durante la denominada Guerra Eterna. Evidentemente no es algo en lo que me pondré mañana mismo pero en algún momento lo escribiré. Y, de hecho, invito al que quiera a pedirme de qué personaje le gustaría saber más, de manera que, si tengo algo en mente, escribiré una historia corta relacionada con él.

 

Sin más que añadir, salvo que se me pregunte al respecto xD, agradezco de nuevo todo lo que ha conllevado la creación de esta historia. Pues la verdad, aunque el momento que más disfruto es el verla acabada y observar el resultado (ya me pasó con la primera que escribí), el camino, aunque en unos momentos más que otros, también se disfruta. Hasta la próxima.