Prólogo: Crisis Global

Creo que esta historia comenzaría con la típica presentación de una compañía, en la que se especializan en la simple, pero complicada tarea de encontrar la cura de las enfermedades más temibles del mundo desde sus inicios en el año 2030, cuando solamente quedaban algunos vestigios de lo que llamábamos “humanidad” en el mundo. Hacía mucho que no se podía respirar aire puro o salir a la calle por tan solo unos minutos sin tener un arma en las manos o pensar en cada instante que alguien te asesinaría sin piedad, solo por estar en la calle.

¿Verdad que es algo irónico?

Hace algunos años se pensaría que sí, que era algo que solamente se veía en los países del Medio Oriente o en los países en los que se promulgaba el eterno “Socialismo del Siglo XXI”, comandado en sus inicios por el ex presidente de Venezuela, Hugo Chávez y, que después de su muerte en el 2013, continuaron los demás presidentes de Sudamérica. Pero nadie se imaginó que algo así podía ocurrir en una potencia como lo era Estados Unidos de América, en donde la seguridad era lo primordial y lo más importante para sus gobernantes, con algunas excepciones, claro está.

¿Cómo estamos ahora?

Es el año 2040, ya IEPCOM tiene diez años en funcionamiento, encontrando posibles curas a enfermedades tan terribles como la parálisis motora, cáncer, VIH y muchas otras que hacen que nuestra vida sea un caos. También nos encontramos en medio de lo que mucha gente llamaría una “Guerra Civil Global” que, como su nombre lo indica, se lleva a cabo en todas partes del mundo, la cual hace que muchas personas, ya sean niños, adolescentes, hombres, mujeres o personas ancianas sean masacrados sin piedad, aniquilando a la especie humana poco a poco.

¿Quiénes son los responsables?

Son asesinos de todas partes del mundo, que no miden sus consecuencias y tampoco tienen una idea clara y concisa de lo que es respetar al prójimo, sin importar que sea la persona más déspota del mudo o un “Pan de Dios”, de los que ya no quedan muchos, sino es que ninguno. Esto ha ocasionado que la gente viva en una especie de cárcel, de la que no puede salir, pero no por un castigo, sino por mantenerse con vida un día más, que es la meta final del ser humano en nuestros días: sobrevivir a toda costa.

Ha llegado el momento en el que todo el mundo se pregunta:

¿Quién es la persona que nos cuenta todo esto?

Bueno, comenzaré diciendo que soy una mujer, de veinticinco años de edad, me integré a la compañía IEPCOM cuando tenía diecinueve años ¿Joven, verdad? Mi especialidad es de Ingeniería Robótica, lo cual funciona como una perfecta ironía porque ¿Qué hace alguien a quien le gusta trabajar con tuercas y tornillos hablando sobre la aniquilación humana? Lo que pasa es que lo que a mí me interesa es que los humanos y los robots coexistamos en este mundo sin agredir al otro.

Mi nombre es Megan Knox y he tenido conciencia de que en la compañía en que trabajo no están de acuerdo con mi filosofía de vida, porque ven a los robots como cosas útiles para la guerra y para atacar a otros seres humanos que también buscan sobrevivir en este mundo, no para protegerse los unos a los otros, pero creo que para el resto del mundo mi teoría es obsoleta.

¿Pero cuando me di cuenta de eso?

Cuando en IEPCOM tomaron la decisión, absurda para mí, de poner sobre el departamento en el que trabajo al de Genética para, según el director de la misma, contribuir a que la raza humana no fuese exterminada de la faz de la tierra, en vez de propiciar que surgiera una nueva y que dominara al mundo en un futuro, que no sabían cuándo sería con exactitud.

Además, ese fue el día en que conocí a la persona más déspota del universo y sus alrededores, una doctora que pertenecía al área de Genética de la compañía y que, por su experiencia en el campo, creía que todos los que estábamos trabajando en la empresa éramos idiotas o algo así.

¿Quién es esa mujer?

Su nombre es Karen Jhonson, yo le calculo unos cuarenta años de edad, trabaja en el área de Genética y tiene dos títulos de especialización, pero no tengo ni la más mínima idea de cuáles son, ni me interesa saber cuáles son en realidad, lo que sé es que ella me cae muy mal y es tan amargada, que me dan ganas de renunciar a mi trabajo solo para no verle la cara en ningún momento del día, es en serio, me cae peor que una patada en la boca del estómago o que un baldazo de agua fría.

Pero prefiero hablar de los motivos de la decisión del director y de cómo fue todo el proceso en otro momento, por mi propio bien…

Continuará...​

2: Capítulo I: Un Cambio Inesperado
Capítulo I: Un Cambio Inesperado

Aún recuerdo el día en que todo eso comenzó, para mi desgracia…

Año 2035, Los Ángeles, California.

Me levanté a las ocho de la mañana, como todos los días, ya que nunca me gustaba llegar tarde a mi lugar de trabajo, aunque quedaba en ese mismo lugar, porque era toda una comunidad de científicos, provenientes de todas partes del mundo, pero divididos en tres campos: el de Farmacología, el de Genética y el de Robótica, que éramos compañeros, a pesar de trabajar en áreas tan diferentes entre sí.

Después de arreglarme un poco, pues no era muy necesario hacerlo en un lugar en el que lo único que haces es trabajar de sol a sol, sin saber siquiera que es lo que ocurre allá afuera, como la pasa tu familia y otras cosas importantes para ti, pero que no le interesan un bledo a la compañía.

Llegué a la cafetería de la compañía, mi lugar favorito, porque una de las cosas que más me gusta hacer mientras trabajo es comer. No importaba lo que fuera, con tal y fuese comestible yo lo comía rápidamente, por lo que algunos de mis compañeros me llamaban “Maquina Comelona” o me insinuaban que yo parecía tener cuatro estómagos, como las vacas, pero eso no me importaba en lo absoluto, ya estaba más que acostumbrada a sus comentarios.

En medio de mi desayuno, el director de la compañía, llamado Jonathan Sanders, se apersonó en el comedor, para sorpresa mía y de todas las personas que se encontraban allí conmigo, porque él nunca se aparecía por esos lares, a menos que ocurriera algo muy importante y tuviese que informárselo a todos los que vivíamos en ese lugar, para estar prevenidos.

—Buenos días a todos, doctores— comenzó con su discurso, con un saludo, lo cual era muy normal en él —. Muchos de ustedes se preguntarán que hago yo aquí, pues es sabido por todos los presentes que yo no soy muy adepto a conversar con el personal que trabaja para mí, pero esta vez es necesario que lo haga.

—¿Y qué es lo que tiene que decirnos, director Sanders?— preguntó uno de los científicos del área de Farmacología, con un poco de curiosidad.

—Doctor Langley, todo depende del punto de vista que tenga sobre lo que vengo a informarles— respondió el Doctor Sanders, con un tono misterioso—. He decidido darle prioridad al departamento de Genética sobre los otros dos.

Esa última frase que salió de la boca del director de IEPCOM me dejó con la boca abierta y me quitó el apetito por completo, cosa que no era para nada habitual en alguien como yo, que comía como nadie en ese lugar, porque esa era una de las cosas que más disfrutaba en el mundo, pero lo que el Doctor Sanders había dicho me hizo ver que lo que se nos venía encima era peor de lo que aparentaba ser.

—¿Qué clase de broma es esa?— le preguntó el Doctor Langley—. ¡No puede hacer que los departamentos de Robótica y de Farmacología pasen a segundo plano!, ¡Son tan importantes como el departamento de Genética!

—Ya lo hice— respondió él —. Solamente les estoy informando mi decisión, no hay vuelta atrás.

Ahora sí que creo que el Doctor Sanders se ha vuelto loco, nunca hacia tomado una decisión tan radical con respecto a los departamentos que formaban parte de la compañía. ¿Poner a mi departamento y al de Farmacología en segundo plano por quien sabe qué cosa? ¡Eso era algo que yo no podía concebir de ninguna manera! Así que me armé de valor y le pregunté:

—¿Qué le hizo tomar esa decisión, Doctor Sanders?

—A eso iba, Doctora Knox— dijo él, anticipándose a cualquier otro comentario o pregunta de otra persona—. El motivo es muy simple: se trata de asegurar la especie humana, nada más. Y con eso, les voy a presentar a la Doctora Karen Jhonson, ella es una Bióloga, con especializaciones en Ingeniería Genética y también en Manipulación Genética, por lo que la considero la persona más apta para un proyecto que tengo en mente y en el que todos ustedes deben colaborar, por lo que tomé la decisión que les acabo de comunicar.

—Buenos días, espero que no se sientan intimidados ante mi presencia en este lugar— dijo la Doctora Jhonson, con un tono muy seguro, que más bien me pareció algo hipócrita—. Yo vine a este lugar a trabajar, igual que todos los que estamos aquí, no espero hacer amigos ni nada por el estilo, solo aprovecho la oportunidad que el director de la compañía me ofrece, nada más.

Bueno, menos mal que ella pone sus propios límites, porque yo no pensaba hablarle, quizás porque estaba dolida por la decisión del jefe, pero había algo de esa mujer que no me gustaba para nada, aunque yo soy la persona más desconfiada del mundo, sin embargo no podía dejar de lado a mi intuición, esa nunca me fallaba y estaba muy alerta con ella.

Entonces ocurrió algo que yo no esperaba: Karen se acercó a la mesa en la que yo estaba comiendo, tomó la bandeja que contenía mi desayuno a medio comer y se la llevó aparte, para comérselo frente a mí, lo que me hizo entender que su discurso iba por un lado y sus acciones por otro, lo que me parecía muy descortés y grosero de su parte.

Así fue que inició mi pesadilla…

Continuará...

3: Capítulo II: Cambio de Oficina
Capítulo II: Cambio de Oficina

Después de lo ocurrido en el comedor con la llegada de la Doctora Jhonson y de que nos dijeran que los departamentos de Farmacología y de Robótica serían desplazados por el de Genética, me dirigí a mi oficina, para ver si podía calmarme un poco antes de comenzar a trabajar, como solía hacerlo todos los días. No es que yo fuera una persona de mal carácter, sino que la presión llegaba a mi cabeza casi de inmediato, lo que me causaba un estrés inmenso y mucha ansiedad, la que debía calmar comiendo, para no fallar en mi empleo.

Pensé que todo sería normal, pero me encontré al Doctor Sanders y a la Doctora Jhonson en mi camino, pues se encontraban precisamente en mi oficina, lo que me hizo decir para mis adentros “espero que no sea nada malo”, quizás presintiendo lo que pasaría luego. Cuando traté de entrar a mi oficina, el Doctor Sanders me detuvo, para decirme:

—¡Qué bueno que llegó, Doctora Knox! Necesito hablar con usted.

—¿De qué se trata, Doctor Sanders?— le pregunté, aún sorprendida por su petición.

—Sobre su cambio de oficina.

—¿De qué me está hablando, Doctor Sanders?— volví a preguntar, haciéndome la desentendida de haber escuchado la frase “cambio de oficina”—. Ésta es mi oficina.

—Era su oficina, porque desde hoy le pertenece a la Doctora Jhonson, por eso le mencioné lo del cambio de oficina.

—¿Y a dónde se supone que voy a ir ahora?— pregunté, con cierta preocupación, porque al menos quería saber a dónde me había enviado.

—A la 513, Doctora Knox y, si no le molesta, ¿podría comenzar a mudar sus pertenencias para allá? Es que la Doctora Jhonson necesita ocupar este lugar cuanto antes.

—Sí, no se preocupe Doctor Sanders— le dije, resignada ante aquella decisión tan abrupta, para después acatar su orden.

La llegada de la Doctora Jhonson a mi empresa y a mi vida, además del inicio de nuestra relación de trabajo había comenzado con el pie izquierdo. ¡Me había quitado mi desayuno para comérselo y ahora por la intervención del director, me había quitado mi oficina! Sinceramente, ese fue el peor día de toda mi vida, sin vacilar un momento al decirlo.

Llegué a la oficina 513, la que sería mi flamante nueva oficina después de ese cambio. No sería tan malo si no fuese la oficina más pequeña de todas, además de tener salitre y decoloraciones de pintura en las paredes, el piso mugriento, un escritorio viejo con una butaca muy dañada. ¿Podía haber algo peor que te obligaran a mudarte a la peor oficina de todas las que están en el edificio?

En ese momento, el Doctor Sanders pasó por allí y se acercó a donde estaba, con una cara muy sonriente, tratando de ignorar lo que yo había notado momentos atrás, para preguntarme:

—¿Qué te parece tu nuevo lugar de trabajo?

—Para no tener ninguno está bien— respondí, con tono serio, algo que delataba dos cosas en mí: mi descontento con su decisión y mi mal humor, causa del estrés que sentía en ese instante.

—No te preocupes tanto por eso, cuando pueda le pediré a los encargados de mantenimiento que reacondicionen este lugar, para que estés más contenta. No me gusta verte enojada, Megan.

—No estoy enojada, Doctor Sanders— mentí, porque realmente quería dejarle tirado el trabajo en ese mismo momento y largarme de allí con algo de dignidad, como debí hacerlo.

—Entonces vamos al comedor, debes estar así porque no has comido nada.

Cuando llegamos al comedor, pedí dos sándwiches de atún, no sé por qué, pero me provocó comerlos, mientras el Doctor Sanders pedía huevos fritos con tocineta, como siempre. Estábamos comiendo todavía cuando se acercó a la mesa la Doctora Jhonson, como si nada hubiese pasado, aunque realmente ella no había hecho nada, quizás estaba paranoica en ese momento y veía cosas en donde no las había, pues era muy pronto para decir algo como eso.

—Doctor Sanders, vine a hablar con usted sobre mi proyecto.

—¿Puedes esperar un poco?— preguntó él —. Estoy comiendo ahora, Karen.

—Es muy importante que hable con usted, Doctor Sanders.

—De acuerdo— dijo él, resignado a dejar su comida a medio consumir para prestarle atención a su nueva empleada—. ¿Qué quiere decirme?

—Es que necesito un adelanto para dar inicio a mi proyecto.

—¿De cuánto estamos hablando?— preguntó él.

—50 millones de dólares, pero solo para comenzar con el proyecto.

—De acuerdo, en un momento le doy el adelanto— dijo él —. Ese proyecto suyo no es nada sencillo.

—¿De qué se trata?— pregunté, como toda una metiche, pero eso era normal en mí.

—De crear seres humanos artificialmente— respondió ella, haciéndome recordar un dicho muy cierto en ese momento.

“La curiosidad mató al gato”...

Continuará...

4: Capítulo III: Un Infiltrado en el Proyecto Irión
Capítulo III: Un Infiltrado en el Proyecto Irión

Crear seres humanos, esa era su tarea en medio de tanta desolación, si bien era necesario que los seres humanos volvieran a poblar la tierra para que la raza intentara sobrevivir a la Guerra Civil Global, yo creo que esa no era la mejor manera de solucionar el problema, por lo que pensé que el Doctor Sanders estaba perdiendo la razón, no en el aspecto de la locura, sino que al dejar que la Doctora Jhonson tratara de llevar a cabo un proyecto tan ambicioso, que seguramente lo había absorbido completamente y por ese motivo, no pudo decir que no.

Yo personalmente creo que no fue una buena decisión, independientemente de que sea una de las personas que defienden la procedencia natural de los seres humanos, pues nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, nada más. Ese era y sigue siendo mi punto de vista sobre ese asunto tan engorroso, como lo es el manipular ADN humano y “Jugar a ser Dios” para poder salvar a una raza en extinción y que se estaba autodestruyendo, a mi parecer.

No volví a hablar con el Doctor Sanders o con la Doctora Jhonson, a la que creo que no podré llamar por su nombre de pila nunca, ni ella a mí, creo poder saber eso por todo lo que pasó antes y después de que su proyecto se diera inicio. Ese era el “Proyecto Irión”, que como lo dije antes o me lo dijo la Doctora Jhonson, sería utilizado para crear seres humanos de forma artificial, pero ¿De qué manera? Yo no lo sabía, eso era algo que no me tocaba saber o a lo que no estaba autorizada para saber, podía llamarlo un “Archivo confidencial” realmente.

Pero yo sabía quién podía darme toda esa información: Stuart Langley.

Lo abordé mientras iba a la oficina de su “jefa”, pues ella -obviamente la Doctora Jhonson- había pedido ayuda a todos los que formaban parte del departamento de Farmacología y que quisieran formar parte del “Proyecto Irión”, además de algunos de mis colegas del departamento de Robótica, menos a mí. ¿Por qué habrá sido?

Yo me respondo sin vacilar: fue por metiche y, seguramente porque el Doctor Sanders le contó algunas cosas sobre mí, como que no me gusta nada lo que tenga que ver con experimentos y seres vivos, ¡es asqueroso! Por eso mismo prefiero trabajar con robots, hasta me parece más sencillo.

Stuart es mi mejor amigo, nos conocemos desde que tengo memoria y nosotros sabemos muy bien como es el otro, que es lo normal en una amistad. Fue el único que me apoyó cuando decidí desviarme de la carrera familiar e irme por la rama de la Robótica, lo que me parece lo mejor, porque si eso no hubiese ocurrido, yo sería una versión joven y mejorada de la Doctora Jhonson, lo que no me gustaría para nada.

—¿Qué pasa, Megan? —fue la pregunta que me hizo al verme.

—Quiero que me hagas un favor —le dije, con un tono algo meloso.

—Tus favores me asustan, amiga mía —me respondió, advirtiendo que el favor que le pediría no sería nada sencillo para él.

—No es nada del otro mundo —comenté, tratando de calmarlo, porque sabía que estaba asustado—. Es muy sencillo, créeme.

—No te creo —me dijo, un poco reacio, porque sabía muy bien que solamente lo estaba endulzando antes de soltarle la bomba—. Dime qué quieres.

—Bueno, quiero que me digas todo lo que hace tu jefa en su proyecto —le dije, sin anestesia, como siempre—. Creo que es lo más indicado, amigo mío.

—¿Aún piensas en ayudar a tu familia? —me cuestionó—. Para ellos ya no existes desde que decidiste estudiar Ingeniería Robótica, Megan.

—Es verdad —le comenté, algo desanimada—. Pero es mi familia después de todo.

Stuart me decía todo eso porque sabía muchas cosas sobre mí, como el que yo era la heredera universal directa de Industrias Knox, una de las empresas más reconocidas en el área de Ingeniería Genética y Manipulación Genética, por lo que mi familia quería que yo estudiara lo mismo que ellos y fuese una genetista reconocida. Pero como lo mencioné, esa carrera no era lo mío y me enamoré de la carrera en la que me desempeño ahora, a pesar de que mis padres, al enterarse de ello, me excluyeran de “su familia” porque no haría lo que ellos deseaban.

—Está bien, lo haré —fue lo que me dijo, convencido, pero luego me advirtió—. Si me atrapan, diré que tú me lo pediste.

—Sí, ya —le dije, ignorando lo ultimo—. ¡Eres el mejor amigo del mundo!

Después de eso, me fui a mi oficina, para celebrar mi triunfo, pequeño, pero importante a la vez, aunque Stuart tomó el asunto de otra forma, aunque sí tenía ciertas intenciones de ayudar a mi familia, sabía que ellos no me escucharían.

Continuará...